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Octubre, 2014
9. Feminismos transnacionales, hermenutica y polticas de identidad
La paridad de gnero: el smbolo incmodo de la clase poltica
LLE. Nabil Mariana Grijalva Hinojos
Facultad de Filosofa y Letras, UACh. Maestra en Humanidades.
[email protected] // [email protected]
La paridad de gnero: el smbolo incmodo de la clase poltica
El hecho y la situacin de qu, a pesar de que las disposiciones legales en las que siempre nos
hemos mostrados tan avanzados y generosos, las mujeres siguen viviendo y actuando como seres
inferiores dentro de nuestra sociedad.
Rosario Castellanos
Feminismo a la Mexicana
La distincin entre la mujer y el hombre marca los anales de la historia desde el primer esbozo de
la existencia de ste ltimo: cuando nace un varn en la familia, la madre quien acaba de parir
siente que ha hecho las cosas bien; en tanto que el hombre y seor de la casa respondiendo
fielmente a su pensamiento de proveedor y procreador, se vanagloria por la sucesin y
continuidad de su descendencia, segn cita la escritora Rosario Castellanos en su ensayo
Feminismo a la Mexicana. 1
Esta realidad no est lejos de lo que vivimos hoy. Como una tipologa ancestral de las primeras
habitantes en el mundo, las fminas se encuentran fieles en su papel de madres respondiendo a
dicha encomienda, mientras que los hombres se saben amos y seores de su grey. Esta creacin
cultural por siglos establecida obedece a la misin y distincin en Mxico entre ambos sexos, es
1 Reyes, Andrea. Feminismo a la mexicana. Mujer de palabras. Artculos rescatados de Rosario Castellanos. Vol. I. Mxico DF: CONACULTA, 2003. Impreso.
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decir, la asignacin de responsabilidades en la sociedad mexicana se sujeta a las mismas
tradiciones que a pesar de los avances continan cavando la una acequia cultural.
En las familias como en las instituciones sociales, culturales, acadmicas y polticas, los
contrastes entre hombre y mujer son innumerables. Los paradigmas siguen un mismo patrn
difcil de romper acuado en la lnea del tiempo. La propagacin de cdigos y normas culturales
en Mxico, datan desde la imposicin de la Colonia en la Nueva Espaa en donde se tena
especial rigurosidad en el comportamiento sexual, las caractersticas de cada individuo y las
prcticas que deban seguirse y ante su desobediencia, castigarse por la autoridad eclesial
equiparable en los siglos XVII y XVIII, a la autoridad poltica.2
Esta cadena prevalece con ligeras modificaciones. El mismo Estado ha convenido conservar, pero
tambin, diversificar y adaptar.
Ante este panorama cultural que llama al estudio filosfico y particular de las comunidades
expandidas por todo el mundo, se pone en el plano analgico y controversial el tema de gnero,
posicin e identidad. Ms all de cimentar una razn de ser en esta condicin diferencial a partir
de la ciencia, de los cnones y las mismas ideas interpretadas de manera unilateral por las
autoridades y la vida institucional constructora-deconstructivista, es preciso acercarnos a un
proceso hermenutico en el que si bien retoma a la tradicin, recupera la funcin de la praxis del
intrprete tal como reta Apel a Gadamer.3
La cuestin de gnero implica este proceso de la aceptacin de las construcciones sociales
producto de la imposicin ineludible (leyes y convenciones sociales completamente arraigadas),
as como del carcter hermenutico de adaptacin y comprensin a propsito del dinamismo
global. Las reglas cambian segn se conciba la idea, en este caso, en la dialctica obligada entre
explicacin que data de causas, y la comprensin que es producto del anlisis especfico de cada
sociedad.
2 Lavrin, Asuncin Coord. Sexualidad y Matrimonio en la Amrica Hispnica Siglos XVI-XVIII. Mxico D.F: Editorial Grijalbo, 1991. Impreso. Pg. 56. 3 Fernndez Armendriz, Eduardo. Cultura y Globalizacin ensayos filosficos. Chihuahua, Mxico: Textos Universitarios UACh, 2002. Impreso. Pg. 76
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El tema de gnero y apropiacin de espacios resulta similar a esta nueva crtica de la crtica que
en su momento surgi en la filosofa. Ir contra corriente no es el objetivo, sino clarificar y
decodificar un nuevo intercambio de saberes.
