Nze Abuy, Rafael María, Nsoa, o, Dote africana (Spain: s.n., 1984)

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~mprlm~: \\\\\\\\1\a 'o\\\~\co Salulanoa·Atoch. • Ronás de Atod!l, ;?? - Aú~N7--'

Depósito Leaal: M. 2.229-1981

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A GUISA DE PROLOGO

Dote africana, o «nsoa» en fan, es un asunto de candente actualidad en Africa, sobre todo, en la zona habitada por los bantú. En nuestro país este problema se ha agudizado grandemen­te a partir de la consecuciém de la independencia política.

Este pequeño estudio no abarca todos los aspectos de ese espi­noso asunto; son notas tomadas del capítulo tercero de nuestra tesis en Utroque Iure defendida en la Universidad Lateranense de Roma, en la cual se abordó de pasada esa cuestión.

Alguien puede decir, después de leer estas notas, que nosotros abogamos por el mantenimiento del «nsoa». No, exponemos sus pros y contras; pensamos que, quitándole el ropa;e innecesario y fastuoso con que viene engalanándose, en preiuicio de las capas sociales que no pueden proporcionarle tan costosa indumentaria, podría ser tenido en consideración como tm elemento positivo de la cultura africana, susceptible de me;oras e incluso de desapari­ción, cuando el progreso, ley inevitable de toda cultura, lo crea in-necesario o lo ;uzgue anacrónico, o lo sustituya con otra cosa que rime con el grado actual de su progreso. Pero, el «nsoa», sobre todo, los abusos introducidos en el mismo, de un tiempo a esta parte, plantea serios problemas sociales y morales que no pue­den ser soslayados, cuando se habla de él. Nosotros hemos alu­dido a esos problemas y creemos que los lectores se darán cuenta de ellos.

La Iglesia patrocina la inculturación. Ella se adtlpta y tJdopt• todo elemento cultural que no va contra la fe, la moral o lo esett~­

cial y constitutivo del cristianismo, l11 ley naturiJI y los derechos inalienables de la persona humana. Se en.:arM en l4s culhiTtlS fJ61W redimirlas y purificarlas. No son, por ttJnto, l4s cultt#r.s, Úls qw

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trtlnsfomum, evtmgelizan y purifican el evangelio, sino que ~s el eV.ngelio que, encarn4ndose en las culturas, las transforma, puri­fica, ewmgtliza y eler..·a.

El «Nsoa», cutJi elemento de cultura africana, y, sobre todo, si se trata de una cultura· africana cristianizada, deberá andar por esa vía y no retroceder a través de vericuetos intransitables a lo antepasado y anacrónico, que ya no esté en consonancia con los {lf)ances o adelantos de la cultura africana.

+ RAFAEL M.a NZE ABUY

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«NSOA»

Concepto occidental. Dote, del latín ~dos, dotis», derivado de dare, significa en general el caudal que lleva la mujer cuando toma estado. En el derecho matrimonial se define como el complejo de bienes que la mujer lleva al marido par.1 sostener las cargas del matrimonio.

Fue costumbre casi general entre los pueblos antiguos que los varones diesen a la mujeres con quienes se casaban una cantidad en bienes o dinero; así sucedía también entre los germanos, entre los cuales con motivo del enlace matrimonial el marido donaba a la mujer las arras.

En Roma, si bien se conoció el Instituto oriental de «arrhae sponsaliciae», consistente en «somme di danero che i fidanzati recíprocamente si scambiavano a titolo di prova e di garanzia dell'avvenuta promessa di matrimonio» (1). Lejos de existir en to­dos los casos una donación impuesta con carácter legal, del marido a la mujer, sucedía todo lo contrario, pues era la mujer --por sí o por otros- la que hada una donación --dote-- al marido para sostener las cargas del matrimonio. La razón fue que, siendo las cargas del matrimonio comunes a ambos cónyuges, era equitativo contribuyesen los dos a levantarlas, para cuyo fin la mujer trans­

fería al marido, por ser éste el encargado de su aplicaci6o, los bienes que aportaba con tal fm, para cuya traosferenc:ia era nece-

(1) BURDBSB, A., M~ ü tÜiitlo pm.to .R,_., P8da.a, 15164, p. 267.

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saria la traslación de la propiedad de las manos de la esposa a las del marido. La diferencia entre el sistem~ romano y el germano fue lo que hizo decir a Tácito que en éste último sistema «non uxor marito, sed uxori maritus dotem ;:¡ffert», confundiendo así la dote con las arras, que tenían finalidad diferente.

