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Palabras claves Dios Padre Jesucristo Espíritu Santo Reino de Dios Evangelio Fe Iglesia Misión Corazón Buen Pastor Buen Samaritano Jóvenes María Mensaje del papa FRANCISCO para el DOMUND - 2017 (extracto) La misión y el poder transformador del Evangelio de Cristo, Camino, Verdad y Vida La misión y el kairós de Cristo 1 3 2 4 5 La misión de la Iglesia está fundada sobre la fuerza transformadora del Evangelio. Es la Buena Nueva que trae una alegría contagiosa porque contiene y ofrece la vida nueva de Cristo resucitado. Él nos comunica su Espíritu y nos invita a seguirlo con confianza y valor, nos libera del egoísmo y es fuente de creatividad en el amor. Los jóvenes, esperanza de la misión 8 La persona de Jesús y su Buena Nueva siguen fascinando a muchos jóvenes. Ellos buscan cami- nos en los que poner en práctica los impulsos del corazón al servicio de la humanidad. ¿Qué bueno es que los jóvenes sean “callejeros de la fe”, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra! Involucrar a los jóvenes en la responsabilidad misionera, con su rica imaginación y creatividad. El servicio de las Obras Misionales Pontificias 9 Son un instrumento para suscitar en cada comunidad cristiana el deseo de salir de sus propias fronteras y sus seguridades, y remar mar adentro para anunciar el Evangelio a todos. Vivir a diario una espiritualidad misionera, con un compromiso constante de formación, mu- chachos, jóvenes, adultos, familias, sacerdotes, religiosos y obispos para que crezca en cada uno un corazón misionero. La Jornada Mundial de las Misiones, ocasión para que el corazón misionero de las comuni- dades cristianas participe, a través de la oración, del testimonio de vida y de la comunión de bienes, en la respuesta a las graves y vastas necesidades de la evangelización. Hacer misión con María, Madre de la evangelización 10 Hacemos misión inspirándonos en María, Madre de la evangelización. Que nos ayude a decir nuestro “sí” en la urgencia de hacer resonar la Buena Nueva de Jesús en nuestro tiempo, con un nuevo celo de resucitados y la audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la salvación. La misión de la Iglesia no es la propagación de una ideología religiosa, ni la pro- puesta de una ética sublime. A través de la misión de la Iglesia, que representa el kairós, el tiempo propicio de la salvación en la historia, Jesucristo sigue evangelizando y actuando, se convierte de nuevo en un contemporáneo nuestro. Quienes lo acogen con fe y amor experimentan la fuerza transformadora de su Espíritu de Resucitado, fuerza imparable de vida que ha penetrado el mundo. Dios Padre desea esta transformación existencial de sus hijos e hijas: Como culto en espíritu y verdad; y, por el Espíritu Santo, en la imitación del Hijo Jesús. Así, Jesucristo continuamente se hace carne en cada situación humana. La misión inspira una espiritualidad de éxodo continuo, peregrinación y exilio 6 7 Éxodo continuo, salir de la comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias. Continua peregrinación, a través de los desiertos de hambre y sed, de verdad y justicia. Continuo exilio, para hacer sentir al hombre, sediento de infinito, su condición de exiliado en camino hacia la patria final, entre el “ya” y el “todavía no” del Reino de los cielos. La misión dice a la Iglesia que ella no es un fin en sí misma, sino un humilde instrumento y mediación del Reino de Dios. Una Iglesia autorreferencial, que se complace en éxitos terrenos, no es la Iglesia de Cristo, no es su cuerpo crucificado y glorioso. Debemos preferir una Iglesia herida y manchada por salir a la calle, antes que enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las seguridades. El Evangelio es una persona, Jesucristo, que se ofrece e invita a participar en su misterio pascual de muerte y resurrección. Por medio del Bautismo, es fuente de vida nueva, libre del pecado, iluminada por el Espíritu Santo. Por la Confirmación, se hace unción fortalecedora que, gracias al mismo Espíritu, indica estrategias nuevas de testimonio y proximidad. Por la Eucaristía, es alimento del hombre nuevo. El mundo necesita el Evangelio de Jesucristo como esencial. A través de la Iglesia, continúa su misión de Buen samaritano, curando las heridas sangrientas de la humanidad. Y de Buen Pastor, buscando a quienes se han perdido por caminos tortuosos. Gracias a Dios no faltan experiencias significativas que dan testimonio de la fuer- za transformadora del Evangelio que ayuda a superar la cerrazón, los conflictos, promoviendo la reconciliación, la fraternidad y el saber compartir. La Jornada Mundial de las Misiones convoca en torno a Jesús que nos llama a anunciar el Evangelio del amor de Dios Padre con la fuerza del Espíritu Santo. La Iglesia es misionera por naturaleza; si no lo fuera, no sería la Iglesia de Cristo, sino una asociación entre muchas otras… Hacernos preguntas que tocan la identidad cristiana y las responsabilidades como creyentes. ¿Cuál es el fundamento? ¿Cuál el corazón? ¿Cuáles las actitudes vitales de la misión?