La misma comunidad contempornea, dice Apel, debe ser un elemento indispensable para la
discusin, no sin antes aadir lo que la comunidad histrica ha dicho plasmado en un papel lejos
de cualquier ideologa. 4El tema de gnero, entonces, se convierte en ese punto medio que declara
en su integridad y de manera explcita un dilogo hermenutico controversial sin importar el
tiempo o el lugar.
La propuesta va en funcin de desarrollar cmo el sujeto mujer es nada menos que el ejemplo
vivo de la tradicin anquilosada de un constructo social- histrico difcil de revertir, y que como
consecuencia de una lucha frontal contra el sistema, se apodera de los sitios que comnmente
correspondan al varn, qu tan incmodo resulta su figura en un espacio de dominio macho?
qu lectura le da el resto de los espectadores, el resto de la sociedad? qu significa el
desplazamiento de papeles?
El tema es una oportunidad de dilucidar este choque intenso de propuestas, discursos y formas de
interpretacin. Las ideologas tendrn que quedarse detrs y guardadas por temporada mientras
ocurre el debate entre los rostros contrarios.
1. El problema metafsico y el analogismo necesario
La construccin de sujetos inicia a partir del objeto preconcebido. Las ideas surgen de una
sociedad dedicada a agrupar segn su espacio, tiempo y antecedentes.
Para Nietzsche todos () vivimos en una nube de opiniones impersonales, difusas y
envolventes que se desarrollan y viven con toda independencia entre los individuos5. Con ello
confirma, desde su visin de finales de siglo diecinueve, el desencanto de una sociedad erigida en
de apariencias, de las migajas que encabezan una cultura real pero difusa y pragmtica.
Los roles entre hombre y mujer forman parte de esta idea funcional pues existe una configuracin
hecha y valorizada por una sociedad que distingue a superiores y subordinados. Este
4 bid Pg. 77. 5 bid Pg.88.
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posicionamiento Nietzscheano concuerda con la visin de una cultura dispuesta a sobrevivir entre
lo etreo, entre las nuevas formas de explicar la misin de los dispositivos sociales que se dan
entre el varn y la hembra y que se funden en esa amalgama de conciencias en la lnea del
tiempo.
El reconocimiento entre uno y otro comulga con esta vida cultural que los apropia y les asigna un
lugar en la esfera. El rompimiento de la modernidad para dar surgimiento al posmodernismo, que
proclama una nueva metafsica y una forma distinta de mirar al hombre, abre la posibilidad de
entender un progreso que trasciende la prdida o permanencia de los valores y de Dios mismo.
Independientemente de tomar lo anterior como un hecho, cierto es que la metafsica y la
posmetafsica, el ser humano va desenvolviendo su propio existir no sin antes recurrir al pasado
con la intencin de dar solucin y un vuelco diferente al comportamiento individual y colectivo.
El hombre atrado por la ciencia y la tecnologa as como de la dependencia de las ideas
cannicas que le van formando, tienen oportunidad de despegarse y revelarse para lograr una
realidad diferente lejos del nihilismo abrasivo o del relativismo imperante.
Los seres humanos tienen la capacidad de constituir un nuevo ser respetando sus diferencias e
inquietudes con afn de cubrir sus necesidades idetntitarias y de convivencia, revirtiendo las
figuras por aos establecidas. Una metafsica que pueda universalizar sin destruir las
diferencias, es decir, que no sea unvoca o equvoca sino analgica6, tal como lo seala Mauricio
Beuchot. Agrega la imperiosa recuperacin del ser sin caer en el fatalismo nihilista o el
relativismo moderno, sino, en consideracin de lo que la fusin y punto medio ofrecen.
El posmodernismo critica fuertemente la modernidad. En l se elimina la verdad como evidencia
as como esa capacidad del sujeto para auto conocerse, por lo tanto tambin aquello de conocer e
involucrarse con el Otro, de comprender su mundo y reconocer la moral en su sentido muy
particular- evitando el bagaje sin sentido, un llamado al apocalipsis que arroja tanto la
modernidad como la posmodernidad en potencia. En efecto, si el hombre ya ha sufrido los
golpes de tal condicin moderna tambin se enfrenta a una definicin posterior de vacuidad, ergo,
de incomprensin.
