Palacio de Justicia

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ............................................................. 11

I. LOS ASALTANTES ........................................................ 151. ¿Cómo surgió la idea? ...................................................... 152. ¿Cuántos guerrilleros participaron?................................... 183. ¿Fue posible identificar a los insurgentes? ......................... 214. ¿Cuál fue el armamento utilizado por el M-19? ................. 235. ¿Cómo se movilizaron los guerrilleros? ............................. 25

II. LA OPERACIÓN POR DENTRO ................................. 291. ¿Cómo se inició la «toma»? .............................................. 293. ¿Cómo se inició el enfrentamiento con la fuerza pública? .. 364. ¿Por qué la «toma» se convirtió en desastre para el M-19? . 395. ¿Cómo entraron los tanques a Palacio de Justicia? ............ 446. ¿Por qué helicópteros en el Palacio de Justicia? ................. 47

III. EL DERECHO DE GENTESEN EL PALACIO DE JUSTICIA ....................................... 551. ¿Planificación o improvisación? ....................................... 553. ¿Cómo se incendió el Palacio de Justicia? ......................... 654. ¿Qué pasó en el baño del tercer piso? ................................ 696. ¿Desaparecidos en el Palacio de Justicia? .......................... 72

IV. LAS DECISIONES ....................................................... 771. ¿Cómo se convirtió el Palacio de Justiciaen objetivo militar del M-19? ................................................ 772. ¿Por qué el presidente del «diálogo nacional»no conversó siquiera con el presidente de la Corte? ............... 842.1 Ni negociación, ni diálogo ............................................. 842.2 «Diálogo sin negociación» .............................................. 882.3 Consultas con notables ................................................... 902.4 Las últimas oportunidades ............................................. 932.5 La decisión inmodificable ............................................ 100

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2.6 El epílogo .................................................................... 1032.7 Las decisiones de los militares ...................................... 105

V. LAS PREGUNTAS DEL MILLÓN .............................. 1111. ¿»Narcos» en el Palacio de Justicia? ................................ 1112. ¿»Toma» anunciada? ...................................................... 1182.1. Las amenazas contra la Cortey el Consejo de Estado: ...................................................... 1182.2 El plan develado .......................................................... 1203. ¿Quién ordenó levantar la vigilancia policialdel Palacio? ....................................................................... 1244. ¿Por qué el Palacio de Justicia y no elCapitolio o el Palacio de Nariño? ....................................... 127

CONCLUSIONES ............................................................ 1311. El poder civil y el poder militar ...................................... 131· El Presidente Betancur ..................................................... 133· Los militares .................................................................... 1352. Los hechos del Palacio de Justicia comoexpresión de coyuntura ...................................................... 1373. El Palacio de Justicia como confrontaciónentre militarismos .............................................................. 139

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A

Cristina del Pilar Guarín Cortés,

Egresada de Ciencias Sociales

de la Universidad Pedagógica Nacional,

cajera de la cafetería

e inocente desaparecida en el Palacio de Justicia

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INTRODUCCIÓN

La acción emprendida por el M-19 los días 6 y 7 denoviembre de 1.985 contra la máxima magistratura del país,ha sido generalmente conocida como «La toma del Palaciode Justicia». Así mismo, algunos autores y analistas hanconcebido la reacción de las Fuerzas Armadas como una«segunda toma» o «retoma».

El primer criterio que discute el presente texto es lanominación del hecho. En realidad, el M-19 no logró«tomarse» nunca el Palacio de Justicia. Aunque en unmomento dado cerró la puerta del parqueadero que da accesoal sótano y cerró también la entrada principal del Palacio, losenfrentamientos continuaron desarrollándose en las escaleras,en algunas oficinas o, incluso, en algún baño. Antes de loprevisto, el propio ejército estaba dentro del Palacio con sustanques, al tiempo que un comando especial de la Policíapenetraba por la azotea.

La toma presupone el control, el dominio absoluto de laedificación y sus ocupantes, como sucedió en «la toma de laEmbajada Dominicana». Cuando ello no ocurre, se habla deun «asalto». Ese es el caso, por ejemplo del «asalto al cuartelMoncada», un hito histórico de la revolución Cubana. Aunqueel Movimiento 26 de julio, al mando de Fidel Castro, intentótomarse este importante claustro de las tropas de Batista, elresultado concreto del evento convirtió la acción en un simple«asalto». De esa forma quedó registrado para la historiacubana.

«La toma» fue sólo un deseo, un propósito. El asalto fue larealidad. Una realidad monstruosa y amarga por su desenlacey sus resultados. Las Fuerzas Armadas tampoco lograron

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«tomarse» o «recuperar» el Palacio. En la confrontación, quedódestruido y algunos de sus ocupantes más ilustres, incluyendoal propio presidente de la Corte Suprema de Justicia, muertos.No hubo «toma» ni «retoma» o «recuperación». Hubo asalto,destrucción y muerte en el Palacio de Justicia.

El presente texto no intenta revivir los hechos ni seguir acada paso su desarrollo. No es, de ninguna manera, unareconstrucción cronológica y factual de lo acontecido.Tampoco un relato de novela o una espectacular narración dehechos dignos de película. La motivación es de otra índole.Enfrentados a la docencia universitaria, los autores se hanencontrado con una generación que desconoce en absolutolos hechos del Palacio de Justicia y que reclama, con avidezcientífica y curiosidad ciudadana, una información másobjetiva. La totalidad de los estudiantes tenía una edad lejosde del análisis o no había nacido siquiera cuando ocurrió elasalto. La información que encuentran hoy, más a la mano,pasa por los extremos subjetivos de los actores o por versionespublicitadas de criminales, conversos o no, que no encuentranen la verdad el escenario que el país necesita.

Por esa razón el texto intenta resolver sólo preguntas quelos estudiantes presentan a los hechos. Preguntas formuladasen clase y preguntas movidas por el bombardeo deaseveraciones que remueven las heridas de un acontecimientoque aún sangra. No es el propósito configurarresponsabilidades ni reforzar actitudes funcionales o proclivesa violencia. Por el contrario, con la humildad que caracterizaa los maestros, se anhela proporcionar elementos cognoscitivosmás sistemáticos para una inteligente y civilizada resoluciónde los conflictos. La construcción de un país con sueños pasapor la verdad y, en torno a ella, lo sucedido en el Palacio deJusticia tiene, todavía, mucho por decirle a Colombia.

Finalmente podría brindarse a las nuevas generacionesuna esperanza frente a lo amargo y cruel que fueron los hechos

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del Palacio de Justicia: nuestro país ya no fue el mismo. Dealguna manera, muchos de los Colombianos y,particularmente los actores, vivieron una transformación quefue muy productiva. De alguna manera, el Palacio de Justiciase convirtió en el principio del fin para varios gruposinsurgentes, arrojó, igualmente, enseñanzas vitales para laprofesionalidad de las Fuerzas Armadas y una orientacióncrucial para el manejo de la política. Fue, además, laconciencia oculta en la Constitución del 91. Lamentablemente,los costos fueron demasiado altos. La honestidad y lainteligencia inmoladas son irrecuperables. Pero es elaprendizaje lo que debe prevalecer por sobre la voracidad delrencor.

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* I *

LOS ASALTANTES

1. ¿Cómo surgió la idea?La idea de tomarse el Palacio de Justicia es atribuida a

Álvaro Fayad, comandante máximo del M-19 en 1.985. Surgiócomo «un acto de gobierno». Se trataba de «llamar a juicio» alpresidente Belisario Betancur, por las violaciones al Acuerdode Tregua suscrito en Corinto y El Hobo, en 1.984, entre elgobierno nacional y la organización guerrillera.

Fue una idea espontánea, corroborada por una tristecircunstancia: el Palacio de Justicia era un edificio que se podíainvadir por completo. Tenía sólo dos entradas: por el sótano,acceso al parqueadero, y la entrada principal, por la plaza deBolívar. Era también una inmensa mole de concreto forradaen mármol sin demasiadas ventanas exteriores. Ofrecíaperfectos puntos para la defensa con francotiradores y múlti-ples espacios de protección interna. Las escaleras, si sedominaban, se prestaban para la resistencia y sus baños parala defensa. En todo ello era muy diferente, por ejemplo, alcapitolio.

Los ocupantes del Palacio no eran para nada prescindibles.Reunía a las más altas cortes de la rama jurisdiccional delpoder público: la plana mayor de la justicia y del Consejo deEstado. Entre ellos, además, figuraban dos personas impor-tantes: Jaime Betancur Cuartas, hermano del presidente de laRepública, y Clara Forero de Castro, esposa del Ministro deGobierno.

Una acción militar, en pleno corazón del país, en la plazamayor de la capital de la República, era también la máximaaspiración de quien pretendiera remover la estructura de lanación entera.

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Fayad planteó la idea por primera vez a uno de suscolaboradores de confianza y este señaló al personaje másindicado para ejecutarla: Luís Otero Cifuentes, nada menosque el cerebro, el planificador de la toma de la Embajada deRepública Dominicana.

Otero asumió su papel con tanta emoción e intensidad,que sólo dos días después tenía los planos de todo el edificio.Desde entonces se pensó en un mando de alta experiencia ytemple. Otero, sin embargo, no quiso repetir la historia de laEmbajada. Esta vez iría en persona:

Ese es mi camino. Es el camino que llevo tres años bus-cando.

Fayad quiso rodearlo de los mejores combatientes. Alguiencon la trayectoria de Elvencio Ruiz, por ejemplo, un cuadroprobado en centenares de acciones y comandante, por cierto,de la «fuerza especial» del M-19, la fuerza élite. A su ladopodrían estar «Salvador», un sobreviviente del «Karina», unbarco cargado con armas y hundido por los mismosguerrilleros antes de entregarse. Gerardo Quevedo, uno delos hombres menos conocido pero más importantes del M-19por su papel en las finanzas y en el conocimiento estratégicode la clase dirigente. Y, desde el punto de vista militar, muyimportante podía ser el joven Ariel Sánchez. Todo el comandoera nacido en el departamento del Valle: Otero en Cali, lomismo que Elvencio y Ariel, Quevedo en Buga y «Salvador»en Tuluá. El mando supremo, Fayad, era también valluno, deCartago, y la «compañía» que habría de realizar el ataque,compuesta por dos «pelotones» con seis «escuadras», recibióel nombre de «Iván Marino Ospina», en homenaje al líderguerrillero recientemente abatido por las fuerzas militares enla ciudad de Cali. Si culminaban la operación con éxito, losguerrilleros no tomarían un avión al extranjero. Una partepediría su traslado a las montañas del Cauca, y otra, increíble,al barrio Siloé, en la capital del Valle.

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Poco a poco, las ideas se fueron decantando. «Salvador»quedó como emergente en caso de que Otero no pudiera entraren acción, y a Quevedo se le relevó por la prioridad de otrasfunciones. Se consideró el ingreso de Andrés Almarales, elmás curtido en asuntos de política y negociación de toda laorganización, y de Alfonso Jacquin, un abogado fundamentalpara la parte jurídica que reivindicaba el operativo y experto,además, en artillería.

Elvencio tomó en alquiler una casa del barrio Chapineroque empezó a funcionar como sede del «Estado Mayor»encargado de la operación. En las primeras reuniones seseleccionó al personal que habría de participar, teniendo encuenta «su condición humana», «su forma de ser y comportarsecomo M-19», pero también sus cualidades militares y políticas.De esta manera se vincularon al proyecto combatientes con laexperiencia rural de Yarumales, diestros para la construcciónde trincheras e indicados para la «defensa de montaña».Enterrados en el sótano y en el mármol del primer piso, ellosserían la primera línea de defensa en el Palacio de Justicia.

Se escogieron, igualmente, guerrilleros urbanos con expe-riencia en la construcción de barricadas para constituir lasegunda línea de defensa, denominada «defensa de ciudad», yfrancotiradores expertos con la capacidad suficiente paradefender un edificio. Se convocó, también, a los guerrillerosque intentaron tomarse el Batallón Cisneros de Armeniamimetizándose en la noche. Se les llamó «los invisibles» y sumisión era camuflarse en la azotea para derribar cualquierintento de retoma por el aire. Se vinculó a un ingeniero expertoen explosivos y a los demás guerrilleros se les llamó de acuerdocon funciones específicas: comunicaciones, logística,enfermería, e incluso una periodista. Para todos ellos, respon-der al llamado de la organización no era un deber, era un honor.

Cuando la realización de la toma se frustró para el mes deoctubre, los guerrilleros decidieron trasladar su sitio de

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concentración a la Calle 6ª. Sur, número 8-42 del barrio CalvoSur, a sólo un kilómetro del Palacio de Justicia. Una vez másElvencio Ruiz y su compañera. Clara Enciso, fueron encar-gados del alquiler. En ese sitio 28 insurgentes durmieron porúltima vez en su vida. Los demás se hallaban concentradosen sus propias casas o en un pequeño apartamento del nortede Bogotá.

2. ¿Cuántos guerrilleros participaron?Es difícil asegurar, con exactitud, cuántos guerrilleros

participaron en el asalto al Palacio de Justicia. Por esa razón,los cálculos han sido ignorados u omitidos por la mayoría deautores que ha escrito acerca del asunto. El Tribunal Especialde Investigación, un organismo creado por el presidente de larepública para adelantar las investigaciones iniciales acercade los hechos, incurrió en contradicciones al intentar establecerla cantidad precisa de asaltantes. Otros autores se han limitadoa presentar la cifra de 42 combatientes reconocida por el M-19, sin preocuparse por establecer en detalle sus nombres o lacomposición de los comandos. El Coronel Plazas Vega, porsu parte, menciona un total de 48 insurgentes, más 5 que nolograron entrar a tiempo.

¿Cuál es la fuente más apropiada para determinar elnúmero correcto de asaltantes? Sin duda, el propio M-19.Debido al desenlace y resultado del asalto, sólo la organizaciónque decidió la operación puede resolver la incógnita. Pero, alrespecto, existen tres huellas contradictorias.

La primera, es el llamado «Plan de Maniobra» del grupoinsurgente. Se trata de un escrito hallado por la Fuerza Públicaen la calle 6a. sur número 8-42 de Bogotá. El documento fuequizá el primer borrador de planeación general que discutieronlos guerrilleros que habrían de participar en el asalto y algunasde sus páginas cayeron en poder de la SIJIN gracias a unallanamiento realizado en el momento en que culminaban

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Pelotón 1Escuadra 1Escuadra 2Escuadra 3Escuadra 4Pelotón 2ComandanteEscuadra 1Escuadra 2

TOTAL

TribunalEspecial deInstrucción

Fuente: Plan demaniobra M-19

226646

18198

40

Olga BeharFuente: Clara

Enciso

7645

Menciona solo6 nombres

Menciona solo8 nombres

?

RamónJimeno

Fuente: ClaraEnciso y Plan deManiobra M-19

237646

19199

42

Álvaro Fayad

7

42

los hechos. La limitante de esta fuente reside en que no seconoce, a ciencia cierta, el momento de su elaboración, aunqueno se descarta que haya sido escrita mucho antes de los hechosy, por consiguiente, modificada sobre la marcha. Los nombresde algunos guerrilleros que aparecen en el «plan de maniobra»,por ejemplo, no son nunca mencionados por la únicasobreviviente. En su lugar, otros nombres o seudónimos porella relacionados, no aparecen en parte alguna.

La segunda fuente, como se advierte, es la guerrillerasobreviviente. Ella, hasta la fecha, ha sido entrevistada porOlga Behar y Ramón Jimeno para la redacción de susrespectivos libros. Sin embargo, en ninguno de los casos laguerrillera parece precisar el número total de asaltantes y sudisposición operativa. Ambos autores no logran un acuerdoen la materia que nos interesa y contradicen al TribunalEspecial en el mejor de sus cálculos.

La tercera fuente es una entrevista concedida por ÁlvaroFayad luego de los hechos. Esta fuente sólo precisa el númerode combatientes destinados originalmente para la acción: 42,y la cantidad de ellos que no pudieron ingresar al Palacio porfallas de coordinación en el último momento: 7.

A efecto de contrastar las versiones disponibles, un cuadrosinóptico puede resultar de gran ayuda.

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Probablemente, el cálculo es más fácil hacerlo a través deldesplazamiento de los guerrilleros al Palacio de Justicia. Sumovilización se realizó desde la casa de concentración en tresvehículos: la «vanguardia», el «grueso» y la «retaguardia». LaEscuadra 1 del primer pelotón se movilizó en dos automóviles,conducidos por militantes del M-19 que no tomaron parte enel asalto. La Escuadra 4 del primer pelotón, que ingresó vestidade civil y en forma anticipada al Palacio de Justicia, se movilizópor sus propios medios:

Como se observa, la coincidencia de las fuentes es mayor.La única discrepancia aparece con respecto al Vehículo 1, entreel Tribunal Especial de Instrucción y Olga Behar. La razón lecorresponde a esta última. Con absoluto conocimiento, sufuente, Clara Enciso, es enfática en identificar a los seisocupantes del vehículo de vanguardia.

Restaría por aclarar, entonces, cuántos fueron en definitivalos miembros de la Escuadra 4, que ingresó por anticipado alPalacio de Justicia. Al respecto no queda duda, por simple

Vehículo 1:«Vanguardia»Vehículo 2:«Grueso»Vehículo 3:»Retaguardia»Vehículos deapoyo«Escuadra 1»Movilizaciónpropia»Escuadra 4"

TOTAL

TribunalEspecial deInstrucción

Fuente: Plan demaniobra M-19

4

14

10

7

7

42

Olga BeharFuente: Clara

Enciso

6

14

10

7

?

?

RamónJimeno

Fuente: ClaraEnciso y Plan deManiobra M-19

28

7

7

42

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operación matemática es factible concluir que se trata de 5. Yen efecto, ellos fueron vistos y descritos por diferentes testigos:«Aldo», seudónimo de Alfonso Jacquin, «Mariana» o «Doris»,seudónimos de Irma Franco, «Natalia», «Roque» y «Pilar».Todos ellos mencionados, también, por Clara Enciso yreconocidos por el Tribunal Especial como los únicos quefueron destacados por la guerrilla al interior del Palacio.

3. ¿Fue posible identificar a los insurgentes?El incendio del Palacio, que calcinó un buen número de

los cadáveres registrados en el asalto, la forma como éstosfueron recolectados y confundidos en sus respectivoslevantamientos, así como la inhumación en fosa común a quefueron sometidos, no ha permitido hasta el momentoestablecer la identidad de quienes ingresaron por parte del M-19 al Palacio de Justicia.

Aunque el Tribunal Especial de Instrucción aportó unlistado de 15 guerrilleros muertos e identificados, posterioresinvestigaciones y hechos permitieron establecer lo inexactodel listado.

Con base en el «plan de maniobra» del M-19 y de acuerdocon las declaraciones de Clara Enciso, el más exacto listadode los rebeldes participantes en la operación es el siguiente:

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Escuadra 1

Escuadra 2

Escuadra 3

Escuadra 4

LázaroAbrahamLevyDianaMarioMateoNN. MasculinoChuchoAndrésWilliamNohoraPedroMarcelaPachoBernardoIsmaelEstebanAldoRoqueNataliaMarianaPilar

No ingresaron al PalacioNunca se estableció su identidad

Guillermo Elvencio Ruiz G.

Ariel Sánchez

Diógenes Benavides MartinelliAlfonso Jacquin Gutiérrez

Irma Franco Pineda (Desaparecida)

Destacamento Seudónimo Nombre Real - Observaciones

PELOTÓN 1

Escuadra 1

Escuadra 2

Lucho (Jaime)

Adán

Eduardo Iris

Antonio Iris

Fabio

CamiloPatriciaMichel

PaulaBetty (Enfermera)AndrésCésarOrlando

Juan

Jorge

ClaudiaProfe o MiguelitoMonoCarlitosNN. Masculino(Ángel)

Luís Otero Cifuentes

Noralba GarcíaAndrés Almarales Manga

Clara Helena Enciso H. (Sobreviviente)

PELOTÓN 2

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Como dato curioso, puede agregarse que en el operativoparticipaban cinco parejas: Ariel Sánchez (Pacho) e IrmaFranco (Mariana); Guillermo Elvencio Ruiz (Chucho) y ClaraHelena Enciso (Claudia), «Abraham» (quien no entró) y«Natalia», «Fabio» y «Nohora», «Lázaro» (quien tampocoentró) y «Pilar» (quien ingresó de civil).

Los miembros de las Escuadras 2 y tres del primer pelotóny los miembros del segundo pelotón, salieron todos unifor-mados. Las excepciones fueron: Elvencio Ruiz y «Andrés»,Luís Otero y «Paula», Ariel Sánchez y «César». ¿La razón?Ocupaban las cabinas de los vehículos en los cuales sedesplazaron al Palacio.

4. ¿Cuál fue el armamento utilizado por el M-19?La respuesta es sencilla pero incompleta. Los datos más

importantes se encuentran en el «plan de maniobra» y en elinforme del Tribunal Especial de Instrucción. Las armasutilizadas, según el informe que sobre «incautación de materialde guerra» rindió un oficial militar de inteligencia, fueron lassiguientes:

2 Fusiles ametralladores Galil6 Fusiles automáticos Galil4 Fusiles automáticos M-164 Fusiles automáticos FAL M-638 Fusiles semiautomáticos Colt AR-154 Subametralladoras automáticas UZI1 Subametralladora automática Madsen1 Subametralladora automática Thompson1 Subametralladora automática Ingram.

De acuerdo con los documentos incautados al M-19, sibien las armas señaladas por la inteligencia militar puedenfigurar entre aquellas que la guerrilla designa como «fusiles»

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o «metras», existen algunas otras cuya relación no aparecedetallada en los informes e investigaciones judiciales:

2 Carabinas UZI1 Escopeta

Al menos 5 armas cortas: revólveres y pistolas, correspon-dientes a los integrantes de la Escuadra 4. No obstante, ClaraEnciso afirmaría que casi todos los guerrilleros, además dearma larga, llevaban una corta al cinto.

Los guerrilleros emplearon, además:

3 Granadas de humo13 Granadas de fragmentación2 Bombas Kleymor

Una cantidad no calculada de explosivos de fabricaciónno industrial a base de dinamita y miles de proyectiles paracada tipo de arma.

En la dotación de los combatientes figuraban, igualmente,equipos de comunicación «yaesu», y walkietalkies; una cámarade video, cassettes para la misma y batería; lentes y máscarasantigases, linternas, pilas, raciones de campaña y equipos deenfermería y aseo.

La mayoría de las armas, según parece, fueron trasladadasdesde los frentes rurales del sur del país. Dos de los fusilesFAL, de fabricación belga, pertenecieron a las FuerzasArmadas de Venezuela, quien los donó en su momento a lossandinistas de Nicaragua. Dos de los fusiles M-16 fueronvendidos en 1976 por la firma fabricante a la Guardia Nacionalde Somoza, el dictador de Nicaragua, y al menos dos de losseis fusiles Galil pertenecieron a la Escuela de EntrenamientoBásico de Infantería de la Nicaragua somocista. Algunasarmas, al parecer, fueron hurtadas en Ecuador con la par-

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ticipación del grupo guerrillero de ese país, «Alfaro Vive,¡Carajo!». Otras armas y fundamentalmente las granadas y lamunición, se consiguieron en el mercado negro de Colombiay el exterior. La dinamita fue hurtada días antes en canterasde Zipaquirá

5. ¿Cómo se movilizaron los guerrilleros?Las acciones para el asalto al Palacio de Justicia no

empezaron a las 11:30 de aquel fatídico 6 de noviembre. Desdetempranas horas de la mañana, dos pequeños comandosdeambulaban por las calles bogotanas iniciando el «PlanGeneral de Operaciones». Su labor era en apariencia insigni-ficante en relación con lo que habría de suceder poco después,pero no por ello podría desconocerse su carácter vital en elproyecto general del hecho. Iban en busca de dos vehículosadecuados para transportar el número necesario de insurgentessin despertar sospechas y, uno de ellos, con la resistencia ofortaleza necesarias para romper el separador metálico que,en la portería del sótano, controlaba el ingreso vehicular alparqueadero del Palacio de Justicia.

El primero de los automotores -una Ford 350, Modelo 61,de placas AM 3967- reunía óptimamente las condicionesexigidas. Fue contratado aproximadamente a las 7:30 de lamañana por una pareja de jóvenes con el pretexto de trans-portar algunos muebles entre los Barrios San Miguel y PabloVI. Su conductor, Augusto Martínez Rincón, no sospechóque minutos después lo despojaran de él, y mucho menos quehacia el filo del medio día su vehículo fuera utilizado en elcombate guerrillero urbano más feroz y sangriento de lahistoria contemporánea de Colombia. Minutos más tarde, tresmilitantes del M-19 recibieron a Martínez en calidad de«custodia». Lo acompañaron durante dos horas y lo dejaronlibre a eso de las once, cancelándole el valor acordado en elcontrato de transporte.

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El otro automotor, una camioneta Ford Modelo 70, tipopasajeros, de color azul y placas AP 1067, cubría sin permisodel INTRA una ruta entre «Los Laches» y «San Victorino».Era conducida desde mes y medio atrás por César AlejandroGarzón Amado, quien recibía por tal labor un 30 por cientodel balance diario. Esa misma mañana, en el primer viaje,observó Garzón con satisfacción cómo se completaba el cupopara iniciar la ruta. Pero, a la altura de la calle 13 con carrera17, los tres últimos pasajeros -dos hombres y una mujer- loencañonaron obligándolo a dirigirse hasta el Barrio SanAntonio. Allí permaneció durante una larga hora acompañadopor dos de sus misteriosos pasajeros, mientras el tercerodesaparecía con la camioneta.

Fue ésta la forma como el grupo rebelde obtuvo dos de losvehículos en que los asaltantes se movilizaron hasta el Palaciode Justicia. El tercero, un Chevrolet, modelo 1958, de placasSB 6671, fue comprado meses atrás por una guerrillera a supropietario, Saúl Hernández, por la suma de 750 mil pesos.

De acuerdo con el plan de maniobra, el grupo guerrillerose desplazaría de tres formas hacia su objetivo:

1. A través de sus propios medios y de manera anticipada,como ocurrió con la Escuadra al mando de Alfonso Jacquin.

2. Utilizando los dos vehículos hurtados en la mañana delasalto y un tercero adquirido previamente por la organiza-ción insurgente.

3. Acudiendo al transporte de dos antiguos militantes del M-19: el «flaco Carvajal» y el «viejo», quienes trasladarían ala Escuadra 1 del primer pelotón, al mando de Lázaro,hasta la esquina del Palacio de Justicia.

Según la planeación hecha por el M-19, el orden inicial demarcha para los automotores fue el siguiente: en primer lugar,

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la camioneta Ford de pasajeros hurtada a Alejandro Garzóny conducida por Elvencio Ruiz como «vanguardia». Su misiónconsistía en cubrir el traslado e ingreso de los vehículosrestantes al Palacio de Justicia. La camioneta era seguida decerca por el camión Ford 350, que transportaba al grueso delos combatientes comandados por Luís Otero. Finalmentecerraba la fila el camión de retaguardia, comprado por el M-19 y conducido ahora por Ariel Sánchez.

