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Para recuperarsede las pérdidas

Educación para la salud y la vida

Para recuperarse de las pérdidas

Fundación Grupo México

Autoría: Eduardo Thomas Téllez, Erika Sofía Valtierra Gutiérrez

Colaboración: Ana Zarina Fiorentini Cañedo

Ilustraciones: Quetzal León Calixto

Coordinación y edición: Marcela Zubieta, Paulina Ugarte Chelén, Paulina Ugarte Luiselli

Diseño editorial: Astrid Guagnelli Sagarmínaga

D.R. © FICCO Educación y Cultura, A.C.Bosque de Ciruelos No. 99, Piso 4Col. Bosques de las Lomas11700 Ciudad de México

www.educacionsaludyvida.org

Primera edición: diciembre 2019

ISBN: en trámite

Reservados todos los derechos. Queda prohibida la reproducción o transmisión total o parcial del contenido de la presente obra en cualesquiera formas, sean electrónicas, mecánicas o por fotocopia, sin el consentimiento previo y por escrito de los titulares de los derechos.

Impreso y hecho en México

Por qué este cuadernillo

El desarrollo y vida de los seres humanos consta de ciclos,avances, descubrimientos, cambios, transformaciones, retro-cesos y, desde luego, pérdidas.

Las pérdidas son parte de nuestra vida; sin embargo, qué difícil puede ser asimilarlas y recuperarse de ellas. ¡Cuánto nos cuesta ha-blarlas! La pérdida de un ser querido, de la salud, del trabajo, de nuestra independencia, de la autonomía, de nuestro hogar, de nues-tro lugar de origen…

Si vivir las pérdidas ya es un hecho difícil o doloroso, hablar de ellas –paso fundamental para iniciar la recuperación– no resulta más fácil pues nos muestra frágiles y el instinto de sobrevivencia nos hace creer que mostrarnos vulnerables nos pone en peligro. Po-cos saben que con solo hablarlo aminora el dolor y abre puertas para aprender a afrontarlo.

Por otra parte, callarlo no significa que deje de existir o de do-ler. Bien dice la sabiduría popular: no se puede tapar el Sol con un dedo. Por eso, con este material queremos hablar de la pérdida en facetas absolutamente relacionadas con nuestra realidad y cotidia-nidad. Asimismo, dar herramientas prácticas para salir bien parados de estas situaciones. Es importante reconocer lo que nos sucede, lo que sentimos; aprender a hablar de ello y llevar a cabo las ac-ciones que, en la medida de nuestras posibilidades, colaboren a

reparar las pérdidas si queremos que nuestra vida siga en movimien-to, aunque con nuevas circunstancias.

Creamos este material para ti y tus seres queridos con la certeza de que es posible reconstruirse y desarrollarse tras atravesar una situación de este tipo.

…elaborar una pérdida es una manera de crecer.

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ÍndiceEl ser humano, ente social, que requiere del apego a otros y al entorno en el que vive . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .7

Mecanismos que generan apego . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

Pérdida o separación. Actitudes que genera . . . . . . . . . . . .13Fallecimientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .13 Mecanismos de reparación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .16

Pérdida de la salud . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .19Pérdidas en el contexto familiar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23 Conflictos y distancias familiares. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .24 Nido vacío . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .29

Pérdidas en el contexto amoroso. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30 Noviazgo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32 Divorcio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32 Amistoso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .33

Pérdidas por desapariciones forzadas . . . . . . . . . . . . . . . . 35Pérdidas por desastres (humanos) causados por fenómenos naturales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42Pérdidas por movimientos migratorios . . . . . . . . . . . . . . . . 50Pérdidas por despidos laborales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59 ¿Y qué ocurre con la jubilación?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .66

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70Directorio de instituciones que brindan apoyo psicológico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72

El ser humano, ente social, que requiere del apego

a otros y al entorno en el que vive

El ser humano es gregario. Vive necesariamente en el seno de un grupo social. Aunque hoy se tiende a exaltar la individua-lidad, es evidente que nadie puede subsistir aislado; mucho

menos en sociedades tan complejas como las contemporáneas, en las que tanto alimentos y vestidos, como los espacios para habitar se producen de manera colectiva. En las necesidades más básicas

dependemos del apego logrado con los miembros más cercanos de nuestro

entorno. El recién nacido depende sin

Eduardo Thomas Téllez

Cómo recuperarse de las pérdidas8

La teoría del apego describe la dinámica de largo plazo en las relaciones entre los seres humanos.

John Bowlby, psicólogo inglés, fue quien, después de la Primera Guerra Mundial, se dio cuenta de que los seres humanos, desde temprana edad, tenemos la necesidad de ser acompañados por cuidadores (por lo general los padres) que nos hagan sentir

emocionalmente seguros.

duda de la madre, o de quien cumpla las funciones de alimentarlo, brindarle calor y protección general. Un potrillo puede trotar poco después de nacer; un gatito, en unas cuantas semanas ya es capaz de buscar su comida; en cambio, los humanos al nacer somos frágiles y desvalidos, durante años depende-mos de la madre (o de un sustituto de esta) para tener sustento y protec-ción. La permanente presencia de este cuidador primario, al que para fines prác-ticos denominaremos la madre, satisface las más apremiantes necesidades y ge-nera tranquilidad. A su vez la tranquilidad del bebé, quien desde los primeros días sonríe espontáneamente, genera satisfacción en la madre, quien al emitir asimismo una sonrisa —uno de los prime-ros estímulos que el recién nacido es capaz de percibir—inicia una relación de confianza mutua. Ese primer vínculo genera un modelo de relación que se repetirá con otros miembros de la comunidad en que el infante se desarrolla; baste observar cómo los adultos siem-pre se acercan sonriendo a un bebé. La sonrisa es la señal más ami-gable que seguimos usando para aproximarnos a otras personas a lo largo de toda la vida.

¿Sabías que… el ser humano es el animal que depende por más tiempo de sus padres?

El ser humano, ente social... 9

Mecanismos que generan apegoLa presencia constante, la voz y el contacto físico son importantes en la generación del apego. Una mamá no puede evitar hablar con su hijo cuando lo toma en brazos; le canta, lo acaricia, lo acuna, en

fin, no para de hacerle sentir su amorosa presencia. Sin embargo, no todo es idilio. Los problemas nunca le faltan a la madre,

y al recién nacido le sobran molestias: ham-bre, frío, el típico cólico, enfermedades in-

fecciosas propias de la edad y muchos otros inconvenientes que lo hacen llorar, a veces de manera incontenible, para desesperación de ambos. Entonces ella, o el cuidador, puede gri-tar con enojo, maldecir, sacudirlo y hasta gol-

pearlo (por fortuna no es frecuente). Son estos los extremos de la relación madre-hijo, entre los

cuales podemos imaginar diversas tonalidades en las emociones, lo que los une.

Dicho de otra manera, el apego se conforma de lazos afectivos. Es una unión en la que se intercam-

bian sentimientos. No se trata solo de cariño o amor. La cercanía entre las personas implica todo género de expectativas. Aun el recién nacido es capaz de satisfa-cer deseos de la madre y, desde luego, sería fatal que

la madre no lo hiciera con él. Este depende de ella y sin los cuidados más elementales simplemente moriría. La

falta del intercambio afectivo en esta etapa de la vida augura dificultades y conflictos en el establecimiento de otras relaciones. El infante, a medida que se desarrolla y madura cumple, o no, lo que se espera de él. A partir


del modelo de relación estable-cido inicialmente irá adecuando sus próximos vínculos. De cual-quier manera, nuestros deseos se satisfacen en el contexto de la sociedad en la que vivimos, y más específicamente con quie-nes tenemos mayor contacto en la vida cotidiana.

Es tan fuerte la necesidad de crear apego en los recién na-cidos que pueden hacerlo incluso con objetos (cobijas o juguetes, por ejemplo). Conforme el niño crece, se dará cuenta de que la pre-sencia de su madre no puede ser constante, pues ella tiene otros intereses u ocupaciones que la alejan, lo cual provoca en el niño un miedo intenso: angustia de separación. Un objeto suave y cáli-do, una colchita o el típico osito de peluche, si ya está habituado a ellos, se transforman en algo que brinda tranquilidad cuando la madre se ausenta, y puede constituir el mecanismo que le permitirá establecer nuevas relaciones afectivas, incluso con animales, como las mascotas. La asociación entre objetos y placer produce satisfacción y confiere a estos la capacidad de tranquilizar y generar seguridad. De la misma manera, algunos adultos se vuelven afectos a amuletos o fetiches (del portugués feitiço, “hechizo o sortilegio”). Por su parte el lugar donde se habita, por su constancia, genera tran-quilidad, ya que lo conocido se vuelve fami-liar, no representa amenaza y es donde se satisfacen las necesidades básicas. De

El vínculo afectivo se construye desde los primeros años de vida, cuando se desarrolla un amor recíproco entre el cuidador primario y el niño. Este será la base

para la generación de los vínculos que establecerá el ser humano a lo largo

de su vida.

11 El ser humano, ente social...

ahí la nostalgia al recordar el sitio donde se crece, el primer hogar, o lo asociado

a él (colonia, pueblo, ciudad, país), pues el apego a este configura parte de la identidad. La convivencia entre personas

permite el mutuo conocimiento. Es de-cir, estas llegan a saber de las necesidades

que cada uno tiene. La madre es particular-mente sensible para reconocer, entre otras

cosas, lo que el bebé necesita; puede re-conocer su llanto de hambre o de do-

lor, o qué lo tranquiliza para dormir. También conoce sus limitaciones y no lo empuja a hacer aquello de lo

que no es capaz. El niño, por su lado, sabe cómo obtener algo de la madre porque recono-

ce lo que esta desea de él. La búsqueda de la mutua satisfacción les permite compartir experiencias, lo que refuerza el apego. Se identifi-can, se reconocen, cada uno es capaz de ponerse en el lugar del otro y saber lo que siente ante la frustración por no obtener lo deseado, o bien de compartir, cuando es posible, lo obtenido, lo cual crea re-ciprocidad en las emociones. Por ejemplo: Juan entrenó y sacrificó mucho de sus diversiones con el fin de resultar seleccionado en el equipo de futbol de su escuela. Su deseo no fue cumplido y cuando se enteraron, su amigo Pedro lloró con él. Y también juntos gritaron de alegría cuando su equipo ganó el campeonato aquel año.

La convivencia es vivir y compartir a partir de la diferencia, cualidad que nos nutre y enriquece.


Aunque no siempre es evi-dente, el abanico de senti-mientos que se intercambian es amplio, y, entre mayor es, más fuerte resulta el apego. Es difícil, por ejemplo, de-cirle a quien amamos inten-

samente que en algún momento lo hemos odiado; cuando más, nos atrevemos a declarar enojo. Los adultos, en un intento de hacer congruentes los afectos que prevalecen, borran, o disminuyen en la consciencia, los contradictorios. En un niño, que no ha desa-rrollado la capacidad de ocultar sus sentimientos, estos se muestran de manera impulsiva.

Las emociones, por complejas que parezcan, tienen su origen en la búsqueda de tranquilidad ante la tensión que genera una necesi-dad insatisfecha; y su satisfacción se logra generalmente en el con-texto de las normas sociales del caso.

Quienes se acompañan procurando el equilibrio emocional establecen tal apego que sienten indispensa-ble al otro. Lograr, en el inicio de la vida, una buena relación (que brinda seguridad para avanzar en el desarrollo) hace tolerable la sepa-ración, pues se cuenta con el meca-nismo que genera nuevos vínculos. Si bien es verdad que nadie es indispensa-ble en lo individual, en lo social el apego es la base de la supervivencia humana. Es el origen de la solidaridad.

Acompañar significa: “disponerse a entrar en la tierra sagrada del otro”,

“caminar a su lado”, “compartir y detenerse a

su tiempo”.

13

Pérdida o separación. Actitudes que genera

Fallecimientos Perder a un ser querido significa apartarse definitivamente de al-guien con quien se tuvo un intenso intercambio emocional. La pér-dida genera profundo dolor y a veces también una confusión emo-cional difícil de entender para quien la padece, que puede provocar decisiones inconvenientes, incluso catastróficas.

El dolor se debe a que la persona perdida se asoció con la satis-facción de necesidades, la base del sentimiento amoroso. Ese algo o alguien perdido fue asociado con tranquilidad y estabilidad. Por ejemplo, de los padres se espera apoyo, sustento y protección in-condicional. Son, por tanto, fuente de estabilidad y se supone que estarán siempre ahí, como si se pudiera contar con ellos eterna-mente. Entre amigos y en otras relaciones cercanas se ofrece per-manencia: “puedes contar conmigo”, “ahí estaré siempre”, “nunca te abandonaré”, de manera que cuando estas se rompen se vive, además de con dolor, con sorpresa, incredulidad y enojo; como si hubiera en ello una traición.

Es de llamar la atención cómo algunos hijos adultos desesperan y son capaces de ofender y maltratar a sus padres que, habiendo perdido fuerza, dan muestras de debilidad e incapacidad en cual-quier sentido; se les exige, de manera indirecta, mantenerse en la

función de los padres fuertes que siempre fueron. Perderlos de manera definitiva al morir aumenta estos sentimientos de frustración y enojo, como

En algún lugar del alma se extienden los desiertos de la

pérdida, del dolor fermentado; oscuros páramos agazapados tras los parajes de los días.


si de una deslealtad se tratara. Dichos sentimientos, que no se com-prenden por aparecer mezclados, originan confusión y culpa.

Se han reconocido hasta siete reacciones propias del duelo, la pérdida del ser amado.1 Estas, observadas cuando muere una pare-ja, se aplican para cualquier pérdida significativa.

NegaciónExpresiones muy conocidas, como “no lo puedo creer”, “pero si ape-nas ayer lo vi”, “no es verdad, dime que no es verdad”, son solamen-te la reacción inmediata a la noticia de la pérdida. Después, el deu-do se puede referir al “desaparecido” en tiempo presente, como si siguiera ahí. También se puede generar la fantasía de que hubo una confusión y que pronto regresará. Finalmente, puede haber acepta-ción, pero solo intelectual, sin aceptación emocional. En estos casos se evita hablar del deceso, como si no hubiera ocurrido. Una forma extrema de negación es la de quien intenta mantener la habitación o los efectos personales del fallecido exactamente igual que como los dejó al morir.

