C. Permanente HOAC Orar en el mundo obrero 26ª semana T.O.

26ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO (26 septiembre 2010)

El evangelio se nos antoja una ensoñación: ¿es posible que los pobres –últimos y despreciados–

sean tan valorados y queridos por el Dios de Jesucristo? Pues sí, tal cual: esta es la auténtica buena noticia –el evangelio–

para toda la humanidad: la única felicidad posible, avalada por Dios, está reservada

a los pobres de necesidad y a los pobres de opción a favor de los pobres.

VER

Ante la huelga general contra la Reforma Laboral, que tendrá lugar el 29 de septiembre, el editorial de Noticias Obreras refleja el pensamiento de la HOAC, haciendo referencia a la Reflexión ya publicada a comienzos de julio:

“Por una parte, analizamos el contenido más importante de la reforma: cam-biar algunos contratos de empleo, abaratar y liberalizar el despido, penalizar y cul-pabilizar a los parados de su situación, introducir a las empresas privadas en los dispositivos de empleo, posibilitar que las empresas se descuelguen del convenio pactado, aumentar la flexi-bilidad interna de las em-presas…

Por otra (…) no se trata de ajustar algunos as-pectos de nuestras condicio-nes de trabajo, lo que el go-bierno socialista está haciendo es subordinarse, y subordinarnos, a los intere-ses del capitalismo más du-ro. Lo que pretende es cam-biar radicalmente la rela-ción entre trabajo y capital subordinando de manera absoluta el primero al se-gundo” (NO, 1.512/2010).

Oremos, compartamos con el Señor la realidad angustiosa de tantos trabajadores y trabajadoras envueltos en la red asfixiante de la crisis económica. Oremos compar-tiendo el dolor del Padre y su impotencia ante la dominación creciente del actual sis-tema deshumanizador y empobrecedor de producción y consumo. Situémonos en la huelga reivindicativa del 29 de setiembre.

ORAR EN EL MUNDO OBRERO

C. Permanente HOAC Orar en el mundo obrero 26ª semana T.O.

ORACIÓN

Jesús, Divino Obrero de Nazaret:

te reconocemos como nuestro Patrón y único Señor.

Tú, junto con tu padre José,

experimentaste la penuria y precariedad de un trabajo eventual,

no reconocido, escaso y mal pagado,

sufriendo seguramente la prepotencia y la explotación de los potentados.

Así, fuiste y sigues siendo solidario

de la gran masa de trabajadores precarios,

pobres, parados y excluidos de hoy.

Tú, Jesús Hermano,

te identificas con la angustia de tantos obreros y obreras,

de tantas familias trabajadoras,

de tantas mujeres solas que han de sacar adelante a sus hijos e hijas,

de tantos jóvenes de futuro incierto…

Contemplas impotente, como nosotros y con nosotros,

este sistema económico-laboral montado sobre el lucro especulativo,

que succiona ávidamente el jugo vital de los trabajadores y trabajadoras,

hasta dejarlas tiradas y exangües,

cuando le conviene,

en las cunetas de la vida social,

“fuera de la ciudad”.

La Banca y la Política oficial,

como nuevos epulones ahítos de dinero y de todos los productos y placeres,

se han unido en la misma acción depredadora, empobrecedora y deshumanizadora.

Y, además,

han logrado “convencer” a la gente de que “las cosas son y serán así”,

han generado la “cultura del ganar–gastar–gozar”,

infectando la mente, el corazón y la conciencia

de los mismos obreros y obreras empobrecidas y deshumanizadas.

Te invocamos, Jesús, Divino Obrero de Nazaret,

ponemos en ti nuestros ojos y nuestro corazón.

Optamos por ti

y por “tus” pobres,

sirviendo,

acogiendo e integrando,

en nuestra vida,

en nuestra comunidad cristiana de la HOAC,

a los hermanos y hermanas empobrecidas:

inmigrantes, parados, precarios…,

levantando nuestra voz en la Iglesia,

el sindicato, el partido, la sociedad…

“¡Que tu Reino sea un hecho, Señor…!”.

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PALABRA DE DIOS

Lucas 16, 19-31

Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino, y banqueteaba to-dos los días espléndidamente. Un mendigo llamado Lázaro estaba echado en el portal, cubierto de llagas; habría querido llenarse el estómago con lo que tira-ban de la mesa del rico; más aún, hasta se le acercaban los perros a lamerle las llagas. Se murió el mendigo, y los ángeles lo pusieron a la mesa al lado de Abra-ham. Se murió también el rico, y lo enterraron. Estando en el abismo, en medio de los tormentos, levantó los ojos, vio de lejos a Abraham con Lázaro echado a su lado, y gritó: “Padre Abraham, ten piedad de mí; manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, que me atormentan estas llamas”.

