Ortega y Gasset, José, Historia como sistema

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HISTORH COMO SISTEMA es, como otras obras de Ortega, tales como En torno a Galileo e ldeas y creencias, de la mayor importancia, no sólo en la filosofía del autor, " sino también en la filosofía de nuestro tiempo, porque ofrece una salida a la polémica sobre el ser del hombre suscitada por los pensadores <<existenciales> y <<existencialistas>>. Mientras se discute si la <<existencia>> del hombre es anterior a su <<esenciaD o al contrario, o si la <<esencia> del hombre es la <<existencio>, nuestro filósofo, después de combatir la idea eleática del ser -s€r idéntico, invariable- que ha dominado toda la filosofía desde los griegos y no vale para el ser del hombre, postula otra concepción muy distinta: <El hombre no tiene naturaleza, sino que üene historia.> EDICIOIYBS DE II\ REVISTA DE OCCIDENTE <El hombre no es, sino que va síendo esto o lo otro>r; es el <peregrino del ser)) que en esa peregrinación ya acumulando lo que ha sido precisamente para ser otro distinto. Por no haberlo visto así, por haber buscado la naturaleza del hombre, la ciencia ha fracasado ante lo propiamente humano, que ha de ser pensado con categorías y conceptos diferentes de los aplicados a la naturaleza de las cosas, comenzando por el más fundamental: el concepto del ser. Hístoría como sístema, publicada originariamente en un volumen con Del Imperio romano estudio histórico, politico y sociológco-, aparece en éste unido a otras producciones más homogéneas por su carácter filosófico: los prólogos a las Historias de la Filosofla, de Bréhier y Vorliinder, y el texto de los discos grabados en 1932 por la voz del autor para el <<Archivo de la palabraD. ;'r Lrl (l)ll =,'; E', ¡r GI: José ortega y gasset his toria c0m0 jo / slstema - (¡) ñ ?4 FI H o) *'t u) r-f vx ( c É x vl q 'I cll oFf bl c +r CN oFf sl -l i *f (u u u GI a0 >h $ (u *f .I ;!t r-r v / ..c) a c or-¡ I el arüuero

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Page 1: Ortega y Gasset, José, Historia como sistema

HISTORH COMO SISTEMAes, como otras obras de Ortega,

tales como En torno a Galileo e ldeas y creencias,de la mayor importancia,

no sólo en la filosofía del autor,

" sino también en la filosofía de nuestro tiempo,porque ofrece una salida a la polémica

sobre el ser del hombre suscitadapor los pensadores

<<existenciales> y <<existencialistas>>.Mientras se discute si la <<existencia>>

del hombre es anterior a su<<esenciaD o al contrario,

o si la <<esencia> del hombrees la <<existencio>,

nuestro filósofo, después de combatirla idea eleática del ser

-s€r idéntico, invariable-que ha dominado toda la filosofía

desde los griegosy no vale para el ser del hombre,

postula otra concepción muy distinta:<El hombre no tiene naturaleza,

sino que üene historia.>

EDICIOIYBS DE II\ REVISTA DE OCCIDENTE<El hombre no es,

sino que va síendo esto o lo otro>r;es el <peregrino del ser))

que en esa peregrinación ya acumulandolo que ha sido precisamente para ser otro distinto.

Por no haberlo visto así,por haber buscado la naturaleza del hombre,

la ciencia ha fracasado ante lopropiamente humano,

que ha de ser pensado con categoríasy conceptos diferentes de los aplicados

a la naturaleza de las cosas,comenzando por el más fundamental:

el concepto del ser.Hístoría como sístema,

publicada originariamente en un volumencon Del Imperio romano

estudio histórico, politico y sociológco-,aparece en éste unido a otras produccionesmás homogéneas por su carácter filosófico:los prólogos a las Historias de la Filosofla,

de Bréhier y Vorliinder,y el texto de los discos grabados en 1932

por la voz del autor para el<<Archivo de la palabraD.

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FIIST'ORIACOMO SIS'TEMA

$.a edición

en castellano

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R¡'ri,';lri ¡k ()t't ilcnt tIJhrber¿r tlt": llraganza, I 2

N,IAt)RII)

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ljr.f¡uER.¡' sntCróu : 1941

5¡-xr.r l.orc¡óN : 1970

Hn l¿rs eelicionis anteriores, Í{istaria comosistenta ;e ¡rublicó en un mismo volumen

ccrn el cnsayo Del [mperia romúno.

@ Copyright byRevista de Occidente, S. A.M.A.DRID (España), 1970

Depósito legal: M. 3.318-1970

Printed in Spain - Impreso en España

Tallcrcs Gráficos dc Ediciones Castilla, S. A. - Maesrro Alonso, 23 - Ir,f adrid TX

Ixnrcf;,

3:Nota de tus cditores ".. 3T

HisrcRl¿ couo srs'r¡ltA ... I

F¿-R.a Ft (,{Riltir\¡o Dl.r LA p¡\t.,tt-iRAr 61I.*El qui.ltarr-;- dr:l l¡r¡¡li'5¡c ... ú9

Il-*Con¡:rttc rie la Hislcrii.r 11

Innas pARA u¡q¡i l{rs'roRrA D.ü r-^. FrI-osrjFÍa .. 7jLas é¡rocas ¡}:sluc;idas... 7tBrcve excir¡siórr sobre cl <rse nlirlo hisri;ricor 87No hay propiamente ahis¡tiri¡ .Je las it.lens¡ 92Evolución dc la llisto¡ia cle la b'ilosafli1 ... . . 1,01Filoscfía .v sociedad ... ... :.. 104Autenticidad e inautenticidaci de la Filcsaf.ia " 110La I-Iistcria de la Frlosofía como regreso TljLa Filosofía es una t¡adición ... l lgLa Historia de ia Filosofía como pnlgreso . ". 122Pensamienro y (progreso hacia si mis¡nor en fuistó-

teles . li.6I¿ histo¡ia que <termina) y no acaba .i. ... ... $7

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i¡¡ptcE

lo1:

Pnóroco A tA qHtstorun DB L.A FlrosorÍ"t¡ Dts

Ii¿nr VclnliiNorn .. " l4LLa dificulmd cle !a l'ilosofia 144Filosc¡f ía e Historia de la Filosofí¿ ... 1,46Facilidad de la Filosofía ... 147Iiscepticismo ... . 148La incultura específica ,le nuesffo tiempo ... 150Condnuidad y discontinuidad 152

A L r-irttlrirnir l{istoria como sistema clentro tl.e¿ \ .csi,t ,'rltccir)n, 1, t:cntinuando el propósito dettg;'t/ptr c;? -r//r títrlos las ctbras rnás at'ines, heruos creí-do a¿lecu,ulo a{1'c[]drlg attrios textos de tem.n fitosó-fico c¡ua lto re b.tl¡ínt. colccciontulo hastrt la feclta entnt t.' o I um en. intl epen.cli cn te.

Lt priin.c'r¿ ctlicirin rJe l\is,tr:ria como sistema, clt !u.rcr;ión origind, sc pub/it.ri ¡tor c,rto Etlitrtrirtl t'n 1941;pcro en tralucción ingle.rrt st: hrtbla .bt¡blicado ante-ricrmt'ntt: c'j,t. el 't,olutncn cof,rtcfit,r¡ Philosophy andHistory (dirigilo por Klibit;?sklt ), editado (,n 1935por !t Oxt'ord Uniuersity []rars). .b:li"rt el, que /¡ohíasido re'd.acÍad¿. En est¡/ ltrttct,rt cdición le a1ycgrtm.os,en pri'm+r l,ag,u', el lexto Ce do: di.rca,r ¡¡r,tbttt/os conla. t,oz del ¿ator, c,l. 3() ,Jcirtn,:o tir' l9.l-), ptrtt cl <Ar-cbi,ao de la pnl.alsra>, que cl (enÍrt; ,lc E.rtrclios IIi.r-t(;ricos tn.a¿lrileñ.os ue,nía f ormando con /,t contribuciónde las ¡ter.rortalidat/,e.r m.ás sobre:saliente,r dtl rnunrl,tliterario y ci.entífico es/tañol. A continttoción, el prri-logo com{tttesto en 1941 para Ia cdición drgentinads la Historia de la Filosofía, de Enzile Bróbier. Porúltimo, el prólogo también antepuesto a la uersión

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castellana de una Historia de la Fiiosofía : la d,el KmlVorl¿inder. Este prólogo lleua, en la etlic,ión original,la fecba de enero de 1921,

Todos est0s escriíos sont .pues, ocasionales. Perorecuérdese que Ortega ha esmito: <<Yo soy yo y rnici.rcunslancia. Esla expresi.ón que aparece en rni pri-mer li.bro y que condensa mi pensctmiento filosófico,no signit''ica sólo la doctrino clae mi obra exporze ypropone, sino que rui obra es u??. caso eject¿ti.uo de lami,sma doctrina, Mi obra es, por esencia y presencia,circunstancial. Con esto quiero decir que lo es delibe-radarnente, porque sin deliberación, y aun contra todopróposito opuesto, claro es que ,janaás ha hecbo eIhombre cosa alguna. en el mundo qu.e no fuera cir-canstanci.al,>

I-os EolT oRES.

HISTORIA COMO SISTEMA

¡¡lsron¡1.-2

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Publicrdo en traclriruioil ir-rglrsn rrr lit l' ),forman,jo l,arte clel volur¡.rcn Pbilo¡n.Qlty utJHi$ory, clirigido flor KuBANslty y ediradopor l¿ Oxfo'd l.lnive r.srry Press.

I

[ _ ^, vida. hir nrana es una rcali,Ja,J exrraña, de la cualH to p'mero que c'nviene clccir cs que es Ia reali_dad radicirl, en .i s.nriclo cle qLre a eila rencmos que

refe rir ioclas las clcnrá s., ya q,,i l'rs cirmás real iclacles,efectívas o prcsr-lnras, ti.:á,,.,r .i., r-rilo u otro mocro queaparecer en elia.

La noia más rrivial, pcro ,r ia vez Ia más inrpor-tanfe Ce la vida hunrana, rs (rl;i cl hclinirre no rieneo,:rc remcdio cluc cst¿rr ir¿icie ,r.-lc, aiqr_r ¡-:af o. sostenerseen la existen cLa. l-a rricla lios cs ,.lar]., 'ir.',*rro

que noncs Ja damo' a nosotrcs mis.r(J-1, Sino q,.,a rlo,\ cncon-trarlt{rs cr} ella clc pronto ,,sirr :saLre,r i,irno. pero lavicia que nos cs.lnda no no:i es.i.rci¿r kr:cha, siloque necesitamos h¿rccrnos l¿ rlosc)iros? cacia curl laslii/a. L'a vida es ql¡cilacer. 1' lo nr;is grave de estosqiiehaccrrs en qLre la rri,ja consisrr: no es que sea pre_tiso har-erlos, .sitto, en cicrto 'rcclo,

io contr'r,ri'-.-quie-ro clc'cir q ue nos encr)lr tra,'..os siernllre, forzados íl ha-cer.algo.- lx'ro no nos í'ncuili rírnro:; rlLlnca. estrictanren-te forzacios ¿r hacr:¡. algr,i cictcrininark.r, que no nos esimpircsto estc {s el ofro qlri_.iiar.r:r, (-orr}o i" a, ir:rpuc.staaI a.stro su ri'ítys¡¡r.¡ria. ,, i ia p,,ir:ijra ;Li :.r,r vtt.acíón. An_

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

tes que hacer alg?, tiene cada hombre qu1 decidir,

por su cuenta y rlesgo, lo que va a hacer. Pero esta

áecisión es imposible si el hombre no posee algunas

convicciones tóbr. lo que son las cosas en su derre-

dor, los otros hombres, él mismo. Sólo en vista de

ellas puede preferir una acción a otra' puede, €o su-

ma, vivir. - .

De aquí que el hombre tenga que estdf siemp-re

en alguna cráencia y que_ la estructura de su vida dependí primordialméntá de las creencias en que

.e1té

y que ior cambios más decisivos en Ia humanidad

r."tt los cambios de creencias, la intensificación o de-

bilitación de las creencias. El diagnóstico de una exis'

tencia humana-de un hombre, de un pueblo, d.una época-tiene que comen zar filiando el reperto-

rio de sus convicciones. Son éstas el suelo de nuestra

vida. por eso se dice que en ellas el hombre esrá. Las

creencias son lo que- verdacleramenre constituye el

estado del hombre. Las he llamado ( rep€rcorio > para

indicar que Ia pluralidad de creencias en que un

hombre, un pueblo o una época está no posee nunca

una articuluCión plenamente lógica, es decir, que no

forma un sistemá de ideas, como lo es o aspira a

serlo, por ejemplo, una f iloscf ía. Las creencias que

coexisten .o o." vida humana, que Ia sostienen, im-

. pulsan y dirigen son, a veces, incongruentes' contra-

iictoriai o, por 1o menos, inconexas. Nótese que to-

clas esras .uiifi.aciones afectan a las creencias por loque tienen de ideas. pero es un error definir la creen-

cia corno idea. La idea agota su papel y corrsistencia

con ser pensada, y un hombre puede pensar cuanto

se le antbje y aufl muchas cosas contra su antoio. En

HISTORIA COMO SISTEMA

la rnente surgen espont áneamente p€nsamientos sin

nuestra voluntad ni deliberación y sin que produz-

can efecto alguno en nuestro comportamiento. Iacreencia no €s, sin más, la idea que se piensa. sino

aquella en que además se cree. Y el creer no es ya

una operación del mecanismo < intelectual >, sino que

es una función del viviente como taI, Ia función de

orientar su condu cta, su quehacer.Hecha esta advertencia, puedo retira r Ia expresión

antes usada y decir que las creencias, mero repertorioincongruente en cuanto son sólo ideas, ,forman siem'pre un sistema en cuanto efectivas creencias o, lo que

es igual, gu€, inarticuladas desde el Punto de vistalógico o propiamente intelectual, tienen siempre unaarticulación vital, funcionan como creencias apoyán-

dose unas en otras, integrándose y combinándose. Ensuma, que se dan siempre como miembros de un or-ganismo, de una estrucura. Esto hace, entre otras

cosas, que posean siempre una arquiteffura y actúen

en jerarquía. H^y en toda vida humana creencias b^'sicas, fundamentales, radicales, y h^y otras derivadas

de aquéllas, sustentadas sobre aquéllas y secundarias.

Esta indicación no puede ser niá.s trivial, p€ro yo notengo Ia culpa de 9üe, aun siendo trivial, sea de Iamayor importancia.

Pues si las creencias de que Se vive careciesen de

estructura, siendo Como Son en cada, vida innumera-bles, constituirían una pululación indócil a todo or-den y, For lo mismo, ininteligible. Es decir, que se-

ría imposible el conocimiento de la yida humana.El hecho de 9ue, por ei cc.ptrario, aparezcan en

estructura y con jerarquía permite descubrir su orden

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

secreto y, por tanto, entender Ia vida propia y Iaajena, la de hoy y Ia de otro tiempo

Así podemos decir ahora: el diagnóstico de unaexistencia humana-de un hombre, de un pureblo, deuna época-tiene que comen zar f iliando el sistema desus convicciones y para ello, antes que nada, fiiandosu creencia fundamental, la decisiva, la que porta yvivifica todas las demás.

Ahora bien : pafa fijar el estado de las creenciasen un cierto momento, no huy más método que el decomparar éste con otro u otros. Cuanto mayor sea

el número de los términos de comparación, más pre-ciso será el resultado-otra advertencia banal cuyasconsecuencias de alto borclo emergerán súbiramenteal cabo de esta meditación.

u

Si comparamos el estado de creencias en que elhombre europeo se halla hoy con el reinante haceno más de treinta años, nos encontramos con que havariado profundamente, por haberse alterado Ia con-vicción f undamental.

La generación que f lorecía hacia 1900 ha sido laúlrima de un amplísimo ciclo, iniciado a fines delsi,qlo xvl y que se caracterízó lrorque sus ho.mbres vi-vieron de Ia fe en La razón. r: En qué consisle esta fe?

Si abrimos el Discarso del IVIétodo, que ha sido elprograma clásico del tiempo nuevo, \remos que cul-mina en las siguientes frases r ct Las largas cadenas derazones, todas sencillas y fáciles, de que acostumbranlos geómetras a servirse para lleqar a sus más difícilesdemostraciones, me habían dado ocasión para. imagi-narme que todas las cosas que puedan caer baio elconocimiento de los hombres se siguen las unas a lasotras en esta misma manera, y que sólo con cuidarde no recibir como verdad era ninguna que no [o sea

y de guardar siempre el orden en que es preciso de-clucirlas unas de las otras, no puede baber ningana

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JOSÉ ORTEGA Y.GASSET

tan renzota qrc no qüepd, a ld postre, llegn a ella,ni tan oculta qile no se la pueda descubrir.>>

1

Estas palabras son el canto de gallo del raciona-lismo, Ia emoción de alborada que inicia toda unaedad, eso que llarnamos la Edad Moderna. Esa Edadh'Ioderna de la cual muchos piensan que hoy asisti-rnos nada menos que a su agonía, a su canto de cisne.

Y es innegable, por lo menos, gu€ entre el estadode espíritu cartesiano y el nuestro no existe floia dife-rencia. ¡Qué alegría, gué tono de enérgicO desafío aIUniverso, qué petulancia rnañanera h^y en esas mag'níficas palabras de Descaftes ! Ya 1o han oído uste-

des : aparte los rnisterios divinos, que por cortesíadeja

^ un lado, parr- este hombre no hay ningún prG

blema que no sea soluble. Este hombre nos asegura

que en el Universo no huy arcanos, no hay secretos

irremediables ante los cuales Ia humanidad tenga que

detenerse aterro rizada e inerme. Ei mundo que rodeapor todas partes al hornbre, y en existir dentro del

lual consiste su vida, va a hacerse transparente a lafnente humana hasta sus últimos entresiios. El hom-bre y7, por fin, a saber la verdad sobre todo. Basta

con que no se azoÍe ante la compleiidad de los pro-

blemas, con que no se deie obnubílar la mente Por las

pasiones : si usa con serenidad y dueño de sí el ap^ra-lo de su intelecto, sobre todo si lo usa con buen orden,hallará que su facultad de pensar es ratio, taz6n, yque en Ia raz6n posee el hombre el poder como má'gico de poner claridad en todo, de convertir en cristalio más ópaco, penecrándolo con el análisis y hacién-

1 Oeaares, ed. Adam et Tann€rr, tomo Vf, Vlg. 19.

HISTORIA COMO SISTEMA

dolo así patente. EI mundo de la rcalidad y el mundodel pensamiento según esto-dos cosmos quese corresponden, cada uno de ellos compacto y con-tinuo, en que nada queda abrupto, aislado e inase-quible, sino que de cualquiera de sus puntos pode-mos, sin intermisión y sin brinco, pasar a todos losdemás y contem plat su con junto. Puede, pues, €lhombre con su nz6n hundirse tranquilarnente en losfondos abisales del Universo, seguro de extraer aIproble ma más remoto y al más hermético enigma laesencia de su verdad, como el buzo de Coromandelse sumerge en las profundidades del océano para re-

aparecer a poco trayendo entre los dientes la perlainestimable.

En los últimos años del siglo xvl y en estos pri-rneros del xvII en que Descartes medita, cree, pues,

el hombre de Occidente que el mundo posee unaestructura racional, es decir, que Ia realidad tiene unaorganizaciín coincidente con Ia del intelecto huma-oo, se entiende, con aquella forma del humano inte-lecto que es la más pura : con Ia razón matem átíca.Es ésta, por tanto, una clave maravillosa que propor-ciona aI hombre un poder, ilimitado en principio,sobre las cosas en torno. Fue esta averiguación una bo-nísima fortuna. Porque imaginen ustedes que los eu-

ropeos no hübiesen en aquella sazón conquistado esa

creencia. En el siglo xVI, las gentes de Europa habíanperdido la fe en Dios, en la revelación, bien porquela hubiesen en absoluto perdido, bien porque hubiesedeiado en ellos de ser fe viva. Los teólogos hacen unadistinción muy perspi caz y que pudiera aclararnos nopocas cosas del presente, una distinción entre Ia fe

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

viva y la fe inerte. Gener alizando el asunto , ye for-mularía así esta distinción : creemos en algo con feviva cuando esa creencia nos basta para vivir, y cree-rnos en algo con fe muefta, con fe inerte, cuando,sin haberla abandonado, estando en ella tcd.auia, noactua ef.jcazmente en nuestra vida. La arrastramos in-válida a nuestra espalda, forma aún parte de nos-otros, neto yaciendo inactiva en el desván de nuestraalma. No apoyamos nuestra existencia en aquel alqocreído, Ílo brotan ya esponráneamente de esta fe lasincitaciones y orientaciones para vivir. La prueba deello, que se nos olvida a toda hora que aún creemosen eso, mientras que Ia fe viva es presencia perrna-nente y activísirna de la entidacl en que creemos. ( Deaquí el fenórneno perfectamente natural que el rnís-tico llama << lil prc's.:ncia de f)ios p. Tambión el amorvivo se distingue dei amor inerre y arrasrra,io en qr:€lo amado nos es, sin síncope ni eclipse, presente. NIotenemos que ir a i-urscaric, con la aiención, sino, alrevés, nos cuesta tra.ba io quitá rnoslo de delante delos oicis íntimos. Lo cual no quiere decir que estemossiempre, ni siquíera con frecuencia, pensando en ello,sino que constantemente <<contamos con eilo>.) Moypronto vamos a encontrar un ejernplo de esta diferen-cia en Ia situación actual del europeo t.

I)urante Ia Edad Media había éste vivido de la re-

velación. Sin ella y arcnido a sus nudas fuerzas, se

1 En la segunda mim.d del capírulo n de su libro Onliberty hace uso muy oportuno Stuart Mill de esta mismadisdnción y empleando los mismos términos (creencias vi-vasD y cc¡eencias muertas, ine:rtest.

10

HISTORIA COlvfO SISTEIVÍ A

hubiera sentido ir,capaz de habérselas con el conror-no rnisterioso que le era el mundo, con los tártagosy pesaciu,nbres de la existencia. Pero creía con fe vivaque un ente todopoderoso, offiniscio' le clescubría demodo gratuito t,¡do lo esencial para su vida. Podemosperse guir las vicisirudes de esra fe y asistir, casi .qe-

neración tras generación, a su progresiva decadencia.Es una historia melancólica. La fe viva se va desnu-trierrdo, palideciendo, paralizándose, hasta gr€, porlos motivos que fuere--no puedo ahora entrar en elasunto-hacia mediadr¡s del siqlo XV, esa fe viva se

convierte claramente en fe cansada, ineficaz, cuandono queda por completo desarr aigada det alma indi.vidual. El hombre de entonces comi enza a. sentir queno le basta La revelación para aclararle sus relacionescon el mundo; una vez más., el horlbre se siente per-dido en la selva bronca del [Jn iverso, f rente

^ la cual

carece de orientación y rnediarlor. El xv y el x\/I son,por eso, dos sielos de eftorme desazón, de aúoz in-quierud ; como hoy diríamos, de crisis. De ellas salr.'a

al hornbre occiclental una nueva fe, una nueva creen-cia: la fe en la razón, efl las nttaL,e Íci.enze, I1l hom-bre recaído renace. El Renacim ienro es la inquietuclparturienta de u na nueva conf ia nza, f undada en ierazón físico-m atemática, nueva mediadora entre e[hombre y el mundo.

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m

Las creencias constiruyen el esrraro básico, €l másprofundo de la arquitecura de nuesrra vida. vivimosde ellas y, por lo mismo, oo solemos pensar en ellas.Pensamos en lo que nos es rnás o menos cuestión,Por eso decimos que tenent.os esras o las orras ideas .

pero nuestras creencias, más que tenerlas, las ,o-oJ.Cabe simbolizar la vida de cada hombre como un

Ba.nco. Este vive a crédiro de un encaje oro que nosuele verse, que yace en lo profundo de cajas merá-licas ocultas en los sótanos de un edificio. La máselernental cautela invita a revidar de cuando en cuan-do el estado efectivo de esas garantías-diríamos deesas creencias, base del crédito.

Hoy es urgenre hacer esro con la fe en la raz6n deque tradicionalmenre-en una tradición de c4si dossiglos-vive el europeo. Puc'de decirse que hasta haceveinte años el estado de esa creencia no se habíamodificado en su figura general, pero que de haceveinte años a la fecha presente-[ra sufrido un cambiogravísimo. Innumerables |rechos, sobrem anera nororios y que fuera deprimenre enunciar una vez más, lomuestran.

t2L3

HISTORIA COMO SISTEMA

No será necesario advertir que al hablar de la fetradicional en la razón y de su actual modificaciónno me refiero a lo que acontece en éste o el otro in-dividuo como tal. Aparte de lo que crean los indi-viduos como tales, es decir, cada uno por sí y porpropia cuenta, hay siempre un estado colectivo decreencia. Esta fe social puede coincidir o no con Iaque taL o cual individuo siente. Lo decisivo en este

asunto es gue, cualquiera sea Ia creencia de cada unode nosorros, encontramos ante nosotros constituido,establecido colectivamente, con vigencia social ensuma, un estado de fe.

La fe en Ia ciencia a que me refiero no era sólo yprimero una opinión individual, sino, al, revés, unaopinión colectiva, y cuando algo es opinión colectivao social es una realidad independiente de los indivi-duos, que está fuera de éstos como las piedras delpaisaje, y con la cual los individuos tienen que con-taf quieran o r1o. Nuestra opinión personal podrá ser

contraria a Ia opinión social, pero ello no sustrae a

ésta quilate alguno de realidad. Lo específico, lo cons-

titutivo de la opinión colectiva es que su existenciano depende de que sea o no aceptada por un indi-viduo determinado. Desde la perspectiva de cada vidaindividual aparece Ia creencia pública como si fuese

una cosa física. La realidad, por decirlo así, tangiblede la creencia colectiva no consiste en que yo o tír Iaacepternos, sino, al contrario, es ella quien. con nues-

tro beneplácito o sin é1, nos impone su realidacl y nos

obliga a contar con ella. A este carácter de la fesocial doy el nombre de vigencia. Se dice de una leyque es vigente cuando sus efectos no dependen de

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JOSE ORTEGA Y GASSET

que yo Ia reconozca", sino que actúa y opera prescin-diendo ,Ce mi adhesión. Pues lo mismo la creenciacolecriva, para existir y gravitar sobre mí y acasoaplastarme, no necesita de que Io, indivicluo deter-minado, crea en ella. Si ahora acordamos, para €m-tendernos bien, llamar ,, dogma social p al conrenidode una creencia colectiva, esramos listos para, podercontinuar nuestra meditación.

Si, perrrechados con estos concepros instrurnenta-les, com pararnos la siruación en que hacía 19 10 loseurop€os se encontraban y la de ahora, la adverren-cia del ca.mbio, de la muración sobrevenida, deberíacausarnos un saludable pavor. Han bastado no másde veinte años-es decir, sólo un rrozo de la vidade un hornbre, que es ya de suyo tan breve- paratrastrocar las cosas hasta tal punrü de que mientrasenronces, en cualquier pame de Europa, podía recu-rrirse a La fe en la ciencia y en los derechos de laciencia como máximo valor hurnano, y esra instan-cia funcionaba autornáticarnenre y, dócil a su impe-rativo, reAccionaba eficaz, enérgico y súbilo el cuerposocial, hoy bay ya naciones donde ese recurso pro-vocaría sólo sonrisas, naciones que hace unos añoseran precisamenre consideradas' como las grandesmaestras de la ciencia, y no creo lllie hava ninsunadonde, a la fecha en que hablo, el cu.:rpo .sccial seestremeciese ante la apelación.

IV

La ciencia está en peligro. Con lo cual no creoexager ar*-porque no digo con ello que la coleccivi-dad europea ha1'¿ dejado radicalrnente de creer en Iaciencia--, pero si que su fe hil pasaCo, e tr nuestrosdías, de ser fe viva a ser ie inc,rte. Y esro basta paraque la ciencia esré en peligrc y no pueda el cientílicoseguir viviendo corno hasta aquí, sonárnbulo clentrcde su trabajo, creyendo que ei contorno social sigueapoyándole y sostenióndole y vencrándc,le. ¿ Qué es

lo que ha pasado prira que tal situación se pr',.lCuzc'¿?

La ciencia sabe hny ¡nuchils cosas con fabulcisa pre-

cisión sobre lo que está acont€'cienCo cn rcnrotísimasestrellas y galaxias. Lo cicncia, con razón, esrá orgu-llosa de ello, y pu'r ello, aunque con rr,cnos razón, ensus reuniones acaclén'ricas hace Ia rueda con su colade pavo real. Pero entre tanto ha ocurrido que e,!a

misma ciencia ha pasado de ser fe viva social a ser

casi despreciacla por Ia coicctividad. No porque esieheclro no haya aconre,:ido erl Sirio, sirro en l;r Tierra,deja cle tener alguna inrporcancia--¡ pienso ! La cien-cia no pue,Je ser solo le ciencía sc¡lrre Sirir;, sino qllepretende ser mmbién l¿ ciencia sobre el hornbre. Pues

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JOSE ORTEGA Y GASSET

bien, ¿ qué es lo que la ciencia , la taz6n, tiene quedecir hoy con alguna precisión sobre ese hecho tanurgente, hecho que tan a su carne le va? ¡ Ah !, puesnada. La ciencia no sabe nada claro sobre este asun-to. ¿ No se advierte Ia enormidad del caso ? ¿ No es

esto vergonzoso ? Resulta que sobre los grandes cam-bios humanos, La ciencia propiamente tal no tienenada preciso que decir. La cosa es tan enorme 9u€,sin más, nos descubre su porqué. Pues ello nos hacercparar en que la ciencia, Ia razón a que puso su fesocial el hombre moderoo, €s, hablando rigorosa-mente, sólo la ciencia físico-matem ática, y apoyadainmediatamente en ella, más débil, pefo beneficiandode su prestigio, Ia ciencia biológica. En suma, re-uniendo ambas, lo qLre se llama la ciencia o nz6nnaturalista.

La situación acnral de la ciencia o razón física re-sulta bastante paradóiíca. Si algo no ha fracasado enel repertorio de las actividades y ocupaciones huma-nas, es precisamente ella cuando se la consid era cir-cunscrita a su genuino territorio, la naturaLeia. Eneste orden y recinto, leios de haber fracasado, hatrascendido todas las espera nzas y, por vez primeraen la historia, las potencias de realización, de logro,han ido más lejos que las de Ia rnera fantasía. Laciencia ha conseguido cosas que Ia irresponsable ima-ginación no había siquiera soñado. El hecho es tanincues:ionable, que no se cgmprende, al pronto, cómoel hombre no está hoy arrodillado ante la cienciacomo ante una entidad mágica. Pero el caso es queno lo está, sino, más bien al contrario, comie nza avolverle Ia espalda. No niega ni desconoce su ma-

r6 grsrontr.- 3 L7

HISTORIA COMO SISTEMA

ravilloso poder, su triunfo sobre la naruraleza; perqal mismo dempo, cae en Ia cuenta de que la narura-leza es sólo una dimensión de la vida humana, y elglorioso éxito con respecro a ella no excluye su Íra-caso con respecio a la totalidad de nuestra existencia.En el balance inexorable que es en cada inscanre elvivir, la razón física, con todo su parcial esplendor,no impide un resultado terriblernente deficitario. Esmás : el desequilibrio entre Ia perfección de su efi-ciencia parcíaL y su f.alla para los efectos de totalidad,los definitivos, es tal 9u€, a mi juicio, ha contribuidoa exasperar la desazón universal.

Se encuentra, por tanto, el hombre ante la razónfísica €n una situación de ánimo parecida a la queLeibniz nos describe de Cristina de Suecia cuando,después de abdicar, hizo acuñar una moneda con laefigie de una corona y puso en el exergo estas pala-bras : N on mi bisogna e non mi basta,

A Ia postre, Ia paradaja se resuelve en una adver-tencia sobrem aneta sencilla. Lo que no ha fracasadode la física es Ia física. Lo que ha fracasado de ellaes Ia retórica y la orla de petulancia, de irraciona-les y arbitrarios añadidos que suscitó, lo que hacemuchos años llamab a yo el c t€rÍorismo de los labora-torios >. He aquí por qué, desde que comencé a escri-bir, he combatido lo que denominé el utopisrno cien-tífico. Abrase, por ejemplo, El tema de nuestro tiem-po en el capítulo titulado (El sentido histórico de lateoría de Einsteinr, compuesro hacia L921 t. Allí se

dice r r<No se comprende que la ciencia, cuyo único

I [Véase El, tema de n*estro tiempo, €o esta C-olección.I

Page 14: Ortega y Gasset, José, Historia como sistema

JOSÉ ORTEGA Y GASSET

placer es conseguir _una imagen certera de las cosas'

ir.i" alimenr"ls. de ilusionés" o Recuerdo que. sobre

ini pensamienro e jerció suma inf luencia un detaile.