AceptaciónUna vez aceptada la pérdida, se experimenta angustia ante la pers-pectiva de vivir sin el amado. Es necesario recordar que la seguri-dad deriva de la tranquilidad proveniente del apego emocional que se tuvo con lo perdido. Irrumpe entonces la desesperación, los gri-tos, el llanto y el rasgar de vestiduras, que en algunas culturas no solo son aceptables, sino que incluso se propician. En ciertos lu-gares, tiempo atrás, se pagaba a mujeres para que lloraran en los velorios, por ejemplo.

1 Mishara, B. L. y Riedel, R. G. Le viellissement, 1984.

15 Pérdida o separación. Actitudes que genera

Recuperación por la imaginaciónEn un intento por aliviar el dolor de la pérdida se trata de recuperar al ser querido recordándolo, evocando las cualidades de su unión. De ahí que en los velorios se hable una y otra vez del difunto; el di-cho popular, subrayando el fenómeno dice: “Pobre, ahora muerto, qué bueno era”. Aferrarse a los buenos recuerdos da tranquilidad.

Cólera y sentimiento de culpa La muerte tiene el mismo efecto que el abandono. Se comprende que ante este se reaccione con enojo. Pero enojarse con el obje-to amado —llamamos objeto a la persona, animal o cosa, en la que se depositan afectos, sentimientos—, ahora desaparecido, pro-duce culpa y confusión de sentimientos. Así, la cólera puede des- plazarse hacia la condición que provocó la muerte, al médico, a familiares o hacia uno mismo (lo que aumenta el sufrimiento). El deudo puede reprocharse no haber hecho lo suficiente para evitar la pérdida o atribuirse la responsabilidad del desenlace. Como conse-cuencia de la confusión emocional se pueden producir desavenencias o rupturas definitivas con otros miembros de la familia.

Vacío por la pérdida El lugar afectivo que ocupaba el ser amado no se puede llenar de ninguna manera y puede ser vivido como una mutilación de sí mis-mo que ahonda la sensación de desamparo y su consecuente cuota de ansiedad.

Identificación con el objeto perdidoComo ocurre en las parejas, la constante convivencia propicia que uno tome del otro gestos, ademanes, formas de hablar e incluso opiniones, de manera que terminan por ser físicamente semejantes


entre sí. El dolor de la pérdida puede hacer que esto se haga más notable aún, asumiendo funciones que en su contexto eran más propias del que ahora falta.

Evolución en el tiempo con exacerbación o inhibición de los afectos El duelo tiene peculiaridades en cuanto a su evolución. Su duración depende de aspectos culturales y diferencias individuales. Las re-acciones ya descritas, que pueden presentarse en diverso orden y no siempre se manifiestan todas, duran generalmente entre ocho y dieciséis meses. Hay duelos cortos como también hay quien vive en un duelo permanente. Si dura más de lo señalado se considera anor-mal, es decir, el deudo no lo resolvió por los medios culturalmente habituales y requiere ayuda. Esa condición se determina no solo por su permanencia en el tiempo, sino también por la intensidad del dolor, que no mengua, y las reacciones emocionales desproporcio-nadas, que impiden la reintegración social. Tal situación puede in-cluso llevar al suicidio. Las personas de más 65 años de edad suelen tolerar mejor la pérdida que las jóvenes; seguramente han tenido mayor contacto con la muerte y más pérdidas en general.

Mecanismos de reparación La pérdida de un objeto amado, que como hemos visto provoca do-lor y reacciones emocionales diversas, activa mecanismos para tolerar el dolor, recupe-rar el equilibrio emocional y favorecer la adaptación al en-torno social sin el apoyo que significa el apego a lo que se ha perdido.

El proceso de duelo permite buscar para el objeto perdido,

el lugar que merece, entre los tesoros del corazón, para

recordarlo con ternura y entender que se queda por

siempre en nosotros.

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Todas las culturas desarrollan activida-des dirigidas a facilitar la recuperación emocional de sus miembros cuando ocurre una pérdida afectiva. Aunque hay

otro tipo de pérdidas, la muerte, por ser definitiva, representa el prototipo de ellas.

Así, todas las pérdidas inducen al duelo, el dolor característico del que hablamos antes, y su

alivio implica acciones o reacciones comunes a toda pérdida. Sin embargo, ciertas ausencias —conflictos,

como los familiares o amorosos; quebrantos de la salud, etcétera—, por tener características peculiares requieren ac-

ciones específicas que también comentaremos. La primera obra literaria de que tenemos noticia es La Epopeya

de Gilgamesh. Escrita por los sumerios, creadores de la más antigua escritura conocida, entre tres mil y dos mil quinientos años antes de nuestra era. Gilgamesh, personaje real, fue rey de Uruk —cuyas ruinas, hoy conocidas como Warka, se encuentran entre Bagdad y Basora—. En esa época acogió en su ciudad a un fuerte y valiente salvaje de nombre Enkidu a quien educó como guerrero. Con el tiempo corrieron aventuras y se volvieron insepara-

bles, como hermanos. A la muerte de Enkidu, Gilgamesh lo veló un largo tiempo esperando que reviviera. El enorme dolor y la frustración le hi-cieron ver que algún día él también moriría. Horrorizado recorrió todo el mundo buscando el secreto de la inmortalidad. Vivió toda suerte de aventuras, de las que siempre salió favorecido. Después de hablar, en el fin del mundo, con el único sobreviviente del gran diluvio, a quien se consideraba inmortal, se convenció de que la muerte era inevitable. Entonces regresó a Uruk para morir en tranquilidad.

Glosarioepopeya: conjunto de hechos gloriosos dignos de ser contados épicamente.



La Epopeya de Gilgamesh ha llegado hasta nuestros días debido a que durante siglos se hicieron copias y diversas versiones, segura-mente debidas al interés que despierta una vida pródiga en acciones venturosas, pero la preocupación universal por la muerte debió ser la razón más importante. Resumiendo, se puede decir que Gilga-mesh se negaba a aceptar la muerte de su querido amigo, reaccionó con ira, trató de negociar, para finalmente aceptar que la muerte de los seres queridos y la propia es inevitable. Tomar la vida como se presente —lo que hizo Gilgamesh— es lo único que permite la acep-tación y consuela ante lo inevitable. Veamos cómo nos corresponde afrontar esa epopeya en la actualidad.

Nuestra cultura, vasta en comunicación, nos permite saber cómo lo hizo Gilgamesh y no necesitamos recorrer físicamente todo el mundo. Recordar nuestras experiencias, nuestro propio desarrollo y conocer los de otros puede darnos herramientas para afrontar la inevitable separación. Los rituales que ayudan a elaborar el duelo cumplen esta función. En los velorios se habla con profusión y has-ta se repasa la vida completa del fallecido (no solo en los velorios, el proceso suele mantenerse en otros ámbitos), lo que contribuye a aceptar su muerte, el primer paso hacia la recuperación, y qui-zá el más difícil por el dolor y la frustración que provoca. Es esto lo que propicia la ira. En nuestra cultura se manifiesta muy poco, más bien se sufre en silencio y pronto da lugar a los sentimientos de culpa. Con el tiempo, las emociones tienden a ser menos intensas pero dejan un vacío difícil de tolerar e imposible de llenar. Identifi-car aquellos rasgos, gestos costumbres, sentimientos, etcétera, que el deudo tomó del fallecido mientras duró su relación, le permitirá sentir, ahora en el recuerdo, la amorosa cercanía del desaparecido. Se completa así, de manera satisfactoria, la elaboración del duelo.

Revisemos ahora algunos casos que pueden ayudar.


Pérdida de la saludLa salud es vivir en equilibrio. Atravesamos la vida como sobre la cuerda floja de un equilibrista y sin red. Es cuestión de tiempo. Ti-tubeamos, nos estremecemos en la cuerda hacia uno y otro lado; podemos recuperar la compostura pero en algún momento lo inevi-table sucederá. Mientras eso ocurre vivimos con la creencia de que la salud es constante y no sabemos de las batallas que el organismo libra casi en silencio.

—¿Te duele algo?—Sí, y tengo también un ligero malestar, o mareo. Pero ya pasará,

no es nada. Estoy bien.Este es, para muchos, un diálogo cotidiano.Se nace con una estructura biológica apta para el desarrollo de

capacidades que permiten vivir, reproducirse y morir en un entorno que podría ser hostil, pero se cuenta con los mecanismos necesarios para coexistir con todo tipo de seres, desde microorganismos has-ta animales mayores, y en condiciones físicas extremas potencial-mente dañinas. Desafortunadamente, el sistema biológico humano está lejos de ser perfecto y las fallas en sus defensas o los defectos de funcionamiento genético pueden llevar a perder la salud. El des-equilibrio de la salud no siempre se vive como una pérdida. Gene-ralmente se toma como una situación transitoria, y lo es, cuando

se trata de afecciones leves que no implican un daño permanente. Una enfermedad cróni-ca degenerativa, que tiende a avanzar en vez de remitir, o que deja secuelas incapacitantes, como la diabetes o la poliomielitis, sí repre-sentan la pérdida definitiva de la salud. Pue-de condenar a una vida de excepción, por los cuidados que requiere, o a una larga agonía.

Los parásitos, las bacterias y hasta las condiciones

climáticas, pueden afectar muy

adversamente a las personas que

padecen diabetes.


Un ejemplo ayudará a ilustrar esa condición. Demetrio, de 45 años, que había vivido los últimos diez con bas-

tante sobrepeso, empezó a ser aquejado por un hambre más aguda que la habitual en él; bebía mucha agua pero no lograba saciar su sed y estaba perdiendo peso de manera desconcertante; cansan-

cio, mareo y malestar general acompañaban las molestias mayores. Muy elevadas cifras de

azúcar en sangre corroboraron el diag-nóstico de su médico: diabetes mellitus.

El internista explicó a Demetrio que debía cambiar de vida. Someterse

a tratamiento con medicamen-tos, llevar una dieta estricta, muy diferente de la habitual, y cuidados generales para

prevenir complicaciones de la misma diabetes.

La dieta, los medicamentos y los cuidados generales asumidos por el nuevo diabético hicieron que mejorara rápidamente. Al sen-tirse mejor, empezó a suponer que el médico podría haberse equi-vocado. Se sentía tan bien que su buena salud era evidente: “Para qué tomar medicamentos si estoy sano” pensó, y también reflexio-nó con sensatez: “Para mantener el peso, me vendría bien dejar de comer un poco de azúcares y refrescos embotellados”. Con este tipo de pensamientos fue olvidando su condición de enfermo. Negaba su enfermedad ante sí mismo y se comportaba como si nada hu-biera ocurrido. Pronto regresó a su comida habitual. Algunos meses después fue hospitalizado debido a un coma diabético. Los buenos oficios médicos le permitieron recuperarse. Durante la convalecen-cia en el hospital renegaba del manejo médico y de enfermería; la dieta le resultaba intolerable y con cualquier pretexto discutía con


familiares y amigos. Se quejaba amargamente de su suerte y se preguntaba: “¿Por qué me pasa esto? Hay personas que son ma-las, lacras sociales, y viven tan felices… ¿Por qué a mí?”. Había sido un hombre jovial. La enfermedad lo hizo presa de la ira. Yolanda, la enfermera del turno matutino, inteligente y de mucha experiencia, respondió su pregunta con otra: “¿Y por qué no? Es usted un hom-bre como cualquier otro; se enferma y morirá como cualquier otro ser humano. ¿Hay algo que lo haga diferente o especial como para no enfermar?”. Ella no esperó respuesta, dio media vuelta y conti-nuó su trabajo. Perplejo por un momento, Demetrio se dio cuenta de que su tragedia era la de todo ser viviente. Aceptó con resigna-ción la enfermedad, pero cayó en una depresión considerable. Se culpaba por no haberse cuidado mejor, perdió el deseo de todo;

se percató de que el enojo anterior se debía a la perdida posi-bilidad de hacer una vida satisfactoria, es decir, ahora no

podría realizar sus deseos, sus necesidades quedarían insatisfechas. El cuerpo con el que podría acceder a los placeres emocionales era defectuoso, la estruc-

tura psicológica que le daba un modelo para enta-blar relaciones con las personas de su entorno social era inoperante y el ambiente en el que vivía se tornarían de ahí en más en amenaza de mayores complicaciones para su salud.

En tales condiciones preferiría morir. Se apagó, dejó de reclamar al destino y a todo el que

se le acercaba, aceptaba con desgano las indicacio-nes de médicos y enfermeras; hacerlo comer era un triunfo y su cuidado personal le importaba menos que un pepino.

Un buen día recuperó la energía y decidió ha-cer lo que estuviera a su alcance para mejo-


rar su salud y seguir adelante. No fue un acto de magia o un milagro. Aceptar la enfermedad como algo inevitable constitu-yó el primer paso. El apoyo que el perso-nal del hospital, amigos, familiares, otros enfermos, que con curiosidad y ganas de compartir sus experiencias se acercaban a él, le dieron el soporte que sostuvo su recuperación. Pero Yolanda, que además de inteligente era guapa, probablemente constituyó el pivote en el que giró el entramado social. Siempre de buen humor, entraba por la mañana arreglando todo a su paso. Mientras tomaba los signos vitales de su paciente, suministraba medicamentos, po-nía en orden la cama o la mesita de noche, canturreaba o platicaba con Demetrio. Cosa curiosa: no trataba de animarlo y mucho menos de convencerlo de que la vida era hermosa. Partía del principio de que no se puede tapar el Sol con un dedo; si el enfermo sufre y tiene una vida de penurias, esa es su realidad. ¿Cómo lo convences de lo contrario? Tampoco le ocultaba su buen humor, hacía bromas,

sobre todo con los demás pacientes. De manera solapada, lo fue metiendo a la celebración que estos hacían de sus logros. Una mejoría en los resultados de laboratorio suscitaba algarabía. La deferencia que algún médico tenía con ellos era también celebrada. Poco a poco, sin darse cuen-

ta de cómo, Demetrio formaba ya parte de un grupo social diferente: compartían entre sí las molestias o tropiezos de la enfermedad, y también sus triunfos, y se fue percatando de que aun en la enfermedad había una vida disfrutable que ellos mismos construían. Cuando la enfermera platicaba con él, como de manera casual soltaba algún elogio: “Ay, ¡qué guapo!”, después del baño.

