Oración | Aprendamos a ser ricos delante de Dios

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Meditación en fiesta de San Ambrosio, Arzobispo de Milán (Escritos de San Juan Bautista De La Salle MF81) Dios, Padre bueno y misericordioso, buscamos con frecuencia seguridad y garantía en cosas que anhelamos poseer y acaparar. No permitas que las cosas nos posean y controlen. Cuando nuestras riquezas supongan pobreza para otros, cuando nuestra vida suponga muerte para otros, enséñanos la alegría del compartir y danos el valor de buscar primero las riquezas de tu reino por medio de Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Oración: Aprendamos a ser ricos delante de Dios ¡Señor, danos el valor de buscar las riquezas de tu Reino! Oración inicial MF 81,1,1 San Ambrosio, siendo gobernador de la provincia, fue elegido obispo de Milán por una especie de milagro y por inspiración de Dios, cuando se hizo presente en la asamblea de los obispos de aquella provincia, sólo para impedir que los arrianos, que querían elegir un obispo de su facción, ocasionaran desorden. El santo hizo entonces cuanto pudo para evitar ser elegido; pero al no conseguirlo, se despojó de todo lo que poseía y dio sus bienes a los pobres y a la Iglesia, con el fin de renunciar totalmente al espíritu del siglo, al mismo tiempo que dejaba los cargos que le incumbían. Así imitaba a los apóstoles, que lo dejaron todo para seguir a Nuestro Señor (Lc 5,11) y para predicar su Evangelio. Este espíritu de pobreza, que llenó a este santo prelado desde el momento del inicio del episcopado, le inspiró tal amor por los pobres que, para aliviarlos, en tiempos de penuria, vendió hasta los vasos sagrados. MF 81,1,2 Para comenzar a ser todo de Dios hay que hacerse pobre. Incluso hay que tener tanto amor a la pobreza como los mundanos tienen a las riquezas. Ése es el primer paso que Jesucristo quiere que nosotros demos para entrar en el camino de la perfección23 (Mt 19,21). ¿Aman efectivamente la pobreza? Y para probarlo, ¿están contentos cuando les falta algo, incluso de lo necesario? Examínense a menudo sobre ello. Del Evangelio de Lucas (12, 1321): En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.» Él le contestó: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?» Y dijo a la gente: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.» Y les propuso una parábola: «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha." Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida." Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?" Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.» Palabra del Señor…

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Oración basado en el Evangelio de Lucas (12, 13-21) y acompañado con textos de las meditaciones de San Juan Bautista De La Salle, así como con una reflexión del Papa Francisco.

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Page 1: Oración | Aprendamos a ser ricos delante de Dios

Meditación  en  fiesta  de  San  Ambrosio,  Arzobispo  de  Milán  (Escritos  de  San  Juan  Bautista  De  La  Salle  MF81)  

Dios, Padre bueno y misericordioso, buscamos con frecuencia seguridad y garantía en cosas que anhelamos poseer y acaparar. No permitas que las cosas nos posean y controlen. Cuando nuestras riquezas supongan pobreza para otros, cuando nuestra vida suponga muerte para otros, enséñanos la alegría del compartir y danos el valor de buscar primero las riquezas de tu reino por medio de Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Oración:    Aprendamos  a  ser  ricos  delante  de  Dios  

¡Señor,  danos  el  valor  de  buscar  las  riquezas  de  tu  Reino!  

Oración  inicial  

MF 81,1,1 San Ambrosio, siendo gobernador de la provincia, fue elegido obispo de Milán por una especie de milagro y por inspiración de Dios, cuando se hizo presente en la asamblea de los obispos de aquella provincia, sólo para impedir que los arrianos, que querían elegir un obispo de su facción, ocasionaran desorden. El santo hizo entonces cuanto pudo para evitar ser elegido; pero al no conseguirlo, se despojó de todo lo que poseía y dio sus bienes a los pobres y a la Iglesia, con el fin de renunciar totalmente al espíritu del siglo, al mismo tiempo que dejaba los cargos que le incumbían. Así imitaba a los apóstoles, que lo dejaron todo para seguir a Nuestro Señor (Lc 5,11) y para predicar su Evangelio. Este espíritu de pobreza, que llenó a este santo prelado desde el momento del inicio del episcopado, le inspiró tal amor por los pobres que, para aliviarlos, en tiempos de penuria, vendió hasta los vasos sagrados. MF 81,1,2 Para comenzar a ser todo de Dios hay que hacerse pobre. Incluso hay que tener tanto amor a la pobreza como los mundanos tienen a las riquezas. Ése es el primer paso que Jesucristo quiere que nosotros demos para entrar en el camino de la perfección23 (Mt 19,21). ¿Aman efectivamente la pobreza? Y para probarlo, ¿están contentos cuando les falta algo, incluso de lo necesario? Examínense a menudo sobre ello.

