Pablo Montoya. Cortázar y la revolución

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    Montoya, Pablo

    Julio Cortzar y la revolucin

    Universidad Eafit, Vol. 44, Nm. 152, octubre-diciembre, 2008, pp. 53-65

    Universidad EAFIT

    Colombia

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    * Este artculo forma parte de un texto indito, ms extenso sobre las relaciones entre Julio Cortzar y la revolucin. El artculo sederiv de una investigacin auspiciada por la Universidad de Antioquia sobre la funcin social del escritor en Colombia y AmricaLatina en la que participaron tambin y con diversos temas, otros profesores de dicha institucin.

    REVISTA Universidad EAFITVol. 44. No. 151. 2008. pp. 53-65

    Julio Cortzary la revolucin*

    R e c e p c i n : 2 8 d e n o v i e m b r e d e 2 0 0 7 I A c e p t a c i n : 2 8 d e s e p t i e m b r e d e 2 0 0 8

    Resumen

    El artculo interpreta las relaciones conflictivas del escritor Julio Cortzarcon la Revolucin Cubana. El anlisis intenta sopesar las ambivalenciasy las certezas que el escritor argentino tuvo con respecto a su militanciapoltica, en el periodo comprendido desde su llegada a Pars, en 1951,

    hasta la publicacin de su novela Libro de Manuel, en 1973. Se abordan,adems, las concepciones del escritor sobre lo que significa revolucionarla literatura y escribir para la revolucin. Se indaga en su manera decomprender el particular socialismo en el cual crey en los ltimos aosde su vida. Pero tambin se intenta valorar una literatura latinoamericanaque fue escrita bajo ciertos esquemas polticos en los que la libertadcreativa se vio enfrentada al compromiso revolucionario.

    Pablo Montoya

    Magster y Doctor en Literatura Latinoamericana de la

    Universidad La Sorbonne-Nouvelle, Pars III (Francia).

    Escritor y crtico literario. Profesor de la Facultad de

    Comunicaciones, rea de Lingstica y Literatura de la

    Universidad de Antioquia.

    [email protected]

    Palabras ClaveLiteratura latinoamericana

    Julio Cortzar

    Relacin literatura y poltica

    Funcin social del escritor

    Revolucin Cubana

    R

    a

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    REVISTA Universidad EAFIT. Vol. 44. No. 152| octubre, noviembre, diciembre 200854

    E

    Key wordsLatin-American literature

    Julio Cortzar

    Relation between literature and

    politics

    Social role of the writer

    Cuban Revolution

    Julio Cortzar and the revolution*

    Abstract

    This article makes an interpretation of the conflictive relations between

    Julio Cortzar and the Cuban revolution. This analysis tries to weigh

    the ambivalences and certainties the Argentinean writer had towards

    his political affiliation, this, from his arrival to Paris in 1951, to the

    publication of his novel Libro de Manuel, in 1973. It also approaches

    the understanding of the writer about the meaning of revolutionizing

    literature and writing to revolution. His way of understanding the

    particular socialism, in which he believed in his last years of life, is

    also investigated. At the same time, it is attempted to assess a Latin

    American literature written under some political schemes in which the

    creative freedom confronted the revolutionary commitment.

    E

    Introduccin

    La revelacin

    * This article is part of a more extensive text that deals with the relationship between Julio Cortzar and the revolution. The textemerged from a research, sponsored by the University of Antioquia, about the social role of the writer in Colombia and Latin America.Teachers from this university took part in this project. So far, the full text is unpublished.

    l viaje a Pars, en 1951, enfrent aCortzar, ms que a su aoradocosmopolitismo intelectual modeloStphane Mallarm o Paul Valry,

    al vrtice de las ideas polticas y su relacin conla literatura. A la sazn Pars era el centro de losgrandes debates intelectuales que las vanguardiasartsticas, las dos grandes guerras mundiales, laspolticas imperiales de la Europa Occidental en

    frica y Asia y el fortalecimiento del comunismode la Europa del Este haban dejado como herencia.Francia se enfrentaba, con la desesperacin deun muy civilizado animal herido, a la prdida deaquellas colonias que haba explotado durante sigloscon el exotismo de una Salamb revisitada, con

    el espritu de un Tin Tin sediento de aventuras ycon el racismo de la soldadesca ramplona. Imperiocivilizador y humanista, sustentado en la clebretrada de la Revolucin Francesa (libertad, igualdady fraternidad), en la lengua exquisita de La Bruyre yLa Fontaine y en las bayonetas, que haban cantado,pese a todos sus compromisos con las justas causas

    del mundo, un Romain Rolland y un Andr Gide.Pero estos dos escritores, exponentes de la moralpoltica de la Francia de la primera mitad del sigloXX, haban muerto recientemente, envueltos enolores de una suerte de santidad patrimonial.

    Los escritores que estaban en plena madurezmostraban sus particulares opciones frente a la

    poltica. Andr Malraux, por ejemplo, dejaba atrssu rebelda de cigarrillo en la boca y de avionesrepublicanos piloteados con herosmo, parainstalarse como burcrata cultural en una de laspoltronas ministeriales del gobierno de Charles deGaulle. Jean-Paul Sartre era el escritor polmico quebendeca los comunismos de La Unin Sovitica yChina. Faltaba poco para que el autor de La nuseabendijera tambin el del Vietnam y el de Cuba.Faltaba poco para que subiera a los carros de Mayodel 68 y propusiera, desde las tribunas de panfletos

    estudiantiles, secuestrar a los empresarios, linchara los diputados y exterminar a los burgueses.Propuestas que habran de recibir el entusiasmo delos jvenes del amor libre que oscilaban, en aquellosaos de la primavera nuclear y la potica flor, entre elpsicoanlisis de Jacques Lacan y el estructuralismode Lvi Strauss, entre la msica concreta de Pierre

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    Ahora, en los tradicionales cafs de Saint-Germaindes Prs, era poltico y, digmoslo de una maneraafecta al lenguaje del Cortzar, amorosamente hu-mano. Cortzar haba seguido con inters, desde su

    torre de marfi

    l parisina, conformada por museos,cafs, galeras y conciertos, las hazaas de la gue-rrilla de la Sierra Maestra. Ya en su imaginacincomenzaban a perfilarse con inquietud las figurasde ese manojo de revolucionarios romnticos y debarbas desgreadas que aos despus se tomaranjubilosamente La Habana y haran huir a Batista y atodos los colaboradores de la dictadura.

