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* CUADERNILLO “El mundo del trabajo en sociedades no capitalistas”. OLIMPÍADA DE HISTORIA DE LA REPÚBLICA ARGENTINA

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* CUADERNILLO “El mundo del trabajo

en sociedades no capitalistas”.

OLIMPÍADA DE HISTORIA

DE LA REPÚBLICA ARGENTINA

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EQUIPO DE LA OLIMPÍADA DE HISTORIA:

Directora: Nélida Diburzi

Andelique, Carlos Marcelo

Bianco, Diana

Colomba, Vanesa

Giletta, Carina

Green, Aldo

Larker, José

Martín Aragona, Adriana

Pisarello, María Virginia

Roa, Ezequiel

Vecari, Silvina

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PRESENTACIÓN Estimados colegas y alumnos

En la edición 2017 de nuestra Olimpíada, ofrecemos el Cuadernillo “EL

MUNDO DEL TRABAJO EN SOCIEDADES NO CAPITALISTAS”, como

material de estudio de la nueva Categoría que denominamos F.

El Cuadernillo elaborado en 2015, fue objeto de dos experiencias piloto, en

2015 y 2016, al incorporar sus contenidos parcialmente, como material de

estudio para alumnos y alumnas inscriptos en las Categorías A, B, D y E.

La temática del mismo se vincula con la de la Olimpíada (“Transformaciones en

los procesos del trabajo en las sociedades capitalistas. Problemas y

perspectivas), con la particularidad que amplía el marco temporal y espacial,

abordando sociedades que no son exclusivamente capitalistas.

Algunos artículos guardan relación con contenidos (NAP) de los primeros años

del secundario. Otros, con los del Ciclo Orientado.

La apropiación de los contenidos, dada su mayor complejidad respecto a la de

los Manuales para alumnos, requiere de los/as profesores/as tutores/as una

importante mediación, generando estrategias que hagan posible que los

alumnos y alumnas identifiquen, especialmente, las diferencias entre

sociedades no capitalistas y las sociedades capitalistas.

Esperamos que nuestra propuesta cubra -al menos en parte- los intereses

temáticos que nos han hecho llegar a través de las encuestas que les hemos

planteado y de los intercambios que compartimos en los encuentros realizados

durante las instancias nacionales de la Olimpíada.

Equipo Olimpíada

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ÍNDICE

1- El trabajo en las sociedades cazadoras recolectoras. A. Green- C. Giletta

2- El trabajo en las sociedades antiguas y las resistencias de los trabajadores.

N. Diburzi- D. Bianco

3- Señores y campesinos en las sociedades medievales europeas de los

siglos XI al XIV. M Andelique- A. Martín Aragona

4- Resistir a una vida de penas. Formas de resistencia en plantaciones

esclavistas en Iberoamérica durante el período colonial. V.Colomba- S.

Vecari

5- El trabajo en las sociedades africanas subsaharianas durante el período

colonial. J. Larker- V. Pisarello

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El trabajo en las sociedades cazadoras-recolectoras

Aldo Green - Carina Giletta1

Desde hace unos 40 000 años o más, hasta la aparición de las primeras sociedades

agrícolas, la totalidad de la especie homo sapiens basó su subsistencia en la práctica

de la caza y la recolección. Aún después de la domesticación de plantas y animales,

grandes áreas del planeta continuaron habitadas por poblaciones dedicadas

exclusivamente a aquellas actividades.

La expansión colonial europea a partir del siglo XV halló vigorosas sociedades de

cazadores recolectores en amplias regiones de América, en Australia y en territorios

más reducidos de África y el sudeste asiático; los relatos de los exploradores y

administradores europeos fueron construyendo imágenes de estas sociedades a las

que llamaron “salvajes” o “primitivas”. El surgimiento de la antropología en el siglo XIX

se abocó al estudio de las mismas sin lograr eludir los prejuicios derivados del

contacto con un Otro desconocido considerado como inferior. Sólo la segunda mitad

del siglo XX dio lugar al surgimiento de nuevas perspectivas; la proliferación de

estudios sobre estas sociedades “primitivas” permitió un avance real en el

conocimiento de sus modos de vida, formas de organización social y económica, sus

representaciones, etc. y la elaboración de nuevas categorías de análisis a partir de

diferentes criterios, proponiendo conceptos a modo de denominaciones: sociedades

igualitarias, sociedades cazadoras recolectoras, sociedades indivisas, sociedades de

bandas, etc.

Siglos después de la expansión europea, de la modernidad “occidental” y del inicio del

sistema capitalista, en un mundo hoy globalizado, aun existen sociedades que basan

su subsistencia exclusivamente en la caza y recolección, en general aisladas en

lugares marginales, particularmente en las selvas de Sudamérica.

Un modo de subsistencia tan extendido en el espacio y en el tiempo, como la caza y

recolección, ¿nos habilita para hablar de un tipo de sociedad cazadora-recolectora?

¿Las formas de organización social, la economía, el trabajo… presentan una

configuración única, inmutable, para todas las poblaciones dedicadas a la caza y

recolección, en todas las épocas y lugares? Aunque podamos hallar prácticas

similares no debemos soslayar las diferencias.

1 Integrantes del Equipo Olimpíada de Historia de la República Argentina. UNL- FHUC

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¿Es posible conocer el modo de vida de los cazadores recolectores

prehistóricos a partir de lo que la etnografía sabe acerca de los cazadores

recolectores actuales o del pasado reciente?

Muchos autores intentan abordar el estudio de la vida de los humanos prehistóricos a

partir de lo que se conoce sobre los cazadores recolectores actuales, mediante la

investigación etnográfica, aun cuando hoy se reconoce la gran diversidad que existe

entre ellos. Kelly (1995) sostiene que así como los cazadores recolectores actuales o

del pasado reciente no se amoldan a un único tipo de organización, en las sociedades

prehistóricas también debió haber diferencias considerables en la estructura social de

aquellos grupos.

A pesar de esto, se tiende a generalizar y construir un pasado prehistórico que

presenta el mismo aspecto en cualquier lugar; tal vez demasiado influido por la

Etnografía. Pero ¿cómo el registro arqueológico puede mostrar que los cazadores

prehistóricos observaban la regla del compartir el alimento como se constata en los

actuales?

Este “imaginar el pasado (prehistórico) antes de excavarlo” puede- según Kelly- limitar

la habilidad para reconocer distintas formas de organización asociadas con la caza y

recolección. El autor nos dice que la información etnográfica sobre cazadores

recolectores actuales no puede extrapolarse de forma acrítica. Es necesario confrontar

los datos etnográficos con los hallazgos arqueológicos.

Los cazadores recolectores actuales o del pasado reciente

En general se ha asociado a las sociedades cazadoras recolectoras con las llamadas

“sociedades igualitarias”, interiormente homogéneas, con similar acceso de todos los

miembros del grupo a los recursos, consumo inmediato de los alimentos, etc. Algunos

estudiosos hablan en estos casos de sociedades cazadoras recolectoras con

“utilización inmediata” de los recursos, dado que el tiempo que media entre la

obtención de los mismos y el consumo es corto. En estas sociedades existe la

obligación de compartir y un rechazo moral a la acumulación de bienes y privilegios.

Se ajustan a esta tipología los nukak de la selva colombiana, los hiwi guahibo de

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Venezuela, los ache guayaqui del Paraguay, etc. Se trata de “sociedades de bandas”

compuestas en promedio por 30 personas.

El reconocimiento de grupos cazadores recolectores que no se ajustan a estos

patrones condujo, sin embargo, a la formulación de la categoría de “cazadores

recolectores complejos”, referida a las sociedades cazadoras recolectoras con

“utilización diferida” de los recursos. Para estas se han señalado como rasgos; la

existencia de relaciones sociales y de trabajo no igualitarias, con la presencia de

liderazgos más o menos efímeros que ejercen cierto control sobre el trabajo de otros y

su producto, consumo diferido, almacenamiento, patrones de asentamiento

relativamente estables y mayor número de componentes del grupo. Ejemplos de este

tipo de sociedades se encuentran en la costa del Pacífico de Norteamérica (kwakiutl,

chumash, etc).

La mayor complejidad social se ha atribuido a poblaciones semipermanentes o

totalmente asentadas y con producción excedente. Sin embargo, excedente y menor

movilidad no presentan una relación mecánica con una mayor complejidad social. En

la propia costa del Pacífico norteamericana existían grupos como los tlingit y

tsimshian que compartían las mismas condiciones ecológicas e igual complejidad que

sus vecinos, pero eran mas móviles. Por otro lado, los calusas de Florida, uno de los

pueblos cazadores recolectores con mayor nivel de desigualdad que se conoce, no

almacenaban.

Nuestro análisis en este artículo se centrará en las sociedades cazadoras recolectoras

organizadas en bandas y con utilización inmediata de los recursos, es decir en las

llamadas “sociedades igualitarias” de manera mas apropiada; y nos limitaremos a

ejemplos americanos.

Si bien el nomadismo, los desplazamientos, o la movilidad (lo que no quiere decir que

no haya períodos de permanencia en un lugar) es una característica de los cazadores

recolectores en general, abundan casos en que éste es reducido, lo que se suele

vincular, como vimos, con una mayor complejidad social. En las sociedades con

“utilización inmediata” de los recursos la variabilidad en la movilidad es muy grande y

se vincula tanto a factores ambientales como sociales. Un patrón bastante extendido

en torno a esta característica es el de los ciclos periódicos de agregación (cuando un

cierto numero de bandas se reúnen y conviven en un mismo lugar durante un tiempo

determinado) y dispersión (cuando las bandas o incluso las familias que las integran

se desplazan o asientan solas) (Guraieb, 2001).

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Se debate acerca de si el motivo principal de la agregación son aquellas actividades

económicas que las bandas realizan juntas, o por el contrario, aquellas de tipo social y

cultural que llevan a cabo durante el encuentro. La agregación favorece la vida

pública, las actividades ceremoniales, la búsqueda de pareja o la posibilidad de hacer

la guerra con otros grupos. La dispersión es un mecanismo que permite solucionar

conflictos que la aglomeración puede suscitar, en sociedades donde no existen

órganos políticos permanentes capaces de resolverlos.

En definitiva, “no deberíamos ser excluyentes. Lo económico, lo social y lo ritual

conforman parte de la trama de organización de cualquier grupo humano. Deslindar

cuál de ellos es el factor predominante en el momento de tomar decisiones relativas a

la movilidad, implicaría conocer muy detalladamente el contexto natural y social del

momento en que se toman.” (Guraieb, 2001).

Además de la movilidad, otras características de los cazadores recolectores sobre las

que existe cierto consenso son las restricciones en cuanto a la densidad poblacional y

en cuanto a la riqueza, ambas asociadas al primer rasgo.

Con respecto a la limitación demográfica, se suelen señalar como mecanismos el

infanticidio y el aborto provocado, así como la continencia sexual vinculada a veces a

lo ritual; antes de ir a poner trampas para martas, un cazador carrier de la Columbia

británica duerme a solas 12 noches seguidas, si partirá a poner trampas para osos el

tiempo de separación de su mujer se extenderá a un mes; los inuit (esquimales de

Bering) tienen una fiesta anual en diciembre en la que llevan a la casa comunal del

campamento, todas las vejigas de focas, ballenas, morsas y osos polares cazados

durante el año, que quedan depositadas allí varios días, tiempo en el que los

cazadores eluden toda relación con mujeres porque de lo contrario las “sombras” de

los animales cazados se ofenderían.

Sobre la “pobreza” del instrumental o equipo material, que suele explicarse por el

nomadismo (excesivo “mobiliario” perjudicaría el traslado), puede decirse que el

término “pobreza” implica un juicio basado en un criterio occidental; un equipo (armas,

herramientas) no puede juzgarse por su volumen sino por lo adecuado o inadecuado

de éste.

Como señala Sahlins (1983) la fabricación de herramientas no es demasiado

complicada, y ni la obtención del material bruto ni su elaboración implican un gran

esfuerzo. Es frecuente ver en documentales sobre cazadores recolectores actuales, la

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habilidad y creatividad con que suelen fabricar objetos necesarios en el momento, a

partir de las diversas materias primas disponibles y que una vez utilizados suelen ser

desechados rápidamente.

Es el significado de lo “económico” en estas sociedades lo que ayuda a entender este

desapego por los objetos materiales, propio de los cazadores recolectores; así como

otros rasgos que se les han atribuido como la falta de almacenaje, aun conociendo

técnicas de conservación, y los límites que ellos mismos se imponen con respecto a la

producción (abandonar la actividad de caza y recolección cuando podrían seguir

cazando).

Sahlins señala que, al contrario del presupuesto básico de la economía occidental,

entre los cazadores recolectores “los deseos son limitados y los medios para

satisfacerlos son suficientes”. Agregaríamos, y existen abundantes testimonios

etnográficos para probarlo, que en muchos casos se trata de sociedades en las cuales

no está presente la angustia de la “escasez”; la acumulación por lo tanto, carece de

sentido. Esto ayuda a explicar algunas conductas económicas tan particulares como la

“prodigalidad” señalada por viajeros y etnógrafos “es decir, la inclinación a consumir

rápidamente todas las reservas de que disponen como si no dudaran ni un momento

de poder conseguir más” (Sahlins, 1983).

Este autor ha argumentado que efectivamente estamos en presencia de sociedades

opulentas; en la medida que se satisfacen con relativa facilidad todas las

necesidades materiales de sus componentes. Asegurar que los cazadores eran

opulentos significa negar, por consiguiente, que la condición humana es una tragedia

decretada donde el hombre está prisionero entre sus necesidades ilimitadas y la

insuficiencia de sus medios.

Es que a la opulencia se puede llegar por dos vías diferentes. Las necesidades

pueden ser “fácilmente satisfechas” o bien produciendo mucho, o bien deseando poco

(Sahlins, 1983). En el caso de estas sociedades donde “las necesidades materiales

humanas son finitas y escasas y los medios técnicos, inalterables pero por regla

general adecuados”, se puede disfrutar “de una abundancia material incomparable”

(Sahlins, 1983).

Con respecto a las restricciones a la “fortuna” en estas sociedades, es interesante la

interrogación acerca de si la “acumulación” es propia de la “naturaleza humana”. El

homo sapiens ha nacido y vivido en ambientes culturales desde sus orígenes. Su

existencia se desarrolla en culturas cuyas matrices fueron forjadas a veces hace miles

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de años: somos, ante todo, seres culturales…algunas culturas se orientan a la

acumulación, otras no.

El trabajo entre los cazadores recolectores

¿Quiénes trabajan? ¿Cómo se organiza el trabajo? ¿Cuánto trabajan? ¿A quienes

pertenecen los bienes de capital? ¿De quién es lo producido? ¿Cómo se distribuye?

entre los cazadores recolectores.

Ni la banda de cazadores recolectores, ni las familias que la componen son unidades

organizadas fundamentalmente en torno a la producción o las necesidades

económicas. Las actividades productivas de los individuos, las familias, los grupos de

parientes o amigos, la banda entera, forman parte de otras muchas actividades:

sociales, rituales, etc. que no pocas veces se hallan profundamente interrelacionadas;

por ejemplo, el jefe de una familia kayapo del Brasil puede ir solo de cacería o junto

a varios hombres y jóvenes emparentados; también se organizan cacerías colectivas

cuando hay necesidad de obtener grandes cantidades de carne para alguno de los

ceremoniales que suelen durar varios días. A diferencia de nuestra sociedad industrial

el trabajo en estos grupos no debe considerarse como un “empleo” sino como un

aspecto de la participación en la vida social.

Durante mucho tiempo ha sido casi de sentido común (para los occidentales) la idea

de que los hombres se dedicaban a la caza y las mujeres a la recolección; sin

embargo suele no existir una división sexual del trabajo tan rígida. Algunas actividades

de recolección que implican trepar grandes árboles son tareas masculinas; la

recolección de miel entre los chaqueños la realizan los varones. Las mujeres también

suelen cazar pequeños animales. Entre los yamanas de Tierra del Fuego es la mujer

la que rema la canoa y el hombre el que arponea las presas; mientras entre los

waoranis de Ecuador el hombre rema y la mujer sumerge la red. Por otro lado, las

actividades colectivas que involucran a toda la banda son muy frecuentes; por ejemplo

la de atrapar saltamontes o langostas entre los paiutes de Norteamérica y mocovíes

del Chaco. En estos casos la actividad suele enmarcarse en un clima jocoso y festivo.

Según el antropólogo Marshall Sahlins, la palabra “trabajo” en algunos dialectos

indígenas, es difícil de distinguir de la palabra “juego” y en algunos casos la misma

palabra designa trabajo y juego.

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Es difícil, por lo tanto, obtener resultados generales sobre el mayor o menor peso de

mujeres u hombres en la economía; aun cuando abundantes estudios etnográficos han

demostrado la mayor importancia de la recolección con respecto a la caza.

Uno de los mayores temas de debate gira en torno a la cuestión del tiempo de trabajo

y el tiempo de ocio entre los cazadores recolectores. Ya se ha abandonado el prejuicio

de considerar a los cazadores dedicados todo el tiempo a la supervivencia. Los

estudios de caso en general demuestran que con poco trabajo parecen saciar las

necesidades del grupo. Incluso los críticos de la idea de la “sociedad opulenta”

reconocen la excepcionalidad de los casos de hambrunas.

Sahlins plantea que los cazadores recolectores trabajan menos y comen mejor que los

agricultores del mismo entorno. Hay consenso bastante general acerca de que los

cazadores recolectores tienen una buena dieta, gozan de mucho tiempo libre, tienen

una alta expectativa de vida y pasan más tiempo durmiendo durante el día, por

persona y año que en las sociedades agrícolas y modernas.

El tiempo dedicado a la obtención del alimento es variable y va desde las 7-8 hs. hasta

las 2hs. per cápita de algunos grupos hiwi. Esto estará ligado a las condiciones

ecológicas y a los modos de organizar la movilidad y distribución del trabajo.

El trabajo realizado para obtener alimentos, además es intermitente; de los sirionos

de Bolivia se dice que “no hacen ningún esfuerzo para mantener un suministro

constante de alimentos y no buscan nuevos comestibles mientras no han consumido

todo lo que está a su alcance” (Meggers, 1976); sólo en una mañana un canoero

yamana podía obtener con su sencillo arpón mas de 200 kg. de carne y grasa para

alimentar durante bastante tiempo a su unidad doméstica antes de emprender una

nueva jornada laboral (Bartolomé, 1995); los indígenas thompson de Canadá, solían

dejar amuletos sobre el rastro del ciervo herido, considerando superfluo continuar con

la persecución del animal ese día, pues una vez hechizado no podría ir muy lejos y

moriría (Frazer, 1951). Estos límites autoimpuestos en relación a la producción no

tienen que ver con el desconocimiento de técnicas de conservación, sino con la

ausencia del sentimiento de la “escasez” de la que hablamos; con la confianza en su

propia habilidad y en la capacidad del entorno para continuar proveyéndolos que

parecen tener los cazadores; y con una manipulación consciente del mismo: los

mocovíes descartan la posibilidad de cazar aves en época de ponencia o empolle; los

paiutes no mataban hembras en período de gestación y cría y sólo pescaban

salmones machos; los washoes de la Gran Cuenca de Norteamérica cortaban las

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ramas altas de las plantas de ramoneo para favorecer que los ciervos se quedaran

cerca en el invierno (Taylor, 1992).

Se ha criticado a Sahlins el hecho de contabilizar únicamente el tiempo dedicado a la

búsqueda de alimento sin tener en cuenta el tiempo de procesamiento del mismo, el

cuidado del hogar, la búsqueda de agua y leña, etc. con lo que las horas de trabajo

aumentarían. Sin embargo, debemos señalar que algunas de esas actividades se

realizan al mismo tiempo; los niños suelen acompañar a las mujeres en sus

expediciones de recolección, su cuidado por lo tanto no suma en este caso horas de

trabajo. Por otro lado no son las mismas personas las que hacen todo. Aun así el

tiempo de trabajo continúa siendo menor que entre agricultores y que en la sociedad

industrial.

¿A quiénes pertenecen las armas con que se cazan los animales, las flechas, las

redes, las canoas, etc., entre los cazadores recolectores? Es decir los que podríamos

llamar bienes de capital, aquellos que se utilizan para producir otros bienes; no con la

finalidad de generar ganancia, como en nuestra sociedad capitalista, sino para cubrir

las necesidades de subsistencia del grupo. En general estas herramientas pertenecen

a los individuos pero suelen compartirse sin restricciones. Por otro lado no existe un

acceso diferenciado a los bienes de capital; ya dijimos que la tecnología es sencilla y

está al alcance de cualquier adulto, nadie se ve privado a su vez de los medios para

producir artículos manufacturados; lo que ayudaría a explicar, junto a las necesidades

impuestas por la movilidad, el desapego que suelen manifestar respecto de éstos.

En cuanto al uso de la tierra, la propiedad familiar o incluso individual no es extraña

entre los “cazadores recolectores complejos”. En las sociedades de bandas más

igualitarias las formas de propiedad o tenencia de la tierra asumen gran variedad

aunque siempre es colectiva y se suele utilizar el concepto de “territorialidad” más que

el de propiedad. Cada banda ona de Tierra del Fuego tenia su propio territorio

“debiendo los demás solicitar permiso para atravesarlo o cazar en él” (Magrassi,

1989). Las bandas de los sirionos, en cambio, que mantienen entre sí una separación

de 8-10 días de viaje, no ocupan territorios claramente delimitados, pero cuando los

miembros de una banda se cruzan con el rastro de otra, se alejan en la dirección

opuesta.

El grado de “territorialidad” es decir el grado hasta el cual la banda se preocupa por

proteger su espacio y excluir a los extraños es muy variable y se suele vincular con

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consideraciones económicas, se produce “cuando los beneficios del acceso exclusivo

son superiores a los costos de la defensa” (Cashdan, 1991).

Más allá de los aspectos ambientales y recursos económicos, debemos señalar que al

momento de considerar la “territorialidad” y su explotación entre los cazadores

recolectores, también es preciso tener en cuenta los aspectos culturales. En muchas

ocasiones un recurso existente en una zona determinada no es explotado por la banda

que la habita; por ejemplo, un animal que no pueda ser cazado y consumido por

considerárselo sagrado. El espacio, en muchas de estas sociedades, no sólo es un

espacio “explotado”, es un espacio “vivido”. En algunos lugares del Chaco, donde la

abundancia de recursos hace innecesaria la competencia y donde bandas de

diferentes etnias suelen compartir terrenos de caza y recolección; los abipones

poseían un territorio exclusivo donde las diversas bandas iban a depositar a sus

muertos.

Aunque hemos señalado el mayor peso de los frutos de la recolección en muchos

casos, la dieta variará según la oferta de recursos, formas de movilidad, consideración

de la energía empleada para obtener un tipo de alimento, etc. Se sabe que los

cazadores recolectores son muy selectivos en cuanto a su alimentación, lo que

Cashdan (1991) atribuye a consideraciones económicas del tipo costo-beneficios. Sin

embargo no deben soslayarse al momento de explicar esta selectividad las razones

culturales; los zaparos de Ecuador prefieren no invertir tiempo en la caza de tapires

(animales mansos que podrían proveerlos de gran cantidad de buena carne) porque

consideran que su ingesta los haría pesados como ese animal, restándoles agilidad;

los abipones, por el contrario, emprenden solos o en grupo la riesgosa caza del jaguar

cuya carne no aprecian especialmente por su sabor pero consumen al igual que su

sangre, en la creencia que adquirirán el coraje y la fuerza de ese animal.

¿A quienes pertenecen los alimentos obtenidos y como se reparten? Aunque la

repartición de los alimentos sigue reglas muy variables; en cuanto a quiénes son los

que efectúan el reparto (el que primero hirió al animal, el que lo mató, el dueño de la

flecha, alguna/s de las mujeres de la banda, etc.) y quiénes se benefician del mismo

(los que participaron en la cacería, la familia del cazador, la banda entera) nunca el

productor se queda con todo el producto para sí mismo. Entre los mocovíes el primero

en herir al animal tiene derecho a elegir, pero sólo una parte; el aleuta de Alaska que

hiere a una ballena con su arpón, en cambio, se aislara tres días sin comer ni beber;

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un siriono nunca debe comer la carne del animal que ha matado porque su especie

no volvería para ser cazada…

¿Por qué un cazador exitoso estaría dispuesto a compartir lo que consigue? Se

pregunta Cashdan. Esto ¿le permite acumular prestigio, como sostienen algunos

autores? Sobre este último interrogante diremos que muchas veces no es el propio

cazador el que efectúa el reparto.

“El compartir es más una necesidad y un deber que una ofrenda sin intereses”

responde la autora citada. Esto se refiere efectivamente a la “reciprocidad”, rasgo

general en estas sociedades; “es necesario cumplir las reglas de la reciprocidad si no

se quiere quedar fuera de reparticiones posteriores” (Cashdan, 1991).

Sahlins reconoce tres tipos de reciprocidad y todas implican intercambio. La

reciprocidad generalizada, que sería el extremo de la solidaridad –y puede aparecer

en descripciones etnográficas como hospitalidad, o cumplimiento de reglas del

parentesco –es la que organiza la distribución de los bienes en las sociedades

cazadoras recolectoras. Sin embargo, existen otros aspectos de la economía de estos

grupos en los que el intercambio no esta presente. Se trata de lo que algunos

especialistas en sociedades indígenas de Norteamérica llaman “el compartir”; una

forma de distribución económica que no implica reciprocidad ni intercambio, ya que

consiste en el suministro de bienes sin que esto suponga una devolución futura. Los

inuit, por ejemplo, empleaban el término “pigziag” para referirse al compartir bienes

sin expectativas de reintegro, y la palabra “aiccuq” equiparable a la reciprocidad.

La resistencia de los cazadores recolectores frente a la expansión europea y los

intentos de imposición de formas forzadas de trabajo

Cuando a partir del siglo XV Portugal y España primero, Holanda, Francia e Inglaterra

después, iniciaron su expansión ultramarina, entraron en contacto con numerosas

sociedades cazadoras recolectoras distribuidas en amplias regiones del planeta. El

contacto con Europa fue modificando a esas sociedades de diversas maneras.