Glosarioalgarabía: gritería confusa de varias personas que hablan a un tiempo.

Mientras que la enfermedad se

manifiesta en nuestro cuerpo, el concepto

salud se refiere a nuestra actitud y a nuestro comportamiento.


Pero sobre todo se mostraba interesada en su vida anterior, sus logros, sus gustos, aquellos asuntos que, aunque sin impor-tancia, le habían hecho disfrutar en alguna medida.

Se podría decir que Yolanda te-nía algo de psicoterapeuta, quizá. Pero es más probable que fuera la

actitud profesional de quien disfruta su trabajo. Demetrio fue capaz de ver aquello, no solo en la enfermera, sino también en el tejido que el entorno social le ofrecía de manera solidaria, y supo asumir la responsabilidad de su vida. Entendió que se puede llevar una vida satisfactoria pese a las limitaciones que imponen las enfermedades crónicas o las secuelas de estas y con la voluntad de construir a par-tir de los elementos sanos.

Pérdidas en el contexto familiarLa familia, que generalmente se entiende como el ámbito construi-do por una pareja para propiciar el desarrollo de sus hijos, puede

ser una unidad funcional más compleja y de extensión variable. La llamada familia extensa, que puede incluir abuelos; hijos que a su vez tienen pareja e hijos; parientes más leja-nos, como primos o amigos, que se

integren a este núcleo para com-partir el espacio común, es un ejemplo; otro lo constituyen familias de madres o padres

¿Sabías que… los grupos de apoyo de

personas que padecen alguna enfermedad o condición son de gran ayuda en la recuperación tanto de los pacientes como de los familiares?


solteros; también un grupo de personas que viven por largo tiempo juntos se comporta como una familia. Su composición o exten-sión, que para fines legales puede tener importancia, no la tiene para entender la dinámica con la que ellos conviven. Son el sus-tento y apoyo emocional de los menores que aún no se valen por sí mismos. Transmiten las reglas y valores que demanda la sociedad de la que son parte, y el intercambio emocional entre todos gene-ra apegos de los que surge solidaridad, pero también encuentros y desencuentros, conflictos, separaciones o pérdidas.

Las pérdidas de familiares son especialmente dolorosas, gene-ran reacciones de gran intensidad, pues, como ya se ha dicho, el intercambio de afectos y emociones es muy amplio. Los conflictos y desencuentros en el seno familiar parecen incomprensibles por su característico matiz de irracionalidad. La red de sentimientos y emociones que une a los miembros de la familia impide que haya conflictos individuales. Lo que afecta a uno provoca reacciones en otros, o en todos. Se generan subgrupos o alianzas diversas, más evidentes en las familias extensas, pero presentes en cualquiera. Las alianzas y subgrupos no son estáticos, cambian con las condicio-nes y los asuntos que se van presentando. Así, en efecto, la dinámica familiar es compleja y tal vez parezca incomprensible.

Conflictos y distancias familiares Si se analiza la convivencia a partir de las necesidades e intereses que están en juego todo el tiempo, esta se podría entender con claridad. Desde luego, sus conflictos son muy irracionales. Es bien sabido que las emociones no surgen de la razón. “El corazón tiene razones que la razón ignora” dice un adagio popular. Las necesidades básicas gene-

Glosarioadagio: sentencia breve y, la mayoría de las veces, moral.


ran impulsos que fácilmente chocan con los intereses del otro, y sus reacciones emotivas son igualmente irracionales.

Las razones, a las que deberían someterse los impulsos —de esa manera se evitarían conflictos—, se construyen fundamentalmen-te con las reglas, los preceptos y los valores sociales que la familia magnifica en la formación de sus miembros. Los bebés y los niños más pequeños, que no los han aprendido aún, muestran con clari-dad sentimientos y emociones relacionados directamente con sus necesidades. Cuando los recién nacidos lloran, la madre, o quien desempeñe sus funciones, se apresura a satisfacer su apremiante necesidad, cualquiera que sea. Un infante un poco mayor también

llora o grita, patalea, muestra enojo con claridad, en una palabra hace berrinche, para obte-

ner lo que desea. En tal caso, la madre lo reprime. Le explica, lo regaña o inclu-

so golpea, para que apren-da: los deseos no siempre se

satisfacen, o que hay reglas para hacerlo, y de paso le hace saber que es inconveniente mostrar

sentimientos y emociones. A la larga las razones tendrían que pre-

valecer sobre las emociones dicta-das por las necesidades. Todo es claro. Los enredos surgen cuando alguna necesidad se satisface de manera subrepticia, ocultando los sentimientos y además, compitien-do con otros miembros de la familia.


Los intereses personales, que parten de las necesidades básicas, son causa de los conflictos entre miembros adultos de la familia. Es bien conocida la rivalidad entre hermanos por el favor de los padres, que puede alcanzar enormes proporciones. Pero ¿en qué consiste el favor de los pa-dres, que por cierto ellos se encargan de ocultar o pretenden distribuir de manera equitativa entre los hijos?2

Tener cercanía y ser escuchado por los padres es muy importan-te, pues ellos son la fuente de todo sustento y por lo tanto de la tranquilidad, indudablemente placentera. Entre los miembros de la familia se puede establecer competencia física, por ejemplo, por alimentos cuando los niños reclaman su pan preferido, por un lu-gar más confortable para descansar o por adueñarse de los jugue-tes, pero sobre todo pugnan por tener un lugar privilegiado entre sus padres, pues de ese privilegio se derivan los demás. El amor en-tre padres e hijos —modelo de relaciones futuras— no se plantea como ventaja para obtener algo concreto; se vive con la abstracción propia de lo simbólico. Nadie siente querer a su mamá porque lo alimenta, sino simplemente porque es su mamá. Ninguna madre siente amor por su hijo debido a que de él obtuvo la satisfacción del instinto reproductor, para ella representa muchas más cosas que ni siquiera tiene presentes, pero lo ama por sobre todo. El es-tablecimiento del apego emocional es un proceso que, a partir del intercambio de emociones, culmina, como ya se ha dicho, con la simbolización. La figura del hijo y de la madre son la amalgama de sentimientos que se perciben como amor.

Glosariosimbólico: elemento u objeto material que, por asociación, se considera representativo de una entidad, una idea o una cierta condición.amalgama: unión o mezcla de cosas de naturaleza contraria o distinta.

2 En otras culturas y en otros tiempos no se ocultaba que la primogenitura tuviera privilegios o que hubiera favoritos entre los hijos.


Quienes han gozado de la ventaja de ser el hijo mayor o el favo-rito, crecen con la seguridad de merecerla, sin necesidad de hacer algo para ganarla. De allí un sinnúmero de conflictos que parecen inexplicables. Quienes no tienen la certeza de gozar del favor de los padres siempre luchan por obtenerlo, así sea de forma disimulada o indirecta. La rivalidad por obtenerlo da lugar a una confrontación di-recta que puede ser conflictiva. Para lograr un lugar entre los padres o el resto de la familia no es necesario aniquilar a los rivales, basta el reconocimiento de algunas cualidades. A partir de ahí se establece la posibilidad de entablar nuevas relaciones que ayudan al desarro-llo y maduración que permitirá incluso dejar el núcleo familiar sin un rompimiento violento.

Incluso en el caso de los hijos únicos, estos requieren igualmente la certeza de un lugar con la madre, quien siempre tiene ocupacio-nes o intereses diversos con los que el hijo debe competir mientras gana seguridad para continuar su desarrollo.

A veces las rivalidades, que no siempre se entienden, se plantean como conflictos por pertenencias o espacios. La ropa, los juguetes, el vaso en que se bebe o el sitio que se ocupa en la mesa, son moti-vo de agrias disputas. La falta de un lugar significativo en la familia genera el desplazamiento de las emociones hacia estos objetos. El

lugar que se ocupa, no siempre acepta-do de buen grado, es el papel que

cada uno desempeña; por ejemplo: el de herma-

no mayor, que puede significar

privilegios, pero también obligaciones y expectativas de difícil


cumplimiento; el del listo o inteligente; el simpático o agraciado; el del flojo; el tala-chero, que hace de todo. Ese rol —que la familia asigna a sus miembros, parece sur-gir de manera espontánea y puede cambiar o rotarse eventualmente—, permite cierta tranquilidad ya que limita las expectativas asignadas. Cada quien sabe qué se espera de él y a qué atenerse. Tal cosa permite el desarrollo y da flexibilidad para cambiar y adaptarse a nuevas condiciones si fuera necesario.

Con la maduración, con independencia de que se hayan resuelto los conflictos entre la familia, quedan establecidas relaciones con poderosa carga afectiva, y llegado ese momento será necesaria la separación del núcleo familiar. Trabajo, estudios y matrimonio son condiciones que, desde cierto ángulo, se pueden entender como rituales que favorecen el desprendimiento de la familia. Esta evo-luciona a su desintegración para que sus miembros construyan la

suya. Pero los lazos afectivos establecidos permanecen, ya sea con los miembros originales en una familia extensa o repro-

duciendo el modelo en los vínculos del nuevo núcleo.Los sentimientos amal-

gamados en el patrón familiar son tan fuertes que a ve-ces dificultan la

deseable separación de sus miembros, y esta se

vive con intenso dolor: solo hay que ver como sufren algunos padres que despi-

den a la hija recién casada o al hijo que probará

El vínculo que te une a tu verdadera familia no es el de la sangre, sino el del respeto y la alegría que sientes por las vidas de ellos y ellos

por la tuya.


fortuna lejos de ellos. Llega a ser tal el sufrimiento que aquella se puede posponer indefinidamente o solo se logra mediante un con-flicto profundo: el embarazo fuera del matrimonio, la elección de una pareja inaceptable, la reiterada transgresión de las normas es-tablecidas, son algunos ejemplos que en nuestra cultura originan conflictos facilitadores de la separación. Cuando el elemento dis-ruptivo logra independencia, después de un tiempo, se termina el conflicto y se restablecen las relaciones armoniosas.

Nido vacío Como ya se ha dicho, los lazos entre padres e hijos son una urdimbre abigarrada de emociones que se van tejiendo a partir de necesidades básicas, senci-llas; su satisfacción origina símbolos, y con estos las relaciones toman un cariz abstracto. Ya no se ven las necesidades, se perciben solo emociones. El cariño por los hijos, que nació del deseo de procrear (par-te del instinto de supervivencia) activa una serie de

funciones dirigidas a la protección y estimulación de su desarrollo. Proteger y educar a los hijos es una tarea constante que deviene, en buena medida, en el sentido de la vida para los padres.

Muchas veces, la abrumadora tarea de proteger y educar hace que los progenitores vayan, sin darse cuenta, abandonando otros intereses. Los posponen una y otra vez hasta que pierden sentido. Para entonces, los hijos han madurado y están listos para buscarse la vida. Muchos padres en esa circunstancia boicotean sin intención aparente su posibilidad de independencia. La situación es contra-dictoria y produce necesariamente conflicto, pues los padres prote-gen y educan para la vida independiente, pero también impiden la autonomía, para retener a los vástagos, que dan sentido a su vida.

Glosariourdimbre: conjunto de hilos que se colocan en el telar paralelamente unos a otros para formar una tela.vástagos: persona descendiente de otra.


En general, y se entiende que es lo deseable, los padres terminan solos. La soledad será mal tole-rada; desilusionados, se sienten frustrados y, por tanto, enoja-dos—vivir amargado, llaman po-pularmente a esa condición—, si no mantuvieron intereses personales aparte de la mater-nidad o paternidad. La función de abuelos suele ser una sali-da a tal situación.

Quienes lograron man-tener actividades ajenas al cuidado de los hijos aceptan más fácilmente la independencia de ellos. Estos padres depositan el sentido de su vida en esas otras ac-tividades y pueden superar la separación de sus hijos sin tanto sufri-miento, o sin ninguno.

Pérdidas en el contexto amorosoLas relaciones amorosas representan la sublimación que los huma-nos hacemos del instinto reproductor. Este es el motor que acerca a las personas para formar parejas, la base de una nueva familia. La capacidad humana para imaginar, simbolizar y crear valores com-partidos que dan cohesión social constituye lo sublime, expresado en este caso como enamoramiento. Dichos vínculos están matiza-dos por normas y costumbres sociales que favorecen el intercambio de emociones a partir de los modelos establecidos durante el desa-rrollo, y tienen una compleja peculiaridad: es un estado emocional


que intensifica el atractivo que cada miem-bro de una pareja siente por el otro. Se elige una pareja por sus atributos óptimos para la reproducción. En la mayoría de las culturas occidentales, como la nuestra, que tratan de ocultar el deseo sexual, se actúa como si el enamoramiento se iniciara de manera fortuita. Pero, además de las características físicas, las parejas se forman teniendo en cuenta intereses sociales tales como el poder económico, de tra-bajo, la posición social y posibilidad de permanencia futura. Una vez hecha la elección, el proceso incluye una mutua idealización. Los defectos o inconvenientes de la pareja elegida se ignoran, cada uno se vuelve ciego a los defectos del otro, de manera que se considera perfecto al o a la elegida; incluso, cuando el inconve-niente es inocultable se le cambia por algo aceptable; por ejem-plo, si el novio dice una tontería obvia, ella puede comentar “qué ocurrencia tan simpática…”. Se salvan uno al otro y el atractivo

entre ellos crece. Una vez establecida la pareja, los defectos se verán con claridad y no es raro

que cada uno piense que el otro ha cam-biado. De ahí pueden surgir conflictos insuperables que presagien la ruptu-ra, o ser aceptados de forma realis-

ta, y el matrimonio se mantiene con el tejido emocional que

los sentimientos mutuos refuerzan al encarar jun-tos las naturales dificul-

tades de la vida, incluida la tarea de la procreación.

Glosariopresagio: especie de adivinación o conocimiento de las cosas futuras por medio de señales que se han visto o de intuiciones y sensaciones.