    Este deslumbramiento que le produjo el recono-cimiento del otro, la aorada alteridad que no podaser tan infernal como la defina Sartre en su aforismo(El infierno son los otros), ni tan imposible deresolver como la planteaba la equvoca sintaxis deRimbaud (Yo es otro), no se present de modosbito. Cortzar haba seguido, en su particularascenso hacia los otros, un proceso iniciado conel surrealismo y el jazz, que habra de desembocaren el seno candente de la familia revolucionarialatinoamericana. A finales de los aos 50, Cortzarabri un espacio para que entrara, en su universode noches boca arriba y continuidad de parques yavenidas sin fin, la humil lada humanidad de uno de

    sus semejantes. En Las armas secretaspublic elcuento que, segn la crtica, es la obra maestra

    del escritor argentino. El perseguidormanifiesta, en buena medida, las

    preocupaciones por el prjimo deun Cortzar que fluctuaba entre laescritura automtica, los juegosaudaces de la imaginacin y uninters permanente por todasuerte de desdoblamientos delos tiempos, los espacios y lospersonajes. El perseguidor,

    igualmente, demuestra cmoCortzar conceba el problema

    de lo racional y lo irracionalen el mundo del arte. Se

    comprende, al leer elcuento, cul es laopcin de Cortzarcuando se trata deoponer a un creador

    y a un crtico artstico.

    Henry y Pierre Boulez, las audiciones del bebop deCharlie Parker y Dizzie Gillespie y las cancionesnostlgicas de Edith Piaf y Georges Brassens. Sartreera el intelectual explosivo de la poca. Ni literato nifi

    lsofo, detestaba ambos trminos, pero manifestabaen su vida intelectual los extremismos y vicios queacostumbran cometer los filsofos y los literatos.Sartre, en realidad, era dueo de un comportamientoadolescente frente al gran conflicto del momento:la guerra fra entre el capitalismo y el comunismo.

    Aprobaba hoy la resistencia comunista ante elimperio capitalista y despus, cuando comprenda losexcesos de ese mismo comunismo representado en laproliferacin de los gulags, se retiraba horrorizado ydeca que se haba equivocado. Octavio Paz hizo un

    balance interesante de tales actitudes sartreanas ensu Memento: Una y otra vez apoy a las tiranasde nuestro siglo porque pens que el despotismo delos csares revolucionarios no era sino la mscarade la libertad. Una y otra vez tuvo que confesar quese haba equivocado (2000, 436). Y estaba AlbertCamus, el periodista filsofo, tambin con cigarrilloentre los dedos, porque el cigarri llo era la pasin de losintelectuales de esos aos, y su humo la aureola queacompaaba toda elucubracin cognoscitiva.Camusera el autor que optaba por criticar abiertamente

    las exacciones del comunismo sovitico y apoyar elimperialismo francs en Argelia.

    Fue en el contexto de un Pars politizadoque Julio Cortzar cay por segunda

    vez del caballo, y el Damasco de sudespertar poltico se manifestcon claridad. La revolucincubana triunf en manos de losBarbudos en 1959. Y empezlo que fue la historia de un

    largo idil io entre el escritorargentino y la isla mayorde las Antillas. Idil io quetermin con la muertede Cortzar en 1984.

    Antes el despertarcon Cocteau y Opio,es decir la primeracada del caballo, enalgn caf de Buenos

    Aires, haba sido

    exclusivamente literario.

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    Entre lo apolneo y lo dionisaco, pues se trata deun muy antiguo conflicto que incluso Cortzar habaabordado antes en su obra Los reyes, lo que debeatraer al lector es el saxofonista que busca explicarse

    el tiempo de la msica mediante los ascensores, las valijas y los recorridos en el metro. Entre orden ydiscurso, entre una determinada ideologa musicale improvisacin y libertad para crear, Cortzar sedecide por Johnny Carter y no por Bruno.

    1. El optimismo revolucionario

    La obligatoria peregrinacin que todo intelectuallatinoamericano deba hacer a La Habana, Cortzarla efectu en 1962. La correspondencia del escritorargentino demuestra el impacto de ese viaje. Enprimer lugar, est su entusiasmo cuando el mismoFidel Castro lo invit. Le escribe a Francisco Porrael 11 de diciembre de 1962 Te imagins que mefascina la idea de ir a mirar lo que est pasando all,mxime que podr quedarme tres o cuatro semanas(Cortzar, 2000, 522). Consumada la experiencia,no demoraron en aparecer los felices retoos delescritor. El credo de Cortzar de que todo escritoro artista es egosta o no es nada, empez de algnmodo a tambalear. Hay una carta que manifiesta ladimensin de esta alegra. Desde Viena escribe aPaul Blackburn, el 1 de abril de 1963, sus ganas deestablecerse en Cuba hasta el final. Un final que dabala impresin de inevitable derrota, porque Cortzaraunque se saba ajeno a los problemas de polticainternacional, todava era ese escritor incapaz deabordar con seriedad los problemas geopolticos, dicealgo que tiene que ver con que las cosas terminarnmal para Cuba. Y no por culpa de los cubanos ni de larevolucin, sino por culpa de la mezquindad de USAy de todas las repblicas democrticas de AmricaLatina. Con todo, en lo que se extiende Cortzar escuando habla del pueblo cubano. Un pueblo alegre,confiado en s mismo, dispuesto a hacerse matar porFidel Castro. Y al mismo tiempo sin odio contra susenemigos (547). Cortzar afirma cosas como quelos cubanos no odian a nadie, y no tienen miedo anadie(547). Ellos son, adems, como nios que slojuegan, se ren, trabajan bailando y cantan (547).

    Y sucumbe ante lo que sucumbi la mayor parte,sino todos, los escritores latinoamericanos cuandoconfrontaron algn pas comunista de esos aos:

    El pueblo, escribe a Balckburn, da una sensacin

    de alegra (547). Cortzar, en esta direccin, estabaembargado de impresiones positivas. La campaade alfabetizacin le demuestra que los cubanos,antes esclavos, ahora eran hombres. Y habla de un

    punto esencial: la relacin equilibrada que existeentre los intelectuales y la Revolucin. Todos losartistas y escritores apoyan al gobierno y no conmeras palabras, sino trabajando para la Revolucin,alfabetizando, haciendo magnficas ediciones,escribiendo, traduciendo libros (547). Cortzar,despus de recorrer en auto todo el pas, luego dehablar con todos los cubanos y conocer a todoslos escritores y escuchar las crticas que abundanpero que no son negativas, se convence de queuna revolucin que tiene de su parte a todos los

    intelectuales, es una revolucin justa y necesaria(548). No se necesita intrepidez para comprender queel escritor reuna, en esa primera estada, todas lascondiciones para que Cuba lo condujera hacia lo quesera despus Cortzar: el adalid de una Revolucinque haba que defender, desde Pars y en el medioeuropeo, ante todas las borrascas.