Pero Abraham le contestó: “Hijo, recuerda que en vida te tocó a ti lo bue-no y a Lázaro lo malo; por eso ahora él encuentra consuelo y tú padeces. Además, entre nosotros y vosotros se abre una sima inmensa; por más que quiera, nadie puede cruzar de aquí para allá, ni de allí para acá”.

El rico insistió: “Entonces, padre, por favor, manda a Lázaro a mi casa, porque tengo cinco hermanos: que los prevenga, no sea que acaben también ellos en este lugar de tormento”.

Abraham le contestó: “Tienen a Moisés y los profetas: que los escuchen”.

El rico insistió: “No, no, padre Abraham; pero si un muerto fuera a verlos, se enmendarían”.

Abraham le replicó: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni a un muerto que resucite”.

PARA COMPRENDER LA PARÁBOLA

El rico y Lázaro no son personajes yuxtapuestos, sino interrelacionados: uno es pobre porque el otro es rico y viceversa. O, al menos, el rico podría compartir un mínimo vital con Lázaro.

Éste es el único caso de una parábola con nombre propio. Es el pobre, que suele ser socialmente anónimo e insignificante, quien tiene nombre; y no el rico. Es la típica inversión evangélica del Reino: los socialmente importantes son anónimos para Dios, para el reino; los insignificantes y excluidos, social o religiosamente, son quienes tienen valor para Dios.

El pobre es invisible para el rico. Los dos se encuentran todos los días, pero viven absolutamente alejados entre sí. Y es el rico el que crea esta separación y distanciamiento inhumanos. Ese abismo de separación continuará vigente más allá de la muerte, pero entonces es el rico quien reclama el favor del pobre y a quien resulta ya imposible acercarse a él.

Esta parábola escenifica el mensaje de las bienaventuranzas y malaventuranzas de Lc 6,20-26 y de la proclama evangélica de que los últimos serán primeros y los primeros últimos (Mt 20,16).

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Contempla la escena del rico –banqueteando, aburrido de tanto placer– y del pobre Lázaro –un esqueleto viviente, “muerto de hambre” y abandono humano–. Conecta sentimentalmente con el corazón del Padre y deja fluir el amor hacia el pobre Lázaro.

ACTUALIZACIÓN

La comunión de bienes es uno de los aspectos centrales del reino de Dios. Si vivi-mos en una comodidad conformista, cerrados al compartir, estamos lejos del re-ino de Dios. El reino de Dios no ofrece otros signos mayores que los del compartir y la solidaridad afectiva y efectiva.

La posesión y el disfrute individualista de los bienes, pretendido a un nivel cada vez mayor, indiferentes a la suerte de la gran masa de empobrecidos, es la nega-ción de la fraternidad y de la misma con-vivencia humana.

Existe una doble deshumanización: la del rico, profundamente deshumanizado en una seguridad y un disfrute despre-ocupado que le hace insensible, ciego y cruel; y la de tantos empobrecid@s que, como Lázaro, son desprovistos de la sa-tisfacción de las necesidades humanas más básicas y, peor aún, resultan inexis-tentes –excluidos o sobrantes- para los bien situados y para la mayoría de la so-ciedad.

Pero el Reino de Dios ya está aquí. Los cristianos somos quienes tenemos el don y la misión de realizar el Reino aquí y ahora. Los pobres somos Jesús y noso-tros, sus discípulos. Somos ya dichosos porque tenemos a Dios por rey, vivimos saciados y reímos, alegres, con su cruz, habitados por el Espíritu de Jesús. Y los pobres –de bienes materiales y de reconocimiento humano- podrán experimentar la felicidad del reino que les ofrecemos Jesús y sus seguidores. Somos nosotros los portadores de la bienaventuranza de los pobres. También hoy los pobres son evangelizados (Mt 11,5).

La pobreza, el paro y la explotación laboral se han normalizado y se van amplian-do en el mundo de hoy, mientras que cada uno estamos preocupados por defender egoístamente nuestro pequeño mundo de bienestar, real o anhelado. Vivimos ab-sortos en el consumismo hedonista a las orillas de un mar humano en el que zozo-bra la simple o básica supervivencia humana. Esta parábola es una llamada libe-radora para todos: para que los “bienestantes” practiquemos, al fin, la comunión fraterna, y, así, los empobrecidos y deshumanizados puedan vivir con dignidad.

Con sencilla sinceridad, dejémonos mirar e interpelar por Jesús, que se nos hace pre-sente en los empobrecidos de hoy. Ellos, como Lázaro, están a nuestro lado, junto a

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nuestra casa o a nuestra puerta, en nuestras calles, nuestro lugar de trabajo… ¿Pasa-mos de ellos, como el rico de la parábola?

Jesús nos invita aún a más: Comparte todos tus bienes –toda tu vida-, ven y sígueme.

