Otro Dia Otro Dolar

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 Otro dia, otro dolar  Nuevamente, en otro dia gris de la urbe somnolienta l a que suscribe se comunica con la directora, o sea usted, a fin de manifestarle la causa de mi inmediata  partida.  La dividirè en cuatro (4)  fracciones. A la primera la denominarè “Rumbo a la consulta del doctor De Bonis”; a la segunda, “La metamorfosis del doctor De  Bonis; a la siguiente, “El doctor De Bonis, el otro invitado y yo”.   La primera, “Rumbo a la consulta del doctor De Bonis”, comi enza aquel dìa nefando que decidì tener un serio coloquio con mi t erapeuta acerca del grave  peligro que corr e Floresta. Aunque el domicilio de su consulta se encuentra a muy pocas cuadras de mi domicilio, suelo salir con muchìsima anticipaciòn. Ocurre que, aun contra mi voluntad y como si de una rara fascinaciòn se tratara,  siempre me dejo arrastrar hacia el escaparate de La Reciclada, el comer cio de ortopedia. Pocos son los que como la que suscribe, o sea yo, se dejan cautivar  por las muletas, los garfios, las piernas de madera... A veces me imagino enfundada en un corsè de fierro o llena de ruedas ya sin tener que fantasear nunca màs que estoy enferma, acarreada hasta el infinito por mi marido que... ¡ay!, me hago agua, charco y con una convulsiòn fina l, sin despegar la cara del

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Escritura creativa del Rio de la Plata - Apuntes para una porteñidad que se fue.

Transcript of Otro Dia Otro Dolar

  • Otro dia, otro dolar

    Nuevamente, en otro dia gris de la urbe somnolienta la que suscribe se comunica

    con la directora, o sea usted, a fin de manifestarle la causa de mi inmediata

    partida.

    La dividir en cuatro (4) fracciones. A la primera la denominar Rumbo a la

    consulta del doctor De Bonis; a la segunda, La metamorfosis del doctor De

    Bonis; a la siguiente, El doctor De Bonis, el otro invitado y yo.

    La primera, Rumbo a la consulta del doctor De Bonis, comienza aquel

    da nefando que decid tener un serio coloquio con mi terapeuta acerca del grave

    peligro que corre Floresta. Aunque el domicilio de su consulta se encuentra a

    muy pocas cuadras de mi domicilio, suelo salir con muchsima anticipacin.

    Ocurre que, aun contra mi voluntad y como si de una rara fascinacin se tratara,

    siempre me dejo arrastrar hacia el escaparate de La Reciclada, el comercio de

    ortopedia. Pocos son los que como la que suscribe, o sea yo, se dejan cautivar

    por las muletas, los garfios, las piernas de madera... A veces me imagino

    enfundada en un cors de fierro o llena de ruedas ya sin tener que fantasear

    nunca ms que estoy enferma, acarreada hasta el infinito por mi marido que...

    ay!, me hago agua, charco y con una convulsin final, sin despegar la cara del

  • escaparate... aaaah!... Nadie, seora directora, imagina cun feliz es la que

    suscribe, o sea yo, contra los cristales de La Reciclada. No me comprenderan.

    Pero por fin en un arrebato de furia se vieron los enemigos la cara.

    Cuando por fin llegu al domicilio de la consulta; cuando la

    secretaria me hizo entrar; cuando atravec el zagun, el pasillo y la domstica

    teras un filodendro me observ, santigundose; cuando el doctor De Bonis me

    estrech la mano y me invit a sentar, entonces dio comienzo la segunda fraccin:

    La metamorfosis del doctor De Bonis.

    Sigue la comparsa.

    La metamorfosis del doctor De Bonis comienza aquel da

    nefando que decid tener un serio coloquio con mi terapeuta acerca del grave

    peligro que corre Floresta. Me detuve un rato en La Reciclada y despus segu

    derecho hasta el domicilio de la consulta. El doctor De Bonis me invit a sentar.

    Se afloj el nudo de la corbata, que tena el perfil de un gallo en la junta de un

    morro. Abri su libreta de apuntes al tiempo que separaba las piernas. No

    descartemos que las neurosis surjan de experiencias precoces infantiles dijo.

