Nuevo testamento i g25201
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113
Guía Didáctica: Estadísitca I
Modalidad Abierta y a D istancia Universidad Técnica Particular de Loja
MATERIAL DE USO DIDÁCTICO PARA ESTUDIANTES DE LA UNIVERSIDAD TÉCNICA PARTICULAR DE LOJA,PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL POR CUALQUIER MEDIO
Reciba asesoría virtual en www.utplonline.edu.ec
ABRIL - AGOSTO/ 2006
NUEVO TESTAMENTO I
Guía Didáctica
UNIVERSIDAD TÉCNICA PARTICULAR DE LOJA
La Universidad Católica de Loja
MODALIDAD ABIERTA Y A DISTANCIA
ESCUELA DE CIENCIAS HUMANAS Y RELIGIOSAS
PROFESOR : P.MilkoRenéTorresOrdoñez
TELÉFONO : (07)2570275Ext.2121
E-MAIL : [email protected](UTPL)
[email protected](ModalidadVirtual)
2ciclo
DATOS DE IDENTIFICACIÓN:
25201
Universidad Técnica Particular de Loja 114
Guía Didáctica: Estadística I
Modalidad Abierta y a D istancia
© NUEVO TESTAMENTO IGuía didácticaMilko René Torres Ordónez
© UNIVERSIDAD TÉCNICA PARTICULAR DE LOJA11-01-608 LOJA (Ecuador)Telfs.: (593) (7) 2570275 (593) (7) 2588730Fax: (593) (7) 2585974E-mail: [email protected]: www.utpl.edu.ec
Reservados todos los derechos conforme a la ley. No está permitida la reproducción total o parcial de esta guía, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.
Diagramación, diseño e impresión Editorial de la Universidad Técnica Particular de Loja
Enero, 200684 ejemplares
Primera ediciónSegunda reimpresión
Nuevo Testamento 3
1. Introducción
Nuevo Testamento I es una asignatura que corresponde al Segundo Ciclo de
estudios de la Escuela de Ciencias Humanas y Religiosas.
El Nuevo Testamento tiene como centro a Jesucristo, El Camino, La Verdad
y La Vida. El anuncio del Reino de Dios es su tarea central. Sin duda, el
Nuevo Testamento, es una comprensión del sentido de la acción salvadora
revelada en Jesús: su persona y su anuncio. Por eso, es importante identifi-
car de una manera precisa la Revelación que Dios nos ofrece en Jesús y su
anuncio.
Según el sentido común de los exegetas, los Evangelios no son simplemente
una historia de Jesús, una crónica sobre sus hechos y discursos, sino, ante
todo, una profesión de fe que camina de la mano junto con el anuncio del
Evangelio. Los hechos y dichos de Jesús recogidos y redactados por los
Evangelistas, debieron tener una gran función y a la vez debieron haber su-
frido no pocas transformaciones para adaptarlos a las necesidades salvíficas
de las distintas comunidades a quienes se dirigía el Evangelio. La función de
y la consecuente transformación no desaparecen al integrarse en una es-
tructura narrativa, como se puede observar fácilmente al comparar entre sí
los cuatro Evangelios.
Todo esto nos sugiere que, para identificar el real acontecer de Jesús de
Nazareth y su concreto anuncio, no podemos emplear de inmediato sin co-
nocer el proceso mismo de formación de sus distintas unidades (discursos,
parábolas, dichos, milagros, gestos, etc) dentro de la tradición vitalmente
activada por la predicación del Evangelio y con qué intencionalidad fueron
recogidas y redactadas por los Evangelistas.
En la Introducción de la Biblia Latinoamericana, encontramos que “el Nuevo
Testamento es en la Biblia la colección de 27 libros que se escribieron en los
setenta años posteriores a la resurrección de Jesús y en los que la Iglesia de
los apóstoles reconoció la expresión autentica, de la fe por muy inspirados
que sean por Dios, estos libros no cayeron del Cielo, sino que se deben a
apóstoles y evangelistas de la Iglesia primitiva no pretenden contestar todas
nuestras preguntas e interrogantes respecto a la fe: son un conjunto de tes-
timonios respecto al impacto que produjo en sus contemporáneos esta per-
sona única que es Cristo Jesús. Pero ¿ por qué hay un Nuevo Testamento
4 Nuevo Testamento
después del Antiguo? Sencillamente porque son dos partes de una misma historia, y las
divide la cruz de Jesús. En el Antiguo Testamento un pueblo se va formando, madura a
través de sus experiencias y, después de haber expresado las mil y una cosas que
buscan los hombres, entiende que solamente importa esperar las mil y una cosas que
buscan los hombres, entiende que solamente importa esperar y buscar el Reino de Jus-
ticia en que los hombres serán hechos nuevos”.
Cada uno de los autores del Nuevo Testamento nos presentan su propia visión de los
acontecimientos que han girado en torno al Hijo de Dios. Resulta, por tanto, una tarea
apasionante introducirnos en el mundo del Nuevo Testamento. No pretendemos, sola-
mente conocer, sino vivir profundamente el encuentro con el Resucitado.
Le invitamos a estudiar, no tanto para aprobar la asignatura, sino para gustar de ella y
asumirla plenamente. Supone, de su parte, una gran tarea. Ud., va a leer la Palabra de
Dios. Se va a alimentar de ella. Va a poder analizarla e integrarla en su vida. Es un
estudio con responsabilidad, la que le exigirá puntualidad académica en la elaboración
de las dos evaluaciones a distancia que están a su disposición.
La primera, comprende un itinerario por el mundo de la formación del Nuevo Testamento,
de los primeros cristianos y de todo lo que significa el acontecimiento “ Jesús de Nazareth”.
Será muy interesante conocer el entorno paulino y el Evangelio según San Marcos.
. Se trata de una introducción a una panorámica muy compleja. San Marcos se va a
caracterizar por demostrar que Jesús es el Evangelio.
La segunda, nos va a permitir estudiar a San Mateo, San Lucas y a San Juan. Por una
parte, el médico griego es el autor del llamado “Evangelio de la misericordia”, con una
convicción muy honda que Jesús es el Salvador. Por otra parte, san Juan, el discípulo
amado, nos irá mostrando los cauces por los cuales se llega a descubrir que Jesús es el
Hijo de Dios glorificado en la cruz.
Nos vamos a apoyar en el texto de Etienne Charpentier: Para leer El Nuevo Testamento.
Junto a esta bibliografía básica, le proponemos una bibliografía complementaria. No
está demás, mencionar que el punto de referencia obligado para hacer un buen trabajo
es la Biblia. Preferimos la de Jerusalén, por sus introducciones y su aparato crítico. Del
mismo modo, Ud., deberá acudir a diccionarios y vocabularios bíblicos. Esto, le ayudará
a conocer las diversas fuentes de consulta, indispensables para cualquier interesado en
empezar a desentrañar el gran misterio de la Biblia.
Éxitos en la tarea que va a emprender. Cuente con la ayuda de quien va ser guía en los
próximos meses.
Nuevo Testamento 5
Al finalizar el estudio de esta asignatura, Ud., logrará:
- Conocer, valorar y analizar críticamente qué comprende el Nuevo Tes-
tamento
- Introducirse en el mundo neotestamentario, para valorar sus personajes,
la geografía y el mensaje que tiene la Palabra de Dios para todos lo
hombres.
2. Objetivos generales
6 Nuevo Testamento
PRIMER BIMESTRE
UNA GUIA BÍBLICA
Preparativos para el viaje
1. Las tres etapas de la formación del nuevo testamento2. El género literario “ Evangelio”3. Los géneros literarios en los evangelios
1. El mundo de los primeros cristianos
1. El imperio romano2. Palestina3. Yamnia o el judaísmo después del 70 d. C4. Los primeros cristianos
2. El acontecimiento pascual
1. Los discípulos proclaman su fe. El kerigma2. Los discípulos celebran su fe. Credo. Cánticos3. Los discípulos cuentan su fe. Los relatos
a) Relatos de celebración en peregrinación: El sepulcro abiertob) Relatos de aparición para constituir testigos oficialesc) La experiencia cristiana: apariciones a los discípulo
4. ¿Y ahora?
3. Pablo y sus cartas
1. Carta a los filipenses2. 1 y 2 tesalonicenses3. Las grandes cartas: Corintios. Filipenses. Gálatas. Romanos5. Cartas de la cautividad: Colosenses, Efesios, Filemón, Hebreos y Car-
tas Católicas6. El Cristo de Pablo7. El obrar cristiano o la moral cristiana
3. Contenidos generales
Nuevo Testamento 7
4. Evangelio según San Marcos
1. Lectura de conjunto2. Algunos textos de Marcos3. La pasión según Marcos4. El Jesús de Marcos5. Los milagros y el Reino de Dios
SEGUNDO BIMESTRE
5. Evangelio según San Mateo
1. Lectura de conjunto2. Algunos textos de Mateo3. La Pasión según San Mateo4. El Jesús de Mateo6. Las Parábolas
6. La obra de Lucas: Evangelio y Hechos
1. Lectura de conjunto2. Algunos textos de Lucas3. La Pasión según Lucas4. El Jesús de Lucas7. Las Parábolas
7. La obra de Juan: Evangelio y cartas
1. Lectura de conjunto2. Algunos textos de Juan3. La Pasión según Juan4. El Jesús de Juan5. culto o la vida vivida en la Eucaristía
8. Apocalipsis
1. Lectura de conjunto2. Algunos textos del Apocalipsis3. El Cristo del Apocalipsis4. “Según las Escrituras”
Comienzo del evangelio
1. Jesús comienzo del Evangelio2. ¿ Escribir el Evangelio hoy
8 Nuevo Testamento
4.1. Bibliografía Básica
� CHARPENTIER, E., Para leer el Nuevo Testamento, Estella (Navarra)
1997.
El autor habla de una “guía turística” del Nuevo Testamento: evocación con-
creta de la situación histórica en que vivieron Jesús y los primeros cristianos,
presentación sugestiva de los diferentes libros, valoración de los textos más
importantes con unos cuestionarios que invitan a su estudio, en grupo e indi-
vidualmente.
Esta guía es un instrumento pedagógico para los catequistas, válida también
para el predicador, el animador de grupos bíblicos y, más en general, por
todos aquellos, creyentes o no, que se interesan por un descubrimiento serio
del Nuevo Testamento.
� BIBLIA DE JERUSALÉN
Es una edición clásica. Recomendable para los estudiosos de la Palabra de
Dios. Tiene excelentes notas críticas.
4.2. Bibliografía complementaria
� BRIGHT, J., La Historia de Israel, Bilbao 1987.
� Diccionario enciclopédico de la Biblia, Barcelona 1993.
� FITZMYER, J., EL Evangelio de san Lucas, Madrid 1987.
� JUNCO GARZA, C., Escucha Israel, México 1995.
� MANUCCI, V., La Biblia como Palabra de Dios, Bilbao 1988.
� PIKAZA X., El evangelio. Marcos, Estella (Navarra) 1995.
4. Bibliografía
Nuevo Testamento 9
1. Lea detenidamente el texto, de modo particular las unidades temáticas
sugeridas para cada evaluación.
2. Sintetice los contenidos.
3. Tenga en cuenta las indicaciones para el trabajo.
4. Busque otras fuentes de consulta.
5. Mediante la lectura seria de este trabajo, Ud., debe lograr tener una
visión crítica de los acontecimientos bíblicos y hacer su propia teología.
6. Redacte con claridad sus ideas. Evite, en lo posible, escribir frases
ambiguas, o transcribir sin más el texto. Piense en quien va a leer su
trabajo.
7. Al final de cada jornada de trabajo, revise bien sus ideas.
8. Sea puntual en entregar su trabajo.
9. Su trabajo debe constar tanto del primero como del segundo bimestre.
Debe adjuntarlo a la primera evaluación a distancia en las fechas
indicadas.
5. Orientaciones metodológicas para el estudio
10 Nuevo Testamento
1. Elabore un cuadro sinóptico de cada unidad.
2. Destaque dos ideas teológicas y dos aplicaciones pastorales de cada
unidad.
3. Elabore un mapa geográfico de Palestina
4. Acuda a otras fuentes bibliográficas.
5. Acuda a vocabularios y diccionarios bíblicos, en los que podrá aclarar
términos que pueden parecer oscuros. Así, podrá hacer su propio
vocabulario paulino.
6. Redacte variedad de ensayos, los cuales le ayudarán a ser crítico en
sus pensamientos y a mejorar su redacción.
6. Actividades recomendadas
Nuevo Testamento 11
PRIMER BIMESTRE1
El siguiente tema es un estudio acerca de la espiritualidad paulina. Vamos a conocer a
Pablo en su cercanía a Jesús y su amor por la Iglesia.
ESPIRITUALIDAD DEL APÓSTOL SEGÚN PABLO
Homilía de San Juan Crisóstomo acerca de San Pablo.
«Cada día se levantaba con una mayor elevación y fervor de espíritu y, frente a los
peligros que lo acechaban, era cada vez mayor su empuje, como lo atestiguan sus pro-
pias palabras: «Olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacía lo que está por
delante...»
En medio de las asechanzas de sus enemigos, habla en tono triunfal de las victorias
alcanzadas sobre los ataques de sus perseguidores y, habiendo sufrido en todas partes
azotes, injurias y maldiciones, como quien vuelve victorioso de la batalla, colmado de
trofeos, da gracias a Dios, diciendo: «Doy gracias a Dios, que siempre nos asocia a la
victoria de Cristo». Imbuido de estos sentimientos, se lanzaba a las contradicciones e
injurias, que le acarreaba su predicación, con un ardor superior al que nosotros emplea-
mos en la consecución de los honores, deseando la muerte más que nosotros deseamos
la vida, la pobreza más que nosotros la riqueza, y el trabajo mucho más que otros apete-
cen el descanso que lo sigue.
La única cosa que él temía era ofender a Dios; lo demás le tenía sin cuidado. Por esto
mismo, lo único que deseaba era agradar siempre a Dios.
Y, lo que era para él lo más importante de todo, gozaba del amor de Cristo; con esto se
consideraba el más dichoso de todos, sin esto le era indiferente asociarse a los podero-
sos y a los príncipes; prefería ser, con este amor; el último de todos, incluso del número
de los condenados, que formar parte, sin él, de los más encumbrados y honorables.
Para él, el tormento más grande y extraordinario era el verse privado de este amor: para
él, su privación significaba el infierno, el único sufrimiento, el suplicio infinito e intolera-
ble.
Gozar del amor de Cristo representaba para él la vida, el mundo, la compañía de los
ángeles, los bienes presentes y futuros, el Reino, las promesas, el conjunto de todo bien;
1. Cfr. J.A. AMPUERO, Espiritualidad del Apóstol san Pablo, Fundación Gratis Date, Pamplona 1990.
12 Nuevo Testamento
sin este amor nada catalogaba como triste o alegre. Las cosas de este mundo no lasconsideraba, en sí mismas, ni duras ni suaves.
Las realidades presentes las despreciaba como hierba ya podrida. A los mismos gober-nantes y al pueblo enfurecido contra él les daba el mismo valor que a un insignificantemosquito.
Consideraba como un juego de niños la muerte y la más variada clase de tormentos ysuplicios, con tal de poder sufrir algo por Cristo. Pablo, encerrado en la cárcel, habitabaya en el cielo, y recibía los azotes y heridas con un agrado superior al dc los que conquis-tan el premio en los juegos...».
Prólogo
La tradición cristiana conoce a San Pablo como «el Apóstol», sin más. El no sólo havivido apasionadamente la misión que le había sido confiada, sino que en sus cartastransluce esta vivencia. Sus escritos no son asépticos e impersonales, sino que en cadalínea se manifiesta el alma y el corazón del apóstol. Sus deseos y anhelos, sus luchas yfatigas, sus proyectos... están al alcance de quien lee sus cartas.
Estas páginas recogen lo que he ido entresacando a lo largo y ancho de las cartas deSan Pablo, de su vivencia apostólica. Como se ve, aparece una gran riqueza de detalles,que constituye lo que podríamos denominar el testimonio apostólico de San Pablo. Se-guramente él no ha pretendido reflejamente expresarlo así, pero es providencial quehaya quedado plasmado por escrito, pues ha servido de orientación a los cristianos yapóstoles de todas las épocas.
También para nosotros puede ser iluminador. Ante el reto de la nueva evangelización ydel tercer milenio del cristianismo que comenzamos, es necesario ante todo un nuevoardor para que el Evangelio se difunda. Las actitudes apostólicas que San Pablo testi-monia - válidas para todo apóstol, sacerdote, seglar o religioso— son básicas y esen-ciales; sin ellas ningún método resultará eficaz ni fructuoso.
Introducción
«La plenitud de los tiempos» (Gal. 4,4)
A San Pablo le ha tocado vivir en el momento culminante de la historia, en la plenitud de
los tiempos, cuando «Dios envió a su Hijo» al mundo, «para rescatar a los que se halla-
Nuevo Testamento 13
ban bajo la ley y para que recibiéramos la filiación adoptiva» (Gal. 4,4-5). El momento enque, con la venida de Cristo se ha manifestado a los hombres y se ha realizado el miste-rio de la salvación escondido y mantenido en secreto durante siglos eternos (Rom. 16,25-26; Ef 3,5-6).
Este hecho es imprescindible para entender la colosal obra misionera y apostólica dePablo. Pues él - como por lo demás los restantes autores del NT. - tiene conciencia deestar en esa «plenitud de los tiempos». Con frecuencia en sus cartas le sorprendemoscontraponiendo el «antes» de la venida de Cristo al «ahora» instaurado por esa mismavenida. Por el hecho de que Dios nos ha reconciliado consigo por medio de Cristo, llegaa afirmar: «pasó lo viejo, todo es nuevo» (2 Cor. 5,17). Pablo es consciente de que lavenida de Cristo ha traído consigo toda novedad y ha desbordado toda expectativa alrealizar una «nueva creación».
Cuando reflexione sobre su ministerio afirmara sin rodeos que este ministerio - el suyo yel de los demás apóstoles del N. T.- supera sin comparación posible el ministerio deMoisés, el gran mediador de la antigua alianza. Los ministros de la nueva alianza estánpuestos al servicio de la acción del Espíritu. Como ministros del evangelio, les ha sidoconcedida la gracia de anunciar una Buena Noticia inmensamente gozosa y sorprenden-te: «el amor de Dios manifestado en Cristo» (Rom. 8, 39) que se ha entregado por cadauno (Gál. 2,20) para rescatamos de nuestros pecados (Gál. 1,4). Al apóstol le ha sidoconfiado el anuncio de este acontecimiento incomparable que es portador de salvación(1 Con 15,1-5).
Es esto lo que espolea al apóstol: el deseo de transmitir y hacer partícipes a todos deeste «tesoro» (2 Cor. 4. 7). Por eso exclamará: «Predicar el Evangelio no es para míningún motivo de gloria; Es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si nopredicara el Evangelio! Si lo hiciera por propia iniciativa, ciertamente tendría derecho auna recompensa. Más si lo hago forzado, es una misión que se me ha confiado» (1 Cor.9, 16-17).
Colocado en la plenitud de los tiempos y portador de tal tesoro y de semejante novedad,Pablo se siente impelido y urgido a hacerlo llegar a todos, absolutamente a todos. Unatras otra, irán cayendo distancias, fronteras y dificultades y el Evangelio irá extendiéndo-se de la mano de Pablo por todo el inmenso Imperio romano como un fuego incontenible.Su única obsesión será llevar el Evangelio y el nombre de Cristo allí donde todavía no esconocido (Rom. 15,19-21; 2 Cor 10,15-16).
«Apóstol por vocación» Rom 1,1
Las palabras de Festo en He. 25,19 («un difunto llamado Jesús, de quien Pablo sostieneque está vivo») las podría haber hecho suyas el propio Pablo antes de su conversión
refiriéndose a los cristianos.
14 Nuevo Testamento
En efecto, la experiencia del camino de Damasco consistió esencialmente en esto: ese
Jesús a quién Pablo consideraba definitivamente muerto se le presentó repentinamente
vivo y lleno de gloria («Yo soy Jesús a quién tú persigues»: He. 9,5). Pablo no le ha
buscado, ni se ha preparado a este encuentro; por el contrario, ha luchado ferozmente
contra los cristianos y su evangelio. Y sin embargo, el Resucitado irrumpe en su vida y
Pablo queda «apresado» por Cristo Jesús (Fil. 3,12).
Todo su ímpetu y toda su actividad evangelizadora arrancan de este hecho: él tiene
conciencia clara de que no es apóstol por voluntad propia, sino «por voluntad de Dios» (l
Cor. l, l; 2Cor 1,1; Ef. 1,1). Sabe muy bien que es «llamado como apóstol» (Rom. 1,1)
exactamente como lo habían sido los Doce, porque le ha llamado el mismo Jesús que les
llamó a ellos; y - lo mismo que ellos - también Pablo ha sido llamado por su nombre (He.
9,4)...
El hecho de haber sido llamado «por gracia» (Gal. 1,15) no quita fuerza a esta vocación,
sino todo lo contrario: pone más de relieve la iniciativa absolutamente gratuita de Dios
que llama no en virtud de los méritos contraídos sino por pura benevolencia, que tiene
misericordia con quien quiere (Rom. 9,15-18). De hecho Pablo no dejará de maravillarse
y sorprenderse a lo largo de toda su vida de que haya sido llamado precisamente él: «a
mi, que antes fui un blasfemo, un perseguidor y un insolente» (1 Tim. 1,13). Toda su
predicación acerca de la gracia brotará de esta experiencia primera y fundante: «Cristo
Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores, y el primero de ellos soy yo; y si encontré
misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia
y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él» (1 Tim. 1,15-16).
Y Pablo sabe que esta llamada, que tan en contra va de sus convicciones anteriores y de
su conducta pasada (Gál. 1,13-14). no es algo casual, sino que hunde sus raíces en la
eternidad. Tiene conciencia de que en realidad ha sido «separado» por Dios ya «desde
el seno materno» (Gál. 1,15). El, tan buen conocedor de las Escrituras, podía aplicarse a
sí mismo las palabras dirigidas por Yahveh al profeta Jeremías: «Antes de haberte for-
mado yo en el seno materno, te conocía, y antes de que nacieses te tenía consagrado»
(Jer. 1,5).
� «Tuvo a bien revelar a su Hijo en mi...»
Con estas palabras tan sintéticas resume San Pablo lo acaecido en el camino de Da-
masco. Sin entrar en detalles de lo que sucedió por fuera, da a entender que la llamada
de Dios ha sido fundamentalmente una llamada interior («en mí», «dentro de mí»), una
«iluminación» o «revelación» por la que Pablo «ha visto» a Jesús (1 Cor. 9,1) y le ha
conocido como Señor e Hijo de Dios. Es decir, no sólo ha comprobado que Jesús estaba
vivo, sino que ha entendido quién era ese Jesús (lo cual sólo es posible por revelación de
Dios: Mt. 16, 17; 11,25-27).
Nuevo Testamento 15
Pablo, aun ir conociéndose «indigno del nombre de apóstol por haber perseguido a la
Iglesia de Dios» (1 Cor. 15,9), no puede dejar de afirmar que se le «apareció» Cristo
Resucitado, exactamente igual que se les había aparecido a los Doce y a los demás
discípulos (1 Cor. 15,5-8). Y esta «aparición» o «revelación» ha sido un desbordamiento
dc luz en su corazón: Dios mismo ha hecho brillar en su corazón la luz de Cristo (2 Cor.
4,6).
Y este brillo ha sido de tal intensidad que ha trastocad o la vida y los valores dc Pablo. El,
que tenía «motivos para confiar en lo humano» por su ascendencia hebrea y que era
«intachable» en el cumplimiento de la Ley santa dada por Dios a través de Moisés (Fil.
3,4-6), hace esta confesión sublime: «lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una
pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quién perdí
todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo» (Fil. 3,7-8).