En América los españoles y portugueses necesitaron ampliamente de la fuerza de

trabajo indígena para sus economías minera y de plantación. Fuera del área andina,

en regiones habitadas por tribus de horticultores y sociedades cazadoras recolectoras

los españoles implementaron fundamentalmente el sistema de encomiendas.

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La institución de la encomienda tiene su antecedente en una orden dada por Isabel La

Católica en 1503, en la que se establecía la posibilidad de entregar un determinado

número de indígenas a los españoles. Los argumentos para esto fueron la ociosidad y

los vicios de aquellos, entre otros, y la legislación reglamentaba las obligaciones de los

encomendados (prestar servicios o tributo) y del encomendero (evangelizarlos, darles

vivienda, tiempo de trabajo y de descanso).

Como expresa Salinas (2010), “El español, tras su llegada, tardó poco tiempo en

percatarse de las necesidades de mano de obra, de esta manera el indígena fue

insertado en un sistema de servidumbre que fue asumiendo características

particulares en los diversos territorios americanos, adecuándose a la realidad

geográfica, económica y social de cada lugar en donde se puso en práctica”.

En este sentido, por ejemplo, la encomienda de tributos fue más fácil de obtener en

áreas en las que ya existía, las de las “altas culturas precolombinas” que tenían

sistemas de tributos y acumulación de excedentes. En las restantes regiones -

ocupadas por sociedades de horticultores o de cazadores recolectores-, se

implementó principalmente la encomienda de servicios que permaneció durante gran

parte del período colonial. Esta consistió en el servicio personal de los indígenas, es

decir la utilización de su fuerza de trabajo según los fines del encomendero. En los

hechos significó un tipo de trabajo compulsivo sin retribución de jornales, bajo la forma

de diferentes y variadas prestaciones de servicio; realización de manufacturas textiles,

trabajos agrícolas y ganaderos, en las minas, como cargadores, etc.

En regiones donde los españoles hallaron sociedades cazadoras recolectoras

organizadas en bandas y con utilización inmediata de los recursos, se produjo la

mayor resistencia a la conquista y al sistema de encomiendas; por ejemplo algunos

grupos del norte de México, o de la región chaqueña; donde las expediciones

españolas tuvieron entre sus objetivos la captura de indígenas como esclavos,

esclavitud que fue más o menos enmascarada bajo diversas formas. Las huidas de

estos “esclavos” y el retorno a sus territorios y a su vida de cazadores recolectores

fueron muy frecuentes y agudizaron la resistencia dando lugar al surgimiento de

fronteras de guerra frente a los conquistadores europeos. La región del Chaco no pudo

ser conquistada por los españoles y sólo fue ocupada militarmente por el Estado

Argentino a comienzos del siglo XX; los botocudos del Brasil frenaron la expansión

luso-brasileña hacia el oeste hasta la misma época, etc.

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Botocudos de Brasil, cazadores recolectores en el momento del contacto con la sociedad brasilera 1909.

Los cazadores recolectores frente a la expansión del capitalismo en el siglo XIX

Con la formación de los Estados nacionales a partir del siglo XIX y su incorporación al

mercado mundial, avanzar sobre regiones donde permanecían pueblos cazadores

recolectores que habían resistido a la conquista europea fue un imperativo. En

general, en esta etapa interesaban más los recursos y las tierras de esos pueblos que

su fuerza de trabajo. En Estados Unidos por ejemplo muchos pueblos fueron

reducidos en pequeños espacios, las “reservaciones”, donde se intentó con poco éxito

convertirlos en agricultores. También fracasaron los intentos de hacer adoptar la

agricultura a los pueblos del Chaco en sus “reducciones” (abipones y mocovíes). La

necesidad de tierras y recursos en función de las demandas del mercado mundial

produjo en algunos lugares verdaderas campañas de exterminio de las poblaciones

cazadoras recolectoras, como las cacerías de onas de Tierra del Fuego con el objeto

de despejar esos territorios para la cría de ovejas.

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Cacerías de onas en Tierra del Fuego, comienzos siglo XX.

En algunos casos particulares también se requirió la fuerza de trabajo de estos grupos;

el cultivo del algodón en la región del Chaco, para el mercado mundial, a comienzos

del siglo XX hizo necesario el empleo de indígenas de manera estacional. La

movilidad de éstos y su resistencia a incorporarse al trabajo asalariado, obligó al

sostenimiento por parte del Estado Argentino de reducciones, donde se

implementaron diversas formas de coerción para utilizarlos como trabajadores; esto

generó nuevas resistencias y condujo a las matanzas de Napalpi en 1924 (mocovíes)

y Rincón Bomba en 1947 (pilagas). En la misma época la explotación del caucho en

algunas regiones de la Amazonia también implico el trabajo coercitivo y la esclavitud

(aquí implementado por particulares, no por los Estados) y muerte de miles de

indígenas cazadores recolectores.

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Indígenas cazadores recolectores esclavizados para la explotacion del caucho en al Amazonas. S. XX.

Los cazadores recolectores aislados

La mayoría de las sociedades cazadoras recolectoras actuales mantienen un contacto

directo con la economía mundial y éste adopta diversas modalidades.

Pero además sobreviven sin mantener contactos significativos con el mundo

globalizado una serie de grupos humanos conocidos como pueblos no contactados, o

con el término mas apropiado de pueblos aislados voluntariamente, sobre todo en las

zonas selváticas de Sudamérica. El Amazonas brasilero es la región del planeta que

cuenta con la mayor cantidad de esos grupos. Siempre se trata de bandas poco

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numerosas, en algunos casos remanentes de etnias casi exterminadas que se han

mantenido ocultas en la selva, como los Hi-merimá del Purus medio; en otros, de

grupos desgajados de etnias que han aceptado el contacto con la sociedad moderna,

como los Pu’ro formados por los seguidores (25 personas) del jefe Tapiete que en

1940 se separaron del resto de los kayapos.

Aunque la mayoría de estos grupos están identificados desde el punto de vista étnico y

lingüístico, de algunos sólo se conoce su existencia.

En algunos casos se trata de bandas originariamente cazadoras recolectoras, en

otros, de grupos que habiendo practicado una horticultura incipiente debieron

abandonarla, obligados a la movilidad que implica la voluntad de evitar el contacto,

como los kawahiva de Mato Grosso, que eran unos 50 hace unos años y que según la

FUNAI (organismo del gobierno brasilero encargado de las políticas en relación a las

etnias indígenas) comenzaron a evitar tener hijos, huyendo continuamente de los

explotadores de la madera.

En todos los casos se trata de grupos arrinconados por la expansión de diversos

frentes de desarrollo económico; maderero, ganadero, sojero, petrolero, etc. que

ejercen fuerte presión sobre ellos; incluso en las áreas delimitadas y protegidas por los

Estados.

Algunos de estos grupos han ofrecido una resistencia tenaz al avance de la sociedad

estatal y de las empresas; como el caso de los belicosos tagaeris del Yasuni, en

Ecuador, que se desgajaron de los demás waoranis siguiendo a su jefe Taga antes

del contacto en la década de 1960, y que adquirieron fama cuando en 1987 mataron a

lanzazos a monseñor Labaca, hecho enmarcado en una larga saga de

enfrentamientos que venían sosteniendo con empleados de las petroleras y con otras

bandas waoranis que aceptaron el contacto. Los tagaeris se negaron

persistentemente a trabajar para las petroleras y los madereros, saliendo sólo de su

aislamiento para realizar ataques, hasta su casi exterminio, producto de esos

enfrentamientos, hacia el 2010.

Otros grupos menos belicosos sólo han atinado a la huida permanente. Cuando a fines

de los 80 la FUNAI logro su primer contacto con los Piripkura “gente mariposa” de

Mato Grosso, éstos, que sumaban unas 20 personas, volvieron a internarse en la

selva y en 1998 reaparecieron dos hombres: que describieron cómo su gente había

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sido masacrada por personas blancas y cómo ellos se movían por la selva cazando,

pescando y recolectando alimentos.

Uno de los casos más dramáticos de exterminio de estas sociedades, por la presión

ejercida sobre ellas para satisfacer las necesidades del sistema capitalista, ha podido

ser constatado por la FUNAI hace unos pocos años. Se trata del llamado hombre “do

buraco” del río Tanaru, el último sobreviviente de un pueblo desconocido y que fue

llamado así por los pozos que excava para cazar animales o esconderse. Su banda

fue totalmente exterminada por los empleados de los ganaderos de la región y rechaza

totalmente todo tipo de acercamiento como los intentos de la FUNAI desde 1996 por

brindarle alguna asistencia. Caza y recolecta en un espacio actualmente protegido por

ese organismo. A fines del 2009 fue perseguido a tiros por empleados de madereros

en su reserva de monte…

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-Trujillo Montalvo, Patricio “Salvajes, civilizados y civilizadores. La amazonia

ecuatoriana: el espacio de las ilusiones”. Ed Abya Yala. 2001, Quito.

Actividades:

1- Elabora una línea de tiempo/guía cronológica con las fechas y datos que

presenta la introducción.

2- Luego de una lectura atenta del subtítulo “Los cazadores recolectores actuales

o del pasado reciente” identifica los conceptos claves del texto y elabora su

definición. Ubica en un mapa los lugares mencionados.

3- Luego de la lectura atenta del subtítulo “El trabajo entre los cazadores

recolectores” responde las preguntas que dan inicio al mismo.

4- Observa las imágenes y elabora un breve texto sobre las condiciones de

trabajo que de la observación de las mismas puedas inferir.

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El trabajo en las sociedades antiguas y las resistencias de los trabajadores

Nélida Diburzi y Diana Bianco1

¿De qué hablamos cuando hablamos de sociedades antiguas?

La palabra “antiguas” remite a antigüedad. En la tradicional periodización de los

tiempos históricos que separa Prehistoria de Historia propiamente dicha, ésta última

aparece dividida en Edad Antigua, Edad Media, Moderna y Contemporánea. Más allá

de las críticas a esta periodización, los términos se conservan en expresiones tales

como “sociedades medievales”, “sociedades modernas”, y para este caso, “sociedades

antiguas”.

En la mencionada periodización, la Edad Antigua se ubica entre el 4000 a.C. y el 476

d.C., desde los inicios de la escritura a la caída del Imperio Romano de Occidente.

Nos interesa reflexionar acerca de la cuestión de la escritura. Sabemos que no todas

las sociedades comenzaron a escribir al mismo tiempo y que las más antiguas

escrituras eran producto de grupos que monopolizaban su conocimiento, como así

también el del cálculo, el de la astronomía, entre otros.

Para los historiadores este hecho es fundamental porque al ser los testimonios

escritos producidos por las élites, reflejan sus concepciones, intereses y las

necesidades de las sociedades que empezaron a escribir.

No es casual que el arqueólogo e historiador Gordon Childe, en la lista que se conoce

con su nombre, enumere una serie de rasgos propios de la “civilización” entre los que

se encuentra la escritura2. Nos enfrentamos a un nuevo concepto: el de civilización.

¿Es lo mismo hablar de “civilización” que de “sociedades antiguas”?

1 Integrantes del Equipo Olimpíada de Historia de la República Argentina.

2 “Lista de Childe”. Ver Gordon Childe (1936): Los orígenes de la civilización, F.C.E., México, 1978. Capítulo 7: La

revolución Urbana.

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2

Desde el punto de vista temporal, las primeras sociedades “civilizadas” se

desarrollan hacia fines del IV milenio a.C.

Estas sociedades han dejado de ser

sociedades primitivas. Por sociedades

primitivas entendemos -siguiendo a Pierre

Clastres- a aquellas que no presentan la

división en dominadores y dominados, es

decir, en las que el fenómeno del poder

es inexistente.

Es importante tener en cuenta que se

trata de conceptos, que no indican que

una sociedad sea superior a otra, sino

que nos permiten diferenciarlas en sus

rasgos esenciales.

Las primeras sociedades civilizadas

que suelen también denominarse

“sociedades complejas”, “sociedades

estatales” o “estados prístinos”, nos están

planteando los cambios que implicó el

paso de sociedades primitivas a

sociedades estratificadas, con una

autoridad política permanente. La

Historia, la Sociología, la Ciencia Política, la Antropología, se han ocupado de la

explicación de estos cambios, pudiendo distinguirse posiciones evolucionistas (toda

sociedad primitiva está llamada a transformarse en civilizada) y posiciones no

evolucionistas, que sostienen que las sociedades primitivas contaban con mecanismos

para evitar la emergencia del poder y de las relaciones de dominación.

“¿Qué se entiende precisamente por

sociedad primitiva?

La respuesta la proporciona la antropología más

clásica cuando se propone determinar el ser

específico de estas sociedades, cuando quiere

indicar aquello que hace de ellas formaciones

sociales irreductibles: las sociedades primitivas son

las sociedades sin Estado, las sociedades cuyo

cuerpo no posee un órgano de poder político

separado. La presencia o ausencia del Estado sirve

de base para una primera clasificación de las

sociedades que, una vez completada, permite

ordenarlas en dos grupos: las sociedades sin Estado

y las sociedades con Estado, las sociedades

primitivas y las otras. Esto no significa, por

supuesto, que todas las sociedades con Estado sean

idénticas (...).

Todas las sociedades con Estado están divididas en

dominadores y dominados, mientras que las

sociedades sin Estado ignoran esta división (...) son

indivisas (...) carecen de un órgano de poder

separado, el poder no está separado de la sociedad.

Tomarse en serio las sociedades primitivas significa

reflexionar sobre esta proposición que, en efecto las

define perfectamente: en ellas no se puede aislar

una esfera política distinta de la esfera social.”

Pierre Clastres (1996): Investigaciones en antropología

política, Barcelona, Gedisa, 1980.

Según Colin Renfrew, es difícil definir la civilización por lo cual los antropólogos centran su atención en la

organización de una sociedad ya estratificada, con una autoridad gubernamental centralizada, en la cual el uso

legalizado de la fuerza es el elemento que sostiene la autoridad del Estado. Sociedades "de nuevo cuño en las

que el hombre vive en un medio que es casi por completo creación suya". Desde una perspectiva más simple se

plantean sociedades caracterizadas por aglomeraciones de unos 5.000 habitantes, la existencia de una lengua

escrita y centros monumentales para la celebración de ceremonias.

La civilización, sin importar cómo se la defina, no es un acontecimiento único, porque han aparecido

civilizaciones en diferentes tiempos y lugares. Otro problema es justamente el de los orígenes, en torno al cual

se sigue debatiendo.

Collin Renfrew (1984): “La aparición de la civilización”, en Arthur Cotterell, ed., Historia de las civilizaciones antiguas, Barcelona, Crítica.

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Esas disciplinas plantean también diferentes concepciones sobre el Estado en el

sentido que la institución estatal sea beneficiosa para el conjunto social (enfoque

funcionalista) o que su aparición haya implicado relaciones de explotación de las élites

sobre la mayoría de la población. Gordon Childe alude a esto con el concepto “división

social del trabajo” entre productores y no productores. Los productores son los

campesinos (enorme mayoría en las primeras “sociedades civilizadas” que han sido

sociedades agrarias) y los no productores (sacerdotes, escribas, reyes, funcionarios

del aparato estatal, guerreros) constituyentes de las élites. Esta estratificación implica

que los hombres están colocados en diversas posiciones en lo que respecta al acceso

a los bienes sociales. Uno de esos bienes sociales es el ya mencionado conocimiento

de la escritura, al que accedía una escasa minoría que lograba poder a través de ese

conocimiento.

Observamos que las primeras civilizaciones o sociedades estatales surgieron en el

Cercano Oriente asiático. Éstas serán las sociedades a las que nos referiremos y en

particular a la egipcia.

¿Qué conocen los historiadores acerca de las primeras civilizaciones? ¿Cómo lo

conocen?

Si de una sociedad no quedaran testimonios (escritos y/o arqueológicos) nada se

podrían investigar y nada sabríamos de la historia de la humanidad. Por esto es

frecuente escuchar la expresión “toda historia es historiografía”.

Las primeras civilizaciones de la historia de la humanidad fueron los sumerios en Mesopotamia (c.3000 a.C.), los egipcios del valle del Nilo (c. 3000 a.C.) y la civilización del valle del Indo (con posterioridad a c. 2700 a.C.), la civilización Shang en China (antes de 1500 a.C.) y la civilización minoica en Creta (c. 2000 a.C.), los olmecas en México (a partir de c. 1000 a.C.) y de Chavín en Perú.

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4

La reconstrucción de la historia del Cercano Oriente antiguo requiere del trabajo de

historiadores y arqueólogos, entre otros especialistas. La investigación del siglo XIX

construyó una imagen del Cercano Oriente antiguo que enfatizaba los logros de la

civilización: la escritura, las obras arquitectónicas monumentales, las ciudades.

Contribuyó a la construcción de esta imagen el hecho de la desigual conservación de

los restos. En su mayoría, se trata de sepulcros,

templos, palacios. Por eso, se conocen con mayor

grado de certeza aspectos relativos al gobierno y a

la configuración de las creencias por parte de los

sectores dominantes. Por el contrario, hay pocos

testimonios directos acerca de la vida cotidiana en

las aldeas de campesinos, así como de los grupos

nómades o seminómades (que coexistían –con

mayor o menor nivel de conflicto- con los

sedentarios o poblaciones urbanas). El acceso a

algunas informaciones sobre estos grupos es a

través de fuentes provenientes de templos y

palacios. Se trata de informaciones elaboradas por

el poder, por lo tanto, de relatos “interesados” y para

los investigadores constituye un conocimiento

indirecto de los sectores subalternos (es decir, los

que no integraban las élites) que puede contribuir a

configurar representaciones distorsionadas.

Más recientemente, la arqueología no se ha

dedicado tanto a los restos monumentales, sino a

indagar en las relaciones entre los centros urbanos y

sus entornos rurales, el aprovechamiento de los

Historia: como historiografía, es el conocimiento producido por los historiadores. historia: como desarrollo histórico, es la vida de la humanidad a través del tiempo. Por ello, suele diferenciarse Historia de historia. Y por lo tanto, la Historia

(historiografía) es el estudio de la historia.

Anverso de tablilla proto-cuneiforme sumeria. Período de Uruk IV mileno

a.C.

Jeroglíficos egipcios

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recursos y el rendimiento de las cosechas, la organización de la mano de obra, los

circuitos de intercambio, la distribución de la población. Un caso que ilustra las nuevas

tendencias en la investigación arqueológica es el de las excavaciones de Uruk y Jemdt

Nasr (Baja Mesopotamia, fines del IV milenio, inicios del III a.C.): el templo de Eanna

es importante no sólo como ejemplo de arquitectura monumental sino porque a través

de una cantidad de vestigios ha sido posible para los investigadores plantear

interrogantes acerca de la posibilidad de una temprana organización administrativa

(¿protoestado?) centrada en el templo. Cabe decir que sólo para la construcción de la

terraza de ladrillos de barro se habría necesitado que 1500 personas trabajaran

durante cinco años, diez horas por día.

¿Y quiénes eran los trabajadores? ¿Por qué trabajaban para construir estas

obras monumentales?

“¿Quién edificó Tebas, la de las siete puertas?

En los libros están escritos los nombres de los reyes.

¿Es qué fueron ellos, los que arrastraron las piedras

de la tantas veces arrasada Babilonia?

¿Quién la levantaba otras tantas?

¿En qué casa vivían los albañiles de Lima, la resplandeciente?

¿A dónde fue, la tarde en que se acabó la muralla china,

la gente que la construyó?

La gran Roma está llena de arcos de triunfo,

¿Quién los erigió? ¿Sobre quién triunfaron los césares?

Templo de Eanna

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La famosa Bizancio, ¿sólo tenía palacios para sus habitantes?

El joven Alejandro conquistó la India, ¿él solo?

César venció a los galos. Al menos tendría un cocinero a su lado.

Felipe de España lloró cuando se hundió su flota,

¿nadie más lloró en todo el país?

Cada página, una victoria.

Pero, ¿quién preparaba los banquetes?

Cada diez años un gran hombre.

Pero, ¿quién pagaba los tributos?

¡Cuántas historias!

¡Cuántas preguntas!

Bertolt Brecht, “Historias del calendario”, 1934-9

“Detrás de las pirámides de Gizah, las siringas de Tebas, las estatuas colosales, los

obeliscos y grandiosos templos que asombraron a los visitantes de Grecia y Roma del

mismo modo que asombran a los turistas actuales; detrás de las joyas delicadamente

trabajadas, los finos tejidos de hilo, el mobiliario y objetos de todas clases hoy

dispersos en múltiples colecciones por todo el mundo; detrás de la riqueza y bienestar

de sus clases altas en el hogar, sus conquistas militares, su expansión comercial, su

influencia y prestigio en el exterior, y de hecho todo el legado egipcio a la humanidad,

estuvo el sudor de la frente del campesino”3.

El campesino también trabajaba mucho antes de que surgieran esas clases altas, es

decir, cuando la sociedad era “indivisa”. Trabajaba en el seno de la organización

comunal aldeana que, probablemente no era totalmente igualitaria pero suponía que

todos los miembros de la comunidad tenían acceso directo a la tierra y a los bienes; en

esta organización regulada por las relaciones de parentesco, la práctica social de la

reciprocidad era norma y garantizaba la subsistencia de todos.

La emergencia del Estado, es decir la división de la sociedad en dominadores y

dominados, seguramente alteró la organización comunal aldeana sin hacerla

desaparecer. La forma que, con más claridad muestra la alteración es el sistema

tributario por el cual los campesinos ya no trabajaban sólo para su subsistencia y la de

su comunidad, sino que obligatoriamente debían producir más y entregar este

excedente en forma de trabajo y/o especies al Estado.

3 Roberto Caminos (1991): “El campesino” en Sergio Donadi (editor) El Hombre egipcio, Alianza Editorial, Madrid.

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En términos de Godelier4 se había conformado una “comunidad superior o unidad

agrupadora” (asimilable al concepto de Estado) que pasaba a ser explotadora de las

comunidades aldeanas. La explotación se concretaba en la centralización y

acumulación del excedente -que producían los campesinos- en manos del Estado,

personificado en el Rey o el faraón. Los campesinos quedaban sometidos a relaciones

de tributación que se hacían permanentes y coercitivas. Este sometimiento es lo que

se conoce -en términos de Marx- como “esclavitud general”, concepto diferente al de

“esclavitud” ya que, para el caso egipcio, el campesino no dejaba de ser jurídicamente

hombre libre.

Los tributos que la élite estatal extraía sistemáticamente de las comunidades, se

destinaban en parte a sostener a un cuerpo de especialistas (artesanos, sacerdotes y

funcionarios en general) a partir del cual esa élite podía encarar la construcción de

palacios, templos y tumbas monumentales, obras de riego, monopolizar los

intercambios con el exterior, fijar las creencias religiosas y las obligaciones que de ella

se derivaban, organizar un sistema administrativo –que controlaba desde la

producción hasta la distribución de los bienes- y potenciar la capacidad de hacer la

guerra.

Otra de las manifestaciones de la explotación es que las comunidades y por ende, los

individuos que las integraban, ya no accedían a la tierra (principal medio de

producción) directamente sino a través de la “comunidad superior” (propietaria de

todas las tierras).

¿Cómo eran las condiciones de trabajo y vida de los trabajadores? El caso de

los campesinos en el Egipto antiguo…

El conocimiento sobre los campesinos (y los sectores subalternos en general) es

desigual, fragmentado e indirecto -no se conoce acerca de esos trabajadores a partir

de documentos escritos producidos por ellos mismos5-. Las fuentes que permiten

reconstruir historiográficamente algunos aspectos de la vida y el trabajo de los

campesinos son testimonios escritos (textos) e iconográficos (pinturas, relieves),

conservados en tumbas o templos de los grupos dominantes, así como también

4 Maurice Godelier, Karl Marx, Friedrich Engels (1972): Sobre el modo de producción asiático, Martínez Roca,

Barcelona.

55

Recordemos que sólo unos pocos accedían al conocimiento de la escritura.

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material arqueológico (cestas, palas, arados, azadas y demás utensilios que el

labrador egipcio usaba para su trabajo en el campo). Pese a las dificultades que

supone lo anteriormente planteado, algunos historiadores han avanzado en la

investigación sobre este actor social.

¿Qué se conoce hoy sobre el trabajo del campesinado egipcio?

La mayoría de la población de Egipto en la Antigüedad era campesina, es decir se

dedicaba a las tareas agrícolas.

Los principales cultivos eran el

trigo, la cebada y el lino. El cultivo

de cereales era especialmente

importante ya que se utilizaban

para elaborar el pan y la cerveza,

componentes básicos de la dieta

egipcia. El lino proporcionaba fibra

y semillas a las que se daba

diferentes usos.

Si bien la mayoría de los trabajadores agrícolas egipcios se dedicaban a los cultivos

comerciales (cereales y lino), había también algunos que desarrollaban la viticultura, lo

que se ve reflejado en escenas de recolección

de uvas y de vendimia que aparecen

representadas en diferentes murales funerarios.

Por otra parte, había campesinos que

combinaban las tareas agrícolas con otras

labores que le permitían ganarse el sustento,

como por ejemplo: la pesca y la caza. Y

también estaban quienes se dedicaban a la cría

de ganado en zonas de pantanos, llevando

adelante una vida solitaria y terriblemente

escasa de recursos.

El trabajo del campesino en Egipto estaba determinado por un factor geográfico

esencial: la crecida anual del río Nilo, que regaba y fertilizaba las tierras inundadas,

retirándose luego. Este fenómeno ocurría con predecible regularidad, año tras año,

siempre en la misma época. Pero lo que variaba era el volumen de la crecida, es decir

Producción de lino

Cultivo de uvas

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la altura que alcanzaba la inundación. Poca o demasiada agua perjudicaba al

campesino e implicaba un mal año para toda la región.