HacL muchos añoi Leía yo una conferencia del fisiólogo Loeb sobre los tropismos. Es el tropismo un

concepro con que se ha intentado describir y aclar.ar

la l.y que rige los nrovimientos elementalcs de' los

infusorios. nnáf que bien, con correcciones y .añadi-d,os, este concePto sirve pary cornprender algunos

de .ro, fenómenos. pero al final de su conferencia

I¡eb agregat <r Ltegará el tiempo en que lo qu9 hoy

llamamos acros morales del hombre se expliquen

sencillamente corno tropismos. n Esta audacia me in'

;;il¿ ,obr.rnanera, p-orque .me abrió los oios sobre

otros muchos iuicios de la ciencia moderna 9u€, rne'

nos Ostentosamente, cometen Ia nrisrna f'alta. De m6.

do,-pensaba yo-que un concePto como el tropis-

fro, capaz "p..tt d. penetr-ar. el secreto de fenóme'

nos ran ,.niillor .o-ó los brincos de los infusorios,

puede bastar, €o un vlgo futuro, pafa expl.igar co.sa

tan misterioia y complája corno los acros éticos del

hombre. ¿ Qué " sentidb tiene esto ? La ciencia ha de

resolver ttoy sus problernas, no transferirnos a las

calendas grí.g"t. Si sus métodos actuales no bastan

lir^ domTr,"i hoy los enigmas del universo, lo dis'

creto es sustituirlos por orros más ef icaces. Pero la

ciencia usada está lllna de problemas que -se'

Ceian

intactos p6r ser incompatibles con los métodos- ¡co-mo si füesen aquéllos ros obligados a supedjrarse a

éstos, y no al revés I La ciencia está repleta de ucro-

nismos, de calendas griegas.

Cuando salimos d¿ esia beaterfa científica que rin'

18 L9

HISTORIA COMO SISTEI,ÍA

de idolátrico culto a los rnétodos preestablecidos ynos asomamos aI pensamiento de Einstein, llega anosotros como un fresco vienro de mañana. L; ac-titud de Einstein es compleramenre distinta de la úa-dicional. Con aclemán dá joven atleta le vemos avan-zaÍ recto a los problemas Y, usando del medio mása mano, cogerlos. por los cuernos. De lo que parecíadefecto y limitación en Ia ciencia hace él una virudy una táctica eficaz.

Todo mi pensamiento filosófico ha emanado deesta idea de las calendas griegas. Ahí esrá en simien-te toda mi idea de Ia vida óomo realidad radical ydel conocimiento como función inrerna a nuesrra

lida y no independiente o utópica. como Einsteindecía, por aquellos años, que ér preciso, €o física,construir concePtos 9Ue hagan imposible el movi-miento continuo ( el movimiénto coñtinuo no se pue-de rredir, y ante una realidad inmensurable la flsicaes imposille), yo pensaba que era preciso elaboraruna filosofía partiendo, como de su principio formal,cie excluir las cale'ndas griegas. Poique

-la vida es

lo concrario que esras calenáas. La *ri¿" es prisa ynecesita con- urgencia saber a qué arenerse y es pre-ci:ro hacer de esra urgencia el mérodo de l; ,reráad.Ei pro.qresismo que colocaba Ia verdad en un vagornañana ha sido el opio enronrecedor de la humañi-dad. Verdad .es lo que ahora es verdad, y no lo quese va a descubrir en un futuro indeterminado. El seáortr.ceb, y con él toda su generación, a cuenra de queerl el porvenir se va a lograr una física de la moial,r¿riuncia '¿ tener é1, en su día presenre, una verdadscbre la moral . Era una curiosa manera de existir a

Page 15: Ortega y Gasset, José, Historia como sistema

JOSÉ ORTEGA Y GASSET

cargo de Ia posreridad, deiando Ia propia vida sin

cimienros, raíces ni encaje profundo. El vicio se en-

gendra tan en la raíz de esta actituC, 9ue se encuen-

tra ya en Ia (moral proyisional> de Descartes' L)e

aqr-rí que aI prirner enipellón sufrido po! Ia armazón

sup.rficial ,c; nliesrra clvilización : ciencia, econonría,

miral, polít rca, el hombre se ha encontrado con q¡'le

no tenía verda.les propias, posiciones claras y firmes

sobre nada irrr Portante'Lo único en q,re creía era en Ia raz6n f ísica, y ésta,

aL hacerse urqente su verdad sobre los problemas nrás

humanos, nJ'h" sabido qué decir. y esros pueblor.4.

occiclenre han experimentad,o de sírbito Ia impresión

de que perdían pi., que carecían de punto de a':o'y'o'

y hán senrido t.iro, pá.ti.o y les parece que se hun-

á..,. que nauf raqan en el vacío'y, sin embar,lo, basta un poco de serenidad para

que el pic vuelva a sentir l; deliciosa sensación de

rocar lo duro, lo sólido de la madre tierra, un cle-

mento capaz de sostener al hombre' Como siempre

ha acaecido, es preciso y bastante, en vez de azorarse

f p.rd., la cab ir^, convertir en p"lto de apoyo aqlle-

llo 'misrno que engenclró Ia impresig" d5 abismo ' La

raz6n física no puede decirncs nada claro sobre el

¡ombre. ivr", bien ! pues esro qr-riere. clecir simple-

menre qu; de'bemos desasirnos con rodo radicalismo

de trat,.r aL moclo físico y naruralista 1o humano. En

vez de ello romémoslo e n su espontaneidad, según lo

vemos y nos sale al Paso. O,, dicho de otro modo : el

fracaso de Ia razón física defa Ia vía libre para la

razón vital e histórica.

V

La naturaleza es Llna cosa. una g)ran cosa, que se

conrpone de muchas cosas menores. Ahora bren:cualesquicra que sean las difercncias enire las cosas,

rie ncn toCas ellas un carácter radrc¿rl ccm ún, el cualcolrsisre sirnplemente en qrre las cosas s oI?, tienen unser. Y esto signífica no sólo que cxisten, 9ue las h^y,que están ahí. sino quc pcseen una estructllra o ccn-sisccncia tija y dacla. Cuando hav una piedra hty y].está o.hí, lo que Ia pieclra es. Todos sus cambios ymuda nzas serán, por los siglos de los siqlos, combi-naciones regiatlas ¿e su consisteircia funclarnental. Lapicdra no serir. nunca nada nuevo y distinto. Esta con-sistencia fija y clada de una vez para siempre es ioque solemos entender cuancio hablamos de I ser de

una cosa. Otro nombre para expresar lo misrno es

la palabra natLrraleza. Y la faena de la ciencia natu-raI consiste en descubrir ba jo las nubladas aparien-cias esa natliraleza o textura permanente.

Cuando la razón natlrralista se ocupa del hombre,busca, consecuente ccnsigo misma, poner aI descu-bierto su naturaleza. Repara en que el hornbre tienecuerpo-que es una cosa-y se apresure a extender

202L

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

e él la física, y, como ese cuerpo es además un orga'nismo, lo entrega a Ia biología. Nota asimismo que

en el hr,rnbre, como en el animal, funciona ciertornecanismo incorporal o conf usamente adscrito aL

cuerpo, €l mecanismo psíquico, que es también unacosa, y encarga de su estudio a Ia psicolo gía, que es

ciencia natural. Pero el caso es que así llevamos tres-

cientos años y que todos los estudios naturalistas so-

bre el cuerpo y el alma del hombre no han servidopafa aclararnos nada de lo que sentimos como más

estrictamente hurnano, eso que llamamos cada cualsu vida y cuyo entrec ruzamiento forma las socieda-

des 9u€, ¡erviviendo, integran el destino humano. Elprodigio que la ciencia natural representa como cono-

cimiento de cosas contrasta brutalmente con el fraca-

so de esa ciencia natural ante lo propiamente hu'rnano. Ircl humano se escapa a La razón físico-flla-temática corno el agrra por una canastilla.

Y aquí tienen ustedes el motivo por el cual la feen la razón ha entrado en deplorable decadencia. Elhombre no puede esperar más. Necesita que Ia cien-

cia le aclare los problemas humanos. Está Y7, en el

fondo, un poco cansado de astros y de reacciones ner-

viosas y de átomos. Las primeras qeneraciones racio'nalistas creyeron con su ciencia f ísica poder aclararel destino humano. Descartes mismo escribió Va un

Tratado del hombre, Pero hoy sabemos que todos los

F¡rtentos, en principio inagotables, de las ciencias

naturales se detend rán siempre ante Ia extraña rea-

lidad que es la vida humana. ¿' Por qué ? Si todas ias

cosas han rendido grandes porciones de su secreto a

la razón física, ¿ por qué se resiste esta sola tan de-

22 2)

HISTORIA COMO SISTEMA

nodadamente? La causa tiene que ser profunda y ra-dical; tal vez, nacla rnenos que esto : que el hombreno es una cosa, que es falso hablar de la naturalezahumana, que el hombre no tiene naturaleza. Yocomprendo que oír esto ponga los pelos de punta a

cualquier físico, ya que significa, con otras palabras,declarar de raíz a la física incompetente para hablardel hombre. Pero que no se hagan ilusiones con máso menos claridad de conciencia, sospechando o noque h^y otro modo de conocimiento, otra raz6n c?-paz de hablar sobre el hombre-la convicción de esa

incompetencia es hoy un hecho de primera magniruden el horizonte europeo. Podrán los físicos senrirante él enojo o dolor-aunque ambos sean en estecaso un poco puerileS-, pero esa convicción es elprecipitado histórico de trescientos años de fracaso

La vida humana, por lo visto, no es una cosa, notiene una naturaleza y, en consecuencia, €s preciso r€-

solverse a pensarla con categorías, con conceptos Ía,-

dicalmente distintos de los que nos aclaran los fenó-rnenos de la materia. La empresa es difícil, pórque,desde hace tres siglos, el fisicismo nos ha habituadoa deiar a nuestra espalda, como entidad sin importan-cia ni realidad, precisamente esa extraña realidad quees la vida humana. Y así, mientras los naturalistasvacan, beatamente absortos, a sus menesteres profe-sionales, le ha venido en gana a esa extraña reali-dad de cambiar el cuadrante, y al entusiasmo por laciencia ha sucedido tibieza, despego, ¿ quién sabe si,maítana, fuanca hostilidad ?

Page 17: Ortega y Gasset, José, Historia como sistema

VI

Se dirá gu€, cdnforme iba notándose la resistencia

del fenóm.no humano a Ia razón física, iba tarnbién

acenruándose orra forma de ciencia opuesta a ella :

frente a las ciencias naturales, en efecto, surgían y se

desarrollaban las llamadas ciencias del espíritu, cien-

cias morales o ciencias cie la cultura. A Io cual r€s'

pondor pof lo pronto, 9ue esas ciencias d.l espíritu

-G eisteswissen-schaften-no han conseguidO, hasta

La fecha, suscitar Ia creencia en el hombre europeo'

como lo hab ían logrado l..rs naturales.

Y Se comprende que fuera así. Los representantes

de las ciencias del espíritu combatían los intentos

paladinos de investig6:r lo humano con ideas natLlra-

listas ; pero es el .ulo gue, de hecho, las ciencias del

espíritu no han siclo hásta hoy *á:. q.t9 un intenco

laivado de hacer lo misnro. Me erolica-ré'

Geist? W er inst clento der Rttrsclts2 r-preguntnba

Schopenhauer, malhumorado e insolente, pero. no sin

sobra de razón. Este gran concePto utópico de espí-

ritu prerendía opon.ri. al de Ia naruraleza. se pre"

, ¿Espíritu? ¿Quién es ese mozo?

HISTORIA COMO SISTEMA

sentía que la naturaleza no era la única re alidad y,

sobre todo, que no era la primaria o fundamcntal.Cuanto más se la apretaba, más parecía depcndcr de

lo humano. El idealismo alemán, como el, positivis-mo de Comte, significan el ensar/o de poner el hom-bre antes que la natural.eza. Fue aquél quien dio aI

hombre, en cuanto no es naturaleza, el nombre deGeist, espíritu.

Pero el caso es gue, aI intentar comprender lo hu-mano como realidad espiritual, las cosas no marcha-ban mejor : los fenómenos humanos mostraron Iamisma resistencia, Ia misma indocilidad a. deiarseapresar por los conceptos. Es rnás : quedó teservadoaI pensamiento de esa época permitirse las más es-

candalosas e irresponsables utopías. Se comprendemuy bien el malhumor y la insolencia de Schopen-hauer. La Filosofía de la Historia, de Hegel, y la Ltyde los tres estados, de Comte, son, sin duda, dos c¡bras

geniales. Pero bajo esta calificación de r genio r, Ioúnico que hacemos claramente es dirigir un aplausoa la magníÍica destreza de un hornbre como tal des-

treza, a lo que en él h^y de juglar, de ág1l o de atleta.Mas si estudiarnos esas obras-principalrnente Ia de

Hegel-desde el punto de vista decisivo, que es elde Ia responsabilidad intelectual y como síntoma de

un clirna moral, pronto advertimos que hubieran sido

imposibles, ceteris paribus, en ninsuna época normalde pensamiento, en nin,qún tiempo de continencia,mesura y patético respeto a la misión del intelecto.

Me atrevo a decir esto sólo como extrínseca señalde que la interpretación del hombre como realicladespiritual no pudo ser más que violenta, arbitraria

24 25

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

y fallida. Porque no es lícito en este contexto seguir

!*oú;n¿o rrirrabra aespíri-tur en un .'raq.g.sentido,

sino que conviene referirla al ciclo de sienificaciones

precisas que ha tenido en la filosofía de los dos últi-

mos siglos' res'ntamo: ' el conceptoY si ahora nos Preguntamos Por que

de espíriru se ha reveládo insuficiente par^ dar raz6n

de los humanos, nos encontramos con La siguiente

consideración fundamental :

cuando los caballeros del Espíritu salían en guerra

contra el naruralismo, resueltoi a refleiar escrupulo

samente los fenómenos humanos en su estricta genui-

nidad, "f.ítndo

de sí los concePtos y categorías que la

natura trzi tot obli,qa a pensar, oo advertían que aL

;;;;tt truuirn deiado ya a su espalda al enemigo'

veían sólo en la n"túr" leza cierios peculiares atri-

butos, como Ia especialidad, Ia fuetza, SU manifest&

ción sensoriar, etc.; y creían que basta con sustituirlos

por orros atributos antagónicos-la cogitatio, Ia cotl'

Ciencia, €[ pensarse a sí"misffio, etc'- paf a estar fue

Ía del naruralismo. En definitiva, comerían el misrno

error que Descarres cuando creyó suficiente pafa deL

finir el mot-méme oponerlo como res cogi'tans a Iares eNtensrt, pero

¿ colsiste la diferencia fundamental

enrre esa extraña reatidad que es el hombre, que es

el !o, y esa otra realidad que son los cuerpos' en que

;i 'i; ii.rr* y los cuerpos se extienden? ¿Qué in'

Convenlente h^V en que la misma res que. piensa, se

extien d^ y- t^ Áit-" res que se extienda piense? As'

rutam.n,é, f)escarres suele añadir que la res que .pien-sa no se éxtiende y la res que se extiende no piensa'

pero esra negación añadida es perfectarnente arbitra'

HISTORIA COMO SISTEMA

:i^, y Spinoza, que no se deió asusrar, saca tra¡qui-lamente la consecuencia de que una misma res-. ..-,N a-trlra siue Deas-piensa y se extiende. para dirirnir lactrestión fuera preciso hacer lo que Descanes no hizo,a saber : pregunrarse qué es .io de re:, cuál es tüestrudura previamente a su calificación de peosanreo extensa. Porque si los atriburos de cogitatio y 0x-tensio son de tal modo anragonistas quJ no puedenconvivir en una misma re!, es de sospéchar qüe cadauno de ellos repercure sobre la esrrucrura rrirrn, dela res como tal res, o, lo que es igual, que el térrninores resulta equívoco en ambas expresiones.

Ahora bien : el concepto de res había sido est¿[f s-cido por la on¡olo Eía tradicional. El error de orr.r*tes y el de los caballeros del Espíritu ha sido n0 lle-var a fondo su reforma de la filosofía y aplicar, sinmás, a la nueva realidad que aspiraban esiatui¡-l¿pensée, €l Geist-la doctrina verLrsta sobre el s€r, U[nente gue consiste en pensar, ¿ puede ser en el mismosentido en que es un enre que consiste en exrenderse?Adernás de diferenciarse _en que el uno piensa y .fotro se exrietd., ¿ no se diferencian en su mismO ser,como entidades sensil stricto?

En la antolo gía trad:cional, el término rer vasiem pre con iu,gado con el de narura, bien coño si-nónimo, bien en el sentido de que la natilra €s laver(radera rei,- el principio de la ,Zt, Como es sa.bi,Jo,el concepto de narura leza es de pura sangre ariega :

recibe una primera estabil ización en Arisióteles, iu.,mocl fica.la por los esroicos, enrra en el Renacimirnroy, fior aquel gran boquete inunda la época mode¡¡¿.En Robert Boyle adapta su expresión aún vigenre:

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JOSE ORTEGA Y GASSET

la natura 6 Ia regla o sistema de reglas según-la cualse comportan los fenómenos-en suma, Ia l.y t.

No es posible hacer aquí la historia del concepto

de naturaleza y sería ínefícaz hacer su resurnen. Paraahorrar palabras, me limito a una alusión : ¿ no es

sorprendente gu€, con perfecta continuidad, el térmi-no de naturaleza haya pasadc de significar lo que

siqni ficaba pafa Aristóteles a significar Ia l.y de los

fenómenos ? ¿ No es enorme la Cistancia entre am-

bos significados? Esa distancia-nótese-implicabanada menos que todo el cambio en Ia manera de pen-

sar sobre el Universo desde el hombre antiguo aL

hombre moderno. Pues bien : ¿ qué es lo 9ue, al tfa-vés de toda esa evolución, ha permanecido invaria-ble en el concepto de nat utaleza?

En pocos iemas Se ve con tanta claridad como en

éste hasta qué punto el hombre europeo es un here'

dero del hombre griego. Pero una herencia no es

sólo un tesoro i es, a Ia vez, una Carga y una cadena'

Larvada en el concepto de naturaleza hemos recibido

Ia cadena que nos ha hecho esclavos del destino he-

lénico.El pensamiento griego se constituye en Parméni'

des. Sin duda fue este hombre pura Bsencia de logrieqo, porque el hecho es que el eleatismo ha impe-

rado siempre en las cabezas helénicas. Todo 1o que

no era eleatis simple o comPuesto-fue sólo opo-

sición. Este dbstino griego sigue gravítando sobre

nosotros y, a pesar de algunas ilustres rebeliones' se'

1 C-assirer: Das Erkenntnis yoblem, II, 433.

HISTORIA COMO SISTEMA

F"i-9t prisioneros dentro del círculo mágico que di-bujó la ontolo gía eleática.

Desde Parménides, cuando el pensador ortodoxobusca el ser de una cosa entiende qu. busca una con-sistenciat fija y estática, por turtro, algo que el enreya €s, que y? lo integra o constituye. El prororip" deeste modo de ser, que tiene los c^rucr.té, de ii¡rr^,estabilidad y actualidad ( : ser ya lo que es), el

'or"-

totipo de tal ser eÍa el ser de los co.ri.pro, y de losob jetos matemáticos, un ser invariable, un ier-sienr-pre-lo-mismo. como se encont raba con que las cosasdel mundo en rorno eran mudad izas, át"n <anovi-miento >, comie nza por . negar su realidad. Arisróre-les, más cuerdo, renuncia I tal absolutismo y adoptauna solución Tuste milieu, Busca en la cosa muda-blelo que en su cambio no varía, lo que en su movimien-to permanece. A eso es a lo que llamo ( naiur aleza>>

de las cosas, por tanro, lo q.-,e en Ia cosa real pareceocultarse de ser, como son los concepios y lós ob-jetos matemáticos. I-a pbysis, gut;e, era el principioinvariable de las variaciones. De esre modo se hacíaposible conservaÍ el eleatismo fundamental del sery, sin embargo, pensar corno realidades las cosas quepara el eleatismo absoluto carecían de auténtica r-ea-lidad, de usía, oúoia. La idea del tiempo, inrer calán-dose entre la oüoia invariable y los estados diversosde la cosa, servía de puenre enrre la unidad latentedel ser y su aparenre multiplicidad. La res quedaba

1 Frente al términoalgo que existe ,iene unao lo otro.

existencia uso el de consistencia. Elconsistencia, es decir, consiste en esto

2g

i

t;

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

aquí concebida como algo qle tiene en su entraña

-€o su "plú-Ia misma condición ontológica que elconcepto y el triángulo : la identidad, Ia invariabi-lidad radical, la estabilidad, la profunda quietud quepara el griego significaba el vocablo ser,

El proceso que lleva la natura del aristotelismo a

cottn.itirse en 1^ regla o l.y estable de los inestables

fenómenos para Boyle, lejos de ser una degenereción

es una depuración del concepto originario !, comosi diiéramos, su confesión sincera. Así, en Comte'Stuart Mill todo pende, como de un clavo, de lac invariabilidad de las leyes de la naturalezar> . La oa,-

taraleza del pOsitivismo es ya pura y declaradu ain-variabilidado, ser fiio, estático. . . eleático 1.

Ahora bien : poner como condición a 1o real,para que sea admitido como tal, que consista en algoidéntico, fue la giqantesca arbitrariedad de Parmé-nides y, en general, del griego ortodoxo. No vamos

ahora a indaqar el origen de eso que llamo sublimeaarbitrariedad,r, aunque el tema es terriblementeatractivo. La palabra es concepto expreso, y el con-cepto es una realidad entre las real idades que tienela peculiariclad de consistir en identidad, diríamosde estar hecho de identidad. Al hablar sobre la rea-

lidad ontología-nos encontramos teniendc que ser

fieles, a la vez, a las condiciones de lo real sobre qr-le

pensamos y a las condiciones del pensar con que<rmanipulamos) Ia realidad.

I No entremos en la cuestronel relativismo de Comte. Sobreen un próximo esrudio aceÍca de

de si esto se com yagina conel asunto espero declararmeComte desconocido.

HISTORIA COMO SISTEMA

Se comprende perfeaamente que la filosofía, ens]l primer estadio, oo poseyese agilidad bastante paradistinguir, mientras pensaba sobre lo real, qué eraen lo pensado la porción perteneciente aI intelectoy qué lo que propiamenre perrenecía al obieto. Enrigor, hasta Kant no se ha empezado a ver con cla-ridad qLre el pensamiento no es copia y anejo de loreal, sino operación transitiva que sobre él se ejecu-tA, intervención quirúr gica en é1. Por eso desde Kanrha comen zado la filosofía lo que Platón llamaría suDeóleo'¡v r).0ó;. su u segunda navegación >, su segundoaprendizaie. El cual estriba en advertir gB€, si es

posible un conocimienro de la auténtica realidad

-aürd trj ¿v-( / sólo lo filosófico pretende serlo),

tendrá que consistir en un pensar duplicado, de iday vuelta; quiero decir, en un pensar 9u€, despuésde haber pensado algo sobre lo real, se vuelve conrralo pensado y resta de él lo que es mera forma inte-lectual, para dejar sólo en su desnudez la intuiiiónde lo real. La cosa es tremebunda y paradó iica, perono tiene remedio. En la formidable cruzada de libe-ración del hombre que es la misión del intelecto hallegado un momenro en que necesira éste liberarsede su más íntima esclavitud, esro €s, de sí mismo. Dedonde resulta gu€, precisamenie por habernos Kantenseñado que el pensamienro tiene sus formas pro-pias que proyecta sobre lo real, el fin del proceso porél iniciado consiste en extirpar a lo real rodas sus

formas, que le son, a la vez, inevitables y ajenas, yaprender a pensar en un p€rperuo ¡ alerta !, en unincesante modus ponendo tollens. En suma, tenemos

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JOSE ORTEGA Y GASSET

que aprender a desintelectualizar lo real a fin de ser-

le f ieles.EI eleatismo fue la intelectualización radical del

ser, y ella constiillye ei círculo máeico a que antes

me iefería y que es urqente trascenrler. Lo que en el

naturalismo nos estorba para concebir los fenóme-

nos humanos y loq tapa ante nuestra mente, oo son

los atributos secundarios de las cosas' de las res, sino

la idea misrna de fes fundada en el ser idóntico Y'

porque idéntico, fiio, estático, previo y dado. Donde

it. suril atributo perdure sique habiendo naturalis-

t¡o, Ser invariable. El naturali.smc €s, en su raí2, in-

telectualismo ( : proyección sobre lo real del modo

de ser peculiar ; los concep:os). Renunciemos ale-

gremente, valerosamente, a la comodiclad de presu-

áit que lo real es lógico , Y reconozcamos que loúnico lóqico es el pensamiento

t. Ya el obieto_nrate-

mático pres€nta simas de ilogismo tan tremendas cG

mo el ol"b.rinto de las dificultades de lo continuoD

y todos los problemas que inspiraron ? BroLrwer el'int.nro

de derrocar el ¡trincipit¿m tertii exclusi', La

física nos sorprende hoy dramáticamente con los es-

tados de in-ide ntif icación de los eleme ntos atóm icos.

No será necesario Ceclarar qlle este artículo no es

rrn tratado, Sino, todo lo Contrario, Llna serie de tesís

qlre presento inclefensa al fa.ir Flny meditativo de los

lectores. Creo, sin embargo, qlle ahora cob rari al-

gún sentido mi enigm ática afr,trr,ación antecedente, se-

1 Véase aLa Filosofía de la historiatoriología>. Reuista de Occidente, febrero,Hegel. Diltbey, €o esta C-olección.l

de Hegel y la his-L928. [Véase Kant.

HISTORIA COMO SISTEMA

gún la cua[, el concepro de Espíritu es un naturalis-mo larvado y, por ello, inoperanre frente a las con-cepciones naruralistas, sus presunras enemigas.

El espíritu, si algo en el mundo lo €s, es identidadY, por tanto, res, cosa, todo lo sutil, etérea, 9u€ sequiera. EI espíritu tiene una consistencia estácica : esya y desde iuego lo que es y va a ser. Era tan evi-dente la rebeldía de lo humano a ser concebido esrá-ticamenre, que pronto hubo de intentarse-If,ibniz-su perar el estatismo haciendo consistir al espíriru enectividad, en dynamis '. ¡ Intento vano ! porgue esaactividad, como toda acrividad, es siempre una y lamisma, fiia, prescrita, onrológicamenre inmóvil. EnHegel, €l movimienro del espíritu es pura ficción,porque es un movimiento inrerno al espíritu, cuyaconsistencia es en su verdad fiia,, estática y preesra-blecida. Ahora bien : toda entidad cuyo ser ionsisreen .ser idéntico posee evidenrernenre ya y desde luegotodo lo que necesita para ser. por esra razót, el r.tidéntico es el sbr substanre o substancia, el ser quese basta a sí mismo, el ser suficienre. Esto es la cosn.El espíritu no es sino una cosa. No parece sino queJas orras cosas son cosas por su n-,rr.iialidad' por suespacialidad, por su fuerza. De nada les serviría rodoesto si no fuesen además, y anres que toclo, idénricas,Por tanto, conceptos, La protocosa, la Urding, es el

I sólo Fichte represenra un caso aparre. Se advierte que¡alqa el verdadero ser dc la vida; p.to el intelecrualismo nole d.i" ver eso que palpa, y tiene, por fuerza, que pensareleáticamente. De aqrrí ese aspecro corr-oucdor

'de cieio ca-

minanre que lleva Fichre por las sierras de la metafísica

32 utsronle.-4 33

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

intelecro. Et identi- frca, cosi-fic a-a ef-d'in glicht-todolo dgmás'

^,|^-^^ ror Fc,-.íri.r dgrgcho aLos caballeros del Espíritu no tlenen

sentir ese asco frente a la naturaleza, un gracioso

ur.o plotiniano. Porque el error profundo del natura-

lismo es Ñ.rro def que se le supone: no consiste

en que rraremos las iáeas corno tí fuesen realidades

corporales, sino, al revés, en qug tratemos las reali-

dades-cuerpos o flHomo si fuesen ideas, conceP

tos: en surna' identidades' o,,lir Ao rrn le

cuando Héine, sin duda al salir de una lección (

Hegel, pi.g"nr"ú" a su cochero : u ¿ Qué- son ' las

ideas? >, éste respondía: ( ¿ Las ideas? . . - Las ide-¿s

son las cosas que se |e meten a uno en la Cabeza'"

pero el caso es que podemos más formalmente decir

que las cosas ,on las ideas que se nos salen fuera de

Ia cabeza y son tornaclas pot nosotros como reali-

dades. . r r

La necesidad de superar y trascencler la idr:a de

naruratrru-pro..d" precisamenre cle q.-le no puede va-

ler ésta corno r"uli.lo.l autént ica, sino que es a! qo

relativo al intelecto del hombre' el c'¿al' 'a' su vez'

no tiene realidad tomado aparre y s'-relto-éste es

el error de todo idealismo o <espiritr-ralisrnoD-' sinc

funcionando en una vida humana. moviclo pcr ur-

gencias consrirutivas de ésta . La narLrraleza er; una in-

terpretación transitoria que el hombre Lra daclo ^ loque encuentra fre nte a ii en su '¿icla' A ésta' pues'

corno realidad radical-que incluye y pref o;:ma to-

das las demás

Ahora sí que nos enconrrarnos frente a ella libera-

dos del naruralismo, porque hemos aprendido a in-

HISTORIA COMO SISTEMA

munizarnos del inrelectualismo y sus calendas grie-gas. Ahí escá el hecho previo a todos los hechos, enque todos los demás flotan y de que todos emanan :

la vida humana según es vivida por cada cual. IIi,cRbodu,s, hic salte, Se trata de pensarla urgentemente,según se presenta en su primaria desnudez, medianteconceptos atentos sólo a describirla y que no aceptanimperativo alguno de Ia ontolo gía tradicional.

Claro es que este artículo no pretende desarrollaresa empresa y se limita a insinuar lo más imprescin-dible para que su título--Historiz como sisterncobre un sentido preciso.

34

Page 23: Ortega y Gasset, José, Historia como sistema

vII

Mal podía la raz6n físico-rnatern ánica, en su forma

crasa d¿ naturalismo o en su forma beatífica de es-

piritualismo, afrontar los problernas humanos. Por

r" misma constitución, no podía hacer más que bus-

caÍ la natura leza del hombre. Y, claro está, no La

encontraba. Porque el hombre no tiene naturaleza.

El hombre no es su cuerpo, 9ue es una cosa; ni es

su alma, psique, co-nciencia o espíritu, que es también

una cosa. El hombre no eS cosa ninguna, Slno un

drama-su vida, un puro y universal acontecimien-

to que acontete a cada cual y en que cada cual no

€S, a, su vez, sino acontecimiento. Todas las cosas'

sean las que fueren, son ya meras interpretaciolesque se esfu erzan en dar lo que encuentran. El hombre

no encuentra cosas, sino que las pone o supone. Lo

que encuentra son puras dif icultades y puras facili-

d"des pafa, existir. El existir mismo no le es dado

< hecho> y regalado como a La piedra, sino q,r*-ri-zando el rizo que las primeras palabras de este ar'tículo inician, diremos-al encontrarse con que exis-

te, al acontecerle existir, lo único que encuentra o

le acontece es no tener más remedio que hacer algo

HISTORIA COMO SISTEMA

Dara no dejar de existir. Esio muesrra que el modode ser de la vida ni siquiera como simple existenciaes Jer !d, puesto que lo único que nos es dado y quehoy cuando h^y vida humana es rener que hacérsela,cada cual la suya '. la vida es un gerundio y no unparticipio : un faciendum y no un factum, La vidaes quehacer. La vida, en efecto, da mucho que ha-cer. Cuando el médico, sorprendido de que Fonre-nelle cumpliese en plena salud sus cien años, le pre-guntaba qué sentía, el cenrenario respondió : Rien,rien du tor¿t. .. Seulentent une cert(ine dif f icaltéd'étre. Debemos genera lizar y decir que la nida, nosólo a los cien años, sino siempre, consisre en diffi-culté d'átre. Su modo de ser .J formalmente ser di-fícil, un ser que consiste en problemática rarea. Frenteal ser suficiente de Ia sustancia o cosa, la vida es' elser indigente, el ente que lo único que riene es, prGpiamente, menesteres. El astro, en cambio, v3, dor-mido como un niño en su cuna, por el carril de suórbita.

En cada momento de mi vida se abren anre mfdiversas posibilidades : puedo hacer esro o lo otro.Si hago esto, seré A en el instanre próximo; si hagolo orro, seré B. En esre instante puede el lecror dejar

t Be.gson, el rnenos eleárico de l<¡s pensadores y a quienen tantos puntos renemos hoy que dar la raz6n, emplea cons-tantemente la expresión l'étre en se faisant. Mas si se compa-ta su sentido con el que mi rexto da a esas rnismas palabras,se adviene la diferencia radical. En Bergson, el término tefaisant no es sino un sinónimo de deuenir. En mi rexro, elhacerse no es s<ilo deaenir, si¡o adenrás el modo como deaienela realidad hurnana, eu€ es efectivo y lireral chacersen, dtga-mos c fabricarseD.

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

de leerme o seguir leyéndorne. Y por escasa que sea

la importancia de este ensayo, según que haga louno o lo otro, el lector será A o será B, habrá hechode sí mismo un A o un B. El hombre es el ente quese hace a sí mismo, üo ente que la ontolo gía tradi-cional sólo topaba precisamente cuando concluía yque renunciaba a entender: Ia causa sr4i, Con Ia di'ferencia de que la cail.sa sui sólo tenía que <resforzar-s€r en ser Ia caasa de sí mismo, pero no en determi-nar qué sí mismo iba a causar.Tenía, desde luego, unsí mismo previamente fiiado e invariable, consistente,por ejemplo, en infinirud.