A partir de ese momento, cuando Pablo se presente en el areópago de Atenas y en los
demás «areópagos» del inmenso imperio romano, no será un predicador más de doctri-
nas nuevas o desconocidas, sino testigo de un Cristo vivo y glorioso que ha transforma-
do su existencia. Lo mismo que Moisés (Ex. 34,29), pero de una manera incompa-
rablemente más perfecta (2Cor. 3,7-11). será testigo de ese Cristo que ha visto «cara a
cara» (Cf. Ex. 33,11) y - como un espejo - reflejará su gloria en su rostro y con toda su
vida (2Cor. 3,18).
� «...para que yo le anunciase entre los gentiles» (Gál, 1,16)
Llama la atención que en San Pablo el encuentro con Cristo y la llamada a ser apóstol y
a anunciar el evangelio van inseparablemente unidos. Así aparece en el mencionado
texto autobiográfico de Gal. 1,16. Y así aparece también en los tres relatos de su conver-
sión que nos presenta San Lucas en el libro de los Hechos (He. 9, 15;22,l4-l5;26, 16-18).
Da la impresión de que al encontrarse con Cristo, Pablo ha encontrado el tesoro escon-
dido (cf. Mt. 13,44) y como la mujer de la parábola siente la necesidad de contar a todo el
mundo que ha encontrado algo de gran valor (cf. Lc. 15,9).
Evangelizar es eso: llevar a los hombres un anuncio gozoso, entusiasmante y contagio-
so. La Buena noticia es la palabra misma de Cristo, ese Cristo enviado por el Padre para
la salvación dcl mundo. Y Pablo, que ha experimentado en sí mismo la alegría producida
por el encuentro con Cristo, experimenta también el impulso incontenible a transmitir esa
dicha a todos. Como Pedro y Juan, podría decir: «No puedo callar lo que he visto y oído»
(He. 4,20).
Más aún, siente la llamada evangelizara los gentiles, es decir, a aquellos que los judíos
consideraban por definición «pecadores» (Gal. 2,15), pues no conociendo la Ley mucho
16 Nuevo Testamento
menos podían cumplirla. Pablo, que sabe que todo lo que le ha sucedido es humana-
mente inexplicable, que ha sido fruto del amor gratuito y misericordioso de Jesucristo,
entiende claramente que esa salvación es ofrecida de manera igualmente gratuita e
inmerecida a todos, sean quienes sean, pues Cristo murió por los pecadores (1 Tim.
1,15). es decir, por todos (2Cor 5,14).
« Somos colaboradores de Dios» (1 Cor. 3,9)
Consciente de su indignidad y de que ha sido «misericordiosamente investido de este
ministerio» (2 Cor 4,1), San Pablo sabe que su misión consiste nada menos que en ser
«colaborador de Dios».
Esta misión tan sublime la vive ante todo con gratitud y admiración: «Doy gracias... a
Cristo Jesús, que se fió de mí y me confié este ministerio» (1 Tim.1,12). Cuando escriba
a Timoteo, ya en los últimos años de su vida, Pablo no ha dejado de admirarse ante este
hecho increíble: «¡Se fió de mí!» Dios le ha llamado a colaborar íntimamente consigo, ha
puesto en sus manos la redención operada por Cristo y ha confiado a sus labios la
Buena Nueva de la salvación. ¡Qué asombro! El Dios infinito se ha fiado de Pablo, un
hombre débil y pecador.
Una admiración que alcanza su grado culminante por el hecho de que esta colaboración
consiste nada menos que en ser «administrador de los misterios de Dios» (1 Cor. 4,1).
Según las costumbres de la época, el administrador (o «ecónomo», es decir, encargado
de la casa) gozaba de la plena confianza de su dueño, disponía de sus bienes y le
representaba al exterior; sobre todo en lo referente a los bienes materiales del propieta-
rio (cf. Lc. 12,42; Sal. 105.21). ¡Dios se fía de Pablo y de su gestión al frente de su casa
y pone en sus manos la administración no de unos bienes materiales, sino de sus mis-
mos misterios! ¿Cómo no vivir en la gratitud y en la admiración continuas?.
Esta conciencia de ser colaborador de Dios le hace además vivir a Pablo en la humildad
más profunda y radical. Considerando la grandeza de la misión que le ha sido confiada,
exclama: «Para esto, ¿quién es capaz?» (2 Cor. 2,16). El apóstol verdadero experimenta
agudamente su incapacidad; todos sus valores y cualidades son radicalmente insufi-
cientes en orden al altísimo encargo recibido. Por eso es Dios mismo - que llama al
apóstol a ser colaborador suyo - quien «le reviste de fortaleza» (1 Tim. 1,12) y le capaci-
ta: «no que por nosotros mismos seamos capaces de atribuirnos cosa alguna, como
propia nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios, el cual nos capacité para ser
ministros de una nueva Alianza» (2 Cor. 3,5-6). Dios, el único suficiente, viene en ayuda
de su colaborador para hacerle partícipe de su suficiencia.
Nuevo Testamento 17
Pablo sabe que en esta colaboración debe trabajar duro, hasta dejarse la vida (sabemos
hasta qué punto se gastó y desgastó» por sus cristianos: cf. 2 Cor. 11,23-29). Pero sabe
también que «ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer» (1 Cor
3,7); no niega su trabajo, ni el de los demás apóstoles («yo planté, Apolo regó»), pero
afirma categóricamente que «fue Dios quien dio el crecimiento» (1 Cor. 3,6). Podría
haber dicho con el salmista: «Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los
albañiles» (Sal. 127, 1).
Por eso, cuando hablando apasionadamente le salgan las palabras «he trabajado más
que todos ellos», matizara inmediatamente: «Pero no yo, sino la gracia de Dios conmi-
go» (1 Cor. 15,10). Ciertamente ha trabajado, incluso más que los demás, pero colabo-
rando con la gracia: el sujeto y protagonista principal ha sido Dios mismo, que mediante
su gracia ha incorporado y asumido a Pablo en la tarea evangelizadora; no ha sido
principalmente él, aunque con la ayuda de la gracia, sino ante todo la gracia, que le ha
capacitado. fortalecido y sostenido.
Por eso, cuando los corintios se queden detenidos en los hombres, admirando y alaban-
do a tal o cual evangelizador, Pablo cortará por lo sano: «¿Qué es Apolo? ¿Qué es
Pablo? ... ni el que planta es algo, ni el que riega» (1 Con 3,5-7). Quedarse en los hom-
bres es desvirtuar su condición de colaboradores de Dios y olvidar que el único salvado-
res Jesucristo.
Por otra parte, la condición de colaborador de Dios despierta en Pablo un profundo sen-
tido de responsabilidad, pues «lo que en fin de cuentas se exige de los administradores
es que sean fieles» (1 Cor. 4,2). Responsabilidad ante Dios: «Mi juez es el Señor» (1
Cor. 4,4). Responsabilidad de quien sabe que tiene confiado «el santuario de Dios», es
decir, la comunidad de los cristianos, la Iglesia, que puede quedar dañada o destruida
por el mal colaborador: «si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él,
porque el santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario» (1 Cor. 3,17).
Sentido de responsabilidad que le lleva a advertir también a los demás y a abrirles los
ojos respecto de la seriedad de su colaboración con Dios: «¡Mire cada cual cómo cons-
truye!» (1 Cor. 3,10). Pues el resultado depende de que uno colabore en la construcción
del templo santo de Dios «con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja» (l
Cor.3,12). Al final se pondrá de relieve el valor y la duración de la construcción de cada
cual. Sólo lo que pase la prueba del fuego perdurará eternamente; lo demás desapare-
cerá como el humo: en realidad no habrá construido nada.
Sin duda que el consejo que Pablo daba a los cristianos de Filipos de «trabajar con temory temblor por su propia salvación» (Fil. 2,12), lo aplicaría a sí mismo también en cuanto
ministro de Cristo. En toda su vida y en su actividad jamás actuaba con ligereza; sabien-
do que «es Dios quien obra en nosotros el querer y el obrar, como bien le parece» (Fil.
18 Nuevo Testamento
2,13) procuraba acoger y secundar responsablemente la acción de Dios evitando «echar
en saco roto la gracia de Dios» (2 Cor. 6,1).
Finalmente, es su condición de colaborador de Dios lo que le daba a Pablo autoridad
para hablar a los hombres, pues lo hacía no en nombre propio, sino en nombre de este
Dios que era el protagonista principal de su vida: «como cooperadores suyos que so-
mos, os exhortamos...» (2 Cor. 6,1). El apóstol sólo secunda la acción y el impulso de
Dios y su palabra, no los sustituye con su propia iniciativa. Actúa porque actúa Dios, en
su misma dirección y sentido.
«Embajadores de Cristo» (2 Cor 5,20)
Llamado por Dios y constituido colaborador suyo, San Pablo expresa la conciencia que
tiene de su misión considerándose «embajador de Cristo». Entonces como hoy, el em-
bajador es alguien que ha recibido la delegación plena de poderes por parte de aquel
que le envía, hasta el punto de actuar en su nombre. Consciente de ser embajador
personal de Jesucristo, Pablo sabe «que Dios exhorta a través nuestro» y puede excla-
mar con toda energía: «En nombre de Cristo, os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!» (2
Cor. 5,20). Y es tal su conciencia de actuar siempre y en toda circunstancia en nombre
de Cristo que incluso estando prisionero se sigue considerando a sí mismo embajador
suyo. aunque sea «entre cadenas» (Ef. 6,20).
La misma realidad expresa el término «apóstol», que es el que usa con más frecuencia,
hasta el punto de que sólo está ausente en tres cartas (2 Tesalonicenses, Filipenses y
Filemón); en todas las demás, ya desde el saludo Pablo se presenta a sí mismo como
“apóstol de Jesucristo”.
Apóstol significa no sólo «enviado», sino enviado oficialmente y con plenos poderes. En
cierto modo, el enviado se identificaba con aquel que le enviaba, hasta el punto de que
debía ser tratado con el mismo respeto que este y las atenciones u ofensas que recibía
el enviado se consideraban hechas al enviante. (Así, por ejemplo, en el Antiguo Testa-
mento, David declaró la guerra a los ammonitas y les combatió duramente por haber
ultrajado a sus emisarios -2 Sam. 10-).
Con ello Pablo empalma con la enseñanza del mismo Jesús, que había llamado “apósto-
les” a los doce (Lc. 6,13) y les había enviado con su propia autoridad, la misma que él
había recibido de su Padre: «Como el Padre me envió, así os envío a vosotros» (Jn.
20,21). Jesús los enviaba en su nombre, y por eso podía decir: «Quien a vosotros recibe,
a mí me recibe» (Mt. 10,40), «quien a vosotros os escucha, a mí me escucha, y quien a
vosotros rechaza, a mí me rechaza» (Lc. 10,16). Y como enviados personales suyos,
Nuevo Testamento 19
Jesús les hacía partícipes de sus mismos poderes: «en mi nombre expulsarán demo-nios, hablarán lenguas nuevas... » (Mc. 16,17 s.).
Sin duda, aquí radicaba la fuerza invencible de Pablo. No se trataba en él simplementede energía de carácter o de entusiasmo por un ideal, sino de la conciencia de estarsiendo impulsado por Cristo mismo, de que en su debilidad residía «la fuerza de Cristo»(2 Cor. 12, 9).
Quizá desde aquí se entiende mejor el texto de Gal. 2,20: “Vivo, no yo, sino que Cristovive en mí”. Apresado por Cristo Jesús (Fil. 3,12) desde el momento mismo de su con-versión, hasta tal punto el Señor se ha adueñado de su persona que se ha convertido enel sujeto y protagonista principal de su vida. Pablo no ha dejado de vivir su existenciahumana, pero percibe que su yo no es ya el sujeto último de su vida, sino que «otro» seha apoderado de él desde dentro, hasta el punto de ser el que gestiona su vivir y suactuar. El apóstol ha quedado identificado con el que le envía, ha quedado unido íntimay profundamente con él. No se siente enviado por alguien que está fuera de él y le confíaun encargo, sino por alguien que viviendo en él le impulsa desde dentro. El apóstol escomo una nueva encarnación del Verbo. Cristo prolonga su vida y su actividad en suapóstol. Al decir «Cristo vive en mí» el apóstol podría haber especificado: actúa en mí,habla en mí, ora en mí, sufre en mí, ama en mí...
Esa vida de entrega tan admirable, tan desbordante, tan sobrehumana, encuentra aquísu explicación: Pablo tiene clara conciencia de que el Cristo Resucitado que encontró enel camino de Damasco actúa en él y por medio de él. Poseído por la fuerza infinita delResucitado se siente impulsado a hablar y a actuar con una fortaleza que no es la suya.Todo su empuje apostólico, su audacia, su aguante ante las dificultades, su constanteiniciativa para abrir nuevos campos al evangelio... se explican desde aquí. Sin esto,todas sus energías naturales se hubieran agotado, antes o después, ante las numerosasy graves dificultades que tuvo que afrontar.
Dirá, por ejemplo, a los tesalonicenses: «Después de haber padecido sufrimientos einjurias en Filipos, como sabéis, tuvimos valor, apoyados en nuestro Dios, para anunciarosel evangelio en medio de fuerte oposición» (1 Tes. 2,2). En efecto, después de habersido encarcelados y haber recibido muchos azotes en Filipos, Pablo y Silas - segúnrelata He. 16,16-40 - no solo no se desanimaron ni se echaron atrás, sino que conti-nuaron con energía indomable su actividad evangelizadora predicando en Tesalónica,donde a su vez encontraron persecución (He. 1 7,1-9)... Después Berea, Atenas, Corinto...encontrando siempre dificultades, oposición, indiferencia, rechazo... Lo cual habría des-alentado y hecho desistir a cualquiera, no así a los apóstoles sostenidos por la fuerza deCristo.
Pablo sabe bien a quién pertenece. Está seguro de ser “apóstol, no de parte de los
hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por Jesucristo y Dios Padre, que le
20 Nuevo Testamento
resucitó de entre los muertos” (Gál. 1. 1). Es apóstol de Jesucristo. Sólo a El pertenece.
El le ha enviado y a El solo ha de agradar (Gál 1,10). Y cuando al final de su vida se
encuentre en la cárcel de Roma, solo y abandonado dc todos, a punto de ser martirizado,
podrá exclamar con una fuerza impresionante: «Sé de quién me he fiado» (2Tim. 1,12).
De su condición de «embajador» y «apóstol» de Jesucristo nace también la conciencia
de su autoridad, que ejercita precisamente «en nombre del Señor Jesús». Cuando tiene
que exhortar, mandar o prohibir lo hace consciente de estar investido de la autoridad
misma de Cristo (2Tes. 3,6-15). E incluso cuando tiene que tomar alguna decisión dura y
drástica, no duda lo más mínimo (1Cor. 5, 4-5), consciente de su responsabilidad de
ministro del Señor. Teniendo muy claro, por otra parte, que esa autoridad se la dio el
Señor «para construir, no para destruir» (2Cor. 13,10). Por eso, hasta las más fuertes
censuras tienen como objetivo el bien de los mismos fieles (1Cor. 4,4), «pues nada po-
demos contra la verdad, sino sólo a favor de la verdad» (2Cor. 13,8) y «lo que pedimos
es vuestro perfeccionamiento» (2Cor. 13,9). Incluso preferirá, cuando sea posible, en
vez de imponer su autoridad, mostrarse amable «como una madre cuida con cariño de
sus hijos» (1Tes.2,7).
4. «Siervo de Cristo Jesús» (Rom. 1,1)
Ser apóstol de Jesucristo es en el fondo un misterio inagotable. Y San Pablo lo expresa
recurriendo a frecuentes paradojas. Una de ellas es la de que siendo embajador perso-
nal de Cristo - con toda la dignidad y autoridad que ello implica - se considera simultá-
neamente un simple siervo, es decir, un esclavo que pertenece a Cristo y está a su
servicio.
Por supuesto, todo cristiano es siervo de Jesucristo, y ello en el sentido más profundo y
radical: habiendo sido «comprado» y rescatado por Cristo al precio de su sangre (1Cor
6,20), el cristiano pertenece a Cristo, es de Cristo» (1Cor. 3,23); no se pertenece a si
mismo (1Cor 6,19), ni vive para sí mismo, sino que vive y muere «para el Señor», a quien
pertenece enteramente (Rom. 14,7-9).
Pues bien, esto que corresponde al «estatuto» de todo cristiano, expresa con fuerza
insuperable un aspecto de la condición del apóstol de Cristo. Y para el lo San Pablo se
sirve dc tres términos distintos (que no suelen distinguirse en las traducciones), cada
uno de los cuales expresa aspectos diversos dc la tarea apostólica:
a) Servidor (diakonos), que expresa ante todo la idea del servicio a la mesa durante
la comida, la preocupación diaria por los medios de subsistencia y - más en gene-
ral - toda clase de servicios. San Pablo se considera sí mismo, diácono de Cristo
Nuevo Testamento 21
Jesús. (2 Cor 11,23; Col. 1, 7; 1 Tim. 4,6), «diácono del evangelio» (Col. 1,23),
«diácono de la justicia» (2 Cor 11,15), «diácono del Espíritu» (2 Cor 3,8). Es decir:
sirviendo en nombre de Cristo, Pablo ofrece a los hombres el alimento y los medios
de subsistencia para su vida: la Buena noticia que es el evangelio, la salvación que
justifica y transforma, y el don del Espíritu, fuente de toda vida y santidad, que se
derrama por el ministerio del apóstol. Así se configura con Cristo, que ha venido a
«servir» a todos (Mc. 10,45).
b) Esclavo (doulos), que expresa la idea de realizar algo no por gusto, sino por obli-
gación, por el hecho de encontrarse a las órdenes de alguien. En el mundo griego
el esclavo carecía de lo más hermoso de la dignidad humana: la libertad. En reali-
dad, el esclavo no se pertenecía a sí mismo, sino a su dueño, debía renunciar
continuamente a su voluntad y debía agradar en todo a su amo (que podía casti-
garle arbitrariamente e incluso quitarle la vida).
Por otra parte, en el A. T. son llamados siervos de Dios todos los grandes hombres
de Israel: Moisés (Jos. 14,7), Josué (los. 24,29), Abraham (Sal. 105,42), David
(Sal. 89.4), Isaac (Dan. 3,35)... En este contexto, el término expresa la sumisión,
respeto y dependencia del hombre respecto de Dios.
Por tanto, cuando San Pablo se denomina a si mismo «esclavo» de Cristo Jesús
(Rom. l,1; Gal. 1,10; Fil. 1,1; Col. 4,12; Tit. 1,1) está expresando su conciencia de
haber quedado «expropiado» de sí mismo, de su voluntad, de sus planes, de sus
gustos... en una palabra, de todo lo suyo - incluida su libertad - para servir del todo
y sólo a Cristo y a su voluntad. Teniendo en cuenta que ser esclavo de Cristo le
lleva también a hacerse esclavo de aquellos a quienes Cristo le envía ( 2 Cor. 4,5).
c) Siervo (hyperetes) designa al criado doméstico que está siempre al lado de su
Señor, dispuesto a responder al menor de sus deseos. Al llamarse “siervo de Cris-
to” (1 Cor. 4,1) Pablo sabe que no tiene otra cosa que hacer que estar pendiente de
su Señor - en cuya presencia vive - para secundar dócil e inmediatamente cada
una de sus indicaciones.
Pues bien, esta conciencia dc siervo - de «siervo inútil», según las palabras de Jesús: Lc.
17,10 -, hace permanecer a Pablo profundamente enraizado en la humildad. Sabe que
no es más que un pobre y débil instrumento de la acción dc su Señor (cf. 1 Cor 15,10).
Y esta conciencia de siervo le impide «servir a dos señores» (Mt. 6,24). No tiene más
que un Señor, Cristo, y sólo a El debe agradar: «Si todavía pretendiera agradar a los
hombres, ya no sería siervo de Cristo» (Gal. 1, 10). Y si se hace «siervo» de ellos es «por
Jesús» (2 Cor. 4,5), es decir, «por amor» (Gal. 5,13).
22 Nuevo Testamento
5 «Nos apremia el amor de Cristo» (2Cor. 5,14)
Apóstol de Cristo Jesús, Pablo se siente totalmente unido a Aquel que le envía y plena-mente identificado con El. Cristo ha tomado posesión de Pablo, se ha adueñado de él.
Ya no es Pablo el sujeto y protagonista de su propia vida, sino Cristo que vive en él (Gal.2,20)...
Pablo se siente apremiado por el amor de Cristo. Ya que vive sólo para El, el amor quetiene a Cristo le impele a que «no vivan para sí los que viven, sino para Aquel que murióy resucitó por ellos» (2Cor. 5,15), «para que así el nombre de nuestro Señor Jesús sea
glorificado en vosotros» (2 Tes. 1,12). Encendido en el amor de Cristo, Pablo no buscasus intereses, sino los de Cristo (cf. Fil. 2,21), sólo desea que el Señor sea reconocido y
servido por todos, sólo anhela que la gloria de Cristo se manifieste esplendorosa entodos los suyos.
Pero la expresión «nos apremia el amor de Cristo» no indica sólo el amor que Pablo
tiene a Cristo, sino sobre todo el amor que Cristo tiene a los hombres, como dice acontinuación: «al considerar que uno murió por todos.» Es esta consideración, esta
contemplación del misterio de la cruz, lo que apremia a Pablo, y no como una exigenciaexterna, sino como un impulso que le impele desde dentro. Contemplando el amor de
Cristo manifestado en la cruz, contemplando a todo hombre como propiedad de Cristo,que ha dado la vida para rescatarle (Gal. 1,4; 2,20), Pablo se siente irresistiblemente
apremiado. La caridad del apóstol encuentra su raíz y su fuente en la contemplación deCristo crucificado.
De aquí brotará toda su «caridad pastoral». Pablo es testigo del amor de Dios, manifes-
tado en Cristo, que «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimientode la verdad» (1 Ti. 2,4). Ha hecho suyas las intenciones y deseos de Cristo y está
dispuesto a «gastarse y desgastarse totalmente» por ellos (2Cor 12,15). Toda su entregaapostólica, sus viajes, sus luchas y fatigas, su insistir a todos «a tiempo y a destiempo»
(2 Tim.4,2)... sólo encuentran su explicación en un corazón invadido por el amor deCristo a los hombres. Es Cristo mismo, que viviendo en Pablo (Gal. 2,20) ama también
en él a los hombres con su mismo amor.
De hecho, la actitud tan característica de la vida y de la entrega de Jesús (resumida en laexpresión «por vosotros»; y. Lc. 22,19; 1Cor 11,24) san Pablo la recoge aplicándola a sí
mismo en relación con sus comunidades: Pablo está dispuesto a dar la vida por suscristianos (Fil. 2,17).
En su predicación del evangelio Pablo no ha sido un mero funcionario que ha cumplido
con exactitud una tarea encomendada. Toda su acción evangelizadora ha brotado del
Nuevo Testamento 23
inmenso amor que tenía a aquellos a quienes evangelizaba. Cuando escriba a los
Tesalonicenses les dirá: «amándoos a vosotros, queríamos daros no solo el Evangelio
de Dios, sino incluso nuestras propias vidas, porque habíais llegado a sernos muy que-
ridos» (1 Tes. 1,8); y explica a continuación cómo ese amor, lejos de reducirse a un
simple sentimiento, se expresó de hecho en «trabajos y fatigas», «trabajando día y no-
che», evitando ser gravoso a nadie, exhortando a cada uno en particular... En su acción
apostólica cotidiana el apóstol reproduce la actitud de Cristo de dar la vida (lo cual tendrá
una expresión particular en los innumerables padecimientos sufridos por las comunida-
des: 2Cor. 6,4-5; 11, 23-27...y alcanzará su culmen en el martirio).
«Como una madre con sus hijos...» (1 Tes. 2,7)
Este amor de Pablo reviste rasgos paternos y maternos a la vez. No se trata de una
simple metáfora o comparación. Es que él se sabe comunicando vida, una vida nueva,
divina, eterna, de un valor incomparablemente más grande que la física y natural: «aun-
que hayáis tenido diez mil pedagogos en Cristo, no habéis tenido muchos padres. He
sido yo quien por el Evangelio os engendré en Cristo Jesús» (1Cor. 4,15). Y cuando
escriba a Filemón lo hará empapado de amor paternal: «Te ruego a favor de mi hijo, a
quien engendré entre cadenas, Onésimo» (Flm. 12); toda esta carta rezuma amor de
padre hacia este esclavo convenido en la cárcel a quien llega a llamar «mi propio cora-
zón» (Flm. 13).
