Parroquia de san Eugenio y santa Inés Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, ... la Palabra...

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Parroquia de san Eugenio y santa Inés Valencia Tel. 963795306 / [email protected] www.parroquiasaneugenioysantaines.es Cantos para la celebración: • Entrada: Un solo Señor… 212 • Ofertorio: Este pan y vino, Señor… 89 • Comunión: Una espiga dorada por el sol… 207 • Adoración del Niño: Campana sobre campana… 35 / Dime Niño de quién eres… 64 Oración colecta: Oremos (pausa). Al celebrar hoy la fiesta del bautismo de Jesús y verle tan humano, en medio de nosotros, con todas nuestras debilidades, transforma, Padre, nuestras vidas para parecernos a Él. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén. PROCLAMACIÓ DE LA PARAULA Primera lectura y evangelio. El agua es un símbolo utilizado frecuentemente por los profetas para anunciar la gracia de Dios que debía llegar por medio del Mesías; cumpliendo estas profecías, Jesús descendió a las aguas del Jordán para que, desde entonces, los que sean bañados en el Bautismo renazcan a la nueva vida de los hijos de Dios por medio del sacramento del agua y con el don del Espíritu Santo. Libro de Isaías 42, 1-4. 6-7 Salmo 28 El Señor bendice a su pueblo con la paz Segunda lectura. La predicación de los apóstoles anunciaba la obra de salvación realizada por Jesucristo, cuya vida pública comenzó en el bautismo que recibió en el Jordán de manos de Juan el Precursor. Libro de los Hechos de los Apóstoles 10,34-38 Evangelio según san Marcos 1, 7-11 En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo». Y sucedió que por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacia él como una paloma. Se oyó una voz desde los cielos: «Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco». Josep Ribera: El bautismo de Cristo. 1644-46 Oración poscomunión: Oremos (pausa). Hoy te damos gracias, Padre, por Jesús de Nazaret Hijo tuyo y hermano nuestro. Él es nuestro camino, verdad y vida. Gracias, Señor. Reconocernos como hijos / Fernando Torres Con la fiesta de hoy se cierra el ciclo de la Navidad. Jesús ha crecido, se ha hecho grande y sale de su pueblo. Deja a su familia y orienta su vida en una nueva dirección. Lo primero de todo es dirigirse al desierto. Allí se encuentra con Juan el Bautista. Y decide bautizarse. El bautismo de Juan implicaba un real cambio de vida. El que se bautizaba no se obligaba a formar parte de ningún grupo, no se convertía en discípulo de Juan. Pero se comprometía a volver su corazón al Señor, a convertirse, a cambiar su vida para estar preparado ante la venida del Mesías, del enviado de Dios. Bautizarse era abrir el corazón a la presencia de Dios. Jesús dejó su pueblo y se hizo bautizar por Juan. Allí en el desierto meditó, sin duda, la Palabra de Dios. Es posible que se encontrase con este mismo texto profético que leemos en la primera lectura de este

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Parroquia de san Eugenio y santa Inés Valencia

Tel. 963795306 / [email protected]

www.parroquiasaneugenioysantaines.es

Cantos para la celebración:

• Entrada: Un solo Señor… 212

• Ofertorio: Este pan y vino, Señor… 89

• Comunión: Una espiga dorada por el sol… 207

• Adoración del Niño: Campana sobre campana… 35 /

Dime Niño de quién eres… 64

Oración colecta: Oremos (pausa). Al celebrar hoy la

fiesta del bautismo de Jesús y verle tan humano,

en medio de nosotros, con todas nuestras

debilidades, transforma, Padre, nuestras vidas para

parecernos a Él. Te lo pedimos por nuestro Señor

Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la

unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de

los siglos. Amén.

PROCLAMACIÓ DE LA PARAULA

Primera lectura y evangelio. El agua es un símbolo utilizado frecuentemente por los profetas para anunciar la gracia de Dios que debía llegar por medio del Mesías; cumpliendo estas profecías, Jesús descendió a las aguas del Jordán para que, desde entonces, los que sean bañados en el Bautismo renazcan a la nueva vida de los hijos de Dios por medio del sacramento del agua y con el don del Espíritu Santo.

Libro de Isaías 42, 1-4. 6-7 Salmo 28

El Señor bendice a su pueblo con la paz Segunda lectura. La predicación de los apóstoles anunciaba la obra de salvación realizada por Jesucristo, cuya vida pública comenzó en el bautismo que recibió en el Jordán de manos de Juan el Precursor.

Libro de los Hechos de los Apóstoles 10,34-38

Evangelio según san Marcos 1, 7-11

En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».

Y sucedió que por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacia él como una paloma. Se oyó una voz desde los cielos: «Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».

Josep Ribera: El bautismo de Cristo. 1644-46

Oración poscomunión: Oremos (pausa). Hoy te damos

gracias, Padre, por Jesús de Nazaret Hijo tuyo y

hermano nuestro. Él es nuestro camino, verdad y

vida. Gracias, Señor.

Reconocernos como hijos / Fernando Torres

Con la fiesta de hoy se cierra el ciclo de la

Navidad. Jesús ha crecido, se ha hecho grande y sale de

su pueblo. Deja a su familia y orienta su vida en una

nueva dirección. Lo primero de todo es dirigirse al

desierto. Allí se encuentra con Juan el Bautista. Y

decide bautizarse. El bautismo de Juan implicaba un

real cambio de vida. El que se bautizaba no se obligaba

a formar parte de ningún grupo, no se convertía en

discípulo de Juan. Pero se comprometía a volver su

corazón al Señor, a convertirse, a cambiar su vida para

estar preparado ante la venida del Mesías, del enviado

de Dios. Bautizarse era abrir el corazón a la presencia

de Dios.

