Orientación de filosofía

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1 PROYECTO FORMATIVO PARA LOS SEMINARISTAS DE LA ARQUIDIÓCESIS DE TEGUCIGALPA CUADERNO DE ESTUDIO PARA PRIMERO DE FILOSOFÍA NOTA EXPLICATIVA PREVIA 1. Cada seminarista ha de realizar, durante sus 8 años de formación, un proceso de estudio personal, y cada curso (año de seminario), un estudio comunitario del capítulo asignado, del Proyecto Formativo para los Seminaristas de la Arquidiócesis de Tegucigalpa. 2. El grupo ha de nombrar un Moderador y un Secretario. 3. La calendarización del trabajo es responsabilidad del grupo, bajo la coordinación del Moderador del grupo. ESQUEMA GENERAL DE TRABAJO 1. Leer personalmente y comentar con todo el grupo (año de seminario), la carta de presentación de los Obispos de la Arquidiócesis de Tegucigalpa. (Esta actividad se ha de llevar a cabo todos los años, al inicio del año académico). PERIODO DE EJECUCIÓN: Mes de febrero. RESPONSABLE: todo el grupo (año), bajo la coordinación del Moderador del grupo. 2. Leer personalmente el CAPÍTULO II y elaborar personalmente un elenco de, por lo menos, 15 líneas de formación que encuentra en el capítulo. PERIODO DE EJECUCIÓN: Marzo y abril. RESPONSABLE: Cada uno de los seminaristas. 3. Leer comunitariamente el capítulo correspondiente y redactar, todos juntos, por lo menos, un elenco de 15 líneas formativas que encuentran en el capítulo. PERIODO DE EJECUCIÓN: Mayo, junio y julio. RESPONSABLE: todo el grupo (año), bajo la coordinación del Moderador del grupo. 4. Comentar con el Arzobispo o su Auxiliar, por lo menos, las 15 líneas formativas que ha redactado el grupo. PERIODO DE JECUCIÓN: Agosto y septiembre.

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PROYECTO FORMATIVO PARA LOS SEMINARISTAS DE LA ARQUIDICESIS DE TEGUCIGALPACUADERNO DE ESTUDIO PARA PRIMERO DE FILOSOFA

NOTA EXPLICATIVA PREVIA1. Cada seminarista ha de realizar, durante sus 8 aos de formacin, un proceso de estudio personal, y cada curso (ao de seminario), un estudio comunitario del captulo asignado, del Proyecto Formativo para los Seminaristas de la Arquidicesis de Tegucigalpa.2. El grupo ha de nombrar un Moderador y un Secretario.3. La calendarizacin del trabajo es responsabilidad del grupo, bajo la coordinacin del Moderador del grupo.ESQUEMA GENERAL DE TRABAJO1. Leer personalmente y comentar con todo el grupo (ao de seminario), la carta de presentacin de los Obispos de la Arquidicesis de Tegucigalpa. (Esta actividad se ha de llevar a cabo todos los aos, al inicio del ao acadmico). PERIODO DE EJECUCIN: Mes de febrero. RESPONSABLE: todo el grupo (ao), bajo la coordinacin del Moderador del grupo.2. Leer personalmente el CAPTULO II y elaborar personalmente un elenco de, por lo menos, 15 lneas de formacin que encuentra en el captulo. PERIODO DE EJECUCIN: Marzo y abril.RESPONSABLE: Cada uno de los seminaristas.3. Leer comunitariamente el captulo correspondiente y redactar, todos juntos, por lo menos, un elenco de 15 lneas formativas que encuentran en el captulo. PERIODO DE EJECUCIN: Mayo, junio y julio. RESPONSABLE: todo el grupo (ao), bajo la coordinacin del Moderador del grupo.4. Comentar con el Arzobispo o su Auxiliar, por lo menos, las 15 lneas formativas que ha redactado el grupo. PERIODO DE JECUCIN: Agosto y septiembre. RESPONSABLE: El Arzobispo o su Auxiliar con cada uno de los grupos, previa coordinacin de las fechas con el Moderador de cada grupo.5. Elaborar, comunitariamente, una conclusin de, por lo menos 3 pginas, del captulo de estudio realizado durante el ao, que ser firmada por cada uno de los miembros del grupo (ao) y ser entregada al Arzobispo o su Auxiliar. PERIODO DE EJECUCIN: Octubre y noviembre.RESPONSABLE: Todo el grupo, bajo la coordinacin del Moderador, acordando las fechas con el Arzobispo o su Auxiliar.

CARTA DE LOS OBISPOS DE LA ARQUIDICESISEl Seminario: Institucin primaria de la ArquidicesisMuy queridos seminaristas de la Arquidicesis de Tegucigalpa:1. Entre todas las instituciones diocesanas, nosotros, sus Obispos, consideramos la primera el seminario y a cada uno de ustedes le hacemos sujeto de las atenciones ms intensas y asiduas de nuestro ministerio pastoral, porque del seminario dependen en gran parte la continuidad y la fecundidad del ministerio sacerdotal de nuestra Iglesia Arquidiocesana.1. Insistimos decididamente y con conviccin sobre la necesidad de nuestra presencia seminario mayor como instrumento privilegiado para su formacin sacerdotal, y trabajamos a fin de que la Arquidicesis tenga un seminario mayor de Verdaderos Pastores segn el Corazn de Dios. 1. Ustedes, por su parte, sepan que son expresin de la pastoral vocacional de las Iglesia parroquiales y, al mismo tiempo, sus comunidad eclesial peculiares. 1. El seminario es la casa y la familia que forma los futuros presbteros a imagen de Jesucristo, buen Pastor. 1. All, queremos ofrecer una profunda formacin humana, espiritual, cultural y pastoral a nuestros candidatos al sacerdocio. 1. Para tal objetivo, sus Obispos buscaran favorecer la formacin de los formadores y de los futuros profesores al ms alto nivel acadmico posible. 1. Lo que ahora tiene en sus manos no es meramente una coleccin de Los Obispos normas o reglamentos que han de cumplir. Este documento pretende ser un instrumento til para crecer personalmente y recorrer el camino formativo que les d si las condiciones para la admisin al sacerdocio.Sus Obispos, primeros responsables de su formacin sacerdotal1. La actual y problemtica situacin del universo juvenil exige especialmente de nosotros, sus Obispos, que desarrollemos un atento discernimiento de los candidatos al momento de su admisin en el seminario. 1. Como manifestacin de nuestra primaria responsabilidad en la formacin de nuestros candidatos al sacerdocio, sus Obispos no solo visitamos frecuentemente el seminario sino que somos sus profesores, formadores y amigos, compartiendo cordialmente con ustedes este proceso tan importante de su vocacin y misin. 1. Queremos insertar esta peculiar comunidad formativa, desde ya, en las Iglesias parroquiales, donde, seguramente, tendrn que vivir el resto de sus vidas. 1. Por eso, les animamos a conseguir la finalidad pastoral de la formacin que han iniciado y a dar el sentido de Iglesia a los jvenes de la parroquias, para que guiados por su buen ejemplo, quieran vivir en estado permanente de Misin, siendo sacerdotes, como ustedes.1. Queremos tener un encuentro directo y personal con cada uno de ustedes, para conocerles, quererles y alimentarles del sentido de la familiaridad y amistad con todos para poder ponderar las actitudes, dotes humanas e intelectuales de cada uno y tambin los aspectos de su personalidad que necesitan de una mayor atencin educativa. 1. Esta relacin familiar nos permite poder evaluar mejor su idoneidad como candidatos al sacerdocio y confrontar nuestras opiniones con el de los superiores y formadores del seminario. 1. En efecto, sobre nosotros, sus Obispos, recae la ltima responsabilidad de la admisin de ustedes candidatos a las rdenes sagradas. Su idoneidad nos debe resultar probada con argumentos positivos para ser admitidos a la ordenacin.1. Una buena parte de las cosas, proyectos e ideas que contiene este documento son acciones meramente episcopales, es decir, responsabilidad nuestra, de sus Obispos, sin embargo, hemos credo importante poner desde ya en sus proyectos de vida y conocimiento, para que sepan, desde ya, que estn llamados a ser los primeros colaboradores de sus Obispos.Sus Obispos y la comunidad educativa del seminario1. Hemos elegido con particular atencin al Rector, a sus Directores Espirituales y a los Confesores del seminario. 