Para penetrar al parqueadero, «el orden inicial de aproxi-mación al objetivo» se alteraba. El micro de pasajeros sedetenía con la misión de abrir fuego hacia el sur, contra lacaseta de vigilancia, en tanto Nohora y Pedro se disponían acerrar la puerta del sótano actuando como contención. Deinmediato, el Ford 350 se abría paso y sus ocupantes se con-vertían en vanguardia encabezando la invasión al Palacio deJusticia desde el sótano. Su misión era ingresar por la escaleraprincipal del flanco sur y derrotar toda resistencia hastaalcanzar el cuarto piso; su objetivo era la presidencia de laCorte.

En forma simultánea tenía que ingresar por la puertaprincipal el comando de siete insurgentes al mando de Lázaro,con el propósito de tomar a dos fuegos la vigilancia queretrocediera desde el sótano y doblegar toda resistencia en elprimer piso, cerrando la puerta principal del Palacio. Sushombres se distribuirían después en las «líneas de defensa» delos flancos norte, oriental y sur.

Los guerrilleros que entraron de civil, encabezados porJacquin, tenían como función concentrar el un solo lugar atodos los presentes en el primer piso del Palacio. Luego, allado de algunos hombres de «Lázaro», coparían el segundopiso y tomarían como rehén al consejero Jaime BetancurCuartas, hermano del presidente de la república.

El vehículo de retaguardia, el viejo camión de placas SB6671, entraba tras el «grueso» y sus ocupantes tenían como

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objetivo penetrar por la escalera del norte y dividirse hacia elcontrol de los flancos norte y oriental del edificio. Logradoello, se controlaría el tercer piso con refuerzos de las escuadrasde «Lázaro» y «Aldo», de donde saldría, también, el grupo de«defensa» sobre la azotea.

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* II *

LA OPERACIÓN POR DENTRO

1. ¿Cómo se inició la «toma»?El 5 de Noviembre de 1985, el M-19 reafirmaba sus

actividades en función de la toma. Irma Franco, quien habíatrabado amistad con la doctora Mercedes Mendoza, hacién-dose llamar «Dora Jiménez», llegó ese día a su despacho enhoras de la tarde sin un propósito aparente. En primer término,su conversación giró en torno a temas intrascendentes; solicitóen préstamo a su amiga un libro sobre policía judicial ycomentó de pronto su amistad con un abogado interesado enprovidencias del Consejo de Estado sobre «fallas del servicio».

«Me gustaría presentárselo –dijo- para que le ayude aconseguir algunas copias de los fallos».

Mercedes Mendoza, secretaria del consejero EduardoSuescún Monroy, se mostró gustosa de atenderlo en elmomento en que así lo deseare. Con su afirmativa inocente,los primeros guerrilleros tuvieron una coartada perfecta paraingresar vestidos de civil al Palacio de Justicia.

En efecto, al día siguiente «Dora Jiménez» llamó tempranoa confirmar la cita, y al rededor de las once llegó a las oficinasacompañada de su amigo abogado. Según los testimonios,era un hombre alto, moreno, un poco canoso, con aspectocosteño y de aproximadamente 40 años. Saludó amablementee intervino con talante de litigante. Estaba interesado en eltema «falla en el servicio» y concretamente en la figura«Violación directa de la Ley». Por esa razón quería consultarlas diligencias tramitadas con motivo del derrumbe de unpuente en Quebrada Blanca.

La doctora Mendoza Maldonado accedió a prestar suayuda conforme era su promesa y se dirigió con sus acom-

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pañantes a la secretaría. Parece ser que pasaron en algúnmomento a la oficina del consejero de Estado CarmeloCayetano Martínez, en cuyo despacho se tramitaba un recursode anulación interpuesto por el Ministerio de Obras en elmismo proceso, pero, al no encontrarlo, y mientras DoraJiménez determinaba esperar en la cafetería, el abogado y ladoctora Mendoza decidieron retornar a la Secretaría de laSección Tercera.

En esta oficina, demarcada en la nomenclatura del Palaciocon el número 115, le fue facilitado al abogado visitante eltomo con la sentencia de «Quebrada Blanca». Cinco minutosdespués, al despedirse su acompañante, el jurista pidió prestadoel teléfono y, luego de colgar su auricular tras una brevellamada, recibió el «santo y seña» de un joven que entraba enese instante:

«Hola, ¿cómo estás?» -se saludaron mutuamente-.

Y acto seguido el abogado preguntó:

«¿Cómo están tu suegra, tu señora y los niños?»

«Bien, contestó el joven, ya están en finca».

En ese momento un impacto sordo se escuchó desde elsótano. La barrera del parqueadero acababa de ser vencidapor la fuerza en movimiento de un viejo camión Ford 350,modelo 61. En adelante todo fue instantáneo y al unísono: laruptura de la barrera, la balacera impresionante, el estupor delos empleados... Y, al lado de ellos, el abogado y el joven, quegritaron desenfundando las armas:

«Tírense al suelo, no va a pasarles nada. Esta es una tomadel M-19».

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Las mujeres, con un miedo gigante cercenando sus oídos,no alcanzaron a escuchar las voces de advertencia. Asustadas,corrieron atropelladamente a esconderse en el baño sin quelos guerrilleros tuvieran reacción alguna. Toda la oficina habíasido escogida en la planificación del M-19 como la másadecuada para concentrar todas las personas presentes en elsótano y en el primer piso del Palacio.

El abogado era Alfonso Jacquin Gutiérrez, un barran-quillero, miembro del Comando Superior del M-19. El joven,su segundo en la «escuadra»: Roque. La «suegra», el «grueso»del destacamento, al mando de Luís Otero que entraba alparqueadero del Palacio. La «señora» y los «niños», los auto-motores de «vanguardia» y «retaguardia» en que se moviliza-ban los asaltantes del M-19. La «finca», la carrera octava,metros antes de la entrada vehicular al Palacio de Justicia.

En un principio, mientras Jacquin se instalaba en la oficina115, dos mujeres jóvenes llegaron también a la oficina 117.Allí funcionaba la Secretaría General del Consejo de Estado.Se identificaron como estudiantes de derecho y pidieron parasu análisis un expediente electoral. Gilberto Sánchez,notificador de la oficina, les facilitó un expediente fallado, elcual las muchachas se sentaron a leer cerca del mostrador.

Una de ellas resultó conocida del Secretario del Consejo,Dr. Darío Quiñónez Penilla. Era la «hermana del Dr. JorgeFranco Pineda», la misma Irma Franco. Con ella cruzó saludoy algunas palabras al ingresar a su oficina, más o menos a las11:30 de la mañana. Por ello su asombro fue mayúsculo aldescubrir que sólo cinco minutos después estaba encaño-nándolo:

«Tírense al suelo, somos del M-19».

Abajo, por los lados del sótano, se acababan de escucharlos primeros disparos. De inmediato las detonaciones se

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intensificaron al ritmo de los primeros gritos guerrilleros queempezaban a ahogar su nerviosismo con las consignas delcombate:

«¡Viva Colombia!», «¡Viva el M-19!».

Natalia y Mariana, las dos jóvenes que se presentaron comoestudiantes de derecho, respondieron ajustando la puerta deingreso a la oficina:

«¡Presente y Combatiendo!».

Pilar, el quinto miembro de la escuadra de Jacquin fue vistapor varios testigos en la cafetería: desenfundó un armasegundos después de escucharse las primeras detonaciones, ygritó como todos.

«¡Viva Colombia!», «¡Viva el M-19!».

Si tenemos en cuenta la cantidad de guerrilleros que logróparticipar en el asalto al Palacio de Justicia, la séptima partede la «Compañía Iván Marino Ospina», ya estaba adentroantes de iniciarse el estruendoso operativo.

2. ¿Quiénes fueron las primeras víctimas?Es difícil precisar la hora. Once y treinta dicen los magis-

trados del Tribunal Especial; once y cuarenta el Procurador;once y treinta y cinco el General Vega Uribe, mientras latotalidad de los testigos se dividen en sus opiniones. Lo indis-cutible es que la barrera metálica de la portería del parquea-dero, que separaba prácticamente el sótano de la carreraoctava, fue reventada por los vehículos de asalto con el M-19a bordo. Ese primer ruido, mezcla de colisión, ráfagas de fusily estallidos de granada, quedó grabado por siempre en elrecuerdo de los sobrevivientes.

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La toma del Palacio de Justicia, una gigantesca mole cons-truida sin ventanas, con apenas dos entradas y cuya construc-ción se había realizado «en medio de una fuerte polémica sobresi sus líneas destruían o no la armonía colonial de la históricaPlaza de Bolívar; se inició por los guerrilleros del M-19 a sangrey fuego.

No fue realmente fácil como creen algunos autores. Laresistencia de los vigilantes, aunque en terrible desventaja, fuetenaz y heroica. Un primer elemento es indicativo de laresistencia que valerosamente presentaron los vigilantes contrala invasión del M-19: la guerrilla tuvo que utilizar una granadade fragmentación para eliminar su respuesta.

Los primeros en caer abatidos fueron, entonces, GerardoDíaz Arbelaez y Eulogio Blanco, los vigilantes contratadospor la empresa «Cobasec» para prestar servicio en el Palaciode Justicia. Blanco recibió tres heridas, una de ellas porproyectil disparado por un fusil M-16 y otra, fragmentos degranada que le destrozaron el tórax. Díaz Arbelaez, según suautopsia, falleció por anemia aguda ante lesión de vasosilíacos. Esquirlas de instrumento explosivo penetraron por lacara anterior de su cadera derecha, para salir por cuatro sitiosdiferentes en sus extremidades.

En esta primera fase de la confrontación, la guerrilla delM-19 llevó la iniciativa militar siguiendo el esquema normalde un grupo que busca el control de los sitios más estratégicossobre una edificación. Se trataba de una ofensiva para elcontrol de espacios importantes desde el punto de vista militar.Su misión: conquistar en el mínimo de tiempo y sin bajas losobjetivos perseguidos.

La tercera víctima, dicen Tribunal de Instrucción y Procu-rador, fue un hombre desarmado. Varios testigos lo vieronpasar por la cafetería y dirigirse al sótano segundo antes delacontecimiento; luego lo observaron desandando angustiosa-mente su camino. «Al pisar no sabía que de la tierra ciega

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emanaba el día ardiente de pasos en su búsqueda»1. Unproyectil rozó su región lumbar derecha, otro lesionó su brazoen el mismo costado y un tercero lo alcanzó en el tóraxpropinándole la muerte. Era Jorge Tadeo Mayo Castro, admi-nistrador del edificio por cuyo dominio disparaba el M-19. Alcaer, buscaba al parecer refugio en el bronce de José IgnacioMárquez, una estatua que pasó a ser testigo de la violentahistoria colombiana.

Para los investigadores del Tribunal Especial, Mayo Castrofue ultimado por el M-19 cuando trataba de escapar. Lagravedad y sentido más reprobable del acto, afirman losmagistrados, es que «ningún peligro representaba para losatacantes»: no portaba armas ni había asumido una actitudbeligerante.

Por su parte, para el procurador Carlos Jiménez Gómez,las tres víctimas iniciales del fuego guerrillero, fueron precisa-mente los celadores arriba mencionados y el administradordel edificio.

Sin embargo, surgen algunas dudas:Si Jorge Tadeo Mayo intentaba escapar del alcance guerri-

llero desplazándose hacia la plazoleta del primer piso,quedaban atrás las escuadras insurgentes que recién entrabandesde el sótano. Aquí surge el primer interrogante: ¿por quérecibió entonces de frente su mortal herida? Según lanecropsia, el proyectil entró por el quinto espacio intercostalizquierdo y se alojó finalmente en el noveno del costadoderecho con una trayectoria «antero-posterior».

Pero allí no terminan las cábalas. El estudio balísticoconcluyó que el proyectil homicida había sido disparado poruna «pistola calibre 9 m.m», y ocurre que, tanto en el «plan demaniobra» escrito por el M-19, como en la relación de armasincautadas por la XIII Brigada tras la toma, no existe referencia

1 De Pablo Neruda: «El abandonado»

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alguna sobre el porte de esta clase de armas por parte de losguerrilleros. La única pistola hallada entre el armamentosubversivo, era una «Star Calibre 7.65». Y, corroborando loanterior, el Departamento de Criminalística y su Laboratoriode Balística en el Instituto de Medicina Legal, dictaminaronel 8 de Mayo de 1.986 que el proyectil en alusión no habíasido disparado tampoco por las subametralladoras 9 m.m. delM-19.

Una tercera razón para dudar acerca de la autoría de esteasesinato por el M-19, pasa a ser entonces la aludida por elTribunal: el occiso no representaba ningún peligro para susobjetivos.

¿Fue Jorge Tadeo Mayo víctima del fuego cruzado que seinició de inmediato entre quienes intentaban defender elPalacio de Justicia contra quienes lo asaltaban? ¿Existióprecipitud al disparársele, o, posiblemente confundido comoguerrillero por la dirección que traían sus pasos, recibió ladescarga? Tal vez hoy sea imposible responder a ésta pregunta.Se sabe simplemente que, entre la dotación oficial de losagentes del DAS, designados ese día como escoltas de losmagistrados y consejeros de estado, figura la pistola MP-5,Calibre 9 m.m. de fabricación alemana, producida por lamisma fábrica que construye y vende al ejército los fusiles G-3, Heckler and Koch GMBH. Pero ello no da tampoco motivoa una conclusión certera. Lo único irrefutable, sea quien seael autor de su homicidio, es concluir que su muerte no fue encombate y que con él empezaron a rodar por el suelo losConvenios de Ginebra.

Efectivamente, tras el primer embate guerrillero, la res-puesta por parte de la vigilancia no se hizo esperar. Dossobrevivientes del sótano se unieron a otros tres celadoresiniciando todos la resistencia en el primer piso. Con ellos separapetaron también algunas escoltas de los magistrados queintentaron cortar el ingreso de los guerrilleros. El enfren-

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tamiento fue absolutamente desigual. Las escuadras de Oteroy Almarales ascendían por las escaleras armadas con fusiles,subametralladoras y granadas. La seguridad del Palacio y losescoltas se defendían con revólveres, pistolas y escopetascalibre 16 de una sola carga. No obstante, en medio de suinferioridad, agravada por el carácter sorpresivo del asalto, laprimera pérdida humana le fue infringida al M-19 por losvigilantes. Este es un hecho procesalmente probado.

En esta misma refriega, un guerrillero resultó gravementeherido en la cabeza, conforme pudieron observarlo despuésalgunos escasos testigos. El Tribunal de Instrucción aduce,igualmente, que en esta «brevísima contienda apareció muertala enfermera del M-19. Alguien parece recordar que cuandoun herido clamaba sus servicios, otro le contestó a gritos queestaba «muerta». Ella respondía al nombre de Noralba García,una enfermera de la «Fundación Santa Fe» que renunció alempleo para participar en el asalto. Sin embargo, su nombreno aparece, como el de Dora Jiménez, ni entre los guerrillerosabatidos e identificados, ni entre aquellos cuya participaciónfue detectada por la inteligencia de la XIII Brigada. Sólo elInforme del Procurador nos da razón de ella, aunque el Tribu-nal Especial, utilizando similares fuentes, lo omite.

En esta primera fase de las acciones, según algunos testigos,llamó la atención que los vigilantes no hubiesen recibido unrefuerzo más decidido por parte de los escoltas de losmagistrados. Hubo casos, como el de Ananías BohórquezTriviño quien, al escuchar el primer disparo en el sótano, serefugió debajo de un vehículo despojándose con rapidez delrevólver y del documento de identificación como agente.

3. ¿Cómo se inició el enfrentamiento con la fuerza pública?A Jorge Tadeo Mayo lo vieron correr sin esperanza. Era

algo extraño, pero ese día se supo que su temor lo expresabacon las piernas. Ni siquiera gritó. Lo vieron correr, correr

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simplemente, salir de la cafetería hacia la plazoleta y seguirhacia el centro. Su instinto de funcionario le negó la puertade salida. Corrió hacia el fondo, hasta una columna. Se recostópor la espalda y lo vieron caer lentamente, «como sentado».Algo de su muerte recordó al Coronel Aureliano Buendía:«metió la cabeza entre los hombros, como un pollito, y sequedó inmóvil...».

Por el mismo trayecto de su retirada se cruzaron infinidadde disparos. El más valeroso de los vigilantes, José VicenteOrdóñez, enfrentó con su revólver a un guerrillero armado deGalil. Al quedarse sin balas, alcanzó a sacar el extractor parareemplazar parcialmente las vainillas por nuevos proyectiles.Disparó al guerrillero e inició carrera hacia el segundo piso.Sobre el camino los engañó; en vez de seguir, se refugió en uncuarto de aseo situado sobre el descanso de la escalera. Cerróla puerta y cargó el revólver de nuevo. Le restaban ocho tirosy una espera de seis horas para su rescate.

Simultáneamente, por los cuatro costados de la Plaza deBolívar empezaron a brotar los contrincantes del M-19. ElTribunal Especial informa, por ejemplo, la acción de un agentede la policía que, destacado en la zona bancaria adyacente alparqueadero, acudió presuroso a responder el fuego que desdeel Palacio hacían los guerrilleros.

No obstante, otras piezas sumariales nos ofrecen relatosdiferentes. Sobre la esquina de la calle 13 con carrera 8a., seencontraba el subteniente José Rómulo Fonseca con dos agentesa su cargo. Desde allí, su vista de águila le permitió divisar a unindividuo que tomaba posición de francotirador en el segundopiso del Palacio. Avanzó hacia la calle 12 en busca del deber, yallí se les unió un civil: Jorge Arturo Sarria Cobo, a quien habíaconocido días antes en la persecución a un raponero.

El subteniente, los dos agentes y Sarria, decidieron des-plazarse hasta la calle 7a. para eludir el persistente accionardel extraño francotirador. Una vez allí, optaron por saltar la

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valla de zinc que sobre la calle 12 separaba provisionalmenteel área norte del Palacio -todavía en construcción- y la víapública. El subteniente Fonseca Intentaba encabezar unapenetración al recinto judicial cuando quedó atrapado en lamirilla de fusiles guerrilleros atrincherados en el parqueadero.Fue el primer uniformado en saber lo que ocurría y tambiénel primero de ellos en caer. Un proyectil le destrozó el tórax;le interesó el pulmón izquierdo, la aorta ascendente pulmonary perforó el pericardio. En su trayectoria de salida, el proyectille fracturó el cuerpo vertebral y dos arcos costales.

Persuadidos de las dificultades, Sarria Cobo y sus acom-pañantes decidieron abandonar la tentativa y retornar hacia lacalle 8ª. Tocaban la acera cuando un angustiado padre de familiales gritó señalando con insistencia un jeep de color rojo:

«¡Allá están mis dos niñas..!.». «¡Mis hijas, mis hijas...!»,repetía.

Era imposible acercarse, pero un agente se atrevió a hacerloresultando herido en el intento. No se sabe en qué magnitud,antes o después de su faena, porque según el testimonio deGladis María Rozo, fue un agente de policía herido quienrescató a las niñas del fuego cruzado, las sacó del jeep y lasentregó para custodia en una oficina de abogados sobre lacarrera 8a., número 11-39. En este agente se cruzaron el heroís-mo y el más elevado sentimiento humano. Solo que, al final,herido en la cabeza y en el hombro, se constituyó también enmateria de rescate.

Protegido contra el jeep, alguien de la cruz roja procuróacercársele pero, a pesar de su insignia, el fuego desde elPalacio le frustró su meta. Fueron largos los minutos necesa-rios para culminar felizmente el objetivo, cuyas variantesdramáticas quedaron grabadas para la posteridad en filma-ciones y fotografías.

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Enigmático resultó, por otra parte, el primer miembro dela Fuerza Militar que buscó penetrar al edificio. Según elperiodista Hernando Correa Peraza, un soldado de la GuardiaPresidencial logró ingresar al Palacio de Justicia por la puertagrande.

«Unos cinco minutos después apareció de nuevo con suuniforme desordenado... Estuvo unos instantes sobre lasgradas y volvió a entrar».

Aunque esta vez se demoró menos, tardó lo suficiente comopara colocar en vilo a oficiales y periodistas asombrados porsu arrojo. La investigación supo después que la madre delsoldado trabajaba como ascensorista en el Palacio y éste entródesesperado y dispuesto a dar la vida para encontrarla.

A estas alturas, ya la irrupción de la guerrilla por los sótanosdel Palacio de Justicia era una noticia desparramada por todoslos rincones de la tierra. En Madrid - España, EduardoRodríguez reivindicó para el M-19 el audaz golpe, mientrasdecenas de casetes y comunicados llegaban a los medios deinformación. Los teléfonos del Palacio de Justicia timbrabanazarosamente en busca de noticias y entrevistas. La acciónvaticinada por «Oscar», uno de los comandantes másreconocidos del M-19, tras el fracaso del secuestro intentadocontra General Rafael Samudio, comandante del Ejército, eraya una realidad.

4. ¿Por qué la «toma» se convirtió en desastre para el M-19?De la fase ofensiva para ingresar al Palacio de Justicia, el

M-19 debía pasar rápidamente a la consolidación y defensade los espacios conquistados. De acuerdo con el «plan demaniobra», la primera resistencia quedaba vencida con el«aniquilamiento», sometimiento o retirada que se presentóefectivamente por parte de los celadores. Terminaba con ello

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la «primera fase» de la toma. En adelante, la meta era«garantizar el control absoluto del objetivo», combinando las«defensas de montaña y ciudad».

No obstante, desde un principio, la «Compañía IvánMarino Ospina» se resquebrajó por dentro. Su primer incon-veniente serio fue, sin duda, la errada coordinación con laescuadra de «Lázaro y Abraham», que no pudo ingresar alPalacio. «Lázaro» acordó con Luís Otero el sitio por el cuallos vería pasar para iniciar de inmediato su traslado hacia elPalacio. Sin embargo, Otero se confundió, tomó otra calle y«Lázaro» quedó esperándolo. Cuando reaccionó era dema-siado tarde y su «escuadra» llegó al Palacio cuando la acciónentraba en su furor. No pudieron ingresar.

Compuesto por siete combatientes, la escuadra de «Lázaro»tenía como misión el «asalto a la puerta principal» y sudistribución en varias «líneas de defensa». Dada su ausencia,el enfrentamiento contra los vigilantes y escoltas se convirtióen labor de escuadras que tenían como misión el control delos pisos superiores. De hecho, programados para ser enfren-tados a dos fuegos y tomados sorpresivamente por la espaldaen caso de resistencia, los vigilantes encontraron su retaguardialimpia, presentaron un combate mayor al calculado y pudieronsalir disparando por la puerta principal.

Estos acontecimientos ocasionaron otros imprevistos. Laausencia de una escuadra entera creó desconcierto en losplanes y obligó a improvisar. Natalia, por ejemplo, quien deacuerdo con el plan debería ser recogida por Lázaro en laSecretaría General del Consejo de Estado para trasladarse alsector oriental en funciones de defensa, entró en francaconfusión. En medio de la balacera, una y otra vez se escu-charon sus gritos pidiendo la presencia e instrucciones deJacquin y «Roque». «Lázaro», quien debía ingresar por lapuerta principal y doblar inmediatamente a la derecha, teníaque ser reemplazado ahora por guerrilleros procedentes del

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costado occidental. Ellos se encontraban más alejados delflanco correspondiente y se vieron obligados a cruzar sincubrimiento alguno el ancho espacio de la entrada central.Fueron fácil blanco de vigilantes, soldados y agentes que seapostaron por fuera.

Si a todo lo anterior se suman las bajas obtenidas tempra-namente en el combate, es lógico suponer que el «factortiempo» empezó a jugar también un destacado papel en contradel M-19. La velocidad del reloj, pensado matemáticamentepara más hombres y una respuesta menos intensa, dificultó ladefensa en el sótano e impidió el fortalecimiento de todas lasposiciones perseguidas. Un número menor de combatientestenía ahora la pesada misión de acarrear hasta su meta los«medios ingenieros, explosivos y de intendencia», muchos delos cuales -inclusive sacos de arena para construir trincheras-terminaron abandonados a mitad de camino o en el camiónde su transporte.

La instalación de minas y barricadas en la puerta principaly en los pasillos del primer piso se desatendió para lograr amedias el cubrimiento del sótano; sus naves ni siquiera fueroncerradas en los primeros momentos del asalto y la concen-tración de rehenes que se proponían en una sola oficina fuedesechada por completo. El grupo de Lázaro tenía las bombaskleymor con las que pretendían impedir el ingreso de lostanques. Al mismo tiempo, sus hombres eran los encargadosde dirigirse inmediatamente a la oficina del magistrado JaimeBetancur Cuartas, hermano del presidente de la República, ytomarlo como rehén.

Los radios que comunicaban a los guerrilleros dentro yfuera del Palacio de Justicia, nunca funcionaron. En breveslapsos, los guerrilleros intentaron una y otra vez utilizarlossin resultados positivos. Al atardecer del primer día, unmagistrado, Manuel Gaona, intentó infructuosamente colocaralguno en funcionamiento.

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Existen testimonios que aluden a los guerrilleros pregun-tando por el piso o sitio en que se encontraban; estaban aisladosde sus colectivos como incomunicados quedaron desde unluego Otero y Almarales. El guerrillero que debía entregar lasarmas largas a sus compañeros que entraron al Palacio vestidosde civil y con armamento corto, fue muerto en la entrada delsótano y su labor nunca fue cumplida. En el fragor del com-bate, otros guerrilleros se separaron de su grupo, terminaronal lado de otros o en el sitio que en el plan no les correspondía,o simplemente heridos tuvieron que quedarse a la mitad desu destino.

Como los guerrilleros perdieron demasiado tiempo inten-tando controlar el sótano y el primer piso, las escoltas de losmagistrados tuvieron ese mismo tiempo para preparar enalgunos casos cierta oposición interna. Mientras en el cuartopiso, por ejemplo, una parapetada y valerosa resistenciadificultó por instantes el asalto del M-19; en el segundo piso,instantes preciosos fueron aprovechados para trasladar a JaimeBetancur hacia otra oficina incógnita.

La rápida reacción externa coadyuvó a su vez en la debi-lidad de la defensa. La acción de celadores, escoltas y ocasio-nales miembros de la fuerza pública jugó en ese sentido unimportante papel al impedir cualquier instante de calma en elM-19. A las 11:45, el Comando de la Escuela de Artilleríaordenaba ya el desplazamiento del Batallón Guardia Presi-dencial, y antes de las doce una batería se había tomado laplaza con tres pelotones instalados a la altura de la «Casa delFlorero», del Palacio Municipal y del Capitolio Nacional.Comandados respectivamente por el Teniente José VicenteUribe Hernández, el Sargento Sergio Villamizar Quintero yel Capitán Rafael Mejía Roa, estos tres pelotones fueronreforzados poco después por otra batería al mando del CapitánGregorio Rojas Páez.

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Bastante pronto la situación externa estaba controlada porlos militares, y el M-19 tenía que duplicarse para atender losflancos con un asfixiante enfrentamiento interno que aún nodoblegaba. La zona fue desalojada de curiosos y acordonadaen sus alrededores. De acuerdo con la «Cronología del Asaltoa la Corte» suministrada por «El Espectador» en su edicióndel 7 de noviembre, a eso de las doce meridiano, «once agentesdel F-2» intentaban penetrar al sótano «en medio de un fuerteintercambio de disparos». Pero, según las versiones testi-moniales posteriores, no todos aquellos civiles eran agentessecretos. Algunos eran al parecer ciudadanos sorprendidospor los hechos que intentaban abandonar la zona de fuegosintiéndose protegidos por la presencia policiva. Entre ellos,René Acuña Jiménez cayó al intentar el cruce de la Carrera8a., a sólo diez metros de la entrada al parqueadero. Hubotambién quienes, mezclados entre los primeros heridos ytranseúntes, dibujaron la «V» de la victoria con su mano levan-tada en claro mensaje a los francotiradores.