    La certeza de estar ante la manifestacin de unaalegra colectiva es un lugar comn en la historia delos testimonios literarios sobre la Cuba revolucionaria.Pero no es un matiz slo propio de Cuba. Es algo queatae a los pases comunistas en general. Dice Trosky(1969, 7) en su introduccin a Literatura y revolucinque el arte revolucionario debe ser incompatiblecon el pesimismo, con el escepticismo, con todaslas dems formas de abatimiento espiritual. Debeser un arte realista, activo, colectivista, henchidode una confianza ilimitada en el porvenir. Elcomunismo, y as debe testimoniarlo su arte y lite-ratura, es el advenimiento de un nuevo hombre,joven y puro, rebelde y trabajador, para nada egostay sobre todo solidario. Un joven fuerte y osado, quesurge desde las profundidades del dolor y la miseriaseculares para poner fin a todas las opresiones. Escasi un nio este adolescente comunista, este efebobrigadier, vigoroso y bello, que comete erroresporque es todava muy tierno, pero que a los ojos deun Romain Rolland, por ejemplo, representaba todaslas esperanzas del quebradizo porvenir humano. Ya

    Alejo Carpentier deca, despus de uno de sus viajes alos pases del Este, que la alegra es lo que caracterizaa estos pueblos. Una alegra general y contagiosa de

    la humanidad que ha perdido el terror al maana

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    (Carpentier, citado por Ezquerro, 1985, 60), porqueha eliminado la propiedad privada y la prctica delrepugnante individualismo burgus. Cortzar, en suscartas, habla de un pueblo cubano alegre que ama a

    sus gobernantes, y que siente su revolucin y, con ello,una especial manera de sentirse en el centro mismode la historia. Porque un pueblo slo puede sentirel jbilo de su existencia social y poltica cuando esconsciente de que es dueo de sus propias decisiones.

    Y ese pueblo est alegre porque sabe que habita elprimer territorio libre de Amrica.

    La alegra, en lo que respecta a Cuba, fue genuina alprincipio. Un hlito de esperanza se expandi porun continente sometido a todos los saqueos desdeque fue descubierto por la Europa mercantilista del

    Renacimiento. Cuba resolvi satisfactoriamente losinterrogantes que muchos intelectuales, avezadosen el sinuoso terreno del comunismo internacional,guardaban. Octavio Paz, Mario Vargas Llosa, CarlosFuentes y Guillermo Cabrera Infante, futuros crticosdel castrismo, creyeron en ese fervor festivo que hallenado tantas pginas, desde las ms memorables,entre ellas las de Julio Cortzar, hasta las ms mediocresescritas por poetas que cantaron la revolucin con laretrica propia del realismo socialista. El socialismocubano es, al iniciar al dcada del 60, jubiloso por

    no decir rumbero. Haba, como dice Bernad-HenriLvy en su polmico recorrido por la relacin entreintelectuales franceses y libertad en el siglo XX,un clima de alegra yfiebre. Una especie de fervorenloquecido, liviano, carnavalesco (1992, 449).Fiesta que se haca al ritmo del son, de la zafra y de lajuventud mulata que trabajaba por el destino justo delpueblo, y donde los altos mandos militares cubanosdesmentan la vetustez de los jerarcas del Kremlin.Esa fiesta, en la que los campesinos y obreroslograban acceder a la cultura que antes les haba sido

    negada, fue lo que sedujo tambin a Sartre cuandoviaj a La Habana en 1960. Viaje que le hizo escribirla apologa de un comunismo joven y feliz al estilo decomo lo hicieron en su momento un Henri Barbussey un Romain Rolland frente al comunismo sovitico(450). Muy pronto, sin embargo, ese entusiasmojuvenil y colectivo empez a mostrar sus grietas. Noslo por el bloqueo de Estados Unidos sobre la isla,sino tambin por las actitudes de un gobierno que fueasumiendo los rasgos de la bestia totalitaria. De esaalegra, verbigracia, desbordan los primeros nmeros

    de la revista Casa de las Amricas. De hecho, todas

    las revistas oficiales del comunismo, siguiendo lospreceptos de Trotsky, terminan contagindose deesa alegra que por ser tan insistente termina por

    volverse sospechosa.

    Desde Fayad Jamis hasta Roque Dalton, desdeEzequiel Estrada hasta Nicols Guilln, la alegrafue motivo de continuo canto. En el libro Por estalibertadde Fayad Jamis, premio de poesa Casa delas Amricas de 1962, ao en el que Cortzar fuepor primera vez a Cuba, se habla de casas en losatardeceres en que los hijos rompen los peridicosy la taza de caf y la tierra huele a alegra (Jamis,1962, 27). Cardoza y Aragn cay en lo que ahoraparece un lugar comn de los cantos revolucionariosde todas las pocas: La revolucin cubana, dice enuno de sus mensajes, se alza como una aurora porcampos y ciudades de Hispanoamrica (1961, 27). Y

    Jamis insisti en metforas de este talante cuando ensu libro dice: En toda la isla/ las estrellas estn msbajitas/ y la bandera est ms alta/ y Toda Cubaflorecey resplandece (1962, 37). Y ms adelante, cuandoya haba de qu quejarse por las equivocacionesnada desdeables de un rgimen comandado pormilitares implacables, Garca Mrquez particip eneste concierto de loas porque sobre Amrica habanllegado los vientos de un tiempo y un hombre

    nuevos. En una de sus crnicas sobre Cuba, Cubade rabo a cabo, escrita en 1975, y la que bien podracoronar la racha de elogios para la revolucin cubanay Fidel Castro, el escritor colombiano concluye quetodos los hombres de la isla eran felices y amaban lalibertad respirable bajo el nuevo gobierno. Uno delos fragmentos produce una sonrisa cautelosa anteel hiperblico optimismo, muy propio del realismomgico practicado por el Premio Nobel. En la Cubade hoy, escribe:

    [] no hay prostitucin, ni vagancia, ni raterismo,ni privilegios individuales, ni represin policial,ni discriminacin de ninguna ndole por ningnmotivo, ni hay nadie que no tenga la posibilidadde entrar donde entran todos (...) ni hay nadie queno tenga la posibilidad inmediata de hacer valerestos derechos mediante mecanismos de protestay reclamo que llegan sin tropiezo hasta dondetienen que llegar, inclusive a los niveles ms altosde la direccin del Estado (1999, 61).