Una vez que retrocedía la crecida, los

campesinos se abocaban a una serie de

tareas: primero, la reparación de canales,

diques y compuertas dañados o

arrastrados por el agua (para garantizar

el funcionamiento del sistema de regadío

artificial). Luego, venía el arado de la

tierra, que -generalmente- incluía

distintas labores, las cuales eran

realizadas por varios campesinos:

algunos hombres preparaban la tierra para la siembra; otro/s araba/n (con una bolsa o

cesta colgada del hombro, de la que sacaba semillas que esparcía por el suelo

húmedo); otro guiaba a los bueyes (que tiraban el arado -en otros casos esa

herramienta era trasladada por hombres y no por

animales de tiro-); otros llevaban ovejas o cabras a

los campos recién sembrados para que pisaran y

hundieran las semillas.

Las zonas más alejadas del Nilo necesitaban más

riego artificial a medida que el suelo se secaba. El

sistema de acequias o canales construidos exigía a

los campesinos un trabajo duro y constante; sobre

todo en suelos más elevados a los que no fluía

libremente el agua. Ésta se hacía llegar

manualmente, pues no existían aún artefactos

mecánicos que lo hicieran.

Mientras lo cultivado crecía, los campesinos debían

hacer frente a diferentes factores que ponían en

riesgo su producción: insectos, entrada de ganado procedente de otros campos, entre

otros. Para prevenir esto último, el campesino junto a otros compañeros y niños

vigilaban; para enfrentar la amenaza de aves, se distribuían por los campos y

buscaban espantarlas con gritos, hondas, palos y trapos.

El “shaduf” estaba formado por dos pilares de unos dos metros cada uno, unidos cerca de su extremo de madera más alto por una viga de madera. Sobre ésta, se colgaba una larga cuerda con un recipiente para el agua en un extremo y en el otro, un terrón de arcilla grande que hacía de contrapeso.”…tirar del recipiente, levantarlo y vaciarlo una y otra vez durante todo el día, todos los días, hundido hasta los tobillos en el fango de la orilla y cubierto de salpicaduras de barro, constituía un trabajo penoso, malsano.” Roberto Caminos (1991): “El campesino” en Sergio Donadi (editor) El Hombre egipcio, Alianza Editorial, Madrid.

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Luego llegaba el arduo trabajo de la

cosecha, que también implicaba varias

tareas, las cuales eran realizadas por

distintas personas. Por un lado, el

“segador” que cortaba los tallos y los

dejaba en el suelo. Detrás iban los

“espigadores” que, según las

representaciones observables

encontradas en diferentes tumbas,

eran mujeres y niños. Ellos iban

recogiendo el cereal ya cortado y lo llevaban a un lugar dentro del campo en el que se

colocaba en sacos, cestos o grandes redes.

La producción cosechada era trasladada inmediatamente a la “era”, lugar cercano a la

aldea donde se desparramaban los cereales, y se los pisaba con bueyes o asnos o se

los batía con horcas y azotes con el

objetivo de separar el grano de la

cáscara. Después de esto venía el

momento del “aventamiento”, que

consistía en lanzar la mies pisada

al aire con ayuda de palas de

madera, para que el grano cayera

al suelo separándose de la paja

que era arrastrada por el viento.

Antes de que la producción se

almacenara en el granero, se hacía presente la figura del escriba (funcionario estatal)6

que tomaba nota exacta de la cantidad de cereales obtenida en la cosecha y

determinaba finalmente el tributo que el campesino debía pagar a aquel que fuera

dueño de los campos: la corona, una institución religiosa o algún terrateniente.

Muchas veces ocurría que el campesino no podía hacer frente a sus obligaciones

tributarias, por lo cual era duramente castigado. Caminos7 plantea que “los

recaudadores maltrataban con saña al campesino moroso. Le vapuleaban, le ataban y

le lanzaban al agua; incluso su familia era víctima de su brutalidad.”

6 Cabe aclarar que previamente a la cosecha, los escribas, acompañados de otros “especialistas” recorrían los campos,

midiendo y calculando la producción, sobre esta base se determinaban los tributos que debía pagar el campesino. 7 Roberto Caminos (1991): “El campesino”. Op.Cit.

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11

Por otro lado, además del pago de los impuestos con parte de la producción, los

campesinos (y trabajadores en general) debían prestar un servicio obligatorio y

gratuito al Estado; podían ser reclutados en cualquier momento para realizar tareas

concretas, tales como: construcción y conservación de caminos, obras de riego,

grandes edificios, templos o pirámides, servicio de armas, trabajo en minas y canteras.

En este contexto, las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores agrícolas

eran muy duras. Los campesinos, con suerte obtenían lo necesario para subsistir. La

alimentación generalmente era deficiente; las condiciones de higiene, mínimas -siendo

así “presa fácil” de las enfermedades- y la incertidumbre se tornaba una constante.

¿Por qué aceptar la dominación? ¿Consentimiento o resistencias de los

trabajadores?

Godelier, en un trabajo8 que ayuda a pensar por qué podrían -en particular los

trabajadores- aceptar las durísimas

condiciones de vida y las relaciones de

dominación y el poder estatal en general,

plantea dos componentes de estas

relaciones sociales: la violencia

(represión) y el consentimiento de los

dominados (que considera más decisivo

para el mantenimiento de dichas

relaciones). Para ello -nos dice- es

necesario compartir representaciones del

orden social y cósmico (orden divino,

orden del universo). La dominación

aparece como legítima si se presenta

como “servicio”; este servicio se expresa

en la buena administración del territorio,

las ofrendas, construcciones y el

mantenimiento del culto para garantizar

las buenas relaciones con los dioses que

8 Maurice Godelier (1980): “Procesos de la constitución de la sociedad y las bases del Estado”, en Revista Internacional

de Ciencias Sociales. Revista trimestral publicada por la Unesco, París, Vol. XXXII, Nº 4.

El intercambio de servicios. Los servicios de los dominadores en algunas fuentes. Al decir de John Wilson, el ideal del gobernante

egipcio “(…) reunía la gracia y el terror (…) El

gobierno debe ser amable, pero terrible; del mismo

modo que el Nilo es amable y terrible en su poder

efectivo.”

En el Himno a Sesostris III (Reino Medio) predomina

una representación del rey como guerrero [El que

subyuga a los países extranjeros con su corona. El

que dispara la flecha sin estirar la cuerda del arco.

Aquel cuyo terror ha dado muerte a miles de

bárbaros].

Es en las Instrucciones a Merikare el texto en el que

hallamos acabadamente la representación del rey

como buen pastor, lo que supone ser justo,

protector y clemente [Apacigua al que llora; no

oprimas a la viuda. Guárdate de castigar

equivocadamente. ¡Bien gobernada está la

humanidad, el rebaño del dios!”].

John Wilson: “Egipto”, en H. y H. A. Frankfort, J. Wilson y T. Jacobsen (1946): Mito y realidad, FCE, México, 1993.

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12

así beneficiarían a todos, la defensa ante posibles invasores y también los ataques a

otros pueblos…

También alude a los servicios que los explotados brindan a los explotadores,

diferenciando “trabajo adicional” -que existe en toda sociedad sin clases, en beneficio

de la organización comunal- de “excedente de trabajo adicional” o “sobretrabajo”. La

explotación se concreta en la apropiación del sobretrabajo por las élites y el poder

estatal; constituyendo relaciones de tributación permanentes y coercitivas a las que ya

se hizo referencia.

Godelier avanza en el planteo de las relaciones de dominación concebidas como

intercambio de servicios, lo cual las haría aceptables y explicaría el consentimiento. De

todos modos advierte que este consentimiento no se da sin contradicciones, lo cual

abre una puerta para pensar la posibilidad de resistencias.

Para el caso egipcio, Marcelo Campagno9, nos dice que el poder se aceptó en la

medida en que pudo pensarse como algo proveniente de lo sobrenatural: así los

primeros reyes habrían sido los propios dioses (a la vez que los reyes se consideraban

dioses). Por esto titula su trabajo “Reyes dioses y dioses reyes”; de este modo la

mentalidad egipcia aceptó el salto de las comunidades no estatales al Estado o

emergencia de la monarquía, borrando este salto o hiato y pensando que la monarquía

era algo “natural”, existente desde el inicio de los tiempos.

Ambos autores se basan, para estos planteos teóricos en observaciones etnográficas

de sociedades actuales y en la interpretación de fuentes escritas antiguas.

Estamos haciendo referencia a la ideología, a la religión, a las concepciones sobre el

mundo, la vida, la sociedad, que habrían hecho posible la dominación y su aceptación.

De hecho la historiografía no se ha caracterizado por enfatizar el estudio de la

contracara: las resistencias.

En contraposición con enfoques teóricos que consideran al campesinado un actor

social totalmente conservador, creemos que la resistencia estaba presente también en

estas sociedades. Porque cuando existe el fenómeno del poder y las relaciones de

dominación se hacen presentes, también lo hacen diferentes formas de resistencia, ya

sean éstas pequeñas acciones o discursos (individuales o colectivos) que quedan

9 Marcelo Campagno (1993): "Sobre reyes-dioses y dioses-reyes". Ponencia presentada en las Jornadas Interescuelas Departamentos de Historia.

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“ocultos” en la cotidianeidad de la vida de los sectores subalternos, o formas que dan

lugar a conflictos abiertos de mayores dimensiones.

Según explica el investigador Roberto Caminos, muchas de las escenas referidas al

trabajo agrícola, encontradas en paredes de templos y tumbas, se ven acompañadas

de pequeños textos que reproducen o pretenden reproducir, palabras que

intercambiaban los campesinos mientras trabajaban, órdenes y burlas, por ejemplo. En

esos diálogos, aparecen advertencias ante el control y la supervisión, quejas de los

campesinos hacia el superior (que los hace trabajar mucho y los apura; que los

controla, que no les tiene consideración…). Por ejemplo: “[Ten cuidado. El amo esta

ahí al lado y nos mira. (…) ¿Es que vamos a pasarnos todo el día cargando cebada y

escanda? (…) ¿Es que creen que somos de hierro?]”10

Caminos alude también a la situación de “anachoresis” o “secessio” -huida del campo

dejando el trabajo de la tierra, la casa y la familia-, como estrategia extrema a la que

recurrían algunos campesinos cuando las demandas tributarias excesivas, los

constantes reclutamientos obligatorios y las pésimas condiciones de vida se tornaban

insoportables.

Las resistencias en los períodos de declinación del poder monárquico o de

debilitamiento de la centralización estatal

En el caso del Antiguo Egipto a estos períodos se los denomina “Intermedios”.

Una de las posibles periodizaciones de la historia del Antiguo Egipto

Seguramente no fueron las únicas etapas en las cuales se dieron resistencias pero

especialmente son las fuentes referidas a estos períodos las que de diversos modos

10

Roberto Caminos: “ El campesino”. Op. Cit.

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han permitido a los historiadores

visualizar- aún indirectamente-

alteraciones del orden social,

ocasionadas por disputas entre sectores

de las propias élites pero también

provocadas por resistencias campesinas.

Joseph Tainter11 usa el concepto

“colapso” que pretende ser una

explicación general, aplicable a una

variedad de sociedades. Para el caso de

las civilizaciones, o sociedades complejas

de las que estamos tratando, colapsarían

cuando muestran “una pérdida rápida,

significativa de un nivel establecido de

complejidad socio política”. El colapso es un fenómeno político con consecuencias

sobre la economía, el arte, la literatura pero fundamentalmente es una cuestión en el

plano socio-político. Algunas de sus manifestaciones son: menor grado de

estratificación o diferenciación social; menor

control centralizado sobre la población;

menores logros artísticos, literarios, en

arquitectura monumental; menores

intercambios y redistribución de los recursos.

Para Egipto, Tainter plantea el colapso hacia

finales del Reino Antiguo (VI Dinastía) 2181 a

C. (Inicios del 1ª Período Intermedio). Dice el

autor: “Los registros contemporáneos son

escasos, pero los que existen indican una

ruptura del orden. Existían conflictos entre los

distritos, saqueos, matanzas, revoluciones y

anarquía social e incursiones en el Delta. Las

tumbas fueron saqueadas, las mujeres de la

realeza vestidas en harapos, los oficiales

insultados y los labradores llevaban escudos

11

Joseph Tainter (1998) The collapse of complex societies. Cambridge University Press. Cambridge.

El Primer Período Intermedio se caracterizó

por el relajamiento de la autoridad central.

Algunos textos dan cuenta de esta situación,

como las Lamentaciones de Ipuwer, en que

el protagonista responsabiliza al soberano

de la situación de anarquía y desorden; el

Diálogo del desesperado, en el que el

protagonista expone las miserias de la vida;

o la Canción del arpista, en la que

predomina un tono escéptico y hedonista

[Los dioses de otrora descansan en sus

pirámides, y también los nobles e ilustres

enterrados en sus pirámides, (…) Porque

nadie vuelve de allí, para que nos cuenten

cómo la pasan; (…) pon mirra en tu cabeza;

vístete de telas finas; (…) realiza tus cosas en

tierra y no angusties tu corazón, hasta que

llegue el día de la lamentación. (…) Pasa el

día alegre y no te canses porque mira, nadie

se lleva los bienes al partir].

Extraído de: Serrano Delgado, José Miguel (1993):

Textos para la historia antigua de Egipto, Madrid,

Cátedra.

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15

mientras cultivaban sus tierras… las hambrunas fueron recurrentes…”

Podemos pensar que este relato de Tainter toma al pie de la letra las “Lamentaciones

de Ipuwer”. Ninguna fuente dice lo que verdaderamente sucedió, de allí que los

historiadores deban proceder con extremo

cuidado y rigor profesional al interpretarlas.

Este tipo de fuentes, las “lamentaciones”

pueden ser contemporáneas o posteriores

a los períodos de descentralización y

resultan útiles para el análisis de los

mismos. Pueden ser fuentes que exageren

el “caos” al ser producidas durante

dinastías posteriores, con el propósito de

resaltar el “orden” que habrían instaurado

los nuevos reyes, es decir tener un fin

propagandístico o de exaltación de las

acciones de faraones restauradores del

orden. De todos modos, merecen

considerarse estas fuentes como

indicadoras de períodos en los que el orden

social reinante, se vio alterado o roto.

Desde la perspectiva de los trabajadores,

no es desatinado pensar que las

resistencias pueden haber aumentado o

pueden haberse expresado más

abiertamente en estos períodos.

De ahí a pensar en una total reversión del

orden social, hay una distancia que la

historiografía debe analizar.

Es más probable que la disminución del

poder central y de los poderes locales favorecieran las manifestaciones de

descontento. De todos modos el conflicto, siempre presente en las relaciones sociales,

debió haber tenido diversas manifestaciones en otras épocas.

Lamentaciones de Ipuwer [(…) Mira, las señoras nobles son ahora

espigadoras y los nobles trabajaban en el

taller…Todos estos años son de guerra civil (…)

Mira ahora, las cosas han llegado a un punto en

que el país es despojado de la realeza por unos

pocos irresponsables. Mira ahora, las cosas han

llegado a un punto en que los hombres se rebelan

contra el uraeus real, que pacificó las dos

tierras…los secretos del rey del Alto y Bajo Egipto

están descubiertos…Verdaderamente, Elefantina,

el nomo tinita y el santuario del Alto Egipto no

pagan tributos a causa de la guerra civil…. En

realidad hoy nadie navega hasta Biblos. ¿De dónde

obtendremos cedro para nuestras momias? (…)

Verdaderamente las oficinas públicas están

abiertas y se leen sus documentos… Mira ahora, se

ha hecho algo que no había ocurrido en mucho

tiempo, el rey ha sido robado por mendigos. Mira,

el que fue enterrado como un halcón divino, está

ahora sobre su sencillo féretro; lo que la pirámide

escondía ha sido robado…

(…) los nomos están destruidos, bárbaros de afuera

han venido a Egipto… Los extranjeros son ahora el

pueblo en todo el país…”

Ipuwer (digiriéndose al faraón)

Autoridad, percepción y justicia están en ti, pero es

la confusión lo que esparces por el país, junto con

el estruendo de la lucha. Mira, el uno acomete al

otro… ¿Es que el pastor ama la muerte? Esto

significa en realidad que has actuado para producir

semejante situación y has hablado con mentira.]

Extraído de: Serrano Delgado, José Miguel (1993): Textos

para la historia antigua de Egipto, Madrid, Cátedra.

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16

Barry Kemp12 refiriéndose a la etapa del Imperio Nuevo, menciona que lo que

amenazaba al poder faraónico no eran las protestas populares ya que cuanto más se

daban por los impuestos o por tardanza en la entrega de las raciones; y agrega que

las mayores amenazas provenían de los allegados, que estaban “dentro de la pompa”,

ayudaban a organizarla y eran a los que menos ésta impresionaba.

Interesa plantearnos: si por pompa entendemos ceremonias, rituales, grandes fiestas

religiosas, que demandaban enorme consumo de excedentes para la glorificación de

dioses y reyes, esta “pompa”, a los que “impresionaba”, es decir convencía del poder

de dioses y reyes, era a los sectores subalternos; ésta era la función de las obras

monumentales y celebraciones grandiosas (aunque la historiografía no sepa hasta qué

punto los “impresionaba”, seguramente actuaba como refuerzo del poder de los

dominadores).

Sabemos de las enormes riquezas de los templos que eran centros religiosos y

económicos, con sus tierras (entregadas por el faraón como ofrenda a los dioses) sus

trabajadores, sus rebaños, sus derechos de pesca y caza, sus talleres, sus propios

barcos mercantes, viñedos y multitud de bienes fruto de obsequios reales en metales

preciosos, muchos provenientes del botín de guerras ganadas pero también de la

extracción de excedentes de la población egipcia. Sabemos o podemos imaginar lo

que significó el hasta hoy admirado Valle de los Reyes, lo impresionante de los

palacios, residencia del rey o personajes importantes, también ellos con sus tierras y

su personal- mano de obra- para mantenerlos abastecidos.

Baste mencionar que Amenofis IV hizo construir una nueva ciudad, el Amarna como

centro político- religioso y para gloria del dios Atón, con todo lo que esto significa. O

que durante la misma dinastía XVIII se evacuó a la población para la construcción de

los monumentales templos a Amón, en Karnak por ejemplo, provocando una completa

remodelación urbanística.

Lo antes mencionado nos hace pensar en la magnitud del esfuerzo humano,

especialmente de los trabajadores, y la inconmensurable extracción de excedentes

que todo esto produjo.

12

Barry Kemp (1996): El antiguo Egipto. Anatomía de una civilización, Crítica, Barcelona.

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17

Aunque Kemp afirme que el Estado daba trabajo y no lo robaba (refiriéndose al

sistema de raciones que mantenía especialmente a los “obreros” de las aldeas que

trabajaban para el templo o para el

palacio), la redistribución por medio de las

raciones exigía una previa concentración

de excedentes. Indudablemente, fruto del

trabajo de los sectores subalternos

egipcios y de los pueblos dominados que

tributaban al Egipto imperial.

La administración de las raciones se

hallaba en el centro mismo del sistema -

en el cual el papel del escriba era

fundamental-; se “pagaba” a la gente en

especies, con productos básicos. Para la

época del Reino Antiguo, el “salario”

(término que utiliza Kemp) o la ración

base mínima diaria, consistía en diez

hogazas de pan y una medida de

cerveza. Se creía que esta ración era la

adecuada para un trabajador corriente.

Por medio del reclutamiento forzoso el

Estado tendía temporalmente sus redes

sobre una fuerza de trabajo más

numerosa de la que ya disponía de forma

regular (sus “empleados” con dedicación parcial o exclusiva). Había quien intentaba

escaparse y entonces el Estado mostraba su mano represora. Un documento clave de

finales del Reino Medio, un registro de la cárcel, nos permite vislumbrar la suerte de

aquellos que decidían no “cooperar”.

La movilización de recursos humanos cuando se trataba de un proyecto de

envergadura era impresionante. Nadie sabe cuánta gente estuvo empleada, por

ejemplo, en la construcción de las grandes pirámides. A Heródoto le dijeron que fueron

100.000 personas, pero debió ser una conjetura de su guía. Sin duda, fue un número

mayor y ello introduce otra cuestión que ha de resolver el arqueólogo: ¿dónde se les

albergaba?; probablemente en la llanura, a un nivel tan profundamente enterrado hoy

día que es inaccesible. Pero también es posible que los campamentos o aldeas de

En cuanto a las nuevas orientaciones de la

investigación arqueológica en Egipto, Barry Kemp,

nos ofrece un amplio panorama. El planteo de lo

que este autor denomina ideal de

superabundancia (en relación con la capacidad, por

parte del Estado, de almacenamiento de

excedentes) se ve corroborado, en parte, a través

del análisis del Rameseum, templo funerario de

Ramsés II en Tebas (Imperio Nuevo).

“Para dar una idea al lector de la enorme

concentración de cereales que podía guardar unos

de los grandes templos, se ha calculado la

capacidad total de las cámaras en donde

posiblemente se almacenaba grano (…) Cuando

traducimos a las antiguas medidas egipcias,

asciende a 226.328 kahr (o ‘sacos’). Partiendo de

una ración media de 66 kahr anuales de escanda y

cebada para la familia de un obrero (corroborado

en los registros del Imperio Nuevo procedentes de

Deir el-Madina), los graneros del Rameseo, si es

que alguna vez llegaron a su capacidad, habrían

sustentado a unas 3.400 familias durante un año,

es decir, de 17.000 a 20.000 personas, la población

de una ciudad mediana (…).[el autor concluye que]

(..) la capacidad de almacenamiento está bastante

por encima de las necesidades inmediatas de la

población residente que dependía de ellos. En

períodos de estabilidad interna, la economía de la

época faraónica operaba a un nivel más alto que el

de la subsistencia.”

Barry Kemp (1996): El antiguo Egipto. Anatomía de una

civilización, Crítica, Barcelona.

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18

“obreros” estuviesen en la misma meseta. Un emplazamiento se localizó al oeste de la

pirámide de Kefrén. En las memorias de la excavación realizadas en el siglo XX, Petrie

describe los restos del campamento y calculó que debía albergar a unos 4.000

hombres. Existen algunas controversias en cuanto a la interpretación de estos restos

como campamentos. Probablemente no toda la mano de obra se alojaba en

“barracones”, puede que algunas cuadrillas acamparan o vivieran en el lugar de

construcción.

A modo de cierre…

1) Te proponemos que cierres este artículo reflexionando sobre la siguiente pregunta:

¿Egipto, don del Nilo?

Después de haber leído el tema cuyo centro es el trabajo y los trabajadores egipcios,

respondé: ¿estás de acuerdo con que la civilización antigua egipcia fue fruto del Nilo y

sus inundaciones, dada la extrema aridez de la región? Te solicitamos escribir un

breve texto fundamentando tu respuesta.

2) Te invitamos a leer atentamente un fragmento de la fuente denominada “Sátira de

los oficios”, escrito que data del período del Imperio Medio. En este texto, un tal Duaf o

Duaf-Jety, que acompaña a la capital a su hijo –quien va a ingresar a la escuela

estatal de escribas-, le va describiendo durante el viaje las condiciones de trabajo y

vida de aquellos que se dedican a diferentes tareas.

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Respondé:

a) ¿Cuál es la situación del campesino según la fuente?

b) ¿Qué objetivo te parece persigue Duaf-Jety al hacer esa descripción a su hijo?

c) ¿Con qué otras características de la sociedad y economía del Egipto antiguo -

desarrolladas en el artículo- puede relacionarse la fuente?

3) Te proponemos que completes todo aspecto que te haya interesado o sobre el que

consideres que te hace falta más información, consultando Manuales, páginas en

Internet, viendo videos del canal Encuentro u otro canal educativo.

“El campesino pasa todo el día lamentándose, Su voz es ronca como el graznido de un cuervo. Sus dedos y brazos supuran y hieden en exceso. Está agotado de estar en el fango, andrajos y harapos son sus ropas. Está tan bien como quien se halla entre leones: enfermo, se ha de tumbar en el pantanoso suelo. Cuando abandona el campo y llega a su casa ya anochecido, Está completamente exhausto por la marcha. (…) Sé escriba. Te librará del esfuerzo y te guardará de toda clase de trabajo. Te evitará llevar la azada y el zapapico, por lo que no tendrás que cargar con ningún cesto.(…) Déjame recordarte los apuros del campesino cuando llegan los funcionarios a averiguar el tributo sobre la cosecha, y las serpientes se han llevado la mitad del grano y el hipopótamo se ha comido el resto. Los voraces gorriones llevan la desgracia al campesino. Lo que quedaba de grano, allá en la era, ha desaparecido, los ladrones se lo han llevado. No puede pagar lo que debe por los bueyes que arrendó y que ahora están muertos por haber arado y trillado en exceso. Y es justo ahora cuando el escriba desembarca en la orilla del río para evaluar el tributo sobre la cosecha, seguido por un séquito de ayudantes que llevan bastones y nubios con varas de palmera. Dicen: ‘muéstranos el grano’. Pero nada hay que mostrar y el campesino es golpeado sin compasión. Luego lo atan y lo tiran de cabeza a un estanque, donde queda completamente empapado. Amarran a su esposa en su presencia y a sus hijos les ponen guilletes. Pero el escriba manda en todos. El que escribe no tributa. No tiene obligaciones que satisfacer. Recuérdalo bien. (…)” Extraído de: Roberto Caminos (1991): “El campesino” en Sergio Donadi (editor) El Hombre egipcio, Alianza Editorial, Madrid.

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Bibliografía de referencia:

- Amélie Kuhrt (2000): El Oriente Próximo en la Antigüedad, 1, c. 3000-330 a. C.,

Crítica, Barcelona.

- Barry Kemp (1996): El antiguo Egipto. Anatomía de una civilización, Crítica,

Barcelona.

- Collin Renfrew (1984): “La aparición de la civilización”, en Cotterell, Arthur, ed.,

Historia de las civilizaciones antiguas, Barcelona, Crítica.

- Gordon Childe (1936): Los orígenes de la civilización, F.C.E., México, 1978.

- Joseph Tainter (1998) The collapse of complex societies. Cambridge University

Press. Cambridge.

- Pierre Clastres (1996): Investigaciones en antropología política, Barcelona,

Gedisa, 1980.