6 bidem.
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Desde ah la urgencia por recurrir a una universalizacin que promueva la realizacin humana, a
los derechos humanos y a la democracia;7 a la atencin en la alteridad, la deconstruccin de los
trminos y las figuras por mucho tiempo establecidas. Ver al Otro lejos del carcter personal y
nico; ver al Otro como el Otro mismo dando la oportunidad de desenvolvimiento y construccin
en la vida individual y colectiva: mujer y hombre, ambos como entes distintos pero parte del
mismo escenario poltico y social.
Renovar el sentido existencial y de pertenencia forman parte de este entendimiento, del
reconocimiento del hombre y la mujer como indispensables en este proceso dialgico cultural.
Acuar una metafsica entera, no causal, se convierte en una tarea indispensable para comprender
la existencia y el equilibrio entre ambos. Beuchot afirma que en la analoga domina la
equivocidad, por lo que se requiere marcar un camino igualitario en el que habite univocismo sin
llegar al carcter absoluto de pensamiento.
La hermenutica analgica que presenta Beuchot semeja ese estado social al que es preciso llegar
para reinventar las condiciones ecunimes no slo en la vida filosfica, sino en la vida y el
dinamismo convencional del ser humano.
De ah que se reconozcan los extremos, resaltando un punto cntrico en el que ambos y que pese
a sus diferencias o lejana, sean vlidos y tomados en cuenta. Algo similar con lo que Derrida
realiz con la escritura y la aclaracin de la metafsica de la presencia en donde critic el
logofonocentrismo por tratarse de un absolutismo pleno en la palabra y la exclusin de la
escritura. Lo traigo a colacin tratando de ser ms calara en el carcter impositivo que la
academia legitim en cuanto a aprendizaje, nuevas formas de saberes y en consecuencia, de su
comprensin.
En sntesis, y como colofn de este primer apartado, para el pensamiento tanto de Beuchot como
de Derrida, habra que eliminar las intenciones de centralidad y anular las diferencias
diferenciadoras en nombre de una diferencia original denominada la diffrance8. Comprender la
oposicin, en este caso palabra/ escritura, hombre/ mujer, significado/significante; acudiendo a
7 bid 79. 8 Aragn Gonzlez. La Dimensin poltica de la deconstruccin. Revista Internacional de Filosofa, num.54, 2011. Pg. 88.
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una renovacin y un nuevo entendimiento de los rasgos distintivos sin minimizar, sino,
concentrar pese a los rasgos opuestos.
2. El significado a partir de las diferencias
Para Yui Lotman, precursor de la Escuela Semitica de Tartu, la semitica de la cultura refiere a
la disciplina que examina a la interaccin de sistemas semiticos diversamente estructurados, la
no uniformidad interna del espacio semitico, la necesidad del poliglotismo cultural y
semitico.9
Lotman arguye que las diferencias encontradas en el espacio denominado como semiosfera
habitan lo propio y lo ajeno filtrado a partir de la frontera semitica.10 Sin acudir al lenguaje o a
la versatilidad en los mismos textos que maneja el terico, es vlido considerar la semiosfera
como esa burbuja abstracta en el que conjugan diversos trminos y formas de actuar e
identificarse.
La semiosfera cultural, si es posible denominarla en este apartado, concuerda con un principio de
autenticidad y de sentido. Lo dems no existe en tanto falte el reconocimiento y la significacin
de lo ajeno y las diferencias que a partir de ste surgen; la homogenizacin en la semiosfera11
ser posible siempre y cuando convivan diversas estructuras, en este caso, las distinciones de lo
establecido y del discurso de sus opositores.
La semitica adoptada por Lotman deja clara la existencia de diferencias para una nueva
traduccin no slo de textos, sino de realidades. Por ello hablar de semitica obliga a evidenciar
las particularidades del smbolo y signo como un compuesto operativo diacrnico-sincrnico de
los fenmenos culturales, afirma la semiloga, Julia Kristeva.12
As como para Lotman la semitica de la cultura es una construccin que diferencia y que al
mismo tiempo puntualiza, para Kristeva la semitica o semiologa adquiere un carcter
translingstico totalmente opuesto a la designacin de Saussure, este ltimo que da por hecho a
9 Fernndez Armendriz, Eduardo. Cultura y Globalizacin ensayos filosficos. Chihuahua, Mxico: Textos Universitarios UACh, 2002. Impreso. Pg. 89. 10 bid Pg.90. 11 bid. 12 Kristeva, Julia. El Texto de la Novela. Trad. Jordi Llovet. Espaa: Lumen, 1981.Impreso. Pg. 34.