Si algo puede considerarse entre los romanos como dote apor­tada por el novio, son las «donationes ante nuptias». «Gia en eta classica era d'uso che, il fidanzato facesse dei regali alla fidanzata: queste "donaciones ante nuptias» erano per altro di scarsa rile­venza economice e non presentavano alcuna particolarita di regime giuridico. Nell'eta post-classica, per influenza orientali, le dona­zioni nuziali si accrescono, allo scopo di costituire un patrimonio alla donna per il caso di scioglimento del matrimonio, e si viene creando un regime particolare di tali donazioni, che trova assetto definitivo nella compilatione giustinianea. Giustiniano stabilisce anzitutto che vi siano ricomprese anche donzioni affettuate a ma­trimonio avvenuto, donde la nuova denominazione di "donaciones propter nuptias"» (2}.

La dote, pues, como aportación que la mujer entrega al ma­rido para sostener las cargas del matrimonio, tuvo su origen en el derecho romano, fundado en la necesidad de que las hijas reci­biesen anticipadamente la herencia paterna, ya que no tenían de­recho a ella desde que entraban en la familia del marido; pero aun después que esto no tuvo lugar, se mantuvo la instituci6n de ·la dote, atendiendo a la alteza de su finalidad -levantamiento de las cargas del matrimonio, y a que realzaba la dignidad de la mujer-.

De Roma y con el renacimiento del derecho romano la insti­tución dotal se extiende por Europa; de aquí pasó a América a través de la colonización europea. Algunos países africanos, ya en la época colonial y hoy, en la post-colonial, tratan de adoptar el sistema dotal occidental.

(2) O. c., p. 294.

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La dote servía también para excitar el interés de los hombres

8 casarse, por razón de la corrupción de costumbres que reinaba; por esto en algunas comedias de Plauto se ven a los padres lamen­tarse por no poder casar a sus hijas, a causa de la pobreza.

De ordinario la dote está constituida por el padre o la ma­dre o por ambos progenitores; puede ser también constituida por un tercer, por la mujer misma o aun el marido a favor de éste. Dada la función de la dote, resulta por regla general inalie­nable.

El «nsoa fan»

Cada tribu o grupo étnico bantú, semibantú o bantuizado, como el grupo fañ, y muchas etnias de los llamados negros suda­neses, tienen términos apropiados para designar la serie de entre­gas y regalos efectuados en dinero o en especie con ocasión del matrimonio. Los fan lo llaman Nsoa. fanto los exploradores y colonos, como los misioneros, al entrar en contacto con las cultu­ras africanas, han dado el nombre de dote a esta serie de valores crematísticos que entran en juego en las diversas tribus y clanes con ocasión de la celebración del matrimonio; y han dado el signi­ficado de intercambio comercial -«do.->-- al acto de la entrega del «nsoa» por parte del novio y la consiguiente entrega de la novia -ut des-. Y así, hablan del precio de la novia y de la compraventa de mujeres en Africa, como si éstas se redujeran a la condición de bienes muebles que se mercan y se venden, y

del «nsoa») como de un medio de garantizarse una esposa por su compra.

Este modo de ver las cosas, además de ser etnocéntrico, es in­correcto e implica en el fondo un desconocimiento de los valores culturales y sociopolfticos africanos. El término dote con el signi­ficado que tiene en Occidente, es inexacto, inadecuado, exótico e impropio para designar la realidad cultural que contiene y expre­sa el «nsot:l» f~ o la dote africana, llamémos.lo así por .hora pan

entendemos.

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El designar dichos valores con términos impropios e inadecua­dos -afinnan los autores africanos- demuestra que aquéllos no han sido comprendidos. Por esto se dice que los negros compran a sus mujeres; lo que ha dado origen a la leyenda negra de la comprat•enta de muieres en Africa. Así Mons. L. Femández: «La familia pamue se constituye y forma con el matrimonio; éste se verifica, de ordinario, mediante la compra de la muier al padre de la misma, efecto de una cantidad que varía bastante, según los casos y condiciones en que se halla la mujer, objeto de la com­pra» (3). Estas palabras de Mons. Fernández sintetizan y demues­tran claramente el concepto que los occidentales tienen de lo que ellos llaman «dote africana». Más, esto es inexacto y erróneo; no hay una implicación necesaria, ni en el precio de la novia ni en la dote, de que las mujeres africanas puedan ser traficadas como mercancías insensibles.

