Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

77
otoño-invierno 12 revista de creación literaria n17 la hoja en blanc azul Asociación Literaria Verbo Azul otoño-invierno 12 revista de creación literaria n17 la hoja azul en blanco

Transcript of Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

Page 1: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

otoñ

o-in

vier

no 1

2

revista decreaciónl i terar ia

n17

la hojaen blancazulAsociación Literaria Verbo Azul

otoñ

o-in

vier

no 1

2re

vist

a de

cre

ació

n li

tera

ria

n17

la h

oja

azu

l en

bla

nco

Page 2: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

la hoja azul en blancoAsociación Literaria Verbo Azul

EDITA:Asociación Literaria Verbo AzulAvda. de los Castillos s/nCastillo Pequeño 28925 Alcorcón (Madrid)

DIRECCIÓN:Ana GarridoJuan José Alcolea

EVALUACIÓN Y COORDINACIÓN:José Bárcena, Hortensia Higuero, Enrique Eloy de Nicolás, Ángel Muñoz, Isidro Sánchez Brun, Isabel Miguel, Ana Bella López Biedma, Antonio del Arco, Fernando Fiestas, Cristina Cocca.

PORTADA:Parcial exposición de Marina Lange Enero 2012 en el M.A.V.A. de Alcorcón. Ftg. Ignacio López Fando

DIBUJOS:Jesús Contero, Fernando Fiestas, Rocío Ordóñez.

FOTOGRAFÍAS:María Roldán, Cristina F. Zambrano, Ignacio López Fando.

DISEÑO Y MAQUETACIÓN:HabitacionDesdoblada.com

COLABORAN:Concejalía de Cultura Ayuntamiento de Alcorcón

Depósito Legal: M-01703-03Imprime: Gráfi cas Pedraza S.L.

otoñ

o-in

vier

no 1

2

revista decreaciónl i te rar ia

n17

[email protected]@[email protected]

La Hoja Azul en Blanco no se responsabiliza de las ideas expresadas por los autores

Page 3: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

Museo Municipal de Arte en Vidrio de Alcorcón.Parcial exposición de Marina Lange. Enero 2012

Page 4: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

3

ANA GARRIDOPresidenta de Verbo Azul.

De la consumación y la alquimia

La luz desnuda a tientas los rincones, acaricia las sombras, las desata. Y es que acaso alguna vez es necesaria para encender las voces y los ecos, para engala-nar el aire, los paisajes. Desde más allá de la sed llega una brisa, un temblor irisado de silencios. Es precisamente a ese lugar al norte de las nubes, a ese rincón sin horas del fuego y de la arena, al que Verbo Azul quiere dedicar este número de su Hoja Azul en Blanco.

Presa de cal por el aire, la piedra se vuelve llanto, se sabe corazón, caute-rio, vida. Apenas roza el mar y se desangra mágica, absoluta, para precipitarse de nuevo ante los ojos como un amanecer desordenado, como el grito de un dios naciendo entre la nieve. En estas páginas, nuestro tributo al vidrio, esa materia frágil que amalgama las formas y las hace crecer, determinarse. A través del tra-bajo de Marina Lange, hemos conocido su universo inmemorial y arcano, lleno de seducción y de misterio. Desde aquí nuestro agradecimiento a Marina, que tan generosamente se ha brindado a colaborar con nosotros, y al fotógrafo Ignacio López Fando, que nos ha cedido la serie de fotografías que realizó sobre la obra de esta artista de la Laponia sueca. Así mismo, queremos agradecer también muy especialmente la colaboración de Luz Pichel, cuya palabra poética fue -es- punto de encuentro y desencadenante de la fusión.

Pero a veces la realidad es un disparo, un golpe que atraviesa la conciencia y nos deja ateridos, yertos. Cuando nos encontrábamos preparando la revista, nos llegó, como un mazazo, como una sinrazón, como una hoguera, la noticia del falle-cimiento del grandísimo poeta y excepcional persona, Vicente Martín. Como no podía ser de otra manera, Verbo Azul quiere también rendir aquí, desde el dolor y la admiración más sinceros, su homenaje y reconocimiento al poeta, al amigo.

No es que el mundo se acabe, Vicente, no es que falten colores para escribir los pájaros, pero nos han arrancado las certezas, se han oscurecido las distancias. Dale alas de sal a los glaciares, quédate en las miradas y en los versos. Préstale ahora “tu voz a las encinas y tu cuerpo, / como un campo de olivos, a la lluvia”.

Callemos, dejemos hablar al viento y a las ramas. Aún hay tiempo de sol para

intentarlo.

Page 5: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

¿Grietas? Marina Lange

Page 6: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

5

Ahora es el comienzo de las lluvias,agua, todavía sin mástil,sin vasija, ni dirección, ni barco.

Botones, retales, briznas, briznas, briznas de ala de avispa de jaboncillo de costurera,

un movimiento hacia la luz,el aire desplazando una hoja de olivo, un gromo de buxo.

Hay algo vegetal en todo esto, es como si fueran a salvarse las frutas, se acerca una hilera de gorriones transparentes.

A la patinadora, ¿quién la ha visto? quen a veu saltar?delgadísima elástica libreequivoca la música rompe los ritmos dibujaun difícil pentagrama de alambre ese lío de abrazos (ese arame, ese debuxo, esas apertas)se equivoca se cae se alza promete seguir viva (hei danzar, hei danzar, hei danzar).

La ciudad de los niños del frío se despereza (a cidade dos nenos do frío espreguízase) se despereza,

A Marina Lange

Page 7: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

6

LUZ PICHEL, 2012

van abriendo los ojos,son cuerpecitos de color verde-agua.Non era doado vivir alá (qué difícil dormir, amar, la tos, los tenedores).No era fácil vivir entonces dentro del invierno allá.

La helada, ¿cuántos años duró?

y la gente, que cruza los parques con hambre hablando sola, dice:necesitan calor,necesitan un poco de calortodo o mundo precisa un chisco de calor –dicen los distraídos de los [autobuses.

Page 8: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

7

DAVINA PAZOS

No lo sabíamos,por eso, tal vez, dejamosnuestros cuerpos secándose;si hubieras dicho una palabraesta casa ahoratendría más luz,y todos los obstáculosserían solamente un centímetro de espumaen un vaso de cerveza.Yo también pude haber dicho algo:una montaña, una lluviaque se miran detrás de la ventana,pero no lo sabíamosy callamos,dejamos transcurrir el tiempomirándonos sin más,sin vernos,mudos.Ya es inútil;ya ni todas las palabraspueden hacer nada por salvarnos;nos hemos quedado secos,nos han ido, en la piel,saliendo espinas.

Ya ni todas las palabras

Page 9: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

Wall Street sobre escombros Marina Lange

Page 10: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

9

ANTONIO GARCÍA DE DIONISIO

MIRO la levedad de la mañana con ojos distraídos de tanto

adivinar. La luz nunca perfora las paredes. Su misterio hace

que no sepamos desde dónde nos llega lo sagrado; lo eternal

pasajero que nos habla mientras la vida cruza palabras y

distancias, redondos plenilunios que nos llenan vasos

intemporales: dulcísimos arropes que nos sacian apetitos y

fuegos transparentes, más allá de preguntas o arpegios

retardados sobre el silencio mismo.

Dulcísimos Arropes

Page 11: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

10

ROSA JIMENA19.03.10

En el día de hoy,escondida tras las balas de esta nube de algodón, ante mí y mi consecuenciaratifi co mi deseo de vivir arrodilladay ocultar el pensamientoen el limbo que ha formado la memoria.

Me propongo con fi rmezaelevarme hasta la altura de cualquier ser maltratado.Sonreír a aquel que dude de mi estado independienteo el morado-amarillentode mi lápiz cubre ojeras.

Desde hoy, por si a alguien, sin querer,se le anuda la conciencia,me declaro inexistentepara el resto de mis días.

Manifi esto

Page 12: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

11

FERNANDO FIESTASVerbo Azul

Hemos dado la vueltaa la piel del lenguajepara conocer el amor.

No está compuesto de palabrasni de rumores ni de signos,es el idioma del silencioal mirarse a los ojos,del suave avance de las bocas,de los susurros al oído,de los cabellos enlazados.

Son las alas sin plumaspara emprender el vuelosobre toda costumbrey el desafío de las dagasadelgazando el aire,es el alimento fugazde las voces que no se encuentranentre espejos en fl or.

Como entrar por la misma puertaen tu busca dos veces,perdida en laberintos de nostalgiay llevarte de un sueñohacia otro sueño.

Como cuando me sobran los pronombresante la verticalidad de las cascadas.

En tu busca

Page 13: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

Mar tranquilo Marina Lange

Page 14: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

13

JUAN JOSÉ ALCOLEAVerbo Azul

Tiene tanto de marsu liquida certeza,

tan ebria es por la luz su contingente albura,

que bien pudiera ser alma en que escapeel sueño indoblegable de la tierra.

Tiene tanto de Diossu transparente usura,

tan críptica a la imagen su mirada

que al cielo puede ahondary en esa honduraquebrar del grácil vuelo a la paloma.

Tiene tanto de amor en desnudada anchura,

tan celda abierta al otro en su murada,

que acaso pueda ser cauterio dulce

que al más virgen umbral

alza la vida.

Transparente usura

Page 15: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

14

La espera

Con el cuello subido,soplándose la palma de las manos,alguien espera, y porque espera, teme.

La espera no es un tiempo solamente perdido,sino una tarde rota que anochece en dos mundos:y dos sombras sumadas son como una ceguera.

La espera no es amor. La espera es un incendiodonde se queman todos los abrazosy unas manos febriles y sonámbulasdescubren cómo hieren los bordes del olvido.

Se comienza a esperar siempre un poquito antes de que llegue la hora,y luego se agigantan los minutos, el reloj se apelmaza,y, a fuerza de esperar, el tiempo se hace corcho;y ya no hay ni una céluladel hombre –donde siempre– detenido,que no se vuelva espera.

Y aunque ella llegue al fi n, se excuse, fi nja—a la hora de siempre—venir desconsolada y pida un besocon labios marilyn, la espera sigue.

(Porque él estaba allí, pero ya no era el mismo,y ella, aun viniendo tarde, no ha llegado completa)

La espera no concluye, se prolongaen el gesto, en la boca, en la mirada,en la voz distraídaque espacia las respuestas.

Page 16: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

15

JOSÉ LUIS MORALES

Y, aunque quieran ser amables y cálidos, la esperainvadirá la tarde, se sentará entre ellosen el parque, en el cine, en la terrazadonde toman café, y seguirá creciendo.

La espera es un vaivén de escaparatessin nada que mostrar, salvo el refl ejode quien tal vez no venga o llegue hablandomal de la lluvia al descender del taxi.

Y pronto habrá una citaa la que ya no acudan el amor, sino el nudode la costumbre. Y pocoa poco, la rutina de esperar será estéril.

Pero mañana aún –o un mes entero–a la hora de siempre y en el lugar de siempre,seguirá habiendo alguien que espera, porque ignoraque incluso el desamoracude tarde.

Page 17: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

Quema. Marina Lange

Page 18: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

17

Es de noche de nuevo en la ciudad del agua, en las habitacionespequeñas del crepúsculo.

Es de noche en los ojos de los muertos.

La mano del orfebre seleccionalos brotes amarillos,las piedras esmaltadaspara la ceremonia de los límites.

Es la hora del mosto,

la estación de la ofrenda.