Pero el hombre no sólo tiene que hacerse a símismo, sino que lo más grave que tiene que haceres determinar lo qrle va a. ser. Es causa sui en segun-da potencia. Por una coincidencia que no es casual,la.doctrina del ser viviente sólo encuentra en la tta-dición como conceptos aproximadamente utilizableslos que intentó pensar la doctrina del ser divino. Siel lector ha resuelto ahora seguir leyéndome en elpróximo instante será, en últirna instan cia, porquehacer eso es lo que meior concuerda con el p,rogramageneral que Wra su vida ha adoptado, por tanto, conel hombre determinado que ha resuelto ser. Este pro-grama vital es el yo de cada hombre, el cual ha ele-gido entre diversas posibilidades ,de ser que en cadainstante se abren ante él t

Sobre estas posibilidades de ser importa decir losiguiente:

I Véase, del autor,cidente, I\Áadrid, l9)2.

cGoethe desde denuon , Reaista de Oc-[V&se tomo fV de Obras Completas.l

38

HISTORIA COMO SISTEMA

1.o Qr. tampoco me son regaladas, sino que ten-go que inventármelas, sea originalmente, sea por recepción de los demás hombres, incluso en el ámbitode mi vida. Invento proyecos de hacer y de ser envista de las circunsrancias. Esto es lo único que en-cuentro y que me es dado : la circunstancia t. Se ol-vida demasiado gue el hombre es imposible sin ima-ginación, sin la capacidad de inventarse una figurade vida, de <idear> el personaje que va a ter. Elhombre es novelista de sí mismq original o pla-giario'.

2.o Entre esas posibilidades rengo que elegir. portanto, soy libre. Pero, entiéndase bien, soy por faenalibre, lo soy quiera o no. la libertad no es una acri-vidad que ejercita un enre, el cual aparte y anres deejercitarla tiene ya un ser fijo. Ser libre quiere decircarecer de identidad constituriva, no esrar adscrito aun ser determinado, poder ser otro del que se era yno poder instalarse de una vez y para siernpre enningún ser determinado. Lo único que h"y de serfijo y esrable en el ser libre es Ia constitutiva inesta-bilidad.

Para hablar, pu€s, del ser-hombre renemos queelaborar un concepto no-ele ático del ser, como se haelaborado una geometría no-euclidiana. Ha llegado

1 Véase, del auror, Med.itaciones del Qui,jote, 1914. Yaen este viejo libro rnío se sugiere que yo no soy más que uningrediente de esa iealidad radical <mi vida>, cuyo orro in-grediente es la circunsrancia.2 Recuérdese que los estoicos hablaban de una <imagina-ción de sí -isnlou.

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

la l¡<¡r;r cle quc la simiente de Herácliro dé su marlna( ( ¡rl'i lut.

lil hc¡mbre es una entidad infinitamenre plásticade la que se puede hacer lo que se quicra. Prccisa-mente porque ella rlo es de suyo nacla, sino merapotencia para ser (como usted guiera>. Repase en unminuto el lector todas las cosas que el hombre hasido, es decir, que ha hecho de sí-desde el < salva-je, paleolítico hasta el joven surrealilta de París. Yono digo que en cualquier insranre pueda hacer de sícualquier cosa. En cada instante se abren anre él po-sibilidades limitadas-ya veremos por qué límires.Pero si se torna en vez de un insrante todos los ins-tantes, no se ve qué fronreras pueden ponerse a Iaplasticidad humana. De Ia hembra pale'olítica han SA-

lido madame Pompadour y Lucila de Chareaubriand;del indígena brasileño que no puede conrar arriba cle

cinco salieron Newton y Enrique Poincaré. Y esire-chando las distancias rem porales, recuérdese queen 187 3 vive todavía el liberal Str-rart l*dill, y en 1903el liberalísimo Herbert Spencer, .y que en L92L y^están ahí mandando Sralin y Mr:ssolini.

Mientras tanto, el cLrerpo y la psique del hombre,su naturrtleza, no ha ex perimentado cambio alqunoirnpcrtante al que quepa claramenre arribr,rir aquellasefectivas mutaciones. Por el contrario. sí ha aconte-cido el cambio (sustancialu de la realiciad trvida hu-mana)) que supone pasar el hombre de creer que rieneque existir en un mundo compuesro sólo de volun-tades arbitrarias a creer que tiene que existir en unmundo donde h^y ( narur aleza>> , consistencias inva-riables, identidad, etc. La vida humana no es, por

HISTORIA COMO SISTEMA

tanto, una entidad que cambia accidentalmente, sino,aI revés, en ella Ia ( sustancia > es precisamenre cam-bio, lo cual quiere decir que no puede penr¿rse eleá-ticamente como susran cia. Como la vida es un c dra-tnaD que aconrece y el (sujeto> a quien le aconreceno es una (cosa)) aparrc y anres de su drama, sinoque es f unción de éL, quiere decirse que la ( susran-cia.,r sería su argumento. Pero si éste varía, quieredecirse que Ia variación es ( susrancial >.

Siendo el ser de lo viviente un ser siempre disrintode .sí mismo-en términos de la escuela, uo ser me-tafísicamente y no sólo físicamenre móvil-, tendráque ser pensado medianre concepros que anulen supropia e inevitable idenridad. Lo cual no es cosa rantremebunda como a primera vista parece. Yo no pue-do ahora rozan siquiera Ia cuestión. Sólo, para no de-i^r Ia menre del lector flotando desorienrada en elvacío, me permito recordarle que el pensamiento tie-ne mucha más capacidad <ie evirarse a sí mismo quese suele suponer. Es constirurivamenre generoso : esel gran alrruisra. Es capaz de pensar lo más opuesroal pensar. Basre un ejemplo : huy concepros que al-gunos denominan < ocasionales >. Así el conceproeaquí>, el concepto (yoD, el concepro <<éster. Talesconceptos o significaciones tienen una idenridad for-mal que les sirve precisamenre para asegurar la no-identidad constitutiva de la materia por ellos signi-f.icada o pensada. Todos los concepros que quieranpensar la auténtica realidad-que es Ia vida-rienenque ser en €Ste sentido <ocasionales>. Lo cual no eS

extraño, porque la vida es pura ocasión, y por eso elcardenal Cusano llama aI hombre un Deis occasio-

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

nntus, porque, según éI, el hombre, al ser libre, es

creador como Dios, se entiende: es un ente creadOr

de su propia entidad. Pero, a diferencia de Dios, su

creación no es absoluta, sino limitada por Ia ocasión.

Por tanto, literalmente, lo que yo oso afírmar: que

el hombre se hace a sí mismo en vista de la circuns.tancia, gu€ es un Dios de ocasión.

Todo-concepto es una allgemeine Bedeutung (Hus-serl). Pero, mientras en los otros conceptos Ia gensralidad consiste en gü€, aI aplicarlos 'a un caso sin''gular, debemos pensar siemprc lo mi'smo que al apli'cado a otro caso singular, en el concepto ocasional,

la generalidad acr,úa invitándonos precisamente a nopensar nunca Io ntismo cuando lo aplicamos. Eiem-plo máximo, el propio concepto avida> en el senti-

do de vida humana. Su significación qua sienificación€s, claro está, idéntica ; pero lo que significa es nosólo algo singular, sino algo único. La vida es la de

cada cual.Permítaseme, en gracia de la brevedad, que inte-

rrumpa aquí estas consideraciones y r_enuncie a saliral p"io de tas más obvias dificultades'.

1 Por ejemplo, si dos vidas cuyos. atributos fuesen los

rnismos y, por ianto, indiscernibles, no serían la mi'srna vida.La idea de la vida obliga, en efecto, ^ invertir el principioleibniziano y a hablar de <discernibilidad de los idénticos>.O bien, cómo si la vida es única es, a la vez, múltiple, puestoque se puede hablar de las vidas de los otros, etc., etc. Todasesras dificultades se engendran eil los viejos hábitos intelec'tualisras. La más interesante y fértil consiste en preguntarsecómo es que <definimcs> Ia vida mediante caraderes BQfir-ta.-

les diciendo que es en todos sus posibles casos esto y estoy esto.

VIII

Lindoro, ür antiguo homme ¿ femmes, rne hace

esta confianza i

aAyer he conocido a Hermione : es una muier €o-

cantadora. Ha estado conmigo deferente, insinuante.Se me ocurre hacerle el alnor e intentar ser corres-'pondido. Pero ¿ es que mi auténtico ser, eso que

llamo !o, puede consistir en (ser el arnante de Her-mione> ? Apenas, en la anticipación que es el ima-ginar, me represento con alquna precisión mi amorcon Hermione, rechazo enérgicamente tal proyectode ser. ¿ Por qué ? No encuentro reparo alguno queponer a Hermione, pero es... que tengo cincuentaaños, y a los cincuenta años, aunque el cuerpo se

conserve tan elástico como a los treinta y los resortes

psíquicos funcionen con el mismo vigor, no puedoya ser amante de Hermione. Pero ¿ por qué? ¡ Ahíestá ! Porque, como tengo bastantes años, he tenidotiempo de ser ant€s el amante de Cidalisa y el aman-te de Arsinoe y el amante de Glukeia, y ya sé lo que

es <rs€f árnaot€>, conozco sus excelencias, pero cGnozco también sus límites. En suma, he hecho a fon-do la experiencia de €sa forma de vida que se llama

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

(amar a una muiero y, Írancamente, ffi€ basta. Dedonde resulta que la (causaD de que yo no sea rnx-ítana un amante es precisamente que lo he sido. Sino lo hubiera sido, si no hubiera hecho a fondo esa

experiencia del arnor, yo sería el arnante de Her-mione.n

He aquí una nue\ra dimensión de esa extraña rca-lidad qde es la vida. Ante nosotros están las diversasposibilidades de ser, pero a nuestra espalda está loque hemos sido. Y lo que hemos sido acttta negati-vamente sobre lo que podemos ser.

El hombre europeo ha sido ademó cratan , c libe-ral n, c absolutista n, c feudal n , p€ro ya no lo es. ¿ Quie-re esto decir, rigorosamente hablando, que no sigaen algún modo siéndolo? Claro que no. El hombreeuropeo sigue siendo todas esas cosas, pero lo es enla c forma de haberlo sido >. Si no hubiese hecho esas

experiencias, si no las nrviese a su espalda y no lassiquiese siendo en esa peculiar forma de haberlassido, es posible qug ante las dificultades de la vidapolítica acnral, s€ resolviese a ensayar con ilusión al-guna de esas actitudes. Pero a haber sido algo > es lafuerza que más autom áticamente impide serlo.

Si Lindoro nci hace el arnor a Hermione, por tan-to, si la realidad de su vida es ahora la que €s, la queva a. ser, se debe a lo que vulgarmente se llama ( €x-periencia de la vidar. Es ésta un conocimiento de loque hemos sido que la memoria nos conserva y queencontramos siempre acumulado en nuestro hoy, ennuestra acrualidad o realidad. Pero es el caso que ese

conocimiento determina negativamente mi vida enlo que ésta tiene de realidad, en su ser. De donde

HISTORIA COMO SISTEMA

resulta que la vida es constituiivamente experienciade La vida. Y los cincr.ren ra años sign if ican una r€8-

lidad absoluta, no porque el cuerpo flaquea o la psi-quis se afloja, cosa que a veces no aconrece. sino por-que a esa edad se ha acumulado más pasado vivienre,se ha sido más ccsas y se a tiene más experiencra r.De donde resulta que el ser del hombre es irreversi-ble, está ontológicamenre forzado a avanzaÍ siempresobre sí mismo, oo porque ral instante del riem pono puede v<¡lver, sino aI revés : el tiempo no vuclveporque el hombre no puede volver a ser lo que hasido.

Pero la experiencia de Ia vida no se componesólo de las experiencias que y.o personalmente hehecho, de mi pasado. Va integrada también por elpasado de los antepasados que la sociedad en quevi.vo me transmite. La sociedad consisre primariamen-te en un repertorio de usos intelectuales, morales, po-!íticos, técnicos, de juego y placer. Ahora bien : p^raque una forma de vida-una opinión, una conduc-ta-se convierta en uso, en vigencia social, €s preciso( que pase tiempo> y con ello que deie de ser unaforma espontánea de la vicia oersonal. El uso tardaen formarse. Todo uso es vieio. O lo que es igual,la sociedad eS, primariamente. pasado, y relativarnen-te aI hombre, tardígrada. Por lo demás , la instaura-ción de un nuevo uso-de una nueva <r opinión pír-

blica> o <creencia colectivs n. de una nueva moral,de una nueva forma de gobierno-, la deterrninaciónde lo que la socieclad en c¿rcla momenro ua a Íer, cle-

pende de lo que ha sido, lo mismo que la vida per-sonal. En la crisis política actual, las sociedades de

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JosÉ oRTEGA y cASSET

Occidente se encuentran con que no pueden ser, sinmás ni rnás, sliberalesrr (demóctutr^ir, (monáiqui-czs >, < feudales D, ni,. . . s,f,anónicas ), pf€cisamente por-que ya lo han sido, por sí o por saber cómo lo fueronotras. En la copinión pública política> actual, €o eseuso hoy vigentq sigue acnrando una porción enorrnede pasado y, por tanrq es todo eso en Ia forrna dehaberlo sido t.

Tome el lector, sencillamenre, nora de to que leWa cuandq anre los grandes problemas políticos ac-t-uales, quiere adoptar una actitud. Prirnero se ponede pie en su rnenre una cierta figura de posiblé go-bernación, por ejemplo: el auroritarismo. ve en ?1,con razón, el medio de dominar algunas dificultadesde la situación política, Mas si esa solución es Ia pri-fnera o una de las primeras que se le han ocurrido,no es por casualidad. Es ran obvia precisamenre por-que ya estaba ahí, porque el ledor no ha tenido queinventaila por sí. Y estaba ahí no sólo corno proyec-

-E-

I Es ya sobrada mi audacia y, consiguienternenre, rni ries.go al haber atacado L la @rteta, como solían los guerrerosmedas, los remas más pavorosos de la ontología genáral. per-mítaseme que al llegar a esre punro, en que fueia necesario,Van ser un poco claro, frjar bien La diferencia enüe la lla-.mada <vida cclecdva o social> y la vida personal, renuncieradicalmente a hacerlo. Si el lector siente alguna curiosidad pormis ideas sobre el asunto, como en general, por el desarrollo detodo lo antecedente, puede hallarlo expuesro con algún decoroen dos libros próximos a publicarse. En el primero, bajo el tíru-lo El hombre y la gente, hago el intentó leal de una socio-Logía donde no se eludan, corno ha aconrecido hasta aquí, losproblemas verdaderamerite radicales. El segund s-5o6¡¿ hrazón aioiente-es el ensayo de una fuirnd pbilosopbia. IVA-se El hombre y la gente, en esta colección.J

HISTORIA COMO SISTEMA

to, sino como experiencia hecha. El lector sabe, porhaber asistido a ello o por referencias, que ha ha-bido monarquías absolutas, cesarisffio, dictaduras uni-personalr,s o colectivas. Y sabe también que todosestos autoritarismos, si bien resuelven algunas difi-cultades, no resuelven todas ; anres bien, rraen con-sigo nuex¡as dificultades. Esto hace que el lector re-chace esa solución y ensaye mentalmente otra en Iacual se eviten los inconvenientes del autoritarismo.Pero con ésta le acontece lo propio, y así sucesivamente hasta que agota todas las figuras de goberna-ción que son obvias porque ya estaban ahí, porquey^ sabía de ellas, porque habían sido experimentadas.At cábo de esre movimienro intelectual aI través delas formas de gobieroo, se encuentra con que since-ramente, con plena convicción, sólo podría aceptaruna. .. nueva, una que no fuese ninguna de las sidas,que necesita ínvent arla, inventar un nuevo ser delEstado-aunque sea sólo un nueu o autoritarismo, oun nueao liberalismo-, o buscar en su derredor aI-guien que Ia haya inventaclo o sqa capaz de inven-tatl,a. He aquí, pues, cómo en nuestra actitud políticaactual, €o nuestro ser político, pervive todo el pasadohurmsno que nos es conccido. Ese pasado es pasadono porque pasó a otros, sino porque forma parte denuestro presente, de lo que somos en la forma de ha-ber sido; en suma, porque es nuestro pasado . La vidacomo realidad es absoluta presencia: no r:uede decir-se que hny algo si no es presente, acrual. Si, pues,bay pasado, lo habrá como D,resente y actlrando aho-Ía en nosotros. Y, en efecto, si analizamos lo queahora somos, si miramos aI trasluz la consistencia de

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JOSE ORTEGA Y GASSET

nuestro presente Para descomponerlo en sus elemen-

tos como pueda hacer el químico o el físico con un

cuerpo, nos encontramos, sorPrendidos, con que nues-

tfa vida, que es siemPre ésta, la de este instante pre',sente o acnral, s€ compone de lo que hemos sido

personal y colectivarnenre. Si hablamos de sef en el

sentido tradicional, cOmo ser ya lo que se €s, comoser fi jo, estático, invariable y dado, tendremos que

decir que lo único que el hombre tiene de ser, de

( natur aleza>> , es lo que ha sido. El pasado es el mo-

rnento de identidad en el hombre, lo que tiene de

cosa, lo inexorable y fatal. Mas, por lo mismo, Si el

hombre no tiene más ser eleático que Io que ha sido,

quiere decirse que su auténtico ser, el 9u€, en efec-

to, es-y no sólo c ha sido D-, es distinto del pasa-

do, consiste precisa y formalmente en ( ser lo que no

ha sido>, en un ser no-eleático. Y como el término( ser )) está irresistiblemente ocupado por su signif ica'

ción esrárica tradicional, convendría libertarse de é1.

El hombre no €s, sino que a v4 siendo > esto y lootro. Pero el concepto ,< ir siendo u es absurdo : pro-

mete algo lógico y resulta, tl 'cabo, perfectamenteirracional. Ese < ir siendo u es lo gu€, sin absurdo,

llamamos <rvivirrr. No digamos, pues, gue el hombreos, sino que uiue,

Por otra parte, conviene hacerse cargo del extrañomodo de conocimiento, de comprensión gue es ese

análisis de lo que concretamente es nuestra vida, portanto, Ia de ahora. Para entender la conduca de Lin'doro ante Hermione, o la del legor ante los proble-mas públicos; para averiguar la razón de nuestro

I{ISTORIA COMO SISTEMA

ser o, lo que es igual, For qué somos corno somos,

¿ qué hemos hecho ? ¿ Q*é fue lo que nos hizo corn-prender, concebir nuesrro ser ? Sirnpiemenre conrar,naÍÍaÍ qLle antes fuí el amanre de esra y aquella rnu-i.r, que ant:es fuí cristiano ; que el lecror, por sí opor los otros hombres de que sabe, fue absolutista,cesarista, demóc rata,'etc. En suma, aquí el f azona-miento esclarececlor, la razón, consiste en una narra-ción. Frente a la nzón pura físico-m atemárica h*y,pues, una razón naffativa. Para comprencler algo hu-mano, personal o colectivo, es prreciso contar unahistoria. Este hombre, esra nación hace tal cosa y es

así porque antes hizo tal orra y fue de nl orro modo.La vida sólo se vuelve un poco rransparenre ante la¡azón histórica,

Las formas más dispares del ser pasan por el horn-bre, Para desesperación de los intelectualistas, el ser€s, en el hombre, rnero pasar y pasaile: le epas?, serEestoico, cristiano, racionalista, vitalista. Le pasa serla hembra paleolítica y la Marquesa de Pompadour,Gengis-Khan y Stephan George, Pericles y CharlesChaplin. El hombre no se adscribe a ninguna de esas

formas : las atraviesa-las vive--<orno la flecha de7-,enón, a pesar de Zenón, vuela sobre quietudes.

El hombre' se inventa un progra ma de vida, unafigura estática de ser, que responde satisfactoriamentea. las dificultades que la circunstancia le plantea. En-saya esa figura de vida, intenta real izar ese persona jeimaginario que ha resuelto ser. Se embarca ilr-rsionadoen ese ensayo y hace a fondo la experiencia de é1. Estoquiere decir que llega a creer profundamenre que ese

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JOSE ORTEGA Y GASSET

personaie es su verdaJero ser. Pero al experimentarloaparecen sus insuficiencias, los límites de ese progra-

rna vital. No resuelve todas las dificultades y produce

otras nuevas. La figura de vida aparecíí primero de

frente, por su faz luminosa : por eso fue ilusión, eo-

tusiasmo, la delicia de la promesa. Luego se ve su

lirnitación, su espalda. Entonces el hombre idea otroprogra ma vital. Pero este segundo programa es con-

formado, no sólo en vista de la circunstancia, sino en

vista también del primero. Se procura que el nuevoproyecto evite los inconvenientes del primero. Portanto, en el segundo sigue actuando el primero, que

es conservado para ser evitado. Inexorablemente, e[

hombre evita el ser lo que fue. Al segundo proyectode ser, a la segunda experiencia a fOndo, sucede unatercera, foriada en vista de la segunda Y la primera,y así sucesivamente. El hombre (va siendo> y <des-

siendoD-viviendo. Va acumulando ser-el pasa-

do,_: se va hacierido un ser en la serie dialéctica de

sus experiencias. Esta dialéaica no es de la raz6n lógica, sino que precisamente de la histórica-es la Real'd,ialektik, con que en un rincón de sus papeles soñaba

Dilthey, el hombre a quien más debemos sobre laidea de Ia vida y, para mi gusto, el pensador más im-portante de la segunda mitad del siglo xlx.

¿ En qué consiste esa dialéctica que no tolera las

fáciles anticipaciones de la dialéctica lógica? ¡ Ah !'eso es lo que h^y que averiguar sobre los hechos. H^yque averiguar cuál es esa serie, cuáles son sus estadios

y en qué consiste el nexo entre los sucesivos. Esta

averiguación es lo que se llamaúa historia" si la

HISTORIA COMO SISTEMA

historia se propusiese averiguar eso, esto €s, conver-tirse en razón histórica t.

Ahí esrá, esp€rando nuestro estudio, €l auténticou ser D del hombre-rendido a lo largo de su pasado.El hombre es lo que le ha pasado, lo que ha hecho.Pudieron pasarle, pudo hacer orras cosas, pero heaquí que lo que efectivamenre le ha pasado y ha he-cho constituye una inexorable rrayectoria de expe-riencias que lleva a su espalda, como el vagabundoel hatillo de su haber. Ese peregrino del ser, ese sus-tancial emigranre, es el hombre. Por eso carece desenddo poner límites a lo que el hombre es capazde ser. En esa ilimiración principal de sus posibiti-dades, propia de quien no tiene una narura liza, sóloh^y una línea ñj^, preestablecida y dada, que puedeorientarnos, sólo h^y un límite: el pasado. Las €x-periencias de vida hechas estrechan el fuilro del hom-bre. Si no sabemos lo que va a ser, sabemos lq queno va a ser. Se vive en vista del pasado.

En suma, que el hombre no tiene nataralezd, sinoqtle tiene... bistoria. O, lo que .es igual : lo que lanaturaleza es a las cosas, es la historia-como resgertae-al hombre. Una vez más tropezamos con laposible aplícación de concepros teológicos a Ia reali-dad humana. Deus cui boc est natura qaod f ecuit. ..,dice San Agustín'. Tampoco el hombre tiene otÍa(naturale'za>> que lo que ha hecho.

Es sobrem anera cómico que se condene el histori-

r Por tanro, la tzzón hisróricazón a postsriori.

2 De Genesi d¿ littqam, Vf,tomo 24.

€s, corno la física, una ra'-

13, 24; Patrología latina,

I

5150

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

cismo porque procluce en nosotros o corrobora la con-

cicncia .le que^lo hurnano es, en rodas sus direcciones'

rnudadizo i nu,lu concreto es en él estable' ¡ Como -si

el ser .r,ÁI.--lu pieclra, por eiemplo-f uese prefe-

rible al murante ! La muración .. sustar:cial > es la

.o"ái.i¿" de que una entidad pueda ser progresiva

como tal entidad, que su set consista en progr€so'

Áhor^ bien: del hómbre es preciso decir, no .sóloque su let es variable, sino que su ser crece Y, en

esre sentrdo, gü€ progresa. El errot del vieio progre-

sismo estribaba en afñmar a priori que progfesa.hacia

lo mejor. Esro sólo podlá decirlo a posteriori' Ia r^-

z6n histórica .orr.r.t". Esra es la g_ran averiguación

que de ella esperamos, pfesio que de ella esPeramos

Ia ac?aración de la t*iidud humana y con ello de

óe-* lo bueno, qué es lo rnalo, quq es lo meior y

dué es lo Peor. Pgio el catáqet simplelnente progre-

sivo de noástra vida sí es cosa que cabe-afirmar a 'prio-

ri, con plena evidencia y con segurii"d incomp ra-

ble a la ñ h" ilevad o á supon.ilr irlplggresividad

de la ,rr*r,leza, es decir, f^ < invariabilidad de sus

ñ; i.-Et mismo conocimiento que nos descubre La

variaciónlei hombre nos hace parente su consisterl-

cia progresiva. El europeo actual no es solamente dis-

tinto de lo que era. hace cincuenta años, sino que su

ser de ahora incluye el de hace medio siglo' El eu-

ropeo actual se siente hoy -titt fe viva en la ciencia,

prlcisamenre porque hace cincuenta años creía a' fon-

do en ella. E; fe vigenre hace medio siglo puede de-

? las últimas palabras de la nota final

,2

HISTORIA COMO SISTEMA

finirse . con suficiente rigor, y entonces se vería queera tal porque hacia 1800 esa misma fe en Ia cienciatenía otro perfil, y así sucesivamente hasta 1700, apro-ximadamente, fecha en que se constituye como (creen-cia colectiva )) , como a vigencia social >, Ia fe en larazón. ( Antes de esa fecha, Ia fe en La razón es unacreencia individual o de pequeños grupos particula-res que viven sumergidos en sociedades donde La fe en

Dios, ya más o menos inercial, sigue vigente.) En nues-tra crisis presente, en nuestra duda ante la tazón, €o-

contramos, pues, inclusa toda esa vida antecedente.Somos, pues, todas esas figuras de fe en Ia raz6n yademás somos la duda que esa fe ha engendrado. Somos otros que el hombre de 1700 y somos más.

No h^y, por tanto, que lagrimar demasiado sobrela mtr danza de todo lo humano. Es precisamente nues-tro privilegio ontológico. Sólo progresa quien no está

vinculado a lo que ayer eÍa, preso para siempre cnese ser que ya es, sino que puede emigrar de ese ser

í otro. Pero no basta con esto: no basta que puedalibertarse de lo que ya es para tomar una nueva for-rnx, como Ia serpiente que abandona su camisa paraquedarse con otra. El progreso exige que esta nuevaforma sup€re la anterior y, para superatla, la conser-ve y aproveche; que se apoye en ella, que se subasobre sus hombros, como una temperarura más altava a caballo sobre las otrds más baias. Progresar es

acumulat ser, tesaurizar realidad. Pero este aumentodel ser, referido sólo aI individuo, podía interpretar-se naruralísticamente como mero desarrollo o eno-

ddio de una disposición inicial. Indemostrada comoestá la tesis evolucionista, cualquiera que sela su pro-

1 Remito al lectordel capítulo anterior.

53

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JOSE ORTEGA Y GASSET

babilidad, cabe decir que el tigre de hoy no es másni rnenos tigre que el de hace mil años : esrrena elser tigre, es siempre un primer tigre. Pero el indivi-duo humano no estrena la humanidad. Encuentradesde luego en su circunstancia otros hombres y lasociedad que entre ellos se produce. De aquí que su

humanidad, la que en él comie nza a desarrollarse,parte de otra que ya se desarrolló y llegó a su culmi.nación; en suma, acumula a su humanidad un modode ser hombre ya forjado, que no tiene él que inven-tar, sino simplemente instalarse en é1, partir de élp^ra su individual desarrollo. Este no empieza paraé1, como en el tigre, que tiene siempre que empezarde nuevo, desde el cero, sino de una cantidad positivaa la que agrega su propio crecimiento. El hombre noes un primer hombre y eterno Adán, sino que es f,or-malmente un hombre segundo, tercero, etc.

Tiene: pu€S, su virrud y su gracia ontoló gica lacondición mudadiza y da ganas de recordar las pa-

labras de Galileo: I detrattori della corruptibilitdmerituebber d'esser cangiati in statue.

Tome el lector su vida en un esfuerzo de reflexióny mftela a trasluz como se mira un.vaso de agua paraver sus infusorios. Al preguntarse por qué su vida es

así y no de otro modo, le aparecerán no pocos detallesoriginados por un incomprensible azar. Pero las gran-des líneas de su realidad le parecerán perfectamentecomprensibles cuando vea que es él así porque, endefinitiva, es así la sociedad-ael hombre colectivoD-donde vive y, a su vez, el modo de ser de ésta que-dará esclarecido al descubrir dentro de él lo que esa

sociedad fue-crey6, sintió, prefirió<ntes, y así su-

HISTORIA COMO SISTEMA

cesivamente. Es decir, que vetá en su propio e ins-tantáneo hoy, actuando y viviente, el escorzo de tocloel pasado humano. Porque no puede aclararse elayer sin el anteayer, y así sucesivamenre. La historiaes un sistema-eL sistema de las experiencias huma-nas, que forman una cadena inexcrable y única. Deaquí que nacia pueda esrar verdaderamenre claro enhistcria mientras no está toda ella cl,aÍa. Es imposibleentender bien lo que es ese hombre < racional ista reuropeo, si no se sabe bien lo que fue ser cristiano,ni lo que fue ser cristiano sin saber lo que fue serestoico, y así sucesivamente. Y este sistemati.smo re-furr. gestarunr. reobra y se potencia en Ia historiacomo cognitio rerum gestarnrn, Cualquier términohistórico, para ser preciso, necesita ser fijado en fun-ción de toda Ia historia, ni más ni menos que en laLógica de Hegel cada concepro vale sólo por el huecoque le dejan los demás '.

I I,o que quiero decir con la superlativa abreviatura quelas úldmas líneas representan quedará un poco claro sin másque un sencillo ejernplo. En un libro excelente de Paul Ha.zard, publicado no hace muchos meses, La crise de la cott!-cience européenne, 1680- L7 Lt, comi enza el rercer capírulode este modo : ( L'Europe semblait étre achevée. Chacun deses peuples avait des caractéres si bien connus er si décidé-ment marqués, qu'il suffisair de prononcer son nom pour quesurgit una série d'ad jectifs qui lui apparrenaient en propre,comrne on dit que la neige est blanche et le soleil brülanr.r

Esto significa gu€, hacia 1700, uno de los ingredienres g¿c-

tivos en la vida humana de Occidente era la convicción quelos pueblos europeos tenían de conocerse rnuruamenre. Admi-tamos los hechos a que el auror se refiere y cuyo enunciadocolectivo es esa proposición. ¿ Basta esro para que esa propo-rición sea verdadera? Porque es el caso que exacramenre l^

5554

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

La historia es ciencia sistem ática de La realidad ra-dial que es mi vida. ES, pues, ciencia del más rigo-roso y actual presente. Si no fuese ciencia del pre-sente, ¿ dónde íbamos a enconrrar ese pasado q,t.se le suele atribuir como tema ? Lo opuesro, que eslo acostumbrado, equivale a hacer det pasado unacosa abstracta e irreal que quedó inerte alLá en sufecha, cuando el pasado es Ia fuerza viva y acruanreque sostiene nuestro hoy. No h^y actio in distans,El pasado no está alLí, en su fecha, sino aquí, en mí.El pasado soy yo'--se enriende, rni vida.

nrisma proposicióa podía valer pa:,a la vida europea acrual.