1. A nosotros corresponde tambin una atencin y preocupacin particular por preparacin de sacerdotes diocesanos que sea sean sus formadores y les acompaen en este camino pedaggico, espiritual, humano y teolgico.1. Obispos y formadores verificamos el aprovechamiento de los seminaristas. Con prudente anticipacin, nos aseguramos mediante escrutinios de que cada uno de ustedes sea idneo para las sagradas rdenes y est plenamente decidido a vivir las exigencias del sacerdocio catlico. No queremos, jams, actuar con precipitacin en una materia tan delicada, por eso, pedimos su colaboracin. 1. Para que sean idneos, les presentamos este proyecto formativo que han de conocer, estudiar, orar y dialogar, con Dios, con sus formadores, con sus compaeros seminaristas y con nosotros, sus obispos.1. Con los responsables del seminario, mantenemos frecuentes contactos personales, como signo de confianza, para animarlos en su accin y permitir que entre ellos reine un espritu de plena armona, comunin y colaboracin.La formacin de los seminaristas1. Es nuestra competencia aprobar el Proyecto Formativo de los seminaristas de nuestra Arquidicesis.1. Este proyecto est articulado segn los principios establecidos por la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis dada por la Congregacin para la Educacin Catlica, por los otros documentos de la Santa Sede y por la Ratio Institutionis Sacerdotalis dada por la Conferencia Episcopal de Honduras, as como por las necesidades concretas de la Iglesia Arquidiocesana de Tegucigalpa.1. El objetivo fundamental de este proyecto formativo tiene como ncleo central la configuracin de los seminaristas con Cristo cabeza y pastor, en el ejercicio de la caridad pastoral. Tal objetivo se obtendr mediante: 22. la formacin humana a travs de la educacin en las virtudes, que consientan a los seminaristas desarrollar una personalidad armnica y aumentar la propia eficacia apostlica;22. la formacin espiritual, que disponga a los alumnos para conseguir la santidad cristiana a travs del ministerio sacerdotal, ejercitado con fe viva y amor por las almas;22. la formacin doctrinal, de modo que cada uno de ustedes logre un conocimiento integral de la doctrina cristiana que sostenga su vida espiritual y los ayude en el ministerio pastoral;22. la formacin pastoral, con la cual se busque introducir a nuestros seminaristas en las distintas actividades apostlicas de la Arquidicesis y en la experiencia pastoral directa, a travs de modalidades concretas determinadas por sus Obispos. 22. la formacin misionera, que se exige por la naturaleza universal del ministerio sagrado, hace que ustedes sientan preocupacin no slo por la propia Iglesia particular, sino tambin por la Iglesia universal y estn dispuestos a ofrecer el propio trabajo a aquellas Iglesias particulares que se encuentren en grave necesidad. La pastoral vocacional y la obra Arquidiocesana de las vocaciones. 1. Los primeros promotores vocacionales de la Arquidicesis son ustedes si son coherentes en su opcin y estilo de vida. La pastoral vocacional, vinculada estrechamente a la pastoral juvenil, encuentra su ncleo y rgano especfico en la obra arquidiocesana de las vocaciones, de la que ustedes forman parte. Acompaen a sus prrocos en la tarea de coordinar las diversas iniciativas vocacionales.1. Acompaen tambin a sus Obispos en la tarea de instruir a todos los fieles acerca de la importancia del sagrado ministerio, ensendoles la responsabilidad de suscitar vocaciones para el servicio de los hermanos y la edificacin del Pueblo de Dios. Siempre ha sido una tarea necesaria, pero hoy se ha convertido en un deber ms grave y urgente para todos.1. La metodologa para el estudio de este documento ser determinada por ustedes y sus formadores, en dilogo con nosotros, sus Obispos. 1. La finalidad de este documento es que ustedes sean formados en el Corazn de Jess, en el corazn de Mara, para tener el corazn del Buen Pastor, y la mejor manera de formarse en esta fragua de estos corazones es sin duda, saber quines son sus Obispos, qu hacen sus Obispos y de qu manera esperamos que ustedes se formen para ser nuestros primeros colaboradores.1. Muchas de las cosas contenidas en este documento ya existen en la Arquidicesis de Tegucigalpa; otras tantas estn por hacerse o en proceso. 1. Todo ello porque, nuestra Iglesia Particular no es una obra acabada. La hacemos todos los das: si nace un nio, es tarea nuestra formar a sus padres para el bautismo; si muere una persona, por la comunin de los santos ganamos a uno en el cielo; si crece el nmero de nuestros seminaristas, nuestro corazn paterno se ensancha y sus corazones fraternos se enriquecen.1. Queremos que perseveren en el empeo por dar continuidad a su vocacin divina. Pedimos a los prrocos que asuman un compromiso especial en la promocin de las vocaciones al ministerio sagrado y en la perseverancia de los que ya estn en el seminario; por eso, ustedes y nosotros, acompaemos atentamente a los nios y jvenes que demuestren una particular aptitud para el servicio del altar, dndoles una gua espiritual conforme a la edad, y animndoles a que sean para Dios, en Jesucristo, toda la vida, tal como ustedes lo estn haciendo.1. Que Mara de Suyapa les guarde ahora y siempre en su Corazn,

Cardenal Oscar A. Rodrguez M., SDBArzobispo de Tegucigalpa

Juan Jos Pineda F., CMFObispo Auxiliar de Tegucigalpa.

Febrero 3, 2013Solemnidad de Nuestra Seora de SuyapaAo de la Fe

CAPTULO IISEMINARISTAS FORMADOS PARA EL MINISTERIO EN LA IGLESIA PARTICULAR ARQUIDIOCESANA DE TEGUCIGALPAApacentad la grey de Dios que os est encomendada, vigilando, no forzados, sino voluntariamente, segn Dios; no por mezquino afn de ganancia, sino de corazn; no tiranizando a los que os ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey. Y cuando aparezca el Mayoral, recibiris la corona de la gloria que no se marchita (1 P 5, 2-4).Principios Generales sobre el conocimiento del Gobierno Pastoral en el que se forman nuestros seminaristasAlgunos principios fundamentales. 1. En el desarrollo del ministerio, ustedes se dejarn guiar por algunos principios fundamentales que caracterizan su modo de actuar e informan su propia vida. 1. Tales principios son vlidos ms all de las circunstancias de tiempo y lugar, y son el signo de la preocupacin pastoral hacia la Iglesia particular a la que pertenecen y que les ha sido confiada y hacia la Iglesia universal de la que son corresponsables, en cuanto Ministros Ordenados, cuya cabeza es el Romano Pontfice. El principio Trinitario. 1. El Ministro Ordenado no olvida que ha sido puesto para regir la Iglesia de Dios en el nombre del Padre, del cual transparenta su imagen; en el nombre de Jesucristo, su Hijo, que le ha constituido maestro, sacerdote y pastor; en el nombre del Espritu Santo que da vida a la Iglesia. El Espritu Santo sostiene constantemente su misin pastoral y salvaguarda la nica soberana de Cristo. Haciendo presente al Seor, actualizando su palabra, su gracia, su ley, el ministerio es un servicio a los hombres que ayuda a conocer y seguir la voluntad del nico Seor de todos.El principio de la verdad. 1. En cuanto maestro y doctor autntico de la fe, el Ministro Ordenado hace de la verdad revelada el centro de su accin pastoral y el primer criterio con el que evala opiniones y propuestas que emergen tanto en la comunidad cristiana como en la sociedad civil y, al mismo tiempo, con la luz de la verdad ilumina el camino de la comunidad humana, donando esperanza y certezas. 1. La Palabra de Dios y el Magisterio de la tradicin viva de la Iglesia son puntos irrenunciables de referencia no slo para la enseanza del Ministro Ordenado sino tambin para su gobierno pastoral. 1. El buen gobierno exige que busque personalmente con todas sus fuerzas la verdad y que se comprometa a perfeccionar su enseanza y a cuidar no tanto la cantidad sino, ms bien, la calidad de sus pronunciamientos. De esta forma, evitar el riesgo de adoptar soluciones pastorales que sean solamente formales y que no respondan a la esencia y a la realidad de los problemas. La pastoral ser autntica en la medida que se apoye en la verdad.

