Otro Dia Otro Dolar
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Otro dia, otro dolar
Nuevamente, en otro dia gris de la urbe somnolienta la que suscribe se comunica
con la directora, o sea usted, a fin de manifestarle la causa de mi inmediata
partida.
La dividir en cuatro (4) fracciones. A la primera la denominar Rumbo a la
consulta del doctor De Bonis; a la segunda, La metamorfosis del doctor De
Bonis; a la siguiente, El doctor De Bonis, el otro invitado y yo.
La primera, Rumbo a la consulta del doctor De Bonis, comienza aquel
da nefando que decid tener un serio coloquio con mi terapeuta acerca del grave
peligro que corre Floresta. Aunque el domicilio de su consulta se encuentra a
muy pocas cuadras de mi domicilio, suelo salir con muchsima anticipacin.
Ocurre que, aun contra mi voluntad y como si de una rara fascinacin se tratara,
siempre me dejo arrastrar hacia el escaparate de La Reciclada, el comercio de
ortopedia. Pocos son los que como la que suscribe, o sea yo, se dejan cautivar
por las muletas, los garfios, las piernas de madera... A veces me imagino
enfundada en un cors de fierro o llena de ruedas ya sin tener que fantasear
nunca ms que estoy enferma, acarreada hasta el infinito por mi marido que...
ay!, me hago agua, charco y con una convulsin final, sin despegar la cara del
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escaparate... aaaah!... Nadie, seora directora, imagina cun feliz es la que
suscribe, o sea yo, contra los cristales de La Reciclada. No me comprenderan.
Pero por fin en un arrebato de furia se vieron los enemigos la cara.
Cuando por fin llegu al domicilio de la consulta; cuando la
secretaria me hizo entrar; cuando atravec el zagun, el pasillo y la domstica
teras un filodendro me observ, santigundose; cuando el doctor De Bonis me
estrech la mano y me invit a sentar, entonces dio comienzo la segunda fraccin:
La metamorfosis del doctor De Bonis.
Sigue la comparsa.
La metamorfosis del doctor De Bonis comienza aquel da
nefando que decid tener un serio coloquio con mi terapeuta acerca del grave
peligro que corre Floresta. Me detuve un rato en La Reciclada y despus segu
derecho hasta el domicilio de la consulta. El doctor De Bonis me invit a sentar.
Se afloj el nudo de la corbata, que tena el perfil de un gallo en la junta de un
morro. Abri su libreta de apuntes al tiempo que separaba las piernas. No
descartemos que las neurosis surjan de experiencias precoces infantiles dijo.
Yo cuando era nio am a mi maestra. Le habl de la calamidad que duerme
enroscada bajo Floresta. El mezcl los dedos de la maraa de mi cabello
sabiendo cunto odio que me toquen el cabello! Tratando de eludirlo, eso que
palpita all abajo gem es el verdadero origen del Barrio. El se peg a mi
oreja. Tena olor a jarabe. Uno a uno fue desprendindose los botones de la
camisa. Pero el mundo tiene que saber!, grit, cuando una de sus manos me
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sacudi la cabeza. Y mirndolo fijamente a los ojos, mientras el escurra la otra
mano en mi entrepierna, dije muy severa: Bajo los cimientos mismos de
Floresta palpita la esencia de su origen. El dolor se liber de los zapatos con
giles pataleos. Usted no sabe, seora de Retamozo, ni se imagina qu triste
puede llegar a ser la vida de un pobre nio hurfano. Me incorpor de un salto.
Me levant la trusa. Estir el ruedo de mi falda. Retroced unos pasos. Mi
alarido me multiplic por veinte. Pero Floresta es todava un animal dormido,
doctor!, gritamos, mis hermanas y yo todas a la vez. Una tras otra corrimos
hacia la puerta, pero l nos cerr el camino. Aunque las experiencias infantiles
condicionen determinantemente las neurosis nos dijo, no constituyen las
nicas causas de los futuros trastornos. Trastabillando rode el escritorio
mientras todas mis versiones le arrojaban pisapapeles de yeso con forma de
cucaracha, abrecartas, ceniceros, un tintero. El tropez. Entonces todas mis
rplicas y yo logramos llegar hasta la puerta, correr el pestillo, accionar el
picaporte, salir y correr hacia... Hacia la tercera fraccin: El doctor De Bonis,
el otro invitado y yo.
