Opinión pública, culturas políticas y democráticas

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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105114273009 Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica Pedro Santana Rodríguez OPINION PUBLICA, CULTURAS POLITICAS Y DEMOCRACIA Nómadas (Col), núm. 9, septiembre, 1998, pp. 83-93, Universidad Central Colombia ¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista Nómadas (Col), ISSN (Versión impresa): 0121-7550 [email protected] Universidad Central Colombia www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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El autor realiza un acercamiento al deber ser de la democracia desde el abordaje de categorías como opinión pública y consenso, elementos indispensables en la construcción de una cultura política.

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Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Sistema de Información Científica

Pedro Santana Rodríguez

OPINION PUBLICA, CULTURAS POLITICAS Y DEMOCRACIA

Nómadas (Col), núm. 9, septiembre, 1998, pp. 83-93,

Universidad Central

Colombia

¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista

Nómadas (Col),

ISSN (Versión impresa): 0121-7550

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Universidad Central

Colombia

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* Presidente Corporación Viva la Ciudadanía.

OPINION PUBLICA,CULTURAS POLITICAS Y

DEMOCRACIA

Pedro Santana Rodríguez *

El autor realiza un acercamiento al deber ser de la democracia desde el abor-daje de categorías como opinión pública y consenso, elementos indispensables enla construcción de una cultura política.

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1. Opinión pública ydemocracia

Una teoría sobre la democraciaimplica necesariamente una hipóte-sis sobre la opinión pública, dado quela democracia como gobierno basa-do en la decisión soberana de los ciu-dadanos, presupone la expresión librede los mismos, la cual se manifiestacomo opinión libre, colectiva, que seaescuchada además por los otros. Unpueblo soberano que no tie-ne propiamente nada quedecir, sin ideas suyas, es unsoberano vacío, un rey decopas. Todo el edificio de lademocracia se apoya, en úl-timo término, sobre la opi-nión de los ciudadanos quese expresa públicamente biensea en elecciones libres o enmovimientos sociales al mar-gen de las autoridades del Es-tado, pero que reivindican elnosotros colectivo y sus in-tereses o reivindican un sec-tor específico que demandasus aspiraciones frente al po-der político.

Dicho esto, como nos lo recuer-da el profesor Giovanni Sartori, de-bemos interrogarnos sobre el por quédecimos «opinión»; en segundo tér-mino por qué decimos pública y entercer lugar qué relación tiene esaopinión con el consenso. Estos sonlos tres componentes centrales o ini-ciales que debemos despejar paraacercarnos a un tratamiento adecua-do del tema.

La llamada opinión pública,como nos lo recuerda Habermas, seformó como concepto a partir delnacimiento mismo de la modernidad,esto es, con la sociedad laica,autofundada y que debe responder

ella misma por su propia legitimidad1 .Claramente se manifiesta en la revo-lución francesa y alude en primer tér-mino a unos sujetos, individuos,interesados en la «cosa pública». Asípues el público en cuestión son losciudadanos que tienen que decir so-bre la gestión de los asuntos públicos,y por tanto, sobre los temas de la ciu-dad política. En síntesis, debeadvertirse que la noción de opiniónpública involucra no sólo a los suje-

tos, es decir, a los ciudadanos que tie-nen algo que decir sino tambiéninvolucra al objeto, esto es, que lo quetienen que decir se refiere a la «cosapública», a la gestión de los asuntosque competen a todos, que interesana todos, a la gestión del propio Esta-do que en la terminología deCastoriadis es la esfera de lo público-público o sea a la esfera política quees el Estado y que en términos deHabermas sería una opinión públicacomo consenso racional acerca delbien común2 .