NoviazgoEn el noviazgo se ensayan habilidades y capacidades para el víncu-lo amoroso. Cuando este se ha mantenido hasta formalizarse, su ruptura suele ser muy dolorosa y será necesario elaborar un duelo como el de cualquier otra pérdida. En el inicio de esa relación se crean grandes expectativas: confirmar o mejorar un lugar dentro del grupo social, establecer seguridad económica y permanencia para garantizar a la futura familia. Por lo tanto, con el rompimiento del compromiso se pierde no solo la relación afectiva ganada en lo per-sonal, sino la posibilidad de establecer de manera firme esa serie de roles sociales que parecían ya obtenidos. Es claro que la buena ela-boración del duelo, con las fases descritas antes, permite establecer nuevas relaciones, y el noviazgo perdido puede dejar una experien-cia útil y un recuerdo cariñoso.

DivorcioEl divorcio significa una pérdida mayor. Se entiende que disolver una relación ya establecida, que implicó la renuncia a otras opcio-nes de vida con todas las expectativas sociales ya mencionadas, y sobre todo habiendo hijos de por medio, produce un enorme des-gaste emocional. Cuando la incompatibilidad en la pareja hace in-evitable el divorcio se libra una verdadera batalla campal. Las mu-tuas agresiones se hacen tan intensas que nadie, ni ellos mismos, pueden entender ese comportamiento entre dos personas que se amaron intensamente (de otra manera, no se habrían casado). Esta conducta agresiva se entiende como un involuntario método para lograr la separación pues, si los sentimientos amorosos que alguna vez hubo se manifestaran, esta no sería posible. Lastimán-dose a ese grado se obtiene un rompimiento que viene entonces a ser una liberación, un alivio.


Sin embargo, en las culturas contemporáneas esa separación no se consuma del todo. Se mantiene, especialmente si hay hijos, una

relación diferente, la del “ex” que se puede llevar con cierto grado de hostilidad, y algunas veces ser hasta cordial. Pero el

divorcio suele ser cruento, largo y difí-cil. La elaboración del duelo suele ser

complicada y hay personas que no logran completarlo del todo, el do-lor permanece latente pues la ira no

genera la salvadora culpa, esta se atribuye siempre al otro, lo que impide retomar la vida.

AmistosoLas amistades se establecen cuando el individuo está listo para —utilizando el modelo de relaciones intrafamiliares— intercambiar emociones diversas, buscando la identidad propia en la del otro. Se comparten experiencias cuyas reacciones emocionales son comu-nes, se intercambian. Así se complementan los amigos. Ponerse uno en el lugar del otro, conocer los mutuos sentimientos produce una unión que deja la sensación de ser uno solo con el otro.

Es claro que hablamos de la amistad en el sentido más profundo, ya que hay amistades menos intensas. Depende un poco de la ca-pacidad que se tenga para compartir la intimidad, los más intensos sentimientos ligados a los deseos y su manera de buscarles satisfac-ción. Se supone, casi siempre, que las más añejas amistades son las más profundas o importantes; ocurre que con el tiempo aumenta


la posibilidad de intercambiar emociones, pero hay amis-tades que son capaces de compartir la intimidad muy rápidamente.

Perder relaciones de esta naturaleza produce do-lor, a veces confusión y frustración. Con mayor razón si se trata de la desaparición o muerte del amigo. Como en todos los procesos de duelo hay ira con-tra la situación de la pérdida y contra el ami-go perdido, su consecuente sentimiento de culpa que se acrecienta cuando hubo dis-crepancias o conflictos cercanos a la desaparición, y finalmente la acep-tación que permitirá la recupe-ración emocional para continuar con la vida.

Lo que a veces impide una buena recuperación es que se combine la ira con la culpa. El enojo se entiende mal cuando uno espera tristeza por la pérdida, entonces aparece la culpa que produce más dolor. La re-acción más común ante esta es tratar de evitarla. Alejar los pensa-mientos y recuerdos del amigo perdido impedirá valorar lo que de él se obtuvo mientras la relación duró, y produce un vacío que hará crónico ese sentimiento.

Entender que el enojo con el desaparecido es explicable, ya que se trata de una emoción producto de la sensación de abandono —no es un fenómeno racional, de ahí la dificultad de aceptarlo— ayuda a disminuir el sentimiento de culpa, los recuerdos y la evalua-ción de la amistad fluyen y la recu-peración es completa.

Todos los dolores pueden ser superados si los ponemos en una historia o contamos una

historia sobre ellos.


Pérdidas por desapariciones forzadas

A lo largo de este material se mencionan varios tipos de pérdida y cómo se viven es-tas dolorosas experiencias. Sin embargo, hay situaciones particulares en las que es imposi-ble pasar por ese proceso: la persona no está, pero nadie sabe dónde se encuentra. Esta es la situación de miles de familias en México, que a veces invierten décadas buscando a sus familiares sin obtener una respuesta concreta de su paradero. No saber dónde está un ser querido trae consecuencias para cada perso-na, para la familia y para las comunidades.

¿Qué es una desaparición forzada?Cuando una persona es privada de la libertad ya sea por un arresto, un secuestro o cualquier otra acción (incluso, puede ocurrir que las autoridades se nieguen a reconocer dicha situación), es posible que también se oculte información del paradero de la persona o de lo que le ocurrió. 3

La desaparición de un ser querido genera en sus familiares un profundo sufrimiento y una incertidumbre

constante que produce afectaciones físicas, emocionales

y psicosociales, todas ellas respuestas normales al estrés y la

incertidumbre.

3 Asamblea General de Naciones Unidas. Convención Internacional para la Protección de todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas.

Erika Valtierra Gutiérrez


María Herrera es una mujer de 70 años, originaria de Guerrero. En 2008, dos hijos suyos, Jesús Salvador y Raúl, desaparecieron de regreso de su trabajo; dos años después, en 2010, Gustavo y Luis Armando, también hijos de María, fueron detenidos en un retén mi-litar. Nadie los ha vuelto a ver desde entonces. Ella y su hijo Juan Carlos llevan diez años buscando a su familia sin obtener ningún re-sultado concreto; fundaron un colectivo que ayuda a otras familias a buscar a sus desaparecidos por el que han recibido el reconoci-miento de muchas organizaciones dentro y fuera de México, pero también amenazas de muerte.

Al no saber si la persona desaparecida está viva o está muerta, sus seres queridos viven en la incertidumbre. Sin pruebas del fa-llecimiento, sin poder verificar lo que ocurrió, no se puede iniciar el proceso del duelo, pues la esperanza de encontrarla está siem-pre presente; es decir, los familiares viven un duelo alterado porque no pueden recorrer el mismo camino que en uno “normal”. Esto puede tener consecuencias en la salud, en los proyectos personales o incluso en las actividades cotidianas domésticas o laborales.

Aunque cada quien vive de manera distinta la desaparición de un ser cercano, este hecho afecta los proyectos de vida, las relaciones y cualquier ámbito de la vida. Se trata de un camino largo y desgas-tante en muchos aspectos, algunos de las cuales revisa-remos a continuación.

En lo relativo a los pensamientos, es posible que estos se enfoquen constantemente en bus-car al ser querido, también en preguntarse las condiciones en que este se encontrará, si estará sufriendo algún daño o cualquier otra idea a la que no se le puede dar res-puesta y que,


por el contrario, genera más frustración y angustia. Por otro lado, son comunes los sentimientos de culpa, reflejados en frases como “pude haber hecho más”, “debí proteger-lo”, “tenía que haber prevenido esto”, “yo sabía que algo iba a pasar y no hice nada”; asimismo, la culpa puede aparecer al pensar que queremos volver a tener una vida normal, que esta situa-ción es demasiado o que estamos hartos de la incertidumbre. Además, es común cuestio-narse creencias básicas acerca de Dios, del mundo como un lugar justo, acerca de qué tanto se puede confiar en los otros o de la capaci-dad del Estado para pro-teger a su población.

Por ejemplo, María cuenta que su creencia en Dios es lo que la mantiene fuerte y de pie no solo para seguir la búsqueda, sino para ser una mujer, una esposa y una ciudadana digna. Agrega que, sin embargo, hubo una época en que se enojó con él: no en-tendía cómo era que sus hijos, a quienes había educado para ser personas de bien, podían haber desaparecido mientras había tantas otras personas haciendo daño sin pasar por algo así.

En el plano afectivo, puede haber enojo, irritabilidad, ira o coraje; un estado constante de alerta o de miedo; soledad y tristeza; falta de motivación (no encontrar el sen-tido) para hacer cosas cotidianas, pérdida de placer al hacer activida-des que antes eran significativas.

¡Cuando perdemos la esperanza, se rompe

una oportunidad; mantenerla significa tener presente al otro y desde ahí movernos

poco a poco!


Respecto a las conductas, hay personas que se vuelcan por com-pleto a la búsqueda de su ser querido; aunque esto es comprensible, en especial si las autoridades parecen no dedicarse a la investiga-ción, se debe hacer con cuidado, pues en ocasiones al involucrarse en ello se pone en riesgo a más personas, en especial si no hay me-didas estrictas de seguridad. También es posible que las personas se comporten desconfiadas, hostiles o retraídas, sobre todo con perso-nas que acaban de conocer. Otras personas reaccionan con conduc-tas riesgosas, como consumir demasiado alcohol (u otras drogas) o trabajar en exceso.

Además, vivir una situación tan estresante tiene repercusiones en la salud corporal, como problemas para dormir y ser más vulnerable a enfermedades.

Recuerda: todas estas son reacciones normales ante una situa-ción anormal. No debería ser normal que alguien fuera privado de la libertad y, definitivamente, no debería ser normal que las autoridades, en ocasiones, no busquen a las personas. Por otro lado, hay que recordar que, aunque estas reac-ciones las vive cada persona, afectan también el funcionamiento familiar; por ejemplo, la familia puede vivir un silencio donde no se habla de la desaparición, ya sea porque se vive como algo demasiado doloroso o porque se busca proteger a otros miembros de la familia, principalmente ni-ños, pero también a personas con enfermedades. Por otro lado, es posible que las tareas de cada miembro de la familia cambien o que surjan otras, como quie-nes se enfocan en la búsqueda por completo. Además, cada miembro de la familia vivirá de manera particular


la desaparición, por lo que se expresará y actuará a partir de ese modo de ver-

lo; esto puede generar conflictos y, por lo tanto, más dolor. Por último, la desaparición de un familiar suele

significar la pérdida de la estabilidad económica: muchas veces quien

desaparece aportaba dinero a la familia; esta pérdida es mucho

más profunda e inmediata cuando la persona era la única que aportaba ingresos. Ade-

más, los procesos de búsqueda también conllevan muchos gastos, y puede ser que algunos miembros de la familia dejen de trabajar para enfocarse solo en estas acciones. De esta manera, es común que las familias tengan que vender sus propiedades, empeñar obje-tos de valor o pedir préstamos de dinero.

La familia de María también pasó por esta pérdida. Su hijo, Juan Carlos, ha contado en entrevistas que, debido a su investigación, empezaron a quedarse sin dinero y acabaron acumulando muchas deudas.

A pesar de lo doloroso y grave que es vivir la desaparición de un ser querido, también es una oportunidad de aprendizaje: es común que las familias desarrollen habilidades de las que no se sabían capaces. Además, hay grupos y otras familias que pasan o han pasado por lo mismo que se solidarizan ante el dolor y se organizan para darse apoyo mutuo, denunciar los hechos, exigir que se conozca la verdad y luchar para que ninguna otra familia pase por una situación semejante. Esto permite que los miembros de

El acompañamiento a los familiares de personas desaparecidas ayuda a

mitigar las consecuencias humanitarias de quienes viven esta dura realidad.


la familia aprendan a priorizar lo que les es realmente importante.

Por ejemplo, Juan Carlos dice que él inició la organización que tiene con su madre “por sus hermanos”, pero que, con el paso del tiempo, se ha dado cuenta de que brindar esperanza a otras familias y que otras per-sonas obtengan resultados le da fuerzas para seguir en la búsqueda.

La desaparición no es algo que se cure; tampoco hay manera de regresar a la normalidad que se tenía antes de los hechos. Pero es posible reconstruir, tanto en lo individual como en lo familiar, algunos planes y los pro-pios proyectos de vida.

Si llegaras a vivir (o estás viviendo) la desaparición de un ser querido, estas son algunas recomendaciones para sobrellevar la situación:- Monitorea tu salud y la de tus familiares. Vivir situa-

ciones de mucho estrés merma nuestras defensas y, por lo tanto, es más probable que nos enfermemos.

- Abre espacios en los que toda la familia pueda hablar, con sinceridad y respeto, de lo que espera y de cómo está viviendo esa ausencia. Esto incluye, en algún momento y cuando se sien-tan preparados para hacerlo, expresar y compartir sus ideas acer-ca de la posibilidad de la muerte del ser querido, sin que esto signifique empezar o cerrar el duelo.

- En general, conserva cualquier relación que te brinde la confian-za de hablar sobre la pérdida y sobre cómo la estás viviendo, así como y de desahogarte.

- La culpa te lleva a pensar que pudiste evitar algo o que no hicis-te lo suficiente, además de otras ideas que mencionamos antes.


Puedes evaluar estos pensamientos preguntándote: “En una escala de 1 a 5, donde 1 es nada y 5 es totalmente, ¿qué tan rea-lista es este pensamiento?”. Para evaluar, fíjate en los datos y en los hechos; ¡no permitas que la culpa evalúe por ti! Otra manera de ponerle un alto a la culpa es recordar que ni tú ni tu familia tienen la culpa de la desaparición.

- Rompe el silencio: habla de la desaparición con tu familia y, como familia, busquen a otras familias que estén pasando por lo mis-mo para compartir lo que están viviendo. Las redes de familiares ayudan a que una experiencia tan dolorosa se convierta en un aprendizaje útil para más personas, además de que se forma un espacio para afrontar mejor lo que están viviendo.

- Si el miedo te sobrepasa, habla con alguien que te ayude a deter-minar cuáles son las amenazas reales y qué puedes hacer para que tu familia y tú se protejan. Si están recibiendo amenazas o ataques, diseña con tu familia un plan con medidas de seguridad.

- El fortalecimiento espiritual (implica acciones religiosas como re-zar; pero también no religiosas como meditar) es de gran ayuda.