El doctor De Bonis, el otro invitado y yo comienza aquel
da nefando que decid tener un serio coloquio con mi terapeuta. Se detiene un
rato en un comercio de prtesis de ortopedia y contina hacia cuando el doctor
De Bonis confiesa un inveterado amor por su maestra. La que suscribe no tard
en escabullirse de sus avances zigzagueando hacia el pasillo: La seorita
Chun tiene razn! le espet, sin detener la carrera las respuestas estn en los
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astros! El, desde el piso neurosis y afecto son la misma cuerda tironeada de
los extremos!, vocifer. Desde la fraccin anterior, la domstica tras el
filodendro segua santigundose, mas la que suscribe sigui sin detenerse.
Vuelva! alcanz a oir todava, cuando estaba por llegar al zagun aun
falta el otro invitado! Cuando la que suscribe finalmente lleg hasta la puerta
de calle se abalanz, se colg, se columpi de la manija y al otro lado... al otro
lado vio a su marido, que pregunt: llego tarde, vieja?
La cuarta y ltima fraccin se llama El viaje de la que
suscribe, o sea yo, a los bosques petrificados del sur en busca de los huevos
fosilizados de los dinosaurios, y comienza aquel da nefando que decid tener
un serio coloquio con mi terapeuta acerca del grave peligro que corre Floresta.
S, seguro que s, Mara Hester agradeca a Dios y a todos los santos que la
otrora directora hubiese pasado alguna vez por all dejando su huella de suciedad
y pestilencia a, mh!, la enviada del Inspector, que no dejaba de estudiar el
entorno con la peor cara de asco.
Haba que ver qu aires de gran patrona tena la tal Glenda. La estanciera
oliendo mierda!... Acaso no haba querido ir a la vicedireccin? Bueno, ahora
estaba en la vicedireccin. Ah tens la vicedireccin, idiota!
Cuando Glenda cruz las piernas Mara Hester la imit con ostensible
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afectacin.
Pero, concretamente, qu cargo ocupars en mi escuela? volvi a
preguntar.
Glenda resoplaba con impaciencia? Tan insolente poda ser?
Cre que el Inspector te lo haba informado.
Mara Hester activ las roldanas de su sonrisa ms dulce. Casi pareca
que los mecanismos chirriaban.
Sera mucha molestia que me lo repitieras, querida? susurr.
Bueh!, supongo que no respondi la otra con descaro, tan presente
tena la delegacin que le haba conferido la mxima autoridad.
Entonces...? insisti Mara Hester Sonrisa de Caramelo.
Entonces mi primera tarea ser elaborar un informe la eludi Glenda.
Ah, un informe, s. Ser curiosa: un informe sobre qu.
Glenda sonri casi con obsenidad.
Un informe sobre que? No puedo creer que ests haciendo semejante
pregunta.
Mara Hester, mecanizando todava ms la sonrisa, pretendi ser irnica.
Ya ves. A veces suceden cosas increbles por aqu, mi querida.
Glenda ri.
Exacto! Esas cosas increbles son las que despiertan el inters del
Inspector en esta escuela y, en particular, sobre tu direccin. En esta apestosa
pieza, por ejemplo, ha desaparecido una mujer. No es una cosa increble?
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Ya antes de asumir sus funciones en esta escuela, la seora de Retamozo...
intent explicar Mara Hester. Pero Glenda la interrumpi:
Y Tomasa Condori? Su repentino deceso es otra de las cosas
increbles que suceden en esta institucin.
Mara Hester, sin desactivar la sonrisa, lo intent una vez ms:
Glenda querida, la seora Condori, que en paz descanse, era una
enajenada que...
Glenda, imperial, levant una mano y:
Momentito! Enajenada, dijiste? Ninguna de nosotras est capacitada
para realizar tamaos diagnsticos, que slo son competencia de los
profesionales de la salud mental declam. Adems, tampoco debemos
olvidarnos de Perla Cotn, que era muy... Responsable, iba a decir.
Mientras salan hacia el patio cubierto, Mara Hester la estudiaba
sigilosamente. Glenda caminaba con pasos largos y lentos, contonendose igual
que un gato hambriento. Pero hambrienta de qu. De su cargo, quizs?
