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CAPITULO 14 GIRO LINGüíSTICO E mSTORIA DE LAS IDEAS: Q. SKINNER y LA .ESCUELA DE CAMBRIDGE. Ferrw.ndo Vallespfn I. INTRODUCCiÓN Mi pretensión en este trabajo no radica en intentar poner a prueba, ni menos aún en ofrecer una exposición general, de los distintos enfoques de filosofía del lenguaje Que se aplican o han venido siendo aplicados en la teoría de la historia o en la historia intelectual (HI). Me someto, ya de entrada, a una doble limitación: de un lado, voy a centranne en la histo- ria del pensamiento o de las ideas po/fticas; y, de otro, en aquel enfoque Que se ha volcado más sobre la historia del pensamiento polltico pro- piamente dicho; es decir, el método seguido por la Escuela de Cambridge, encabezada por Quentin Slánner. Antes de entrar en eUo es necesario co- menzar, sin embargo. con algunas consideraciones generales. Parece obvio Que la mayoría de los enfoques metodológicos más rele- vantes de los últimos aftos coinciden en centrar el objeto de la HI en el lenguaje -o los lenguajes- como la sede natural en la Que se constituyen los significados. Pasan asl a un segundo plano otros enfoques más so- ciológicos o .ideológicos., donde eJlenguaje o los textos en general eran vistos como meramente derivativos de una realidad anterior. el escenario más profundo de las relaciones socioeconómicas. Pero también aquellos Que, como apunta Slánner, podríamos seguir calificando de textualistas o tradicionales, con su insistencia en un estudio filosófico sistemAtico y descontextualizado de los textos. Con esto no se pretende decir que estos últimos enfoques no se sigan practicando. sino únicamente constatar que quienes los aplican apenas asoman en el debate metodológico actual. Este se ha decantado ya totalmente hacia aquello Que Rorty calificara, en una expresión feliz, como el .giro lingüístico •. I La referencia al giro lingüístico sirve para remitirnos a diferentes teo- rías lingülslicas o, si se Quiere, a tradiciones también distintas dentro de la filosofía del lenguaje (véase M. lay, 1988, pág. 18). Entre éstas, y por su 1. Como el propio Rorty reconoce en la introducción al libro que Ueva precisa- menle el tilulo de 11re linguistic Tum. e:1lénnino fue acuftado en realidad PO'- GuSlaV Bergmann en d.ogicaJ Positivismo Language. and lhe Reconslruclion of Melaphy- sics •. reproducido en parte en dicho libro (véase, 1969,9. n. 10). De ahl que lan em- blemálica expresión se asociara desde enlonces a aquel aulor.

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  • CAPITULO 14

    GIRO LINGSTICO E mSTORIA DE LAS IDEAS:Q. SKINNER y LA .ESCUELA DE CAMBRIDGE.

    Ferrw.ndo Vallespfn

    I. INTRODUCCiN

    Mi pretensin en este trabajo no radica en intentar poner a prueba, nimenos an en ofrecer una exposicin general, de los distintos enfoquesde filosofa del lenguaje Que se aplican o han venido siendo aplicados enla teora de la historia o en la historia intelectual (HI). Me someto, ya deentrada, a una doble limitacin: de un lado, voy a centranne en la histo-ria del pensamiento o de las ideas po/fticas; y, de otro, en aquel enfoqueQue se ha volcado ms sobre la historia del pensamiento polltico pro-piamente dicho; es decir, el mtodo seguido por la Escuela de Cambridge,encabezada por Quentin Slnner. Antes de entrar en eUo es necesario co-menzar, sin embargo. con algunas consideraciones generales.

    Parece obvio Que la mayora de los enfoques metodolgicos ms rele-vantes de los ltimos aftos coinciden en centrar el objeto de la HI en ellenguaje -o los lenguajes- como la sede natural en la Que se constituyenlos significados. Pasan asl a un segundo plano otros enfoques ms so-ciolgicos o .ideolgicos., donde eJlenguaje o los textos en general eranvistos como meramente derivativos de una realidad anterior. el escenarioms profundo de las relaciones socioeconmicas. Pero tambin aquellosQue, como apunta Slnner, podramos seguir calificando de textualistas otradicionales, con su insistencia en un estudio filosfico sistemAtico ydescontextualizado de los textos. Con esto no se pretende decir que estosltimos enfoques no se sigan practicando. sino nicamente constatar quequienes los aplican apenas asoman en el debate metodolgico actual.Este se ha decantado ya totalmente hacia aquello Que Rorty calificara, enuna expresin feliz, como el .giro lingstico. I

    La referencia al giro lingstico sirve para remitirnos a diferentes teo-ras linglslicas o, si se Quiere, a tradiciones tambin distintas dentro dela filosofa del lenguaje (vase M. lay, 1988, pg. 18). Entre stas, y por su

    1. Como el propio Rorty reconoce en la introduccin al libro que Ueva precisa-menle el tilulo de 11re linguistic Tum. e:1lnnino fue acuftado en realidad PO'- GuSlaVBergmann en d.ogicaJ Positivismo Language. and lhe Reconslruclion of Melaphy-sics. reproducido en parte en dicho libro (vase, 1969,9. n. 10). De ahl que lan em-blemlica expresin se asociara desde enlonces a aquel aulor.

