Nuevas Estructuras en La Globalización
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Desarrollo Económico II
Profesor: Jorge A. Calderón Salazar
Semestre: 2015-2
Nuevas estructuras en la globalizaciónIntroducción. La conformación de un espacio de acumulación global, como mercado mundial abierto al libre tránsito del
capital en cualquiera de las formas asumidas durante su ciclo de reproducción; como capital dinerario a través
del libre flujo de capitales, tanto financieros como de inversión; como capital mercantil a través de mercados
de bienes globales; e incluso como capital productivo, capaz de fragmentar el proceso e integrar regiones, de
forma diferenciada, a las cadenas globales de valor. En los temas que aquí analizamos, el aspecto más
relevante de la nueva fase de la globalización, es la desaparición del estado nación como sujeto central en la
geografía económica mundial.
Es esta la razón fundamental que ha determinado la sustitución del Acuerdo General de Aranceles y
Comercio (GATT por sus siglas en inglés) y el surgimiento de la Organización Mundial del Comercio, como
institución que busca regular la desregulación comercial; se analizan aquí sus determinantes y limitaciones
fundamentales, las cuales radican en su resinificación por las economías periféricas como espacio de
denuncia y organización ante la falta de un acceso recíproco a los mercados, así como a las exigencias de las
naciones desarrolladas para profundizar la desregulación, privatización y desnacionalización económica; este
proceso se relata en el primer apartado.
En el segundo apartado se trata de caracterizar el surgimiento de bloques económicos regionales o “áreas de
integración regional” como una respuesta ante la vulnerabilidad de la soberanía económica del estado nación
en la globalización, se analiza en primer lugar el establecimiento de zonas de libre comercio, como integración
negativa que se limita a la creación de un espacio económico ampliado en el cual, se tenderá a profundizar
tanto las asimetrías en el desarrollo, como la pérdida de soberanía económica estatal; en segundo lugar, se
analiza el surgimiento de uniones aduaneras y mercados comunes como una forma de “integración positiva”
que busca reducir los impactos negativos de la globalización, al estimular la creación de políticas comunes
que incidan en una mayor competitividad sistémica generalizada así como en una estabilidad económica
mayor, condiciones necesarias para alcanzar un mayor desarrollo en la globalización.
Finalmente, se analiza el caso de México como senda de “inserción óptima” desde la perspectiva de las
instituciones multinacionales lideradas por las economías desarrolladas, y que sin embargo, se ha traducido
en una mayor dependencia, desigualdad y en el estancamiento de la economía mexicana.
A/ La Organización Mundial de ComercioEl colapso del orden económico de la posguerra conduce a la transformación radical del sistema mundial; la
crisis estructural alcanza realidad institucional en la liberalización de flujos financieros y de inversión
extranjera, en la instauración de un patrón de cambios flotante y en el surgimiento de cadenas globales de
valor; la nueva realidad de la economía mundial obligaba a una transformación igualmente radical en las
instituciones de regulación económica internacional, específicamente de aquellas instituciones emanadas de
los Acuerdos de Bretton Woods: el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Acuerdo
General de Aranceles (GATT), en este último, la transformación comenzó en la Ronda Uruguay llevada a
cabo en 1986;en la cual se dispone la necesaria renovación y transformación de los mecanismos de
regulación comercial para adaptarlos a la nueva realidad global.
El proceso concluye en la Ronda de Marrakech de 1993, en esta se dispone el surgimiento de una nueva
institución, la Organización Mundial del Comercio, la cual sustituiría al GATT, al igual que este tendría como
objetivo central asegurar el acceso recíproco a los mercados de los países miembros. Es esta la diferencia
que indica la magnitud de la transformación, mientras el GATT surge como una institución encaminada a
impedir el resurgimiento de una agresiva política comercial entre los países industrializados, que conduciría a
la expansión del estancamiento y a una nueva escalada devaluatoria; la OMC por el contrario cuenta entre
sus participantes, tanto a países en desarrollo (PED), como a algunos de los eufemísticamente denominados
países menos adelantados (PMA), todos los cuales han sido forzados a la apertura y desregulación comercial
por medio de programas de ajuste estructural y que, sin embargo, se enfrentan al bloqueo de sus
exportaciones a través de barreras no arancelarias por los países desarrollados (PD).
