PALABRAS ALUSIVAS POR EL DÍA DE LA MEMORIA 2010

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PALABRAS ALUSIVAS POR EL DÍA DE LA MEMORIA, POR LA VERDAD Y LA JUSTICIA (24-03-2010)

Cuando escribía estas palabras, me puse a pensar qué pero, sobre todo, cómo contarles a ustedes, las nuevas generaciones, un capítulo de lo que para ustedes es parte de la Historia, pero que, para generaciones como la mía, fue parte de su vida.

Treinta y cuatro años han transcurrido desde aquel nefasto 24 de marzo en que las FFAA, creyéndose con derecho, usurparon el poder a un gobierno elegido por el voto ciudadano. Para ustedes esto puede sonar extraño; toda su vida ha transcurrido en democracia. Pero para las generaciones como la mía, los golpes militares eran parte del folclore cotidiano. Desde 1930, cada dos por tres había una asonada militar.

Tal vez por eso, para que no creyéramos que era un golpe más o más de lo mismo, su manera de poner “orden” fue sorprendente:

Quitaron todas las garantías constitucionales para la gente. Así perdimos todos nuestros derechos para defendernos.

Prohibieron partidos políticos, películas, libros, revistas, programas de TV y diarios. Nos decían qué teníamos que pensar, sentir, vivir.

Se acabaron las leyes y empezaron los “comunicados” y “decretos”. Se acabaron los juicios y empezaron las órdenes.

Sin armas con qué defendernos, pudieron llevar adelante lo que se conoce como la página más negra de nuestra historia: el secuestro, la tortura y el asesinato de miles de mujeres, hombres y niños. Todos éramos sospechosos; cualquiera podía ser considerado un subversivo.

Recuerdo que mis profesoras, por ejemplo, no podían usar pantalones –eso era considerado un acto subversivo- y, a mí, me hacían usar el guardapolvo a cuarenta y tres centímetros del piso para no ser suspendida. Y pollera, por supuesto, larga, con medias tres cuartos azules y zapatos marrones; el pelo, recogido. No, No era una escuela privada; era una escuela pública.

Nunca más supimos de Silvia, mi profesora de Historia Medieval. Tal vez su acto terrorista fue lograr apasionarnos con el estudio de la historia. Tampoco volvimos a ver en las aulas de Bellas Artes ni a Francisco ni a Claudia ni a María Clara, desaparecidos en “la noche de los lápices”.

Vivíamos con miedo. Y no porque hubiéramos hecho algo, sino porque cualquier cosa podía parecer sospechosa. Vivíamos sin saber qué pasaba.

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Pero sabíamos. En el fondo de nuestro corazón, sabíamos que algo malo pasaba. Piensen en algo feo, algo que les dé mucho miedo. Ahora, multiplíquenlo por mil y, tal vez, sólo tal vez, se den una idea de lo que fueron esos años.

Yo siempre creí que para una madre no hay nada más terrible que un hijo se muera. Pero lo hay: el “desaparecido”. Ni vivo, ni muerto. Desaparecido. Tuvimos que inventar una palabra para referirnos a la condición de 30 mil personas. Noventa y ocho son los nietos recuperados por sus abuelas. Porque, también a los bebés nacidos en cautiverio, se los sacaban a sus mamás para dárselos a otras personas. Son más de 500 los que se buscan. Un gran robo, sólo comparable con el que hicieron con nuestra plata, dejando una deuda que todavía pagamos.

Lito Nebbia, un cantautor argentino, tenía una canción que decía: “Cuando no recordamos lo que nos pasa, nos puede suceder la misma cosa”. Hace pocos días, Alfredo Astiz declaraba que siempre fue un republicano defensor de la democracia que no comparte ideales con el totalitarismo. Ustedes no lo conocen. Los de mi generación sí. Alfredo Astiz, el “ángel rubio”, se sacó el uniforme de Capitán de fragata, se disfrazó de familiar de desaparecidos, se metió en las reuniones de las madres que buscaban a sus hijos y las buchoneó. Tres de ellas fueron secuestradas y asesinadas. Hoy, ese hombre enfrenta un juicio por sus crímenes, juicio que les negó a todos y todas las que pasaron por sus manos. Y, como en la fábula, el lobo se viste de cordero.

Es por esto que es necesario recordar, por eso es importante la memoria. Es por eso que les pedimos que, aunque no lo hayan vivido, recuerden. La memoria no es un lujo; es una necesidad de los pueblos y de los hombres.

Todavía hay cosas que se le escapan a la verdad. Falta aún un muy largo camino para conseguir justicia. No se queden con lo que les cuento. Investiguen, pregunten, opinen. PERO NO OLVIDEN. Nunca más esta noche negra, nunca más desaparecidos. Nunca más.

Nora Navetta