orar desde el clamor de los pobres, 4

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LOS POBRES, MISTERIO DE FE Al adornar el templo, no desprecies al hermano necesitado “¿Deseas honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies, pues, cuando lo contemples desnudo en los pobres, ni lo honres aquí, en el templo, con lienzos de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez. Porque el mismo que dijo: Esto es mi cuerpo, y con su palabra llevó a realidad lo que decía, afirmó también: Tuve hambre, y no me disteis de comer, y más adelante: Siempre que dejasteis de hacerlo a uno de estos pequeñuelos, a mí en persona lo dejasteis de hacer. El templo no necesita vestidos y lienzos, sino pureza de alma; los pobres, en cambio, necesitan que con sumo cuidado nos preocupemos de ellos... ¿De qué serviría adornar la mesa de Cristo con vasos de oro, si el mismo Cristo muere de hambre? Da primero de comer al hambriento, y luego, con lo que te sobre, adornarás la mesa de Cristo. ¿Quieres hacer ofrenda de vasos de oro y no eres capaz de dar un vaso de agua? Y, ¿de qué serviría recubrir el altar con lienzos bordados de oro, cuando niegas al mismo Señor el vestido necesario para cubrir su desnudez? ¿Qué ganas con ello? Dime si no: si ves a un hambriento falto del alimento indispensable y, sin preocuparte de su hambre, lo llevas a contemplar una mesa adornada con vajilla de oro, ¿te dará las gracias de ello? ¿No se indignará más bien contigo? O, si, viéndolo vestido de andrajos y muerto de frío, sin acordarte de su desnudez, levantas en su honor monumentos de oro, afirmando que con esto pretendes honrarlo… Piensa, pues, que es esto lo que haces con Cristo, cuando lo contemplas errante, peregrino y sin techo y, sin recibirlo, te dedicas a adornar el pavimento, las paredes y las columnas del templo. Con cadenas de plata sujetas lámparas, y te niegas a visitarlo cuando él está encadenado en la cárcel. Con esto que estoy diciendo, no pretendo prohibir el uso de tales adornos, pero sí que quiero afirmar que es del todo necesario hacer lo uno sin descuidar lo otro... pero, al adornar el templo, procurad no despreciar al hermano necesitado, porque este templo es mucho más precioso que aquél otro”. De las homilías de San Juan Crisóstomo sobre el evangelio de San Mateo Sesión 04 21/01/13

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orar desde el clamor de los pobres

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LOS POBRES, MISTERIO DE FE Al adornar el templo, no desprecies al hermano necesitado

“¿Deseas honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies, pues, cuando lo contemples

desnudo en los pobres, ni lo honres aquí, en el templo, con lienzos de seda, si al salir

lo abandonas en su frío y desnudez. Porque el mismo que dijo: Esto es mi cuerpo, y

con su palabra llevó a realidad lo que decía, afirmó también: Tuve hambre, y no me

disteis de comer, y más adelante: Siempre que dejasteis de hacerlo a uno de estos

pequeñuelos, a mí en persona lo dejasteis de hacer. El templo no necesita vestidos y  

lienzos, sino pureza de alma; los

pobres, en cambio, necesitan que con

sumo cuidado nos preocupemos de

ellos... ¿De qué serviría adornar la

mesa de Cristo con vasos de oro, si el

mismo Cristo muere de hambre? Da

primero de comer al hambriento, y

luego, con lo que te sobre, adornarás

la mesa de Cristo. ¿Quieres hacer

ofrenda de vasos de oro y no eres

capaz de dar un vaso de agua? Y, ¿de

qué serviría recubrir el altar con

lienzos bordados de oro, cuando

niegas al mismo Señor el vestido

necesario para cubrir su desnudez?

¿Qué ganas con ello? Dime si no: si ves a un hambriento falto del alimento

indispensable y, sin preocuparte de su hambre, lo llevas a contemplar una mesa

adornada con vajilla de oro, ¿te dará las gracias de ello? ¿No se indignará más bien

contigo? O, si, viéndolo vestido de andrajos y muerto de frío, sin acordarte de su

desnudez, levantas en su honor monumentos de oro, afirmando que con esto

pretendes honrarlo…

Piensa, pues, que es esto lo que haces con Cristo, cuando lo contemplas errante,

peregrino y sin techo y, sin recibirlo, te dedicas a adornar el pavimento, las paredes

y las columnas del templo. Con cadenas de plata sujetas lámparas, y te niegas a

visitarlo cuando él está encadenado en la cárcel. Con esto que estoy diciendo, no

pretendo prohibir el uso de tales adornos, pero sí que quiero afirmar que es del todo

necesario hacer lo uno sin descuidar lo otro... pero, al adornar el templo, procurad no

despreciar al hermano necesitado, porque este templo es mucho más precioso que

aquél otro”.