- Mantén recuerdos positivos de tu familiar: pueden hacer algún tipo de ceremonia, poner la música que más le gustaba, contar anécdotas, hablar de lo que aprendieron a su lado o cualquier otra actividad. Recuerda: es válido e incluso necesario también hablar de los momentos difíciles y de sus defectos, pues eso es una manera de recordar de manera más completa a la persona.

- Poco a poco retoma la vida cotidiana: ¿qué acciones formaban tu rutina antes de la desaparición? Regresar a los hábitos no sig-nifica que hagas menos importante la ausencia de tu ser querido y, en cambio, puede ayudarte a sentir que hay más orden en tu entorno.

- Reconoce, fomenta y exige los derechos que, como familia, tienen como víctimas afectadas por la desaparición de un ser querido.


- Si consideras que llevas demasiado tiempo sintiendo que la si-tuación te sobrepasa y tienes dificultades graves para retomar tu vida (a partir de estas recomendaciones o cualquier otra), busca atención especializada.

Necesitamos que la sociedad nos ayude a presionar al gobierno, que entienda que lo que estamos haciendo sí es buscar a nuestros hijos desaparecidos, pero que también queremos parar esto; que se vean en la situación en la que estamos nosotros y que nos apoyen, porque no queremos que haya más hogares con un familiar desaparecido.

María Herrera

Pérdidas por desastres (humanos) causados por fenómenos naturalesEn los desastres causados por fenómenos naturales hay pérdidas de muchos tipos: viviendas que quedan arrasadas, sepultadas, colap-sadas o deterioradas a tal grado que ya no se pueden habitar; obje-tos de valor irrecuperables, incluyendo documentos importantes, y, por supuesto, vidas humanas. Ade-más, hay personas damnificadas —quienes han sufrido daños graves, ya sea en sus bienes o en servicios— y otras que quedan afectadas físicamente por el desastre.

¿Qué es un desastre causado por un fenómeno natural?

Es un evento amenazante, que no es producto de la acción directa del hombre, con


una fuerza tan grande que la población que lo vive no puede seguir funcionan-do con normalidad ni puede enfrentar lo que ocurrió sin ayuda. Estos fenó-menos son huracanes, sequías, inun-daciones, terremotos, erupciones vol-cánicas.4

En septiembre de 2017, dos sismos de gran magnitud afectaron el centro y sur de la República mexicana. Chiapas, Oaxaca, Tabasco, Puebla, Morelos y Ciudad de México quedaron afecta-dos: hubo personas que fallecieron y muchos lugares fueron destruidos. Quienes vivieron estos hechos consi-deran que hubo un antes y un después

de los terremotos, incluso si no vivieron alguna pérdida significativa.Todas las personas que viven un desastre provocado por un fenó-

meno natural reaccionan a este: nadie se queda exactamente igual. En ese sentido, hablamos de reacciones esperables ante un suceso inesperado: sensaciones corporales o emociones que experimenta-mos tras un desastre y que, en lo cotidiano, no nos ocurren o suelen ser menos intensas; las cuales aparecen una vez que la emergencia termina (cuando nos encontramos ya en un lugar seguro, como un albergue, tenemos comida y dónde dormir) y van disminuyendo con el transcurso de los días.5,6

Es común que las personas que han experimentado una

catástrofe tengan fuertes reacciones emocionales.

Comprender esas respuestas o comportamientos

asociados a los eventos trágicos puede ayudar

a desafiar nuestras emociones, pensamientos y conductas de manera más efectiva, permitirá

recuperarnos más pronto y recuperar el equilibrio

previo al evento.

4 Navarro, Víctor René, Manual para la preparación comunitaria en situaciones de desastres, 2017.

5 Si después de un par de meses estas sensaciones no han disminuido nada, se necesita buscar ayuda especializada.

6 Álvarez-Monjarás, Mauricio et al. Toolkit de estrategias de afrontamiento en caso de desastres. 2017.


Observa esta tabla con las consecuencias más comunes que se viven después de un evento de esta naturaleza:

Tu cuerpo Tus emociones y pensamientos

• Hiperactividad: dis-traerse fácilmente, estar haciendo cosas todo el tiempo.

• Problemas para dor-mir: dormir demasia-do, muy poco o no poder dormir.

• El cuerpo queda propenso a tener enfermedades como tos, gripe o proble-mas estomacales.

• Pesadillas en general o soñar con el desas-tre.

• Dolores de espalda, de piernas o de otras extremidades y músculos.

• Olvidar algunas expe-riencias o datos.

• No tener hambre o comer demasiado.

– Miedo a que el desastre se repita.– Ansiedad: intranquilidad sin una causa identi-

ficable o específica, mezclada con dificultades para concentrarnos.

– Problemas de memoria: olvidar constantemen-te datos o cosas, perder objetos o no recordar qué hicimos con ellos.

– Enojo, impotencia o frustración que aparecen de la nada.

– Momentos de tristeza profunda, en los que incluso se puede llorar mucho.

– Desesperanza: pensar cosas como “¿Y de qué sirve reconstruir si esto volverá a pasar?” o convencerse de que hacer las cosas no tiene sentido.

– Sensación de vulnerabilidad y fragilidad.– Culpa por sobrevivir (de esto hablaremos con

más detalle).– Miedo a estar solos.– Sentir que se pierde la razón: que se está enlo-

queciendo.– Tener demasiada precaución para hacer las

cosas; por ejemplo, no salir de casa por miedo a que algo pase.

Esta lista menciona diversas reacciones, pero no significa que siempre se experimenten todas; tampoco está bien o mal que vi-vamos algunas de ellas y que personas a nuestro alrededor tengan más o menos de estas reacciones. Recuerda que cada persona vive de manera particular los efectos de un desastre provocado por un fenómeno natural.

Aunque nada volverá a ser como antes del desastre, poco a poco cada persona va construyendo una nueva normalidad. Habrá per-sonas que iniciarán un camino para ajustarse a la pérdida de seres


queridos o de posesiones que les eran valiosas, lo cual significa hacer cam-bios en las actividades cotidianas, modificar tareas y responsabili-

dades, y rehacer sus proyectos tanto indi-viduales como fami-liares. Además, en un

desastre de esta natura-leza hay varios tipos de pérdidas: las personas también pueden que-dar sin esperanza o tranquilidad, pueden sentir que no están siendo acompañadas. Cuando ya no pueden volver a vivir en su hogar, el duelo por la pérdida va acompañado de otras situaciones a las que adaptarse, pues suelen llegar a albergues, donde no siempre hay ac-ceso a servicios básicos —incluso puede escasear comida conforme pasa el tiempo— y donde duermen muchas personas simultánea-mente en un espacio pequeño; en otras no obstante, aunque tome más tiempo, la mayoría de las personas damnificadas se ajustarán a estos cambios y, al igual que el resto, construirán nuevas rutinas y nuevas formas de existir en su vida cotidiana.

Don Julián y su esposa, de Jojutla, Morelos, perdieron su casa en el temblor. A más de seis meses del sismo, no habían podido empezar las labores de reconstrucción. Durante el primer mes, vivieron, junto con muchas otras personas, en un gran albergue que el gobierno local había instalado; pero, cuando la comida dejó de ser suficiente, ellos, al igual que varias familias, instalaron campamentos utilizan-do tiendas de campaña donadas por organizaciones internacionales. A lo largo del tiempo, se acostumbraron a vigilar las cosas —debido


a que había robos—, a cocinar dentro o fuera del campamento y a dormir en camastros incómodos; también se habían acostumbrado a ir, cada día sin éxito, a preguntar a las oficinas gubernamentales si ya estaban disponibles los fondos para la reconstrucción.

A veces, estos procesos van acompañados de malestar por el hecho de seguir con vida. ¿Recuerdas que en la tabla anterior mencionamos algo llamado culpa por sobrevivir?

La culpa por sobrevivir es un fenómeno que ocurre cuando una persona piensa que hizo algo mal porque sobrevivió a un evento a causa del cual otras personas quedaron damnificadas o perdie-ron la vida: ¿Por qué yo no y otros sí?

Como cualquier otra culpa, los pensamientos, las emociones y las conductas se enfocan en condenarnos a nosotros mismos, pero, además, esta culpa suele llevar al aislamiento. Esto complica la si-tuación que vivimos después de un desastre, pues una de las claves para afrontarlo de la mejor manera es apoyarnos en otros.

Suele pasar en alguna de estas tres situaciones:a) Como la persona estaba a salvo durante

el desastre y otros sufrieron mucho más daño, piensa que no merece estar segu-ra y que merecía estar en la misma situa-ción de peligro que los demás.

b) La persona piensa que no hizo lo suficien-te; se siente muy responsable o como

Glosarioaislamiento: situación de soledad o falta de comunicación o relación con los demás.


una fracasada: “Yo debería haber sabido”, “Debería haber inten-tado más”, “Debería haber ido a ayudar”, “Si hubiera hecho algo diferente…”.

c) La persona siente remordimiento por lo que sí hizo; por ejemplo, empujar a otras personas para salvar su propia vida.

Esta culpa, como mencionamos, es parte de las reacciones espe-radas a un evento inesperado. Sentirnos tan mal por algo que no estaba en nuestras manos, por extraño que parezca, puede hacer-nos sentir más en control ante un evento en el que no podíamos controlar nada: lo que ocurrió no estaba en manos de nadie, pero la manera en que pensamos acerca del desastre, las frases que nos repetimos mentalmente, sí lo están.

Por ejemplo, durante las labores de rescate, Mariana, una joven que vivía en Oaxaca y había ido a ayudar a Juchitán, municipio del mismo estado, se encontraba en una zona muy dañada. Ella casi es-taba segura de que estaba embarazada, pero no quería separarse de sus compañeros en ningún momento —incluso durante los pocos minutos de descanso, pues sentía miedo de estar sola— por lo que no se había hecho ninguna prueba.

Además del miedo que sentía, durante las primeras semanas Ma-riana estuvo varios días con dificultades para dormir: el ruido más quedito de noche hacía que se despertara de pronto, con el corazón latiendo muy rápido; cuando sí podía dormir, soñaba cosas aterrado-ras que la hacían, también, despertar de golpe. Por otra parte, al re-gresar de Juchitán, pasó varios días sintiendo una fuerte culpa: “¿Por qué merezco una familia que está conmigo? ¿Cómo puedo estar tan tranquila, durmiendo en mi cama, cuidada por mi techo cuando co-nocí a personas que lo perdieron todo? Debí quedarme más tiem-po en Juchitán. No ayudé lo suficiente a quienes me necesitaban”.


Se sentía muy irritada durante el día, pero también a veces acaba-ba llorando mucho sin alguna razón específica. Estos cambios cons-tantes de emociones preocuparon a Mariana, pues pensó que se estaba volviendo loca. Sin embargo, con el paso de los días, el mie-do, el enojo y la tristeza empezaron a ser un poco menos intensos. Parte de lo que le permitió a Mariana empezar a sentirse mejor fue ir a grupos a hablar de su experiencia: de lo que había visto, pero también de lo que había sentido durante esos días.

Como mencionamos al principio, los desastres cau-sados por fenómenos natu-rales afectan a la población en general, es decir, las fa-milias, las comunidades y la sociedad viven los efectos dolorosos del evento. No solo es difícil que las personas damnificadas reciban apoyo de otros: también au-menta el riesgo de que los problemas previos; por ejemplo, pobreza, falta de acceso a servicios básicos y limitaciones físicas, se agudicen o que surjan nuevas dificultades.

Durante el desastre, es posible que las familias se encuentren en lugares distantes y no resulte sencillo reunirse pronto. También empiezan a circular rumores acerca de lo que sucedió, de dónde se necesita ayuda, de qué va a pasar ahora; muchos de esos rumores son falsos y las personas, al darse cuenta de eso, pueden perder las ganas de ayudar donde sí se necesita. Incluso puede ocurrir que la an-gustia y el estrés simultáneos de tantas personas cree un clima inicial de pesimismo, hostilidad y caos. Además, una vez que la emergencia termina, las personas y familias empiezan a saber qué perdieron y qué conservaron; más adelante, comprenderán qué tan grandes fue-ron dichas pérdidas y otras que sucedieron en la comunidad.

La resiliencia es el proceso de adaptarse a la adversidad, significa

“rebotar” y salir airoso de las experiencias difíciles.


Sin embargo, un desastre de este tipo, como cualquier crisis, es una oportunidad para el cam-bio. A pesar del caos, la solidaridad y el apoyo de otras personas es muy grande, especialmente en los primeros momentos posteriores al desastre, y se expresa de muchas maneras, incluyendo los centros de acopio, la creación de albergues y la ayuda para rescatar a otras personas. Como men-

cionamos antes, el apoyo que se dan unas personas a otras o unos grupos a otros es de la mayor importancia no solo para soportar lo que ocurre después del desastre, sino también para saber cómo es que la comunidad volverá a levantarse.

Tal fue el caso de Consuelo, una mujer que vivía en Jojutla. Varios meses después del temblor, Consuelo se dio cuenta de que tenía un fuerte dolor de espalda. Ella había perdido su casa durante el temblor pero, una vez pasada la emergencia, decidió que debía reconstruirla; por lo tanto, cada día cargaba pesados bultos de arena para reha-cer su hogar. Además, había perdido también su negocio de comida corrida; su nueva meta no solo era recuperar su restaurante, sino utilizarlo para dar de comer a quienes necesitaran ayuda.

Colaborar en los esfuerzos de recuperación y re-construcción después del desastre cura a las per-

sonas, pero también a las comunidades. Reconstruir no significa solamente

ver qué casas necesitan repara-ción o en qué lugares hay que

poner nuevas cosas: también significa revisar qué pode-

Glosariosolidaridad: aquel sentimiento o valor, a través del cual las personas se sienten y reconocen unidas y compartiendo las mismas obligaciones, intereses e ideales.


mos prevenir a partir de ahora, de qué otras mane-ras podemos colaborar en nuestro entorno; incluso, es una oportunidad para exigir a las autoridades que cambien la manera de hacer ciertas cosas.

Por último, en los ámbitos personal, familiar y co-munitario, es importante no olvidar que cuando el fenómeno natural se produjo, la vida de todos cam-bió en un abrir y cerrar de ojos, pues se perdieron muchas cosas, desde la sensación de normalidad hasta seres queridos. Esta experiencia dolorosa y la manera en que se comenzó a sanar son parte de la historia de todas las personas que lo vivieron y merece ser reconocido de ese modo.