Fio embargo, ¿ quién duda de que el muruo conocimienro quehoy creen rener los pueblos europeos unos de otros es muy ¿is-tinto del de hace dos siglos ? Y, entiéndase bien, disdnro norytg ni principalmente por su contenido, sino por la seguri-dad, plenirud, presencia coddiana y senrido general qué ennosotros tiene. Pero esto quiere decir que cofno elemento &c-tuanre en nuestra vida, por tanro, su realidad, es muy diferentede la realidad de hace dos siglos. Por ranro, aquella proposi-ción, el concepro que sus té¡minos expresan, son iñadecua.dos porque son equívocos. Si valen para nuesrro tiempo, DOvalen para 1700. Y si valen para ambos, valdrán lo mismoPara 1500, F)rque es incuestionable que también enroncelrlas naciones de Europa creían conocerse. Ahora bien : en lamedida en que un concepto vale para riempos humanos dife-rentes es absrracto. Mas lo eue las expresiones de Hazardpretenden conccbir cs de un circicn muy concrero y escapa en-tre las mallas abstractas de aquella proposición. Si hubiera1ido ésra pensada rcniendo en cl¡enta la rcaliCad de I i 00 yla de 1900, por ejenrplo, es evidente quc nos aclararía niuchomás lo que cfectivamrnte pasaba en 1700. En hisroria inrcr-vienen-y tendrán que intcrvenir más cuando se constiruya,resueltamente en razón histórica-concepios abstracros quevalen para é1rccas enreras y aun para todo el pasado humano.Pero se úau, de conceptos cuyo objeco es también un rnornen-

56

HISTORIA COMO SISTEMA

ro abstracto de la realidad y del mismo grado de abstraccirinque ellos. Claro es que en la medida en que son al-,strrtctt¡s

son formales y, pof Sí, no piensan algo real, sino que rccla'man una concreción. Al decir, pues, que valen para ticntposdiferentes, entiéndase que valen aI modo de forrnas quc hay

que llenar; valen instrumentaimente, pero no describen afucr'ias históriczs>. Es algo análogo a lo que acontece con ios con'

ceptos geométricos, que valen para los fenórnenos físicos, pcrono los explican, porque no represenmn fuerzas'

La necésidad de pensar sistemáticamente en historia obligaa muchas cosas, y una .le ellas es que necesitará aurncntar en

Brarn medida el número de sus conceptos y de sus términos.Pero los narura]istas no podrán llevar esto a mal, si r€cu€r'dan que ellos poseen hoi vario$ millones de conceptos y de

términos para describir las especies vegeales y animales

Page 34: Ortega y Gasset, José, Historia como sistema

Ix

El hombre necesita una nueva revelación. Y h^yrevelación siempre que el hombre se siente en con-tacto con una reaiidad distinta de é1. No importacuál sea ésta, con taI de que nos parezca absoluta-mente realidaC y no méra idea nuesrra sobre unarealidad, presunción o imaginación de ella.

La razón física fue, en su hora, una revelación. Laastron omía anterior a Kepler y Galileo era un merojuego de ideas, y cuando se creía en uno de los variossistemas usados y en tal o cual modificación de esossistemas, se ttataba siem pre de una pseudo-creen cia.Se creía en una o en otra teoría como tal teoría. Sucontenido no era la realidad, sino sólo una c salva-ción de las apaúencias>. La adhesión que un cierrotazonamiento o combinación de ideas provoca en oos.otros no va más allá de ellas. Suscirada pcr las ideascomo tales, termina en éstas. Se cree que aquellasideas son, dentro del ,iuego y orbe de tas ideas, lasmejor elaboradas, las más fuertes, las sr¡tiles, pero nopor eso se experimenra Ia impresión arrolladora deque en esas ideas aÍlora la realidad misma; por ran-tq que esas ideas no son aideasr, sino poros que se

58 59

HISTORIA COIVíO SISTEMA

abren en nosotros, por los cuales nos penetra a lgoultramental, algo trascendente 9üe, sin intermediolate pavorosamente baio nuestra mano.

Las ideas, pues, representan dos papeles muy dis-

tintos en la vida humana : unas veces son m erd.f

ideas, El hombre se da cuenta de 9u€, a pesar de lasutileza y aun exactitud y rigor lógico de sus pensa-

rnientos, éstos no son más que invenciones suyas ; en

última instan cía, juego intrahurnano y subietivo, in'trascendente. Entonces la idea es lo contrario de unarevelación-es una invención. Pero otras veces la idea

desaparece como tal idea y se convierte en un puromodo de patética presencia que una realidad absolu-ta elige. Entonces la idea no nos parece ni idea ninuestra. Ircl trascendente se nos descubre por sí mis-

ffio, nos invade e inunda-y esto es Ia revelación t.

Desde hace más de un siglo usamos el vocablocÍazón>>, dándole un sentido cada día más degradado,hasta venir de hecho a signifi caf el rnero juegO de

ideas. Por eso aparece la fe corno lo opuesto a laraz6n. Olvidamos que a la hora de su nacimiento en

Grecia y de su renacimiento en el siglo xVI, la razónno efa juego de ideas, sino radical y tremenda con-

vicción de que en los pensamientos astronóm icos se

palpaba inequívocamente un orden absoluto del cos-

rnos; que, a través de la razón física, Ia naturalezacósmica disparaba dentro del hombre su formidal'rlesecreto trascendente. La raz6n era, pues, una fe. Por

eso, y sólo por eso-no por otros atributos y ,qraciaspeculiares-, pudo combatir con Ia fe religiOsa hasta

I Véase cldeas y CreenciasD, Obras Completas, vol. V.

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

entonces vigente Viceversa, se ha desconocido quela fe religiosa es también razón, porque se tenía deesia última una idea angosta y fortuita. Se preren díaque Ia ra'zón era sólo lo que se hacía en los laborato-rios o el cabalismo de los maremáricos. La Dreren-sión, contemplada desde hoy, resulta bastante ridícu-la y parece como una forma entre mil de pr:ovin cia-lismc¡ intelecrual. La verdad es que lo específico dela fe religiosa se sostiene sobre una construcción tanconceptual como puede ser la didáctica o la física,Me parece en alto grado sorprendente que hasra lafecha no s¡i5¡¿-¿[ rnenos yo no La conozco-unaexposición del cristianismo conno puro sistema deidcas, pareja a Ia que puede hacer.se del platonismo,del kantismo o del positivisrno. Si existiese- y es

bien fácil de hacer-, s€ vería su parentesco con ro-das las demás teorías como tales y no parecería lareligión mn abruptamente separada de la ideología.

Tcdas las definiciones de Ia razón, que hacían con-sistir lo esencial de ésta en ciertos modos particularesde operar con el intelecto, además de ser estrechas,Ia han esteril izado, amputándole o embotando su di-mensión decisiva. Pala mí es raz6n, en el verdaderoy rigoroso sentido, toda acción intelectual que nospone en contacto con la realidad, por medio de lacual topamos con lo trascendente. Lo demás no es

sino. .. intelecto; mero juego casero y sin consecuen-cias, que primero divierte aI hombre, luego le estragay, por fin, le desespera y le hace despreciarse a sí

rnismo t.

-'-Ito- ,. olvicle de que, para Descartes, verdad es aquelcarácter es¡:ecífico del pensamiento en virtud del cual éste

60 6L

HISTORIA COMO SISTEMA

De aquí que sea preciso en La situación actual tle

la humanidad, de jar atrás, como fauna arcaictt, los

llamados <intelectuales> y orientarse de nuevo hacia

los lrombres de Ia razón, de Ia revelación.

El hombre necesita un nueva revelación. Por qLle

se pierde dentro de su arbitraria e ilimitada calralís-

tici interior cuando no puede contrastar ésta y disc-i-

plinarla en el choque con algo que sepa a auténtica

¿ inexorable realidad. Esta es el único verdadero pe-

trasciende de sí mismo y nos descubre el ser' nos pone en

contacto con lo que no es é1. Et criterio que nos permire dis-

tinguir cuando, €o efecto, el pensamiento trasciende es inma-n"nte al pensamiento, puesto que no tenernos otro medio que

él de satir al ser. Pero no se confunda la inrnanencia del cri-terio con la del caráaer *verdad > ; éste no es inmanente'sino que es la trascendencia misma (La aérité étant ilnornéme cbose ttoec l'étre. . .¡,

F,l idealismo conternporáneo es subjetivismo-sostiene que

no hay realidad uascendente al pensamiento : que Ia únicarealidad o ser es el pensamiento misnto-(serD una cosa eg

pensarla como siendo-; por tanto, que el ser es inrnanente alpensamiento, puesto que es el pensamiento.

Esto quita, en efectg, su sentido primario, ingenuo y sin-cero al concepro de réalidad como trascendencia. Toda ¡eali'dad es sóto reati¿ad pensada y nada más. En cambio, da uncierto valor de realidad, de ser, a todo lo pensado : un valorque antes oo tenía. Antes, cuando sq advertía que ?l3o erl*to un pensamiento, se entendía qu"t ,ro rcnía iealidaá nin-guna: era ens rationis-el pseudo-ente.-

Así, el matemático actual considera como verdadero unteorema cuando cree haber logrado dernostrar que las ideas

integrantes de é1, como ideas y sólo en cuanto tales, cumplenciertos requisitos. Es decir, que considera su matemática como

efectivo conocimiento, aunque no valga, y desentendiénd<¡se

de si vale o oo, par^ una realidad extraideal. Entiende, pues,

por verdad un pensar que se reáere a uo ser imaginario e

int¡arreal

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JOSE ORTEGA Y GASSET

dagogo y gobernante del hombre. Sin su presenciainexorable y patética, ni h^y en serio cultura, ni h^yEstado, oi hay siquier a-y esto es lo más rerrible-realidad en la propia vida personal. Cuando el hom-bre se queda o cree quedarse solo, sin otra realidad,distinta de sus ideas, que le limite crudamente, pier-de la sensación de su propia realidad, se vuelve antesí mismo entidad imagin aria, espectral, fantasmagó

¡5a_lÉ!o bajo Ia presión formidable de alguna tras-

Ahora bien : los griegos, los pensadores medievales y Des-cartes mismo Llamarían a una tal matemática poesía-ya quepoesía es un pensar entes imaginarios. No le llamarían (co-nocimientoD.

A co¡nienzos de siglo se solía interpretar arbitrariamentea Descarres, olvidando esto y haciendo de él un idealisa.Descartes, en efecto, prepara el idealismo, pero él no lo es

aún. Lo^ que ha dado lugar L esta interpretación errónea esgu€, de puro no ser idealista, no se le ocurie romar las caute-las frente L ésta y, por lo tanto, frente a aquella mala inte-ligencia.

Conste, pues, siempre que Descartes habla de la <verdadly del conocimiento entiende un pensar con vigencia trzsc€o-dente de sí mismo, esto €s, un pensar que pone en realidadtraspensada, realidad más allá de sí mismo. Por matemáticaentiende una ciencia de realidades, no de entia rationis, y lomismo por l6gica.

De aquí que no le baste, como a Leibniz, gu€ tiene y'e

medio cuerpo fraocamente en el idealismo, partir de una rca,-

lidad formal, esto €s, entre ideas como tales, sino que necesi-ta, precisamente una verdad primera en que la verdad formalo entre ideas sezr, a la vez, verdad real o valedera p^n cosas,

en suma, que garandce la trascendencia del pensamiento.Era más cartesiano que nunca Bcrdas-Demoulin cuando

adviene que Ia libermd divina, al crear las verdades y colo-carlas en nuestro espíriru, parece que da a nuestro conoci-miento un carácter de revelación. Véase Hamelin : Le systémede Descartes, pi5. 2n.

HISTORIA COMO SISTEMA

cendencia se hace nuestra persona compacta :/ stili,irry se produce en nosorros una discriminacicin cntrt-' logue, en efeao, somos y lo que meramente irnaqirte-rnos ser.

Ahora bien: la razón física, por su propia evolu-ción, por sus cambios y vicisitudes, ha llegaclo a unpunto en que se reconoce a sí misma como mero in-telecto, si bien como Ia forma superior ,de éste ; hoyentrevemos que la física es combinación mental naclir

trnás. Los mismos f ísicos han descubierto el car^crermeramente <simbólico >, es decir, casero, inmanente,intrahumano, d. su saber. Podrían producirse en laciencia natural estas o las otras razones; podrá a lafísica de Einstein suceder otra ; a Ia teoría de losquanta, otras teorías; a Ia idea 'de Ia estructura elec-trónica de Ia materia, otras teorías : nadie espera queesas modificaciones y progresos brinquen nunca másaIIá de un horizonte simbólico. La física no nos poneen contacto cOn ninguna trascendencia. La llamadanaruraleza, por lo menos lo que bajo este nombreescruta el físico, resulta ser un aparato de su propiafabricación que interpone entre Ia auténtica real idady su persona. Y, correlativamente, el mundo físicoaparece, no como realidad, sino como una gran má-quina apta para que el hombre la maneje y aprove-che. Lo que hoy queda de fe en Ia física se reducea fe en sus utilizaciones. Lo que tiene de real-de nornera idea-es sólo lo que tiene de útil t. Por eso se

1 No es extravagante asemeiarpara el hombre a lo que era paraartificiosa de que habla Posidonio,rner libro De diainatione.

lo que hoy es la f ísicalos antiguos la adiuinatiosegún Cicerón, €o el pri-

62 63

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

ha perdido miedo a Ia física y con el miedo, respeto,y con el respeto, entusiasrno.

Pero, entonces, ¿ de dónde puede venirnos esa nue-va revelación que el hombre necesita?

Toda desilusión, al quitar aI hornbre la fe en unarealidad, a Ia cual estaba puesto, hace que pase aprimer plano y se descubra la realidad de lo que lequeda y en La que no había reparado. Así, la pérdidade la fe en Dios deja al hombre sólo con su natu-nleza, con lo que tiene. De esta naturaleza forma par-te el intelecto, y el hombre, obligado a atenerse a é1,

se foria Ia fe en la nz6n físico-matem ática. Ahora,perdida también-en la forma descrit a-La f e en esa

razón, se ve el hombre forzado a hacer pie en loúnico que le queda y que es su desilusionado vivir.He aquí por qué en nuestros días comienza a descu-brirse Ia gran realidad de la vida como tal, de queel intelecto no es más que una simple función y queposee, en consecuencia, uo carácter de realidad másradical que todos los mundos construidos por el in-telecto. Nos encontramos, pues, en una disposiciónque podía denominarse (certesianismo de Ia vida> yno de la cogitatio.

El hombre se pregunta : ¿ qué es esta única cosaque ine queda, mi vivir, mi desilusionado vivir? ¿Córno h,a llegado a no ser sino esto? Y Ia respuesta es

el descubrimiento de Ia trayecoria humana, de laserie dialéctica de sus experiencias, 9u€, repito, pudoser otra, pero ha sido la que ha sido y que es precisoconocer porque ella es. . . la realidad trascendente.El hombre ena ienado de sí mismo se encuentra cotl-slgo mismo como realidad, corno historia- Y, por vez

64 n¡sronm.--{ 65

HISTORIA COMO SISTEMA

primera, se ve obhgado a ocuparse de su pasadq nopor curiosidad ni prara encontrar ejemplo$ normarivos,sinO porqae no tiene otra cosa. No se han hecho enserio las cosas sino cuando de verdad han hecho falta.Por eso es la saz6n, esta hora presentg de que lahistoria se instaure como raz6n histórica.

Hasta ahora, Ia hisqoria era lo contrario de la ta-z6n. En Grecia, los términos raz6n e historia eranconttapuestos. Y es que hasta ahora, en efectq atrre-

nas se ha ocupado naüe de buscar én la historia susustancia racional. El que más, ha querido llevar aella una nz6n forastera, como Hegel, eu€ inyecta enla historia el formalismo de su lógica, o Buckle, ltrazón fisiológica y física. Mi proÉsito es esrricta-mente inverso. Se tÍata de encontrar en la historiamisma su original y iutoctona raz6n. Por eso ha deentenderse en todo su rigor Ia expresión <trazífi his-tóricar. No una razón extrahistórica que parece cum-plirse en Ia historia, sino literalmente lo que al born-bre Ie ha parad,o, constituyendo la sastantiua razón,la revelación de una realidad trascendente

^ las teo-

rías del hombre y que es él mismo por debajo de sus

teorías.Hasta ahora, lo que había de raz6n no efa. his-

tórico, y lo que había de histórico no era racional.La raz6n histórica es, pues, ratio, lo,gos, rigoroso

concepto. Conviene que sobre esto no se suscite lamenor ducla. Al oponerla a la razón físico-matemá-tica no se trata de conceder permisos de irracionalis-mo. Al contrario, la nz6n histórica es aún más fl-cional que la física, más rigorosa, más exigente queésta. La física renuncia a entender aquello de que

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

ella habla. Es más: hace de esta ascética renunciasu m&odo formal, y llega, por lo mismo, a dar aItérmíno entender un sentido yaradíiico de que pro-testab¿r ya Sócrates cuando, en el Fedón, nos refieresu educación intelectual, y tras Sócrates todos los fi-lósofos hasta fines del siglo xvII, fecha en que se es-

tablece el racionalismo empirista. Entendemos de lafísica la operación de análisis que ejecuta al reducirlos hechos complejos a un repertorio de hechos mássimples. Pero estos hechos elementales y básicos dela física son ininteligibles. El chcque es periecta-mbnte opaco a la intelección. Y es inevitable que sea

sí, puésto que es un hecho. La nzón histórica, encambio, no acepta nada como mero hecho, sino quefluidifica todo hecho en el fieri de que proviene: aecómo se hace el hecho. No cree aclarar los fenóme-nos humanos reduciéndolos a un repertorio de instin-to6 y <facultadesD-{que serían, en efecto, hechosbrutog como el choque y la auacción-, sino quemuestra lo que el hombre hace con esos instintos yfacvltades, e inclusive nos declara cómo han venido aser esos <hechosD-los instintos y las facultades-, gEno son, claro está, más que ideas-interpretaciones-que el hombre ha fabricado en una cierta coyunrurade su vivir.

En 1844 escribía Auguste Comte (Discot¿rs sr¿r'l'esprit positif , Ed. Schleicher, 7r r <rOn pgut assurerauiour d'hui que Ia doctrine qui avfa suffisammenrorpliqué I'ensemble du passé obtiendra inévítable-ment, par suite de cette szule épreuve, la présidencementale de lbvenir.r

PARA EL .ARCHIVO DE LA PALABRA.

66

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tEt Centro de Estudios Históricos regis-

tró vari,os discos con la palabra de las per-

sonalidades sobresalientes del mundo lite-rario y científico esgañol. He aquí el disco

impresionado por José Onega y Gasset'l

I

EL QUEHACER DEL HOMBRE

T A vida es quehacer y Ia verdad de Ia vida, es der¿ cir, la vida auténtica de cada cual consistirá enhacer lo que h"y que hacer y evitar el hacer cual-quiera cosa. Para mí un hombre vale en la medidaque la serie de sus actos sea necesaria y no capri-chosa. Pero en ello estriba la, dificultad del acierto.S€ nos suele presentar como necesario un repertoriode acciones que ya otros han ejecutado y nos llegaaureolado por una u otra consagración. Esto nos in-cita a ser infieles con nuestro auténtico quehacff, quees siempre irreductible aL de los demás. I.a, vida ver-dadera es inexorablemente invención. Tenemos que

inventarnos nuestra propia existencia y, a la ve,este invento no puede ser caprichoso. El vocablo in-ventar recobra aquí su intención etimolígica de < ha-llar>. Tenemos que hallar, gü€ descubrir Ia trayec-toria necesaria de nue$tra vida que sólo entonces será

la verdaderamente nuestra y no de otro o de na;iigcomo lo es la del frívolo.

¿ Cómo se resuelve tan difícil problema? Para mí

69

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JOSE ORTEGA Y GASSET

no ha cabido nunca duda alguna sobre ello. Nos en-contramos como un poeta a quien se da un pie forza-do. Este pie fgrzado es la circunstancia. Se vive siem-pre en una circunstancia única e ineludible. Ella es

quien nos marca con un ideal perfil lo que huy quehacer.

Esto he procurado yo en mi labor. He aceptadola circunstancia de mi nación y de mi tiempo. Es-paíra padecía y padece un déficit de orden intelecrual.Había perdido la destreza en el manbio de los con-ceptos, eue son-ni más ni menos-los instrumen-tos con que andamos entre las cosas. Era preciso en-señarla a enfrontarse con la realidad y transmutarésta en pensamiento, con la menor perdida posible.Se trata, pues, de algo más amplio que la ciencia. I.a"ciencia es sólo una manifestación entre muchas de laayacidad humana para reaccionar intelecnralmenteante lo real.

Ahora bien, este ensayo de aprend izaje intelectualhabía que hacerlo allí donde estaba el esEañol : enla charla amistosa, en el periódico, en la ccinferen-ciu Era preciso atraerle hacia la exactirud de la ideacon la gracia del giro. En España para, persuadir es

menester antes seducir.

Registrado en disco el 30 de iunio de 1932.

II

CONCEPTO DE LA HISTORIA

Hablo desde el Centro de Estudios Históricos yquiero aprovechar este instante y lugar en que mehallo para manifestar mi entusiasmo y mi fe en lahistoria. ln, historia es hoy pafa Europa Ia primeracondición de su posible saneamiento y resurgir. Por-que cada cual sólo puede tener sus propias virnrdesy no las del prójimo. Euopa es vieja, no puede as-

pirar a tener las virnrdes de los ióvenes. Su virrud es

el ser vieja; es decir, el tener una larga memoria,una larga historia. Los problemas de su vida se danen altirudes de cOmplicación que exigen también so-

luciones muy complicadas, y éstas sólo puede Propor-cionarlas Ia historia. De otro modo habúa un aÍra-

cronismo entre La compleiidad de sus problemas Y

la simplicidad juvenil y sin memcria que quisieradar a sus soluciones. Europa tiene que aprender enla historia, no hall'ando en ella una norrna de loque puede hacer-la historia no prevé el futuro-sino que tiene que aprender a evitar lo que no hayque hacer; por tanto, a renacer siempre de sí misma

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J()Sr.j ORTEGA Y GASSET

cvir¿rnclo el pasado. Para esro nos sirve la historia :

plra libertarno$ de lo que fue, porque el pasado es

un reaenant y si no se le domina con la merÍto ria,refrescándolg él vuelve siempre conrra nosorros yacaba por estrangularnos Esta es mi fe, esre es mientusiasmo por la historia y me complace vivamenrey siempre ha sido para mí un gran fervor español verque en este lugar sé condensa la atención sobre elpasado, s€ pasa sobre el pasado, 9ue es la manera dehacbdo fecundo, como se pasa sobre la vieja tierracon el arado e hiriéndola con el surco se la fructif ica.

Regisrado en disco el 30 de junio de 1932.

IDEAS PARA

DT, LAUNA HISTORIA

FILOSOFÍA

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Publicado eo 1942 como prólogo ^ lsHistoria de Ia Filosofíd, de Emile Bréhier

Seopoúv... ándDoorq eig aür,j.-Meditar es un progreso hacia sí mismo.

(ArusróTELES z Tratado del Alma, II,5-417 b, 5.)

LAS ÉPOCAS DESLUCIDAS

F t'o libro de Bréhier es, pienso, Ia más recientet-' historia de la filosofía que se ha publicado enEuropa. Es un libro tranquilo y claro. Como el autoianuncia, su designio estriba en ser una obra elemen-tal y, en efecto, pdr€ce muy adecuado para que se

lo use' como texto escolar universitario. Pero, a lavez, no está de más que se asomen a él los dedicadosa estudios filosóiicos, porque es muy éancterístico deBréhier poseer una fara erudición, quiero decir, unaerudición de lo Íaro. Donde menos se piensa aparecetal cita de una obra valiosa poco conocida, antigua ocontemprána, gub suele ser, a Ia vez, sorprendentey útil. Añádase a esto que los trabajos especiales deBréhier se refieren a una de las épocas rnenos bienconocidas de la tradición filosófica-los siglos' prime-ros de nuestra era, y más cohcretamente, la escuelaneoplatónica. Después de escribir un libro sobre Fi-lón de AleiandríL', figara confusa y venerable en quese inicia lo que había de ser la gran síntesis y com-

I Les idées philosopbiqaes ü religieases de Pbilon tAle-xotúrie, 1908. Añádase el libro CÍtrysi,ppe, 1910.

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JOSE ORTEGA Y GASSET

binación de culturas dispares.-griega y oriental-conocida bajo el nombre insuficiente de neoplatonis-ño, Bréhier se dedicó a una tarea hercúl ea i la tÍa-dución de Plotino t. Sólo existía un,a versión en len-gr¡a moderna de la enotme y densa mole que son lasEnneadas, la de Bouillet ( 18 ,7 -1860). Esto sugierecuál es el calibre de las dificultades que empresa talimplica'.

Como ésta, h"y otras épocas en la historia de lafilosofía que estaban y, en rigor, siguen estando pocoesclarecidas. Se llama a unas, épocas de transición'a otras, épocas de decadencia.

-Con ello se insinúl

que son tiempos de producción filosófica menos esti-rnable t. Pero ambas calificaciones (transiciónn y .rde-cadencia> son impertinentes. Transición es todo en .

la historia hasta el punto de que puede definirse lahistoria como Ia ciencia de la transición. Decadenciaes un diagnóstico parcial, cuando no es un insultoque dedicamos a una Edad. En las épocas llamadasde decadencia algo decae, pero otras cosas germinan.Convendría, pus, usar con más cautela ambos tér-minos, eue tienen el común incohveniente de no de-nominar la época a que se atribuyen por caracteresintríns€cos, por rasgos efectivos de Ia vida que enellas se vivió, sino que son meras apreciaciones nues-

t Ctl.cción Guillaume Budé ( Société d'Edition <Les BellesIrttres>. Seis volúmenes. Vease también Bréhier : La Pbilo-sophie de Plotin (Boivin).

2 Paralelamente a la de Bréhier se ha hecho otra exce-lentísima traducción inglesa.3 Por supuesto que esto no reza para Plotino, uno delos más altos filósofos de todos los tiempos y cu]¡a influen-cía ha sido más larga y profunda.

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IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOFIA

tras, externas y ajenas a la realidad que nombran.Es indudable que en ciertas etapas los hombres hanvivido con La conciencia de que se hallaban entre ungran paiado ya ruinoso y un gran porvenir aún iné-dito. A su deplorable situación ambivalente llama-ban, tal yez, ellos mismos ( transición>. Pero aun eneste caso extremo se trata solo de üna idea que sobresí rrrismos tenían esos hombres. El historiador deberátomarla en cuenta porque esa idea, aunque fuese erró-nea ( y a veces lo ha sido), pertenece a la realidadque él va a historiar. Debe, pues, tomarla en cuen-tn, pero no debe adoptarla como título o definiciónde un tiempo histórico. Bastaría, para quedar pro-bada su inopcirnrnidad, advertir que es uo, términogenérico, el cual puede aplicarse a muchas épocas desob,ra diferentes entre sí. En surna, que aI hablar detransición y decadencia debemos darnos cuenta Ce lopoco que decim,os y en vez de hacer funcionar esas

noc'iones como aparatos mecánicos que por su propiaoperación autom ática pretenderían aclararnos un tro-za del pasado, veamos en ellos una invitación a ave-riguar La extraña y concrera figura que toma la vid¿rhumana bajo los abstractos signos (transición> y<clecadencia>. La condición negativa de éstos conceptos no debe hacernos olvidar que. toda época es po-sitiva, que toda vida implica Ia afírmación de sí mis-ffia,, que no h^y ninguna fecha en que Ia humanidadse haya suicidado. Y la tarea última del historiador es

descubrir, aun en los tiempos más atroces, los mori-vos satisfactorios que para subsistir ruvieron los con-temporáneos. Los que viven en una época de transi-ción no viven transitando a ,otra, sino resueltarn€nte

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JOSE ORTEGA Y GASSET

instalados en la suya, ni más ni menos que los de laépoca más estabil izada. Porque. viceversa, no ha habi-do ningSrna en la cual faltasen disidenres, hombres ogrupos que prefer ían o ueían preferir otra edad, futu-ra o pretérita. No se confunda la cuestión con el hechode que en ciertas épocas se haya creíCo el hombreanormalmente infeliz.

Va todo esto al tanro de una peculiaridad intere-sante que me ha saltado a los oios al leer esta obrade Bréhier y que constiruye acáso su más estimabledistintivo, lo que le proporciona mayor acualidad.Sabíamos, como acabo de decii, que el auror habíadedicado su esfuerzo más especial y continuado a unade esas épocas de decadencia o transición. Pero estahistoria nos re\rela que esa preferencia por un tiempode tal cariz obedece a una inspii'ación más g.ner"l,a una inclinación sumamenre curiosa de su espíritu.

En efeco, una de las ventaias de esre amplio libroes gu€, a diferencia de todos sus similares, tÍata casicon la misma arención las épocas clel pensamientoque sublen considerarse como culminanres, triunfaleso lucidas y las pobres épr;cas desdichadas que las his-torias elementales de la filosofía se brincan galana-mente o narfan a toda prisa. Ahora bien, esto es sGbrbmanera importante.

La historia de la filosofía es, en cuanto ciencia, unade las disciplinas más recientes : en verdad, oo cuen-ta aún cien años. I)uranre la segunda mitad del siglopasaclo rurvo que dedicarse a !o más obvio: recons-trxir, con primera aproximación, el pensamiento delas grandes figrras de la filosofía. Entonces se hizoel orimer esrudio formal de Plarón y Aristóteles, de

78 79

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOFIA

Descartes, de kibniz, de Kant. Aun hace veinticincoaños se desconocía a Fichte, Schelling, Hegel. Erantodavía ffes mi,sterios. Hoy rnisrno se está empezandoa esftrdiar a Spinoz at.

Aun juntando todo eso no sería una historia de lafilosofía, como la orcgrtf.ía no es sélo la ciencia delas cirnas. I-a montaña reclama el valle.

Pero Ia imagen del pasado filosófico que aún tene-mos a la vista es un paisaje alpino en jornada de ne-blina. Vemos en lo alto los picachos de los más altoscerros, aislados entre sí y flotando ingrávidos e irrealessobre el blando caos de la bruma. Tal vez en el fon-do de ésta entrevemos confusamente alguna fisonomía espectral, pero lo que no vémos es cómo emer-gen del nivel continental las próceres montañas ycuál sea La línea de seno en que los valles las hacencomunicar. En suma, nos falta lo principal: la gectécnica de Ia gran cordill era filosófica.

A mi iuicio, la historia de la filosof ía no puede darun paso y empezar de verdad a constituirse en lo quesu título promete, si no se llenan esos vacíos de cG.nocimiento que se abren como simas entre las gran-des e ilustres etapas det pensamiento. Urge acomererel esrudio de las épocas deslucidas.

El desconocimiento que de ellas padecemos poseeen cada caso caÍacteres y proporciones diferentes güe,aunque sólo sea en vía de algún ,5e¡¡ero ejemplo, con-viene dibujar.

Después de Aristóteles comienza ya la oscuridad.Se trata de las tres grandes filo,sofías de la u decaden--T- Un este país aaba de iniciarse un amplio esn¡dio sobreSpinoza, por Leon Dujovne.

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

cia> antigua: estoicismo, epicureísmq escepticismo.No puede decirse que no se haya trabajado sobreellas, especialmente sobre el estoicismo,. Pero ni enla cuantía ni en el m,odo de la labor se ha hechonada ni de lejos parecido aI cultivo intensivo de quePlatón y Aristóteles han beneficiado. El hecho es quesólo tenemos una idea borrosa de esos tres movimien-tos de la mente clásíca, sin duda menos valiosos comosistemas de técnica conceptual que la primera Acade-mia y el Peripato, pero 9ue, en cambio, han sido losque mayor influbncia han tenido en la historia. Ja-más filosofía alguna ha sustentado tan efectivamen-te un Imperio como sostuvo el estoicismo el colosalgobierno de los Antoninos t. Pero además en el rega-zo de esas filosofías, muere el mundo antiguo y nacenlos pueblos nr¡.evos de Occidente. Porque el cristia-nismo incipiente había sido penetrado hasta lo másprofundo de su masa, aún informe, tierna y germi-nante, por la teología y Ia ética de los estoicos. Masaún : en el Renacimiento, tras un superficial rebrotede Ia influencia neoplatónica, son esas tres filosofíaslas que de verdad ffansmiten la savia antigua a. loshombres novísimos que van a abrir las puertas de La

Edad Moderna. Las tres filosof ír.;s, como tres hadas

madrinas, se hallan en torno a la cuna del cartesianis-mo y, por tanto, de todo el raci'onalismo clásico zu-ropeo.

De modo que topamos, dede luogo, con este in-gente hecho : esas tres filosofías de < decadencia n ,

r Véase Rostovtzef.f.:lmperio Ronzano, 1, ry.

Historid social y econónticd delEspasa-Calpe, L9)7.

80

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE I.A FILOSOT'ÍN

apenas surgen desalojan el platonismo y el aristore-lismo de su predominio sobre los grupos intelectua-les de Grecia, A pesar de güe, a nuestro juicio, sonfilosofías más rorpes. Ya es de sobra extraño que loshistoriadores de la filosofía no se hayan détenidoadecuadamente ante un acontecimien,to de esre cali-bre y que tiene dos filos. Porque no es sólo sorpren-dente el rápido triunfo de un ideario rosco como cs elestoicismo sobre una maravilla de precisión y cle

agadeza como el idealismo platónico-aristotélico, sinoque además nos hace pre¿glntarnos por l,o que pasócon la obra de Aristóteles después de morir éste. Ynos encontramos entonces con otro hecho esnrpefa-ciente : la inmediata volatilización de la filosofía aris-totelica. La cosa es increíble, .pero incuestionable.Cincuenra años después de morir Aristóteles ya nadieentiende sus libros pragmáticos, que por eso fueronsiempre muy poco copiados y sólo por un azar hanllegado hasta nosorros. Se siguic-ron leyendo sus diá,-logos, obra apopular> y literaria (aexotérica>). Sóloentrando el siglo r a". de I. C. se desenterraron lasobras técnicas de Aristóteles y bien que rnal se em-Frlz6 de nuevo a estudiarlas t, sir] que volviesen nun-cd, hasta muy entrada Ia Edarl t\iledia, a ser posesiónnormal de los culros.

zenón el Fstoico nacc en 320 a". de J. c.-dosaños después de morir Aristóreles. En sLl pensamien-

9 r. ryovechan aún algunos andrajos del sistema1 Recordando sus días de estudios en Grecig Cicerón nos

asegura quod quidem ,ntininze sum. admiratus, eu,rn fbi,loso-phum rhetori nos esse cogni,tam qui ab ipsis pbiloso\bispraeter adnt.odum pauaos, ignoretur.-D€ Topici,s, !...