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Palabras clavesDios PadreJesucristo

Espíritu SantoReino de Dios

EvangelioFe

IglesiaMisión

CorazónBuen Pastor

Buen SamaritanoJóvenesMaría

Mensaje del papa FRANCISCOpara el DOMUND - 2017 (extracto)

La misión y el poder transformador del Evangelio de Cristo, Camino, Verdad y Vida

La misión y el kairós de Cristo

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5

La misión de la Iglesia está fundada sobre la fuerza transformadora del Evangelio.

Es la Buena Nueva que trae una alegría contagiosa porque contiene y ofrece la vida nueva de Cristo resucitado.

Él nos comunica su Espíritu y nos invita a seguirlo con confianza y valor, nos libera del egoísmo y es fuente de creatividad en el amor.

Los jóvenes, esperanza de la misión

8 La persona de Jesús y su Buena Nueva siguen fascinando a muchos jóvenes. Ellos buscan cami-nos en los que poner en práctica los impulsos del corazón al servicio de la humanidad.

¿Qué bueno es que los jóvenes sean “callejeros de la fe”, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!

Involucrar a los jóvenes en la responsabilidad misionera, con su rica imaginación y creatividad.

El servicio de las Obras Misionales Pontificias

9 Son un instrumento para suscitar en cada comunidad cristiana el deseo de salir de sus propias fronteras y sus seguridades, y remar mar adentro para anunciar el Evangelio a todos.

Vivir a diario una espiritualidad misionera, con un compromiso constante de formación, mu-chachos, jóvenes, adultos, familias, sacerdotes, religiosos y obispos para que crezca en cada uno un corazón misionero.

La Jornada Mundial de las Misiones, ocasión para que el corazón misionero de las comuni-dades cristianas participe, a través de la oración, del testimonio de vida y de la comunión de bienes, en la respuesta a las graves y vastas necesidades de la evangelización.

Hacer misión con María, Madre de la evangelización

10 Hacemos misión inspirándonos en María, Madre de la evangelización.

Que nos ayude a decir nuestro “sí” en la urgencia de hacer resonar la Buena Nueva de Jesús en nuestro tiempo, con un nuevo celo de resucitados y la audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la salvación.

La misión de la Iglesia no es la propagación de una ideología religiosa, ni la pro-puesta de una ética sublime.

A través de la misión de la Iglesia, que representa el kairós, el tiempo propicio de la salvación en la historia, Jesucristo sigue evangelizando y actuando, se convierte de nuevo en un contemporáneo nuestro.

Quienes lo acogen con fe y amor experimentan la fuerza transformadora de su Espíritu de Resucitado, fuerza imparable de vida que ha penetrado el mundo.

Dios Padre desea esta transformación existencial de sus hijos e hijas:

Como culto en espíritu y verdad; y, por el Espíritu Santo, en la imitación del Hijo Jesús.

Así, Jesucristo continuamente se hace carne en cada situación humana.

La misión inspira una espiritualidad de éxodo continuo, peregrinación y exilio

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Éxodo continuo, salir de la comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias.

Continua peregrinación, a través de los desiertos de hambre y sed, de verdad y justicia.

Continuo exilio, para hacer sentir al hombre, sediento de infinito, su condición de exiliado en camino hacia la patria final, entre el “ya” y el “todavía no” del Reino de los cielos.

La misión dice a la Iglesia que ella no es un fin en sí misma, sino un humilde instrumento y mediación del Reino de Dios.

Una Iglesia autorreferencial, que se complace en éxitos terrenos, no es la Iglesia de Cristo, no es su cuerpo crucificado y glorioso.

Debemos preferir una Iglesia herida y manchada por salir a la calle, antes que enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las seguridades.

El Evangelio es una persona, Jesucristo, que se ofrece e invita a participar en su misterio pascual de muerte y resurrección.

Por medio del Bautismo, es fuente de vida nueva, libre del pecado, iluminada por el Espíritu Santo.

Por la Confirmación, se hace unción fortalecedora que, gracias al mismo Espíritu, indica estrategias nuevas de testimonio y proximidad.

Por la Eucaristía, es alimento del hombre nuevo.

El mundo necesita el Evangelio de Jesucristo como esencial.

A través de la Iglesia, continúa su misión de Buen samaritano, curando las heridas sangrientas de la humanidad.

Y de Buen Pastor, buscando a quienes se han perdido por caminos tortuosos.

Gracias a Dios no faltan experiencias significativas que dan testimonio de la fuer-za transformadora del Evangelio que ayuda a superar la cerrazón, los conflictos, promoviendo la reconciliación, la fraternidad y el saber compartir.

La Jornada Mundial de las Misiones convoca en torno a Jesús que nos llama a anunciar el Evangelio del amor de Dios Padre con la fuerza del Espíritu Santo.

La Iglesia es misionera por naturaleza; si no lo fuera, no sería la Iglesia de Cristo, sino una asociación entre muchas otras…

Hacernos preguntas que tocan la identidad cristiana y las responsabilidades como creyentes.