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    influencia posterior sobre la ID, habra que mencionar la tradicin an-glosajona, influida por Wittgenstein, J.L. Austin y G. Ryle; la francesa,que parte de Saussure y llega hasta Derrida; y la alemana, representadapor la tradicin hermenutica, que culmina en Gadamer y, en ciertomodo, tambin en Apel y Habermas.' Sucintamente se puede afirmar quetodas ellas tienen en comn el abandono del paradigma de la filosofa dela conciencia para centrarse en el signo como nico punto de referenciadel significado y el sentido. En trmjnos de Habermas, supone elconvencimiento de que el lenguaje constituye el medio de las manifesta-ciones histrico-culturales del espritu humano, y que un anlisis met-dicamente fiable de la actividad del espfritu, en vez de aplicarse inmedia-tamente sobre los fenmenos de la conciencia, debe hacerlo sobre susexpresiones lingfsticas. (1988, pg. 174). Como es sabido, esta idea. quesupone una sustitucin implcita de la filosofla trascendental por la se-miologla o teora de los signos. se encuentra en la desembocadura de unlargo proceso abierto por Schleiermacher, Humboldt, Nietzsche, Heideg-ger, Freud y otros, drigldo a romper con la filosofa del sujeto tradicio-nal. Entrar en una descripcin de este proceso excede con mucho loslImites de este trabajo. Baste recordar ahora que. para aqulla, la con-ciencia constitufa la condicin de posibiJjdad. que facultaba al sujetopara percibir los objetos del mundo, delimitarlos y ponerlos en relacinentre sr. La forma en la que contemplamos el mundo era concebida en-tonces como la actividad propia de la consciencia. la facultad originariade un sujeto soberano que le permj(fa leen la realidad como si de un li-bro abierto se tratase. Es lgico colegir entonces que el lenguaje se en-tendiera aqu como mera representacin de pensamientos. imgenes oideas; la palabra como una representacin del proceso psquico, algo de-rivativo de pensamientos preexistenciales.

    El rechazo de esta idea va a suponer -por valemos de un conocido sf-mil- que _no es el "ojo" de la conciencia quien contempla el mundo -enel sentido de Anschauung-. sino que ste en cierto modo se in-ocula enella. Como sealara Heidegger, existe una primaca del Ser sobre la con-ciencia; nuestra iluminacin del Ser se despliega en nosotros, pero noa travs nuestro (1957, 6 Ysigs.). En otros trminos. es la preexstenciade un campo simblico ya organizado, una estructura. de significados.lo que nos faculta para articular nuestros pensamientos y percepciones.No tenemos, pues, un acceso inmediato a la conciencia, como sostena lafenomenologla, sino que sta ya se halla inmersa en una red de significa-dos previamente codificados (el regard dja cod de que habla Foucault, elorden a partir del cual pensamos. (1969. pg. 12). En esta visin va a in-sistir toda la filosofa postmetafisica. (Habermas), aunque quiz en-cuentre su plasmacin ms acreditada, que no ms clara, en el proyecto

    2. Para una visin general del giro lingstico y su repercusin sobre las distintastradiciones de la filosofa contempornea, vse MUGUERZA, 1980 y 1990, caps. m, IVy VIl.

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    de _destruccin de la historia de la ontologla. emprendido por Heideg-ger, que viene a coincidir en sus consecuencias con el propio descentra-miento del sujeto impllcito en la critica freudiana de la subjetividad: lapercepcin del Yo como un extrao en su propia casa.

    Lo que nos interesa resaltar en este punto es. en suma. cmo todas lasmencionadas corrientes convergen sobre la idea tan grficamente expre-sada por Gadamer de que _en realidad. la Historia no nos pertenece. sinoque nosotros pertenecemos a ella. (1965. pg. 261). Que es una forma dedecir que el mundo est ya siempre en nosotros al ser conformados cultu-ralmente. Pero tambin. y siguiendo al mi mo autor. que _el Ser que puedeser comprendido es lenguaje. (Sein. das verstanden werden lcann ist Spra-che) (1965. pg. 450). Que. en definitiva. esta inmersin del sujeto en la his-toria est Iingilsticamente mediada y slo deviene inteligible a travs deuna descodificacin del lenguaje. y a estos efectos va a ser secundario elque hablemos del Ser., la estructura. el sistema., el contexto., el epa.radigma., los .discursos- O cepistemeslt. Cualquiera que sea la denornjnacin escogida. se trata en todo caso de marcos de la constitucin his-trica del significado cuya urdimbre es lingilfstica. Como seala Pocock._cada uno de nosotros habla con muchas voces. como un chamn tribala travs del cual los espfritus ancestrales hablan todos a la vez. Cuandohablamos no estamos seguros de lo que se dice. y nuestros actos de poderen la comunicacin no son completamente nuestros. (1984. pg. 29). Enesta afirmacin del lenguaje como integrado en una _estructura. y con-formador de realidad. en el sentido de que no existe una objetividad in-dependiente del lenguaje. se encuentra la coincidencia de base de las tresprincipales corrientes de la filosofta lingilfstica a las que antes hemos he-cho referencia. Coincidencia que no excluye muy importantes diferenciasentre unas y otras a la hora de definir. precisamente, la forma en la quedeba estudiarse el _lenguaje en la historia.

