Pájaros en la cabeza

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Siete Leguas

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Colección SIETELEGUAS

© del texto: Joel Franz Rosell, 2004© de las ilustraciones: Marta Torrão, 2004© de esta edición: Kalandraka Ediciones Andalucía, 2007Avión Cuatro Vientos, 7. 41013 SevillaTelefax: 954 095 [email protected]

Impreso en Gráficas Anduriña, PoioPrimera edición: mayo, 2004Tercera edición: julio, 2007ISBN: 978-84-96388-51-2DL: SE-3644-06Reservados todos los derechos

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k a l a n d r a k a

Joel Franz Rosell

Ilustraciones de

Marta Torrão

Pájarosen Ia cabeza

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El rey era ya muy viejo.

Se notaba en que tenía la barba blanca

y los ojos tan cansados

que no veía un dragón a tres pasos.

Pero era un rey bueno,

el mejor que había tenido aquel reino

en toda su historia.

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El reino era pequeño y no demasiado rico,

así que no había más que tres ministros:

el Ministro de Defensa,

que era coronel;

el Ministro de Economía,

que era muy inteligente;

y el Ministro de Todo lo Demás,

que era muy emprendedor.

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Todas las tardes,

el rey daba audiencia a los ministros.

Se sentaba en su trono de maderas preciosas,

con asiento de terciopelo y clavos de oro,

y los ministros, en bandeja de plata,

le presentaban leyes, propuestas y peticiones.

El rey escuchaba atentamente,

pero no contestaba.

No porque estuviese sordo

ni por falta de voz,

sino porque le gustaba

tomarse su tiempo.

Siempre acababa diciendo:

–¡Bien! Mañana decidiremos...

Y mandaba que lo dejasen solo.

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Detrás del trono había una cortina;

tras la cortina, una puerta

y detrás de la puerta, una terraza.

En la terraza había otro trono;

más pequeño

y no de madera, terciopelo y oro,

sino de caña y paja.

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Allí siempre daba el sol y el rey prefería un asiento fresco.

El trono de caña y paja parecía un nido

y gustaba mucho a los pájaros.

Cada tarde, cuando el rey se sentaba allí

después de recibir a sus ministros,

los pájaros llegaban y le cantaban canciones,

comían alpiste en su mano o jugaban con su barba.

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A la hora de dormir,

el rey tenía la cabeza

llena de trinos y aleteos;

y al día siguiente,

cuando los ministros

venían a buscar respuesta

a sus problemas,

les daba soluciones

sensatas, justas y bondadosas.

El sueño de los ministros

no era tan apacible...

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