De las homilías de San Juan Crisóstomo sobre el evangelio de San Mateo 

Sesión

0421/01/13

 

LOS POBRES, MISTERIO DE FE Los pobres, desde la perspectiva bíblica de los temas anteriores, no sólo son un

fenómeno económico, político, social, cultural y ético (y que hace que tengamos que

atenderlos) sino que también son un “misterio de fe y de liberación”.

Los pobres como Misterio de fe.

Sin duda son un misterio oscuro y escandaloso, ya que son la encarnación

existencial de Cristo crucificado. Comprendemos que Dios se ocupe y se preocupe

de los pobres, haciéndolos objeto de sus favores. También que debamos ayudarles y

defenderlos como exigencia de la caridad. Lo que no comprendemos tal fácilmente

es que el colectivo de los oprimidos, los excluidos, son elegidos por Dios para

desempeñar un papel profético en el mundo; se conviertan en voz interpeladora de

Dios para traer la verdadera justicia a la humanidad. “La Iglesia debe escuchar con

oídos de fe ese grito de los pobres, oyendo en su clamor la voz del Siervo de Yahvé”

(La Iglesia y los pobres1, nº 1).

Los pobres son una realidad teológica; uno se relaciona con Dios en la medida en que

se relaciona con los pobres. Los pobres son una

verdad de fe: “Jesús nos dejó como dos sacramentos

de su presencia: uno, sacramental, al interior de la

comunidad: la Eucaristía; y otro, existencial, en el

barrio y en el pueblo, en la chabola del suburbio, en los

marginados, en los enfermos del SIDA” (Iglesia y los

pobres, nº 22). Por tanto, así como no hay fe

cristiana sin relación con la Eucaristía, tampoco hay

fe cristiana sin relación con los pobres, ya que Jesús

los ha hecho lugar privilegiado de su presencia. Así

ante la gran pregunta de ¿Dónde está Dios? Dios está

en el Crucificado y en los crucificados: “Los pobres

representan a Cristo, son vicarios de Cristo”. He aquí

algunos testimonios:

San Gregorio de Nisa: “Ellos representan a la persona del Salvador, porque el Señor

por su bondad les prestó su propia persona”.

San Agustín: “Cristo es indigente sobre la tierra en la persona de los pobres... En el

cielo es rico. Sin embargo, permanece todavía aquí abajo en el pobre que tiene

hambre o sed o desnudo”.

San Juan Crisóstomo: “Si quieres honrar de veras el cuerpo de Cristo, no consintáis

que esté desnudo. Porque el mismo que dijo: “este es mi cuerpo”, es el que dijo: “me

visteis hambriento y no me distéis de comer”... Aprendamos, pues, a honrar a Cristo

como El quiere ser honrado. Porque la honra más grata para aquel que la recibe es la

que él mismo quiere, no la que nosotros nos imaginamos.

Pedro pensaba honrar al Señor no permitiendo que le lavara los pies y eso no era

honra, sino todo lo contrario. Así, pues, dale al Señor el honor que él mismo quiere,

                                                            1 Documento de reflexión de la Comisión Episcopal de Pastoral Social. Madrid 21 de febrero de 1994 

 empleando tu riqueza en los pobres... El Señor acepta ciertamente las ofrendas,

pero mucho más la limosna”.

Juan Pablo II: “Ante estos dramas de total indigencia y necesidad, en que viven

muchos de nuestros hermanos y hermanas, es el mismo Señor quien viene a

interpelarnos (SRS. 13). “Los pobres son los pobres del Señor, porque ha querido

identificarse con ellos” (SRS. 43, nota, 80)

La salvación, misterio de pobreza: obra de un pobre.

Parece claro que los pobres son llamados preferentemente a ser evangelizados,

pero nos cuesta comprender y aceptar que seamos

evangelizados y liberados desde los pobres; que de ellos

llega la verdadera salvación y la liberación integral.

