Orientaciones generales del pensamiento contemporáneo

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Manipulación, obra de Jurgen que alude a la situación alienada del individuo en un mundo codificado y controlado. Para el pensamiento contemporáneo estos lodos proceden de los polvos de la santificación de la razón instrumental como guía de la humanidad. HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO XII. Orientaciones generales del pensamiento contemporáneo ORIENTACIONES GENERALES DEL PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO 1. ¿QUÉ SE ENTIENDE POR “FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA”? En cualquier momento de la historia de la filosofía las doctrinas y actividades filosóficas propias de la época pueden se consideradas como contemporáneas para cualquiera que viva en ella. La filosofía contemporánea es siempre la filosofía de un “presente” – cualquier “presente” – más o menos dilatado en el tiempo. Sin embargo, por la organización de la llamada “historia del pensamiento occidental”, desde el siglo XVIII, en épocas como la “antigua”, la “medieval” y la “moderna”, se ha planteado el problema de si existe alguna época que, aunque estrechamente enlazada con la moderna, pueda llamarse de otro modo. Los historiadores han dado una respuesta afirmativa a la cuestión anterior y reconocido, por tanto, la existencia de un periodo especial de la filosofía al que denominan “contemporáneo”. Sin embargo, el desacuerdo aflora cuando tratan de determinar la época que abarca. Las posturas van desde los que afirman que la filosofía contemporánea nace en 1831 – año de la muerte de Hegel – y llega hasta nuestros días, hasta los que dicen que sólo se puede considerar filosofía contemporánea la filosofía de la tres últimas décadas, pasando por quienes consideran contemporánea la filosofía posterior a las dos guerras mundiales. Por nuestra parte, entenderemos como contemporánea la filosofía que se extiende a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. En cualquier caso, la característica más sobresaliente del pensamiento contemporáneo es la disparidad de enfoques, escuelas y sistemas, frente al desarrollo más uniforme del pensamiento moderno (racionalismo, empirismo, criticismo kantiano, idealismo hegeliano). A esta proliferación de puntos de vista y de escuelas han contribuido, en gran medida, factores socioculturales como: la crisis de los sistemas políticos (y las consecuencias históricas derivadas de tal crisis), el avance espectacular de las ciencias naturales y de las lógico- formales (matemáticas y lógica) y el desarrollo ellas ciencias humanas (sociología, antropología, economía, psicología…), cuyos métodos y resultados han tenido repercusiones de interés en el campo y en los problemas de la filosofía (psicoanálisis, estructuralismo…). Pero, sin duda, lo que define con más precisión a la filosofía del último siglo es su ruptura con el pensamiento moderno, pensamiento que apuesta decididamente por la razón como el instrumento que permite al ser humano ordenar la actividad científico-técnica, el gobierno de las personas y la administración de las cosas sin el recurso a instancias sobrenaturales. El pensamiento contemporáneo denuncia la unilateralidad de la utilización de la razón instrumental como principio explicativo de la realidad y rector de los comportamientos, oponiendo a la visión positivista moderna © Francisco Espadas Sotés/Alfonso Ortiz Vida Número de página

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Historia de la filosofía para bachillerato. Alfonso Ortiz / Francisco Espadas

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Manipulación, obra de Jurgen que alude a la situación alienada del individuo en un mundo codificado y controlado. Para el pensamiento contemporáneo estos lodos proceden de los

polvos de la santificación de la razón instrumental como guía de la humanidad.

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA PARA BACHILLERATO XII. Orientaciones generales del pensamiento contemporáneo

ORIENTACIONES GENERALES DEL PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO

1. ¿QUÉ SE ENTIENDE POR “FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA”?

En cualquier momento de la historia de la filosofía las doctrinas y actividades filosóficas propias de la época pueden se consideradas como contemporáneas para cualquiera que viva en ella. La filosofía contemporánea es siempre la filosofía de un “presente” – cualquier “presente” – más o menos dilatado en el tiempo.

