Palabra de clausura

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XXV Capítulo General Una fraternidad de corazón bondadoso y vida sencilla 1 Clausura del Capítulo Hemos llegado al final de nuestro XXV Capitulo General, con una convicción: “Ser Fraternidad de Corazón bondadoso y vida sencilla” que nos haga presencia creíble ahí donde estemos. Las líneas fuerzas con la que sellamos nuestras conclusiones serán el referente más fuerte de nuestro caminar: Experiencia renovada de nuestra relación personal con Jesús. Calidad de vida vocacional que nos convierte a cada una en el principal patrimonio de la Congregación. La misión Compartida como expresión del sentido eclesial de nuestra vida en permanente opción por los pobres. Por todo este bien recibido damos Gracias. A Dios porque nuevamente nos presenta retos que recuerdan la vida, la vida que hemos recibido y la vida que está para entregarla. El, una vez más, nos convoca y nos entrega el regalo y la tarea, conscientes de que si alguna seguridad tenemos en estos momentos, es que de Él viene la fuerza, y que permite que sucedan las cosas por algo y para algo. Sus caminos son inescrutables, y a nosotras solo nos queda por su gracia sentir el deseo de ser fieles. En sus manos deseamos estar, y deseamos que cumplir su voluntad sea el objetivo de nuestra vida. La tarea que se nos encomienda la asumimos con temor y temblor, ante la responsabilidad asumida. Nos sentimos llamadas a no echar en saco roto, la gracia recibida; con gran confianza, porque no estamos solas.

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XXV Capítulo General Una fraternidad de corazón bondadoso y vida sencilla

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Clausura del Capítulo

Hemos llegado al final de nuestro XXV Capitulo General, con una convicción: “Ser Fraternidad de Corazón bondadoso y vida sencilla” que nos haga presencia creíble ahí donde estemos.

Las líneas fuerzas con la que sellamos nuestras conclusiones serán el referente más fuerte de nuestro caminar:

Experiencia renovada de nuestra relación personal con

Jesús.

Calidad de vida vocacional que nos convierte a cada

una en el principal patrimonio de la Congregación.

La misión Compartida como expresión del sentido

eclesial de nuestra vida en permanente opción por los

pobres.

Por todo este bien recibido damos Gracias.

A Dios porque nuevamente nos presenta retos que recuerdan la vida, la vida que hemos recibido y la vida que está para entregarla.

El, una vez más, nos convoca y nos entrega el regalo y la tarea, conscientes de que si alguna seguridad tenemos en estos momentos, es que de Él viene la fuerza, y que permite que sucedan las cosas por algo y para algo. Sus caminos son inescrutables, y a nosotras solo nos queda por su gracia sentir el deseo de ser fieles. En sus manos deseamos estar, y deseamos que cumplir su voluntad sea el objetivo de nuestra vida.

La tarea que se nos encomienda la asumimos con temor y temblor, ante la responsabilidad asumida. Nos sentimos llamadas a no echar en saco roto, la gracia recibida; con gran confianza, porque no estamos solas.

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Nosotras como equipo de gobierno queremos ser el grupo de Hermanas que buscan al Señor con sincero corazón, y se entregan al servicio con pasión, teniendo en cuenta todo lo recibido a través del don de la fraternidad y, en concreto, por medio de cada una de vosotras.

Nuestro objetivo será intentar vivir eso que deseamos animar, desde la sencillez, la amistad y la colaboración fraterna.

Durante todos estos días pasados construimos juntas las líneas que seguirán marcando nuestro caminar, y que será para nosotras norte y meta a seguir. Es necesario desde ya, el compromiso de la disponibilidad, de la generosidad; el deseo de empezar de nuevo, de renovar fuerzas. Tenemos que convencernos de que hay mucho bien por hacer, y que no está lejos de nosotras.

La misión, está en la fraternidad, en el grupo de Hermanas que día a día caminan a nuestro lado. Solo desde ella podemos ser presencia creíble, en cada uno de nuestros centros de misión. Que Dios nos llene de este convencimiento: pasión, amor para servir a todos y a cada uno en la misión.

Nuestras palabras tienen que ser refrendadas por nuestros rostros, por nuestros gestos sencillos de cercanía, por nuestro compromiso alegre y confiado. Y eso, por ser y para ser hermanas, por ser y para ser instrumentos de paz.

Y así, desde la vida, vendrá la necesidad de una mejor organización; la necesidad de emprender un caminar junto a los laicos; la necesidad de revisar nuestras obras desde la perspectiva del evangelio y de poner objetivos al calendario de estos seis años que empiezan.

Todas hemos venido enviadas por la comunidad, y allí tenemos que volver.

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Queremos pedir que regresen, sintiéndose enviadas. Dios ha trabajado a cada una, nos ha llenada de buena noticia. Y esa buena noticia debe ser anunciada.

No estamos solas, caminaremos y acompañaremos a cada una de las Hermanas, y pedimos ser acompañadas de igual manera.

Vamos a confiar que el espíritu, pasa, pasó, sobre cada una de nosotras. Que el espíritu que nos habita, nos haga la buena noticia que el mundo espera y necesita de nosotras.

Dios sea nuestra fuerza, María guie nuestro caminar, San Francisco y Madre Francisca nos bendigan.

Moncada, 20 de agosto de 2013