No solamente tiene conciencia de «engendrar» a la fe por medio del anuncio del Evan-
gelio. Toda la tarea de crecimiento en la fe de sus comunidades es concebida por Pablo
como una gestación: sufre por sus hijos «hasta que Cristo se forme en ellos» (Gal. 4,19).
Su amor materno, sus desvelos y sufrimientos apostólicos acompañan a cada nuevo
cristiano hasta su transformación plena y total en Cristo.
El apóstol se siente madre que ama-manta con afecto y ternura (1 Tes. 2, 7): las expre-
siones indican la nodriza que amamanta o alimenta con su propia leche, y la actitud de
ternura y cariño de la madre que acuna a su niño contra su propio seno (son las mismas
palabras que en Ef. 5,29 se usan para indicar lo que Cristo hace por 5L1 Iglesia y cómo
la trata).
De hecho, este amor paterno - maternal se expresa de múltiples formas - Pablo atiende
a los suyos con el amor de un padre que educa, tratando y formando a los hijos uno a
uno, exhortando y animando a cada uno (1 Tes. 2, 11). El afecto hacia sus hijos es tan
real que suscita en él un intenso deseo de verlos (1Tes. 2,17; 3,6). El apóstol sufre, se
inquieta y preocupa por los peligros de una comunidad que es aún inestable (1 Tes. 3,5;
2,18) y literalmente «no vive» ante el temor de que el tentador derrumbe la fe de ellos: al
recibir buenas noticias siente un gran alivio y consuelo (1 Tes. 3,7) y exclama: «Ahora sí
que vivimos, pues permanecéis firmes en el Señor» (1 Tes. 3,8).
24 Nuevo Testamento
Pablo derrocha ternura y afecto para con sus cristianos y no tiene reparo en manifestar-
les abiertamente cuánto les quiere: «os amo a todos en Cristo Jesús» (1Cor. 16,24);
«testigo me es Dios de cuánto os quiero en las entrañas de Cristo Jesús» (Fil. 1,8);
«vosotros sois nuestra gloria y nuestro gozo» (1 Tes 2, 20)...
Pero tampoco se echa atrás, en nombre de este mismo amor, si hay que reprenderles
porque es necesario para su bien (2 Cor 7,8-9). Precisamente porque los ama como a
hijos les corrige, pues «¿qué hijo hay a quien su padre no corrija?» (He. 12,7; ver toda la
perícopa: vv. 5-13). Incluso cuando tiene que «entristecerlos» con una reprensión lo
hace «no para entristeceros, sino para que conocierais el amor desbordante que sobre
todo a vosotros os tengo» (2Cor. 2,4). En todo caso lo hace con delicadeza y sin humillar:
«No os escribo estas cosas para avergonzaros, sino más bien para amonestaros como a
hijos míos queridos» (1Cor 4,14). Y cuando se vea obligado a rehusar los donativos de
los corintios, exclamará: «¿Por qué? ¿Por qué no os amo? Bien lo sabe Dios» (2Cor
11,11).
«Con celo de Dios...» (2 Cor. 11,2)
Ante las infidelidades de los corintios a Cristo y a su mensaje, Pablo deja aparecer algu-
nos de sus más profundos sentimientos de apóstol, con unas expresiones un tanto sor-
prendentes: «Celoso estoy de vosotros con celo de Dios».
Para entender estas expresiones hemos de recurrir al A.T., donde el amor de Dios se
revela como «fuego devorador» (Dt. 4,24), como amor celoso que exige un amor exclu-
sivo como respuesta - Dios es «un Dios celoso» (Ex. 20,5) y su celo subraya cl carácter
absoluto de Dios mismo, que ha de ser amado incondicionalmente, totalmente, exclusi-
vamente, que es exigente porque no puede compartir un lugar en el corazón del hombre
con criatura alguna. Y a la vez, este celo de Dios nos habla de un amor apasionado que
no tolera ninguna imperfección, engaño o defecto en aquel a quien ama.
Pues bien, Pablo comparte los sentimientos divinos respecto a los corintios y a los de-
más cristianos, participa del amor apasionado que Dios tiene por su pueblo. Como ami-
go del Esposo (cf Jn. 3,29), testigo del amor nupcial de Cristo, participa dc los celos dc
Dios, del deseo ardiente y apasionado que Cristo tiene de que la Esposa - la comunidad
de Corinto en este caso - pertenezca total y exclusivamente a su esposo: «os tengo
desposados con un solo Esposo para presentaros cual casta virgen a Cristo» (2 Cor
11,2).
Es este amor ardiente y violento el que le impulsa a no tolerar ninguna infidelidad en la
esposa y el que le mueve a prevenirla ante el temor de que tal infidelidad pueda ocurrir:
«me temo que, al igual que la serpiente engañó a Eva con su astucia, se perviertan
vuestras mentes apartándose de la sinceridad con Cristo» (2Cor 11,3). La adhesión a
Nuevo Testamento 25
doctrinas erróneas constituiría ciertamente una infidelidad (v. 4), pues alejarían del Cris-to real, el único verdadero.
Por otra parte, estas expresiones nos hablan del desinterés del amor de Pablo, pues élno pretende de ningún modo vincular los cristianos y las comunidades a sí mismo, sino aCristo. Lo que le hace arder es el deseo deque sean fieles al Señor y lo que le duele y lehace temer es el temor de la infidelidad a Cristo, Pero para si mismo no busca nada. Nopretende adhesiones a su persona. En todo caso reclama la adhesión a sí mismo encuanto apóstol auténtico frente a los falsos apóstoles; en consecuencia, para provocar laadhesión a Cristo y a su mensaje. Como Juan Bautista, podía decir: «yo no soy el Cristo,sino que he sido enviado delante de El», se alegraba de que el Esposo poseyera a laEsposa, y se apartaba sinceramente dejando que Cristo creciera y él fuera progresiva-mente disminuyendo (cf. .Jn. 3,28-30).
Es este amor ardiente y desinteresado a la vez el que llevará a Pablo a dirigirse con«gran aflicción y angustia de corazón, con muchas lágrimas» (2Cor. 2,4) a aquellos queestán tentados de ser infieles al Evangelio. En virtud de este amor les rogará, les exhor-tará, les amenazara,..
«Todo para todos» ( 1 Cor. 9,22)
La caridad y el desinterés de Pablo alcanzan otra de sus expresiones más intensas en eltexto de 1Cor. 9,19-23, sumamente revelador de su espíritu y de sus deseos.
En efecto, es significativo que en estos breves versículos aparezca cinco veces la pala-bra «ganar», precedida de la conjunción final: el objetivo de Pablo es ganar, ganar a losjudíos, ganar a los gentiles, ganar a los que están sin ley... «ganar a los más que pueda».Pero evidentemente no se trata de una ganancia interesada, pues no pretende ganarpara sí, sino a favor de los que son ganados: «para salvar a toda costa a algunos».
Toda la vida y las energías de Pablo están canalizadas hacia un único objetivo, el demanifestar y comunicar a todos los hombres el amor salvador de Dios manifestado enCristo Jesús. A este fin subordina todo lo demás.
Para eso, dice, «me he hecho esclavo de todos». Se ha puesto al servicio de Cristo y desu Evangelio para la salvación de los hombres. Ha hipotecado su libertad personal - yahemos visto que el término «esclavo» tenía un significado muy fuerte en la época - parallevar el amor de Dios a todos. Pues tomar en serio su labor de evangelizador signifi-caba, en la práctica, subordinar cualquier otro interés a la tarea de la evangelización yrenunciar por completo y para siempre a todo lo que pudiera servir de obstáculo en lamisión de ayudar a los hombres a acoger el Evangelio. Vio muy claro que para llevar aCristo a todos él debía ser «todo para todos». Todo para el quedaba subordinado a la
obra de salvar a todos los hombres: «todo lo hago por el Evangelio».
26 Nuevo Testamento
De hecho, se hizo «judío con los judíos, para ganar a los judíos». Estaba dispuesto a
soportar cualquier padecimiento personal antes que permitir el mas ligero obstáculo en
la conversión de sus hermanos judíos a Cristo. Prefiere renunciar al ejercicio de la liber-
tad respecto de la Ley en atención a los hermanos a quienes se podría escandalizar
(1Cor 8,9-13; Rom 14,13.15. 20s). Y en todas sus relaciones con los judíos le vemos
usar el mayor respeto por la observancia de la Ley (cf He. 16,3; 18,18; 20,16; 21,21-27),
aunque es consciente de que en esto no hace más que seguir el ejemplo del propio
Jesús (Rom. 15,2-3. 7-8). Y cuando se pronuncie contra la Ley no irá contra los judíos o
los judeo-cristianos, sino contra la porfía en seguir esas observancias como si fuesen
necesarias para sus conversos gentiles, a los cuales se estorbaba seriamente su entra-
da en la Iglesia.
Igualmente se hizo «gentil con los gentiles». Vio con claridad que sólo el Evangelio tenía
fuerza para hacen volver los hombres a Dios y renovarlos, y que la Buena Nueva podía
fermentar cualquier cultura o civilización. En consecuencia, no exigía a los gentiles nin-
guna conducta o práctica que no brotase del mensaje cristiano en sí (cf. el caso de las
carnes sacrificadas a los ídolos: 1Cor. 8,1-6). Tenía siempre presentes a los paganos,
hasta el punto de usar la lengua griega y asumir conceptos y expresiones tomadas de la
filosofía griega y de las religiones rnistéricas...
Y llega a hacerse incluso «débil con los débiles». Para él lo único importante era salvar
«al hermano débil por quien Cristo murió» (1Cor. 8,11), y ninguna otra consideración
debía estorbar esto jamás. Para él era evidente que cualquier interés personal debía
quedar subordinado al supremo propósito de Dios al enviar a su Hijo: la salvación de los
hombres. Es esta la temática que subyace en 1 Cor. 8-9, aduciendo como razón de peso
su testimonio personal, pues esta actitud y este modo de actuar habían llegado a formar
parte de su propia vida (1 Con 9,4-15).
Podemos decir que esto es lo que da a Pablo autoridad para ponerse así mismo como
modelo y pedir que le imiten (cosa que hace repetidas veces en sus cartas). Sólo quien
se ha hecho previamente «todo para todos» y «esclavo de todos» puede reclamar ser
imitado. Pues en definitiva no es a Pablo a quien se imita, sino a Cristo, cuya vida y
actitudes se han reproducido fielmente en su apóstol (1 Con 11,1).
«Desearía ser yo mismo anatema por mis hermanos» (Rom. 9,3)
La caridad pastoral de Pablo encuentra su expresión suprema en las palabras que en-
contramos al inicio del cap. 9 de la Carta a los Romanos. Con una fórmula particularmen-
te solemne («digo la verdad en Cristo, no miento, testifica conmigo mi conciencia en el
Espíritu Santo») nos hace una confidencia personal: el dolor inmenso y la tristeza con-
tinua que experimenta por el hecho de que sus hermanos judíos no hayan acogido al
Mesías ni su Evangelio (vv. 1-2).
Nuevo Testamento 27
En el versículo 3 tiene esta afirmación impresionante: «desearía ser yo mismo anatema,
separado de Cristo, por mis hermanos, los dc mi raza según la carne». De tal manera le
importa - y le duele - la situación de sus hermanos que se manifiesta dispuesto a cual-
quier sacrificio por ellos, para alcanzarles la salvación.
La palabra «anatema» en la Biblia puede indicar algo entregado a Dios para serle consa-
grado como ofrenda agradable, o bien para ser destruido como cosa maldita (sentido del
«jerem» en el A.T.). En San Pablo la palabra está tomada siempre en este último sentido
(cf. Gal. 1, 8-9). Y es este el sentido que tiene aquí: Pablo se muestra dispuesto a atraer
sobre sí la maldición divina, a ser convenido el mismo en objeto de maldición, y a expe-
rimentar definitivamente la separación de Cristo, si esto pudiese ayudar a la conversión
de sus hermanos.
La expresión nos habla de un amor ardiente, y recuerda las palabras de Moisés tras el
pecado del pueblo: «¡Ay! Este pueblo ha cometido un gran pecado al hacerse un dios de
oro. Con todo, si te dignas perdonar su pecado...y sino, bórrame del libro que has escri-
to» (Ex. 32,31-32). Más aún, estas palabras recuerdan, reproducen y prolongan la ac-
titud del mismo Cristo, que aceptó ser hecho «pecado» por nosotros para que nosotros
llegásemos a ser «justicia de Dios»(2Cor. 5,21), y se hizo así mismo «maldición por
nosotros» para rescatar-nos de la maldición (Gal. 3,13).
6 «Escogido para el Evangelio» (Rom 1,1)
San Pablo tiene conciencia de haber sido elegido por Dios para consagrarse predicación
al anuncio del Evangelio. Polemizando con los corintios llegará a decirles: «no me envió
Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio» (1Cor. 1,17). Sabe que su misión consiste
en evangelizar, en anunciar a Cristo, poniendo así el fundamento sobre el cual otros
continúen predicación_ (1Cor. 3,10).
Las palabras que figuran en el título de este capítulo indican lo mismo: tiene viva con-
ciencia deque ha sido «escogido —por Dios mismo— para el Evangelio», es decir, para
el anuncio del Evangelio. La palabra que se traduce por «escoger» significa en realidad
«separar», «poner aparte», y es la misma que encontramos en Gal. 1,15 cuando Pablo
habla de su vocación: Dios mismo le ha separado de las predicación ordinarias que los
hombres realizan en su vida cotidiana para consagrarle predicación al anuncio del Evan-
gelio; ha sido sustraído a otras tareas para que su vida entera esté dedicada al ministerio
de la Palabra.
De hecho, comprobamos que, si bien no tiene inconveniente en trabajar con sus manos
para procurarse el sustento y no ser gravoso a nadie, en cuanto tiene posibilidad se deja
28 Nuevo Testamento
absorber por la tarea evangelizadora. Así, por ejemplo, durante su estancia en Corinto,
Pablo trabaja como tejedor de tiendas (He. 18, 3); pero cuando Silas y Timoteo llegaron
de Macedonia trayendo ayudas materiales «Pablo se dedicó predicación a la Palabra»
(He. 18,5)
«La fe viene de la predicación» (Rom. 10,17)
Esta insistencia de San Pablo en la importancia del valor de la evangelización nace de
una convicción fundamental: la predicación está en la base de todo; es el cimiento dcl
edificio de la vida cristiana de cada hombre y de la vida de la Iglesia toda (1 Cor. 3,10).
Es muy significativa en el texto de Rom. 10,13-17 la concatenación de los verbos: al «ser
enviado» sucede el «predicar»; al «predicar» sucede el «oír»; al «oír» sucede el «creer»;
al «creer» sucede el «invocar»; y al «invocar» sucede el «ser salvado». En consecuen-
cia, todo arranca de la predicación. La fe es la que justifica al hombre y le reconcilia con
Dios, hace del hombre una criatura nueva; ahora bien, la fe es esencialmente acogida
del kerygma, es decir, del anuncio de Cristo muerto y resucitado para nuestra salvación
(este es el «Evangelio» que Pablo predica y en el que invita a todos a creer, cuyo resu-
men más antiguo encontramos en 1Cor. 15.3-5; ver desde el v. 1 hasta el 11).
Pues bien, es a esta misión sublime a la que Pablo se sabe llamado sobre todo. Pues sin
la evangelización - sin el anuncio de Cristo - no puede suscitarse la fe, ni - en consecuen-
cia - tampoco la vida cristiana en toda su extensión, ni puede construirse la comunidad
cristiana, ni es posible la salvación... Ciertamente podrá haber «diez mil pedagogos»
que eduquen y cultiven la vida en Cristo; pero esta vida no existirá sin alguien que -
mediante el anuncio del Evangelio - la «engendre» en el corazón de los hombres (1Cor.
4,15).
Será preciso que alguien «riegue», abone y cuide la planta dc la fe y de la vida nueva en
Cristo; pero todo ello sería inútil y sin sentido si no fuera porque alguien antes «ha plan-
tado» mediante la predicación la semilla de la fe y la raíz de la vida nueva (1Cor. 3,6)
«Anunciar la inescrutable riqueza de Cristo» (Ef. 3,8)
Ya hemos visto cómo el contenido de la predicación de Pablo no es otro que la persona
de Jesucristo y su obra de salvación en favor de los hombres: «yo, hermanos, cuando fui
a vosotros.., a anunciaros el misterio de Dios, no quise saber entre vosotros sino a Jesu-
cristo» (1 Cor2,1-2).
Lo que llena de admiración a Pablo es el hecho de que «ahora», precisamente en los
días de su vida, haya sido revelado y dado a conocer por Dios el «Misterio», ese maravi-
lloso plan de salvación que Dios tenía concebido en su designio «desde siglos eternos»;
Nuevo Testamento 29
ese grandioso e increíble proyecto de ofrecer la salvación a todos, también a los gentiles
(y no sólo a los judíos corno creían los miembros del pueblo de la antigua alianza),
mediante la fe en Jesucristo (Rom. 16,25-27; EL 3,3-12).
Pero lo que sobre todo le hace enloquecer es que además haya sido elegido precisa-
mente él para la misión maravillosa de anunciar a los gentiles este misterio y conducirlos
así a la fe y a la salvación: «a mí, el menor de todos los santos, me fue concedida esta
gracia: anunciar a los gentiles la inescrutable riqueza de Cristo» (Ef. 3,8).
Este hecho le llena de gratitud y de gozo. Pero sobre todo le impulsa a entregar todas
sus energías al servicio de la evangelización. Como un hombre que en medio de una
epidemia mortal y muy extendida tuviera en sus manos el remedio para curarla de raíz.
Pablo sabe que en medio de esta humanidad sumergida en el pecado (Rom. 1,18-3,20;
ver especialmente 3,10) es portador de la única medicina capaz de salvar: «el Evangelio,
que es fuerza de Dios para la salvación» (Rom.l,l6). Y ello por pura gracia, sin mérito
alguno de su parte (pues, como vimos, él ha sido el primer sanado por esta medicina: 1
Tim, 1,12-16).
«Heraldo de Cristo» (1 Tim. 2,7)
Para exponer cl sentido de su tarea dc evangelizador Pablo encuentra una expresión
que gusta aplicarse a sí mismo: heraldo (keryx; aunque el sustantivo sólo aparece tres
veces, el verbo, Kervssein – “proclamar» - lo usa 19 veces).
El heraldo era un mensajero que en nombre del emperador anunciaba al pueblo un
mensaje que les afectaba para su vida; en realidad, él era un instrumento por cuya me-
diación la voz del gobernante llegaba al pueblo; no proclamaba sus propias conviccio-
nes, sino que era el portavoz del rey y hablaba con su autoridad.
Al principio sólo se les exigía tener buena voz, una voz clara y potente. Pero como a
veces el heraldo exageraba o deformaba las noticias, comenzó a exigírseles fidelidad a
las instrucciones recibidas de su superior, tanto en el contenido como en el modo de
anunciarlo; no podían añadir ni quitar nada por propia iniciativa, pues su anuncio no
tenía origen en ellos mismos...
Pues bien, Pablo tiene conciencia de hablar como heraldo de Cristo. Pero lo que trans-
mite no es una información cualquiera, sino la noticia de un acontecimiento (la muerte y
la resurrección de Jesús) a través del cual Dios ha comenzado su intervención definitiva
en la historia; y este acontecimiento es de tal importancia que si no fuera real, toda la
predicación carecería de sentido (1Cor. 15,14). Además, es un mensaje que afecta a
toda la humanidad, pues habiendo muerto por nuestros pecados y resucitado para nues-
tra salvación, Cristo comunica su victoria a los que le acogen por la fe (Rom. 4,23-25).
30 Nuevo Testamento
Como mensajero personal dc Cristo, Pablo sabe que él es puro instrumento e interme-diario; instrumento necesario, desde luego, pues «¿Cómo creerán en Aquel a quien nohan oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique?» (Rom. 10,14); pero instrumento al fin.Y como tal, es consciente de que está al servicio de un diálogo que debe instaurarseentre Dios y los hombres: a través de él Dios habla a los hombres - a cada hombre -, yestos deben dar una respuesta personal al Dios que les dirige su palabra, mediante loque Pablo llama la «obediencia de la fe» (Rom. 1,5; 16,26). Por medio de él se inicia ese«diálogo de salvación» en el que los hombres son urgidos a dar la respuesta de fe queles introduzca en el acontecimiento que transformará tanto sus vidas como la historiamisma del mundo. La predicación es absolutamente necesaria para que se inicie esediálogo de fe y salvación: «plugo a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predica-ción» (1 Col 1,21). Los hombres sólo pueden ser salvados si les son enviados mensaje-ros que les anuncien con autoridad la Buena Nueva (Rom. 10,14-17).
«Habla Cristo en mí» (2 Cor13,3)
Como heraldo de Cristo, Pablo tiene perfecta conciencia de estar transmitiendo Palabrade Dios, no su propia palabra, fruto de su personal elucubración. Espontáneamente dirá:«os decimos esto como Palabra dcl Señor» (1 les. 4,15). Es y quiere ser fiel a toda costa,transmitiendo todo y sólo aquel lo que ha recibido(1 Con 11,23; 15,3: las palabras «re-cibir-transmitir» son términos técnicos usados entre los rabinos para expresar la absolu-ta fidelidad).
En 1 les. 2,13 da gracias a Dios porque los tesalonicenses recibieron su predicación «nocomo palabra de hombre, sino cual es en verdad, como Palabra de Dios». Ciertamentese trataba de un mensaje salido de sus labios, anunciado por un hombre; pero él sabemuy bien que no es su mensaje particular, sino la Palabra de Dios mismo. Porque, comoen el caso de los antiguos profetas, Dios mismo ha puesto sus palabras en la boca de suenviado (Ser. 1,9). Y Pablo podría repetir con toda verdad lo que Jesús mismo habíadicho: «Mi palabra no es mía, sino del Padre que me ha enviado» (Jn. 7,16; 8,28).
Precisamente por eso, reacciona con tanta energía cuando alguien deforma o trastoca elúnico Evangelio que salva. Porque lo que él predica no tiene su origen en los hombres,sino en Jesucristo mismo (Gal. 1,11), afirma con violencia: «aun cuando nosotros mis-mos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado,¡sea anatema!» (Gal. 1,8).
Pues hay más. No sólo transmite Pablo las palabras de Cristo, sino que afirma que esCristo mismo quien habla en él (2 Cor. 13,3). Quien afirma: «vivo, no yo, sino que esCristo quien vive en mí» (Gal.2,20), dice también «habla Cristo en mí». Hay tal identifica-ción entre Cristo y su enviado, que ya no son dos, sino una sola cosa. El evangelizadores como un sacramento de Cristo. En él y a través de él es Dios mismo quien exhorta (2
Cor. 5,20).
Nuevo Testamento 31
Quizá por esta identificación de Pablo con Cristo es por lo que insiste tantas veces a lo
largo de sus cartas: «imitadme»(1 Con4,16;Fil. 3,17;2Tes.3,7). Lo que podría parecer
presunción suya, tiene en realidad un significado muy profundo: «Sed imitadores míos,
como yo lo soy de Cristo» (1 Con 11,1). De este modo, el Evangelio que Pablo predica no
es sólo palabras, sino Palabra hecha carne y vida; el anunciar ese Evangelio hecho
realidad: de este modo, él mismo se había convertido en Evangelio, en Palabra; dejando
vivir a Cristo en sí mismo (Gal. 2,20), podía presentarse así mismo como modelo y ejem-
plo de una existencia auténticamente cristiana y evangélica.
32 Nuevo Testamento
SEGUNDO BIMESTRE
Las siguientes notas son un aporte para ampliar su experiencia de contacto con la Biblia.