Imposible, era apenas una empleaducha del Consejo. Lo ms seguro era que ni
siquiera fuera docente. Entonces, por qu la incomodaba tanto? Tal vez fuera
su porte y violencia tan mal solapada que... la intimidaban? Poda ser?
As como ella la meda, imagino que Glenda la estara midiendo. No le
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demostrara la creciente inseguridad que estaba experimentando. La seguira
refractando con fingida mansedumbre y cuando cometiera el ms mnimo error...
mh!, cuando cometiera el ms mnimo error le demostrara de una sola vez y
para siempre quin era Mara Hester Seisdedos de Hilardos, la seora directora
del Bavio.
Las paredes estn en muy buen estado, segn veo destac Glenda.
Ella sonri orgullosa. El acondicionamiento edilicio haba sido la primera
medida de su direccin y las paredes en particular, se pintaban todos los aos.
Personalmente se ocupaba de que fuera as, iba a decir.
Sugiero que se cubran con las producciones artsticas de las alumnas se
le adelant Glenda. A Mara Hester la sonrisa se le curv hasta los colgajos del
mentn. El patio de la escuela debe reflejar la tarea escolar sigui Glenda.
Las paredes desnudas no sirven para nada. Es menester darles un sentido
significativo.
Mientras iban hacia el grupo de maestras, Mara Hester no dejaba de
meditar en la guerra que se avecinaba. Indudablemente, Glenda siempre
intentara hacerla pisar en falso, como acababa de hacerlo demostrando gran
complacencia por las impecables paredes para, un minuto despus, convertirlas
en una fallo de su gestin. Era evidente que haba llegado para fastidiarla y que
lo seguira haciendo hasta... Hasta cundo?
Estoy segura de que tu breve paso por esta escuela nos dejar un reguero
de buenas ideas la tante, pero Glenda permaneci muda.
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Mara Hester sacudi la cabeza. No se acobardara. Sin importar qu
cargo tuviera aquella mujer, qu le disputara, cunto la fastidiara y hsta cuando
lo hiciera, ella prevalecera con sus mejores armas. Mi talento y mi
inteligencia!, se dijo, levantando muy alto la frente.
Cuando Glenda respondi que era la nueva vicedirectora interina Mara
Hester abri grande la boca, perpleja. Ni bien recobr el aliento, se levant del
piso, agarr el telfono y disc el nmero del Consejo Escolar. Le explic al
Inspector por qu Glenda era una violenta y una guanaca. El Inspector le
contest que mandara a la seorita Florido en representacin suya para que
midiera en la pelea y sin despedirse cort la comunicacin. Ella, arrugando el
ceo, se qued mirando el auricular, sin poder creer que a veces la gente fuera tan
maleducada.
Todo haba comenzado luego del recorrido por el patio. Glenda y Mara
Hester fueron hasta donde estaban las maestras. Elba sentada y Mabel parada a
su diestra todava estaban en el centro de todas las dems. Glenda le estrech la
mano a cada una.
Espero que adems seamos buenas compaeras dijo, esbozando una
sonrisa.
Ella la miraba por el rabillo del ojo, suspicaz. Adems? Qu
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implicara aquel adems.
Me cont un pajarito que aqu hay una excelente profesora de msica
capaz de los mejores coros dijo Glenda. Es as o me han mentido, seorita
De La Canale?
Todas las dems se miraron unas a otras sin comprender: aquello se
llamara afecto?
Mi mam era cantante lrica solloz Elba. Todo lo que s es gracias a
mi mam. Pobrecita mi mam. Muri hace dieciocho aos, seis meses y...
Y yo espero que usted haga su mejor esfuerzo complet Glenda,
acaricindole el cabello. La primera reaccin de la maestra fue de crispacin.
Hasta qu:
Si, seora puchere hacindose la nenita.
Y yo espero que las docentes empiecen a proyectar la prxima actividad
bram Mara Hester, rebosado ya el tope de su paciencia, que tiene como
objetivo la protesta frente a El Bandern! Glenda querda aadi, sonriendo con
esfuerzo, acompaame a mi despacho, por favor.
Rumbo a la direccin Mara Hester se descubri contonendose igual que
Glenda, y se detest por ello. Pero quin se creera que era aquella mujer,
hablndoles a sus lacayitas con la afabilidad con que lo haba hecho. Una
actriz de cuarta categora, s, eso era!, que se haca la buenita para congraciarse
con el personal. Y despus qu seguira, eh? Ponrselo en contra para socavar
su autoridad? Eso?