El principio de la comunin. 1. En el ejercicio del ministerio pastoral, el Ministro Ordenado se siente y se comporta como principio y fundamento visible de la unidad con su Arquidicesis, pero siempre con el nimo y accin dirigidos a la unidad de toda la Iglesia catlica. Promover la unidad de fe, de amor y de disciplina, de modo que la Arquidicesis se sienta parte viva del entero Pueblo de Dios. La promocin y bsqueda de la unidad ser propuesta no como estril uniformidad, sino junto a la legtima variedad, que el Ministro Ordenado est tambin llamado a tutelar y promover. La comunin eclesial conducir al Ministro Ordenado a buscar siempre el bien comn de la Arquidicesis, recordando que ste est subordinado al de la Iglesia universal y que, a su vez, el bien de la Arquidicesis prevalece sobre el de las comunidades particulares. Para no obstaculizar el legtimo bien particular, el Ministro Ordenado se ha de preocupar de tener un exacto conocimiento del bien comn de la Iglesia particular: conocimiento que se debe actualizar continuamente y verificar a travs del contacto frecuente con el Pueblo de Dios que se le ha confiado, el conocimiento de las personas, el estudio, las investigaciones socioreligiosas, los consejos de personas prudentes, el dilogo constante con los fieles, ya que las situaciones en la actualidad son objeto de rpidas transformaciones.El principio de la colaboracin. 1. La eclesiologa de la comunin compromete al Ministro Ordenado a promover la participacin de todos los miembros del pueblo cristiano en la nica misin de la Iglesia; en efecto, todos los cristianos, tanto singularmente como asociados entre ellos, tienen el derecho y el deber de colaborar, cada uno segn su propia vocacin particular y segn los dones recibidos del Espritu Santo, en la misin que Cristo ha confiado a la Iglesia. Los bautizados gozan de una justa libertad de opinin y de accin en las cosas no necesarias al bien comn. En el gobierno, reconozca y respete este sano pluralismo de responsabilidad y esta justa libertad de las personas y de las asociaciones particulares. De buena gana infunda en los dems el sentido de la responsabilidad individual y comunitaria, y lo estimule en aquellos que ocupan oficios y encargos eclesiales, manifestndoles toda su confianza: as ellos asumirn conscientemente y cumplirn con celo las tareas que les correspondan por vocacin o por disposicin de los sagrados cnones.El principio del respeto de las competencias. 1. El Ministro Ordenado se muestra respetuoso de las legtimas competencias de los dems, concede a sus colaboradores las oportunas facultades y favorece las justas iniciativas de los fieles tanto individuales como asociadas. 1. El Ministro Ordenado considere su deber no slo estimular, alentar e incrementar las fuerzas que operan en la Arquidicesis, sino tambin coordinarlas, salvando siempre la libertad y los derechos legtimos de los fieles; as se evitan dispersiones daosas, copias intiles, discordias letales.1. El Ministro Ordenado respetar las competencias de las otras autoridades eclesisticas y mostrar plena disponibilidad para una fecunda coordinacin con ellas, en un espritu de colaboracin pastoral y de colegialidad afectiva.El principio de la persona justa al puesto justo. 1. Al conferir los oficios en la Arquidicesis, el Arzobispo se conduce nicamente por criterios sobrenaturales y por el solo bien pastoral de la Iglesia particular. Por eso, el Ministro Ordenado busque, ante todo, el bien de las almas, respete la dignidad de las personas y utilice sus capacidades, en el modo ms idneo y til posible, al servicio de la comunidad, asignando siempre la persona justa al puesto justo. Recuerde y renueve frecuentemente la obediencia libre que asumi delante de su Arzobispo y sus sucesores el da de su ordenacin.El principio de justicia y legalidad. 1. El Ministro Ordenado, junto con su Arzobispo, al conducir la Arquidicesis, se atendr al principio de justicia y legalidad, sabiendo que el respeto de los derechos de todos en la Iglesia exige la sumisin de todos, incluso de l mismo, a las leyes cannicas. Los fieles, en efecto, tienen el derecho de ser guiados teniendo presente los derechos fundamentales de la persona, de los fieles, y la disciplina comn de la Iglesia, velando por el bien comn y por el de cada uno de los bautizados. Tal ejemplo del Ministro Ordenado conducir a los fieles a asumir mejor los deberes de cada uno con respecto a los de los dems y a los de la misma Iglesia. De esta forma, el Ministro Ordenado evitar gobernar a partir de visiones y esquemas personalistas de la realidad eclesial.Formarse para pertenecer al Presbiterio ArquidiocesanoEl Arzobispo, su Auxiliar y los sacerdotes de la Arquidicesis.1. En el ejercicio de la cura de las almas, la principal responsabilidad recae sobre los presbteros diocesanos que, por la incardinacin o por la dedicacin a una Iglesia particular, estn consagrados enteramente a su servicio para apacentar una misma porcin de la grey del Seor. Los presbteros diocesanos, en efecto, son los principales e insustituibles colaboradores del orden episcopal, revestidos del nico e idntico sacerdocio ministerial, del que el Arzobispo posee la plenitud. El Arzobispo y los presbteros son constituidos ministros de la misin apostlica; el Arzobispo los asocia a su solicitud y responsabilidad, de modo que cultiven siempre el sentido de la Arquidicesis, fomentando, al mismo tiempo, el sentido universal de la Iglesia.1. Como Jess manifest su amor a los Apstoles, as tambin el Arzobispo, padre de la familia presbiteral, por medio del cual el Seor Jesucristo, Supremo Pontfice, est presente entre los creyentes, sabe que es su deber dirigir su amor y su atencin particular hacia los sacerdotes y los candidatos al sagrado ministerio.1. Guiado por una caridad sincera e indefectible, el Arzobispo preocpese de ayudar de todos los modos posibles a sus sacerdotes, para que aprecien la sublime vocacin sacerdotal, la vivan con serenidad, la difundan en torno a ellos con gozo, desarrollen fielmente sus tareas y la defiendan con decisin.El Arzobispo y su Auxiliar, padres, hermanos y amigos de los sacerdotes de la Arquidicesis. 1. La relacin entre el Arzobispo, su Auxiliar y el presbiterio Arquidiocesano debe estar inspirada y alimentada por la caridad y por una visin de fe, de modo que los mismos vnculos jurdicos, derivados de la constitucin divina de la Iglesia, aparezcan como la natural consecuencia de la comunin espiritual de cada uno con Dios (cf. Jn 13, 35).1. De este modo, ser tambin ms provechoso el trabajo apostlico de los sacerdotes, ya que la unin de voluntad y propsito con el Arzobispo profundiza la unin con Cristo, que contina su ministerio de cabeza invisible de la Iglesia por medio de la Jerarqua visible.1. En el ejercicio de su ministerio, el Arzobispo se comporte con sus sacerdotes no tanto como un mero gobernante con los propios sbditos, sino ms bien como un padre y amigo. Compromtase totalmente a favorecer un clima de afecto y de confianza, de modo que sus presbteros respondan con una obediencia convencida, grata y segura. El ejercicio de la obediencia se hace ms suave, que no dbil, si el Ministro Ordenado, por cuanto sea posible y salvando siempre la justicia y la caridad, manifiesta a los interesados los motivos de sus disposiciones. Tenga el Ministro Ordenado igual cuidado y atencin hacia cada uno de los presbteros, porque todos los sacerdotes, aunque dotados de aptitudes y capacidades distintas, son igualmente ministros al servicio del Seor y miembros del mismo presbiterio.1. El Ministro Ordenado favorezca el espritu de iniciativa de sus hermanos sacerdotes, evitando que la obediencia sea comprendida de manera pasiva e irresponsable. Haga lo posible a fin de que cada uno d lo mejor de s y se entregue con generosidad, poniendo las propias capacidades al servicio de Dios y de la Iglesia, con la madurez de los hijos de Dios.Conocimiento personal de sus hermanos sacerdotes del presbiterio Arquidiocesano. 