Le sugerimos leerlas detenidamente.
LA OBRA DE LUCAS2
El evangelio de Lucas es la primera parte de una obra en dos volúmenes. La vida y
ministerio terreno de Jesús, terminados únicamente en este evangelio con el relato de la
ascensión (Lc. 24; Act 1), son presentados caminando por el mundo hasta llegar a la
capital del imperio. El segundo volumen termina con el relato de la predicación del
Evangelio por Pablo en Roma (Act 28).
Esta nueva concepción, debido al genio creador de Lucas, le obliga a presentar de forma
adecuada su obra a la que dedica dos volúmenes. Nosotros descubrimos su intención
en los detalles siguientes:
a) Lucas destaca el aspecto de proximidad y distancia, que están exigidas por el
largo espacio de tiempo abarcado en sus dos obras: la historia de Jesús es vista
desde bastante distancia -al menos han transcurrido tres decenios antes de que el
Evangelio haya llegado hasta Roma en la persona del Apóstol- pero, al mismo
tiempo, esta distancia es vista desde una línea de continuidad, que se halla paten-
te en la vida de la Iglesia en aquellos primeros esfuerzos de evangelización.
b) El final del evangelio (24,47-49), prescindiendo de la bendición y de la ascensión
del resucitado, está redactado de tal forma que constituye un verdadero puente,
una transición intencionada al libro de la Hechos; los apóstoles son los testigos
originales y directos de los «sucedido». Es el presupuesto necesario para que
pueda realizar su ministerio apostólico (Act 1,21 s).
Ministerio que realizarán cuando venga sobre ellos el poder de lo alto. Hasta en-
tonces deben esperar «en Jerusalén». Lucas quiere demostrar que la tarea apos-
tólica es la misma que la de Jesús en cuanto al principio, el camino y el fin: ellos
estarán impulsados y dirigidos por él (Act 28,30 s).
c) El comienzo del Evangelio y el final de los hechos están narrados como si se trata-
se de incluir de ambas obras entre dicho comienzo: toda carne verá la salvaciónde Dios (Lc.3, 6-Is 40, 3-5) y el mencionado final: la salvación de Dios ha sidoenviada a las gentes (Act 28.26-28-Is 6,9s).
2 Cfr. F. RAMOS, La Obra de Lucas, Cursos Bíblicos a Distancia, PPC/ Casa de la
Biblia, Madrid 1987.
Nuevo Testamento 33
d) El comienzo del libro de los Hechos parece tener una clara intención de empalmar
con el final del Evangelio: vosotros sois testigos de estas cosas (Lc. 24,28), y
seréis mis testigos (Act 1,8). Este empalme se halla centrado en el contenido de
ambas obras: la realidad de la salvación llevada a cabo por Dios en Cristo (evan-
gelio) y el anuncio de la misma por los apóstoles hasta los confines de la tierra
(Hechos).
e) El evangelio y los hechos están dedicados al mismo personaje, en ilustre Teófilo.
Este dato de la dedicatoria, caso único en el Nuevo Testamento, hace pensar que
se trata del mismo autor en ambas obras.
f) En el prólogo de Hechos, se hace referencia al primer libro y, al concluir dicho
prólogo, se hace alusión a las apariciones del Resucitado y a sus instrucciones
antes de irse de entre ellos. Nótese, para no aducir únicamente razones a favor de
los que creemos que fue una realidad, que, al mencionar el primer libro debería
seguir la alusión, incluso explícita, al segundo. Más aún, debería anticiparse, ade-
más, el contenido del segundo libro, el de los Hechos, ya que esto se ha hecho en
referencia al primero. Sin embargo, faltan ambas cosas.
g) La estructura general de ambas obras responde a un mismo patrón, aplicado a
Jesús en la primera obra y a la Iglesia en la segunda: origen (1-2; Act 1); bautismo
(3,21ss; Act 2,1ss); discurso inaugural (4,21ss; Act 2,1ss); predicación o ministerio,
camino o viaje a Jerusalén o a Roma respectivamente y últimos discursos.
h) Ambas obras han sido concebidas como en movimiento continuo hasta lograr su
objetivo: el evangelio viaja, en la persona de Jesús, hasta su plena manifestación
en Jerusalén (evangelio); sigue «viajando» hasta los confines de la tierra, hasta
Roma, en la persona de Pablo (Hechos).
No debe olvidarse la importancia excepcional de Jerusalén en ambas obras. De
ellos hablaremos al desarrollar los grandes temas de la obra lucana.
i) Puede constatarse con sorprendente frecuencia la proximidad de ambas obras en
cuanto a sus pensamientos teológicos: idéntica concepción de la salvación; el mis-
mo concepto de apóstol; escasa insistencia en la presentación de la obra de Jesús
como «sustitución vicaria: de lo que debiéramos pagar los hombres... La gran afini-
dad también en cuanto al estilo y al vocabulario.
Las razones aducidas hasta este momento son tan poderosas que se ha llegado a pen-
sar incluso que, originariamente, el evangelio de Lucas y los Hechos constituyeron nosólo una obra, sino un único volumen. Para justificar esta hipótesis se ha dicho que el
evangelio terminaba en 24,49 y Hechos comenzaba en 1,6. Posteriormente, y sobre
34 Nuevo Testamento
todo por razones litúrgicas, este gran volumen se dividió en dos. En este momento se
añadió el final del evangelio, 24,50-53, y el comienzo de Hechos, 1,1-5. Tenemos encontra de esta hipótesis lo siguiente: no existe vestigio alguno en la tradición que justifi-
que este modo de pensar; además, el género literario «evangelio» excluye la yuxtaposi-
ción de otra obra que pertenece a otro completamente distinto: especie de monografía
histórica; por último, no existe razón alguna que justifique la eliminación de Lc 24,50-53
y de Act 1,1-5 de la obra original.
Una dificultad seria para considerar las dos obras como de un mismo autor procede de la
forma de presentar la Ascensión: en el evangelio tiene lugar el mismo día de la Pascua,
mientras que en Hechos se introduce el período de los cuarenta días; en el evangelio el
acontecimiento tuvo lugar en Betania, mientras que Hechos lo sitúa en el monte de los
Olivos. Nótese, sin embargo, que el evangelio debe terminar con la Ascensión, porque
con ella llega a su término la vida de Jesús; el plazo de los cuarenta días es necesario en
Hechos para la reunión del rebaño disperso y el comienzo de la Iglesia. Las variaciones
del lugar son poco importantes y pueden obedecer a otras razones, incluso teológicas:
significado del monte de los Olivos, como lugar de la intervención definitiva de Dios a
favor de su pueblo...
EL AUTOR Y SU OBRA
Con relación al autor muy pocas cosas pueden afirmarse son seguridad. Lucas es un
cristiano gentil (no procedente del judaísmo) que escribe para cristianos gentiles. Perte-
nece a la segunda o tercera generación cristiana y escribe su evangelio en torno al año
80 (las afirmaciones de Lc 21,20-40 suponen que la ciudad de Jerusalén está ya destrui-
da) y lo hace en alguna ciudad de Grecia o del Asia Menor (¿Efeso?). no se puede
precisar.
La tradición cristiana, a partir del siglo II, lo ha identificado con Lucas, el médico querido,
acompañante de Pablo (Flm 24; Col 4,14; 2Tim 4,11). Sigue siendo la hipótesis más
sólida, aunque no se halle libre se serias dificultades. En efecto, Lucas no tiene, sobre
todo en el libro de los Hechos, la misma concepción ni los mismos pensamientos teológicos
propios de Pablo: esto ocurre con el concepto de apostolado y lo mismo puede decirse
de la teología de la cruz o de la doctrina de la justificación, tan acentuadas en Pueblo y
carentes de importancia en Lucas, particularmente en el Libro de los Hechos. Son estas
cuestiones las que se irán viendo en el desarrollo de la obra lucana. Ahora bien, desde el
conocimiento que tenemos de Pablo resulta casi inimaginable que los colaboradores
inmediatos del Apóstol no estén profundamente marcados por su manera de concebir e
interpretar el acontecimiento cristiano.
A pesar de las dificultades mencionadas creemos que debe mantenerse el dato tradicio-
nal. Incluso aquellos autores que subrayan las dificultades que harían incompatible la
Nuevo Testamento 35
paternidad literario-teológica de la obra lucana con un compañero de Pablo en su activi-
dad misionera, afirman que la noticia de un acompañante de Pablo llamado Lucas se
halla suficientemente garantizada desde el punto de vista histórico. Cuando añaden, a
continuación, que no es Lucas, el médico carísimo (Col 4,14) el autor del tercer evange-
lio y de los Hechos (G. Schneider) no comprendemos la razón. ¿Por qué inventar a otro
Lucas, cuando la tradición (Canon de Muratori, escrito del siglo II; Ireneo, en zozobra
«contra las herejías» y Eusebio en su «historia eclesiástica») nos habla del mismo Lucas
citado por Pablo?
El análisis de la obra de Lucas nos lo presenta con unas características coincidentes con
los datos que presuponen las citas del Nuevo Testamento: es un helenista -no procede
del judaísmo palestinense-; nacido o, al menos, establecido en Antioquía (Act 6,5; 11,19s;
13, 1ss); muy probablemente, antes de hacerse cristiano, pertenecía a los llamados
«temerosos de Dios», por los que él demuestra particular interés (Act 10,2); precisamen-
te por eso, antes de encontrarse con el evangelio, estaba ya familiarizado con el Antiguo
Testamento, en su versión griego, y poseía un cierto conocimiento de las costumbres
judías, aunque, al no ser judío, se desinteresa de otras cuestiones de claro cuño judío
(por ejemplo, las mencionadas por Mc 7, 1-23; 10, 2-10); en resumen, aunque no era
judío, se halla muy próximo a la Sinagoga.
Sus «desavenencias» teológicas con Pablo pueden justificarse con relativa facilidad: la
conexión de Lucas con Pablo no debe verse necesaria y únicamente a nivel de escuela
teológica. Lucas no es un teólogo dependiente de la teología de Pablo. Ni tiene por qué
serlo. Ha descubierto, lo mismo que Pablo, que el único camino de salvación es la fe y
que este camino es el único querido por Dios. Esto lo repite hasta la saciedad. La pecu-
liaridad de Pablo está en que debe desarrollar estos pensamientos en confrontación
directa con el judaísmo y con la Ley. Pero ese no es el problema de Lucas. Que el punto
casi único de fricción del cristianismo con el judaísmo, en la obra lucana, sea la resu-
rrección de Jesús -tal como aparece, sobre todo, en el libro de los Hechos- se explica
porque éste es el tema mayor de la predicación apostólica. Pablo, desde perspectivas
distintas, se encontrará con otros puntos de fricción -la devaluación de la Ley, por ejem-
plo- que él aborda desde su propio ángulo de visión. Otras diferencias pueden explicarse
desde las fuentes de información propias de Lucas, como el concepto de apóstol que
Lucas ha podido recibir de hombres fiables para él y con mentalidad judeo-cristiana. Sin
embargo, su concepto de apóstol no le lleva a infravalorar a Pablo, al que considera
como un instrumento providencial actuado directamente por Cristo para llevar a cabo
una misión extraordinaria y verdaderamente excepcional.
LA COMUNIDAD LUCANA
La comunidad de origen de Lucas y los destinatarios de sus escritos o la comunidad o
comunidades a las que se dirige, las conocemos sólo de forma aproximada. Como ya
36 Nuevo Testamento
apuntamos, su comunidad de origen es Antioquía. Las características de aquella comu-
nidad cristiana: su independencia total frente al judaísmo -no olvidemos que en Antioquía
los discípulos comenzaron a llamarse «cristianos» (Act 11, 26) y esto significa la procla-
mación de su autonomía e independencia-; su relativa independencia frente a la Iglesia
de Jerusalén -Bernabé sirve de puente o mediador (Act 11,22)-; su empuje misionero y
su vivencia práctica de la libertad cristiana frente a la Ley, sin las implicaciones y compli-
caciones que el problema tenía para Pablo, coinciden con el espíritu que anima toda la
obra lucana. Añádase a esto su interés por la comunidad de Antioquía por los «temero-
sos de Dios», por el espíritu profético, por el desinterés en las cuestiones legales, por la
captación singular de la obra de Jesús abierta al mundo entero.
La perspectiva desde la que se escribe Lucas y los problemas a los que debe dar res-
puestas reflejan, de alguna manera, sus preocupaciones teológicas personales. ¿No se
había ido demasiado lejos en el distanciamiento e independencia frente a la Iglesia ma-
dre de Jerusalén? Era necesario romper con un particularismo excesivo (Act 1-5) que
hacía del cristianismo una especie de secta del judaísmo. De ahí la presentación de
Esteban como el cerebro genial que provocó la ruptura. Pero, ¿hasta el extremo del
distanciamiento real en relación con la Iglesia madre, que debió enviar como mediador a
Bernabé (Act 11,22s)? Era necesario que los «helenistas» estuviesen gobernados por
helenistas, no por judíos. De ahí la institución de los siete para su atención y cuidado.
Pero, ¿hasta el extremo de querer sustraerse al gobierno o autoridad de los Doce?
La actitud de Pablo -con la que simpatizaba, de forma práctica, la Iglesia de Antioquía-
(por eso al iniciar la gran misión, Bernabé, en un acto de humildad reconocerá la nece-
sidad de una cabeza más privilegiada que la suya, va a Tarso a buscar a Pablo, Acto
11,25s), ¿no era excesivamente radical? Su radicalismo frente a la Ley, ¿no significaba
un grave obstáculo para la evangelización a los judíos? Probablemente éstos y otros
interrogantes impusieron una mayor moderación y tolerancia en Lucas. Tal vez tenga-
mos aquí una de las explicaciones de las «desavenencias» teológicas entre Lucas y
Pablo. que, desde la problemática apuntada, no las haría tan incompatibles con un acom-
pañante de Pablo en sus viajes de misión.
Está claro que Lucas escribe para étnico-cristianos o cristianos procedentes del paga-
nismo. La localización de estos destinatarios debe buscarse en el ámbito de las comuni-
dades paulinas: en el Asia Menor o en Grecia. Y de las preocupaciones que tiene Lucas
se deducen los problemas de las comunidades que tiene delante. Fundamentalmente
eran dos. En primer lugar, quiere afianzarlas en su confianza en la doctrina tradicional
cristiana. A finales del siglo I, cuando la distancia de los orígenes era ya grande, era
necesario que alguien volviese la vista hacia atrás y, mediante su investigación y testi-
monio, garantizase, tal vez de forma definitiva y última, la continuidad de la tradición de
Jesús, «desde el principio». Había otra razón importante, que tiene bastante que ver con
la anterior. Estaban surgiendo por todas partes, particularmente en el ámbito de las co-
Nuevo Testamento 37
munidades a las que escribe Lucas, doctrinas erróneas que falseaban la pureza del
cristianismo original, en especial la herejía gnóstica (problema que se halla reflejado
también en la primera y en la segunda de Juan, en Ef y Col, en las Pastorales, en la 2Pe
y en la de Judas, cuyos destinatarios deben buscarse en el ámbito en el que se mueve
Lucas). La presentación del Evangelio que hace Lucas en las dos obras viene a decir
que estas falsas doctrinas contradicen a la tradición apostólica y, por tanto, que deben
ser rechazadas.
CARACTERISTICAS LITERARIAS DE LA OBRA DE LUCAS
En el prólogo del evangelio Lucas demuestra su capacidad de escribir un griego clásico
de altos vuelos. Afortunadamente para nosotros, y también para sus lectores inmediatos,
esto lo hace pocas veces. Otro buen ejemplo de su buen hacer literario tenemos en el
discurso de Pablo en el Areópago (Act 17). Su lenguaje habitual es el griego popular, el
de la lengua común o koiné. Es de notar, sin embargo, la atención de evitar palabras y
construcciones excesivamente vulgares. Como principio general hay que afirmar que
Lucas el griego de sus fuentes, en particular el de Marcos. Evita, por ejemplo, la palabra
esperma (Mc 12,20) para hablar de la decadencia y, en su lugar, dice «murió sin hijos»
(Lc 20,29, aunque la palabra «esperma» aparece en la cita que hacen sus interlocutores,
los saduceos, aduciendo el texto de Dt 25, 5). En la sintaxis no abusa, como hace Mar-
cos, de la simple partícula copulativa «y». Lucas maneja bien la sintaxis y sabe construir
oraciones subordinadas mediante el recurso a conjunciones, participios e infinitivos.
Lucas evita vocablos semíticos y latinos. Sin embargo, imita el estilo de los LXX, particu-
larmente en el evangelio de la infancia y en los discursos de misión de los Hechos. A
veces tenemos la impresión de que su griego se halla profundamente impregnado por el
utilizado en la versión griega de los LXX. Pero en Lucas esto no puede llamarse
«semitismos» de Lucas no apuntan necesariamente a las fuentes semíticas utilizadas.
El arte literario de Lucas y su talento se pone de manifiesto cuando pone en boca de sus
personajes las palabras y discursos adecuados. Hace hablar a Pedro con la solemnidad
con que se supone que debía caracterizar al primero de los apóstoles y representante
oficial de los Doce, y a Pablo con la sagacidad, Sutileza y dialéctica que debían corres-
ponder a un misionero que tenía que enfrentarse con todo tipo de circunstancias, casi
siempre adversas.
Otro aspecto importante, desde el punto de vista literario, nos lo ofrece Lucas en la forma
de utilizar sus fuentes. Se sirve de ellas aduciéndolas en pequeños bloques: el de la
infancia (1, 5-2,52); material de Marcos (3, 1-16,19); Q y fuentes propias (6, 20-8,3, la
«pequeña inserción»)... Los distintos bloques informativos y los desarrollos más o me-
nos importantes los destaca mediante noticias que los anticipan o mediante datos retros-
pectivos que los recuerdan.
38 Nuevo Testamento
EL PROBLEMA DE LAS FUENTES
Es este un problema más grave que en los otros sinópticos. Para captarlo es preciso
tener en cuenta los siguiente:
- Es evidente que ha conocido y utilizado a Marcos: de los 661 versículos de Marcos,
Lucas ha tomado alrededor de 350.
- Por otra parte, Lucas omite una sección importante de Marcos (6, 45-8, 26), entre
otras cosas.
- Es el evangelio que tiene más materia propia (de 1,149) versículos que componen
su evangelio, 548 son exclusivos de Lucas).
- Es preciso, por tanto, contar con Marcos y Q como fuentes de Lucas; pero esto
resulta insuficiente. Se ha pensado que el actual evangelio de Lucas utilizó, además
de Marcos y Q, otro evangelio anterior y completo. Sería el así llamado «Pronto-
Lucas» (el primer Lucas). La hipótesis, sin embargo, carece de consistencia, porque
esto significaría haber dejado huellas más profundas en el evangelio actual, sobre
todo en el relato de la pasión. Ahora bien, las particularidades de Lucas no nos
obligan a pensar en otro evangelio completo como fuente.
- El material propio procede de otras fuentes, orales o escritas, a las que debe un
contenido muy rico, como lo demuestran los relatos siguientes: el buen samaritano,
el rico insensato, el rico epulón y el pobre Lázaro, el fariseo y el publicano, el hijo
pródigo, el juez inicuo y la viuda, Marta y María, la mujer pecadora....
- Caso aparte constituyen los dos capítulos primeros. Todos los indicios apuntan a
que el evangelio comienza en 3,1 (incluso la genealogía aparece en este capítulo.
Compárese con Mateo); el estilo de estos capítulos es más semítico... Lo más
probable es qu el mismo Lucas lo añadió, a modo de prólogo, a su evangelio ya
compuesto.
LUCAS EL HISTORIADOR
Lucas ha tenido siempre fama de historiador. Para hacer justicia a esta apreciación es
preciso poner de relieve las características de la historia que escribe.
a) Su historia dentro de la historia antigua. Como es sabido, la forma de escribir la
historia entre los griegos (la historia antigua) era un arte. Pretendía deleitar y pro-
curar «sabiduría» o instrucción moral. Desde este punto de vista demostraba un
interés arqueológico y estético por el pasado. Es lo que hace Lucas, particularmen-
Nuevo Testamento 39
te en el evangelio de la infancia: acentúa la continuidad de la Iglesia con su pasa-
do; evoca el sacerdocio levítico; describe las costumbres piadosas judías; idealiza
la vida de oración familiar, cuyos prototipos son las familias del Bautista y de Je-
sús; traslada a los orígenes del evangelio, el mundo legendario del Antiguo Testa-
mento; se sirve de la historia de Zacarías, de Isabel y de María; cuenta visiones y
visitas del cielo, que anuncian el consuelo de Israel.
El mesianismo judío se halla constantemente presente, aunque Lucas lo traslada y
lee con clave cristología: el anuncio del ángel comunica a los pastores que les ha
nacido, en la ciudad de David, un salvador que es el Cristo Señor (2,11); la acusa-
ción suprema del Sanedrín contra Jesús está centrada en la pretensión, que ha
manifestado con claridad, de ser el Cristo Rey (23, 2). En ambos casos «cristo» es
un adjetivo que significa «el Ungido». La decepción de los discípulos ante la muer-
te de Jesús está provocada porque ellos creían que iba a redimir a Israel (24,21). Y
este es el pensamiento fundamental que tenemos en los cánticos del comienzo
del evangelio (1,46-55; 68-79: 2,29-32).
b) Su obra es una historia salvífica o de salvación, que ve la historia evangélica
como parte de un proceso histórico controlado y dirigido por Dios. Los rasgos más
salientes en este sentido son los siguientes: la colocación de la genealogía al prin-
cipio de la obra, para indicar que Jesús es el complemento y plenitud de la historia
real-regia de Israel; presenta la vida de Jesús como el período decisivo en la mar-
cha de la historia salvífica (16,16, que tal vez sea el texto más revelador de la
intención de Lucas). Esta intención fue la que le obligó a escribir un segundo libro,
en el que la vida de la Iglesia es presentada como continuación de la vida de Jesús
o, dicho de otro modo, la vida de Jesús es el punto de partida, el comienzo, de la
vida de la Iglesia. En ella sigue actuando el mismo Espíritu de Jesús (Act 1, 8;
2,1ss; 2, 38; 5,32; 10, 44ss).
c) La historia particular, que él narra, la encuadra dentro del marco de la historia
universal. Desde este interés histórico se explica otra serie importante de deta-
lles: la datación del nacimiento de Jesús (3,1s); la genealogía que, partiendo de
José y a través de David, no se queda en Abraham -como es el caso de Mateo-,
sino que llega hasta Adán (3, 23-38); el discurso inaugural tenido en la sinagoga de
Nazareth (4,16ss), inmediatamente después del relato de las tentaciones, es todo
un programa: el rechazo por parte de Israel significa la apertura del evangelio al
mundo entero.
ESTRUCTURA O DIVISION
Prólogo: (1, 1-4)
40 Nuevo Testamento
Prehistoria, que comprende el díptico de las infancias del Bautista y de Jesús, la activi-
dad de Juan y la preparación del ministerio de Jesús, que incluye sus tentaciones (1, 5-
4, 13).
1. Inauguración del ministerio en Galilea: (4, 14-44).
El discurso inaugural (4, 16-30)
La palabra y los milagros (4, 31-44).
2. Ministerio itinerante de Jesús entre el pueblo (5,1-9, 50).
Anticipación de la organización eclesial (5, 1-6, 19)
Discurso de la llanura (6, 20-49)
Distanciamiento incipiente de Israel (7, 1-50)
Evangelización mediante palabras y hechos (8, 1-56)
La revelación de Jesús a sus discípulos (9, 1-50)
3. El gran viaje (9, 51-19, 27)
Discipulado y misión (9, 51-13, 21)
La salvación de lo perdido (13, 22-17, 10)
4. Jesús en Jerusalén, pasión y muerte (19, 28-24, 53)
Actividad de Jesús en Jerusalén (19, 28-21, 38)
Pasión y muerte de Jesús (22, 1-23, 56)
La jornada pascual (24, 1-53)
La estructura o división propuesta no es la única posible. Lo más frecuente es presentar
el evangelio de Lucas dividido en ocho puntos: el prólogo (1, 1-4); el evangelio de la
infancia (1, 5-2, 52); preparación del ministerio público de Jesús (3, 1-4, 13); ministerio
de Jesús en Galilea (4, 14-9, 50); el viaje a Jerusalén, como «éxodo» de Jesús (9, 51-19,
27); ministerio de Jesús en Jerusalén (19, 28-21, 38); relatos de la pasión (22, 1-23,
56a); relatos de la resurrección (23, 56b-24,53).