    Una de las principales conclusiones del relativismo historicista a queantes hemos hecho mencin reside en la negacin implfcita que compor-ta la tradicional visin unitaria del acontecer histrico; el rechazo de todainstancia capaz de reconstruir objetivamente el hilo que enlaza el pasadocon el presente y el futuro. R. Koselleck ha llamado recientemente laatencin sobre el hecho de cmo la constitucin de la Historia -en singu-lar que pretendfa unificar las distintas -historias- (en plural). presupo-na ya de alguna forma la idea de que la historia era _disponible. podfaser pensada como realizable. (1979. pg. 264). Y apuntaba hacia unaconcepcin de la razn de la misma. que aun afirmando su dependenciatemporal permitfa aprehender algo asf como una lgica de la historia. Suunidad, la existencia de una historia. slo deviene comprensible si pen-samos que puede ser doblegada en su totalidad bajo la perspectiva de suposible unidad de sentido. como un proceso que se despliega de modosignificativo. Tanto la filosofa de la historia hegeliana como la marxistacomparten esta intuicin bsica de que la raZn no puede emanciparsede sus distintas manifestaciones histricas; se niega la posibilidad de

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    toda instancia racional ajena al proceso histrico. Pero es la toma de con-ciencia de este proceso 10 que, a su vez, .libera. su posible intell'retacinunitaria y permite su racionalizacin teleolgica. De ah que, segn sos-tiene KoseUeck, pueda ser descrita como una especie de categoria tras-cendental: -Las condiciones de la posible experimentacin de la historiay las condiciones de su posible conocimiento se subsumieron bajo unmismo concepto. (1979, pg. 265).

    La ruptura de esta idea, y la correlativa afirmacin de que todo cono-cimiento y significado se haUan ligados al tiempo y a la cultura, nos en-frenta ante una historia _descentrada. sobre la que ya no cabe posar unamirada globalizadora. y este relativismo historicista nos sita, como diceHabermas, ante el _triunfo de las historias sobre la filosofa de la histo-ria, de las culturas y formas de vida sobre la cultura como tal, de las len-guas nacionales sobre la misma gramtica del lenguaje. (1988, pg. 170).La cuestin reside entonces en ver si poseemos o no un metalenguajecapaz de trascender la supuesta inconmensurabilidad de juegos de len-guaje que hacen acto de presencia en la historia. Es una cuestin heuris-tica que nos enfrenta a la necesidad de inquirir por las condiciones deposibilidad que nos permitan interpretar, desde los lfmites de nuestrapropia perspectiva, la produccin intelectual pretrita. Desde luego, unarespuesta satisfactoria a esta cuestin exigiria adentrarse en la discusinfilosfica sobre el relativismo y el objetivismo en la filosofa contempor-nea, que por razones obvias excede las pretensiones de este ensayo. Aqurme limitar, como seal al inicio, a pasar revista a una de estas opcionesque emanan de las corrientes tericas a las que hice referencia antes, lade la Escuela de Cambridge, ya que en ella se plasma de un modo paten-te aunque no radical esta nueva sensibilizacin historiogrfica por el len-guaje.

    y lo har del modo ms sinttico posible, al hilo de dos cuestionesprincipales. La primera es la que, a falta de un mejor trmino, podrla ca-lificarse como el problema de la temporalizacin de la actividad interpre-tativa. Es decir, el modo en que se afronta la comunicacin hermenu-tica entre el horizonte temporal del intrprete y el periodo del texto o lostextos analizados. sta nos conducir a otro aspecto Fundamental del de-bate: el problema de la agencia o mediacin subjetiva; la cuestin de larelevancia o irrelevancia del autor. En segundo lugar, y una vez conoci-das cada una de estas propuestas en sus trminos generales, confrontare-mos el problema de la pertinencia o, en su caso, su adecuacin para elestudio ms especifico del discurso polItico.

    II. EL ENFOQUE CONTEXTUALlSTA DE Q. SKlNNER y J. G. A. POCOCK

    Como ya aventurara Q. Skinner (1975, pg. 214), la _nueva ortodo-xia. metodo.lgica parece residir ahora en la ya no tan nueva historia.de los historiadores de Cambridge, encabezados por este mismo autor y

