Olver Gilberto de Leon - Horacio Quiroga[1]

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Una boa sin fin fue tu esperanza, ribereo bogando en el olvido Cancin popular del Amazonas peruano Olver Gilberto DE LEON Universit de Paris-Sorbonne Paris IV Como reflejo de sus sueos, el Paran ser para Quiroga un espejo, en contemplacin permanente, creando un mundo de solemnidad mgica y absoluta, un reflejo en el reflejo de lo real en un viaje permanente hacia la muerte: El Paran corre all en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fnebremente el ro. Desde las orillas, bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro tambin. Adelante, a los costados, atrs, siempre la eterna muralla lgubre; en cuyo fondo el ro arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa.1 Cargada de impresiones y sentimientos mltiples, el calor, la humedad, el color, la quietud, el agua profunda, la corriente, que tantas veces trajo en sus entraas los cadveres de los mens asesinados por sus patrones. Destino de muerte en las aguas oscuras del Paran, dolor humano y animal en la potica quiroguiana en las confidencias de un observador objetivo de una realidad material. En Misiones encuentra Quiroga la naturaleza, el misterio biolgico, el hambre de las fieras, el estallido de los nervios, la supersticin, lo misterioso, la muerte que tantas veces tuvo que enfrentar, la muerte injusta, vase por ejemplo: El hombre muerto y A la deriva, muchas veces a causa justamente del enfrentamiento con esa naturaleza, otras muertes como consecuencia de dramticos procesos de autodestruccin mediante la bebida y las drogas, o la locura, o la muerte trgica y truculenta en sus cuentos de horror y fantsticos. En este escenario brevemente evocado, en esta Tercera orilla de la frontera 2, al decir de Rubn Bareiro-Saguier, va a ser el centro de sus dialcticas pluralistas que afirman, que enriquecen, el corazn mismo de intercambios, el sentimiento de su individualidad que dice yo creo, (el trabajo manual), ver por ejemplo Los fabricantes de carbn, y el yo quiero mstico-mgico de Anaconda. Y Anaconda va a ser apropiada mgica y msticamente por Quiroga, y l se va a reconocer en ella, producindose entonces una integracin en ese gran intercambio, en ese movimiento del hombre hacia la naturaleza y sus habitantes y de la naturaleza al hombre, movimiento a la vez real, pues la muerte de la gran Boa, es una aproximacin a la suya. En su interesante artculo: Anaconda: del cuento al mito, Napolen Baccino Ponce de Len expresa lo siguiente:

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A la deriva, Cuentos de amor, de locura y de muerte, Buenos Aires, Losada, 1975, undcima edicin, p.62. 2 Etudes autout de la nouvelle Hispano-amricaine, Revue PALINURE, Paris, 1986, p.84

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Desde 1921, la mayor de las boas americanas multiplica su imagen en las tapas de los libros de Quiroga y en las ilustraciones de sus cuentos, a modo de verdadero blasn sobre campo verde esmeralda de una herldica que representa mejor que cualquiera otra figura, el espritu de la obra del salteo. Es que, de la enorme variedad de animales que desfilan, en distintas funciones, por ese exuberante mundo narrativo; es la anaconda la que el autor privilegia. Slo ella tiene la prerrogativa de simbolizar la mejor zona de su creacin: aquella que tiene como mbito la selva misionera. Slo ella encarna la postura vital de Quiroga ante esa selva. Slo ella es elevada a la categora de mito; sntesis de la cosmovisin que es cimiento y estructura de una cumbre en las letras del continente. Seguir, pues, las etapas de este proceso que se inicia en la primera versin de un cuento en el que la idea apenas si aparece en germen, hasta la deliberada construccin del mito sienta aos ms tarde, en otro que tiene mucho de poema cosmognico; sugiere una perspectiva que se abre en abanico sobre una serie de temas capitales en la obra quiroguiana.3 Anaconda haba llegado a la regin durante una gran creciente, seguramente de la cuenca del Amazonas. Si comparamos algunas pasajes de los dos cuentos de Anaconda con el origen de la vida de la comunidad letuama del Amazonas colombiano podemos constatar una serie de similitudes muy interesantes. Segn el pensamiento aborigen letuama, la vida surge en la unin del agua y la tierra y as se eterniza, el cielo es el ro que envuelve la tierra y desde all sale la Gran Anaconda hacia los ros de la tierra, regando la vida en las aguas, para penetrar la tierra y fecundarla. Como en el final del cuento: El regreso, Anaconda es el principio fecundo de la vida, ella en su recorrido mtico por las riberas de los ros de la selva tropical, fue depositando las primeras parejas humanas, marcndoles al mismo tiempo los lmites de su posterior expansin. Principio fecundo de la vida en la muerte final: Vio de pronto ante sus ojos la selva natal en un viviente panorama pero invertida; y transparentndose sobre ella, la cara sonriente del mens. Tengo mucho sueopens Anaconda, tratando de abrir todava los ojos. Inmensos y azulados ahora, sus huevos desbordaban del cobertizo y cubran la balsa entera. Debe ser hora de dormirmurmur Anaconda. Y pensando deponer suavemente la cabeza a lo largo de sus huevos, la aplast contra el suelo en el sueo final.4 La selva desgarrada, la frialdad del estuario, el agua sombra, que sirve de lecho para la muerte final que nos lleva lejos con la corriente, quedando grabada en nosotros como un fantasma que continuar navegando eternamente. El agua ser la tumba de Anaconda, como lo fue para el personaje de A la deriva, sobre el ro de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos sobre s misma ante el borbolln de un remolino, o para el ment intentando escapar del crculo3 4

