Olores que perduran

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Olores que perduran Muñeca y Macho, junio de 2013

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Olores que perduran

Muñeca y Macho, junio de 2013

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— ¿Ya te haces pajas? —le preguntaba en el patio de su

casa, los sábados cuando mi madre y mi tía lavaban en

la cocina los platos y los cacharros, contándose sus

cuitas, mientras mi tío y mi padre se ventilaban a

gollete, entre conversaciones procaces, media botella

de brandy Soberano—. Estoy segura de que tu padre se

las hace pensando en mis tetas y mi culo, observa

cómo me mira de reojo y se toca el paquete, ¿cómo es

el tuyo?

— ¿Qué es eso? —me respondió las primeras veces y la

verdad es que me dieron ganas de darle una bofetada

¡ya tenía doce años! y todavía no sabía lo que tenía

detrás de la bragueta. Pero o aprendió rápido o era un

perfecto mentiroso.

Cuando yo salía con mis amigas para darme el lote en

la discoteca y mis padres y mis tíos se iban más tarde de

paseo y tomaban cañas con frituras de calamares, mi

primo con la excusa de que tenía que estudiar se quedaba

solo en las dos casas y entonces abría los cajones de mi

cómoda y se probaba mis bragas. No tardé en descubrirlo

y seguirle el juego. Me encantaba regresar a casa, poner

cara de no haber roto un plato, subir a la habitación,

desnudarme, encender un cigarrillo y abrir la ventana

para que la habitación no apestara a humo, tirar del

primer cajón de la cómoda, coger las bragas descolocadas

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y almidonadas y correrme unos buenos dedos a la salud

de la paja de mi primo pensando en su paquete.

Puede que por aquel recuerdo lo que me más me sigue

excitando es un hombre con mis bragas puestas, me

gusta tocárselo por encima de la licra y ver cómo el bulto

va creciendo hacia un lado o hacia abajo, no permito que

lo haga hacia arriba por el riesgo de que se salga, cuando

está bien duro es mi boca la que actúa. Me pone a cien

por hora que se corra sobre ellas.

En todos sus cumpleaños le mando por correo unas sin

estrenar, cada vez más diminutas. Me las devuelve en un

paquete blanco con un lazo morado. Cuando lo abro

siento el olor viscoso de sus doce años, el de sus primeras

eyaculaciones.