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    otros como 1. G. A. Pococky 1. Dunn.' La imparable penetracin de la cri-tica literaria de estirpe denidiana en la ID ha hecho que este enfoque. alque en sus inicios se tachara de hertico. aparezca hoy como el estereoti-po del academicismo historicista. Al menos presenta un mtodo ms omenos pulido. que ha dado lugar tambin a un buen nmero de excelen-tes trabajos. sobre todo en el campo de la historia de la teoria polftica.Puede considerrsele tambin -si hacemos abstraccin de Gadamer.cuya influencia en el mundo anglosajn es en todo caso tardIa- como eliniciador del _giro linglstico. en esta disciplina, que luego ha abierto lapuerta al estudio del lenguaje de los textos del pasado. En un apresuradoresumen. diremos que las directrices bsicas de u enfoque derivan deuna gil e inteligente adaptacin de la tradicin britnica de la filosofiadel lenguaje a la ID. Sin ignorar tampoco la influencia de la obra de Tho-mas Kuhn o de la propia tradicin historicista anglosajona de un Co-llingwood o un Oakesthott. De estos dos ltimos autores extraen la ideade la singularidad o uniqueness (Oakeshott) de cada teoria dentro de sumarco histrico. Ninguna teoria o enunciado terico puede desconectarsede las cuestiones a las que pretendlan ofrecer una respuesta; las pre-guntas a las que se ven confrontados los filsofos del pasado no son enti-dades permanentes. sino que pertenecen a distintos complejos de pregun-tas-respuestas claramente contextualizados (vase Collingwood. 1969.pgs. 72 y sigs.; 1970. pgs. 61 y sigs.). Esta nocin bsica se extiende. enel caso de Pocock. incorporando el concepto de paradigma de T. Kuhn,que este autor diseara para comprender el desarrollo de las teorias cien-uficas. El contexto en el que cobran su significado las obras del pensa-miento se amplia asl a.llenguaje paradigmtico que se halla a su disposi-cin y lo .encierra. dentro de moldes que determinan su capacidad paraexpresar la realidad. La historia del pensamiento deviene entonces .his-toria de los discursos que seria la nica forma de obtener el autnticosignificado de las obras individuales. as como de la trayectoria de con-ceptos ms amplios. Su esfuerzo se dirige a buscar una reconstruccin delas influencias. transformaciones y desplazamientos contextuales que seproducen en distintos tipos de discursos paradigmticos. AsI. The An-eiem Constitution and the Feudal Law (1987) nos sita ante la crisis y re-estructuracin que la Revolucin inglesa del siglo XVII signific para lostres lenguajes polticos paradigmticos que hasta entonces manternanuna cierta vigencia: la -antigua Constitucin_, gobernada por una con-cepcin del Derecho apoyada en la tradicin y la costumbre. el lenguajeproftico apocalptico. y la tnisma tradicin del .discurso republicano.

    3. No est claro si se trata aqu de una _escuela_ propiamente dicha. en un senti-do estricto. S parece unir a todo un conjunto de historiadores un enfoque metodolgico comn que, con ms O menos variantes. aplican una similar metodologa al estudio del pensamiento poltico. Adems de los ya senalados, deben mencionarse

    tambi~n Stephan CoUini, Duncan Forbes, Richard Tuck, James Tully, John WaHace yDonald Winch.

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    A este mismo discurso dedica un magnfico libro. en el que persigue todau evolucin desde Maquiavelo. pasando por la Revolucin inglesa y su

    posterior concrecin terica en la Revolucin americana (vase 1975).Skinner. por su parte. se apoya en una percepcin del anlisis del

    lenguaje ms claramente guiada por la filosofa del lenguaje del ltimoWittgenstein, que complementa con la teora de los actos del habla deJ. L. Austin, Strawson y Searle. En cierto modo, unas y otras fuentes soncomplementarias, y no es posible negarle a Skinner el mrito de haber sa-bido combinarlas en un original enfoque metodolgico.

    Como es conocido, Wittgenstein rompe en sus Investigaciones filos-ficas (1988) con su anterior concepcin de la verdad semntica, segn lacual la funcin del lenguaje se consuma fundamentalmente en la des-cripcin y constatacin de hechos, y pasar a fijarse ahora en su dimen-sin pragmtica, en las .reglas de su uso. (.EI significado es el uso[Gebrauch] que hacemos de la palabra. 138). Es decir, el significado dellenguaje no se agota en su funcin representativa-, sino que se hallainmerso en un contexto de significados del que participan los hablantes.Pero tambin el lenguaje, precisamente por presuponer para su com-prensin una determinada praxis intersubjetiva en la que se refleja yreproduce una forma de vida especfica, sirve adems para realizar ac-ciones (.dar rdenes... hacer un chiste... suplicar, maldecir, saludar, re-zar. -1988: 23). Aqu es donde enlazar con Austin para desarroUar suteora de los actos del habla, segn la cual la comprensin de un deter-minado aserto no slo exige captar su significado locucionario -lo que sedice-. sino tambin su fuerza ilocucionaria. lo que su emisor estaba ha-ciendo al emitir dicho aserto (vase 1962). Es fcil imaginar que la incor-poracin por parte de Skinner de estos supuestos tericos bsicos a suspropios estudios historiogrficos lo faculta para alcanzar una mayor so-fisticacin a la hora de realizar el objetivo hermenutico tradicional -Quel comparte- de buscar la intencin del autor de los textos. Esta bsque-da, el .conocimiento de tales intenciones. es para l .indispensable.(1975, pg. 211) si queremos extraer el significado de una determinadaobra. En esto sigue a Searle, cuando afirma que comprender un asertoequivale a reconocer de modo ms o menos exacto cules son las inten-ciones que se expresan en l. (1977, pg. 202; vase tambin 1981). Com-binando entonces sus dos fuentes de inspiracin, nos encontramos conque a la hora de interpretar los textos de la historia del pensamiento espreciso descodificar esa fuerza ilocucionaria de las palabras, expresionesy conceptos que contienen. Pero tambin, y para hacer realidad la pres-cripcin wittgensteiniana. que eUo exige imperativamente conocer lasconvenciones lingsticas de una determinada poca, sociedad o grupoconcreto.