    Yo cuando era nio am a mi maestra. Le habl de la calamidad que duerme

    enroscada bajo Floresta. El mezcl los dedos de la maraa de mi cabello

    sabiendo cunto odio que me toquen el cabello! Tratando de eludirlo, eso que

    palpita all abajo gem es el verdadero origen del Barrio. El se peg a mi

    oreja. Tena olor a jarabe. Uno a uno fue desprendindose los botones de la

    camisa. Pero el mundo tiene que saber!, grit, cuando una de sus manos me

  • sacudi la cabeza. Y mirndolo fijamente a los ojos, mientras el escurra la otra

    mano en mi entrepierna, dije muy severa: Bajo los cimientos mismos de

    Floresta palpita la esencia de su origen. El dolor se liber de los zapatos con

    giles pataleos. Usted no sabe, seora de Retamozo, ni se imagina qu triste

    puede llegar a ser la vida de un pobre nio hurfano. Me incorpor de un salto.

    Me levant la trusa. Estir el ruedo de mi falda. Retroced unos pasos. Mi

    alarido me multiplic por veinte. Pero Floresta es todava un animal dormido,

    doctor!, gritamos, mis hermanas y yo todas a la vez. Una tras otra corrimos

    hacia la puerta, pero l nos cerr el camino. Aunque las experiencias infantiles

    condicionen determinantemente las neurosis nos dijo, no constituyen las

    nicas causas de los futuros trastornos. Trastabillando rode el escritorio

    mientras todas mis versiones le arrojaban pisapapeles de yeso con forma de

    cucaracha, abrecartas, ceniceros, un tintero. El tropez. Entonces todas mis

    rplicas y yo logramos llegar hasta la puerta, correr el pestillo, accionar el

    picaporte, salir y correr hacia... Hacia la tercera fraccin: El doctor De Bonis,

    el otro invitado y yo.

    El doctor De Bonis, el otro invitado y yo comienza aquel

    da nefando que decid tener un serio coloquio con mi terapeuta. Se detiene un

    rato en un comercio de prtesis de ortopedia y contina hacia cuando el doctor

    De Bonis confiesa un inveterado amor por su maestra. La que suscribe no tard

    en escabullirse de sus avances zigzagueando hacia el pasillo: La seorita

    Chun tiene razn! le espet, sin detener la carrera las respuestas estn en los

  • astros! El, desde el piso neurosis y afecto son la misma cuerda tironeada de

    los extremos!, vocifer. Desde la fraccin anterior, la domstica tras el

    filodendro segua santigundose, mas la que suscribe sigui sin detenerse.

    Vuelva! alcanz a oir todava, cuando estaba por llegar al zagun aun

    falta el otro invitado! Cuando la que suscribe finalmente lleg hasta la puerta

    de calle se abalanz, se colg, se columpi de la manija y al otro lado... al otro

    lado vio a su marido, que pregunt: llego tarde, vieja?

    La cuarta y ltima fraccin se llama El viaje de la que

    suscribe, o sea yo, a los bosques petrificados del sur en busca de los huevos

    fosilizados de los dinosaurios, y comienza aquel da nefando que decid tener

    un serio coloquio con mi terapeuta acerca del grave peligro que corre Floresta.

    S, seguro que s, Mara Hester agradeca a Dios y a todos los santos que la

    otrora directora hubiese pasado alguna vez por all dejando su huella de suciedad

    y pestilencia a, mh!, la enviada del Inspector, que no dejaba de estudiar el

    entorno con la peor cara de asco.

    Haba que ver qu aires de gran patrona tena la tal Glenda. La estanciera

    oliendo mierda!... Acaso no haba querido ir a la vicedireccin? Bueno, ahora

    estaba en la vicedireccin. Ah tens la vicedireccin, idiota!

    Cuando Glenda cruz las piernas Mara Hester la imit con ostensible

  • afectacin.

    Pero, concretamente, qu cargo ocupars en mi escuela? volvi a

    preguntar.