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La encerr en su despacho y le cruz la cara con una sonora cachetada.
Para que aprendas!
Cul no fue su sorpresa cuando la otra, con el reverso y el anverso de una
mano, le duplic la agresin.
Laagresion de los catos contra las pantorrillas.
Mara Hester se enderez muy lentamente, atnita. Se llev algunos
dedos a una de las comisuras de la boca, donde ms le dola. Sangraba.
Para que aprenda qu, sorete le manifest la seora de Suardi, perdida
en parte su habitual compostura.
Ella hubiera deseado responder para que aprendas quin manda aqu,
pero Glenda ya se le haba echado encima igual que un animal desbocado y le
retorca el cuello como podra habrselo retorcido a una gallina.
Soltame, conchuda! logr articular, empero.
Consigui zafarse con un puntapi.
Ay!
Tom a su contendiente de las solapas del vestido y trat de derribarla,
mas Glenda se aferro otra vez a su cuello y ambas cayeron sobre el escritorio.
Glenda, acostada boca arriba y Mara Hester encima, las dos en un
entrevero de manotazos, se prodigaban descalificaciones que remitan a la
relajada moral de sus respectivas progenitoras; cuando Glenda logr sacarse
encima a Mara Hester propinndole un rodillazo en el estmago, sta ltima
hasta lleg a mencionar cierta parte ntima de un pjaro: de una lora, ms
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precisamente (vaya a saberse cul lora como para que su intimidad fuera tan
destacable).
Glenda se incorpor con sorprendente agilidad y se resguard tras el
respaldo del silln, a la vez que su superior jerrquica le arrojaba los biblioratos
de un estante. Cuando el estante qued sin biblioratos le sigui el mismo estante
y despus el retrato del gran Sarmiento, que desconch la pared de la puerta.
Del otro lado de la puerta, las maestras. Y tres voces.
La primera voz:
Sal! Estoy yo!
La segunda:
Vos no sos la duea de la cerradura, Mabel. Todas tenemos derecho a ver.
La tercera:
Mi mam tambin le pegaba a mi pap. Pobrecito mi pap: en un pie
tena cuatro dedos y en el otro, seis.
Glenda sali de su escondite y se abalanz sobre la cabeza de Mara
Hester.
Soltame, yegua!
Las mujeres, trenzadas en encarnizada lucha de tirones de pelo, cayeron al
suelo. Mara Hester era ms fuerte, pero no tan elstica; razn por la cual fue
Glenda la primera en incorporarse y contratacar. Lo hizo con un veloz gargajo.
G G G, ZUP!
Desde la ventana llegaban ms voces, pero impostadas en armonioso
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canon. Unas ocho o nueve alumnitas:
Glen-da! Glen-da! Glen-da!...
Y Glenda, fogoneada por el coro, prendi a Mara Hester de los tobillos y
comenz a pasearla por todo el despacho.
La directora trataba de asirse a todo lo que hallaba cerca: las patas del
armario, del escritorio, del silln... Hasta que con una coz logr liberarse, se
puso de pie, corri hacia la puerta.
Glen-da! Glen-da! Glen-da!...
Pero Glenda la sigui a trancos. La tom de un hombro girndola hacia s
y volvi a abofetearla.
PLAF!
Despus le cruz un brazo en la espalda, la agarr de los pelos y la arroj
contra el perchero.
Cuando la directora, abrazada al perchero, cay de espalda al suelo, las
alumnitas de la ventana... qu ms: aplaudieron. Bravoooo!.
Mara Hester, exhibiendo el pattico espectculo de su bombacha, gru:
Pero, quin te crees que sos? Se puede saber?
Y ah fue cuando Glenda respondi que era la nueva vicedirectora interina,
provocando que Mara Hester abriera grande la boca perpleja.
-
Una mujer baja, cuadrada y con un complicado peinado a base de
bananas se present como:
Susana Florido, mano derecha del Inspector escolar.
Y por qu no ha venido el Inspector en persona, en vez de enviarle a
usted pregunt Mara Hester, altanera.
Porque ha debido ir a un cumpleaos contest laconicamente la otra.
Mh!
Cabe destacar que los conflictos son inherentes a toda institucin
subray la recin llegada, a modo de prembulo, y como tales deben ser
desdramatizados para su pronta resolucin.