    Nuestra comprensin de un texto depender, pues. de la capacidadque tengamos para desentraar su fuerza ilocucionaria, y sta slo podrmostrarse tras su inmersin en el universo de significados dentro del cualacta, .Si conseguimos identificar este contexto con la suficiente exac-

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    titud. podremos eventualmente descifrar lo que el hablante o el escritoren el que estamos interesados estaba haciendo al decir lo que estaba di-ciendo. (l985-f. pg. 275). Esta inmersin en -el vocabulario general dela poca., en su contexto lingstico. nos permite acceder as a las inlcn-ciones del autor. Pero -y esto es algo en lo que Sldnner ha insistido en susltimos escritos (sobre todo a partir de 1985-d)-' no se acaba aqul la la-bor hermenutica. Desde luego. para esle aUlor la actividad de extraer elsignificado de un texto debe dirigirse a recuperar las intenciones_ con-tenidas en l. pero esto no implica afirmar que el significado de un textose agote en la intencin del autor.' Es perfectamente posible que uoa de-terminada accin linglstica tenga uoa fuerza i1ocucionaria mayor de lapretendida. Lo que en todo caso trata de resaltar Sltinner es cmo el "p-raJe. -la percepcin de dicha fuerza- slo deviene posible a partir del co-nocimiento de las convenciones de la poca. Es en esta interaccin entreintencionalismo y convencionalismo donde Skinner nos muestra su ver-sin del circulo hermenutico: el contexto _sirve para dotar de significa-do a sus partes constitutivas. a la par que ste obtiene su propio signifi-cado de la combinacin de sus partes constitutivas. (1975, pg. 216). Ensuma. un texto slo puede interpretarse a partir de la complicidad exis-tente entre las intenciones del autor y el _tejido> IingOlstico en el que estentrelazado.

    No debe perderse de vista. sin embargo. que para este autor los _con-textos no deben entenderse como vnculos determinantes en un sentidocausal, sino como condiciones convencionales del significado de los ac-tos comunicativos. Los textos, actos comunjcativos en general. slo pue-den comprenderse. entonces, cuando se comprenden las intenciones y lasconvenciones que determinan su significado como actos comunicativos.Pinsese que no slo se tratara aqu de una convencionalidad linglstica.sino tambin de una especie de convencionalidad social. Yque ambos as-pectos son uno y el mismo. El aspecto lingstico y el social se definenpor ello con los rasgos semnticos y epistemolgicos de las convenciones.Por tanto. stas seran, en primer trmino, las condiciones necesarias parala comprensin de todo tipo de acciones linglsticas. y por ello tambinpara la comprensin mutua entre los hablantes de una lengua. De otrolado. y por el contrario. toda comprensin presupone. en segundo lugar.que en su utilizacin hay convenciones que son reconocibles y aceptadas

    4. Si bien, y para simplificar las referencias, citamos los artculos contenidos enMeaning and Cantal (t 985), comp. de James TuUy, no puede olvidarse que stos abarcan un importante lapso de tiempo, que se inicia ya en 1969.

    5.Todo texto debe incluir un significado intencional: y la recuperaci6n de talsignificado constituye ciertamente una precondici6n para la comprensi6n de lo que suautor pueda haber significado. Pero todo texto de alguna complejidad contendrsiempre un significado bastante mayor -lo que Ricoeur ha denominado el excedentede significado- dd que incluso el autor ms vigilante e imaginativo pudiera haber pretendido incorporar en tI.. 11985-1. pAp. 271-272).

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    mutuamente por los usuarios de un idioma. Las convenciones cumplenas! tambin una tarea normativa en tanto que aseguran el reconocimien-to de medios IingOJstico a efectos comunicativos. En tanto que contie-nen tambin rasgos descriptivos de actos comunicativos. poseen un ca-rcter mixto descriptivo-normativo que es esencial para Skinner.

    Estas reflexiones nos sitan de inmediato frente a uno de los proble-mas esenciales que antes mencionbamos: la evaluacin del papel de lamediacin subjetiva, el lugar del autor. Skinner, que en sus primerosescritos metodolgicos atac duramente la nocin de clsicos., parece,no obstante, que no tiene ms remedio que atribuir un papel decisivo alautor. Pues dentro de! discurso de una determinada poca lo imagina re-alizando una importante labor de manipulacin del lenguaje con e! fin delograr determinados objetivos e intenciones. Ello est menos claro en Po-cock, ya que su nfasis sobre la evolucin, expansin y ruptura de losmareos paradigmticos a lo largo de amplios periodos de tiempo pareceoscurecer ms que resaltar la labor creativa individual y subraya, por elcontrario, la mayor objetividad del tipo de discurso en el que se engloban.Aun as!. Pocock, y en esto coincidirla con Skinner. ve al autor habitan-do un universo de /arlgues que dotan de significado a las paro/es que enellos realiza. (1987-b, pg. 30). De ningn modo habrla que colegir deesto que el autor se reduce a un mero portavoz de su propio lenguaje.y explfcitamente sellala que cuanto ms complejo, incluso cuanto mscontradictorio es el contexto Iing!stico en e! que est situado, tantoms ricos y ambivalentes sern los actos del habla que sea capaz de rea-lizar, y tanto mayor ser la posibilidad de que estos actos acten (per-(arm) sobre el mismo contexto e introduzcan cambios y transformacio-nes en l. (l987-b. pg. 35). De cualquier manera, lo que si parece claroes que Skinner reconoce una interaccin mutua entre e,1 autor-actor y lasconvenciones IingJsticas. aunque al final el acento lo ponga quizs sobreestas ltimas. De un lado. el terico aparece capacitado, desde luego,para manipular las convenciones que gobiernan su ideolog!a con e! fin debuscar la legitimacin de posiciones concretas. Pero. de otro, una vez quelas convenciones se han utilizado de esta manera particular, establecendistintos tipos de limites sobre distintas clases de argumentos legitima-dores que se abren a los tericos. Como l mismo dice. y puede que aquJest el punto fundamental. el problema con el que se enfrenta un agen-te que desea legitimar lo que est haciendo... no puede reducirse sim-plemente al problema instrumenta! de ajustar su lenguaje normativodisponible. (l988-f, pg. 234). AquJ est presente una vez ms la cargawittgensteiniana que informa esta teorla: los conceptos son utillajes quenos permiten hacer cosas segn su uso en la argumentacin. no puedenconcebirse como simples proposiciones a las que se asigna un significa-do; son armas. (Heidegger) o instrumentos de los que nos valemos paratransformar la realidad.