    Glenda resoplaba con impaciencia? Tan insolente poda ser?

    Cre que el Inspector te lo haba informado.

    Mara Hester activ las roldanas de su sonrisa ms dulce. Casi pareca

    que los mecanismos chirriaban.

    Sera mucha molestia que me lo repitieras, querida? susurr.

    Bueh!, supongo que no respondi la otra con descaro, tan presente

    tena la delegacin que le haba conferido la mxima autoridad.

    Entonces...? insisti Mara Hester Sonrisa de Caramelo.

    Entonces mi primera tarea ser elaborar un informe la eludi Glenda.

    Ah, un informe, s. Ser curiosa: un informe sobre qu.

    Glenda sonri casi con obsenidad.

    Un informe sobre que? No puedo creer que ests haciendo semejante

    pregunta.

    Mara Hester, mecanizando todava ms la sonrisa, pretendi ser irnica.

    Ya ves. A veces suceden cosas increbles por aqu, mi querida.

    Glenda ri.

    Exacto! Esas cosas increbles son las que despiertan el inters del

    Inspector en esta escuela y, en particular, sobre tu direccin. En esta apestosa

    pieza, por ejemplo, ha desaparecido una mujer. No es una cosa increble?

  • Ya antes de asumir sus funciones en esta escuela, la seora de Retamozo...

    intent explicar Mara Hester. Pero Glenda la interrumpi:

    Y Tomasa Condori? Su repentino deceso es otra de las cosas

    increbles que suceden en esta institucin.

    Mara Hester, sin desactivar la sonrisa, lo intent una vez ms:

    Glenda querida, la seora Condori, que en paz descanse, era una

    enajenada que...

    Glenda, imperial, levant una mano y:

    Momentito! Enajenada, dijiste? Ninguna de nosotras est capacitada

    para realizar tamaos diagnsticos, que slo son competencia de los

    profesionales de la salud mental declam. Adems, tampoco debemos

    olvidarnos de Perla Cotn, que era muy... Responsable, iba a decir.

    Mientras salan hacia el patio cubierto, Mara Hester la estudiaba

    sigilosamente. Glenda caminaba con pasos largos y lentos, contonendose igual

    que un gato hambriento. Pero hambrienta de qu. De su cargo, quizs?

    Imposible, era apenas una empleaducha del Consejo. Lo ms seguro era que ni

    siquiera fuera docente. Entonces, por qu la incomodaba tanto? Tal vez fuera

    su porte y violencia tan mal solapada que... la intimidaban? Poda ser?

    As como ella la meda, imagino que Glenda la estara midiendo. No le

  • demostrara la creciente inseguridad que estaba experimentando. La seguira

    refractando con fingida mansedumbre y cuando cometiera el ms mnimo error...

    mh!, cuando cometiera el ms mnimo error le demostrara de una sola vez y

    para siempre quin era Mara Hester Seisdedos de Hilardos, la seora directora

    del Bavio.

    Las paredes estn en muy buen estado, segn veo destac Glenda.

    Ella sonri orgullosa. El acondicionamiento edilicio haba sido la primera

    medida de su direccin y las paredes en particular, se pintaban todos los aos.

    Personalmente se ocupaba de que fuera as, iba a decir.

    Sugiero que se cubran con las producciones artsticas de las alumnas se

    le adelant Glenda. A Mara Hester la sonrisa se le curv hasta los colgajos del

    mentn. El patio de la escuela debe reflejar la tarea escolar sigui Glenda.

    Las paredes desnudas no sirven para nada. Es menester darles un sentido

    significativo.

    Mientras iban hacia el grupo de maestras, Mara Hester no dejaba de

    meditar en la guerra que se avecinaba. Indudablemente, Glenda siempre

    intentara hacerla pisar en falso, como acababa de hacerlo demostrando gran

    complacencia por las impecables paredes para, un minuto despus, convertirlas

    en una fallo de su gestin. Era evidente que haba llegado para fastidiarla y que

    lo seguira haciendo hasta... Hasta cundo?

    Estoy segura de que tu breve paso por esta escuela nos dejar un reguero

    de buenas ideas la tante, pero Glenda permaneci muda.

