P. Dávila (El Juicio Del Señor II)

1
EL JUICIO DEL SEÑOR (II) ¡Cómo se ciegan, mis queridos hermanos! ¡Cómo se ciegan los hombres y cómo se ciegan las muchedumbres cuando los hombres y muchedumbres carecen de esa luz que viene de lo alto! Nosotros también, muchas veces nos cegamos y frecuentemente quebrantamos las leyes divinas, y frecuentemente reaccionamos -a veces- muy duramente ante esta ceguera del alma, nos cegamos como se cegó también esa multitud. La conducta de ancianos y sacerdotes. Anás, Caifás, habían pues dado su consigna también a su corte y a sus criados, para que ellos se infiltraran en la multitud y estratégicamente azuzaran también a los demás, procurando con su perfidia apagar todo vestigio de reconocimiento de la verdad, de Aquel cuya sentencia esperaban. Por eso, cuando Pilato asoma ante la muchedumbre después de haberle azotado y coronado de espinas a esa Víctima Santa y que el pueblo se moviera con pasión y viera que ya bastaba a su perfidia con aquel castigo -castigo que no lo merecía- a la Víctima. Entonces mis queridos hermanos, la muchedumbre al verle, lanza su primer grito. Pero el grito fue lanzado por los sicarios de estos pérfidos azuzadores de la multitud. Sumo sacerdote y ancianos, escribas, fariseos, a quienes había condenado con la pureza de Su vida y con la pureza de Su Doctrina. Y luego, al coro de ellos también se une el coro de ese pueblo. Y cuando Pilato pregunta: ¿a quién quieren, a Barrabás o a Jesús? Ellos sin vacilar, así mismo arrastrados por esos sicarios, gritan: a Barrabás, y a Cristo ¡crucifícale, crucifícale! ¡Esta es la reacción de esa multitud ante el requerimiento de Poncio Pilato! Padre CÉSAR AUGUSTO DÁVILA GAVILANES Guía Espiritual y Fundador de la Asociación Escuela de Auto-Realización A.E.A.- Derechos Reservados Prohibida la reproducción parcial o total de este material

description

"¡Cómo se ciegan, mis queridos hermanos! ¡Cómo se ciegan los hombres y cómo se ciegan las muchedumbres cuando los hombres y muchedumbres carecen de esa luz que viene de lo alto! Nosotros también, muchas veces nos cegamos y frecuentemente quebrantamos las leyes divinas, y frecuentemente reaccionamos -a veces- muy duramente ante esta ceguera del alma, nos cegamos como se cegó también esa multitud." Padre CÉSAR A. DÁVILA G. Del Tesoro espiritual dejado no sólo en el material audiovisual y escrito, por nuestro amadísimo Fundador y Guía Espiritual, el Padrecito César A. Dávila G., y legado no sólo a través de Testamento a su Asociación Escuela de Auto-Realización (conocida así en el fuero civil hace 42 años) y como Asociación E. de Meditación (dentro de la Iglesia hace 30 años), se ha seleccionado para esta semana: "El juicio del Señor (II Parte).

Transcript of P. Dávila (El Juicio Del Señor II)

Page 1: P. Dávila (El Juicio Del Señor II)

EL JUICIO DEL SEÑOR (II)

¡Cómo se ciegan, mis queridos hermanos! ¡Cómo se ciegan los hombres y cómo se ciegan las muchedumbres cuando los hombres y muchedumbres carecen de esa luz que viene de lo alto! Nosotros también, muchas veces nos cegamos y frecuentemente quebrantamos las leyes divinas, y frecuentemente reaccionamos -a veces- muy duramente ante esta ceguera del alma, nos cegamos como se cegó también esa multitud. La conducta de ancianos y sacerdotes. Anás, Caifás, habían pues dado su consigna también a su corte y a sus criados, para que ellos se infiltraran en la multitud y estratégicamente azuzaran también a los demás, procurando con su perfidia apagar todo vestigio de reconocimiento de la verdad, de Aquel cuya sentencia esperaban. Por eso, cuando Pilato asoma ante la muchedumbre después de haberle azotado y coronado de espinas a esa Víctima Santa y que el pueblo se moviera con pasión y viera que ya bastaba a su perfidia con aquel castigo -castigo que no lo merecía- a la Víctima. Entonces mis queridos hermanos, la muchedumbre al verle, lanza su primer grito. Pero el grito fue lanzado por los sicarios de estos pérfidos azuzadores de la multitud. Sumo sacerdote y ancianos, escribas, fariseos, a quienes había condenado con la pureza de Su vida y con la pureza de Su Doctrina. Y luego, al coro de ellos también se une el coro de ese pueblo. Y cuando Pilato pregunta: ¿a quién quieren, a Barrabás o a Jesús? Ellos sin vacilar, así mismo arrastrados por esos sicarios, gritan: a Barrabás, y a Cristo ¡crucifícale, crucifícale! ¡Esta es la reacción de esa multitud ante el requerimiento de Poncio Pilato!

Padre CÉSAR AUGUSTO DÁVILA GAVILANES Guía Espiritual y Fundador de la Asociación Escuela de Auto-Realización

A.E.A.- Derechos Reservados Prohibida la reproducción parcial o total de este material