Son posible otras divisiones. Lo cual indica que el principio que ha tenido delante Lucas
para estructurar su materia no está suficientemente clarificado. Hemos optado por la
estructura o división propuesta, porque creemos que demuestra mayor coherencia y
consistencia en los grandes bloques que hemos distinguido; en ella se pone de manifies-
to que no se trata de una simple secesión de episodios o acontecimientos; existe una
dialéctica interna entre ellos y consideramos que la división propuesta lo pone más de
relieve.
Nuevo Testamento 41
CAPITULO II: CONTENIDO DEL EVANGELIO
PROLOGO
En el prólogo de su obra (1, 1-4), Lucas nos ha dejado constancia de las razones que
justifican y de los motivos que la impulsan.
a) Pretende ofrecer un relato de «los acontecimientos ocurridos entre nosotros».La frase se refiere a la vida, muerte y resurrección de Cristo. Dichos acontecimien-
tos no son simple historia pasada: siguen operantes en el vida de las comunidades
cristianas y son los acontecimientos fundantes de la misma comunidad cristiana, o
la comunidad cristiana es fruto de los mismos. Lucas no inventa, sino que describe
el suelo histórico sobre el que se construye con absoluta seguridad la comunidad
cristiana de su tiempo. La vitalidad y certeza de esta base se hallan demostradas
por los frutos producidos: muchas gentes no han tenido acceso a dichos sucesos
y, sin embargo, viven de ellos y su vida se halla determinada por ellos. Entre
dichas personas se halla el mismo Lucas. Su seguridad es la seguridad de la co-
munidad, no simplemente la seguridad de una persona. Lucas presta su pluma y
su boca a la comunidad cristiana, que escribe y habla en él y por él.
b) La historia no se escribe de una vez para siempre. Y menos la historia cristiana.
Junto al intento de «muchos», Lucas quiere ofrecer su propia visión e interpreta-
ción de los acontecimientos. Entre los «muchos» que Lucas conoce y utiliza está,
por supuesto, el evangelio de Marcos, la fuente y otras menos identificables, pero
que Lucas ha tenido delante. El ha llevado a cabo una información e investigación
tan seria como la requerida por la importancia de los hechos que pretende narrar.
c) Lucas escribe como historiador: tiene delante la presentación hecha por aquellos
que, antes de él, tuvieron análoga finalidad. Pero no quiere ser simplemente repe-
tidor: su esfuerzo va ordenado a la investigación de la totalidad (así lo demuestra
su materia específica, el evangelio de la infancia...) y a la presentación de los
hechos de su propia interpretación.
d) Como «historiador», al estilo de la época, Lucas pretende narrar las cosas «orde-
nadamente». ¿Qué significa este orden? Varias cosas: sigue el orden de sus fuen-
tes (Mc y Q); descubre los grandes períodos de la historia de la salvación desde la
dialéctica de la «promesa-cumplimiento»; desvela el plan unitario de Dios en la
historia de la salvación; la certeza del cumplimiento de los que ya se ha realizado
se convierte en argumento de la seguridad de lo anunciado. ¿Llega, en el orden
mencionado, a referirse a los acontecimientos que narrará en su segunda obra, el
libro de los Hechos? Al menos, como probabilidad, no debe descartarse.
42 Nuevo Testamento
e) Lucas escribe como creyente. Y, como tal, se apoya en los «testigos oculares y
ministros de la palabra» (es una razón interna de credibilidad). Ellos vivieron en
comunión personal con Jesús y de ella deriva su testimonio, que es fidedigno. Al
aducir a los testigos inmediatos Lucas alude, muy probablemente, al favor jurídico
de dichos testigos. Y como su testimonio es la base de los escritos de otros «mu-
chos», Lucas coloca su evangelio junto a los otros evangelios que ya circulaban
por las comunidades cristinas.
f) La credibilidad de lo narrado, que pretende suscitar la confianza de los lectores, se
apoya en que Lucas ha coleccionado y valorado todo el material que le ofrecían
sus fuentes fidedignas; como historiador de la vida de Jesús se apoya sobre base
segura; su información merece credibilidad porque, aunque no ha participado per-
sonalmente en los sucesos que narra, ha recibido su información de aquellos tes-
tigos inmediatos.
g) La dedicatoria, tanto del evangelio como de los Hechos, sirve, al menos, para
garantizar la difusión de la obra. Según la costumbre griega la obra es dedicada a
un mecenas, colocándola así bajo su protección. Muy probablemente el ilustre
Teófilo conoce ya las «palabras» (es el vocablo que utiliza el texto griego) o ense-
ñanzas sobre Jesús. La obra debe afianzar a este cristiano en su fe, ya que el
cristianismo es una realidad cuya característica última y más profunda es su segu-
ridad o la certeza interna y externa. Probablemente Teófilo es también una persona
representativa de los cristianos a los que va destinado el evangelio de Lucas. A
ellos, en la persona de Teófilo, se les intenta asegurar la confianza en la doctrina
cristiana frente a las desviaciones doctrinales de que ya entonces estaba siendo
objeto.
PREHISTORIA
1. EL EVANGELIO DE LA INFANCIA (1, 5-2, 52)
Como punto de partida para su estudio debe tenerse en cuenta que no formó parte ni del
Kerigma ni de la catequesis primitiva; fue incluso posible escribir el evangelio sin contar
con los relatos de la infancia (así lo demuestran los evangelios de Mc y de Jn). En los
discursos del libro de los Hechos, que recogen el kerigma original un tanto ampliado,
tampoco se hace referencia a ellos. El evangelio de la infancia representa muy probable-
mente la última reflexión cristiana sobre el hecho de Jesús , en el orden siguiente: pasión
- muerte y resurrección, ministerio público, evangelio de la infancia. Esto nos lleva a una
conclusión muy importante: se trata de relatos muy «teologizados» en los que, mucho
más importante que la historia es la teología o la confesión cristiana de la fe. Exponemos
a continuación los episodios más importantes.
Nuevo Testamento 43
a) Historia de dos infancias
Lucas presenta el evangelio de la infancia mediante dos dípticos, cada uno de los
cuales va seguido de un episodio. La presencia de Jesús en el templo, a la edad de
doce años, pudo ser pensada como transición o puente entre el relato de la infan-
cia y el resto del evangelio.
Anuncio de Juan (1, 5-25) - Anuncio de Jesús (1, 26-38)
Visita de María a Isabel (1, 39-56)
Nacimiento de Juan (1, 59-80) - Nacimiento de Jesús (2, 1-21)
Presentación de Jesús en el templo (2,22-40)
Subida de Jesús al templo (2, 41-52)
Lo más importante en Lc. 1-2 es la teología: el Bautista es el precursor de Jesús el
paralelismo de las dos figuras, es un paralelismo de superación. La utilización «implí-
cita» de la Escritura es suficientemente clara en orden a subrayar que los acontecimien-
tos narrados reflejan el cumplimiento de lo anunciado: 1, 26-38 está escrito a la luz de
Is 7, 14; 2 Sam 7 y 2, 1-20 a la luz de Miq 5, 2. Por tanto, estamos ante los acontecimien-
tos «escatológicos»
El origen de Jesús está en Dios. Jesús es el Hijo de Dios (1, 32.35; 2, 49) y lo es desde
el inicio mismo de su existencia, no desde el momento del bautismo (3, 22). En conse-
cuencia debe excluirse de la obra de Lucas cualquier tipo de adopcionismo. Jesús es
«Grande» (1, 32), «Salvador» (2, 11; 1, 69-77; 2, 30), «Señor» (1, 43.76; 2,11).
En cuanto al género literario, habrá que enmarcar estos relatos entre las historias
«confesionales», fuertemente influenciadas por la fe cristiana a cuyo servicio se pone el
talento creador de sus autores. No se les haría justicia catalogándolos entre la leyenda.
Ni siquiera como Midrash, que es una actualización de la Escritura. Se hallarían más
próximos a la Haggada judía, de tipo homilético con proyección de la Escritura a la vida.
Nuestros relatos tuvieron un proceso de formación. Cada una de las historias se narra-
ba independientemente de la otra. Fueron escritas a modo de perícopas o unidades
literarias completas y autónomas, por ejemplo, 1, 5-25, 1, 57-66, 1, 67-69, 2, 26-38,
fueron relatos sin conexión entre sí. La conexión actual fue hecha por alguien extrema-
damente respetuosa con la Ley, con el templo y con el sacerdocio; alguien alejado de un
mesianismo egoísta o nacionalista; alguien que conocía muy bien el movimiento del
Bautista, al que probablemente perteneció antes de entrar en el movimiento cristiano (no
se descubre la más mínima polémica contra movimiento del Bautista, lo cual podemos
constatar en el evangelio de Juan). Se trataría de un Gedeón-cristiano que escribió an-
tes del año 70 para lectores no judíos. Lucas utilizó su escrito sin necesidad de introducir
en él grandes cambios.
44 Nuevo Testamento
En cuanto a los relatos de anuncio o de anunciación debe recordarse el patrón
ya existente en el Antiguo Testamento: el del nacimiento de Isaac (Gen 17-18); el
de su misión de libertador a Moisés (Ex 3-4); el de su misión de libertador de
Gedeón (Ju 6); el del nacimiento de Sansón (Jue 13). En dicho patrón aparecen
varios elementos comunes a todos ellos: condición de los personajes (son perso-
nas gratas a Dios); aparición angélica o intervención de Dios; asombro-turbación
del destinatario del anuncio; comunicación del mensaje mediante un signo; ejecu-
ción del signo y realización del anuncio.
Esto nos hace pensar en un género literario imitativo; parece reflejar un cliché
conforme al cual han sido descritas nuestras anunciaciones. Lo cual podría hacer
sospechar un fondo histórico que se nos da envuelto en un ropaje literario para
poner más de relieve el mensaje teológico. Cuando es anunciado algún aconteci-
miento que ocurría en el futuro se nos está diciendo que «Dios está en acción».
b) La concepción virginal
Cuestión espinosa y compleja. No olvidemos, al abordarla, lo dicho a propósito del
género literario de los relatos de la infancia: son historias confesionales. El enfo-
que objetivo del problema, o del misterio, debe tener en cuenta lo siguiente:
En el relato tenemos dos afirmaciones: una principal, cuyo centro de gravedad es
la filiación divinas de Jesús. Jesús es el Hijo de Dios. Dios encontró en María el
lugar adecuado para enraizar a su Hijo en la naturaleza humana. La otra es fun-cional: la concepción virginal, sin concurso de varón, está en función o al servicio
de la afirmación principal: Jesús, incluso por el modo de su concepción, es el Hijo
de Dios y el Mesías. Jesús no está simplemente «lleno» del Espíritu Santo, como
Juan (1, 15), sino que debe su misma existencia al Espíritu de Dios (1, 35).
Las concepciones «virginales» aducidas para explicar el relato de Lucas como una
fantasía aplicada a muchos hombres grandes de la antigüedad: Sargón (primer rey
akádico, hacia el 2600 a. de C.), los reyes egipcios, Buda, Augusto, (la leyenda del
«expósito») están fuera de lugar. Los paralelos aducidos no demuestran depen-
dencia literaria alguna del relato de Lucas de otros posibles textos. Más aún, es
altamente improbable que en los evangelios de la infancia haya motivos literarios
importados de literaturas ajenas al mundo hebreo.
El fundamento o punto de partida razonable de nuestro relato lo tenemos en el Sal
2, 7: «Tu eres mi hijo, hoy te he engendrado», y en otros textos bíblicos como Is 7,
14; 2 Sam 7..., aunque no hayan sido citados explícitamente. La generación divina
hace a Jesús Hijo de Dios y Mesías. los casos «similares» aducidos pudieron ha-
ber sido utilizados, al menos alguno de ellos, por los cristianos helenistas como
Nuevo Testamento 45
punto de referencia que pudiera hacer más comprensible el misterio del nacimien-
to de Jesús. Si Dios pudo crear de la nada, puede seguir creando de la nada.
c) Los himnos
Ni María ni Zacarías han podido improvisar himnos tan teológicos y poéticos. Han
sido puestos en sus labios como expresión de la respuesta adecuada del hombre
ante la acción de Dios.
El Magníficat (1, 46ss) y el Benedictus (1, 68ss), tanto por la forma como por el
contenido, parecen himnos procedentes de un judaísmo en el que la Escritura era
una realidad viva: su autor es un gran conocedor del A. T. al que utiliza, no sólo
cuando lo cita expresamente, sino también cuando expone sus propios pensa-
mientos.
Estos himnos fueron «cristianizados», añadiéndoles algunos detalles: el cumpli-
miento de lo esperado en María y su exclamación de gratitud por lo que Dios había
hecho en ella y, a través de ella, en Israel. Por lo que se refiere al Benedictus, se
inserta en él una profecía sobre la misión del Bautizado como precursor del Señor.
La unión y fusión de los relatos sobre el Bautista y los relativos a Jesús constituyó
otro elemento de cristianización: el conjunto exige que los himnos sean leídos
cristianamente. Esta tarea la encontró Lucas y a hecha, aunque él pudo perfeccio-
narla mediante su tarea redaccional.
d) El censo de Quirino
Lucas (1, 5) y también Mateo (2, 1) presuponen el nacimiento de Jesús en tiempos
del rey Herodes. El año exacto lo desconocemos. La datación de Lucas (2, 1),
haciéndolo coincidir con el censo o empadronamiento ordenado por Augusto y
realizado por su legado en Siria, Quirino, ofrece no pequeñas dificultades desde el
punto de vista histórico. No obstante no es imposible, aunque sea poco probable,
qu el censo mencionado por Lucas haya tenido lugar el año 7 en Siria (a la que
pertenecía también Palestina), ya que no se realizó en todas partes el mismo año.
Las noticias de Egipto confirman algunos aspectos del relato lucano, por ejemplo,
que debían acudir al lugar de origen con su mujer...Recuérdese que, según los
cálculos astronómicos de Kleper, tomando como punto de partida a Mateo (2, 1ss),
el nacimiento de Jesús tuvo lugar el año 7. La dificultad mayor es que el año 7 a. de
C. Quirino ya no era legado de Roma ¿Pudo haber sido enviado como legado
extraordinario para el censo?
46 Nuevo Testamento
e) Los ángeles
En los evangelios de la infancia tanto en Lucas como en Mateo, los ángeles juegan
un papel importante. ¿Puede el hombre «moderno» aceptar, sin mas, estas histo-
rias en las que intervienen los ángeles? Notemos:
Si aceptamos la existencia de Dios, no debería ser más difícil contar con la existen-
cia de «otros seres» que pertenecen a «ese mundo»; desde el pensamiento de la
creación no es absurdo pensar en la posible existencia de seres intermedios entre
Dios y el hombre; desde el pensamiento de la creación no puede excluirse la exis-
tencia de fuerzas o poderes que ejecutan el plan de Dios sobre la creación.
Lo que acabamos de decir puede no interesar. Lo importante, desde el punto de
vista bíblico, es lo siguiente:¿en qué se conoce a los ángeles? Los relatos en que
aparecen renuncian a su descripción; insisten únicamente en lo que dicen o en lo
que hacen, su figura desaparece tras de su misión. Su mención e intervenciones
son siempre flechas indicadoras del mundo de lo divino y de la revelación que se
comunica a los hombres.
f) La gran expectación
Al leer los relatos de la infancia, en particular los de Lucas, recibimos la impresión
de estar ante una serie de «arreglos» o pinceladas para que destaque más el
centro del cuadro. Entre esas «pinceladas» habría que destacar la conducta de los
pastores (2, 15ss), la expectación de Simeón (2, 25ss), de la profetisa Ana (2,
36ss), la reacción de José que recibe al hijo de María como suyo. ¿Es esto verosí-
mil? Las constataciones siguientes no pretenden demostrar la historicidad estricta
de los datos mencionados. Intentan descubrir el contexto histórico en el que sur-
gieron y desde el que adquieren verosimilutid y fiabilidad.
Todo el mundo vivía en actitud expectante. Así lo demuestra, fuera del mundo
judío, la cuarta égloga del poeta romano Virgilio. El año 66 después de Cristo fue a
Roma Tirídates, rey de los partos para rendir homenaje a Nerón y lo justificó desde
las estrellas, que le habían revelado que en occidente había aparecido el rey sal-
vador.
En el judaísmo esta expectación tuvo su origen en los cálculos y especulaciones,
así como en la interpretación de las profecías antiguas. Esta expectación existía
entre las gentes de Qumrán, excitada el año 63 a. de C., por la conquista de Jeru-
salén por Pompeyo. La genealogía de Lucas (3, 2ss), organizada en torno al nú-
mero 7 (21 nombres desde Adán hasta Abraham, es decir, 3 x 7; 14 nombres des-
de Isaac hasta David, 2 x 7; 21 nombres desde Natán a Salatiel, 3 x 7; 21 nombres
Nuevo Testamento 47
desde Zorobabel a Jesús, 3 x 7. Esto indica los cálculos que se hacían pensando
en la llegada de lo esperado. Sabemos que Herodes, en los últimos años de su
vida, fue presa de una angustia mortal ante el pensamiento de la proximidad del
Mesías.
Esta expectación se halla reflejada en el evangelio. De ahí que Lucas más que
ningún otro evangelio se halle bajo la impresión del «hoy» se ha cumplido (2, 11;
4,21; 19, 9; 23, 43).
g) Independencia de Lucas y Mateo
Ambos coinciden en una serie de afirmaciones: nacimiento virginal, paternidad
legal de José, nacimiento de Jesús en Belén, establecimiento en Nazareth, ofreci-
miento de una genealogía... Existen, sin embargo, profundas diferencias entre
ellos: selección de episodios diversos; orientación distinta: Mateo orienta sus con-
juntos hacia José, Lucas hacia María; para Mateo Jesús es el Mesías, para Lucas
es el Hijo de Dios; Mateo cita explícitamente el A.T. (las citas «reflejas»), Lucas
influenciado profundamente por el A. T., no presenta citas explícitas; deferencias
profundas en la misma genealogía: la de Mateo es descendente y comienza con
Abraham, en Lucas es ascendente y llega hasta Adán.
Estas y otras diferencias, tanto a nivel literario como el contenido, hacen pensar en
la independencia de Mateo y Lucas en la elaboración que hicieron del material que
encontraron en sus fuentes de información.
2. EL BAUTISTA Y EL BAUTISMO DE JESUS (3, 1-22)
De una forma u otra los cuatro evangelios relacionan el comienzo del ministerio de
Jesús con el Bautista. Todos coinciden en presentar al Bautista como el precursor
de Jesús. Sin embargo, cada uno destaca un aspecto particular. Lo específico de
la presentación que nos hace Lucas es lo siguiente:
a) El Bautista es «más que un profeta» (7, 26-28), porque es «grande ante el Señor»,
«está lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre « (1, 15), es «profeta
del Altísimo» (1, 76) y preparador inmediato del tiempo de la salud (1, 17).
b) Lucas se ha propuesto una narración «ordenada» de los acontecimientos origina-
les (1, 1-4), por eso comienza con el Bautista: el Precursor simboliza toda la fase
histórica previa, que estaba ordenada a su culminación en Jesús. Según esto, la
historia de Jesús no es simplemente un episodio importante y significativo; es el
centro de la historia; la única y verdadera historia planeada por Dios. De ahí el
intento de Lucas de establecer una conexión con la historia universal (1, 5; 2,15;
48 Nuevo Testamento
3,1). Este aspecto lo acentúa Lucas considerando expresamente al Bautista for-
mando parte del plan de Dios, de la historia de la salvación, ya desde su concep-
ción y nacimiento. La historia de Jesús, según Lucas, comienza con la historia del
Bautista.
c) El Bautista es un predicador «penitencial», que prepara al Señor un pueblo bien
dispuesto (1, 6s). Se alegra de la venida del Mesías cuando aún está en el seno
materno (1,44); no es constituido en «profeta» del año 15 del emperador Tiberio -
porque lo era desde su nacimiento- sino que ese año es llamado a cumplir su
misión (1,80); no es sólo profeta que anuncia el juicio (3, 7ss), sino mensajero del
evangelio (3, 18); su anuncio cristológico lo pone de relieve al final de su predica-
ción «penitencial» (3, 16-18).
Este «final» es el más importante. Así lo acentúa su función de predicador itenerante
(3, 3) frente a la cual aparece como secundaria la de «bautizante» (3, 7).
d) A pesar de su unión con Jesús. Lucas acentúa la separación entre ambos (16, 16):
la historia de Jesús, su ministerio, no comienza hasta que no ha terminado la
misión del Bautista (3, 19s). Incluso omite su nombre al hablar del bautismo de
Jesús (lo mismo hace el cuarto evangelio). Es decir, a pesar de la unión entre
ambas figuras, representan dos tiempos distintos: el del anuncio (el Bautista) y
el del cumplimiento (el de Jesús). Así lo acentúa el bautismo de Jesús, en el que se
abre el cielo (sólo así podía Dios acercarse al hombre, teniendo en cuenta la anti-
gua concepción del mundo), baja el Espíritu (el signo más claro de los tiempos
mesiánicos), llega de forma visible al mundo de los hombres (ahí tiene su explica-
ción la paloma, ave pacífica, divina en algunas mitologías, que con su vuelo pre-
tende subrayar la superación de la distancia entre Dios y el hombre (de ahí la voz
del cielo).
3. LAS TENTACIONES DE JESUS (4, 1-13)
En este episodio -escenificación de las tentaciones de Jesús mediante el recurso a
elementos procedentes del A. T.- Lucas sigue el esquema fundamental ofrecido
por Marcos (la acción del Espíritu, el desierto, los cuarenta días de ayuno, el
hambre y la tentación del diablo) y también el informe de Q (que le ofrecía las tres
tentaciones concretas, como sabemos por la comparación con Mateo). Caracterís-
ticas del relato lucano:
a) Inversión de la segunda y de la tercera tentación (comparar con Mt 4, 4ss).¿Hay
alguna explicación razonable para esta inversión? No nos satisface la solución que
tiene en cuenta la preferencia de Lucas por el Templo; ésta sería la razón de haber
colocado el último lugar la tentación del «pináculo del templo». Si fuese válida esta
Nuevo Testamento 49
razón debería hacerla colocado la primera. Parece más justificado pensar que Lucasofrece el relato de las tentaciones de Jesús como una amonestación para susdiscípulos y para la Iglesia. Las tres tentaciones se corresponden con las tres pri-meras peticiones del Padrenuestro, pero de tal modo que estas tres peticionesaparecen en forma inversa: frente a la primera tentación, la tercera petición, «da-nos cada día nuestro pan cotidiano»; frente a la segunda tentación, la segundapetición, «venga tu reino»; frente a la tercera tentación la primera petición, «santi-ficado sea tu Nombre» (11, 2s).
El relato de las tentaciones y el Padrenuestro tendrían el mismo denominador co-mún: acentuar el constante peligro en que viven los discípulos a los que «ronda»Satanás.
b) La historia de las tentaciones es utilizada por Lucas como réplica a una falsainteligencia de la filiación divina de Jesús. Tiene como punto de referencia a 2, 49;3, 22.38 y anuncia de forma programática la victoria de Jesús, el «Hijo querido»,sobre el poder de las tinieblas. Esta victoria se logró de forma definitiva en la pa-sión mediante la plena obediencia a la voluntad del Padre. Por eso en nuestrorelato se dice que «el diablo se alejó de él hasta el tiempo oportuno» (3, 13, eltiempo de la pasión).
c) La condenación de un mesianismo político no se halla contemplada directamenteen el episodio.