Poco después de las doce horas; valiéndose de manilas oentrando por la periferia ante las dificultades para atravesar laPlaza de Bolívar sin convertirse en blanco para los guerrilleros,las fuerzas militares lograron el control de los sitios estratégicosaledaños al Palacio, planteando desde allí una operaciónenvolvente que incluía expertos tiradores en las azoteas de losedificios vecinos. El puesto de mando, instalado apresura-damente en el Museo Militar, fue trasladado definitivamentehacia la «Casa del Florero».

Simultáneamente, cuando en los oídos del Presidente lanoticia era aún un rumor confuso, salieron de la Escuela deCaballería cuatro tanques cascabel y dos carros blindados quea las 12:55 estaban arribando a la Plaza de Bolívar. El M-19no contempló nunca la posibilidad de emboscarlos en sucamino al Palacio. Tomaron la ruta lógica, la más rápida, lavía circunvalar; al mismo tiempo la más solitaria y la más

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cercana a los cerros con sus trincheras naturales. La inteli-gencia militar no alcanzó a calcularlo y no tomó las precau-ciones necesarias. La inteligencia y la capacidad militar delM-19 no dieron tampoco para tanto.

5. ¿Cómo entraron los tanques a Palacio de Justicia?En un intento por sistematizar la descripción factual, es

posible establecer hasta el momento cinco facetas claramentediferenciadas en el desarrollo de las operaciones:

• La primera de ellas, puede considerarse la «antesala» deloperativo. Se trata del período en el cual el M-19 se apropióde los medios de transporte necesarios al subsiguientecumplimiento de sus planes. A esta etapa corresponde, asímismo, el ingreso de los guerrilleros al Palacio, vestidosde civil.

• La fase siguiente hace referencia a la ofensiva guerrillera.Consiste en acciones armadas catalogadas como «regu-lares» o «normales», si se las enmarca en el objetivo buscadode controlar militarmente, en el menor tiempo posible ysin bajas, los espacios más estratégicos de la edificación.Esta segunda fase se inició con el ingreso de los insurgentesal parqueadero del Palacio y culminó con la muerte, derrotao retirada de vigilantes y escoltas.

• Una tercera etapa empezó cubriendo las primeras interven-ciones aisladas de la fuerza pública, el sitio militar externoal Palacio y la acción intrépida del M-19 para mantenerlos espacios conquistados y controlar los programados. Conla ausencia de una importante escuadra y sufriendoinesperadas bajas en una resistencia prolongada, lospresupuestos y la lógica militar del «plan general deoperaciones» ideado por el M-19, se derrumbaron por

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completo. Durante esta fase, la fuerza pública utilizó lafuerza legítima del Estado para tratar de desalojar al grupoinsurgente de un espacio público.

• En una cuarta fase, el conflicto empezó a transformarseen acciones de «tierra arrasada». A partir de la retoma convehículos blindados; del indiscriminado empleo de armascon desmedida efectividad; y sobre todo, al olvidar que enel Palacio se encontraba una amplia masa de civiles; ladialéctica de la fuerza legítima se fue transformando en lamás absurda violencia por parte del Estado.

• Cuando el M-19 se encontró diezmado e impotente pararetomar la iniciativa y reformular sobre la marcha su «plangeneral de operaciones», la confrontación armada iniciósu fase final, definida por un trágico duelo a muerte: cadaactor, militarmente enfrentado, tenía que eliminar oderrotar al otro sin que importasen las consecuencias enrelación con los dos centenares de civiles atrapados.

En este sentido, la presencia de los tanques en el corazóncapitalino, dio lugar a una nueva fase en la confrontaciónarmada. Antes de su llegada, el M-19 portaba la iniciativa apesar de sus dificultades. Contra ellos, la correlación de fuerzasvarió sustancialmente en favor de las autoridades. Estasituación fue claramente percibida por el Tribunal Especialde Instrucción:

Estos vehículos blindados, distinguidos por los declarantescomo ‘tanques o tanquetas’, despertaron la esperanza de queconstituyeran decisivo factor de disuasión, como quiera quecon su utilización se establecía un desnivel de fuerzas inne-gable. Los guerrilleros no lo creyeron así y los recibieron connutrido fuego de armas automáticas.

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Las nuevas unidades motorizadas tenían dos frentesfactibles de ataque: el sótano y la puerta principal. El primerode ellos fue acometido con celeridad por el «Urutú» del GrupoMecanizado Rincón Quiñónez, cuyo comandante, JairoSolano Jiménez, nos ofrece un vivo relato de sus peripecias:

A la entrada del garaje habían colocado dos bombas dealto poder y a tiro de fusil fue necesario desactivarlas, unavez hecho este trabajo le ordené al Cabo González ÁlvarezRubén... que acelerara a fondo y entráramos, ya que corríamosel riesgo de más bombas dentro del garaje, allí fuimossometidos a fuego por unos diez guerrilleros que estabandentro atrincherados entre los vehículos y sacos de arena quehabían llevado para este efecto, constantemente nos lanzaronbombas al parecer de alto poder, porque el carro constan-temente era movido por la vibración explosiva de estosartefactos; inclusive la puerta posterior del Urutú fuesumida...»»...Nosotros hicimos fuego desde el vehículo parareplegar al enemigo y permitir así que entrara el BatallónGuardia Presidencial y asumiera el control del primer piso.Hubo un momento en que ordené desembarcar y ante el avisode los soldados que había más bombas y personal por debajode los carros, cerramos nuevamente la puerta y anduvimospor los sitios que quedaron libres en el parqueadero.

Inicialmente, diría en su declaración ampliada el CapitánJiménez, ingresó el Urutú sin protección de tropa, pero alsalir, el sótano estaba «prácticamente controlado y fue posibleel acceso de unidades de infantería». El M-19 había perdido,entonces, su primer terreno de combate. Retrocedía hasta lasescalas que conducen al primer piso y se internaba en el Pala-cio. No pudo siquiera arrebatar al ejército una ametralladora«punto 50» que el tanque perdió en sus maniobras. Esta fuerecuperada poco después en hábiles acciones de los unifor-mados.

Entre tanto, el ritmo de los acontecimientos por el sectorsur cobraba una velocidad inusitada. Según el Procurador

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General de la Nación, tres tanques penetraron al Palacio deJusticia «demoliendo su gran puerta metálica»:

El primero a las 13:57 y los otros dos a las 14:05 y 14:20".

El «insólito e impresionante episodio», como dijera elTribunal Especial, pasó entonces a formar parte de laconvulsionada historia colombiana, con un peso marcado enla memoria de quienes lo vimos una y otra vez en las imágenestelevisadas. En breves palabras, el periodista Iván DaríoMontoya describió así para Colprensa el dramático suceso:

Un tanque sube las escaleras destrozándolas y toma posi-ción. Rompe y penetra por la puerta principal apoyado porun nutrido fuego. La máquina acciona sus metralletas 7.62.Detrás ingresan varios grupos de soldados...

La narración se reemplazó poco después por otra: por unpartido de fútbol que incluso fue transmitido por la televisiónde forma inesperada. Así, progresivamente y con los mediossilenciados, se hizo el tránsito de la dialéctica de la fuerzalegítima a la violencia estatal.

6. ¿Por qué helicópteros en el Palacio de Justicia?Fue el Director General de la Policía quien autónomamente

decidió la retoma por aire. Desde el mes de septiembre de1.985, un selecto grupo de los departamentos de Policía Cauca,Valle, Huila, Cundinamarca y Bogotá, adelantaba en laEscuela de Suboficiales «Gonzalo Jiménez de Quezada»,ubicada en el Muña, un curso de adiestramiento distinguidoen el argot castrense como «Curso de Operaciones Especiales»,Copes.

Poco antes de las doce meridiano, apenas terminada unademostración de habilidades ante los altos mandos y distintosinvitados de naciones suramericanas, el Copes fue convocado

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aquel histórico 6 de noviembre por la Dirección General de laPolicía para que tomaran parte como grupo de asaltoaerotransportado en la recuperación del Palacio de Justicia.

De la acción a que fueron destinados, Colombia enteracontempló absorta las imágenes de su intrépido descenso sobrela azotea del edificio tomado por el M-19: detenido a duraspenas el vuelo de los helicópteros, los hombres de verde searrojaron entre la indecisión y el coraje desde una alturaconsiderable. En sus rostros se alcanzan a ver nítidas laobligación impuesta por el deber cotidiano y su presteza parael combate. Era el bautismo en fuego del curso que apenasculminaba.

Sin embargo, lo que ocurrió antes de ello y lo que vendríadespués, pesará más sobre el recuerdo o el misterio que sucometido. Fuertes críticas se desprendieron, en los análisissubsiguientes, a partir de diversas inquietudes. Las deduccionescon respecto a la muerte del Capitán Aníbal Talero, planteadaspor Manuel Vicente Peña con base en la entrevista que realizaa tres de los oficiales que le acompañaban, son altamentepreocupantes. Su desaparición, se afirma, no sólo ocurrió

«...por culpa de la guerrilla que lo asesinó, sino tambiénde una policía -con algunas honrosas excepciones- desen-trenada, burocratizada, que a la hora de un problema deverdad como la toma del Palacio de Justicia es incapaz demanejarlo».

«A Talero -agrega- le ordenaron dirigirse de inmediato alPalacio tomado, sin darle tiempo para organizar su grupo yponer en marcha el adecuado dispositivo. Cayó en boca dellobo sin munición, sin planos del edificio, sin objetivo estable-cido, sin radio...a que lo mataran y así fue...»

Pese a lo anterior, en las declaraciones ante los jueces losmiembros del Copes adoptaron el consabido estilo de colgarlotodo en hombros del muerto. El Capitán Talero, sostuvieron,

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recibió como Comandante del grupo todas las instruccioneshabidas y por haber, en forma clara y detallada. Absurdaexcusa: ¿puede concebirse una acción de comando donde sóloun miembro está enterado de las actividades necesarias paraconquistar el objetivo? Sus relatos ante los jueces fuerondiametralmente diferentes a lo confiado al periodista Peña.En Colombia, parece normal que las autoridades posean dosversiones sobre un mismo hecho: la de la calle, difundida pordoquier como fuerza de verdad, y la del sumario, que es laúnica que puede asumir el valor de plena prueba en la califi-cación de los hechos delictivos, aunque esté recortada yfalseada.

Aunque el juez no indagó lo suficiente a los mismospolicías, en repetidas contradicciones quedó plasmado el deseode los policías por ocultar la realidad. Un seguimiento cuida-doso a las versiones ilumina realidades. En contra de quienesafirman que el capitán Talero se trasladó al despacho delDirector General para obtener allí las consignas y planesindispensables para su cometido, el subteniente GermánBermúdez Castillo aclara que, al recibir las ordenes e instruc-ciones del General Delgado Mallarino,

«...naturalmente todos estábamos reunidos, en la direccióngeneral, en el parqueadero...»

De modo que, tan pronto llegaron de la Escuela deSuboficiales, en el mismo aparcadero de la Dirección, fuerondespachados hacia el Palacio de Justicia con las «ordenes einstrucciones que otros testimonios resumen:

«...simplemente recibí las instrucciones generales de lasituación del Palacio de Justicia (se refiere a la toma) y comoespecífica la misión de rescatar al personal que se encontrabadentro del edificio en el cuarto piso...» (Capitán WilliamRafael Contreras Rodríguez).

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«...nos dieron instrucción que había que ir a capturarguerrilleros y rescatar los rehenes si era posible...» (CaboPrimero Dámaso Hernando Almonacid Molina).

Existen, sin embargo, hechos más indicativos: ¿Cómoentender una acción de tanta trascendencia y envergadura sinplanos del edificio o al menos de la terraza; sin equipo decomunicaciones y sin munición suficiente? Este es otro detantos aspectos suministrado a título de queja en las entrevistasconcedidas a Manuel Vicente Peña, pero que sólo ocasional eindirectamente asoman en Los testimonios rendidos ante losinvestigadores:

· Ignorancia sobre las distribuciones arquitectónicas delPalacio de Justicia:

«Inicialmente, el grupo que iba a penetrar trató de entrarpor una claraboya que había por ese sector donde yo estaba,levantamos la tapa y de una vez nos dispararon desde porallá y en lo oscuro, nos tocó cerrarla nuevamente y dejar aalguien ahí que estuviera pendiente; permanecimos ahí largo,el grupo de penetración buscó otra entrada, fueron a dar alotro lado, concretamente donde queda el asta de la bandera,donde encontraron otra claraboya...» (Teniente Pedro NelsonNiño Daza).

«...Yo fui uno de los últimos en abordar el helicóptero yallá llegamos como a tres metros de la terraza, recibimos laorden de botarnos al piso y ya después más o menos salimoshacia donde habían unos compañeros que me hicieron señaspues yo en ese momento estaba desorientado, y ahí meacerqué a un compañero y el me dijo que la entrada era porla parte del frente del palacio, que por ahí había entrado elComandante del Grupo...»(Cabo Primero Dámaso HernandoAlmonacid Molina).

· Ausencia de comunicaciones:

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«En esos momentos sacaron también a mi CapitánOrjuela, quien se encontraba herido en una pierna, nosquedamos ahí prestando auxilio, le hicimos señas a unhelicóptero que estaba volando por los lados del Palacio deNariño, para que subiera a la terraza porque mi Capitán estabamal; al rato el helicóptero nos entendió y sobrevoló por la partedonde nos habían dejado...» (Teniente Pedro Nelson NiñoDaza).

· Sin munición suficiente:

«...se encontró allí en el pasillo del cuarto piso donde estu-vimos apostados... una munición en número bastante elevadocalibre 7.62 que corresponde al mismo calibre del Galil quenosotros portábamos en esos momentos. Una vez se nos agotóla nuestra también utilizamos...» (Sargento segundo JoséAriel Dávila Medina).

Así las cosas, irracional y absurdamente se inició por laazotea del Palacio de Justicia su retoma. No se conocía laposición del adversario, se carecía de ilustraciones mínimasacerca de las disposiciones locativas del edificio y sus lugaresde acceso, se olvidaron los elementos universalmente nece-sarios para cualquier tipo de acción similar y se actuó engeneral sin un plan secuencialmente coordinado. En el fondo,el Copes fue lanzado a la operación con la simple consigna depenetrar «como fuera» y una vez adentro, rescatar rehenes «siera posible» o atacar y defenderse siguiendo el instinto y supropia iniciativa.

Tanta irracionalidad combinada condujo a la frustraciónde un objetivo que pudo haber facilitado un desenlace menosdramático y sangriento a los hechos del Palacio de Justicia.Tal como se vio en acápite anterior, ante las fallas, bajas yobstáculos que sorteaba con dificultades extremas el M-19,hubo un lapso prolongado de tiempo durante el cual laguerrilla no pudo tomar y controlar el cuarto piso.

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Los escoltas de los magistrados, como lo conociera telefó-nicamente la esposa del magistrado Patiño Rosselli, entablaronresistencia desde las gradas permitiendo a sus resguardadosun largo trecho de relativa libertad para comunicarse con susfamiliares y amigos antes de caer bajo el control del M-19.Pero esta circunstancia, conocida por la Policía, comunicadaal director por la propia esposa del magistrado Patiño, no fuedebidamente aprovechada en sus términos benévolos.

Increíblemente, los tanques llegaron primero que loshelicópteros al Palacio de Justicia y éstos inexplicablementedudaron también de su misión. Ratificando la cronologíapublicada por «El Colombiano» en sus menciones sobre vuelosprevios de «reconocimiento», los oficiales del Copesconfesaron a Manuel Vicente Peña que, después de sobrevolarpor primera vez el Palacio de Justicia, regresaron a la DirecciónGeneral de la Policía ante la negativa de los pilotos paraacercarse al objetivo. Así hablaron los oficiales:

«...parece que en el primer viaje que hicimos -cuando tocóregresar porque los pilotos no quisieron entrar- falló eso,porque si hubiéramos entrado en el primer viaje, habíamosalcanzado a lograr aunque sea el cuarto piso sin que hubieranllegado los subversivos...»

Este suceso, ocultado también reiterativamente en lasdeclaraciones sumariales, sólo asoma a manera de lapsus enel testimonio del subteniente Orlando Aldana Ávila:

«Nos desplazamos a la Dirección General a bordo de unhelicóptero, una vez allí mi capitán Talero y mi capitánOrjuela, que eran los comandantes del equipo, subieron aldespacho del señor director para recibir instrucciones...»

Obviamente, Aldana ha confundido la primera ocasión enque a bordo de automotores llegaron hasta el parqueadero de

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la Dirección General de Policía, con la segunda, cuandoregresaron del Palacio de Justicia a efecto de subsanar lanegativa de los pilotos.

Cuando el Copes logró entrar al Palacio de Justicia por laazotea, era demasiado el tiempo perdido: sobrevuelo y regreso,desconocimiento de los sitios de acceso, carencia de medios ymanera artesanal y ruidosa de abrir una puerta que jamástuvieron en sus cálculos. Esto no obstante, alcanzaron a tomaren su poder dos maletines abandonados por el M-19 al bordede los ascensores, en clara muestra de que los guerrillerosrecién estaban subiendo desde el sótano su material de guerray equipos de intendencia. Era demasiado tarde. Ganado elinterior del Palacio de Justicia, el propio capitán Aníbal Talerono supo a qué atenerse. Las someras informaciones sumi-nistradas en la Dirección General, hablaban de la resistenciainterna contra el M-19 y por tanto de su ausencia sobre elcuarto piso. Era una información de mucho tiempo antes sinposibilidades de corrección por la incomunicación a que fuesometido su propio equipo. Infantilmente, llegó identifi-cándose a gritos como «policía» y una ráfaga le cegó la vida.

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* III *

EL DERECHO DE GENTESEN EL PALACIO DE JUSTICIA

1. ¿Planificación o improvisación?A las 13:57 horas del 6 de noviembre, en «insólito e

impresionante episodio» -como dijera el Tribunal Especial deInstrucción-, Colombia contempló absorta las imágenes deun primer tanque militar derribando la gran puerta metálicadel Palacio de Justicia. Adentro, los Comandos del M-19intentaban todavía consolidar su operativo y preparar la defen-sa en lo que parecía ser invadida fortaleza. Todo cambió conel ingreso de los tanques. No por la desoladora sensación dela puerta judicial hecha pedazos, sino, ante todo, por lo que apartir de este suceso empezaría a presentarse: lo que ha debidoser coacción legítima y fuerza justificada del Estado; rescatelimpio de rehenes y desalojo guerrillero, se convirtió endesmedida violencia e irracional retoma: al frente de lostanques no existió un plan definido. En medio de soldados yagentes sin capacitación para operaciones especiales, un casualaparecido como Jorge Arturo Sarria Cobo (el afamado«Rambo» de alguna prensa), terminó a la postre encabezandoen cierta forma los operativos iniciales.

El voluminoso expediente judicial, en contra de lasomisiones del Tribunal Especial o del Procurador, sabe queSarria, simple civil y recientemente excluido de la ArmadaNacional por conducta deficiente, recibió chaleco antibalas,arma y municiones por el sólo hecho de manifestar su deseode entrar al Palacio a reprimir la acción subversiva; sabe quea Sarria en algún momento se le confiaron incluso soldadospara que los orientara en el interior del edificio y que losprimeros «capturados», Eduardo Matzon y Yolanda Santo-domingo, inocentes estudiantes de la Universidad Externado

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torturados luego, fueron conducidos como guerrilleros yentregados a las autoridades por Sarria, como liberados fueron-en gran parte merced a su colaboración- Jaime BetancurCuartas, Eduardo Suescún Monroy y varios consejeros más.

De hecho, desligado orgánicamente del cuerpo militar, librede cualquier apremio disciplinario e imprevisto u ocasionalparticipante, Sarria no tomó parte en preparación, estudio oplan alguno. A veces -afirmó- su papel fue jugado «a títuloindividual», auto regido pero consentido y apoyado por lasautoridades militares que, no en una sino en tres ocasiones,permitieron su ingreso armado al Palacio a sabiendas de sucondición. En términos quemantes pero concretos, a unaparecido como Sarria le fueron otorgadas facultades para«echar» tiros dentro del Palacio.

Como ha quedado expuesto, Sarria inició su acción al ladodel Teniente Fonseca y logró salir ileso en los primeros intentosde entrar al Palacio; rescató luego al Agente Orobio y a lasdos niñas que, en medio del fuego- quedaron abandonadas enun jeep. Personalmente trasladó al agente herido al hospital yallí recibió de manos de un Capitán de la Policía, una caja demuniciones y una patrulla con dos uniformados para regresaral Palacio.

En la calle, Sarria colaboró con las autoridades disolviendoa tiros la manifestación que sobre la carrera 8a. con calle 13pretendía iniciarse contra la respuesta militar a la toma. Luego,al lado de un tanque de guerra que avanzaba por la mismacarrera 8a. entre calles 11 y 12, Sarria recuperó el cadáver delTeniente Fonseca. En ese momento un soldado le dijo que sucoronel lo necesitaba en Palacio pidiéndole que entrara conun destacamento de soldados protegidos por la tanqueta quederribara la puerta del Palacio. Según el mismo Sarria Cobo:

Había un contraste entre la cantidad del personal militarque estaba afuera y los contados miembros que habíamosentrado al Palacio, que éramos aproximadamente unos diez.

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Una vez adentro y según su propio testimonio, «como nadatenía que ver militarmente», decidió asumir bajo su respon-sabilidad «lo que fuera a hacer». Ingresó a una oficina seguidode un capitán, un sargento y dos soldados del ejército y lessugirió pasar al segundo piso donde veía gente llamándolos aseñas y gritos en su auxilio. Rompiendo los vidrios, con unaimprovisada escalera de muebles, llegaron hasta la oficina delconsejero de estado Jaime Paredes Tamayo. Sarria habíarecibido para entonces un chaleco antibalas y al frente de losmilitares recorrió el segundo piso pidiendo a quienes seencontraban escondidos en sus despachos que abrieran laspuertas y salieran para ganar la libertad bajo su protección.

En un momento determinado, Sarria y sus acompañantesrecibieron disparos de la misma policía. Según Olga Behar, elcivil descendió entonces hasta donde se encontraba el GeneralVargas Villegas -Comandante de la Policía en Bogotá- y, sinidentificarse, le solicitó que pidiera a las fuerzas arribadispuestas que interrumpieran los disparos hacia ellos. ElGeneral le pasó el radio al espontáneo y le dijo:

«Dé usted las indicaciones y la orden».

Así pudo retornar y liberar a los Consejeros ParedesTamayo, Jaime Betancur Cuartas, Eduardo Suescún, MarioEnrique Pérez, Humberto Mora Osejo y Miguel Betancur Rey,además de otros funcionarios.

Al salir con ellos y entregar además en calidad de retenidosa los estudiantes del Externado, Sarria fue llamado por elComandante de la Escuela de Artillería para que sirviera deguía a un nuevo Comando del Ejército aprovechando «elconocimiento que poseía ya del edificio».

Con ellos, Jorge Arturo Sarria subió combatiendo hastaganar el cuarto piso y luego la azotea. Fueron más de treshoras de combate, hasta que descendió de último entre los

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Comandantes del Ejército y la Policía destacados en el sectory auxiliados por los bomberos frente al incendio desatado.Eran más de las diez de la noche y había actuado casi desde elprimer disparo. Con las piernas hinchadas y cansancio en todoel cuerpo, salió caminando del lugar hasta que un taxi lo llevóa casa. En el camino, nadie le preguntó absolutamente nada.

Alfonso Gómez Méndez, Procurador General de laNación, resumió así la participación de este «Rambo Criollo»,cinco años más tarde:

Rescató a algunos civiles atrapados en el cruce de la calleasí como a un agente de la Policía herido sobre la carreraoctava y lo trasladó al hospital de La Hortúa. Posteriormentedirigió el ingreso al segundo piso del Palacio de Justicia encompañía de un capitán de la Policía, de un sargento delBatallón Guardia Presidencial y de dos soldados. El ingresoal segundo piso lo hizo por encargo del comandante de laEscuela de Artillería, quien ordenó que se le entregara unchaleco antibalas. Durante el combate dio de baja a variosguerrilleros. Por otra parte rescató, entre otros, a los consejerosJaime Paredes Tamayo, Eduardo Suescún Monroy, MarioEnrique Pérez Velasco, Humberto Mora Osejo, MiguelBetancur Rey y Jaime Betancur Cuartas, hermano delpresidente Betancur. La espontánea, activa y eficaz inter-vención de un civil como Sarria, aceptada y hasta estimuladapor militares de mando, revela la insuficiencia de la planea-ción del objetivo militar. Pero, la intervención de Sarria fuemás allá; en sus declaraciones Sarria manifestó que en lanoche del 6 de noviembre le había servido de guía al coman-dante de la Escuela de Artillería para ingresar a los pisossuperiores en donde rescataron a dos estudiantes de laUniversidad Externado de Colombia, Yolanda Santodomingoy Eduardo Matzon. Al final, todos serían rescatados por losbomberos de Bogotá desde la terraza del edificio.

2. ¿Qué pasó en el cuarto piso?Una vez puesto en marcha, «al operativo no lo detenía

nadie». Esta frase, aceptada como cierta, lo que muestra paraColombia es el grado de irritación en el cual se enfrentaron

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dos tipos de militarismo. Con la toma del Palacio de Justicia,como con el manejo del proceso de paz y la ruptura de latregua, el M-19 pecó repetidamente en el terreno de la política.A las dificultades ciertamente mayúsculas del proceso de paz(en las cuales el M-19 tenía también parte), el grupo guerrilleroopuso su cotidiana prepotencia de las armas. Esta lógica setradujo, en el caso del Palacio de Justicia, en un primeratentado contra el Derecho de Gentes y el Derecho Interna-cional Humanitario que rodaron convertidos en añicos sobrelas ensangrentadas losas del Palacio de Justicia.

No obstante, lo interesante de la investigación en el campode las ciencias sociales, es ubicar también la manera como serespondió al militarismo guerrillero y, sin duda, la caracte-rización más elemental que de los hechos se realice, conduceal desconocimiento que frente a los rehenes e inocentes sesostuvo. Concordantes con las conclusiones del entoncesProcurador Carlos Jiménez Gómez, existen decenas detestimonios que evidencian cómo los civiles atrapados en elfuego cruzado pasaron a ocupar un lugar secundario ymarginal en las preocupaciones de los bandos enfrentados.

Fue precisamente éste el argumento levantado por elProcurador Delegado para las Fuerzas Militares al solicitar, ennoviembre de 1.990, la destitución del General Arias Cabrales:

Por no haber tomado las medidas necesarias tendientes aproteger la vida de los rehenes civiles indefensos, ajenos alconflicto, sobreponiendo su integridad física por encima delsometimiento del grupo guerrillero.

En efecto, sobre los civiles colocados en peligro injusto,por sobre el Convenio de Ginebra, se levantó una especie deviolenta locura colectiva, un «dedo de gatillo alegre» sincorazón ni cabeza que fustigó a los inocentes. He aquí unasimple muestra extraída al azar de las propias versiones mi-litares:

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Cabo Segundo José Domingo Bohórquez:

Al tratar de bajar del cuarto al tercer piso, me vi. obligadoa hacer disparos, ya que estaba lloviendo plomo de todos loslados, pero la realidad era que no se sabía a quien disparárselepor lo oscuro y difícil de la situación.