Op.Cit. p.36 El regreso de Anaconda, Buenos Aires, Losada, 1974, sexta edicin, p.30

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de explotacin a que lo tiene sometido el rgimen de explotacin maderera, llovi an toda la noche sobre el moribundo la lluvia blanca y sorda de los diluvios otoales, hasta que a la madrugada Podeley qued inmvil para siempre en su tumba de agua; o en el mens que se venga de su patrn luego de castigarlo duramente, introduce la jangada en el ro y corta el cabo, entrando en un silencio de muerte en el agua cargada de tragedia. La muerte de Anaconda es fecunda, la del personaje de A la deriva, accidental y trgica, la del mens Podeley, la nica manera de escapar de la explotacin, y la del patrn necesaria a la venganza del pen, en imgenes, cuyo denominador comn es el agua, funcionando la misma como un mediador plstico entre la vida y la muerte. Es sin embargo, creemos, dentro de toda la obra de Quiroga, la ms preparada, la ms total, el agua y la naturaleza participan a esa fuerza fecunda, renovadora y polivalente de la Gran Anaconda, la muerte en el ro de la misma, es la ms heroica, la ms desgarradora y la ms literaria de las muertes. Es muy probable que Quiroga conociera a travs de su impregnacin con la cultura oral de la regin, momentos fundamentales de la lucha contra la empresa exterminadora del blanco. No debemos olvidar que Misiones, y otras regiones de la zona, entran en la etapa de descubrimiento inmenso del paraso verde, es decir la madera, yacimientos, coca, etc., usurpando las riquezas aborgenes y destruyendo el entorno. No es de extraar entonces el papel de la vbora en las mitologas precolombinas, y ms concretamente de Anaconda en este caso, asumiendo el papel de inconsciente colectivo ante la situacin de un mundo en extincin. Al da siguiente la primera preocupacin de Lanceolada fue el peligro que con la llegada del Hombre se cerna sobre la Familia entera. Hombre y Devastacin son sinnimos desde el tiempo inmemorial en el Pueblo entero de los Animales. Para las Vboras en particular, el desastre se personificaba en dos horrores: el machete escudriado, revolviendo el vientre mismo de la selva, y el fuego aniquilando el bosque enseguida, y con l los recnditos cubiles.5 En varios cuentos de H. Quiroga podemos apreciar la presencia del hombre colonizador en el entorno de Anaconda, y el resto de los animales que ella rene. El hombre ech una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente, y sac el machete de la cintura (A la deriva); El hombre y su machete acababan de limpiar la quinta calle del bananal (El hombre muerto); Por el camino quemante, el sombrero en una mano y mirando a uno y al otro lado de las copas de los rboles, con los labios estirados como si silbase, aunque no silbaba, iba mi hombre a buscar el machete. (Un pen), etc. El ambiente donde cohabitan hombre y colonizadores y animales es descrito por Quiroga de una manera concisa, indicando con precisin el marco donde se mueven los personajes: En la base de un muralln de piedra viva, de cinco metros de altura, y en pleno bosque, desde luego, exista una caverna disimulada por los helechos que obstruan casi5