No obstante la categoría del«bien común» lejos de ser evidentepor sí misma nos proyecta a otro de-bate; en primer lugar, a la discusión

sobre si en realidad existe un interéscomún o un interés colectivo o gene-ral y, en segundo lugar, a cómo se lle-ga a la construcción de un interéspúblico o general. Sobre la existen-cia de intereses colectivos o comunesparece evidente su existencia, dadoel carácter social de la existencia hu-mana. Incluso en el plano fáctico oempírico resulta visible que la coha-bitación en la polis, en la ciudad, enla sociedad, plantea la satisfacción de

necesidades que son comu-nes a todos. La ciudad comohecho histórico requiere lasatisfacción de un conjuntode bienes colectivos y esto esmás evidente en la ciudadmoderna, por ejemplo, laprovisión de agua potable,energía, medios de comuni-cación y de desplazamientoo la utilización, la demarca-ción y/o el respeto y disfrutede los espacios comunes opúblicos. Desde la antigüe-dad la existencia de éstas ne-cesidades planteó, a su vez,la necesidad de la política,es decir, de la satisfacción de

ciertos requerimientos para la colec-tividad.

Pero una cosa es el reconoci-miento de la existencia de interesescomunes o bienes necesarios a la co-lectividad y otra es la precisión decómo al fin se construye socialmen-te el bien común o el interés gene-ral. Uno de los debates más fecundosen la actualidad cuestiona el supues-to presente desde Hegel y reafirma-do en la noción de opinión públicade Habermas según el cual los acto-res de la sociedad moderna «renun-cian» o ponen entre paréntesis susdiferencias de posición y sus intere-ses particulares, sectoriales, de géne-ro o de clase, para �elevarse� hasta

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el interés general o público. La de-mocracia de los modernos constru-ye la noción de interés público;general partiendo de los interesessectoriales, de grupos, de individuos.Así mismo, la llamada opinión pú-blica se construye históricamente noa partir de una puesta entre parén-tesis de tales intereses sino por elcontrario a partir del reconocimien-to de éstos que para las clases su-bordinadas han sido excluidosprecisamente de la opiniónpública burguesa3 .

Como lo ha señaladocon claridad Nancy Fraser,«la noción liberal de la es-fera pública tal como la des-cribe Habermas en su textoHistoria y Crítica de la Opi-nión Pública no es adecuadapara una crítica de los lími-tes de la actual democraciaexistente en las sociedadesdel capitalismo tardío. A unnivel, mi argumento socavael modelo liberal como idealnormativo. He mostrado,primero, que una concep-ción adecuada de la esfera públicaexige no solo poner en suspenso (en-tre paréntesis) la desigualdad social,sino eliminarla. En segundo lugar, heseñalado que es preferible una mul-tiplicidad de públicos a una sola es-fera pública, tanto en sociedadesestratificadas como en lasigualitarias. En tercer lugar, he indi-cado que una concepción sosteniblede la esfera pública debe propiciarla inclusión, no la exclusión, de losintereses que la ideología burguesamachista rotula como «privados» ytrata como inadmisibles. Finalmen-te he mostrado que una concepcióndefendible debe permitir la existen-cia tanto de públicos fuertes comode los débiles, y debiera contribuir a

la teorización de las relaciones en-tre ellos»4 .

Como se ha visto en las líneasanteriores, la llamada opinión públi-ca remite en primer término a los su-jetos, a los ciudadanos, quetratándose de la sociedad modernatienen como atributo esencial su au-tonomía, su libre albedrío, su capaci-dad de pensar autónomamente, sulibertad; éstas son características in-

herentes a la ciudadanía de los mo-dernos, y por otra parte, involucratambién al objeto sobre el cual estaspersonas, estos sujetos, estos ciuda-danos opinan, es decir, a los asuntosque interesan a todos, a la cosa pú-blica y a quienes están estatuidos paramanejarlos, a las autoridades públi-cas.

Se dice entonces que una opi-nión pública lo es no sólo porquees del público (difundida entre mu-chos) sino también porque impli-ca objetos y materias que interesana muchos, tales materias son lasque distinguimos con expresionesy conceptos como bien común, in-terés general o res pública (razón

pública), relacionados con el Esta-do, accesible a todos, de interéspara todos.