La única interpretación adecuada es la cristología, como se deduce del contextoinmediatamente anterior. Y ésta consiste en la afirmación siguiente: Jesús quierecumplir su misión (2,11) ante Dios y para su gloria (2Sam 7, 12ss), es decir, encuanto Hijo de Dios será el Mesías y no en cuanto Mesías ser el Hijo de Dios. Estadecisión incluye el camino de la cruz e, indirectamente, condena el mesianismopolítico.
1. INAUGURACION DEL MINISTERIO EN GALILEA (1, 14-44)
1.1. EL DISCURSO INAUGURAL (4, 16-30)
Como todo discurso inaugural, éste es verdaderamente programático. Y por serambas cosas, inaugural y programático, es colocado al principio, aunque, históri-camente hablado, la escena debería tener lugar más tarde, en un tiempo en el quela actividad de Jesús fuese ya conocida. Por su situación en el evangelio y por sucontenido tiene una finalidad triple:
a) Poner de relieve la comprensión de Jesús sobre su propia vida y actuación. Su
misión es anunciar la salvación de Dios, que es ya una realidad presente en él.
50 Nuevo Testamento
b) Ofrecer el concepto que tenía Jesús sobre la fe. Para Jesús, creer no es tener
algo por verdadero o juzgar esto desde unos argumentos que demuestren su vera-
cidad (apoyándose en los milagros), sino confianza incondicional en Dios, sin re-
servas de ninguna clase (1, 20.38.45). Es evidente que Dios cumplirá sus prome-
sas y su palabra, pero es igualmente evidente que Dios cumplirá sus promesas y
su palabra, pero es igualmente evidente que el hombre no puede tener la petulan-
cia de alegar derechos ante Dios.
c) Señalar lo que Jesús puede esperar de su pueblo. El evangelio es rechazado
porque es presentado por el hijo de José... (Jn 1, 46; 7, 41; Mc 6, 1ss). Sus compa-
triotas rechazan el camino de Dios porque Dios no ha entrado por su propio cami-
no. Jesús, rechazado por su pueblo, abrirá el evangelio a los gentiles.
1.2 LA PALABRA Y LOS MILAGROS (4, 31-44)
a) La impresión causada por la enseñanza de Jesús con autoridad (4, 31s) nos la
ofrece Lucas de forma absoluta, no en comparación con la de los escribas (Mc 1,
22; Mt 7, 28s)
De esta forma Lucas pone de manifiesto la autoridad o poder de la palabra de
Jesús, considerada en sí misma. Es palabra liberadora, como lo demostrará en los
relatos narrados a continuación. Por otra parte, la amenaza más grave de la Iglesia
que tiene Lucas delante de los ojos no procede de los escribas o del rabinismo en
general, sino del «mundo» las riquezas, que pueden esclavizar al hombre (ver en
la perspectiva teológica lo relativo a «Pobreza y Riqueza»). De esta forma afirma
Lucas la capacidad de liberación que tiene la palabra de Jesús frente a cualquier
tipo de esclavitud.
b) Los milagros de Jesús son otra forma de predicación junto a la palabra. Debemos
notar que Jesús nunca los hace en beneficio personal; siempre se hallan en rela-
ción con su misión (5, 17ss. 24). La pregunta de Jesús a los escribas y fariseos (5,
23) demuestra la distinta consideración de los milagros que él y ellos tenían: Jesús
actúa con poder, con el poder de Dios; ellos discuten sobre el poder, se fijan en
lo maravilloso y sensacionalista.
Los milagros de Jesús son una demostración de su poder en orden a la vida eterna
(Jn 17, 2) o en orden a la salud; son testimonio de la presencia del Reino en Jesús
(Act 2, 22; 10, 38). Este aspecto, que es el esencial de los milagros de Jesús, se
acentúa de múltiples maneras: se habla de la relación entre el milagro y la fe y la
salud, «tu fe te ha salvado»; se menciona el perdón de los pecados; presentan a
Jesús a través de del cual Dios manifiesta su gloria o, simplemente, se manifiesta
(5, 25s; 7, 16; 13, 13); a; disponer de la enfermedad, e incluso de la muerte, se
Nuevo Testamento 51
sitúan en la línea del reconocimiento de Dios creador. Se acentúa de este modoque Dios quiere al hombre para sí en su integridad: no solo en cuanto al alma, sinotambién en cuanto al cuerpo. Precisamente por eso los milagros de Jesús sonconstitutivos del evangelio y totalmente necesarios para la presentación de la ade-cuada figura de Jesús.
Los milagros hechos a distancia pretenden demostrar lo que es Jesús y lo queocurre con él: con él ha irrumpido en nuestro mundo el Reino de Dios y los poderesantidivinos han perdido sus ilimitados poderes.
c) La palabra de Jesús es milagro son palabra (4, 36). El que ha sido liberado deun poder alienante -llamado en el tiempo de Jesús «posesión diabólica»- confiesaa Jesús como el Santo de Dios ( 4, 33-37); se pone a su servicio (4, 38s; 8, 1-3) -lafiebre era considerada como una especie de posesión diabólica, producida poralgún poder maligno-; le confiesa como Hijo de Dios (4, 40s): Jesús «cura» a cuan-tos se acercan a él y les restituye las condiciones necesarias para la aceptación dela fe. Los títulos dados a Jesús «Santo de Dios», «Hijo de Dios», «Cristo» sonprácticamente sinónimos.
2. MINISTERIO ITINERANTE DE JESUS ENTRE EL PUEBLO (5, 1-19, 50)
2.1 ANTICIPACION DE LA ORGANIZACION ECLESIAL (5, 1-6, 19)
La actividad de Jesús descrita en esta sección ha sido elaborada y presentada por Lucascomo una anticipación de la organización eclesial posterior.
La llamada vocación de los discípulos nos la ofrece Lucas en el contexto de una pes-ca milagrosa ( 5, 1-11). Los otros dos sinópticos desconocen dicho milagro (Mc 1, 16-20; Mt 4, 18-22). Lucas ha compuesto su escena con elementos procedentes de losotros dos sinópticos y con la ayuda del relato sobre la pesca milagrosa. El interés no estáen el relato milagroso, sino en la vocación del primer discípulo, al que son añadidos losdel Zebedeo.
El relato esta dominado por el papel él polariza toda la escena. Así anticipa Lucas elpapel preponderante que tendrá Pedro después de la Pascua (Jn 21, 2; voy a pescar»,es el eco de esta palabra de Jesús, «desde ahora serás pescador de hombres» (Lc 5,10). Al contarnos algo ocurrido en la vida de Jesús, Lucas está pensando, al mismotiempo, en lo que sucedió en la Iglesia primitiva (libro de los Hechos).
Pedro, el primer llamado, en el contexto de una pesca milagrosa, será el primer misione-ro, el responsable último de la gran pesca (Jn 21, 1-14). El, como primer apóstol, debeseguir anunciando a los hombres la predicación de Jesús que encontrará amplia reso-
nancia -pesca abundantísima- gracias al poder transformante de la palabra de Dios.
52 Nuevo Testamento
El centro del interés no está en la relación de Jesús con la pesca milagrosa de Pedro,
sino en la relación de Pedro con Jesús, en cuya compañía es aceptado mediante la
obediencia de su fe. Ahí está el verdadero milagro.
La curación del leproso es un ejemplo, un botón de muestra, de la más amplia activi-
dad salvífica y liberadora de Jesús, que no podía ser recogida en todos sus detalles (vv.
15s). Esta acción de curación es un argumento y un signo de que, en Jesús, ha irrumpido
el tiempo de la salvación (7, 22ss, la curación de la lepra figura entre aquello que se
esperaba del Mesías). La presentación ante los sacerdotes está en la línea de la «de-
mostración» de lo ocurrido y, con ello, de la presencia del tiempo salvífico.
La curación del paralítico, coincidente con Marcos (2, 1-12), debe catalogarse entre los
apotegmas (historias cuyo centro de interés es la palabra de Jesús). En nuestro caso, el
centro de gravedad del relato lo tenemos en las afirmaciones siguientes: Jesús tiene
poder de perdonar los pecados (el milagro realizado está en función de esta verdad). En
el nivel de la palabra o de la simple afirmación, el perdón de los pecados es «más fácil»,
porque no se halla sometido a ninguna ocasión, se decidió a hacer «lo más difícil».
Amistad de Jesús con los pecadores (5, 27-32; Mc 2, 13-17). La vocación de Leví (así
es llamado por Marcos y Lucas; el primer evangelio le llama Mateo, 9, 9; posiblemente la
misma persona tenía dos nombres) demuestra la liberalidad de Jesús ante los
etiquetamientos de la época. Acepta en su compañía nada menos que un publicano.
Pero Lucas aprovecha la ocasión para destacar lo siguiente: la recepción y el banquete
dado a Jesús - al que se suman otros pecadores- son la respuesta a Leví a la llamada de
Jesús, una respuesta positiva, la expresión del seguimiento (ver 19, 1-10). El último
versículo pone de manifiesto el verdadero centro de interés del relato: la llamada de
Jesús a los pecadores y la consiguiente exigencia de conversión.
Nuevas confrontaciones. La comprensión de los tres incidentes o disputas, que enu-
mera Lucas a continuación, exige que el lector descubra en ellos dos niveles: en el
primero Jesús entra en discusión con los judíos de su tiempo; en el segundo, la confron-
tación tiene lugar entre la Iglesia y la Sinagoga, entre el cristianismo y el judaísmo.
- A propósito del ayuno (5, 33-39). Parece claro que los enemigos de Jesús pre-
tendían imponer sus prácticas devocionales, como la del ayuno, a sus discípulos.
Teniendo esta pretensión como punto de partida, Jesús afirma que, con su presen-
cia, ha comenzado un tiempo nuevo y, a tiempo nuevo, costumbres nuevas: él es
el esposo y, por tanto será absurdo ayunar mientras está presente. Ya ayunarán en
el tiempo de su ausencia (el «entonces» o «en aquel día» podría hacer referencia
a la práctica del ayuno el Viernes Santo como recuerdo de la muerte de Jesús.
Nuevo Testamento 53
La novedad aportada por Jesús no debe entenderse como «remiendo» de lo anti-
guo (1º parábola, v, 36); es una realidad totalmente nueva, que requieren nuevas
manifestaciones de vida y conducta (2º parábola, vv. 37s). ¿Por qué no es acepta-
da esta novedad? Lucas responde con la imagen del vino viejo -que, de suyo, es
mejor- utilizándola para explicar el rechazo: lo antiguo es mejor, nos quedamos
con el judaísmo, no aceptamos el cristianismo.
- Una trasgresión de las reglas sobre el descanso sabático (6, 1-5) se convierte
en una ocasión para afirmar el «señorío» único de Jesús. La conclusión lógica del
ejemplo aducido por Jesús hubiese sido la siguiente: «;o que hizo David puede
hacerlo cualquier otra persona». En lugar de esta conclusión, Jesús asume toda la
responsabilidad de la acción «ilícita» de los discípulos sencillamente porque son
sus discípulos y él es el Señor del sábado. El género del relato es un apotegma
(historia funcional, para enmarcar unas palabras que constituyen el centro de inte-
rés).
Ya en el judaísmo antes de Cristo el sábado se había convertido en el símbolo de
la paz, de la restauración y del bienestar de Israel y, como consecuencia, en uno
de los signos de los tiempos mesiánicos. La actitud de Jesús frente al sábado
demuestra que, en su misión, se dan las características del sábado prometido a
Israel. Las palabras de Jesús -en las que se aprueban también los cambios intro-
ducidos por los discípulos, por la Iglesia posterior en relación con las instituciones
judías- debían demostrar que se hallaban ante un nuevo orden de cosas, mucho
más importante que la misma Ley.
- En la curación en sábado (6, 6-11) es Jesús mismo el que se halla implicado
personalmente en el problema. Estamos ente otro apotegma, ya que el episodio se
narra en función de la discusión. Los rabinos concedían que, en sábado, se podía
curar cuando la vida del enfermo estaba en peligro. Pero éste no era el caso. ¿Qué
haría Jesús? Las palabras de Jesús demuestran en qué consiste la aparición de
los nuevo (5, 33-39): en la sustitución de la Ley como valor supremo por la realiza-
ción de la voluntad salvífica de Dios que se traduce en hacer el bien al hombre
necesitado de ayuda.
La elección de los Doce (6, 12-19). En la elaboración de este relato Lucas ha tenido
delante a Marcos (3, 7-12 y a Q; ver Mt 10, 1-4), pero ha dejado impresa muy profunda-
mente su huella personal, como lo demuestran los siguientes detalles: destaca la impor-
tancia del hecho acentuado que se abre una nueva sección («sucedió en aquellos días»,
ver 1,5; 2,1; Jesús sube al monte a orar y pasa la noche en oración: de esta forma
acentúa que la elección de los Doce es querida por Dios); la elección de los Doce está
provocada por la enemistad de los escribas y fariseos, que ya están tomando medidas
contra Jesús (6, 11); se pone de relieve la importancia del acto, ya que los apóstoles
54 Nuevo Testamento
serán los continuadores de la misión de Jesús cuando sus enemigos lo hayan eliminado
(Act 1,8); la escena habla de discípulos, apóstoles y gran muchedumbre del pueblo, con
lo cual Lucas prepara el público al que va a ser dirigido el discurso de la «llanura» (no el
sermón del «monte» como nos cuenta Mateo).
3.2 DISCURSO DE LA LLANURA (6, 20 -49)
El discurso de la llanura (6, 17) recoge las instrucciones fundamentales a los discípulos.
Lucas se sirve de la fuente Q, como lo demuestra la comparación con Mt 5-7. Hay una
diferencia entre ellos: Mateo ha traído a este lugar una serie de instrucciones que figura-
ban en la misma fuente Q, pero en otros lugares. Según su costumbre Mateo ha «siste-
matizado» el discurso. Lucas, por el contrario, ha observado el orden que encontró en Q.
En todo caso las diferencias que existen con el evangelio de Mateo obedecen no sólo a
la sistematización llevado a cabo por el primer evangelista; hay que contar también con
una fuente particular de Lucas que le ofrecía ya así este material procedente de Q. El
discurso comprende tres secciones y una conclusión.
Las «bienaventuranzas» y las «desdichas» (6, 20-26). Son presentadas en dos estrofas
de cuatro miembros cada una. Probablemente así figuraban en la fuente Q. Las tres
primeras forman una unidad; la cuarta (vv. 22s) tiene aspecto de ser una adición. En las
tres primeras resuena el eco de Isaías 61, 1-3. De este modo, Jesús es presentado como
mensajero de la salud, y la existencia cristiana es descrita como una realidad caracteri-
zada por la dificultad. La dicha anunciada a los pobres, a los hambrientos y a los lloran
no tiene su razón de ser en las carencias o dificultades en cuanto tales, sino en que son
discípulos de Jesús.
Las cuatro desdichas o «ayes» las encontró también Lucas en su fuente. Mateo las
suprimió porque quiso ofrecer un catálogo de virtudes, en el que no encajaban los «ayes».
La cuarta bienaventuranza y la desdicha correspondiente reflejan la situación de perse-
cución en que vive la comunidad cristiana, pero puede igualmente remontarse a Jesús,
ya que es muy verosímil que las dificultades e incluso persecuciones de los discípulos
fuesen anunciadas por el mismo Maestro. Correrán la suerte que él había sufrido.
El mandamiento del amor a los enemigos (6, 27-38). La enseñanza continúa en la
línea de la inversión de la jerarquía de valores según el cómputo humano. El amor a los
enemigos va directamente en contra del principio de la retribución interhumana. En la
inevitable comparación con Mateo (5, 38ss), Lucas, por un lado, sintetiza y, por otro
amplía. En cuanto al contenido no existe una diferencia importante entre ellos: en ambos
se destaca la exigencia del amor sin reservas ni limitaciones, impuesta por Jesús. La
peculiaridad de Lucas frente a Mateo (5, 39ss) consiste en presentar a Jesús como
modelo y como encarnación personal de su enseñanza. Un buen punto d e referencia
nos ofrece en este sentido en 23, 34.
Nuevo Testamento 55
Para la comprensión de la perícopa, ayuda tener en cuenta la escritura de la misma:
exigencia del amor al enemigo (v. 27b); concreción del mismo (vv. 27c-30); adición de la
regla de oro (v. 31). Una segunda estrofa rompe el principio de retribución practicado por
los pecadores» (vv. 32-334); el final (v. 35) reproduce la afirmación del principio (v. 27).
La conducta exigida a los discípulos está exigida por la que observa el Padre celestial (vv
36-38); el amor a los enemigos es misericordia e imitación de Dios. Desde la misericor-
dia de Dios debe ser superado el principio humano en la retribución interhumana; el
cristiano debe saber que el juicio se reserva a Dios. Juzgar a los demás significaría
conceder validez a la Ley o al derecho humano que, naturalmente, se volvería contra el
que lo considerase así. En los vv 37s debe notarse el «pasivo divino» equivalente a
nuestra forma impersonal: se supone que es Dios el sujeto: él juzgará, condenará, per-
donará, dará.
El discipulado se caracteriza por la obediencia (6, 39-46). Esta tercera sección se
halla en relación más estrecha con el «sermón del monte». Por otro parte son recogidas
aquí algunas frases que ofrece Mateo en contextos diferentes (v 39 =Mt 15, 14; v 40 =Mt
10, 24s; v 45 =Mt 12, 35). Esto demuestra que ambos discursos han sido construidos a
base de perícopas y de proverbios sueltos, procedentes de la misma fuente Q, y organi-
zados según el plan peculiar de cada evangelista.
Teniendo como punto de partida una parábola antigua, Jesús niega al que no ve, el
derecho de guiar a los ciegos (v 39). Es una llamada a la responsabilidad de los dirigen-
tes de la comunidad, que deben actuar confirma al modelo del Maestro: los discípulos no
tienen derecho a ordenar la vida de nadie si previamente no han ordenado la suya (vv
41s).
Lucas aplica a los discípulos la parábola del árbol y el fruto que, originariamente, fue
utilizada por Jesús en laa discusión con sus adversarios (Mt 7, 15ss). El discernimiento
del verdadero discípulo frente a los falsos profetas está en las obras (vv 43s). El discípu-
lo de Jesús no debe actuar porque quiere y puede, sino porque es discípulo. Esto au-
menta su responsabilidad hasta extremos insospechados. Lo más grave de todo es que
el discípulo convierta su discipulado en mentira. Esto ocurre cuando anuncia a los otros
la voluntas de Jesús y él no la cumple. Entonces cae en contradicción consigo mismo y
con aquel al que llama Señor. Un discípulo desobediente es un discípulo infructuoso,
mentiroso, ineficaz y estéril (v 46).
La parábola conclusiva (6, 47-49) acentúa el criterio del discernimiento del verdadero
y del falso discípulo de Jesús: la confesión de Cristo como Señor (v 46) responderá a
verdad si se traduce en la conducta adecuada, en la obediencia requerida. Quien actúa
así construye su vida sobre cimiento sólido; lo contrario es edificar sobre arena.
56 Nuevo Testamento
2.3 DISTANCIAMIENTO INCIPIENTE DE ISRAEL (7, 1-50)
Esta sección del evangelio refleja la preocupación seria de toda obra lucana en la que sedestaca la acción salvadora de Dios en su pueblo (7, 16), la reacción negativa personifi-cada en sus dirigentes (7, 39. 44ss) y la preparación de un nuevo pueblo al que sonllamados también los extranjeros (7, 36-50) y todo el pueblo, incluidos los publicas (7,29).
El centurión de Cafarnaúm (7, 1-10). El relato procede de la fuente Q (Mt 8, 5-13).Tanto Mateo como Lucas lo colocan inmediatamente después del discurso del monte ode la llanura respectivamente. Lucas, entre sus matizaciones, añade los mediadores enla petición dirigida a Jesús (vv 3-5). Mateo y el relato paralelo de Jn (4, 46-54) descono-cen tal mediación. Este silencio hace pensar que ha sido Lucas el responsable de laadición. En el relato de Lucas destacan los pensamientos siguientes: la apertura delevangelio de los paganos, cuya de supera a la de Israel (v)); la buena acogida de lospaganos en la Iglesia, por una buena parte de los judíos (vv 3-6: recomendación quehacen a Jesús en el asunto de un pagano); la concesión de la gracia pedida sobre labase de la fe requerida, no sobre la base de la recomendación; la auténtica confesiónde fe cristiana, representada por el centurión al dirigirse a Jesús con el título de «Señor»y el consiguiente reconocimiento de la propia humildad e indignidad.
La resurrección de un joven en Naín (7, 11-17). El relato pertenece a las fuentespeculiares de Lucas, no a la fuente Q, y constituye, junto con la historia precedente, larespuesta adecuada a la pregunta que formula inmediatamente después el Bautista.
El relato tiene sus ecos más remotos en el A. T. (1 Re 17, 17, 17-24: 2Re 4, 18-37: Elíasy Eliseo), pero no es una «imitación» de lo narrado allí. Los rasgos comunes procedende la forma habitual, ya establecida, de narrar esta clase de milagros. Por otra parte, laforma «imperativa» con que Jesús habla y actúa y supera con mucho el recurso a laoración para que el milagro pueda producirse, como ocurre en los casos mencionadosde Elías y Eliseo.
Los datos a tener en cuenta para su comprensión son los siguientes: se trata de unmilagro histórico - salvífico, es decir, de uno de los milagros que el pueblo esperaba-porque así había sido anunciado, Dn 12, 2; Is 26, 19- para cuando la historia de lasalvación hubiese llegado a su punto culminante (7, 22); demuestra que, con Jesús y enél, han llegado los tiempos mesiánicos, él es el Señor (v 13); la superación de la muertees signo evidente de que él es el Mesías; además de Mesías, Jesús es el «profeta» (7,16); ver Deut 11118, 15, 18; Act3, 22ss); con su presencia Dios ha visitado» a su pueblo(7, 16; 1, 68. 70).
En torno al Bautista (7, 118-35). Esta larga unidad literaria comprende tres partes, cuyo
contenido intentaremos aclarar por separado. Notemos, antes de hacerlo, que se en-
Nuevo Testamento 57
cuentran en el mismo orden en Mateo, lo cual indica que ambos dependen de la fuenteQ, que es común a ambos.
Pregunta de Juan y respuesta de Jesús (7, 18-23). El Bautista envía «dos» discípulos.Probablemente se está haciendo referencia a la necesidad de, al menos, dos testigospara la validez de un testimonio oficial. Son enviados al «Señor». A partir de 7, 13 Lucasdesigna constantemente con este título a Jesús, aunque no siempre tenga el mismosignificado.
Lo importante es la pregunta y la respuesta. En la primera «el que viene» designa unafigura escatológica, de los tiempos últimos: el «juez» escatológico (Mt 3, 11), el «profe-ta» (Jn 6, 14). La exclamación de la gente con motivo de la entrada en Jerusalén dice lomismo. En la respuesta Jesús se refiere a los hechos de su ministerio: ellos demuestranla presencia de los bienes mesiánicos prometidos (Is 29, 18; 335, 5s). La conclusión, portanto, debía se clara.
El testimonio de Jesús sobre Juan (7, 24-28). El bautista es presentado por Jesúscomo un profeta e incluso como más que un profeta. Lo hace con la ayuda de dos textosdel A. T. (Ex 23, 10; Mal 3, 1). Y una vez constatada su categoría profética única, afirmaJesús que Juan pertenece a la antigua alianza (16, 16). Por eso es inferior a cualquiermiembro perteneciente a la nueva era de la salud: no por razones personales sino comoconsecuencia de la época en que viven: el Nuevo Testamento es superior al Antiguo.
Parábola de los niños caprichosos (7, 29-35). Se establece una clara distinción entreel pueblo y los publicanos, por un lado, y los fariseos y escribas, por otro.
Los primeros reconocieron el bautismo de Juan y entraron en el plan de Dios. Los segun-dos rechazaron ambas cosas. Paralelamente ha ocurrido lo mismo con Jesús. Han ac-tuado como niños caprichosos, que no se ponen de acuerdo a la hora de elegir losjuegos de su diversión.