- Maurice Godelier (1980): “Procesos de la constitución de la sociedad y las bases

del Estado”, en Revista Internacional de Ciencias Sociales. Revista trimestral

publicada por la Unesco, París, Vol. XXXII, Nº 4.

- Maurice Godelier, Karl Marx, Friedrich Engels (1972): Sobre el modo de

producción asiático, Martínez Roca, Barcelona.

- Marcelo Campagno (1993): "Sobre reyes-dioses y dioses-reyes". Ponencia.

- Roberto Caminos (1991): “El campesino” en Sergio Donadi (editor) El Hombre

egipcio, Alianza Editorial, Madrid.

- Serrano Delgado, José Miguel (1993): Textos para la historia antigua de Egipto,

Madrid, Cátedra.

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1

Señores y campesinos en las sociedades medievales europeas de los siglos XI al XIV.

Carlos Marcelo Andelique, Adriana Martín Aragona1

La temática de la Olimpíada de Historia de la República Argentina se centra en las

transformaciones producidas en el mundo del trabajo en las sociedades capitalistas. Pero la

sociedad, tal cual la conocemos hoy, es el resultado de un largo proceso de formación, que

algunos historiadores lo rastrean desde la crisis del sistema feudal europeo en el siglo XIV, e

incluso desde el siglo X cuando se produce la gran expansión feudal. Por esta razón,

consideramos importante estudiar las sociedades previas al capitalismo para reconocer las

diferencias y comprender el funcionamiento de un sistema social, en cuyo seno se encontraban

los gérmenes que dieron origen al sistema capitalista.

Estas sociedades, previas al capitalismo, conceptualizadas como pre-capitalistas o

preindustriales han sido muy complejas en su funcionamiento y han presentado múltiples

características según las regiones y períodos históricos. A su vez, su estudio ha generado

profundos debates dentro del campo de las ciencias sociales.

Por lo tanto, dado que es un período de la historia muy extenso y complejo, no

abordaremos aspectos muy importantes como el poder central de la Iglesia, las características

que asume el Estado, el papel de la guerra, el desarrollo de las ciudades, la relación ciudad-

campo, la producción artesanal, la expansión del comercio, el crecimiento de las manufacturas,

etc.

En este trabajo el análisis estará centrado fundamentalmente en la relación señor-

campesino, en las formas que adquirieron la producción y el trabajo y en las luchas que se

entablaron entre estas clases sociales en el modo de producción feudal que se consolidó en

Europa entre los siglos XI y XIV.

1Integrantes del Equipo Organizador de la Olimpíada de Historia de la República Argentina.

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Estos procesos históricos se desarrollaron en lo que tradicionalmente se conoce como

Edad Media. Ahora bien, ¿qué entendemos por Edad Media? ¿Qué representaciones se han

construido sobre ella?...

La Edad Media: ¿un paréntesis oscuro de la historia?

“La edad media no es ni el hoyo negro de la historia occidental, ni el paraíso perdido. Hay que renunciar

al mito tenebroso tanto como al cuento de hadas”. Jérome Baschet.

En general, la Edad Media designa el largo milenio que va entre la caída del Imperio

Romano de Occidente en el año 476 (siglo V) y la caída de Constantinopla en poder de los

turcos en 1453 (siglo XV). La idea de “Media” parece designar un lugar que no tendría

características propias y dignas de ser destacadas. Un paréntesis negativo, un espacio

temporal que estaría en el medio, entre dos épocas resplandecientes: la Edad Antigua y la

Edad Moderna. Esta representación sobre la Edad Media es una

construcción historiográfica que comenzó a gestarse entre los

humanistas italianos del siglo XV y que se generalizó en el siglo

XVIII para exaltar los grandes logros de la expansión capitalista y

de la burguesía. Desde esta perspectiva estos diez siglos de

historia aparecen como lo contrario de lo moderno, asociados con

la barbarie, el oscurantismo, el estancamiento económico y el

desorden político.

Sin embargo las investigaciones históricas posteriores han

revelado que durante la Edad Media existieron sociedades

dinámicas cuyas características específicas merecen ser

estudiadas en profundidad. Para explicar su funcionamiento se

suele utilizar el concepto de feudalismo. Pero, ¿el feudalismo se

desarrolló durante toda la Edad Media? ¿Persisten las relaciones

feudales en la Edad Moderna?

Las periodizaciones: ¿dónde ubicamos temporalmente al feudalismo europeo?

Los historiadores analizan las sociedades y explican su desarrollo en el tiempo.

Observan qué aspectos de las sociedades (económico, político, social, cultural) cambian o

permanecen. Cuánto duran los cambios y permanencias. Si los cambios llevan muchos años, si

son lentos o si son rápidos, si generan rupturas…

La duración de determinadas características que permanecen les permite establecer

períodos temporales, etapas o “edades”. El final y comienzo de cada una de estas etapas o

Otro final para la Edad Media.

Algunos historiadores toman

como fecha parte aguas entre la Edad Media y la Edad

Moderna al 12 de octubre de 1492, en tanto estaría

marcando la incorporación del territorio americano al

circuito comercial europeo, iniciando con ello la

conformación del mercado mundial capitalista. Esto nos permite ver cómo los recortes

temporales que establecen los historiadores resultan arbitrarios. En el apartado sobre las periodizaciones

ampliamos estas ideas que

esbozamos aquí.

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3

períodos está marcado por un acontecimiento o un proceso histórico que se considera

relevante y que indicaría un cambio profundo de las sociedades.

Además, los historiadores construyen períodos históricos teniendo en cuenta

determinadas ideas o teorías. De esta manera se generan múltiples periodizaciones de

acuerdo a lo que les interesa investigar y a la perspectiva que sostienen. Por eso, son relativas

y arbitrarias. A continuación te invitamos a estudiar diferentes

periodizaciones de la historia europea para que puedas

ubicar temporalmente el desarrollo del feudalismo.

- La periodización más difundida.

Tradicionalmente algunos historiadores occidentales

han dividido la historia de la humanidad en grandes edades.

Cada una de estas “edades” representa una etapa histórica

que se diferencia de las otras por las características que

asumen: Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna y Edad

Contemporánea.

- La periodización que propone una larga Edad Media.

La propuesta del historiador Jacques Le Goff rompe con los marcos convencionales

entre Edad Media y Edad Moderna, ya que propone una larga Edad Media de los siglos IV al

XVIII, es decir, entre el final del Imperio Romano y la Revolución Industrial. Con esta

periodización coinciden otros historiadores que ponen el acento en aquellos aspectos que

permanecen en el tiempo sin desconocer las transformaciones que durante estos quince siglos

se producen. Por ejemplo algunas continuidades importantes son la relación señor-campesino,

el dominio económico y político de la aristocracia, la producción agraria como la actividad más

importante del período, el papel central de la Iglesia, etc.

Es decir, como señala Baschet, “…la larga Edad Media asimilada al feudalismo, se

escalona entre una Antigüedad esclavista y las primicias de la Revolución Industrial y el modo

de producción capitalista (…) la larga Edad Media ha de considerarse como un universo

opuesto al nuestro: mundo de la tradición anterior a la modernidad, mundo rural anterior a la

industrialización, mundo de la iglesia todopoderosa anterior a la laicización, mundo de la

fragmentación feudal anterior al triunfo del Estado, mundo de las dependencias interpersonales

anteriores al salariado.” 2

- Una periodización que reconoce transiciones históricas.

2 BASCHET, Jerome – La civilización feudal. Europa del año mil a la colonización de América. Ed. FCE, México,

2000. Pág. 42

La periodización tradicional

que comienza a gestarse en el siglo XV y se generaliza en el siglo XIX, ha sido cuestionada

por su perspectiva eurocéntrica, ya que las

edades se aplican a la historia de las sociedades de todo el

mundo, cuando es una construcción que tiene en cuenta exclusivamente los

acontecimientos y procesos históricos vinculados a

Europa.

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El historiador Eric Hobsbawm plantea diferentes estadios del desarrollo social y

económico previos al capitalismo donde se reconocen algunas transiciones.

Una etapa de transición entre las formaciones sociales esclavistas y las formaciones

sociales feudales entre los siglos V (caída del imperio romano de occidente) y el siglo X. Este

período se caracteriza por la desestructuración del sistema esclavista y la conformación

paulatina de relaciones feudales.

Una etapa de desarrollo económico rápido, de

expansión agrícola, revitalización de las ciudades, crecimiento

de la población y desarrollo comercial. Es el período donde se

consolida el feudalismo como modo de producción en Europa

occidental y se extiende desde el año 1000 (siglo XI)

aproximadamente hasta comienzos del siglo XIV donde se

produce la crisis feudal.

Una gran crisis feudal caracterizada por el declive de la

producción agrícola y el comercio y el descenso demográfico a causa del hambre y las

epidemias. Esta etapa de crisis abarca desde el siglo XIV al siglo XV.

Una etapa de transición del feudalismo al capitalismo entre el XIV - XV (crisis feudal) y

el siglo XVIII, cuando se produce la doble revolución: la revolución industrial inglesa (1760/1780

aprox.) y la revolución francesa (1789). Este período no es uniforme, se alternan momentos de

crecimiento y expansión económica con otros de retrocesos, donde se produce la

desestructuración del feudalismo y el surgimiento de relaciones de producción capitalistas.

- Una periodización interna de la Edad Media.

Como vimos, la Edad Media se refiere a los mil años de la historia europea que van

desde el siglo V al XV. Pero, este largo período ¿tuvo las mismas características desde que

empezó hasta que terminó? Historiadores como Jerome Baschet reconocen en esta etapa

transformaciones sociales muy importantes que indicarían que no fue un período homogéneo,

sino dinámico y cambiante. En este sentido, el autor propone una división tripartita de la Edad

Media: una Alta Edad Media (siglos V al X) de formación de relaciones feudales. Una Edad

Media Central (siglos XI a XIII), época de apogeo y de dinamismo máximo dónde se consolida

la sociedad feudal; y una Baja Edad Media (siglos XIV a XV) donde se produce la crisis feudal.

A continuación te mostramos las diversas periodizaciones a través una propuesta

gráfica a la que denominamos “mapa temporal”.

Transición.

Este concepto permite dar cuenta de períodos históricos

donde las sociedades se encuentran en proceso de

transformación. Es decir, son sociedades donde lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no

termina de morir.

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Para pensar... Observando el mapa temporal:

¿Reconocés las periodizaciones que se describen en el texto? Identificalas.

¿Cómo se visualizan gráficamente los cambios y las continuidades?

¿En qué período histórico se consolida el feudalismo?

Como vimos los historiadores periodizan el feudalismo de diversas maneras de acuerdo

a la importancia que le otorgan a los cambios o a las continuidades que se producen en las

sociedades previas al capitalismo.

Sin negar que en muchas regiones de Europa ciertas características del feudalismo

perduran más allá del final de la Edad Media e inclusive están presentes hasta el siglo XVIII, en

este trabajo nos centraremos en el período comprendido entre los siglos XI y XIV, cuando el

feudalismo se consolida como sistema social. Ahora bien, ¿qué caracteriza al feudalismo?

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3. Feudalismo: una definición posible...

“El feudalismo designa al régimen social que caracterizó, por lo menos a partir del siglo XI, al mundo

medieval y, hasta el siglo XVIII en varios aspectos, al mundo moderno”. Pierre Bonnassie.

El feudalismo era un sistema social donde las relaciones de producción fundamentales

se daban entre señores y campesinos en torno a la tierra. Los señores ejercían el poder a

través de la fuerza y se apropiaban del excedente del trabajo campesino. Este excedente era

redistribuido en el seno de la clase dominante, mediante complejas relaciones de dependencia

y gratificaciones conocidas como feudo-vasalláticas.

Vayamos por parte, ¿quiénes eran los campesinos?

4. Los dominados: hombres y mujeres que trabajaban la tierra.

Los hombres y mujeres que

trabajaban la tierra recibían diferentes

nombres según las regiones de Europa. No

obstante el término campesinos es el más

generalizado para referirse a ellos.

Cada familia campesina conformaba

una unidad de producción en el espacio

rural. Poseían el derecho de uso y ocupación

de la tierra y tenían sus propios instrumentos

de producción y trabajo. Trabajaban la

parcela de tierra que poseían para

autoabastecerse. Parte de lo producido era

consumido para subsistir y los excedentes

eran entregados al señor para cumplir con el

tributo o bien eran vendidos en los pequeños

mercados o ciudades.

El proceso de producción se

realizaba a través de una división del trabajo

según el sexo y la edad. Los hombres

organizaban el trabajo y tenían la autoridad

en la familia. Por la tanto, la mujer se

encontraba en una relación de

MEDIOS DE PRODUCCIÓN CAMPESINOS

La tierra: se podían reconocer diferentes sectores

según su función:

- tierras de producción de cereales donde se

aplicaba el sistema de rotación bienal o trienal;

- tierras de huerto para el cultivo de frutas, verduras,

legumbres;

- tierras destinadas para cultivos específicos según

la región: olivos, viñas;

- tierras de bosques donde se extraían materiales

para la construcción (maderas) o alimentos (miel);

- tierras ricas en minerales (hierro, oro, greda, barro

para alfarería).

El agua: para la pesca, para la utilización de energía

(molino de agua), para el abastecimiento de

hombres y animales.

Los instrumentos de trabajo:

- Animados: animales (buey, caballo) para el arado y

el transporte. Otras especies para el consumo

(vacunos, cerdos, aves de corral y ovejas), o para la

obtención de materias primas (lana de la oveja, por

ejemplo). Los animales también aportaban el abono

para fertilizar la tierra (estiércol o excremento).

- Inanimados: arado, carro, guadaña, hoz, hacha,

trillo. En su mayoría construido de madera y metal.

Por ejemplo, el arado de vertedera.

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subordinación. Lo producido era percibido como el

resultado del proceso de trabajo de la unidad familiar

campesina en su conjunto, y no como una

producción individual de cada uno de sus miembros.

Algunos historiadores definen a la explotación

campesina como una unidad agro-artesanal auto-

suficiente, en tanto el cultivo extensivo de cereales

se complementaba con actividad ganadera y la

producción artesanal. (Ver cuadro “Medios de producción

campesinos”).

Tanto los cereales como la carne eran

además alimentos básicos para la familia

campesina. El ganado era utilizado como fuerza de

tiro para la labranza y como abono para el suelo. Además, las tierras de pastos servían para

generar forraje que alimentaba a los animales y permitía su reproducción. Como dicen

Kuchenbuch y Michael, “Esta integración inestable de labranza y ganadería representa quizás

la combinación decisiva en el marco de la economía campesina individual”3 Es decir, hasta

tanto no apareció el motor para reemplazar al animal y los fertilizantes químicos para

reemplazar el abono orgánico proporcionado por los animales, la agricultura y la ganadería se

desarrollaron de manera conjunta. Además, vinculadas a

estas producciones aparecían otras actividades

complementarias fundamentales para la alimentación

campesina. Por ejemplo, productos de la huerta (frutas,

verduras, etc.) y ganado menor (cerdos, aves de corral,

etc.).

Las distintas unidades de producción campesina

individuales establecían diversas formas de cooperación. Es

decir, las familias campesinas colaboraban unas con otras o

realizaban de manera conjunta actividades de labranza,

siembra, cosecha, regulaban la utilización de senderos, de

caminos, la explotación de tierras comunales (utilizadas por

todos), la regulación del acceso al bosque, al agua.

De esta manera, las unidades de producción

campesina a través de los lazos de cooperación se

integraban en comunidades de campesinos o comunidades de aldea. Estos agrupamientos de

3 KUCHENBUCH, Ludolf y MICHAEL, Bernd “Estructura y dinámica del modo de producción feudal en la

Europa preindustrial” en Studia Historica – Historia Medieval, vol. IV, N°2, Salamanca, 1986. Pag. 16

ARADO DE VERTEDERA

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familias campesinas en aldeas o villas fueron una de las características más comunes en la

Europa medieval. En ellas se generaba una división del trabajo aldeana producto de la

especialización de algunos campesinos en determinadas actividades artesanales (herrería,

cervecería, horno, etc.). Sin embargo, quienes se especializaban en estas producciones

artesanales no perdían su carácter campesino.

Pero en las aldeas, entre los siglos XI y XIII, se generó un proceso de diferenciación

social entre los campesinos. Algunos pudieron prosperar porque disponían de mejores tierras y

herramientas, mientras otros no lograban producir lo mínimo para subsistir.

Ya conocimos algunas características de los campesinos, veamos ahora quiénes eran

los señores…

Para pensar…

¿Por qué eran actividades complementarias la producción ganadera y agrícola para el campesinado

durante la Edad Media?

5. Los que dominan: señores que ejercían el poder sobre la tierra y los hombres.

La clase dominante en el feudalismo es identificada por los historiadores con diferentes

nombres: señores feudales, aristocracia, nobleza. Este grupo social estaba integrado por laicos

y eclesiásticos (por ejemplo obispos de la Iglesia católica). La aristocracia se caracterizaba por

ejercer el dominio sobre los hombres, el poder sobre la tierra y la actividad guerrera. Los

vínculos de sangre determinaban, en gran medida, la pertenencia a la aristocracia feudal. Esto

significa que se heredaba la condición de noble, es decir, era noble quien nacía en una familia

noble. No obstante la condición aristocrática podía adquirirse a partir de algunos rituales, por

ejemplo, el espaldarazo. Este era un ritual que permitía transformar en caballeros a quienes

demostraban habilidades guerreras y asumían los valores del grupo.

También los miembros de la clase dominante se vinculaban entre sí a partir de

relaciones feudo-vasalláticas, a través de las cuales, un vasallo (un señor de menor poder) se

relacionaba con otro señor por medio de intercambios y compromisos asimétricos. Esto

significaba que el vasallo era el hombre del señor y se comprometía a servirlo. Este servicio

implicaba una serie de obligaciones, entre las que se destacaban las siguientes: a) participar

en las guerras llevadas a cabo por el señor; b) ayudarlo económica y financieramente; c)

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aconsejarlo. La obligación de

participar en las guerras era

fundamental, ya que de esta

manera se conformaban los

ejércitos feudales.

Pero el vasallo no era el

único que tenía obligaciones y

compromisos en esta relación, ya

que el señor, por ejemplo, debía

darle protección a su vasallo. Para

ganarse el servicio del vasallo, el

señor le concedía un feudo que,

generalmente, consistía en el

otorgamiento de un poder señorial.

En palabras de Baschet, más que

como un bien o una cosa, el feudo

debe considerarse como la

concesión de un poder señorial, que

puede apoyarse en tierras y sus

habitantes, aunque también puede

limitarse a un derecho particular; por

ejemplo, el de ejercer justicia, el de

cobrar un impuesto o un peaje4

El compromiso vasallático se llevaba a cabo a través de un ritual, en el cual se pueden

identificar tres momentos:

- el homenaje: este consistía en una acción donde el vasallo arrodillado colocaba sus manos

unidas entre las del señor y se declaraba hombre del señor;

- el juramento de fidelidad: consistía en un juramento, prestado sobre los Evangelios (Biblia),

mediado por un beso entre vasallo y señor, generalmente en la boca;

- la investidura del feudo: consistía en la entrega de un objeto simbólico (un trozo de tierra, una

rama, etc.).

De esta forma, el ritual vasallático instauraba una diferenciación entre los miembros de

la aristocracia, que en palabras de Jacques Le Goff, implicaba una “jerarquía entre iguales”.

Ahora bien, ¿cómo era la relación entre señores y campesinos?

4 BASCHET, Jerome - Op. Cit. Pág. 127-128

Castillo de Najac, Francia. Construido a finales del siglo XI.

Entre los siglos X y XII proliferan, en Europa Occidental, la

construcción de castillos (primero de madera y luego de piedra)

sobre elevaciones del terreno. Era el lugar donde vivía el señor,

sus parientes y soldados. También era un centro de explotación

rural y artesanal, centro donde se recaudaban las rentas y

donde se reunía el tribunal señorial. El castillo representaba el

poder de la aristocracia y la separaba del resto de la población.

Como señala Baschet, “…el castillo es el corazón al mismo

tiempo práctico y simbólico del poder de la aristocracia, de su

dominación sobre las tierras y sobre los hombres”1.

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Para pensar…

¿Cómo se expresaba en el espacio el poder aristocrático? ¿Por qué el historiador Jacques Le Goff

afirma que el vínculo vasallático instaura una jerarquía entre iguales?

6. Señores y campesinos: la relación de dominiun en el marco del señorío.

El señorío era la forma que adquiría la organización espacial y territorial donde los

hombres, señores y campesinos, entablaban relaciones sociales, económicas y políticas. A

través del señorío los señores se apropiaban de los excedentes generados por los hombres

sometidos a su dominio.

Pero para comprender cómo era la relación

entre señores y campesinos en el marco del

señorío, resulta importante recuperar la noción de

“dominium” o dominación feudal planteada por

Guerreau, que implica, por un lado un “dominus”

(amo, señor), y por otro, a productores ubicados en

posición de dependencia (hombres del señor,

campesinos, villanos o aldeanos). Es decir, el

término dominium hace referencia a la dominación

que ejercen los señores sobre la tierra y sobre los

hombres.

Esta relación de dominium tenía un doble

origen que se expresaba espacialmente en el

señorío. Por un lado, se basaba en la posesión de

una parte de la tierra reivindicada por el señor

(reserva señorial); por otro, en el ejercicio del

poder político sobre determinados territorios y sus habitantes (poder jurisdiccional o banal). No

obstante, como señala Baschet, “lo que caracteriza al señorío es la fusión de estos dos

elementos en una dominación única”5.

Y esto es así, porque en la Edad Media la relación con la tierra se expresaba de manera

diferente que en el capitalismo, fundado en los conceptos de propiedad y alquiler. El señor era

aquel que tenía la tierra, no porque podía exhibir un título de propiedad, sino porque era el que

5 BASCHET, Jerome – Op. Cit. Pág. 141.

EL ENCELULAMIENTO

Hasta el siglo X, las tierras estaban ocupadas por pequeños caseríos de campesinos aislados y dispersos. Sin embargo, a partir del siglo XI y XII, con la generalización del señorío, se consolidaron las aldeas y la ocupación del campo apareció más estable, con parcelas y caminos más definidos, ya que los señores tendieron a reagrupar a la población rural sobre la que ejercían el poder. A este proceso de reorganización del espacio, algunos historiadores lo han denominado “encelulamiento” e implicó el reagrupamiento de hombres y mujeres en torno a una aldea o a un castillo.

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la conservaba en sus manos y ejercía en ella la dominación sobre los dependientes

(campesinos). En cierto modo era un sistema circular: “el dominante ejerce el poder porque

tiene la tierra, pero tiene la tierra porque puede demostrar que en ella él ejerce el poder”

(Morsel)” 6.

A través de la relación de dominium los señores asumían atribuciones propias del

Estado. Durante el feudalismo, a diferencia del Estado tal como lo conocemos hoy, la autoridad

se encontraba diseminada espacialmente entre múltiples señores, que generalmente se

superponían. En palabras de Morsel esta característica se puede interpretar como un “anclaje

espacial del poder”. De este modo, los señores impartían justicia, lo que implicaba mandar y

castigar a los hombres que estaban en los territorios donde ejercían el poder. Esto les permitía

obtener ingresos (rentas) adicionales, cobrando multas, confiscaciones por cometer delitos, etc.

La capacidad de castigar se justificaba ideológicamente con la promesa de protección y le

permitía al señor obtener obediencia de los campesinos. De este modo se convertía en juez y

parte.

Para los campesinos la dominación que ejercían los señores implicaba una relación de

servilidad o servidumbre. Ésta se expresaba a través de diversas obligaciones y formas de

limitación de su libertad impuestas por medio de la fuerza o de la costumbre (derecho

consuetudinario). Estaban limitados para desplazarse de un territorio a otro o abandonar sus

tierras, no podían vender sus parcelas, no podían disponer libremente de su capacidad de

trabajo personal ni de los resultados de éste, ya que tenían que cumplir con horas de trabajo

(corveas) en las tierras del señor y entregar parte de lo producido en sus propias parcelas.

Además, los señores controlaban molinos, hornos, lagares, cervecerías. Como estos medios

de producción, más complejos, no estaban en poder de los campesinos debían pagar tributos

para utilizarlos. Sin embargo, las relaciones serviles no tuvieron las mismas características en

todas las regiones de Europa. En algunas zonas, por ejemplo, había campesinos que tenían

mayores libertades, podían vender sus tierras y sus producciones en el mercado.

6 BASCHET, Jerome – Op. Cit. Pág. 134.

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Extraído de Ahttp://yksimery.blogspot.com.ar/2013/02/4-la-vida-en-el-feudo.htm

Distribución de un feudo. Ed. Vicens Vives.

Para pensar…

¿Por qué el concepto de dominium, propuesto por Guerreau, es pertinente para analizar el vínculo entre

señores y campesinos? ¿Qué significó el encelulamiento para la vida de los campesinos?

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La dominación señorial no afectó a todos los campesinos de la misma manera. Con el

tiempo se produjo en el seno de las aldeas campesinas una creciente estratificación social:

algunos campesinos pudieron prosperar mientras otros se empobrecieron. Esta diferenciación

obedeció a múltiples causas, entre ellas se pueden reconocer: diferencias en el tamaño y

calidad de las parcelas, en el nivel de dependencia hacia el señor (mayor o menor cantidad de

rentas en función del grado de libertad o servidumbre), en las posibilidades de vender sus

productos en las ciudades vecinas, mejoras técnicas aplicadas a la producción agraria, etc.

Sin embargo, tanto campesinos prósperos como pobres se oponían estructuralmente a

los señores que vivían a costa de ellos. ¿Cómo? Resistiendo…

DIFERENTES FORMAS DE RENTA

La aristocracia obtenía sus ingresos del cobro de impuestos aplicados a la producción artesanal, a la

circulación de mercancías y dinero, al uso de los medios de producción complejos (por ejemplo molinos) y

por el ejercicio de la justicia. También obtenía ingresos a través de la guerra (botín). Sin embargo, el

ingreso principal era el que provenía del excedente generado por los campesinos y del cual se apropiaba

el señor a través de diferentes tipos de rentas, recurriendo a la violencia o amenazando con su utilización

(coacción extraeconómica, según algunos historiadores). Este excedente era el resultado del plus trabajo

campesino, es decir del trabajo que realizaban más allá de lo que necesitaban para reproducirse. A

continuación se describen las características de las rentas que eran exigidas por la aristocracia y que

coexistieron a lo largo de la Edad Media, predominando una u otra según los períodos históricos.