Sin embargo, por la organización de la llamada “historia del pensamiento occidental”, desde el siglo XVIII, en épocas como la “antigua”, la “medieval” y la “moderna”, se ha planteado el problema de si existe alguna época que, aunque estrechamente enlazada con la moderna, pueda llamarse de otro modo.

Los historiadores han dado una respuesta afirmativa a la cuestión anterior y reconocido, por tanto, la existencia de un periodo especial de la filosofía al que denominan “contemporáneo”. Sin embargo, el desacuerdo aflora cuando tratan de determinar la época que abarca. Las posturas van desde los que afirman que la filosofía contemporánea nace en 1831 – año de la muerte de Hegel – y llega hasta nuestros días, hasta los que dicen que sólo se puede considerar filosofía contemporánea la filosofía de la tres últimas décadas, pasando por quienes consideran contemporánea la filosofía posterior a las dos guerras mundiales. Por nuestra parte, entenderemos como contemporánea la filosofía que se extiende a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX.

En cualquier caso, la característica más sobresaliente del pensamiento contemporáneo es la disparidad de enfoques, escuelas y sistemas, frente al desarrollo más uniforme del pensamiento moderno (racionalismo, empirismo, criticismo kantiano, idealismo hegeliano). A

esta proliferación de puntos de vista y de escuelas han contribuido, en gran medida, factores socioculturales como: la crisis de los sistemas políticos (y las consecuencias históricas derivadas de tal crisis), el avance espectacular de las ciencias naturales y de las lógico- formales (matemáticas y lógica) y el desarrollo ellas ciencias humanas (sociología, antropología, economía, psicología…), cuyos métodos y resultados han tenido repercusiones de interés en el campo y en los problemas de la filosofía (psicoanálisis, estructuralismo…).

Pero, sin duda, lo que define con más precisión a la filosofía del último siglo es su ruptura con el pensamiento moderno, pensamiento que apuesta decididamente por la razón como el instrumento que permite al ser humano ordenar la actividad científico-técnica, el gobierno de las personas y la administración de las cosas sin el recurso a instancias sobrenaturales.

El pensamiento contemporáneo denuncia la unilateralidad de la utilización de la razón instrumental como principio explicativo de la realidad y rector de los comportamientos, oponiendo a la visión positivista moderna

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una perspectiva interpretativa. En este sentido, tres han sido las críticas del pensamiento contemporáneo a la modernidad:

En primer lugar, la crítica epistemológica. La concepción positivista de la ciencia como una lineal marcha triunfal de descubrimientos que se acumulan siguiendo una lógica inalterable; la creencia en la universalidad y objetividad del conocimiento, independientemente del contexto y de sus agentes; la búsqueda e imposición del método científico y la premeditada extrapolación de los principios y métodos de las ciencias naturales a las ciencias sociales, sufre una quiebra con las aportaciones de Khun, Feyerabend, Gadamer, Habermas…, que demuestran el carácter siempre provisional e histórico de todo conocimiento. El conocimiento científico, aun siendo el conocimiento más riguroso, es indudablemente dependiente de los acontecimientos históricos y de los intereses de la sociedad en que viven los agentes del mismo, y por lo mismo, es un proceso discontinuo y con frecuentes saltos revolucionarios.

En segundo lugar, la crítica cultural. La concepción universalista del desarrollo humano defendida por la modernidad simplificaba las diferencias y desconsideraba la diversidad. Los trabajos de los antropólogos culturales desde F. Boas a Lévi-Strauss, pasando por R. Benedict y M. Mead, entre otros, demuestran que las pautas de pensamiento, sentimiento y conducta de los diferentes pueblos y culturas sólo son enteramente interpretables y comprensibles desde la red de significados y códigos que han elaborado dichas comunidades a lo largo de su particular experiencia con la realidad natural y social que ha constituido su entorno evolutivo. Imponer los patrones de la cultura occidental como instrumentos de interpretación o como criterios de valoración sólo manifiesta la actitud de intolerancia, prepotencia e ignorancia de un movimiento etnocéntrico, imperialista y colonial, que discrimina y arrasa la diversidad.