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la lingstica como parte de la ciencia de los signos.13 Krsiteva menciona la existente
axiomatizacin de los sistemas significantes sin dejarse confundir por su relacin estructural con
el texto14, lo que arroja una semitica alejada de la visin estructuralista para dar pie a una
semitica humana e interpretativa.
De esta manera se pone en la mesa de qu manera la significacin da sentido a la cultura, de
cmo trasciende el lenguaje y cmo aparece renovada luego de su filtracin inasible entre las
fronteras designadas por Lotman.
La mujer y su presencia en una nueva significacin de las culturas se convierte en especie de
monema inesperado que impregna un discurso diferente y apabullante en la esfera poltica, social,
econmica y acadmica de cualquier parte del mundo.
De esta manera la mujer no solo forma parte como objeto de estudio, por el contrario, se acude a
su participacin en el engranaje y el significado que proyecta dentro del globo cultural;
significado que le da identidad dentro y fuera del carcter formal e institucional concebido, inicia
a partir de las diferencias. El pensamiento particular e individualista de ellas, la voz que retumba
ms all del margen semiolgico dado por los grupos de poder, otorga a su vez el propio
empoderamiento femenino. Necesario pues ver al Otro, urgir la presencia y hallar distinciones en
el mismo acto limtrofe entre la empata y la oposicin.
3. La mujer y el smbolo a que disgusta
Reconocer a la persona es parte de los principios de una sociedad humanista, el problema es que
para la mayora esto se ha perdido. El sentido que ofrece cada elemento que vive en la semiosfera
Lotmantiana o el smbolo que representa cada uno de ellos que superan la estructura como lo
hace ver Kristeva, es la parte medular de una convivencia entre iguales.
El comportamiento de la humanidad es la consecuencia de un entretejido cultural creado por el
imaginario colectivo, por las convenciones y percepciones de lo que se considera correcto
teniendo por ello un aparato poco aceptable. Para Antonio Caso, filsofo mexicano, [] el
13 bid. Pg. 12. 14 bid. Pg. 13.
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sumo error de la civilizacin contempornea es su falta de respeto a la persona humana, su
consideracin preeminente de los conjuntos, de las sumas, de lo annimo, lo colectivo comn15.
En este sentido critica a la sociedad actual ya que se preocupa por su bsqueda permanente por
uniformar al mundo en lugar de aceptar las desigualdades16. As pues reconoce que existe desde
siempre una estructura social inaceptable que desconoce los polos opuestos y que adems tiende
a desecharlos.
La mujer ha sido siempre el smbolo del sobejo, del servilismo y de sometimiento del sistema
patriarcal. A pesar de las acciones logradas por hombres y mujeres para poner en la balanza un
tratamiento igual y una comunin personalsima de cada uno, habr que reconocer que falta
mucho por hacer para completar esta visin del bien comn en el prjimo.
Rosario Castellanos seala firmemente que el feminismo a la mexicana es todo menos ese dogma
puro de la mujer y su dignidad, ya que la sociedad se ha encargado de aislar los intereses propios
de sta para atribuirle otros que segn se cree, son mejores. El matrimonio es prueba de ello tal
como cita la misma Castellanos a M. Loreto: El matrimonio mexicano es un crculo vicioso en
que el hombre y la mujer se perjudican mutuamente, porque no hay entre ellos comprensin ni
semejanza de ninguna especie. l vive aislado en su superioridad, ella se ve condenada a no ser
jams comprendida, a no recibir del otro ni compaerismo ni apoyo moral17.
Es claro que su rol social se da, al menos en el matrimonio, en funcin de Otro, no como
complemento sino como resignacin existencial. Pese a las trabas que tienen en el desempeo de
su vida intelectual y fsica, la mujer ha dado un salto brutal que deshace al simbolismo socio-
cultural impuesto, expresando su pensamiento en la ocupacin de espacios en el mbito poltico
que no ha dejado de ser, pese a todo, un puente superpuesto con el sello viril.