Capitán Darling Alberto Osorio Ramos:

Lo único que vi fue cascabeles dando plomo a diestra ysiniestra... cuando yo bajé al primer piso, había unos soldadosdisparando con una punto 50... Casi me dan.

Soldado José Yesíd Cardona Gómez:

Nosotros entramos con los cascabeles y (encontrándomeen una oficina del segundo piso) como a las seis de la tarde...me tiraron una granada y me hirieron en la pierna y en lanalga... la granada me vino fue de la calle, yo estaba deespaldas y la granada entró por la ventana y al frente se veíael Ley.

El fiscal del proceso en su etapa instructiva, citado porRamón Jimeno, advierte en este mismo sentido que, mientrasel ministro Parejo renegaba en la Casa de Nariño por lo queconsideraba un «desacato»; en el cuarto piso del Palacio deJusticia reinaba la oscuridad, como marco de un prolongadoy cruento combate con el reducto guerrillero de Otero «bajocuyas armas permanecían retenidos varios magistrados,auxiliares, escoltas y acompañantes ocasionales». Lascaracterísticas de tal enfrentamiento, calificado en términosdramáticos por el fiscal, es descrito de la siguiente manerapor algunos de sus protagonistas:

Cabo Primero Álvaro Díaz Jiménez:

Simplemente nosotros disparábamos hacia el sitio del cual

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provenían los disparos pero no sé si de pronto esos tiros hayandado de baja a un subversivo, ya que la acción de nosotrosera tratar de cubrirnos

Teniente Guillermo Pérez Monsalve:

El abaleo en el cuarto piso era ensordecedor y el humotodavía predominaba en el ambiente... en sí era inciertodescifrar la correcta posición que tendrían ellos (losmagistrados rehenes) debido a la confusión

Sargento Segundo José Ariel Dávila Medina:

Yo lo que observé por parte del Ejército fue el disparo dealgunas granadas por intermedio de los mismos fusiles G3hacia el lugar donde veíamos que salían los fogonazos de lossubversivos...nosotros...después de que nos dimos cuenta dela muerte del capitán Talero disparábamos no hacia personaso guerrilleros, sino al lugar de donde veíamos provenían losfogonazos, primero porque la oscuridad era total y segundoevitar que ellos de pronto se acercaran a nosotros lograndoesta circunstancia.

En cierta forma, los soldados estaban haciendo lo que sussuperiores ordenaban. En firmes e insistentes ocasiones, AriasCabrales y Samudio Molina exigieron por los radios decomunicación interna «acción y ruido»:

No nos pongamos a reparar en gastos de municiones nien los destrozos que haya que ocasionar. Se quiere que hayaacción.

Si hay necesidad de emplear rockets, pues emplearlosporque ya estamos comprometidos del todo...hay que hacerdemostración de fuerza, hay que hacer demostración defuerza y no dejarnos que estos cabrones tomen la iniciativa.

Frente a órdenes tan perentorias, los subalternos respon-dieron solícitos:

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Aquí estamos metiéndole con todo lo que tenemos.Estamos metiéndole granadas, rockets y acabamos de haceruna buena carga

Estamos en este momento rociando entre el tercero ycuarto piso.

En cierto momento el General Vargas Villegas ordenó, asu vez, disparar granadas hacia el núcleo de la resistencia enel cuarto piso y todos los mandos militares aprobaron colocarexplosivos sobre la terraza para afectar el sitio en donde sepresumía la presencia de los guerrilleros.

Aunque, para Ramón Jimeno, las cargas colocadas porexpertos de la Escuela de Ingenieros «no lograron abrir unhueco suficientemente amplio para disparar por ahí y menosaún para que entraran los soldados», según Sarria Cobo, nosólo salió humo por ellos sino que

Empezaron a disparar del cuarto piso hacia la azotea pormedio de esos orificios y otros uniformados respondieron deigual forma a través de ellos.

Más adelante, en la diligencia de reconstrucción, agregóel «Rambo» Sarria a su testimonio:

Se comentaba ya a esa hora que habían dado de baja aalgunos rehenes, la finalidad no sé por qué, no la tengo segura,porque yo no di la orden ni fui el de la idea, porque yo no eraalguien para proceder así, pero algún motivo muy válido debíaexistir para que dicho personal procediera de esa manera.

Quizás, al respecto son más claras las transcripcionesefectuadas sobre las comunicaciones entre los militares:

ARIETE 6: Envió dos cargas más de 15 libras. Le envióuna carga de... perdón, cuatro cargas de cráter y 4 libras de

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TNT, cordón, detonante y estopines para que usted allá amplíeel roto, pero por encima del objetivo. Siga.

Recibido. QSL. Siga Ariete 6.

ARIETE 6: Tenga en cuenta que la carga de cráter esbastante poderosa (...) La idea es localizar a los chusmeros yen la oficina inmediatamente de encima, si es posible, colocarla carga para abrir un roto y por ese roto aventarles granadasy fumíguelos y lo que sea. Siga

R. QSL. Ahora precisamente se lanzaron unas granadas(...) de la primera carga y estamos esperando la otra. Ahoriticase va a estallar la segunda, y depende del orificio que haga,entonces se procederá con lo concerniente. Siga.

¿El diámetro de la carga que estallaron de cuánto fue?

Aproximadamente 50 centímetros. Siga.

Eso es suficiente. Suficiente. Ahora, si usted coloca lasdos cargas en serie abre un roto suficiente para cualquier cosapero tiene que ser encima del objetivo. Siga.

En relación con las cargas se utilizaron pero realmentelos orificios causados fueron mínimos y no permiten lo quese busca, que es poder descender personalmente. Entoncesestamos a la espera de otras cargas por que en los lugares enque se pusieron fue de apenas unos 4 cms. de diámetro. Siga.

Las cargas que se llevan ahora son mucho más poderosas.El objetivo de las cargas es abrir rotos.

En efecto, y tal como se constató en Inspección Judicial,los Capitanes Wladislao Reinoso Marín, Luís ArmandoBarreto y Luís Alberto Ardila Silva, así como otros oficialesde la Escuela de Ingeniería, admitieron en sus versiones eluso de «explosivos dirigidos» en la terraza, aunque minimi-zaron la acción:

Sólo se habían abierto orificios de escaso diámetro porlos que -advirtieron- tan sólo fue posible lanzar bombaslacrimógenas.

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Así, luego de emplear toda clase de instrumentos, muni-ciones y explosivos contra el grupo de Otero -implicando, claroestá, a los rehenes- se les entregó al fuego. Si en algún momentointentaron aquellos abandonar su refugio cuando las llamaslo cubrían todo, un destacamento al mando del sargento RubioPoveda, que en esos momentos subía buscando evacuar eledificio por la azotea, les cerró el paso:

Nos encontramos con unos guerrilleros que tambiénvenían buscando esta salida, nos dispararon y algunos de losque iban adelante contestaron... más tarde ya no pudimosbajar por estas escaleras, pues se encontraban completamentecubiertas por el fuego.

Sólo un guerrillero, en el epílogo, pudo llegar hasta laescalera en medio de la humareda y las llamas. Con unamáscara antigases pero casi sin sentido, se le permitió llegarextrañamente hasta donde estaba la fuerza pública. Alpercatarse de que estaba frente a los militares, disparó su R-15 que un segundo antes alguien le había bajado. Dejó variosheridos pero recibió una lluvia de plomo.

Bajo esas condiciones no debe extrañar, entonces, que loscadáveres carbonizados de Alfonso Reyes Echandía, RicardoMedina Moyano y José Eduardo Gnecco Correa, hubiesenpresentado proyectiles no disparados por armas del M-19.Además de la experticia en balística que detalladamentepracticó en todos los casos el Instituto de Medicina Legal condictamen negativo, a título ilustrativo podríamos referirnosbrevemente al caso de los Magistrados Medina y Gnecco, encuyos cuerpos calcinados se hallaron proyectilescorrespondientes al Calibre 7.62, disparados según elDepartamento de Criminalística por Fusil G-3 de fabricaciónalemana: Ocurre precisamente que la única arma de ese tipointroducida por el M-19 al Palacio, el fusil Nro. 69104336, nodisparó en ninguno de los eventos los proyectiles examinados.

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Pasados cinco años de la toma del Palacio de Justicia,fueron los sucesos del cuarto piso los que indujeron alProcurador Delegado para las Fuerzas Militares a solicitar ladestitución del General Arias Cabrales:

Allí había rehenes, sus vidas corrían peligro, eran inde-fensos, no se puso atención por parte del Ejército a susllamados de angustia. El General Arias Cabrales permitió laintensificación del operativo militar que comprometió la viday la integridad física de las personas ajenas a la confrontacióny que allí permanecían.

La situación ocurrida en el baño y en el cuarto piso delPalacio de Justicia fue manejada por el General AriasCabrales con indiferencia y desinterés por la integridad físicade los rehenes allí cautivos; y con mayor razón si de acuerdocon las conclusiones técnicas parciales referidas se precisaque la muerte de algunos rehenes fue consecuencia directadel operativo militar.

Su comportamiento puso en evidencia su desapego a lasreglas básicas del ordenamiento constitucional y civil y a lascláusulas más conocidas del Derecho Internacional Huma-nitario. La forma como el General Arias Cabrales asumió eloperativo militar trajo como consecuencia la afectación de labuena imagen de las Fuerzas Armadas, sustento indiscutiblede nuestro Estado de Derecho.

3. ¿Cómo se incendió el Palacio de Justicia?Aunque las razones de los incendios acaecidos en el Palacio

de Justicia podrían rastrearse también en lo exasperado de laconfrontación armada entre militarismos -para quienes loobsesivo era la eliminación del contrario sin que importasenlas consecuencias-, sin embargo, la ubicación y las causas desus orígenes no pudieron ser establecidas plenamente en lasinvestigaciones realizadas.

La más certera deducción indica que las primeras llamasse gestaron en el sótano, debido a las cargas colocadas por el

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M-19 para prevenir el ingreso de los tanques. Estas explosiones,unidas a los disparos del primer «Urutú» que logró acceso ehizo blanco sobre varios vehículos estacionados en el parquea-dero, dieron lugar a las llamaradas que observó el conductordel blindado Jairo Solano Jiménez y que fueron inclusopercibidas por Agentes del Copes que en ese momento inten-taban penetrar por la azotea al cuarto piso de la edificación.

No obstante, no fue ésta la chispa de donde brotó elincendio general del Palacio. Sin ligazón con ella, grandesllamaradas fueron percibidas al entrar la noche en puntos muydiversos y distantes, sobre las cuales las únicas versionesincriminatorias fueron emitidas por el Mayor Carlos FracicaNaranjo y el Consejero de Estado Samuel Buitrago Arango.

Según el primero, encontrándose en la biblioteca, ubicadaen el primer piso:

Reinó un olor como a marihuana o bazuco, poste-riormente del cuarto piso nos fueron lanzadas varias bombasincendiarias y químicas y nosotros permanecimos en el sectory posteriormente se apreció que en el cuarto piso rompíanlos vidrios lanzando gran cantidad de expedientes quemados,los cuales cayeron en la biblioteca e incendiaron las divisionesde las oficinas y la conflagración general del edificio.

Al vernos rodeados por las llamas y que el humo nosasfixiaba, me vi obligado a salir por el mismo sector por dondeentré y mi desplazamiento fue acompañado por los disparosque nos hacían del cuarto piso.

Otra, sin embargo, fue la apreciación del ConsejeroBuitrago:

Aproximadamente a las seis de la tarde, no estoy bienseguro pues hasta la noción del tiempo se pierde en esascircunstancias, observé que algunas personas que no puedoidentificar, pero que vestían de civiles, prendían fuego a

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papeles del primer piso en el costado y esquina dondefuncionaba la biblioteca de la Corte y del Consejo de Estado.

Si bien la investigación judicial no logró elucidar el asunto,es pertinente señalar algunos pasajes que colocan en cuestiónciertas hipótesis:

· Las comunicaciones radiales entre los comandantes detropa refieren una razón muy diferente sobre el retiro de susdestacamentos ubicados en biblioteca, luego de las siete dela noche:

Le acaban de botar una granada lacrimógena aquí en elsector donde está el Mano Yuca Francisca. El (...) que estácon él le tocó salir. Ese es el humo que Usted ve. Cambio...»

QSL. QSL, Arcano 5. Cambio

Entonces hay que tener cuidado, pues no se sabe si esagranada lacrimógena la lanzó quién: Si fue el enemigo ofuimos nosotros mismos. Cambio.

· Siguiendo la frecuencia, las llamas en la biblioteca sólofueron reportadas luego de las 9:00 P.M.:

Ellos como se habían parapetado en la biblioteca pren-dieron fuego, prendieron fuego y tenemos algunas dificultades

Si, en medio del brutal combate en el cuarto piso y luegode «acentuados tiroteos» y de las «fuertes detonaciones debombas», como dijera el Doctor Humberto Murcia Ballén, sehabía presentado allí el incendio, es factible, de todas maneras,que el M-19, en su desespero, determinara arrojar los mate-riales incendiados al primer piso -que se sabía en poder de lasFuerzas Armadas-, como sistema de erradicar o alejar instinti-vamente las llamas.

Independientemente de cualquier polémica, algunassituaciones dejan mucho qué pensar:

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· En primer lugar, el Palacio de Justicia era la fortificacióncuya dominación absoluta pretendía conseguir el M-19. Enconsecuencia, resulta apenas ilógico que premeditada oconscientemente intentaran prenderle fuego. Por el contrario,los doctores Hernando Tapias Rocha y Samuel BuitragoArango, entre otros, pudieron apreciar que «algunos gue-rrilleros», pretendían «aplacara el fuego» «con las manguerasque se encontraban en las paredes de las escaleras».

· En idéntico sentido, la sobreviviente del M-19, ClaraEnciso, relató a Olga Behar

Una imagen dantesca que nunca lograría borrar de sumente: Pedro, fusil en mano y una manguera en la otra,intentaba desesperadamente extinguir el fuego: cubría a todoslos que pasaban con su fusil mientras peleaba contra lasinesperadas llamas.

· Si seguimos la sencilla y desprevenida declaración delbombero Manuel Beltrán García, es inquietante encontrarun gran contraste de conductas:

Nos retiramos porque el tiroteo del Ejército era indes-criptible... Nos retiramos sin que la labor se hubiera concluido,se oían voces de oficiales del ejército que decían que paraqué apagábamos eso, que el objeto de ellos era quemar esopara que la gente que estaba adentro saliera.

Si no hubiéramos sido interrumpidos por la balacera, pueshubiéramos apagado completamente el incendio. Ese tiroteo(desde el exterior) fue de un momento a otro, una cuestiónrepentina, sin razón de ser, porque ellos a lo único que podríanapuntarle sería a las llamas... Yo creo que hubiéramos evitadoque mucha gente hubiera muerto por la acción del incendio.

· El cohete AT-M72AZ o «rocket», utilizado indiscri-minadamente por las Fuerzas Militares dentro del Palacio,es un arma antitanque de alto poder explosivo, con unatemperatura de detonación que oscila -según criterio delDepartamento de Criminalística- entre los 1.5 y los 4.0 gradoscentígrados. Su disparo genera además un fogonazo de

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retroceso que puede alcanzar 15 metros de largo y 8 de ancho,con un ángulo de abertura cercano a los 3 grados.

· En un momento determinado del operativo, fueroncaptadas las siguientes palabras en la comunicación internade los militares:

ARCANO 5: ¿Dispone de granadas incendiarias? Cambio.RPT (Repita)ARCANO 5: Granadas incendiarias. Cambio.

Le respondo en tres minutos.ARCANO 5: QAP. (Quedo Pendiente).

4. ¿Qué pasó en el baño del tercer piso?En la mañana del siete de noviembre, incapaz el Ejército de

neutralizar la resistencia que desde uno de los baños y en lasescalas aledañas sostenía un grupo de guerrilleros encabezadospor Andrés Almarales y Ariel Sánchez, se tomó la decisión deromper las paredes con explosivos para obtener allí lo que nose había conseguido plenamente en el cuarto piso.

Según explicó el Mayor Fracica:

Ante la imposibilidad de llegar al sitio... ya que cada vezque se intentaba penetrar se recibía gran cantidad de fuego...se adoptó por perforar algunos muros buscando los huecosde los ascensores y llegar a ellos por la parte exterior.

Hasta ese momento se había ensayado absolutamente todo.Los militares pedían por radio:

Un personal con capacidad de colocación de cargasexplosivas para romper por alguna parte a efecto de sacarlosde ahí porque ni las ametralladoras de los Urutú y cascabelque están acá, ni las granadas de mano que hemos empleadohan servido y tampoco hay campo suficiente de tiro paraemplear un rocket.

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Los muros del baño se habían constituido en un parapetoinfranqueable para los guerrilleros, desde el cual intentarontambién -entrada la mañana- buscar de nuevo un cese al fuegoy lograr algún tipo de mediación para entregar con vida losrehenes.

Las tentativas expuestas con lujo de detalles en los textosde Olga Behar y de Ramón Jimeno, tienen igualmente seriassustentaciones en las pruebas y testimonios obtenidos por lainvestigación judicial. La tentativa más clara fue la realizadacon el Magistrado Arciniegas, pero, en vez de vislumbrar unaesperanza, sus declaraciones sirvieron a los militares paralocalizar más exactamente la ubicación de los guerrilleros.

Los técnicos de explosivos, en el momento preciso en quelos delegados de la Cruz Roja insistían en entrar al Palaciopara cumplir la función de mediación encomendada por elPresidente Betancur, colocaron dispositivos plásticos yderribaron el muro que abrió paso al final de los aconteci-mientos.

Una vez activado el explosivo y según lo constataron losperitos de Medicina Legal en Inspección Judicial practicadapor el Juzgado 77 de Instrucción Criminal, se pudieron realizardisparos posteriores con rockets, cohete AT-M72AZ o en sudefecto con granadas de cañón de 9 milímetros disparadospor tanques cascabel.

De acuerdo con versiones recogidas durante la mismadiligencia, los peritos concluyeron igualmente que lesionescomo la recibida por el doctor Salom Beltrán

Fueron determinadas por la fragmentación del revesti-miento metálico del o de los proyectiles explosivos que impac-taron sobre las paredes limitante y pared nororiental del bañocon desempotramiento y proyección del toallero hacia elinterior del baño.

De la misma forma, la muerte de la doctora Aura Nieto

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Navarrete, habría sido ocasionada por disparos propulsados

A través del agujero localizado sobre la pared nororientaldel baño y por debajo del mesón del lavamanos quecorresponde al sitio en donde se halla la llave del registro delagua, trayectoria que sitúa al tirador en la parte externa delbaño, más exactamente apostado sobre la vigueta del ductode ventilación interponiendo su arma por el agujero ante-riormente dicho.

Algo similar concluyeron los peritos con respecto a ladoctora Luz Stella Bernal Marín y otras personas, es decir,que la pérdida de sus vidas tuvo lugar cuando se ametrallódesde la parte externa el interior del baño, aprovechando elboquete abierto con explosivos.

Herido el doctor Lisandro Romero en las mismas circuns-tancias, fue rematado por proyectiles y esquirlas de granadacuando en último momento la guerrilla le permitió abandonarsu refugio. Según el mismo concepto técnico, la muerte delMagistrado Manuel Gaona Cruz se produjo por disparosrealizados «desde la parte superior de la escalera que conduceal tercer piso», cuando intentaba abandonar el baño una vez«autorizado» por Almarales; situación similar ésta a lapadecida por el doctor Horacio Montoya Gil, destrozado poruna granada de fragmentación.

De modo que, al ataque con explosivos en un costado delbaño -que fue respondido espontáneamente por miembros delM-19 ocasionando también las heridas del Magistrado TapiasRocha- siguió la descarga contra quienes, intentando aban-donar aquel infierno, ganaron el pasillo confiados en suinvestidura de magistrados, civiles y rehenes. Sólo las mujeresy algunos rehenes más, cuando al final todo parecía consu-mado, fueron recibidos con respeto sobre sus vidas. Entre ellos,intentaron camuflarse por cierto tres guerrilleros, lograndosólo una su increíble fuga.

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Instantes antes de este final dramático, el General SamudioMolina había presionado a sus subalternos con órdenes einstrucciones imperiosas:

Entiendo que no han llegado los de la Cruz Roja, porconsiguiente estamos con toda la libertad de operación yjugando contra el tiempo. Por favor, apurar a consolidar yacabar con todo y consolidar el objetivo. Siga...

Sigue siendo crítico el tiempo para dar por cumplida lamisión y tomar por completo el objetivo. De manera queespero, yo sé que las demás unidades que están compro-metidas de Arcano me están escuchando, les pido, les exijomáximo esfuerzo, estamos contra el tiempo. Siga...

Estamos urgidos de que esta situación se defina. Cambio...

No se olvide la frase de la Biblia: ustedes son mis hijosamados en quien tengo puestas todas mis esperanzas.

6. ¿Desaparecidos en el Palacio de Justicia?Como dantesco broche a los tristes episodios del Palacio

de Justicia, Colombia continúa hoy sin conocer el destino delos desaparecidos. Se trata de ocho empleados de la cafetería,tres visitantes y por lo menos dos guerrilleros que intentaronsalir del Palacio colándose entre los rehenes.

Al rededor de los empleados de la cafetería, la primerapreocupación empezó cuando, recién terminado el operativo,se desata la leyenda de que aquellos habían colaborado con elM-19 con el ingreso anticipado de armas e incluso elementosaptos para construir barricadas, además de numerosas provi-siones que tendrían disponibles en sus refrigeradores para resistirpor largo tiempo. El falso argumento cayó por su peso ante lasevidencias que una y otra vez arrojó la investigación, al tiempoque nacían nuevos indicios sobre su desaparición real.

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Todo parece indicar que, a pesar de las insistentes negativaspor parte de los altos mandos de las fuerzas comprometidas,un primer núcleo de rehenes salió por el sótano cuando lostanques lograron su retoma. Jairo Solano Jiménez, Capitándel Ejército, reconoce que, una vez recuperado el sitio, fue«sacado personal por esa área» y concretamente «unas señorasque decían ser de la cafetería»; hecho sobre el cual tambiénquedó clara constancia en las comunicaciones internas delEjército:

ARCANO 2: Es que por el otro sector occidental evacua-ron otras personas, pero esa no tengo la relación porque nonos hemos podido mover de acá. Cambio.

«ARCANO: QSL ¿la lista de la salida del lado occidentalquién la puede tener?

Por otra parte, ante el Procurador General de la Naciónelevó denuncia sobre estos hechos el ex-agente de inteligenciaRicardo Gómez Mazuera el 1o. de agosto de 1.989, quien,manifestando «un conflicto de conciencia cada vez menossoportable», adujo:

El señor Carlos Augusto Rodríguez Vera, administradorde la cafetería del Palacio de Justicia, salió del Palacio y fuellevado a la Casa del Florero sin ninguna lesión. De allí fueenviado a la Escuela de Caballería por orden del CoronelAlfonso Plazas Vega, quien dio las siguientes instrucciones:«Me lo llevan, me lo trabajan y cada dos horas me daninforme». El Coronel Plazas se basó en la hipótesis de que enla cafetería del Palacio se habían escondido armas previa-mente al asalto y por ello ordenó torturar al Señor Rodríguezpor «cómplice». El señor Rodríguez murió durante lastorturas.

Otro indicio de singular importancia para el caso enexamen ha sido señalado por la suerte de los estudiantes delExternado, Eduardo Matzon y Yolanda Santodomingo,

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detenidos como guerrilleros y cruentamente interrogados enla Dijin y en el Centro de Inteligencia Militar Charry Solano,sin dejar constancia de su salida en las listas de rehenesliberados del Palacio de Justicia.

La débil hipótesis del Tribunal Especial de Instrucción,según la cual los empleados de la cafetería habrían sidoconducidos como rehenes al cuarto piso donde murieroncalcinados, es cuestionada -entre otros indicios- por la versiónde Juan Gossaín, quien obtuvo comunicación telefónica conpersonas que se identificaron como empleados de la cafeteríay que permanecían fuera del dominio del M-19 en los pisosinferiores cuando empezaba la retoma del Ejército.

No obstante, el caso más singular es el de Irma Francoquien, según decenas de testimonios y pruebas, logró salir convida del Palacio, fue capturada en la Casa del Florero, con-ducida al segundo piso y sacada de allí con rumbo nuncaconocido. En las mismas comunicaciones del Ejército, existecon respecto al hecho un reconocimiento explícito:

Arcano 5: Otero está QSL en la salsa, parece que lo tieneUsted allí entre el personal. Cambio.

Arcano 2: No, negativo. Únicamente pudimos obtenerinclinación de una sujeto que es abogada y que ya fuereconocida por todo el personal. Cambio.

Arcano 5: Esperamos que si está la manga no aparezca elchaleco.

Transcurridos cinco años, así condenó el caso de losdesaparecidos el Procurador General de la Nación:

En cuanto a este problema, coinciden los Informes delTribunal Especial de Instrucción, del Juzgado 30 de Ins-trucción Criminal y de la Procuraduría. Se trató de distintosgrupos de personas sobre las que hubo evidencias sobre supresencia en el Palacio sin que hayan aparecido ni vivas nimuertas. El primer grupo está integrado por los trabajadores

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de la cafetería y Doña Lucy Amparo Oviedo de quien susfamiliares afirman que, luego de una visita al TribunalSuperior de Bogotá, se había trasladado a la Corte. El segundogrupo estaba conformado por los guerrilleros que lograronsalir con vida. Clara Helena Encizo apareció con vida en elextranjero. En cuanto a Irma Franco, se comprobó su ingresoal Palacio en donde fue atendida en la Oficina 107.

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* IV *

LAS DECISIONES

1. ¿Cómo se convirtió el Palacio de Justicia en objetivomilitar del M-19?

En diciembre de 1985, poco después de que el gobiernonacional y el M-19 firmaran la tregua en el municipio deCorinto, el Ejército Nacional emprendió una severa operaciónde asedio contra la organización guerrillera que, con variosde sus frentes, se hallaba concentrada en «Alto Yarumales»,un punto ubicado sobre la cordillera central en el departamentodel Cauca. Carlos Pizarro, comandante de las columnas gue-rrilleras, solicitó entonces la rápida presencia de la Comisiónde Paz.

La situación no era nada fácil. La Comisión partió deBogotá con tres versiones encontradas. Por un lado, las fuerzasmilitares acusaban al M-19 de asaltar al ingenio azucarero«Castilla» y secuestrar en la región a varios industriales. Porotro, los sectores cercanos a la organización guerrillerahablaban de ruptura de la tregua, hostigamientos, bombardeosy muertes, mientras el ejecutivo consideraba que se trataba deepisodios sin mayor importancia, de los cuales el M-19pretendía sacar ventajas publicitarias.

Luego de atravesar múltiples obstáculos, la Comisión llegóal campamento en donde Pizarro informó que llevaban cuatrodías de combate con el Ejército. Las tropas de infantería sehallaban a treinta metros de la primera línea de defensa delM-19.

No obstante, Pizarro reiteraba su disposición a negociarun cese al fuego para recuperar la vigencia de la tregua. A suturno, Carlos Morales, coordinador de la Comisión, señalóque era evidente un desplazamiento importante del Ejército y

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decidió levantar un «acta» que sería presentada al altogobierno:

Cabe señalar que en el transcurso de varias visitas, se hizoevidente la intensificación del operativo militar tendiente adesplazar y/o rodear al grupo del M-19 asentado en la zonade San Pablo y San Pedro. Esta maniobra se inició antes delasalto al Ingenio Castilla.