1. El Ministro Ordenado considere su sacrosanto deber conocer a los hermanos presbteros, su carcter, sus capacidades y aspiraciones, su nivel de vida espiritual, celo e ideales, el estado de salud y las condiciones econmicas, sus familias y todo lo que les incumbe. Y conzcalos no slo en grupo (como por ejemplo en los encuentros con el clero) o en los organismos pastorales, sino tambin individualmente y, en lo posible, en el lugar de trabajo. Valore la visita pastoral de su Arzobispo, durante la cual se debe dar todo el tiempo necesario a los encuentros personales, ms que a las cuestiones de carcter administrativo o burocrtico, que se pueden cumplir tambin por medio de un delegado por el Arzobispo.1. Con nimo paterno y con sencilla familiaridad, facilite el dilogo tratando cuanto sea de inters para los hermanos sacerdotes, los encargos a ellos confiados, los problemas relativos a la vida Arquidiocesana. Para este objetivo, el Ministro Ordenado procurar el mutuo conocimiento entre las diversas generaciones de sacerdotes, con respeto y veneracin por los sacerdotes ancianos, de manera que todo el presbiterio se sienta unido al Arzobispo y verdaderamente corresponsable de la Iglesia Arquidiocesana. 1. Nutra y manifieste la propia estima por los hermanos presbteros, demostrando confianza y alabndoles si lo merecen; respete y haga respetar sus derechos y defindalos de crticas infundadas; dirima prontamente las controversias, para evitar que inquietudes prolongadas puedan ofuscar la fraterna caridad y daar el ministerio pastoral.Orden de las actividades. 1. La accin de los presbteros debe estar ordenada mirando, antes que nada, al bien de las almas y a las necesidades de la Arquidicesis, sin olvidar tampoco las diversas aptitudes y legtimas inclinaciones de cada uno, en el respeto de la dignidad humana y sacerdotal. 1. El Arzobispo no olvide recordar a los presbteros que todo lo que cumplan por mandato suyo, incluso lo que no comporte la cura directa de las almas, con razn puede llamarse ministerio pastoral y est revestido de dignidad, mrito sobrenatural y eficacia para el bien de los fieles. 1. Tambin los presbteros que, con el consenso de la autoridad competente, desarrollan funciones supra arquidiocesanas o trabajan en organismos a nivel nacional, colaboran con una vlida actividad pastoral que merece una especial atencin de parte de la Iglesia.1. Lo que sus Obispos pretende es que los sacerdotes se dediquen completamente a cuanto es propio de su ministerio, pues son muchas las necesidades de la Iglesia (cf. Mt 9, 37-38).Las relaciones de los presbteros entre ellos. 1. Todos los presbteros, en cuanto partcipes del nico sacerdocio de Cristo y llamados a cooperar a la misma obra, estn entre ellos unidos por particulares vnculos de fraternidad.1. Por eso, el Arzobispo favorece, en cuanto le es posible, la vida en comn de los presbteros; los ministros se sentirn as apoyados en su compromiso sacerdotal y en el generoso ejercicio del ministerio.1. El Ministro Ordenado promueva asimismo las relaciones entre todos los hermanos presbteros, tanto seculares como religiosos o pertenecientes a las Sociedades de vida apostlica, pues todos pertenecen al nico orden sacerdotal y ejercitan el propio ministerio para el bien de la Iglesia Arquidiocesana. Esto se podr obtener mediante encuentros peridicos en las que se encuentre organizada la Arquidicesis, por motivo de estudio, de oracin o de gozosa convivencia.Atencin a las necesidades humanas de sus hermanos presbteros.1. A los presbteros no les debe faltar cuanto corresponde a un tenor de vida decoroso y digno, y los fieles de la Arquidicesis deben ser conscientes que a ellos corresponde el deber de atender a tal necesidad.1. El Ministro Ordenado ha de vestir de manera correcta, segn la ley universal de la Iglesia y las normas de la Conferencia Episcopal, de modo que sea siempre evidente su condicin sacerdotal y sean tambin, en el vestir, testimonios vivientes de las realidades sobrenaturales que estn llamados a comunicar a los hombres.1. Con nimo fraterno, ayuda con discrecin en la dignidad del alojamiento y el servicio domstico, ayudando a evitar tambin la apariencia de abandono, o de extraeza o negligencia en el tenor de vida personal, lo que provocara dao a la salud espiritual de los hermanos presbteros. 1. No olvide utilizar el tiempo libre para sanos entretenimientos y lecturas culturalmente formativas, haciendo uso moderado y prudente de los medios de comunicacin social y de los espectculos.Atencin a los sacerdotes con dificultad. 1. El Hermano Sacerdote trate de prevenir y remediar las dificultades de orden humano y espiritual que puedan aquejar a los hermanos presbteros. Acrquese clidamente para auxiliar a quien pueda encontrarse en una situacin difcil, enfermo, anciano o pobre, a fin de que todos sientan el gozo de su vocacin y el agradecimiento hacia los Hermanos. Cuando se enfermen, confrtenles con su visita o al menos con una carta escrita o una llamada telefnica, y asegrese que estn bien atendidos tanto en sentido material como espiritual; cuando fallezca algn sacerdote o sus familiares, celebren las exequias.1. Se requiere, adems, poner atencin en algunos casos especficos:0. Es necesario prevenir la soledad y el aislamiento de los hermanos sacerdotes, sobre todo si son jvenes y ejercitan el ministerio en localidades pequeas y poco habitadas. 0. Para resolver las eventuales dificultades, convendr procurar la ayuda diligente y favorecer frecuentes contactos con los hermanos en el sacerdocio, incluso mediante posibles modalidades de vida en comn.0. Se debe prestar atencin al peligro de la rutina y del cansancio que los aos de trabajo o las dificultades inherentes al ministerio puedan provocar.0. El Hermano Sacerdote prodguese con paterno afecto hacia los sacerdotes que por agotamiento o por enfermedad se encuentran en una situacin de debilidad o cansancio moral, destinndolos a actividades que resulten ms atrayentes y fciles de cumplir en su estado, de modo que se evite el aislamiento en el que pudieran encontrarse, asistindolos con comprensin y paciencia para que se sientan humanamente tiles y descubran la eficacia sobrenatural por la unin con la Cruz de nuestro Seor de su condicin actual.0. Con nimo fraterno sean tratados tambin a los presbteros que abandonan el servicio divino, esforzndose para obtener su conversin interior y haciendo que remuevan la causa que los ha conducido al abandono, para que puedan as volver a la vida sacerdotal, o al menos regularicen su situacin en la Iglesia. 0. A norma del mismo rescripto de dimisin del estado clerical, se han de mantener alejados de las actividades que presupongan un encargo asignado por la jerarqua, evitando as el escndalo entre los fieles y confusin en la Arquidicesis.0. Ante comportamientos escandalosos, intervenga con caridad, ms con firmeza y decisin: bien con admoniciones o reprensiones bien procediendo al Arzobispos para proceder a la remocin o al cambio a un oficio en el que no existan las circunstancias que favorezcan esos comportamientos. 0. Si tales medidas resultasen intiles o insuficientes, ante la gravedad de la conducta y la contumacia del clrigo, sabemos que la Iglesia Madre impone la pena de suspensin segn el derecho o, en los casos extremos previstos por la norma cannica, d inicio al proceso penal para la dimisin del estado clerical.