En el caso especfico de Mxico las cifras hablan por s mismas. Las mujeres cuentan con 43 de
128 escaos en la Cmara Alta as como 184 lugares en la Cmara Baja, es decir, poco ms del
36 por ciento del total en ste ltimo. En el mbito del poder Judicial, nicamente dos de los once
15 Caso, Antonio. Antologa Filosfica. Mxico .Pg. 182. 16 bidem. 17 Reyes, Andrea. Feminismo a la mexicana. Mujer de palabras. Artculos rescatados de Rosario Castellanos. Vol. I. Mxico DF: CONACULTA, 2003. Impreso. Pg. 248.
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magistrados de la Suprema Corte son mujeres, segn la Radiografa de la Mujer Mexicana en la
Poltica del INEGI.
Sucede hay un movimiento lento en el empoderamiento poltico- electoral. La mujer que nunca
dej de ser parte de la construccin social, ahora es emblema de sin nmero de tareas que
complementan y presiden la vida institucional y poltica cueste a quien le cueste, o al menos esas
son las aspiraciones.
La paridad de gnero no siempre fue generosa o plausible como ahora se ve. La aceptacin de las
fminas en el mbito poltico permite diversificar las voces o hallar complicidades nunca vistas
que hacen de la sociedad un tejido multiforme y preciso para la toma de decisiones; la semiosfera
propuesta por Lotman sera ese espacio real de convivencia.
Es precisamente la cultura dominada por los varones lo que han mantenido por siglos,
amordazada a la poblacin mayoritaria. En los trabajos para la construccin de una filosofa para
la paz, se menciona al patriarcado como uno de los motivos ms patentes en la generacin de
violencia, ya que a partir de este esquema de poder se ha infravalorado y explotado de manera
abusiva el curso natural de la vida. Es en l que se han controlado diferentes escenarios:
religiosos, laborales, sistemas econmicos, sicolgicos, familiares, corporales, en materia de
leyes, sexualidad entre otros18 que han permitido marcar modelos de autoridad y podero en todos
los tiempos.
La estructura ha sido sencilla y la frmula simple. Los hechos violentos como signo de
perpetuidad y podero, concentran las relaciones humanas entre hombre y mujer. Pareciera que el
estigma de mayor y menor es una sombra continua y que se mantiene pese a los esfuerzos por
ganar empoderamiento, independencia, equilibrio y justicia en un sistema de dos sexos, dos
mentes que llaman a la diversidad.
3.1 La semiosfera local
Un ejercicio interesante se present en Chihuahua hace poco ms de un ao. El sentido cobr
vigor cuando el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federacin (TEPJF) orden al
Instituto Estatal Electoral (IEE) el respeto a la paridad de gnero de un 50-50 por ciento en
18Fisas, Vicen. Cultura de paz y gestin de conflictos. Cap. XI Una cultura de paz. Barcelona: Icaria, Ediciones Unesco, 1998. Impreso. Pg. 353.
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candidatura para el proceso electoral en curso, en la cual obligaba a los partidos polticos a
modificar sus criterios de eleccin aprobados, segn public el portal de la revista Proceso.19
Lo anterior se da como respuesta a la pugna del Movimiento Estatal de Mujeres en Chihuahua
que viendo la violacin a los derechos humanos en cuanto a la equidad de gnero, present la
querella. La inconsistencia encontrada por dicho movimiento refiere al prrafo 3 del artculo 131
de la Ley Estatal Electoral ya que no obligaba a los partidos a presentar cuotas de gnero a los
partidos; adems de aprobar la suplencia en la lista de regidores sin alternancia.
La situacin se ha modificado sin embrago la lectura intertextual es preocupantes pues en pleno
siglo XXI se impide, y la ley en sus artilugios pareciera experta, a las mujeres ser parte y generar
ese espacio de convivencia e intercambio de ideas en la poltica.
Las limitantes son vastas desde en las representaciones de los diversos poderes hasta en quienes
tienen la posibilidad de acercarse para hacer valer la opinin de ste sector. El rezago permanece,
Cmo se explica entonces la alteridad y la construccin de culturas con una opinin univostista?
Lo que los filsofos intentan (o intentaron) elaborar es justo lo que apenas se intenta esbozar.