Poco a poco empezó a derribarse la muralla impuesta sobrelos medios de comunicación y Yarumales. Pese al ambientedecembrino, el país empezó a informarse acerca de lo queacontecido. El Ingenio Castilla había sido asaltado por otraorganización guerrillera y los industriales se hallaban en poderde delincuentes comunes. Entonces el gobierno modificó sobrela marcha los argumentos que justificaban el operativo: ningúnEjército del mundo podía permitir la construcción de unafortaleza que daba cuerpo a una «república independiente».

Detrás del aplomo de Pizarro, quien irradiaba seguridadpor la certeza de no haber roto los acuerdos, había un plan dedefensa militar rigurosamente concebido: trincheras pararesistir intensos bombardeos, posiciones dominantes sobre elterreno y munición suficiente; organización militar y previsiónde vías para la retirada.

Según revelaron las comunicaciones del Ejército, había unhecho que sorprendía a los militares: en los patronestradicionales de la actividad guerrillera colombiana, operabaluego del golpe la retirada veloz para evitar enfrentamientosfrontales y prolongados. Ahora, en cambio, el M-19 no aban-donaba sus posiciones. El propio Pizarro, por el contrario,declaraba que en Yarumales el M-19 había encontrado su«centro de gravedad» y perdía por completo la sensación deinestabilidad, ambulante y móvil.

El 18 de Diciembre, Carlos Morales regresó al Cam-pamento. Allí manifestó que el Presidente Betancur estaba

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preocupado pero enérgico, pues creía la versión militar sobreel asalto al Ingenio. Advirtió, sin embargo, que con JohnAgudelo Ríos, habían decidido manejar públicamente elconflicto de Yarumales. Agregó que el Ministro de Defensa,Miguel Vega Uribe, le había solicitado que le dijese al M-19que, fuera de seguir peleando, sólo quedaban dos opciones:

Salir por delante desarmados y vestidos de civil, o pordetrás, con las armas.

Pizarro manifestó que con ese procedimiento el gobiernoestaba reimponiendo la guerra pero que, de todas maneras, elM-19 insistía en negociar.

Una vez regresó a Bogotá, la Comisión lanzó una ofensivaa través de los medios de comunicación. Argumentó que latregua estaba rota y que sólo una comisión de altísimo nivelpodría salvarla. Vinieron enseguida quince días de violentoscombates en Yarumales, atentados urbanos y tortuosasnegociaciones en Bogotá. Al final, el 5 de Enero vino elacuerdo: se reafirmaron los términos del pacto de agosto,firmado en Corinto, y el M-19 se comprometió a movilizarseen un plano razonable. Ante la opinión pública, el gobiernojustificó la negociación con un argumento peregrino: se tratabade «un contingente de niños a los que no se podía exterminarmilitarmente», declaró el Ministro de Gobierno.

Es evidente que en Yarumales los guerrilleros fortalecieronsu posición frente a la negociación, pero también frente a laguerra. En su concepto, la resistencia armada por más deveintiséis días, sin retroceder un centímetro, había obligadoal gobierno a una renegociación de los acuerdos. Para el M-19 Yarumales había partido en dos su propia historia: «antesde Yarumales y después de Yarumales».

De allí surgió un M-19 embriagado con la convicción deno haber sido vencido por el Ejército a pesar del empleo de

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todas sus fuerzas ofensivas. La percepción de la guerrillareforzaba una nueva conducta. No sólo tenían la posibilidadde derrotar al ejército, sino que «efectivamente lo habíanderrotado»: «no por nocaut, pero si por decisión», declaróCarlos Pizarro.

El M-19 interpretó que las negociaciones ya no se haríanen Bogotá sino en los propios campamentos del movimientoguerrillero. En los barrios de algunas ciudades, como Siloé enCali, el M-19 construía sectores inexpugnables para la fuerzapública. En concepto de los rebeldes, las correlaciones de podery fuerza se habían transformado.

Según los análisis de la guerrilla, entre la firma de la treguaen Corinto y el combate en Yarumales, las cosas ya no eraniguales. En primer lugar, el proyecto democrático, de simpledoctrina abstracta, se había convertido en una realidadconcreta, «en una democracia en armas». En adelante, elpueblo no debía limitarse a la protesta. Era el momento deejercer la democracia. Era el momento de «ser gobierno».

Yarumales ofreció al M-19 la convicción subjetiva de haberderrotado a las fuerzas militares. Si Yarumales se habíaconvertido en el «centro de gravedad» de la lucha armada, sitransitaba por allí el meridiano de la política nacional, no erael momento de luchas pacíficas, dispersas e inorgánicas. Lascorrelaciones de poder en la política se hallaban a su favor. Almargen de la validez empírica de esta percepción, lo cierto esque ella produjo efectos de verdad sobre el conjunto delmovimiento y, sobre esa verdad fabricada, se montaron losanálisis posteriores.

En el llamado «Congreso de Los Robles», realizado por elM-19 poco después del combate en Yarumales, la percepciónse confirmó con la masiva asistencia de amigos y simpatizantesde todos los rincones del país que burlaban el cerco militar ydesconocían la prohibición oficial del evento, para reunirsecon los insurgentes. Si en Yarumales 250 guerrilleros resis-

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tieron el múltiple asedio militar sin abandonar sus posiciones;si en Los Robles algunos miles de simpatizantes los acom-pañaban por encima de los obstáculos gubernamentales, nadani nadie podría impedirles en poco tiempo el acceso al poderdel Estado. El poder se tornó entonces, para el M-19, en unavibrante obsesión, en un verdadero fantasma. Como nuncaantes, una especie de afán militarista entró a gobernar sudinámica política. Como, según su concepción, habíanderrotado al Ejército en Yarumales, era el momento de lanzaruna ofensiva político-militar a su antojo, una guerra total alEjército Nacional. El M-19 no estaba a merced de negociaciónalguna; estaba llamado a «ser gobierno».

Podemos ser gobierno. Somos capaces de enfrentarnos alsostén de la antidemocracia en Colombia. Cuando eso sedemuestra, cuando así se actúa, las masas respondeninmediatamente. El fenómeno de masas en esta región, duranteel combate de Yarumales, nos está demostrando que las masas,su instinto democrático, las ganas de victoria del pueblo sedespiertan; y se despiertan en masa. Y estas ciudades del Valledel Cauca lo han demostrado. Ahora simplemente veamos enel espejo de las masas y digamos eso; ya no hay diferenciasentre el M-19 y las masas. ¿Cuál es la diferencia? ¿En dóndeestá? La gente se siente del M-19 y lucha por el M-19 y van yrompen el cerco en la plaza pública y se meten en la ma-nifestación.

La auto imagen del M-19 giraba, además, en torno a lasmasas conquistadas por las armas. Según su análisis, Yaru-males las traía a raudales. Ahora presionaban para confundirsecon la organización en un solo movimiento:

Nos toca aceptar que esto es un problema de masas,escuchar a la gente, ver a la gente, oír cosas nuevas. Nos llegóen serio el momento de mover este país. El fenómeno demasas, de mayorías, de pueblo, de democracia en concreto,ha impuesto definitivamente una nueva realidad, una nuevamanera de ver, de hacer, de organizar cosas -en la guerra, en

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la política, en la propaganda, en la logística- y si no vemoseso, no vamos a poder hacer absolutamente nada. Cambió lacorrelación de fuerzas en este país.

La percepción del M-19 sobre su evolución y madurez paraconvertirse en gobierno, su credo en la transformación de una«democracia abstracta» en «democracia en armas», le hicieronconfundir una favorable pero circunstancial corriente deopinión pública, con una inserción vigorosa y orgánica demasas en el movimiento armado. El enfoque militarista loscondujo al desenfoque en los análisis.

Al iniciarse el gobierno de Betancur, era indiscutible laimagen y el prestigio acumulado por el M-19 a lo largo delgobierno de Turbay. Como extraña paradoja, cuando losmilitares alcanzaron su más alto grado de influencia en latoma de decisiones sobre el orden público, más creció y sefortaleció la guerrilla. De modo que la negociación con elgobierno de Belisario no fue más que un espacio para fortalecerla propia causa. En medio de la prepotencia armada, el M-19no comprendió la diferencia entre el gobierno del «Estatutode Seguridad» y el gobierno del «sí se puede»:

Antes era la prepotencia; los vamos a acabar, afirmaba elGeneral Camacho Leyva. Ahora es el constitucionalismo:que se quedaron con las armas, que están quebrando laconstitución. De todas maneras, después de la amnistía deBelisario no querían hablar con nosotros. Que tienen queentregarse, decía; y fue a Madrid, y también mamó gallo.Hasta que reventó Florencia, y al otro día llamaban porteléfono: ¡A ver!, qué es lo que quieren, muchachos.

En criterio del M-19 sólo lar armas lo garantizaban todo:

En toda propuesta política nuestra, advirtió Pizarro, hayun elemento que las convierte en realidad: la presencia

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vigorosa de las armas. Nuestras propuestas políticas siemprehan avanzado a partir de nuestra capacidad militar. Es decir,la guerra tiene en el M-19 una particularidad, y es que en elM-19, en toda su historia, nada se puede entender sin lapresencia de nuestras fuerzas militares, no importa su gradode desarrollo.

Las armas remplazaban las lógicas de la política. Noexistió, por ejemplo, un análisis sistemático sobre las contra-dicciones articuladas en el seno del gobierno de Betancur, sobrela dinámica de las relaciones de fuerza entre el Presidente ylos militares, sobre los cambios que se presagiaban en elrégimen político, ni sobre el papel internacional que jugaba elpresidente.

El M-19 hizo el tránsito de Turbay a Betancur con la ideade que su caudal de prestigio era una suma fija, inmodificablee incapaz de sufrir mengua. Fue un grave error de análisis.Por encima de sus contradicciones, debilidades y vacilacionesen la política de paz, Belisario intentaba conducir la luchaarmada a un estado de notable ilegitimidad. Lejos deentenderlo, el M-19 lo alimentó con su conducta.

Al reforzar las acciones armadas, no sólo despejaba lasvacilaciones de Betancur. Tampoco lograba comprender ladinámica de las relaciones de fuerza en que su gobierno semovía, para colocarlas de su parte. Por el contrario, el milita-rismo aisló al M-19 de sus metas posibles para adscribirlosirremediablemente sobre las armas; los separó de los procesosreales para entorpecerles toda capacidad objetiva de poder.

El M-19 supuso, con precipitud y prepotencia, tácticas deacelerada movilización del pueblo y de rápida integración delas masas a su proyecto militar. Arrastrado por la premura deser gobierno, incurrió en arrogancias que alimentaron lasrespuestas militares. Por eso el hilo conductor entre Yarumalesy Los Robles se extendió hasta el Palacio de Justicia.

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En Yarumales el M-19 creyó derrotar al Ejército. En LosRobles se sintió con la fortaleza suficiente para asumir lacondición de ser gobierno y para convocar a todo el pueblo.La toma del Palacio de Justicia la ideó como un acto del«nuevo gobierno». Sólo ello explica la decisión de juzgar alpresidente Betancur por su «traición a la paz». Si bien la ideasurgió de Álvaro Fayad y Luís Otero la ejecutó, fue la historiade la organización la que condujo a ella.

2. ¿Por qué el presidente del «diálogo nacional» no conversósiquiera con el presidente de la Corte?

2.1 Ni negociación, ni diálogoPoco después de las 11:30 A.M. del 6 de Noviembre de

1.985, cuando recibía las cartas credenciales a los embajadoresde México, Uruguay y Argelia, el director de protocolo de laCancillería informó al presidente Betancur sobre el asalto alPalacio de Justicia. En marcha del nervioso ritual, el Presi-dente tomó la primera decisión: el Secretario General de laPresidencia de la República, Víctor G. Ricardo, debía centra-lizar la información y enterar sobre el hecho a los ministros ya los mandos militares. El general Caviedes, comandante delBatallón Guardia Presidencial, por su parte, recibió una dobleorden: mantener al presidente al corriente sobre los sucesos ytomar todas las medidas que juzgase oportunas «pararestablecer el orden y, en todo caso, evitar derramamientos desangre».

Con notoria prontitud -poco antes de las 12:00 A.M.- VíctorG. Ricardo se comunicó con el Ministro de Defensa: efecti-vamente, le dijo el General Vega Uribe, el M-19 había asaltadoel Palacio de Justicia, pero ya el Ejército tenía tropas dispuestaspara repeler el asalto. Pocos minutos más tarde, el generalMiguel Maza Márquez informó también al PresidenteBetancur que se trataba de un numeroso grupo de asaltantes

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del M-19, que buscaba tomar a los Magistrados como rehenespara presionar una negociación con el Gobierno.

Acelerado el ritual diplomático por el jefe del Estado, sehicieron presentes en su despacho los Ministros de Gobiernoy de Comunicaciones, Jaime Castro y Nohemí Sanín, respec-tivamente. La Ministra de Comunicaciones, no obstante eldestape informativo desplegado durante el proceso de paz,acababa de prohibir la transmisión en directo de los sucesos.Con el presidente se encontraba el Ministro de RelacionesExteriores, Augusto Ramírez Ocampo.

Hacia la una y cuarto de la tarde, el Secretario General dela Presidencia informó al Presidente Betancur que todos losmagistrados y funcionarios estaban retenidos y que, al iniciarsela toma, los asaltantes habían herido a bala a muchas personasy asesinado a varios celadores.

El señor Presidente recibió estas noticias «con muchoestupor y contrariedad», declararía el Doctor Víctor G. Ricar-do, quien le agregó, además, que los militares ya habíantomado una serie de medidas. Como quiera que Noemí Saníntuviera contacto con el periodista Mauricio Gómez, directordel Noticiero «24 Horas», el presidente y los ministros pre-sentes procedieron a escuchar el contenido del «casette -manifiesto» que el M-19 había hecho circular entre los comu-nicadores como «demanda armada» presentada en el Palaciode Justicia.

Detrás del himno de la organización guerrillera se conden-saban las exigencias. Entre ellas, la más destacada exigía lapresencia del presidente Betancur -o de su apoderado- paraque respondiese a cada una de las acusaciones contra sugobierno1. Los señalamientos centrales contra el presidenteBetancur consistían en:

1 Las otras exigencias eran las siguientes: 1. Publicación en los 11 másimportantes diarios de los siguientes documentos: la proclama de la toma, eltexto de los Acuerdos de cese al fuego y Diálogo Nacional, la Demanda Armada,las Actas de la Comisión de Verificación y los Acuerdos con el FMI.; 2.

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Traición a la voluntad nacional de forjar la paz y firmadel acuerdo de cese al fuego con actitud dolosa y malintencionada.

El juicio sería adelantado por la Corte Suprema de Justicia,poder moral y reserva democrática del Estado de Derecho, ytendría la grandeza y la fuerza de un acto del nuevo gobierno.La sanción, fijada a priori para el responsable, convertía alpresidente en:

Un desterrado del gobierno para que una nueva voluntad-esta sí nacional, patriótica y democrática- asuma la tareaposible, aquí y ahora, de hacer la paz.

La respuesta del Presidente Betancur, una vez conocida la«Demanda Armada» fue enfática:

No hay nada que aceptar, no hay nada que negociar.

En ese momento, aunque el operativo militar ya estaba enmarcha, tomó Betancur su segunda decisión; esta vez decarácter militar:

Después de haber escuchado el casete tomé la determi-nación de no negociar lo que, a mi juicio, no era negociable;por ejemplo, que el Presidente de la República se hiciesepresente en el Palacio de Justicia para atender un juicio deresponsabilidades por el proceso de paz.

No obstante, los alcances de la decisión presidencial sobrela solución militar no fueron tan amplios como los procla-mados y aceptados por el propio Betancur la noche del 7 de

Divulgación radial de la Proclama a través de dos cadenas de cubrimientonacional durante cuatro días, y 3. Creación de un espacio radial de una hora -entiempo de clasificación A- para que los colombianos a través de sus orga-nizaciones gremiales, cívicas y deportivas dijesen: a. ¿Cuál es su necesidad másapremiante? y b. ¿Este gobierno le ha cumplido?

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noviembre, una vez culminados los hechos. La decisión,declararía ante los jueces, sólo implicaba la orden a los mandosmilitares para que se restableciese el orden, se mantuviesenlas instituciones y se recuperase la edificación con las debidasprecauciones y con la totalidad de las cautelas para garantizarla liberación de los rehenes sanos y salvos.

Según su testimonio, al presidente no le correspondíadefinir el cómo de las formas de acción y de los procedimientosconcretos. Eso era de la incumbencia exclusiva de los mandosmilitares. Dentro de la «regla de oro» - tomar las debidas pre-cauciones para liberar sanos y salvos a los rehenes- él habíapartido de la base de que la prudencia con que se utilizaranlas armas del Estado, la gradualidad y oportunidad en su uso,garantizarían el cumplimiento de las instrucciones inequívocasque había dado.

Aunque esas fueron las percepciones y memorias posterio-res de Betancur, sin embargo, el ambiente que se vivía en sudespacho a las dos de la tarde del 6 de noviembre reflejabaotros sucesos. El Presidente le enfatizaba a sus ministros queno se iba a negociar, ni directa ni indirectamente a través demediadores; que tampoco se dialogaría pues, aunque el diálogoera parte consustancial de su política de paz, dejaba de serlosi se buscaba a punta de amenazas y coerciones armadas.

La no negociación, incluida la negativa a dialogar, definióesta primera fase de la decisión de solución militar tomadapor el Presidente Betancur.

¿Por qué una decisión tan rápida y cerrada sobre un asuntotan importante y, sobre todo, con tan precaria información?

Como diría Betancur, se trataba de una situación extraor-dinaria en la que el margen de acción era casi nulo. En esascondiciones, el deber del Estado se imponía sobre cualquierotra consideración sin que hubiese lugar a prolongadas con-sultas.

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2.2 «Diálogo sin negociación»A las dos de la tarde se hizo presente en la Secretaría

General el Ministro de Justicia, Enrique Parejo Gonzálezquien, dentro del unanimismo reinante, se constituyó en lafuente de tensiones entre la autoridad civil y los mandosmilitares. Poco después, solicitado desde la 1:30 P.M. por elpresidente, se hizo presente el Ministro de Defensa, seguidopor los de Educación y Salud. Según algunas fuentes, VegaUribe había permanecido en su despacho atendiendo asuntosrelacionados con los hechos, mientras, según otras versiones,el Ministro venía de la Plaza de Bolívar en donde había estadocoordinando la operación de contraataque.

Bien sea porque no hubo quórum o porque era al Presidentea quien le competía el manejo del orden público, esa tarde nohubo Concejo de Ministros. No obstante, como diría elMinistro de Gobierno:

Todos los ministros, sin excepción, estuvimos muy cercadel Presidente dada la gravedad del momento; opinamos,aconsejamos una u otra decisión y de esa manera fuimospartícipes o autores de las decisiones tomadas.

A las 4:30 de la tarde, el presidente, siete ministros y elalto mando militar se reunieron, entonces, en sesión declaradainformal. Betancur advirtió que todos los expresidentesestaban de acuerdo con él en que no se podía negociar con laguerrilla. La no negociación se fundamentaba en la formaviolenta como se había ejecutado la toma; en las desbordadasexigencias de los asaltantes y en diversos análisis sobre laconducta de los guerrilleros. Dichos análisis señalaban que elM-19 no estaba interesado en negociar, pues sus propósitoseran los de realizar un operativo político-militar espectacular,impactante y con amplios alcances publicitarios.

En ese momento el Ministro de Defensa solicitó laformalización de la acción militar en curso:

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Tenemos, informó Vega Uribe, todos los operativos enmarcha, y si la decisión de Ustedes es ésta, seguiremosadelante.

No hubo objeción alguna a la solicitud del Ministro deDefensa:

Como yo no podía asegurar que en ese caso no habríamuertos, declararía el ministro ante los jueces, esa tarde hicereferencia a los riesgos inherentes a toda operación militar.Señalé, por otra parte, que aunque técnicamente el rescateera posible en unos plazos breves, sin embargo, estaban depor medio las limitaciones asociadas con las precaucionesque había que tomar para garantizar la liberación de losrehenes sanos y salvos.

Acto seguido el presidente Betancur preguntó a lospresentes si había objeciones a la no negociación.

Varios ministros, entre quienes yo me encontraba -declaródespués el Ministro de Justicia-, expresamos que compar-tíamos ese criterio, pero que nos parecía que debía con-versarse, de una parte, con el fin de ganar tiempo, y de otraparte, con el propósito de agotar todos los recursos a nuestroalcance para salvar la vida de los rehenes.

La Ministra de Educación señaló, a su turno, la conve-niencia de adelantar un diálogo que explorase formas adecua-das para evitar el derramamiento de sangre. Era la forma comoempezaba a abrirse paso la no negociación con diálogo. Pero,para evitar dudas, el Presidente Betancur intervino conrapidez:

Sin deponer la decisión de no negociar, se puede dialogarpara ofrecer a los terroristas el respeto a la vida e integridadpersonal y el adelantamiento de un juicio imparcial.

De esa manera quedó definida la naturaleza del diálogoaprobado: se buscaría hablar con los guerrilleros para exigirles

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la rendición incondicional con la contraprestación guberna-mental del respeto a sus vidas y de unos juicios imparciales.

En el contexto de esta nueva decisión, el diálogo -comorelación social simétrica, que debe ser- quedó radicalmentecastrado al reducírsele a un juego de exigencias y de lógicascontraprestaciones. Para despejar la incoherencia, Betancurdeclararía meses después, que aunque la imparcialidad en losjuicios era algo obvio, sin embargo, esos evidentes parámetrosjurídicos podían actuar, con fuerza de convicción, sobre per-sonas que ya habían ejecutado una serie de actos delictivos.Dada la dramaticidad de la situación, la oferta podía funcionar,entonces, como mecanismo de persuasión.

2.3 Consultas con notablesA partir de las tres de la tarde el Presidente inició una larga

ronda de contactos telefónicos con los expresidentes de larepública.

Los consulté, relató Betancur, porque ellos poseen ese dondel consejo que, por cierto, es un bien bastante escaso.

¿Qué habló Betancur con los expresidentes?

Según el momento en que se realizaba la conversación,declaró el propio presidente, yo les suministraba la infor-mación que tenía y les comunicaba también la decisión deno negociar, de no suspender el operativo que la fuerza públicahabía puesto en marcha y de ofrecer a los asaltantes, comoera nuestro deber, el respeto de su vida e integridad personalesy el seguimiento del juicio que ordenan las leyes vigentes.

Los interlocutores expresaron «agradecimientos por lainformación suministrada, solidaridad para con las Institu-ciones y el Gobierno, deseos fervientes de que la situaciónfuera superada de manera satisfactoria. Igualmente encon-traron conveniente para el país, a más de ajustada a la Constitu-

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ción y las leyes, la posición asumida por el Gobierno.En sus particularidades, Turbay Ayala aconsejó al Presi-

dente concederle a los guerrilleros una pausa de respiro. Nohabía por qué olvidar la experiencia de la Embajada Domini-cana donde éstos, sin acosos, vacilaron en jugarse la vida.

Carlos Lleras Restrepo le manifestó al presidente Betancurque por ninguna circunstancia podía aceptar la pretensión delos guerrilleros de someterlo a un juicio. No obstante, en otracharla, le aconsejó al Ministro de Gobierno que se rodeasecon la tropa la manzana del Palacio de Justicia. Ni LlerasRestrepo ni Alberto Lleras Camargo, recordaron después queBelisario les hubiese informado que la tropa estaba entrandoal Palacio.

Betancur contactó en Europa al expresidente AlfonsoLópez. Este declaró ante los jueces que esa noche, después deconversar varias veces con el presidente, pensó que habría unoperativo especial de rescate, cuidadosamente preparado, paraestablecer luego un diálogo con el M-19. En la última charlatelefónica, López le manifestó también al Presidente que habíarecibido información sobre impedimentos del gobierno parael acceso de la Cruz Roja al Palacio de Justicia. Una semanadespués de los sucesos, López declaró textualmente:

Yo sí fui consultado, y tengo que decir en realidad deverdad que le dije al presidente que teníamos que tomardeterminaciones ya que no había una segunda instancia, esdecir, que los presidentes no podían consultar o pasarle «elbalón a otra persona para que decidiera.

Cuando el turno le correspondió a Misael Pastrana, quienestaba en Mónaco, le dijo al Presidente que los alcances de laacción guerrillera no se agotaban en la búsqueda de una fáciltransacción, sino que lo que estaba en juego eran los principiosbásicos de la vida del país.

La ronda telefónica también cubrió a los candidatos a la

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presidencia. Álvaro Gómez le dijo a Betancur que el manejodel terrorismo requería un punto de equilibrio entre la inteli-gencia y la energía:

Este es un desafío a la excelencia de las Fuerzas Armadasy de los sistemas de mantenimiento del orden público, lo quesigue es el ejercicio de la inteligencia.

A Virgilio Barco el presidente le informó que en cualquiermomento, después de las diez de la noche, la operación militarestaba lista para ingresar al Palacio de Justicia. El candidatoliberal se limitó a agradecer la información recibida.

Finalmente, Luís Carlos Galán manifestó que el Presidentele había dicho a las 4:15 de la tarde, que la clave del desenlacedependía de «tumbar o no una puerta», pero que, una vez sehiciese, los guerrilleros serían sometidos. El Jefe del NuevoLiberalismo aconsejó no arriesgarse a una acción definitoriaque pusiese en peligro la vida de los rehenes. Al día siguienteGalán insistiría en la posibilidad de un «diálogo humanitario».Cuando le preguntó directamente al presidente acerca de lasituación del doctor Reyes Echandía, Belisario guardó silencioy se limitó a contestar que no veía con claridad la solución.

En suma, más que consultar a los expresidentes y candi-datos, lo que Betancur hizo fue entregarles un informegenérico, descriptivo e inconexo sobre hechos cumplidos. Sinembargo, numerosos fueron los consejos brindados: no acosara los guerrilleros (Turbay); rodear la manzana (Lleras R); aunara la energía una buena dosis de inteligencia (Gómez H.); noprecipitarse a una acción definitoria y buscar un diálogohumanitario (Galán).

Estos consejos -como podrá observarse- estuvierondivorciados del real desenlace de la toma. Y aunque muy pobreresultó la consulta como base para adoptar decisiones, todoslos expresidentes y candidatos rechazaron el acto terroristamientras le ofrecían al presidente su solidaridad. Era precisa-

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mente eso -rechazo y solidaridad- lo que el Presidente Betancurrequería para legitimar decisiones ya tomadas.

2.4 Las últimas oportunidadesLos dramáticos llamados del presidente de la Corte,

Alfonso Reyes Echandía, colocaron sobre el Consejo deMinistros un nuevo problema: ¿Era posible impulsar «eldiálogo» sin decidir la suspensión del operativo militar? Larespuesta se obtuvo de inmediato: «un cese al fuego solo eraposible si se liberaba a los rehenes y se desalojaba la edifica-ción». En otras palabras, la condición básica para el cese alfuego (rendición de los guerrilleros) se confundía ahora conel objetivo del «diálogo» (la rendición de los guerrilleros).

Pero los militares lo entendían así: la vigencia del operativoconstituía la premisa básica para garantizar la vida de losrehenes. Ordenar el cese al fuego por fuera de los requisitosestablecidos, daría oportunidad para que los asaltantesmejoraran sus posiciones y obtuvieran un margen mayor deoperación.