La gran pecadora perdonada (7, 36-50). Este caso concreto demuestra que el juicioemitido por Jesús sobre su pueblo (7, 31ss) es verdadero: los pecadores reciben lagracia de Dios, mientras que aquellos que se creen justos se auto-excluyen.
Del mismo evangelio de Lucas se deduce que Jesús era invitado frecuentemente por losfariseos (11, 37; 14, 1). Para ellos era un honor recibir en sus casas a un Maestro opredicador itinerante de fama. Para Jesús era una oportunidad de demostrar su respetohacia las prácticas devocionales existentes, aunque, en su momento, las criticaría comoinsuficientes (15, 24ss).
Se contrapone intencionadamente la reserva del fariseo frente a Jesús (por supuesto
que no hay hostilidad: invitación aparte, le llama Maestro y escucha su palabra; no discu-
58 Nuevo Testamento
te, pero se muestra distante de Jesús, como lo demuestra la omisión de las atenciones
mencionadas en el texto, sus pensamientos...) y la confianza total de la pecadora, que
tiene clara conciencia de serlo, y por su fe encuentra la salud.
En la intención de Lucas la parábola presenta todo el problema: el acreedor es Dios;
todos tenemos deuda con él, unos mayor y otros menor; los fariseos deben poco y no
creen necesitar el perdón; en cambio se ven privados de la alegría de la comunión que
Dios regala en su gracia; los pecadores deben mucho; saben que necesitan el perdón y
experimentan la alegría de la comunión que Dios regala cuando el hombre no se cierra a
ella.
2.4. EVANGELIZACION MEDIANTE PALABRAS Y HECHOS (8, 1-56)
La introducción (8, 1-3) recoge el programa de Jesús: anunciar el evangelio por todas
partes. Le acompañan los Doce, que serán los futuros testigos y predicadores. Frente a
la discriminación sexual, Jesús restituye la dignidad a la mujer y la acepta en su compa-
ñía.
Parábola del sembrador y su interpretación (8, 4-15). Lucas narra la parábola tenien-
do delante a Marcos. Las coincidencias entre Lucas y Mateo proceden de la tradición
oral. La parábola está centrada en la distinta suerte que corre la palabra de Diosanunciada por Jesús (v.11). Es una parábola de contraste. En ella se acentúa la con-
fianza en la Palabra de Dios que, a pesar del fracaso aparente -tres cuartas partes de la
semilla de pierden- produce abundantes frutos. La cosecha es abundante, en contra de
lo previsible., Sin duda que Lucas tienen delante el éxito de la predicación apostólica
(Act 6, 7; 12, 24; 19, 20).
Según las mismas palabras de Jesús, la finalidad de sus parabólas no se limita a ser
ilustraciones o comparaciones para aclarar algo más difícil. Ellas mismas son palabra,
anuncio, mensaje que, a veces, también necesita explicación. Las parábolas son «sig-
nos» que deben ser oídos (v 8b), como los milagros son «signos» que deben ser vistos
(10, 23).
Esta finalidad es la que se halla expresada en las difíciles palabras de los versos 9-10.
Como aclaración digamos que el vocablo que nosotros traducimos por :parábola, mashalen hebreo, significa también enigma, sentencia, misterio» y cualquier clase de lenguaje
indirecto o aproximativo. Y esto es lo que produce la distinción entre sus oyentes: unos
se dejan ganar por el misterio anunciado y se convierten en discípulos: otros rechazan y
se quedan «fuera». Para iluminar esta distinción es aducido un texto del profeta Isaías
en el que se expresa esta amarga experiencia a lo largo de la historia del A. T. Lucas
omite la última parte de la cita (ver Mc 4, 12) para destacar la posibilidad de la conversión
para todos los hombres.
Nuevo Testamento 59
En la explicación de la parábola el acento recae no tanto en la semilla perdida como en
la que da fruto. Para que sea así no basta «oír»; es necesario «conservar» en el ideal
helenista del hombre, que Lucas aplica al que escucha la palabra de Dios permanecien-
do en ella.
Exigencias de la Palabra de Dios (8, 18-18). Esta pequeña sección , que consta de dos
sentencias y una advertencia, procede de una amplia colección de proverbios de Jesús.
En el contexto en el que nos la ofrece Lucas tanto los proverbios como la advertencia
son una amonestación seria a los discípulos: no deben ser obstáculo a la eficacia que la
misma palabra tiene en orden a iluminar la existencia humana; si un seguidor de Jesús
oculta, su condición de discípulo, conduciéndose como si no lo fuera, la palabra de Dios
seguirá siendo conocida y anunciada, pero él será culpable de un silencio perjudicial.
Sólo quien la oye y la conserva aferrándose a ella recibirá la gracia de Dios y su recom-
pensa.
La verdadera familia de Jesús (8, 19-21). También esta pequeña sección, como las
dos precedentes, tiene como centro de gravedad la palabra de Dios. La familia de Jesús
no comprendió su misión (2, 50); sus parientes le tuvieron por loco (Mc 3, 21); ni le
comprendían ni creían en él. Solo la luz de la Pascua remedió esta situación (1 Cor 15,
7). Jesús no habla de lo que le separa a su familia, sino de lo que constituye su verdade-
ra familia: la palabra de Dios, escuchada con «audición creyente» es la base de una
comunión-comunidad de todos aquellos que la oyen de este modo y, además, al unirlos
con Jesús les convierte en miembros de su familia.
La tempestad calmada (8, 22-25). También los milagros de Jesús son palabra. Los
ejemplos que pueden aducirse como paralelos del realizado por Jesús tienen otra finali-
dad: destacar la superioridad de un dios sobre otro o la categoría extraordinaria del
hombre que los realiza. Nuestro relato camina en otra dirección completamente distinta:
Jesús no es ningún superhombre, se cansa y se duerme; los discípulos, en unión con
Jesús, no deben temer nada, aunque se hallen en las circunstancias más adversas (Rom
8, 32s); la eficacia de la palabra de Jesús recuerda y actualiza la acción de Dios (Sal 64,
8; 89, 10; 107, 23ss); la fe se halla sometida a un proceso de crecimiento (v 25); parece
inevitable también pensar en la barca como símbolo de la Iglesia zarandeada por las
dificultades y persecuciones.
Curación del «poseso» de Gerasa (8, 26-39). En el relato de este milagro extraño
Lucas sigue a Marcos (5, 1-20) introduciendo en su frente algunas modificaciones, la
más importante de las cuales es la súplica de los demonios «que no les mandase al
abismo» (v 31; Mc 5, 10 = «que no les expulsase de la región»). Lucas acentúa así que
la presencia del Maligno llegará hasta el fin; sólo entonces volverá al abismo, que es el
lugar de su habitación (Apoc. 20, 1ss; Jn 12, 31; Lc 10,18).
60 Nuevo Testamento
En tiempos de Jesús el habitar entre los sepulcros, que eran lugares impuros, era signo
de desequilibrio, de alguna enfermedad psíquica, atribuida al demonio. Nuestro «pose-
so» era en grado extremo. Hacia esta «posesión total» apuntan una serie de detalles,
como la «legión»...
Nuestra versión de la «posesión» y de los «posesos» sería la «alienación» y los
«alienados», es decir, aquellos a los que domina un poder, llámese como se llamen, que
les impida ser ellos mismos. Jesús vino para llevar a cabo la gran liberación que consiste
en romper los poderes «alienantes» mediante la libertad concede la fe.
Los «posesos» quieren que Jesús se aleje; la «posesión» es incompatible con la fe; el
liberado, convertido en hombre normal, no debe huir sino hablar del poder que le ha
liberado; el liberado se convierte en el primer testigo de Jesús en un lugar no judío (por
eso no podía haber allí cerdos, que eran animales impuros para los judíos); la escena es
para Lucas una anticipación de la misión a los gentiles: el evangelio libera a los paganos
del «poder de Satanás» (Act 26, 18). No perdamos de vista que nuestro relato es «evan-
gelio».
Resurrección de la hija de Jairo y curación de la hemorroisa (8, 40-56). Lucas, si-
guiendo a Marcos (5, 21-46), nos ofrece dos relatos milagrosos entremezclados: la resu-
rrección de la hija de Jairo sirve para enmarcar el relato de la curación de la hemorroisa.
Originalmente la curación de la hemorroisa fue un relato independiente, en cambio, el
relato de la resurrección de la hija de Jairo incluyó a la anterior.
En el contexto en que estamos (8, 22-56) nuestro relato alcanza la cota más alta al
presentar a Jesús como Señor sobre la vida y la muerte, un señorío que es descubierto
desde la fe auténtica. En ambos casos la fe es sometida a prueba: la hemorroisa tiene
que hacer pública confesión de lo ocurrido; Jairo recibe la noticia de la muerte de su hija,
¿no llegará Jesús demasiado tarde? En ambos casos, superada la prueba, la fe hace
que la vida vuelva.
Ambos milagros ponen de relieve que el Reino de Dios ha llegado en la persona de
Jesús (5,17 ss; 7, 1 ss).
2.5. LA REVELACION DE JESUS A SUS DISCIPULOS (9, 1-50)
En esta sección Lucas sigue fundamentalmente a Marcos (6, 7-9, 40), aunque prescinde
de lo que técnicamente se llama la «gran omisión» de Lucas (Mc 6, 45-8, 26) y no recoge
todo lo que le ofrecían a Lucas sus fuentes. La razón debe verse en sus relatos sobre el
«gran viaje», donde traslada algunos de los episodios que sus fuentes le ofrecían en
este lugar.
Nuevo Testamento 61
La misión de los doce (9, 1-6) los doce deben realizar su misión en la misma línea de
Jesús: les es concedido el «poder» que salía de Jesús (8, 46) y su «autoridad» en la
liberación de toda clase de «posesión»; su objetivo es la predicación del reino y las
consiguientes curaciones; la provisión de toda clase de preparativos significa la seriedad
y la urgencia de su misión, que debe llevarse a cabo, a imitación de Jesús, sin la búsque-
da de las seguridades más elementales; a ello alude el no andar cambiando de casa. Su
predicación sitúa al hombre ante la decisión y la respuesta dada tiene las mismas conse-
cuencias que la actitud adoptada de Jesús (10, 10-16). En caso de que no se abran al
evangelio mediante la fe deberán sacudir el polvo de sus pies: signo del juicio, de la
culpabilidad, por parte de aquellos que han rechazado la palabra ofrecida y de que los
apóstoles han salvado su responsabilidad (Act 13, 46 ss).
Herodes y Jesús (9, 7-9). Siguiendo Marcos (6, 14-16), Lucas introduce aquí un texto
sobre Herodes Antipas. Sin embargo, se aparta, acertadamente, de Marcos cuando en
lugar de poner en labios del tetrarca que Jesús es el bautista resucitado, afirma que a
Juan lo mandó degollar él y deja abierto el interrogante sobre Jesús. El episodio está
destinado a cumplir dos finalidades: preparar la escena de 13, 31 que consigna la inten-
ción de Herodes de matar a Jesús, y la de 23, 6-12 en la que se nos cuenta que Jesús
fue llevado ante él para ser juzgado; todos lo consideran en la línea profética; Lucas
afirma que esta valoración es insuficiente (7, 18-23). A su vez, estos juicios sobre Jesús
preparan la confesión de Pedro (9, 18-21).
Multiplicación de los panes (9, 10-17) Lucas sigue a Marcos (6, 30-44), al que abrevia
notablemente. El evangelista acentúa tres puntos: el lugar solitario en que se encuen-
tran; la despreocupación del pueblo, que únicamente está pendiente de Jesús; la cons-
tatación, por parte de los discípulos de que aquella situación es insostenible.
Como pistas de interpretación señalemos las siguientes: el milagro no era necesario (v
13, «dadles vosotros de comer»); no se produce ninguna reacción de asombro ante el
mismo; los discípulos son colaboradores de Jesús en el reparto del pan (vv 15s); todos
quedaron saciados y sobraron doce cestos, lo cual apunta que otros deben beneficiarse
de este pan; el eco eucarístico en las palabras de Jesús (v 16) (¿incluyendo la distribu-
ción de los diáconos?) es indiscutible: la acomodación en grupos de 50, como el antiguo
Israel (Ex 18, 21)
El relato es estrictamente milagroso. Todo intento de una explicación psicológica o histó-
rico- salvífica, aduciendo ejemplos de A.T. (1 Re 17, 8ss; 2 Re 4, 1ss, 24ss), equivale a
su destrucción. En todo caso lo importante no es la multiplicación de los panes, sino la
multiplicación del pan, que seguirá realizándose en las manos de los Doce, y servirá
para saciar a todos los que tienen hambre y buscan el alimento adecuado. Jesús es el
Salvador del mundo, que enseña (9, 2-11), cura a los enfermos (9, 11) y sacia a los
hambrientos.
62 Nuevo Testamento
Confesión de Pedro y primer anuncio de la pasión (9, 18-22). También aquí Lucas ha
elaborado a Marcos (8, 27-31) estableciendo una estrecha relación entre la confesión de
Pedro y la primera predicción de la pasión.
¿Pueden hablar Pedro y Jesús con la claridad que supone nuestro relato? ¿No será la
Iglesia posterior la que está poniendo sus propias palabras en boca de los Protagonistas
como se ha dicho tantas veces? Notemos lo siguiente: el evangelio de Lucas está orde-
nado desde el principio, desde su prehistoria, a la cruz (2, 1ss; 3, 24); parece incuestio-
nable que Jesús se vio reflejado en el «siervo» de Yahvé (22, 37 - Is 53, 12); que el Hijo
del hombre «tenía que» sufrir no es creación de la comunidad, sino enseñanza de Jesús
(24,26ss; 44ss); la misma trayectoria de la vida de Jesús - su oposición a la clase diri-
gente— hacía prever un desenlace fatal para él.
Condición para seguir a Jesús (9, 23-27). Estos cinco proverbios, que existen en Mar-
cos (8, 34-91) y Lucas esclarece con la ayuda de otra fuente, van dirigidos a «todos», no
sólo a los Doce. Definen el discipulado cristiano como seguimiento del camino de Jesús:
«ir en pos de él», «seguirle», «ser su discípulo», son expresiones sinónimas e indican la
misma realidad. El primer proverbio lo establece a modo de tesis: se trata de la decisión
u opción por Cristo, deduciendo todas las consecuencias que esto conlleva, incluida la
cruz o el martirio.
én la descripción de las condiciones del discipulado se trata de la totalidad, del ser o no
ser. Por eso se habla de la ruptura con el proceder normal, cuyo objetivo último es el
bienestar (v 25); aquel que por miedo al «qué dirán» los hombres se avergüencen de
este camino y no tenga permanentemente (v 23) a Jesús como punto inmediato y último
de referencia en su vida queda excluido (v 26); Jesús es inseparable de sus palabras y
viceversa. Aceptar su palabra y no actuar en consecuencia es avergonzarse de él. Pedro
se avergonzó de Jesús (22, 54ss) y fue necesaria una nueva intervención de Jesús para
reparar la comunión rota (Jn 21, 15ss). Pablo en cambio no se avergüenza del evangelio
(Rom 1, 16: Fil 1, 12ss) y esto determinó toda su vida.
El v 27 acentúa la presencia del Reino y así pone de relieve la importancia de una deci-
sión incondicional por Jesús.
La transfiguración (9, 28-36). Lucas ha elaborado a Marcos (9, 2-10) introduciendo
profundas modificaciones en su relato. Sin que sepamos el cómo o la forma los tres
discípulos han debido tener una experiencia profunda del misterio de Jesús gracias a la
cual descubren su pertenencia al mundo de Dios: «vieron su gloria» (v 32). Estamos
ante una revelación de Cristo mediante la palabra venida del cielo. Dios presenta a Je-
sús como su Hijo. La visión de Cristo sólo es posible en la realización del verdadero
discipulado (9, 23-27), en la plena obediencia de la fe ante él. Tal vez por eso la transfi-
guración, muy probablemente tuvo lugar de noche.
Nuevo Testamento 63
Esta «visión» es descrita con rasgos singulares, que Lucas ha utilizado en la línea deuna mayor racionalización del hecho: no dice que Jesús «se transfiguró» (como Mc yMt), sino que «el aspecto de su rostro se cambió»; habla del «miedo» de los discípulos,que expresa, más bien, el temor reverencial que surge siempre en el contacto con lodivino; las «tiendas» se justifican porque los visitantes ya se marchaban; Jesús es supe-rior a Moisés y a Elías (a los profetas) y no será «arrebatado» sino que tendrá querealizar su partida, su «éxodo», por el camino de la pasión en Jerusalén. Naturalmentesigue utilizando la nube y las vestiduras blancas, que eran símbolos inequívocos de lodivino.
El punto culminante de la escena es la palabra reveladora y las exigencias que impone.A partir de ese momento queda sólo Jesús. A él deben mirar la Iglesia y el creyente.
Curación de un epiléptico y segunda predicción de la pasión (9, 37-45). Lucas haabreviado notablemente a Marcos (9, 14-29), porque no tiene interés por las discusionesentre los discípulos y los escribas sobre el tema de los exorcismos. Tampoco está intere-sado en las particularidades sobre el epiléptico y su curación. Lucas está interesado enpresentar a Jesús como el salvador misericordioso de cualquier necesidad humana, enparticular de la posesión diabólica. La escena, que nos describe a la bajada del montede la transfiguración, evoca la situación de desconcierto, confusión y falta de fe queencontró Moisés al bajar del Sinaí (Ex 32, 1-6; 34, 29-35). Las palabras de Jesús evocantambién el A.T: desconfianza del pueblo a pesar de las «señales» (Num 14, 11); Israel esuna generación «perversa y tortuosa» (Dt 32, 5). Jesús lamenta que sus contemporá-neos no hayan entendido sus obras como «signos» que hablan de la necesidad de laconversión.
El interrogante del v 41 provoca la segunda predicción de la pasión que, a su vez, estápensada como contrapunto a la reacción de la gente ante el milagro: todos quedaronatónitos ante la gloria de Dios (v 43), es decir, en Jesús se manifiesta el gran poder deDios. Pero Jesús quiere inculcar a los discípulos que vean esta gloria a través de lapasión; por eso se dirige expresamente a ellos. Y la verán, pero no ahora, sino a la luz dela Pascua (24, 7s).
Contra la ambición y la intolerancia (9, 46-50). La cuestión sobre la importancia oprioridad en el Reino está mal planteada. El planteamiento adecuado consiste en saberqué es lo que hace importante al discípulo. Y la respuesta debe darse desde las catego-rías de Jesús y desde sus exigencias: la vida se realiza plenamente en el servicio.A mayor servicio mayor grandeza, según el baremo divino.
3. EL GRAN VIAJE (9, 51-19,27)
Las consideraciones generales sobre el célebre viaje lucano han sido expuestas en untema aparte. Aquí pretendemos descender a la enseñanza concreta que Jesús inculca asus discípulos a lo largo del mismo.
64 Nuevo Testamento
3.1. DISCIPULADO Y MISION (9, 51-13, 21)
Hostilidad de los samaritanos (9, 51-56). Esta perícopa, propia de Lucas, acentúa el
inicio del «viaje» repitiendo del verbo «ir, caminar» en los versos primero y último. Dentro
de este marco se constata la hostilidad de los samaritanos, que obedece a motivos
religiosos y se remontaba siglos atrás (tuvo como punto de partida la deportación del
reino del Norte el año 722 por Asiria). Como reacción al rechazo, los hijos del Zebedeo
piensan en un castigo destructor. ¿Tiene delante el texto el castigo del profeta Elías? (2
Re 1, 10.22). En caso afirmativo tendríamos la intención de presentar a Jesús como el
segundo Elías. Siendo esto así se establecería una contraposición intencionada: el viaje
de Jesús es un viaje salvífico; no quiere aniquilar, sino salvar; él supera con mucho al
profeta Elías.
Seriedad del seguimiento (9,57-62) Para esta perícopa - que consta de tres pequeños
diálogos Lucas se ha servido de la fuente Q (Mt. 8,19-22), aunque se ha colocado al
principio del viaje para enseñar a los discípulos la seriedad del seguimiento en el viaje
que deben emprender con Jesús. La exigencia de una total vinculación con Jesús pon-
dría de relieve la superación de Elías , como acabamos de señalar.
- En el primer diálogo (vv 57s) _que evoca el ocurrido entre Elías y Eliseo (2 Re
2.1ss)_ al entusiasmo inicial del seguimiento responde Jesús con sus exigencias
el discípulo correrá su propia suerte y, por tanto, debe tener la responsabilidad
para abandonar patria y familia.
- En el segundo diálogo (vv 59s) toma Jesús la iniciativa. El llamado está bien
dispuesto y únicamente quiere cumplir con un deber que. entre los fariseos, era el
más serio y grave de todos. La respuesta de Jesús acentúa que los deberes
impuestos por el seguimiento son más serios y graves que el mencionado. Al mismo
tiempo demuestra Jesús su gran libertad frente a la Ley y a las costumbres. En
todo caso, el acento recae no en el abandono de un deber serio y grave, sino en la
dedicación del discípulo a la predicación del Reino. Finalmente, en la expresión
«deja que los muertos entierren a los muertos» Jesús piensa en una vida sobre la
que ya no tiene la última palabra el poder de la muerte (20,38).
- El tercer diálogo, propio de Lucas, acentúa la incondicionalidad del seguimiento.
También aquí tenemos una evocación de Elías y Eliseo (1 Re 19,20:Eliseo estaba aran-
do cuando fue llamado por Elías). Se afirma la necesidad de mirar hacia adelante, al
nuevo quehacer propio del discípulo; no se debe mirar hacia atrás, hacia lo que anterior-
mente determinaba la vida.
Nuevo Testamento 65
Misión de los 70 (10,1-12). Junto a la misión de los Doce que Lucas toma de Marcos,
nos refiere ahora la misión de los 70, de la que le informaba Q. Unas veces se habla de
los 70 y otras de los 72. Las dos cifras están bien atestiguadas en la transmisión del
texto. En el judaísmo el número 70 era simbólico: en este caso concreto designaría
todas las naciones del mundo; el 72 lo tenemos precisamente en la traducción que hace
la Biblia griega, los LXX, del texto hebreo de Génesis 10 (todos los pueblos del mundo
son 72) y Num 11,24.26 (los 72 «ancianos» elegidos por Moisés para que le ayuden en
el gobierno). Jesús, como un nuevo Moisés , crea un pueblo nuevo al que todos tienen
acceso.
Estos 70 tienen como finalidad preceder a Jesús en su « viaje». Su punto de partida es
Samaria. Con toda probabilidad se nos ofrece aquí una anticipación de la misión univer-
sal que llevarán a cabo los discípulos más allá de las fronteras del judaísmo.
Samaria es considerada como el punto intermedio entre el país de los judíos y el mundo
de los gentiles (Act 1 ,8). De hecho fue Samaria la región en la que surgió la primera
comunidad cristiana (Act 8) fuera del judaísmo.
Amenazas sobre las ciudades impenitentes (10, 13- 16). Las amenazas que Lucas
formula en coincidencia casi literal con Mt (11, 21- 23), están motivadas por la falta de
respuesta adecuada a la actuación de Jesús e ellas. Las frases acentúan la inseparabilidad
del anuncio del evangelio y de la conversión en la actuación de Jesús.
La misma persona de Jesús es evangelio, que implica necesariamente la conversión.
Sus milagros -pues de ellos se habla explícitamente- son signo de la presencia del
Reino (7,22s; 1,14ss), son predicación, son palabra interpelante.
El verso último amplia la amenaza a aquellos que no escuchen a los discípulos.
Tenemos expresada en él la teología del saliaj o enviado, según la cual «el enviado» (el
saliaj, en hebreo) es como «el que lo envía», tiene su misma autoridad y le representa
a todos los efectos.