Pérdidas por movimientos migratoriosEs casi imposible no conocer a alguien que haya migrado. Incluso si ningún familiar ha venido de otro país (o se ha ido), es probable que familiares de vecinos o de otras personas de la comunidad lo hayan hecho. Esto se debe a que migrar es una de las actividades humanas más antiguas; tanto así que los únicos lugares que no son resultado de una migración son ciertas zonas de África. Es posible que en al-gún momento de la vida lleguemos a ser personas migrantes (si no es que ya lo fuimos o lo somos actualmente); de todas formas, es más que probable que seamos descendientes de migrantes.

¿Qué es la migración?La migración es el cambio de residencia de una o varias personas, ya sea temporal o permanente, para mejorar la calidad de vida. Algu-nas personas migran para tener un trabajo mejor pagado, migración voluntaria; otras huyen de la violencia que están viviendo, también hay personas que tienen que dejar su hogar después de un desastre

Algún día te darás cuenta

de que no eres un superviviente

más, sino un valiente guerrero que no se rindió

jamás.

51

7 González & Del Río, en Ojeda, Bailón y García, 2014.8 El desplazamiento interno ocurre cuando las personas dejan su hogar, pero no su país

(por ejemplo, una familia que huye de la violencia en una comunidad en Chihuahua que se muda a la Ciudad de México).


provocado por un fenómeno natural, en ambos casos migración for-zada, desplazamiento interno. 7,8

Migrar implica perder múltiples cosas. Aunque nuestro lugar de origen no desaparece —ni tampoco nuestra cultura ni tradiciones—, nos separamos de diversos elementos de nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, Valeria, una joven becada para continuar sus estudios en el extranjero, tuvo grandes dificultades para acostumbrarse a dichos cambios. Aunque ella estaba muy emocionada por la nueva expe-riencia, a las pocas semanas de llegar a su universidad empezó a sentirse muy cansada. Lloraba casi todos los días; no tenía hambre y no podía dormir por las noches. La experiencia de extrañar tantas cosas de su vida antes de irse a otro país fue tan dolorosa para ella

que dejó de ir a clases y no entregaba tareas, por lo que su desempeño bajó.

¿Exactamente qué extrañaba Valeria? En gene-ral, hay siete pérdidas que cualquier migrante puede experimentar:a) Relaciones cercanas: pareja, hijos, padres, hermanos, otros familiares; amigos y otros se-res queridos. Valeria, por ejemplo, tenía víncu-los muy fuertes con su familia y amigos; también

tenía una relación muy cercana con profesores y compañeros de las clases que tomaba.

b) Idioma: si se migra a un país con otra lengua. Aunque Valeria hablaba muy bien el idioma del país al que llegó, necesitaba acostumbrarse a dejar de


oír español por todos lados; además, tenía que entregar tareas y trabajos para profesores muy estrictos que le exigían una excelen-cia en el idioma que no era fácil alcanzar.

c) Cultura: los valores, las tradiciones, la manera de reaccionar ante un problema. Valeria, además, pasó de una cultura donde había fiestas por todo y donde, en general, las personas saludan de ma-nera “cálida”, con besos y abrazos, a otra donde las personas fes-tejan y se saludan distinto. Tenía que aprender las reglas de la escuela, las del lugar donde vivía, las de la ciudad donde estaba e incluso comer alimentos que no le gustaban.

d) Ambiente: hay elementos que hacen sentir a cada persona que encaja completamente en el lugar en el que está. Esa sensación se compone de lo que vemos, oímos, tocamos, olemos; también de cuestiones como la religión, el estado civil, el número de hijos, el tipo de familia o la escolaridad. Otros aspectos como la distan-cia que hay del lugar de origen al de acogida y los cambios que las personas migrantes, y quienes se quedaron, viven a lo largo del tiempo hacen que estos elementos se pierdan.

Este elemento fue de mucho peso para Valeria: llegó durante el otoño a su nuevo hogar, y el clima frío (por el viento y la nieve) que encontró no era al que estaba acostumbrada. A ella le encantaban los días soleados, y se mudó a un lugar permanentemente nublado. También extrañaba los ruidos de la calle como el camión de basu-ra, los vendedores en bicicle-ta, los mercados.e) Estatus social: en algunos

países el trato a las personas migrantes es agresivo y no


se les recibe de una manera digna. Por otra parte, hay migrantes que tienen cierto gra-

do de educación y que, al llegar al lugar de acogida, tendrán que empezar desde cero; también hay personas que deben trabajar en empleos con salarios menores

a los que solían recibir en su lugar de ori-gen, lo cual repercute en sus relaciones con

otros. f) Contacto con el grupo de pertenencia: aun-

que ahora es cada vez más fácil contactar a las personas que migran, gracias a las computadoras y

celulares, no todas las familias que se quedan tienen acceso a esos aparatos. Además, llegar a un lugar y no conocer a otras personas que comparten la cultura puede hacer que la persona sienta que no es “ni de aquí ni de allá”. Por ejemplo, debido a su malestar, Valeria estaba teniendo dificultades para hacer amista-des en su nuevo hogar. Eso hacía que se sintiera más sola y que extrañara todavía más su país de origen; quedaba atrapada en un círculo del que parecía no poder salir.

g) Integridad física: así como hay personas que tienen los recursos y cumplen los requisitos para obtener sus documentos migrato-rios de modo que pueden viajar de la forma más segura posible, por ejemplo en avión, en autobús o en coche, otras, por diversas circunstancias, no tienen ni los documentos necesarios ni pueden usar cualquier transporte. Estas personas, conocidas como mi-grantes indocumentados, no pueden llegar con tanta facilidad a su lugar de destino, por lo que utilizan rutas peligrosas. Por ejemplo, hay grupos delictivos que asaltan y secuestran a las personas que migran; otros los obligan a trabajar para ellos a base de violencia


y amenazas; algunos otros secuestran a mujeres y niños para ex-plotarlos laboral o sexualmente. Además, hay medios de trans-porte que pueden ser riesgosos, como trenes de carga y balsas inflables, en las cuales las personas están expuestas a caer en cual-quier momento y perder una parte del cuerpo o la vida misma.

Como en cualquier pérdida, las reacciones esperadas del duelo son algo saludable y natural. Si el malestar profundo que generan estos cambios no aminora con el paso del tiempo y comenzamos a tener problemas graves en cualquier área de nuestra vida (familia, amistades, trabajo, escuela, etcétera), será necesario pedir ayuda profesional para adaptarnos de la mejor manera posible a estos cam-bios. En el caso de Valeria, debido a que la intensidad de las pérdidas se mantuvo al paso de las semanas, después de seis meses decidió buscar ayuda profesional. Además de acudir con una psicóloga, Va-leria comenzó otras actividades para adaptarse tanto a lo que había dejado en su país como al lugar en que vivía: se puso a hacer ejercicio; creó nuevas amistades que la hacían sentir acompañada y apoyada; mantuvo contacto con sus seres queridos; expresaba sus emociones escribiendo en un cuaderno y hablando con personas específicas.

Pérdidas en la migración forzadaComo se mencionó antes, en el ambiente físico, pero también en el social, hay elementos que inspiran seguridad en cualquier persona. Sin embargo, situaciones como desastres causados por fenómenos naturales o guerras alteran por completo un lugar y provocan sen-saciones de vacío, inseguridad, desorientación, confusión e incomo-didad, que no se pueden explicar por una sola pérdida concreta. A esto se le conoce como desorientación nostálgica 9.

9 Renos, 2015.


En el caso de la migración forzada, estos cambios en el ambiente son la razón por los que las personas se van. Por lo tanto, el dolor que se vive sue-le ser más profundo: además de las pérdidas específicas, como de seres

queridos, del hogar, del idioma, de la red de apoyo social, desapare-ce la sensación de que el lugar donde estamos —ya sea el de origen, el de acogida o cualquier punto en el camino— es seguro.

Tal fue el caso de Lucía. Ella tuvo que salir de su país de origen junto con toda su familia, debido a que su hija fue asesinada por un policía: él la invitó a salir, ella lo rechazó y, entonces, él le dispa-ró. Lucía y su familia intentaron denunciarlo y, como consecuencia, un grupo de policías incendiaron la casa donde vivían. La familia de Lucía reconoció que la vida de todos estaba en peligro y que, pro-bablemente, nadie los protegería, así que optaron por trasladarse a México. Una vez ahí, vivieron en varios lugares en muy malas con-diciones; también era difícil conseguir comida, pues ninguno tenía trabajo. Una persona los contactó con una organización que, por seguridad de todos, les ayudó a irse de México para llegar a un país donde nadie pudiera alcanzarlos, donde el idioma no era español y

el clima era mucho más frío. Lucía se sentía muy triste y confundida: es-taba consciente de las tantas cosas que había perdido en muy poco

tiempo, pero pensaba que un había un “algo más” (que

no podía describir) que la hacía sentir todavía

más nostálgica.

La migración siempre ha sido uno de los impulsores

más importantes en el progreso y dinamismo

humano.


En la historia de Lucía y su familia existían pérdidas comunes para las personas migrantes, en cuanto a idioma, vínculos cercanos, esta-tus social; también perdieron la posibilidad de estar en su ambiente y cultura; además, vivieron pérdidas graves: murió alguien muy cer-cano y perdieron su hogar. Su sensación de seguridad también dejó de existir y eso no mejoró a su paso por otros países.

En ese sentido, hay que tener en cuenta que la adaptación a tan-tos tipos de pérdida no se logre en pocos días, sino que este proceso requiere, además de tiempo, y que se den pequeños y constantes pasos que lleven a una meta; por ejemplo, encontrar un hogar fijo o hacer nuevas amistades. Al vivir una migración forzada, se espe-ra que la persona se enfoque más en lo que dejó atrás y lo que ya no puede recuperar que en los nuevos objetivos que puede pro-ponerse. Al inicio puede concentrarse en los pequeños grandes logros del presente, como levantarse de la cama, comer, darse un baño o haber tenido un pensamiento agradable durante el día. Tam-bién ayuda contar con alguna persona que brinde apoyo, ya sea al-guien en una situación similar, alguien que trabaje en un albergue u organización o cualquier otra persona con quien el migrante se sienta en confianza para compartir un poco de su visión del mundo.

¿Qué ocurre con quie-nes se quedan? Así como las perso-nas migrantes viven una pérdida al separarse de sus re-laciones cercanas, estas también ex-perimentan las consecuencias del proceso migratorio. Existen muchos tipos de vínculos cer-canos; no obstante, los que parecen experimentar mayo-res dificultades ante la migración son los siguientes:

57

a) Cuando la pareja migra, quien se queda en el lugar de origen puede vivir soledad y síntomas depresi-

vos, como fatiga, dificultades para dormir, poco apetito, pensamientos de culpa, falta de

interés por actividades que antes eran placenteras; también puede haber mie-do de que ocurra alguna infidelidad o que la relación termine debido a la dis-tancia.Es preciso considerar que, en efecto, la relación de pareja puede terminar, ya sea porque una o ninguna de las partes se pudo adaptar a la distancia o porque

es difícil convivir como antes cuando lo-gran reunirse.

b) En general, los hijos viven una mezcla de orgullo por el sacrificio de sus padres y tristeza y sensación de abandono. Estas sensa-ciones pueden disminuir si hay comunicación frecuente entre los hijos y quien haya migrado.

c) Los padres de personas migrantes pueden vivir con mucho dolor la separación, incluso pueden pensar que no volverán a ver nunca a sus hijos. Esto se complica si es necesario cuidar de los nietos, pues no es lo mismo criar niños a una edad avanzada que cuando se es joven; además, preocupa la idea de envejecer y que no haya alguien que los cuide. Los padres, asimismo, pueden sufrir por la pérdida de contacto con sus nietos. Esto tiene efecto especialmente profundo cuando ellos criaron a los niños y ahora es tiempo de que los menores vivan en el lugar de acogida de sus padres migrantes.Considerar que estas pérdidas son lo único que ocurre duran-

te la migración es ocultar los aspectos benéficos que puede tener.



En general, las personas que migran encuentran más soluciones que problemas en el cambio de residencia, ya sea por tener otras oportunidades laborales, una mayor seguridad, vivir en un hogar menos expuesto a riesgos de origen natural, etcétera. Ambas par-tes, tanto el dolor de las pérdidas como los beneficios del cambio, son igual de importantes y merecen ser habladas; también es nece-sario respetar el tiempo que tome la adapta-ción al lugar de acogida.

En ese sentido, es muy común que los migrantes experimenten una sensación de amor-odio, co-nocida como ambivalencia, por los dos lugares: amar y extrañar la cultura y elementos del ambien-te del lugar de origen, pero sentir enojo por la falta de oportunida-des para desarrollarse; agrade-cerle al lugar de acogida por lo que ha brindado en térmi-nos de trabajo, de familia, de aprendizajes, pero sentir rabia por las muestras de discrimina-ción y maltrato o porque la rea-lidad ha resultado muy diferente de las expectativas.

A pesar de esto, conocer lo mejor y lo peor de dos mundos nos da una oportunidad para lograr algo distin-to: poco a poco podemos crear nuevas ideas combinando un poco de ambas partes, para mejorar nuestra vida y la de otros.


Pérdidas por despidos laboralesLa pérdida del empleo causa un dolor muy fuerte, similar al de la pérdida de un ser querido. Por lo tanto, para afron-tarla, es necesario tener en cuenta las reacciones que suelen aparecer con tal noticia, así como las posibilidades para lidiar con ellas. En esta sección se men-cionarán cuáles son las reacciones más comunes ante esta situación, así como algunas maneras para transitarla con menor dificultad.

¿Por qué es tan doloroso perder un tra-bajo?El trabajo, cuando brinda un salario ade-cuado y se ajusta a las capacidades de cada quien, nos brinda la posibilidad de fijar metas, tener recursos económicos para vivir, estructurar nuestra cotidiani-dad, tener sentido de pertenencia a un

grupo e interactuar con personas de ideas diversas. Es un espacio en el cual aprendemos ciertas habilidades y desarrollamos otras, además de un sitio donde construimos nuestra identidad como individuos, pero también como grupo o empresa: nos mantenemos como personas activas y motivadas para aceptar y superar retos; nos ayuda a solucionar los problemas y a tomar de-cisiones de mejor manera; es una de las razones por las que la vida tiene significado. De este modo, el trabajo puede ser incluso una defensa contra ciertas enfermedades físicas y mentales.