Renta en trabajo: los campesinos estaban obligados a cumplir horas de trabajo (corveas) en las tierras

que pertenecían directamente al señor (reserva señorial). Las corveas podían consistir en trabajar la tierra

del señor, construir caminos y castillos, reelaborar materias primas agrícolas, reparar herramientas,

pastorear animales, transportar bienes, etc. Es decir, el campesino y su familia luego de trabajar sus

parcelas de tierra destinaban otras horas para trabajar para el señor. En este caso todo el trabajo

excedente realizado en las parcelas del señor era apropiado por este. Aquí el señor controlaba todo el

proceso de trabajo, por lo tanto, la totalidad del excedente apropiado (en trabajo y producto) coincidían.

Renta en producto: parte de la producción del campesino es apropiada por el señor. Por lo tanto, en este

caso el señor no controla el proceso de trabajo. El producto era entregado en estado bruto (granos de

cereal en lugar de pan, por ejemplo). De esta forma, el señor conserva la libertad de disponer del producto

para ser reelaborado en su reserva para su consumo, vendido en el mercado o almacenado para las

épocas de escasez.

Renta en dinero: el señor obtiene dinero como renta. En este caso, el campesino debe vender su

producto previamente en el mercado para obtener el dinero que luego entregará al señor. De esta manera,

el campesino puede decidir dónde, cómo y qué excedentes han de ser vendidos.

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Para pensar…

¿Cuáles eran las bases del poder aristocrático? ¿De dónde provenían los ingresos de la clase

dominante?

7. La dominación no fue total: resistencias y luchas campesinas.

“Para los historiadores la revuelta agraria es tan inseparable del señorío como la huelga de la gran

empresa capitalista”. Marc Bloch.

La lucha de clases entre señores y

campesinos estuvo presente durante toda la Edad

Media. En este sentido la resistencia campesina fue

inseparable de la dominación feudal ya que ambas

clases sociales tenían intereses contrapuestos por

la tierra y por las rentas.

Los señores, fuesen laicos o eclesiásticos,

intentaban permanentemente acrecentar sus

ingresos que provenían del excedente generado por

el trabajo campesino. Por ejemplo establecían

nuevas obligaciones, recurrían a la violencia para

imponer aumentos de rentas y a la apropiación de

tierras comunales o disputadas. Mientras que los

campesinos procuraban asegurar lo que producían

para su subsistencia, llevando adelante diferentes

estrategias de lucha contra el avasallamiento de los

señores.

Entre las formas que adquirió la resistencia

campesina se pueden distinguir la huída o la

emigración, el incumplimiento de las corveas (renta

en trabajo), el engaño en el peso del producto o en

la medición de la tierra, la presión para obtener

reducciones directas de las rentas, la lucha por la

demarcación de las tierras de labor, de pastoreo, el

uso de los bosques y de las tierras comunales, etc.

La jacquerie francesa de 1358. “La jacquerie (francesa) de 1358, que tuvo el

carácter de una revuelta de la miseria de campesinos

empobrecidos, se caracteriza por su expansión

territorial sorprendentemente amplia en tan poco

tiempo. Las elevadas exigencias impositivas, las

grandes devastaciones de los ejércitos en la guerra

de los Cien Años y las innumerables acciones de

pillaje de los tropeles de mercenarios, habían llevado

a la desesperación a la población campesina

indefensa (…) A finales de mayo de 1358 se inició en

la región de Beauvais el levantamiento abierto,

extendiéndose rápidamente a Picardía y las regiones

vecinas. En muchos lugares los grupos de

campesinos rebeldes, que operaban

fundamentalmente de forma independiente, obligaban

a las personas indefensas a unirse a sus

destacamentos. Se despertó un fuerte odio contra la

aristocracia (...) Muchos castillos y fortalezas de la

nobleza fueron destruidos sin contemplaciones, sus

propietarios asesinados u obligados a huir. Las

ciudades permanecieron indecisas; los campesinos

rebeldes sólo recibieron pleno apoyo de unas pocas

comunas urbanas. En conjunto quedó de manifiesto el

carácter espontáneo, poco planificado de esta

revuelta que fracasó a los pocos meses a pesar de su

gran extensión”.

RÖSENER, Werner - Los campesinos en la Edad

Media, Ed. Crítica, Barcelona, 1990.

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Esta relación conflictiva entre dominantes y

dominados se mantuvo entre los siglos XII y XIII en

un equilibrio frágil. Sin embargo hubo momentos

donde la lucha fue abierta y violenta. Durante la

Baja Edad Media se produjeron revueltas

campesinas muy importantes como los

levantamientos en Flandes entre 1323 y 1328, la

jacquerie de 1358 en Francia y el levantamiento

inglés de 1381. A grandes rasgos estos

levantamientos se caracterizaron por ser

antinobiliarios, espontáneos y violentos.

Como señala Rosener, “…las revueltas y

guerras campesinas muestran con claridad que los

cambios internos de los señoríos y los esfuerzos

de los señores para ampliar servicios, rentas e

impuestos podían constituir un potencial conflictivo

que no cabía resolver con arreglos amistosos. El

abismo entre le mundo de los señores nobles y la

existencia campesina y el descontento creciente de

los campesinos dependientes con sus condiciones

de existencia se descargaron cada vez más en

forma de levantamientos, pero se expresaron

también a través de formas de protestas menos

llamativas.”7

7 RÖSENER, Werner - Los campesinos en la Edad

Media, Ed. Crítica, Barcelona, 1990.

El levantamiento inglés de 1381 “…el levantamiento inglés de 1381 estaba

mejor organizado y se dirigía hacia objetivos

precisos. El levantamiento comenzó en los

condados del sudeste de Inglaterra a fines de

mayo de 1381 y fue derrotado a fines de

junio por el rey y la nobleza. Aunque la

revuelta estalló de forma relativamente

repentina, los dirigentes de este

levantamiento popular, respaldados por una

buena parte de la población urbana, tenían

un programa minucioso y completo; una

exigencia fundamental de los campesinos

rebeldes era la abolición de la servidumbre.

La presión de los impuestos y las elevadas

cargas feudales afectaban a todo el

campesinado inglés, por lo que en las filas de

los levantiscos no sólo encontramos a los

estratos más pobres del campesinado, sino

también a muchos campesinos ricos.

Justamente el estrato superior del

campesinado, que era el mejor organizado,

tomó la dirección en la mayor parte de los

centros locales del levantamiento (…) En

conjunto el levantamiento inglés de 1381, a

pesar de su derrota, tuvo efectos positivos

para el campesinado inglés y aceleró la

liberación de la servidumbre y los vínculos

del señorío”.

RÖSENER, Werner - Los campesinos en la

Edad Media, Ed. Crítica, Barcelona, 1990.

Clase social “El término tiene múltiples acepciones. Representa una precisión mayor respecto de la definición de grupos sociales, al relacionarse con la distribución desigual de la riqueza y el poder. Las clases sociales pueden definirse según su nivel de riqueza (clases ricas/clases pobres), su inserción en las relaciones de producción (clases propietarias/clases trabajadoras, o clases explotadoras/clases explotadas) o su vinculación con el poder (clases dominantes/clases dominadas, o clases hegemónicas/clases subalternas). (…) Si “clase” es un concepto tan complejo, es porque su definición es estrictamente relacional: toda clase se define en relación a otra y en función de entramados de relaciones variables. (…) En el caso apuntado, la aristocracia o nobleza actúa como clase dominante o explotadora sobre el campesinado”.

ALONSO, Luciano – Marcos conceptuales y problemas historiográficos, Manual de Capacitación Docente Modulo 1

Olimpíada de Historia de la República Argentina. Santa Fe, 2006.

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Para pensar…

¿Qué diferencias podés establecer entre la revuelta francesa de 1358 y el levantamiento inglés de 1381?

A lo largo de este trabajo analizamos las relaciones sociales entre señores y campesinos

durante el feudalismo. Pudimos reconocer algunas características fundamentales que se

consolidaron entre los siglos XI y XIV y que continuaron inclusive hasta el siglo XVIII. Sin

embargo, a partir de la crisis feudal de los siglos XIV y XV se produjeron una serie de cambios

muy importantes en la producción rural con la aparición de arrendatarios y asalariados

agrícolas; en la producción manufacturera con el desarrollo de la industria rural domiciliaria y la

manufactura concentrada; en la expansión comercial mundial con el ascenso de la burguesía y

en la creciente centralización del Estado. Estos cambios preanunciaban el desarrollo de un

nuevo sistema social. Pero esa es otra historia…

Bibliografía

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Capacitación Docente Modulo 1 Olimpíada de Historia de la República Argentina. Santa Fe,

2006.

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Resistir a una vida de penas. Formas de resistencia en plantaciones

esclavistas en Iberoamérica bajo el período colonial.

“La vida del esclavo negro es una carga de penas.

Todo el día para trabajar

Sin la noche para descansar…”

Canción de esclavos (Brasil colonial)

Este trabajo se centra en el accionar de los esclavos

africanos y sus descendientes en las plantaciones

esclavistas que se desarrollaron durante el período

colonial en territorios de Iberoamérica. En particular, se

pretende abordar diferentes estrategias de resistencia que llevaron a cabo los

esclavos como sujetos sociales, con capacidad de acción tanto individual como

colectiva, frente a la sujeción impuesta bajo la dominación colonial.

Distintas disciplinas, a través del trabajo de historiadores, arqueólogos,

demógrafos, antropólogos, entre otros, han estudiado la esclavitud africana en

Iberoamérica colonial. A lo largo del siglo XIX y principios del siglo XX, la esclavitud

fue principalmente analizada desde una visión eurocéntrica, que postulaba la noción

de inferioridad racial del “negro” africano frente al “blanco” europeo. Desde la segunda

mitad del siglo XX, en el marco de los procesos de descolonización de los territorios

africanos, nuevos enfoques complejizaron el análisis al considerar las experiencias y

las voces de los esclavos. Desde diferentes perspectivas teóricas y metodológicas, se

han investigado problemáticas en torno al tráfico negrero, el crecimiento demográfico,

la situación jurídica y social, las relaciones interétnicas, la construcción de identidades

de los esclavos, entre otros temas.

Respecto al estudio de las formas de resistencia de los esclavos, los

investigadores han enfrentado ciertas dificultades debido a la escasez de fuentes

históricas, ya que principalmente fueron generadas por funcionarios judiciales y/o

integrantes de los sectores dominantes, siendo muy pocos los esclavos que sabían

leer y escribir la lengua oficial o tenían acceso a un letrado.

Se denomina Iberoamérica a los

territorios conquistador por españoles y portugueses.

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EL ORIGEN DE LOS PESARES: EL TRÁFICO DE ESCLAVOS

Los comienzos de la esclavitud negra en Iberoamérica formaron parte de la

expansión ultramarina europea, que se llevó a cabo en los siglos XV y XVI. Desde

mediados del siglo XV, comerciantes europeos se dedicaron al tráfico de esclavos

adquiridos en las costas de África con el fin de venderlos en Europa (para el servicio

doméstico y tareas agrícolas) y en las islas atlánticas bajo ocupación portuguesa (para

trabajar en las plantaciones azucareras). En cuanto al actual territorio americano, los

primeros esclavos africanos arribaron como integrantes de las tripulaciones de los

conquistadores españoles y portugueses.

En las poblaciones africanas, la esclavitud existía pero

presentaba características diferentes a las que desarrolló

bajo el colonialismo europeo. El historiador nigeriano Okon

Edet Uya (1989: 86) define a un esclavo como “una persona

que, encontrándose desprovista de lazos de parentesco por

alguna circunstancia, enajena su trabajo temporariamente en

manos de otra persona, a cambio de protección o sustento”.

Es decir, que se consideraba “esclavo” a individuos que no

estaban protegidos por lazos familiares o de linaje, o que sus

comportamientos atentaban contra el bienestar de la

comunidad. También, los cautivos de guerra podían ser

tratados como individuos sin libertad.

A partir de la conquista y colonización de América, el

desarrollo de la trata o tráfico de esclavos a través del

océano Atlántico implicó la migración forzada de gran

número de africanos. Generalmente eran cautivos mediante

expediciones (rais) organizadas por europeos en las costas

o en el interior de África, por ejemplo de las regiones de

Angola, Golfo de Guinea, Congo. Otras veces, los

comerciantes europeos se asociaron con gobernantes de las

comunidades africanas, especialmente para la captura de

individuos de poblaciones aledañas o enemistadas, que eran

intercambiados por productos como armas de fuego, tejidos,

bebidas alcohólicas. [Consultá el Anexo Documental,

Fuentes Nº 1 y Nº 2]

El tráfico de esclavos africanos se incrementó a lo largo del período colonial y fue

el mecanismo básico para proporcionar mano de obra necesaria para el desarrollo de

las plantaciones esclavistas. Como señalan Waldo Ansaldi y Verónica Giordano (2012:

Esclavitud indígena

En las colonias españolas, la esclavitud indígena se inició con el arribo de los españoles a las islas del mar Caribe, habitadas por los pueblos arawaks (o arawakos) y caribes. A través de la llamada “guerra justa” se buscó “justificar” la esclavitud, es decir que los aborígenes que se negaban a convertirse a la fe cristiana podían ser esclavizados. Las “Leyes Nuevas” de 1542 declararon la prohibición definitiva de la esclavitud aborigen, aunque se establecieron excepciones. En las primeras décadas del siglo XVI, en las plantaciones del noreste brasileño, se utilizó a nativos en calidad de esclavos. Sin embargo, la resistencia indígena para realizar este tipo de trabajos, la elevada tasa de mortalidad y el desplazamiento de grupos nativos hacia el interior del Brasil, contribuyeron a la búsqueda de mano de obra alternativa, vale decir, los esclavos africanos.

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116), “el binomio plantación-esclavitud fue una creación del colonialismo que se

comenzó a modelar en África y culminó en América. En este sistema, los esclavos no

eran personas sino cosas o, como dicen los registros de la época, ‘piezas de

comercio’, es decir, mercancías.”

Destino de los esclavos africanos, quienes formaban parte de un “comercio triangular” dirigido por europeos: África (proveía esclavos), Europa (vendía los esclavos africanos y manufacturas) y América (producía cultivos tropicales para vender a Europa).

Plano de un barco negrero. Litografía del siglo XIX. Los portugueses denominaron tumbeiros a los barcos negreros, es decir

ataúdes flotantes.

¿Por qué los esclavos

africanos traídos a América

eran considerados “piezas de

comercio”?

¿Qué diferencias existían

con los esclavos que

habitaban en las poblaciones

africanas?

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4

Los plantadores,

propietarios de las plantaciones esclavistas coloniales, formaban parte de los sectores dominantes locales o también llamados elites. Constituían un grupo reducido que basaba su poder en la riqueza económica, el acceso a cargos políticos y el control de la fuerza de trabajo. En Brasil colonial se los denominaba “señores del ingenio” (senhores do engenho) y en Venezuela “grandes cacaos”.

EL REINADO DE LA PLANTACION

La plantación esclavista fue la unidad de producción

que predominó en áreas tropicales y subtropicales de

Iberoamérica durante los siglos de dominación colonial.

Eran grandes establecimientos especializados en un solo

cultivo (por eso se habla de “monoproducción” o

“monocultivo”), cuya producción (caña de azúcar, café,

cacao, algodón) principalmente se exportada a Europa. Se

trataba de productos de alta demanda en el mercado

europeo, y por ende, un negocio redituable. Este tipo de

unidad de producción demandaba de grandes extensiones

de tierra, lo cual coadyuvó a la instauración de la gran

propiedad rural o latifundio.

Cada plantación constituía una unidad autosuficiente que contenía todos los

elementos económicos, políticos, militares e ideológicos para su reproducción. No

obstante, el hecho de que el principal mercado para sus productos se encuentre en el

exterior, llevó a que fueran muy sensibles y dependientes de las fluctuaciones de la

demanda externa. En este sentido, el mercado mundial fue creador, condicionante y

estructurador de la plantación esclavista colonial.

Otra nota distintiva de la plantación fue el

requerimiento de notables inversiones de capital y de

tecnología, razón por la cual lo más frecuente era que el

plantador obtuviera los capitales necesarios a través de la

asociación con un comerciante residente en la colonia, o

incluso con mercaderes europeos. La Iglesia –y en

especial los jesuitas- poseyó igualmente grandes

plantaciones esclavistas. En ciertos casos, las

plantaciones eran propiedad de sociedades que

concentraban los fondos de numerosos financistas y

comerciantes. [Consultá el Anexo Documental, Fuente Nº 3]

Pero el núcleo duro de esta unidad de producción era el trabajo esclavo. La

esclavitud negra se constituyó como la base de las relaciones de producción en

aquellos territorios donde la presencia de la población indígena era escasa, ya sea

porque había sido exterminada o porque había huido. Además, la trata fue esencial

para el desarrollo de las relaciones esclavistas en la plantación, debido a las

dificultades de las poblaciones esclavas para reproducirse. Okon Edet Uya plantea

que no se produjo un crecimiento natural de las poblaciones africanas en las colonias

La plantación esclavista colonial también se desarrolló en territorios bajo dominación francesa, holandesa e inglesa. El antropólogo Sydney Wintz denominó “Afroamérica” a

los territorios comprendidos por el sur de Estados Unidos, las costas del golfo de México, islas Antillas, las costas y valles de Venezuela, las Guayanas, la costa nordeste de Brasil, y las costas de Colombia, Ecuador y Perú. Áreas en las que la esclavitud africana constituyó la base de las relaciones de producción.

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americanas por diversos factores: el número

de varones que llegaban era mucho mayor

que el de mujeres; la experiencia de la

esclavitud estimuló el uso de elementos

abortivos por las mujeres esclavas que se

resistían a tener hijos nacidos en esas

condiciones; existían casos de mala alimentación y de trabajo en exceso de mujeres

esclavas embarazadas; la alta tasa de mortalidad, debido al contacto con nuevas

enfermedades como por las condiciones en que eran transportados. [Consultá el

Anexo Documental, Fuente Nº 4]

DIFERENTES INTERPRETACIONES ACERCA DE LA

PLANTACIÓN ESCLAVISTA COLONIAL

La discusión historiográfica acerca del carácter de la plantación

esclavista colonial ha dado lugar a dos interpretaciones bien divergentes.

Los historiadores argentinos Waldo Ansaldi y Verónica Giordano

proponen a la plantación como una microsociedad que contenía todos

los elementos económicos, políticos, militares e ideológicos para su

reproducción. Sostienen que la plantación fue modeladora de las

sociedades esclavistas y que se convirtió en matriz para las sociedades

latinoamericanas. De acuerdo a esta interpretación, si bien la plantación

desapareció como unidad de producción durante los siglos XIX y XX, sus

características sociales y culturales esenciales persisten luego de

finalizada la dominación colonial –bajo la forma de exclusión, prejuicio y

discriminación social y racial- y se constituyen como claves explicativas

de las situaciones actuales.

Este planteo discute la visión del historiador cubano Manuel

Moreno Fraginals (1977: 23), quien sostiene: “…una plantación, al igual

que una cárcel (es lícito compararlas), no es una sociedad. Desde

cualquier punto de vista, la plantación es una empresa económica y su

núcleo poblacional está compuesto por individuos yuxtapuestos,

agregados, no interactuantes, cuya acción está dirigida hacia el fin único,

exclusivo, de la producción.”

¿Por qué en las plantaciones la mano de

obra fue fundamentalmente esclava negra

de origen africano? ¿Por qué se requirió

de un desplazamiento constante de

africanos hacia las colonias americanas?

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LA FORTUNA DE LOS PLANTADORES: EMPLEO Y CONTROL DEL

TRABAJO ESCLAVO

Desde la perspectiva de Moreno Fraginals, la plantación, como unidad productiva,

estuvo orientada a los fines de la explotación económica y a la obtención de lucro. Por

esta razón, los plantadores concibieron al esclavo como un factor de producción y se

propusieron optimizar su fuerza de trabajo. Para este autor, la seguridad y

productividad de la plantación esclavista, descansaban en su carácter carcelario y en

la incomunicación de sus miembros. Los dueños de plantaciones tuvieron interés en

que no se creara entre los esclavos un sentido gregario, de cohesión social, que

originara identidad y actitudes solidarias. Con este fin, recurrieron a ciertos

mecanismos de deculturación.

Esquema de una plantación azucarera en el nordeste de Brasil hacia 1600. Poseía un ingenio o establecimiento para procesar la caña de azúcar, que se cultivaba en sus tierras o provenía de propiedades

vecinas (labradores de caña).

¿Qué rasgos característicos de una

plantación esclavista colonial se pueden

observar en el esquema? ¿Por qué aparece

representada una iglesia (edificio contiguo

a la “casa grande” o residencia de la

familia del plantador) en la plantación?

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Moreno Fraginals define el concepto de deculturación como “…el proceso consciente mediante el cual, con fines de explotación económica, se procede a desarraigar la cultura de un grupo humano para facilitar la expropiación de las riquezas naturales del territorio en que está asentado y/o para utilizarlo como fuerza de trabajo barato, no calificado. El proceso de deculturación es inherente a toda forma de explotación colonial o neocolonial. En el caso de la esclavitud de los africanos en el Nuevo Mundo, la deculturación puede ser vista como un recurso tecnológico aplicado a la optimización del trabajo. La deculturación total es imposible, y, por otra parte, a los explotadores no les interesa hacer tabla rasa de los valores culturales de la clase explotada, sino solo de aquellos elementos que obstaculizan el sistema de explotación establecido.”

Por un lado, las grandes concentraciones

esclavas jamás se integraron con africanos de

una misma etnia, es decir, con hombres de

origen común tribal o cultural. Por el contrario,

las dotaciones se constituyeron agregando

hombres de diversas regiones de África y, por

lo tanto, con distintos idiomas o formas

dialectales, creencias religiosas y hasta

mutuos sentimientos de hostilidad entre sí. Así,

se obstaculizaba la formación de una

conciencia de explotación común.

Además, los africanos traídos a América

eran varones jóvenes –entre 15 y 20 años-, ya

que el sistema de trabajo de las plantaciones exigía hombres jóvenes, sanos y fuertes.

Pero además, la juventud aseguraba la vida del esclavo durante un largo período, lo

cual redundaba en mayor adiestramiento y mayor productividad. Traer africanos más

viejos significaba mayores dificultades de adaptación al trabajo, menor esperanza de

vida y productividad, y hacía más dificultosa la deculturación, porque provenían de

culturas cimentadas en la tradición oral, donde el saber era un privilegio de los más

ancianos. Los plantadores consideraban que era más fácil borrar en los más jóvenes

los elementos culturales originarios y fijar los patrones impuestos por la plantación.

Asimismo, los inventarios revelan la existencia de

núcleos poblacionales con muy pocas mujeres. Se

consideraba que las africanas tenían baja productividad.

Además, Moreno Fraginals considera que la coexistencia de

mujeres y hombres atentaba contra la estructura carcelaria

de la plantación, obligando a una mínima institucionalización

familiar. Hasta los inicios del siglo XIX, el precio de

adquisición en el mercado de un esclavo adulto fue inferior a

los costos de procreación y crianza en la plantación de un

niño hasta alcanzar la edad óptima productiva.

Vivienda, vestido y alimentación fueron satisfechos con

exclusiva finalidad productiva y tratando de borrar todo el

mundo cultural africano. La vida en las plantaciones modificó

los rituales en las comidas, se caracterizó por su monotonía

y se alejó de los gustos y sabores africanos. Para los

Las esclavas realizaron tanto trabajos en la casa del plantador como actividades de labranza. Las mujeres africanas y afroamericanas sufrieron un doble sometimiento: por ser considerada esclavas (privadas de la libertad) y por ser mujer (en la sociedad colonial, las mujeres tenían asignado un rol subordinado y bajo el control masculino).

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plantadores, el esclavo -considerado un factor de producción- requería una

determinada cantidad diaria de “combustible” para cumplir con su trabajo.

Además, la plantación exigía la uniformidad en el vestido, modificando la tradición

artesanal africana. Inclusive, cuando un esclavo agregaba a su vestimenta algún

elemento que lo diferenciaba de los demás, era castigado. Las únicas señas tribales

que les quedaron a los africanos fueron las que eran imborrables, como los tatuajes o

sus dientes limados.

Finalmente, los esclavos fueron albergados en viviendas colectivas, denominadas

bohíos en las islas del mar Caribe y senzalas en el Brasil colonial. Éstas fueron

construidas siguiendo un trazado regular que facilitase la vigilancia. Los plantadores

prohibieron colocar todo símbolo o elemento que distinguiese una vivienda de otra,

indicando una jerarquía especial o con una significación religiosa.

Para este autor, el trabajo alienante también fue un factor de deculturación. Los

plantadores apuntaron a la optimización del trabajo esclavo a través del

establecimiento de un esquema de los trabajos elementales de grupo y largas

jornadas de trabajo. “El esclavo perdió toda significación humana. Estaba desprovisto

de personalidad. Aunque por razones de identificación llevaban nombres diferentes,

eran por igual hombres-máquinas, equipos de trabajo tipificados, adquiridos en el

mercado, y se les atribuía una determinada productividad y durabilidad, siempre que

fueran sometidos a un esfuerzo normado, y se les diera el mantenimiento adecuado.

Se intentó convertirlos en mecanismos eficientes al máximo: hacer de ellos una masa

sin iniciativa propia, pero con respuesta automática a los estímulos laborales.” Moreno

Fraginals (1977: 29).

Por su parte, Ciro Cardoso y Héctor Pérez Brignoli (1981: 204) plantean que bajo

la dominación colonial, los esclavos estuvieron sometidos a distintos mecanismos de

control social. Uno de ellos, fue la forma de tratar a los esclavos, especialmente el uso

de la vigilancia y la violencia para reforzar la disciplina de la jornada laboral, por

ejemplo, mediante castigos. En el interior de la casa del plantador, la violencia fue

ejercida particularmente sobre las mujeres esclavas. En esta sociedad, el plantador se

convirtió en el amo, el padrino y el juez.