Los principios de igualdad se nombran sin ser una realidad palpable. La lucha por que se plasmen
y ejerzan es misin de una sociedad bien informada, participativa y analtica que rompa el
esquema y filtre a partir de las fronteras de la semiosfera, lo ajeno y lo propio, as como los
discursos encontrados.
Las diferencias encuentran su lugar como diferencias, as tal cual, de modo que la igualdad en el
trato debe preponderar en toda la estructura instituida como cultura que lleva en ella a la alteridad
por delante, como aceptando su personalidad y su parte colectiva, tal como lo dijo en su momento
Antonio Caso, Toda persona lo es en cuanto a que precisamente es ella misma y no las dems, y
la personalidad es una presencia sui generis que estriba en un modo de ser singular en cada sujeto
nico en su ser.20
La construccin cultural, su interpretacin y comprensin, tiene forma a propsito de una
afinidad de ideas y de la inclusin en muchos aspectos, difcil. Por ello la convivencia absoluta de
19 Mayorga, Patricia. Ordena TEPJF atender paridad de gnero en Chihuahua. Proceso. Web. 16 mayo de 2013. 20 Caso, Antonio. Antologa Filosfica. Mxico. Pg.182.
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quehaceres y pensamientos que surgen de una propuesta analgica, una necesidad de ver lo que
hay detrs en ese ejercicio de supuestos y tradiciones para explicar lo que se vive hoy.
Es ah en donde entra el papel de la mujer en ese principio de participacin y equidad- equilibrio,
no slo porque as lo citan los documentos generales de carcter internacional como aquel en el
que se establece un respeto igualitario hombres o mujeres ya que por ningn motivo, ya sea por
su sexo, estado civil, cultura, profesin, condicin social u origen tnico se encuentren en
desventaja (Ley General para la Igualdad entre Hombres y Mujeres), pueden atentar en contra de
sus derechos, en este caso, dentro del proceso democrtico.
La civilidad y el poder propio tanto de la mujer como del hombre se consagran en una sociedad
formada a partir de sus constructos propios; el problema deviene cuando estos constructos son
violentados para dar lugar a quienes osan tener el poder. Los discursos cambian rpidamente sin
esperar a tener un mejor escenario.
La premura por alcanzar el reconocimiento lanza con vehemencia el aturdido, yo cuento!
Improvisando nuevas acciones, asumiendo las antes establecidas y rompiendo con aquellas
posturas hierticas que en lugar de construir han segregado en afn de consolidar en la cultura
una semitica codificada por unos cuantos.21
21 Se autoriza el contenido del presente ensayo para uso del Comit Organizador del II Congreso de Estudios Poscoloniales/ III Jornadas de Feminismo Poscolonial, delegndole la responsabilidad de su publicacin en el formato que mejor convenga.
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Referencias
Aragn Gonzlez. La Dimensin poltica de la deconstruccin. Revista Internacional de
Filosofa, num.54, 2011. Pg 45-59.
Caso, Antonio. Antologa Filosfica. Mxico. Impreso.
Derechos Humanos de las Mujeres, Marco Jurdico Bsico Nacional e Internacional. Ley General
para la Igualdad entre Mujeres y Hombres. Secretara General de la Cmara de
Diputados, Mxico, 2007. Impreso.
Fernndez Armendriz, Eduardo. Cultura y Globalizacin ensayos filosficos. Chihuahua,
Mxico: Textos Universitarios UACh, 2002. Impreso.
Fisas, Vicen. Cultura de paz y gestin de conflictos. Cap. XI Una cultura de paz. Barcelona:
Icaria, Ediciones Unesco, 1998. Impreso.
Kristeva, Julia. El Texto de la Novela. Trad. Jordi Llovet. Espaa: Lumen, 1981.Impreso.
Krauze de Koltenuik, Rosa. Persona y cultura. Antologa Filosfica, Mxico DF: UNAM,
1985. Impreso.
Mayorga, Patricia. Ordena TEPJF atender paridad de gnero en Chihuahua. Proceso. Web. 16
mayo de 2013.
Rojas Gonzlez, Gerardo. Radiografa de la Mujer Mexicana en la Poltica, INEGI. e-consultas.
Web. 22 de marzo 2013.
Reyes, Andrea. Feminismo a la mexicana. Mujer de palabras. Artculos rescatados de Rosario
Castellanos. Vol. I. Mxico DF: CONACULTA, 2003. Impreso.