Formados para el celibato sacerdotal. 1. A fin de que los sacerdotes mantengan castamente su compromiso con Dios y la Iglesia, es necesario que nosotros, sus Obispos, nos preocupemos para que el celibato sea presentado en su plena riqueza bblica, teolgica y espiritual. Trabajemos juntos para suscitar en todos una profunda vida espiritual, que colme los corazones de amor a Cristo y atraiga la ayuda divina. Reforcemos los vnculos de fraternidad y de amistad entre los sacerdotes, y no dejemos de mostrar el sentido positivo que la soledad exterior puede tener para la vida interior y para la madurez humana y sacerdotal. 1. Nosotros, sus Obispos, somos conscientes de los obstculos reales que, hoy ms que ayer, se oponen al celibato sacerdotal. 1. Por eso, les exhortamos al ejercicio de una prudencia sobrenatural y humana, aprendiendo que un comportamiento reservado y discreto en el trato con la mujer es conforme a la consagracin celibataria y que una inadecuada comprensin de estas relaciones puede degenerar en vnculos sentimentales. Preocupacin por la formacin inicial y permanente. 1. Los sacerdotes de todas las edades y condiciones hemos de ser conscientes del deber de la formacin permanente, a fin de que el entusiasmo por el ministerio no disminuya, sino que, por el contrario, aumente y madure con el transcurrir de los aos, haciendo ms vivo y eficaz el sublime don recibido (cf. 2 Tm 1, 6).1. Ya en estos primeros aos del seminario se ha de inculcar en los futuros sacerdotes la necesidad de continuar y profundizar la formacin, incluso despus de la ordenacin sacerdotal, de manera que el trmino de los estudios institucionales y de la vida comunitaria no signifique una interrupcin de dicha formacin. 1. Es, adems, necesario favorecer en los sacerdotes la juventud de nimo que se manifiesta en el permanente inters por un crecimiento constante para alcanzar en plenitud la estatura de Cristo (Ef 4, 13), ayudndolos a vencer las eventuales resistencias debidas a la rutina, al cansancio, a un exagerado activismo o excesiva confianza en las propias posibilidades en relacin a los medios de formacin permanente que la Arquidicesis ofrece.1. Elemento integrante y primario de la formacin permanente del presbiterio son los ejercicios espirituales anuales, organizados de modo tal que sean para cada uno un tiempo de autntico y personal encuentro con Dios y de revisin de la propia vida personal y ministerial.1. En los programas e iniciativas para la formacin, no olvidemos de servirnos del Directorio para el ministerio y la vida de los presbteros, que compendia la doctrina y la disciplina eclesial sobre la identidad sacerdotal y la funcin del sacerdote en la Iglesia, as como el modo de relacionarse con las otras categoras de fieles cristianos. En el mismo Directorio, encontrramos tambin indicaciones y orientaciones tiles para la organizacin y la direccin de los diversos medios de formacin permanente.Formados para convivir con la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostlica en la comunidad Arquidiocesana1. El Obispo, como padre y pastor de la Iglesia particular en todos sus componentes, acoge las diversas manifestaciones de la vida consagrada como una gracia. Ser, por lo tanto, empeo suyo sostener a las personas consagradas y educar a los seminaristas y a todo el clero arquidiocesano, de modo que stos, permaneciendo fieles a la inspiracin fundacional, se abran a una cada vez ms fructuosa colaboracin espiritual y pastoral que corresponda a las exigencias de la Arquidicesis. De este modo, los Institutos de vida consagrada, las Sociedades de vida apostlica, con la cooperacin del clero y de los seminaristas, forman parte con pleno ttulo de la familia Arquidiocesana, porque tienen en ella su residencia y, con el testimonio ejemplar de la propia vida y del propio trabajo apostlico, le prestan una ayuda inestimable. Sepan nuestros Seminaristas que los sacerdotes que pertenecen a los Institutos de Vida Consagrada, deben ser considerados parte del presbiterio de la arquidicesis, con cuyo Pastor colaboran en la cura de almas.1. Toda la familia Arquidiocesana ha de considerar a los consagrado como un don divino que, aunque no pertenece a la estructura jerrquica de la Iglesia, pertenece, sin embargo, de manera indiscutible, a su vida y santidad, y apreciamos la especificidad de su modo de ser en la Iglesia y la gran energa misionera y evangelizadora que del mismo deriva para la arquidicesis. Por estas razones, todos les acogemos con profundo sentimiento de gratitud, les sostenemos y apreciamos en sus carismas ponindolos al servicio de la Iglesia particular de Tegucigalpa.Adecuada insercin en la vida Arquidiocesana.1. Tarea primordial de nosotros, sus Obispos, y de la que ustedes han de participar activamente es la de cultivar las relaciones entre el clero diocesano y los clrigos de los Institutos de vida consagrada y de las Sociedades de vida apostlica. Estas relaciones se han de caracterizar por un espritu de fraterna colaboracin. Diversas formas de cooperacin apostlica y pastoral de los consagrados con la Arquidicesis.1. Para comprender adecuadamente el rgimen de cada obra apostlica servida por los Institutos de Vida Consagrada o por sus miembros, es necesario aprender, desde ya en el seminario, a distinguir:47. Las obras propias, que los Institutos constituyen segn el propio carisma y que son dirigidas por los respectivos Superiores. 47. Es necesario poner estas obras en el cuadro general de la pastoral Arquidiocesana, por lo que su creacin no debe ser decidida autnomamente, sino en base a un acuerdo entre el Arzobispo y los Superiores, entre los que debe darse un dilogo constante en la direccin de tales obras, sin detrimento de los derechos que a cada uno confiere la disciplina cannica.47. Los Institutos religiosos y las Sociedades de vida apostlica necesitan el consentimiento escrito del Arzobispo diocesano en los siguientes casos: para la ereccin de una casa en la dicesis, para destinar una casa a obras apostlicas diversas de aquellas para las que fue constituida, para construir y abrir una iglesia pblica y para establecer escuelas segn el propio carisma. 47. El Arzobispo debe ser consultado tambin para el cierre, por parte del Moderador supremo, de una casa religiosa abierta legtimamente.47. Las obras diocesanas y las parroquias confiadas a Institutos religiosos o Sociedades de vida apostlica, siguen estando bajo la autoridad y la direccin del Arzobispo, aunque el responsable consagrado mantiene la fidelidad a la disciplina del propio Instituto y la sumisin a los propios Superiores. 47. El Arzobispo se preocupa de estipular un acuerdo con el Instituto o la Sociedad, para determinar claramente todo lo que se refiere al trabajo que hay que realizar, a las personas que se dedicarn a l y al aspecto econmico.47. Adems, para confiar un oficio diocesano a un religioso, segn la norma cannica, deben intervenir tanto el Arzobispo como los Superiores religiosos. 