Occidente y El Estado Islámico

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El Estado Islámico como negación de Occidente Quisiera referirme de manera extensa a los eventos específicos, así como a sus múltiples y complejas consecuencias y aristas, ocurridos en París entre el 7 y el 9 de enero de este año. Sin embargo, hoy no quiero dedicarme a esa tarea. Ya habrá otros que lo hagan, como ya muchos lo han hecho. Voy a referirme, sin embargo, al fenómeno social que subyace a esos eventos violentos, como a muchos otros que no hace falta ni mencionar y que han dado mucho de que hablar en la prensa occidental. Desde la antropología poscolonial, que desde África y Asia y América Latina ha dado pasos hacia una comprensión relativamente inusitada de nuestra condición de “sub- desarrollados” o “tercermundistas” o, en términos generales “naciones pobres”, se ha ido consolidando una idea que quiero usar aquí, si me lo permiten. Es la idea de que el “sistema-mundo”, el del capitalismo, tiene como condición de posibilidad la producción de una periferia, un mundo que escapa sus valores universales, como los consagrados por los ilustrados. Un espacio en las márgenes del mundo moderno, boyante y libre, donde se impone la naturaleza salvaje, la ley del más fuerte, donde impera el misterio y la barbarie y donde habita la alteridad misma, que se quedó estancada en la línea del progreso histórico, que es una sola y se rige por los estándares de la Europa moderna. Pero es un más allá que no le es ajeno, que no es externo a occidente y a su modernidad: como lo pondría Margarita Serje en su libro “El Revés de la Nación”, esa periferia constituye “uno de los lados aparentes de una cinta de Mœbius: como una misma secuencia donde el revés hace posible y da sentido al envés”. Es el lugar oscuro y apartado donde el capitalismo puede ejercer su economía depredativa a voluntad, libre de las repercusiones éticas que le impuso la racionalidad moderna, arrasando impunemente, como un torbellino, con hombres y animales y plantas y ríos y cielos y sueños por igual. No quisiera detenerme más de la cuenta en este concepto. Quien sea curioso podrá ilustrarse y documentarse a profundidad en cualquier biblioteca. Pero resulta fundamental en mi argumentación dado que, como Colombia, grandes extensiones del oriente medio constituyen, en el

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En este artículo busco precisar la manera cómo el Estado Islámico se consolida como una contraparte a los Estados Occidentales Modernos, en tanto perifera y como contraposición a sus principios fundadores. Es un estudio que hago desde la perspectiva teórica poscolonial. Para Huerfanos Políticos (www.huerfanospoliticos.com)