Son pocos los observadores extranjeros que conocen la verda­dera naturaleza de los donativos que el novio da a la novia o a la familia de ésta con motivo del matrimonio. Por esto han afirmado que lo que ellos llaman dote pone a la mujer africana en situa­ción de objeto de compraventa, lo cual -dicen- constituye un obstáculo para su conversión al cristianismo. Hablan luego de los abusos de la dote; piden a las autoridades la fijación de su cuota; y algunos países africanos, siguiendo esta insinuación, han dado disposiciones obrogativas de la dote. Esta actitud negativa nos parece injustificada. Es razonable, y conveniente atajar los abu­sos introducidos en el uso de la dote; pero, de esto, a abogar, sin más ni más, por su supresión, nos parece prematuro, sobre todo, cuando se desconoce la verdadera naturaleza y la función social de la institución dotal africana. Esta actitud negativa se funda en que la dote africana coarta el consentimiento de la mujer.

()) PERNÁNDI!.Z, L., Quince aRos de Euangtli%11Ci6n, Barcelona, 1949, p. 1". El 1ubrayado es nuestro.

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Conociendo los elementos que entran en la celebración del matrimonio africano, se puede afirmar con certeza que el dere­cho consuetudinario exige el consentimiento de los interesados.

Por lo demás, abogar por la fijación dd llamado impropia­mente «precio de la dote», así como por la supresión del mismo es desconocer el verdadero sentido de la institución en cuestión. Fijar precio supone, que se trata de un contrato comercial. Esa solución elude el verdadero problema.

La introducción del sistema económico occidental en Mrica, cuya estructura era desconocida por los africanos, ha causado de­sequilibrios en la sociedad africana y ello ha incidido en las es­peculaciones de la dote.

El derecho consuetudinario far{, citarnos sólo un ejemplo, no determinó nunca la cuota fija del «nsoa», ni el tiempo fijo de su entrega. Los suegros y los yernos se las arreglaban amigablemente, según las circunstancias, necesarias y posibilidades de los intere­sados. Creemos que por esta misma vía habrá que buscar la solu­ción del desequilibrio que ha sufrido el «nsoa» por su contacto con el sistema económico occidental, antes de llegar a la solución definitiva de ese problema.

Los autores que emplean la voz dote para designar d «nsoa» africano, no le dan el mismo sentido. Para unos, la dote designa los valores que el yerno da a los suegros; para otros, denota to­dos los regalos y presentes, esto es, el conjunto de los valores en­tregados por el novio a la familia de su prometida.

En todas las sociedades africanas el nombre cdote• dado por los occidentales a los valores africanos, de que venimos hahlando, no responden ni al nombre ni mucho menos al significado y a 1a función jurídica que ejercen dichos valodes en d derecho coosue­tudinario africano. Por otra parte, conviene distinguir d valor, d instrumento de prueba, del fin oficial del obsequio c:oocretizante, el consentimiento a los esponsales y al matrimonio, los valoRs que el novio da a sus futuros suegros para test1rnoniarL:s su re--

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conOCimiento. Existen as1m1smo valores que concretizan el paso de la responsabilidad de los padres sobre la hija a su futuro es­poso. Se hacen otros presentes a los futuros padres políticos con el fin de disponerlos a dar su consentimiento al matrimonio de su hija. Finalmente se dan donativos que simbolizan el vínculo entre el yerno y sus suegros.

Los tratadistas de esta materia consideran que la dote designa los valores que, sin concretar el consentimiento matrimonial pr~ píamente dicho, deben, sin embargo, ser enviados por el futuro esposo a los derecho-habientes sobre la futura esposa. En efecto, hay tribus entre las cuales los valores llamados dote son habitual­mente enviados antes de la conclusión de las tratativas matrim~ niales. Hay autores que hablan de matrimonios sin dote, cuando el novio da sólo pequeños regalos a sus futuros suegros.

De todo lo dicho hasta aquí se. deduce que el término dote no tiene nada que ver con la realidad de que estamos hablando. Por lo demás, tratar de sustituir la palabra dote con otra occi­dental parecida, no resolvería nada. La única solución es aceptar el término africano que significa y expresa la realidad de que se trata, a no ser que se prefiera incurrir en etnocentrismo. En efec­to, el conocimiento del idioma local es uno de los medios más eficaces de penetración en lo hondo de la cultura de un pueblo.

Hay que distinguir los presentes que se hacen a la «nña ngon» (suegra), los hechos al «ésa ngon» (suegro) y los regalos a los hermanos y demás familiares de la novia. Los presentes, obse­quios y regalos no terminan con el matrimonio.

El matrimonio, como veremos enseguida, es definido y sellado por la er:ttrega y aceptación del «nsoa,>. Los otros donativos son considerados como precauciones tomadas por prudencia. Con el matrimonio el esposo queda ligado con vínculos personales al grupo étnico de su mujer. Los presentes tienden a mantener la buena armonía entre los suegros y el yerno, que en casos difíciles o del mal comportamiento de la mujer, recurren a ellos que se

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encargarán de arreglarlo todo pacíficamente y velar por la paz y armonía de la nueva pareja.