Las mariposas duermen en medio de la luz,a la sombra de una casa vacía.

Aquí, donde comienza la región de los valles,donde reposan todos los presagios,hemos libado el vino de los dioses,la indigencia del aireen las proximidades del solsticio.

Hemos jurado el nombre de los justos.

(Los bosques devastados nos precedenbajo un cielo sin mácula)

Semejantes ahora, necesarios,recogemos el llanto de las copas,alguna fl or caída a la altura del fuego.

A la altura del fuego

ANA GARRIDOVerbo Azul

Page 19: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

18

Orígenes

I

La salvación nos ha llegadode las manos del día. Tristespasos, tristes luces calladas,tristes olvidos. Nadapuede llenar todos mis sueñosausentes. Al fi n puedo conocer dónde vive el deseoque cuando me traspasa con sus dedoses la lejana caricia de un extraño.

II

Digo adiós a las sombrasdel día que se alejabandesnudas como pámpanos negrosentre las ramas del camino.Adiós a la simetría de los ojosdel corazón, a los vestigios de la lluvia. Ilusoria nostalgianos devuelve a los orígenes del aguadonde navegan los líquenes oscurosde las palabras mudas.

JOSÉ MARÍA MUÑOZ QUIRÓS

Page 20: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

19

CECILIA ORTEGAVerbo Azul

He aquí la nada con toda su humanidad como una lágrima vacilante al borde del abismo, inconsolable y muda. El momento absoluto bajando por la pendiente, suspirando la entrega, - la nada - transparente, a punto de romper... Cierro los ojos y percibo líquida la luz, el vuelo contenido de una alondra que se detiene en mí, nuestros besos no tienen tiempo nacen, de corazón a corazón, en un mundo que todavía no existe...

A punto de romper

Page 21: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

Amenaza Marina Lange

Page 22: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

21

RAFAEL SOLER(De Maneras de volver)

Golosa balsámica envolventefresca en nariz fruta rojacon un recuerdo fi nal de monte bajode nuez moscada y juventud perdida

Silvia Eliadetres días en caserón de roblecon jacuzzi frente al mar

cosecha del ochenta y dosreserva ducal

ávida bocapara tu dulce cuello embotellado.

Cata apresurada de Silvia Eliade

Page 23: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

22

ISIDRO SÁNCHEZ BRUNVerbo Azul

Tú pintas el prodigio de las manchas, la conjunción confusa de la mezcla, las rayas verticales que aprisionan tu idea del dibujo. La luz de los pinceles ilumina la tela con el óleoy en todos los espejos queda inmóviltu ruido del color.Bodegones, paisajes, quietas calles de edifi cios en paz, algún retrato sobre un fondo de sol casi muy quieto, huyen de la paleta a la blancura,de la anarquía al orden de tus líneas. El cuerpo de esos cuerpos es un almaque pintas al trasluz, y es la siluetade tu defi nición de los tamaños. No entiendo de esculturani me rinde el lenguaje de las luces que emociona tu voz. Y siempre que me hablas, el mundo es una frase inalcanzableque no quiero soñar en mis renuncias. Qué lentitud la luz de la esperanza mientras nos deletrea su lluvia este camino por los cuerpos.

Cristal de agua y luz

Page 24: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

23

NIEVES ÁLVAREZVerbo Azul

EROS Y THANATOS

Recuerdo fugitivo

Era una tarde de esas que la lluvia vaciaba las calles y las plazas, encendía los sueños de cada chimenea y los labios hablaban con silencios de siempre.

La penumbra era otra y era otra la luz y las cigüeñas, la vida de las sombras era otra, eran otras las manos, otras las caricias, otros los nombres, verbos y adjetivos, otros sus titilantes bailes en la pared y otras las siluetas convertidas en pájaros o nubes, leones, elefantes, codornices, desvelando los ojos hambrientos de niños y mayores.

Junto al fuego las horas respondían al íntimo calor de los lugares húmedos. Jugábamos a médicos descubríamos emociones prohibidas, la turbadora esencia de un ritual antiguo, clandestino.

Mientras, en el tejado, la lengua de la noche lamía con su tambor de agua las venas del invierno.

Page 25: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

Fernando Fiestas. El jinete

Page 26: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

25

CRISTINA COCCAVerbo Azul

Escucha como el mar te ata al silencio,cómo deja las islas despobladasde dioses y designios.Escucha al mar, amor, porque te llamo.Mas solo me respondela luna sepulcral que me desvela.Tengo los ojos llenos de nostalgia,yo que fui también nadie,que he vencido a la noche desde el llantoy en las olas dejéaterida mi sombra, yo, Penélope, tengotus ojos ya varados en los míos,de tus labios, el nombre de mi barca,de tus dedos, las alas de los pájaros.Escucha el vendaval que me entretejelos hilos de tu seda a mis abismos,escucha como un canto de sirenasausenta en tus oídos mi voz que te reclama.Y siente como el marle devuelve esta ausencia a tus paisajes, como torna tangible mi cuerpo en la cariciapara hacer de mis sueños, tu primera memoria.Y te nombro los últimos naufragios,el sol que se hace invierno en la tormenta,el dolor que desviste mis ropas de mendigo.Voy a volver, Penélope, con la vida mordiendo la esperanzaporque quiero habitarnuevamente, la luz de tus espejos.

Ulises habla a Penélope

Page 27: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)
Page 28: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

27

VICENTE MARTÍN (De Silencios Fingidos)

Poeta y amigo. D.E.P.

Aquí quedan mis versos, aquí os dejo todo cuanto de mí puedo contaros.

Si quedara desnudo totalmente, si me robaran todo, hasta los pájaros, los árboles y el aire, si borraran de los mapas los ríos y los valles, las montañas y el mar, si me quitaran incluso la palabra y no pudiera saludar, por ejemplo, a los gorriones que vienen a piar a mi ventana, ni contarle una historia de amor a las encinas o dar los buenos días a la lluvia o al viento o al granizo o al reloj que me dice un nuevo día, si me quitaran todo, hasta la voz, os hablarían mis manos. Y si, además, también, se me llevaran los brazos y las manos, si me dejan sin piernas, si me sacan los ojos y me arrancan de un golpe el corazón..., en tal caso aquí quedan mis versos, aquí os digo cuanto mi corazón puede contaros.

Page 29: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

28

El bosque

Atravesar el bosque de los días,rozar sus árboles, olmos, alisos, fresnos…hablarles a través de lo cercano, preguntar porque callan cuanto saben del paso de los hombres

cruzar el bosque, hallarnosen las encrucijadas con los desasosiegos,no mirar las orillas, y elegirnos: ser el árbol sin más que fl oreció en otoño,que escucha como el viento nos sugiereenvejecer, callar, cuánta tristeza, sabernos hijos de san Juan de la Cruz y no sabernos

ser un árbol que puedarecordar los relatos futuros de la llama, y contar como duelen los murmullos vigías y los nidos de aceros; ser el árbol que conoció gramáticas rebeldes, lo sagrado de la palabra madre, que ignora cómo pudola ternura mudarse en abandono un árbol que pregunte qué camino nos devuelve a la infancia, la longitud sin dueños y la edad que alcanzan los olvidos, y por quéviven juntos los álamos y buscan las riberas,que es posible morir cientos de veces y solamente una.

Atravesar el bosque de los días,desbordarlo, y preguntar contigo, Vicente, en la Moaña,de qué pudo servir gritar imán, arquero, saeta y transeúnte, de qué pueden servirnos los gorriones,de qué buscarles

Con la memoria de Vicente Martín

Page 30: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

29

FRANCISCO CAROVerbo Azul

la canción y dejar que posen en las ramassi los labios que intentan el poema son pájaros helados, dos pájaros helados.

Atravesar el bosque y esperar con Pedro, con Morales,Manolo, Nicolás, con Juanjo y Ana, con Olga y Antolín, beber el blanco drama de no ser todos hasta que llegues tú, Vicente, sólo nombre.

Es preciso sabernos palabra, parte izquierda, sabernos caridad o redimidos, y después refugiarnos en cabañas huir del tiempo, crear Castilla, llegar a las tabernas, allí donde residen tabacos antiquísimos, allí donde las copas vaciadas nos protegen de los dioses, allí donde un amigo se posa en el costado constante del dolor y hace que ceda; es preciso sabernosabejas que laboran entre los edifi cios.

Las ciudades, la tarde,los bosques invisibles, eso somosun veintiocho de julio,encinas para el último automóvil que recorrió los páramos, dos goznes de versos todavía somos

porque quedenentornadas las puertas que guardan la memoria del camino,entreabiertoel instante que habrá de fundirnos en luz antes de para siempre separarnos.

Page 31: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)
Page 32: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

31

ANTOLÍN AMADORVerbo Azul

Algunas veces pasa,no son muchas ni todas, pero pasa.Una mañana poco sorprendentelos gusanos despiertan confundidosy traman un camino secundario.

Algunas vecesnadie tiene razóny un hombre ruge seddesde una cama indestructible.Termina de pasar la mañana, terminande espabilarse los gusanosy ya es la tarde. Tarde.

Un fogonazo azulentra en casa a arrancarde cuajo el minutero.Es efi caz y humilde.Por eso ya no hay tarde tampoco. Se revoca.

Es la noche un hostal para gorrionesque cantan sin vocalesla canción de los niños muy despacio.Eran la noche y las encinastambién tuyas

allí donde la madreya no te echa de menos.

Page 33: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

32

ISABEL MIGUELVerbo Azul

Es un tiempo de sombras en el verso.Un tiempo perdulario en la palabraque sustenta la noche como llanto;como piel que protege tus encinas,tus ángeles que esperan y el recuerdo.

Es tiempo de metáforas truncadas,poemas abortados, signos rotos. No hay camino de vuelta. La poesía,ladrona de tus horas,se lamenta, Vicente, en tu silencio.

Voz y silencioA Vicente Martín, poeta.

Page 34: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

33

MANUEL LAESPADA

Hasta la orilla llega la botella,restos de su etiqueta nos anuncianque el alcohol-más de cuarenta grados comprimidos-allí encontró cobijo.

Buscamos el mensaje eseoesedel náufrago perdido,miramos en su boca, la acercamoscomo si caracola.

Y escuchamos y vemos a Neptunoabrazado al tridentey bailando (torpemente, por cierto)pasodobles

Page 35: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

Cristina F. Zambrano

Page 36: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

35

JOSÉ MANUEL F. FEBLESVerbo Azul

No quiero aceptar las heridasque quedan en el alma más allá de las dudas,ni detenerlas en la memoriade un corazón sin pulso, como un amanecer que huye. Voy a dejarte por última vez un adiósdescalzo de palabras, sin revelaciones,sin preguntas en la soledad más solay esperaré un tiempo azogadoque fi ltre mi desconcierto.

No quiero aceptar

Page 37: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

María Roldán

Page 38: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

37

MARY-SANTOS CABALLERO MURILLOVerbo Azul

Huye la luz.Caminas casi a oscuras,en medio de la nada de tu acera.Cómo tiembla el fulgor de la farola,sobre la dura opresión de tu cadena.

Calle adelante un asalto, una caída.Un ramalazo de sangre por tus venas.Maldices a esa cruzque te derriba y clavade rodillas sobre afi ladas piedras.

Han borrado cada letra de tu nombre.Han sembrado en tu boca fl ores muertas.El miedo y sus aristas sobrecogencomo el rugir del mar en la tormenta.

Cuánto rencor quemándote la entraña. Y cuánta soledad de noche negra.