Del  Evangelio  de  Lucas  (12,  13-­‐21):    

En  aquel  tiempo,  dijo  uno  del  público  a  Jesús:  «Maestro,  dile  a  mi  hermano  que  reparta  conmigo  la  herencia.»  Él  le  contestó:  «Hombre,  ¿quién  me  ha  nombrado  juez  o  árbitro  entre  vosotros?»  Y  dijo  a  la  gente:  «Mirad:  guardaos  de  toda  clase  de  codicia.  Pues,  aunque  uno  ande  sobrado,  su  vida  no  depende  de  sus  bienes.»  Y  les  propuso  una  parábola:  «Un  hombre  rico  tuvo  una  gran  cosecha.  Y  empezó  a  echar  cálculos:  "¿Qué  haré?  No  tengo  donde  almacenar  la  cosecha."  Y  se  dijo:  "Haré  lo  siguiente:  derribaré  los  graneros  y  construiré  otros  más  grandes,  y  almacenaré  allí  todo  el  grano  y  el  resto  de  mi  cosecha.  Y  entonces  me  diré  a  mí  mismo:  Hombre,  tienes  bienes  acumulados  para  muchos  años;  túmbate,  come,  bebe  y  date  buena  vida."  Pero  Dios  le  dijo:  "Necio,  esta  noche  te  van  a  exigir  la  vida.  Lo  que  has  acumulado,  ¿de  quién  será?"  Así  será  el  que  amasa  riquezas  para  sí  y  no  es  rico  ante  Dios.»  Palabra  del  Señor…  

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Para  nuestra  reflexión:  

ORACIÓN  FINAL:  

Señor  Dios  nuestro:  Continúa  liberándonos  de  nuestros  apegos  nada  fiables  a  cosas  de  poco  valor.  Danos  un  corazón  rico  que  no  sea  ni  poseído  ni  posesivo,  sino  libre  para  amar  y  para  dar  por  el  poder  de  Jesucristo,  Hijo  tuyo  y  Señor  nuestro.    

R/  Amén  

Meditación  del  Papa    Quien  ama  da  su  vida  como  un  don;  el  egoísta  por  el  contrario  cuida  su  vida,  crece  en  este  egoísmo  y  se  convierte  en  un  traidor,  pero  siempre  solo.  Sin  embargo,  quien  da  su  vida  por  amor,  nunca  está  solo:  siempre  está  en  comunidad,  está  en  familia.  Aquél  que  aísla  su  conciencia  en  el  egoísmo,  al  final  la  pierde.  Y  así  terminó  Judas  quien  era  un  idólatra,  apegado  al  dinero.  Y  esta  idolatría  le  ha  llevado  a  aislarse  de  la  comunidad,  de  los  demás.  Este  es  el  drama  de  la  conciencia  aislada:  cuando  un  cristiano  comienza  a  aislarse,  también  aísla  la  conciencia  del  sentido  de  comunidad,  del  sentido  de  la  Iglesia,  de  aquel  amor  que  Jesús  nos  da.  En  cambio,  el  cristiano  que  da  la  vida,  que  la  ´pierde´,  como  dice  Jesús,  la  encuentra,  la  vuelve  a  encontrar,  en  plenitud.  Y  aquel,  como  Judas,  que  quiere  mantenerla  para  sí  mismo,  la  pierde  al  final.  Juan  nos  dice  que  "en  ese  momento,  Satanás  entró  en  el  corazón  de  Judas´.  Y,  hay  que  decirlo:  Satanás  es  un  mal  pagador.  Siempre  nos  estafa:  siempre".    Pero  Jesús  le  ama  por  siempre  y  siempre  se  dona.  Y  este  don  suyo  del  amor  nos  mueve  a  amar  "para  dar  fruto.  Y  el  fruto  permanece.  (S.S.  Francisco,  14  de  mayo  de  2013).  