En tercer lugar, la crítica al mismo concepto de razón. Los filósofos ilustrados mitifican el poder de la razón. Paradójicamente, la defensa de la razón objetiva e instrumental sobre los poderes divinos no ha supuesto, como esperaban los ilustrados, la liberación del ser humano sino el sometimiento a otro tipo distinto de esclavitud: el poder de la técnica, la tiranía de los procesos productivos o la dictadura de la colectividad

2. ALGUNOS MOMENTOS Y AUTORES DE LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA.

Seguidamente resumimos algunos autores y tendencias fundamentales del pensamiento moderno, que bien pueden dar una idea de la disparidad de enfoques y sistemas a los que nos referíamos en el apartado anterior.

El marxismo

Se conoce con el nombre de “marxismo” a la doctrina filosófica de Marx y Engels y sus seguidores. Sus señas de identidad son las siguientes:

Afirmación del papel emancipador de la filosofía: La filosofía es el instrumento intelectual con el que podemos entender las causas de la explotación y la injusticia social y que nos permite actuar racionalmente para superar la situación de alienación (desposesión de lo más esencial, sufrimiento, fatalismo) en la que vive sumida la inmensa mayoría de la humanidad.

Crítica a la alineación. Consideración de que el sufrimiento humano es consecuencia de la explotación económica a la que la humanidad se ve sometida en las sociedades capitalista.

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Retrato del filósofo José Ortega y Gasset,

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Materialismo histórico. La defensa del papel de la base económica (fuerzas productivas, relaciones de producción) en la gestación y transformación de las sociedades, de la existencia de clases sociales y de su inevitable antagonismo.

Consideración del mundo en términos materialistas: crítica a la religión, ateísmo y concepción no trascendente de la realidad humana.

Propuestas políticas radicales: en general, el marxismo defiende actitudes políticas muy contrarias al orden político tradicional, confiando la transformación de la sociedad a la lucha obrera y revolucionaria.

Abolición de la propiedad privada: la “receta” para la superación de la alienación y explotación del hombre por el hombre es la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, la instauración del comunismo.

Variantes más importantes del marxismo:

Filosofía de Marx y Engels

(filosofía marxiana)

Filosofía marxista soviética:

Plejanov (1857 – 1918)

Lenin (1870-1924)

Trotsky (1870-1940)

Stalin (1879 – 1953)

Escuela de Frankfort

Marcuse (1898 – 1979)

Adorno (1903 – 1969)

Habermas (1929)

Marxismo estructuralista

Althusser (1918 – 1990)

Marxismo existencialista

Sartre (1905 – 1980)

El vitalismo

Bajo la denominación de «vitalismo» suele comprenderse un conjunto de filósofos cuya reflexión gira en torno al tema de la vida. Podemos destacar, entre otros, a pensadores como F. Nietzsche , W. Dylthey J. Ortega y Gasset y H. Bergson. La agrupación de todos estos autores bajo la misma denominación es ambigua, ya que el término «vitalismo» hace referencia a dos conceptos distintos de vida: la vida en sentido «biológico» y la vida en sentido «biográfico», es decir, como existencia humana vivida.

De los cuatro filósofos citados, Dilthey reflexionó sobre la vida en el segundo sentido. Ortega y Gasset se ocupó de la vida en ambos sentidos. En el caso de Nietzsche, el concepto de vida es biológico-cultural y abarca, por tanto, ambas dimensiones.

El vitalismo se presenta, en cualquiera de los casos, como una doctrina contraria al racionalismo. Los conceptos más importantes alrededor de los que gira la filosofía vitalista son: temporalidad, historia, vivencia, instintos, irracionalidad, corporeidad, subjetividad, perspectiva, valor de lo individual, cambio, enfermedad, muerte, finitud…

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Jean Paul Sartre.