Llora la luna.Redonda va cayendohasta el mar acuchillado de tus penas.Y se deja morir. Muere contigo,en todas las esquinas de la Tierra.

Huye la luz

Page 39: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

38

HORTENSIA HIGUEROVerbo Azul

Esta intimidad de una luz a solas.Esta intimidad con la que el agua de la pielrefl eja en los árboles más tristes toda la respiración de una noche.Esta distancia fugaz que tiene el pensamiento único.Y el hecho cierto de saber de las lunas que dejamos escritas en los ojos.

Esta mirada al interior del alma es la que recoge ahora la humildad de todas las palabras.

La luz que se agiganta aún ante la muerte.

Page 40: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

39

ROCÍO ORDÓÑEZ RIVERAVerbo Azul

Azul de hielo sumergido,cascada de voces de ausencia,un puñal,la nada oculta por la niebla,palabras que entran y escarbany dueleny quemany apagan...Apagan luces manchadas, ahora, de silencio,destrozando fl ores,abriendo heridas,castigando almas que ahora ya solo reptansin hambre,calladas,hundidas en el desierto.

Hielo azul

Page 41: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

María Roldán

Page 42: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

41

ARMANDO GALLEGOVerbo Azul

Alta como un madero telefónicodesprovisto de tordos y lugareñosdonde se ocultan los planetascon silueta de gato persa,mi voz es para ti un trueno de sangre,con viveza, color de abejarucoen el barro cocido de un camino hacia ninguna parte,y, sin éxito, hechizo de plataen los bolsillos de las luciérnagas, en las cortezas de los pinos más altos,mi voz puede adoptarformas perversas, sierpes y abrojosen una caja de sombras y melancolía,lobos y enjambres a merced del napalm de las botellas.

Voz

Page 43: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

Jesús Contero

Page 44: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

43

TERESA DE JESÚS RODRÍGUEZ LARAVerbo Azul

Al amanecer,cuando el día nacerodeado de ese cíngulo de luz maduray los pájaros salen de los árbolescon una eclosión de trinos en los picos…En este conciso instantecuando la aurora abre sus puertas y descuelga su brillo de bonanzay un murmullo de vida recupera las alas,siento una llamarada de fuego-ese son del alma a veces promesa-que incendia mi corazóncon un abrazo desnudo y casto.En esos momentos del amanecercuando renace la viday el paisaje recupera su sonido de luz,ese allegro del alma, a veces promesa,renace y vuela con alas incendiadaspor este interior míoy me regala instantes de dichaantes de abandonarme.Es entonces cuando escucho la llamada peregrina,desnuda y castaque me cautiva, penetra mis venasy recorre mi alma palmo a palmoy es entonces cuando el verso ingenuoincendia mis rincones, me seduce y me conmueve con su voz de fuego.

A veces promesa

Page 45: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

Cristina F. Zambrano

Page 46: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

45

JOSÉ MARÍA GARRIDO

La voz, como el trueno, amarga La vida grave, la muerte agudaEsperando, detrás de los cristales, Tan próxima y tan leve

Dialogo rotundo, decisivo paso a paso Contrapunto sereno y terrorífi coSin sentido genial, perturbadorComo el silencio. Dramático

La delicia entrecortada en la batutaLo blanco que se crece, Lo negro perdura, se resisteMe atormenta entre timbales lúdicos

La voz, la luz, la sed.El eco de sus pasos se acerca inexorableLa sombra de su miedo se acrecientaEl hambre de su ausencia me devora

Ahora, un lamento entre versos de gozoLa antítesis, la coronación de un dramaExplosión de armonía y reverenciaEs la fe en la locura vacilante.

La fe, en la locuraJuan Sebastian Bach

Cantata nº 1 “En los brazos de la muerte”

Page 47: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

46

LOLA SANZ MURILLOVerbo Azul

Sin ser el dios de tu secreto eres el agua de mi boca.

Yo sí sé la luz de todas tus cortinas cuando no callas,cuando escucho, tu silencio en la arista de nuestros labios;en los verbos de mis dudas,escribiendo tu fi gura en las brasas del fuegoen el sabor del ascua donde el hambre ha sido sueño.

Segura estoy de tus palabras, de lo que puedes ver en tu mirada,de los futuros de este poema que con calma sorprendes,de la sed de tus maneras repitiendo lo que la vida quiere.

Nunca diré mi nombre porque mi nombre soy yo.Nunca atrás. Siempre ASTRA.

Sin ser el dios de tu secreto

A Ángel González-Pedro Guerra

Page 48: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

47

Y como le decía, maestra, que llevo apenas una semana aquí y ya he podido calar a cada uno de los habitantes de la casa, o eso creía yo, porque lo que acaba de pasar, no me lo esperaba.

A una de las hijas hay que obligarla a comer, y si se descuidan, tira lo que le dejan preparado; trabaja abajo, en la panadería, mire usted que contrasentido. La pequeña es casi una cría, pero es la mejor moza. Tiene buen carácter, con ella me divierto, le gusta jugar con el gato, ya le digo, maestra, que apenas es una niña, aunque se ocupa de todo lo de la casa. La vieja está siempre en la cama, mientras la mimen, todo va bien.

La mayor no estaba en casa cuando usted me mandó aquí, trabaja fuera. Vino a los dos días, de vacaciones, y me pareció guapa. Le escondí el peine, para probar su genio, y revolvió por toda la casa, molestó a todo el mundo, tuve miedo de que me descubriera, pero no, no cree en los trasgos.

El caso es que a media mañana, la pequeña le prepara el desayuno a su her-mana y se lo baja a la tienda. Entre cliente y cliente, la vendedora se lo va tomando, no le queda más remedio, porque está a la vista de todos y no puede hacer tram-pas. Al subir la chica con los cacharros ya vacíos…

¡Le juro, maestra, que no fue cosa mía! ¡Fue un accidente! ¡Sí, sí, un accidente fortuito! El caso es que se tropezó en la escalera, se cayó y los platos y la taza se rompieron. La mayor salió tan rápidamente que todavía sonaban los cascos cuan-do asomó el hocico al rellano, como una furia:

– ¡¿Qué pasó?! ¡¿Qué hiciste?! ¡¿Qué se rompió?!

Sí, sí, maestra, en vez de preguntarle si se había hecho daño, a la pobre mu-chacha, aquella energúmena se lanzó a por los trozos de loza, empujando a su hermana que se afanaba, aterrada la inocente, también en recogerlos. No puedo acordarme de todos los dardos hirientes que salieron por aquella boca que a mí me había parecido agraciada. A todos nos llamó inútiles, desastrosos, incabales, de-rrochones. Rebuscó cada una de las esquirlas, con los ojos encendidos como teas verdes, con las venas de cuello hinchadas, escupiendo improperios sin parar: seres odiosos, seres detestables, seres indeseables, seres inmundos… así insultaba.

El enfado le llegó a desesperación al darse cuenta de que la recomposición de las piezas era imposible. La pequeña lloraba, acongojada, en la cocina, aunque yo le devolví el prendedor del pelo, y le puse otra vez el estropajo de fregar en su sitio, y le traje al gato para que la consolara.

El episodio fue perdiendo intensidad, pero no fue capaz, aquella fi era corru-pia, de comprender que lo ocurrido sólo había sido un accidente y que lo único importante era el golpe de la chica y el disgusto que se tragó; a esa le importan más las cosas que las personas, y la verdad, no me gusta. Tras el huracán llegó una calma tensa; después de quedarse ronca de tanto vituperar, se encerró en un mutismo resentido, más lacerante aún que el incisivo vituperio verbal. Subió los

Sólo fue un accidente

Page 49: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

48

pedazos a la cocina y los arrojó sobre la encimera, en un reproche cruel a su her-mana menor, que ni se atrevía a echarlos a la basura.

– ¿Qué hago con eso?– ¡Qué va a ser! ¿Te parece poco lo que hiciste hoy? Ahora qué queda, si no

tirarlo. Estarás contenta.– Fue sin querer.– Estaría bueno, que encima hubiera sido queriendo, era lo que faltaba, qué

menos.

Y fueron estas sus últimas palabras antes de enfurruñarse. Está anochecien-do, y tras la comida más triste que recuerdo, tras una tarde lúgubre y hosca que me ha quitado las ganas de jugar, le escribo a usted para suplicarle que me mande a otra casa, porque no quiero vivir con alguien capaz de valorar más a la vajilla que a las personas. No estoy cómodo y quiero irme. Tengo miedo.

EVA BARRO GARCÍAVerbo Azul

Page 50: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

49

Ignoraba quién era Miguel Ángel, Brancusi le sonaba a pastelillo relleno de crema, de Benlliure tenía oído de su relación con el cine, y Rodin, decían que había creado “El Pensador”, una estatua muy conocida, según la amiga de Dorita y com-pañera en la clase de escultura. Ésta le contó a Dorita una anécdota acerca de un escultor obsesionado con las posturas raras, que un día se quedó meditando sobre su próxima creación y al levantar la cabeza vio su imagen refl ejada en un espejo situado enfrente de él y del impacto sufrido, le surgió la decisión de ser el modelo de su propio arte.

Un gran comienzo le pareció a Dorita la iniciativa del artista. A ella le entu-siasmaba llegar a ser una gran escultora, admirada por todos.

La clase de escultura a la que asistía estaba situada en el antiguo Casino. En los grandes salones habían habilitado talleres de diversas prácticas artísticas y el formar parte de tal ambiente le parecía de una importancia excepcional.

Todos sus compañeros poseían dotes por debajo de las suyas, lo había com-probado Dorita según les veía moldear las fi guras siguiendo las instrucciones del maestro respecto a los bocetos escogidos.

Un buen día irrumpió en la clase cierto señor de gran porte, colega del maes-tro, comentarios aparte, un tanto avejentado parecía o realmente tenía más años de los que hubiera preferido Dorita. Sin embargo, la admiración mostrada por nuestra protagonista cuando éste comparaba los modelos que pretendían esculpir los alumnos con los originales de los respectivos creadores, fue muy acusada por el visitante, y la disertación sobre el “David”, al cual Dorita intentaba dar forma, la dejó boquiabierta.

Durante los días sucesivos, el visitante ilustrado en escultura frecuentaba asi-duamente los talleres y las animadas charlas con Dorita. Cada día se la veía mas animada a seguir esculpiendo su “David”, en cuerpo para la escultura y en alma para el visitante.

El término de las clases se acercaba, el curso tocaba a su fi n. El visitante no podía disimular su inclinación por Dorita, y ésta suponemos debía compensarle, aunque no podríamos asegurarlo, con cuantiosísimas atenciones.

La exposición sobre los trabajos se instalaría en el Salón Goyesco del Casino, con sus arañas pendientes de los inalcanzables encofrados y coronando así las esculturas ya culminadas.

Esto le parecía a Dorita un sueño y estaba segura de que su “David” ocuparía el lugar más privilegiado, ya que se consideraba una obra un tanto ecléctica, adje-tivo otorgado por el visitante ilustrado y, en estos momentos, íntimo ya de Dorita. Se entregarían menciones a las diferentes obras y Dorita aspiraba con su “David” a la más importante.

Llegó el día tan esperado. El jurado lo formaban: el profesor de escultura, sin voto por supuesto, el profesor de cerámica, dos señores a los que no se les había visto nunca por allí, según se dijo impartían clases de artes plásticas en otra ciu-dad, y nuestro visitante ilustrado.