En ese momento, tres importantes actores demandaron lasuspensión total o temporal del operativo militar: el M-19, elpresidente de la Corte Suprema de Justicia y un sectorminoritario de ministros.

A nombre del M-19, miles de colombianos escuchamos lasolicitud de cese al fuego como condición para iniciarconversaciones. Era emitida por Luís Otero y Alfonso Jacquin.Interrogado a este respecto, Belisario Betancur diría que, aunqueno escuchó personalmente la solicitud de los guerrilleros, se lehabía informado exactamente sobre sus peticiones.

No obstante, dentro de lógica del «diálogo» inicialmentepropuesto en el Consejo de Ministros, la aspiración del M-19no encajaba en parte alguna. Para el gobierno, la rendición delos guerrilleros era la premisa para decidir el cese al fuego.

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Más problemáticas resultaron las conversaciones entre lospresidentes de las tres ramas del poder público. Aunque otrosmedios lo lograron más temprano, sólo a las cinco de la tardese estableció contacto telefónico con el doctor Reyes Echandía.El director de la Policía, General Delgado Mallarino -»granamigo del Doctor Reyes», según Betancur y «casi su hermano»,según Vega Uribe, fue designado por el presidente para queatendiese la conversación.

El General Delgado, vocero ahora del gobierno, se limitóa decirle que la fuerza pública tenía instrucciones paragarantizar la liberación de los rehenes sanos y salvos, peroque de por medio se atravesaba la necesidad de salvaguardarlas instituciones. Reyes, por su parte, le advirtió sobre lagravedad de la situación y la necesidad de suspender lasoperaciones militares. Como respuesta, el General Delgadopidió que le pasase al teléfono al guerrillero que lo acom-pañaba, quien resultó ser Luís Otero. Fue la única oportu-nidad, muy breve, de contacto entre Betancur y Reyes; sóloque el primero no le pasó al teléfono.

El Presidente Betancur declararía que, por las circuns-tancias especiales en que se encontraban los magistrados, habíaconsiderado poco prudente hablar con el doctor Reyes:

Al escuchar por la radio la voz angustiada del doctor Reyesy oír de sus propios labios que le estaban apuntando las armasde los guerrilleros, me di cuenta de las limitaciones explicablesque en ese momento tenía su propia entereza.

Desde otro escenario, el presidente del Congreso de laRepública intentaba tender un puente entre Betancur y Reyes.Desde las tres de la tarde el senador Álvaro Villegas tuvo elprimer contacto con el presidente de la Corte. Este último lesolicitó que hablara con el presidente Betancur para obtenerla orden de un cese al fuego que permitiera el diálogo con losguerrilleros. Villegas transmitió textualmente la solicitud al

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presidente Betancur solicitándole, por otra parte, que élpersonalmente le comunicase al presidente de la Corte «quépensaba o qué podía decidir sobre su petición». Para facilitarleel contacto, Villegas le suministró a Betancur el númerotelefónico de la oficina del doctor Reyes.

Transcurrido un tiempo prudencial, fue de nuevo ReyesEchandía quien se comunicó con su homólogo del Congreso.Se lo sentía «angustiado», declaró Villegas:

Estamos en el cuarto piso. Los soldados están en el tercero.Los asaltantes notifican que si las tropas suben al cuarto piso,nos matan a todos. Nos van a matar, doctor Villegas, hagaalgo.

Dígale al Presidente -habló por su parte el guerrillero queacompañaba a Reyes Echandía- que si continúan disparando,vamos a volar el Palacio de Justicia.

Textualmente, Villegas trasladó los mensajes al presidenteBetancur recordándole, de paso, que el doctor Reyes esperabasu llamada. Belisario respondió que seguramente el teléfonoestaba dañado, porque no contestaban. «No puede ser cierto»,acotó Villegas, «acabo de hablar con él».

Bueno -le confió en intimidad el Presidente- quieroconfiarle a usted solamente que no voy a negociar.

El presidente del Congreso procedió a transmitir al presi-dente de la Corte la decisión de Belisario. Reyes Echandía,con una conciencia de mártir declarada, se limitó a dolersepor no haber obtenido siquiera que el presidente de la Repú-blica le pasara al teléfono.

Meses más tarde Betancur declaró que, en un momentodado, se habían interrumpido en forma súbita las comuni-caciones con la Corte y que, como el presidente del Congresono había permanecido en la sede de gobierno, mal podía

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conocer el desarrollo de los acontecimientos, la secuencia y elcontenido de las comunicaciones telefónicas.

¿Qué sucedió con el contacto telefónico entre Luís Oteroy el Director General de la Policía?

Después de escuchar la cerrada oferta del gobierno -rendi-ción incondicional, seguridad para sus vidas y juiciosimparciales- Otero le replicó al General Mallarino que esa noera garantía, que no podía creer en el gobierno, pues teníanmuy presente lo que acababa de suceder a sus militantes en elsur de Bogotá.2 En resumen, contó después DelgadoMallarino:

El diálogo se redujo a mi insistencia en la entrega porquesu actitud era insensata. No tenían derecho a poner en peligrola vida de los rehenes.

Tras la entrega, insistió Mallarino, el gobierno lesgarantizaba la vida así como un juicio justo e imparcial. PeroOtero, según el General, respondió que se trataba de unoperativo político-militar que llevarían hasta las últimasconsecuencias y que, sin más explicaciones, le había colgadoel teléfono.

Frustrado el diálogo con Luís Otero, un sector minoritariode Ministros (Justicia, Comunicaciones y Educación) propusoque, para facilitar un contacto del Ministro de Justicia con supaisano y ex-compañero de estudios, Andrés Almarales, sesuspendieran las acciones que el COPES estaba realizandoen la azotea del Palacio. La propuesta no sólo fue calificadacomo «conveniente» sino que, según el propio Ministro deJusticia, fue adoptada con «la aquiescencia» del Presidente dela República.

2 Días atrás, un grupo de jóvenes integrantes del M-19 habían sido detenidospor la fuerza pública y luego entregados sus cadáveres.

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Conviene recordar que la operación por la azotea habíasido automáticamente decidida por el General DelgadoMallarino aparentemente al margen del director del operativomilitar, General Arias Cabrales:

Tan pronto me enteré de la toma del Palacio de Justicia,declaró Delgado Mallarino, ordené que se intentara a todacosta el rescate de los honorables magistrados planeando enprimer término la toma de la terraza del Palacio de Justicia ya través de ella el acceso al cuarto piso, pensando en que eraurgente evitar que los terroristas pudieran retener a losMagistrados como rehenes.

El Ministro de Justicia intentaba contactar a AndrésAlmarales cuando el General Delgado informó sobre elingreso del Copes, un cuerpo especial de operaciones de laPolicía, al cuarto piso del Palacio de Justicia. Eran las seis dela tarde. El doctor Parejo González protestó con energía:

Lo califiqué de un desacato a lo acordado por los ministroscon la aquiescencia del Presidente. Dije que el Consejo deMinistros había sido puesto en ridículo. A mi protesta se sumóla de varios ministros.

Según Parejo, el General Delgado argumentó que iba abuscar nueva información. Muy pronto regresó para mani-festar que los temores del Ministro de Justicia eran infundados:nadie, ni vivo ni muerto, había sido encontrado por la Policíaen el cuarto piso. Sin embargo, esa información resultaría falsa:los cadáveres de varios Magistrados, entre ellos el de ReyesEchandía, fueron hallados en el cuarto piso.

Al margen de la debilidad de algunas apreciaciones dehecho, ese fue el único evento revelador de tensiones en lasrelaciones entre civiles y militares.

Para el presidente Betancur, aunque la propuesta sobre elcese de la acción militar efectivamente había sido presentada,

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en ningún momento se aprobó decisión alguna sobre lasuspensión del operativo. El ministro Parejo, declaró despuésel presidente Betancur, asumió su propio pensamiento comodecisión de todos los presentes.

El General Delgado Mallarino, a su vez, ratificó la posiciónde Betancur agregando que el ministro Parejo estaba muyconfundido y que a las cinco de la tarde del 6 de noviembre,nadie estaba en condiciones de afirmar si había o no muertosen el cuarto piso del Palacio de Justicia.

Para el Presidente y para el Director General de la Policía,el asunto no fue más que una propuesta minoritaria que enningún momento se transformó en decisión. En ese sentidoadquieren vigor empírico las indicaciones que señalan alPresidente ordenando expresamente proseguir con la acciónmilitar.

Frustrado el contacto con Almarales, el presidente Betancurreiteró su oferta a través de destacados periodistas comoEnrique Santos, Juan Gossaín y Yamíd Amat. En charlatelefónica con el Presidente de la Comisión de Paz, JhonAgudelo Ríos, se consideró útil la intervención de personasde reconocida prestancia para que, a través de mensajesradiales, buscaran influir en el ánimo del M-19 con el propósitode que cesara su acción y se entregaran a las autoridades.

A las once de la noche el equipo de Gobierno -sólo faltabael Ministro de Hacienda- se reunió en la Secretaría General.Los acompañaba, además, la esposa del Presidente. Betancurpuntualizó las siguientes tesis:

Primera: aunque con el manejo dado, la imagen delGobierno se vería debilitada en algunas franjas de la opiniónpública, había que privilegiar como hecho el fortalecimientode las Instituciones.

Segunda: desde ese momento, sin esperar el juiciodefinitivo de la historia, el presidente asumía las respon-

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sabilidades correspondientes por la no suspensión deloperativo.

Tercera: en relación con la política de paz, había que seguiradelante con paso firme, aunque fueran necesarios algunosajustes en la estrategia de manejo del proceso.

Hubo enseguida una ronda de intervenciones ministeriales.Mientras Nohemí Sanín insistía en la conveniencia de loscontactos de su colega de Justicia con Andrés Almarales; JaimeCastro, por su parte, cuestionaba «la inteligencia» de losServicios de Inteligencia, aprovechando la ocasión paratestimoniar su reconocimiento a las fuerzas armadas por susubordinación a la autoridad civil.

El Ministro de Justicia, por su parte, pensaba que a esahora ya habían muerto varios magistrados. Aunque el informedel Director de la Policía lo llenaba de optimismo, sus temoresno se disipaban por completo: podían estar ante una tragediade consecuencias impredecibles.

La intervención de Parejo ocasionó llamados a la unidad.El gobierno habría de salir fortalecido, enfatizó el Ministrode Defensa, porque, ante todo, evitó el derrumbe institucional.

Continuaban las intervenciones de sus ministros cuandoel presidente Betancur, en nuevo contacto telefónico con elexpresidente López, fue informado sobre versiones según lascuales el Gobierno impedía el acceso de la Cruz Roja al Palaciode Justicia. De inmediato, afirma Belisario, pensó en lamediación de la Cruz Roja. Como no habían fructificado lasexpectativas de una rápida recuperación del Palacio, comolos contactos telefónicos se habían frustrado y los mensajesradiales no habían evidenciado mayor eficacia, se intentaría,entonces, «el diálogo» a través del organismo internacional.

Antes de levantar la informal reunión, Betancur hizo a susministros una insólita petición. En contraste con la vigorosacapacidad discursiva que le era conocida, «para el mensaje

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que dirigiré mañana al país», les dijo, «si alguno de ustedesquiere ayudarme con una frasecita o incluso un párrafo, mesentiría muy agradecido. A la una y treinta de la madrugadase levantó la reunión citándose a Concejo de Ministros a las9. A.M.

2.5 La decisión inmodificableAl iniciarse la sesión del Concejo de Ministros continuaba

vigente la decisión de «dialogar» sin negociar.

Si se dialoga, señaló Betancur al abrir la reunión, es parabuscar la rendición de los subversivos, pues en ningúnmomento se negociará, ni se pactará con ellos.

Tampoco ahora se detendría el operativo militar, pues lascondiciones para su vigencia continuaban intactas. Ni losasaltantes se habían rendido, ni los rehenes habían sidoliberados.

Tan inmodificables estaban las condiciones para mantenerla acción militar, según Betancur, que cuando la Cruz Rojaentró al Palacio fue recibida con ráfagas de ametralladora».Aunque en carta al Secretario General de la Presidencia eldelegado de la Cruz Roja había hecho esa afirmación -que losguerrilleros los habían recibido a punta de ametralladora-, sinembargo, en entrevista concedida al periodista Manuel VicentePeña no estuvo tan seguro:

No puedo decir que la guerrilla nos disparó; puede que anosotros no nos hayan hecho fuego, puede que haya habidorebote de balas.

Observemos cómo se desenvolvió la jornada para elfuncionario encargado de llevar adelante tan delicada misión:

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7 A.M. Personalmente el presidente Betancur solicita lamediación a la Cruz Roja.

10 A.M. Citado al Palacio de Nariño, Carlos Martínez Sáenz,delegado de la Cruz Roja, esperó durante dos largashoras mientras una comisión de ministros redactabael mensaje que fue revisado en dos oportunidades porel presidente Betancur y se le suministraba un equipode comunicación para hacerlo llegar a los guerrilleros.El mensaje ratificaba la oferta hecha el día anterior aLuís Otero en cuanto a garantías en caso de rendición.

12:30 M. Se trasladó al Museo 20 de Julio en donde les dijo alos militares:

Señores, vengo en cumplimiento de esta orden queme ha dado el gobierno y quedo bajo la protección deustedes.

Sin embargo, los militares replicaron:

En este momento es imposible, aguárdese unpoquitico, cuando sea oportuno, el General dirá a quéhoras puede entrar.

El Presidente Betancur, por su parte, ordenó que losmandos militares que ejecutaban el operativo, rodearan alpresidente de la Cruz Roja de todas las facilidades y precau-ciones para el cumplimiento de su misión.

2 P.M. Martínez Sáenz fue dejado en las puertas del Palaciode Justicia para que avanzara en cumplimiento de sumisión. El General Arias Cabrales había dado la ordenpara su ingreso. Sin embargo, esta fue la declaracióndel líder de los socorristas:

Estuve en el tercer piso con el Comandante de la Brigaday súbitamente cesó el combate y se terminó la acción. Demanera que yo no pude conversar con los señores que inva-dieron el Palacio y no alcancé a entregar ni el radio ni elmensaje.

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Todo parece indicar, entonces, que cuando la Cruz Rojaingresó al Palacio de Justicia el sangriento desenlace estabaterminando o que, por lo menos, el operativo militar estabaen su fase final. Por esta razón y por la persistente evidenciaempírica de que el operativo militar en ningún momento fuesuspendido, causa sorpresa que el General Arias Cabrales hayadeclarado ante los Jueces que:

La suspensión del fuego por parte de la fuerza públicapara permitir al director de Socorro de la Cruz Roja difundirsu mensaje, fue otra actitud encaminada a la recuperación delas víctimas, que no encontró eco en los antisociales.

Con la mediación de la Cruz Roja, además, el gobiernono hizo otra cosa que insistir en la propuesta formulada porteléfono el día anterior: que reflexionaran y se entregaran:

Yo no renunciaba, diría Belisario Betancur, a la ilusiónde que, si nos era posible hacer reflexiones reiterativas a losasaltantes, éstos en algún momento entrarían en razón.

De todas maneras, sorprende que desde la llegada deldoctor Martínez Sáenz al Palacio de Nariño y su ingreso alPalacio de Justicia, hubiesen transcurrido casi cinco horas:dos y media en la casa presidencial mientras redactaban lamisma oferta que se había hecho a Luís Otero por teléfonoun día antes, y otras dos en la Casa del Florero mientras eldirector del operativo, General Arias Cabrales, autorizaba suingreso. Al margen de la buena voluntad de la Cruz Roja, loscierto es que cayó enredada entre los complicados juegos delpoder. Jamás nadie había llegado tan tarde con un mensajetan intranscendente sobre un asunto tan importante, comoera el de la salvación de los rehenes.

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2.6 El epílogoAlrededor de las cuatro de la tarde el Concejo de Ministros

escuchó los primeros informes radiales sobre el radical yviolento desenlace.

Los primeros informes de la radio confirmaron lo que hastaese momento había sido una imprecisa sensación dedesinformación. Esta situación quedó recogida en las decla-raciones del Ministro de Justicia, según las cuales, duranteesos días no había existido información adecuada sobre lasoperaciones militares:

Por eso, varios ministros nos quejamos de no estarsuficientemente informados de lo que ocurría, porque dadaslas frecuentes y fuertes explosiones que escuchábamos,solíamos preguntarnos a qué se debían.

El propio Presidente, aunque recibió información másconcreta, no estuvo en buenas condiciones con respecto ainformes globales y puntuales. Los datos eran inconexos o nose transmitían: por ejemplo, sobre el caso del doctor Arci-niegas, enviado por los guerrilleros con un mensaje para elgobierno, Betancur sólo se enteró una vez transcurridos lossucesos, por noticias de la prensa. A pesar de que el presidentecalificó la información recibida del Ministro de Defensa comoadecuada, oportuna y efectiva -máxime cuando no se contabacon otra fuente, además de la radio-, sin embargo, reconocióque, mirados a la luz de la información posterior, no cabíaduda de que sus informes habían sido incompletos.

Las intervenciones de los ministros tuvieron como únicafuente de conflicto las posiciones del Ministro de Justicia.Mientras Parejo señalaba que la severidad de los juicios de lahistoria, de la opinión nacional y del sector judicial, y advertíaque el gobierno podría ser juzgado por «imprevisión en elmanejo de la emergencia», el presidente Betancur puntualizóque, para poder avanzar en los juicios, se requería información

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más precisa. Envueltos como estaban en el torbellino de lossucesos, podían ser presa fácil de precipitud en los juicios.

Enseguida el Ministro de Gobierno reforzó la posición delpresidente con un nuevo llamado a la unidad, a la coherenciay a la identificación solidaria con las decisiones tomadas. Alsentirse aludido, el Ministro de Justicia manifestó que modi-ficaba su petición de investigación sobre las operacionesmilitares, por la presentación de un informe por parte delMinistro de Defensa.

El Ministro de Hacienda, Hugo Palacio Mejía, pidió evitarlas autoflagelaciones y señaló como grandes responsables alos «hampones del M-19». De todas maneras, dijo, se ha hecholo que se debía, y aunque nos embargue el dolor, no se debepedir perdón. El presidente Betancur remató, entonces, la partediscursiva de la sesión:

Muchas gracias, señores ministros. Vamos a estudiar elfuturo. En el proyecto de alocución que leí, digo que yo asumola responsabilidad. Por supuesto que también digo queconsulté. Está culminado uno de los capítulos más tremendosde la historia que tendrá repercusión universal. La más grandeenfermedad del género humano, que es el terrorismo, harecibido un tratamiento ejemplar.

A las 6:30 P.M. se levantó la sesión. Poco después, elpresidente proclamó al país que él, como Jefe de Gobierno,asumía la totalidad de las responsabilidades por las decisionestomadas, tanto por aquellas relacionadas con la soluciónmilitar del conflicto como por las vinculadas a las formasconcretas del operativo.

Con el rostro contrito y tras 28 largas horas de tensión,Belisario confesó al país que esa inmensa responsabilidad laasumía el presidente de la República:

Para bien o para mal mío estuve tomando las decisiones,dando las órdenes respectivas, teniendo el control absoluto

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de la situación. De manera que lo que hice fue por cuentamía y no por obra de factores que pueda y deba controlar

2.7 Las decisiones de los militaresCuando a las 12 del día el secretario general de la presi-

dencia se comunicó con el Ministro de Defensa, éste le informóque el ejército ya había enviado tropas para repeler el ataque.En efecto, desde las 11:40, el Comandante de la DécimaTercera Brigada, General Jesús Armando Arias Cabrales,había enviado a la zona del conflicto la Fuerza de ReacciónInmediata:

Cuando supe, declaró el General Arias, que elementossubversivos habían ingresado cruentamente al Palacio deJusticia, dispuse como competente el movimiento inmediatode tropas disponibles al área de los problemas.

Por su parte, el Director General de la Policía declarótambién que, tan pronto se enteró -a las 12:30- de la toma delPalacio de Justicia, ordenó la operación de un comandoespecial por la terraza de la edificación.

Aunque se especulaba desde días atrás que en cualquiermomento el M-19 trataría de tomarse el Palacio de Justicia uotra unidad administrativa del Gobierno, al medio día del 6de noviembre de 1.985, sin que mediara orden general oespecial de la autoridad civil, las Fuerzas Armadas y de Policía-ante un gravísimo conflicto de orden público en el que estabaen juego la vida de magistrados, funcionarios y numerososciudadanos- reaccionaron a la manera natural de los bomberosante un incendio, que sencillamente se apaga sin permisoalguno.

Al tenor de las indagaciones judiciales, el presidente señalóque la responsabilidad de la dirección del operativo había sidoasignada a los mandos militares a través del Ministro deDefensa. Este manifestó, a su vez, que había instruido al

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Comandante del Ejército, General Rafael Samudio Molina,sobre la decisión del presidente Betancur, incluyendo lanecesidad de tomar medidas adecuadas para salvaguardar lavida de las personas que se encontraban en el Palacio deJusticia. En coherencia con ese discurso de jerarquizaciones,el General Samudio advirtió que personalmente no habíarecibido órdenes directas del presidente de la República, yque las instrucciones le fueron comunicadas por el Ministrode la Defensa. Finalmente, el General Arias Cabrales,designado para dirigir la operación militar por su condiciónde estratega, manifestó que había recibido en efecto las ordenesde su superior jerárquico inmediato, el General SamudioMolina, quien aprobó el plan de operaciones y a quien leinformó sobre el desarrollo del operativo.

Arias Cabrales puntualizó además que, aunque no habíaelevado consultas directas al Presidente Betancur, como eralógico, el General Samudio le había dicho que se contaba conla aprobación del Presidente, tanto en lo referente a lanecesidad de la acción, como a la forma concreta de ade-lantarla. Por consiguiente, según el testimonio del comandantede la acción militar directa, General Arias Cabrales, elPresidente Betancur conoció el plan de operaciones y aprobósu forma concreta de aplicación.

En ese ajedrez de actores militares rígidamente jerar-quizados, una pieza clave estuvo constituida por el Coman-dante del Ejército. En primer lugar, a través de una sola fuente,que fue el Ministro de Defensa, conoció los detalles sobre elalcance del carácter de la decisión de solución militar tomadapor el presidente. Segundo, le correspondió aprobar el plande operaciones en sus particularidades técnicas. En tercer lugar,fue la instancia que recibió la información más detallada eintegrada sobre el desarrollo global y puntual de la operaciónmilitar. Y cuarto, de acuerdo con tales situaciones privile-giadas, estuvo en favorables condiciones de poder para manejar

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la información casi a su antojo, tanto hacia arriba como haciaabajo, sobre todo en lo referente a los detalles y a los eventosconcretos.

Una rápida muestra de las grabaciones hechas por radioa-ficionados a las comunicaciones militares, evidencian esasituación privilegiada de poder en cuanto a la recepción yentrega de información, por parte del General Samudio, comobase para tomar, o para aconsejar, decisiones concretas:

NUEVO INFORME AL GENERAL SAMUDIO

ARCANO 6: ...Entonces vamos a tratar de abrir del segundo pisohacia abajo. Cambio.

PALADIN 6: Quería decir lo siguiente: estos sujetos están sacandoun comunicado ahorita por la radio... manifiestanque exigen la presencia de Vásquez Carrizosa. Sieso no se cumple comenzarán -dicen ellos- a mataruno a uno los rehenes y lanzarlos por el 4o. piso.Dígame si está QSL.

ARCANO 6: QSL. Cambio.PALADIN 6: Y que si pretenden atacarlos tendrán comandos

suicidas en diferentes sitios para atacar otras insta-laciones. Siga.

ARCANO 6: QSL. Cambio.PALADIN 6: De manera, cierto o no cierto sus planes de ellos,

hay que apresurar la decisión nuestra. Siga.ARCANO 6: Entendido paladín 6. Cambio.PALADIN 6: Bueno, entonces espero que se cumpla y éxitos.3

IMPONGA EL PLAN DE OCUPACION

PALADIN 6: R. Mire Arcano 5, estos individuos tienen planespara buscar concentraciones y manifestaciones deapoyo y de presión... Imponga de una vez el plande ocupación y control de la ciudad e impidaconcentraciones y manifestaciones públicas. Siga.

ARCANO 5: Eh, desde las 5:30 está ese plan de ocupación...

3 Según Manuel Vicente Peña: PALADIN, fue la posible clave del GeneralRafael Samudio; «ARCANO 6», la clave del General Jesús Armando AriasCabrales y «CORAJE 6», la clave del General Miguel Vega

.

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PALADIN 6: Le voy a ordenar a la Escuela Militar lo apoyetambién. Siga.

ARCANO 6: R. Anoche la Escuela Militar nos apoyó en losbarrios circunvecinos a la Escuela. Cambio.

PALADIN 6: QSL. Entonces hay que hacer demostración defuerza y no dejarnos que estos cabrones tomen lainiciativa...

LOS SUPERIORES EXIGEN

PALADIN 6: ¿Cuál es la situación actualmente?ARCANO 6: La situación: Entre 1o. y 2o. piso, dominado...

Entonces estamos en este momento, en el 3o. piso...PALADIN 6: QSL. Bueno, sigue siendo crítico el tiempo para dar

por cumplida la misión y tomado totalmente elobjetivo, de manera que espero -yo se qué las demásunidades que están comprometidas, si acaso meestán escuchando- les pido, les exijo máximoesfuerzo, estamos contra el tiempo. Siga.

PALADIN 6: R. Mire dígale a Arcano 6 que hace un momentohablé con Coraje 6, también está preocupado por eltiempo.

ARCANO 5: Estamos haciendo el esfuerzo principal, en estosmomentos, Paladín 6, en el sector donde están losrehenes. Siga.

PALADIN 6: Hay que dejar secundariamente los cadáveres yseguir presionando e insistiendo. Siga.

ARCANO 5: ...insiste Paladín 6 en agilizar (...) el desenlace de laofrenda y lo está diciendo Coraje 6 que insiste eneso. Cambio.

ARCANO 6: QSL. Se está presionando...

EL GENERAL SAMUDIO: JUGANDO CONTRA EL TIEMPO

PALADIN 6: R. Entiendo que no han llegado los de la Cruz Roja,por consiguiente estamos en toda libertad deoperación y jugando contra el tiempo. Por favor,apure a consolidar y acabar con todo y consolidarel objetivo. Siga.

ARCANO 6: Vamos a... se va a hacer detonar otra carga entre elbaño del 4o.piso que ya se controló y el 3o. pisopara tratar de penetrar que es el lugar de resistenciaque nos queda en este momento. Cambio.

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PALADIN 6: Bueno háganlo...»

QUE DILATEN EL INGRESO DE MARTINEZ

ARCANO 5: Quiere Paladín que dilate un poquitico el acceso deMartínez

ARCANO 6: R. Entendido.

ASALTO FINAL CUANDO LLEGAN LOS DE LA CRUZ ROJA

CORAJE 6: Correcto.PALADIN 6: Coraje 6 de Paladín 6...CORAJE 6: Mira, ¿fue la operación militar?PALADIN 6: Afirmativo, como yo le informé. Cuando llegaron

los miembros de la Cruz Roja se estaba dando elasalto a los objetivos finales.

Se dijo atrás que el general Arias Cabrales atribuía alpresidente Betancur no sólo el conocimiento del plan deoperaciones sino la aprobación de su forma particular deaplicación. Al menos, advirtió fue esa la manifestación de sujefe inmediato, el General Samudio Molina.