Los observadores y tratadistas occidentales han reducido al ma­trimonio africano a la ceustión de la dote. La confusión nacida de este modo de ver las cosas, ha hecho que se dé mayor impor­tancia a la buena voluntad de los padres y hermanos políticos del esposo y a tener a menos las relaciones marido-mujer.

El «nsoa», con todo lo que lo antecede y sigue, constituye los valores todos que concretizan entre las etnias africanas el vínculo-alianza entre el esposo y la familia y el clan de su es­

posa. Pero la concretización de dicho vínculo no es unilateral.

Al tiempo oportuno la familia de la novia presenta también a su futuro yerno sus donativos. Y entre los africanos el espíritu de partición constituye el fundamento de la amistad. Hacer do­nativos es señal de estima, de aprecio ·Y de afecto. Y si los pa­dres de la novia exigen presentes a su yerno, quieren que él de­muestre con ello el amor que tiene a sti futura esposa, a sus pa­dres y familiares. El individuo africano no puede ser considera­do aisladamente. Se siente ligado a todos aquéllos con los cuales participa en el mismo destino. El poder de solidaridad y de cohesión existen en el seno de la sociedad africana, la implica­ción del individuo en la sociedad de la que es miembro, son in­gredientes y constantes de la sociedad africana desde tiempos inmemoriales.

Volvamos ahora al «nsoá» fañ. Este puede definirse como un pago --este término no es exacto ni adecuado-- de boda hecbo por un futuro marido o, con frecuencia, por su familia, a la fa­milia de una futura esposa. El «nsoá» no tiene nada que ver con la dote europea o romana, ni con la dote musulmana. Es un ele. mento constitutivo del matrimonio entre los fa&. No se trata aquf de compraventa de mujeres.

El «nsoa» desempeña varias funciones: a) proporciooa a J. familia de la novia un medio de reemplazar a ~ por medio de

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hijas politicas, esto es, función sustitutivo-valorativa de la mujer; b) es expresión y signo .de la estabilidad del matrimonio; e) incide en la posición económica-social de las familias que van a unirse ron los vinculas de afinidad.

Que d «nsiui» no es una compraventa de mujeres, lo dicen, además de su simbolismo y lo que significa, la diferencia entre los verbos ávék (medir, valorar, justipreciar, estimar) que se uti­liza cuando se trata del «nsoá»; así se dice: «ávek mininga» (va­lorar ... la mujer) y el verbo ákus o ásom (comprar) un objeto, una mercanáa, cualquier cosa, v. gr.: «áki'ts ntómá» (comprar una oveja), ákus o ásom abák (comprar un libro), ákus nga -por eufo­nía «áku-nga»-- (comprar una escopeta). Estos dos últimos ver­bos que significan exclusivamente comprar, no se emplean nunca cuando se trata de lo que se ha dado en llamar dote africana. Se dice simplemente ávek mzná, y no ákus o ásom m'iná.

Por parte de la familia de la mujer, el «nsoá» sustituye a ésta ocupando el lugar o el puesto vacío que deja en el seno de la familia. Ese puesto será ocupado por otrll mujer, para cuya con­secución se utilizará el «nsoá» dado por el marido de la mujer­miembro salido del seno de la familia. Entre ambas mujeres existe una relación especial; la primera, la saliente, mira a la segunda, la entrante, como a una «alter ego». La segunda llama muy (ami­ga), en el sentido más íntimo de esta palabra, equivalente a «mi otro yo», mi hermana.

Los hermanos de la mujer que se casa son, de ordinario, los que se benefician del «nsoá» dado por su hermana; en este caso la hija política es vista, recibida y apreciada en el seno de la fami­lia como sustituta de su cuñada.

El «nsoá» es también para el esposo muestra de amor y de aprecio a su esposa, de modo que una mujer casada sin la entrega del (o(nsOá», no se considera suficientemente amada por su mari­do; y en la primera ocasión que se le presenta, se lo echa en cara diciéndole: no me estimas, porque no has dado nada por mf, y no se sentid establemente ligada a él.