Dorita, mon amour

Page 51: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

50

MARISA GONZÁLEZVerbo Azul

Dorita sonreía sin cesar, debido a los nervios del momento. Su triunfo sería rotundo.

El grupo de entendidos observaba las obras deambulando por el salón y ano-taban y anotaban en sus respectivos cuadernos. Ya se aproximaban a su “David”, pensó Dorita, ya tenía el éxito en las manos.

El quinteto se situó enfrente de la escultura. A medida que recorrían el “Da-vid”, empezando por la testa, continuando por el torso y descendiendo, sus ojos se agrandaban y la admiración y el asombro se fundieron en sus rostros al comprobar cómo el miembro generacional, íntegro, se desplomaba, rompiéndose en añicos contra la encerada tarima de roble soriano, dejando a nuestro insigne modelo tan ecléctico e incompleto como no se había fi gurado nunca el entendido e ilustrado visitante, íntimo de nuestra Dorita, como ya sabíamos, la que en su afán creativo, no consideró que la ley de la gravedad, es inexorable.

Page 52: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

51

Lucas fue un niño con suerte porque le contaban cuentos de hadas las noches de los fi nes de semana: su padre los sábados y su madre los domingos. No tardó en advertir que muchas veces uno y otro contaban el mismo cuento y, aunque la historia era igual, su padre y su madre lo hacían de forma distinta, cada uno con su propio estilo. Incluso un mismo cuento contado por la misma persona podía variar ligeramente de una semana a otra. Así, aun conociendo de antemano el desenlace, Lucas permanecía totalmente enganchado a la narración, apreciando todos los detalles, novedades y diferencias en cada frase, cada personaje y cada descripción. Lucas se dio cuenta de que lo mismo ocurría con la comida. La tortilla de patatas, aunque era una misma receta, salía diferente si la preparaba papá o mamá, igual que ocurría con el gazpacho, el cocido, la paella o incluso los espaguetis.

Poco a poco, Lucas veía personajes en los ingredientes: príncipes tomate, princesas lechuga, dragones ajo, lobos fi lete o hadas madrinas pechuga con polvos mágicos de pimentón. También veía castillos en sartenes, lagos en jarras y casas en platos, o espadas en cuchillos y varitas mágicas en tenedores. Pero sobre todo le atraían las tramas de sus cuentos receta: la imposición de una prohibición al pro-tagonista y la siguiente trasgresión en un cascar y batir de huevos, la partida del héroe hacia un viaje de aventuras al introducir la bandeja en el horno, la batalla en una ebullición y la victoria defi nitiva frente al villano al dar la vuelta a la tortilla sin romperse. Por supuesto, siempre había un fi nal feliz con boda, con la mesa puesta y los platos preparados para el banquete.

Ya de mayor, Lucas componía cuentos dulces, salados y picantes, novelas al dente, historias crudas y relatos gratinados. Por supuesto, regentaba su propio restaurante de autor.

Príncipes tomate

JOSETO ROMEROVerbo Azul

Page 53: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

Rocío Ordóñez Rivera

Page 54: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

53

Tal vez, en el azul más profundo

¿Volverá a suceder? Flotar, ingrávida, en las aguas de este mar a merced de las mínimas olas que

sustentan el vaivén de mis pensamientos para después, con un leve y diestro giro, dejar mi cuerpo suavemente suspendido en la superfi cie con el rostro bajo el agua, abandonado todo en la seguridad y el placer que me ofrece la deriva; esperar sin tiempo con la vista varada en el fondo donde un paraíso hundido bajo las algas siempre me reclama.

Es una pasión translúcida que me aborda cada vez con más frecuencia des-atando en mí el deseo incontrolable de vivirlo aunque sea una sola vez más antes de partir:

Mis sentidos se van diluyendo poco a poco con el fl uir del tiempo. El tacto, fresco y suave, equitativamente distribuido por cada centímetro de mi piel, se con-vierte en una prolongación de mi propia sustancia por el azul del agua. Dejo de percibir los límites de mi cuerpo y me siento fundida con el extenso edredón que arropa la vida submarina. Extendiendo la mano, abro los dedos para que se deslice a su antojo el espíritu invisible que se aloja dentro de mí.

Cierro los ojos porque no hay obstáculos; porque sé que conservaré tan bella imagen navegando bajo mis párpados eternamente con la certeza de que perma-necerá incólume entre apasionadas caricias con el transcurrir de los años; porque no necesito mirarlo para conocer su esplendor, para ver la vítrea alcoba que desde hace siglos me acoge. Me espera... Su profundo y frágil color es mi luz.

El olor a mar, a sal, a la brisa de azahar que presuroso liba el aire, es el liviano perfume de mi cuello. Es el aroma incorpóreo que se acurruca de noche entre mis sábanas y vaporiza mis sueños aun en la dolorosa distancia.

Su sonido rítmico y quedo me mece a su voluntad, que es la mía. ¿Para qué otras palabras? Su silencio expreso en el instante fascinado que arrebata el aliento del alma es un sello de fi delidad contra la lenta agonía de soledad y sufrimiento.

Mis labios hace ya tiempo que no desean otros que sus entregados besos de sal rociados con lágrimas forjadas en la perpetuidad del roce inverosímil de un amor con agridulce sabor a inmortal.

El abismo oculto en la apocalíptica densidad de su oquedad más profunda, en su desconocido azul, me llama; me llama y me absorbe en una creciente diástole hacia la que me abandono serena acompañada por un tenue rayo de luz. Des-ciendo inexpugnable, ansiosa por penetrar en el corazón puro del Edén donde mi ávido amante espera jubiloso para envolverme con su abrazo húmedo y llevarme consigo entre fogosos remolinos de arena, agua y sal. Y así, en el azul más profun-do, su amor intangible al fi n me devora.

¿Volverá a suceder?

ENCARNA MARTÍNEZ OLIVERASVerbo Azul

Page 55: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

Cristina F. Zambrano

Page 56: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

55

Debía de tener alrededor de ocho años cuando mis padres decidieron com-prar una casa en la villa de Gascueña, pueblo perteneciente a la Alcarria de Cuen-ca, donde comencé a pasar los meses de vacaciones de verano a excepción de quin-ce días que disfrutábamos en la playa, jornadas de ocio que me hicieron amar el mar y todo lo relacionado con él.

Los casi tres meses de asueto que pasaba en alcarreñas tierras daban para hacer infi nidad de cosas, incluso caer en el tedio o el aburrimiento. Solíamos jun-tarnos los chavales que vivíamos en el Arrabal -nuestro barrio- y los juegos consis-tían en trastear todo lo habido y por haber. Descubrir lugares “desconocidos” de la villa, meternos en corrales, cuevas y casas abandonadas donde nos fi gurábamos vivir una aventura como si de robinsones o conquistadores españoles del Nuevo Mundo se tratara. Hacíamos con plena libertad todo lo que en Madrid, con los consiguientes riesgos y peligros que conlleva vivir en una capital, no podíamos hacer.

Otras veces a lo largo del caluroso verano, acudíamos a los lavaderos y tras llenar las pilas donde las mujeres lavaban la ropa -siempre en hora de la siesta para que no hubiera nadie- nos metíamos para remojar nuestras posaderas, o nos íbamos introduciendo vestidos, uno por uno en los tres pilones del pueblo ante las llamadas de atención de los lugareños, momento en el salíamos corriendo para evitar algún que otro pescozón.

El entretenimiento en otras ocasiones consistía en subir monte a través el cerro de San Ginés -como las cabras montesas- y una vez culminado, recorrer la derruida ermita que ya conocíamos más que de sobra, esperando encontrar en alguna de sus paredes, pisos o techos, algún tesoro escondido de milenarios tiem-pos.

Lo cierto es que todas estas “aventuras” las hacíamos juntos los chavales del pueblo pero había mañanas o tardes en las que era yo solo, sin compañía, quien realizaba dichas excursiones. Es curioso que fui más feliz disfrutándolas solo que en compañía de otros niños.

Estando sin acompañantes podía montarme mi propia historia cosa que con el resto de la pandilla no era factible. Siempre querían que fuéramos soldados, vaqueros o indios,… yo por el contrario siempre quise ser un descubridor español, un guerrero medieval que defi ende su castillo, un conquistador de tierras, tesoros y mujeres…

Sí, mis queridos lectores, también cortejar jovencitas, aunque os resulte extraño en un niño. Desde crío traté de conquistar féminas -adolescentes de más edad que la mía- a las que me declaraba expresándoles mi amor. Cosa que mi ma-dre llevaba mal y me recriminaba al no tener edad para esas lides.

Nunca me gustó ser niño, no es que fuera traumático ni que tuviera una infancia difícil, es que era muy aburrido. Siempre deseé crecer para poder delei-tarme, disfrutar y compartir lo que es para mí lo mejor que existe en la tierra: la mujer.

El halcón de Preguezuelo

Page 57: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

56

Volviendo a mi niñez, en los días de estío veraniego, había tardes en las que preparábamos una excursión con baño incluido al molino de Preguezuelo. Dicha propiedad se encontraba a media legua de la villa y teníamos la suerte de que Faustino, tío de Salva -uno de los chicos de nuestra pandilla- estaba a cargo de dicha hacienda con lo que cuando se ausentaban “los amos”, nos dejaba bañarnos en la alberca del molino como si de una piscina se tratara. El agricultor, hombre amante de los animales, llegaba hasta allí montando en su burro Potes.

Un médico era el propietario del molino, los terrenos colindantes y el derruido castillo árabe -hay quien dice que la fortaleza no le pertenecía- y para nosotros era un lujo poder bañarnos allí.

Debíamos de ser entre cuatro y seis chavales los que, montados en nuestras respectivas bicicletas, pedaleábamos hasta aquel rincón después de comer, a ple-no sol y sin echarnos la siesta. A mí nunca se me dio bien montar en bici, era de los normalitos, y casi siempre llegaba el último o de los últimos, cosa que nunca me importó ya que prefería pedalear a mi aire, imaginando historias, deleitándome en el paisaje de bajos y pelados cerros, viñas -de las que nos infl ábamos a comer uvas con los consiguientes dolores de tripa- e interminables olivares.

En aquellos años llamábamos erróneamente a aquel término Prizuelo o Prieguezuelo y fue allí, en la misma carretera a pie de coger el camino que lleva al molino y al castillo donde vi por primera vez un bello y majestuoso halcón.

Los restos de la fortaleza árabe de Preguezuelo se encuentran en lo alto de un cerro y para acceder a él, hay que pasar por los terrenos pertenecientes al molino con lo que lo visitábamos cuando los propietarios del molino no estaban. Con los años ya siendo adolescente fui a verlo en un par de ocasiones y en una de ellas, me llamaron la atención los propietarios de las tierras adyacentes y el molino alegando que al castillo no se podía subir, que no estaba permitido visitarlo ya que también era de ellos.

El término de Preguezuelo pertenece a la villa de Gascueña y allí en el pue-blo pregunté en más de una ocasión a varios lugareños si el castillo pertenecía al médico dueño del molino o no. La contestación de los del lugar era que el castillo no entraba con los terrenos del molino pero sinceramente al no haber visto las escrituras de la compra-venta no puedo asegurar, ni me importa en absoluto, a quién pertenecen las ruinas de lo que fue fortaleza árabe.