EXPERIENCIA

Se lo confesó a la Hermana Teresa uno de los primeros moribundos, al que asistió en su tránsito definitivo: “¡Gracias, Madre! He vivido como un animal por las calles. Gracias a sus amorosos cuidados, voy a morir como un ángel…”.

Acaso no fuera la primera vez, porque casos de moribundos abandonados se tropezaba a diario con muchos. Pero hubo uno particularmente destacado en su bio-grafía: el de una mujer que encontró agonizando por las calles. (…) Y hubo algo que confesaría no haber olvidado de aquel episodio: la Pobre Moribunda había expirado con una de las sonrisas más dulces que observaría en su vida…” (J. L. González-Balado, “Madre Teresa de Calcuta”, 2.719-2010).

SALMO 51

¿Por qué te glorías de la maldad, valeroso,

y ultrajas a Dios todo el día?

Tramas crímenes,

tu lengua es navaja afilada,

autor de fraudes.

Prefieres el mal al bien,

la mentira a la honradez.

Amas las palabras corrosivas,

lengua embustera.

Pues Dios te destruirá para siempre,

te sacará, de arrastrará de la tienda,

arrancará tus raíces del suelo vital.

Lo verán los honrados y se asustarán

y se reirán de él:

“Mirad al valiente que no apoyó

en Dios su fuerza,

confió en sus inmensas riquezas,

se hizo fuerte en el crimen”.

Pero yo, como verde olivo

en la casa de Dios,

he confiado en la lealtad de Dios

por siempre jamás.

Te daré gracias por siempre

porque has actuado;

espero en tu nombre, que es bueno,

delante de tus fieles.

COMENTARIO

El malvado se apoya en sus inmensas riquezas, adquiridas con fraude; no se apoya en Dios. El malvado prescinde de Dios para dedicarse a la maldad: marginar a Dios es salvoconducto para el crimen. O bien, con la maldad ha triunfado en la vida, se ha enriquecido, y ahora puede prescindir de Dios.

La figura del honrado: yo he confiado en la lealtad de Dios por siempre jamás. Esa confianza es la clave. Confiar en las riquezas o en Dios: no es posible servir a dos señores.

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Saborea este salmo:

- cómo Dios desvaloriza totalmente al falso “valeroso”, verdadero “héroe de infamia”;

- cómo hay solamente dos caminos:

· confiar en sus inmensas riquezas;

· confiar en la lealtad de Dios;

o lo que es lo mismo: No podéis servir a dos señores… no podéis servir a Dios y al dinero (Lc 16,13).

Da gracias al Señor porque, aunque parezca prevalecer el sistema econó-mico idolátrico, ha actuado, sigue actuando a través de cristianos y no cristianos, de personas y movimientos alternativos…

ORACIÓN-POEMA (A. López Baeza, Alandar, mayo 2010)

OTRA IGLESIA ES POSIBLE

SE HA DICHO muchas veces:

otra Iglesia es posible;

y hoy creo que lo es, más que nunca,

necesaria.

Otro talante ajeno a ropajes de antaño.

Otro ser en el Mundo, de humilde servidora.

¡Otra Iglesia es posible!

Lo reclama el Espíritu del Señor

que la quiso peregrina en la tierra;

del Señor, que bendijo a pequeños y pobres

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y llamó a los hambrientos

a la Mesa del Reino.

Si posible no fuera otra Iglesia distinta

a ésta de las rancias tradiciones y ritos,

a ésta que se apoya en leyes y sistemas

que no alientan la vida hacia más vida …,

¿dónde habría quedado

aquella Luz que alumbra el Mundo desde

adentro,

aquella Sal que da sabor de amor divino,

aquella Levadura que fermenta

la experiencia del gozo de sentirse salvado?

¿De qué habría servido el Fuego que abra-

saba

el Corazón de Cristo,

con impaciencia viva de hacer un Mundo

Nuevo?

Hoy como ayer –también

como mañana-,

el Mundo ha de saber que Dios es su Destino;

que Dios, un Dios Amor, un Dios Amigo,

capaz de liberarnos de miedos y ambiciones,

capaz de transformarnos en mujeres y hombres

de audacia combativa y entrañas de ternura,

nos espera en su Iglesia Verdadera, libre de toda traba,

la Iglesia que creemos que es posible:

espacio más abierto de aquel Abrazo Universal y Eterno,

aquel Abrazo en cuyo fondo somos cada uno

-¡y para siempre!- Dios Todo en todos,

para todos y en todas las cosas.

“En el Reino de Jesucristo la preeminencia pertenece a los pobres, que son

los primogénitos de la Iglesia y sus verdaderos hijos… En la santa Iglesia

no se admite a los ricos más que con la condición de servir a los pobres…

En la Iglesia de Jesucristo, las gracias y las bendiciones son para los po-

bres, y los ricos no tienen privilegios más que por medio de ellos…”

(J.B.Bossuet)