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Efectos jurídicos del msoá»

El «nsoá» es uno de los elementos constitutivos y esenciales del matrimonio tradicional fa&. Su entrega y aceptación junto con el consentimiento de los contrayentes, consentimientos hechos por éstos o por sus representantes legales, constituyen el acto jurí­dico más importante del matrimonio fa6. La entrega del cnsoa• sella y ratifica el vínculo o alianza matrimonial, entre los fa&, no sólo a nivel familiar, sino también a nivel ciánico; une definitiva­mente a los esposos y confiere la legitimidad y la pertenencia de los hijos nacidos del matrimonio al marido, según este axioma jurídico fa~: «mon as'é mon mbié, ane mon snoa» (el hijo no es de aquélla que lo dio a luz, sino del «nsoa», es decir, de aquél que ha dado el «flsoa» por la madre del mismo). Los hijos que la mujer hubiese tenido antes de casarse, esto es, antes de que ninguno diera «nsoa» por ella, pertenecen a la familia o clan; de manera que, si se casa después de haberlos tenido así, no los lleva a la familia o al clan de su marido. De lo dicho se deduce que, en caso de separación o ruptura del matrimonio, todos los hijos habidos en el mismo pertenecen al padre y, por tanto, se quedan en su poder.

En sentido estricto se llama «nsOtl» y tiene valor jurfdico de tal, sólo los valores prefijados por los grupos interesados como tales, cuya entrega solemne se hace --como hemos dicho JR- de un modo solemne ante varios testigos. Todos los ~ dooes o regalos hechos antes y después del matrimonio no formm p1111t

del «nsoa», aun cuando sean suceptihles de devoluc::i6o.

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Desde el punto de vista antropológico el «nsoa» no puede ser considerado como ingrediente de un contrato comercial de compraventa. Ello es completamente ajeno a la mentalidad fañ y al instinto matrimonial bantú.

Sin embargoo, hay que reconocer que, por la introducción del sistema comercial y monetario europeos y por el fenómeno de la aculturación de tipo occidentalista de la sociedad farl, el <msoa»

está tomando características ajenas a su objetivo primitivo y aspec­tos externos de comercialización. Se están introduciendo verda­deros abusos en este sentido, los cuales desfiguran el sentido ge­nuino del «nsoa» y se apartan de su verdadero fin.

En la sociedad tradicional y precolonial faJ el importe del «nsoa» se pagaba en especie o en bikpOlá. La introducción del sistema monetario occidental ha desplazado los valores tradicio­nales. El pago del «nsoa» se hace ya en dinero, lo demás en espe­cie. Esto ha desencadenado un gran afán de lucro, una grande especulación por parte de los padres de las jóvenes y un deseo desenfrenado de aprovecharse; así. hoy los «nsoa» más modestos montan de unas 90.000 ó unas 100.000 pesetas, amén de los pre­sentes, regalos y donativos que lo anteceden, acompañan y prosi­guen. No habiendo cuota fija del «nsoa», la especulación galopa en progresión geométrica, como ha sucedido en Guinea Ecuatorial a partir de la independencia política de dicho país.

No obstante esto, el fa~{ considera como una injuria el situar el «nsoa» en el marco de una compraventa. El «nsoa» es un signo de valoración no comercial, sino personal de la mujer. Tiene un significado y una funcionalidad jurídica y social superior a su im­porte eeonómico. Es un símbolo externo de la valoración y estima que se tiene a la mujer, como persona humana, que no puede ser apreciada ni expresada en valores económicos, pues, pertenece a un orden superior de valores.

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El «DSOB.» es un signo extemo del vínculo matrimonial

Para los f~ el enlace conyugal se sitúa en el contexto de vinculo o alianza entre dos clanes, lo cual crea una política de relaciones sociales y de intercambios entre los grupos interesados. Las dimensiones sociales y comunitarias tienen preferencia sobre las individuales y personalistas en el contexto del matrimonio fa! La simbolización externa y la expresión jurídica de este vínculo o alianza se efectúa a través del «nsoa». Este se conviene así en el instrumento socio-jurídico al par que en símbolo de vínculo entre dos familias nucleares y a través de éstas, entre sus respec­tivos clanes. Por esta razón el yerno es un «nnom ngon esén», (un yerno del clan «esén»).

El «nsoa» es asimismo un signo de comunión interclánico.

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III

Función jurídica del «nsoa.»

La validez jurídica del vínculo matrimonial fa.J descansa so­bre la entrega y la aceptación del «nsoa)). De esto nacen los de­rechos y obligaciones para cada uno de los cónyuges y de los dos clanes implicados en la alianza matrimonial. Para los desposados d «nsoa» es un signo social y público que legitima jurídicamente su enlace matrimonial. Por esto un matrimonio sin «nsoa)) es consi­derado de poco valor y consistencia.

El «nsoa» no legitima los hijos nacidos del matrimonio --como han afirmado algunos- sino que confirma jurldicamente su perte­nencia al padre, según el principio jurldico fa& ya citado: «mon

as'é mon mie, ane mon nsoa».

El «nsoa» avala el reconocimiento jurídico del marido como jefe de familia y padre de sus hijos. Es el constituyente del instru­mento jurídico del vínculo entre los dos clanes y de la unión de los esposos. Según esto en el derecho consuetudióario fa& un ma­trimonio sin «nsoa», es un matrimonio prácticamente inexistente, sobre todo en época precolonial (4).