    Y recordando un poco el tono del primer viaje de

    Cortzar a Cuba, aunque hayan pasado ms de diez

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    aos, aos en que se presentan, entre otras cosas,las primeras represiones a los escritores crticos dela revolucin, Garca Mrquez dice que despusde recorrer toda la isla (centmetro por centmetrocuadrado) y hablar con todos los cubanos (obreros,soldados, campesinos, amas de casa, nios de escuelay altos dirigentes), le queda la conviccin de haber

    vivido la experiencia ms definitiva y emocionantede toda su vida (62).

    2. El intelectual y la poltica

    Entre el primer y segundo viaje que hizo Cortzar aCuba, es decir entre 1962 y 1967, se presentaron enel escritor una serie de vacilaciones. A Cortzar lellegaban, en su retiro de Pars, rumores que afeaban

    la imagen de su revolucin querida. Esos rumoresconfirmaban la contundencia de aquel decir deCocteau de que la pureza de toda revolucin duratan slo 15 das. Cortzar sospechaba, pero estasensacin desaparece pronto, que las cosas andabanmal por Cuba y que, como sostenan algunos, seestaba pasando ya del orgasmo feliz a la burocraciatecnolgica (Cortzar, 2000, 1068). En su primer

    viaje Cortzar, sospechando que sobre el arterevolucionario cubano podran abatirse los ridosprincipios de una esttica real socialista (escribir

    segn los criterios de un partido, de una causa, de unaideologa, hacer literatura fcil y didctica para todoel mundo, no enredarse demasiado con complejasexperiencias de vanguardias), ley su texto Algunosaspectos del cuento.

    All Cortzar se presenta como un autor de raigambrefantstica, afecto a las influencias surrealistas, ycauto ante cualquier intento de manipulacin sobrela capacidad creativa del artista. Luego de explicarcmo maneja aspectos como el tiempo, el espacio,

    el tema, la intensidad y la tensin, Cortzar abordael campo polmico de lo qu significa escribir en larevolucin o para la revolucin. La conclusin deCortzar es que no hay que escribir para la revolucinescribiendo acerca de la revolucin misma, sinoescribir revolucionariamente. Revolucionar laliteratura, que ser uno de los claros rumbos de laesttica del Cortzar que va desde sus novelas Rayuela,62 modelo para armar, Libro de Manuelhasta sus librosmiscelneos La vuela al da en ochenta mundosyltimoround, significa que el escritor es completamente

    libre de escoger su tema y sus estructuras narrativas

    y que debe ante todo revolucionar el lenguaje. Elescritor no slo ha de conocer su oficio, sino queno tendr ninguna norma coercitiva que orientesu escritura. Pero Cortzar seala que el escritorrevolucionario debe poseer una conciencia dondese fusionen armnicamente libre compromiso indi-

    vidual y colectivo. Como si estuviera previendolo que vendra despus en la literatura cubana dela revolucin una literatura en muy buena partemediocre desde el punto de vista de sus alcancesestticos, importante para la historia de la revolucinen tanto que es ms un hecho poltico que un logroliterario, Cortzar llama la atencin sobre el peligrode escribir para todo el mundo: Cuidado con la fcildemagogia de exigir una literatura accesible a todo elmundo! Muchos de los que la apoyan no tienen otrarazn para hacerlo que la de su evidente incapacidadde comprender una literatura de mayor alcance(1963, 13). Pero la esttica revolucionaria comunistasiempre ha terminado seducida por la evanglicaidea de que el arte debe ser un instrumento til deeducacin popular. Y es muy posible que debido aesta fijacin, este arte casi siempre se haya reducidoa andar sobre muletas, para utilizar una expresincara al Trotsky de Literatura y revolucin. Lo que esmenester entonces es un arte masivo, porque arteindividual, arte para elegidos, arte para una elite,

    significa continuar caminos estticos reaccionariosy malsanos. El caso de Cortzar, que pretendi unirlo que a los ojos de los gendarmes de la literaturarevolucionaria cubana era indisoluble, fue como unasolitaria isla al medioda, una representacin artsticasingular que fue permitida porque se trataba de JulioCortzar, de aquel queremos tanto a Julio, queapoyaba la revolucin socialista as fuera un burgusconsumado, y que la defenda desde Pars con supresencia y su palabra, as escribiera lo que escribiera,y pensara lo que pensara sobre la escritura literaria.

    Lo que aconsejaba la esttica revolucionaria de ladcada del 60 es lo que proponan los crticos poetasde Casa de las Amricas. Las cosas han cambiadocon el tiempo por supuesto. Hay una gran diferenciaentre la crtica homofbica de esos aos quedespreci a Jos Lezama Lima, a Virgilio Piera ya Reinaldo Arenas, y la valoracin del homosexualrevolucionario que hay en el cuento de Senel Paz Elbosque, el lobo y el hombre nuevo. Ah est, comoejemplo, el texto de Roque Dalton Poesa y militancia

    en Amrica Latina. Dalton como Cortzar fue un

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    burgus de origen. Pero a diferencia de Cortzar,fue un mi litante que crey que poesa y fusil podanir unidos. En su corta vida, Dalton fue ajusticiadopor revolucionarios salvadoreos cuando tena 40aos, manifest los alcances de esta conviccin.Dalton fue uno de los escritores latinoamericanosque llegaron a La Habana para trabajar con fervorpor el establecimiento de la revolucin socialista.Form parte, como l mismo lo dice, y al lado deOscar Collazos y Margaret Randall, del grupo delos extranjeros residentes en Cuba (Dalton, 2003,43). Muy rpido se le invit al comit de direccinde la Revista Casa de las Amricas, del cual formabaparte tambin Julio Cortzar, y se convirti no sloen uno de sus crticos literarios ms respetables, sinotambin en uno de los idelogos de la esttica de larevolucin. Si se revisan los nmeros de la revistade esa primera dcada, hasta que Roque Dalton fueexpulsado de ella por Roberto Fernndez Retamaren 1970, no es difcil concluir que Dalton era, juntoal mismo Retamar, Heberto Padilla, Fayad Jamis yPablo Armando Fernndez, uno de los poetas mspromisorios del hombre nuevo latinoamericano. Almodo de Cortzar en su conferencia sobre el cuento,Dalton en Poesa y militancia da fe de sus certezaspoticas que, a diferencia de las de Cortzar, seacomodan perfectamente con lo que la revolucin

    exiga de sus artistas.