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El Estado Islmico como negacin de OccidenteQuisiera referirme de manera extensa a los eventos especficos, as como a sus mltiples y complejas consecuencias y aristas, ocurridos en Pars entre el 7 y el 9 de enero de este ao. Sin embargo, hoy no quiero dedicarme a esa tarea. Ya habr otros que lo hagan, como ya muchos lo han hecho. Voy a referirme, sin embargo, al fenmeno social que subyace a esos eventos violentos, como a muchos otros que no hace falta ni mencionar y que han dado mucho de que hablar en la prensa occidental. Desde la antropologa poscolonial, que desde frica y Asia y Amrica Latina ha dado pasos hacia una comprensin relativamente inusitada de nuestra condicin de sub-desarrollados o tercermundistas o, en trminos generales naciones pobres, se ha ido consolidando una idea que quiero usar aqu, si me lo permiten. Es la idea de que el sistema-mundo, el del capitalismo, tiene como condicin de posibilidad la produccin de una periferia, un mundo que escapa sus valores universales, como los consagrados por los ilustrados. Un espacio en las mrgenes del mundo moderno, boyante y libre, donde se impone la naturaleza salvaje, la ley del ms fuerte, donde impera el misterio y la barbarie y donde habita la alteridad misma, que se qued estancada en la lnea del progreso histrico, que es una sola y se rige por los estndares de la Europa moderna. Pero es un ms all que no le es ajeno, que no es externo a occidente y a su modernidad: como lo pondra Margarita Serje en su libro El Revs de la Nacin, esa periferia constituye uno de los lados aparentes de una cinta de Mbius: como una misma secuencia donde el revs hace posible y da sentido al envs. Es el lugar oscuro y apartado donde el capitalismo puede ejercer su economa depredativa a voluntad, libre de las repercusiones ticas que le impuso la racionalidad moderna, arrasando impunemente, como un torbellino, con hombres y animales y plantas y ros y cielos y sueos por igual. No quisiera detenerme ms de la cuenta en este concepto. Quien sea curioso podr ilustrarse y documentarse a profundidad en cualquier biblioteca. Pero resulta fundamental en mi argumentacin dado que, como Colombia, grandes extensiones del oriente medio constituyen, en el imaginario occidental moderno, esas fronteras tenebrosas, esas tierras de nadie apartadas del orden y la razn. Es ah donde se gesta el monstruo que acecha al mundo soado de Rousseau y Bacon, el que copa todos los espacios desahuciados por el proyecto de la modernidad, habita incluso en sus rincones ms ntimos. Una extensa zona, que abarca desde las costas atlnticas del norte de frica hasta el Himalaya y las costas orientales del mar arbigo, se fue situando, discursivamente, en la periferia del mundo occidentaldigo discursivamente porque hay una construccin de ese mundo humano y de esa geografa como periferia en la ideologa moderna. Esta rea extenssima, donde floreci la religin musulmana, mereci entonces, a raz de esa proyeccin discursiva, la intervencin de las naciones Europeas que, en vista del atraso y el aislamiento que observaron en estas regiones, debieron incursionar en ellas armados de su aparato ideolgicocon pretensiones universalespara sacar a su gente y a su entorno del estanco. As, sin reparos, a lo largo de los dos siglos que nos anteceden las potencias del viejo continente colonizaron, ocuparon, explotaron y manipularon, de manera heterognea y discontinua, las vastas tierras del islam. Esa costumbre llega hasta nuestros das en forma de gigantescas operaciones de las megaindustrias petroleras como ExxonMobil, BP y Shell en la pacificada Irak. Es all en esas sabanas ridas y esos desiertos, en esos paisajes imaginados, donde surge el gran enemigo que vendr a reemplazar al comunismo en la nueva era. El islam yihadista es la subjetividad que produce el mundo de la periferia. O ms bien, es una de ellas. Es la respuesta radical, como la reaccin alrgica a una toxina. Todos sabemos que el 11 de Septiembre fue un hecho que marc una ruptura en el devenir de occidente: abri una nueva era. Una era en la que Occidente logr consolidar al musulmn como el otro por excelencia, y volcar en l la imagen del brbaro, el enemigo. El que necesita intervencin, interpelacin, confrontacinviolenta, si fuese necesario.Me resulta sumamente interesante que la ms reciente organizacin yihadista haya dado en llamarse Estado Islmico. El proyecto moderno tiene como pilar fundamental, precisamente, la consolidacin de un Estado-Nacin o Estado nacional. En efecto, en el imaginario de la periferia el Estado es inconsistente, incompleto, fallido o inexistente. El Estado representa el orden liberal moderno, y la periferia es justamente su negacin; es su anarqua. Pero all donde el orden occidental no logr imponerse es donde nace un Estado en negativo, la contracara del Estado occidental moderno, que lejos de ser racional, pragmtico, laico, pretendidamente neutral, burocrtico, resulta ser autocrtico, fundamentalista islmico y con claros intereses expansionistas. Foucault describi cmo los discursos construyen subjetividades. El discurso de la periferia atrasada y pobre, brbara, oscurantista y primitiva, desordenada e incluso virgen, que sirvi a Occidente para justificar su afn colonialista, el que aliment sus arcas, el que hizo mover los engranajes de su economa y que fue, en ltimas la condicin de posibilidad de sus Estados de bienestar que se presentan como el tope de la escala social evolutiva, ese discurso reiterativo y slido, construy el entorno y el sujeto que ahora le aterroriza (no por nada se asocia tanto con el difuso trmino terrorismo). Quiero decir aqu, y con todo esto, que fue Occidente quien cre a su enemigo, que ahora no solo acecha desde las lejanas periferias transnacionales, sino tambin desde las mrgenes excluidas de las grandes urbes, desde los stanos, desde las conciencias rotas de sus ciudadanos. Si existe un culpable es ese proyecto inmenso, el del mercado-mundo, el del capitalismo depredativo desaforado, el de las lgicas colonialistas que le subyacen y que lo hacen posible, el de los discursos en los medios de comunicacin y la imposicin violenta de la sociedad dominante sobre las minoras, el de inmensas urbes con exuberantes avenidas rectilneas pobladas de vitrinas, que releg al humano a sus confines, a sus rincones ms oscuros y lo utiliz para su beneficio. Aqu no hay otro culpable de la violencia que amenaza a este Occidente moderno: es su reflejo vil en el espejo, su pintura de Dorian Grey escondida en un depsito, su Dr. Jekyll, el monstruo que habita su inconsciente. Este, como cualquier otro fenmeno social, no escapa las redes infinitas de dependencia y correspondencia; no quiero dar una explicacin unvoca y monoltica. Hay que decirlo, todo lo que es est abierto a la interpretacin. Aqu he querido dejar la ma, en las palabras ms elocuentes y precisas que pude encontrar. Ante todo espero que, aunque haya quien descrea, aunque haya quien disienta, este escrito enriquezca una discusin que hace tiempo le estamos debiendo al mundo y a la historia.