¿Qué decir del conflicto que se ha aeado en algunos pobla­dos fart, donde los cristianos, haciendo caso omiso del derecho consuetudinario, han contraído matrimonio sin «MOU, como prue-

(4) El «fiSOtl» asegura que la mujer, Ull8 va casada, se COilvierte s la duefia del hogar de su marido y se ocupe m la bortic:ultura y ea otros ~ haceres provechosos para la familia; su fuera de trllb.;o ya DO puede • reclamada por su famll.ia de orJaen.

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ba de su arulturación y de su occidentalización? Este problema es bastante serio desde el punto de vista social y político. Tales matrimonios constituyen una anomalía dentro de la comunidad socio-politica farf; y sus funestas consecuencias no se han dejado esperar. Ello ha sido causa de la ruptura de muchos matrimonios. Nosotros creemos humildemente que no es aún hora de forzar las cosas. La fruta se desprende natural y suavemente del árbol cuando se ha madurado del todo. Los usos y costumbres multi­seculares, las estructuras y formas culturales de un pueblo no se pueden cambiar de la noche a la mañana, de un plumazo. «No se ganó Zamora en una hora», reza un refrán castellano. Hay que empezar con una profunda labor catequética, no sólo cristiana, sino también socio-política.

Conviene tener en cuenta que no c:s prudente suprimer a golpe de oc:cidentalización o de aculturación usos y costumbres que han echado hondas raíces en un tipo de cultura, sin susti­tuirlos con una cosa equivalente; pues el vacío que dejan recla­mará pronto algo parecido a lo suprimido u otra cosa peor. Esto ha ocurrido en el campo religioso con varios usos y prácticas re­ligiosas. Estoy de acuerdo en que, referente a los convertidos al Cristianismo, todo aquello que vaya contra la fe y de la moral, debe ser suprimido «fortiter et suaviter»; pero esta supresión, si no ha sido bien estudiada y preparada, procurando que, una vez realizada, no deje un vado irreparable, corre el riesgo de ser superficial y que, por tanto, no cale hondo y, por ende, no sea algo duradero. En algunos países africanos, donde la dote fue su­primida por las potencias coloniales, después de las recientes in­dependencias políticas de dichas países, la dote ha surgido de nue­vo con un furor inesperado.

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IV

Valor indemnizador y compensatorio del «DSoa.»

Para completar lo que hemos dicho ya acerca del sentido sus­titutivo del «nsoa», añadimos aquí que el «nsoa» es una especie de indemnización matrimonial. Ello encierra un concepto com­pensatorio. Y esto, no porque la mujer constituya un valor por su productividad laboral --como han afirmado algunos autores extranjeros- sino más bien por sus valores procreativos. Ahora bien, por el matrimonio parte de estos valores pasan del clan de la mujer al clan del marido; de aqui ·que el «nsoa», que traerá al dan de la mujer ida una mujer de otro clan, sea implicita­mente una compensación; ya que por medio de él el hombre adquiere derechos sobre la mujer en cuanto esposa y derechos sobre la prole que es del «nsoa» según el axioma jurldico fa& ya citado.

El vínculo matrimonial implica transmisión de ambos dere­chos al marido y al clan. Por esto -como hemos dicho ya pá­ginas atrás- los hijos pertenecen al marido y a su dan .. El «nsotl»

es como una especie de toma de posesión jurldica de la fecun.. didad procreativa de la mujer. Para los fart la mujer, en cuanto que es fuente y madre de nueva vida, representa un valor inapre­ciable para el clan; por esto su ·cesión a otro dan, supone una gra pérdida para el clan de la misma; pérdida que sería irrepanble, si el «nsoa» no viniese a sustituirla y a ser por éste mismo UD&

compensación simbólica de la mujer ida, ya que ese «JI.SN» l1"'lllri otra mujer -fuente de vida- de otro clan.

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Otros efectos del «nsoa» estabilidad del matrimonio y estima de la mujer

El «11SOII» garantiza la estabilidad matrimonial y el compro­miso asumido por el marido y con él su clan de respetar y tratar bien a la mujer, de apreciarla y amarla como a esposa. Mediante la entrega y la aceptación del «nsoa» se derivan para ambos gru­pos familiares un conjunto de intereses que procuran mantener a toda costa, sobre todo, cuando el «nsoa» ha sido empleado en la adquisición de una mujer o en otros usos y su devolución, en caso de ruptura del matrimonio, se presenta difícil para la fa­milia de la mujer, cosa bastante frecuente entre familias de mo­desta situación económica. Esto ha sido objeto de muchos abusos y ha creado situaciones muy humillantes a la mujer fa& en mu­chas ocasiones.