    En primer lugar, Dalton piensa que el poeta debe serfiel con la belleza y la poesa. Aclara, empero, que enesta fidelidad debe existir algo que el propio Daltonllama conciencia marxista-leninista. Esta concienciareclama un conocimiento que el artista debe tener dela vida y de su propia libertad imaginativa. En estepunto, Dalton parece abrazarse con Cortzar. Luegoel salvadoreo esboza los temas de la nueva poesa,considerando que todo lo que cabe en la vida cabe en la

    poesa. Con todo, la pregunta que queda en el aire es:de cul vida se trata?, cul es la vida que debe servirde tema a la poesa? No es difcil adivinarlo: la vidarevolucionaria. Por ello el poeta que propone Dalton,y que Dalton mismo encarna, debe escribir sobre lalucha del proletariado, la belleza de las catedralesque nos dej la colonia espaola, la maravilla delacto sexual, los cuentos temblorosos que llenaronnuestra niez, las profecas sobre el futuro feraz quenos anuncian los grandes smbolos del da (Dalton,1963, 16). Finalmente, en un tono pedaggico caro

    a los tribunales literarios de entonces, y entre los

    cuales Dalton se encontraba, el escritor salvadoreodice lo que debe hacer el partido cuando hay queformar a un poeta como buen militante comunista.El poeta, el creador artstico debe contribuir en elms alto grado a la formacin cultural de todos losmiembros del Partido. El Partido, en concreto, debeayudarle al poeta a realizarse como agitador eficaz, aser un soldado de buena puntera, un cuadro idneo,en una palabra (17). Y, con todo el arrojo de queera capaz Dalton, concluye en su ctedra de poesay revolucin que el poeta debe incluso hacer amar alSecretario de la Organizacin del Comit Central aautores como San Juan de la Cruz, Henri Michaux ya Saint-John Perse.

    La historia literaria de las revoluciones est atiborrada

    de estos textos didascl icos que pregonan deberes portodas partes. Desde la revolucin francesa, hasta larevolucin sandinista, pasando por la revolucin rusay la china, la libertad creativa se ha enfrentado a losgril los de una ideologa que promulga una l iteraturaelogiosa de los procesos revolucionarios. Leningustaba el arte del pasado, pero pensaba que a losartistas haba que dejarlos hacer (Citado por Sbato,1969, 110). Ante esta frase cualquier intelectualprogresista de hoy dara su entera aprobacin. PeroLenin no era el idelogo de la total aprobacin. Para

    l haba un arte reaccionario que el Dostoievski de Losposedosencarnaba con amplitud. Trotsky en Literatura y revolucinmatiza con ms audacia la opinin deLenin y no vacila en sealar los aciertos literarios yartsticos en esa literatura que para otros era siniestray reaccionaria. El terico ruso, y en esto Fidel Castrosigui bastante bien los mojones de Trostky en losprimeros aos de la revolucin cubana, dice que lapoltica artstica puede y debe consistir en ayudara los diferentes grupos y escuelas artsticas salidosde la revolucin a captar correctamente el sentido

    histrico de la poca y una vez haberles colocadoante el siguiente criterio categrico, por la revolucino contra la revolucin, concederles una total l ibertadde autodeterminacin en el terreno del arte (1969,7). Una total libertad bastante extraa porque estrodeada de condiciones previas. Entre ellas, lacondicin de proteger, por encima de cualquier cosa,el proceso revolucionario que se realiza. La frasede Castro, aquella que dirigi a los intelectuales en1961, cuando ya se iniciaban las primeras censurasfrente a pelculas, poemas y artculos, Dentro

    de la revolucin todo; contra la revolucin nada,

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    apuntaba a esa defensa menesterosa. Defensa queplanteaba, por supuesto, un afuera y un adentro dela revolucin que slo Fidel Castro y sus idelogoshan sabido definir (Esteban-Panichelli, 2004, 45).

    Dalton defendi la revolucin cubana y estuvo,como pocos intelectuales, en el corazn de la misma.Pero, como si se hubiera introducido en uno de esosprocesos kafkianos donde la burocracia policivadesconfa hasta de sus hombres ms fieles y actadetrs de bambalinas con el rigor de los verdugosimplacables proceso que el mismo Dalton describeen la carta que envo al Partido Comunista deCuba el 7 de agosto de 1970 (Dalton, 2003, 36)fue obligado a renunciar a la revista Casa de las

    Amricas y, posteriormente, en 1973, a salir de

    Cuba. Ms tarde sucede el asesinato por parte delEjrcito Revolucionario del Pueblo de El Salvadorque impresion a toda la intelectualidad del mundoy, entre ellos, a Cortzar. Este ltimo calific elacto como una muerte horrenda. Esa muerte queconvirti a Dalton en un mrtir ms de las purgasinternas de las guerrillas de entonces. Digna deencumbrar, y esto lo sigue haciendo una cierta crticaliteraria de ahora, su obra y su figura en el mbito dela poesa centroamericana.

    Desde 1967 las dudas de Cortzar frente a larevolucin cubana se fueron disipando. En una cartaque escribi a Francisco Porra, el 24 de febrero,expresa su nostalgia por la isla y su conviccin deque por esa revolucin del carajo est mas dispuestoque nunca a romper lanzas. Para Cortzar, y estaera todava la conviccin de una buena parte delos ms prestigiosos escritores de izquierda delmomento, Cuba era el nico pas latinoamericanoque ha asumido su historia y su destino (2000,1068). En la misma carta hay una referencia al

    entusiasmo que le produjeron las nueve horas de unode los discursos de Fidel Castro. Ese hombre essobrehumano, dice, y nos dej a todos literalmentepulverizados. Castro, para Cortzar, tiene todaslas respuestas, y es la concreta encarnacin humanade la revolucin. Su sentido tico, el manejo de susnociones de justicia e injusticia, del bien y del maly su resistencia fsica colman a Cortzar. Castro leparece la encarnacin no romntica y sentimental,pues esta es la que representa el Che Guevara quepronto se ir a las montaas de Bolivia a completar

    su destino aventurero, sino la prctica y la realista de

    la revolucin. Meses ms tarde Cortzar escribi laclebre carta que dirigi a Fernndez Retamar desdesu retiro de Saignon. All se perfilan con mayorclaridad los contornos del credo poltico de Cortzarfrente a la situacin del intelectual latinoamericanode entonces.

    Esta carta apareci publicada en la revista Casa delas Amricas, No. 45, dedicada a la situacin de losintelectuales latinoamericanos. Luego form partedel libro miscelneo ltimo Round. La carta deCortzar se public al lado de las opiniones de Mario

    Vargas Llosa, Mario Benedetti, Ren Depestre yRoque Dalton, entre otros (Cortzar, 1967). Culesson los rasgos esenciales de este texto? En primerlugar, Cortzar prefiere al ensayo el tono ntimo

    de las misivas. En realidad, es una carta dirigidaa uno de sus ms preciados amigos cubanos conquien, adems, espera no culminar jams lo que hasido desde hace aos un dilogo en torno al arte,la fraternidad, la poltica y la revolucin en Cuba.Esta opcin epistolar se basa en la desconfianzaque siempre tuvo Cortzar un escritor juguetn,travieso, distante por no decir enemigo de lossesudos idelogos del arte y de sus manifiestosfrente a las palabras compromiso e intelectual.

