Diálogo Ecuménico. 1998, Tome 33, #105. Pages 7-33 REVELACION
“Oren sin cesar” (1Tes. 5, 17). La Palabra elegida este año por un amplio grupo ecuménico de...
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“Oren sin cesar”(1Tes. 5, 17).
La “Semana de oración por la unidad de los cristianos”
celebra este año su centenario. “El Octavario de oración por la unidad de los cristianos” tuvo
lugar por primera vez en 1908. Sesenta años más tarde, en 1968, la Semana de oración
por la unidad de los cristianos fue preparada conjuntamente
por la Comisión Fe y Constitución (Consejo
Ecuménico de Iglesias) y el Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos (Iglesia católica). Es así como
cada año es de práctica común encontrarse juntos, cristianos
católicos y de distintas Iglesias, para preparar un libreto con las sugerencias para la celebración
de la Semana de oración.
La Palabra elegida este año por un amplio grupo ecuménico de Estados Unidos, ha sido tomada de la
primera carta de san Pablo a los cristianos de Tesalónica, en Grecia. Se trataba de una comunidad pequeña, joven, y
Pablo sentía la necesidad de que la unidad entre sus miembros fuera cada vez más sólida.
Por eso los invitaba a “vivir en paz unos con
otros” y a ser pacientes con todos, a no devolver mal por mal, sino a hacer el
bien unos a otros y a todos, y también a “orar sin
cesar”, como subrayando que la vida de unidad en la
comunidad cristiana es posible únicamente a través de una vida de
oración.
Jesús mismo oró al Padre por la unidad de los suyos: “que todos sean una sola cosa”.
“Oren sin cesar”
¿Por qué “orar sin cesar”?
Porque la oración hace a la esencia de la persona en cuanto ser humano. Hemos
sido creados a imagen de Dios, como
un “tú” de Dios, en condiciones de estar
en relación de comunión con él. La relación de amistad,
el coloquio espontáneo, simple y verdadero con él –que es la oración– es por eso constitutivo de
nuestro ser,
hace posible que lleguemos a ser
personas auténticas, en la plena dignidad de
hijos e hijas de Dios.
Creados como un “tú” de Dios, podemos vivir en constante relación con él, con el corazón colmado de amor por el
Espíritu Santo y la confianza que se le tiene al propio Padre: esa confianza que lleva a hablarle a menudo, a tenerlo al tanto de todas nuestras cosas, nuestras preocupaciones,
nuestros proyectos;
esa relación confidencial que
hace que uno espere con impaciencia el momento dedicado
a la oración – reservado en la jornada de otros compromisos de
trabajo, de familia–, para ponernos en contacto profundo
con Aquel por el que sabemos que somos
amados.
Es necesario “orar sin cesar” no sólo por
nuestras necesidades, sino también para
contribuir a la edificación del Cuerpo de Cristo y a la plena y visible comunión en la
Iglesia de Cristo.
Este es un misterio que de alguna manera podemos intuir pensando en los vasos comunicantes: cuando se
introduce agua nueva en uno de ellos, el nivel del líquido se eleva en todos. Lo mismo sucede cuando uno ora. La oración es una elevación del alma a Dios para adorarlo y agradecerle. De la misma manera, cuando
uno se eleva, se elevan también los demás.
“Oren sin cesar”
¿Cómo hacer para “orar sin cesar”, especialmente cuando nos
encontramos en la vorágine de la vida cotidiana?
“Orar sin cesar” no significa multiplicar los actos de oración, sino orientar el alma y la vida a Dios, vivir cumpliendo su voluntad: estudiar, trabajar,
sufrir, descansar y, también, morir por él. Hasta el punto de no poder vivir cada día sin estar en
sintonía con él.
Nuestra actividad se transforma entonces en acción sagrada y toda la jornada se
convierte en oración.
Algo que nos puede ayudar es ofrecer a Dios cada acción acompañándola con un: “Por ti,
Jesús”;
o bien, en las dificultades: “¿Qué es
lo que importa? Amarte importa”.
Así lo transformaremos
todo en un acto de amor.
Y entonces la oración será continua, porque será continuo el amor.
“Oren sin cesar”
"Palabra de Vida", publicación mensual del Movimiento de los Focolares.
Texto de Chiara LubichGráfica de Anna Lollo en colaboración con el p. Placido D’Omina.
(Sicilia-Italia)