Otro aspecto de la cuestión espor qué llamamos a esas ideas expre-sadas por los sujetos democráticosopinión pública y no de otra mane-ra. Como lo demuestra Habermasideas u opiniones son expresadas nopor doctos, es decir, no como saberessino más bien como doxa, es decir,

como opinión. «Opinióntraslada al francés y al inglésla poco complicada signifi-cación latina de opinio, laopinión, el juicio incierto ono completamente compro-bado. Y como lo recuerdaSartori «cuando el términofue acuñado, los doctos deentonces sabían griego y la-tín; sabían también que laobjeción de siempre contrala democracia es que el pue-blo �no sabe�. Precisamentepor ello, Platón invocaba alfilósofo rey: porque el go-bernar exigía episteme, ver-dadero conocimiento. A lo

que se terminó por oponer que a lademocracia sólo le basta la doxa,basta que el público sólo tenga opi-nión. Entonces ni cruda y ciega vo-luntad ni tampoco episteme sinodoxa, opinión: nada más ni nadamenos, subrayo, nada menos. Y en-tonces está bien dicho, y dicho a pro-pósito, que la democracia esgobierno de opinión, un gobernarfundado en la opinión»5 .

La opinión pública tiene la for-ma del entendimiento humanosano, está extendida entre el pue-blo al modo de los prejuicios, y aúnen esta turbulencia refleja, de todosmodos «las verdaderas necesidadesy las tendencias correctas de la rea-lidad».

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Consenso y opinión pública

Pasemos ahora a la cuestión delconsenso y a su relación con la opi-nión pública. Un gobierno democrá-tico que nace de las opiniones libresde los electores (del voto que expre-sa la opinión) y que gobierna ensintonía con situaciones prevalecien-tes de opinión pública es, precisamen-te, un gobierno fundado sobre elconsenso. Nos referimos a consensoen el estricto sentido que lo haceSartori «consenso no es un aprobar

activo, explícito y específico. Consen-so según su etimología, es un «sentirconjunto» que es un sentir común,compartido y, en consecuencia,ligante o cuanto menos coligante. Porlo tanto consenso no es aprobar bas-ta con que sea aceptar. Ahora bien,¿compartir o aceptar qué? Con refe-rencia a la democracia es necesariodistinguir entre tres objetos y nivelesde consenso: a. La aceptación de va-lores últimos; b. de reglas del juego y,c. de gobiernos. El primer consensoalude a acuerdos básicos a nivel decomunidad; el segundo a acuerdos

con respecto al régimen y el tercero anivel de gobierno o sobre políticas degobierno.

El primero se refiere a acuerdosbásicos en torno a valores o creen-cias que son fundantes para dichacomunidad tales como tolerancia,justicia, solidaridad, pluralismo, etc.Y es alrededor de estas creencias yvalores que hablamos entonces de laexistencia de una cultura política, nosreferimos a algo que es construido porlos hombres y mujeres de una socie-dad, cultura como cultivo de hábitos,

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creencias, costumbres, etc. En estecontexto la noción de cultura políti-ca está por encima de las ideologías,es decir, estamos hablando aquí de lasformas, las maneras como una socie-dad enfrenta sus problemas; nos re-ferimos aquí a las creencias, valores,etc., que la sociedad tiene con respec-to a la forma de organización del po-der público, de la construcción y elcontrol de dicho poder. Es por elloque la noción de opinión pública estáíntimamente relacionada con la no-ción de ese sistema de valores, creen-cias, virtudes, que una sociedad creay recrea cotidianamente6 . Y referidoa un régimen democrático ese siste-ma de valores y creencias es funda-mental, puesto que está relacionadocon la forma como la sociedad enca-ra problemas como reparto del poder,distribución de los bienes, etc.

Pero este consenso no niega deninguna manera los intereses contra-puestos, conflictos y disputas. Por elcontrario la democracia supone di-senso, conflicto, intereses diversos,pero en el fondo, en un sistema de-mocrático hay unos consensos míni-mos que deben desarrollarsealrededor de un sistema de reglas deljuego, de valores y de fines de la pro-pia sociedad política, que es el segun-do nivel de compromiso. EnColombia la heterogeneidad de lacultura política y la gran fragmenta-ción nos está mostrando que esosconsensos mínimos aún están enconstrucción; me refiero a que porejemplo los actores violentos no com-parten el punto de vista de que pararesolver los problemas no debemosacudir a la violencia, que es una delas reglas de juego básicas de la de-mocracia.