    Conviene no perder de vista tampoco que entre estos dos autores seha producido algo as! como una divisin del trabajo en el estudio de los

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    lenguajes del pasado. Pocock se centra ms sobre la reconstruccin his-trica de las distintas langues, en su proceso de extincin, pervivencia yeventual decaimiento. Skinner, por su parte, tiende a enfocar ms el efec-to de las paroles, su incidencia concreta en momentos de crisis poUtica,intentando a la vez seguir su efecto transformador, rupturista o legilima-dor dentro del lenguaje poltico de una poca. De otra parte. mientras queeste ltimo autor se fija ms en el paradigma .legalocntrico. -siendoaquf central sus Foundalions o{Modern Polilical Thoughl-, y en sus deri-vaciones de .individualismo posesivo. de la tradicin liberal burguesa,Pocock se restringe sobre todo al paradigma .humanfstico burgus. delas virtudes republicanas.

    En todo caso, estamos ante un enfoque que rompe drsticamente conlos mtodos hasta entonces habituales en la historia del pensamiento po-Iftico. Asaber, a) la ID vista como una sucesin de unil ideas, en el senti-do de Lovejoy y su escuela; b) toda interpretacin puramente textual deun terico polftico, que ignore el contexto poltico o un conjunto contex-tual de intenciones; e) los anlisis de textos escritos en trminos de .in-fluencias o anticipaciones., que en su gran mayora no resultan serdemostrables histricamente, sino que son ms bien atribuciones ana-crnicas por parte de aquellos que se identifican con una determinada teo-ra, concepto o escuela); d) la visin del pensamiento poUtico como unasuperestructura determinada por los intereses y necesidades objetivas deuna clase social gobernante.

    rn. LENGUAJE y REALIDAD SOCIAL

    Pasando ahora a un tema ms general, y sobre el trasfondo de esta re-flexin sobre la importancia del lenguaje en la ID, habra que considerarla siguiente cuestin: est justificado ese inters casi obsesivo y exclu-yente por el lenguaje que nos muestran ste y otros enfoques de la HI?

    Como dijera Epicteto, no son los hechos los que estremecen a loshombres sino las palabras sobre los hechos (vase en Koselleck. 1979,pg. \07). Es una forma muy grfica -y hasta bella- para referirse al po-der del lenguaje para conformar la realidad. Los hechos se objetivizan alser nombrados, de eso no cabe la menor duda. Pero igual de obvio pare-ce pensar que aquello que se articula en un cuerpo lingJstico-expresivono puede explicarse del todo. no se puede comprender, como ya apunta-ba alto Brunner, si no que se conecta a un determinado marco poltico,social y econmico. Esto es vlido para explicar cualquier tipo deproduccin intelectual. Pero en el mbito de las teorias polfticas resultainevitable preguntarse por el papel que juegan en el mantenimiento, re-produccin o ruptura respecto a un determinado modo de dominacin,del ejercicio del poder. o ms simplemente. de la conformacin de unadeterminada constelacin de intereses; por su funcin como mecanismoencubridor de intereses o, por el contrario, emancipador o liberador res-

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    pecto de lales discursos. El mundo de la argumentacin polftica ha cons-tiluido y constituye el mbito natural de la ocullacin -y tambin de ladenuncia- de las relaciones de poder y de sus formas. Por seguir con elejemplo de Epicteto, esto supondria plantearse cuestiones tales comocul es la naturaleza de esos hechos a que se refiere?, por qu se des-criben de tal modo que provocan el estremecimiento de los hombres?era sa la imencin, o, por el contrario, los hechos eran en verdad estre-mecedores? y podramos proseguir las preguntas. Tantas, y ste es unpunto decisivo, cuantas nos sugiera el conocimiento del contexto mstri-co-polftico-social en el que se desenvuelven, pero tambin el del discursoo convenciones polfticas de la poca. Pretender vincular la historia deldiscurso polftico a la historia social, que es lo que con esto se pretende su-gerir, no implica, sin embargo, que ambos estudios deban ser excluyen-tes, sino complementarios; que cada uno de ellos se apoye en el anteriorpara asl, desde su sintesis -que siempre ser provisional-, poder accedera un marco de explicacin ms amplio. El problema estriba, sin embar-go, segn se han encargado de resaltar las teorias que hemos venido pre-sentando, en que carecemos de un instrumental capaz de atrapar esa su-puesla realidad ms profunda que no es el lenguaje mismo. Ya se presen-te bajo forma documental o amparado en formulaciones discursivas mscomplejas, hay siempre un punto cero, una _infraestruclura., que es deurdimbre lingalstica. No hay una realidad que pueda ser -represenladay respecto de la cual el lenguaje funcione como un espejo; el lenguaje esya la realidad ltima --no hay fuera-del-texto (hors-du-texte) (Derrida,1971, pg. 202).