En la parte baja del castillo existe un foso natural por el que pasa un arroyo en el que abundan los juncos. Siendo niño se veía una boca que era una de las sali-das de huida que todos los castillos tenían por, si las cosas se ponían feas, escapar de allí. Quise meterme con la esperanza de poder ver aquellas galerías, aquellos pasadizos que tal vez me llevarían a alguna mazmorra donde encontrar algún ob-jeto de los tiempos medievales de guerras entre moros y cristianos, pero, aparte del agua que tenían -había que mojarse y meterse a gatas- a los pocos metros de iniciar “la aventura”, la galería estaba cegada por la tierra caída a lo largo de los años.

Antes de que el molino perteneciera al médico, había tenido otros morado-res que trabajaban y vivían en él.

Juana Cantero Canales -abuela de mi mujer- se crió allí ya que sus padres eran los encargados del molino en las décadas anteriores a nuestra última guerra

Page 58: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

57

civil. Aquella anciana menuda, que había sido muy guapa siendo moza, me con-taba que su padre Demetrio -apodado en el pueblo como “el tío raquilla”- ponía huerta en aquellas tierras y en más de una ocasión al cavar con la azada salieron restos de huesos humanos que tiraba a unos pozos cegados del derruido castillo y pequeñas monedas plateadas y doradas que aquel hombre, sin darle mayor impor-tancia, metía en un bote de cristal.

Siendo adolescente me gustaba correr y en más de una ocasión entrenaba haciéndolo desde Gascueña a Tinajas. Preguezuelo está más o menos en la mitad del trecho y al pasar por aquel término, siempre he visto un halcón. Estas aves rapaces de color gris azulado y vientre blanquecino con manchas oscuras, conoci-das como halcón peregrino, pueden llegar a vivir hasta quince años, se alimentan de aves de tamaño medio, presas que cazan al vuelo, y raramente de pequeños mamíferos como ratas, liebres, ratones y ardillas. Son aves territoriales y general-mente vuelven a anidar donde la vez anterior utilizando cortados rocosos, peque-ñas oquedades o construcciones hechas por el hombre, con lo que aquel paraje de Preguezuelo es un lugar idóneo para ellos tanto en las cornisas de pared del cerro como en lo alto de las deterioradas torres que le quedan al viejo castillo. Entorno en el que abundan los pinos, agua y los chopos, chopera que podía ser mía desde hace años pero eso es otra historia.

Ahora, a mis cuarenta y cuatro años, sigo pasando por allí, pero ya no voy corriendo ni en bicicleta. Voy en coche y no hay día en el que al levantar la vista al cielo, no vea un halcón peregrino sobrevolando aquellos cielos. Sé que no es el mismo pero también sé que es un descendiente del majestuoso halcón que vi por primera vez siendo niño. A veces paro el coche en la cuneta y me bajo un rato a verlo, a contemplarlo tan bello, tan rápido, tan poderoso, tan libre.

Todo ha cambiado, todo cambia con el paso del tiempo, pero hay cosas que me gusta que sigan siendo iguales. Cosas como pasar por Preguezuelo y que las ruinas majestuosas de la fortaleza árabe sigan allí, vetustas, orgullosas de su pasado guerrero, regias.

Cosas como que un magnífi co halcón me reciba -saludándome quizás- do-minando los cielos de aquel entrañable y bello paraje.

FERNANDO JOSÉ BARÓVerbo Azul

Page 59: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

Fernando Fiestas

Page 60: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

59

En lo alto de la azotea hacía un calor asfi xiante y demasiado viento, tanto que le costaba incluso respirar. De pronto se sintió preocupada. ¿Y si con un vendaval como aquel no llegaba a caer al suelo y se ponía a volar como un pájaro? Tal vez debería es-perar a que parase, así tendría la seguridad de que caería a plomo sobre el pavimento y no saldría volando para terminar posándose en una de aquellas nubes que eran arras-tradas a toda velocidad sabe Dios dónde. Hizo un gesto de fastidio. Otra vez estaba su imaginación haciendo de las suyas. Bien sabía ella que sólo los pájaros vuelan, pero le gustaba tanto imaginar situaciones imposibles que no había podido evitar la tentación de hacerlo también en un momento como aquel.

Se acercó al borde de la cornisa mientras agarraba con fuerza la barandilla y miró hacia abajo preocupada. Si no calculaba bien y se desviaba podía caer en los setos del jardín y no en la acera, en cuyo caso el resultado tal vez no fuese el esperado. Se incli-nó hacia delante y recorrió la calle con la vista. Parecía vacía, no había riesgo de que alguien la viese e intentase convencerla de que estaba haciendo una tontería. No, de eso no tenía que preocuparse. A esas horas casi todo el vecindario estaría durmiendo la siesta o viendo la tele y un domingo de agosto a las cuatro de la tarde no era el mejor momento para pasear. Calculó la altura que la separaba del suelo. Era considerable, tal vez 20 metros, como le comentó el portero la primera vez que la vio subir allí arriba cargada con la máquina de escribir, la banqueta y la mesa plegable. Hoy también se había encontrado con él en la escalera, la verdad es que no había día que no se topase con Manuel, bien fuese al subir o bajar de la azotea.

–Qué, Paloma, ¿va a escribir otro bestseller? –le había preguntado con ese tonillo socarrón que le caracterizaba–. Tenga cuidado que a lo mejor se la lleva el viento.

El maldito viento. ¿Por qué soplaba hoy con tanta fuerza? Quitaba las ganas de todo. Ayer, cuando tomó la decisión, tan solo una ligera brisa había acariciado su pelo, la temperatura era agradable y la ropa tendida desprendía ese aroma a suavizante que tanto le gustaba y que había descrito con todo detalle en su última obra. Fue precisa-mente al hacer aquella descripción, tan crucial para el desenlace de la historia, cuando se dio cuenta de que no podía seguir así, ¡le costaba tanto pulsar las teclas…! La maldita artritis cada día se lo ponía más difícil, además su cabeza tampoco era la de antes, nun-ca le había costado tanto encontrar las palabras exactas ni los adjetivos adecuados para conseguir que una sensación tomase cuerpo. Entre unas cosas y otras había tenido que rehacer el texto varias veces, con la considerable pérdida de tiempo que eso suponía.

Echó la vista atrás y revivió el momento en que entró en el despacho de Ángel Saavedra. Estaba nerviosa, cosa poco habitual en ella, y sin decir nada esperó a que él hablase primero.

–Mientras leía me parecía estar oliendo a ropa limpia. Paloma, eres un genio ¡y eso que trabajas como en el siglo pasado! –le había comentado su editor sujetando el borrador de la novela.

Sonrió al evocar aquel cumplido y se sintió orgullosa de sus éxitos. Recordó la fa-cilidad con la que escribía hace unos años, cómo las ideas originales se peleaban entre ellas para ser las primeras en llegar hasta sus dedos y convertirse en historias; rara vez cometía errores y nunca equivocaba las palabras. No quiso entretenerse demasiado en ese recuerdo, lo apartó rápido de su mente y buscó en el bolsillo del vaquero una goma

De arriba abajo

Page 61: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

60

con la que hacerse una coleta que evitase que el cabello, demasiado largo para su edad, se le fuese constantemente a la cara.

–Tenía que haberlo hecho ayer –pensó mientras se recogía el pelo. Sí, ayer. Recién tomada la decisión le hubiese resultado más fácil, pero no era el

momento; demasiada gente en la calle; Manuel fregando el último tramo de escalera y la vecina del cuarto a punto de subir a tomar el sol como hacía cada día a esa hora. No, no habría podido, alguien la habría sorprendido y se lo habrían impedido. Para asuntos tan importantes como el que tenía entre manos necesitaba tranquilidad y sobre todo soledad. No le apetecía dar explicaciones a nadie. Por otro lado, ¿qué les iba a decir? ¿Qué era algo necesario? Menuda tontería. La tomarían por loca y estaría en boca de todo el vecindario. Eso seguro.

Miró de nuevo hacia abajo y se sintió triste. Terminar así parecía un poco injusto, la verdad. Retrocedió unos pasos alejándose de la cornisa y se volvió lentamente. Miró la máquina de escribir, que descansaba en el suelo dentro de su funda. Era una Olivetti Pluma 22 de los años 60. Con ella escribió el relato con el que ganó su primer certamen literario y con ella había escrito también su última novela, la que tanto trabajo le había dado.

–No, no es justo. Escribiré una última nota, algo que sirva de recuerdo, y dé una pequeña explicación del porqué de un fi nal tan dramático –dijo en voz alta a pesar de que solo la acompañaba el viento.

Se agachó y abrió la cremallera de la funda en que estaba guardada la máquina. De su interior sacó los folios que siempre llevaba allí y luego, muy despacio, como quien saca un objeto de cristal de roca de una caja en la que hubiese un gran letrero con la palabra frágil, fue sacando la Olivetti color crema. La colocó con cuidado en el poyete donde se dejaban las pinzas de tender la ropa, puesto que hoy no había subido la mesa plegable, y metió un folio en el rodillo. Fijó los márgenes como a ella le gustaban y clavó la vista en el papel. ¿Por dónde empezar? Lo que menos le apetecía en ese momento era ponerse a teclear sin tener una idea exacta de que escribir.

–¡Esto es ridículo! –dijo cogiendo la máquina bruscamente y dirigiéndose a toda velocidad hacia la cornisa del edifi cio. Sacó los brazos por encima de la barandilla y sostuvo la máquina en el aire el tiempo justo para asegurarse de que no había nadie en la calle, tras lo cual, y casi a cámara lenta, separó las manos de la Olivetti que se precipitó al vacío y, ajena a la fuerza del viento, se estrelló contra el suelo haciéndose mil pedazos.

–¡Pues no ha volado! –pensó un poco decepcionada. Durante un buen rato no pudo apartar la vista de lo que, tan solo hacía unos se-

gundos, había sido su herramienta de trabajo. Fijó en su retina cada uno de los detalles de la escena que acababa de fabricar, y se preparó para regresar a su apartamento. Allí comenzaría a escribir un nuevo libro, cuyo primer capítulo se abriría con la detallada descripción de una máquina de escribir destrozada tras ser lanzada desde un rascacie-los por el asesino de un famoso escritor. Salió de la azotea y cogió el ascensor pregun-tándose si el ordenador que acababa de comprar le facilitaría tanto la tarea de escribir como le había asegurado su editor.

MARTA SÁNCHEZ VALDENEBRO

Page 62: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

61

Los niños estaban inquietos, no había manera de llevarlos al orden. La clásica advertencia “como sigáis así, no van a venir” ya no daba resultado.

─-Anita, anda, llévatelos a la terraza a que corran un poco─ le pidió la madre.

Anita, que iba a cumplir nueve años, tenía una reconocida buena mano para los pequeños. Hacía de maestra o de mamá en los juegos con sus hermanos y, cuando salían al campo con otras familias, se encargaba de entretener a los chiqui-llos mientras las madres charlaban.

Aquellos Reyes eran los primeros en los que ya sabía el secreto. No se lo había dicho nadie, pero el año anterior descubrió, en el fondo del bolso materno, una moto en miniatura que, después, apareció entre los juguetes que le trajeron los Reyes a su hermano pequeño. Aquel hallazgo fue un revulsivo en sus sentimien-tos: por un lado, una fuerte decepción, la primera importante en su vida, y por el otro, una sensación de madurez, de sabiduría... Al fi n sus dudas y pesquisas se ha-bían acabado: llevaba tiempo observando y haciéndose preguntas pero, ahora que la magia tomaba tierra, el constatar que ya no podría creer en un trasvase entre el mundo tangible y el de los sueños la llenaba de melancolía.