En las democracias modernas losconsensos básicos se desarrollan al-

rededor de las reglas de procedimien-to que básicamente determinan,como lo señala Norberto Bobbio unadefinición mínima, podríamos decir,un consenso mínimo de la democra-cia. Dice Bobbio «Dando por senta-do que el único modo de entendersecuando se habla de democracia, encuanto contrapuesta a todas las for-mas de gobierno autocráticas, es elconsiderarla, a la democracia, carac-terizada por un conjunto de reglas(primarias o fundamentales) que es-tablecen quién está autorizado a to-mar las decisiones colectivas y conqué procedimientos»7 .

Toda comunidad o todo gruposocial tienen necesidad de tomardecisiones vinculantes para todoslos miembros del grupo, con el ob-jeto, por ejemplo, de proveer por lapropia supervivencia y esas decisio-nes se toman en última instanciapor individuos. En consecuencia, afin de que una decisión tomada porindividuos (uno, pocos, muchos,todos) pueda ser aceptada comouna decisión colectiva se hace ne-cesario que sea hecha con base enreglas (no importa si son reglas es-critas o consuetudinarias) que es-tablezcan quiénes las toman y bajoqué forma o procedimiento. Un ré-gimen democrático según la expe-riencia histórica le ha conferidoesta atribución no a todos sino a ungrupo conformado en casi todos lospaíses del mundo por los hombres ymujeres mayores de 17 o 18 años.Esto es lo que llamamos sufragiouniversal y su conquista es más omenos reciente.

En cuanto se refiere a las modali-dades de la decisión, la regla funda-mental en la democracia es la de lamayoría, compromete a todo el gru-po, es decir, aún a la minoría o a quie-

nes están en desacuerdo. Bobbio agre-ga una tercera regla del juego y esaquella que dice que es necesario quelos que son llamados a decidir, seancolocados frente a alternativas rea-les y puestos en condición de poderelegir entre una u otra. Así mismoeste mínimum de reglas del juego su-ponen la eliminación de la violenciay el respeto por las decisiones de lamayoría, lo cual supone también elrespeto por los derechos de lasminorías.

Ahora bien, estas reglas o proce-dimientos lo que definen es la mane-ra como una sociedad determinadaresuelve frente a intereses contradic-torios o sobre los conflictos existen-tes en la sociedad. En pocas palabraslas reglas del juego lo que definen esla forma de resolver los conflictos enuna sociedad. Y esto tiene que verobviamente con quiénes toman par-te en las decisiones y bajo qué proce-dimientos. En la democracia losconflictos se resuelven pacíficamen-te y en su resolución pueden tomarparte todos los ciudadanos sin exclu-siones de raza, sexo, propiedad o es-colaridad; precisamente este es elfundamento de la sociedad democrá-tica moderna. Y se resuelven los gran-des conflictos votando. Por ello elvoto, visto desde esta perspectiva esun instrumento técnico para resolverconflictos.

Hay un tercer nivel del consensoalrededor del gobierno y de sus polí-ticas. Este es el nivel más estrecho enuna democracia puesto que las opo-siciones se manifiestan más amplia-mente alrededor de políticas que sematerializan en coaliciones de gobier-no y de programas concretos frenteal manejo económico, el empleo, laspolíticas macroeconómicas, las exclu-siones, etc. Una de las reglas básicas

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de la democracia es la existencia deoposición y desacuerdos en torno atemas concretos y a políticas públi-cas. No obstante la fortaleza de unademocracia consiste precisamente enmantener el desacuerdo frente a po-líticas públicas y coaliciones de go-bierno y, sin embargo, manteneracuerdos básicos sobre reglas del jue-go, régimen político y valores cultu-rales democráticos. Por ello esimportante distinguir los niveles delconsenso.