Mara Hester, sentada en el borde de su silln, enderez la cerviz.
La nueva vicedirectora interina incumple con sus obligaciones
despegndose de su nico rol: secundarme.
Glenda junt las manos en la falda.
Aunque he sido muy bienvenida por todas las maestras, la seora de
Hilardos me ha imputado con felonas que deterioran mi buen nombre y honor.
Buen nombre y honor, repiti en silencio Mara Hester. Mh!, gran puta.
Le ruego a la seora de Hilardos que se abstenga de seguir hacindolo agreg
Glenda, bajando la cabeza.
A Mara Hester le castaeaban los dientes.
Eso no es verdad barbot impotente. Le juro que...
La seora de Hilardos me ha... continu Glenda, y en lo que crey la
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mejor actuacin de su vida comenz a llorar.
La seorita Florido le sostuvo la mirada a Mara Hester.
Seora de Hilardos, segn el seor Inspector, usted ha llamado guanaca
a la seora de Suardi terci. No me extraara que...
Mentira! chill Mara Hester y dirigindose a Glenda, que haba
levantado una mano para hablar: Basta! Callate!
La seorita Florido, impasible, decidi dar pr terminada la confrontacin,
enfatizando que transmitira todo lo actuado al seor Inspector para que,
posteriormente, resolviera al respecto. Y desendoles a ambas mujeres la
templanza necesaria para la ms feliz convivencia y... seal el desorden
imperante y el cuidado del mobiliario, se fue sin ms.
Mara Hester se encorv dentro de su mullido silln. Mene la cabeza.
Tuvo el fatal presentimiento que en los prximos das se avecinara lo peor.
Y qu cierto sera: nada menos que un atentado!
Haba llegado el da en que las maestras, las alumnas y sus respectivas
madres confeccionaran las pancartas. El material estaba prolijamente apilado
junto al magnolio, excepto los soportes, que Frezia traera ms tarde.
Mara Hester la esperaba junto al busto del patrono. Pensaba, mientras
tanto, qu injusta poda ser a veces la vida. La escuela no le deparaba ms que
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desconsuelo. Ella! Que se haba brindado por entero a la Educacin, que haba
ofrendado hasta la salud, ahora senta que ya no tena ms para dar. No tena o,
ms bien, no la dejaban?, se pregunt. Acaso la comunidad pensara que su
gestin directiva era algo digno de recordar; pero su permanencia en la escuela,
una pesadilla para aguantar. Para aguantar hasta cuando? Hasta que por fin se
jubilara y fuera suplida por otra, que la borrara en el acto de la memoria colectiva?
Y quin sera aquella otra? Glenda, tal vez?
Haba empezado a creer que lo mejor sera hacerse pasar por loca para que
la licenciaran hasta el da de su jubilacin. Probablemente, dedicar el resto de la
vida a recuperar el amor de su familia fuese la mejor inversin. Y dejarse
vencer tan facilmente por Glenda? No! Sin embargo... Ay!, ltimamente el
desconcierto le dificultaba vislumbrar el horizonte. Si al menos an contara con
los sabios consejos de Tomasa...
Era evidente que su rol directivo se desdibujaba a pasos agigantados. El
Inspector se lo haba hecho notar en la ltima entrevista. Cuando ella le habl de
Glenda y su pueril capricho de instalarse en la direccin, qu le haba
constestado l con aquel estilo tan descarnado?: Mara Hester, por qu no te
dejas de joder de una buena vez, eh?
Grosero!
Desde la llegada de Glenda todo haba ido de mal en peor. Sin ir ms lejos,
ahora, haba asumido la coordinacin de las pancartas, relegndola a ella slo a
alguna que otra participacin tanto para... mh!, tanto para demostrarle que
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todava exista.
Y las maestras slo le consultaban a Glenda, rean con Glenda, iban a
merendar a Las Orqudeas con Glenda, todo con Glenda!
Y a mi nada!
Si al menos an contara con los sabios consejos de Tomasa volvi a
decirse. Pero Tomasa tambin la haba abandonado, la muy egoista.