Se señaló, igualmente, cómo el Presidente Betancur,después de haber asumido en la noche del 7 la responsabilidadintegral por las decisiones tomadas, había empezado adistanciarse progresivamente del radicalismo inicial: primerodijo que su decisión no había ido más allá de una orden a lasFuerzas Armadas para que mantuviesen el orden y recu-perasen el Palacio de Justicia. Precisó enseguida que, aunquela responsabilidad global recaía sobre el presidente de laRepública, hubo también responsabilidades concretas de losagentes ejecutores, es decir, de los Comandantes del Ejércitoy de la Policía, que habían tenido a su cargo el cumplimientodel operativo. En términos más precisos: el presidente, en sucalidad de comandante supremo de las Fuerzas Armadas,había asignado la responsabilidad de la dirección del operativoa los altos mandos militares pero, en forma directa, no había

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tomado decisión alguna de índole militar. Por otra parte,aunque se le había informado por parte del Ministro deDefensa sobre algunos desarrollos concretos, como era lógico,no se le había consultado cada paso ni la manera como iba adarse.

Finalmente, en la decisión presidencial sobre el mante-nimiento del orden y la recuperación del Palacio de Justicia,existieron dos premisas con cierto grado de incoherencia entreellas:

Pensaba que -como era apenas natural- las FuerzasArmadas utilizarían todos los elementos de que habían sidodotadas por el Estado para el cumplimiento de su misión,pero, también partía de la base de que la prudencia con quese utilizaran las armas, su oportunidad y gradualidad,garantizaría las órdenes inequívocas que había impartido.

Dos felicitaciones extendió, finalmente, el Ministro deDefensa una vez producido el radical desenlace. En la tardedel 7 expresó a sus subordinados:

CORAJE 6: Quiero interrumpirlo un minuto paraexpresarle un saludo de felicitación a nombre de todos losComandantes y del Estado Mayor Conjunto a todo elpersonal -sin excepción- de sus Brigadas, de sus unidadessubalternas por el éxito de la operación, demostrando aColombia y al mundo el profesionalismo y el espíritu deservicio de nuestro ejército, del cual nos sentimos todos,particularmente yo, muy orgullosos.

La otra felicitación fue para el Presidente:

Yo tengo que expresar ante ustedes, dijo el General en laCámara de Representantes, mi tremenda admiración alPresidente Belisario Betancur, por su entereza para tomar lasdecisiones que él consideró, en salvaguardia de lasinstituciones y en concordancia con el juramento que habíahecho

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* V *

LAS PREGUNTAS DEL MILLÓN

1. ¿»Narcos» en el Palacio de Justicia?En rueda de prensa concedida el 1° de noviembre de 1.985,

el entonces Ministro de Justicia, Enrique Parejo González,planteó que la «alianza» narcotráfico-guerrilla había sido lagestora y el pilar de la incursión contra el Palacio de Justicia.Los narcotraficantes -aseveró- tenían interés en Hacerdesaparecer los procesos relacionados con las solicitudes deextradición formuladas en contra de ellos.

Más aún:

La intención era amenazar, cobrarse en la vida de losmagistrados la entereza de carácter que tuvieron, de negar lademanda de inexequibilidad del tratado de extradición.

El despliegue obtenido en los medios de comunicación poraquellas altisonantes frases fue tan importante en su momentocomo, más recientemente, lo han sido las afirmaciones deCarlos Castaño en su libro «Mi confesión», y de «Popeye»,uno de los lugartenientes más importantes de Pablo Escobar.

El mismo término «narco-guerrilla» se acuñó para pensareste supuesto o real fenómeno. El hecho de que el M-19incluyera en su «Demanda Armada» alguna referencia alTratado de Extradición -considerado lesivo a la soberaníanacional- se asumía como «prueba plena» de su alianza conlos narcotraficantes. A ello se sumaban fácilmente las decla-raciones rendidas tiempo atrás por Iván Marino Ospina,aplaudiendo las amenazas de los narcotraficantes contra laembajada de los Estados Unidos.

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Para confirmar los supuestos nexos de los narcos con elM-19, se citaban también las amenazas que los magistradosrecibieron por cuenta de «los extraditables» o el hecho de queel asalto hubiese ocurrido contra la Corte un día antes de queésta estudiase la ponencia referente a la exequibilidad delTratado de Extradición, y de que decidiera sobre ochoresoluciones pendientes de tal aplicación.

No obstante, cada uno de los hechos habría que mirarlosobjetivamente. Las declaraciones de Ospina, por ejemplo,deben interpretarse en el marco de un tirante encuentrosostenido con el Presidente Betancur en México, el 5 dediciembre de 1.984. Sus palabras, por cierto, le ocasionaronsu destitución como Jefe máximo del M-19.

Con respecto a los demás eventos, las propias instanciasoficiales empezaron a desvirtuarlos. En sustentados informes,tanto el Tribunal Especial de Instrucción, como la Procura-duría General de la Nación, absolvieron al M-19 de todaconexión o apoyo con los narcotraficantes colombianos. Segúnel Tribunal, no existieron evidencias de participación demovimientos distintos al M-19 en el planeamiento y ejecuciónde la toma del Palacio de Justicia y tampoco hubo pruebaalguna que los vinculara con las amenazas inferidas a losmagistrados por los narcotraficantes o extraditables. El procu-rador Carlos Jiménez Gómez, a su turno, esgrimió una tesissimilar al señalar la carencia absoluta de pruebas que permi-tiesen pensar en una «relación o nexo causal entre la ocupacióndel Palacio y las amenazas recibidas por Magistrados yConsejeros».

He aquí sus argumentos:

La inclusión del Tratado de Extradición en el Manifiestocomo hecho vituperable para los guerrilleros, al lado de losacuerdos de monitoría del Fondo Monetario Internacional,no son sino expresiones de una posición política que pretende

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manifestar su nacionalismo rechazando toda forma de lo queellos califican como injerencia extranjera indebida.

Si bien es cierto que se dispone la ocupación del cuartopiso y la toma y custodia de los rehenes, no lo es menos queidénticas órdenes se dieron respecto a los restantes pisos ydel personal todo que laboraba en el edificio. La toma del 4o.Piso fue parte de la operación, pero no objetivo único

Es evidente que a los narcotraficantes, interesados en elpronunciamiento de la H. Corte sobre las demandas deinexequibilidad, no les interesaba la realización de las ame-nazas de muerte que ellos mismos habían pronunciado,porque el objetivo perseguido, precisamente, consistía en quelos magistrados amenazados cedieran a la violencia que secernía sobre ellos y declararan la inexequibilidad quedemandaban. Sólo para la hipótesis contraria, esto es, unadecisión desfavorable a su tesis, habían prometido tomarmortales represalias y es evidente que la H. Corte no habíahecho pronunciamiento alguno después de las amenazas...»

Muertos los Magistrados o colocados en la imposibilidadde fallar, los extraditables nada ganarían porque el Tratado yla Ley aprobatoria mantendrían su vigencia y el Gobiernopodría continuar expidiendo resoluciones de extradición enconsonancia con sus disposiciones hasta tanto no se produjeradecisión de inconstitucionalidad.

Sobre la fecha en que se realizó el asalto, es más fácil aúndesvirtuar los supuestos. Por un lado, se sabe que el operativoestuvo planeado desde octubre y que fueron circunstanciasajenas a la decisión del M-19 las que llevaron a su aplaza-miento. La citación a la plenaria que habría de discutir laexequibilidad del Tratado de Extradición no se había efec-tuado, según lo constató el Tribunal Especial de Instrucción,y el magistrado Patiño Roselli se había reservado exclusi-vamente la atribución de elaborar el orden del día de lassesiones, sin dar cuenta de ello a sus colegas ni al personal desecretaria para evitar filtraciones que llegaran a los amena-zantes. Ni siquiera los propios magistrados conocían, entonces,cuándo habría de llevarse a cabo la sesión que abordaría eltema de la extradición.

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Un último hecho puede traerse a colación: para «losextraditables», según lo hicieron saber en comunicaciónfechada el 3 de junio de 1.985, «el responsable más importante»de la extradición era el magistrado Manuel Gaona. A él loacusaron, incluso, de tomar para sí las ponencias sobre lanulidad de la extradición «porque desea que se sigan extra-ditando nacionales hacia los Estados Unidos». Sin embargo,el M-19 no tuvo a Gaona como objetivo importante. Elmagistrado cayó casualmente en manos de Almarales y noestuvo nunca al lado de Reyes Echandía. En el últimomomento, además, Almarales le permitió salir de su cautiverioy, al hacerlo con las manos en alto, fue víctima de lasconfusiones del Ejército.

Veinte años después, John Jairo Velásquez, el conocido«Popeye», uno de los pistoleros de Pablo Escobar, recuperó ladiscusión sobre el asunto. En su versión, Iván Marino Ospinay Álvaro Fayad, llegaron a la hacienda Nápoles para contarlea Escobar un ambicioso proyecto que tenían en mente.Consistía en un espectacular operativo en plena plaza deBolívar para denunciar a Belisario. Escobar solicitó detalles yFayad habló en concreto del Palacio de Justicia. A PabloEscobar se le pidió «un millón de dólares» argumentando lanecesidad de «traer fusiles de Nicaragua y explosivos C-4»,relata «Popeye». Pablo Escobar ofreció entonces un avión paratrasladar las armas y los explosivos, y les propuso «aprovecharesa entrada al palacio para darle un golpe fuerte a la extra-dición».

El narcotraficante ofreció, entonces, dos millones dedólares y cinco más al término del operativo, si dos de sushombres acompañaban al M-19 para quemar los expedientesde todos aquellos que podrían ser extraditados y asesinar avarios magistrados por traidores a la patria. Ospina objetó laidea de vincular a sus hombres, pero Escobar les pidió cumplirel objetivo. El capo decidió financiar la operación con dinero

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y armas de la mafia y prometió al M-19 una cantidadinimaginable si lograba poner fin a la extradición. Losguerrilleros recibieron dinero para la toma, el envío de veintefusiles y gran cantidad de munición, financiada por Escobar.«A través de la cafetería –acusa Popeye- gran cantidad dealimentos se venían almacenando». Remata que Ospina yBatemán se refugiaron en la infraestructura del capo luego dela toma, y que Escobar pagó los dos millones de dólaresprometidos, adicionales a los «cuarenta millones recibidosanteriormente». Los entregó a Iván Marino Ospina «en uncarro que tenía una caleta donde se encontraba escondido eldinero».

Las inconsistencias en el relato de «Popeye» son fáciles dedetectar:

· Iván Marino Ospina había muerto cuando surgió la idea yse inició la planeación de la toma del Palacio de Justicia.No tuvo nunca conocimiento de los hechos. Por consi-guiente, le era imposible asistir a una reunión en la haciendaNápoles para solicitar apoyo y mucho menos recibir dinerode la mafia cuando estaba muerto.

· Jaime Batemán murió en un accidente aéreo en 1.983. Nisiquiera alcanzó a firmar los acuerdos de Corinto y El Hobocon el gobierno de Betancur. ¿Cómo podía refugiarse conOspina «en la infraestructura de Escobar», luego del asaltoal Palacio de Justicia, si ambos estaban muertos?

· Las armas utilizadas en el operativo del Palacio fuerontraídas, en gran parte, de los frentes rurales del sur. Laspiezas procesales de la investigación judicial así lo señalany es reafirmado, además, por la única sobreviviente del M-19 inmediatamente después de los hechos. Las armas deprocedencia nicaragüense son sólo seis y perfectamente

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podrían estar desde hace muchos años en Colombia, enlas montañas del Cauca. Los explosivos fueron hurtadospor el M-19 en canteras de cundinamarca, hecho proce-salmente probado y constatable, incluso, con una revisiónde prensa.

· La existencia de alimento almacenado en la cafetería noes más que la reproducción del triste rumor que cobró lavida a sus empleados. Al realizar la inspección a suscongeladores, una vez culminada la operación en el Palacio,las autoridades comprobaron la falsedad de la acusación:no existía tal almacenamiento y sus refrigeradores sólodaban cabida, cuando más, a 100 unidades de reservas deleche. El Tribunal Especial de Instrucción dijo al respecto:

Todas estas informaciones resultaron falsas, productoalegre de la imaginación. Nos detenemos en el examendel tema porque interesa restablecer la buena opinión quemerecen gentes honorables y correctas que se encontrabanal servicio del restaurante, quienes no tuvieron vinculaciónalguna con los guerrilleros del M-19 y en nada pueden versecomprometidos en los acontecimientos criminales quehorrorizaron al país.

· Con respecto al operativo, la austeridad económica del M-19 es bastante deducible. No pudieron obtener cohetesantitanque y tuvieron que correr el riesgo de hurtar auto-motores y explosivos para ejecutar la acción. Las bombasfueron todas de fabricación casera y los radios fueronadquiridos entre los más económicos del mercado de «SanAndresito». Acudieron al apoyo financiero del grupoarmado «Ricardo Franco», y pusieron en peligro la accióncuando los planos confiados a ellos cayeron en poder delas autoridades.

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Contraria a la versión de «Popeye», Carlos Castaño ofreceotra en su libro «Mi confesión». Quien se presentó a lahacienda Nápoles fue Pizarro. Quien financió y aportó ladinamita fue Escobar y quien concedió el armamento fue suhermano Fidel Castaño. Pizarro pidió «un millón de dólarespor asesinar a los magistrados» y «un millón de dólares porquemar los expedientes». Agrega Castaño que fue GuidoParra, el abogado de Escobar, quien le explicó a Pizarro laubicación de los expedientes en contra del capo y qué debíanquemar. Otro narco replicó, entonces, que incluyeran lospropios y pagó trescientos mil dólares más.

Desde luego, algunas de las objeciones al testimonio de«Popeye» pueden aplicarse a la versión de Castaño. Los planosdel Palacio de Justicia, además, fueron adquiridos desde unprincipio por Otero. Carlos Pizarro no participó tampoco enla planeación del operativo y no era, para la fecha, el coman-dante máximo del M-19. Su labor estaba concentrada en lasmontañas del Cauca con la creación del «Batallón América»y la planeación de un asalto a la ciudad de Cali.

En uno y otro caso, lo expuesto por el Procurador debesubrayarse: ¿qué sentido tenía para la mafia ejecutar a unosmagistrados que no habían fallado todavía los procesos sobrelos cuales guardaban interés? Sin embargo, podrían agregarseotras preguntas: ¿qué sentido tenía quemar los expedientes side ellos existe copia en los juzgados de instrucción o en EstadosUnidos, si se trata de la extradición? Retrasar las decisionesunos cuantos días, sería absurdo, máxime cuando en esemomento ni siquiera estaban detenidos.

Por último, la pregunta más contundente para verificar loinsulso que resulta colocar como enorme ganancia para losnarcos, la quema de sus procesos de extradición: ¿Cuántos ycuáles capos del narcotráfico en Colombia se beneficiaron odejaron de ser extraditados a Estados Unidos, gracias al asaltodel Palacio de justicia y a la quema de sus expedientes?

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Sólo dos hechos son ciertos pero no implican por ello larelación de Escobar con el asalto al Palacio de Justicia:

· Escobar estableció relaciones con el M-19 a partir de lasacciones y negociaciones que condujeron a la liberaciónde Martha Nieves Ochoa, secuestrada por la organizaciónguerrillera.

· A raíz de estas negociaciones, Iván Marino Ospina sípermaneció algunos días en la hacienda Nápoles. El propioEscobar lo reconoció al periodista Germán Castro Caicedoy agregó, además, que en señal de buena voluntad elguerrillero le obsequió una subametralladora de fabricaciónsoviética, a la cual nunca pudo conseguirle munición lamafia. Esto sucedió años antes de la muerte de Ospina yen vida de Batemán.

2. ¿»Toma» anunciada?

2.1. Las amenazas contra la Corte y el Consejo de Estado:A lo largo de 1.985, magistrados de la Corte Suprema y

consejeros de Estado recibieron con frecuencia anónimasamenazas que se hacían extensivas a sus familiares máscercanos. A las manos de Manuel Gaona Cruz, CarlosMedellín Forero, Alfonso Patiño Rosselli, Ricardo MedinaMoyano y Alfonso Reyes Echandía, en su calidad de miembrosde la Sala Constitucional y Presidente de la Corte, respecti-vamente, llegaron escritos ultrajantes, sufragios tenebrosos ycintas magnetofónicas que, en general, hacían referencia alTratado de Extradición y su declaratoria de inexequibilidadcomo exigencia.

Las amenazas, dice la Comisión Investigadora en suinforme sobre el Holocausto

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Se efectuaron como un medio para coaccionar e intimidara los magistrados, en la creencia de lograr el cambio de sustesis y de sus votos.

Muchas de estas «advertencias» empezaron a causarasombro cuando en sus textos demostraban un seguimientototal al afectado. Conocían sus desplazamientos, sus rutinasde vida e incluso grababan conversaciones telefónicasefectuadas desde sus hogares. Simultáneamente, una especiede «guerra sicológica» se ensañaba contra sus esposas e hijos,a quienes, el inusitado poder que los colombianos reconocíanen la mafia y los repetidos asesinatos de jueces, magistradosde tribunales de distrito, periodistas o simples ciudadanos, seles citaba como «garantes» o escarmiento de su actividadcriminal. Como obsesivo fantasma, el asesinato de RodrigoLara Bonilla era un terrible y magno «ejemplo» para losmagistrados.

Bajísima era la calaña y ruin el sentido de las anónimasamenazas:

Si el tratado de extradición no cae derrumbaremos laestructura jurídica de la nación, ejecutaremos magistrados ymiembros de sus familias. Estamos dispuestos a morir,preferimos una tumba en Colombia a un calabozo en losEstados Unidos... Si actúan con inteligencia, con silencio,no pasará nada. Serás el responsable de tu propio futuro ydel futuro de tu propia familia... No estamos jugando. Notodos nuestros enemigos pueden gozar del privilegio de lanotificación y del aviso. Actuamos de sorpresa.

Sin embargo, no sólo los extraditables enviaban escritos alPalacio de Justicia. Algo que poco o nunca se dijo, es quepresuntos grupos paramilitares ingresaron también en lanómina de los plagiarios. En versión testimonial sobre loshechos, el doctor Alfonso Reyes Echandía alcanzó a referirlas amenazas recibidas por el Consejo de Estado en razón a

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sus recientes fallos contra la práctica cotidiana de torturas eninstalaciones militares. Un anónimo titulado «Réquiem parael Consejo de Estado», sentenciaba por ejemplo en alguno desus párrafos:

El Consejo de Estado es una corte llena de títeresextranjeros, títeres éstos, que en su gran mayoría no resistenuna somera consideración. Ahora bien, si nos resistimos acreer que los magistrados colombianos pasan por unmomento muy crítico y decadente, habría que preguntar sieste catastrófico resultado -fallo- no es en buena parte debidoa la intervención y a la manipulación comunista que se hadado al caso.

Conocidas por el Ministro de Justicia y el Consejo deSeguridad, el sentido genérico de dichas amenazas trascendióa la opinión pública. El 3 de octubre de 1.985, la CorteSuprema de Justicia denunció «graves, concretas y reiteradasamenazas de muerte», relacionadas con el trámite de nuevasdemandas de inconstitucionalidad del Tratado de Extradición.

No obstante, las investigaciones y acciones policivas noalcanzaron la celeridad y la eficacia requeridas. Aunque elMinistro de Defensa, en su afán por mostrar resultados anteel Congreso, relacionó las acciones desplegadas para detectarlas intercepciones telefónicas y lograr la identificación de susautores, los resultados procesales fueron finalmente muypobres: nada en concreto contra nadie, ni siquiera méritospara una detención.

2.2 El plan develadoEl viernes 18 de octubre, cuatro periódicos capitalinos: «ElTiempo», «El Siglo», «Diario 5 P.M.» y «El Bogotano»,informaron al unísono sobre el descubrimiento de un vastoplan de la guerrilla urbana para tomarse el Palacio de Justiciasecuestrando allí a los magistrados. Los organismos deseguridad e inteligencia del Estado habrían capturado varias

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personas comprometidas en la «toma», logrando el decomisode documentos y planos de la sede judicial. En estos planosestaban marcados los puntos más estratégicos de la edificación,así como

Descritos con gran precisión, piso por piso, los despachosde los profesionales, número de empleados, horarios y pasillosde ingreso.

«El Tiempo», por su parte, dio cuenta de «datos obtenidospor la División de Inteligencia Militar» y «amenazas anóni-mas» que obligaron a «extremar las medidas de vigilancia enel Palacio de Justicia». Según los anónimos, agregó «ElTiempo», la célula subversiva proyectaba irrumpir en lasinstalaciones de la Corte aprovechando la visita del presidentefrancés Francois Mitterrand.

No obstante, en diciembre de 1.985, una vez ejecutado elasalto, el Ministro de Defensa, Miguel Vega Uribe, insistió enque fueron falsas la informaciones según las cuales las FuerzasArmadas

Habían capturado a unas personas que iban a asaltar elPalacio de Justicia, que les habíamos encontrado los planos,las armas y yo no sé cuantas locuras más de las que muchasveces dice la prensa.

¿Era cierto? Tal vez no sea posible precisarlo con plenaexactitud, pues, pese a las negativas y aclaraciones militares,Germán Hernández, uno de los primeros periodistas enescribir sobre lo sucedido en el Palacio de Justicia, retoma ycomplementa las versiones en su libro «La Justicia en llamas»:

El plan inicial fracasó por un inesperado error decamuflaje urbano. El 17 de octubre, en un costado del Palaciode Justicia -que es un lugar poblado de raponeros y hábilescarteristas-, dos guerrilleros fueron detenidos cuandoportaban unos completos planos del edificio.

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Reconocido el insuceso por la guerrillera Clara Enciso aOlga Behar, pero negado reiteradamente por el Ministro deDefensa en el Congreso, la presunta «novela Mitterrand-Corte»(como la llamara Vega Uribe despectivamente), adquirióestatuto de realidad con el testimonio del doctor Carlos BetancurJaramillo, presidente entonces del Consejo de Estado:

En el mes de Octubre las salas de gobierno de la Corte ydel Consejo de Estado tuvieron una reunión...con unosoficiales de la policía (entre ellos el Coronel Herrera de laCuarta Estación)... Se nos informó en esa reunión que lasFuerzas Militares habían detectado un plan terroristaorientado a la toma del Palacio de Justicia por el M-19 y quea eso se debían las medidas que con urgencia había que tomarpara la seguridad del Palacio. Se nos dijo que ese planterrorista de la toma del Palacio se quería coincidir con lallegada del Presidente Miterrand.

Como hecho contundente, finalmente, puede advertirse quela «Demanda Armada» presentada y publicada por el M-19para argumentar su violento ingreso al Palacio de Justicia,tenía como fecha el mes de octubre. De todas maneras, lo que si admitió el Ministro de Defensaes que al Comando General de las Fuerzas Armadas llegó unanónimo con los siguientes términos:

El M-19 planea tomarse el edificio de la Corte Supremade Justicia el jueves 17 de octubre, cuando los magistradosestén reunidos, tomándolos como rehenes al estilo Embajadade Santo Domingo; harán fuertes exigencias al gobierno sobrediferentes aspectos, entre ellos el tratado de extradición.

Sin discusión, sobraban las razones para prestar atenciónextrema o de primer grado al Palacio de Justicia. A las repe-tidas amenazas de narcotraficantes y grupos paramilitares, sesumó, entonces, el despliegue periodístico y anónimos con-cretos advirtiendo una posible toma guerrillera. De modo que,

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dentro de la lógica del deber, antes que un simple «servicio deprotección para el 17 de octubre» y unos pocos días más, «porcriterio de elemental prudencia», no sólo era necesario enprimera instancia un dispositivo especial que reforzarainmediatamente la seguridad del Palacio, sino también, amanera de solución permanente, imperioso era modificarfavorablemente las condiciones de seguridad ofrecidas por laedificación, programando con destreza una certera respuestaante tan eventual tentativa beligerante.

Lastimosamente, ninguna de las tareas se emprendió conla urgencia requerida. Si bien la DIJIN estudiaba desdeseptiembre un plan de seguridad general para el Palacio deJusticia, éste tan solo se presentó a los Magistrados el mismo17 de octubre. Y lo que es peor, la casi totalidad de sus reco-mendaciones -ligadas al mejoramiento del sistema de segu-ridad y acceso al Palacio de Justicia-, fueron ignoradas,rechazadas o aplazadas indefinidamente.

Estando de por medio el Poder Judicial y su máximaMagistratura, no se cumplieron las recomendaciones deseguridad necesarias, pese a que algunas de ellas presentabanfacilidad inmediata y a todas se les señalaba un plazo deaplicación que para el 6 de noviembre estaba vencido oprácticamente agotado.

En la más inexplicable de las situaciones y advertidas hastala saciedad de los peligros que se cernían sobre la Corte, lasautoridades policivas resolvieron unilateralmente levantar elrefuerzo policivo acordado con los magistrados, sin imple-mentar o aplicar en lo más mínimo el sistema de seguridadrecomendado por la DIJIN.

Estos acontecimientos, discutidos en su relación causalentre la negligencia o la voluntad manifiesta, han convertidoen justificables diversas inquietudes que del sentimientogeneral resume Manuel Vicente Peña Gómez en concretosinterrogantes:

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¿Fue una trampa para eliminar a la cabeza del M-19 dentrodel Palacio de Justicia aún a costa de la vida de losMagistrados? ¿Un acto de fuerza de los militares en respuestaa los constantes ataques de la guerrilla?

Un Magistrado, Humberto Murcia Ballén, pensó demanera similar en medio de la confrontación:

¡Dios mío! ¡Esto es una masacre consentida y anunciada!

3. ¿Quién ordenó levantar la vigilancia policial del Palacio?La Fuerza Disponible de la Sexta Estación de Policía venía

prestando un servicio especial de vigilancia al Palacio deJusticia consistente, en términos militares, en un «1-1-20». Setrataba de un oficial, un suboficial y veinte agentes, entre loscuales, la mitad se ocupaba de la seguridad externa, armadosde Galil, y los diez restantes, de la seguridad interna condotación de revólveres. Los primeros se localizaban al rededordel edificio y en la puerta del sótano, mientras los últimos sedistribuían en la entrada principal -para tareas de identificacióny requisa de los visitantes-, así como en el patrullaje de pasillos,escaleras o ascensores. En ocasiones, algunos agentes acom-pañaban también a personas que necesitasen realizar consultaso diligencias en los pisos segundo a cuarto de la edificación.

Pasado el sangriento desenlace del Palacio de Justicia, lanación indignada reclamó las razones por las cuales fueronlevantadas dichas medidas especiales. Ante el Congreso enpleno, el General Vega Uribe respondió, entonces, que dichadecisión se había tomado por petición expresa del Presidentede la Corte, Alfonso Reyes Echandía. El Ministro de Defensabasó sus afirmaciones en tres constancias expedidas por sussubalternos:

La primera de ellas, suscrita por el Teniente Coronel PedroAntonio Herrera Miranda, hacía referencia a una solicitudverbal formulada por el magistrado Reyes Echandía el 31 de

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octubre. La segunda, firmada por el Comandante Operativode Bogotá, Teniente Coronel Gabriel Arbelaez Muñoz,sustentaba una reunión con el Presidente de la Corte Supremael 1o. de noviembre en la que éste, «por razones civilistas»,había exigido el retiro del refuerzo policivo. Finalmente, en latercera constancia se decía que el mando policial habríaautorizado suprimir la vigilancia ante la «orden» emitida porel Doctor Reyes Echandía a los oficiales responsables.