¿Es  malo  tener  grandes  cosechas?...  

Este  Evangelio  es  engañador  para  quien  lo  lee  superficialmente:  ¿es  malo  tener  grandes  cosechas?  ¿es  malo  construir  graneros  donde  guardarlas?  Nada  de  eso.  Cristo  elogiará  siempre  a  los  hombres  sagaces  y  prudentes.    El  problema  está  en  el  alma.  El  desdichado  protagonista  de  la  parábola  invita  al  alma  a  descansar,  a  dejar  todo  esfuerzo  porque  tiene  todo  lo  suficiente  para  vivir.  Cristo  está  refiriéndose  en  estas  líneas  a  la  eterna  tentación  de  todo  pueblo  y  toda  persona  que  alcanza  cierto  nivel  de  bienestar:  creer  que  ya  no  necesita  de  Dios  por  tener  cubiertas  las  necesidades  corporales.      Cuando  el  hombre  tiene  pan,  placeres,  seguridad  social  y  pasatiempos  apetecibles,  no  siente  la  necesidad  de  Dios  y  tampoco  cree  que  el  demonio  actúe,  pues  a  él  no  le  toca.  Pero  también  los  hay  que  gozan  de  su  avanzada  sociedad  occidental,  que  tienen  su  casa,  su  coche,  su  salario  que  les  permite  vivir  holgadamente,  pero  eso  sí,  no  olvidan  que  el  alma  necesita  trabajar  y  hacer  obras  buenas,  y  además,  comparten  lo  que  tienen  poniéndolo  al  servicio  del  Evangelio  y  de  sus  hermanos.  Por  buenos  que  ya  seamos,  por  muchas  conquistas  que  hayamos  logrado  con  nuestras  oraciones,  sufrimiento  y  esfuerzos  no  es  suficiente  si  seguimos  en  la  tierra  y  no  estamos  exentos  de  sucumbir  a  la  tentación.      La  vida  es  el  período  de  tiempo,  corto,  que  tenemos  para  decidir  nuestra  eternidad,  y  para  amar.  Cada  día  mueren  millones  de  personas,  un  día  será  el  tuyo  y  el  mío.  Un  día  todo  esto  habrá  acabado  y  tenemos  en  nuestras  manos  que  ese  día  sea  el  mejor  de  nuestra  vida.  Hemos  de  trabajar  sin  descanso,  pensando  en  el  día  que  todo  será  descanso.  Puede  que  la  idea  del  cielo  no  nos  incentive  demasiado,  que  prefiramos  un  premio  terrenal,  que  creamos  que  el  cielo  es  una  levitación  aburrida...,  no  desconfiemos,  cuentan  de  aquel  pobre  vagabundo  que  pidió  a  un  rey  una  moneda  y  éste  le  miró  con  cariño  y  le  lavó,  le  vistió  con  las  mejores  galas  y  lo  llevó  a  palacio.  No  nos  quedemos  con  la  moneda  de  la  felicidad  terrenal,  confiemos  en  nuestro  Rey  que  mirándonos  con  amor  nos  dará  muy  por  encima  de  lo  que  pidamos  e  imaginemos.  Todo  lo  que  deseamos  y  mucho  más  está  en  el  cielo,  pues  ¡vamos  a  llenarlo!,  vamos  a  dedicar  nuestra  vida  a  hacer  felices  a  los  hombres,  a  llevarles  al  cielo.  

Acumular,  comprar,  buscar  el  placer…  es  el  afán  prioritario  de  nuestra  cultura.  Señor  Jesús,  frecuentemente  me  encuentro  contemplando  las  cosas  buenas  de  este  mundo,  sin  embargo,  

no  como  medios  sino  como  un  fin.  Necesito  tener  claras  mis  prioridades:  Tú,  primero,  y  luego  todo  lo  demás,  según  me  lleven  hacia  Ti.  Dame  la  sabiduría  para  saber  que  la  vida  es  

corta  y  debo  vivirla  sólo  para  Ti.