1. La colaboracin entre la Arquidicesis y los Institutos o sus miembros se puede interrumpir por iniciativa de una de las partes interesadas, teniendo presentes los derechos y las obligaciones establecidas por las normas o las convenciones. en tal caso, hay que asegurar la oportuna informacin de la otra parte (Arzobispo o Instituto), evitando ponerla ante los hechos consumados. De este modo, se podrn tomar las medidas necesarias para el bien de los fieles, como, por ejemplo, pedir a otra institucin o persona que se haga cargo del trabajo o del encargo y estudiar tambin, con la debida atencin, los aspectos humanos y econmicos que el abandono de una obra puede acarrear.La vida contemplativa. 1. Habr que favorecer grandemente los Institutos de vida contemplativa. En efecto, estos Institutos, especialmente en nuestros das, constituyen un esplndido testimonio de la trascendencia del Reino de Dios por encima de cualquier otra realidad terrena y transitoria, que los hace dignos de la particular estima del Arzobispo, del clero, de los seminaristas y del pueblo cristiano.1. El Arzobispo implique a los religiosos y religiosas de vida contemplativa en la misin de la Iglesia, universal y particular, tambin con el contacto directo, confortndolos, por ejemplo, con visitas personales durante las cuales los empujar a perseverar en la fidelidad a su vocacin, informndoles de las iniciativas aquidiocesanas y universales, y encomiando el profundo valor de su escondido apostolado de oracin y de penitencia por la difusin del Reino de Dios.1. El Arzobispo procure tambin que los seminaristas de la arquidicesis puedan beneficiarse de esta escuela de oracin que son los monasterios y, si fuese conforme a sus normas particulares, manteniendo las exigencias de la clausura, procure favorecer la participacin en las celebraciones litrgicas de estas comunidades.Formados para conocer y valorar a las mujeres consagradas. 1. Mltiple y preciosa es la ayuda que la mujer consagrada en los Institutos religiosos, en las Sociedades de vida apostlica, en los Institutos seculares y en el Orden de las Vrgenes, est prestando a la arquidicesis, y ser todava mayor la que podr dar en el futuro. el arzobispo preocpese de modo especial de procurar idneos y, en la medida de lo posible, abundantes subsidios para su vida espiritual y para su instruccin cristiana, as como para su progreso cultural. Una particular solicitud deber tener el arzobispo para con el Orden de las Vrgenes, que se han consagrado a Dios a travs de sus manos y se confan a su cuidado pastoral, estando dedicadas al servicio de la Iglesia.1. Consciente de las actuales necesidades formativas de las mujeres consagradas, no inferiores a las de los hombres, ha de sensibilizar a los sacerdotes y seminaristas para asigne capellanes y confesores.1. El arzobispo ha de formar a sus seminaristas tambin a fin de que se d a las mujeres consagradas adecuados espacios de participacin en las diversas instancias arquidiocesanas, como los Consejos pastorales arquidiocesanos y parroquiales; las diversas comisiones y delegaciones arquidiocesanas; la direccin de iniciativas apostlicas y educativas de la arquidicesis, y estn tambin presentes en los procesos de elaboracin de las decisiones, sobre todo en lo que se refiere a ellas, de modo que se pueda poner al servicio del Pueblo de Dios su particular sensibilidad y su fervor misionero, su experiencia y competencia.Formados para cooperar y trabajar siempre junto a los Fieles Laicos Los fieles laicos en la Iglesia y en la Arquidicesis. 1. La edificacin del Cuerpo de Cristo es tarea del entero Pueblo de Dios; por eso, el cristiano tiene el derecho y el deber de colaborar bajo la gua de los Pastores a la misin de la Iglesia, cada uno segn la propia vocacin y los dones recibidos del Espritu Santo. 1. Es, por tanto, deber de todos los ministros despertar en los fieles laicos el sentido de su vocacin cristiana y de su plena pertenencia a la Iglesia, evitando que puedan sentirse en algn aspecto cristianos de segunda categora. 1. Tanto personalmente como por medio de los sacerdotes, se preocupe el arzobispo de hacer que los laicos sean conscientes de su misin eclesial y los anime a realizarla con sentido de responsabilidad, mirando siempre al bien comn.1. El arzobispo, el clero y los seminaristas, acepten de buen grado el parecer de los laicos sobre las cuestiones arquidiocesanas, en funcin de su competencia, sabidura y fidelidad, y lo tenga en la debida consideracin. Tenga presente tambin las opiniones sobre los problemas religiosos o eclesiales en general, manifestadas por los laicos a travs de los medios de comunicacin: peridicos, revistas, crculos culturales, etc. Respete, adems, la libertad de opinin y de accin que les es propia en la esfera secular, pero siempre en fidelidad a la doctrina de la Iglesia.Formados para apoyar la misin y vocacin de los fieles laicos. 1. La vocacin universal a la santidad, proclamada por el Concilio Vaticano II, est estrechamente unida a la vocacin universal a la misin apostlica. Recae, por tanto, sobre los laicos el peso y el honor de difundir el mensaje cristiano, con el ejemplo y la palabra, en los diversos mbitos y relaciones humanas en que se desenvuelve su vida: la familia, las relaciones de amistad y de trabajo, el variado mundo asociativo secular, la cultura, la poltica, etc. Esta misin laical no es slo una cuestin de eficacia apostlica, sino un deber y un derecho fundado en la dignidad bautismal.1. El mismo Concilio ha sealado la caracterstica peculiar de vida que distingue a los fieles laicos, sin separarlos de los sacerdotes y de los religiosos: la secularidad, que se expresa en el tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenndolos segn Dios, de modo tal que las actividades seculares sean mbito de ejercicio de la misin cristiana y medio de santificacin. 1. El arzobispo, su clero y los seminaristas promuevan la colaboracin entre los fieles laicos a fin de que juntos inscriban la ley divina en la construccin de la ciudad terrena. 1. Para alcanzar este ideal de santidad y de apostolado, los fieles laicos deben saber desempear sus ocupaciones temporales con competencia, honestidad y espritu cristiano.Formados para valorar el papel de los fieles laicos en la evangelizacin de la cultura. 1. Hoy se abren grandes horizontes al apostolado propio de los laicos, tanto para la difusin de la Buena Nueva de Cristo como para la construccin del orden temporal segn el orden querido por Dios. Los fieles laicos, inmersos como estn en todas las actividades seculares, tienen un papel importante en la evangelizacin de la cultura desde dentro, recomponiendo as la fractura, que se advierte en nuestros das, entre cultura y Evangelio.1. Entre los sectores que tienen mayormente necesidad de la sensibilidad del arzobispo, su clero y los seminaristas para con la especfica contribucin de los laicos, emergen:64. La promocin del justo orden social que ponga en prctica los principios de la doctrina social de la Iglesia. 64. Especialmente quienes se ocupan de modo profesional de dicho mbito deben ser capaces de dar una respuesta cristiana a los problemas ms ntimamente ligados al bien de la persona, como: las cuestiones de biotica (respeto de la vida del embrin y del moribundo); la defensa del matrimonio y de la familia, de cuya salud depende la misma humanizacin del hombre y de la sociedad; la libertad educativa y cultural; la vida econmica y las relaciones de trabajo, que deben estar siempre caracterizadas por el respeto al hombre y a la creacin, as como por la solidaridad y la atencin a los menos afortunados; la educacin para la paz y la promocin de una ordenada participacin democrtica.64. La participacin en la poltica, a la que los laicos renuncian a veces, movidos quizs por el desprecio del arribismo, la idolatra del poder, la corrupcin de determinados personajes polticos o la extendida opinin de que la poltica es un lugar de inevitable peligro moral. Esta es, en cambio, un servicio primario e importante a la sociedad, al propio pas y a la Iglesia, y es una forma eminente de caridad para con el prjimo. 