    Ante expresiones como stas, Cortzar levantaba

    siempre las cejas y acuda a actitudes defensivas.Cuntas veces el escritor argentino haba pasadode largo cuando se confrontaba con este tipo derelaciones. La propuesta de Fernndez Retamar, sinembargo, actuaba como una suerte de detonador. Porello mismo, y sabindose un hombre reacio al debatesuscitado por este tipo de pregunta cul debe serla posicin del intelectual latinoamericano frente ala injusticia social? , Cortzar confiesa no ser unespecialista en tal asunto. A diferencia de Sarmiento,de Alberdi, de Carpentier, de Paz, Cortzar es

    conciente de su ignorancia en los dominios de lapoltica y, como el Oliveira de su Rayuela, se sienteperdido en el mapa geopoltico del planeta. Sinembargo, no hay que olvidar que las consideracionesde Cortzar, as l no lo haya querido, se anclan enesa tradicin latinoamericana donde el escritor seha preguntado qu hacer frente a los procesos deindependencia de pueblos que desde siempre hansido avasallados por potencias extranjeras.

    En segundo lugar, Cortzar asume la respuesta a

    la pregunta del compromiso del intelectual desde

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    la perspectiva de la buena fe. Mejor an, desde unaperspectiva ms tica que intelectual. Tal carcter es,por lo dems, lo que le ha dado un destino especial aesta carta. Pues es una epstola que, al ser escrita por

    un hombre que nunca antes haba abordado tpicospolticos, ha terminado por convertirse en uno de losestandartes que muchos intelectuales latinoamerica-nos an enarbolan frente a la explotacin padecidapor el hombre de las sociedades tercermundistas.Quizs esta circunstancia paradjica se debi, entreotras cosas, a la sinceridad de Cortzar. Porque ellector est ante un escritor que se sabe transitandoel abismo de una poca, pero que quiere transitarlocon dignidad. Un escritor que ha decidido salir desus aposentos estticos de marfil para asomarse a

    un horizonte de grandes confl

    ictos polticos. Unescritor, y esto lo confiesa en la carta misma, queha dejado el mundo libresco que le haba enseadoMallarm para entrar en la realidad inobjetable delpueblo latinoamericano.

    En tercer lugar, y por ltimo, la posicin de Cortzarest mediada por el exilio. Un exilio bastanteparticular, motivo de discrepancias cuando unacierta izquierda latinoamericana reprochaba esteburgus aislamiento en comarcas europeas. En

    verdad, Cortzar fue, al menos hasta que la dictaduraargentina impidi su entrada al pas en la dcada del70, el exponente de un voluntario exilio cultural. Seradic en Pars huyendo de una poltica peronistaque le pareca asfixiante. Y se radic all tambinporque era francfilo y porque amaba a esa ciudadsobre todas las cosas, incluso por encima de Cubay de Nicaragua, pas este ltimo con el que so

    vivir la posibilidad de una dulce aunque violentafelicidad socialista al lado de su ltima mujer CarolDunlop. Es esta coyuntura, la de residir fuera de su

    continente lo que permite entender, al menos en elcaso de Cortzar, que Europa haya sido fundamentalpara descubrir ese fenmeno un poco mgico ymaravilloso, fantstico y poltico que se llamaidentidad latinoamericana. Pars era la ciudad quefacilitaba el conocimiento no slo de una realidadexuberante en su riqueza cultural, aunque sometidaa los vejmenes imperialistas y nacionalistas, sinotambin a los ms audaces y originales escritoresque escriban sobre ella. Los jvenes narradoresde entonces como Gabriel Garca Mrquez, Mario

    Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Jorge Edwards,

    conocan a los ms viejos como Nicols Guilln,Pablo Neruda, Alejo Carpentier y Miguel ngel

    Asturias. Pero entre ellos estaba Julio Cortzar, queera como el anfitrin, el ms parisino de entre todos

    los escritores de Amrica Latina, tan afrancesadocomo Alejo Carpentier en la manera de hablararrastrando las erres.

    Era en Pars, adems, donde esta nueva literaturase comprenda mejor a s misma, y comprendamejor, eso se ha dicho hasta el cansancio en losmanuales de literatura, al agobiado y festivo, almelanclico y escandaloso, al pisoteado y siempreesperanzado continente latinoamericano. Todoeste reconocimiento, por otro lado, suceda entre

    borracheras y abrazos, entre amoros y deslum-bramientos, entre acaloradas crticas y mutuos elo-gios que los escritores se prodigaban entre s. Noes nada desdeable entonces que fuera tambin larevolucin cubana, en un grupo de escritores paraquienes la funcin poltica del escritor deba correrparalela a la elaboracin de las ficciones narrativas,la que dinamizara e intensificara estos encuentros.Porque una cosa era Cuba vista y sentida desde Pars,y otra muy distinta Cuba vista y sentida desde otraciudad del mundo, para no hablar de lo diferente que

    se vea y se senta Cuba dentro de la misma Habana.Cortzar, desde su exilio europeo, entendi que laRevolucin Cubana era el punto donde converga suconviccin en un futuro socialista de la humanidady su retorno sentimental a esa Latinoamrica quehaba dejado haca aos y que ahora, a travs de ungrupo de guerrilleros desmelenados y un puebloque los vitoreaba como hroes, el escritor argentinorecuperaba con jbilo.

    3. Credo poltico y credo literario

    La transformacin de Cortzar en un escritor deizquierda llama la atencin porque se trata delitinerario, para unos brusco e inaudito, para otroscomprensible y lgico, del ms apoltico de losescritores latinoamericanos de la dcada del 60a una militancia llena de credulidad. El escritorque abominaba de los trminos compromiso eintelectualidad termin convirtindose en uno delos paradigmas del intelectual de izquierda latino-americano del siglo XX. Paradigma que, adems,

    naveg entre dos aguas ideolgicas que a la sazn

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    se repelan: la del burgus y la del social ista. O, paraexplicarlo mejor, que oscilaba entre la pertenencia ala izquierda y una prctica burguesa de la legitimidadintelectual. Y no es para nada absurdo suponer que

    esos mismos guerrilleros de la salvacin nacionalsalvadorea que asesinaron a Roque Dalton por serpoeta y pequeo burgus, hubieran hecho lo mismosin vacilacin con el bueno de Cortzar, en caso deque a este ltimo se le hubiera ocurrido tomar lasarmas. Pero Cortzar jams las tom. Aunque noes arriesgado pensar que so con esa posibilidadal repasar sus elogios a personajes como el CheGuevara, Roque Dalton y Toms Borge.