¿Por qué Moreno Fraginals considera a la

plantación como una empresa económica?

¿Cuáles eran los mecanismos de

deculturación de los esclavos para facilitar

su explotación?

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Un esclavo era una inversión muy costosa. Para evitar los riesgos de robo o fuga, los esclavos eran identificados con marcas que constaban en los registros de las autoridades coloniales.

Otro mecanismo fue lo que Fernando Henríquez

Cardoso denomina “socialización incompleta” del

esclavo. La preparación de los esclavos para integrar

la vida social fue incompleta, es decir: en la mayoría

de los casos sólo se los preparó para realizar las

tareas y cumplir con las actitudes que el plantador

esperaba de ellos.

Además, la intervención de autoridades

coloniales contribuyó al control social, a través del

uso de la fuerza y del establecimiento de leyes que

reglamentaran y legitimaran la esclavitud. La

plantación exigía un estricto control del esclavo y la

ausencia total del control del amo. Resultaba

peligroso para el orden vigente sancionar a los

propietarios, aun cuando éstos fueran encontrados

responsables, ya que esto sugeriría al esclavo que

podría recurrir a otras instancias además de su propio dueño.

Los plantadores -en muchos casos en colaboración con funcionarios coloniales-

rastreaban y capturaban esclavos fugitivos y reprimían a través de “castigos

ejemplificadores” (como azotes o latigazos frente a otros esclavos), la prisión o

ejecución de líderes africanos que se rebelaban, el aumento de la vigilancia y de la

jornada de trabajo, mutilaciones, entre otros.

Por último, los autores plantean que los plantadores recurrieron a la enseñanza de

determinados valores y deberes cristianos, como la obediencia y la humildad, y no

promovieron principios religiosos que pudieran sugerir la igualdad o derechos.

No obstante los esfuerzos de los plantadores, los autores citados plantean que con

el tiempo se produjeron acciones solidarias entre los esclavos a partir de la

experiencia de la explotación común.

El grillete (aro de hierro que se cerraba en el tobillo o en el cuello) y los grillos (conjunto de aros en las piernas de uno o de varios esclavos a la vez) solían ser utilizados cuando se capturaban esclavos fugitivos.

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El término aculturación refiere a

procesos en los que una cultura se modifica por el contacto con otra. Tras la conquista, los pueblos sometidos perdieron rasgos propios e incorporaron elementos de la cultura del pueblo vencedor, modificando su identidad cultural.

LA REBELDÍA DE LOS OPRIMIDOS: FORMAS DE RESISTENCIA ESCLAVA

Según las legislaciones portuguesa y española, los esclavos podían cambiar su

situación jurídica y obtener la libertad. Se denominaba libertos a aquellos individuos

que accedían a la misma mediante una disposición escrita por el “amo” en su

testamento (por servicios realizados, enfermedad, vejez), a través de la llamada “carta

de libertad” o mediante la compra de la libertad, entre otros mecanismos.

Como en Iberoamérica fue un número

reducido de esclavos el que logró acceder a la

libertad a través de las vías legales, se llevaron a

cabo diferentes respuestas a las relaciones de

sometimiento. Aunque la violencia y el proceso

de aculturación –como elementos constitutivos

del orden colonial- se desarrollaron a lo largo de todo el período, los esclavos

africanos y sus descendientes no aceptaron pasivamente la sujeción y el control social

impuesto en las plantaciones esclavistas. Si retomamos el planteo de Ansaldi y

Giordano, y concebimos a la plantación como una microsociedad –vale decir, un

entramado de relaciones y mediaciones-, es necesario considerar al esclavo como

sujeto con capacidad de iniciativa y acción.

El historiador venezolano Germán Carrera Damas

(1977: 36) considera que la lucha por la libertad se planteó

para los esclavos como un esfuerzo individual y/o colectivo

por “escapar” de la situación de esclavo, sin que haya

implicado la búsqueda consciente de la supresión del

sistema esclavista. Analiza distintas modalidades de

resistencia, como aquellas que se produjeron al interior de

las plantaciones. Identifica al destrozo de las herramientas

(azadas o machetes) y la simulada obediencia como formas

de resistencia “sutil” o “menos visible”, que implicaban

hacer lo mínimo de lo ordenado, a desgano y a ritmo lento,

ejercer violencia contra los instrumentos de producción. De

este modo, los esclavos perjudicaron principalmente los

intereses económicos de los plantadores.

También el suicidio fue una forma de reaccionar frente a

lo que acontecía, como respuesta desesperada al trabajo

excesivo y a los castigos infligidos.

La huída constituyó otra estrategia de resistencia. En particular, los escapes se

vieron favorecidos en aquellas plantaciones que se hallaban cercanas a montes,

Sublevaciones en los barcos Durante el traslado desde África a las colonias americanas se produjeron sublevaciones frente a las condiciones de vida en los barcos negreros (muchos esclavos viajaban amarrados juntos a una cadena y llevaban grilletes en ambos pies y manos). En los testimonios de capitanes de barcos se relatan ataques a los tripulantes, en forma individual o colectiva, procurando la libertad. Generalmente, los levantamientos se producían ante la cercanía de las costas para poder arrojarse al mar y huir. [Consultá el Anexo Documental, Fuente Nº5]

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bosques, montañas, es decir, áreas de difícil acceso para los plantadores y las

autoridades locales.

Los esclavos fugitivos o cimarrones procuraban formar sus propias comunidades,

muchas de las cuales sobrevivieron practicando una agricultura de subsistencia o, en

otros casos, a través del robo de ganado y cultivos de las plantaciones cercanas.

Estos poblados recibieron diferentes nombres, según las regiones en que se

establecieron fueron llamadas mocambos y quilombos en Brasil, palenques en Cuba y

Colombia, cumbes en Venezuela. Una de las que mayor tiempo perduró fue conocida

como “República Negra” de Palmares, en Alagoas (Brasil), entre los años 1605/1695.

[Consultá el Anexo Documental, Fuente Nº6]

La “República Negra” de Palmares Durante el siglo XVII tuvo lugar en el noreste de Brasil una de las más importantes formas de rebeldía esclava en Hispanoamérica: el quilombo de Palmares. Símbolo de la resistencia negra, durante un siglo, Palmares puso en peligro el orden económico y político portugués. La Sierra de la Barriga, ubicada en el actual estado brasilero de Alagoas, fue el lugar elegido por un grupo numeroso de esclavos fugitivos que –a principios del siglo XVII- habían huido de las penosas condiciones de vida y de trabajo en las plantaciones azucareras de Bahía y Pernambuco. En la zona montañosa -un lugar geográficamente inaccesible- fundaron un reino centralizado que reunió a miles de esclavos fugitivos, sus descendientes, mestizos e incluso a una minoría blanca que escapaba de las autoridades portuguesas. Palmares se organizó como una red de mocambos o aldeas, gobernadas cada una por un jefe, quienes a su vez elegían un líder para toda la colectividad del quilombo. Este dirigente electo, al que llamaban “Gran Señor” era reconocido y tratado como tal por quienes habitaban en Palmares. Tenía residencia palaciega en la capital –Macoco-, casas para los miembros de su familia y era asistido por guardias y oficiales. Se trató de comunidades bien organizadas que desarrollaron el policultivo y formas colectivas de propiedad de la tierra. Vivían del cultivo de maíz, frijoles, mandioca, banana, caña, criaban animales y realizaban sus propias vestimentas. Trabajaban con la paja de palmeras haciendo sombreros y escobas, de donde además extraían aceite de nuez de palma. También comercializaron activamente con los mercaderes de las ciudades y con los pueblos indígenas vecinos, cambiando utensilios por productos agrícolas. En Palmares, los quilombolas (habitantes de los quilombos) intentaron recrear los modos y costumbres africanos. De este modo, la resistencia no fue sólo económica -contra el régimen de trabajo en la plantación esclavista colonial- sino también cultural. Existían sacerdotes que realizaban el servicio religioso y practicaban el culto a los orixás (entidades sagradas para las tribus africanas), el uso de ciertos hechizos y del veneno. La capoeira –una danza guerrera que se desarrolla en el Brasil colonial a partir de los aportes culturas africanos e indígenas- alcanzó su mayor esplendor en Palmares. Palmares permaneció libre de interferencias por parte de las autoridades portuguesas hasta 1672. Las siguientes dos décadas fueron un período de guerra sostenida, que terminó con su completa destrucción en 1694, casi un siglo después de su fundación. Durante este período, tropas particulares y gubernamentales realizaron expediciones para destruir Palmares, recapturar esclavos perdidos o adquirir nuevos sin pagar. Con este objetivo, las autoridades coloniales en colaboración con los plantadores, nombraron “capitanes del monte”, quienes organizaron entradas a Palmares, llevadas a cabo por milicias indígenas irregulares. Finalmente, el quilombo de Palmares fue derrotado y los palmaristas fueron capturados y vendidos. A pesar de su derrota, Palmares se constituye como un ejemplo de lucha y resistencia contra la esclavitud, aunque no el único en Hispanoamérica. [Consultá el Anexo Documental, Fuente Nº7]

¿Por qué los plantadores y las autoridades

locales colaboraron entre sí para destruir

rápidamente las comunidades de

cimarrones?

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Las comunidades de cimarrones no sólo posibilitaron escapar del control y trabajo

de la plantación, sino que también proporcionaron oportunidades para recrear las

tradiciones africanas.

Frente a la imposición de las condiciones de trabajo mencionadas, de pautas

culturales y de mecanismos de control señalados, los

esclavos también emprendieron formas de resistencia cultural,

por ejemplo a través de diferentes estrategias para conservar

y/o recrear sus prácticas culturales. En algunas regiones se

produjo un sincretismo cultural que aún pervive.

Okon Edet Uya señala que la recreación de rituales sociopolíticos hizo más lento el

proceso de aculturación. Por ejemplo, fue instituida la tradición de designar jefes o

reyes y reinas entre los miembros de una comunidad étnica. Tanto en el interior de las

plantaciones como en las comunidades de cimarrones, los jefes eran designados y

reconocidos por otros esclavos. Ocupaban un lugar central en las festividades y

representaban a sus etnias frente a las otras.

Además, se recrearon prácticas y creencias religiosas de distintas comunidades

africanas, especialmente Yoruba (etnia del suroeste de la actual Nigeria). Los lugares

para el culto estaban a cargo de ‘sacerdotes’ africanos, quienes cumplían diferentes

funciones como ser encargados de las ceremonias religiosas, curanderos, mediadores

en las disputas entre esclavos.

En el Brasil colonial, se constituyó una compleja organización de rituales

relacionados con la creencia en orixás (deidades), cada una de las cuales

personificaba a algún fenómeno natural. Debido a que en las plantaciones, sacerdotes

católicos estaban a cargo de la evangelización de los esclavos y se les prohibía a

éstos continuar con sus creencias religiosas nativas, muchas deidades africanas

fueron ocultadas bajo los nombres de santos católicos y advocaciones de la Virgen

María. Por ejemplo, Yemanjá (orixá del mar) fue llamada con la advocación de Nuestra

El sincretismo cultural surge de la

combinación de elementos y/o prácticas de diferentes culturas.

La escultura que se observa en la fotografía fue realizada en homenaje al líder afroamericano Zumbi dos Palmares (1655-1695). Descendiente de africanos procedentes de Angola y el Congo, Zumbi nació libre en el quilombo de Palmares. Sin embargo, poco tiempo después fue tomado prisionero por una expedición portuguesa y entregado a un sacerdote. A los quince años, escapó y regresó al quilombo de Palmares. Allí lideró la resistencia armada frente al avance de los portugueses. En el marco de esos enfrentamientos fue asesinado el 20 de noviembre de 1695. Fue decapitado y su cabeza fue expuesta por los portugueses en Recife para intimidar a aquellos esclavos que pensaran huir en busca de la libertad. En la década de 1960 se comenzó a conmemorar en Brasil el 20 de noviembre como el “Día de la conciencia negra”. En 1995, se recordaron los 300 años del asesinato de Zumbi y en la actualidad ese día es feriado en distintas partes de Brasil como reconocimiento a este líder de la resistencia negra que luchó contra la esclavitud y por otro lado, como crítica a la opresión y explotación sufrida por miles de personas a lo largo de aproximadamente tres siglos.

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El culto a Nuestro Señor de Bonfim: símbolo de sincretismo en Bahía. En Salvador, Estado de Bahía (Brasil), todos los años se realiza la “Lavagem do Bonfim”

o “Fiesta de la lavada”, sobre la escalinata de la Iglesia de Nuestro Señor de Bonfim. La festividad tiene su origen en la época colonial, cuando los señores portugueses obligaban a los esclavos a limpiar y adornar la Iglesia como parte de los preparativos para la fiesta del santo, el segundo jueves de enero, después del día de reyes. Con el tiempo, la preparación de la Iglesia se convirtió para los esclavos en un acto de adoración de su propia divinidad: Oxalá, el Orixá asociado a Nuestro Señor de Bonfim. De este modo, en esta festividad se fundieron en un ritual religioso en común, las tradiciones del candomblé –culto que habían traído los esclavos de África- con la devoción a un santo cristiano, traído desde Portugal.

En la actualidad, católicos y adeptos al candomblé recorren juntos las calles bahianas. El cortejo sale de la Iglesia de la Concepción de la Playa, alrededor de las diez de la mañana, después de finalizada la misa. Al llegar a las escalinatas de la Iglesia de Nuestro Señor de Bonfim, las bahianas -vestidas de blanco, que es el color de Oxalá- derraman agua perfumada, la cual es preparada en los terreiros de candomblé, de uno a siete días antes del ritual. Al son de la música y los cantos africanos, distribuyen las famosas “fitinhas do Bonfim”, que son un souvenir y amuleto religioso católico típico de la ciudad. De este modo, esta festividad -que tiene una larga tradición en Bahía y que es expresión del sincretismo religioso- reúne cada año cerca de un millón de personas.

Señora de la Merced y Xango (orixá del rayo y del trueno) con el nombre de San

Jerónimo.

En Iberoamérica, los esclavos recrearon danzas y músicas africanas, muchas de

las cuales se vieron modificadas por la incorporación de elementos europeos e

indígenas. En determinados días festivos, como Navidad y Año Nuevo, se les permitía

interpretar canciones y bailes tradicionales. [Consultá el Anexo Documental, Fuente

Nº8]

En la sociedad colonial, también cobró una especial significación el accionar de las

esclavas, quienes eran empleadas como cocineras, lavanderas, nodrizas o “nanas” de

los hijos del plantador, integrantes de las cuadrillas dedicadas a cultivar y cosechar. Si

bien constituían un número inferior frente a los varones, tuvieron gran importancia en

la transmisión de valores y prácticas culturales nativas a los esclavos más jóvenes.

En las plantaciones, la violencia hacia las esclavas no sólo era ejercida por los

plantadores sino también por sus esposas. Las esclavas desarrollaron diferentes

formas de resistencia cotidiana como desobediencia, enfermedad fingida,

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insubordinación, sabotajes, etc. Además, participaron en las huidas y se incorporaron

a las comunidades de esclavos fugitivos o cimarrones.

A lo largo del trabajo se ha procurado visibilizar a los esclavos como sujetos

sociales, con capacidad para decidir y actuar en el contexto histórico en el que

vivieron. Los esclavos africanos y sus descendientes no permanecieron inmóviles o

pasivos frente a las condiciones de vida impuestas bajo la dominación colonial, sino

que emprendieron diferentes estrategias para resistir a una vida de penas.

En Iberoamérica, en el transcurso del siglo XIX, se llevaron a cabo los procesos de

abolición de la esclavitud. Aunque se produjo el fin de la plantación esclavista colonial,

Ansaldi y Giordano (2012:122) consideran que diferentes aspectos de las estructuras

mentales, propias de su funcionamiento, dejaron una fuerte impronta que actualmente

se pueden observar en las sociedades latinoamericanas. En este sentido, analizar las

plantaciones esclavistas posibilita buscar claves explicativas para comprender la

persistencia de la discriminación hacia los afroamericanos, el racismo, los prejuicios,

entre otros.

¿Por qué Ansaldi y Giordano refieren

a la plantación como una

“microsociedad”? ¿Qué ideas

mencionadas a lo largo del texto

permiten fundamentar este planteo?

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15

ANEXO DOCUMENTAL

Fuente Nº 1

En 1787 fueron publicadas en Londres las memorias de Ottobah Cugoano, quien

había vivido como esclavo en las Antillas Occidentales. Como hombre libre, se dio a

conocer como defensor de los ideales antiesclavistas.

“Debo admitir, para vergüenza de mis compatriotas, que fui raptado y traicionado por

gente de mi misma complexión. Ellos fueron la primera causa de mi exilio y esclavitud,

pero, si no hubiese compradores, no habría vendedores. Hasta donde puedo recordar,

algunos africanos en mi país tenían esclavos, tomados en alguna guerra o como pago

por alguna deuda, pero aquéllos que mantenían, eran cuidados y bien tratados.

Puedo asegurar que el nivel de pobreza y miseria en que viven muchos habitantes de

África es menos severo que el que encuentran en las inhóspitas regiones de miseria

en las Antillas Occidentales, donde sus insensibles capataces no respetan las leyes de

Dios ni la vida de los hombres.”

Ottobah Cugoano, Thoughts and Sentiments on the Evil and Wicked Traffic of Slavery and the Commerce

of the Human Species (Londres, 1787). Richard Hart, Slaves Who Abolished Slavery, Vol.I. Blacks in

Bondage (ISER, UWI, Mngston 1980) Pág. 35-36.

Fuente Nº 2

Testimonio de un esclavo acerca de su experiencia durante la travesía en el Atlántico.

”Los esclavos que vimos en el barco estaban bajo cubierta, encadenados unos a otros

por las piernas, y tan juntos que apenas podían moverse. Eran azotados cruelmente.

Vi a uno de ellos azotado hasta morir sin que supiéramos la causa del brutal castigo.

Ellos les daban suficiente para comer. El lugar en que estaban confinados bajo

cubierta era tan caliente y hediondo que apenas pude soportar estar allí. Muchos

esclavos se enfermaron, pero no recibieron ninguna atención médica.

Me azotaban severamente en el barco. En una ocasión el Capitán me abrió una herida

profunda en la cabeza”.

Anthony de Verteuil, Seven Slaves and Slavery Trinidad. 1777-1838 (Port of Spain, 1992 NP). Pág.16

Fuente Nº 3

Los historiadores Cardoso y Pérez Brignoli realizan la siguiente descripción de la

plantación esclavista colonial:

“…los elementos integrantes de una plantación esclavista [eran]:

1º Edificios:

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a) construcciones para residencia: casa del propietario, casas de los empleados

libres, cabañas de los negros esclavos;

b) dependencias de la casa del terrateniente: cocina, depósito,etc.;

c) construcciones ligadas al beneficio del o de los productos, más o menos

numerosos según se tratara del azúcar o de otros artículos: ingenio u otras

instalaciones de beneficio, depósitos, talleres artesanales o de reparación, etc.

d) el ´hospital´, gran cabaña donde eran cuidos los esclavos enfermos o que

sufrieran accidentes.

2º Tierras cultivadas:

a) el ´jardín´, o sea la gran clarera ganada al bosque según el sistema de roza,

donde eran cultivados los productos tropicales de exportación (caña de azúcar,

cacao, algodón, etc.);

b) los cultivos de los esclavos: cada familia contaba con una parcela junto a su

cabaña y otra en la ´clarera de los negros´;

c) los cultivos de alimentos administrados por la plantación y los árboles frutales.

3º Rebaños: bovinos para el tiro y eventualmente para la carne, caballos, etc.

4º Pastos y reservas forestales: dichas reservas servían para actividades de

recolección (madera, caza, frutos silvestres) pero también eran necesarias debido

al sistema de agricultura itinerante de roza.

5º Elementos ligados al transporte: caminos, muelles, carretas tiradas por bueyes,

embarcaciones, etc.”

Cardoso, C., Pérez Brignoli, H., Historia económica de América Latina, Tomo I. Barcelona, Crítica,

1984. Pág. 195-196.

Fuente Nº 4

El historiador Stuart Shwartz describe las condiciones de trabajo en las plantaciones

de azúcar del Reconcavo, Brasil, durante los siglos XVI y XVII, como “infernales”:

“La naturaleza misma del trabajo exigía un gran esfuerzo físico, especialmente durante

la zafra, que duraba en Bahía de finales de julio a noviembre. En esta estación se

cortaba la caña y era llevada a los molinos, los cuales empezaban la molienda a las

cuatro de la tarde y operaban continuamente hasta las 10 de la mañana siguiente;

entonces las calderas y la maquinaria eran limpiadas y preparadas para las

operaciones del día siguiente. Durante este lapso el esclavo podía esperar dormir

cuatro horas. Tal como lo dejó asentado un capataz, ´el trabajo es prolongado y

muchos mueren…´ (…) En el Brasil de los siglos XVII y XVIII, la teoría prevaleciente

en la administración de la esclavitud era obtener la mayor cantidad de trabajo al menor

costo posible. Por lo tanto, las condiciones de la vivienda, el vestido y la comida,

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frecuentemente dejaban mucho que desear. La nutrición era especialmente pobre;

harina de mandioca, pescado y carne de ballena eran productos de primera

necesidad, mientras que el brandy sin procesar se usaba principalmente como

estimulante para elevar la capacidad de trabajo. La dieta no sólo era pobremente

balanceada, sino también con frecuencia insuficiente.”

Shwartz, Stuart. “El mocambo: resistencia esclava en la Bahía colonial”, en Price, R. (comp.), Brasil.

Sociedades cimarronas. México, Siglo XXI, 1981. Pág. 165.

Fuente Nº 5

El marinero James Barbot, Jr. dejó su testimonio sobre el levantamiento de los

esclavos que viajaban en un barco negrero hacia América.

“Cerca de la una de la tarde, después de la comida, nosotros, de acuerdo a la

costumbre uno por uno, fuimos entre las cubiertas, para tener cada uno su pinta de

agua; la mayoría de ellos estaba entonces sobre la cubierta, muchos de ellos

provistos con cuchillos, que indiscretamente les habíamos dado dos o tres días antes,

cuando no sospechábamos el menor intento de esta naturaleza de su parte; otros

tenían barras de hierro que habían sacado de la puerta del castillo de proa, como

habiendo premeditado una revuelta, y habiendo visto toda la compañía que tenían en

el barco, en el mejor de los casos solamente débil y muchos muy enfermos, ellos

también habían roto los grilletes de los pies de varios de sus compañeros, los que les

servían de armas, así como leños de los que se habían provisto, y todas las otras

cosas que ellos pudieron obtener, que ellos imaginaron que podían ser de uso para

esta empresa.

Así armados, ellos cayeron en multitudes y grupos sobre nuestros hombres,

desprevenidos sobre la cubierta, y apuñalaron a uno de los más fornidos de todos

nosotros, quien recibió catorce o quince heridas de sus cuchillos, y por lo tanto expiró.

Seguidamente asaltaron a nuestro contramaestre, y cortaron una de sus piernas […]

Nosotros tomamos las armas, disparando sobre los esclavos rebeldes, de los cuales

matamos algunos, y herimos muchos: lo cual aterrorizó al resto de tal forma, que ellos

huyeron, dispersándose unos hacia un lado y algunos otros entre las cubiertas, y bajo

el castillo de proa; y muchos de los más rebeldes, saltaron por la borda, y se

ahogaron en el océano con mucha resolución, demostrando no tener ninguna

consideración por su propia vida. Así perdimos veintisiete o veintiocho esclavos, sea

muertos por nosotros o ahogados, y habiéndolos domesticado, enviado a todos a las

cubiertas inferiores, diciéndoles buenas palabras. Al día siguiente teníamos a todos de

nuevo sobre la cubierta, donde ellos unánimemente declararon que los esclavos

mendombe habían sido los incitadores del motín, y como ejemplo hicimos que cerca

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de treinta de los cabecillas fueran azotados muy severamente por todos nuestros

hombres que eran capaces de hacer tal tarea.”

James Barbot, Jr., “A Supplement to the Description of the Coast of North and South Guinea”, en

Awnsham y John Churchill, Collection of Voyages and Travels, Londres, 1732.

Fuente Nº 6

Acerca de Palmares, el escritor uruguayo Eduardo Galeano, expresa:

“El reino independiente de los Palmares –convocatoria a la rebelión, bandera de la

libertad- se había organizado como un Estado ´a semejanza de los muchos que

existían en África en el siglo XVII´… En plena época de las plantaciones azucareras

onmipotentes, Palmares era el único rincón de Brasil donde se desarrollaba el

policultivo. Guiados por la experiencia adquirida por ellos mismos o por sus

antepasados en las sabanas y en las selvas tropicales de África, los negros cultivaban

el maíz, el boniato, los frijoles, la mandioca, las bananas y otros alimentos. No en

vano, la destrucción de los cultivos aparecía como el objetivo principal de las tropas

coloniales lanzadas a la recuperación de los hombres que, tras la travesía del mar con

cadenas en los pies, había desertado de las plantaciones.”

Galeano, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina. Buenos Aires, Siglo XXI, 2010. Pág. 113

Fuente Nº 7

En Colombia también hubo comunidades creadas por esclavos que huían en busca de

la libertad.

“Otra forma de resistencia utilizada por los esclavos como expresión de rebeldía y en

búsqueda de la libertad consistió en el cimarronismo, entendido este como el acto por

medio del cual los cautivos huían de sus propietarios. Estuvo vigente desde los

comienzos de la presencia española en el Nuevo Reino de Granada. Los esclavos

africanos y los criollos reaccionaron frente a la esclavitud escapando del control de sus

amos y formando aldeas en espacios de geografía inaccesible, fortificadas, muchas

veces, con empalizadas, término del que tomaron el nombre genérico de palenques.