Muerto ya el presidente de la Corte, la coartada de losmilitares empezó a quedar al descubierto cuando la mismaentidad certificó el 18 de diciembre de 1.985 lo siguiente:

El Doctor Alfonso Reyes Echandía nunca solicitó ymenos aún ordenó, días antes del incendio del Palacio deJusticia, que se suspendiera la vigilancia que allí debíaprestarse por parte de la fuerza pública.

Seguidamente, la Corte presentó como elementos de juiciovarios contundentes hechos, destacando como inadmisible quea la persona a quien

En vida nadie le escuchara sus peticiones de diálogo ycese al fuego, le apareciesen, después de muerto, celososguardianes de imaginarias órdenes suyas.

Poco a poco, la investigación dirigida por el TribunalEspecial de Instrucción se encargó de clarificar aún más laverdad. Para empezar, el subteniente Joaquín CamachoSarmiento explicó ante los Jueces que, en un principio, la ordense recibió únicamente para «una semana», alargándose según«coordinaciones que se organizaban». De consiguiente, noexistió nunca una disposición permanente que fuere levantadaa solicitud de la máxima magistratura, y mucho menos,conciencia real de los peligros que asechaban a la Corte.

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Igualmente, de acuerdo con las minutas y libros oficialesde la Estación Sexta, en los últimos días de Octubre el servicioparecía entrar en franca desidia operativa. Así por ejemplo, elrelevo del último turno no se realizó en el Palacio de Justiciacomo debía hacerse, sino en la propia Estación de Policía,permitiéndose incluso un intervalo de cinco minutos entre elarribo del destacamento que acababa de rendir labores, y lapartida del nuevo grupo que lo reemplazaría. Este turnoademás, según la anotación de guardia, salió con un «0-0-20»,es decir, sin oficial ni suboficial al mando. Por añadidura, ensendas pruebas oculares sobre los libros de la Estación Cuartay su Subestación del Capitolio -a quienes correspondía lacobertura policial del Palacio de Justicia-, los jueces instruc-tores comprobaron con asombro que de tales Estaciones sóloesporádicamente se destinaba uno o dos agentes a la sedejudicial, sin que los días 4, 5 y 6 de Noviembre se hubieredestacado vigilancia alguna para la edificación.

No obstante, la más torpe manipulación del suceso quedóal descubierto cuando se constató que, en las fechas de reunióncitadas por los militares, el doctor Reyes Echandía seencontraba en Bucaramanga invitado como expositor al XIVCongreso Nacional de Abogados, evento en el cual perma-neció desde el 31 de Octubre hasta el 2 de Noviembre de 1.985.

Por consiguiente, no pudo ser el presidente de la Cortequien solicitara la suspensión del servicio policial. Por tanabsurda coartada, su propio hijo, Yesid Reyes Alvarado,instauró Denuncia Penal por «Falsedad Ideológica deEmpleado Oficial en Documento Público»; en tanto que, elpropio Tribunal Especial de Instrucción, rechazando por«injusto» el intento de atribuirle la responsabilidad de la ordenal presidente de la Corte; ordenó compulsar las copias perti-nentes para que por parte de los «jueces competentes», seadelantara la investigación conducente a «establecer si losinformantes incurrieron o no en infracción penal».

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4. ¿Por qué el Palacio de Justicia y no el Capitolio o el Palaciode Nariño?

A cien y doscientos metros respectivamente, en recintospoblados por habitantes con otras preocupaciones y con otrasprisas, estaban las sedes de las dos restantes ramas del poderpúblico: el Congreso Nacional y la Casa de Nariño.

Álvaro Villegas, Presidente del Congreso, llegó al Capitoliomás o menos a las diez de la mañana. Hora y media mástarde, mientras dialogaba con funcionarios del DANE sobrelos servicios que «en materia de sistematización podríaprestarle esta entidad al Senado de la República», llegó hastasus oídos el estruendo de una formidable balacera.

Este fenómeno de la audición es curiosamente analizable.En el interior del Palacio, por ejemplo, fue más perceptibleuna especie de ruido sordo y concreto. Sin duda, la confor-mación interna del edificio hizo más sonoro, hacia el interior,el complejo de ondas producido por la ruptura de la barreraen el parqueadero. Su mezcla con los disparos de fusil, sirviósólo para hacer más densa y seca aquella primitiva manifes-tación audible de la toma.

En el exterior en cambio, el aire transportó más ágilmentela tonalidad de los disparos. Realizados por los guerrillerospara cubrir su acceso y respondidos por los vigilantes paraimpedirlo, sus vibraciones fueron más fácilmente expandibleshacia afuera que hacia adentro.

Ello jugó un papel importante en la reacción inmediata delas fuerzas del orden cercanas al Palacio de Justicia y enespecial del Batallón Guardia Presidencial: de acuerdo con loescuchado, supieron adivinar desde el primer instante que setrataba de un ataque armado. Sólo restaba precisar a cienciacierta cual era su objetivo.

Casi paralelamente también, las ventanas del capitolio ensu costado norte se inundaron de personas movidas por unacuriosidad que se transformó rápidamente en preocupación.

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En el costado occidental, muchas de ellas intentaban estirarel cuello para captar siquiera algún resquicio de lo que ocurría.

En segundos, un fugaz presentimiento enturbió el ánimode los Congresistas: el ataque podía extenderse hasta elCongreso. Pero, entre ellos, algunos periodistas captaronimaginativamente la situación. Julia Navarrete concluyóenseguida que se trataba de la «anunciada toma del M-19».Varios auxiliares corrieron a la Comisión Tercera del Senadopara informar a sus superiores sobre la gravedad de lasituación. En ese momento, dijo Luís Carlos Galán:

Nadie imaginaba el origen ni se sabía en donde ni entrequienes se cumplía el enfrentamiento armado.

Rápidamente, a iniciativa de los cuerpos de seguridad, loscongresistas fueron trasladados a la oficina de la presidenciacon visibilidad hacia el Palacio de Nariño. Allí fueron testigosde la movilización precipitada de casi cien soldados delGuardia Presidencial quienes, luego de rendir honores a unembajador, «rompían filas y tomaban posiciones acostados alo largo de los prados y las esquinas de los patios que separabanla casa presidencial del capitolio.

Al final, a pesar de todos los temores, los guerrilleros del M-19 no atacaron la Casa de Nariño ni cayeron sobre el CapitolioNacional. Su objetivo fue tan sólo el Palacio de Justicia. ¿Porqué? Lo propaló, con reiteración, el propio M-19:

Fuimos ante el Poder Judicial, única reserva democráticay moral del Estado Colombiano, a presentar una demandanacional. Como dijera Rafael Uribe Uribe, cuando lasreformas y las libertades no se conceden, el pueblo tiene queplantear su demanda armada.

Concedida el 8 de Diciembre, esta entrevista de Fayadamplió extensamente los términos con que la Dirección

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Nacional del M-19 explicó sus razones en una primera«Declaración Plenaria» del 11 de noviembre:

Fue una demanda armada porque hoy los derechos delhombre y del ciudadano tienen que ser garantizados con lafuerza de las armas del pueblo.

En este sentido, la misma organización rindió sus argu-mentos ante las reclamaciones públicas de la Asociación deEmpleados de la Rama Jurisdiccional:

El propósito de la acción era entablar ante la SupremaCorte de Justicia y en nombre de la nación, una demandacontra este gobierno. De tal forma que las armas de nuestroshombres fueron empleadas para defender el ejercicio de estademanda y sus propias vidas. Jamás apuntaron contra ningúnmagistrado.

Lastimosamente no hubo quien les preguntara, en elmomento, ¿por qué entonces aparece la palabra «rehenes» enel plan operativo?

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CONCLUSIONES

1. El poder civil y el poder militarAunque en un principio el Presidente Betancur colocó sobre

sus hombros el pesado fardo de la responsabilidad total porlas decisiones tomadas, pasados unos meses comenzó atrasladar hacia los uniformados la cuenta de cobro por lasdecisiones y acciones concretas. Los Mandos Militares, a suturno, proyectaron en sus declaraciones ante los jueces laimagen de una subordinación incondicional a la autoridadcivil. De un solo acto, en el seno de los actores gubernamen-tales existían desde entonces dos versiones contradictorias.

Hipotéticamente, podría recordarse que, a las doce del día,fueron los uniformados quienes decidieron una soluciónmilitar que dos horas más tarde sería definida también por elPresidente Betancur, ya porque tuviese razones propias parahacerlo o bien porque hubiese querido formalizar el operativopuesto en marcha por la fuerza pública. Subsidiariamentepodría plantearse que el 6 de noviembre los mandos militaresno se limitaron a las decisiones técnicas sino que, basados enla decisión presidencial de solución militar, hubo una decisiónpolítica consistente en la forma específica de conducción deloperativo militar

En este sentido, el relato descriptivo expuesto en la presenteinvestigación se mueve a favor del siguiente cuerpo de hipótesissubsidiarias:

Primera. El Presidente Betancur tomó la decisión desolución armada del conflicto alrededor de las dos de la tarde,una vez conocidas las exigencias básicas del M-19, sobre todoaquella relacionada con su presentación ante la Corte Suprema

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de Justicia para ser juzgado por su presunta traición a la causade la paz.

Segunda. Desde las doce meridiano, casi con el inicio dela toma, los mandos militares, movidos por automatismosinherentes a su configuración histórico-institucional y sin quele pidiesen autorización a poder civil alguno, decidieron ypusieron en marcha el operativo militar.

Tercera. Aún bajo el supuesto de que el presidente Betancurhubiese definido autónomamente la solución militar, ésta fueuna determinación a posteriori que, no obstante, resultócongruente con las decisiones concretas tomadas por losmandos militares.

Cuarta. Tanto el Presidente Betancur como los MandosMilitares, en niveles distintos, tomaron decisiones políticas.

Quinta. Aunque el presidente Betancur no haya sidoinformado sobre los distintos aspectos de la dinámica globaldel operativo ni sobre sus más importantes desarrollos con-cretos, todo indica que tampoco hizo exigencias específicas aese respecto, convencido como se encontraba de tres impor-tantes cuestiones: en primer lugar, que las Fuerzas Armadas,además de actores respetuosos de la autoridad civil, constituíanun cuerpo estrictamente profesional. En segundo término, quelos militares utilizarían los recursos y elementos normales queel Estado les había proporcionado para el cumplimiento desus obligaciones. Y finalmente que, aunque las instruccionesimpartidas a los militares eran inequívocas -mantener el ordeny recuperar el Palacio de Justicia con la cautela necesaria paragarantizar la liberación de los rehenes sanos y salvos-, sinembargo, había partido de la base de que los militares usaríanlas armas del Estado en forma prudente, gradual y oportuna.

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Los supuestos de Betancur fueron más ficción que realidad:aún aceptando a los militares como «cuerpo profesional», nodeberían olvidarse como importante actor político en poderde elementos y recursos de guerra utilizados en forma comolo hicieron. Tal parece que las manifestaciones discursivas delos actores se quedaron muy a la zaga de sus conductasprácticas. A este respecto, la apelación a la Constitución fueel discurso justificatorio con el que se quiso velar y oscurecer,la superposición del poder militar sobre la dirección civil delEstado, o la forma como las armas estatales trascendieron ellímite impuesto por la presencia en el Palacio de más de doscentenares de civiles inocentes.

El proceso de toma de decisiones debe ser examinado,entonces, tanto desde la óptica del Presidente Betancur comodesde la de los mandos militares.

· El Presidente BetancurProducido el radical y violento desenlace de la confronta-

ción armada y al enterarse por la radio de la muerte de tantosmagistrados y de tantos civiles inocentes, el presidenteBetancur dejó caer pesadamente sobre la mesa de reuniones,una cabeza con 28 largas horas de veloz encanecimiento. Talcantidad de acontecimientos no podían caber en tan cortotiempo.

Tal como se ha expuesto, esa misma noche del 7 denoviembre, Belisario le dijo al país que colocaba sobre sushombros toda la responsabilidad por las decisiones tomadas,por las políticas y las técnicas, por las generales y las concretas,por las gruesas y las menudas. Con esa conducta buscó, sobretodo, producir un efecto de verdad al proyectar sobre la opiniónpública una sólida imagen de solidaria cohesión en las rela-ciones entre la autoridad civil y los mandos militares. Noobstante, en los meses subsiguientes Betancur empezó adistanciarse de sus declaraciones iniciales.

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En un principio lo hizo con pru-dencia. Dijo que él habíacumplido a cabalidad sus deberes constitucionales como JefeSupremo de las Fuerzas Armadas, pero quedaban responsa-bilidades concretas ubicadas en los comandos operativos. Enun segundo momento puntualizó que todas las decisionesconcretas las habían tomado los militares. Aún más: aunquereconoció la oportunidad de los informes suministrados porel Ministro de Defensa, los calificó después como insuficientes,sobre todo cuando los había confrontado con la informaciónobtenida posteriormente.

La Constitución anterior a 1991, como ésta, incluso, asignaal presidente de la República el manejo del orden público y ala fuerza pública su aplicación. Pero es claro que los militares,en el nivel de ejecución de las políticas de orden público, debentomar decisiones técnicas de táctica militar. Lo que no puedenhacer los militares es desajustar sus acciones de las directricesy parámetros definidos por el presidente de la República,porque en este caso resultan redefiniendo las determi-nacionesgubernamentales mediante una nueva decisión política. Porlo tanto, según la lógica del texto constitucional, el Presidentedebe tomar las decisiones políticas en los distintos niveles delorden público. En el caso del Palacio de Justicia, Betancurpudo haber tomado la decisión general de solución militar,pero se desprendió de la decisión política asociada a la formamilitarista de conducción del operativo militar. Esta decisión,con claridad, fue tomada por los Mandos Militares.

Así las cosas, lo que de nuevo reveló el Palacio de Justiciafue la condición de los militares en cuanto importante actorpolítico con elevada capacidad para influir y hasta para definir,según las coyunturas de los distintos gobiernos, las políticasde orden público. No hubo «amenazas» ni «vacíos de poder»,no hubo «golpes de estado de treinta y ocho horas»; sim-plemente, los militares recuperaron sus plenas condiciones deactor político.

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¿En dónde quedó, entonces, la autonomía del presidentepara decidir y manejar las políticas de orden público? ¿Porqué no pudo Betancur ordenar la suspensión, por lo menostemporal, del operativo militar tal como, con insistencia, lohabían demandado el M-19, el Presidente de la Corte e inclusoun grupo minoritario del gabinete ministerial?

En parte se ha ofrecido la respuesta. Para no tomar decisiónalguna en torno a esas demandas, Betancur se acogió exclu-sivamente a los análisis tácticos de los militares, según loscuales serían graves las consecuencias si se adoptaba esamedida permitiendo el respiro y fortalecimiento de losasaltantes en sus posiciones. Por eso el presidente decidió quesólo ordenaría la suspensión del operativo militar si losguerrilleros se rendían incondicionalmente. Con una subor-dinación tan estrecha al «criterio técnico» de los militares, pocoo nada podía esperar el sector minoritario de ministros quedemandaba cierto tipo de contactos con los guerrilleros. Enrealidad, lo único que lograron fue una pequeña apertura enla cerrada decisión del presidente de no dialogar, de no nego-ciar: se enviarían, cuando menos, algunos mensajes solicitandoa los guerrilleros su rendición incondicional.

· Los militaresEn sus declaraciones ante los jueces, los militares proyec-

taron una imagen de elevada coherencia con las decisionesdel presidente, y de decidida subordinación a la autoridad civil.Según manifestación expresa del General Rafael Samudio, elpresidente Betancur no sólo aprobó la necesidad del operativosino también sus formas particulares de conducción. Losmilitares enfatizaron además que, durante el desarrollo de lasacciones, se ciñeron tan estrictamente a las instrucciones delPresidente que habían llegado a decidir pausas prolongadas,sin la presión de las tropas, con la esperanza de que losguerrilleros permitiesen la salida de los rehenes. Es más: que

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de no haber sido por su estricta sujeción al poder civil,técnicamente habrían podido recuperar el Palacio en cuestiónde pocas horas.

El General Arias Cabrales llegó a declarar, en contra detodas las evidencias empíricas, que había ordenado la sus-pensión temporal del fuego para facilitarle al delegado de laCruz Roja el cumplimiento de la misión encomendada por elpresidente y que, en varias oportunidades, había buscado eldiálogo con los asaltantes a través de los llamados a viva voz,sin obtener respuesta positiva. El Ministro de Defensa señaló,a su vez, que personalmente le había manifestado al presidenteBetancur que, aunque se tomasen todo tipo de precauciones,continuaban vigentes los riesgos inherentes a todo operativomilitar, razón por la cual no podía asegurar que, en esa ocasión,no se registrasen muertos.

Reiteró, además, que el país vivía obsesionado con elfantasma del golpe de estado cuando lo único que le interesabaa los militares era apoyar a los civiles para que pudiesencumplir con la Constitución y las leyes. Finalmente, rematóVega Uribe, la Constitución no señalaba si, para proteger losderechos de los ciudadanos, se podía olvidar la protección delorden público, pues había que comprender que, sólo bajo elsupuesto de la existencia del Estado, se podía demandar suprotección.

En concepto de los altos mandos, frente a la agresión deque fue objeto la rama jurisdiccional del poder público se hizonecesaria la intervención automática de las Fuerzas Armadas.Pero, aunque los altos Generales tomaron decisiones concretasde táctica militar, todo se hizo de acuerdo con las órdenes einstrucciones recibidas del señor presidente. Las accionesmilitares se desarrollaron, según los uniformados, en formametódica y progresiva, consumiendo plazos muy superioresal tiempo técnicamente necesario para recuperar el edificio.

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Desafortunadamente, en el caso de los militares suscomportamientos discursivos se quedaron a la zaga de susconductas efectivas. De nuevo se evidenció que los celosconstitucionalistas de los Generales servían más para velar yjustificar conductas efectivas que para hacer cumplir laConstitución.

En primer lugar, se hizo un despliegue desproporcionadoe inaudito de fuerza en una acción en la que se emplearonmás de mil hombres para someter a tres decenas y media deguerrilleros. En segundo lugar, más se demoraron los Urutúen irrumpir a la Plaza de Bolívar que en ascender escalerasarriba para derribar con espectacularidad la puerta metálicade la entrada principal. Y, en tercer lugar, aspectos concretosde la operación militar, en sus inicios, se confiaron a unaparecido civil sin el nexo, la disciplina ni la rigurosa plani-ficación castrense que han debido presumirse como indis-pensables.

En resumen: cualquiera que haya sido el nivel de definiciónde la solución militar, ya sea que los militares la hubiesendefinido a las doce del día y el presidente dos horas más tarde,algo queda claro: las decisiones concretas que tomaron losmandos militares no fueron meras definiciones técnicas, detáctica militar. Por el contrario, la forma particular de conduc-ción brindada a la solución militar, tuvo en el fondo unamanifiesta decisión política tomada por los altos mandos.

2. Los hechos del Palacio de Justicia como expresión decoyuntura

En la dinámica política de las sociedades, de vez en cuandose producen fenómenos que funcionan como síntesis o con-densación de las contradicciones, conflictos y tensiones deuna de las fases de su historia. En el caso colombiano, el 9 deabril fue uno de esos fenómenos-síntesis. A finales de 1.985,el suceso del Palacio de Justicia funcionó como uno de esos

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eventos «privilegiados» en el que se condensan los conflictossociopolíticos de una fase importante de la historia contem-poránea de Colombia, particularmente en lo relacionado conel proceso de las guerrillas, con las relaciones de éstas con elEstado y con las Fuerzas Armadas, con las relaciones entremilitares y autoridad civil y con la situación de la poblacióncivil atrapada en el fuego cruzado de las confrontacionesarmadas.

En el Palacio de Justicia estuvo el reclamo que, hacia elfinal del gobierno de López Michelsen, formularon losGenerales con la exigencia de adoptar radicales medidas deexcepción; hizo también presencia en el desenlace de la osadatoma el Estatuto de Seguridad, en cuanto expresión institu-cional más orgánica de la militarización de las decisiones sobreorden público. Lógicamente, a la dramática cita no faltaronlos «enemigos agazapados» de la paz, ni aquellos que laconcibieron -con criterio parroquiano- como una simplecuestión de desarme de los guerrilleros. En el espectaculararrasamiento de la puerta metálica de entrada al Palacio secondensaron dos décadas de periódicas tensiones en lasrelaciones entre la dirección civil del Estado y los militares,llámense Ruiz Novoa, Pinzón Caicedo, Valencia Tovar,Joaquín Matallana o Fernando Landazábal. Allí estuvieron,además, las históricas apelaciones de la clase dirigente a losmilitares para que viniesen a resolverles sus conflictos inter eintrapartidistas. Por otra parte, sobre los calcinados cadáveresde decenas de civiles inmisericordemente asesinados, seescuchó el eco de miles y miles de colombianos, víctimasinocentes de una larga y estéril historia de confrontacionesarmadas entre las guerrillas y el Ejército. La justicia se convirtióen ceniza sobre los cadáveres de sus magistrados superiorescomo funeraria expresión de un Estado impotente y enprofunda crisis. Por los corredores del Palacio se paseó,enloquecido, un Estado esquizofrénico que históricamente

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hacía todo lo contrario de lo que constitucionalmente pre-gonaba ser.

Estuvo presente en ese espacio de muerte la voz milicianadel General Landazábal desautorizando la política de paz delPresidente Betancur, pero también ocuparon lugar especiallugar las desviaciones guerrilleras hacia el militarismo, elterrorismo y el bandidaje, así como el paramilitarismo sincontrol de un «rambo criollo». Por las desventanadas paredesse coló, entonces, toda una historia de estrechamiento ideoló-gico y político, de crisis estatales asociadas a la conformaciónde para-estados y de burda confusión conceptual y prácticaentre conductas subversivas y legítimas protestas ciudadanas.

Finalmente, al calor del Palacio en llamas ardieron lasintenciones de Belisario por quebrar la militarización de laspolíticas de orden público y fundar su manejo sobre basesmás consensuales que coercitivas. Fue por eso, y por muchascosas más, por lo que el Palacio de Justicia funcionó como un«privilegiado» fenómeno de síntesis de las contradiccionesde toda una fase histórica de la sociedad colombiana.

3. El Palacio de Justicia como confrontación entre milita-rismos

Tal como se expuso, más radical que el asalto fue larespuesta del Estado. Es cierto que la «toma» tuvo una violentainspiración e iniciación, montada sobre el análisis fantasiosode que en la política nacional se presentaba un cambio radicalen las correlaciones de poder favorable al M-19. Pero larespuesta del Estado, liderada desde las doce del día del 6 denoviembre por los mandos militares, sin autorización expresade las autoridades civiles, fue un operativo más orientado aaniquilar a los guerrilleros que a rescatar, sanos y salvos, a losciviles atrapados.

No obstante, los militares se encontraron en el otro polode la confrontación armada con un actor que, aunque no

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esperaba una reacción tan radical, tampoco estaba dispuestoa reformular los rumbos de su demanda, como le es propio ala obcecación y a la soberbia militaristas. En esas condiciones,los objetivos explícitamente buscados con el correspondienteoperativo armado (enjuiciar al presidente Betancur en el casodel M-19 y liberar a los rehenes, en lo que a los militares serefería), ya no importaron. En coherencia con la lógica de laalienación de las armas, la confrontación armada en sí mismay por sí misma se transformó en el objetivo más importantede la respectiva acción militar. Fuerzas Armadas y M-19 setrenzaron, entonces, en infernal duelo. Uno de los dos teníaque desaparecer y el resto, es decir, la vida, los rehenes, losciviles atrapados y el cumplimiento de los objetivos confesa-dos, pasó a ocupar un lugar secundario.

Vale la pena subrayar la hipótesis: cuando actores políticosantagónicos, movidos por la alienación de las armas, seenfrentan militarmente para dirimir cuestiones asociadas alcontrol del Estado, tienden a hacer caso omiso de las conse-cuencias de sus acciones, pues lo único que realmente lesimporta es la radical eliminación del contrario; pero, aún enel caso de que las logren prever, aquellas necesariamente pasana ocupar un lugar marginal o secundario, pues la confrontaciónarmada emerge como lo dominante.

En estas condiciones, el uso de las armas dejó de serinstrumento o medio radical para alcanzar determinados finesy pasó a convertirse en un fin en sí mismo. El M-19 tuvo comoobjetivo explícitamente confesado el enjuiciamiento delpresidente Betancur por su traición a la política de paz. Paralas Fuerzas Armadas, por su parte, el objetivo confesado teníaque ver con la restauración del orden privilegiando la libera-ción de los rehenes. Esperaban, además, que del operativomilitar se derivase el restablecimiento de su condición de actorpolítico de primera magnitud. No obstante, iniciada la con-frontación, los dos actores se fueron encerrando constric-

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tivamente en un espacio de muerte y, como resultado, cadauno de ellos terminó por observar al «otro» como rivalirreconciliable a eliminar «por honor» el campo de batalla.En este sentido, los radicalismos militaristas pasaron necesa-riamente por la eliminación física y simbólica de uno de losrivales, sin que los efectos de la acción despertasen escrúpulosespeciales.

Por fuera del Palacio de Justicia se exacerbaron tambiénlos militarismos de la sociedad civil en ese día. No fueronpocos los ciudadanos, los dirigentes y las instituciones quepúblicamente le exigieron al gobierno la persistencia en elempleo de métodos y procedimientos militaristas contra losmilitaristas asaltantes. El 6 de noviembre, por ejemplo, unpequeño grupo de parlamentarios exigió al gobierno desalojar-a como diese lugar- al M-19 del Palacio de Justicia, pues,como afirmó un congresista, había llegado el momento enque «era preciso dar la vida por la patria». Fue éste el tercerasalto al Palacio de Justicia. Sólo que los civiles militaristasno creyeron necesario asumir las armas en forma directa. Paraello tenían en la fuerza pública a su «representante armado».No coincidencialmente fue éste el mismo grupo que, en 1.991,llamó al Ejército a desalojar la Asamblea Nacional Constitu-yente cuando ésta última decidió revocarles el mandato.

Además del radical y violento enfrentamiento entre losmilitares y el M-19, las demandas del militarismo de los civilesse constituyeron en uno de los grandes dramas del evento delPalacio de Justicia. Si franjas de la sociedad civil, del Congresoy de los Partidos le exigen al gobierno emplear procedimientosmilitaristas contra el militarismo guerrillero, el Estado y lasociedad civil pueden dislocarse.

Por esa razón, Colombia no fue la misma después de loshechos del Palacio de Justicia. El M-19, en primer lugar, dejóde ser lo que era. Sus posiciones posteriores y su final conci-liación con la paz, no puede explicarse sin lo sucedido en el

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Palacio de Justicia. Los militares no fueron tampoco lo mismo,ni tampoco el país entero. En el Palacio de Justicia nació lamasacre generalizada contra los dirigentes de la UniónPatriótica y tomaron fuerza los grupos paramilitares. Sólonuevas coyunturas y nuevos sucesos favorecieron el cambiode conductas. La política tampoco fue la misma. Las deci-siones posteriores del presidente Barco, pero más aún deGaviria con respecto a las negociaciones adelantadas con elmovimiento guerrillero, fueron diferentes. La Constitución del91, quizá sea triste decirlo, tiene en lo profundo alguna deudacon los magistrados inmolados.

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