Otra perspectiva de eloy

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www.gatopardo.com GATOPARDO 59 AGENDA CULTURAL Libros OTRA PERSPECTIVA DE ELOY A partir de los hechos que sacudieron al país durante el trágico enero de 1912, Alfaro en la sombra busca desmitificar la figura del memorable presidente y general del ejército ecuatoriano, ofreciendo una versión distinta sobre su asesinato y posterior arrastre e incineración. H asta noviembre de 2012, La hoguera bárbara, de Alfredo Pareja Diezcanseco, era una de las pocas obras literarias —si no la única— que narraba la historia y últimos días de Eloy Alfaro, el carismático líder de la Revolución Liberal que intentó modificar las estructuras e instituciones del Ecuador hacia principios del siglo xx. Este texto destacaba, por sobre cualquier otro detalle, las virtudes del “Viejo luchador” y su injusta muerte. Hasta noviembre de 2012, repito, porque en dicho mes comenzó a circular Alfaro en la sombra, la segunda novela del reconocido comunicador y miembro de la Academia Nacional de Historia, Gonzalo Ortiz Crespo. En ella plasma otra interpretación acerca del ocaso del ya centenario presidente de la república, acentuando las connotaciones negativas de su carácter y vida política: “Los reflectores que se han puesto sobre él siempre han sido de luces positivas, de endiosamiento. Bajo esa visión, Alfaro prácticamente es una persona que no tenía defectos, como Simón Bolívar u otros personajes a los que se les mistifica. Mi novela permite humanizarlo, porque él tuvo inmensas cualidades, pero también graves defectos. ¿El principal? Querer eternizarse en el poder y sentirse dueño de la verdad”. En la mirada de Ortiz, cuyo libro de 340 páginas fue publicado por Paradiso Editores, esa soberbia y egocentrismo crearon un clima de indignación generalizada en la población: “[…] incluso por parte de los soldados a los que tanto quiso y que tanto lo quisieron, porque ya hasta los soldados estaban hartos de Eloy Alfaro, por los 4 000 muertos que se habían producido durante las tres o cuatro semanas anteriores, en las batallas de Huigra, Naranjito y Yaguachi y en la toma de Guayaquil”. Finalmente, el 28 de enero de 1912, todo ello desembocó en su asesinato y posterior arrastre por las calles y plazas de Quito, hasta El Ejido, lugar en el que sus restos fueron incinerados por una horda de ciudadanos, entre los cuales también había liberales y antiguos compañeros de armas. Esta tesis contrasta con la de La hoguera bárbara, donde afirma que los responsables del crimen habrían sido prostitutas, delincuentes y frailes orquestados por el conservadurismo. La trama del relato, que está basada en una investigación “sistemática” de documentos historiográficos y crónicas de la época, va desarrollándose mediante “urdimbres” paralelas, provenientes de la ficción e imaginación propias del autor, como la misión detectivesca que encabeza el teniente de navío William O’Grady para desentrañar la muerte de David Matthewman, comandante del cañonero USS Yorktown, frente a las costas ecuatorianas; o la relación epistolar de un comerciante quiteño llamado Miguel Echeandía con su hija Isabel. Respecto al uso de las cartas como voz narrativa, Ortiz confiesa: “Ése es un truco literario que me permite describir los hechos como si fuera un periodista, porque las cartas están contando lo que pasó ayer y eso es lo que hace un periodista. Es un mecanismo que encontré para darle agilidad al relato”. Gonzalo Ortiz Crespo, quien actualmente continúa desempeñando importantes cargos editoriales y docentes en el país, se anticipa a la crítica: “Tal vez digan que yo estoy culpabilizando a la víctima, pero tampoco sería justo el no hacer notar que esa víctima cometió errores muy serios que provocaron una guerra civil y un desangre en el Ecuador”. En democracia, bienvenidas sean las discusiones de largo aliento. por jorge sánchez de n.

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AgendA culturAl — Libros

OtrA perspectivA de elOy

A partir de los hechos que sacudieron al país durante el trágico enero de 1912, Alfaro en la sombra busca desmitificar la figura del memorable presidente y general del ejército ecuatoriano, ofreciendo una versión distinta sobre su asesinato y posterior arrastre e incineración.

Hasta noviembre de 2012, La hoguera bárbara, de Alfredo Pareja Diezcanseco, era una

de las pocas obras literarias —si no la única— que narraba la historia y últimos días de Eloy Alfaro, el carismático líder de la Revolución Liberal que intentó modificar las estructuras e instituciones del Ecuador hacia principios del siglo xx. Este texto destacaba, por sobre cualquier otro detalle, las virtudes del “Viejo luchador” y su injusta muerte.

Hasta noviembre de 2012, repito, porque en dicho mes comenzó a circular Alfaro en la sombra, la segunda novela del reconocido comunicador y miembro de la Academia Nacional de Historia, Gonzalo Ortiz Crespo. En ella plasma

otra interpretación acerca del ocaso del ya centenario presidente de la república, acentuando las connotaciones negativas de su carácter y vida política: “Los reflectores que se han puesto sobre él siempre han sido de luces positivas, de endiosamiento. Bajo esa visión, Alfaro prácticamente es una persona que no tenía defectos, como Simón Bolívar u otros personajes a los que se les mistifica. Mi novela permite humanizarlo, porque él tuvo inmensas cualidades, pero también graves defectos. ¿El principal? Querer eternizarse en el poder y sentirse dueño de la verdad”.

En la mirada de Ortiz, cuyo libro de 340 páginas fue publicado por Paradiso Editores, esa soberbia

y egocentrismo crearon un clima de indignación generalizada en la población: “[…] incluso por parte de los soldados a los que tanto quiso y que tanto lo quisieron, porque ya hasta los soldados estaban hartos de Eloy Alfaro, por los 4 000 muertos que se habían producido durante las tres o cuatro semanas anteriores, en las batallas de Huigra, Naranjito y Yaguachi y en la toma de Guayaquil”. Finalmente, el 28 de enero de 1912, todo ello desembocó en su asesinato y posterior arrastre por las calles y plazas de Quito, hasta El Ejido, lugar en el que sus restos fueron incinerados por una horda de ciudadanos, entre los cuales también había liberales y antiguos compañeros de armas. Esta tesis contrasta con la de La hoguera bárbara, donde afirma que los responsables del crimen habrían sido prostitutas, delincuentes y frailes orquestados por el conservadurismo.

La trama del relato, que está basada en una investigación “sistemática” de documentos historiográficos y crónicas de la época, va desarrollándose mediante “urdimbres” paralelas, provenientes de la ficción e imaginación propias del autor, como la misión detectivesca que encabeza el teniente de navío William O’Grady para desentrañar la muerte de David Matthewman, comandante del cañonero USS Yorktown, frente a las costas ecuatorianas; o la relación epistolar de un comerciante quiteño llamado Miguel Echeandía con su hija Isabel. Respecto al uso de las cartas como voz narrativa, Ortiz confiesa: “Ése es un truco literario que me permite describir los hechos como si fuera un periodista, porque las cartas están contando lo que pasó ayer y eso es lo que hace un periodista. Es un mecanismo que encontré para darle agilidad al relato”.

Gonzalo Ortiz Crespo, quien actualmente continúa desempeñando importantes cargos editoriales y docentes en el país, se anticipa a la crítica: “Tal vez digan que yo estoy culpabilizando a la víctima, pero tampoco sería justo el no hacer notar que esa víctima cometió errores muy serios que provocaron una guerra civil y un desangre en el Ecuador”. En democracia, bienvenidas sean las discusiones de largo aliento. — por jorge sánchez de n.