Esencialmente, se trata de crear una institución capaz de actuar en un espacio económico globalmente
integrado, abierto a flujos de capitales sean financieros o de inversión, así como a la fragmentación de
procesos productivos; como señala Altvater: “El GATT fue un tratado en el mundo de los estados nacionales;
la OMC es ya expresión de un sistema económico global que requiere instituciones que puedan regular la
desregulación.” (Altvater 2002).
Se trata este de un espacio económico atravesado por relaciones asimétricas de dependencia, que
reproducen sistemáticamente el subdesarrollo; las instituciones hegemónicas no son tanto mecanismos para
lograr la convergencia en el desarrollo, como instrumentos para asegurar las condiciones de acumulación del
capital transnacional, usualmente vinculado a países centrales; son estas instituciones de la globalización y
por tanto, no pueden sino reproducir las contradicciones a ella inherentes. Como señalara Marini en su
opúsculo “Dialéctica de la dependencia”, se trata de descubrir la mistificación inherente en el discurso que
iguala desarrollo con liberalización comercial:
“No es porque se cometieron abusos en contra de las naciones no industriales que éstas se han vuelto
económicamente débiles, es porque eran débiles que se abusó de ellas (…) Negarse a ver las cosas de esta
manera es mixtificar la economía capitalista internacional, es hacer creer que esa economía podría ser
diferente de lo que realmente es. En última instancia, ello conduce a reivindicar relaciones comerciales
equitativas entre las naciones, cuando de lo que se trata es de suprimir las relaciones económicas
internacionales que se basan en el valor de cambio” (Marini 1973)
A diferencia de las instituciones de Bretton Woods, la OMC parte de considerar procesos horizontales en la
toma de decisiones; en sus foros, cada miembro tiene un voto, independientemente de la magnitud de su
cuota; el proponer una institución horizontal para regular estructuras asimétricas es una contradicción
evidente; al ingresar a la OMC los PED y los PMA son condicionados a sucesivas rondas para la
profundización de la privatización y desregulación comercial; mientras simultáneamente ven sus principales
productos potenciales de exportación –bienes agrícolas, materias primas y producción en ramas industriales
“maduras” como el textil o el calzado- sistemáticamente bloqueados por la prevalencia de barreras no
arancelarias y subsidios en los países centrales; es este el caso del programa de subsidios “Política Agrícola
Común” en la Unión Europea(UE), o la conocida Farm bill en Estados Unidos (EU), de la continuación de
barreras a la importación de acero y del establecimiento de cuotas a la importación textil. 1
La Primer Reunión Ministerial de la OMC, realizada en Singapur en 1996 reflejó claramente los intereses y la
agenda de los países desarrollados para la OMC, esta agenda impuesta a los PED, impulsaba como objetivos
estratégicos, una mayor apertura y desregulación comercial, la apertura de los servicios públicos estratégicos
a la participación del capital privado, el otorgamiento de facilidades y condiciones “óptimas” a la inversión
extranjera y, la implementación de medidas para garantizar los derechos sobre la propiedad intelectual. En el
transcurso de 1996 a 2001, la consolidación de la Unión Africana, la incorporación de China a la OMC y el
establecimiento de esta junto con Brasil e India como actores centrales en la globalización, posibilitan la
orquestación de un cambio en los equilibrios de fuerza al interior de la Organización.