  • Mara Hester sacudi la cabeza. No se acobardara. Sin importar qu

    cargo tuviera aquella mujer, qu le disputara, cunto la fastidiara y hsta cuando

    lo hiciera, ella prevalecera con sus mejores armas. Mi talento y mi

    inteligencia!, se dijo, levantando muy alto la frente.

    Cuando Glenda respondi que era la nueva vicedirectora interina Mara

    Hester abri grande la boca, perpleja. Ni bien recobr el aliento, se levant del

    piso, agarr el telfono y disc el nmero del Consejo Escolar. Le explic al

    Inspector por qu Glenda era una violenta y una guanaca. El Inspector le

    contest que mandara a la seorita Florido en representacin suya para que

    midiera en la pelea y sin despedirse cort la comunicacin. Ella, arrugando el

    ceo, se qued mirando el auricular, sin poder creer que a veces la gente fuera tan

    maleducada.

    Todo haba comenzado luego del recorrido por el patio. Glenda y Mara

    Hester fueron hasta donde estaban las maestras. Elba sentada y Mabel parada a

    su diestra todava estaban en el centro de todas las dems. Glenda le estrech la

    mano a cada una.

    Espero que adems seamos buenas compaeras dijo, esbozando una

    sonrisa.

    Ella la miraba por el rabillo del ojo, suspicaz. Adems? Qu

  • implicara aquel adems.

    Me cont un pajarito que aqu hay una excelente profesora de msica

    capaz de los mejores coros dijo Glenda. Es as o me han mentido, seorita

    De La Canale?

    Todas las dems se miraron unas a otras sin comprender: aquello se

    llamara afecto?

    Mi mam era cantante lrica solloz Elba. Todo lo que s es gracias a

    mi mam. Pobrecita mi mam. Muri hace dieciocho aos, seis meses y...

    Y yo espero que usted haga su mejor esfuerzo complet Glenda,

    acaricindole el cabello. La primera reaccin de la maestra fue de crispacin.

    Hasta qu:

    Si, seora puchere hacindose la nenita.

    Y yo espero que las docentes empiecen a proyectar la prxima actividad

    bram Mara Hester, rebosado ya el tope de su paciencia, que tiene como

    objetivo la protesta frente a El Bandern! Glenda querda aadi, sonriendo con

    esfuerzo, acompaame a mi despacho, por favor.

    Rumbo a la direccin Mara Hester se descubri contonendose igual que

    Glenda, y se detest por ello. Pero quin se creera que era aquella mujer,

    hablndoles a sus lacayitas con la afabilidad con que lo haba hecho. Una

    actriz de cuarta categora, s, eso era!, que se haca la buenita para congraciarse

    con el personal. Y despus qu seguira, eh? Ponrselo en contra para socavar

    su autoridad? Eso?

  • La encerr en su despacho y le cruz la cara con una sonora cachetada.

    Para que aprendas!

    Cul no fue su sorpresa cuando la otra, con el reverso y el anverso de una

    mano, le duplic la agresin.

    Laagresion de los catos contra las pantorrillas.

    Mara Hester se enderez muy lentamente, atnita. Se llev algunos

    dedos a una de las comisuras de la boca, donde ms le dola. Sangraba.

    Para que aprenda qu, sorete le manifest la seora de Suardi, perdida

    en parte su habitual compostura.

    Ella hubiera deseado responder para que aprendas quin manda aqu,

    pero Glenda ya se le haba echado encima igual que un animal desbocado y le

    retorca el cuello como podra habrselo retorcido a una gallina.

    Soltame, conchuda! logr articular, empero.

    Consigui zafarse con un puntapi.

    Ay!

    Tom a su contendiente de las solapas del vestido y trat de derribarla,

    mas Glenda se aferro otra vez a su cuello y ambas cayeron sobre el escritorio.