¡¡sronrl.-? 81

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JOSE ORTEGA Y GASSET

peripatético--cuántos, cuáles y cómo no esrá aún es-

ntdiido. Pero este aprovechamiento no af.ecta ni ca.'

Lifíca La figura general del estoicisrlfo, que repre_senra

no sólo ono dOitrina, sino un súbito descenso de ni-

vel en el ejercicio mental que hasta entonces se ha-

bía llamado afilOsof.ía>. Mas también esto ha impre-

sionado escasamente, hasta ahora, a los historiadores

de Ia filosofía. Con La mayor naruralidad pasan de

exponer el sutil idealismo de Platón y Aristóteles aprésentarnos el (materialismo> €stt¡ico. Llamarle ma-

terialismo es ya un error-digamos (corporalismo,.

Fero esto es lo que no entendemos. ¿ Qué ha pasad-o en

el hombre griego .ott tan vertiginoso pasar' que de la

pura uformáu áristotélica se cae inmediatamente en el

pneuma, y el logos spermat'ikós-los cuales son a' La

ou idea y coerpo? Ño lo sabernos. A pesar de que

en los úliimos veinte años se comen zaba a investi gaf

toda esta maraíta de enigm&s t, seguimos in albis

sobre el asunto. No existe ningún estudio en que se

intente aclarar Ia cuesdón previa 9u€, sólo una vez

hecha transparente, perm iti¡á descif rar los ieroglífi-cos estoicos, x saber : que despuéS de Aristóteles, Portoda una Serie de causas, cambia radicalmente el sen-

tido y estilo del filosofar como tal, de suefte que no

se diferencia el estoicismo del aristotelismo como una

doctrina de otra, sino que se entiende por <filosofía>

una faena intelectual muy diferente en su finalidad,

supuestos, métodos y forma de expresión. He aquí

otro tema intacto: precisar qué fue esa nueva ocupa-

I Pues lo propio acontece con la qteoría del

tor estoico, .uy" -noción

princip al-la gevrat[a

sigue siendo un -isterio.

conocimien-xata),.r¡rtu1¡-

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOT'Í,A

ción del intelecnral griegor QU€ aun denominada conel mismo vocablo-filosofía-, era ran disrinta deaquella a que Platón o Arisróteles se habían dedica-do. No sería imposible que esra aclaración reobrasehacia atrás sobre nuesrro conocimiento de platón yAristóteles. Porque al trivial izarce el ejercicio filosófico en el estoicismo y precisamenre por trivializarsese hacen acaso patenres ciertos caracteres de toda lafilosofía griega, eue en Platón y Aristóteles nos lle-gan oscurecidos por otros esplendores. Y entoncestal vez descubriésemos que nlrestra imagen acrual deestos dos sistemas es sólo una vista o aspecro abstraí-do por nosotros de Ia íntegra realidad q* fue su filosofar, vista o aspecro que conriene sólo los rasgos mássimilares a nuesrro acn¡al pensamienro. ya émpiezaa r9t, por ejemplo, de sobra eVidente que hemos rele-gado con exceso lo que en la filosofía de ambos re-guía habiendo de religión. No se discute que la filosofía fue, frente a la religiosidad tradicion"i, otra cosa ;

pgro hemos exagerado creyendo gue, por ello, no ha-bía que contar muy formalmente én platón o en Aris-tóteles con Ia perduración de elemenros religiosos.No creo que haya ninggna < historia de la filolofía,'donde se rome en seri,o una idea_tan formal en pla_tón-como Ia de que filosofar es una homóiosis tutheoú, una <imitación de Diosr en el mismo sentidoen que Tomás de Kempis habla de una < irnitaciónde Criston. Y, sin embargo, el libro X de la EticaNicontdquea. y el libro XII de Ia Matafísica lo de-claran en tesis solemne donde culmina roda la ar-quitectura del aristorelismo.

Parecería, pues, inexcusable que estuviésemos su-

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

ficientemenre en claro sobre fenómenos históricos de

tan enorrne calibre. Mas no es así porque ni se les

h; dedicado todo el esfuerzo que ra Larga historia

de esas doctrinas exige ni Ia calidad de ese esfuerzo

., la debida. No vale apoftar como excusa el hecho

á; ;; no haya llegado a nosotros ningún libro de

,rit gurto de los gmñdes maestros de esta escuela. La

Á*" de fragmenros conservados es tan considerable

oue permite o." fértiL labor de combinación recons-¡il

trucülva o

Nos hallamos ante un ejemplo de la perniciosa in-

fluencia que una noción histórica convencional, como

es La de uépo." de transición o de decadencia>, eier-

ce. En efecto, los que Se ocuPan de Platón y de Aris-

tóteles se descoyont"t en puros esfuerzos por {cé¡-noslos verosímiies, es decii para que veamos toda Ia

raz6n que tenían aI pensar como -pensaban' Con fre-

cuencia estos esfuerzos pasan de lu taya y hacen de

ambos maestros de Grecia dos conremporáneos nues-

tros '.

1 Buen ejemplo de ello, y aun reconociendo que por

ciertos defeaós d. método el ion junto resulta insatisfactorio,

ás h obra "o qr. Reinhardt ha ens ayado La recomposición

áLf pensamiento de Posidonio, e! último 'ra\

pensador cien-

tífico de r" -r",igti.dad.

veasé carl Reinhardt : Posseid,onius

y Kosmos un'd SYmPathie.z Un caso exrremo de este desmesuramiento es la labor

de *it -"Lt,tot C-ohen y Natorp en torno a Plat6n, según la

cual éste habría dicho aproximad"tttente 1o mismo que -Kant,y Kant, a su vez, lo misnfo que Natorp y Cohen. No obstan-

i",-.r,"'labor, enada en cuanro visión histórica de Platón, ha

aclarado no pocas cosas en la obra de éste, y reencaiada en

ott" más discreta perspectiva signifrca un ertidente progreso'

84

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA IrIr,()s()l'ín

Esta excesiva proximidad aI hombre actual ('on

que se ha querido favorecerles ha sido inspiraclu lx)r'clos motivos. Uno es la pertinaz beatería clusicisrrrque no ha podido extirparse aún radícalmentc clc lafilosofía griega y latina. Ta, beatería no es culto nientusiasmo, sino Ia forma indiscreta de ambos. Pc-ralta. aI < clásico > sobre el nivel de la historia y cnvez de intentar derechamente entenderlo como lo qlrc'

es-como un hombre entre los hombres, y esto quic-re decir un <pobre hombre))-parte en su ocLlpaci<incon éI resuelto a admítar, anticipando en su obraperfecciones imagin arias a las qlle, quiérase o oo,adapta los textos. Queda de este modo Ia obra vetus-tísima comprometida a tener validez para todos lostiempos. Esto explica que estén por aclarar los ras-gos más elementales de la producción platónica yarisrotélica. No se ha creído que necesitasen explica-ción precisamente porque parecían el modelo. Asíacontece el hecho escandaloso de que no sabemos aúnlo que es como ge?t//s rlicencli, como fornra cle expre-sión, el dirilogo de Platón ni Ia pra,qnzateia de Aris-tóteles.

El otro motivo que lleva a exagerar la verosimili-tud de aquellos grandes pensadores es más razona.-

ble. aunque no lo es del todo. Consiste en que losproblemas filosóficos poseen Lrn núrcleo ab.rlraclo qlreha variado poco desde Heráclito y Parménides hastanuestros días

t. El filósofo acrual, al medirar sobre las

cuestiones viscerales de La filosofía y lles¿rr en ellas

r \réase más adelanteinvariabilidad.

el sentido que tiene esa aparente

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JOSE ORTEGA Y GASSET

L claridades que anres no se habían logrado, confron-

ta sus "r¡.rióaciones

con 1o que pensaron los anti-j""t y hace l>enetrar una luz nueva en aquel núcleo

lelativarnenre consranre de los problemas. A esto se

refiere Kant cuando dice que es posible entender a

platón ,meior que é1 rnismo se entendía. Pero ello

declara y" io. lt interés y el punro de vista del fil&sofo sistem ático no son idénticos a los del historia-

dor. Esre debe rehuir, por lo pronto, entender a Pla-

tón mejor que ét mismo se entendía. Ya es mucho si

consigjrl entenderlo se.gin él mismo se entendió. tr,o

únicJ que deberá añadir es traer a Ia luz los lupYgs-tos elementales en cuya órbita vivía encerrado Pla-

rón, que en éI operaban y_ que ét no veía de puro ser

la luz misma en que todo se le. presentaba surner-

gido.-r,.L) La idolauía eiercir ada en rorno a estos dos prínci-

pes cle la filosofia deslumbra las retinas y no permite

verlos en su iugosa y precisa hisroricidad, hasta el

punro c{e ser la lu"nu más urgente que hoy fuera pfe-

Lirn practicar con ellos la Je < enaienárnoslos > , dis-

tanciarlos de nosotrosr subrayar lo que tienen de ex-

temporáneos y sobrecogernos baio - Ia

-1mpres.ión . de

su íeianía humana, de-su exorisrno. Sólo así cabrá

poner en claro cuestiones radicales de su obra 9ut,turr" ahora, tercarnente se ' han resistido a la pe-

netración.En cambio, Do se han hecho esfuerzos semeiantes

p ra que resulten verosímiles los estoicos, escépticos

y epiáreos, como orras épocas rnenores de la conti-

n"iá"d fitosof ica. se los ña dejado demasiado leios,

sin comunicación viviente, efectiva con nosotros. L

86 87

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILoSOTin

cual, combinado con el error inverso antes comenta-clo, irnpone a. la historia de la filosofía una dualidadde perspectiva que sería intolerable en el más humil-de cuadro t.

BREvE EXcuRsróN sotsRE ELC SENTIDO HISTóRICOI

La misión de la historia es hacernos verosímileslos otros hombres. Porque aunque parezca mentira

I Otra deficiencia grave que se ha inveterado en el modode componer la historia de l,a filosofía consiste en habersedesentendido de la historia de las ciencias. Desde Descanesla continuidad entre 7a filosof ía primera y las ciencias es cons-tante y, por lo mismo, puede exponerse el pensamiento senststricto filosófico sin muy marcada atención espccial al cien-tífico. En primer lugar, Ia filosofía moderna está de antemanocargada de ciencia y contiene ya en sí rnisma anticipada Iafigura científica del mundo-maremática, física, biológien segundo lugar, la ciencia desde 'Descartes cS, en sus ras-gos decisivos, la misma que fue hasta hace poco; por tanto,la que

^ todos constaba. Pero en la Antigüedad y en la Edad

Media la filosofía y la ciencia tienen menos puntos de con-tacto. El filósofo coostru¡rs su arquitectura trascendental mien-tras está ya sumergido en la imagen <científica> del mundoque su tiempo posee. I)e aquí que se la dejc casi siempre ti-cit'a d su espalda. N{as como de hecho el edificio filosófico esla superestructura de esa imagen concreta del mundo, nosqueda incomprensible si no precisamos su enca je con las opi-niones vigentes en las ciencias particulares, en la <r cxperien-cia de la vida>, en la tradición y en el mito. Cuando PierreI)uhem tuvo la resolución de informarse sobre las investiga-ciones f ísicas de los escolásticos del siglo xiv y descu brió lainesperada proximidad en que estos andaban ya de Ia físicamoderna, causó estu¡rf acr.ión y motivó una reforma fukninan-te en Ia historia de la filosofía escolástica.

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

no lo son. El prójimo es siempre una ultranza, algoque está más allá de lo patente. No poseemos maselemento transparente que nuestra propia vida. Estaffansparencia o widenci.a de nues,tro personal vivir nosignifica que en él no h^y problemas insondables,enigmas y misterios. Pero estos no son-en cuantotales-transparentes, incuestionables ; por eso son pro-blemas, enigmas y misterios. H^y una evidencia de

los problemas como huy una e\ridencia de las solu-ciones y esta se funda e,n aquélla. Ello es que esta-

mos atenidos a la materia que es nuestra vida Paiaentender las demás. Sólo nuestra vida tiene por sí

misma < sentido > y por tanto es inteligible t. La si-

tuación parece contradicrcria y en cierto modo lo es.

Tenemos con nuestra vida que entender las ajenasprecisamente en lo que tienen de distintas y extrañasa Ia nuestra. Nuestra vida es el intérpr€te universal.Y la historia en cuanto disciplina intelecnral es elesfuerzo metódico pafa hacer de todo otro ser hurna-no un alter €So, donde ambos términos-el ego y elalter-han de tomarse en plena eficacia. Esto es locontradictorio y por eso constituye un problema para,

la raz6n.El trámite completo del itinerario que sigue la

mente desde nuestra vida a la de los dernás pueCe

resumirse en estos cuatro grandes pasos :

1.o Sólo rne es presente y patente mi vida, peroesa realidad que ella es no la reconozco, por lo pron-to, como siendo sólo mía. Las demás vidas humanas

I Esta €s, viceversa,urente la im¡uesión de

la causa de que tengamos constante-que c los demás no nos entienden D .

88

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

que aparecen dentro del ámbito de la mía me apáL-

recen, por lo pronto, como intercambiables con lumía en cuanto a su contenido. La razón de clkl (..s

que ignorando todavía la exclusividad cie mi virlrr,esto €s, que es sólo la mía, la proyectb ingenuamcnrcsobre las demás. Parro de creer que los demás pien-san, sienten y quieren como yo; por tanto, que haysólo una forma de vida indiferenc iada en todos loshombres.

2." caigo en Ia cuenra de que la vida det prójimrrno es presenre y parenrc,, sino que llegan a mí clcella sólo síntomas. Estos síntomas rnuestran ciertoscaracteres absrractos similares a mi vida; por esopresLrmo rras ello algo que es también vida, Mas, lL

la pdr, ostenran orros ingredientes dispares, aienos yextraños, o lo que es igual, ininreligibles. Entoncc.ssurge ¿lnre mí el prójimo como Lln monstruo, comourl s€ r qLte yo creía igual a mí y qlle, de pronto, ffin-nifiesra l¿r monstruc'siclad .{e nc ser como yo. Enron-ces clescubro qLre la vicla no es siempre presenrc,p¿rtente, inteligible, sino que huy una vida oculta, im-penetrable y olrrt: en suma, Llnlr vida ajena. Esra pri-mera vida particular que se desgubre es el tú, frcntcal cual y en el choque conrra su monsrruosidad romoconciencia de que no soy más que yo. El ),o naccdespués que el tú y frenre a é1, como culaiazo qucnos tla el terrible descubrimiento del tú, del prójinrt>ccmo tal, del que tiene la insolencia de ser el otro,

3.o tjna vez que me he enajenaLo el prójirno yse me ha convertido en el mist.-rio ,lel tú me esfuer-zo para asimil arIo, es decir, partiendo de mi vida qucahora es sólo yo y que es lo rinico presenre, parcnre

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JOSE ORTEGA Y GASSET

e inteligible con que cuento, trato de construir al pró-

ii*o como un yo que es otro yv-alter 0So, algo, aIa vez, próximo y distante. Es el tírulo de una granfaena siempre problemátíca, gué se llama comprefl-sión del próiimo.

4.o El prójimo presente, que era un monstruo,queda parcíalmente asimilado o asemeiado a Inf. Enefecto, deL conternporáneo gue es el próiimo conquien convivo, espero siernpre, en última instan cía,que sea como yo. O dicho en distintOs términos:el próiimo, el tú es el otro, pero no se tne presenta

como teniendo que ser irrernisiblemente offo: pien-so siempre gu€, en principio, podía ser yo, I-a' amis-tad, el amor viven de esta creencia y de esta espe-

fanza: son las formas extretna-s cle la asimilaciónentre el tri y el yo, Pero el antepasado, el extempGráneo no solo es otro que !o, como lo es el tú, sinoqu.e no puede ser sino otro, Qne tú seas tú<sto €s,

que no seas como yo-_.es pura facticidad. Yo abrigosiempre una írltima esp€ra nza de que eso no sea Iaúltima palabn. Por eso, eres mi upróiimo>. Pero elextemporáneo no es nunca próiimo (próxirno) F'or-que su ser otro que yo no es meta facticidad, antes

bien, no paede ser como yo, no puede ser sino irre-mediablemente otro L. De aquí que sea i*potible unaúltima asimilación. De Otro rnodo el pasado humanopodría volver a ser y convertirse de nuevo en presen-

t' Ins que frteron, esto €S, los fenecidos no ptleden Yacambiar, quedan irremisiblemente adscritos a eso que una vezfueron. Del viviente no podemos nunca decir con carácterdefinitivo lo que es porque siempre es posible un cambio eo

90 9r

IDEAS PARA UNA HIST'ORIA DII LA rIl.()S()l'írt

te. Podría nacer Otro César y otra Cleopiltra. Mits t'l

antepasadO eS pasado, fto porque en una cronoltl,síit

"xtri"seca esté adscrito a ttn tiempo qtle como ticntp,r

pasó, por tanto, a un <tiempo pasadon, sino, aI r('-

vés: no pgede el antepasado salirse de aquel tiem¡'tc>

que pasó y repetirse y volver a ser en otro tiemgrque es presenre porqne sll realiclad eS, esencialmentc

distinta de lo qLre es Ia realidad del presente Y, en

conseflrencia, de mí. Este no poder ser ya sino diic-rente de mí hace de él algo distinto del mero a prti-jinnon. hace de él algo inexoral-rlemente < leiano D.,

hace de él un (antiquoD. La visión Cel leiano comoirremediablernente leiano, el descubrirniento de la

cantiqüedad, es la Derspectiva, la óptica histórica.Supone, pus, la radical enaienación del antepasado,

Mientras del príjimo esPf ro siempre, últimarnenrc,que llegge a ser como Yo, frente al, antiguo nO tengo

otro remedio que asemeiarme imaginariamente a é1,

hacerme el epo. I-a. técnica de este altnrisrno intelec-rual es la ciencia histórica.

Y. corno en la conciencia del ttí se ftirma y ntltrcla clel yo, así en este superlativo del tú, del otro que

es el anti.guo, cobra el hombre actual la superior con-

ciencia de su exclusivo yo',

El sentido histórico es, en efecto, üo sentido-unafunción v Lrn órgano de la visión cle lo distante como

é1. La inmutabilidad del fenecido es el supuesto de 1o que

Mallarmé quiere decir refiriéndose a la muefte de Edgar Poe:

Tel qu|en lrü-mént'e en!ín I'éterníté le cbange.

Para el ser humano, eue es esencialmente cambio, el de-

finitivo cambio es no poder y^ cambiar. Se cierran las posi-

bilidades del <sí mismo> y queda éste fijado.

Page 51: Ortega y Gasset, José, Historia como sistema

JOSE ORTEGA Y GASSET

tal. Representa Ia máxima evasión de sí mismo quees posible aI hombre y, a Ia vez, por retroefecto, La

última claridad sobre sí que el hombre individualpuede alcanzat. Pues aL tener que descubrir, para ha-

cérselo verosímil, los supuestos desde los cuales vivióel antepasado y, por lo tanto, sus límites, descubrepor repercusión los supuestos tácitos sobre que élmismo vive y en que rnantiene inscrita su existen cía.Conoce, pues, mediante el rodeo que es la historia,sus propios límites, y esta es Ia úrnica manera otorga-da aI hombre de trascenderlos.

NO HAY PROPIA^MENT'E aHIS-TORIA DE LAS IDEAS D

Todo lo anterior a esta excursión define, al correrde l¿r ¡-rluma, unas cuantas deficiencias de la historiade la filosofía aI uso y su corrección en los corres-pondicntes desidet'rtta, que cierta cualiclad peculiary fccunda cle esre libro-la atención a las épocas des-

lucidas-ha puesto en nuestro camino. Pero esas

conside raciones provocadas por el azar reve lan quela historia de la filosofía necesira una reforma ge-

neral. El trabajo hecho en los últimos cincuenta añosy el avance consiguiente son enormris, Inas, por lomismo, llega esta disciplina a una hora dc madurezqLre le irnpone una radical transformación.

Al recorrer este libro cle tan fácil y fl'rida lectu ra pa-sc, Llna vez más, ante nosotros la cinta cinematográficacle vcintiséis siglos, durante los cuales no ha habidonunca total interrnpción del pensamiento filosófico. Y

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOE'ÍN

esa rápida ojeada y panorámico especáculo de veinti-séis siglos, nos hace pénsar en Ia gigantesca móle deansias, ilusiones, esfuer zos) genialidades, destr ezas, des-á.nimos y reanimaciones, sacrificios, disputas, enru-siasmos, odios, muertes, exaltaciones que Ia historiade la ocupación filosófica condensa. Hecha esra lec-tura en tiempos como los presenres, ran agudos y dra-máticos, que fuenan a, e jecutar en todo rigorosos ba-lances, cerramos el libro con una impresión melan-cóIíca y nos pregunramos : ¿de qué ha serviclo o paraqué va a servir rodo eso? Y enronces nos sorpiende

lon especial vehemencia caer en Ia cuenra de que lashistorias de la filosofía no Íozan siquiera esra cues-tión. Menos aún, que no nos proporcionan elemenrospara poder planteárnosla y rcspondcrnosla nosorros.¿ No es esto escandaloso ? Aunque pc,rr,zca nrenrira,la absorción de cualquiera Iilistoria de la F ilos of ía

-y las hay muy voluminosas-nos de ja completarnen-

te ignaros sobre el papel efecivo que la filosofía hatenido en la realidad hisrórica, de suerre qrle oscila-mos ridículamenre enrre pensar que la filcsofía hasido lo más imporranre que en c.áu ipoca acc)nrecióy, por tanto, que ha sido Ia fuerza recrora del destinohumano desde hace veintiséis centurias o pregun tar-nos, si nos sentimos displicenres, hasta qrió- pr-,t-rro nohabrá sido Ia filosofía de cacla época, y d¿ toda Iahistoria, simplemenre la mosca del coche.

Resultado tal nos invitarí¿r íL sosl)echa.r. auclrrz-mente, que de la labor hasta ahora llrrrnacla <hisroriade la filosofía> fuera obligado decir qrc ni es hisro-ria ni lo es de Ia filosofía, de modo qlre no pue-de acaecerle desastre mayor.

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Page 52: Ortega y Gasset, José, Historia como sistema

JOSÉ ORTEGA Y GASStrT

No se entienda tontamente esto como si yo menos-preciase los esfuerzos gigantescos que se han dedica-

do al, esrudio de los textos filosóficos. Admiro y ve-

nero esa labor por lo que tiene de labor; sólo digoque esa matavillOsa y meritoria labor no puec{e en

rigor considetarse como <historia de la fiiosofía>.Pues ¿ qué es lo que hasta ahora suele entenderse

bajo ese título y disciplina? Sencillamente Ia exposi-ción de las doctrinas filosóficas en orden cronológicoo el trabajO especial, pefo igualmente expositivo, so-

bre una de ellas o scbre una tesis o concepto partictr-lar de una de ellas.

Analicemos someramente. Una doctrina es una se-

rie de proposiciones. Las proposiciones son frases. Lafrase es Ia exposición verbal de un ( sentidoo--loque solemos llamar <iclea> o (Densarniento>. Oímoso leemos Ia frase, pero lo que entenclenos, si lo en-

tendemos, es su sentido. Esto es lo inteli,gible. Ahorabien, es un error suponer que la frase <tiene sa sen-

tido> en absoluto, "Éttt"y.ttdo

d; cuándo y por quiénfue dicha O escrita. No huy nada < inteligible en abso-

luto>. Ahora bien, las historias de la filosofía su-

ponen lo contrario : las doctrinas nos son presenta-das como si las hubiese enunciado <el filósofo desco-

nocidou, sin fecha de nacimiento ni lugar de habi-tación, uo ente anónimo y abstracto qne es sólo elsujeto vacío de aquel decir o escribir y que por lomismo no añade nada a 1o dicho o escrito ni lo ca-

lifica o precisa. La fecha que Ia habitual"historia de

Ia filosofía amibuye a una doctrina es una maÍcaexterna que sobre ella pone el historiador para noconfundirse él y someter a un orden cualquiera la

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

pululación de doctrinas. Cuando nos dice que Ia fi-losofía de Platón ed riel siglo IV a. de J. C., sólo quie-re decir que aconteció en ese ámbito cronológico-nosignifica de becho pr;ra él lo que debía significaÍ,

^saber: que la filosofía de Platón es siglo lv a. de

I. C., que está hecha de una especial materia-la es-

trucnrra de la vida humana en ese siglo, rnás ri-gorcsamente hablando, la de una determinada ge-neración.

Parejamente, cuando nos dice que va a exponer lafilosofía de Kant, no emplea en sentido pleno estas

palabras, no va a. tnatar de entender esas doctrinascomo pensadas y emitidas por. el hombre de carney hueso que fue Kant, sino que va a contemplar susentido (en absolutoD, como si fuesen doarinas in-diferentemente de hoy, de ayer o de anteayer. En Iaexpresión < filosofía de Kant >, Kant no representael papel concreto de sujeto agente en aquel p€nsar,sino quHomo en Platón, el siglo IV a. de I. C.-es sólo un nombre extrínseco, que se prende sobreuna doctrina. Mas la real y efectiva doctrina de Kantes inseparable de éste, es Kant pensándola y dicién-dola y escribiéndola o, si se pref iere, es ella tal ycomo fue pensada efeaivamente por Kant.

A la expresión de una idea es siempre, en princi-pio, posible arrancarle algún sentido. En todo decirtrasparece alguna significación. Pero ese sentido cual-quiera no es el auténtico sentido de la expresión. Iatazón de ello está,, por lo pronto, €o que el lengua jees por naturaleza equívoco. No h^y ningún decir quediga, sin más, lo que quiere decir. Dice sólo unapequeña fracción de lo que intenta: el resto mera-

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Page 53: Ortega y Gasset, José, Historia como sistema

JOSÉ ORTEGA Y GASSET

fnenre lo subdice o oda por sabido>. Esta deficiencia

., fo" genit^ aL lenguajé. si aL hablar hubiese qle

decir efeaivarnenre todó lo que se pretende decir de

*o¿o que el equívoco quedaJg efiminado, el lenguaie

sería iroporible. I/o qué de hecho manifestarnos se

iWr".r, irrttumerables cosas que silenciamos' Et len-

gíi, existe gracias a. la posibilidad de ra reticencia

i lo gu€, .,o éf.cro,_ enunciamos vive de ..<1o qug-por

sabido se calla>. Este complernenro que se calLa -y

1". es siempre enorm.-..t ^más

qle lo^dicho en cada

fiase, lo ,"t.-o, por diferentes vías. Ante t'odo Por

lo que ha sido dicño anres y va a dgcirse en seEricla.

Todo texro se nos presenta pof sí mismo como f.tag'

fnento de ufr contexto. Pero texto y contexto' a Su

vez, suponen y hacen referencia a una siruación en

vista d; ra .oál todo aquel cecir sureió. Esta si:ua-

ción es últimamenre indecible : sólo cabe presen ciar-

la o imagin ar!a. La situación real desde Ia que se

habla o eícribe es el contexto general de tccr expíe-

sión. Et lenguaje actia siempre referido a elia. la im-

plica y reclama.Esto que pasa con la expresión acontece en grado

aún mayor iott la idea misma. Ninggna idea es sólo

io q"" átU por su exclus í\^ apariencia, es' Toda idea

* ,irrg ularíia sobre e[ fondo de otras ideas y conlie ne

dentrJ de sí ra referencia a ésras. Pero además ella .{

la, ter(fltra o complexo de ideas a que 'pertenece' no

son sólO ideas, .ito €S, no son puro < sentido> abs-

tracto y exento qug se sostenga a sí mismo y repre-

sente átgo compieto, sino que una idea es siempre

reacción-de or -hombre

a una determinada situación

de su vida. Es decir, que sólo poseernos la realidad

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOT'ÍA

de una idea, lo que ella íntegramenre es, si se la tomacomo concreta reacción a una situación concreta. Es,pues, inseparable de ésta. Tal vez resulre aún másclaro decir esto: pensar es dialogar con Ia circuns-tancia. Nosotros tenemos siernpre, queramos o oo,presente y patenté nuestfa circunstancia ; por eso nosentendemos. Mas para entender el p.nr^rrriento deotro tenelnos que hacernos presente su circunstancia.sin esto, fuera como si cle un c{iálogo trroseyésemossólo lo que dice uno de los interlo.otot.r.'

He aquí el primer principio de una ( nueva filología>> : la idea es fina acción. que el hombre realiza envista de una determinada circunstancia y con una pre-cisa finalidad. Si al querer entender una idea pr.t-cindimos de la circunsr¿rnc'ia qlre la l)rovoca y deldesignio que Ia ha inspiradc,. rcndrernó, de ellá sóloun perfil v-ago y absrracro. Este esquema o esqueleroimpreciso cle la efectiva idea e.\ prrccisai-rlenre io qLlesueie llamarse q idea) porqrle r:s lo 9uc, sin más, secntiende, lo _que parecc rencr Lrn se,nticlcl ubicuo ysabsolllto). Pero 1a idea IIo ticnc :;Ll iruténtico .ontiTdo,. su prcpio y prcc;so <<scnri,lr,,. sintj cLrmplien-do el papet ac'tivo o función para r-[*e fue p.irr*.l"y ese ¡:apel o función es Jo qLlc r icne clc acción frentea Lrna circitnsÍ¿tncia. Il o h^y, pues, a ideas eternas D.T'oda idea Está aclscrit¿r irrcnre,Jiablemenrc I la situa-ción o circttnstancia frente a la cual represenra suacrivo p¿frel y ejerce su funcitin,

La realidi¡,i. quiero dr:cir, la integridaci de unaidea, la idea irrecisa y complcra ¿Lparece sólo cuandoestá iuncio tt'ond'o, cualdo e jecuta sLl misión e' laexiscencia de un hornbre, gtrr, a su vez) consiste en

96 nrsront¡.-- I 97

Page 54: Ortega y Gasset, José, Historia como sistema

JOSE ORTEGA Y GASSET

una serie de situaciones o circunstancias. I^o que Pasa

es que todas las vidas humanas contienen elernentos

de iin u.ión, esquemas abstracros de circunstancias

que son comonei. Y lo gu-e llamamos unl épo9a es

yL una especial comunidád u hom'ogeneidad de si-

n aciones. pot eso las ideas cn ella ideadas muestran

mayor afinidad entre sí que entre elbs y las de oüa

edad. En fin, h^y ciertos últimos y abstractísimos es-

queletos de siruación que se dan en toda vida huma-

r". Esto es 1o que ttoi permite obtener de toda ex-

presión algún sentido y entender un froco el supuesfo

valor <rabsolüto> de una idea. Pero aun en este caso,

eso que entendemos-y que es sólo un fragmento bo-

troro d. Ia idea-lo entendemos gracias a que La he-

mos referido L esquemas permanentes de humana si-

tuación.Pero, claro es, no h^y ni ha habido nin,ryrna sirua-

ción ral, que consiSta sólo en uno de esOs esquernas'

I.a, vida es- siempre concréta y lo eS la circunstancia.

De aquí que sólo si hemos reconstruido previamente

Ia concreá situación y logramos averiguar e[ papel

que en función de elia representa, ehtenderemos de

verdad la idea. En cambio, tomada en el abstracto

sentido que siempre, en principio, nos cifrece, la idea

será una idea -oett", una mornia, y su contenido la

imprecisa alusión humana que la mornia ostenta.peio la filosofía es un sistema de acciones vivients,como puedan serlo los puñetazos' sólo que los' pu-

ñetazoJ de la filosofía se llaman <tideas>.' la. consecuencia de todo esto es ineludible- Lo qtre

se suele denominar adoctrinas filosóficas> no tiene

realidad alguna, €s una abstracción. Las ndoctrinasr

IDEAS PARA UNA HIsToRIA DE LA Frlosor.Ín

no están en el aire, sino que exisren anaigadas endeterminados.tiempos y lugáres. Si se absrrae clel fun-cionamiento de aqielrás uí..rrinas> en ravida de es_tos hombres, que.run sólo especrros, absrractos. AhoÍa bien, de loi abstracros no huy historia: ésra es ermodo de conocimiento requeridá p";l; pecuriar rea_lidad que es ra vida hu*"nu. sóro de una funciónhumana --:

cuando,;TJ,'iff :,ii!.ili, ff ,;"i:o: #?;:H.il;cabe historia' Et vocablo ¡á"i." bistoríe significó nin-formación>, <<averiguació Á, i, por lo misffio, varíain_diferenremenre para. invesri!áciones sobre los fenomenos narurales y los humános. pero rroy, ,t *n"de rener que invlntar rl^ parabra nueva , h^y quehacer más exclusivo su signiiicaclo, adscribiéndolo alcomportamienro inteleftunl que nos im¡rone la pe_culiar realidad human¿¿. La'oid". tru*ro es lo quees en cada momenro, en uista d. ,rr- pl"ao que c,'el presente perciura y lrracrúa. para denom inar esrecarácet de nuestra tbtiidud no renemos otra ¡nlabraque <historicidad>- Esra es la áoble iuiá" For lacualme, he ¡rrmitido degir que o.u < historia de ra filosofía > corno - exposición .rorro lógica de las doctrinasfilosóficas, ni "t historia ni lo es de Ia filosofía. Esprecisa y_ formarmente ra abstracción de uoa efectivahistoria de Ia filosofía.