2. Cultura política yformación de laopinión pública

Como vimos antes el conceptode opinión pública entendido comoexpresión de ciudadanos autónomos,que piensan con cabeza propia, esconsustancial a la democracia y porello es importante su dilucidaciónteórica. En primer lugar hay que de-cir que la opinión pública no es in-nata y por el contrario es creada; portanto, es parte de la cultura de unpueblo. Y si es pública y se refiere albien común necesariamente está re-ferida al conjunto de significadoscompartidos por los sujetos de unasociedad sobre la vida pública social.Es decir, se refiere al conjunto de re-cursos empleados para pensar sobreel mundo político, lo que significaque es algo más que la suma de opi-niones privadas de los individuos. Eneste sentido se refiere a la formacomo la gente construye su visión delsistema político y determina su po-sición dentro del mismo. Es, porconsiguiente el fundamento de lapropia definición de los individuoscomo actores políticos y se ubicaasí en la base de la idea de ciuda-danía. Pero esta dimensión no essolo subjetiva sino social, es decir,compartida.

La opinión está expresada en unconjunto de estados mentales difun-didos (opinión) que interactúan deacuerdo con flujos de informaciónque son recibidos por el público, queestá conformado por sujetos indivi-duales y colectivos. Hay que decir quela opinión pública es parte constitu-tiva de la sociedad civil y es quizás laforma como ésta interactúa frente abienes públicos o a poderes públicos.

Precisamente parte de las obser-vaciones críticas que se dirigen a lostextos primarios de Habermas sobreeste tema tienen que ver con la ubi-cación que este autor hace de la opi-nión pública en la esfera del mundoprivado: «La esfera pública burguesapuede concebirse, sobre todo, comola esfera de la gente privada que seune como un público; muy prontoreclamaron que la esfera pública fueraregulada desde arriba contra las pro-pias autoridades públicas mismas,para implicarlas (a las autoridadesestatales) en un debate sobre las nor-mas generales que gobiernan las relacio-nes en la básicamente privatizada peropúblicamente relevante esfera del inter-cambio de bienes y de trabajo social, enparticular en lo que concierne a losasuntos relativos al funcionamientode los Estados Nacionales» 8 .

Habermas, según la lectura desus críticos, no trasciende en estapresentación la concepción de la es-fera pública como la concibe el libe-ralismo. En realidad en la opiniónpública moderna influyen, ademásde los intereses de los empresarios yde los propietarios, también los in-tereses de los partidos, de los movi-mientos sociales, de los excluidos, delos intelectuales, de los obreros, quemediante diversos mecanismos lo-gran hacer visibles sus opiniones que

contraponen a las dominantes y queen algunas ocasiones influyendeterminantemente en la agendapública. En la formación de esa opi-nión moderna han influido los pe-riódicos independientes, lossindicatos, las organizaciones de mu-jeres, de indígenas, etc. Por ello yhasta cierta forma la producción designificados y de códigos de comu-nicación es una labor colectiva, so-cial y la opinión pública refleja elestado de ánimo y los intereses demuchos.

Precisamente en su introduccióna la reedición de su pionera obraHabermas advierte «Puede hablarsede �exclusión� en un sentidofoucaultiano cuando estamos tratan-do con grupos cuyo rol es constituti-vo para la formación de unadeterminada publicidad. Pero el tér-mino �exclusión� adquiere otro sen-tido menos radical cuando en laspropias estructuras de la comunica-ción se forman simultáneamentevarios foros donde, junto a la publi-cidad burguesa hegemónica, entranen escena otras publicidadessubculturales o específicas de clasede acuerdo con premisas propias queno se avienen sin más. En su mo-mento no tuve en cuenta el primercaso; el segundo lo mencioné en el�Prefacio� a la primera edición perono lo traté»9 . No obstante para al-gunos de sus críticos y a pesar de estatajante declaración, la teoría sobrela esfera pública de Habermas y lasidentidades de los ciudadanos que lapueblan no están constituidas por lasprácticas participativas, los discur-sos legales o los propios procesos deactividad democrática. Por el contra-rio, al igual que en el modeloparsoniano, la sustancia de la esferapública se deriva de y está orientadahacia la sociedad civil, en particularhacia la cohesión del mercado10 .