Atisb la calle. All estaban los soldados que vigilaban la escuela. Desde
haca un par de semanas, los vecinos se reunan secretamente en el teatro Apolo
para dirimir su participacin en la Marcha de la Constitucin y la Libertad. Por
qu, entonces, aquellos soldados seguiran all?, se pregunt. Que importancia
capital podra tener para ellos el Ernesto Alejandro Bavio. Si eran tan leales al
Presidente, deberan estar tras la organizacin del conato de sedicin: la
Marcha; en cambio, haban reducido la guardia del Bandern y redoblado la
de la escuela; s, la del Bavio, que no tena (ni debera tener jamas, como
cualquier otra escuela) ningn acervo poltico.
Entorn la mirada sin apartarla de la acera de enfrente. Por qu seguiran
all?, volvi a decirse. Y reconoci al gendarme moreno, de baja estatura que
sola montar vigilancia en la entrada de la mansin colonial.
Despues de:
Aceptar la llegada de Glenda.
Tolerar que era la nueva vicediretora de la escuela.
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Digerir su arrollador carisma.
Sufrir su ultrajante fuerza fsica.
Padecer, desolada, cmo la comunidad educativa slo la
reconoca a ella como nica, real autoridad.
Mara Hester, todava, tuvo que aguantar:
Dice Glenda que le lleves sto a las maestras.
Tambin deba rebajarse a ser su sirvienta, acaso, eh?
Mara Hester escrut con fiereza a la seora presidenta de la
Asociacin Cooperadora, que an mantena extendidos los soportes de las
pancartas. Y le pregunt:
Por qu no se mete esos palos en el culo, Frezia?
El patio del magnolio hormigueaba de actividad. Vuestra participacin
es de fundamental importancia para evitar la construccin de la fbrica y la
contaminacin del ambiente, las haba arengado Glenda a todas. El pas entero
debe enterarse de los hechos de Floresta!
Mara Hester consult la hora en su reloj de pulsera. Casi la una. La
maana haba transcurrido con tanta lentitud.
Repar en la docente que se acercaba a Glenda. Recurri a su archivo
mental para categorizarla:
-
Nombre: Mirta Iris Alfonso.
Estado civil: repudiada en el altar.
Edad: cincuenta, aunque declara cuarenta y aparenta setenta.
Lugar de nacimiento: un taxmetro.
Cargo: maestra en el arte de la jerigonza y los desatinos.
Situacin de revista: suplente de otra peor que ella.
Coeficiente intelectual: se solicita nueva prueba en el instituto Luis
Pasteur.
Observaciones: es hueca, frvola y no viste a la moda.
Concepto: ma-ma-rracha.
Maestras normales! Mh!
Cuando la vio hablarle en secreto a Glenda ri con tristeza. Ay, Glenda,
Glenda, Glenda... Siempre Glenda. Glenda ac, Glenda all, Glenda en todas
partes, y todas las maestras pisndoles los talones en pos de sus ms mnimos
requerimientos.
Y yo, eh? Y yo qu? Si soy ms linda! Y ms inteligente!
La vi correr hacia ella. Cuando la tuvo a su lado, tan cerca como para
percibir el viento de su respiracin, la increp:
A ver? Qu ms quers de m, eh? Qu ms me robars?
Acaba de telefonear el comisario Maisonave. Viene hacia aqu farfull
la otra, como nunca.
Y...?
-
Ha recibido un annimo sobre esta escuela.
Qu?
Glenda mir hacia los costados con felicidad fingida.
Amenaza de... bomba, Mara Hester sonri, saludando con la mano a
alguien que pasaba cerca. Debemos desalojar la escuela. Necesitaremos, al
menos, veinte minutos; contamos slo con tres.
Mara Hester rot hacia el magnolio, donde estaba la mayor cantidad de
nias. Fugaz, maquinalmente record la importantsima funcin socializadora de
la Escuela para que las alumnas crecieran sanas y rectas.
Pero... quin puede ser tan canalla como para ponerles una bomba?
murmur, incrdula.
-
ERNESTO ALEJANDRO BAVIO
LA VOZ DE LA AUTORIDAD
SE HARA JUSTICIA
EL HALLAZGO
SIN DISTRACCIONES, A MIL KILOMETROS POR HORA
Y HASTA EL FINAL
UN SUTIL, DESAGRADABLE OLOR A PODRIDO
HOY ESTAMOS DE VELORIO
PASEN Y VEAN. CON USTEDES: TOMASA CONDORI!
LA GRAN MENTIRA DE FLORESTA
ENTRA GLENDA
SEORA TALAVERA Y FLIA
ENTERO