(…)

El palenque más conocido en los Montes de María fue el establecido a fines del siglo

XVIII por Domingo Biohó. Al frente de 30 mujeres y hombres esclavos, escapó al

arcabuco de la ciénaga de la Matuna, al sur de la villa de Tolú Viajo, y estableció un

poblado que atrincheró con empalizadas. Después de varias incursiones militares para

destruir el palenque y prender a los cimarrones, el palenque siguió de pie y Domingo

se constituyó Rey de Matuna o Rey de Arcabuco. Después de varios intentos de

tregua se llegó a un acuerdo de paz que no tuvo buen término. En 1621, el

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Gobernador García de Girón, acosado por las presiones de los vecinos, decidió

cambiar de política frente a los cimarrones y aprovechando un confuso incidente con

un guardia al toque de queda de la ciudad, ordenó prenderlo y en rápido juicio lo hizo

ahorcar.”

Burgos Cantor, Roberto (ed.) Rutas de la libertad. 500 años de travesía. Bogotá, Ministerio de Cultura /

Pontificia Universidad Javeriana, 2011. Pág. 168-169.

Fuente Nº 8

Los esclavizados no sólo se rebelaron a través de la lucha armada, sino que también

lo hicieron a través de la escritura y la oratoria. Aquí se reproduce una canción de los

esclavos del Brasil colonial:

Branco diz o preto furta

Preto furta com razâo

Sinho branco tamben furta

Qunado faz a escravidâo

[Dice el hombre blanco: el negro roba.

Por muy buenas razones roba el negro.

El señor blanco también roba.

Cuando nos convierte en esclavos.]

McD Beckles, H., Shepherd, V. (Ed.). Las voces de los esclavizados, los sonidos de la libertad. Jamaica, Ediciones Gráficas. Pág. 49.

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20

Para seguir profundizando el tema:

Ansaldi, W. y Giordano, V. América Latina. La construcción del orden. Tomo I.

Buenos Aires, Ariel, 2012.

Cardoso, C. y Pérez Brignoli, H., Historia económica de América Latina, Tomo

I. Barcelona, Crítica, 1984.

Carrera Damas, G. “Huida y enfrentamiento”, en Moreno Fraginals, M. África en

América Latina, Siglo XXI, México, 1977.

Kent, R.K. “Palmares, un estado africano en Brasil”, en Price, R. (comp.) Brasil.

Sociedades cimarronas, México, Siglo XXI, 1981.

Moreno Fraginals, M. La historia como arma y otros estudios sobre esclavos,

ingenios y plantaciones, Barcelona, Crítica, 1983.

Navarro, M., “Mujeres en América precolombina y colonial”, en Navarro, M. y

Sánchez Korrol, V., Mujeres en América Latina y el Caribe, Narcea, Madrid,

2004.

Schwartz, S., “Brasil colonial: plantaciones y periferias (1580 – 1750)”, en

Bethell, L. (ed.), Historia de América Latina, Tomo III, Barcelona, Crítica, 1990.

Schwartz, S. “El mocambo: resistencia esclava en la Bahía colonial”, en Price,

R. (comp.), Brasil. Sociedades cimarronas. México, Siglo XXI, 1981.

Uya, O. E. Historia de la esclavitud negra en las Américas y el Caribe, Buenos

Aires, Claridad, 1989.

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1

El trabajo en las sociedades africanas subsaharianas durante el período

colonial

José Larker y Ma. Virginia Pisarello

1. Introducción

África es un continente multiétnico que se divide en 54 países donde habitan

alrededor de mil millones de personas. Allí se habla una pluralidad de lenguas, entre

las cuales predominan el inglés y el francés, que son parte de la herencia colonial

latente. Del mismo modo, la impronta del imperialismo sigue vigente en el arbitrario

trazado de las fronteras que separan los distintos países, como así también en el

“atraso” que aparentemente signa la realidad del continente africano.

La visión que habitualmente proyectamos sobre África se encuentra imbuida

del imaginario colonial europeo. En la esfera pública en general, y en la academia en

particular siguen circulando una serie de premisas eurocéntricas que obturan el

abordaje del mundo ubicado más allá del viejo continente. Estas premisas pueden

sintetizarse de este modo: 1) existen verdades científicas válidas en todo tiempo y

lugar, 2) hay un único modelo de desarrollo civilizatorio que reconoce diversas etapas

o estadíos, y 3) el progreso es el motor de la historia. Enlazados de este modo, los

términos “universalismo”, “civilización” y “progreso” expresan el canon de valores

occidentales que fundamentó la avanzada imperialista europea sobre África y sobre

otros espacios.

Sin embargo esta perspectiva ha sido sistemáticamente cuestionada desde el

final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, y especialmente luego de la serie de

independencias africanas que tuvo como epicentro la década de 1960. Al respecto, el

eminente sociólogo Immanuel Wallerstein en el discurso de apertura de la ISA East

Asian Regional Colloquium celebrado en Seul, Corea, en noviembre de 1996,

planteaba que:

“si las ciencias sociales han de progresar en el siglo XXI, están obligadas a superar su

herencia eurocéntrica, que ha tergiversado sus análisis y su capacidad de abordar los

problemas del mundo contemporáneo” (Wallerstein, 2000: 98).

La pesada trama colonial –que aún permea nuestras interpretaciones sobre la

historia del continente africano- sólo se puede desmontar a partir de un riguroso

análisis histórico enfocado en la larga, media y corta duración los procesos que

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2

tuvieron lugar en este espacio. Es por ello que a continuación realizaremos una breve

periodización de la historia africana en el marco del desarrollo del sistema capitalista.

Focalizaremos sobre avance imperialista, para luego analizar las formas que adquirió

el trabajo en las sociedades africanas subsaharianas desde finales del siglo XIX hasta

mediados del siglo XX. Finalmente, nos preguntamos por las resistencias que ello

implicó, es decir, por las actitudes sociales desplegadas por los trabajadores nativos

frente a la penetración occidental en su espacio vital.

2- La incorporación del África Subsahariana al sistema capitalista mundial

El establecimiento del sistema colonial y la expansión del capitalismo pusieron

en marcha un proceso de cambios en las sociedades del África Subsahariana que la

modificaron profundamente. Sobre ello, coincidimos con Pierre Berteaux cuando dice

que “el período colonial de la historia africana –si prescindimos de las tentativas

portuguesas de la implantación en África del sur y de la penetración francesa en

Senegal- ha sido relativamente breve. Abierto alrededor de 1885 y cerrado alrededor

de 1960, duró, por tanto, tres cuartos de siglo, es decir, más o menos la vida de un

hombre. Y, sin embargo, cambió definitivamente la faz de África y remodeló el mapa

político del Continente”. También coincidimos con este autor en que el contacto de las

sociedades africanas con la “civilización europea” durante aquel período “fue fatal para

ellas”, puesto que “rompió sus formas tradicionales.” Pero no acordamos con el

estudioso cuando plantea que “no es que se pueda reprochar a los europeos el haber

atentado deliberadamente” contra esas sociedades (Berteaux, 1972:187).

Sin lugar a dudas, la ambición de aquellos por conquistar, colonizar y explotar a

los africanos fue evidente y no requiere de mayores esfuerzos para poder demostrarlo.

Lo cierto es que los europeos condujeron, con total conciencia de sus actos, las

acciones que posibilitaron incorporar plenamente a los africanos al sistema capitalista.

2.1 Las sociedades precapitalistas del África Subsahariana

Los procesos que se dispararon a fines del siglo XIX, con la conquista del

continente africano por parte de los europeos estuvieron condicionados por una serie

de cuestiones. Para asirlas cabe preguntarnos: ¿cuáles eran las características de las

sociedades africanas que se vieron afectadas por el avance imperialista y por el

colonialismo europeo? ¿de qué vivían? ¿cómo se organizaban?

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3

Civilizaciones africanas precoloniales. Extraído de:

http://es.wikipedia.org/wiki/Imperios_africanos

A pesar de la diversidad del relieve, los paisajes, el clima y las demás

condiciones naturales1, la gran mayoría de la población negra al Sur del Sahara “vivía

de la agricultura y la ganadería, trabajaba el hierro y estaba organizad[a] en amplios

conglomerados tribales y algunas formaciones estatales incipientes” (Dabat, 1994:

297). Las bandas de cazadores recolectores ocupaban áreas pequeñas y marginales

respecto del resto de la población puesto que la expansión de los pueblos dedicados a

la agricultura y a la ganadería las habían arrinconado en la selva tropical (pigmeos) o

en el extremo sur del continente (son y bosquimanos). Entre el conjunto de las

sociedades negras se destacaban los habitantes de Etiopía, que habían logrado

conformar un Estado y una cultura originales a partir de la influencia egipcia, árabe,

judía y bizantina.

1 En el África Subsahariana se observan cadenas montañosas, desiertos, llanos; se transitan

paisajes de sabanas, bosques, selvas y se vive bajo condiciones climáticas que van desde las

temperaturas y los regímenes de lluvias de carácter tropical hacia el ecuador hasta llegar a las

templadas y frías en el extremo Sur.

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4

Mapa que muestra la distribución de las principales familias de lenguas africanas (no

incluye las de origen europeo). Los grupos lingüísticos autóctonos de África son el afro-asiático, el nilo-sahariano, el nigero-congoleño y el khoisán. Extraído de:

http://es.wikipedia.org/wiki/Lenguas_de_%C3%81frica

Para Amselle y M'Bokolo lo que existía en el África precolonial era una especie

de “espacio internacional” o de “cadenas de sociedades.” Así las sociedades locales,

con sus organizaciones socio-económicas, lejos de estar replegadas sobre sí mismas

“estaban integradas en formas generales englobantes que las determinaban y les

daban un contenido específico” (Amselle y M'Bokolo; 1985: 17). Se trataba de

sociedades que se estructuraron a partir de espacios compartidos de intercambio,

estatales, políticos y guerreros, lingüísticos, culturales y religiosos.

2.1.1 El comercio en las sociedades precapitalistas del África Subsahariana

Las vigorosas redes de intercambio de larga distancia que atravesaban el

África Subsahariana antes de la conquista europea revelan la existencia de una

economía africana que vinculaba unidades sociales de diferentes características. En

ella se amalgamaban espacios de producción basados en la división social del trabajo

y áreas de mercado y de circulación de monedas.

Las particularidades de cada uno de los espacios de intercambio estaban

signadas por la preponderancia de uno u otro reino. Los reinos y los imperios podían

agrupar y reagrupar a decenas de miles de aldeas y se extendían sobre superficies

considerables (son ejemplo de ello los reinos sudaneses del Ghana, Malí y Songhay,

los reinos de la costa de Guinea como el de Dahomey o los de la selva como el del

Congo).

Todas las organizaciones sociales del África precolonial estuvieron sujetas a

procesos de composición, descomposición y recomposición. Surgieron y

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desaparecieron sociedades englobantes que actuaron sobre sociedades englobadas.

Los estados, reinos, imperios y jefaturas ejercieron presión sobre las sociedades de

campesinos de las aldeas, obligaron a pagar tributos o desarrollaron razzias sobre

ellas. En no pocos casos, las relaciones tributarias o predatorias generaban

movimientos de población hacia los estados en calidad de esclavos que a su vez

podían ser comprados y vendidos, junto a otros objetos, en los espacios de

intercambio.

La dinámica histórica de estas sociedades les ha dado a cada una de ellas sus

características particulares. El tráfico de esclavos producto del desarrollo de la trata

con los europeos y la participación africana en el comercio atlántico, que comenzó a

hacerse cada vez más intensivo a partir del siglo XVI y tuvo su momento de mayor

despliegue durante el XVIII, se limitó particularmente a la región del África Occidental-

Central. Afectó a toda la zona del golfo de Guinea, el Sudán Occidental (desde

Senegal a Costa De Oro) y la costa congoleño-angolana. Provocó una enorme sangría

de población (que algunos calculan que puede haber alcanzado entre los quince y

veinte millones de personas) afectando a las poblaciones más débiles, pero

permitiendo la consolidación y cohesión de las que se favorecieron del tráfico.

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Grabados sobre el tráfico de esclavos en el África. Extraído de: http://blogs.ua.es/minoriasmarginadas/los-esclavos/

El tráfico de esclavos fue acompañado de la circulación mercantil y estimuló el

desarrollo de las actividades productivas internas, pero afectó profundamente a las

áreas y grupos con un grado de desarrollo material y simbólico más simple. En los

reinos que se dedicaron a la venta de esclavos fue surgiendo una proto-burguesía

comercial, dependiente de las autoridades de los reinos, que en algunos lugares daría

origen a la constitución de un núcleo de poderosos comerciantes privados.

Durante el tiempo que duró la trata de esclavos los europeos no penetraron el

continente, excepto los portugueses y los Boers en el extremo Sur. Lo que sí produjo

la presencia europea fue el desplazamiento de los ejes comerciales con lo que se

vieron que se beneficiados muchos de los reinos costeros, mientras que los estados y

los comerciantes caravaneros del interior, que transitaban las zonas del Sahel y del

Sahara con rumbo a la costa mediterránea, sufrieron la pérdida de mercados de

intercambio.

Podríamos decir entonces que, a fines del siglo XIX cuando se intensificó el

proceso de conquista del continente africano por parte de los europeos, las

sociedades africanas gozaban de un alto grado de autonomía y estaban integradas en

redes o “cadenas de sociedades” que englobaban unas a otras. A su vez, una parte

importante de ellas formaba parte del comercio interoceánico a través de la actividad

comercial que mantenían con los europeos y que, hasta principios del siglo XIX, se dio

en un plano de cierta paridad.

Por consiguiente, la historia precolonial africana es una historia muy poco

conocida todavía, queda mucho por investigar y dilucidar. Pese a todo ello, está claro

que lejos de tratarse de sociedades en las que nada cambiaba, estas se

caracterizaron por un dinamismo y una complejidad mayúscula.

2.2 El avance imperialista en el África Subsahariana

A fines del siglo XIX el continente americano estaba integrado por una pléyade de

estados independientes, mientras que una importante porción de Asia y Oceanía

formaba parte del acervo colonial de las potencias dominantes. África era, en cambio,

un continente esencialmente desconocido, y por ende abierto a las aspiraciones

imperialistas de las principales potencias europeas y de aquellos países que

tardíamente habían llegado al “reparto colonial”, como Bélgica y Alemania.

Este proceso tuvo lugar en un momento clave de la historia mundial, habitualmente

conocido como “imperialismo” que se extendió entre 1875 y 1914. Durante estos

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cuarenta años, que el reconocido historiador marxista Eric Hobsbawm denominó “La

Era del Imperio”, se establecieron las bases del devenir del siglo XX. En efecto, la

primera y la segunda guerra mundial, el nazismo y su saldo devastador, como así

también las trasformaciones radicales que supuso la instalación de un mundo bipolar

sólo se comprenden a la luz de este este momento fundante. En ese sentido, el

historiador inglés Peter Worsley precisa que: “El logro europeo de este período no fue

simplemente una repetición de viejos modelos de “imperialismo”; marcó el alba de una

nueva era de la historia humana, caracterizada por un imperialismo de nuevo tipo

como respuesta a claras y nuevas presiones económicas y financieras en la propia

Europa. Y tuvo lugar como resultado la unificación del globo en un solo sistema socia l”

(Worsley, 1973: 17).

Mapa de áfrica a inicios del siglo XX. En:

http://www.elarcaimpresa.com.ar/elarca.com.ar/elarca62/notas/nilo.htm

La unificación del globo bajo el sistema capitalista propició el establecimiento

de un período de paz sin precedentes que daría lugar más tarde a una era de

catástrofes signada por las dos guerras mundiales que se sucedieron entre 1914 y

1945. En efecto, el fin de la era del imperio se encuentra signado por el inicio de la

primera guerra mundial.

En sus orígenes, en cambio, se ubica la Conferencia de Berlín, que supuso una

radical transformación en la historia africana. Entre noviembre de 1884 y febrero de

1885 se congregaron catorce países europeos, y ningún estado africano, con el objeto

de resolver las fricciones y problemas que suscitaba el avance imperialista sobre el

continente negro. Adoptaron una serie de medidas para garantizar la libertad de

comercio, la libre navegación por los ríos Níger y Congo y la prohibición de la

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esclavitud. Reconocieron al Estado del Congo como propiedad privada de Leopoldo II,

rey de Bélgica, y ratificaron el principio de ocupación efectiva del territorio, según el

cual era necesario asentarse en el espacio para considerarlo propio. Sólo Etiopía y

Liberia conservaron la independencia, mientras que países europeos que se

encontraban en situaciones muy diversas participaron del botín africano. En la práctica

ello implicó el reparto de un continente vasto y poblado, que superaba con creces las

dimensiones del viejo continente.

Caricatura del hombre europeo dominante en África.

https://elsigloxx.wikispaces.com/1.-+Los+Imperios+Coloniales

La posesión de colonias ultramarinas se transformó en una condición necesaria

para participar del concierto de las naciones civilizadas. Para justificar su avanzada,

los europeos adujeron que se trataba de una cruzada civilizatoria en la que se

encontraban involucrados en tanto portadores de los saberes occidentales. Estas

representaciones se encuentran vívidamente plasmadas en el conocido poema del

premio nobel de literatura inglés Rudyard Kipling titulado “La carga del hombre blanco”

y publicado en su versión definitiva en 1899, donde señala:

“Llevad la carga del Hombre Blanco.

Enviad adelante a los mejores de entre vosotros;

Vamos, atad a vuestros hijos al exilio

Para servir a las necesidades de vuestros cautivos;

Para servir, con equipo de combate,

A naciones tumultuosas y salvajes;

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Vuestros recién conquistados y descontentos pueblos,

Mitad demonios y mitad niños.”

La carga del hombre blanco. Caricatura de época alusiva al poema homónimo

de Rudyard Kipling, fines del siglo XIX.

http://lahistoriaesuniversal.blogspot.com.ar/

El mismo Kipling no era ni más ni menos que un ciudadano inglés nacido en la

India, sin embargo, la díada civilización/barbarie se anudan en su poema con el fin de

legitimar el imperialismo británico ejercido en su tierra natal y en otros sitios. Expresa

allí el imaginario europeo de la época, que era reforzado desde la prensa y la literatura

dirigida a los estratos sociales cultivados y a las clases obreras de las metrópolis. Los

europeos se presentan como portadores del saber frente a los pueblos de los espacios

dominados, que son considerados salvajes.

Como vemos, el imperialismo fue un fenómeno que transvasó su faz

geopolítica y caló hondo en la cosmovisión de sus protagonistas. El historiador italiano

Enzo Traverso señala que en este período se encuentra la simiente del racismo que

signó la emergencia del Régimen Nazi en el siglo veinte. Las prácticas genocidas

perpetradas por los conquistadores no se agotaron en las hambrunas provocadas ni

en las guerras donde los colonizados fueron utilizados como carne de cañón. En

efecto, “en la cultura occidental del siglo XIX, “colonialismo”, “misión civilizadora”,

“derecho de conquista” y “prácticas de exterminio” eran, a menudo, sinónimos”

(Traverso, 2003: 65).

África ocupó un lugar privilegiado dentro de las fantasías coloniales, en tanto

espacio conocido e ignoto a la vez, puesto que recién en este momento de la historia

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el hombre blanco se adentró en el corazón del continente. Hasta entonces las

enfermedades y los peligros que entrañaba semejante aventura habían impedido esa

hazaña. Del mismo modo, los africanos, que eran considerados inferiores por motivos

raciales, se vieron involucrados en una trama de dominación y explotación en donde

sus derechos fueron sistemáticamente vulnerados.

3- El trabajo en el África Subsahariana colonial

Los objetivos de la colonización consistieron en mantener el orden, evitar los

grandes gastos financieros y organizar la mano de obra, inicialmente para portear y

más tarde para construir carreteras y ferrocarriles con objetivos comerciales. Ello llevó

a que se cambiaran los sistemas de justicia, se usara mano de obra forzada y se

gravara impositivamente a las personas (Betts, 1987: 351). Para poder hacerlo, se

introdujeron en África una serie de principios, instituciones, conceptos y prácticas con

los cuales cambiaron de raíz las sociedades que allí habitaban.

En este sentido, se destacaron la introducción de una economía monetaria, la

institución de la propiedad privada de la tierra, el monocultivo comercial, las

migraciones de trabajadores y el éxodo rural, la urbanización, la industrialización y la

integración de las diversas comunidades en nuevas estructuras político-

administrativas. Para comprender cómo esto fue posible, nada mejor que apelar a la

reconstrucción de algunos de los rasgos que caracterizaron el proceso de

transformación.

3.1 El trabajo forzado en el marco de la “economía de pillaje”

En los inicios del dominio colonial europeo jugaron un papel fundamental las

compañías de carta, dado que los estados europeos estaban dispuestos a adquirir

colonias pero no a generar gastos en administración y control. Según Catherine

Coquery Vidrovitch “todo el mundo invocaba el mismo axioma fundamental: las

colonias no debían costar nada a la metrópoli. Al contrario, su fundamento legal era el

de ser una fuente de beneficios” (Coquery Vidrovitch, 1976: 61).

Las compañías de carta eran empresas dotadas de privilegios comerciales y

mineros y de derechos soberanos que les autorizaban a percibir los impuestos y a

mantener una fuerza armada y que, durante los últimos quince años del siglo XIX,

actuaron como máquinas de guerra y como empresas económicas. Llevaron adelante

un “imperialismo conquistador” con el que las metrópolis se apoderaron del control

sobre los territorios y las sociedades en África. No obstante, los abusos cometidos, la

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dilapidación de los pocos capitales con que contaban y la incapacidad para hacerse

cargo del control de los territorios llevaron a su fin.

La historia de estas empresas fue breve, pero no así su herencia. Marcaron

una dirección para la realización de los negocios en el África que fue adoptada, una y

otra vez, por las empresas que a lo largo del tiempo actuaron sobre el terreno. En

efecto, la quiebra de estas entidades a comienzos del siglo XX implicó que los estados

europeos se vieran obligados a hacerse cargo directamente de sus colonias,

concesionando tierras y oportunidades de negocios a nuevos actores.

Según los períodos y los regímenes, estas firmas comerciales practicaron

diferentes tipos de explotación. Conforme a Coquery Vidrovitch, durante los primeros

tiempos y hasta la Primera Guerra Mundial prevaleció en gran parte del África la

“economía de pillaje.” El África Ecuatorial Francesa y el Congo fueron los dos lugares

donde este tipo de economía alcanzó el grado de desarrollo más elevado. Consistió en

explotar al menor coste posible un territorio inmenso, que ofrecía muchas riquezas

naturales, entre ellas, marfil y caucho. Estas empresas gozaban de la impunidad que

les daba el control monopólico de los mercados, lo que les permitía importar las

mercancías más mediocres y lo más caras posible a cambio de productos a los que se

les otorgaba un escasísimo valor monetario.

Los africanos se negaron a participar del sistema que se les imponía, pero

fueron obligados a través del trabajo forzoso que se les imponía para cumplir con las

exigencias tributarias. Todos los varones africanos debían pagar el impuesto de

capitación, que era entregado en especie, es decir, en productos de recolección.

El tipo de empresa al que estamos aludiendo tenía un carácter estrictamente

comercial. Las inversiones que realizaban eran mínimas, por lo que no tenían nada

que amortizar y cada año los beneficios eran casi íntegramente distribuidos entre los

accionistas. Cuando las superganancias mermaban, podían optar, sin mayores

pérdidas, por abandonar el lugar.

3.2 Las transformaciones sociales derivadas de la “economía de trata”

En el África Occidental, mejor que en cualquier otra parte, se practicó lo que el

geógrafo Jean Dresch llamó “economía de trata”, donde la mayor parte de los

trabajadores africanos participaron como cultivadores o recolectores (Rodney, 1987:

368).

Este tipo de actividad “singularmente primitiva y perezosa” consistió en reunir y

transportar hacia los puertos las mercancías en bruto que se producían en el país para

intercambiarlas por productos fabricados en el extranjero. Para ello se instalaron

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almacenes a los que concurrieron los productores africanos con sus productos de

recolección o cultivados: cacahute, sisal o algodón, café o cacao según la zona. Una

vez vendidos los productos en ese sitio, los nativos provistos de dinero compraban los

artículos de exportación (Coquery Vidrovitch, 1976: 97).

La economía de trata se desarrolló donde no era posible la actividad minera ni

la colonización de poblamiento, y se asentó sobre las prácticas que se habían

desarrollado previamente en el marco de la trata esclavista. La mano de obra de obra

barata de las colonias fue conminada a producir los productos que necesitaba Europa.

La explotación de los palmares de Dahomey o la producción de aceite de palma

destinado a la exportación por parte de los igbos son ejemplo de ello.

En lugares relativamente próximos a la costa, “el colonizador podía formar una

estructura que permitiera la producción en gran escala de productos agrícolas

tropicales de exportación en las condiciones necesarias para interesar al capital

central por esos productos, es decir, siempre que la remuneración del trabajo fuera tan

baja que esos productos resultaran más baratos que los productos que podrían

sustituirlos en el centro mismo” (Amín, 1972: 18). Para ello fue necesario:

- La organización de un monopolio comercial a cargo de casas de importación-

exportación y la organización piramidal de la red comercial donde los libaneses

ocuparon las posiciones intermedias y los comerciantes africanos las

subalternas.

- La obligación de los africanos convertidos en campesinos de tener que pagar

impuestos en moneda. De esa manera, tenían que trabajar para poder recibir

un salario en metálico y utilizarlo luego para cumplir con las exigencias

tributarias.

- El apoyo político a quienes se apropiaban de una parte de las tierras y

organizaban migraciones internas de trabajadores hacia las zonas de

plantación (generando el abandono de regiones enteras).

- La alianza política entre los europeos y los grupos que controlaban el poder en

las sociedades musulmanas y tenían interés en comercializar el tributo que

recibían de los súbditos campesinos.

- La opción por la coerción administrativa: el trabajo forzado, en los casos donde

los medios mencionados precedentemente se revelaron insuficientes.

Bajo las condiciones descriptas, las sociedades africanas se integraron al

sistema capitalista mundial como entidades dependientes de las necesidades de los

países centrales. Se profundizaron los intercambios comerciales con los agentes

extranjeros y se desarticularon las economías precapitalistas basadas en la

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subsistencia aldeana. Paralelamente, la mano de obra se fue incorporando al mercado

de trabajo bajo las reglas del capitalismo y conforme a las formas que el colonialismo

iba imponiendo.