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La opinión pública expresa unadeterminada cultura puesto que es laconcreción de la forma como piensay opina un pueblo con respecto tan-to a las reglas mínimas como a las dis-putas de intereses, a las coalicionesde gobierno, a las actuaciones de losgobernantes, y en fin, a la agenda deproblemas que esa opinión juzga queson básicos en cada momento de sudesarrollo.

Pero, como ya dijimos, laopinión pública supone ne-cesariamente un flujo de in-formación y es por ello queen su creación juegan un pa-pel vital los medios de comu-nicación de masas. En lasprimeras fases de desarrollodel capitalismo y tal como lorastreó Habermas en el librocitado, la opinión dependiómucho de los periódicos, delos clubes, de las organiza-ciones, de la plaza pública.Por ello se afirma sin contra-dicción que mientras elgrueso del flujo de información lle-gaba a través de los periódicos, losprocesos de formación de la opiniónpermitieron la autoformación. Estasituación fue profundamente modi-ficada con la llegada de la radio y dela televisión.

Los medios de comunicación sonel vehículo más importante de influ-jo sobre los contenidos de la opiniónpública. Recordemos que la opiniónpública al referirse a lo público-pú-blico destaca como actores primor-diales de esa opinión pública tanto alos políticos como a los intelectualescomo a los líderes sociales y a aque-llos llamados formadores de opinión,es decir, a quienes ocupan un lugardestacado en la sociedad y quienes

son los encargados de poner en elpúblico significados y conceptos so-bre los bienes comunes. Ahora bien,los medios de comunicación en oca-siones son sólo vehículos para latransmisión de esos mensajes o signi-ficados, pero en la mayoría de las oca-siones esos medios editan esosmensajes, los contextualizan, de talforma que ellos se convierten en emi-sores propios de significados. Estossignificados así contextualizados son

los que llegan a los ciudadanos, hom-bres y mujeres que reciben ese flujode información y frente a los cualesse forman su propia opinión. Estepapel de los medios se vio profunda-mente alterado cuando los medioscayeron o se convirtieron en empre-sas con fines de lucro. Por ello, unacondición para la existencia de unaopinión pública autónoma es la exis-tencia de medios de comunicaciónindependientes. Es allí donde gravi-tan fuertemente los intereses de losEstados y los gobiernos por controlarlos medios y por controlar los signifi-cados que se divulgan a través deellos.

Por fortuna y como lo demuestrala realidad, también los ciudadanos y

sus organizaciones en una sociedaddemocrática son productores de men-sajes o de significados. Muchos de losmovimientos sociales modernos loque han logrado es hacer visibles pro-blemas o intereses acallados o simple-mente invisibilizados o silenciadospor los medios. En sociedades fuerte-mente elitizadas como las nuestras losmovimientos sociales han logradoponer en la agenda de la opinión pú-blica problemas y actores ignorados

por la monopolización de losformadores de opinión. Asípues, las organizaciones tan-to sociales como políticas sontambién emisores de signifi-cados y sus mensajes tambiénconcurren a la formación dela doxa, esto es, de la opiniónque tienen los ciudadanosmedios de cierto tipo de te-mas o problemas.

Ahora bien, en la socie-dad capitalista moderna labase de la información de lasgrandes masas es de una po-breza asombrosa y desalenta-

dora. Las investigaciones que se hanrealizado sobre por qué el ciudadanomedio tiene tan poco interés en losasuntos públicos y exhibe una granignorancia frente a ellos ha termina-do por destacar la importancia quetiene la educación en la formación deciudadanos con un cierto grado decultura pública, esto es, de culturapolítica. A este respecto, la tesis esque la educación es un medio parahacer ciudadanos más responsables einteresados. Así como la educacióntambién da información hay que afir-mar que un crecimiento general delos niveles de instrucción deberá re-flejarse en un aumento específico delpúblico informado de los asuntos pú-blicos. Ahora bien para que la edu-cación sirva realmente para formar

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una mejor opinión pública, es nece-sario que dicha educación se refieraexpresamente a los asuntos públicos,y que se trate de alcanzar no solo entérminos de información sino tam-bién en términos de competenciacognoscitiva. Ello explica la aparen-te paradoja de cómo aún ampliandoel número de ciudadanos instruidoso graduados no siempre aumenta elnúmero de ciudadanos con importan-tes niveles de cultura política.