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La fenomenología

Corriente creada por Brentano (1836 – 1917) y Hurssell (1859 – 1938), va a ser una de las orientaciones contemporáneas de más hondo calado y más largo alcance del pensamiento contemporáneo.

La fenomenología aspira al conocimiento estricto de los fenómenos, entendidos no como las apariencias sensibles de las cosas (apariencias que no coinciden con la supuesta realidad que debajo de ellas se encuentra) sino como las cosas mismas tal y como se muestran, tal y como se ofrecen a la conciencia.

El lema de este movimiento es el «plegarse a las cosas mismas», el ser fiel a lo que realmente se experimenta, de ahí que propugne la intuición como instrumento fundamental del conocimiento. A diferencia del empirismo, la fenomenología no limita la intuición a las percepciones sino que acepta varias formas de darse las cosas, varias formas de intuición. Cada realidad se muestra de distinto modo a la conciencia en virtud de su propio ser, de su esencia: las cosas físicas se hacen presentes a nuestra conciencia de otro modo que los objetos matemáticos, las leyes lógicas, los valores estéticos, los valores éticos o las propias vivencias. La virtud del buen fenomenólogo es su perfección en el mirar, en saber disponer adecuadamente su espíritu para captar cada tipo de realidad en lo que tiene de propia.

El tema de investigación más característico de la fenomenología es la conciencia. Se entiende por conciencia el ámbito en el que se hace presente o se muestra la realidad; la realidad en la medida en que aparece o se muestra a una conciencia recibe el nombre de «fenómeno». La característica fundamental que la fenomenología encuentra en la conciencia es la intencionalidad: en el lenguaje ordinario llamamos intencionalidad a la conducta hecha mediante un acto de voluntad, a la conducta deliberada; en fenomenología la intencionalidad es una propiedad más básica: se refiere al hecho de que toda conciencia es conciencia de algo, todo acto de conciencia es siempre una relación con otra cosa, un referirse a algo. La conciencia no se limita al conocimiento: puedo conocer un árbol, puedo percibirlo o pensar en él, pero también puedo vincularme con él mediante otros modos de conciencia: puedo desear estar a su sombra, o imaginarlo con más hojas de las que tiene, o temer que se pueda secar, lo puedo amar u odiar. La percepción, el recuerdo, la imaginación, el pensamiento, el amor, el odio, el deseo, el querer, son distintas formas de darse el vivir de la conciencia. Una importante tarea de la fenomenología es la descripción de los distintos tipos de vivencias, de sus géneros y especies, y de las relaciones esenciales que entre ellas se establecen.

El existencialismo

Por existencialismo se entiende una larga corriente filosófica que nace y se desarrolla en Europa entre las dos guerras mundiales. Es habitual señalar a Soren Kierkegaard (1813 – 1855) como un precursor de esta corriente; el propio Jean Paul Sartre (1905 – 1980), en su obra El existencialismo es un humanismo, destaca dos versiones de este movimiento:

El existencialismo católico: Karl Jaspers (1883 – 1989) y Gabriel Marcel (1889 – 1973);

El existencialismo ateo: en donde sitúa a Martin Heidegger (1889 – 1976) y a su propia filosofía.

En la citada obra, Sartre atribuye a su versión del existencialismo los siguientes rasgos:

1. El existencialismo es un ateísmo consecuente; puesto que Dios no existe, no existe la naturaleza humana; el ser humano

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Wittgenstein

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no tiene esencia o naturaleza, es lo que él mismo se ha hecho; en el ser humano la existencia precede a la esencia.

2. El ser humano es un proyecto que se vive subjetivamente: lo que mueve a las personas son sus proyectos, su preocupación por la realización de su ser; pero estos proyectos y los ideales involucrados en ellos, no existen previamente a su decisión de realizarlos, no están trazados previamente por un destino, una naturaleza o una tabla de valores objetivos.