Durante la Reunión Ministerial en la Ciudad de Doha en 2001, los países del Sur conforman el Grupo de los
20, liderado por Brasil, India y China, posicionándose como un grupo con fuerza política dentro de las
negociaciones, que permite orquestar el rechazo a la “Agenda de Singapur”, la cual promovía la
profundización de la liberalización comercial sin reciprocidad en la eliminación de subsidios y cuotas a la
importación en los países desarrollados. La consolidación de la Agenda de Doha también conocida como
Agenda del Desarrollo trasciende el fin inmediato de rechazar las medidas antes señaladas; su objetivo
central es “corregir las reglas que permiten a los países ricos llevarse el 70% de los intercambios comerciales
valuados en 30 billones de dólares, mientras los países pobres y en desarrollo, que tienen 81% de la
población mundial sólo obtienen el 30% (Calderón 2010); se trata de legislar para lograr mejores condiciones
para los PED y los PMA en el mercado global; implicando tanto la instauración de mecanismos efectivos para
el trato desigual y diferenciado, como el aumento de los fondos de la “Asistencia Oficial para el Desarrollo –
necesarios para la subsistencia de miles de personas en los PMA-, la oferta de mejores condiciones para el
1 Así, Altvater señala “Además también, las injustas reglas del libre comercio internacional contribuyen en gran medida a que se refuercen las asimetrías de la globalización: en el marco de la Ronda de Uruguay los aranceles sobre mercancías provenientes de países industrializados se redujeron hasta 45%; por el contrario, en productos que constituyen el mayor potencial de exportaciones de las naciones menos desarrolladas (por ejemplo textiles, pieles, productos agrícolas), la reducción fue sólo de entre 20 y 25%(…) En perjuicio de los intereses de los países en vías de desarrollo, no se acortó la vigencia de las patentes y otros derechos de autor; por el contrario, en el marco de la OMC, aun se reforzó la protección de los derechos de propiedad original; como consecuencia, los costos por la transferencia de tecnología incluso podrían aumentas en el futuro. (Altvater 2002)
acceso de países pobres a los flujos de capital privado y la renegociación de la deuda y; especialmente, lograr
un acceso recíproco a los mercados.
En la Cumbre de Doha sin embargo, la agenda propuesta por los países del G20 fue ignorada, lo que condujo
a la polarización y al posterior colapso de las negociaciones; estas continuaron en la Cumbre de Cancún en
2003 durante la cual, PED y PMA de África, Asia y Latinoamerica principalmente, se coaligaron en el Grupo
de los 77(G77) con el fin de impedir la imposición de una nueva ronda de liberalización y desregulación,
centrándose en la promoción de la OMC como una institución que trascienda el objetivo inmediato de la
liberalización comercial, para colocarse como un impulso al desarrollo de los pueblos y la solidaridad
internacional; ante la negativa de la UE y EU a abatir los subsidios agrícolas, las cuotas de importación y a
regular para impedir el funcionamiento de las normas técnicas como barreras no arancelarias, la Cumbre en
Cancún no hizo sino polarizar posiciones. Estas se radicalizaron en la Cumbre de Hong Kong de 2006,
cuando ante la propuesta de abrogar el derecho soberano de cada país a decidir sobre la apertura del sector
servicios al comercio exterior, incluidos sectores claves para el desarrollo y el bienestar social como
educación, salud y el sistema de aguas, los países del Sur organizaron su rechazo a través de la organización
del Grupo de los 90. El proceso es sintetizado por Calderón (Calderón 2010):
“El Grupo de los 77 ha declarado que el libre comercio no es el objetivo fundamental, sino el desarrollo de
lospueblos y que el multilaterismo es el marco idóneo para promocionar la solidaridad internacional, el trato
especial y diferenciado, el comercio internacional libre, no discriminatorio y equilibrado y la cooperación,
integración y reducción de desigualdades al interior y entre las naciones” El mismo autor continúa al referirse
a la ampliación del bloque del Sur realizada en la Conferencia de Hong Kong “ Durante la Cumbre Ministerial
de Hong Kong, el G-90, una coalición compuesta principalmente por países de África, Asia y Latinoamérica,
propuso infructuosamente un borrador alterno sobre servicios, debido a que el texto oficial negaba el derecho
soberano de cada país a decidir si autorizaba la apertura o no del sector servicios a la competencia exterior,
incluyendo salud, educación y agua. También rechazaron las propuestas de reducir las tarifas industriales,
incluyendo las ramas automotriz, textil y electrónica”.