En el orden socio-político, sobre todo en la época precolo­nial, interesaba a los clanes que habían entrado en la alianza ma­trimonial mantenerla; y se hacía todo lo posible para evitar la ruptura del matrimonio, que implicaba la devolución del «nsoa»

y la consiguiente ruptura de la alianza. De ahí que el «nsoa» ju­gase un papel importantísimo en la estabilidad del matrimonio; piénsese en la pérdida que supone para el clan el valor procreativo de una mujer fecunda.

Según el derecho fa& la mujer debe seguir al marido donde se establezca éste. El ha demostrado a su mujer el amor que la tiene dando el «nsoa» por ella, por esto toda mujer fa& no se siente suficientemente amada por su marido y ligada a él estable­mente, si éste no dio por ella el «nsoa» correspondiente.

Hay que notar con pena _que estamos hoy en tiempos en que los intereses económicos y la aculturación mal entendida están rele­gando a un segundo plano los valores antropológicos y culturales del «nsoa»; sobre todo cuando su cuota está subiendo de una ma­nera alannante, convirtiéndose en una verdadera especulación que constituye un atentado contra la dignidad de la mujer como per-

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sona humana y como esposa, ya que el marido podría invocar, como ha sucedido en varias ocasiones, para justificar ciertos actos de despotismo, el alto precio del «nsOa» por él pagado.

La opinión pública faÓ se ha alarmado por las elevadas cuotas actuales del «nsoa». En el sur Kamerun se hizo una campaña con­tra el «nsoa» en ambientes cristianos. Una ordenanza del Gobier­no gabonés lo suprimió. En Guinea Ecuatorial, en la época colo­nial, no hubo leyes prohibitivas del «nsoa», mas sí las hubo que fijaron su cuota; pero en la práctica la gente seguía los usos y cos­tumbres del país.

Se ha hablado del envilecimiento del matrimonio a causa de la especulación actual del «nsoa», de la dificultad que encuentran los jóvenes para casarse, al no poder contar con las elevadas cuo­tas actuales del «nsoa>>; por esta y otras razones muchos abogan por la limitación del «nsoa». Pero el retomo post-independista a las realidades y valores africanos da nuevo vigor a la práctica del «nsoa», por otra parte las mujeres africanas, aun muchas de las occidentalizadas culturalmente, no aceptan de buenas a prime­ras un matrimonio ·sin dote.

Un grupo de feministas reunidas en el congreso organizado por el Secretariado Social de Bangui declaró: «Nous n' aurions pas accepté un mari qui ne nous amait pas dotés. Nous voulons qu'il soit reconnaissant a nos parents par la dot». «ll ne faut pas -pro­siguen- que la dot soit trop faible, sinon le mari respecte moins sa femme». En una encuesta llevada a cabo sobre el mismo pro­blema en Bangui, un número bastante de mujeres dio la siguiente respuesta: «pour avoir des enfants et pour que le mari Jonne de l'argent a mes parents» (5). Pero hay otras que abogan por lo

contrario.

En torno a este problema hay diversidad de pareceres entre los intelectuales africanos. Existen quiénes abogan, si no por la

(') BINBT, o. c., p. 121.

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supresión, por la regulación jurfdica del «nsoll»; otros son del pa­recer contrario, porque, según ellos, el «nsoa» es elemento de la cultura local que hay que acomodar 11 las actuales situaciones de los países africanos. Si el Africa evoluciona, se moderniza y cambia, la institución del «nsoa» tendrá forzosamente que seguir las trayectorias de esa evolución y de ese cambio como todas las instituciones puramente humanas sometidas a las vicisitudes y

coordenadas socio-políticas y culturales de los pueblos.

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V

El «nsoa.)) y la. libertad de elección

El « soa», amén de las dificultades y de los pros y contras alu­didos, puede engendrar otros inconvenientes. La dificultad finan­ciera puede impeclli ciertas elecciones por una parte y por otra, razones financieras pueden inducir a los padres a aceptar matri­monios mal adecuados.

¿Las hijas aceptan de buena gana estas uniones que sus padres les imponen? En la mayoría de los casos sí, según las razones que hemos aducido ya, y en otros las aceptan por temor reverencial o por miedo a consecuencias más funestas.