Jesús dejó su pueblo y se hizo bautizar por Juan.

Allí en el desierto meditó, sin duda, la Palabra de Dios.

Es posible que se encontrase con este mismo texto

profético que leemos en la primera lectura de este

domingo. Y se sentiría totalmente identificado con lo

que en ese texto se dice. Ése sería su estilo de vida. Sin

gritar, sin destruir a nadie, respetando a todos, pero

proclamando con firmeza la ley de Dios, el derecho de

los hijos de Dios. Su palabra sería luz para las naciones,

palabra liberadora para los oprimidos y sanadora para

los enfermos. Jesús se sintió llamado por Dios para una

misión. No sólo eso. Experimentó y sintió

profundamente que Dios era su Padre. Desde entonces,

esa experiencia profunda no le abandonó en ningún

momento. Le dio la fuerza para cumplir su misión hasta

la entrega final en la cruz. El Evangelio expresa esta

realidad profunda diciendo que Jesús, al bautizarse oyó

una voz de lo alto que decía: “Tú eres mi Hijo amado.

En ti me complazco.”

Lo que vino después de aquel bautizo, lo iremos

viendo y reflexionando en los próximos domingos.

Pero su resumen final está en el texto de los Hechos de

los Apóstoles de la

segunda lectura: “pasó

haciendo el bien y

sanando a los oprimidos

por el diablo, porque

Dios estaba con él”.

¿Qué más se podría decir

de Jesús?

A Jesús el bautismo

de Juan le hizo

encontrarse con su propia

llamada y vocación. A

nosotros nos hace falta

volver a recordar y

revivir nuestro Bautismo

para descubrir nuestra auténtica y más profunda

llamada a ser hijos de Dios, a vivir en todo momento

como tales hijos. También la primera lectura es todo un

programa de vida si queremos ser consecuentes con

nuestro bautismo. Y lo mejor que se podría decir de

nosotros al final de nuestra vida es que pasamos

haciendo el bien a todos porque Dios estaba con

nosotros. ¿Qué otra cosa son los santos? Y todo porque

nos sentimos hijos de Dios, porque no tenemos otro

dueño más que el que quiere nuestra libertad y nuestra

felicidad, el que nos quiere hijos y hermanos unos de

otros.

El Espíritu de Jesús / José Antonio Pagola

Jesús apareció en Galilea cuando el pueblo judío vivía una profunda crisis religiosa. Llevaban mucho tiempo sintiendo la lejanía de Dios. Los cielos estaban «cerrados». Una especie de muro invisible parecía impedir la comunicación de Dios con su pueblo. Nadie era capaz de escuchar su voz. Ya no había profetas. Nadie hablaba impulsado por su Espíritu.

Lo más duro era esa sensación de que Dios los había olvidado. Ya no le preocupaban los problemas de Israel. ¿Por qué permanecía oculto? ¿Por qué estaba tan

lejos? Seguramente muchos recordaban la ardiente oración de un antiguo profeta que rezaba así a Dios: «Ojalá rasgaras el cielo y bajases».

Los primeros que escucharon el evangelio de Marcos tuvieron que quedar sorprendidos. Según su relato, al salir de las aguas del Jordán, después de ser bautizado, Jesús «vio rasgarse el cielo» y experimentó que «el Espíritu de Dios bajaba sobre él». Por fin era posible el encuentro con Dios. Sobre la tierra caminaba un hombre lleno del Espíritu de Dios. Se llamaba Jesús y venía de Nazaret.

Ese Espíritu que desciende sobre él es el aliento de Dios, que crea la vida, la fuerza que renueva y cura a los vivientes, el amor que lo transforma todo. Por eso Jesús se dedica a liberar la vida, a curarla y hacerla más humana. Los primeros cristianos no quisieron ser confundidos con los discípulos del Bautista. Ellos se sentían bautizados por Jesús, no con agua, sino con su Espíritu.

Sin ese Espíritu, todo se apaga en el cristianismo. La confianza en Dios desaparece, la fe se debilita. Jesús queda reducido a un personaje del pasado, el Evangelio se convierte en letra muerta, el amor se enfría y la Iglesia no pasa de ser una institución religiosa más.

Sin el Espíritu de Jesús, la libertad se ahoga, la alegría se apaga, la celebración se convierte en costumbre, la comunión se resquebraja. Sin el Espíritu, la misión se olvida, la esperanza muere, los miedos

crecen, el seguimiento a Jesús termina en mediocridad religiosa.

Nuestro mayor problema es el olvido de Jesús y el descuido de su Espíritu. Es un error pretender lograr con organización, trabajo, devociones o estrategias pastorales lo que solo puede nacer del Espíritu. Hemos de volver a la raíz, recuperar el Evangelio en toda su frescura y verdad, bautizarnos con el Espíritu de Jesús.

No hemos de engañarnos. Si no nos dejamos reavivar y recrear por ese Espíritu, los cristianos no tenemos nada importante que aportar a la sociedad actual, tan vacía de interioridad, tan incapacitada para el amor solidario y tan necesitada de esperanza.

Intenciones de las Eucaristías semanales

Martes día 9. En sufragio de Rafael Comeche (5º

aniversario) y Julio Esteban.

Miércoles día 10. En sufragio de Mª Pilar León (1r

mes de su fallecimiento).

Viernes día 12. En sufragio de Miguel Leal y Josefa

(matrimonio).