    Glenda, acostada boca arriba y Mara Hester encima, las dos en un

    entrevero de manotazos, se prodigaban descalificaciones que remitan a la

    relajada moral de sus respectivas progenitoras; cuando Glenda logr sacarse

    encima a Mara Hester propinndole un rodillazo en el estmago, sta ltima

    hasta lleg a mencionar cierta parte ntima de un pjaro: de una lora, ms

  • precisamente (vaya a saberse cul lora como para que su intimidad fuera tan

    destacable).

    Glenda se incorpor con sorprendente agilidad y se resguard tras el

    respaldo del silln, a la vez que su superior jerrquica le arrojaba los biblioratos

    de un estante. Cuando el estante qued sin biblioratos le sigui el mismo estante

    y despus el retrato del gran Sarmiento, que desconch la pared de la puerta.

    Del otro lado de la puerta, las maestras. Y tres voces.

    La primera voz:

    Sal! Estoy yo!

    La segunda:

    Vos no sos la duea de la cerradura, Mabel. Todas tenemos derecho a ver.

    La tercera:

    Mi mam tambin le pegaba a mi pap. Pobrecito mi pap: en un pie

    tena cuatro dedos y en el otro, seis.

    Glenda sali de su escondite y se abalanz sobre la cabeza de Mara

    Hester.

    Soltame, yegua!

    Las mujeres, trenzadas en encarnizada lucha de tirones de pelo, cayeron al

    suelo. Mara Hester era ms fuerte, pero no tan elstica; razn por la cual fue

    Glenda la primera en incorporarse y contratacar. Lo hizo con un veloz gargajo.

    G G G, ZUP!

    Desde la ventana llegaban ms voces, pero impostadas en armonioso

  • canon. Unas ocho o nueve alumnitas:

    Glen-da! Glen-da! Glen-da!...

    Y Glenda, fogoneada por el coro, prendi a Mara Hester de los tobillos y

    comenz a pasearla por todo el despacho.

    La directora trataba de asirse a todo lo que hallaba cerca: las patas del

    armario, del escritorio, del silln... Hasta que con una coz logr liberarse, se

    puso de pie, corri hacia la puerta.

    Glen-da! Glen-da! Glen-da!...

    Pero Glenda la sigui a trancos. La tom de un hombro girndola hacia s

    y volvi a abofetearla.

    PLAF!

    Despus le cruz un brazo en la espalda, la agarr de los pelos y la arroj

    contra el perchero.

    Cuando la directora, abrazada al perchero, cay de espalda al suelo, las

    alumnitas de la ventana... qu ms: aplaudieron. Bravoooo!.

    Mara Hester, exhibiendo el pattico espectculo de su bombacha, gru:

    Pero, quin te crees que sos? Se puede saber?

    Y ah fue cuando Glenda respondi que era la nueva vicedirectora interina,

    provocando que Mara Hester abriera grande la boca perpleja.

  • Una mujer baja, cuadrada y con un complicado peinado a base de

    bananas se present como:

    Susana Florido, mano derecha del Inspector escolar.

    Y por qu no ha venido el Inspector en persona, en vez de enviarle a

    usted pregunt Mara Hester, altanera.

    Porque ha debido ir a un cumpleaos contest laconicamente la otra.

    Mh!

    Cabe destacar que los conflictos son inherentes a toda institucin

    subray la recin llegada, a modo de prembulo, y como tales deben ser

    desdramatizados para su pronta resolucin.

    Mara Hester, sentada en el borde de su silln, enderez la cerviz.

    La nueva vicedirectora interina incumple con sus obligaciones

    despegndose de su nico rol: secundarme.

    Glenda junt las manos en la falda.

    Aunque he sido muy bienvenida por todas las maestras, la seora de

    Hilardos me ha imputado con felonas que deterioran mi buen nombre y honor.

    Buen nombre y honor, repiti en silencio Mara Hester. Mh!, gran puta.

    Le ruego a la seora de Hilardos que se abstenga de seguir hacindolo agreg

    Glenda, bajando la cabeza.

    A Mara Hester le castaeaban los dientes.

    Eso no es verdad barbot impotente. Le juro que...

    La seora de Hilardos me ha... continu Glenda, y en lo que crey la

  • mejor actuacin de su vida comenz a llorar.