La verdadera alegría (10, 17- 24). Relato peculiar de Lucas que describe el éxito de la
misión. Así lo demuestra una serie de detalles: el poder milagroso está ordenado a lu-
char con el mal: esto significa la derrota de Satanás (Jn 12, 31), que es posible a una
protección especial de Dios (el v 12 procede del Sal 91, 13: imaginería para describir el
poder sobre el mal, basado en dicha protección de Dios). Pero la verdadera alegría de
los discípulos debe estar causada porque sus nombres están escritos en el cielo, en el
libro de la vida (Ex 32, 33: Dn 12, 1). La expresión significa su pertenencia al mundo de
arriba donde tienen plaza asegurada.
66 Nuevo Testamento
Lucas conecta la alegría con la posesión plena del Espíritu por Jesús (10, 21s). Su ac-
ción de gracias (procedente de Q) está hecha bajo el impulso del Espíritu y está
motivada por su relación única con el Padre, manifestada en su filiación única y en un
«conocimiento» singular. El «conocimiento» indica una relación personal íntima y recí-
proca. Esto es comunicado, incluso regalado en la medida de lo posible, a los «peque-
ños», es decir, a los creyentes humildes, no a los «sabios e inteligentes» así son desig-
nados los dirigentes de Israel.
La alegría y la dicha se extienden a los discípulos porque ven como se realizan en Jesús
las antiguas esperanzas: el Reino deseado y añorado está presente. Lucas menciona
también a los «reyes» (no así Mt. 13, 16s, que habla de los «justos») con el fin de pre-
sentar a Jesús como Rey de su pueblo (2 Sam 7, 12ss; Lc. 1, 32). El tiempo se ha
cumplido y el Señor se ha hecho presente.
El verdadero discípulo (10, 25-37). Jesús a anunciado la bienaventuranza de los discí-
pulos (10, 23). Su afirmación, sin embargo, no debe entenderse de un «estado» en el
que alguien es colocado pasivamente y de cuyas ventajas pudiera beneficiarse como
por arte de magia. El discípulo es definido por el amor al prójimo. Lucas aborda la cues-
tión del «Gran Mandamiento» teniendo adelante a Marcos (12, 28-34, al que sigue Mt.
22, 34-40), pero introduce dos modificaciones fundamentales:
- En lugar de preguntar el escriba por el mandamiento mas importante, centra su
pregunta en lo que es necesario para la vida eterna.
- La contra pregunta de Jesús lleva a la conclusión siguiente: «Haz esto y vivirás»,
con lo cual se da píe para la ulterior pregunta del escriba y la respuesta de Jesús
en la parábola del Buen Samaritano -que es propia de Lucas- y que, antes de estar
en el contexto actual circula de forma dependiente y autónoma. estamos ante una
parábola de contrate. Su centro interés es la contraposición entre la atención quedebemos al necesitado -actitud personificada en un hombre samaritano, un
excomulgado por principio- y la negligencia de los dirigentes de Israel. Una
negligencia provocada por su fidelidad a la Ley, qué prohibía tocar a los muertos y
gravemente enfermos para evitar el contraer la impureza legal. La parábola es,
pues, una crítica acerca a la Ley y a cuantos la absolutizan.
La pregunta correcta anta semejante situación, dice Jesús, no es «quien es prójimo»,
sino «cómo me hago prójimo del necesitado». Esto se halla ilustrado en la conducta de
Jesús , y de sus discípulos, frente a los pecadores y necesitados. Exactamente lo contra-
rio a lo que proclama el judaísmo.
Marta y María (10, 38- 42). El verdadero discípulo debe « actuar» (sección anterior),
pero también debe escuchar (10, 38-42). María es presentada como personificación del
Nuevo Testamento 67
discípulo ideal: conocemos los mandamientos de Dios a través de la palabra de Jesús.De ahí que la primera ocupación y preocupación del discípulo deba ser escuchar supalabra. La palabra de Jesús es la norma suprema y la última instancia del discípulo, «Loúnico necesario».
También Martha tiene su simbolismo: ¿La vida activa, en contraposición con lacontemplativa, personificada en María? no lo creemos demasiado probable. Más pro-bablemente representa al judaísmo y a sus dirigentes, preocupados, obsesionados contantas inmundicias legales que se les impide aceptar «lo único» necesario. Notemos queMartha es también figura representativa al judaísmo al afirmar que su hermano resucita-ra en el último día (Jn, 11, 24: Juan es el único que conoce una escena similar a la quenos cuenta Lucas, aunque las diferencias entre ellos son muy profundas). El «servicio»de Marta solo es cuestionado en la medida que no oye la palabra necesaria.
La oración del discípulo (11, 1- 13). Las palabras dirigidas por Jesús a Marta constitu-yen un puente natural hacia el tema de la oración, que Lucas recoge en tres pequeñassecciones:
- El Padrenuestro, que es la oración específica del cristiano, como su carné deidentidad. Tanto los discípulos de Bautista como otros grupos tenían sus oracio-nes propias (Mt. 6, 5ss)en las que expresaban su propia identidad. Los discípulospiden, por tanto, ha Jesús su oración propia y específica que refleje su propiaidentidad. Lucas nos presenta a Jesús como modelo de oración del discípulo. Másaún, del estudio de la oración que les enseña se deduce que el Padre nuestrorefleja el modo y el esquema seguido por Jesús en su oración frecuente.
- La parábola del amigo importuno, propia de Lucas, garantiza la atención por partede Dios de la oración creyente. Si un amigo nos atiende, a pesar de la incomodidadque le origine nuestra petición,¡Cuanto mas Dios, cuyo amor no es egoísta sinogeneroso, y de auto - entrega!
- En la oración entran Dios y el hombre en una confrontación estricta haciendo cadauno lo que le es propio: lo propio del hombre es pedir, buscar, llamar. Lo propio deDios es dar dejarse encontrar, y abrir. Se presupone el «pasivo divino»: al no habersujeto se extiende que es Dios: Dios dará...Lo característico de Lucas frente aMateo (7, 7-11) es que el primer evangelista habla «cosas buenas», mientras queLucas afirma la concesión del Espíritu Santo como bien supremo y gracias al cualpodemos descubrir a Jesús como la presencia del Reino y como el Señor (1Cor.12, 3)
Jesús y Belcebú (11, 14- 23. 24-26). Marcos (3, 22- 30) conoce una escena semejantepero Lucas la formula desde la fuente Q, como lo demuestra la comparación con Mateo
(12, 22-30). El demonio «mundo» significa que el espíritu malo no deja hablar al poseso.
68 Nuevo Testamento
El milagro de curación provoca la cuestión del poder de Jesús: realiza los exorcismos
con el poder de Belcebú (divinidad fenicia, recibida por los judíos como símbolo de los
ídolos y, posteriormente como jefe de los poderes antidivinos).
La respuesta de Jesús: la expulsión de los demonios es un signo y una prueba de la
presencia del reino en las obras de Jesús: signo de que es está en acción el «dedo de
Dios» (la expresión está tomada de Ex. 8, 19 e intenta, muy probablemente, presentar a
Jesús como un nuevo Moisés). Ahora bien, la presencia del Reino es la derrota del
demonio en cuanto príncipe de este mundo. La segunda parábola, el fuerte y el másfuerte, dice lo mismo: Dios es el más fuerte que vence y desarma al fuerte, Satanás; y
Dios realiza la lucha y la victoria en las palabras y hechos de Jesús. Ante esta realidad
no es posible la neutralidad (v 32.) Jesús como buen pastor, «recoge» el rebaño disper-
so de Dios. No aceptar a Jesús significa rechazar a Dios.
La dicha de Jesús (11, 27-28). La dicha y grandeza de la mujer está en el hijo que ha
criado. En esta escena peculiar de Lucas, Jesús desvía la atención de los honores per-
sonales y los centra en la venida del Reino y en la superación de los poderes hostiles al
mismo (11, 20ss). Honra a Jesús quien escucha su palabra con audición creyente. Una
ley que incluye también a su madre. Ahí esta la verdadera dicha.
La búsqueda de pruebas (11, 29-32. 33-36). El hombre exige pruebas a Dios para
creer. Mas aún, quiere imponerle la clase de pruebas que únicamente está dispuesto a
aceptar. Es una forma de actuar «mala», incorrecta y blasfema. El juicio de condenación
sobre Israel lo pronuncian los ninivitas y la Reina del Mediodía. Ahora bien, Jesús supero
con mucho a los «profetas» y a los «sabios» de Israel.
Jesús mismo es el signo. Es el hijo del hombre. El tiempo empleado, el futuro «no se les
dará otra señal...», hace referencia, muy probablemente, también a la Resurrección.
El pensamiento sería el siguiente: así como la « resurrección» de Jonás fue el preludio
de su predicación a los ninivitas, así la resurrección de Jesús abrirá el evangelio al mun-
do pagano.
En la segunda parte (vv 33- 36) se pone de manifiesto el significado de Jesús (ver 8, 10).
Para ver su luz o verle como luz se necesita una mirada libre de perjuicios. El aferrarse a
loa luz que uno posee puede convertirse en obstáculo para ver el significado de Jesús
como ocurrió cuando le pedían «una señal del cielo» (11, 16) o como cuando interpreta-
ban sus signos como obra de Belcebú (11, 17ss). En este caso la luz que tiene se con-
vierte en oscuridad.
Crítica de Jesús contra los fariseos y escribas (11, 37-54). Todo este material proce-
de de Q (Mt 23), con alguna probable influencia de Marcos 7. En esta sección se nos da
la razón de la ceguera de los dirigentes del pueblo en orden a comprender el significado
Nuevo Testamento 69
de Jesús y del Reino: estaban excesivamente preocupados por las minucias legales. Laobsolutización de la Ley la colocaba por encima del hombre: no la ley para el hombre,sino el hombre para la Ley; la justicia y el amor subordinados al legalismo (v 42); la clavede la «ciencia» (v 35) se refiere al conocimiento de Dio. Ellos, al rechazar a Jesús, hansido la causa de que el pueblo no le aceptase. Ellos eran los «conocedores» oficiales deDios.
Valentía para la confesión de Cristo (12, 1-12). Toda la sección procede de Q a la quesigue Lucas incluso en cuanto al orden. Mateo narra lo mismo en distintos lugares. Fren-te a la hipocresía de los fariseos, que actuaba como levadura, como influencia nefastadel mal, los discípulos deben anunciar con valentía el evangelio, quitando de este modola máscara de los dirigentes del pueblo poniendo de relieve el significado de Jesús y delReino que él inaugura. El único miedo que deben tener es el maligno, al abandono deldiscípulado, a su apostasía, porque esto les sacaría fuera del único camino de la salud.
La blasfemia o pecado contra el Espíritu Santo (v 10) consiste en negar el único caminode salud abierto por Dios en Cristo, atribuyendo su actividad a Belcebú. Fuera de esteúnico camino no hay salud, no hay perdón. La fuerza y presencia del Espíritu (vv 11s) noes sólo una promesa de Jesús sino también una experiencia ya vivida: a pesar de laoposición de los judíos y de Roma los discípulos han demostrado su valentía, lo cualsubraya que Jesús, incluso como rechazado, sigue actuando a través de su Espíritu.
El rico insensato (12, 13-21). Relato peculiar de Lucas, que sigue a su frente Q. Colocael episodio en el contexto de lo anteriormente afirmado sobre la providencia especial deDios sobre los suyos. La negación de Jesús a la petición de «uno». en relación con elreparto de la herencia, obedece a que no quiere convertirse en servidor de la codiciahumana. No es que no le interese la justicia, pero en este caso quiere acentuar el peligrode las riquezas. Así lo pone de relieve la parábola siguiente cuyo centro de gravedad esel siguiente: la organización del drama de la vida sin contar con el protagonista principallleva inevitablemente al desastre. A final, cuando entra en escena el Protagonista, sedescubre que dicha vida no tuvo justificación alguna.
Verdadera y falsa justificación (12, 22-34). Esta serie de proverbios coincide funda-mentalmente con Mateo (6, 25-33. 19-21; por tanto la fuente subyacente es Q). La co-nexión con lo anterior la pone de relieve el v 22. También se deduce del contenido: librara los discípulos de una vinculación perniciosa a las riquezas. La «preocupación», de laque Jesús quiere ver libres a sus discípulos, designa una actitud en la que el hombre, sinmirar a Dios, busca angustiosamente su seguridad y afianzamiento. La distinción entreel «alma» o la vida, que busca el alimento, y el cuerpo, que busca es vestido, pretendeacentuar que, también el alma como portadora de la vida, necesita alimento. Por lo de-más, tanto el alma como el cuerpo designan la totalidad, no una parte del ser humano.Las parábolas siguientes lo aclarar: en relación con el alimento , los cuervos; en relacióncon el vestido, los lirios.
70 Nuevo Testamento
La condenación de la «preocupación», en el sentido explicado, no debe llevar a unaconcepción falsa de la providencia imaginando que Dios nos dará a la boca lo que nece-sitamos: ello equivaldrá a poner a Dios a nuestro servicio. La pasividad y la inactividadno son queridas por Dios, porque se oponen a la naturaleza misma del ser humano.
La verdadera preocupación del discípulo debe ser el Reino. Su búsqueda tiene asegura-do el éxito gracias a la promesa del Padre (vv 31s). Quien encuentra el Reino descubreque las riquezas no son el bien último y se ve liberado de ellas. No es el propietario, sinoel administrador de las mismas (19, 11ss). Esto obligará a utilizarlas teniendo en cuentasu destino al necesitado.
Tiempo de espera (12, 35-48). Mirada al futuro, a lo que ha de venir y, más en concreto,al que ha de venir (v 40). Se está hablando desde el punto de vista de la partida deJesús; por eso se acentúa su regreso inesperado. Esto impone una actitud de vigilanciay de servicio: referencia directa a los dirigentes de la Iglesia bajo la dirección de Pedro(vv 41ss). El retraso de la parusía no debe convertirse en excusa para olvidar las obliga-ciones estrictas del discipulado. La responsabilidad de los discípulos, en particular de losdirigentes, tanto judíos como cristianos, es tanto mayor cuanto mayores han sido lasatenciones y gracias recibidas (vv 47s).
La misión de Jesús provoca un juicio (12, 49-53). La persona y la misión de Jesússitúan al hombre ante la decisión. Esto ocurrirá a partir de su «bautismo» o muerte. El«fuego» puede simbolizar el juicio (Zac 13, 9; Mal 3, 2s) y también la palabra de Dios yde sus profetas (Jer 5, 14; 23, 29; Eclo 48, 1).
Los signos de los tiempos como llamada de Dios (12, 54-13,9). Los signos de lapresencia del Reino están presentes en Jesús;¿por qué no lo reconocen, cuando soncapaces de predecir el tiempo que va a hacer? (vv 54-46). Puesto que el Reino pretendeestablecer la recta relación del hombre con Dios, debe evitarse a tiempo el juicio decondenación. Así lo dice la parábola sobre el juicio (vv 57-59(La parábola tiene delante lacreencia en un fin inmediato y una tensa expectación ante él. Ante estas circunstanciasde tensión los signos de los tiempos -intervenciones políticas o catástrofes naturales-deben ser consideradas como una exigencia de conversión (13, 1-5) y una llamada a larevisión de las oportunidades que Dios concede para la conversión (parábola de la hi-guera, referida en primer lugar a Israel.
Curación de una mujer en sábado (13, 10-17). Otra demostración de la presencia delReino, propia de Lucas: la enfermedad, causada por un espíritu malo, presenta a Jesúsen lucha contra Satanás. Para que se produzca la curación Jesús pone a prueba en lasinagoga era una simple invitada). Ella era una hija de Abraham; por tanto, se le debía laatención exigida por el amor al «prójimo» (10, 27).
El contrapunto a la acción lo constituye la actitud de los dirigentes del pueblo: «niegan alser humano lo que concedían a los animales». Su legalismo de vía estrecha les impide
Nuevo Testamento 71
ver el significado de las obras de Jesús. ¿No se les puede llamar con toda justicia «hipó-
critas»? (v 15).
Mostaza y levadura (13, 18-21). La hostilidad del pueblo no desanima a Jesús. A pesar
de sus inicio humildes, el Reino alcanzará gran difusión y será aceptado por los gentiles
(primera parábola). La segunda parábola acentúa la fuerza interna del Reino. Ambas
ponen de relieve el misterio de Jesús. Lucas las encontró en la fuente Q (Mt 13, 31-33);
también Marcos (4, 30-32) conoce la parábola de la mostaza.
3.2 LA SALVACION DE LO PERDIDO (13, 22-17, 10).
Llamada de los pueblos al Reino de Dios (13, 22-30). Lucas, fiel a sus propias fuentes,
recuerda que Jesús camina hacia Jerusalén. La pregunta de «uno» planeta el tema de la
«salvación». La respuesta de Jesús tiene delante a gentes que se creían seguras de si
mismas, tal vez porque acompañaban a Jesús. Se trataría, en definitiva, de salvarse por
las propias obras o fuerzas. Las palabras de Jesús acentúan que no se puede forzar la
puerta; debe aceptarse la puerta estrecha (se halla subyacente la imagen de los dos
caminos, Mt 7, 13s.
El «viaje» tiene que terminar en Jerusalén (13, 31-35). la escenificación del episodio
resulta bastante sofisticada: Jesús debe confrontarse con los dirigentes judíos en Jeru-
salén; Herodes busca matarlo, como hizo con el Bautista; los fariseos aparecen como
amigos de Jesús. El calificativo con el que Jesús llama a Herodes Antipas designa su
sagacidad u astucia. Pero, que se cumplirá en todos sus detalles. Jesús, como un profe-
ta, morirá en Jerusalén.
Su lamentación sobre Jerusalén (Mt 23, 37-39) - en la trayectoria seguida frente a los
profetas- se dirige directamente a los representantes del judaísmo y, por tanto, de Jeru-
salén. Se han opuesto a Jesús y han decidido eliminarlo (5, 21. 20; 6, 7; 7, 30...). Puesto
que no han aceptado al enviado de Dios, Dios les abandonará. No volverán a verlo
hasta que aparezca como juez.
Curación de un hidrópico en sábado (14, 1-6). El episodio es una condenación clara
de los dirigentes judíos que no entienden las acciones de Jesús para la liberación del
hombre, porque su legalismo ha cegado sus ojos y no pueden ver los signos del Reino.
Lucas narra tres escenas de este tipo ocurridas en sábado (6, 6ss; 13, 11ss; 14, 1ss).
Las circunstancias, personas y lugares son diferentes. En los tres casos, más que de
milagros, se trata de discusiones en forma de apotegmas. Y, en nuestro caso, la lección
es clara: el amor al prójimo es más importante que la observación de la Ley.
Invitación a los desposeídos (14, 7-14). Las dos parábolas dan la impresión de ofrecer
normas prácticas para tener éxito en las recepciones a las que alguien pueda ser invita-
72 Nuevo Testamento
do. No es así. Lo que tenemos, como punto de partida para la interpretación, es la con-
denación del puritanismo fariseo por la misma praxis seguida por Jesús. Más aún tenien-
do en cuenta que la mayor parte de las parábolas que hablan de banquetes describen el
significado de la misión de Jesús y de sus discípulos, estas dos deben tratar de lo mis-
mo: Jesús y sus discípulos a imitación suya, son presentados como ejemplo de humil-
dad: no deben buscar para sí mismo el honor y el prestigio. En la segunda se hace
referencia a la misión de Jesús tal cual es descrita en 4, 18s. Con una carga impresio-
nante de ironía dice Jesús a su anfitrión: tú has hecho lo que constituye mi propia misión
(Jesús era pobre y no podía corresponder con otra invitación al que le había invitado...)
Parábola de la gran cena (14, 15-24). Seguimos en ambiente de banquete. La añoran-
za del fariseo por el Reino de Dios hace que Jesús lo compare con un banquete (Is 25, 6;
Sal 22, 27ss). Sin lugar a duda que él y sus colegas están invitados. ¿Quién si no? La
parábola de Jesús responde a dicha petulancia diciendo: la esperanza farisea es un
autoengaño peligroso; quien no reconoce la bondad de Dios, puede quedar fuera de su
alcance, sea quien fuere.
La segunda parte de la parábola (vv 21ss) demuestra que el anfitrión no es ningún señor
de este mundo; bondad semejante sólo puede buscarse en Dios. Quien rechaza el «aho-
ra» y el «hoy» queda excluido del banqueta, pues la sala se llenará con otros invitados.
La perspectiva de la misión a los gentiles es clara; pero ha sido Israel quien se ha exclui-
do de la fiesta. El relato, procedente de Q (Mt 22, 2-10), refleja en Lucas mayor antigüe-
dad y originalidad (Mt ha multiplicado los siervos = profetas; la destrucción de la ciudad
= suerte que corrió Jerusalén...).
Jesús pide la exclusiva a sus discípulos (14, 25-35). En el contexto anterior se ha
afirmado que la pertenencia al Reino de Dios depende de aceptar la llamada de Jesús.
Ahora se describe esta aceptación como una entrega total a él: la entrega total es descri-
ta como un «odiar» todo lo demás, es decir, en la jerarquía de valores Jesús es el valor
supremo: por él se debe renunciar incluso a lo más querido (9, 23; 16, 13; Jesús no
pretende eliminar los mandamientos, 18, 19s); así lo demuestra el proverbio siguiente
sobre la necesidad de llevar la cruz: es el seguimiento con todas sus consecuencias.
En todo caso Jesús no pide más de lo que el hombre puede dar. Las dos parábolas
pretenden afirmar la necesidad de confrontarse con las propias posibilidades en orden a
captar o no unas exigencias radicales antes de embarcarse en una aventura expuesta a
tremendas decepciones.
El proverbio sobre la salvación (vv 34s) influenciado Por Marcos 9, 50 y existente tam-
bién en Mateo (5, 13) parece referirse aquí a la valentía necesaria para afrontar las
dificultades y exigencias que impone el discipulado cristiano.
Parábolas de la misericordia (15, 1-32). Las tres parábolas de la misericordia -las per-
las de las parábolas- son la respuesta, bien elocuente por cierto, a la crítica que los
Nuevo Testamento 73
«devotos» hacían de Jesús por su compañía y amistad con los pecadores. Uno que
frecuenta tales compañías, ¿qué clase de Mesías pretende ser? Las tres parábolas res-
ponden a esta acusación. Y lo hacen de forma indirecta, como si Jesús argumentase de
esta forma: ¿tenéis algo que reprochar a mi conducta? Pues sabed que ella refleja la de
Dios mismo. Dios se conduce de la misma manera. Al excluirme a mi renunciáis al Dios
verdadero
Jesús se manifiesta en ellas como testigo excepcional del amor de Dios por los hombres.
Las tres parábolas tienen el mismo denominador común: la alegría que produce a Diosla conversión de sus hijos.
El recto uso de las riquezas (16, 1-31). La sección está centrada en el uso recto y en el
abuso pernicioso de las riquezas. Consta de dos grandes parábolas: la primera (vv 1-8)
a la que sigue una serie de proverbios dirigidos a los discípulos (vv 9-13), enseña el recto
uso de las riquezas y la ganancia resultante del mismo; la segunda (vv 19-31) describe la
consecuencia nefasta del servicio a las riquezas.
Instrucciones a los discípulos (17, 1-10). En contraposición a los fariseos, que no
fueron fieles en la administración que les había sido confiada, los discípulos de Jesús
son instruidos en el servicio-administración del Reino de Dios; el escándalo dado es
gravísimo y será castigado con severidad; se debe perdonar siempre (probable alusión
al ejercicio del poder del «perdón» por parte de los apóstoles en la Iglesia); la de, si es
verdadera, puede superar las cosas más difíciles (por ejemplo, perdonar siempre).
3.3 DISCIPULADO Y ESPERANZA CRISTINA (17, 11-19, 27)
El samaritano agradecido (17, 11-19). La historia es peculiar de Lucas, aunque puede
estar inspirada en Marcos 1, 40ss. El significado de la misma lo pone de relieve la segun-
da parte (vv 15-19)
74 Nuevo Testamento
Señor estudiante: comunique por escrito cualquier aspecto que considere
negativo (sugerencias) en el trabajo que el Profesor y la Universidad le en-
vían. Las actividades debe adjuntarlas a las evaluaciones a distancia y en-
viarlas en la misma fecha (15 de noviembre y 15 de enero respectivamente).
7. Nota