Estaba dispuesta a preservar su secreto y a que sus hermanos siguieran dis-frutando del bellísimo cuento.

Subieron a la terraza. Las Navidades allí, tan al Sur, eran templadas y llenas de luz. La terraza donde se asoleaban las sábanas, semejaba una barca reposando al sol con las velas ondeando al viento, y jugaron a piratas. La llegada de Paca, a recoger la ropa blanca, le puso fi n.

El sol empezó a bajar por el lado del aljibe. El viento trajo la llamada a la oración desde la Mezquita del Tesorillo: “Allahu akbar” . “Dios es el más grande”, tradujo Ana. Los niños se quedaron quietos, atentos al ritmo de la voz. A veces, en la madrugada, cuando el viento venía del sur, esa misma voz los arrullaba en sus lechos y los envolvía con la paz de lo conocido.

El cielo empezó a cambiar de color: un azul casi añil sustituía al blanco azula-do de las primeras horas de la tarde.

Se asomaron al grueso barandal de la terraza, los pequeños con las cabezas entre los balaustres. El telón del crepúsculo bajo rápidamente. Ana miró al este. Allá, por el lado de las montañas de la Mujer Muerta, lejos, casi sobre Argelia, acababa de aparecer la primera estrella.

Crecer

Page 63: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

62

CONCHA GARCÍA DE LOS ARCOSVerbo Azul(Primer premio Concurso LiterarioCiudad Lineal 2011. Madrid)

─ Quizá sea Venus─ pensó, recordando las lecciones de su padre. Las demás estrellas aparecieron enseguida. La primera aumentó su tamaño

y entonces, dijo: ─ Mirad, allí está la Estrella de los Reyes, fi jaos qué deprisa vienen─ . Se hizo el silencio. Anita sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas al compás

de la emoción que su propia mentira le producía.Un grito unánime atravesó el espacio:─ Sí, es verdad, ya vienen, vamos, vamos a casa ─y bajaron corriendo las es-

caleras. ─Mamá, mamá, ya vienen, los hemos visto, ya vienen─ La hermana, mayor, se demoró en el descenso.

Page 64: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

63

ÁNGEL MUÑOZVerbo Azul

Mi cuerpo es como una casa: Tiene las ventanas por donde entra la luz, por otras el aire para ventilarse. La boca es la cocina por donde pasan los alimentos y también tiene su retrete. Es un hábitat de los llamados inteligentes, con un orde-nador central, el cerebro, que, a través del complejo cableado del sistema nervioso, sabe controlarlo todo. El armazón son los huesos. Las tuberías son las venas, im-pulsadas por el corazón. y así podríamos seguir con muchas más analogías.

Pero, en esta noche de luna llena, cuando todo está funcionando perfecta-mente, me surgen, como en otras ocasiones, esas preguntas que me atormentan: ¿Quién habita esta casa? ¿O es simplemente un edifi cio vacío?

¿Soy yo el cuerpo con el que me identifi co?

Page 65: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

64

Eso es imposible, se dijo varias veces, uno no puede precipitarse de esta ma-nera, cómo podría ser, uno no puede caer dentro de sí mismo, nadie puede… Y, sin embargo, eso fue realmente lo que le ocurrió aquella tarde de mayo apenas unos minutos después de salir de la ofi cina. Había cogido el ascensor del edifi cio donde iba a comer a diario y, en el momento en que éste se ponía en marcha con una pe-queña sacudida, le asaltó aquella extraña sensación; el ascensor inició su ascenso, y él empezó a caer dentro de sí mismo, caía por el espacio de su propia conciencia y, por tanto, en presencia de todas las visiones que cabe esperar encontrar en una experiencia semejante: recuerdos, imágenes e impresiones recientes de todo lo que había ocupado aquel día y el día anterior, así como la noche y, por lo tanto, sus sueños y el esfuerzo que le había supuesto levantarse aquella mañana, y las imágenes (¿o eran sus propias fantasías?) de aquellos con los que se había cruzado o con los que había estado hablando, además, por supuesto, de las palabras y los sentimientos vinculados a esas conversaciones y, junto a ello, un cúmulo de obje-tos diversos: su corbata, el espejo donde se había mirado, las hojas, el ordenador, el lápiz, los zapatos brillantes de la secretaria, el sol intenso que se refl ejaba en el pequeño cristal de su reloj, incluso el ruido persistente de una alarma que ha-bía saltado en un edifi cio vecino y le impidió concentrarse durante un largo rato. Sin que comprendiera aún cómo podía estar ocurriendo, aquella caída constituía, al mismo tiempo, un insólito reencuentro con su pasado y con el cúmulo de sus sensaciones más recientes, con el mundo real e inventado que poblaba aquel in-terminable paisaje interior por el que se precipitaba aumentando a cada instante su vértigo, que no era, en realidad, sino la manifestación de que había perdido pie dentro de sí mismo.

Era algo semejante, me dijo, a lo que debió vivir aquel famoso personaje del escritor inglés Lewis Carroll, pero, sin embargo, distinto y, sobre todo, peor, por-que no era por ningún túnel, ni a través de ningún pasadizo extraño e inesperado por donde se precipitaba para llegar a otro mundo: durante todo el tiempo que duró su experiencia, él seguía allí, dentro de sí, en aquel lugar o espacio (era difícil decidir qué palabra convenía emplear) que se conoce como la conciencia, que unos llaman el mundo interior y otros el espíritu, y que vivimos a menudo como una persecución de nuestra propia sombra.

No se trataba, desde luego, de un cambio de ánimo, o de una sensación pa-sajera como tantas, el rapto, por ejemplo, de quien se cree en algún infi erno o el que llora un éxtasis que ha sentido al alcance de la mano, ni se trataba del acceso a otra época porque dentro de él las fronteras del tiempo se hubieran desvaneci-do milagrosamente; no, él se precipitaba realmente, había sido como propulsado por una fuerza difícil de explicar y recorría un espacio propio, el espacio de su mente, sin comprender por qué, pero preguntándose mientras lo sufría si no le era posible hacer algo para evitarlo. Y en un esfuerzo por tranquilizarse y detener

Un vértigo internoA Fernando Fiestas

Page 66: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

65

RAMÓN DE LA VEGAVerbo Azul

esa sensación, se apoyó contra una de las paredes del ascensor y, por extraño que pareciera, trató de desafi ar su propia conciencia o darle un sentido de realidad, pero era evidente que si aquello le estaba ocurriendo era porque había perdido el control sobre la manera en que su conciencia operaba, y, fi nalmente, su empeño no hizo sino empeorar las cosas. En su esfuerzo por calmarse, en un gesto instin-tivo, había cerrado los ojos, y en medio de esa oscuridad, su vértigo se multiplicó hasta el punto de obligarle prácticamente a echarse al suelo temiendo precipitarse él mismo a algún vacío, aunque fuera difícil concebir cómo, puesto que estaba encerrado en aquel pequeño espacio de cristal. El sudor le había empezado a em-papar prácticamente la frente, y dijo haber sentido un pequeño temblor, la prueba, según él, de que la resistencia de su cuerpo estaba empezando a fl aquear, pero aún le quedaba por vivir el último capítulo de esa experiencia: la visión de su propia fi gura, de su cuerpo mismo, como parte de ese peculiar espectáculo íntimo al que asistía desde hacía algunos momentos. Aquello era mucho más de lo que podía concebir: ¿él mismo precipitándose entre sus propios recuerdos? ¿Qué era enton-ces lo que estaba viviendo?

El ascensor se detuvo indicando con un pitido que había llegado al último piso. Abrió los ojos y contempló la amplia panorámica de los tejados de la ciudad. Se incorporó y, casi al mismo tiempo, las puertas se abrieron. Dio dos pasos con difi cultad, casi tropezando, y salió.

En esos momentos, me dijo, creía haber visto una forma terrible de la inmor-talidad.

Page 67: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

66

“Navajero de la literatura”, le llamó Raúl del Pozo, cuando Montero Glenz irrumpió en el panorama literario. Este virtuoso de la pluma y el ingenio, jardinero del lenguaje exuberante, pirotécnico de las palabras, provocador como nadie en el predicado, iluminó el mercado li-terario con su primera novela, una obra inso-lente, brillante y canalla, “Sed de champán”. Ingenioso y chulapón, se recrea con viveza y originalidad al tejer un lenguaje mordaz y esti-mulante, describiendo a los personajes con un donaire que atrapa al lector. A una puta la pre-senta de esta guisa: “Una negra de novela con las piernas engrasadas como armas de fuego. Lleva una bala en cada ojo...” Impresionante total. Leerle es un placer para quien valora el ingenio y la originalidad. Se le intuye cínico y ambicioso, y lo que más le caracteriza es que es literario hasta para toser.Arturo Pérez Reverte, confuso, escribiendo de Montero: “Le envidio la prosa a ese hijo de puta, lo juro. Por sus páginas contundentes como un puñetazo o un golpe de navaja en la entrepierna”.Le pidieron a mi paisano madrileño, Montero Glenz, que diera un consejo para los escrito-res primerizos. Montero sacó de su montera lo siguiente: “No doy consejos, tan sólo sugie-

ro, y aquí van mis dos sugerencias: la primera que lea y la segunda que disfrute lo que lea”.Al que ama el ajardinamiento del lenguaje se le alterará el pulso al leer a Montero Glenz, no le cabe otra, al quedar seducido por la prosa luminosa que cala los sentidos, haciendo per-der el aliento ante el gozo de la borrachera de originalidad y seducción de este atrevido es-critor.Montero Glenz vive fuera de los libros como si estuviera dentro, alborotando a los pensa-dores, mostrándose como una montaña de alegría, pregonando que en la estación de los sueños está prohibido, terminantemente, que-darse dormido, que hay que vivir intensamente ya que cada día en la vida de un ser humano es un día más y un día menos. Mostrándonos su afectividad, bien sabe que el hombre es triste pero si se le quiere se pone alegre.Es un arquitecto de sentimientos y sensacio-nes literarias, conoce al dedillo las coordena-das de la conciencia y del alma, por eso su pluma es onírica.

“Jardinero de la originalidad”

Jardineros del lenguaje.Montero Glenz

JOSÉ BÁRCENAVerbo Azul

Page 68: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

67

Aproximaciones críticas y otros argumentos

Alguna vez el hombre, el poeta, se sienta a contemplar el mundo sin disfraces, a cara descubierta, dejando que cada luz vaya posándose, con su efecto inmediato, para iluminar todas las espe-ras, todas las penumbras. Rafael Soler regresa así, con las manos abiertas y el corazón en vuelo, para ofrecernos en estas “Maneras de volver” (Vitruvio, 2011) una visión nueva, diferente. Su mirada, a un tiempo descarnada y dulce, disecciona la realidad al margen de los ecos. Fruto de la más variada y ecléctica poética, el poemario recrea

MANERAS DE VOLVER.Rafael Soler

un erotismo fértil, primigenio, en el que la palabra acoge, muta, desordena; es un golpe de sol entre rocas, una encina en el agua.