Una <<hisroria de las ideasD_filosóficas , matemá_ticas, políticas, r.eligiosas, económicas-, sbgún sueleentenderse c-srs tíruló, es i-p";ibl.. irr, <ideas>, repi_to que son sólc¡ rbstracos de ideas, no tienen historia.La considc'ración de ras J*rrinu, como merarnen_te <docrrinas> ras destem prariza y ;i ;.rd;;t;;98 99

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JOSÉ oRTEGA Y GASSET

nos són expuesras las efilosofíasr de veintiseis sigloa

en un mismo plano det tiempo' es clecir, corno ac-

tnales. paraería invitársenos a que jtugísemos si Par-

ménides, Plotino o Duns Scotó atienen rczínn' lo

rnisrno q* ;;tá" o no tenerla Bergson o Husserl'

se los $ata como conternporá'eos al no hacernos ver

que La entraña más ,ortántiva dg aquellas doarinas

il; Ai i* da su auté'tico sentido es Ia fecha. O lo

que es ,goat: la advertencia de que Parménides per-

ren€ce at siglo vI a. de J. c. no es una calificación ex-

irínreca ni íi*. sólo p'o que nos digamos : <Se com-

pr."a. que en su tiempo p€nsalen así.p No: no se

ff^ta de q". r.ferido ; rú tiempo. nos pane?c1 *?testimablr'á- siquiera perdonable el pensamiento de

Parménides, sino qo. Ll no uerlo desde su fecha nO

to .rrr.rrd.áo, bien, no lo sabernos, cualquiera sea

nuestra ulterior aPreciación'Ni basta wfa creer que se hace historia rno$rar

la influencia ^que

una idea anterior ha tenido en una

porr.rior. Estó es pura müáfon. Una idea de ^yef

lo influye en otra de hoy, propiarnente hablañdo,

sino que aquélla influye en ot hombre que reacciona

a, esa influencia con Ia nueva idea' Es en vano querer

hacer historia si se elude hablar de hornbres y colec-

tividacles de hombres. En surnz, que la historia de La

filosofía deberá anular Ia pr"s,rnia existencia deshu-

manizada en que nos ofrbce las doctrinas- y volver a

,*.tgirlas .tt el dinamisrno de La vida hurnana,

*orrrírrJ""o, su funcionamienro teleológico en ella.

if*rgí";;;-q". de pronto. todas esas ideal momifi-

cadas e inertes que t" tradicional historia de la filo'sofía nos propooe, entrasefl en resufrección, 9ut cG

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOT'Í^A

menzasen a vivir, esto es; a ejercer su funciór¡ I cum-plir su papel eri la existencia'de esos hombr., q";i",pensaron ! lpso facto todas esas extrañas combinacic>nes de ideas se ilum inarían en una univérsal ¡eviden-ciar, €s decir, que al hacernos sus historiadores lasreviviríamos e imaginariamente no$ satisfar ían .o-,,satisficieron a sus creadores y a los que les rigui*n,como discípulos y adicros.

otra cosa es gü€, a sabiendas de Ia improcedencia,llamemos ahistoria de Ia filosofía> a on" abreviaru-ra de la efectiva en que se presenta sólo un €squemade los sistemas, úti I pfua el flt¿sofo acrual. En rigor cs-to ha sido lo gue se ha solido llamar con aquel-títulodurante los úllimos cien años : un instrumenro parael taller del filósofo.

Evoluclóx DE LA HIsroRr^DE LA FrlosorÍr

En su <Introducción> hace Bréhier un resumenacertado de las formas que ha tenido Ia historia de lafilosofía. Comie nza" en Aristóteles siendo la serie desoluciones dada a los problemas anres que él medira-se sobre ellos. No es

"ún propiamenre historia. Esas

soluciones e.stán ante él corno ¡rosibilidades de p.;samiento que colaboran en su propia labor. f losumo habla de algunos fitósofot

-co*o o[ no].o*i, ol

ripxaíot: los urntigrosr. pero esta noción de ranti-gtloD nÓ se precisa en su mente t. Mas tarde comien-za su labor el perenne iniciador de toda ¿ir.ipii"" t

r En la Física, r, 8. rgr a. 26,les llama rorpes, ónü d¡ser píao.

100 101

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JOSE ORTEGA Y GASSET

el coleccio'nista, y se publican colecciones de opinio-nes filosóficas-los placita phiJosophorttrn. Tras élllega el escéptico a quien interesa mosttarnos Ia di-sOnancia entre las opiniones-Dragovla tó'¿ Do[óv-como prueba de que La verdad es imposible. De aquíque sea Sexto Empírico uno de los autores antiguosque rnás datos nos transmiten sobre los filósofos an-

teriores a éI. Siglos y siglos continúa con varia mO-

dulación esta rnanera de historiar Ia filosofía, hastaque en el siglo XVIII se da un car^cter formal a aque-

lla tradición. Se consid efa como misión de Ia historiade la filosofía desarrollar el panor ama de la de-

mencia humana. La historia fue entonces delibe rada-

rnente bistoria de los errores, d" la discrepancia in-telectual. La variedacl de opiniones manifestada porlos hombres .a lo largo de los siglos, aparece cornoalgo esencialmente negativo f rente a la verdad ( unay Wna siempre> lograda en aquella feliz cenruria.Esto inclica hasta qué punto esa < historia > eÍa lanegación a limi,ne de la realidad como historicidad.Todavía Bruckner, en L7 42, anuncia que va a reco-

rrer Ios infinita falsae philosophiae exenzpla,

La ingente renovación filosófica de Kant, que obli-gaba a. pensar en nueva forrna y desde su raíz losproblemas, llevó a los pensadores, lo mismo que en

la hora inicial de Aristóteles, a buscar la colabora-ción del pasado. {.fna vez más Ia urgencia de tallerpuso en contacto con las doctrinas antiguas, peroahora coinci día con el despertar del < sentido históri-con y con lag nuevas técnicas que él suscita: filolo-gía, crítica de las fuentes, perspectiva temflo ral. Sinémbargo, no se ha trascendido aún aquélla óptica de

IDEAS PARA LINA HISTOIIIA DD LA FILoSor,ín

taller filosófi.-o y ello ha impedid,o obierivar plcna-mente el estudio histórico de la filo'sofía, que'l>uscaver la realidad íntegra que fue y no sólo la abrevia-tura de ella que el pensador sisiem ático del fr.r.nr"necesita rener a la mano para_ su privad" uiqoi-¡u.Pero bastó la leve inspiraci'ón del uienrido rrisi¿r¡.r,que se había insuflado en la historia de la filosofíapara que se modificase radicalmente la fig,.n rr"rruenronces presentada pol el pretérito del prár"-ienro.tr que parecía confu-sión ur?i*iunte de .rror., y puradisonancia de opiniones-por ro ,rnrf L;.rrrpt", ina_cionalidad-se presenta ya corno un desarroilo orcle-nado, como una conrin,rid"d en que el pÉnsar huma-no pasa racionalmente de una .oñ..pción a otra. Lossistemas se suceden en comprensible itl¡ac¡An y

"l ,*r.,

de .discrepancia irreduaiblÉ q". queda

"rrrr. una pru-ralidad, sjempre la misma,' d, ^ ip"n* de visi"u,pierde rodo carácrer de urúirr^riedád . L; imposib'i-

dad de dominar definitivamente el univbrso de lo realdesde ltn solo punro de vista da un senrido claro ala existencia dé varias oor..f.i"ne5 "iun¿rmentales

goy^ pluralidad nos parece entonces ineludible r. E'Ia pululación irracio";l_ del pÁao nu-uno filosóficose dibuja ya un perfil de <rízó,n hisróri ca>>.

1 véase Dilthey: Die Typen der vertanscbuung rrn¿ ibrelryb.;ldung in dán metapbysisch-e, systemen. Gesdmntertescbriften', romo yII, pág: 7?-. IVéase su traducción españolaen el volumen Teorío 2e ras

^roorrpciones ¿rt- nzurüo, p^-gina 55. Revista de occiden,", u"Jri d, r; fj'

1,02 r03

Page 57: Ortega y Gasset, José, Historia como sistema

JOSÉ ORTEGA Y GASSET

FILOSOtrÍA Y SOCIEDAD

pero esta integración de ra realidad filosófica que

represenra el i*putativo de describir cada doctrina

funcionando en Ia existencia del hombre que Ia pen-

,o o ra adoptó no es aún suficienre. La filosofía no

es sólo una iunción en la economía vital det filósofo,

,i"o que éste ranza al públicq su doctrina. El público

no es ya esre o el ot- hombre, es una colectividad

humana como tar, un' sociedad. ¿ cuál es La reacción

de ésta anre el hecho de Ia filosofía en cada rnornen-

ro de su historia? Con orras palábras: Ia filosofía es

también función de ra vida colectiva, es un hecho

social, una institución. Y todo esto pertenece tam-

bién a La realidad a f iloso fía>> .

TaL vez ahon se baga más crudamente clara, para

quien no haya percibido bien lo anterior, mi a-severa-

.i¿r, de que'la ^historia

de Ia filosofía no puede .gt-sistir, sin^ más, en una exposición cronológi-ca- de- las

cdoctrinas>, o lo que es igual, que La realidad afilosofíar no se reduce a <<ideas>.

En efecto, si a la pregunta : ( ¿ qué es f ilosof ía? >

intentamos respondernos con el debido orden, ten-

dríamos que comen zaf por describir lo primero.So.

de ra filósofía hallamoi, su aspedo más inmediato

-(lo primero para nosotrosD, decía Aristóteles. AhO

fa bien, el hombre conternporáneo, antes de qYe la

filosofía sea algo dentro de éI, Ia ennlentra fuera

como una realidad pública que tiene inclusive atri-

butos materiales. Encuentra la filosofía con el aspecto

de una magistratura estatal, d. una burocr¿si¿-165

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOT'Í¡.

cprofesores de filosofíar-que es yagada en ünero ya que están adscritos eüficios. T-a, encoentra en for-ma de libros que se venden en el comercio y que sonproducto de una indust ria. l.¿, prueba de que es esreel aspecto- primario de la filosófía está en que es loque sabe de ella quien de ella sepa menos. El filósofoauténtico que vive absorto en 7^ meditación de losproblemas más íntimos de la filosofía, propenderá a.

olvidar o desdeñar ese su primer aspecro. Pero cGmete uD error si formaliza tal olvido y tal desdén.

forq-ue es evidente que eso es una pot.iótt nada des-deñable de Ia reafidád integral o filbso f ían Si el Es-tado dota y mantiene cátedias de Filosofía y las ins-tala en ldcales, si existen industrias que se áf.^n^n enla edición de textos filosóficos, quierl decirse que enla sociedad es vig_e1te la convic.ión de que la iilorofía es una necesidad colecriva. y esro .r ya enorme.Y es una .torpeza desdeñar el hecho por lo mismoque_ e_s palmario y -obvio. ¿

por qué, ló*o, en quémedida es la filosofía una necesiaaa social ? ¿ I^o i"sidg. giempre? lQué modificaciones, qué attiba¡os l-sufrido en la historia de las sociedadei, desde éreciu,lV vigencia .d: aquella convicción ? ¿ E; posible. cuer-damente hablandq que una discipli¡" t'itulada a his-toria de la filosofía> se desentienáa de determinar elpapel social que Ia filosofía ha eiercido, como si suactuación en la vida colectiva fuóse alg'o ajeno a larealidad sfiloso fía>? El mismo olvido'-que- la histotia de las doctrinas padece al no ver cada idea sus-tantivamente como una función que sirve una deter-minada finalidad en la existencia del filósofo, tW-rece aquí en tamaño macroscóp,ico al no investigai a

rc4 105

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

fondo y con toda la precisión pcsible qué papel efec-

tivo ha representado en cada época de la vida colec-tiva el pensamiento filosófico. Por no haberlo hechO

nos enconttamos, como antes indiqué, en Ia ridículasituación de no saber con un poco de seguridad y de

rigor qué <importancia> ha tenido en la historianuestra disciplin¿r y Ocupación. Y el caso es que larealidad de toda cosa propiamenre humana no es otraque su uimportancia>. La más mínima manifestaciónde nuesttu lridu alude a la totatidad de ésta y sólo re-ferida a ella revela su auténtico valor y significación.Lo que hacemos y lo que nos pasa no tiene más ter,-lidad que lo que ello <importer en nuosma vida. Pores'o, en vez de hablar de (cosas), que es una nociónnafuralista y buena sólo para uso provisorio en la fí-sica, en humanidades debíamos hablar de u i-poftan-cias >r. Pues bien, aunque parezca mentira, no existeun solo libro que se propon.ga relatarnos Ia historiade la t<importancia> que la filosqfía ha tenido efecti-vamente desde su iniciación hasta nuestros días. Me-nos aún : no conozco ninguna publicación que es-

tudie temáticamente lo que la filosofía ha sido comofunción social y corno hecho colectivo siquiera enalguna é'poca. Sólo se encuentÍan aquí o alLá instan-táneas miradas de soslayo al enotme asunto

1.

¿Es tan extravagante, corno aL punto pudo pareceraI lector, mi adverso diagnóstico de Ia historia de Iafilosofía según es practic ada? ¿ Se entiende, aL cabo,con suficiente claridad por qué es irreal una historia

1 Tal vez Ia única etap que haalguna mayor arención bajo este ángulocés, el tiempo de los pbilosoPbes.

sido contemplada cones el siglo xvlil f,ran-

rc6 r07

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOFIA

de las <d,octrinas> que consiste sólo en la exposiciónabstracta de éstas ?

Queramos o Do, ahí ha estado la filosofía funcio-nand,o en la vida social, con partida propia en lospresupuestos del Estado, como obligación legal im-puesta a generaciones y generacion€s de estudianres.Cuand,o algo se convierte en <<razón de Estado> y elPoder público se ocup'a de ello no es sólo una nea-lidad social, sino que lo es superlativamente, ya queel Estado es el superlativo de lo social. Ahora bien,el Estado no se ocupa de Lrn asunto sino cuando éstees sentido por la sociedad como una rigorosa nece-sidad. Durante milenios aconteció que no había fi-loscfía y, durante centurias, que habiéndola no se

preocupó de ella el Estado. un buen día incoó sutrato con la filosof ía. .. evitándola, persiguiéndola.Pero lle,qó otro y la filosofía se conviriiió en normalinstirución pública. Lo que Platón postul aba comoun paradójico ideal cuya realización le hubiera es-pantado a él mismo, fue en cierta jornada un hecho.Hasta qué punto se hallaba lejos de Platón Ia creen-cia en que la filosofía pudíen hacerse función estaral,lo revela el hecho de que en la Apología declare Só-crates ante sus jue ces gue, lef os de ser criminal laÍaena en que se ocugaba de obl igar a las genres a fi-losofar, debía su ocupación considerarse como un ofi-cio público y por ello debía comer a cuenra del Es-tado en el Pritaneo. Y todo ello nos es referido comouna extrema <ironía> e hilarante paradoja. ¿No me-rece la pena de conrarse cómo y por qué acaeció su-ceso tan estrarnbótico.

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

Pcro la filosofía no es sólo realidad <oficial r coffIoinstitución, y realidad económica que existe en elmercado como industria editorial, sino que ademástiene otra forma de'realidad en la opinión pública.flurante épocas larguísimas el filósofo ba gozado de

prestigio en la sociedad y el prestigio es una operaciónsocial. He ahí otra dimensión Dara la historia de lafilosofía : la historia ondulante del prestigio y des-

prestigio del filósofo. Pocas investisaciones puedenrer¡elarnos más secretos hondos cle la historia hum¿-na como el intento de reconstruir la crlr'\¡a del desti-no social que ha gozada y sufrido' el filósofo, la pre-cisión sobre el puesto que €n cada sociedad y en cacla

é¡toca correr¡nndió al que filosof aba.Pero esto nos hace volver, como en rebote, de la

filosof ía en cuanto realidad sccial a lo que la filosofíaes dentro del filósofo. Porque, como he indicado, no€'s indiferente para el pafrel que sus ideas juegan enla propia vida del filósofo cuá[ sea la situación socialen que Se encuentra. Se piensa no sólo estando en

una fecha determinada y en un preciso lugar, sinodesde un puesto social-que unas veces es el centrode Ia sociedad, otras es arciba, otras es abajo y, enocasiones, es un piuesto fuera de ella : cárcel o des-

tierro. Importa sobremarieta precisar Ia dosis de li-berrad que en cada rnomento ha gozado el filósofo.¿ Qué efectos produce en Ia filosofía La faLta de li-bertad ? Mas también hay que preguntarse lo inverso :

¿ grré efectos ha traído pafa la filosofía Ia sobra delibertad? Está por escribir todo un libro bajo el tí-rulo : Sobre la responsabilidad, e inesponsabi.li¿a¿ de

108 L09

ll)l;A.S l')AltA l,NA I tl.\ l'( )l(lA ¡ll: l.A Irll.().S()l;lA

la filosof fu t . I)t'rt ) ¡rr ui lóqrr.s l)r('gLurras lrirl>rí¿r (lu(' l¡rr

cerse sobre los clt't'tos <lcl lutlago y l¿r rlcsitt(:rl( irirr. Nr¡es cosa tan clara quc aquél sea bcncficioso y óst¿r de.letérea.

He dicho que el primer aspecto bajo el cu¿rl sc

nos presenta la realidad <filosofían es lo que ticnc riehecho social. I{ace dos rnilenios y medio quc c's(' hc-cho existe y espera su historiador. Encontrílr)ros atrí,en Ia gran exterioridad que es lo público, la institu-ción filosófica, como encontramos la política, losorganismos sanitarios, el servicio de incendios, cl vcr-dugo, los usos ceremoniales y la moda. Por lo visto,la sociedad ha necesitado durante mucho tiempo queen un tanto por ciento de sus miembros se inyectcnciertas opiniones filosóficas, ccmo desde hace casi unsiglo necesita que sean vacunados.

Pero lo que Ia filosofía tiene de fenómono social€s, claro está, lo más externo de su realidad, es cornosu costÍa. La sociedad no es nunca original y creadora.Para que llegue a ocuparse de Ia filosofía como neL

cesidad pública es rnenesrer que ésta exista prwia-mente hecha ya Fror algunos individuos.

r Hace tiempo anunci*L¿ rebelión de las rndsas: rPró-logo Fr.ra franceses)r, 1937-y rengo en parte redactado un es-tudio donde me ocupo de esre tema, si bien complicándolocon otro más general : Discarso de la responsabilidad, inte-lectaal. Tornaba en él como ejemplo e hilo conductor laevolución de la intelectualidad francesa por ser la que menosdiscontinuidades ofrece desde el Renacimiento hasta el pre-sente. La siruación acn¡al de Francia me ha rerraído, por ahora,de concluir este ensayo. [Vease el <Prólogo para francesesr dcLd rebelión de las mdsírr en esre C,olección.l

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JOSE ORTEGA Y GASSET

AUTENTICIDAD E INAUTENTI-CIDAD DE LA FILOSOFíA

I*poÍta ver claro el viaje de ida y vuelra que lafilosof ír-y no sólo ella-hace. El individuo ácrualencuentra primero Ia filosofía en la sociedad, comouso público e institución, por ranro, fuera de todoindividuo deterni.inad.o. Con esro quiero decir gue,aunque no existiese en el momento ningún auténticofilósofo y, por tanro, ninguna auréntica filosofía, éstaseguiría siendo en aquel momenro una realidad so-cial : las cátedras exisrir ían, los librós de sedicentefilosofía se vende rían, etc. Porque es cafacterístico detoda vigencia social ( y esro son los \rsos, cosrumbres,leyes, etc.) actuar y ser con independencia Ce todoindividuo deterrtinado. Téngase en cuenra que elhecho social consiste en lo que hacernos simplemen-te porque se hace. La presión impersonal de la colec-tividad en torno nuesrro nos fuerza--con Íuerza Íí-sica o con moral coacción-a ejecutar ciertos actos.Entre lo que hacemos y el porqué lo hacemos no huynexo racional. El profesor de filosofía no tiene a lomejor nada de auténrico filósotto :-- enseña filosofíapara ganarse Ia vida o para sobres alir socialmenre.El estudiante la estudia porque no tiene más reme-dio. De_ aquí que la rcalidad social adquirida por algo

vigencia-n,o garantiza lo más mínimo la au-tenticidad humana de eso que pretende ser; por ran-to, rlo consiste de ninguna manera en su aurenticidad.Lo cyal, dicho con simple inversión del enunciado,significa que toda realidad social es inaurénrica.

110 111

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOFIA

Gracias a ello'es social y gracias a ello cLlmple su

misión colecti y&, que es i-ponerse a los individuosuelis nolis, con o sin La adhesión determinada de nin-guno, en suma, rnecánicamente. Si una función socialdependiese en última instancia de individuos deter-minados, como éstos pueden fallar y de hecho fallan,se volatil ízaría. Pero Ia sociedad sostiene sus vigen-cias-por ejemplo, la ocupación filosófica-con unaceguera en parte benéfica, irracionalmente, como hacecon sus comp'ortamientos la naturaleza. De aquí que

la necesiclad social de la filosofía y, consiguientemen-te' su realidad como hecho social son una necesidady una realidad inauténticas.

Pero hecha €sta somerísima aclanción de un pun-to clifícil, volvamos a lo que llamé viaje de ida y vuel-t'a. de la filosofía. Dije que el individuo actual la en-cuentra primero fuera de todo individuo determina-do : Ia encuentra en Ia impersonal sociedad. Pero lasociedacl no se ocuparía como ál de fil,osofía, no Iasostcn dría rnecánicarnentO si, a su yez, no la hubiesecncontrado ya hecha, fuera de ella, en ciertos indivi-<iuos. Estos son los que la hicieron, la crearon. Y Iacrearcln porque sintieror, cada cual por su cuenta, lanecesidad de ella. Esta necesidad de filosofar que sien-te el individuo creador es la auténtica y la original.En é1, no en La sociedad, está el origen de la filosofíay su auténtica o radical realidad t.

1 En la naturaleza no hay .grados de realidad. Las cosas

o son o no son, sin más. Pero es caraderístico de lo humanoposeer los grados más diversos de realidad. Todo lo que elhcmbre hace puede ser más o menos auténtico, y por' tanto,más o menos real. Pero la realidad inauténtica de algo--ea

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JOSE ORTEGA Y GASSET

Esta contra danza permanente de los asuntos hu-

rnanos que les hace ir y venir del individuo a la co-

leaividad y viceversa, es condición general de nues-

tro sef y cotno todo lo humano está lleno de incon-

venientes y ventaias. Acabo de apuntar Ia ventaiag€neral qLre trae consigo la sociali zacíón de algo hu-

mano : al mecan izarce se hace inauténtico - FOr

ejemplo, Ia idea Se convierte en alugar., comúnD-;pero gracias a ello, queda liberado de la arbitrariedad,

la filosofía, s€o la <bondadr de una pefsona-no es simple-mente irreal, Tiene su realidad ; precisamente es¿ peculiar

real,idad de lo inauténtico. Expresando esta tesis formalmen-te, diremos: toda realidad humana Dosee una escala de t/i;t-dos d,eficientes frente a un modo plenerio que es su autentici'dad. Pero rodo ello integra la realidad tot¿rl de aquel hurnanohacer. Pues bien, el hecho social cs, constitutrvamenre y nc

lx)r caso, 1o humanc inauténcico y c'l :rodo deficicnrL--alr.nqueineludible-de ser hombre que hay en toda persona. Platónalude ya a esta diferencia entre autenticidad e inautcnticid¿'den los modos humanos y, precisamente' refiriéndola a la fi-losofía y al Estado (oficios púbticos). En la Re7tiblic*Yif,53t-dice: (El fracasc actual de la Filosofía y el menospre-

cio en qr-le ha caído provicne de que no se pone cuidado en

la ocupación con ella. Porque no deben ocuparse de ella los

bastardos, sino los legítimos. ) Autenticidad e inautenticidadde la ocupación se denominan aquí < legitimidad > y < basiar-día>. Pocas líneas más abajo añade, refiriénCosc a les virtudr:sdel hornbre y especialmente del gobernante, cs decir, ÍI le ocu-pación u oficios públicos, que en todo ello uloy que cuidarextremadamente la distinción entre lo bastardo y lo legíti-moD. Cornprueba que Platón rcnía a la vista aquellos tlos mo-dos dc la rcalidad humana el que entie ambos pasajes hablade la <mentira involuntaria> en que log hombres caen, opo-niéndola a la voluntaria y deliberada. Ahora bien, no puede

aclararse mejor lo que llamo <inautenticidad> que definién-dola como <mentira involuntaria>, psetulos al¿ttsion El hom-

L1,2 rns'ronH.-9 LL3

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

capricho y fallas individuales. Veamos ahara un in-conveniente que en el caso de la filosofía es espe-cialmente grave.

LA HISTORIA DE I.A FILOSO-r.Ía coMo REGRESo

Desde hace muchos siglos acaece que el individuoantes de sentir él Ia necesidad de filosofar, encuenrraIa filosofía corno ocupación públicamente constirui-

-

b¡e está siempre en riesgo invcluntario de no ser sino (pse¡-cio-sí misrnor. Sobre lo social ), el ejeicicio de funcioneJ ofi_ciales dirá: < Sin darnos cuenta deiamos que se ocupen alazat de servicios públicos los que czr€c€n d; las virtudes- queson supuestos de esas ocupaciones.D Platón no emplea en

"r,*úi{niq lugar la palabra <virrud> que yc introdu zco, pero estálaticnclc c{r todo ci trozo, porque la idea griega de

^uvirnrd,

-ar?é-.significa prccisarncnre (aurcnricidad,,,=., decir, (ca-

pacidad efectiva> o simplemerrte <efectividaclr pan algo, se¡en plena realidad lo quc cs. Todo lo viviente ii"tt" sl areté,su uírtuci, a sabcr, su tnodo plenario de ser.

Platón habla muy f¡ecuenremenre de lo que tiene ¡máss_er? y lo que riene (menos serD, por ejemplo. Rep. 5g6, 7_g,5 1 5 , 39 ( Didot). Nada riene que ver con esto el que aldiscutir en el Fedón con los que definen el alma como ar-monía, lcs oponga que ias almas son unas más armoniosasque otras, lo cual equivaldría a reconocer que cabe ser máso menos alma, cosa imposible. Tarnpoco Áristóteles admiteque en la sustancia quepan grados del ser. claro esrá : lassustancias tiencn para Aristóreles, como las ideas para platón,el ser máximo, y en él no cabe un más ni un ménos. per<¡ aésrc llcga el pensarnicnto al través dc grudo; deficientes clelser) <ic coses que son más o menos. Aristóteles reconoce < elmás y el menos serD en las otras caregorías. No se olvide querrrra el misrno Aristóteles el $er de L sustancia no es cual-quiera, sino el (ser princip&l)r, xupfutq i)..

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JOSE ORTEGA Y GASSET

da y mantenida, es decir, que somo$ solicitados p faocuparnos de ella por razónes inauténticas-lo que

tiene de profesión (que alimenta a su hombrer, lo que

tiene de prestigio u otros motivos más (Puros)' pe-r.o

que tampoco son auténticos, como ir a Ia filosofía

Éot afición o pof curiosidad. Ia Pfuel1 de qTe todos

éttot motivos son, aunque en grado diverso, inautén-

ticos, está en que tOdos suponen Ia filosof ía ya hecha.

El profesional aprende y cultiva esa que hay ya ahí,

aI "fi.iottado

la gusta pofque Ia ve ya hecha y su

figura lograda lJ atÍae, dc: Esto es perniciosísimo

porque corrernos el riesgo de encontrarnos sumergi-

io, ^.t

una ocupación .,tyo íntimO Y radical sentido

no hemos tenidó tiempo ni ocasión de descubrir- Y,en efedo, en casi todas las ocupaciones humanas acon-

tece que por (estar ya ahí> los hombres suelen adop"

tarlas mecánicamenie y entregar su vida a ellas sin

que iamás tomen contact6 verdadero con su radical

realidad.En cambio, el filósofo auténtico que filosofa por

íntirna necesidatl no parte hacia una filosofía Y? he-

cha, sino que se .t..r.tt tfa, desde luego, haciendo Ia

suya, hasta el punto de que es su síntoma más cierto

,r.rtá rebotar de toda filoiofía que ya est^ ahí, negarla

y retirarse a la terrible soledad de su propig filosofar.

Esa consranre invitación a. Ia inautenticidad que Ia

preexistencia social de las ocupaciones humanas no$

ditig., es uno de los componbntes trágicos del hom-

bre,- ,rn obstante su ningún aspectO melodramático'

De altí que sea preciso combinar el apleq{izaie y

absorción de la filosofía socialmente constituida Y re-

comendada con un perenne esfuerzo por negar todo

rr4 115

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOTíA

eso .y uolaet d, comefl,zü, o lo que es igual, px)rr^epristinar la siruación en que la fiiosofía rá originó.Aqr ellos primeros filósofos que en absoluto la ñi.¡.-ron porque en absoluto no la había, qug en rigor,

llegaron a hacer un filosofía sino qo. meramen-te la iniciarotr, son el aurénrico profesor de filosofía? que es preciso llegar perforando el cuerpo de todoslos profesores de filosofía subsecuenres.

. Todo gran filósofo lo fue porque acemó a reprGducir en su persona, siquiéra apr,oximada*Jnr"aquella siruacióñ origin aria^en que fu filosofía

^".iá.Por eso nos importa también mucho intimar con esosrenovadores i.l pensamiento filosófico que no pu-üendo ya origin arlo lograron reoriginarló. pero, -in-

sisto una vez más : la historia de Ia filosofía en sumodo habitual apenas nos sirve para facilitar esaconvivencia íntirna con el pensadoi antiguq porqueal no reconstruir el drama in¿ivi¿ual de i" exiitenci"nó nos hace parenre el esencial especáculo de su filosofía originándose en aquélla.

La historia de Ie filosofía es una discipl ina internade la filosofía y no un añadido a ella o curiosidaclsuplementaria. Dos razones lo susten tan. pri,mera:hacemos siempre nuestra filosofía dentro de tradiciones determinadas de pensarniento en las cuales noshallamos tan sumergidos que son para nosotros larealidad misma, y no las réconocemos como parricu-lares tendencias o ensayos de la mente humana queno son los ú!i.or posibles. Sólo esraremos en la ple-na posesión de estas tradiciones, que son ccmo nues-tro subsuelo intelecmal, si las sabemos bien, en susmás decisivos secreros, poniendo al descubierto sus

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más ae\ridentesn supuestos. Segunda: lo que en laforzosidad inexorable de pensar dentro de una deter-

minada traüción hay de aprisionamiento, de impues-

ta lirnitación, sólo puede en algún modo contrarres-tarse repristinando lo que la filosofía fue en su ori-getr, cuando aún no existía t/n(l. tradición, o en los

puntos decisivos de su ulterior historia en que la filo-sofía renace, inicia rumbos parcialmente nuevos yvuelve a reoriginarse.

C,omo con toda ocppación humana acaece-he di'cho-, estamos siempre en riesgo al filosofar de de-

dicarnos a ello mecánicamente, siguiendo en formainercial los modos de pensar vigentes, aceptando, sin

más, el planteamiento usual de los problernas. Esto

es funesto, no porque nos impida ser <originales>. Etpuio de <originalidadu, que consiste en buscar deli-

beradamente diferenciarnos de los demás, €S una es-

túpida preocupación. El daño que aquel peligro sue-

le engendrar estriba en 9u€, al dar nosotros por bue-

nos y aceptar a crédito los modos usuales de pensar

y el planteamiento habirual de las cuestiones, ni si-

quiera los posberemos de verdad. Para <adquirirlos>efectivamente, es menester que los aniquilemos, que

rchagamos hacia auás el movimiento que sus inven-

tores hicieron hacia adelante cuando los creaton. Es-

tos partieron de Ia nada filosófica-de la pura nece-

sidaá de filosofar-sin saber aún cómo ni con qué

se podía hacer tal cosa. Una Yez más topamos con

el ionseio de Goethe: alo que heredaste de tus an-

tepasados conquístalo pana poseerlo. >

Pero conquistar eS, por lo pronto, deshacef. La

adquisición de Ia filosofía ya hecha nós impone la

u,6LT7

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOT'íN

Íaena de deshac erla primero hasta su esrremccicla ygerminal níz en que aún es sólo puro menesrcr d¡ella, dolorida ausencia de ella. No h^y modo dc.rehacer una filosofía y, en general, Ie filosofía, .si n()ha sido previamenre y a fondo desarticulada, com()no se conoce una máquina si no se la desarma ¡>iezaa pieza. cuanto más largo sea el pasado filosófico,cuanto mayor sea la riqueza de nociones, métodos,teorías que hayamos tesaurizado, más inexcusable esreconquistar la pobreza inicial, aquella radical mc-nesterosidad de filosofía que fue el hontanar de quebrotó su ulterior abund ancia.

Este fiero regreso hacia su fuente original en qucse van desmenuzando, triturando todos

"lo, sistemas

para asistir de nuevo a su ejemplar nacimiento, es cnpropia sustancia la historia de la filosofía.