    Lo sorprendente, en todo caso, es que este burgus,

    que creca cada da y cuya generosidad humanaconmova a todos, que antes permaneca volunta-riamente ciego a cualquier cosa que sucediera msall de los lmites de lo esttico, se lanz de bruces auna mi litancia revolucionaria que disfrut con alegrapese a que esa misma revolucin estaba plagadade equvocos y sinsabores. Esta metamorfosis, yl mismo era consciente de esto, se produjo nocomo consecuencia de un proceso intelectual, sinoa partir de un estado propio de la intuicin. Comosi se hubiera dado en el mundo fantstico del autor

    de los cronopios y las famas la intromisin de unarealidad tambin esplndida representada por larealidad cubana. El proceso de politizacin deCortzar, segn Mario Vargas Llosa, sugiere la ideade que se produjo en el escritor una transformacinsimilar a la que experimenta el protagonista de sucuento Axolotl (1996, 21-23). En todo caso no esexagerado decir que en Cortzar ms que en otroautor, el juego, lo onrico y el erotismo se tropezarony hasta intentaron fusionarse con la realidad histricay social de Latinoamrica. Desde el encuentro con

    Cuba, Cortzar se tom entonces el trabajo deeducarse polticamente, de hacer un trabajo interior,un aprendizaje penoso pero indispensable que habrade llevarlo a la conciencia del sudamericano que era yque, hasta el deslumbramiento prodigado por Cubay que continu con Nicaragua, se haba negadoa reconocer. Cortzar le escribi a su amigo Jean

    Thiercelin, el 2 de febrero de 1968, despus de queregres de La Habana:

    [] soy sudamericano... y me debo a este mundo

    (que llaman tercero) del que me arranqu hace

    diecisis aos. Claro est, que no soy el CheGuevara, no te hablo de meterme en la guerrilla,sino de una operacin anloga pero siemprequedndome (y este es el problema) en la poesa,en la literatura, en las nicas cosas que s hacer(2000, 1225).

    El conflicto personal ms agudo de Cortzar conlos procesos revolucionarios que le toc vivir esjustamente este: cmo conciliar su credo polticorevolucionario con su credo literario? Ya en elpoema que escribi cuando supo de la muerte delChe Guevara, se saba que l era el hermano poeta,mientras que el otro era el hermano guerrillero.Que mientras l dorma en Pars, el otro recorralos parajes bolivianos sealando la estrella elegida(Goloboff, 1998, 183). Y aqu ya se estableca que,al menos en las coordenadas del poema, literatura yguerrilla se podan abrazar, mediadas por el sueo,el canto y el duelo. En el territorio de la polmica, noobstante, Cortzar expuso con nitidez su norte en laconfrontacin entre literatura y revolucin. Se alejradicalmente, y ms bien denunci sin ambages,los torpes caminos de una literatura dirigida porpartidos. La relacin revolucin y literatura, consi-derando que la primera deba guiar a la segunda,Cortzar no la acept nunca, al menos en el planode la creacin literaria. Otra cosa pas cuando setrataba de ensayos o de declaraciones que l mismoescriba y que para publicarlos solicitaba una especiede permiso a Fernndez Retamar o a HaydeSantamara, directivas de la revista Casa de las

    Amricas. En la polmica que entabl en 1970 con elentonces joven escritor Oscar Collazos, funcionariopor entonces en La Habana, Cortzar no vacil endenunciar la esttica real socialista enarbolada por elcolombiano en La encrucijada del lenguaje.

    Leda ahora la polmica, que se conoci despusbajo el nombre Literatura en la revolucin y revolucinen la literatura, y en la cual particip adems Mario

    Vargas Llosa, la impresin es que un burcratairreverente de veintisis aos, dueo de la jergamarxista leninista de la poca, se atreva a morder lacola de un viejo len que era izquierdista a su modo.

    Y como quien se haba atrevido a molestarlos erauna joven promesa, tanto en la andadura literariacomo en los vericuetos de la burocracia poltica, y

    escriba por supuesto desde el corazn mismo de la

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    oficialidad cubana, el len bostez primero comosi estuviera desperezndose, para despus lanzarel rugido y el zarpazo definitivo. Al final, Collazosofreci disculpas a Cortzar, su escritor admirado,y las cosas volvieron a su sitio. Y el sitio es lo quesigui defendiendo Cortzar pese a las trabas quele ponan desde su isla amada: la libertad creativapor encima de todas las cosas y la urgente necesidadde no encasillarse en una esttica real socialistacaduca. Collazos, en su texto, atacaba a aquellosintelectuales que cmodamente se afiliaban a unarevolucin sin sacrificarse realmente por ella. En esaconflictiva relacin entre revolucin e intelectuales,dice Collazos, se han presentado siempre trnsfugas,desertores, aptridas o viejos incondicionales quesiempre regresan a la comodidad del liberalismo.

    Pero ya era tiempo, en ese camino de la historia quetarde o temprano terminar en un mundo regidopor el socialismo, de que se estableciera un nuevo

    vnculo entre los procesos revolucionarios y laintelectualidad. Hay que buscar un punto, proponeCollazos, en el que no se caiga en actitudes stal inistaspero que tampoco se asuma la historia de las grandesmutaciones sociales desde posiciones virginales,mondas, confortables e incontaminadas (Cortzar,1970, 23-24). En estas apreciaciones Cortzar no se

    vea involucrado, porque lo que haca por Cuba y por

    Vietnam desde Pars, no era precisamente mondoy confortable. Pero Collazos atacaba a Cortzar defugarse de la realidad poltica y revolucionaria con lamanera intelectualizante con que ejerca la escrituraliteraria. Le endilgaba, adems, una manera fcil dehacer literatura y el no saberse mover en la distincinobligatoria que hay en la tarea del novelista y la delintelectual. La respuesta de Cortzar es uno de losmomentos ms lcidos de su manera de entender laliteratura revolucionaria. La escisin entre novelistae intelectual, en primer lugar, le parece grotesca, por

    no decir funesta. Cortzar argumenta, una vez ms,que la novela revolucionaria no es solamente la quetiene un contenido revolucionario, sino la que procurarevolucionar la novela misma, la forma novela, y paraello util iza todas las armas de la hiptesis de trabajo,la conjetura, la trama pluridimensional, la facturadel lenguaje (73). Amrica Latina de lo que urge noes de escritores que se cian al esquema contexto-lenguaje, y Collazos es en esa poca, acaso lo sigasiendo, uno de sus exponentes, o para decirlo deotro modo, de realidad-produccin artstica, sino

    de verdaderos Che Guevaras del lenguaje. Y

    vuelve Cortzar a decir, y en ello hay un eco de laconferencia que haba dado en La Habana sobre elcuento en 1962, que nada puede parecerme mejorque hoy se escriban buenas novelas inmersas en elcontexto sociocultural y poltico, y que esas novelassean profundamente ledas y ayuden a incrementarla conciencia revolucionaria latinoamericana; perocuidado con negar a otros novelistas, sobre cuyahonradez y responsabilidad no pueden haber dudas, elderecho a bsquedas ms enrarecidas, a experienciasms vertiginosas (76).