La economía basada en la utilización del nuevo sistema monetario que impuso

la colonización estuvo acompañada de una fiscalización sistemática y la recaudación

de impuestos en especies pero también en moneda; los cambios en las estrategias de

desarrollo agrícola africana (implementación de cultivos para obtener rentas,

migraciones de trabajadores “golondrinas”, etc.); el pago en salario en sustitución del

trabajo forzado (lo que contribuyó a la generalización de la circulación monetaria); la

instalación de entidades financieras y bancarias. Todo lo cual hizo que, por voluntad

propia o por la fuerza, los africanos tuvieron que entrar en el sistema monetario

internacional. Dice Walter Rodney que “como quiera que llegó, los africanos

contemplaron la economía monetaria como <<cosas de la vida>> -un nuevo orden que

no podían cambiar, y al que en muchos casos estaban preparados para recibir-. La

nueva fase implicó una elección entre las alternativas presentadas de ganarse la vida

y participar en la economía impuesta de producción de mercancías” (Rodney, 1987:

367).

En consecuencia, el proceso de monetarización colonial llevado adelante

puede definirse –siguiendo a Yoro Fall- “como una desestructuración de las formas

preexistentes de integración y de complementariedad económicas” (Yoro Fall, 2000:

12). Esto puede entenderse de esa manera ya que las telas, los cauríes, las barras de

hierro, las varillas de cobre, la sal e inclusive las monedas extranjeras, se utilizaron

previamente como patrones para los intercambios y para establecer el valor de los

productos, según fuera su rareza o la utilidad adjudicada por las diferentes sociedades

africanas. Estos patrones para los intercambios nunca fueron garantizados ni

controlados por un poder estatal y solo sirvieron de manera distinta en las diversas

regiones africanas en las que eran utilizados. A partir de la monetización colonial se

produjo una desmonetización de los antiguos signos monetarios y ello fue

acompañado de profundísimos cambios.

3.3 Las migraciones forzadas en el marco de las economías mineras y de

plantación

En el África Austral, desde la región de Katanga hacia el Sur, pasando por la

Rodhesia del Norte (luego Zambia), y en la Unión Sudafricana el eje del desarrollo

económico estuvo dado por la minería. Las principales inversiones que se realizaron

en África Subsahariana estuvieron orientadas hacia esta actividad y al montaje de la

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infraestructura que ello requería. Así, una parte muy importante de los capitales

invertidos antes de 1914 lo fueron en equipamiento ferroviario y portuario.

Las explotaciones mineras provocaron importantes desplazamientos, creando

densas concentraciones de población en las cercanías de las minas. Las formas de

reclutamiento de trabajadores, las condiciones laborales y la permanencia de estos allí

variaron de acuerdo a las zonas y al momento. En los inicios, en las zonas de

influencia de Orange y Trans Vaal los trabajadores de las minas no permanecían más

de tres meses en el lugar, pero luego el trabajo se organizó en “vastas

concentraciones”, como señala la historiadora francesa Catherine Coquery Vidrovitch

(Coquery Vidrovitch, 1976: 113). En efecto, para combatir la comercialización ilegal de

diamantes y luchar contra la deserción, se crearon “compounds” alrededor de

Kimberley (Sudáfrica) que fueron luego imitados en otros sitios.

Los africanos quedaban confinados por un determinado tiempo de duración en

esos lugares y debían adquirir todo lo que necesitaban en las proveedurías de la

compañía para la que trabajaban. Así comenzaba a nacer el África miserable de los

bantustanes y del apartheid.

En cambio, en el Congo belga la incorporación espontánea al trabajo en las

minas fue excepcional. Hubo reclutadores que pagaban (cuando no amenazaban) a

los jefes tribales para conseguir trabajadores y también compraban hombres bajo

condición de esclavos hasta cerca del año 1930. No obstante, la mano de obra

asalariada fue acrecentándose con el tiempo, pasando de 47.000 en 1917 a 530.000

en 1939. La mayoría de ellos trabaja en las minas, donde pese a que se fijaron normas

para regular la incorporación de nuevos trabajadores y mejorar las condiciones de

trabajo, esto prácticamente no sucedió.

Esclavos africanos del Congo Belga en el siglo XIX-inicios del siglo XX. En:

http://www.pulso-digital.com/tag/colonizacion-africana/

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Por otra parte, en el campo agrícola fueron los alemanes quienes llevaron la

delantera en el desarrollo de la “economía de plantación” hasta la Primera Guerra

Mundial. Esto sucedió particularmente en las colonias de Camerún y Tanganica,

donde –al igual que en otros lugares de África-, los empresarios y al Estado se

enfrentaron a la escasez de mano de obra y a la negativa de los nativos a participar de

ese tipo de labor. Para resolverlo apelaron al sistema de trabajo forzado.

Los lugares que conocieron un mayor desarrollo de este tipo de actividad

fueron aquellos en los que se contaba con mayor número de colonos blancos. En

África del sur, los Boers con poco capital debieron llevar adelante una explotación de

tipo extensiva y de escaso rendimiento apropiándose de las tierras que antes estaban

bajo posesión negra. En Kenia se invirtieron más capitales, lo que permitió llevar

adelante la explotación intensiva de maíz, café y sisal. En este país, los africanos

fueron relegados a las tierras menos favorecidas y recluidos en reservas.

3.4 La construcción de un proletariado urbano y rural

Como se observa, el desarrollo del comercio y de las relaciones laborales en

las que se utilizaba como elemento de cambio a la moneda fue estimulado también por

la instauración del impuesto monetario. La obligación de pagar el impuesto en moneda

conllevó la necesidad de trabajar a cambio de un salario. Esto pudo darse bajo la

forma de trabajo que libremente se ofrecía en el mercado o bajo el mecanismo del

trabajo forzoso. Estos procesos resintieron la economía de subsistencia y las viejas

formas de procurarse lo que se necesitaba para la reproducción de la vida material. La

creciente necesidad de obtener ingresos monetarios para hacer frente a la coerción

nacida del impuesto pareció a los teóricos de la época la fórmula para obligar a los

africanos a buscar trabajo y convertirlos en alguna de las diversas variantes de los

trabajadores asalariados agrícolas.

Luego de la Primera Guerra Mundial los estados coloniales suprimieron lo que

todavía quedaba del sistema esclavista. El azotamiento y los malos tratos físicos a los

africanos por parte de los empresarios europeos comenzaron a ser desaprobados y se

fue legislando para prohibirlos. Los estados coloniales hicieron lo posible por

conservar el monopolio sobre las formas legales de la violencia, potestad que antes

habían depositado en las compañías de carta. Al mismo tiempo, el estado colonial

procuró dar seguridad a los inversores y a los propietarios europeos. Los azotes por

orden del patrón fueron sustituidos por flagelamientos legales.

Los códigos laborales siguieron dando amplios poderes a los empleadores y

las instituciones estatales para actuar y exigir sobre los trabajadores. Uno de los

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ejemplos más aberrantes lo encontramos en las prácticas del trabajo forzado y los

castigos que su incumplimiento imponía a los africanos de las colonias portuguesas.

El Código del Trabajo para los Indígenas de las Colonias implementado por el régimen

de Salazar en 1928 se mantuvo hasta la década de 1960 (Mateus, 2013: 63). En el, “la

ruptura de contrato era casi invariablemente tomada no como un delito civil sino

criminal; y la conclusión unilateral de contrato por parte de los trabajadores africanos

se seguía considerando <<deserción>>, con todas las implicancias militares del

término” (Rodney, 1987: 366).

Por otra parte, hemos dicho más arriba que, como consecuencia de la

colonización, las tierras pertenecientes a la población indígena fueron expropiadas

sistemáticamente para ser ocupadas por colonos europeos (como en Kenia o África

del sur) o por las compañías extranjeras bajo formas de concesiones (como en el

Congo Belga o el África Ecuatorial Francesa). También, como en el caso del Reino de

los Ashanti en la colonia de Costa de Oro, se produjeron importantes transformaciones

en la propiedad de la tierra que permitieron la emergencia de terratenientes africanos

que tenían la propiedad privada de importantes extensiones de tierra.

El proceso de expropiación, apropiación y concentración de la tierra, como

hemos visto, fue de la mano de la expansión de las relaciones de tipo capitalista y,

como consecuencia de todo ello, se produjo la aparición de nuevas categorías

sociales: el gran terrateniente, que como ya hemos dicho podía ser una gran empresa

o un individuo, según la zona; el campesino propietario y las diversas variantes de

trabajadores asalariados agrícolas. El surgimiento de estos nuevos actores fue

acompañado de la transformación de la agricultura de subsistencia en una agricultura

comercial para la exportación, adoptando en los países tropicales la forma de

monocultivo en gran escala (caña de azúcar, cacao, algodón, café, sisal, etc.).

El proceso nos muestra que muchos africanos siguieron al principio de la era

colonial ligados a la comunidad aldeana y a la auto-subsistencia tradicional. No

obstante, combinaban esos trabajos con migraciones estacionales que tenían por

objeto ganar el importe del impuesto o un ligero excedente. Para ello recorrían

enormes distancias, cruzando las fronteras, trabajando durante períodos más o menos

largos, regresaban a sus lugares de origen y volvían a partir. Pasaban años inmersos

en esta vida migrante, lejos de sus familias y comunidades de origen.

Varias eran las colonias que importaban mano de obra, si bien es cierto que la

Unión Sudafricana, Rodhesia, Uganda, Katanga, Liberia y Ghana eran las que

requerían más trabajadores. Mientras que otras colonias eran exportadoras, en

grandes cantidades, de mano de obra. Bechuanalandia (Botswana), Mozambique,

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Niasalandia (Malawi) y Ruanda eran algunas de ellas. Se estima que para el año 1954

el 42% de los hombres adultos de Niasalandia estaba trabajando fuera de la colonia y

en 1957 las dos terceras partes de los trabajadores de las minas de la Unión

Sudafricana eran originarios de otros territorios africanos. Stavenhagen, siguiendo un

trabajo de Jack Woddis, nos dice que las migraciones de los trabajadores africanos

tenían seis características:

- Estaban compuestas por hombres casi exclusivamente adultos.

- Los contratos eran temporarios.

- La migración era repetida varias veces en la vida de un individuo.

- Los trabajadores viajaban generalmente distancias enormes.

- Las migraciones estaban ligadas a diversas formas de reclutamiento que

muchas veces no eran más que formas disfrazadas de trabajo forzado.

- La escala de la migración solía ser tan grande que provocaba desequilibrios

entre las poblaciones de la ciudad y las del campo, agravando la crisis

agraria.

Este proceso cobró forma en un marco caracterizado por el desprecio

deliberado por la industrialización y la elaboración de las materias primas y productos

agrícolas en las colonias. En el espacio que nos ocupa se importaba todo, hasta los

artículos más sencillos y necesarios como los fósforos, las velas o los aceites

comestibles que se podrían haber producido fácilmente en África. Así los africanos se

convirtieron en consumidores de los artículos manufacturados de los países

metropolitanos y en productores de materias primas para la exportación. El profesor

ghanés Albert Boahen dice al respecto que “este desprecio total por la

industrialización local que mostraron las potencias coloniales debe considerarse como

una de las peores fechorías del colonialismo” (Boahen, 1984: 35).

En un sentido semejante, Pierre Naville, en un estudio acerca de la estructura

de la industria y del comercio en África que realizó en 1952, decía planteaba que “los

capitalistas siempre han sido hostiles a la creación de industrias locales que permitan

transformar las materias primas in situ, contribuyendo así al enriquecimiento de estos

países; estas creaciones habrían arruinado los monopolios de las compañías

comerciales” (Stavenhagen, 1973: 73).

Sin embargo, y pese a lo que hemos apuntado, hacia el final del período

colonial se observaba que la industrialización estaba comenzando a producirse en

algunos rubros. El sector minero era el que aglutinaba el mayor número de obreros

industriales asalariados y, en algunos lugares, su porcentaje era importante respecto

de la población total. Se calculaba que entre un millón cuatrocientos mil y un millón

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quinientos mil eran obreros asalariados en la industria del África negra sobre una

población total de noventa a noventa y cinco millones de habitantes. En ciertas

colonias, como Ruanda, Rodhesia, el Congo y la Unión Sudafricana la proporción de

asalariados de las minas, el transporte y la construcción era mucho más elevada que

en otros países.

Pese a que no se favoreció el desarrollo industrial, no caben dudas que con el

colonialismo el ritmo de la urbanización se aceleró, haciendo crecer en tamaño a las

ciudades ya existentes y generando la emergencia de otras completamente nuevas.

La población de las ciudades aumentó sostenidamente a lo largo del tiempo. Por

ejemplo, la de Nairobi (Kenia), fundada en 1896 como depósito de tránsito para la

construcción del ferrocarril de Uganda, pasó de un pequeño número de personas a

13.145 en 1927 y a más de 25.000 en 1940; la de Lagos (Nigeria) de 74.000 en 1914 a

230.000 en 1950 y la de Dakar (Senegal) de 19.800 en 1916 a 92.000 en 1936 y

132.000 en 1945. El poblamiento de las ciudades fue alentado porque en ellas se

ofrecía un mejoramiento de la calidad de vida respecto de lo que sucedía en el ámbito

rural.

Los nuevos servicios sanitarios (hospitales y dispensarios), el mejoramiento de

la vivienda, las posibilidades de escapar a las diversas formas del trabajo forzado y el

incremento de las oportunidades de empleo estimulaban el abandono del campo y la

búsqueda de un lugar en la ciudad.

Sin embargo, el crecimiento de la ciudad a partir de la emigración continua de

jóvenes y mujeres hacia los centros urbanos en búsqueda de empleo y educación (y

muchas veces solo para huir del hambre, las epidemias, la pobreza y los impuestos

que debían pagar en el campo), conllevaba la existencia de una vida miserable para

muchísimos de ellos. En ninguna ciudad se aceptaba a los africanos en condiciones

de igual respecto que a los europeos que las habitaban. La mayoría de los migrantes

no encontraba los empleos que se imaginaban al salir del ámbito rural. Generalmente

terminaban viviendo en hacinados en los suburbios y barrios marginales donde la

mayoría de sus pobladores no tenía empleo, sino que abundaban la delincuencia

juvenil, el alcoholismo, la prostitución, el crimen y la corrupción.

4- La resistencia de los trabajadores frente a la penetración capitalista que

impuso el colonialismo europeo.

Ya hemos dicho que los objetivos de la colonización consistieron en mantener

el orden, evitar los grandes gastos financieros y organizar la mano de obra a los

efectos de satisfacer los requerimientos de la expansión capitalista. Para mayor

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presión, podemos decir que el Estado colonial tuvo dos objetivos que resultaron ser

contradictorios. Por un lado, asegurar las condiciones para la extracción de productos

y la acumulación de capital por los intereses metropolitanos y, por otro, lograr un

marco de orden y control efectivo sobre la población indígena para la acumulación.

Esto conllevó la necesidad de modificar y recrear las estructuras sociales.

Imagen del largometraje “La Noire de…” (1966) del cineasta senegalés Ousmane Sembene.

Más información en http://catalogo.artium.org/book/export/html/5541

http://catalogo.artium.org/book/export/html/5541

El Estado colonial actuó sobre fuerzas sociales que no se dejaron modelar al

antojo de los europeos, sino que lucharon y resistieron las imposiciones del

colonialismo. Por consiguiente, el proceso de transformación, destrucción y

preservación de las estructuras indígenas se fue dando bajo una amplia variedad de

formas.

Los agravios que soportaron los africanos que se vieron sometidos a la

dominación y la explotación colonial fueron respondidos de diferente manera. Coquery

Vidrovich nos dice que se negaron a empadronarse, que hicieron lo posible por

escapar al pago de los impuestos, que se rehusaron a abastecer a los mercados

obligatorios y a ser deportados a otras tierras. Asimismo, la deserción de los ámbitos

donde debían realizar trabajos forzosos y la huida de las aldeas en búsqueda de

zonas para refugiarse (en la selva o en la montaña) fueron otras de las tantas

estrategias utilizadas con el objeto de escapar de la situación que se les intentaba

imponer (Coquery Vidrovich y Moniot, 1976: 115).

La resistencia africana comenzó en el mismo momento en que se inició el

avance imperialista. Las luchas estallaron en todo el continente. Samori Turé resistió

durante las décadas de 1880 y 1890 la penetración francesa en el África Occidental,

en el Sudán se produjo el levantamiento Mahdista, en Lesotho una rebelión de los

moorosi y otra en África Oriental portuguesa. También se produjeron movimientos de

resistencia en diferentes lugares bajo poder de los ingleses. Tal es el caso de lo

sucedido en el Sur del continente donde los ndebele y los shona se levantaron en

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Rodhesia, los tlhaping en Bechuanalandia y los zulú en Natal. Durante la primera

década del siglo XX estallaron movimientos de oposición en Costa de Marfil, en

Tanganica (el movimiento maji-maji) y en Ubangui Chari. Todas estas acciones de

resistencia sufrieron una represión aterradora y las poblaciones, en muchas

ocasiones, fueron masacradas por millares.

Estas revueltas fueron impulsadas por los cambios que aceleradamente

imponía la dominación colonial y posteriormente por la crisis de los años treinta. Se

trató de “movimientos de masa de origen campesino, animados por un mesianismo

profético que sacralizó y popularizó las revueltas de la desesperación”, donde se

resistía el nuevo poder y las bases materiales e ideológicas sobre el que se ejercía. Se

rechazaban las imposiciones tributarias, la pérdida del control de la posesión de la

tierra y las nuevas formas de hacer el trabajo. Pero también se oponían al orden

<<laico, burocratizado y estratificado>> que imponía la colonización (Coquery

Vidrovich y Moniot, 1976: 116). En síntesis, por medio de estas acciones colectivas los

nativos procuraron preservar el orden precolonial o volver al mismo, y su fracaso

significó el inicio del abandono de las viejas creencias y de los valores sociopolíticos

“tradicionales.”

Pese a la falta de estudios sobre el tema, se sabe que los primeros síntomas

de malestar en los sectores que se incorporaron a la economía moderna (los obreros

mineros, los asalariados de las ciudades, los productores campesinos, etc)

aparecieron muy pronto. Dentro de este marco, el boicot fue una pieza clave del

repertorio de acciones de lucha, aunque no la única.

El proletariado urbano y minero que fue emergiendo en el proceso de

incorporación de estas sociedades al sistema capitalista también fue desarrollando los

medios para poder expresarse y oponerse. Esto lo hizo fundamentalmente a partir de

los sindicatos. Por ejemplo, inmediatamente después de la crisis que estalló en 1929

se produjeron los primeros boicots de productores africanos. Preocupados por la gran

caída de los precios (el cacao, por ejemplo, descendió de 122 a 18 libras la tonelada

entre 1920 y 1930) los productores rurales de Costa de Oro se unieron conformando la

Gold Coast Farmers’ Association. Esta asociación que surgió en 1938 fue dirigida por

Jhon Ayew para responder a las acciones de las compañías de exportación-

importación (la United Africa Co. controlada por Unilever, era una de las principales

compañías dedicadas a esa actividad) que manipulaba los precios en su propio

beneficio. Sin llegar al biocot, en Nigeria también se organizaron los productores

nativos. El Nigerian Youth Movement dirigió sus acciones hacia las diez compañías

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que controlaban el 90% de las exportaciones e impulsaron la creación del National

Cacao Council.

Al final de la dominación colonial, en plena lucha por la independencia, el boicot se

convirtió en un arma muy importante. Los movimientos nacionalistas se nutrieron de

organizaciones que hicieron de esa forma de acción colectiva un medio que colaboró

para poner de manifiesto los reclamos y las necesidades de sectores urbanos y

rurales.

Los sindicatos fueron fuertemente perseguidos, paralizados y combatidos desde

un comienzo por el poder colonial y solo comenzaron a aflorar en los años

inmediatamente anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Gran Bretaña reconoció en

su imperio el derecho sindical hacia 1930. Antes se realizaron algunas huelgas en el

Rand estimuladas por el Industrial and Commercial Workers Union of Africa (ICU) y

por el Partido Comunista. Pero los resultados negativos de la táctica de resistencia

pasiva y la creciente severidad de la legislación paralizaron el movimiento.

La discriminación racial, la legislación que imponía la Coluor Bar y la brutalidad de

la represión en la Unión Sudafricana hizo que cada tanto se produjeran expresiones de

resistencia y reclamo. Hacia 1941 no había en Ghana sindicatos registrados pero en

1951 ya eran 41 y en 1957 la cifra superaba los 100. En Nigeria, se pasó de 50 en

1941 a 177 en 1955. En 1937 no había ningún sindicato reconocido en el África

Occidental francesa pero para 1955 la lista superaba los 350. En el África belga

después de la Segunda guerra Mundial se permitió la organización sindical.

La multiplicación de organizaciones obreras, sin embargo, no guardó correlato con

el crecimiento del número de afiliados. Como ejemplo podemos considerar que a

inicios de la década del cincuenta más de la mitad de los sindicatos de Nigeria tenía

menos de 250 afiliados y lo mismo sucedía en Costa de Oro. La poca inclinación hacia

la afiliación se relaciona con el miedo que los trabajadores tenían hacia una patronal

que consideraba subversivos a los que se organizaban para defender sus derechos

laborales. Esto repercutía sobre las condiciones financieras de las organizaciones, que

se veían con muchísimas dificultades para poder encarar estrategias de acción.

La constante afluencia de migrantes a las ciudades le permitía a los capitalistas

disponer de un “ejército de reserva” de trabajadores siempre disponibles. A esto tiene

que sumársele la falta de formación de los dirigentes sindicales, la creación de los

“sindicatos amarillos” por parte de la patronal y la importación de las internas y

divisiones sindicales por las que atravesaban las centrales metropolitanas. En el África

Francesa esto repercutió de manera mucho más fuerte, pero en toda el África

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Subsahariana era muy difícil llevar adelante acciones sindicales durante el período en

cuestión.

No obstante, las organizaciones sindicales jugaron un papel clave en las luchas

nacionalistas que se desataron luego de la Segunda Guerra Mundial. Los sindicatos

de maestros, los ferroviarios y portuarios, los de correo y los que se conformaron en

torno del trabajo minero jugaron un papel fundamental en ello. En las colonias

francesas se produjo una tendencia hacia la conformación de centrales sindicales

donde se vincularon fuertemente estas organizaciones con los movimientos políticos.

En el caso de las colonias inglesas las cosas fueron distintas. Los sindicatos no

lograron centralizar las organizaciones, sino que su comportamiento fue mucho más

autónomo y estuvieron más ligados más a los problemas económicos que a los

estrictamente políticos.

En este contexto, los sindicatos de las diversas colonias del África Subsahariana

acordaron en señalar que la raíz de todos los males era justamente el régimen

colonial. Iniciaron así un camino donde aunaron esfuerzos con las organizaciones de

estudiantes, de profesionales, con las corporaciones que representaban los intereses

de los pequeños y medianos comerciantes y empresarios africanos, con las iglesias y

con los partidos políticos, en la lucha contra el colonialismo y la búsqueda de la

independencia en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

5- Conclusiones

Reflexionar sobre las formas de trabajo que se desarrollaron en las sociedades

africanas subsaharianas durante el período colonial nos permite comprender algunas

claves del “atraso” que aparentemente signa al continente africano en la actualidad.

Como planteamos en el trabajo, esta situación nos remite a las características que

tuvo la inserción del África Subsahariana dentro del sistema capitalista mundial.

Las consecuencias del colonialismo en materia social y laboral fueron

impresionantes: trabajo forzado, emigración laboral, cultivo obligatorio de

determinados productos, ocupación de la tierra por la fuerza, traslado forzoso de las

poblaciones con la consiguiente dislocación de la vida familiar, sistemas de

prohibiciones de circulación, altos índices de mortalidad en las minas y en las

plantaciones y brutal represión de los movimientos de protesta y de resistencia que

esas medidas generaron.

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Poblado Lobi - Burkina Faso: Mujeres trabajando en el pozo que abastece la zona. En:

http://www.losviajeros.com/pics/africa/burkina/index.php?fn=Burkina_014

La incorporación al mercado laboral fue traumática para sus protagonistas,

puesto que alteró radicalmente la vida de las comunidades aldeanas nativas. En el

caso africano, el tradicional flujo de trabajadores del campo hacia la ciudad - que es

una seña del sistema capitalista a lo largo y a lo ancho del globo- se agudizó por las

políticas migratorias impulsadas por las metrópolis para desarrollar minas y

plantaciones que se encontraban ubicadas en espacios con escasez de mano de obra.

Durante tres cuartos de siglo las sociedades africanas se vieron forzadas a emprender

una serie de migraciones que transformarían la fisonomía del continente.

El nuevo orden colonial alteró profundamente los principios y valores sobre los

que se estructuraba la organización social existente. Bajo la dominación y la

explotación de los europeos se hizo hincapié en los méritos y en los logros

individuales. De esa manera, perdió importancia el lugar dado al nacimiento en la

estructura social “tradicional.” Albert Boahen plantea que hacia 1930, “en lugar de la

sociedad formada por las clases tradicionales: aristocracia gobernante, elite instruida

relativamente pequeña, pueblo llano y esclavos domésticos, había nacido una nueva

sociedad dividida más tajantemente que antes en habitantes de las ciudades y del

campo, unos y otros con distinta estratificación. En esta nueva estructura la movilidad

se basaba más en el esfuerzo y los logros del individuo que en la adscripción a un

grupo” (Boahen, 1984: 35).

En este contexto, la sindicalización y las luchas por el reconocimiento de los

derechos de los pueblos nativos se encontraron con una férrea represión por parte de

las metrópolis. Hubo que esperar hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial para que

se produjera el resquebrajamiento de los imperios ultramarinos que trajo como

consecuencia la declaración de las independencias africanas. Hasta entonces, los

derechos laborales de los trabajadores africanos seguían siendo completamente

distintos de los de sus homólogos europeos.

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