    La seorita Florido le sostuvo la mirada a Mara Hester.

    Seora de Hilardos, segn el seor Inspector, usted ha llamado guanaca

    a la seora de Suardi terci. No me extraara que...

    Mentira! chill Mara Hester y dirigindose a Glenda, que haba

    levantado una mano para hablar: Basta! Callate!

    La seorita Florido, impasible, decidi dar pr terminada la confrontacin,

    enfatizando que transmitira todo lo actuado al seor Inspector para que,

    posteriormente, resolviera al respecto. Y desendoles a ambas mujeres la

    templanza necesaria para la ms feliz convivencia y... seal el desorden

    imperante y el cuidado del mobiliario, se fue sin ms.

    Mara Hester se encorv dentro de su mullido silln. Mene la cabeza.

    Tuvo el fatal presentimiento que en los prximos das se avecinara lo peor.

    Y qu cierto sera: nada menos que un atentado!

    Haba llegado el da en que las maestras, las alumnas y sus respectivas

    madres confeccionaran las pancartas. El material estaba prolijamente apilado

    junto al magnolio, excepto los soportes, que Frezia traera ms tarde.

    Mara Hester la esperaba junto al busto del patrono. Pensaba, mientras

    tanto, qu injusta poda ser a veces la vida. La escuela no le deparaba ms que

  • desconsuelo. Ella! Que se haba brindado por entero a la Educacin, que haba

    ofrendado hasta la salud, ahora senta que ya no tena ms para dar. No tena o,

    ms bien, no la dejaban?, se pregunt. Acaso la comunidad pensara que su

    gestin directiva era algo digno de recordar; pero su permanencia en la escuela,

    una pesadilla para aguantar. Para aguantar hasta cuando? Hasta que por fin se

    jubilara y fuera suplida por otra, que la borrara en el acto de la memoria colectiva?

    Y quin sera aquella otra? Glenda, tal vez?

    Haba empezado a creer que lo mejor sera hacerse pasar por loca para que

    la licenciaran hasta el da de su jubilacin. Probablemente, dedicar el resto de la

    vida a recuperar el amor de su familia fuese la mejor inversin. Y dejarse

    vencer tan facilmente por Glenda? No! Sin embargo... Ay!, ltimamente el

    desconcierto le dificultaba vislumbrar el horizonte. Si al menos an contara con

    los sabios consejos de Tomasa...

    Era evidente que su rol directivo se desdibujaba a pasos agigantados. El

    Inspector se lo haba hecho notar en la ltima entrevista. Cuando ella le habl de

    Glenda y su pueril capricho de instalarse en la direccin, qu le haba

    constestado l con aquel estilo tan descarnado?: Mara Hester, por qu no te

    dejas de joder de una buena vez, eh?

    Grosero!

    Desde la llegada de Glenda todo haba ido de mal en peor. Sin ir ms lejos,

    ahora, haba asumido la coordinacin de las pancartas, relegndola a ella slo a

    alguna que otra participacin tanto para... mh!, tanto para demostrarle que

  • todava exista.

    Y las maestras slo le consultaban a Glenda, rean con Glenda, iban a

    merendar a Las Orqudeas con Glenda, todo con Glenda!

    Y a mi nada!

    Si al menos an contara con los sabios consejos de Tomasa volvi a

    decirse. Pero Tomasa tambin la haba abandonado, la muy egoista.

    Atisb la calle. All estaban los soldados que vigilaban la escuela. Desde

    haca un par de semanas, los vecinos se reunan secretamente en el teatro Apolo

    para dirimir su participacin en la Marcha de la Constitucin y la Libertad. Por

    qu, entonces, aquellos soldados seguiran all?, se pregunt. Que importancia

    capital podra tener para ellos el Ernesto Alejandro Bavio. Si eran tan leales al

    Presidente, deberan estar tras la organizacin del conato de sedicin: la

    Marcha; en cambio, haban reducido la guardia del Bandern y redoblado la

    de la escuela; s, la del Bavio, que no tena (ni debera tener jamas, como

    cualquier otra escuela) ningn acervo poltico.