Pues no podemos auténticamente ocuparnos en fi-losofía si no sabemos qué es filosofía. La respnesra aesia pregunta se quiebra en dos : ¿ qué ha sido la fi-losofía? ¿Qué tendría que ser? La historia de la fi-losofía se encarg3. de contestar a la primera parrcreiraciendo hacia atiás el largo itinerario de la evo-lución intelectual hasta el siglo vr anres de Jesucris-to. Allí se halla la jornada excopcional en 9ue, depronto, algo que antes no existía en el universo vinoa ser : filosofía.

Por esta razón, es también excepcional la impor-tancía aneja a Ia historia de ese momenro. Pero, aun-que parezca increíble, no se ha estudiado nunca conalguna energía qué es lo que enronces pasó, por quéentonces y en Grecia el hombre empezó a filosofar.

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JOSE ORTEGA Y GASSET

Esta es, a, mi iuicio, Ia más grave e inconcebible la-guna de [a historia de la filosofía, laguna que_ bas-

laúa pa:a desaut oúzarla en su eiercicio inveterado.

LA FILOSOFÍA ES UNA TRADICIóN

Cuando antes afirmaba que el individuo filosofasiempre dentro y desde una determinada tradiciónde pensamiento, no expres aba lo último que es ple-ciso decir. Esto : rio sólo nuestra particular filosofíasurge en una particular tradición intelecrual-de unpoJblo, de oni época, de una escuela-, sino_qu9-la

lilosofía toda es sólo una inmensa tradición. Et filó-sofo propende a hacerse le ilusión de lo contrarioporque, en efecto, Ia filosofía es el esencial intentoá. existir fuera de una tradici ón, esto €s, de no viviren forma de tradicionaliclad. ESta consiste en un pectt-

liar sonambulismo. El <traclicional> piensa, siente yquiere en los modos que desde tiempo < inmemorial >

halla establecidos en su contorno humano sin ponef-

los en cuestión, sin sentir Ia menor duda resPecto a.

su validez. El sistema de la tradición viene a ser' en

el hombre, un sucedáneo del sistema de los instintosque como animal perdió. En la medida en que esta-

mos sumetgidos dentro de una tradición vivimos sus

formas <initintivamefit€n. Esta es Ia vida del puro(creyeote>, d. Ia ndical t fet .

Pero Ia verdad es que la filosOfía no €s, a su vez,

sino Ia tradición de la in-tradición. Hasta el punto

de que la definición más verídica de la filosofía puede

darse-y harto más rica en contenido de lo que al

118 ,TL9

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

pronto lnrbcer pu€s parece no decir casi nada,-seríaésta de cará'cter cronológico : Ia filosofía es una ocu-pación a que el hombre occidental se sintió forzadodesde el s,iglo vl anres de Jesucristo y que con ex-traña continuidad sigue eiercitando hasta Ia fechaacnral . Para que la filosofía nazca es preciso que laexistencia en forma de pura tradición se haya volati-lizado, que el hombre haya dejado de creer <Bn la fede sus padres u. Entonces queda la persona suelta, conla raíz de su ser al aire, por tanto desarraigada, y notiene más remedio que buscar por su propio esfuerzouna nueva tierra firme dOnde hincarse para adquirirde nuévo seguridad y cimiento. Donde esro no acae-ce o en la medida en que no acaece, no hay filosof ía'.Esta no es una diversión ni un gusto, sino una de lasreacciones a que obliga el hecho irremediable de queel hombre (creyente> cae un día en la duda. La filosofía es un esfuerzo natatorio que hace para ver deflotar sobre el (mar de dudasu o, con otra imagen,el tratamiento a que el hombre sómete la tremebun-da herida abierta en 1o más profundo de su personapor la fe aI marcharse. Como la pura <tradición> eraun sustitnto de los instintos desvanecidos, la filosofíaes un sustitutó de Ia <tradición> rota. En el hombreno lr y más que sustiruciones y cada una de éstas con-serva adherido a su espalda el cad áver de aquello queestá llamada a sustituir. Por eso Ia filosofía parece ircontra la <tradición> y contra la ufeu. Mas no h^ytal. No es ella quien mató a ésta, sino, al contrario,

1 En la Edad Media v^ habiendo filosofía conforme vLatenuándose la fe.

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fl

JOSE ORTEGA Y GASSET

porque éstas murieron o se debilitaron n,o tLrvo másremedio Ia filosofía que intentar, bien que mal, sus-tiruirlas. Por una óptica ridícula, propiá a las cosashumanas, el sucesor apafece como un suplantador,un enemigo y un asesino, cuando en rigor no hacesino servir al que se fue, intentando prolongar su vir-*d y, para ello, ocupando su puesro iacío.

Ahora bien, La pérdida de la ufe> nó lleva forzo-samente a la filosofía. El hombre puede no hallarmodo de sostenerse sobre el mar de .ludas en que hacaído y, en efecto, caeÍ hasta el fonclo. El fondo esla desesperación. Exisre toda una <culrura de la des-esperación > 1 constituicla p'cir lo que el hombre hacecuando se queda en ella. [Jn ejemplo de esa culturadesesperada es la < literarura sapiencial >, que por casocurioso y desazonador es la más antigua qile existe( asiria, egipcia, griega, hebrea). Nunca se ha e.scritonada formal sobre ella y yo espero en breve tocar concierta abund ancia el virgíneo y pavoroso tema.

Pero la filosofía, nacida de la desesoeración, no sequeda sin más en ella. La filosofía cree haber encon-

I La desesperación está siempre cualificada pcr aquellode que se desespera. Cuando la < fe> muere se producc unacierta forma de descsperación que suele llevar a una u orraforma del conocimiento. Pero tambien hay una <desesp el:,-ción del conocirniento > que suele llevar a. una nueva épo*de fe. Cicerón expresa el estado en que i:l y sus afines ( losaAcadémicosr ) se hallaban, diciendo que esraban quasi des-perdta co gnitione 6sv¡i,.-p t f inibus, II, XIV. La exprcsiónes sobremanera pa,radójica y acasc no va m¿rl verdda así :

Estamos poseídcs por la Ccsespcración de no poCer conocer.La brecha que esta dcscspera.citin representaba abrió al cris-tianismo la entrada en la hisroria.

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOT'ÍN

trado una salida en el terrible e impasible acantilado :

€s, precisamente, una <vía> t. Por ello esta palabr:rKvíar-bodós, rnétodo-r-es lo que se repite más cnlos primeros filósofos ( Parménides, Heráclito) . Locual irúica que la filosofía es también una fe, Con-siste en creer que el hombre posee una facultad-l¿rq,raz6n)-que le permite descubrir la auténtica rea-lidad e instalarse en'ella.

Esta fe inicia Ia peculiar tradición que es Ia filo-

r No comprendo cómo no se ha hecho notar nunca loque el término aporí*cuestión-nos permite reconstruir dclmodo en que fueron vividos los primeros y clecisivos instan-tes de la filosofía . Poros significa la salida que encontramosen un lugar tcrresre, fluvial o marítinro donde yarccía nohaberla. De aquí SUs secundarias significaciones : camino, puen-t€, trayecto. Pero en poros todo esro está matizado por su ne-gación. No es un carnino cualqui era, sino el que súbitamentcdescubrimos cuando habíamos desesperado de hallarlo. Porcso poros significa también ( recursoD <expediente> y, crlconsecuencia, solución. Si la siruación en que estábamos ar r -

tes al no ver saliCa ni descubrir camino se estab;iiza, nossentiremos t<sin sillida>, <sin carninoD, y a esto corÍespondcexactarncnrc el vocablo a-poría con que se denominó el pro-blema, la cucstión, Ia dificultad, es decir, aquello que se pre-senta a la mente obliterado, que no deja paso a nuestra com-prensión. Dc poros, que decía con todo su dramatismo loque es camino, a saber, el t¡ánsito que en una urgencia ne-cesitaríamos, que no parece haberlo y de pronto descubrimos,se fue al vocablo más tranquilo bodós, el camino que y'eestá ahí y podemos, sin más, recorrer, gu€ no ha sido cucs-tión o aporía. Mas, por lo mismo, no satisfizo a poco la ex-presión y hubo que intensifi carla metiendo de nuevo en esraidea ineite de camino hecho el sentido dinámico de <ir másall|>, de avance en la rute y seguridad del avance. Entoncesse empezó a decir rnétbodos, cuya mcjor traducción seria, eneste casc, (progreso). En la palabra métbodos revive, pus, lo

r20 T2T

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JOSE ORTEGA Y GASSET

sofía t, macla, pues, d. lucidez y ceguera. Dentro de

ella estamos. Queda giempre en el hombre una úl-tima dosis de sonarnbulismo, residuo del animal que

un tiempo fue.

I,A HISTORIA DE LA FILOSOFÍACOMO PROGRESO

La historia de Ia filosofía es, pues, en su primerrnovimiento un regreso del filósofo aI origen de su

tradición. Algo así como si Ia flecha, mientras vuela,sesgando el aire, quisiera volver un instante pafa mi-taÍ el arco y el puño de que partió. Pero este regreso

no es nostal gia ni ddseo de quedarse en aquella horainicial Al retrocéder el filósofo lo hace, desde luego,

animado por el propósito de tornar aI presente, a, ét

mismo, a su propio y actualísimo pensamiento. Mas

sabe de antemano que todo el pasado de la filoscfíagravita sobre su personal ideación, meior dicho, que

lo lleva dentro en forma invisible, como se llevan las

entrañas. De aquí que no puede contentatse con con-

esenciat del antiguo sentido de poros. Poros es (por-taD y(pcf-tus)) en el sentido este de (monte, puerta O vado>.-V. Meillet : Linguistiqae, I, 24. En la Odisea, XII, v. 259,Ulises habia de todo lo que ha sufrido <buscando los pasos

del rnzf )- r,ópou; á).iq 3?e peeír,,r'r. Creo que un helenista más

fuerte que yo sacaría a este gui jarro léxico algunas chis-

pas más.^ 1 Sobre todo esto vease mi estudio Apuntes sobre etr

pensamisn¡s-5r¿ teurgia )t s% dem.iurgiA-, I, en el primerl raderno de la revista Logos que publica la Facultad de Filo-sofía y Letras de Buenos Aires. [Vease tomo V de Obras

Cornpletas.)

L22 r2i

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

templar la avenida de los sistenras filosóficos mirán-dolos desde fuera como un rurista los monumentosurbanos. Ha menester verlos desde dentro y esro sóloes posible si parte de la necesidad que los ha engen-drado. Por eso busca sumergirse en el origen de lafilosofía a fin de volver desde alLi al presente desli-zándose por la intimidad afcana y subterránea víude Ia evolución filosófíca.

Cada sistema aparece así aclarado, necesitarLo F,orla siruación humana ,que lo inspiró, p€ro, zI mismotiempo, se descubre su precisa insuficiencia donde to-

ma su punto de arranque el sistema sucesor. Este nuc-vo sistema no es sirnplemente otro que el anterior, sinogue, en cierto modo, es también el anterior porque loconserva en la forma, cuando menos, de contat cOn é1,

tenerlo a la vista y evitar sus insuficiencias, sus erro-res. De esta manera camina \a filosofía tiempo ade-

lante, en dirección al .presente, acumulando el pasado

e integrándolo con cada innovación. La historia se re-

vela a sí misma como progreso y no mero cambio osucesiófi

1.

Ya üjimos que hasta el siglo xvIII inclusive lahistoria de la filosofía no es la historia del pensa-

miento en progresión. El pasado se presenta como elalmacén de los errores. frente a los cuales la filosofía

1 La acumul ación en que consiste el progreso de lL fi-losofía es de forma diferente a la que tiene lugar en elprogreso de las giencias paniculare$. En física sabemos hoymá¡ cosrts que hace dicz siglos : La acumulación tiene un as-

p€do, cuando menos, aumentativo. En filosofía sabemos lasmismas cosas hoy que ayef, pero las sabemos con un saberde más quilates : la acumul ación es intususcepción.

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JOSE ORTEGA Y GASSET

vigente entonces se le\¡anta y contrapone como Iaverdad. Esta verdad no ha sido preformada e inctr-bada en el pensamiento anterior, sino que es algoradicalmente nuevo, sin gestación antecedente. Es locontrario del errar,

En este mismo siglo-cori Turgot, Condorcet, Fer-gusorr-se inicia la concepción de la historia comoprogreso; mas, por lo mismo que se inicia, nollega aún durante él a constiruirse en lo que es suverdadero significado-en r<sentido históricoD.

Se tiene la idea,. aLrn hoy dominante, de que sólocabe hablar de progreso en Ia historia si podemosmedir el movimiento del pasado en función de una sistema de referencia> absoluto. Así en La historiade la filosofía sólo cabría. hablar de efectivo y demos-trable progreso si huy una filosofía definitiva cvya gó-nesis aparece en el pasado. Sólo en la medida en quelos pensadores antiguos hayan iclo poco a poco des-

cubriendo los elementos que integran esa filosofíadefinitiva pueden ser considerados como pasos queavanzan hacía una meta y, por tanto, en progreso.En efecto, esto sería un progreso absoluto gue, re-obrando sobre el pasado daría un valor de absolutosaciertos-de no errores*a las filosofías anteceden-tes. Pero el progreso no necesita ser absoluto paraser a absolutamenteD, es decir, efectivamente pro-greso.

Cuando el filósofo viene de rerorno hacia su pro-pia filosofía desde los orígenes del pensamiento filo-sófico, descubre que todos los sistemas del pasadosiguen viviendo dentro del suyo; de suefte gue si al-guno quedase fuera, su filcsofía no tendría más re-

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

medio que moüficarse Wra contar con éI. Es, pu6,constitutivo de todo presente filosófico ver caminarhacia é1, en progreso hacia é1, todo el pretérito de Iafilosof ía' .

La suyale apfece como la integraciín de las demásy las demás corno avances y contribuciones a la suya-

Este progreso no es hipritético ni es proyectado cons-tructivamente por una reflexión a¿l hoc, sino que es

vivido con evidencia por el filósofo en contacto conlos hechos del pasado intelectual, si previamente hasabido entenderlos según la^s normas que antes hesugerido. Es éste, claro está, un progreso relativo a

nuestra filosofía, pero €s, en cuanto progreso, eviden-t€, incuestionable, y yo no veo entonces qué le faltepara ser, en absoluto, progreso.'Sin embar Bo, no in-terviene en este fenómeno de e\¡idente progresiónel que supongamos o no a nuestra filosofía un valordefinitivo. Este valor definitivo no añadiría nada alcarácter de progreso que La evolución filosófica presenta: lo único que aítadiría fuera dotar de un ca-táaer absoluto a esa evolución y, por tanto, a su cua-lidad progrediente.

I Si de hecho no era visto así hasta hace siglo y mediose debió a que no se veía el pretérito como pretérito, sinocomo una serie de filosofías <actualesn distintas de la ver-dadera y, en consecuencia, radicalmente erróneas. Pero es

curioso que aun en esas épocas ciegas Vara la perspectivahistórica, La conciencia de la colaboración del pasado en elpresente, yt por tanto, del progreso tomaba aspecos muy curio-sos. Así, lo que desde fines del siglo xvlr se llamó <eclecticis.moD no et, , sino La forma no-histórica de aceptar el pasadoy reconocer sus acienos.

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Page 68: Ortega y Gasset, José, Historia como sistema

JOSÉ ORTEGA Y GA.SSET

PENSAMIENTO Y (PROGRESO HACIAsÍ msMO> EN ARISTóTELES

En el Tra.tad,o del Aln¿a de Aristóteles h^y un pe-saie de soberana agudeza que no ha beneficiado aitn,según pienso t, de un comentario condigrlo.

La filosofía de Aristóteles es un ataque a fondo aL

problema que hasta entonces se había resistido te-nazmente a todos los ensayos de solución emprendi-dos por los pensadores de Grecia: el problema delsmovimiento>, en el sentido rhás general, esto €s,

del cambio o mutación. La idea preuia y, por lo mis-ffio, la radical que los griegos tienen del ser consisteen suponerlo como una imperturbable quietud. Ser

es para ellos identidad de una cosa consigo misma,rser lo que €sr desde siempre y para siempre, abso-luto reposo ontológico. En suma, tienen del Ser unaidea primorüalmente estática. No entremos ahora aaveriguar de dónde vino a los helenos esta propen-sión y este como instinto hacia la inmovilidad delser. La historia de la filosofía podía haberse tomadoel trabaio de esclarecérnoslo un poco. Pero ello es

que la realidad no se compone sólo de entes quietos,de cosas yaralíticas como los puros cuerpos geométri-

I No puedo asegurado. Ha de representarse el lectorque escribo sin biblioteca que poder consultar. Manejo eltexto de Aristóteles y Sl tomo del viejo Zeller, que no rozasiquiera el asunto. Nada más. C,onviene que el lector futurotenga en cuenta las condiciones materiales y morales en queesc¡ibimos durante estos años los que aún seguimos en serioescribiendo.

IDEAS PARA UNA HISTORIA PE LA FILOSOFIA

cos. Precisamente las que nos son más' próximas-losfenómenos naturales-consisten en realidades que

son cambios, mutaciones, rnovimientos. Se trata, Pu6,de concebir el ser cuando es un cambiar y un moverse.

El cambio o amovimiento> se nos ptesenta, por lopronto, como tránsito o paso de ser Ia cosa algo determinado a ser otro algo determinado : la cosa que

es blanca pasa a ser negra. Lo blanco y lo negro sonser quietq pero el paso de lo uno a lo otro no es ser

ya blanco ni ser a:ún negro; es un (ser en marcharde la blancu ra a. Ia negrur at. Pero el ser, que en tan-to que set se halla en marcha, está en cada instantedejando de ser lo que era, y pronto a ser lo que no era,

a saber, lo otro. Si la cosa que es ahora, efectivamen-t€, actualrrente blanca no fuera más que blanca Y

en ningún sentido fuera negÍa, no podría pasar a ser

negÍa, no podría cambiar a negra. Para ello tendríaque aniquilarse totalmente y entOnces no podría ha-blarse de que cambiaba de color, sino que a Ia cosa

blanca sucedería-si cupiese entonces hablar de su-

cesión-la cosa negra., una cosa completamente nue-y?, sin relación alguna con la blanca anterior. Habría un ente y otro ente, pero no habría entre ambosmovimiento de uno aI otro. Mas si suponemos quela cosa ahora efectiva o acfualmente blanca €S, tam-bién ahora y además, negra en potencia, se ofreceuna vislumbre Wra concebir el cambio.

1 La expresión (ser en marcha> que uso no es arbitra-tia. Aristóteles mismo tropieza frecuentemente con ella y endiversas formas. Así Física, Vf, 5, 2r7 b. 7-alo en poten-cia camina ( BaDíCet) a Ia entelequia>. De caelo, IV, 3, 3Il a14-<lo en potencia va (íóv) 7 la entelequiar.

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JOSE ORTEGA Y GASSET

Este no consistiría en que lo blanco se vuelve ne-gro, relación ininteligible, sino en que la negrura quela cosa blanca tenía en forma de mera posibilidadsuya, quedaría como libertada para ser efeaivamen-re. El cambio consistiría en el paso de lo que algoes en potencia a ser en efecto, plena o perfecramente( entelequia) , a ser en ( acto )) u operación ( enér geia) .

El ser potencial, mientras lo es estrictarnente, notiene efeaividad o acnralidad ninguna : es lo contra-rio del ser efectivo o acrual-Metaph,, 1048 b.34-7-, p€rrnanece latente como una realidad conte-nida, que en ningún sentido se manifiesta. Pero ima-gínese que el poder ser negra. la cosa blanca se mani-fiesta, que ese podn entra en efectividad como talpoder, Con esto no tenemos aún. Ia cosa negra, elactual ser negro, pero tenemos la cosa ef ectiuarnen-te ennegreciéndose. El ennegrecerse no es aún sernegro-e$ el paso aI ser negro y es el cambio mis-rno. La realidad < cambio, se nos presenta, pues,

como un extraño modo de ser que reúne los doscanacteres opuestos de pcitencia y efeaividad : es

la potencia acnrando o en actualidad. Orras veces

dirá Aristóteles que el movimiento es el acto im-perfecte,-cite).i¡c-De anirna, 4L7 a. 1,6-, es decir,una realidad que comienza a ser con pleno ser, perono concluye de serlo.

Cuando ha pensado esto, Aristóteles sb pasa larnano por la frente sudorosa, suspira fatigado y nosdice: <Es de verdad difícil hacerse cargo de lo quees el movimiento. > Pero toda otra solución fracaia.c Sólo nos queda esta manera de ccncebirlo como lapeculiar acrualidad que he dicho. Es cosa difícil de

IDEAS PARA UNA HISTORIA DIT I,A I;II-o.SoI'i¡T

ver, pero hemos de acepta rLa.v, Física, lll , 20 I lr'

33 y sgs.

C,o; esta definición Aristóteles se tranquiliza rcs-

pecto a Ia ontolo 8ía del cambio. Pero su sutilc'¿a lc

lxige hacer constar que huy de este dOs grandes espG

cies- y con ello revela cómo, bajo el aspecto dc for-

malismo dialéctico que adopiia su pensamiento, rnan-

tiene siempre alerta en sí misrno Ia inruición in-

mediata de tos fenómenos según estos se presenta.n

El cambio de Ser algO blanco a ser negro emPrsza

en la cosa blanca y termin,a cuando se ha vuelto nc-

gfa. Todo cambio, aI ser paso y tránsito, tiene un'íérmino

del que viene y otro término aI que va- EI

vocablo <término ¡¡_.¡éga=- 2 dice muy bien que

cuando a él se llega, el cambiO ha acabado. Ahora

bien, en el ejemplo anterior el término es <tsef ne-

gro ) y set negro es realidad distinta del ennegrecer-

le. Entre el cámbio mismo y su término huY, PU6,radical diferencia, o lo que es igual, el término está

fuera, es distinto del cambio mismo. Los otros eiem-

plos que tiae Aristóteles son del mismo tipo i no es

io *ñrno adelgazar que haber adelgazado ( - estar

ya delgado), aprender y haber aprendido, sansr y ha-

her sanado.

Pero he aquí otÍa. realidad : el hombre pensando,

ateorizando)), ffi€ditando. Pensar es un cambio en el

I Véase la completa claridacl que sobre su comfrorta-

miento intelectual tenía Aristóteles en De generatione,. l, 2,

316, a. 5.2 En Metaph., 1048 b. 18-que es el lugar decisivo'-,

se opone xégo.c a té)'oq y hay que resolver cuál de log dO¡

oo.uÉlos traduciremos por rtérminor y cuál por <finr.

I28 ErsroRIA.-10 r29

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JOSE ORTEGA Y GASSET

hombre. De ser el qu€ no piensa en A Pasa a ser elque piensa en A. Ese pasaf €s, precrsamentg tr)ensar.

ttat* a pensar A es estor ya pensando A y seguir

Irnsando ta misrna A mientras dura ese Pensa-r. Deótto lado, por <<nO pensar en Au el hombre, ha de

entenCerse <oo pensar aÍualmente AD, PCfo estaf

siempre en lntencia de ello. Como todo movimiento,

¡rensár es liberación de la po,tencia en cuanto tal. Pero

áquí el cambiO no es distinto de su término, como loes ennegrecerse de ser negro. En el cambio que es

1Énsar, él término, aquello a gue se YL, está ya 9l *liambio, el término es inmanente aI cambio o, dicho

en otÍa forma, el cambio no se produce en beneficio

de un ser otfo que é1, sinO del propio cambio. Inten-tem6 expres atlo en otra forrna : todo movimientoes un hactr o hacerse aLgo, a saber, su término. En

el constfuir sB construye Ia obra. Construir es el ha-

cer, Obra es lo hecho y cuando aquel llega a la obn,concluye, quedando ésta. Pero imagínese que Ia obra

a que aspiramos consiste precisamente en un hacer,

como cuando lo que nos proponemos no es ir a unsitio, sino pasear. En el pensar huy, como en todo

cambio, tráhsito y ptro, pero en éste se da Ia cond.i-

ción pandíjica de que el pensar no bs pasaf a otra

co6a sino que, al contfario, eS un incremento, maÍ-cha, avance o (progreso hacia sí miSmo¡-giq cütó

Idp f¡ éniDootq, 1.

Los cambios cuyo término está más allá del cam-

I Este es el pasaie anunciado. Existe una variante que

diría <hacia sí mismo> . La diferencia textual no tiene im-

¡nrtancia, porque u.na y otra lección llevan a idéntico fe'sultado.

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOF'IA

biar rnismo y en que, por ranro, ésre, al llegar a sutérmino o terrninar, acaba y cornienza el nuevo serestático y Ia nue\ra acn¡alidad o ser perfecto, los lla-ma Aristóteles amovimientos> sensu sffictot. A estaclase pertenecen los ejernplos antes citados. Mas elcambio o movimiento que es término o fin de sí mis-flo, que aun siendo marcha o tránsiro y pasq nomarcha sino por march ar y no par a llegar a orra cosa,ni transita sino por rransitar, ni pasa más que porsu propio pasar, es precisamenre lo que Aristótelesllama acto'-enérgei*, que es el ser en la plenitudde su sentid o

2.

Con lo cual vemos que Aristóteles trasciende laidea estática del ser, ya que no el movimiento sensnstricto, sino el ser mismo que parecía quiero se re\relacomo consistiendo en una acción y, por tanto, en unmovimiento sui gemeris,

El esfuerzo que para un griego supon ía concebir elser como pura movilidad es exrremo y nos impresiona advertir que Aristóteles, al llegar a esta cima clesu propio pensamiente jadea fatigado y vacila. Yaal definir el <cambio a lo orro> o movimiento sst s%

stricto, le hemos visto llevarse las mano6 a la ca-

1 Metupbysica-Libro IX, 1,049, b. 31..2 El movimiento como término y finalidad. Maapb., l0t0L. 17. Et hacer como la <obra> a que el movimiento va Ib., 2l-22. Nuestro vocablo <fin> tiene el doble sentido de ser aque-llo a que el ¡novimiento dende y la conclusión de éste onaYez, que la ha alcanzado. Se suele traducir con él el vocabloaristotélico telos y ello vale para los movimientos serrs* st¡ic-,o en que el término a que se tiende es a la vez conclusión.Pero en los (actosD es preciso distinguir entre término y cog-dusión. Diremos, pues, que tienen telos rnas no répaq,.

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JOSE ORTEGA Y GASSET

lrrza como quien siente vértigo. Ahora le sorPrende-mos lleno de inquietudes, que procura dejar a unl¿do sin afrontarlas. Todo el pánafo del Tr¿Jado delAlmn, a que la cíta ahora comentada pertenece, tiem-bla de indecisión t. <No es acertado llamar cambio-altención-a La meditación o habría taI vrz que dis-tinguir dos géneros de carnbio. o En efecto, el pensares un movimiento que €s, a La ve4 aquello hacia quese mueve, uD rnovimiento que desde luego está ya

en su término y, sin embargo, o por lo mismo, ooacaba como se acaba de adelgazur cuando se llega a

estar delgado. El pensar, pues, es un proceso que (tet-minar pero que no acaba, sino que renace siempre de

sí rnismo.Si hubiera Aristóteles insisddo más en la cuestión

que descubre y le azoÍ\ se le habría impuesto estainmediata consecuencia: que el carnbiar o moversetipo (pensamiento>, aI ser por éI contrapuesto aI¡cambio a lo otro) (alteración, traslación, etc.), estoes, a lo que él llama sensil stricto movimiento, re-clama una definición también opuesta a la de éste,

Y si ha dicho que el <movimiento> es Ia potencia encuanto actualidad, el pensar sería el acto convirtién-dose en potencia de sí mismo , la actualidad en cuantopotencia. Me explicafé.

Si pensar es moverse no hacia otra cosa sino hacialo mismo y, por ello, es alcanzar desde luego el tér-mino a que se va por ser éste el pensar mismo, ten-

r Este párnfo del De Anima tiene que ser conjugado conel capítulo VI del libro IX de la Metaphysica, ctrya porciónmás importante, 1048 b. 18 hasta L049

^. 34, no era con(>cida en tiempo de Santo Tomás.

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

dremos que aquel moverse al pensar no es sino unconstante renovarse del mismo movimiento. Pata ma-yor claridad representémonos que (pensar en Ar Fdescompone en una serie contir¡ua de <actosr en quese piensa A. En esta serie el asegundo> acto reacrua-liza el primero, gü€, por lo rnismo, s€ había conver-tido en potencia del segundo y así sucesiv¿unenre.Nótese que lo que en este fenómeno sorprende aAristóteles es que el paso de la potencia inicial alacto de tr>ensar no implica destrucción de la potencia,sino qtJe €s, rnás bien, fina constrr)ación de lo qile es

ry potencia pu lo qae es e/, perfección (enteleqa;d),de nzodo qae poten,cia 1t acto se dsirniJant.

El modo de ser propio del fenórneno (perisarD

1 De Anima, 417, b. 3. El úozo es de traducción pro-blemádca, porque el pensamiento nismo de Aristóteles ti-tubea ante su genial paradoja. Nótese que de los movimienroscorpóreos el que más cerca" está del tipo (pensamientor, segúnlo acabo de interpretar, es el movimiento cirorlar de los cie-los. Un estudio más completo de todo este tema nos llevaríaal véniginoso problema de precisar cómo podemos concebirel rá6-,to puroD que es Dios. Pero, a mi juicio, lo preliminarFnra hacer frente a tan tremendo enigma es hacerse bien cargodel papet que en el (actor cismundano juega la cpotenciar.Esto es lo que en estas páginas y bien que a la cztrera rne hcpropuesto. Et texto Msico wr¿. mi tesis es 417, b. 3, y^ cita-do: allí se dice, conste, que en esre tipo de movimieotos ¡l¿entelequia salua o conserad,-ollr1iPía-.la ¡ntenciar. ¿ Puedeesto querer decir otra cosa sino que el acto es lrctencia de símismo? El último esclarecimiento de la cuestión exigiría des-arollada desde la idea de tiempo. La relación de (anres y des.puésr entre potencia y acro es una de las que más preos1¡.paron a Aristóteles. Pero e$to supondría demasiado largas cori,sideraciones.

r32 133

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JOSE ORTEGA Y GASSET

consist iría, pues, en un continuo recom enzar del mo-

vimiento, fundado en que el movimiento llega desde

luego a su término porque su término es la potencia

misma una vez liberada. Potencia 9t", sin Tát, se

efecnia, renace siempre corno porencla que rettera su

amnlización Por eso el género de movimiento que

eS el actb-enérgeia-no acaba una vez que alcanza

su término, porque su término ari ,que/71 eS el mismo

que su términ o a. quo y aL llegar aquél a su perfec-

.ión en éste pervive com,o potencia que reclarna nue-

va acnral ización.Se comprende muy bien que Aristóteles temblase

aL presentarse ante su innrición un modo de ser tan

desesperadamente difícil de concebir.Veamos toscamente el fenómeno en un eiemplo

de peflsamiento: el silogismo. Es este un movimien-to intelecrual. En él se cumplen diversos (actosD de

pensar, pefo estos ( actos D que integran el silOgisrno

iott inseparables y pertenecen a un Pensamiento uni-

tario. Al pensar la premisa inicial ya estamos en launidad total <silogismo>r, porque la pensamos como

premisa. En este primer acto se anticipa todo el silogit-o, pefo no SuS partes Como tales. Estas, la se-

gunda fremisa y la conclusión, están bn la primera

contenidas potencialmente. El segundo y tercer (,ac-

toD de pensar son, pues, la acn¡alizaciín de ese con-

tenido potencial, pero el segundo, a la Yez, reabsor-

be de nuevo en potencialidad aL primero, puesto que

se refiere a él y lo conserva al supónerlo. El tercer

racto> se comporta lo mismo con los dos que le Pre-ceden. De esta manera el pensar Ya convirtiendo en

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOT'Í¡.

acto lo que en él efa antes potencia y va reabsot-

biendo en potbncia lo que de él fue antes acto.

In rnismo entrevemos si tomamos la potencia yel acto por otro de sus atributos. Ia, potencia es elpoder ser o no ser, el poder ser estO o lo ottHS,en consecuencia, ser indeterminado. La eliminaciónde uno cie los contrarios trae consigo Ia última de-

terminación de Ia potencia, que por eso se convierteen ser perfecto, efectivo o actual.

El movimiento (pensarD es Ia determinación de

sí mismo y esto le da el carácter de (progreso baciasí mismor. En el silogismo asistimos a este Procesoque es Ia determinación progresiva del pensar.

Y si contemplamos el proceso del pensar filosóficodesde los griegos a nósotros como un inmenso pen-

samiento unitario, se nos presenta corno un proceso

de determinación en que el pasado se conserva e in-tegra; esto eS, como un progreso del pensar hacíasí mismo t.