64. En esta noble tarea, sin embargo, los laicos deben tener presente que la aplicacin de los principios a los casos concretos puede revestir modalidades diversas, por lo que se debe evitar la tentacin de presentar las propias soluciones como si fueran doctrina de la Iglesia. 64. Cuando la accin poltica se confronta con principios morales fundamentales que no admiten derogacin, excepcin o compromiso alguno, el empeo de los catlicos resulta ms evidente y pleno de responsabilidad, porque ante tales exigencias ticas fundamentales e irrenunciables est en juego la esencia del orden moral, que atae al bien integral de la persona. 64. Es el caso de las leyes civiles en materia de aborto, de eutanasia, de proteccin del embrin humano, de promocin y tutela de la familia fundada sobre el matrimonio mongamo entre personas de sexo diverso y protegida en su estabilidad y unidad, en la libertad de educacin de los hijos por parte de los padres, de las leyes que tutelan socialmente a los menores y liberan a las personas de las modernas formas de esclavitud, as como las leyes que promueven una economa al servicio de la persona, la paz y la libertad religiosa individual y colectiva. 64. En estos casos, los catlicos tienen el derecho y el deber de intervenir para recordar el sentido ms profundo de la vida y la responsabilidad de todos por ella, y para tutelar la existencia y el porvenir de los pueblos en la formacin de la cultura y de los comportamientos sociales. 64. Los catlicos empeados en las Asambleas legislativas tienen la concreta obligacin de oponerse a cualquier ley que atente contra la vida humana. Sin embargo, cuando, por ejemplo, la oposicin al aborto fuese clara y conocida por todos, podran prestar su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daos de una tal ley y a disminuir sus efectos negativos en el plano de la cultura y de la moralidad pblica.64. Corresponde tambin a los laicos la evangelizacin de los centros de difusin cultural, como escuelas y universidades, los ambientes de investigacin cientfica y tcnica, los lugares de creacin artstica y de reflexin humanstica, y los instrumentos de comunicacin social, que hay que dirigir rectamente, de modo que contribuyan al mejoramiento de la misma cultura.64. Comportndose como ciudadanos a todos los efectos, los laicos deben saber defender la libertad de la Iglesia en el cumplimiento de su propio fin, no slo como enunciado terico, sino tambin respetando y apreciando la gran ayuda que ella presta al justo orden social. 64. Esto comporta, en particular, la libertad de asociacin y la defensa del derecho a impartir la enseanza segn los principios catlicos.Formados para la colaboracin de laicos y Jerarqua eclesistica. 1. En el seno de la comunidad eclesial, los laicos prestan una preciosa colaboracin al arzobispo, su clero y los seminaristas, y sin sta el apostolado no puede tener su plena eficacia. Tal aporte laical en las actividades eclesiales ha sido siempre importante y hoy resulta una necesidad fuertemente sentida.1. Los laicos, segn la propia condicin, pueden ser llamados a colaborar con el arzobispo, su clero y los seminaristas en varios mbitos: en el ejercicio de las funciones litrgicas; en la participacin en las estructuras arquidiocesanas y en las actividades pastorales; en la incorporacin a las asociaciones erigidas por la autoridad eclesistica; y, singularmente, en la actividad catequtica arquidiocesana y parroquial.1. Todas estas formas de participacin laical no son slo posibles, sino tambin necesarias. Sin embargo, hay que evitar que los fieles tengan un inters poco razonable por los servicios y las tareas eclesiales, salvo las vocaciones especiales, que los podra alejar del mbito secular: profesional, social, econmico, cultural y poltico, ya que son stos los campos de su responsabilidad especfica, en los que su accin apostlica es insustituible.1. La colaboracin de los laicos tendr, en general, la impronta de la gratuidad. Para algunas situaciones especficas, el arzobispo, su clero y los seminaristas harn que se asigne una justa retribucin econmica a los laicos que colaboran con su trabajo profesional en actividades eclesiales, como, por ejemplo, los docentes de religin en las escuelas, los administradores de bienes eclesisticos, los responsables de actividades socio-caritativas, los que trabajan en los medios de comunicacin social de la Iglesia, etc. 1. La misma regla de justicia debe observarse cuando se trate de valerse temporalmente de los servicios profesionales de los laicos.Formados para conocer sus actividades de suplencia. 1. En situaciones de carencia de sacerdotes y diconos, el arzobispo podr solicitar a los laicos particularmente preparados que ejerzan de manera supletoria algunas tareas propias de los ministros sagrados. Estas son: el ejercicio del ministerio de la predicacin (nunca, sin embargo, predicar la homila), la presidencia de las celebraciones dominicales en ausencia del sacerdote, el ministerio extraordinario de la administracin de la comunin, la asistencia a los matrimonios, la administracin del Bautismo, la presidencia de las celebraciones de las exequias y otras. Estas tareas debern realizarse segn los ritos prescritos y segn las normas de la ley universal y particular.1. Tal fenmeno, si por una parte es motivo de preocupacin porque es consecuencia de un insuficiente nmero de ministros sagrados y seminaristas, de otra, evidencia la generosa disponibilidad de los laicos, dignos por ello de encomio. Vigile el arzobispo para que dichos encargos no creen confusin entre los fieles en relacin con la naturaleza y el carcter insustituible del sacerdocio ministerial, esencialmente distinto del sacerdocio comn de los fieles. Por lo tanto, ser necesario evitar que se establezca de hecho una estructura eclesial de servicio paralela a aquella fundada en el sacramento del Orden o se atribuyan a los laicos trminos o categoras que corresponden nicamente a los clrigos, como capelln, pastor, ministro, etc. Con esta finalidad, vigile atentamente el arzobispo para que se evite un fcil y abusivo recurso a presuntas situaciones de emergencia, all donde objetivamente no existen o donde es posible obviarlas con una programacin pastoral ms racional.1. Para el ejercicio de tales funciones, se requiere un mandato extraordinario, conferido temporalmente, segn la norma del derecho. Antes de concederlo, el arzobispo deber asegurarse, personalmente o mediante un delegado, de que los candidatos tengan las condiciones idneas. Ponga gran cuidado en la formacin de estas personas, a fin de que ejerzan tales tareas con el adecuado conocimiento y con plena conciencia de la propia dignidad. Provea, adems, para que sean apoyados por ministros sagrados responsables de la cura de almas.