La Cumbre de Hong Kong condujo al colapso de la OMC, las negociaciones no fueron retomadas sino hasta
el año de 2013, surgiendo los Acuerdos de Bali como un logro en la recuperación de las negociaciones, estos
sin embargo no son sino concesiones pírricas al lado de la propuesta original de la Agenda de Doha, en ellos
únicamente se contempla la facilitación para el trámite de aduanas en los países centrales y se posibilita el
otorgamiento de subsidios alimentarios, en el caso de que se demuestre que estos están dirigidos
exclusivamente a la población de más escasos recursos. En realidad lo que ha ocurrido es la conformación de
la OMC como un foro que a través de las instituciones internacionales, busca subvertir las asimetrías del
mercado global; la resistencia y organización de los países del Sur ha conducido al abandono de la OMC
como espacio nodal para la homogeneización de la apertura comercial, siendo preferido por los países
desarrollados, la instrumentación de acuerdos bilaterales para el libre flujo de mercancías, en los cuales se
reproducen las asimetrías denunciadas.
B/ Las AIR como actores en la globalización. Antes de continuar es necesario señalar algunas de las características de la fase de globalización actual; se
trata en primer lugar, de la generación de un espacio financiero global con alta movilidad de capitales y una
ingeniería financiera progresivamente compleja, lo que se traduce en la formación de flujos altamente
especulativos que inciden en una vulnerabilidad económica estructural; en segundo término, se trata de la
conformación de un mercado de bienes global, en el compiten mercancías resultado de procesos con
productividades radicalmente disímiles, al tiempo que se cuenta con un desarrollo tecnológico que posibilita la
fragmentación del proceso productivo, todo lo cual incide en el establecimiento de nuevas barreras para el
ingreso al mercado o una nueva fase de concentración de capitales en el cuál el mercado nacional se diluye
en un mercado mundial liderado por empresas transnacionales vinculadas, generalmente a países
desarrollados.
Como señala Altvater “El benchmarking global muestra que los estándares nacionales y locales (…) están
siendo dejados de lado en favor de estándares globales. Los costos laborales locales, las tecnologías, el
diseño, la rentabilidad del capital invertido, etc., deben ser comparados con los mercados globales, aun
cuando la producción sea únicamente para mercados locales” (Altvater, 2002, pág. 31). En el espacio
económico nacional, ello se traduce en el desmantelamiento de redes y encadenamientos industriales
previos, así como al debilitamiento de la capacidad del estado nación para lograr sendas de desarrollo
sustentables en un marco de crecimiento económico estable, las economías nacionales aisladas se
encuentran indefensas en un mercado mundial dominado por las grandes empresas transnacionales y un
capital financiero netamente especulativo.
Las Áreas de Integración Regional (AIR), se presentan desde esta perspectiva, como una opción para lograr
tanto una mayor competitividad que permita una mejor inserción al mercado mundial, como una vía para la
estabilidad monetaria ante la volatilidad de flujos financieros especulativos, e incluso, como una senda para
lograr un mejor posicionamiento en los espacios de negociación internacional, y por tanto, como una vía hacía
la recuperación de la soberanía económica necesaria para la consecución de proyectos de desarrollo a largo
plazo. 2 Como señala Filipo: 2 Altvater de hecho, reconoce siete funciones relevantes de las AIR: 1) Como posibles “fronteras para la competencia” , que casi desaparecieron en el sistema de libre comercio, esto es como espacios de competencia acotada donde la competitividad se desarrolla en el marco del espacio regional y no del mercado mundial; 2) Como esas unidades más grandes en las que tiene sentido cumplir los imperativos de la competitividad sistémica; 3) Como unidades para minimizar la competencia de tipos de cambio y la especulación; 4) como coaliciones políticas económicamente respaldadas; 5) Como medida para imponer y encerrar reformas neoliberales; 6) Para tener mayor peso en los tratados internacionales sobre el régimen económico comercial y monetario.
