Pan Diario 21 De Enero De 2009

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Salmos 31:1-8 Sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme. Salmos 31:2

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Salmos 31:1-8 Sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme.

Salmos 31:2

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A finales de enero de 1956, durante los días llenos de tensión del Boicot de Montgomery, el líder de los derechos humanos, el Dr. Martin Luther King Jr., no podía dormir. Una amenazadora llamada telefónica le había aterrado. Así que oró: «Aquí estoy defendiendo una posición por lo que creo que es lo correcto. Pero Señor, debo confesar que ahora soy débil, estoy titubeando. Estoy perdiendo mi valentía. Ahora, tengo miedo . . . las personas buscan a un líder en mí y, si me levanto delante de ellas sin fuerza ni valentía, también titubearán. Estoy al final de mis fuerzas . . . no puedo enfrentar esto solo».

Posteriormente el Dr. King escribió, «En ese momento experimenté la presencia del Divino como nunca antes lo había hecho. Parecía como si pudiera escuchar la tranquila seguridad de una voz interior que me decía: ‘Defiende la justicia, defiende la verdad y Dios estará a tu lado siempre’.

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Casi de inmediato mis temores comenzaron a irse. Mi incertidumbre desapareció. Estaba listo para enfrentar cualquier cosa».

El resto es historia. El Dr. King quería ver a personas de todo color libres del daño causado por el racismo y el prejuicio.

Si enfrentamos la oposición cuando estamos tratando de hacer lo correcto, también debemos clamar al Señor. Sólo Él es nuestra «roca fuerte, y fortaleza para salvarnos» (Sal. 31:2). Él es nuestra fuente confiable de fuerza y protección.

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2      Inclina a mí tu oído, líbrame pronto; Sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme.

      3      Porque tú eres mi roca y mi castillo; Por tu nombre me guiarás y me encaminarás.

      4      Sácame de la red que han escondido para mí, Pues tú eres mi refugio.

      5      En tu mano encomiendo mi espíritu; Tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad.

      6      Aborrezco a los que esperan en vanidades ilusorias; Mas yo en Jehová he esperado.

      7      Me gozaré y alegraré en tu misericordia, Porque has visto mi aflicción; Has conocido mi alma en las angustias.

      8      No me entregaste en mano del enemigo; Pusiste mis pies en lugar espacioso.

      9      Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy en angustia; Se han consumido de tristeza mis ojos, mi alma también y mi cuerpo.

      10      Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar; Se agotan mis fuerzas a causa de mi iniquidad, y mis huesos se han consumido.

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31.1 David clamó a Dios para que lo librara. Quería que Dios detuviera a aquellos que injustamente le estaban causando problemas. Por lo tanto, David hizo su petición basado en lo que él conocía del nombre o carácter de Dios. Como Dios es justo y amoroso, Él quiere liberar a su pueblo.

31.1–6 Decimos que tenemos fe en Dios, pero, ¿confiamos realmente en Él? Las palabras de David, «En tu mano encomiendo mi espíritu», transmiten su completa confianza en Dios. Jesús utilizó esta frase cuando estaba muriendo en la cruz, mostrando su absoluta dependencia en Dios el Padre ( Lucas 23.46 ). Esteban repitió estas palabras cuando estaba siendo apedreado ( Hechos 7.59 ) confiando que en la muerte, simplemente estaba pasando del cuidado terrenal de Dios a su cuidado eterno. Debemos comprometer nuestras posesiones, nuestras familias y nuestras vocaciones a Dios. Pero en primer lugar y más importante aun, debemos comprometernos totalmente con Dios.