    Entorn la mirada sin apartarla de la acera de enfrente. Por qu seguiran

    all?, volvi a decirse. Y reconoci al gendarme moreno, de baja estatura que

    sola montar vigilancia en la entrada de la mansin colonial.

    Despues de:

    Aceptar la llegada de Glenda.

    Tolerar que era la nueva vicediretora de la escuela.

  • Digerir su arrollador carisma.

    Sufrir su ultrajante fuerza fsica.

    Padecer, desolada, cmo la comunidad educativa slo la

    reconoca a ella como nica, real autoridad.

    Mara Hester, todava, tuvo que aguantar:

    Dice Glenda que le lleves sto a las maestras.

    Tambin deba rebajarse a ser su sirvienta, acaso, eh?

    Mara Hester escrut con fiereza a la seora presidenta de la

    Asociacin Cooperadora, que an mantena extendidos los soportes de las

    pancartas. Y le pregunt:

    Por qu no se mete esos palos en el culo, Frezia?

    El patio del magnolio hormigueaba de actividad. Vuestra participacin

    es de fundamental importancia para evitar la construccin de la fbrica y la

    contaminacin del ambiente, las haba arengado Glenda a todas. El pas entero

    debe enterarse de los hechos de Floresta!

    Mara Hester consult la hora en su reloj de pulsera. Casi la una. La

    maana haba transcurrido con tanta lentitud.

    Repar en la docente que se acercaba a Glenda. Recurri a su archivo

    mental para categorizarla:

  • Nombre: Mirta Iris Alfonso.

    Estado civil: repudiada en el altar.

    Edad: cincuenta, aunque declara cuarenta y aparenta setenta.

    Lugar de nacimiento: un taxmetro.

    Cargo: maestra en el arte de la jerigonza y los desatinos.

    Situacin de revista: suplente de otra peor que ella.

    Coeficiente intelectual: se solicita nueva prueba en el instituto Luis

    Pasteur.

    Observaciones: es hueca, frvola y no viste a la moda.

    Concepto: ma-ma-rracha.

    Maestras normales! Mh!

    Cuando la vio hablarle en secreto a Glenda ri con tristeza. Ay, Glenda,

    Glenda, Glenda... Siempre Glenda. Glenda ac, Glenda all, Glenda en todas

    partes, y todas las maestras pisndoles los talones en pos de sus ms mnimos

    requerimientos.

    Y yo, eh? Y yo qu? Si soy ms linda! Y ms inteligente!

    La vi correr hacia ella. Cuando la tuvo a su lado, tan cerca como para

    percibir el viento de su respiracin, la increp:

    A ver? Qu ms quers de m, eh? Qu ms me robars?

    Acaba de telefonear el comisario Maisonave. Viene hacia aqu farfull

    la otra, como nunca.

    Y...?

  • Ha recibido un annimo sobre esta escuela.

    Qu?

    Glenda mir hacia los costados con felicidad fingida.

    Amenaza de... bomba, Mara Hester sonri, saludando con la mano a

    alguien que pasaba cerca. Debemos desalojar la escuela. Necesitaremos, al

    menos, veinte minutos; contamos slo con tres.

    Mara Hester rot hacia el magnolio, donde estaba la mayor cantidad de

    nias. Fugaz, maquinalmente record la importantsima funcin socializadora de

    la Escuela para que las alumnas crecieran sanas y rectas.

    Pero... quin puede ser tan canalla como para ponerles una bomba?

    murmur, incrdula.

  • ERNESTO ALEJANDRO BAVIO

    LA VOZ DE LA AUTORIDAD

    SE HARA JUSTICIA

    EL HALLAZGO

    SIN DISTRACCIONES, A MIL KILOMETROS POR HORA

    Y HASTA EL FINAL

    UN SUTIL, DESAGRADABLE OLOR A PODRIDO

    HOY ESTAMOS DE VELORIO

    PASEN Y VEAN. CON USTEDES: TOMASA CONDORI!

    LA GRAN MENTIRA DE FLORESTA

    ENTRA GLENDA

    SEORA TALAVERA Y FLIA

    ENTERO