Otra cuestión que tocamos aquí de pasada. ¿Cuál es la razón porque, después de muchos años de Cristianismo, varios bauti­zados sigan contrayendo matrimonios a estilo del país? Una de las razones, nos parece, puede ser porque el Cristianismo no ha irrumpido aún en todas las dimensiones de la cultura EsA ni, por ende, ha calado hondo en la misma. Muchos consideran el m. trimonio contraído ante el párroco como una ceremonia de tantas,

que algunos hacen para ser bien vistos por la Iglesia y por los demás. Habría que buscar y encontrar un modo de celebrar d matrimonio que se mueva dentro del marco cultural fmÍ, el cual sirva para . introducirlos en el misterio del matrimooio aistitmo y que les facilite su comprensión.

Celebración del matrlmoDio entre los fu(

El rito fundamental que constituye el matrimoDio W es la entrega del «nsoa», que ratifica el vfncu1o cJmico..matrimo, la

Z7

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aceptación del mismo y la conducción de la novia al domicilio del novio. Es rito que, junto con la entrega oficial de la novia cierra el proceso matrimonial f~. Los novios asisten a este acto de un modo casi pasivo. Sus representantes legales son los que actúan activamente en este caso. Varios miembros de ambos gru­pos familiares asisten a este acto como testigos, que más tarde podrán dar testimonio de la veracidad de la transacción eri caso de posteriores conflictos. A panir de este momento los novios quedan casados ante ambos clanes.

Una vez entregado el «nsoa», la esposa se prepara a partir para el poblado de su esposo. La conducción de la novia puede ser por rapto o normal.

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VI

Conducción por rapto ficticio o huída

No se trata aquí del rapto de que se habla en el canon 1074 del C. l. C., que constituye un impedimiento de derecho eclesiás­tico; pues aquí no se emplea violencia haciendo uso de la fuerza física, de amenazas o de engaños; no se verifica contra la volun­tad de la mujer raptada, pues ésta se deja llevar precisamente con el fin de casarse con el raptor. El rctpto fa& es ficticio y se realiza siempre con el consentimiento de la novia. Ambos novios se ponen de acuerdo acerca del día y del momento de la huída, que suele verificarse generalmente de noche o al amanecer. Los padres y demás parientes de la novia montan cierta vigilancia para

impedir el rapto, pero es una vigilancia puramente formalista y

normativa, y hacen la vista gorda de las idas y venidas de los novios que preparan secretamente su hufda.

Verificada y dada a conocer la huida de los novios, los fami­liare~ de la novia organizan una persecuci6n lentamente volun­taria para dar tiempo a que los novios lleguen antes al pueblo del raptor. Una vez llegados los perseguidores se dedican, ea represalia, a matar todo animal doméstico que se les pooe por delante: ovejas, cabras, gallinas, patos, sean de quien sean, sin

que nadie se queje de ello. La res matada de esta manera, se sine después en el primer banquete que se ofrece a los familiares de la novia; y todo termina con la padfica celebr.a6n de las fies. tas de la boda.

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Conducción normal

Esta se realiza de una manera solemne. Hechos los prepara­tivos del viaje, el día convenido sale la novia acompañada por varios familiares. hermanos y un buen número de miembros de su dan. Al llegar al poblado de su novio, éste, acompañado tam­bién por sus familiares, sale a su encuentro y la recibe oficial­mente como esposa; la presenta a sus padres, a los mayores del pueblo y, finalmente, la conduce a la casa de su madre. Desde este momento ella es «mbom» (recién casada). Los recién casados no llevan vida conyugal hasta después de la celebración de las fiestas nupciales.

La conducción de la esposa al domicilio del esposo es un acto jurídico complementario y coronatorio del de la entrega del «nsoa»; y la celebración de las fiestas nupciales es un acto jurí­dico conclusivo del proceso matrimonial farf.

A las fiestas nupciales asisten todos los familiares del novio y todos los de la novia. Entre lo que se come en el banquete nupcial tiene sentido y significación especial la comida preparada por la novia, por ser la primera comida oficial que ella ofrece a la comunidad. Las fiestas terminan con las danzas tradicionales, en las cuales toma parte la mbom, por esto se dice «akúlú mbom», esto es, la presentación de la novia al público, al pueblo.

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IN DICE

Págs.

Concepto occidental del «nsoa» . 9

El «nsoa faJ» ....... _.. . . . . . . 11

Efectos jurídicos del «nsoa» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17

El «nsoa» es un signo externo del vínculo matrimonial. 19

Función jurídica del «nsoa» . . . :. . . . . ·... . . . . . . . . . 21

Valor indemnizador y compensatorio del «nsoa» . . . 23

Otros efectos del «nsoa»: estabilidad del matrimonio, estima de la mujer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24

El «nsOa» y la libertad de elección . . . . . . . . . . . . 27

Celebración del matrimonio entre los f~ 27

Conducción por rapto ficticio o huída . . . 29

Conducción normal . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30