    Qu ha quedado entonces del concepto tradicional de ideolog{a?Como es conocido, el presupuesto bsico sobre el que se sustenlaba -almenos en su versin marxista- era la existencia de una realidad. msprofunda que la que en cada caso era objetivada. Ello se derivaba de laprevia distincin entre conciencia y base material, que permitla valersede un rasero frente al cual medir las distorsiones introducidas por los dis-tinlOS .Ienguajes y. en ltimo trmino, desvelar los intereses que atravs de ellos se _encubrian. Consegula satisfacer asl dos funciones dis-tintas: una explicativa y otra crtica. Desde luego, esta labor de demarca-cin entre realidad y apariencia, que nunca esluvo ausente del horizontede toda la filosofla en general, conform ya de modo pleno todo elproyecto ilustrado. Pero, como ya dijramos al comienzo, sla es preci-samente la perspectiva que se nos va cerrando ms y ms a medida quese diluyen los presupuestos de la filosofla moderna.

    Por volver a las teoras de las que nos venimos ocupando, la que siguesiendo ms dependiente de muchos de los presupuestos del discurso ilus-trado es, sin duda, la skinneriana. Y no deja de ser esclarecedor que utili-ce una versin dbil del concepto de ideologla, que -contrariamente a suversin marxiSla- se reduce a la idea de racionalizaciones subjetivas deacciones intencionales. Para Skinner est claro que la mayora de los tex-tos polfticos fueron escritos bajo la influencia de la polftica prctica y

  • GIRO UNGOlsnco E HISTORIA DE LAS IDEAS 297

    pertenecen a distintas tradiciones del discurso polrtico; del mismo modoque, como bien seala J. Tully, hay en l una visin de la polrtica dirigidaa subrayar el factor conflictual, la permanente argumentacin a favor oen contra de determinados intereses, la .guerra y la batalla (1988, pgs.2324). Lo curioso, y de ah la novedad del enfoque, es que la necesariacontextualizacin, aquello que permite adivinar o definir el funciona-miento ideolgico de cada discurso, no baja a su supuesta base material,sino que se limita al estudio de otros textos. Como ya sabemos, para ltoda teora acaece como una accin lingstica dentro de contextos his-tricamente definidos que limitan considerablemente los tipos de legiti-macin poltica de que disponen los tericos. o hay, pues, ms .contex-to_ que otros .textos... si bien stos, en contra del enfoque derridiano, seperciben fundamentalmente como actos. 7

    Ms ambicioso ya es el enfoque -que aquf no hemos tratado- delgrupo alemn de la Begriffsgeschichte, encabezado en un principio porOliO Brunner y Wemer Konze, pero bajo la permanente supervisin deReinhart Koselleck (1972). Y la ambicin no reside slo en la difcil pre-tensin de realizar un amplsimo diccionario de trminos histrico-pol-ticos.' Obedece ms bien a los propios supuestos metodolgicos que in-forman la obra: compaginar un estudio lingUlstico de los conceptos conuna perspectiva de historia social. De lo que se trata, en definitiva, es dever la evolucin de los mismos, su aspecto diacrnico, a la luz de un enfoque de lingUstica estructural inspirado en Saussure, que no renuncia acontrastar el concepto con la cosa. La premisa central, a decir de Kose-Ileck, estriba en presuponer que .la historia se posa en determinadosconceptos y slo llega a convertirse en historia segn sea conceptualiza-da cada vez (J 972, XXill); se afirma asf la exiSlencia de una convergen-cia discontinua entre concepto e historia. Todo concepto se encontraraen la interseccin producida por los distintos procesos de cambio entresignificante y significado, entre las transformaciones de la situacin ob-jetiva y la tensin por crear nuevos trminos. En ltima instancia, elobjetivo no sera la elaboracin de una nueva realidad objetiva a partir defuentes lingUlsticas preexistentes; ni tampoco el restringirse al anlisisde los discursos o de las ideas de autores pasados a espaldas de la expe-riencia que les subyace.La comprensin lingUfstica apunta (...] hacia

    6. En su puesta en prctica de estos presupuestos metodolgicos, Skinner no puede evitar traicionarlos de cuando en cuando. Un buen ejemplo de ello es su monu-mental Los fundamentos del pensamiento polflico nrockmo.

    7. Si bien Derrida no entra nunca en un debate directo con Skinner. considera-mos que es perfectamente legtimo extrapolar sobre su obra algunas de las crfticas queDenida dirige a la teora de los actos de.l habla de Austin y 5earle en su debate con estehimo (Vtase DEJUUDA, 1977; SEARLE. 1977).

    8. El re5ullado es realmente espectacular: seis exten {simos volmenes cargadosde erudicin, el ltimo de los cuales apareci en 1990. que se han convertido ya noslo en una obra de referencia fundamental. sino, en el caso de muchos anfculos. en

    aut~nlicasmonografas especializadas.