“Yo no traje los acantilados/ a este páramo de sangre”, nos dice Soler a modo de disculpa. Y es a partir de esta premisa como va construyendo, sombra a sombra, un conjunto de poemas grito, de asideros al borde del relámpago. Nada es aquí lo que parece ser; el poeta se implica y nos implica, nos sacude con el gesto fugaz de la inocencia, con la complicidad de la memoria justa. Y es que todo crece alrededor de los escombros, todo fl uye más allá de las ausencias. “Maneras de volver” es, pues, una obra cálida, de compromiso, que busca en el lector un posicionamiento íntimo, sustancial. Nacen así, junto a la más acendrada ternura, versos fuer-tes, durísimos, de emoción contenida y cuidada forma. El poeta se debate entre la necesidad y el desarraigo, entre la negación y la búsqueda. “De ocasiones perdidas los bolsillos llenos” - dice, y desde esa misma concepción convexa de la vida, va componiendo un mosaico desde el que podemos vislumbrar una personalidad poliédrica, multiforme.

Articulado en tres partes -tres maneras distintas de volver- el poemario representa un itinerario personal y poético, no en vano es esta la carta de embarque con la que Rafael Soler regresa al mundo de la edición después de un prolongado silencio. “En este lado la tierra es un presagio”, una barca varada, una voz sufi ciente. Y en esa desolación, en ese deslumbramiento sobrevive el poeta a solas con sus miedos.

La voz poética de Rafael Soler regresa renovada del dolor, del intercambio. Y lo hace con toda la intensidad, con el mar gritando a plena luz entre sus versos. Es la suya una mirada cáustica sobre las cosas, sobre todo lo que de realidad hay en el ser humano. Es, podríamos de-cir, un poeta del desarraigo, un hombre en lucha consigo mismo, con su propia manera de ser y de relacionarse. “Afuera quedáis todos/ ceñida la costumbre de preguntar lo justo entre la niebla triste” - dice - y sin embargo se aplica en contradecir esta afi rmación durante todo el poemario. No es, como podría deducirse, una obra triste, dolorida; el poeta conoce la desolación, todos los caminos y las luchas, pero no se resigna, antes bien, se esfuerza por seguir adelante en unos versos cargados de positivismo, de propósitos. “Ahora necesito/ una frente nueva que me separe del suelo”.

Y sigue caminando. “No basta desearlo”, hay que intentar volver de la renuncia y rees-cribir los sueños. Al otro lado siempre habrá alguien dispuesto a la esperanza.

Ana Garrido

Page 69: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

68

Manuel Cortijo Rodríguez se asoma a un tiempo pasado, a unos días fi nitos que recobran su plenitud en el recuerdo. “Memoria de lo usado” (Diputación de Albacete, 2012) es una obra de madurez, de reposo, de respuesta. Tal vez era imprescindible el tiempo trascurrido, la larga espera, la confusión, a veces, del dónde y para qué. Tal vez no somos nosotros lo que decidimos, tal vez es el poema el que busca su edad precisa para darse a conocer, para encontrar la mano que vaya, poco a poco, haciéndolo caligráfi ca vida, musical vivencia, sesgo.

MEMORIA DE LO USADO.Manuel Cortijo Rodríguez

Tal vez su anticipación hubiera sido un libro malogrado, una urgencia sin sazón sufi cien-te, sin envero. Por eso, Manolo Cortijo, tan fácil en entregar su amistad, su bonhomía, su bienha-llada licencia, ha demorado este trabajadísimo regalo, este sabio acontecer de su trayectoria en verso y en lugar, en habitación impresa, en gozosa sinfonía.

“Hacemos por volver, y es siempre el mismo/ aire quien nos empuja”, siempre la misma sed, la misma franqueza. Pero el paisaje es otro, otra la forma de mirar, la transparencia. Versos cargados de nostalgia que son, a un tiempo, introspección y búsqueda, apertura y hallazgo. El poeta no se conforma con la luz, quiere hacernos partícipes de cada iluminación, de cada regreso. Así, con esa serenidad que dan los años, nos muestra un mundo, el suyo, en una suerte de aproximación, de advenimiento. El tiempo como alambique, como útero, como camino inexcusable de la vida, de la misma muerte, es, ha sido y será la manera elegida por el poeta para desguarecer sus últimas defensas, para abrir las puertas a ese lírico interior celosamente abrigado, largamente vivido.

Concebida como itinerario, como camino iniciático, la obra está divida en tres tramos, tres miradas que, a partir del poema prólogo, nos sitúan en la localización espacio temporal del poeta. En ANTES, el poema va reinventando nítidos momentos y personajes fuertemente pren-didos en el álbum vital del escritor. La recreación de esos momentos de niñez, de aprendimiento, de participación en la vida que se percibe como nebulosa posible, “vivir, mientras venían / de cara la media y el sol de la inocencia”. Y, aquí y en todo momento a lo largo del libro, la refl exión metapoética imprescindible, la introspección, el dialogo del hombre con el hombre.

La fugacidad del instante, su incertidumbre, nártex y atrio de la refl exión vital, ocupa la

segunda parte de este poemario, AHORA. “Ahora, madre, ya ves / que sé cuanto dolor fui tuyo”. La búsqueda como resurrección, como motivo, como descubrimiento.

En la última parte, DESPUÉS, la mordedura de lo por venir da lugar a poemas de un enorme dramatismo, de desgarrada fuerza poética al albur de los fi lamentos del lenguaje. La palabra como redención, como asidero, como bálsamo, única realidad y única creencia. “Quedar con el futuro es un afán de irse…/el saldo que nos cuadra el desamparo / del nombre de las pérdidas”. “Un día te despiertas y te encuentras / que no hay nada alrededor, sólo hora vendidas / de palabras sin aire”.

“Ahora es tiempo de un tiempo por venir, / por escribir la vida en descendente”, ahora es tiempo de arenas y de dólmenes, “en tanto el tiempo quiera/ llevarnos en su andar, mientras vivimos”. Quizá la vida aún nos acompañe.

Ana Garrido /Juan José Alcolea

Page 70: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

69

Manuel Laespada Vizcaíno obtuvo con “El envés del espejo” (Vitruvio, 2011) el V Premio de Poesía “Vicente Martín” del Ayunta-miento de Torrejón de la Calzada (Madrid). Es esta una obra de trán-sito, un intento de reconciliación con la inmanencia. El poeta camina, observa, se interroga, acaso sin esperar respuesta, en un itinerario a modo de viaje interior y circular, de refl exión interna y necesaria. Y es que aún quedan colores a la luz de la sombra, aún gritan las cigarras en el pecho, las gaviotas alrededor de la esperanza.

Versos ágiles, brillantes, cargados unas veces de fi na ironía y otras - las más- de una exquisita ternura. Metáforas que sorprenden y sacuden, que acarician y lloran, que germinan más allá de los escombros. “Todo lo que hemos sido/ queda cuando pasamos/ en la memoria oculta de la piedra”. Y es precisamente en ese pasar, en ese abozalarse los rincones, donde el autor encuentra su bagaje poético, el punto de partida, la emoción que le da vida y lo sustenta.

“Por el dolor se sabe que vivimos”- afi rma el poeta a modo de sentencia a partir de la cual articula el poemario. Por el dolor existe el hombre y su recuerdo. Y lo hace a modo de ar-tifi cio, como si se dirigiera a un interlocutor inanimado, malaviz, que encarna toda la sed, todo lo perdido. Porque “El envés el espejo” es, a fi n de cuentas, una obra catártica, liberadora que, a través de una cuidadísima transposición lírica, trata de exorcizar todos los demonios, todas las mentiras. Es un espejo universal y cóncavo, ideado casi a manera de esperpento revisitado, una realidad que muestra al mismo tiempo que deforma. Y es precisamente en esa deformación donde lo refl ejado encuentra su verdadera esencia, los límites de lo que le es irrenunciable y propio. Laespada Vizcaíno nos pone frente a un escenario - el nuestro - para enfrentarnos a lo que seguramente no queremos ver, para hacernos partícipes de nuestro dolor, de nuestra desmemoria. Quizá sea esta su intención última, ayudarnos a descubrir, ante nosotros mismos y ante los demás, lo que el corazón guarda, lo que atesora.

El poeta atraviesa un mundo sinuoso, difícil, un mundo que le es hostil, a veces hasta imbatible. Pero no lo hace solo, invoca al menos, sobre todo hacia el fi nal del poemario, un amor redentor y cuasi místico, un tú impersonal y trascendente. “Otros (acaso yo)/ buscamos la coar-tada de unos labios/ donde habitamos y que nos redimen”.

“La piedra, el sol, el agua nos recuerda/ que inútil es huir, que no hay caminos”. No hay caminos, es cierto, al menos un camino trazado mínimamente transitable. El camino, el destino ha de ser siempre único, individual y ajeno a cualquier intento de dirección externa. Cuando no basta el aire para llenar los pulmones, cuando necesitamos más de un asombro, más de una sequedad, sólo permanece la palabra. Y el corazón en llamas.

Ana Garrido

EL ENVÉS DEL ESPEJO.Manuel Laespada

Page 71: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

70

A veces el viento llega y nos sorprende absortos, desguarne-cidos, a solas con nuestra propia tristeza; a veces se precipita el sol sobre los ojos y amanece, como a tientas, una nueva esperanza. A partir de una sinécdoque un tanto arriesgada, Teresa Núñez teje una personalísima visión de la vida de Francisco de Asís, El juglar de los pájaros (CELYA, 2011). Contra lo que pudiera parecer en una primera y no demasiado detenida aproximación, no es este un libro de temá-tica religiosa. La autora se apoya en la fi gura histórica del santo para intentar una trasposición alegórica de su propia personalidad poética.

Siendo uno de sus libros más trabajado, quizá sea también del que se sienta más pro-fundamente satisfecha. Con él obtuvo el V Premio de Poesía “Ciudad de Pamplona”, galardón que viene a sumarse a su ya larguísima lista de reconocimientos. Con una mirada sutil, sigilosa, casi de puntillas, la autora se adentra en la trayectoria vital de un hombre, Francisco, para darnos cuenta de lo que de íntegro hay en cada ser humano. “La estirpe que me nutre ya no lleva familia/ ni apellido/ ni mundo”. Teresa Núñez acaricia la luz y la dibuja, habla desde el corazón de las luciérnagas. Y ahí, en ese rincón furtivo al norte de la prisa, nos devuelve esa misma luz, ese milagro.

Estructurado en cinco tramos que son al mismo tiempo los cinco capítulos principales de la vida del protagonista, el poemario funciona como un mecanismo perfecto. Cada pieza, cada elemento está donde debe estar, en el lugar exacto que le corresponde. Nada puede cambiarse, nada puede ser alterado sin que el conjunto se desestabilize o se resienta. Así, encontramos, a modo de columna vertebral, tres poemas titulados unívocamente Mi dama, que marcan el deve-nir biográfi co, la transformación del hombre y del espacio.

Con un lenguaje exquisitamente cuidado y una versifi cación limada hasta el extremo, Teresa Núñez parte de un posicionamiento noético de la realidad que sostiene toda la línea argumental de su obra. Su mirada no juzga, no interpela, se limita a plantearnos, “granada a fuego vivo”, la senda hacia un amor universal y absoluto. La voz poética se desdobla, pasa del yo lírico en primera persona al narrador omnisciente para ofrecernos una mejor y más completa aproximación a la historia.

La autora, convencida de que aún es posible la esperanza, con una forma de expre-sión que en ocasiones raya el más puro misticismo, nos recuerda la forma inhabitable de las nu-bes, la voz que hace posible la palabra. Y se entrega, la herida por los ojos y el corazón en vuelo. “Cuando la sombra” volverán a agitarse los heraldos, volverán a decirse las esclusas. “Dadme la piedra,/ la piedra con que manchar la espiga./ Nunca el olvido”. Nunca.