Anaconda, Madrid, Alianza-Editorial, 1981, p.9

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la entrada. Serva de guarida desde mucho tiempo atrs a Terrfica, una serpiente de cascabel, vieja entre las viejas, y cuya cola contaba treinta y dos cascabeles (). Fue all, en consecuencia, donde, ante la inminencia del peligro y presidido por la vbora de cascabel, se reuni el Congreso de las Vboras.6 Podemos constatar en la obra quiroguiana una ajustada precisin terminolgica cientfica, debemos decir que Quiroga fue un asiduo lector de enciclopedias, donde cada cosa es nominada por su vocablo especfico, sobre todo en las referencias al terreno, a la fauna y a la flora. Tanto en Anaconda, como en El Regreso hay en el escritor una voluntad calculada de retener y restituir ntegra y vvidamente un contorno paisajstico y humano, en ntima relacin con el medio, todo es preciso, natural y minuciosamente presentado. Se establecer entonces una correspondencia, un intercambio, como decamos lneas arriba, entre el ro y el autor, no hay claro est una identificacin romntica y sentimental, bastara ver los ejemplos citados para convencerse que el autor describe el Paran tal como el lo vio y lo conoci, con realismo veraz, descubriendo al mismo tiempo en su convivencia misionera el paisaje brbaro de Amrica. La descripcin de la sequa hecha por Quiroga en El Regreso de Anaconda, es un ejemplo ms que significativo de lo apuntado: Desde dos meses atrs, no tronaba la lluvia sobre las polvorientas hojas () Noche a noche, de un crepsculo al otro, el pas continuaba desecndose como si todo l fuera un horno. () De lo que haba sido el cauce de umbros arroyos slo quedaban piedras lisas y quemantes; y los esteros denssimos de agua negra y camalotes hallbanse convertidos en pramos de arcilla surcada de rastros dursimos que entre cubra una red de filamentos deshilachados como estopa, y que era cuanto quedaba de la gran flora acutica.7 Esta oposicin calor-sequa/agua, ser una metfora recurrente. Napolen Baccino de Len en el artculo citado llega a expresar lo siguiente: Con la lucidez de un visionario, Quiroga se anticipa no slo a las sequas provocadas por el hombre con la tala a gran escala de rboles y la construccin de grandes represas hidroelctricas; sino a cualquiera de las muchas formas de devastacin, a cualquiera de las muchas maneras de atentar contra el equilibrio de ese ecosistema. Es probable que Quiroga haya tenido esta lucidez de visionario, lo nico cierto es el texto, la preocupacin de los animales est ah en toda su dimensin en contexto histrico determinado, que no es otro que el del colonizador de los primeros tiempos y que tan bien describe el autor en su mejor libro: Los desterrados. Cuando digo los primeros tiempos, me refiero a los aos vividos por el escritor en Misiones, y en particular entre 1907 y 1925.

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Op. Cit. P.9 Op. Cit. Pp.8-9