Cuando el cambio llega a nuestra vida

debemos recordar, en primer lugar, que es parte de esta: la pérdida del empleo es uno de esos cambios inesperados, el cual produce mucho estrés y otras emociones derivadas de este. Es

importante reconocer los elementos de la respuesta inicial: miedo, angustia y desesperación, y hablar al respecto con alguien, ya que normalizar las emociones es el primer

paso para iniciar la búsqueda de opciones de

solución.


Perder un empleo no representa nada más pérdidas económicas. Además de que lo antes mencionado se altera, nuestra cultura sue-le bombardearnos con la idea de que estar desempleado es algo terrible; esto repercute en nuestro valor personal y puede hacernos sentir fracasados más allá de lo laboral. Por lo tanto, para hacer fren-te a esta situación de la mejor manera, es necesario “entrenarnos”.

Isabel llevaba 15 años trabajando en una escuela cuando, por circunstancias ajenas a ella, fue despedida. Como ella no esperaba la noticia, cuando la directora habló con ella, pensó que eso que le estaban diciendo no era verdad y que no estaba pasando; fue tal el impacto que ni siquiera fue capaz de prestar atención a los deta-lles de la liquidación y el tiempo que tenía para irse. Ese mismo día,

cuando Isabel fue a recoger sus cosas, sintió una tristeza profunda por todo lo que dejaba atrás. Aunque una

pequeña parte de ella tenía la esperanza de encontrar otro empleo pronto, no podía dejar de pensar en todo lo que iba a extrañar, que iba mucho más allá de tener una entrada fija de dinero: las diversas actividades cotidianas, las amistades que había formado en la escuela; lo útil que se sentía aportando a sus alumnos,

pero también a profesores y al resto del personal. Cuando salió de la escuela, la tristeza se mezcló

con vergüenza: “¿Cómo le voy a explicar a mi fami-lia?”. A la primera persona que llamó fue a una de sus más queridas amigas, quien le sugirió hablar del tema con su familia cercana, pues tenían que re-visar cómo iban a ajustar sus finanzas por un tiem-po. Así, Isabel habló primero con su pareja, quien la


escuchó y le brindó comprensión: le dijo que era esperado sentirse así y que ella encontraría otro trabajo cuando tuviera un poco más de energía y capacidad para concentrarse. Habló también con sus padres, quienes le dijeron que entendían lo que era perder un tra-bajo, pues habían pasado por eso en su vida. Aunque su situación laboral no había cambiado con esas conversaciones, Isabel encontró algo de consuelo al sentirse acompañada y apoyada por sus seres queridos.

Cada quien reacciona a este tipo de pérdida de acuerdo con sus posibilidades y busca solucionar la crisis de la mejor manera que puede en ese momento de la vida. En ese sentido, se ha comproba-do que las respuestas ante la pérdida de empleo están influidas por varios factores: género, edad, redes de apoyo social (como familia y amigos), cuestiones económicas si la persona es el único sostén de la familia o si es capaz de generar algún ingreso durante el periodo de

desempleo, el tiempo que ha durado sin trabajo y las estrategias que suele usar en general para resolver proble-mas. Sin embargo, aunque el paisaje se vea oscuro, carecer de trabajo re-munerado puede ayudar a que una persona revalore ciertos aspectos de su vida a los que no había prestado mucha atención: mejorar relaciones, aprender algo que desconocía sobre sí mismo o crear nuevas estrategias para reincorporarse al mercado la-boral con una visión distinta ante los problemas.

El coraje es la habilidad de sobreponerse a los

cambios inesperados, la cual se desarrolla a lo

largo de la vida, a partir de los aprendizajes que

los momentos difíciles nos dejan como paciencia,

creatividad, así como fe y esperanza en uno mismo y en la capacidad para salir adelante. Recuerda:

todo cambio es una oportunidad.


Como se mencionó antes, perder un trabajo llega a ser tan dolo-roso como perder a un ser querido y, al igual que en cualquier pér-dida, hay ciertas reacciones esperadas ante este evento inesperado:

- Sensación de incredulidad: ¡Esto no me está pasando!- Enojo, amargura, hostilidad: rencor hacia los jefes o compañeros

de trabajo, en especial si el despido no fue responsabilidad de quien acaba de perder el empleo.

- Tristeza profunda.- Culpa: No hice bien…, Dejé de hacer…, Hubiera hecho….- Sensaciones de frustración, impotencia, vulnerabilidad.- Miedo, temor, incertidumbre: ¿Ahora qué pasará?, ¿Conseguiré

otro trabajo?, ¿Dependeré de alguien más?- Ansiedad relacionada con visiones catastróficas del futuro, con el

retorno de recuerdos angustiantes y de cosas tristes del pasado: ¿Y si nunca vuelvo a encontrar un trabajo? ¿Y si tengo un nuevo empleo y fracaso otra vez? ¿Y si mi vida se vuelve un desastre del que yo no podré salir jamás?

- Reacciones corporales: insomnio, dolor de cabeza, colitis, gastri-tis, pérdida o aumento de peso, trastornos cutáneos, alteraciones en la presión arterial.

- Cambios en el comportamiento: apatía, se vuelve difícil llevar las actividades cotidianas; aburrimiento, puede verse como mal hu-mor, pereza o rechazo a otros; no mantener el tratamiento de


alguna enfermedad crónica o dejar de lado elementos que man-tienen sano al cuerpo, como la alimentación y el ejercicio; episo-dios de violencia doméstica o abuso de alcohol u otras sustancias.

Aunque estas reacciones son las más comunes, si la persona desempleada se da cuenta de que pasa mucho tiempo acostada o sentada sin hacer nada; si los síntomas físicos se intensifican o se vuelven crónicos; si lo que sucede a su alrededor no importa y se siente cada vez más triste, ansiosa y sin esperanza; si no quiere o no puede tomar decisiones; si se lesiona, se vuelve violenta o pien-sa constantemente en morir, lo más conveniente es buscar ayuda profesional. Por el contrario, si la persona experimenta algunas o todas las reacciones de la lista, pero una parte de ella piensa que a pesar del malestar seguirá adelante, entonces, con el paso del tiempo, podrá concentrar su atención en ciertas estrategias que le permitirán encontrar salidas más gentiles a este bache en el camino:

a) Ser amable con uno mismo: perder un trabajo es un momento de crisis; por lo tanto, no pelearse contra pensamientos, emociones y conductas permite recuperar cierta tranquilidad. Hay que recor-dar que los pensamientos y los sentimientos que produce nuestra cabeza no son leyes que condenan nuestra vida; somos más que un pensamiento o que un sentimiento.

b) Como cualquier crisis, la pérdida del empleo es dolorosa, pero también es una oportunidad para darse cuenta de lo que falta por aprender o de lo que se puede mejorar en el desempeño para el siguiente trabajo.

c) La familia es una fuente importante de apoyo. Es necesario ex-plicarle con claridad la situación, las medidas necesarias para el cuidado del dinero y el plan para obtener otro trabajo. Es bueno


expresar los sentimientos propios e interesarse en los de los de-más, pues la familia es un equipo y juntos resolverán esto, tenien-do en cuenta que el empleo actual del desempleado es buscar trabajo. La comprensión, hacer actividades juntos, el apoyo, el amor y el diálogo son necesarios.

d) Otras redes de apoyo social como los amigos son muy importantes para lidiar con las reacciones negativas. Además de ser personas que nos escuchan y acompañan, pueden ser un vínculo con posi-bles nuevos empleos. Incluso si esto no está en sus posibilidades, un cálido apretón de manos, un abrazo sincero o una palabra que nos invite a reflexionar o a ver nuevas opciones siempre ayuda.

e) Hacer menos caso a los pensamientos de culpa y, en cambio, escu-char las señales que envía el cuerpo en el presente; escribir lo que uno siente cuantas veces se desee; ampliar el autoconocimiento con preguntas como: ¿Qué pienso de lo que me está pasando? ¿Cómo me hace sentir lo que pienso? ¿Qué dirige mi comporta-miento? ¿Qué mensajes envío a quienes me rodean? ¿Qué sí ten-go? ¿Qué no tengo, pero no me hace falta? ¿Es fácil para mí tener apertura a nuevas oportunidades? ¿Qué puntos de mi desempeño puedo mejorar en un nuevo trabajo?

f) Mantener una rutina, tanto en lo familiar como en lo personal. Es de mucha ayuda destinar un tiempo específico a nuestras activi-dades, tanto las orientadas a buscar trabajo como las relativas a pasar tiempo con personas cercanas y el descanso. Lo importante de este horario es concentrarse en una tarea a la vez y que, al ar-marlo, se identifiquen las áreas más urgentes o importantes.

g) Usar técnicas de relajación. Echar mano de actividades que nos agraden e incorporarlas a la rutina: leer, oír música, dar un paseo a pie, ver un atardecer; conversar con la familia o con amigos; aceptar la ayuda de otros o brindarla cuando es posible. También ayudan


ciertas técnicas de relajación como la res-piración diafragmática.

h) Actuar: ¡las cosas no se resuel-ven por arte de magia! Entre los primeros pasos relativos a este aspecto se encuentran actualizar el currículum; or-ganizar horarios y maneras de buscar un empleo; dejar claras nuestras habilidades y

por qué le serían útiles al po-sible empleador. En caso de que esta

pérdida sea por jubilación, el tiempo puede utilizarse para nuevas actividades agradables para la

persona y le permitan seguir activa. Vale la pena incorporar estas acciones en la rutina cotidiana y recordar lo importante que es la perseverancia.

Con todo y la tristeza profunda, Isabel pasó por un periodo de readaptación, desde no despertar muy temprano cinco días a la se-mana hasta pasar varias horas en casa. Transcurrieron un par de semanas antes de que empezara a sentirse un poco menos triste. En ese momento decidió que necesitaba empezar a actuar. La primera semana a partir de esa decisión fue un poco desorganizada: le escri-bía a algún conocido diciéndole que ella buscaba empleo y le expli-caba brevemente su experiencia; sin embargo, varios días después se dio cuenta de que no sabía a quién ya le había pedido ayuda y no quería contactar a más personas por temor a parecer insistente. De-cidió escribir una lista de a quiénes ya había dado el anuncio; tam-bién decidió destinar un tiempo de cada día a enviar su currículum


a escuelas similares a la de su viejo empleo. Mientras tanto, ella y su pareja aprendieron a reajustar el dinero con el que contaban: pensaron en conjunto cuáles eran los gastos necesarios e identifica-ron en qué podían ahorrar. Este periodo permitió a Isabel identificar sus fortalezas: las razones por las que considera que cualquier es-cuela debería contratarla y cuáles son las áreas que puede mejorar en su desempeño; tener esto en claro le ha servido para las entrevis-tas a las que ha acudido.

Aunque todavía no firma contrato con alguna escuela, Isabel cada día tiene más esperanza de encontrar un trabajo pronto. Incluso ha envia-do su CV a empresas que buscan personal con habilida-des parecidas a las de ella: “¿Qué tal si no me contratan en ninguna escuela? Es importante tener muchas opciones. Incluso si no consigo el traba-jo de mis sueños, aprenderé cosas nuevas; lo sé porque así me pasó cuando empecé en la escuela hace 15 años, y fue una etapa de mi vida que siempre agradeceré”.

¿Y qué ocurre con la jubilación? Aunque en ambos casos la persona deja de tener una actividad la-boral, la jubilación y el desempleo son situaciones diferentes.

La jubilación es el acto administrativo por el que un trabajador en activo pasa a una situación de inactividad laboral, ya sea porque lo decidió por cuenta propia o fue decisión ajena, tras haber alcan-zado la edad máxima para trabajar o el tiempo de trabajo establecido


legalmente para dejar la vida laboral y, así, obtener una retribución por el resto de su vida.10

Jubilarse no es un proceso sencillo. Más allá de las gestiones administrativos, es co-mún que las personas sientan ambivalencia, es decir que, aunque por una parte desean “descansar” del trabajo, también pueden sentir miedo de lo que pasará una vez que se retiren y tristeza al pensar en lo que extra-ñarán. En ese sentido, es esperable tener sentimientos de tristeza, desesperanza, an-gustia, inutilidad, aburrimiento o baja auto-eficacia, al igual que presentar dificultades físicas como insomnio o fatiga al inicio del

retiro. Además, es necesario tener en cuenta que la jubilación está rodeada de mitos; por ejemplo:

Mito Realidad

Quien se jubila es improductivo: de-jar de tener una actividad remu-nerada significa

que la persona no puede ser activa en otras áreas.

Una vez que la tristeza inicial empieza a disminuir, la jubilación puede verse como una oportunidad para otras actividades: hacer proyectos que se habían pospuesto por falta de tiempo, dedicarse a una nueva actividad que genere alegría y motive a mantenerla, ocupar el tiempo libre de manera creativa; incluso es una oportunidad para trabajar emociones y sentimientos como ansiedad, estrés, miedo, inseguridad o tristeza.¡Y todo esto sin la exigencia de jefes!

La jubilación debe ser un gran momento en la vida del ser humano, ya que es el resultado

de la constancia, el compromiso y la

dedicación por mucho tiempo a un empleo: un espacio que cada día nutre al individuo y genera un motivo y

sentido de vida. Culminar ese ciclo es reconocer

nuestro camino y honrarlo. ¡Démosle la bienvenida!

10 En México, el tiempo acumulado para la jubilación (medido en años o en semanas) y/o la edad para jubilarse con la mayor pensión posible depende de factores como

las leyes expedidas en el momento en que la persona empezó a trabajar y el esquema de seguridad social al que está afiliada.


Mito Realidad

Las personas jubiladas son una carga económica

y social.

Si bien es cierto que, en muchos casos, la jubilación acarrea dificultades en la economía personal, esto no significa que quienes se jubilan son una carga. Por el con-trario: las personas jubiladas pueden pasar más tiempo con su familia, la cual, a su vez, pasará por cambios para ajustarse a su miembro jubilado; el tiempo libre se puede usar para ayudar a poblaciones vulnerables o participar en alguna labor comunitaria que se puede compartir con otros voluntarios, un grupo religioso o cualquier otro. Además, tener nuevas actividades con otras personas cambia tanto la manera de socializar como las redes de apoyo social, ya sea en tamaño o en integrantes. En otras palabras, las personas jubiladas todavía tienen funciones en la sociedad.