Ana Garrido

EL JUGLAR DE LOS PÁJAROS.Teresa Núñez

Page 72: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

71

“El color de la tinta (Poesía 1962-2012)” (Vitruvio, 2012) reco-ge toda la producción poética de Nicolás del Hierro, al menos la que él mismo ha seleccionado a la luz de su mirada actual. Desde que en 1962 publicara “Profecías de la guerra”, han sido cincuenta años de incansable labor, una vida absolutamente volcada en la Poesía. Poeta de palabra recia, fi rme, de hondo humanismo, nos ofrece aquí una retrospectiva revisada de su obra, una obra compacta, limpia, perso-nalísima. Porque el poeta, ese hombre nacido por y para la esperanza, atraviesa los puentes y los valles, se da sin tregua en la consumación

de los veneros, en la resurrección de los abrazos.La escritura de Nicolás del Hierro parte de un posicionamiento a ras de tierra, de un

compromiso solidario con la realidad. Lejos de modas y movimientos generacionales, nunca ha querido someterse a reglas externas y ha seguido su camino, su propio e irrenunciable camino, al margen de cualquier norma. Manchego de nacimiento y de corazón, nunca ha renunciado a la herencia recibida en su Piedrabuena natal a orillas de su añorado Bullaque. “Es el viento leja-no,/ la palabra, el origen,/ un camino hacia el prisma/ que incendiaba la sangre” –dice, y en ese mismo incendio se consume.

El libro, además de los poemas seleccionados por su autor, incluye dos poemarios inédi-tos, de los que precisamente el último da título general a la obra. Nicolás del Hierro es - ha sido siempre - un poeta sobrio, contenido, sin demasiadas concesiones a la imagen. Sin embargo, en los últimos tiempos se ha decantado por un tono más lírico, más esteticista, donde la palabra alcanza toda su fuerza expresiva, toda su capacidad de sugerencia. Metáforas frescas, cuida-dísimas, poemas que son destello, fl oración, alimento. “No dejes que te atrape, no, la noche/ con el dolor prendido en tu mirada,/ la tarde y su crepúsculo dorado/ pueden darle más luz a tu esperanza”.

“El color de la tinta” es, como decimos, un libro imprescindible para conocer el legado de un autor, la tinta de esos versos escritos entre el desencanto y la desolación, entre la contempla-ción del pasado y la confi anza absoluta en un futuro todavía oscuro pero que se adivina cierto, inevitable. Nicolás del Hierro es un poeta intuitivo, cercano, absolutamente vitalista. Siempre ha sabido “que hay un charco de luz/ donde los pájaros”, “que está la tierra a punto, que habitamos/ el momento ideal para un principio”. Y es por eso, tal vez, que no ha querido renunciar tampoco aquí, en esta desmedida primavera, a lo que ha sido siempre nota característica de su poesía. Su mirada, atenta a todo lo que le es propio, necesario, recala una vez más en un cierto pesimismo, en una postura ciertamente crítica, doliente.

“Sí,/ si todo es muy sencillo:/ basta romper un poco con el miedo/ y decirle que sí a las amapolas”, basta dejar amanecer a las cigüeñas. “¿O es, acaso, el misterio/ lo que alimenta el alma?”.

Ana Garrido

EL COLOR DE LA TINTA.Nicolás del Hierro

Page 73: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

72

Esperar es a veces aprender a mirar, sentarse a ver caer el sol sobre los ojos, el cielo sobre la lentitud de los veneros; mirar es rendirse sin rencor a la palabra. Miguel Galanes, poeta de recono-cida trayectoria y extensísima obra, ha querido aquí, en este “Divino Carnaval” (Vitruvio, 2012) que ahora nos ofrece, asomarse a su propia realidad desde una nueva perspectiva, desde una nueva esquina del silencio. Sabedor de que todo lo tocante al hombre es efímero, busca dejar constancia de su paso, noticia de su devenir sobre la tierra.

El poemario presenta una estructura cíclica, bidireccional, en dos partes, dos modos de aproximación, precedidos de varios textos en prosa que pretenden situar al lector, hacerle partícipe del posicionamiento inicial del poeta. Ya desde el subtítulo, El canto de Deucalión, nos remite a un mundo mítico, arcano, en una alegoría de un nuevo nacimiento, de una nueva oportunidad para la dicha.

Galanes nos devuelve a un punto primigenio, idílico, y desde él refl exiona sobre la sole-dad como única manera de relacionarse en un mundo inhóspito, triste, ajeno. Desde el castillo de Calatrava la Nueva, última posesión de la esperanza, el poeta reconoce rostros, paisajes, circunstancias, y forja así un inteligente juego de contrastes que busca provocar en el lector un cierto recogimiento cuasi místico. “Un pozo es un círculo hacia/ adentro. El centro de otro centro”. Una a una las máscaras van cayendo, van agotando el roce de la piel, la necesidad de la palabra. Todo queda, al fi n, al descubierto.

Maestro de poetas, Miguel Galanes se mueve como nadie en el verso clásico, pero tam-poco renuncia a la levedad del versolibrismo. Sin embargo, en este libro ha preferido mantenerse dentro de la métrica, dejándose mecer por el ritmo ágil del eneasílabo. Contra lo que pudiera pensarse, la voz del autor surge clara, alta, libre, como si la misma constricción le diese a la expresión poética unas alas desconocidas, mucho más elevadas y ciertas.

El libro está escrito en un lenguaje fl uido, lleno de referencias clásicas, que no desdice en absoluto su vocación de universalidad. El poeta encuentra en la otredad su complemento, la fuerza que precisa para llevar a cabo una renovación que adivina urgente, irrenunciable. Es un diálogo del hombre con el hombre, la naturaleza misma dando voz a los sin voz en una idealiza-ción cuasi panteística.

Rindámonos al tacto y a la alquimia, aún es tiempo de soles y de labios, “que el claros-curo carnaval,/ y los alardes de este mundo,/ al estar vivo, así lo afi rman”.

Ana Garrido

DIVINO CARNAVAL.Miguel Galanes

Page 74: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

73

Quien, además de tener la posibilidad de recrearse en la lec-tura de “Peregrino de sueños” (Colección Ojo de Pez, Biblioteca de Autores Manchegos) de Elisabeth Porrero, ha sido señalado por la suerte de recibir desde la propia voz de esta joven realidad poética el regalo de su lectura, tiene una doble capacidad de acercamiento a los poemas que en el citado libro se desgranan.

Porque Elisabeth, per se, sin el muro protector de su capaci-dad poética, es una persona entrañable, cercana y comunicativa que, a través de esa voz a la que ella misma personifi ca a lo largo del texto, enseguida se posa en los cordiales rincones de quien la escucha.

“Peregrino de sueños” es un libro iniciático, no sólo por ser el punto de salida editorial de esta poeta, sino porque, como ya indica Pedro A. González Moreno en su introducción, todo viaje, toda peregrinación es, tiene un marcado carácter de iniciación y a la vez de permanencia.

Desde el principio la autora pone como cimientos de su caminar, y, a la vez, como re-ceptores de su diálogo poético cuatro elementos básicos: La voz del propio cantor como instru-mento y como esperanza (“por encima del tiempo está tu voz/… Tu voz es la derrota de todos los olvidos”, “Tu siempre haces posible la belleza”), el recuerdo y por ende su contrario el olvido (“El recuerdo es el punto de partida/ y también de destino…”, “Coleccionar instantes es vivir”), el paisaje, éste en sus múltiples acepciones, tanto de los encontrados en el horizonte óptico de su mirada, como de los paisajes humanos a los que accede desde su personal apreciación subjetiva. Esta multiplicidad de escenarios obrarán como hitos de su viaje y como hacedores de su propia identidad y de su autobiografía (“Es cierto que el paisaje/ va trazando en las venas… senderos íntimos”), y por último el camino como razón última de la existencia en una personal visión del fl uir machadiano (“siempre hay guardado un río en la memoria/ que fl uye ajeno al tiempo y su erosión”).

A lo largo del libro, las personifi caciones, las suaves aliteraciones (“se torna brisa suave que besa cicatrices”), los juegos casi visuales de su decir y siempre la justeza en el adjetivo y la economía en el adverbio imprimen a su lenguaje un personal desarrollo eufónico y deslizante, llenos de lirismo y personalidad.

Nuestro saludo ante este primer libro, que pone muy alto el nivel para la posterior y ya necesaria y esperada obra de esta joven poeta manchega.

Juan José Alcolea

PEREGRINO DE SUEÑOS.Elisabeth Porrero

Page 75: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)
Page 76: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)

Indice de textos publicados

LUZ PICHEL. Ahora .................................................................................... 5DAVINA PAZOS. Ya ni todas las palabras .................................................. 7ANTONIO GARCÍA DE DIONISIO. Dulcísimos Arropes .......................... 9ROSA JIMENA. Manifi esto ....................................................................... 10FERNANDO FIESTAS. En tu busca ........................................................... 11JUAN JOSÉ ALCOLEA. Transparente usura ............................................13JOSÉ LUIS MORALES. La espera .............................................................14ANA GARRIDO. A la altura del fuego ........................................................17JOSÉ MARÍA MUÑOZ QUIRÓS. Orígenes .............................................. 18CECILIA ORTEGA. A punto de romper .....................................................19RAFAEL SOLER. Cata apresurada de Silvia Eliade ..................................21ISIDRO SÁNCHEZ BRUN. Cristal de agua y luz ...................................... 22NIEVES ÁLVAREZ. EROS Y THANATOS. Recuerdo fugitivo ................. 23CRISTINA COCCA. Ulises habla a Penélope ............................................ 25VICENTE MARTÍN. Aquí .......................................................................... 27FRANCISCO CARO. El bosque .................................................................28ANTOLÍN AMADOR. Algunas veces pasa .................................................31ISABEL MIGUEL. Voz y silencio .............................................................. 32MANUEL LAESPADA. Hasta .................................................................... 33JOSÉ MANUEL F. FEBLES. No quiero aceptar ....................................... 35MARY-SANTOS CABALLERO MURILLO. Huye la luz ........................... 37HORTENSIA HIGUERO. Esta ..................................................................38ROCÍO ORDÓÑEZ RIVERA. Hielo azul ................................................... 39ARMANDO GALLEGO. Voz .......................................................................41TERESA DE JESÚS RODRÍGUEZ LARA. A veces promesa .................... 42JOSÉ MARÍA GARRIDO. La fe, en la locura ............................................ 43LOLA SANZ MURILLO. Sin ser el dios de tu secreto ............................... 45EVA BARRO GARCÍA. Sólo fue un accidente ........................................... 47MARISA GONZÁLEZ. Dorita, mon amour ............................................... 49JOSETO ROMERO. Príncipes tomate .......................................................51ENCARNA MARTÍNEZ OLIVERAS. Tal vez, en el azul más profundo ... 52FERNANDO JOSÉ BARÓ. El halcón de preguezuelo .............................. 53MARTA SÁNCHEZ VALDENEBRO. De arriba abajo .............................. 56CONCHA GARCÍA DE LOS ARCOS. Crecer ............................................. 58ÁNGEL MUÑOZ. ¿Soy yo el cuerpo con el que me identifi co? ................60RAMÓN DE LA VEGA. Un vértigo interno ............................................... 62JOSÉ BÁRCENA. Jardineros del lenguaje ................................................ 63Aproximaciones críticas y otros argumentos ............................................ 64

Page 77: Número 17 de la Hoja Azul en Blanco (Otoño-Invierno 2012)