¿Cuál es el fundamento? ¿Cuál el corazón? ¿Cuáles las actitudes vitales de la misión?

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Criterios para la animación misionera que necesitamos

Elemento primordial de la pastoral cotidiana

La animación misionera debe aspirar a que la misión universal esté en el corazón de la vida ecle-sial para que todos los cristia-nos sientan la misión ad gentes como responsabilidad propia, en la que se está participando en comunión con los misioneros.

El anuncio del Evangelio en todas las partes del mundo, la fi-delidad al envío del Resucitado a todos los pueblos, las iniciativas misioneras de todas las iglesias del mundo, la superación de las barreras que separan a pueblos y razas, la defensa de la vida re-galada por el Dios creador… todo ello es tarea directa e irrenuncia-ble de cada cristiano y de cada comunidad eclesial.

Cada uno lo hará de un modo distinto y desde sus circunstan-cias (en buena medida se segui-rán haciendo las mismas cosas) pero ha cambiado el horizonte y la perspectiva, todo ello se vive con un espíritu nuevo: porque la evangelización del mundo en-tero se siente como responsabi-lidad propia. Esta apertura a la urgencia de la misión ad gentes contribuirá sin duda a estimular el espíritu misionero también en el entorno más inmediato.

La animación misionera debe actuar como interpelación pro-

La animación misionera no es algo optativo sino un elemento primordial para toda la actividad pastoral de las iglesias locales. Juan Pablo II mantenía que «la formación misionera del Pueblo de Dios es obra de la igle-sia local con la ayuda de los misioneros y de sus institutos, así como de los miembros de las iglesias jóvenes. Esta labor ha de ser entendida no como algo marginal, sino central en la vida cristiana… Las iglesias locales, por consiguiente, han de incluir la animación misionera como elemento primordial de su pastoral ordinaria en las parroquias, asociaciones y grupos, especialmente los juveniles» (RMi 83).

La animación misionera no es un componente de la actividad pastoral; es una dimensión. No es un capítulo del proyecto pastoral; es una clave. La dimensión y la clave traspasan las actividades realizadas y se hacen presentes como elemento que inspira y unifica el conjunto de las actividades pastorales. Cuando un progra-ma pastoral no tiene ciertas claves explícitas se convierte en una yuxtaposición de apartados que versan de manera inconexa sobre simples acciones a realizar. Sin embargo, un programa pastoral traspasado por algu-nas claves desde la misión adquiere unidad, coherencia y armonía.

Las claves de un programa pastoral no han de ser muchas y necesitan ser aspectos fundamentales de la evangelización. Entre ellas ha de insertarse la animación misionera. Esta clave está presente cuando a cada uno de los capítulos del programa pastoral se le puede preguntar: «¿cómo repercute esta actividad concreta en la misión universal de la Iglesia?», y, desde ahí, el programa resiste y explicita el interrogante previo.

Así pues, la tarea de la animación misionera no es un capítulo extraordinario reservado a ciertas personas o a unas comunidades especialmente exquisitas. No es una asignatura opcional que podamos acoger o decli-nar sino un área obligada y urgente de nuestra actividad pastoral.

Esta tarea no es un elemento cualquiera, sino un elemento primordial. Ello conlleva dos sentidos: lo pri-mordial es, a la vez, importante y originario. Por ser importante se merece en la agenda pastoral un puesto más central que un mero apéndice. Muy al contrario, la animación misionera constituye el capítulo más im-portante de la acción de la Iglesia.

Por ser originaria, la animación misionera es fuente inspiradora que influye en la salud de otras tareas pastorales y se convierte en matriz generadora de nuevas tareas apostólicas. Expresado en otros términos, tenemos que ser conscientes de que no será posible relanzar una obra eficaz de evangelización sin dinamizar el impulso misionero de nuestras comunidades cristianas.

(Páginas 24 y 25)La animación misionera hoy - 6 temas para trabajar en grupos parroquiales y misioneros

Eloy Bueno de la Fuente y Roberto Calvo Pérez (Editorial Mundo Negro)

fética sobre la vida eclesial concreta: para sacarla de su aburguesamiento o acomodación, para am-pliar la mirada y dilatar el corazón, para que no se conforme con aportaciones esporádicas, para que no se obsesione con los desafíos del entorno, para que piense a lo grande… en definitiva para que viva como algo propio el acontecimiento de Pentecos-tés.

Para ello necesita contar con la información y con la formación.

Pero a la vez ha de estar permanentemente pre-sente en la liturgia y en los proyectos pastorales.

Debe hacer visible y cercano el testimonio de los misioneros y debe aspirar al surgimiento de voca-ciones misioneras, personas que en nombre de la comunidad eclesial estén dispuestas a evangelizar más allá de las propias fronteras, pero desde esta perspectiva el misionero no es simplemente al-guien que va fuera sino alguien que está realizando lo que es tarea de todos.

(Páginas 22 y 23)