  • 298 EL INDIVIDUO y LA HlSTORlA

    procesos que estn ms all del movimiento lingUrstico, pero que slopueden ser suficientemente reconstruidos y comprendidos cuando se te-matiza la transformacin misma de los conceptos_ (1972, XlV). O, lo quees lo mismo, no es posible una historia conceptual si no es desde unaperspectiva lingstica capaz de satisfacer la dimensin diacrnica; pero,a la vez, sta es incapaz de dar cuenta de la realidad en sr misma si no esamparndose en una historia social: en su permanente enfrentamientocon la cosa.

    IV. Los LIMITES nEL CIRCULO HERMENtunCO

    La originalidad y debilidad a la vez del enfoque skinneriano reside, anuestro juicio, en la forma en que se combinan sus supuestos relativistascon un enfoque que, de hecho, tiene aspiraciones objetivistas. Su relativis-mo deriva de la propia limitacin de su anlisis a un universo de significa-dos restringidos, a un paradigma discursivo libre de la imposicin de ideaso prejuicios .presentistas_. La historia del pensamiento no es para l, enconsecuencia, un mbito en el que .flotan libremente_ ideas, sino que s-tas se hallan siempre .situadas_ en un marco de referencia lingUrstico.Slo as! puede hacer realidad su pretensin de .recuperar su identidad his-trica_. Su relativismo se manifiesta tambin en su propia incorporacinde la teora de los actos del habla de Austin y Searle, para la cual la argu-mentacin se compone de acciones que no pueden ser articuladas bajo lascategoras de .verdad_ o .falsedad_, sino bajo las de .fuerza_ o .debili-dado. Algo similar a lo que hacemos en el lenguaje corriente cuando deci-mos que un determinado argumento es .flojo> o .dbil. o, en su caso,convincente o aplastante. No existe un concepto de verdad externofrente al cual poder medir su mayor o menor adecuacin al mismo, sino,por ponerlo en trminos de Rorty, nicamente los cnones compartidosdentro de cada modo de vida. La labor del historiador del pensamiento re-sidiria, pues, exclusivamente en sacar a la luz los criterios de racionalidado congruencia terica que se manifiestan en unas determinadas conven-ciones del pensamiento propias de una poca dada, aunque sin pronun-ciarse sobre su verdad o certeza respecto a nuestros propios valores oconvicciones filosficas. Pero aqu reside precisamente el problema queasola a este enfoque, ya que, de un lado, se piensa que sr es posible objeti-var un contexto para hacer inteligible un determinado discurso; y, de otro,de ser posible tal objetivacin, sta se hace desde nuestro propio lenguaje oforma de ver el mundo, sujeta por igual, se supone, a una serie de supues-tos o prcticas culturales. Luego implfcitamente se afirma la posibilidad deromper el cfrculo hermenutico, al igual que -por va de hecho- se niega lasupuesta inconmensurabilidad de las distintas concepciones del mundo.Quiere esto decir que existe algo as! como un metalenguaje capaz de tra-ducir en nuestros trminos las peculiaridades de los juegos de lenguaje ylas formas de vida pretritas? Vemoslo un poco ms de cerca.

  • GrRO UNGOlsnco E HISTORIA DE US IDEAS 299

    Parece llevar razn J. Tully (1985, pgs. 19 Ysigs.) cuando afirma queS\cinner nos ofrece, en efecto, una pragmtica histrica. No se aspiraaqur, como ocurre en la pragmtica universal., a establecer las condicio-nes universalmente vlidas bajo las que es posible pronunciarse sobre loscriterios de verdad en las teolias polIticas analizadas, sino nicamenteaquello que dentro de distintas ideo/og(as y contextos sirve. como polftica-mente justo y verdadero. Asr es como funciona el engarce contextual, quepermite captar la racionalidad de las formas de pensamiento a la luz de lascircunstancias y convenciones en las que se inscriben sus agentes, no a partir de lo que es racional para nosotros. El problema sigue siendo el de su.traducibilidad. a nuestros trminos. Y aquJ el mismo Skinner confiesasostener una versin de la tesis de la inconmensurabidad

  • 300 EL lNDfVlDUO y LA mSTQRJA

    mar la supresin y suspensin de toda certidumbre. Aeste respecto pare-ce relevante referirse, por ltimo, a una breve pero certera crtica deSkinner a Derrida. El autor ingls comienza reconociendo cmo, efecti-vamente, es muy posible que nunca logremos alcanzar la certeza respec-to de nuestras interpretaciones. Ahora bien, si insistimos, como haceDerrida, en una tal identificacin entre establecer que algo es el caso y laposibilidad de demostrarlo "con seguridad", entonces hay que admitirque nunca podremos aspirar a definir las intenciones con las que un tex-to puede haber sido escrito. Pero igualmente resulta que nunca podremosesperar demostrar que la vida no es un sueilo. (1988[, pg. 280).

    Desde luego, Descartes est enterrado y bien enterrado, pero eso nosexime acaso de la necesidad de aportar razones a la hora de, por ejemplo,tener que atribuir la culpabilidad por un delito, o tener que enjuiciar laprctica polftica? El nuevo relativismo tiene la indudable virtud de habersabido situarnos ante los lmites de la racionalidad; no ha conseguido, sinembargo, libramos de nuestras responsabilidades pblicas. Muy proba-blemente haya conseguido domear nuestro etnocentrismo ilustrado ynos haya acercado as a apreciar con nueva luz otras culturas o formas devida -al otrOll), las diferencias.; pero no nos exime de la decisin. y nin-guna teora poltica puede permanecer insensible ante todas estas cues-tiones.

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