“En el plano de la globalización financiera, la integración regional profundizada, a través de la gestación de
políticas públicas coordinadas, armonizadas o incluso unificadas, contribuye a la estabilidad del crecimiento
del producto en un doble sentido. Por un lado mejorando la compatibilidad de las políticas económicas entre
los miembros y la convergencia de sus equilibrios macroeconómicos, lo que favorece el funcionamiento de los
vínculos entre empresas del mercado ampliado requeridos para viabilizar la competitividad sistémica. Por otro
lado, posibilitando una respuesta más independiente, gravitante y concertada en los foros mundiales de
negociación financiera” (Filipo y Rolando 2000, 18)
Por sus objetivos, alcance y profundidad, las AIR pueden ser clasificadas en: i) Zonas de libre comercio, que
implican la total eliminación de aranceles entre los miembros pero el mantenimiento de tasas diferenciadas
hacía el exterior, en este nivel se trata únicamente de la conformación de un espacio para el tránsito
desregulado de mercancías y capitales, sean estos dirigidos al sector financiero o al sector real como
inversión; ii) Unión Arancelaria: Eliminación de aranceles entre los miembros y establecimiento de tarifas
comunes hacía el exterior; iii) Mercado Común: Igualación de las políticas económica, financiera y social; iv)
Unión Monetaria, moneda común o tipos de cambio fijados de forma inamovible; v) Unión política, generación
de instituciones gubernamentales comunes como parlamento o gobierno.
En América Latina, dentro del primer caso encontramos la firma de acuerdos comerciales bilaterales o
multilaterales por países no incorporados a unión aduanera alguna; como es el caso de México, Chile,
Panamá o la República Dominicana, países todos que han profundizado la estrategia de integración neoliberal
y, por lo regular, se encuentran vinculados de manera preminente con la economía estadounidense; como
señala Altvater, “se trata del esfuerzo de EU por reestructurar los mercados mundiales dada la erosión de la
superioridad económica sobre los competidores en Europa Occidental y Asia Oriental”(Altvater 2002)
Estos acuerdos que, como señala Filipo conforman un “mercado preferencial” tienden a generar esquemas de
integración subordinada, con consecuencias profundamente negativas para las economías menores, las
cuales se presentan simultáneamente como una ampliación del mercado norteamericano y como un espacio
para la profundización de la especialización productiva a través de la generación de patrones de crecimiento
fundado en incentivos a exportaciones con un alto componente de valor importado, lo cual redunda en la
fractura de encadenamientos productivos previos, el desmantelamiento de la planta industrial y una mayor
heterogeneidad estructural entre las escasas empresas vinculadas al mercado mundial, y el resto de las
pequeñas y medianas industrial.
Aun cuando los acuerdos para la conformación de zonas de libre comercio no prevé la consolidación de
políticas económicas comunes, ni incluye la conformación de instituciones gubernamentales supranacionales
para el establecimiento de políticas sociales o mecanismos de solidaridad para lograr la convergencia en el
desarrollo en los países miembros, su firma si hace necesario en cambio, la transformación y el ajuste de las
leyes constitucionales para hacerlas congruentes con la liberación mercantil; es decir, el aceptar tratados de
libre comercio implica la prolongación y profundización de las reformas, subordinando el marco legal y la
soberanía nacional a los imperativos del acuerdo para la liberación comercial, con lo cual se despoja al estado
en términos prácticos de generar políticas de desarrollo e incentivos a la industria nacional.
Por tanto, la propuesta para el Acuerdo de Libre Comercio (ALC) de las Américas, que contempla una
integración comercial que abarque todo el continente americano y que es de hecho, una integración
subordinada que generalizaría los nocivos efectos generados a partir del TLCAN sobre la economía
mexicana; el riesgo para los países latinoamericanos que en los últimos años, a través de procesos
democráticos han optado por la búsqueda de un desarrollo sustentable que revierta los perjuicios generados
por gobiernos neoliberales, es evidente, el aceptar un ALC implica aceptar la desregulación y liberalización
económica y con ello, el abandono de proyectos de desarrollo autónomo. Como señala Filipo:
“El ALCA se caracteriza por la cantidad sin precedentes de países que entrarán en la negociación [se
contempla la integración de 34 países] por la diversidad de sus tamaños y niveles de desarrollo; porque la
mayoría de ellos ya son miembros de un acuerdo subregional, y, sobre todo, por su carácter vertical, al incluir
a dos países desarrollados -Canadá y Estados Unidos- que intentan concluir un acuerdo simétrico y recíproco
con las otras 32 naciones al sur del río Bravo (…) Cuando el ALCA entre en plena vigencia estos países de