Formados para promover los ministerios de lector y aclito entre los laicos. 1. El arzobispo, su clero y los seminaristas promuevan los ministerios de lector y de aclito, a los que pueden ser admitidos los laicos varones mediante el respectivo rito litrgico, teniendo en cuenta las disposiciones de la Conferencia Episcopal de Honduras. Con tales ministerios instituidos se expresa la consciente y activa participacin de los fieles laicos en las celebraciones litrgicas, de modo que su desarrollo manifieste la Iglesia como asamblea constituida en sus diversos rdenes y ministerios. En particular, el arzobispo confe al lector, adems de la lectura de la Palabra de Dios en la asamblea litrgica, la tarea de preparar a los otros fieles para la proclamacin de la Palabra de Dios, as como su instruccin para que participen dignamente en las celebraciones sacramentales y sean introducidos en la comprensin de la Sagrada Escritura mediante encuentros especiales. El arzobispo, su clero y los seminaristas han de apreciar grandemente las vocaciones al ministerio de los Delegados de la Palabra.1. La tarea del aclito es servir al altar ayudando al dicono y a los sacerdotes en las acciones litrgicas. Como ministro extraordinario de la comunin eucarstica, puede distribuirla en casos de necesidad; adems, puede exponer el SS. Sacramento para la adoracin de los fieles, sin impartir la bendicin. Tendr cuidado de preparar a quienes sirven al altar. 1. No deje el arzobispo de ofrecer a los lectores y a los aclitos una apropiada formacin espiritual, teolgica y litrgica, a fin de que puedan participar en la vida sacramental de la Iglesia con una conciencia cada vez ms profunda.Formados para promover las asociaciones laicales. 1. La nueva poca asociativa de los fieles laicos que hoy se registra en Honduras, sobre todo gracias al fenmeno de los movimientos eclesiales y de las nuevas comunidades, es motivo de gratitud a la providencia de Dios, que no cesa de llevar a los propios hijos a un creciente y siempre actual empeo en la misin de la Iglesia. El arzobispo, su clero y los seminaristas, reconociendo el derecho de asociacin de los fieles, en cuanto fundado en la naturaleza humana y en la condicin bautismal del fiel cristiano, animen con espritu pastoral el desarrollo asociativo acogiendo con cordialidad los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades, para dar vigor a la vida cristiana y a la evangelizacin. El arzobispo, su clero y los seminaristas ofrezcan el servicio de su paterno acompaamiento a las nuevas realidades asociativas de los fieles laicos, para que se inserten con humildad en la vida de las Iglesias locales y en sus estructuras arquidiocesanas y parroquiales; vigilen adems para que sean aprobados sus estatutos como signo del reconocimiento eclesial de las realidades asociativas laicales, y para que las diferentes obras de apostolado asociativo presentes en la arquidicesis sean coordinadas bajo la propia direccin, de manera adecuada en cada caso.1. El estrecho contacto con los dirigentes de cada agregacin laical ofrecer al arzobispo, su clero y los seminaristas la ocasin de conocer y comprender su espritu y objetivos. Como padre de la familia arquidiocesana, promovern relaciones de cordial colaboracin entre los diversos movimientos asociativos laicales, evitando divergencias o sospechas que a veces podran darse.1. El arzobispo, su clero y los seminaristas son conscientes de que el juicio sobre la autenticidad de particulares carismas laicales y sobre su ejercicio armnico en la comunidad eclesial, compete a los Pastores de la Iglesia, a los que corresponde no extinguir el Espritu, sino examinar todo y quedarse con lo bueno (1 Ts 5, 12.19-21).Formados para la asistencia ministerial a las obras laicales. 1. Provea el arzobispo, su clero y los seminaristas, a fin de que en las iniciativas apostlicas de los laicos no falte nunca una prudente y asidua asistencia ministerial, adecuada a las singulares caractersticas de cada iniciativa. Para una tarea tan importante, elija con atencin clrigos verdaderamente idneos por carcter y capacidad de adaptacin al ambiente en el que deben ejercitar esta actividad, despus de haber escuchado a los mismos laicos interesados. Estos clrigos, en la medida de lo posible, sean exonerados de otros encargos que resulten difcilmente compatibles con tal oficio y se provea a su oportuno sustentamiento. Durante los aos de formacin en el seminario, se ha de detectar la sensibilidad de los seminaristas a este servicio.1. Los asistentes eclesisticos, en el respeto de los carismas y/o finalidad reconocida y de la justa autonoma que corresponde a la naturaleza de la asociacin u obra laical, y a la responsabilidad que los fieles laicos asumen en ellas, tambin como moderadores, deben saber instruir y ayudar a los laicos a que sigan el Evangelio y la doctrina de la Iglesia como norma suprema del propio pensamiento y de la propia accin apostlica, y exigir con amabilidad y firmeza que mantengan las propias iniciativas en conformidad con la fe y la espiritualidad cristiana. 1. Deben, adems, transmitir fielmente las directivas y el pensamiento del arzobispo, al que representan, y favorecer, por lo tanto, las buenas relaciones recprocas. El arzobispo promueva encuentros entre los asistentes eclesiales, para estrechar los vnculos de comunin y colaboracin entre stos y el Pastor de la arquidicesis y estudiar los medios ms idneos para su ministerio.1. Es particularmente importante que sacerdotes y seminaristas especialmente preparados ofrezcan su pronta asistencia a los jvenes, a las familias, a los fieles laicos que asumen importantes responsabilidades pblicas, a aquellos que llevan a cabo significativas obras de caridad y a aquellos que dan testimonio del Evangelio en ambientes muy secularizados o en condiciones de particular dificultad.Formados para ser corresponsables con la fa formacin de los fieles laicos. 1. De la importancia que hoy tiene la accin de los laicos surge la necesidad de proveer en amplia medida a su formacin, la que debe ser una de las prioridades de los proyectos y programas diocesanos de accin pastoral. El arzobispo, su clero y los seminaristas, sabrn proveer generosamente a este gran desafo, apreciando adecuadamente las autnomas iniciativas de otras instituciones jerrquicas de la Iglesia, de los Institutos de vida consagrada, de las asociaciones, movimientos y otras realidades eclesiales, as como promovindolas directamente, solicitando la colaboracin de sacerdotes, consagrados, miembros de Sociedades de vida apostlica y laicos bien preparados en cada rea, de modo que todas las instancias arquidiocesanas y los ambientes formativos trabajen con generosidad y se pueda llegar capilarmente a un gran nmero de fieles: parroquias, instituciones educativas y culturales catlicas, asociaciones, grupos y movimientos.1. Se ha de preocupar el arzobispo, su clero y los seminaristas, en primer lugar, de la formacin espiritual de los laicos, con medios antiguos y nuevos (ejercicios y retiros espirituales, encuentros de espiritualidad, etc.) que los conduzcan a considerar las actividades de la vida ordinaria como ocasin de unin con Dios y del cumplimiento de su voluntad, y tambin como servicio a los hombres, llevndolos a la comunin con Dios en Cristo. A travs de cursos y conferencias se les d una suficiente formacin doctrinal, que les brinde una visin, lo ms amplia y profunda posible, del misterio de Dios y del hombre, sabiendo insertar en aquel horizonte la formacin moral, que comprenda la tica profesional y la doctrina social de la Iglesia. no se pierda de vista la formacin en los valores y en las virtudes humanas, sin las cuales no puede darse una autntica vida cristiana, que son prueba ante los hombres del carcter salvfico de la fe cristiana. Todos estos aspectos de la formacin de los laicos deben estar orientados a despertar en ellos un profundo sentido apostlico, que los lleve a transmitir la fe cristiana con el propio testimonio espontneo, con franqueza y entusiasmo.Formados para trabajar y coordinar la misin con las autoridades pblicas. 1. El ministerio pastoral y tambin el bien comn de la sociedad exigen normalmente que el arzobispo, su clero y los seminaristas mantengan relaciones directas o indirectas con las autoridades civiles, polticas, socio-econmicas, militares, etc.1. El arzobispo, su clero y los seminaristas han de cumplir dicha tarea de modo siempre respetuoso y corts, pero sin jams comprometer la propia misin espiritual. Mientras nutre personalmente y transmite a los fieles un gran aprecio por la funcin pblica y ora por los representantes de la autoridad pblica (cf. 1 P 2, 13-17), no consienta restricciones a la propia libertad apostlica de anunciar abiertamente el Evangelio y los principios morales y religiosos, aun en materia social. Dispuesto a alabar el esfuerzo y los autnticos logros sociales, lo est igualmente para condenar toda ofensa pblica a la ley de Dios y a la dignidad humana, obrando siempre de modo que no d a la comunidad ni la mnima impresin de entrometerse en esferas que no le competen o de aprobar intereses particulares.1. Los presbteros, los seminaristas, los consagrados y los miembros de las Sociedades de vida apostlica deben recibir del arzobispo ejemplo de conducta apostlica, para poder tambin ellos mantener la misma libertad en el propio ministerio o tarea apostlica.