1 No desperdiciemos la ocasión de hacer notar La, enorrneimponancia del descubrimiento que hace Aristóteles al inten-tat concebir el movimiento que es el pensar. Le pareció queveía el ser por dentro. El ser de las demás cosas puede pare-cer estático. I¡s mismos cambios y movimientos de los cuer-pos parecen terminar en ser estabili zado. Pero en la realidadpensar, (ser)) no es algo estático, oo es figura quieta, sino quees un hacerse el ser a sí mismo, un incesante engendrarse ;

en suma, que el vocablo (serD adquiere el valor de verbo ac-tivo, de ejecución, de ejercicio. A la concepción estática delos puros griegos este hombre nacido en el borde de la H;éWde sustiruye una concepción dinámi ca- Ya no cabe poner cotnoejemplo det ser una fr,gara geomét iica que es puro aspecto

134 r35

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

o espectáculo, sino que (serD va a significar el esforzado sos-tc{rerse de algo en la existencia. ( Ios otros ejemplos de acroque junto aL pensar aduce Aristóteles son ver, ser feliz, atÍrat,vivir. Son también movimientos que tienen su <terminaciónren sí mismos. Todos pertenecen al orden humano y son gvi-siones desde dentro>. El lectcr no debe desanimarse si no en-tiende en la primeta lectura este comenrario al rexro aristoté-lico. En resumidas cuentas, lo que en él intento es esro : es lotradicional y lo obvio entender la noción de ( ser potenciab,mirándola desde el (ser en acro o plenor. Yo prelendo quelo mejor del concepto de ((actoD se escapa si no sé le ve deidela noción de potencia y no se advierte que en la (acruaciónrinterviene como tal la potencia. Es de sobra extraño que siendofrecuente c¿lificar la filosofía de Arisróteles como adinamismo¡no se haya extraído de ello la más próxima consecu encia<,saber, que lo decisivo en su idea de lo real es la dynamis, lapotencialidad, y oo, como a primera vista parece, la simple raclrualidadr vista desde fuera, sin poner al descubierto ius im-plicaciones.)

Sobre la noción del ser estático triunfa La noción del serenérgico.

Sin embargo, esramos en el confín hasta donde puede es-tirarse la mente gúega en esre orden. La intuicióñ del serenérgico aparece y desaparece con curioso ritmo ante losojos de Aristóteles. No puede instalarse en eila y mcnos wr-tir de ella para engendrar todo su sistema.

Los movimientos ssnsil stri,cto*¿,lteración, cambio cuanti-tadvo, traslación-son finitos porque concluyen cuando lle-gan v su término. En ellos el término €s, ^ la vez, conclu-sión. Pero el acto, enérgeia, €s... el movimiento continuo y,en este sentido, infinito. ( Recuérdese lo que he dicho sobre elmovimiento celeste como fenómeno intermedio enrre el mo-vimiento sensl¿ stricto y eI acto. Esta idea del ser como (mo-.vimiento continuo> es Ia que haú siempre del aristotelismolo cont lario de nues tra f ísica. Como Einstein me dec ía una vez,rla física es aquel modo de concebir los fenómenos en queevitamos el movimiento continuoD.) Si llamÍrmos <terminar>-al-@o?ar un movimiento su término, el pensar y, en general , laenérgeia ha rerminado desde luego i p€ro, como esre iu término

136 r37

IDEAS PAITA UNA I ITS'I'OITIA DE LA trII-OSOT;IA

LA HISTOITIA QUE STERMINAD

Y NO ACABA

Hegel y C,o,mte t foeron los primeros on salvar el

pasado que los siglos antoriores habían estigm atizadocon el carácter de puro error, de modo que el pa-sado no tenía derecho a haber sido. Ambos consrru-yen la historia como evolución en que cada épocaes un paso insustiruible hacia una meta y gu€, portanto, tiene un absoluto sentido y su plena verdad.La peñpectiva histórica se invierte y ahora consisteen la historia del constante acierto: el error no exis-

es precisamente el moverse mismo del pensar, tiene que em-pr:zat de nuevo, en giro infinito sobre sí mismo, en una in-cesante actt¿alización de la posibilidad-que es lo que llama-mos realidad. Esto será la rnónada de leibniz, €l (yo tras-cendental> de Kant, el cGeist> de Hegel, la rvoluntadr deSchopenhauer, el <élan vital> de Bergson.

La rltmica evasión y recaída de Aristóteles en el ser está-tico se documenta en la dualidad de términos con que deno-mina el pleno ser-en ergía y entelequia. Entelequia es el sercomo érmino quieto, estadizo, del movimiento que lo haproducido: telos es la meta. Energía, €f, cambio, €s el movi-miento que aI tetminar en sí mismo no tiene más remedioque recomeizaÍ. El que viaja por via jar, aI llegar a la hosteríatiene ya que irse, y esto es vivir y ser. En la entelequia per-dura dentro de Aristóteles la noción visual del ser-el sercorno aspecto, frgwa y espectáarlo-que recibió de Platón. Encambio, la energía serl la noción moderna por excelencia. sEnel principio fue el actoD-dirá Goethe. Y Fichte: rel ser espura ragilidadr.

I Por supue$to, quedan siempre Turgot y C.ondorcet co-mo los primeros que errrreaén algo así como progreso en lLrhistoriar.

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JOSE ORTEGA Y GASSET

te. Esto se debe a que Hegel y Comte ordenan el prGceso evolutivo del pasado humano en vista de untérmin o absoluto que es su propia filosofía con filosoiíadefinitiva. Pero esto es congelar Ia historia, detener-la, como Josué parece que hízo con el sol.

Considerar definitiva uná, filosofía es separarla delproceso histórico, colocarla fuera del tiempo. Y éstafue Ia limitación de Ia forma primera que adoptóel (sentido históricoD. Consigue descubrir un sentidoen lo pasado a costa de referirlo a algo ultrahistóri-co, a un uplérorn?.>r o aplenitud de los tiemposr enque por lo mismo que estos son plenos dejan de serya tiempos y se quedan para siempre inmóviles, pa-nlíticos-por eso digo congelados.

Toda evolución pensada en vista de un término ab-soluto y dado es narLrralismo : es embriología, botá-nica, zoología. Porque se sabe de antemano lo quees el organismo en su pleno desarrollo, se puedenordenar todas sus fOrmas antecedentes como estadiosque llevan a esa plenitud.

Pero nuestta óptica es muy diferente de la de He-gel y Cornte. No pensamos, no necesitamos pensarque nuestra filosofía sea Ia definitíva, sino que la su-mergimos como cualquiera otra en el flujo históricode lo corruptible. Esto significa que \rernos toda filo-sofía como constirutivamente un error-la nue$racomo las demás. Pero aun siendo un ertor es todo loque tiene que ser, porque es el modo de pensar autén-tico de cada época y de cada hombre filósofo. Iaperspectiva histórica cambia una vez más. Volvemosa ver el pasado como historia de los errores, mas consigno harto diferente de lo que esto significó hasta

138 L39

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOFIA

el siglo xvIII. Para el absolutismo de aquellos hom-bres el pasado eÍa un error porque ellos poseían laverdad definitiva. El error pretérito se convertía enabsoluto etror aI chocar con Ia absoluta verdad. Masquien piensa que lo que se llarna verdad implicasiempre, más o menos, error-que es el error a quecada épca tiene derecho y a que está obligadr-, nocree haber descalificado el pretérito al decir que lahistoria es Ia hisroria de los errores. Estos errores delpasado fueron t< errores necesariosD-necesarios envarios sentidos, mas sobre todo porque offo$ tiemposnecesitaron cometerlos Wra que el nuestro pudieraevitarlñ t.

El tiempo de hoy reclama los tiempos anteriores ypor eso una filosofía es la verdad era, no cuando es

definitiva-cosa inimaginable-, sino cuando llevaen sí, como vísceras, las pretéritas y descubre en estas

el rprogreso hacia ella misma>. La filosofía es asíhistoria de la filosofía y vice\¡ersa.

De este modo reconocomos en la filosofía el rasgofundamental que tiene de humana ocupación: serutopía. Todo lo que el hombre hace es utópico y notiene sentido exigir su ra,lízación plena-como notiene sentido cuando se camina hacia el Norte obs-tinarse en llegar al absoluto Norte, gu€, claro está,no existe.

He aquí cómo se construye la historia de Ia filoso

1 Vease Historia con o sistem¿. No es posible aquí llevara ruficiente claridad el grave tema, porque exigiría desarrollarc la teoría de La verdad> que hoy nos descubre en ests cosabien distinta de lo que solía pensarse. Paralelamente quedamodificada la idea del (errorD.

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JOSE ORTEGA Y GASSET

Íía en vista de un térrning-¡¡restia filosofía--{ue noes definitivq sino tan histórico y corruptible coslocualquieta de sus hechos hermanos en el pasado. trfues-tta filosofía se convierte automáticamente en eslabónde la cadena báquica scuyos miembros están rcdosebriosr,-decía Hegel-y tiende la mano aI eslabónfunrrq lo anuncia, posnrl e y pre4ra.

En los sitibundos desiertos de Libia se suele o{run proverbio de caÍavuna., gu€ dice así: ¡Bebe delpozo y deja ru puesto a otro.D

Bueno¡ Ai¡e+ t942. PRÓLOGO A LA.HISTORTA DE LA FILOSOFÍA"

DE KARL VORT-AXPER

Page 76: Ortega y Gasset, José, Historia como sistema

p sru libro de Vorlánder que ahora aparece tra-Lr ducido al castellano, será pronto, yo lo espero,

La compañía insqparable de todos los que estudianfilosofía en los paíqes de lengua española y, además,de aquellos que siri entregarse al oficio filosófico se

sienten curiosos de e$ta ciencia. No existe ningunaotra obra de historia de la filosofía que sea tan ade-

cuada como la presente Wra iniciar en las grandesrutas del pensamiento a, quienes, dentro de más volu-minosas y complicadas condiciones, fácilmente se l)er-derían. Es, pues, el mejor maestro Wa principiantesy curiosos. Llegar a serlo constinryó el proÉsito prin-cipal de su autor.

Cuando yo comenzaba mi preparación filosóficuesta historia, entonces recién publicadu anduvo siem-pre cetca de rní. Suele el novicio sentir apetitos tlr-gentes, afanes súbitos por apoderarse rápidamente dela ideología de un gran pensad,or, que aquí o allá,vio aluüda. Parécele que sin tener de ella algún cGnocimiento no podfá dar un paso más en el atolla-dero mental donde ha caído. ¡Cuán grato es enton-ces hallar una obra sencilla, clara, concisa y. segruaque le o,freec4 un esquema del sistema en olestión !

r43

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JOSE ORTEGA Y GASSET

Sin embargo, la utilidad de esra obra se funda enrazones más amplias y hondas. Iro de rnenos seríaque satisficiese la cr¡riosidad apremiadora del princi-piante. Más importa la considbración de que no esposible el aprendizaie de la filosofía si no se llevaparalelamente el esrudio de sus problemas acnrales yel de los sistemas pretéritos. En ninguna aúa cienciaadquiere Ia historia de su desarrollo el valor de ins-tnrmento ineludible para, Ia nue\ra y acual investi-gaciín.

LA DIFICULTAD DE LA FlrosorÍa,-La famosaüficultad atribuida a los esrudios filosóficos consistesencillamente en lo insólito de los objeros que enellos nos vemos obligados a manejar. El naturalistaopera sobre los fenómenos de la realidad que son co-sas concretas. El filósofo, en carnbio, uabaia sobreúltimas abstracciones, objetos especrales que en nadase parecen ya a lo que solemos llamar (cosasr. Ahorabien, no debía olvidarse que el intelecto, por rnuy in-material que sea y por muy sublime misión que se leasigne, €s una función biológica como otra cualqui efay, por lo tantq se ha formado bajo el régimen de lasnecesidades vitales. Frente al positivismo y relativis-mo que dominaron la últirna media cenruria, la iilogofía del siglo xx va reconociendo nuevamenre a lanz6n un vasto poder de conquistar no pocas verda-des absolutm, perq a Ia ve) no puede desconocer sucarácter originario de función vital enrre orras innu-merables. Nació, pues, la función intelecrual, comolas dernás, para subvenir a la existencia orgánica yee va desarrollando al hilo de las urgencias vitales.

Pero Ia vida fue y aún €s, primordialmentg cofn-

144rusronlr.--.I I r45

CHISTORIA DE I,A FILOSOFÍA>, Dtr K. VORI.ANDIiIT

bate con las cosas marcriales. El organismo animal ohurnano necesita obrener un cierto mínimlrm de dr>minio sobre los cuerpús fís:cos, sin el cual sucumbi-ría, imposibiliranco ulreriores cvoluciones y más altasempresas. I)e aquí cluc el intelccto sc hal'a eo[r,:-nado esoontáncanrerlre en ei manejo o.ic objeros c(,..r-pnrales. Somos ccrpcralistas natos y las r-'osas físicas,los ob ictos n r ás ¿rn';i :rr-rr ;:; y h abiru¿iles de nue:lrr írmente ; hasta el punro de que píLra ocupa rno$ jrr, r.

lecruralmerlte cle otra ciase Ce rernas nccl'sitar,os an-tes h-rchar. rro sin tenacidad y Lrravura. contra c'se há-bito rnultimiienario de pensrlr subrc: cosas ransiblrsy visibies. : '

verdad es qlle al pensar sobre las cosas rangiblcse I intelct io n() iracc rnás ii rrc oper¡ r en e llas abstra t -cioncs: Producir, por lu i¿rrr[o, ollicfos infirn,{iitlcs.Cuando l)ensAnno.q qlre la nicvc ), la lechc son blancashernos dislccaclc¡ la. intcgridacl concr{'1¿ v sensibl..: ,lclas rcaliclades nievc y lechr: v sí.r-:Írr-:lnsis nno solo clr-,

sus elementos lo ponemos apar:c, ¿tbs-tracto ; Íili r 1)-

mún Lrla.nctra. Pero aun cuanclo cl intelccro no con-sisre cil más quc cn opcr."-r í,,r;rr.i rrbstrar,cioncs, e[ ¡s()vital que de éL lracr:inos lo !'ní11rtic.rrc atenfo a las ( (Fsas concrcias sotne riclas a su d¡':,t c,..ión. I)esl)feocu r)Írr-se de éstas y poncr sobrc !a i rreia opcr Írr(.)ii?.. nr^ i.rscOs¿rs concretas? sino l¿rs lr.i;:itrlr(,- ir,.nc. .; nlisntrls l-1ol' ólantes ejecutaclas, es.Jn l.tqo rlr r-ic¡r: ll:clilo rnnarirrlrldel intclecfo. por io rnenos c:te nto cicr aquella nr ¡ l-tim ilenaria habituacíun" En la n v'icla > nensamos lascosas concretas rlor rncdio dc al-rsiraccioncs, ner() unfilosofía por mcdio cl.-' absti'acricnc.s p..jnsarnos c¡ t,[r-jetos abstractos. Hry, pues, una tor::rón ctrmplcla clcl

Page 78: Ortega y Gasset, José, Historia como sistema

JOSÉ ORTEGA Y GASSET

sentido habirual en que suele nnarchar nuestra aten-

ción. Se nos obliga a, atender iustamente aquello que

el interés práaico de Ia vida nos acostumbra a des-

atender. Cuando aI través del cristal miramos el pai-

saje solemos atender a éste y no aI cristal . PaÍa friat-nós en el cristal tenemos que hacer un esfuerzo ydesatender el paisaje. Algo parecido se nos invita a

hacer en filosofía.Por consideraciones anáLogas a éstas escribió una

vez Fichte : ( Filosofar quiere decir, propiamente, oo

vivir; vivir quiere decir, propiamente, no' filosof ar.>>

La, expresión, claro está, es excesiva y ha de entender-

se con un grano de sal. La vida no consiste exclu-

sivamente en someterse a Ia necesidad respondiendoa sus urgencias, sino _que la_ vida es elo - precisa-

mente, porque aspira, dominada Ia necesidad, ? eier-

citar el lujo vital de La libertad. En este segundo sen-

tido p"*? decir Sócrates qge ( una vida sin filosofíano es vtvtdera para el hombreo. Se entiende pafa el

hombre liberado de Ia necesidad. En el Sofista lodeclar a Platón : <<La filosofía es la ciencia de los hom-

bres libres. >

FILoSoFÍA E HISToRIA DE LA Ftrosspi6'-f¿dificultad famosa atribuida a la filosofía no tiene, ami juicio, otro origen que el mencionadO : la faltade hábito en el hombre espontáneo de maneiar ob-

jetos sumamente abstractos. La masa de meditación

que es preciso emplear pafa no perderse entre sus

delicadísimos perfiles no puede sef apront ada por un

espíritu aislado. Mientras gasta su esfuerzo en apLlrar

de un lado las cuestiones corre el riesgo de interpre-

tarlas torpemente, aitalrnente, por todas Sus otras ca-

L46 747

CHISTORIA DE LA FILOSOFÍAD, DE K. VORLÁNDER

ras. De aquí que necesire acumular a su meditaciónIa de los p.nsádores ejemplares del pasado. Corr eríasi no el riesgo de no pasar nunca del comie nzo y de-tenerse en las primeras y más elementales distincio-nes que hicieron los filósofos primigenios.

Esta colaboración de los pensadores antepasadosen el trabaio del pensaclor de hoy es lo que trae lahistoria de Ia filosofía a la ciencia filosófica acrual.Como Gcethe decía que < sólo todos los hombres vi-ven lo humanoD, cabe insinuar que Ia filosofía ha ciehacerse con la propia cabeza, más la de todos los filó-sofos sidos.

El principiantb deberá esrudiar-no meramenreleer-en un libro t, lo más reciente posible, el plan-teamiento de los problemas capitales filosóficos, peroa tra Yez deberá perseguir las resonancias variarnentemoduladas que esos problemas susciraron en todoslos tiempos.

Para esta labor, en su período de iniciación, no cGnozco otra más avenra jada que ésta de Vorlánder.

FACIUDAD DE LA FrroSgpf4.-Pertrechado elnovicio con algunos libros seguros y sencillos comoéste, debe lanzarse sin suspic ácia ni desesp eranza alesrudio de la filosofía. No presuma que va a rrop ezafcon abismáticos misterios, con paréiicos enigma-s de

i Entre leer un libro y esrudiarlo v2, por lo menos, estaclara diferen cia: leer es recibir el p.ns"-iento del

",rior,cstudiar es reconstruirlo medianre la ^ propia meditación. El

cstudioso de filosofía deberá acostumbiars. a no leer librosfilosóficos- Si se deia llevar por la .comodidad de la- leau¡ac'stá perdido : nunca será dueho de los problemas y métodosde su invesrigación.

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

que sólo un poder mágico puede hacerse dueño. Talvez se encuentre con problemas, que aún no han sidoresueltos o que acaso no ¡rodrán serlo nunca, IÉfoesos problemas no tienen nada de misteriosos; al con-trario, vernos con perfecta claridad en qué consisteny por qué no pueclen ser resueltos. El más grandefilósofo actual, Edmundo Husserl, escribía hace pGcos años : <<La verdad efa filOsof ía reconoce como unaimperfección lo que a menudo más se alaba On ellay se imita : la profundidad. Profundidad es un síntoma del caos que precisamente Ia verdad era cienciapretende transformar en un cosmos, sometiéndolo a

una ordenación sencilla y de perfecta claridad. Laverdad efa ciencia, por lo ¡n€nos en cuanto alcanzasu positiva doctrina, no conoce profundidad alguna.Cualquier trozo de ciencia ya lograda es un coniuntode pasos intelecnlales de los que cada uno es inme-diatamente evidente y, por lO tanto, no es profunda. ¡,

Si la dificultad de Ia filosofía se origina, como he

dicho, exclusivamente en nuestra falta de hábito pa'ra fiiar la atención sobre lo abstracto como tal, unpoco de constancia que nos permita adquirir el nue-

vo hábito filosófico haría de aquella famosa dificultadla cosa más fácil del mundo. El que curioso de filo-sofía Ia abandona antes de domin arla, no debe, pues'

culpar a esta ciencia por su dificultad, sino a sí mis-

mo por su inconstancia¡Esce pTICISMo.-He querido indicar que el pa-

sado filosófico no es nunca definitivamente pasado,

sino que perdura vivaz y activo en la ciencia presen-

te. Nó ucótttece 1o mismo en las otras disciplinas. La

astronomía ptolom eica eierce escaso inflir jb, por no

r48 r49

THISTORIA DE LA FILOSOFÍAD, DE K, VORLANDER

clecir nulo, sobre Ia asrronomía actual. Platón o Aris-tóteles, eo cambio, son de hoy ranro como de ayer,aI menos por lo que hace a la línea nledular de supensamiento. Todo pensador conremporáneo, si miraal trasluz su propia doctrina, ve en ella pululandoíntegro el pasado filosófico.

I.a proclamación de esra iclenridad radical de lafilosof ía a lo largo de los tiemFos da en rosrro aLa oplnión más extenclicla hoy enrre el vulg o para" el cual unfilósofo es sienrpre un hombre que piensa de maneradistinta a los demás de su gremio. Apenas huy parael vulgo intelectual de nuestra Edad-ingenieros,médicos, políticos-hectro más popular que la escan-dalosa divergencia cle los sistemas filosóficos entre sí.Muchos jóvenes que por naruraleza se sienten incli-nados a la filosofía se apaftan de su estudio por vir-tud de este tópico e infundado prejuicio.

Se trata de Lrna defecruose herencia que el siglo xrxnos ha legado y aún no hemos conseguido curar deltodo. Fue la pasada centuria el siglo cle las subver-si,ones : en sri comienzo se sublevan los burguesescontra Ia nobleza, y hacia 1850 asiste a la subver-siórr de los nanlralistas cootra la filosofía. Para todasestas grandes subversiones históricas existe siempreuna misma causa que sirve, a la p&r, de relativa ios-tificación : los abusos comeridos por la jerarquía es-tabtecida. Contra los abusos de la Re,qencia y deLuis XV se alza el Tercer Estado. Conrra los abusosdel racionalismo en el siglo xvrrr y de la filosofía rGmántica alemana, que fue un Parc-aux-Cerfs rrascen-clental y una org,ía de Ia dialéctica. se insubordina elespíritu serio, metódico, rigoros,o de los laboratorios.

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JOSE ORTEGA Y GASSET

Pero si es justo y conveniente levantarse contra los

abusos, ro lo es tanto pretender el establecimientode usos radicalmente nuevos, como si los del pasado

humano fuesen un error absoluto. Los nuévos usos

con la idea fiia de evitar las excrecencias abusivas de

l,o antiguo sublen preocuparse sólO de esto y olvidanlos problemas sustanciales Y eternos que antes solíanest"i rnejor atendidos. Esto ha pasado con las sub-

versiones del siglo xIX: en política se ha ido a unalegislación adjeriva gub, inspirada tan sólo en la sus-

picacia, carece de afirmaciones y ha traído el caos

político, Ia destrufturación social hacia la que cami-namos con celeridad incoercible. En ideolo gía, uaioconsigo una culnrra de especialistas que deió a Ia cien-

cia exhausta de filosof íu y, por lo tanto, sin esqueleto.

La INCULTURA ESPECÍTICN DE NUESTRO TIEM.po.-Desde el siglO x no ha habido erapa históricaen que Europa poseyese menos sensibilidad y saber

filosóficos que en los cincuenta últimos años del si-

glo xrx. Esto ha producido el caos mental que ahora,con sorpresa, encuentra el europeo dentro de sí. Y es

que Ia culfura de lOs especialistas cfea una forma es-

pecífica de incultun más grande que otra alguna.Nadie entienda que y,o ataco aI especialismo en lo

que tiene de tal; induclablemente uno de los impe-rarivos de Ia ciencia es la progresiva especializaciínde su cultivo. Pero obedecer este solo imperativo es

acarfeaf a Ia postre el estancamiento de la ciencia ypor un rodeci inesperado implantar una nueva formade barbarie. Ta ignorancia del que es por completoignorante toma un cariz pasivo e inocuo. Pero el que

es un buen ingeniero o un buen médico y sabe mu-

150 151

(HISTORIA DE LA FILOSOTÍ¡,,>, DE K. Votu.Árut)ritr

cho de una cosa no se determ inaú a confesar su pcr-fecto desconocimiento de las demás. Transportará clsentimiento dominado,r gu€, al andar por su es¡rcia-iiclad, experimenta a los remas que ignore. Mas comolos ignora, sü soberbia-más gremial que indivi-dual-no le consiente otra actitud que la imperirlnegación de esos otros temas y esas orras ciencias. Elbuen ingeniero y el buen médico suelen ser en todolo que no es ingeni ería o medicina de una ignoran-cia agresiva o de una tonpeza mental que causa pa-vor. Son representantes de la atÍoz inculrura especí-fica que ha engendrado la cultura demasiado especia-lizada.

Hacia 1850 se perdió en Europa toda noción me-dianamente clara de filosofía. Uno de los parros detal insciencia colectiva fue la afkmación compl eta-mente caprichosa de que en disciplina alguna habíandiscrepadó tanto iur ópiniones .ó*o en la filosofía.

Hallar en el hecho de la discrepancia doctrinal unaraz6n para el escepticismo es indiferencia tan viejacomo plebeya y poco meditada. Ya Enesidemo y Agri-pa llamaron a uno de sus argumentos o tropos con-tra la posibilidad del conocimiento tdr.¡ únd tiq Dragto-

víaq tóv Dc,fituv-el que se funda en la disona ncia de lasopiniones. Se pretende, por lo visto, elevar a síntomade Ia verdad Ia coincidencia entre los hombres, comosi esta coincidencia no pudiese igualmente producir-se en torno aI error. Espumando Ia experiencia quela vida deposita en nosotros, más probable hallare-mos qlle los hombres se pongan de acuerdo en unerror que en una verdad. No faltan sOspechas para,

creer que la verdad será siempre conquista dolorosa

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JOSE ORTEGA Y GASSET

de unas cuantas almas solitarias y a menudo perse-

guidas. f)e todas suertes, el sufragio universal no de-

cide de La verdad y es indiferente para la certidumbredet conocimiento toda estadística de coincidencias.

Pero es el caso gu€, comparando las variacionesde Ia filosofía con las acaecidas en la evolución delas ciencias nafurales, pronto salta ^ la vista la me-nor movilidad de aquella. Este ha sido el inesperadodescubrimiento hecho Flor el esrudio dc'l pasaclo filo-sófico una yez que Hcgel ele'¡ó la historia cle la filo-sofía aL rango dc: ciencia. En riempós de Agri¡ra nohabía propianlente hisroria dei pensarniento filosófi-Co, sino sólo hacinanrientos cle scntencias o fcria deopiniones. Diógenes Laercio cuenta ios sisremas filosóficos como una portera los chismcs de la vecindad.I,os gérmenes de más rigOros¿r y rnetóclica investi ga-ción que incluve Aristóteles en sus obras quedaronsin desarrollar porque el espíritu griego fue profun-damente antihistórico.

Pero los hombres de hoy no tencmos disculpa. Es.

püs, la historia madur ada en ciencia l¿r última granccnquista llevada a cabo por Occiclenre. Articulaclashistóricamente, aparecen ahora las variaciones filosó-ficas como una ejemplar continuidad. l.Io sólo resaliael fonclo idéntico de to.las las filosofías, sino que susdiferencias esenciales adquieren un sentido de ncce-sarias modulaciones que aquel idéntico se ve clblip,a-do a, proclucir precisamente para mantenerse fiet a símísmo.

ConTINUIDAD y DIscoNTri{urD¡\D.- Toda cienciapafte de los f.nómenos inconexos y divergenies enlos cuales busca la unidad. Esta teniencia a rrnificar

A HISTORIA DE LA FILCSOFÍAD, DE K. VOR.LÁNDER

lo diverso es una de las dos funciones radicales delentendimiento. La otra es la inversa : sobre la unifi-cación establecicla subraya o descubre nuevas diversi-ficaciorles. tlno de los principios o métodos unifica-clores €r la iclea de evolución. Cuando un montón de

hc-chos diferentes' entre sí tolera ser ordenado en unaserie, de suerte que entre dos fenómenos muy dispare-

ios ha llamos siempre intercalado otro que es seme-

iante a la vez aL primero y al segundo, decirnos quehuy evolución. Et paso entre las formas dispares se

hace sobre formas intermedias que unen como unacade na cle seme ianzas la distancia en que las prime-ras se encontraban. Entre el óvulo y el organismodesarrollaclo La divergencia de aspecto es tal, qttepuede ser expres ada cliciendo que no tienen nada quever entre sí. Pero si entre esas clos formas interca-larnos otras. podrernos ir clel óvulo al organismoperferto al través de una serie de figuras en que las

conriguas son casi iguales. Entonces decirnos que esas

figuras son estadios de la evolución de un núcleoidéntico.

Ia, historia, sea de esto o de lo otro, del cuerpovivo o de una nación, de un arte o de una ciencia,consiste primariamente en el establecirniento de estas

líneas o series de evolución. Graciosamente decía

Schopnhauer qLre Ia misión de Ia historia estaba en

mostrar có,flo las cosas han sido siempre las misrnas,

sólo que en cada momento de otra manera : eadern

sed alitery,E,sta tendencia unificaclora que la historia satisface

mediantc: Ia idea dc evolución Duede, sin embargo,con\¡ertirse en viciC. El afán de hallar continuidad

152 rt3

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

en lo diferente conduce, acaso, a desconocer todo elrigor de ciertas indominables diferencias. Por eso aépocas en que predomina la pasión por unificar si-guen orras en que se acenrúa lo que de discontinuo,de divergente h^y en las cosas.

A mi juicio, frente a las demasías del evolucionis-mo cometidas por el siglo xx en todas las ciencias,incluso en la historia, la acrual generación de cientí-ficos se verá obligada a acentuar lo diferencial exis-tente en ciertos fenómenos, haciendo resaltar que launificación ejecutada fue ilusoria. Se abre para Iaciencia, creo yo, un a era de lo disconrinuo.

Así en la historia de Ia filos,ofía, por un curiosorffiorno de las acritudes, renernos que insistir sobrelo diferen cial de los sisremas. Con mayor denuedoaún habrá que hacer esro en la historia general delas culturas. Pero no h^y duda, esra tenden cia, le-ios de negar el fundamenro de la conrra ria, la supGne y reconoce. La filosofía no ha sido, a lo largo deltiempo, una acumulación de caprichos; lejos de esto,es justamente, con la matem átlca, la que ha variadodentro de límites más angosros.

Si en el público culto no se hubiera perdido, comoarriba he indicado, la tradición de los conocimientosfilosóficos, no habría reparo en recomendar al princi-piante y aI curioso obras de historia filosófica más enarmonía con el pensamiento de los investigadores ac-ruales. Perd aunque esas obras esruviesen ya. esc.ritas

-y no -lo ss¡[¡-, ffi€ parecería funesto ponerlas €nmanos de los que se inician . La realidad es que existeuna perfecta incongruencia enrre el estado de espí-ritu de los que hoy hacen filosofía y el del públiio.

¡HISTORIA DE LA FILOSOFÍA>, DE K, VORLANDITI{

sigue esre en 1850: en Ia masa social dominan hoy

lOi mismos prejuicios e ignorancias qI9 entonces res-

p.oo a Ia firoíofíu. si nuy arguna diferencia habrá

io. buscarla en Ia exp?nii¿n mayor adquiridl por

aquellos preiuicios. Verda¿ es que se va nutriendo

.on triunial progresión el grupo de los que. vuelven

a fil,csofar tt* át eciipse ideológico de media centu'-

fia. pero enrretanro los que no son filósofos siguen

pseudofilosofandr¡ a la moda de 1850'

Por lo tanto, el fenómeno social más extenso con

que 4ún será preciso contar durante algún tiempo

; el escepticis*o innato con que el europeo actual

se acerca a. Ia filosofía.En mi servicio universitario he observado con rei-

terada sorpresa que los principiantes son a' natiaitate

escépticos.' Recuérdo que Herbart decía sutilmente:

cTodo buen principiañte es un escéptico, perg ,4oescéptico ,ro .i sino un principiante. > Pero en España

y uÉoru no stilo son .r.Zpticos los buenos principian-

i.r, sino también, y muy especialmente, los malos'

En Grecia fue el .t.ápricismo un Bstado de exqui-

sitada intelectualidad a que algunos individuos ge-

niales liegaban tras largos esfuerzos. Hoy . el esceP

ticismo eJ el punto de que se par-te y -el aire que se

respira. E[ fen¿meno colbctivo, índice de los tiempos'

daría margen a consideraciones no exentas de inte-

rés pero qoe huelgan en este prefacio'para ,r.u épla corno Ia nuesrra, domin ada por

tales preiuicios frente a la filosofía, no hallo libro de

historia filosófica más idóneo que e[ de vorlánder.

En primer lugar, el autor aísla la exposición evG

lutiva ie los sisiemas del ambiente histórico en que

154 15t

Page 83: Ortega y Gasset, José, Historia como sistema

Josií oRTEGA y cAssET

nacieron. Da esto a,$u obra un catáctet algo esque-

ryátig9, pero que es ventaioso para el novicio poi lasimplificación que rrae consigo. Además, acentúa sGbremanera el momenro de identidad que, en efecrqexiste entre todas las escuelas filosóficas. Claro es queesto no lo logra sin algunas exageraciones. pero ótaacusada fisonomía unificadora presra al ensayo devodánder un valor inestimable como mediciná corr-ka el trollo de Agriya que la ignorancia de nuesrrotiempo en filosofía ha propagado universalmenre.

Enero, L921.

Page 84: Ortega y Gasset, José, Historia como sistema

Sn rBnwNó DE IMPRIMIR EsrA oBRA

EL pf¡, 2l DE FEBRERo DE 1970,

EN Los TALLEREs cnÁrlcos DE

<EolcloNEs ClstlltA, S. A.D