3. El ser humano es responsable de sí mismo y de todos los seres humanos: somos responsables de nosotros mismos porque lo que somos depende de lo que hemos querido ser, no de un destino divino, ni de una circunstancia social, ni de una predisposición biológica o natural; pero somos responsables de los demás porque al elegir unos valores, elegimos una imagen del ser humano tal y como debe ser; nuestras acciones comprometen a la humanidad entera.

4. La libertad humana trae consigo los sentimientos de angustia, desamparo y desesperación. Angustia ante el hecho de que uno mismo es responsable de sí y de los demás; desamparo porque la elección se hace en soledad, no existe una tabla de valores en la que apoyarse, ni ningún signo que nos indique la conducta a seguir, sino que es preciso inventarse la moral; y desesperación porque no es posible un control completo de la realidad en la realización del proyecto, porque siempre hay que contar con factores imprevistos, con la posibilidad de que se truequen nuestras buenas intenciones en malos efectos.

5. Frente a la “naturaleza humana” hay que defender la “condición humana”: aunque no hay una esencia común a todos los seres humanos, Sartre cree que sí se puede hablar de ciertos rasgos universales que permiten la identificación de la humanidad como un todo y el reconocimiento y comprensión del proyecto de cada individuo y de cada cultura; la libertad, la indigencia de la existencia, la sociabilidad, son estructuras antropológicas que desvelan la condición humana.

6. Compromiso moral y crítica de la conducta inauténtica: aunque los valores morales se inventan, no todos tienen el mismo valor, pues algunas elecciones están fundadas en el error; la conducta de mala fe, por ejemplo, se basa en el error, en el error de excusarse en las pasiones, en el determinismo, en el destino, o en el error de declarar ciertos valores como existentes de modo objetivo e independiente de mi voluntad. La actitud auténtica es la de «la buena fe», la de aquéllos que asumen la responsabilidad completa de sus acciones y situaciones, la de quienes tienen como lema moral la realización de la libertad propia y ajena.

7. El mundo, la vida, no tiene un sentido a priori: Dios no existe, por lo que la vida misma carece de sentido; sólo se puede hablar del sentido que cada uno le da, de los valores que cada uno inventa.

8. El existencialismo es un humanismo: pero no un humanismo que valore a la humanidad por la excelencia de alguno de sus miembros, ni por la supuesta bondad de la humanidad en su conjunto; es un humanismo por declarar que no hay otro legislador que el ser humano mismo, por afirmar la libertad y la necesidad de trascender la situación, de superarse a sí mismo, por reivindicar el ámbito de lo humano como el único ámbito al que el ser humano pertenece.

El neopositivismo

También llamado “empirismo lógico”, o “neoempirismo” o “positivismo lógico”, es uno de los movimientos filosóficos más importantes de la primera mitad del siglo XX. Sus representantes se unieron en varios grupos, destacando el Círculo de Viena, el de Berlín y, tras el triunfo del nazismo y la emigración de muchos de sus representantes a los Estados Unidos, el Círculo de Chicago. Los filósofos más importantes de esta corriente son Moritz Schlick (1882 – 1936), Alfred Ayer (1910 – 1989), Rudolf Carnap (1891 – 1979), Otto Neurath (1882 – 1945), Hans Reichenbach (1881 – 1953) y el Wittgenstein de las primeras obras.