    Cortzar trat, por supuesto, de resolver el problemade lo que significaba una literatura revolucionaria enel contexto latinoamericano escribiendo algunas desus obras. El recorrido de esta bsqueda expresiva,

    que fusiona en particular la poltica y la literatura,al interior mismo de su cuentstica, se inicia conReunin, uno de los cuentos de Todos los fuegos el

    fuego; contina con Apocalipsis de Solentiname,que forma parte del libro Alguien que anda por ah;y culmina con Graffiti, del libro Queremos tantoa Glenda. En estos tres cuentos Cortzar intentconciliar los mundos polticos y estticos queen l no pugnaban ni se oponan, sino que secomplementaban. En el primero, la unin de laguerrilla de la Sierra Maestra con el mundo de la

    msica clsica representado con el cuarteto Lacaza de Mozart. Dos universos, el musical europeodel siglo XVIII con el socialista de dos guerrilleroslatinoamericanos Castro y Guevara del siglo XX.En el segundo cuento, la confrontacin del proyectorevolucionario de Ernesto Cardenal campesinosnicaragenses viviendo en una especie de no lugar,realizando labores agrcolas, artsticas y religiosas,algo sin duda muy emparentado con los proyectosutpicos que haba propuesto Vasco de Quiroga enmedio de la sangrienta conquista espaola con losbombardeos ejecutados por la contraguerrilla y losEstados Unidos. Y en medio de Solentiname y losdibujos naf de los campesinos centroamericanos,el retiro de Pars nuevamente y la magia que brotade la fotografa. Una magia que contina la mismadireccin que haba concebido Cortzar en el cuentoLas babas del diablo. Y el tercero, una confluenciaafortunada, a la manera del mejor Cortzar, entremilitancia clandestina y un erotismo forjado conmensajes en clave que se estampan en los muros deuna ciudad sometida al terror de la dictadura.

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    Conclusiones

    Una esttica de la revolucin

    Pero es en Libro de Manueldonde Cortzar fue ms lejos. En l se explica que la revolucin es aquel campodonde deben fundirse el libre erotismo, el espritu ldico, la liberacin de todos los tabes y la conviccinde que el nico camino posible en la militancia poltica es apostar a un socialismo solar y para nadaentumecido en los brumosos andamiajes burocrticos (Cortzar, 1999, 8). El Libro de Manuelprevienecontra los peores males de las corbatas revolucionarias, acartonados en el lenguaje, conservadores en laexperiencia amorosa, y carentes del humor que el escritor crea indispensable para asumir cualquier tarearevolucionaria. Hay en esta novela un deseo de dinamitar los mbitos de la izquierda latinoamericana,sin pretender destruirla del todo por supuesto, pues se trata ms bien de una crtica constructiva hechacon visos fraternales tendientes al fortalecimiento de una izquierda ms vitalista capaz de asumirlos nuevos riesgos que se avecinaban. La crtica recibi entre el entusiasmo y la decepcin la ltima

    novela de Cortzar premiada por un jurado francs en 1974. Sin duda, dentro del camino de la escrituracortazariana, Libro de Manuelprolonga la bsqueda de las rupturas que Rayuelay62 modelo para armarhaban iniciado. Pero si en las dos primeras novelas la experimentacin en las estructuras literarias primasobre la reflexin poltica, en este ltima el espacio del discernimiento revolucionario se vuelve crucial.Ricardo Piglia, por ejemplo, en su resea sobre el libro, denuncia el carcter consumista de la obra deCortzar. Hay en ella, segn el autor de Respiracin artificial, un afn de consumir y hacer consumibleuna manera supuestamente atrevida de hacer la revolucin. Los personajes de Libro de Manuel, sentenciaPiglia, quieren destruir y aniquilar el sistema consumindolo (Piglia, citado por Goloboff, 1998, 312).Piglia no aprueba esta manera sibarita, esteta, erotmana que tiene Cortzar de vender el espacio queel deseo debe ocupar en la revolucin. El ascenso del placer a un plano moral, que hay en Libro de Manuel,

    y su catalogacin como uno de los elementos esencialmente liberadores es algo que molesta a Piglia. Loque le fastidia, adems de este carcter consumidor y por ende capitalista, es que Cortzar pregone laalternativa de una revolucin genuina que se ancle en el deseo y supere el lastre dejado por el puritanismomarxista y el espritu retrgrado de la izquierda latinoamericana de esas dcadas. Porque el particularsocialismo de Cortzar, lleno de frescura juvenil, as Piglia lo rechace con sus elucubraciones tambinlicuadas inevitablemente por la lexicografa marxista y psicoanaltica de esos aos, est fundado en elejercicio de un erotismo libre y, por ende, subversivo.

    El juicio de Piglia, en todo caso, se enmarca en la valoracin que la nueva izquierda argentina haca deese decadente humanismo para europeos que elaboraba Cortzar desde su ms all parisino. Para esta

    nueva lnea de revolucionarios, y aqu estaban Ricardo Piglia, David Vias, Anibal Ford Y ErnestoGoldad entre otros, Cortzar era sin duda alguna uno de los mejores rasgos, por no decir deformidades,que presentaba la tendencia de los entronizados escritores latinoamericanos de la revolucin. A estosmismos escritores jvenes, que atacaban a Sbato por no definirse con claridad en el campo de unaizquierda militante, el socialismo de Cortzar les pareca ms una pose de intelectual farandulero, laactitud de un cosmopolita afrancesado con nostalgias postreras de la provincia popular latinoamericana.Como lo explica Piglia, el de Cortzar es un socialismo propio de un artista que en el fondo sigue siendoun consumado y consumido burgus. Un socialismo, en fin, que puede definirse como una comunidadde consumidores libres y exclusivos, donde el propio Cortzar es uno de sus ms suspicaces escritores(Piglia, citado por Goloboff, 1998, 310-311).

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