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Segn Cesare Pavese: el mito antes que una fbula, caso maravilloso, fue una simple norma, un comportamiento significativo, un rito que santific la realidad.8 El rito para Quiroga est ubicado en esa naturaleza que l tanto conoce y respeta, en el orden inalterable del equilibrio entre los elementos que la componen, pero la llegada del hombre con su afn civilizador ser un elemento perturbador, destruyendo el entorno, de ese paraso tan buscado por Quiroga. Paraso terrenal con claras referencias al Gnesis, bsqueda de una vida primitiva y esencial, dolor ante la destruccin, por lo tanto no ser extrao que a travs del texto, su relato estar orientado en clara oposicin entre aquellos que defienden el Edn y los que quieren destruirlo. La presencia del autor en este cuento, como en tantos otros, constituye una sntesis que no es posible escindir, veamos las propias palabras de Quiroga: Aunque hay mucho menos que lo que el lector supone, cuenta el escritor su propia vida en la obra de sus protagonistas, y es lo cierto que del tono general de una serie de libros, de una cierta atmsfera fija o imperante sobre todos los relatos a pesar de la diversidad, pueden deducirse modalidades de carcter y hbitos de vida que denuncien en este o aquel personaje la personalidad tenaz del autor.9 Si es cierto que Quiroga presenta a travs del Instituto el enfrentamiento entre la naturaleza y lo que la intenta someter, es cierto tambin que la presencia de la cobra asitica representa lo extranjero, la lucha entre dos civilizaciones completamente diferentes. La victoria de Anaconda sobre Ilamadras ser de lo americano contra lo extranjero, factor negativo de la historia y que es necesario eliminar. Pero Anaconda, a pesar de haber quedado maltrecha como consecuencia del combate no morir y le hace conservar siempre una buena amistad con el hombre. Sin embargo la oposicin dialctica del motor del relato, es decir naturalezacivilizacin no se resolver en el cuento, Anaconda ser salvada por los hombres, y en buena convivencia con ellos, pero luego los abandonar para regresar: en complicidad con los elementos nativos del trpico, medit y plane la reconquista del ro, acabada de cumplir treinta aos. La mitologa letuama presenta a la gran Anaconda saliendo del ro csmico que envuelve al mundo y por donde navega el sol. As entr en los ros de la tierra y en sus largos recorridos fue dejando pedazos de su cuerpo, que a su vez dieron origen a las diferentes etnias hermanas. Particularidades de su vida vagabunda por los inmensos ros americanos, donde Un hombre primero, con su miserable ansia de ver, tocar y cortar haba emergido tras el cabo de arena con su larga piragua. Luego otros hombres, con otros ms, cada vez ms frecuentes. Y todos ellos sucios de olor, sucios de machetes y quemazones incesantes. Y siempre remontando el ro, desde el sur Los letuamas afirman que son hijos de la gran Anaconda mayor, y los macumas, sus hermanos de la Anaconda menor. Son mayores porque fueron los primeros en ser depositados por la Gran Anaconda en su espacio ancestral. La Anaconda aparece en el comienzo dando la vida y como tal el smbolo de la fecundidad, principio esencialmente femenino.8 9

El oficio del poeta, Buenos Aires, Ed. Nueva Visin, 1957, p.97 Horacio Quiroga en Un recuerdo, 1929

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Cielo despejado ahora y sol radiante, que apenas alcanzaba a velar un momento los vapores matinales. Como una serpiente muy joven Anaconda abri curiosamente los ojos al da de Misiones, en un confuso y casi desvanecido recuerdo de su primera juventud, ha vuelvo para no estar lejos de la casa y el rbol, en su viaje hacia la fecundidad-muerte, todo le era conocido, pero como en la niebla de un sueo, hacia la muerte y su destino final. Amigos de nuevo, jams. Enemigos, desde luego, puesto que contra ellos estaba desencadenada la lucha, los tiempos haban cambiado, y mismo la idea generalizada entre las tribus indgenas del Amazonas que consideran al hombre el eslabn de transformaciones del animal, todo, haba quedado en los vagos recuerdos de Anaconda. Algunas veces las Anacondas primigenias se haban transformado en gentes, dando lugar a la gente de Anaconda. Cada grupo tiene, por consiguiente un patrn de comportamiento que resulta de su propia interpretacin de la versin humana del comportamiento animal con el que entretiene lazos imponderables y eternos.10 Anaconda en su regreso final defiende el hombre, No se pasa he dicho! Atrs! He tomado a ese hombre enfermo bajo mi proteccin. Cuidado con la que se acerque!, los otros animales la acusan de haberse vendido al mismo, todo es lejano, la propia boa no se explica Qu le importaba ese hombre? Ella lo haba defendido, sin duda; habalo resguardado de las vboras, velando y sosteniendo a la sombra de la inundacin un resto de vida hostil. Y como en los primeros tiempos, a pesar de los cambios producidos por la civilizacin, se producirn entre el animal y el hombre esos lazos imponderables y eternos, quiz toda esa relacin que haya quedado en el olvido aparente, pero la unin muestra lo contrario, ese moribundo, un pobre mens ser para Anaconda una ayuda fundamental para la continuidad de su especie: Fiel al calor del hombre, continuaba, poniendo sus huevos vitales, propagadores de su especie, sin esperanza alguna para ella misma. Complementaridad entre la boa y el hombre, fin y principio que hace posible la unin fecunda en la continuidad de la vida.

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Milagros, PALMA, Los viajeros de la Gran Anaconda, Managua, Editorial Amrica Nuestra, 1984, p.110

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