Los neopositivistas consideraron que la única interpretación legítima del mundo es la científica, por lo que rechazaron las interpretaciones religiosas y filosóficas. Quisieron fundamentar el conocimiento humano sobre bases puramente empíricas para lo cual utilizaron diversas estrategias, en

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Marcuse

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particular la construcción de un lenguaje unificado (lenguaje lógico), común a todas las ciencias y ajeno a las imperfecciones del lenguaje ordinario, y el criterio de verificabilidad del significado (una proposición tiene sentido si de ella cabe presentar una verificación empírica). Su valoración de la metafísica es extraordinariamente negativa, pues para ellos esta disciplina no es falsa sino absurda: consta de proposiciones sin significado y referidas a pseudoproblemas. Los neopositivistas creyeron que las técnicas de análisis lógico de la nueva lógica (la lógica matemática) elaborada por Frege (1848 – 1925), Alfred Whitehead (1861 – 1947) y Bertrand Russell (1872 – 1970) permitiría disolver los pseudoproblemas a los que los filósofos se ven abocados como consecuencia de los “embrujos” del lenguaje cotidiano.

La filosofía analítica

Es la segunda etapa del movimiento que se inicia con el neopositivismo. Comienza a finales de los años cuarenta en Inglaterra (fundamentalmente en Oxford), se extiende por el mundo entero – de modo destacado en los países anglosajones – y llega hasta la actualidad.

Los neopositivistas se habían preocupado por el lenguaje científico y criticado las posibilidades del lenguaje corriente como vehículo de comprensión de la realidad. Frente a este punto de vista, la filosofía analítica no da particular importancia al lenguaje científico, al contrario, su característica principal es su interés por el lenguaje corriente, el lenguaje ordinario, considerando que tiene sentido y no debe ser sustituido por un lenguaje artificial. Para los analíticos, el lenguaje científico es uno de los muchos lenguajes que aparecen en la vida humana, como otros son el ético, el estético, e incluso el metafísico y el religioso. La tarea de la filosofía es el análisis de los distintos usos del lenguaje.

En los textos de estos filósofos encontramos los temas habituales de la filosofía (la causalidad, el conocimiento, la relación mente-cuerpo) pero para aclarar el significado de estos conceptos, no para hablarnos de la realidad. Algunos filósofos analíticos señalan que este movimiento es imparcial en cuanto a las soluciones a las cuestiones filosóficas: la función principal del filósofo consiste en elucidar el sentido de los conceptos y proposiciones. La filosofía no es una doctrina sobre la realidad sino una actividad clarificadora, actividad que muestra las confusiones lingüísticas, los abusos del lenguaje, de la filosofía tradicional.

Junto a Luwig Wittgenstein (1889 – 1951), los representantes más destacados de este movimiento son: John Wisdom (1904), Gilbert Ryle (1911), John Austin (1911 – 1960), Richard Hare (1919), Norman Malcolm (1911) , Peter F. Strawson (1919).

La escuela de Francfort

Bajo el título de teoría crítica de la sociedad, se desarrollaron en Francfort, en torno al Instituto de Ciencias Sociales, los trabajos de Horkheimer (1895 – 1973), Adorno (1903 – 1969) y Marcuse (1898 – 1979), que propusieron una interpretación de la sociedad contemporánea, de sus fenómenos culturales, de sus fenómenos políticos y de los movimientos contraculturales y de protesta que, en general, supone una revisión y actualización de las teorías de Marx. En su segunda época, que se desarrolla en Estados Unidos, Jürgen Habermas quiere ofrecer una teoría sobre la sociedad industrializada y las consecuencias que ha traído para la vida y la cultura, resultado todo ello del concepto de razón vigente desde los siglos XVII y XVIII (la razón técnico-instrumental): en las sociedades industrializadas actuales la razón se ha convertido en los contrario de lo que pretendía ser: un instrumento de represión al servicio de los totalitarismos.

Con su crítica de la razón ilustrada, la Escuela de Francfort se enfrenta a la irracionalidad de la sociedad industrializada y al sometimiento del ser humano, el cual se ve incluso privado de la

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Claude Lévi-Strauss

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conciencia de su estado de alienación v falta de libertad. El nuevo concepto de razón defendido por los francfortianos ofrece el fundamento para una organización no represiva de la sociedad y para el dominio de la naturaleza.