Concluyendo, en la formación dela opinión pública intervienen ade-más de los políticos y de las elites, los

medios de comunicación, las organi-zaciones y los movimientos sociales.No obstante, una opinión pública in-dependiente y autónoma, es decirauténtica, requiere de la existencia demedios de comunicación indepen-dientes y de una prensa libre y autó-noma con respecto a los poderesestatales.

A la formación de una opiniónpública democrática concurren múl-tiples actores y en su formación jue-gan un papel destacado todosaquellos aparatos o instituciones quetienen como papel primordial la so-

cialización de los sujetos: hombres ymujeres de una sociedad determina-da. Es por ello que también la fami-lia, la escuela, los movimientossociales, los gobernantes, las organi-zaciones y los líderes políticos, orga-nizaciones sociales y asociacionesademás de los medios de comunica-ción, juegan un papel importante enla formación de las creencias, de lasformas como los sujetos respondena los problemas que les plantea larealidad y el poder.

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3. Conclusionesiniciales

Para abordar el tema de la demo-cracia y de la cultura democrática esimprescindible el tratamiento de lallamada opinión pública. Y para tra-tar el tema de su formación hay quetomar en consideración tanto las no-ciones sobre bien común o públicocomo a la forma como en las socie-dades actuales se construyen los in-tereses generales o colectivos. Partedel debate contemporáneo sobre estaconstrucción destaca que los intere-ses generales o públicos se elaboranpartiendo del reconocimiento de losintereses diversos, sectoriales, de gé-nero, ambientales, laborales, es decir,del reconocimiento de las diferenciasy de la necesidad de su negociación.

La opinión pública es el resulta-do de procesos colectivos e individua-les y en su formación juegan un papeldestacado los medios de comunica-ción. Para contar con una opinión

cos y al mismo tiempo de fuertes or-ganizaciones y movimientos socialesque tengan la capacidad de influir enla agenda de los debates públicos. Ensociedades con fuertes exclusionessociales y grandes desigualdades,como son las sociedades de AméricaLatina, es imprescindible la construc-ción de fuertes movimientos socialesy políticos que además de la denun-cia formulen alternativas de resolu-ción a las agobiantes necesidades deorden económico y social.

Citas

1 Jürgen Habermas. Historia y crítica de la opi-nión pública. La transformación estructu-ral de la vida pública, Barcelona,GustavoGili, 1994. Este texto pionero, publicadoen 1962, continuó con los estudios sobrecultura que había iniciado Talcott Parsons,quien había luchado fuertemente a favorde la distinción entre cultura y sociedaddentro de los sistemas sociales. Mientrasla sociedad debía referirse al sistema deinteracción entre individuos y colectividad,

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pública democrática es necesario tra-bajar por la construcción, en nues-tras sociedades, de medios decomunicación independientes de losgrandes poderes económicos y políti-

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la cultura debía referirse sólo a «valores,ideas y otros sistemas simbólicos-significa-tivos». Con este objetivo Parsons desarro-lló su esquema tripartito, que diferenciabaanalíticamente entre tres sistemas: social,cultural y psicológico. Parsons creía que es-tas distinciones aprehendían la profundaverdad analítica de que todas lasinteracciones sociales incluían dimensio-nes de las tres: indiscutible enraizamientoen el sistema social, referencia significati-va al sistema cultural e influencia causalde las motivaciones psicológicas. Parsonsinició de esta manera, y en cierta formacomo ruptura, una nueva «teoría normati-va de la cultura», así llamada por-que la idea distinguía entre idea-les y significado, por un lado, yentre el �estilo de vida�antropológico más inclusivo, porotro. Posteriormente sobre estefundamento parsoniano los soció-logos políticos y politólogos deposguerra introdujeron el con-cepto de cultura política comouna variable crítica intervinienteen la explicación de los resulta-dos políticos democráticos. Defi-nieron, siguiendo a Parsons, lacultura política como los «senti-mientos subjetivos, actitudes yconsiguientes conductas» y cre-yeron que caracterizaban las«orientaciones políticas» indivi-duales y colectivas, es decir losvalores, en un sistema político.Una cultura política consolidabalas «fuerzas psicológicas subya-centes» y las «actitudes políticas»que configuraban en gran parte la vida cí-vica y la conducta política. Ver al respectoMargaret Somers. ¿Qué hay de político o decultural en la cultura política y en la esferapública? Revista Zona Abierta Nos 77-78.Madrid, 1996-1997.