Por otro lado, la jubilación es una manera distinta de vivir una pérdida. Una de sus diferencias respecto a otras situaciones es que se trata de algo que, de manera relativa, se puede preparar median-te un plan de retiro. Estos planes no se tratan únicamente de ahorrar dinero y conocer el monto de la pensión que se recibirá: consisten también en tener una idea de cómo se trabajarán las situaciones físi-cas, psicológicas, sociales y espirituales que podrán surgir a lo largo de la jubilación. De nuevo, una vez que se suavicen las reacciones comunes, algunas preguntas que pueden guiar la creación de este tipo de plan incluyen:11

- ¿Qué es lo primero que me viene a la cabeza con la palabra jubi-lación? ¿Cómo me encuentro al pensar al respecto: alegre, triste, enojado, con miedo…?

11 María Rosario, Limón Mendizábal, “La preparación a la jubilación: nueva ocupación del tiempo”, (1993).

69

- ¿Qué espero que pase en mi vida una vez que me jubile? Esto es en todas las áreas: familia, amistades, otros conocidos, tiempo libre, espiritualidad, trabajo o educación, etcétera.

- ¿Qué tipo de ejercicio puedo hacer para que mi cuerpo no se deje de mover?

- ¿Cómo puedo tener mejores hábitos durante mis comidas?- ¿Con quién voy a vivir cuando me retire? ¿Cómo es mi relación con

cada una de esas personas?- ¿Qué aspectos de mi comunidad me agradan? ¿Hay proyectos

que quisiera hacer en mi comunidad?- ¿Cuáles son los valores que guían mi vida? ¿Cómo practiqué esos

valores en mi trabajo? ¿Qué otras actividades representan esos valores?

- Si tuviera que elegir un proyecto para empezar, ¿cuál me gustaría que fuera? ¿Qué pasos debo dar para llevarlo a cabo? ¿En qué lugar puedo ejercer esta actividad?

- ¿Cuánto tiempo libre quiero tener cada día? ¿En qué actividades quisiera ocuparme en esos momentos?

Hay una vida después de la pérdida temporal o defi-nitiva del trabajo. Esta ex-periencia tan dolorosa permite reordenar nuestras prioridades y lograr con un poco más de sabiduría si nos damos per-miso de transitar cada mo-mento, si tomamos cartas en el asunto y si nos respon-sabilizamos por lo que senti-mos, pensamos y hacemos.


BibliografíaÁlvarez del Río, A., “Muerte y subjetividad: Una experiencia de

investigación” (tesis de maestría), México, unam, 1998.Álvarez-Monjarás, M., Hugues, C., Pérez, O., Sánchez, P., Todd, N.,

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Van Eerdewegh, M., & Clayton, P.J., “Bereavement”, en R. Michels (ed.), Psychiatry, vol. 1. Philadelphia, Lippincott Company, 1993.

ABCDEFGHIJKLMNÑOPQRSTUVWXYZ

Instituciones que brindan apoyo psicológico a las que podrás recurrir con confianza.

Aguascalientes Centro Estatal de Salud Mental y Familiar

Agua Clara

Artillero Mier 905, Centro de Morelos, 20270 Aguascalientes, Ags.

014499775240

Unidad de Salud MentalJesús María Uxmal 300, Fraccionamiento Lomas de Jesús María.

014499635530

Baja California Sur Centro Integral de Salud Mental

La Paz

Av. De los Deportistas S/N Col. Ex Pista Área La Paz B.C.S

016121211444

Centro Integral de Salud Mental

Junto al Centro de Salud o Jurisdicción, San José, B.C.S.

016241424496

Baja California Centro de Atención Psicológica y Psiquiátrica

Mexicali

Av. Argentina # 279 Residencial Hípico Plus, Mexicali B.C. México

016865548687

CampecheCentro Integral de Salud Mental

S/N Calle Josefa Ortíz de Domínguez, Col. Malagón Concordia (Ampliación), Morelos, Campeche

018002328432

ChiapasCentro Integral de Salud Mental

Avenida Presa Mazatepec, # 0, Colonia Electricistas las Palmas, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México C.P. 29040

ChihuahuaCentro Integral de Salud Mental

Nueva España y periférico R. Almada, 31064, Chihuahua, Chihuahua.

6144592947


Calle Tezozómoc #1248, Águilas de Zaragoza, 32599 Cd Juárez, Chihuahua.

6566473316

Unidad de Especialidades Medicas

Francisco R. Almada entre Tomás Urbina y Genaro Vázquez Col. Villa Juárez, Chihuahua

4592947

Directorio


Ciudad de MéxicoCentro Integral de Salud Mental

Periférico Sur 2905, La Magdalena Contreras, San Jeronimo Lidice, 10200 Ciudad de México, CDMX

01555377 2700

Clínica de la ConductaPresidente Masaryk, número 526, Col. Polanco, Delegación Miguel Hidalgo.

3601 1658

Centro Comunitario de Salud Mental

Dirección: Dr. Enrique Gonzáles Martínez 13, Col. Santa María de la Ribera, 06400, Ciudad de México, México.

0155404749 y 55411224

Centro de Atención Psicológica y Legal

para la Familia

CAPYLFAC Dirección: Huichapan núm. 8, Col. Hipódromo Condesa, Delegación Cuauhtémoc.06170, Ciudad de México, México.

01555211 3294

Lazo y Voz: Tratamiento interdisciplinario para el padecimiento emocional

Juan Sánchez Azcona #532 int. B Colonia Narvarte, Del. Benito Juárez 03020 México, D.F

015532285261 y 5513333201

Sistema Nacional de Apoyo, Consejo Psicológico e Intervención en Crisis por teléfono

SAPTEL 015552598121 y01800 4727835Sitio Web: www.saptel.org.mx

Hospital de las Emociones “Cuídate”

20 de Noviembre, 15260 Ciudad de México,

01553268 2093

CoahuilaUnidad de

Especialidades MedicasTorreón

Agroindustriales y Muebles S/N Colonia Parque Industrial Oriente C.P. 27274 Torreón Coahuila de Zaragoza

871733702

ColimaCentro de Orientación

en Salud Mental

Calle Gabino Barreda 168, Sangre de Cristo, Col. México Colima

013123142632

Colima Centro de Atención Psicológica Integral

Veracruz 1560, Moctezuma, 28048 Colima, Col. México 013123143406


CuliacánCorredor de la Salud

Blvd. Lola Beltrán 1001-C Fraccionamiento Rincón del Humaya

016671469509

DurangoUnidad de

Especialidades Medicas

Litio 19, Col. Fraccionamiento Fideicomiso, Ciudad Industrial, Durango, Durango C.P. 34229

01878844636


Gomez Palacio, Av. Ingenierol y Calle Córcega S/N Col. Villa Nápoles C.P. 35010

018717487958

Estado de México Centro Integral de Salud Mental

Santa Elena 54850, Cuautitlan Estado de Mexico Av. Juan Pablo

22922406

CISAME Chimalhuacán Rivapalacio Transportistas, 56330 Chimalhuacán, Edo. de México

5551116254

IxtapalucaPuebla Km 34.5, 3ª. Cda. Federal Zoquiapan, 56530Ixtapaluca

GuanajuatoCentro Integral de Salud Mental

Guanajuato

Carretera de Cuota Guanajuato-Silao Km. 6.5 S/N Col. los Alcaldez Centro Nueva Vida

014737331577

CelayaGobernador Víctor Lizaldi Esquina Juan B. Castellazo S/N C.P. 38020

014616151316

IrapuatoCalle DIF S/N, Colon 2da Sección, 36597

014621144221

GuerreroCentro de

Salud Alameda

Av. Benito Juárez, delante de la preparatoria #1 y #9, CP: 39030, Chilpancingo, Guerrero.

7564745909


Jalisco Centro Integral de Salud Mental

Colotlán

Calle Divina Providencia # 10 Fraccionamiento Lomas de la Cruz, 46204

014999922191

Zapotlán El GrandeCalle Enrique Castellanos S/N Esquina Bachillerato, Col. Centro, C.P. 49000

013411330508

Autlán de NavarroCalle Puerto Rico # 44 Col. La Grana, C.P. 48904

0131738-11-098 y 3813392

El GrulloCalle Leona Vicario # 526; Col. Centro

0132138-75-347 y 38-75-291

Puerto VallartaCalle Cempasúchil No. 78, Esquina Inés Meza Col. La Floresta C.P. 48290

01322299-67-17 y 299-70-22

AmecaCalle Jardín No. 72, Fraccionamiento los Mezquites, C.P. 46600

01375758-78-81 y 758-79-57

TonaláCalle Prados de la Higuera # 1045 Prados de la Cruz

013792-05-34 y 37-92-05-33

TlaquepaqueCalle Salvador Orozco Loreto # 411 Col. Las Liebres C.P. 45410

013312-24-17-13 y 12-24-17-21

GuadalajaraAv. San Rafael #403 Col. La Paz Guadalajara, Jalisco

01331816-9579

MichoacánClínica de Salud Mental

Privada de Canada 94, las Américas, 58260, Morelia, Michoacan

014433430631

Morelos Centro Integral de Salud Mental

Xochitepec

Av. Alta tensión S/N Col. Villas de Xochitepec, Xochitepec, Morelos


Zacatepec

Callejón Cuautotolapan # 6 Col. Lázaro Cárdenas, Zacatepec, Morelos

017343431325


Cuáutla

Av. Circunvalación S/N, Col. Francisco I Madero, Cuautla, Morelos

017353528645


Morelos Unidad de Especialidades Medicas

Zapata

Av. Temizco S/N, Col. Centro Emiliano Zapata, Morelos 017773651702

NayaritUnidad de

Especialidades Medicas Tepic

21 de marzo Esquina Insurgentes S/N, Col. Menchaca, Tepic, Nayarit, C.P. 63150

013112143076

Centro de Salud Mental

Prolongación San Vicente # 329, Col. Ciudad de la Salud, Tondoroque, Bahía de Banderas, Nayarit, México, C.P. 63735

Unidad de Salud Mental

Herrera 161 Tepic centro, 63000, Tepic, Nayarit

Nuevo León Instituto de Salud Mental

Calle Washington 823B, Col. Centro, Monterrey, N.L.

018120205412

Dirección de salud mental y Adicciones

Emilio Carranza 732, Colonia Centro, 64000, Monterrey, Nuevo León.

8183454326

OaxacaCentro de Atención

Psicológica Especializada

Heroica Escuela Naval Militar 109C, Reforma, 68050 Oaxaca

019511838458

Centro de Psicoterapia Integral

121 Av. Montoya, San Martin Mexicapam, Oaxaca

PueblaCentro Estatal

de Salud Mental

Valsequillo Kilometro 7.5, Lomas de San Miguel, 725732, Puebla, Puebla

012222161540

QuerétaroCentro Estatal

de Salud Mental

Av. 5 de febrero Sur # 105, Virreyes, 76170, Santiago de Querétaro, Qro.

014422155433

Quintana RooCentro de Salud Urbano

Región 221 Mz 32, Lote 1, a un Costado de Centro Urbano No. 14

019981328704

Othón P. BlancoAv. Rafael E. Melgar, Esquina Isla Cancún , S/N

019838339365


San Luis Potosí Unidad de Especialidades Medicas

Av. Salk 1195, Col. Progreso, S.L.P.

014448159477

Servicios de Salud Cd. Valles

Av. San Luis de la Paz 1007, Col, Rosas del Tepeyac

014813816437

Sinaloa Centro Integral de Salud Mental

Mazatlán

Ferrocarril s/n, Col. Santa Elena 016699863059


Cabo San Lucas, Col. Floresta, C.P. 83179, Hermosillo, Sonora

016623817110

CISAME Nogales3 de Febrero, Col. Centro, C.P. 84000, Nogales, Sonora

016312099818

CISAME Navojoa

Calle Talamante y Sor Juana Ines de la Cruz, S/N, Col. Constitución, C.P. 83280, Navojoa, Sonora

016424212084

CISAME Hermosillo

Rosales # 182 Sur, Col. Centro, C.P. 8300, Hermosillo, Sonora

016623817120

TabascoHospital Regional

de Alta Especialidad de Salud Mental

Av. Ramón Mendoza 242, Jose Maria pino Suarez, 86029, Villahermosa, Tabasco

019933570807

TamaulipasCentro Integral de Salud Mental

Francisco Barberena 442, Nuevo Amanecer, 87102 Cd Victoria, Tamps.

018343120675

Centro Integral de Salud MentalNuevo Laredo

Privada Pedro Perez Ibarra, 13-B, Col. Parque Industrial los Dos Laredos,C.P. 88187

Tlaxcala Centro Integral de Salud Mental

Av. 5 de Mayo 1302, Centro, 90830 Apizaco, Tlaxcala

012414185510

Alianza para la Intervención Psicológica

Av. Vicente Guerrero 23, Centro, 90000, Tlaxcala de Xicoténcatl, Tlaxcala


Veracruz Unidad de Especialidades Medicas

Veracruz

Av. 20 de Noviembre 1074, Col. Centro, C.P. 917

CoatzacoalcosAv. Zaragoza, Esquina Buro, Col. Centro

019212127205

Yucatán Centro Integral de Salud Mental

Mérida

Calle 59 # 341 x 116, Bojórquez, 97238 Mérida, Yucatán.

9999459970

Centro Integral para la Salud Mental,

Valladolid

Calle 27 # 0, Fraccionamiento Flor Campestre, Valladolid, Valladolid Yucatán, 97782

Zacatecas Hospital Regional de Alta Especialidad

de Salud Mental

Calle transformación 98500, Zacatecas, México 014991009616


Calle Pedro Ramirez Vazquez S/N, Fraccionamiento Lomas de la Isabelica, C.P. 98099, Zacatecas, Zacatecas

014928993276

Centro Integral de Salud Menta

Fresnilllo

Carretera Valparaiso, a Espaldas del Hospital General (Rio Bravo) Fresnillo, Zacatecas

014938781927

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