El estructuralismo

Por estructuralismo se conoce a una corriente interdisciplinar que, inspirada en los patrones metodológicos de Marx, Freud, Nietzsche y Heidegger, y basada en las contribuciones y los temas de las ciencias humanas como la antropología, el psicoanálisis, la lingüística o la psicología, se plantea estudiar todos los órdenes de lo humano mostrándolos como estructuras ocultas (partes de un todo organizadas entre sí que demuestran que el sentido del conjunto es imprescindible para comprender cada uno de los elementos por separado y que en cada uno de los elementos se encuentra implícito el sentido de la totalidad), cuyo estudio permite una comprensión mucho más exacta que la que se puede dar al mero nivel de los hechos observables.

Para ello, como propondrá Foucault, es preciso realizar toda una “arqueología” en los diversos ámbitos de la cultura: el sexo, el sueño, el saber, la salud, la literatura, el lenguaje, el parentesco, la filosofía, la autoridad, el poder y demás rasgos humanos del hombre contemporáneo, que desentrañe su verdadero origen y significado, que descubra sus propias reglas de formación y desmitifique la visión del mundo dominante en la actualidad.

Los análisis de los estructuralistas les llevaron a reaccionar contra la cultura oficial, a rechazar el humanismo (“el hombre es una invención reciente. Y quizás esté próximo su fin”, afirmará Foucault) y a poner en entredicho la historia (de las ideas, de los valores, de las instituciones) concebida como devenir “progresista”.

Junto a Michel Foucault, los pensadores estructuralistas más conocidos son el antropólogo Claude Lévi-Strauss, el psicoanalista Lacan, el psicólogo Jean Piaget, el semiólogo Roland Barthes, y los filósofos Louis Altusser, Jaques Derrida y Giles Deleuze.

El postmodernismo

Bajo este término se esconde una nueva forma de entender y desarrollar, en las últimas décadas del siglo XX, las relaciones sociales, económicas, políticas y culturales. Podemos decir que el postmodernismo es la consecuencia de la “globalización” y el imperio de la economía del libre mercado en las sociedades formalmente democráticas.

El rasgo característico más definitorio y posiblemente el que mayores efectos y consecuencias tiene en el pensamiento actual, es la crisis de la razón. Para los postmodernos (Lyotard, Broudrillard, Vattimo, Lipovetsky), un conjunto de graves acontecimientos que afectan a la humanidad (guerras mundiales de escasa o nula justificación racional; la pobreza y miseria paralela a la destrucción masiva de alimentos por exigencias el mercado; la desigualdad Norte-Sur; políticas totalitarias legitimadas o toleradas; la desintegración del mundo comunista; el ritmo loco, atosigante y acelerado de hombres ocupados, conviviendo con inmensas bolsas de paro; la carrera armamentística…) conduce al desencanto y rechazo de las premisas modernas que afirmaban el imperio de una razón universal y objetiva. La razón, no sólo es débil y parcial,

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sino manipulable y fácilmente subordinada y utilizable al servicio de los intereses más inconfesables e irracionales de los poderosos.

En este sentido, los postmodernos niegan la existencia de verdades absolutas, de certidumbres definitivas que superen el paso del tiempo y el espacio, admitiendo sólo la existencia de verdades relativas, situacionales, construidas aquí y ahora a partir de la argumentación y el contraste empírico y simbólico. Pero no se quedan ahí: el pensamiento postmoderno renuncia al conocimiento histórico, a cualquier proyecto general, a la identidad de cualquier sujeto o empresa colectiva, a todo compromiso político, a la defensa de cualquier principio ético; asume, por el contrario, el ensalzamiento del relativismo absoluto en cualquier ámbito de la realidad; el privilegio de lo particular, la primacía de presente respecto al pasado y al futuro; la desregulación de cualquier estructura y organización pública; el valor incuestionable de lo que existe y el culto a la imagen y a la estética.

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