2 Quizás sea útil señalar la distinción queCornelius Castoriadis efectúa al respecto.«El griego antiguo y la práctica política delos atenienses nos ofrecen una valiosa dis-tinción �y en mi opinión de validez uni-versal� entre tres esferas de las activida-des humanas, que la institución global dela sociedad debe separar y articular al mis-

mo tiempo: el oikos, el agora y la ecclesia,que se pueden traducir libremente por: laesfera privada, la esfera privada/pública yla esfera (formal y fuertemente) pública,idéntica a lo que llamé más arriba el poderexplícito». Castoriadis Cornelius. La demo-cracia como procedimiento y como régi-men. Revista Leviatán No 62, Madrid, 1995.

3 Por lo menos es lo que se desprende delestudio inicial de Habermas consignado ensu libro Historia y Crítica de la Opinión Pú-blica. No obstante en sus obras posterioresHabermas plantea la necesidad de abor-dar explícitamente las desigualdades y lascontradicciones que brotan de la realidad

social y política. Esto es consustancial a lamás reciente ética comunicativa deHabermas.

4 Nancy Fraser. Iustitia Interrupta. Reflexio-nes críticas desde la posición postsocialista,Santafé de Bogotá, Siglo del Hombre Edi-tores, Universidad de los Andes, 1997.

5 Giovanni Sartori ¿Qué es la Democracia?Altamir Ediciones, Santafé de Bogotá,1994. p.p. 57.

6 A la manera de Bourdieu en quien la ideade hábito, o habitus, se refiere al conjuntode normas sociales, valores y principios queregulan la actividad dentro de un «campo

social» determinado. Bourdieu P. La distin-ción, Madrid, Tecnos 1991.

7 Norberto Bobbio. El futuro de la democra-cia, Barcelona, Plaza & Janés, 1985.

8 Jürgen Habermas. Ob.cit. p.27. Citado porMargaret Somers en ¿Qué hay de políticoo de cultural en la cultura política y en laesfera pública?, Revista Zona Abierta Nos77-78, Madrid, 1996-97, pp.56.

9 Jürgen Habermas. Ob.cit. p.6. Prólogo adi-cionado para la nueva edición en marzode 1990.

10 Al discutir la intersubjetividad en el con-texto de una crítica parcial deHabermas, hay que hacer notaruna advertencia importante. Mu-cho antes de que la audienciaanglófona se familiarizara con suconcepto de esfera pública (de-bido al momento de la traduc-ción), Habermas había sido bienconocido por su teoría de la co-municación racional inter-subjetiva -convirtiéndolo, así, enun importante teórico de la inter-subjetividad del discurso político.No obstante, la debilidad del en-foque de Habermas de laintersubjetividad es que conside-ra este nivel de comunicación po-lítica como algo que se deriva deintereses e identidades previasque tienen lugar enteramente enla esfera privada. Este punto su-giere que la noción de Habermasde intersubjetividad está concebi-

da más como una exposición �abierta� deidentidades privadamente constituidasque como un ámbito en el que las identi-dades y las ideas están formadas e infor-madas inicialmente a través de la activi-dad política pública y la participación.Margaret Somers. Narrando y naturalizan-do la sociedad civil y la teoría de la ciudada-nía: el lugar de la cultura política y de laesfera pública. Revista Zona Abierta, Nos77-78, 1996-1997, p.p. 257-337.

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