Se trata de una inversión de la lógica del mundo: “La

Palabra de Dios, el Hijo de Dios y Rey de los hombres,

viene a llamar a todos, pero en lugar de invitar a los

pobres desde los ricos, llama a los ricos desde los

pobres” (Iglesia y los pobres, nº 16); de un cambio que es

rechazado por quienes aspiran al reconocimiento público

y a ocupar los primeros puestos, por los que ponen su

confianza sólo en los recursos financieros, tecnológicos

o en la violencia armada. No se trata de desvalorizar los

medios económicos, técnicos… pero han de ser

liberados desde los crucificados.

Desde esta clave los pobres cuestionan nuestro

comportamiento, nuestro estilo de ser y de vivir, nuestro modo de ser persona y

cristiano, Ya no basta, al constatar las necesidades, las carencias, que

respondamos con la generosidad que se encarna en la limosna; pues aunque esto es

bueno y necesario, resulta insuficiente. Tenemos que pasar de considerar a los

pobres como simple objeto de ayuda a considerarlos como sujetos de la historia,

como presencia latente de Jesús salvador y liberador, y así podremos descubrir que

no se trata de inventar una nueva red de instituciones socio-caritativas para ellos,

sino de cuestionar el sistema injusto a partir de ellos, desplazando, poco a poco, un

trabajo asistencial hacia un trabajo a nivel de organización de los desfavorecidos.

Este lugar mesiánico de los pobres y su proceso liberador se apoya en dos axiomas

unidos entre sí:

1º.- El antagonismo irreconciliable entre Dios y el Mammón.

2º.- La alianza irrevocable entre Dios y los pobres, es decir, el pacto de defensa

contra su común enemigo: el Mammón. El culmen de esta alianza o pacto es el Siervo

de Yahvé; Cristo crucificado y los crucificados.

¿Hoy, en medio de la crisis que vivimos, qué traducción tendría esta línea de la

Tradición y qué consecuencias tanto en lo eclesial como en lo social? Sólo el

pensarlo da vértigo y miedo.

 Salmo 94

Dios justiciero, Señor, Dios justiciero, resplandece. Elévate, Juez de la tierra, 

paga su merecido a los soberbios. ¿Hasta cuándo, Señor, los malvados, hasta cuándo triunfarán los malvados? Discursean profiriendo insolencia, se jactan todos los malhechores; 

trituran, Señor, a tu pueblo y oprimen a tu heredad, 

asesinan a viudas e inmigrantes, degüellan a huérfanos; 

y comentan: el Señor no lo ve, no se entera el Dios de Jacob. Enteraos, los más insensatos, necios, ¿cuándo discurriréis? 

El que plantó el oído ¿no va a oír?, el que formó el ojo, ¿no va de ver? 

El que educa a los pueblos ¿no va a castigar?, el que instruye al hombre ¿no va a saber? Sabe el Señor que los planes humanos 

son vanidad. Dichoso el varón a quien tú educas, 

Señor, al que enseñas tu ley, dándole descanso tras los años duros, mientras cavan una fosa al malvado. 

Que el Señor no rechaza a su pueblo ni abandona su heredad. 

El inocente recobrará su derecho y hay un porvenir para los rectos de corazón. 

¿Quién se pone a mi favor frente a los perversos?, 

¿quién se pone a mi lado frente a los malhechores? 

 Si el Señor no me hubiera auxiliado, 

ya estaría mi vida habitando el silencio. Cuando me parece que tropieza mi pie, 

tu lealtad, Señor, me sostiene; y aunque se multipliquen mis preocupaciones, 

tus consuelos deleitan mi ánimo. ¿Podrá aliarse contigo un tribunal inicuo 

que dicta injusticias invocando la ley? 

Aunque atenten contra la vida del justo y condenen a muerte al inocente, 

el Señor será mi alcázar, mi Dios será mi Roca de refugio. 

Él les pagará su iniquidad, los destruirá por sus maldades, 

los destruirá el Señor nuestro Dios

La espantosa realidad del sufrimiento fue un tema central en los escritores del A.T.

Para el pueblo de Israel el sufrimiento será una realidad constante; sobre todo, el

sufrimiento causado por la opresión. Es la experiencia de verse aplastado,

machacado, pisoteado (p.e. en este Salmo 94). El problema desconcertante es que

el inocente seguía sufrimiento y con frecuencia los malvados seguían prosperando.

Para la reflexión y puesta en común

Los pobres, ¿siguen siendo un misterio y

un escándalo? ¿en qué sentido?

Realmente traen salvación y liberación?

¿Cómo?

¿Qué relación vemos entre eucaristía y

pobres?

¿Cómo podríamos hoy adornar el templo

sin despreciar al hermano necesitado?

¿Qué nos sugiere hoy este salmo?