tamaño y desarrollo tan dispares habrán establecido en condiciones igualitarias la total eliminación de las
barreras al comercio de bienes y servicios, el trato nacional y no discriminatorio a los movimientos de capital
productivo, y el respeto a las normas de propiedad intelectual” (Filipo y Rolando 2000, 21)
Junto a estos procesos de integración subordinada, han surgido en América Latina diversos bloques que, a
partir de la integración de economías similares, contemplan la integración como una vía solidaria hacía el
desarrollo; dentro de estas se encuentran, la Comunidad Andina de Naciones (CAN), el Mercado Común del
Sur (MERCOSUR), la Comunidad del Caribe (Caricom) y, el Mercado Común Centroamericano (MCCA). Se
trata de uniones aduaneras o mercados comunes que conforman la “integración positiva” de Altvater; se trata
de la búsqueda de una integración multidimensional y profunda que, a través del establecimiento de
instituciones inter y supragubernamentales, generen acuerdos para el establecimiento de políticas generales
en los temas de interés común; como son movilidad de mano de obra, establecimiento de vínculos
empresariales transfronterizos y estructuras comunes en educación e innovación tecnológica. Por otra parte,
al generar políticas macroeconómicas comunes, y generar vínculos que permitan posicionarse de mejor
manera en las negociaciones internacionales, las uniones arancelarias y los mercados comunes, pueden
generar una mayor estabilidad finaciera y posibilitar por tanto, la recuperación de soberanía en materia de
política monetaria; en este sentido se trata de establecer movimientos estables y compatibles de las
principales variables macroeconómicas –en particular la tasa de interés y el tipo de cambio- así como
mecanismos para la reducción convergente en materia de desequilibrio fiscal externo.
Se trata de la conformación de espacios comunes para estimular la conformación de estructuras que permitan
una mejor inserción al espacio global; a diferencia de las ALC, en ellas se prevé la potenciación de sendas de
crecimiento empleo-intensivas a partir de estímulos para la conformación de encadenamientos productivos,
en estos el espacio regional es un primer espacio de competitividad a partir del cual en determinado momento
se generen una competitividad sistémica que posibilite la competencia en el mercado mundial; en estos, la
conformación de un mercado común permite la generación de economías con rendimientos de escala,
estimuladas a la integración por la disminución de los costes de transacción al interior del bloque. Así mismo
se contempla, la calificación humana integrada, la cual por un lado permite alcanzar un mayor grado de
competitividad a los capitales regionales, como atraer inversión extranjera al combinar productividades
“desarrolladas” con salarios “subdesarrollados”; se trata de buscar el desarrollo de un capital social
compartido que permita el desarrollo y la incorporación al mercado mundial, minimizando los impactos
negativos sobre la red económica y la soberanía nacional.
La capacidad de las AIR para conformar nuevos espacios económicos regionales depende, en primera
instancia de la capacidad para los países implicados, de elevar la complementariedad y la complejidad de la
división del trabajo por medio del comercio; es decir, la funcionalidad de los bloques regionales depende,
tanto del desarrollo de la estructura productiva alcanzada previamente, como de la capacidad de continuar
desarrollándola para posibilitar una mejor integración; en este sentido países con una desarrollo industrial
previo se encuentran mejor capacitados para formar unidades regionales funcionales que aquellos países
productores exclusivamente de materias primas.
Altvater, sin embargo, pone en duda la capacidad de generar estructuras e innovaciones competitivas en el
mercado global, a partir de la conformación de redes y vínculos regionales, pues señala; “el mercado mundial
está estructurado y dominado por conglomerados de poder económico que dejan poco margen de acción para
que los “pequeños realicen su loable aspiración de crear estructuras de producción para la competitividad
sistémica” , en el Mercosur se ha planteado la generación de incentivos para la conformación de economías
de aglomeración, simultáneamente todos los países vinculados han invertido ampliamente en sus sistemas de
salud, educación e innovación, lo cual redunda en la generación de mano de obra de mayor calidad; sin
embargo, es complicado plantear la generación de mercancías competitivas en el espacio global a partir de
cadenas productivas sin dispersión global, sin embargo, los procesos en marcha pueden incidir en un mejor
posicionamiento dentro de la competencia global; por lo que respecta al proceso del Mercosur quizás aún es
demasiado pronto para juzgar sus límites y alcances; sin embargo no se debe desechar tan fácil la posibilidad
de generar estructuras para la defensa de la soberanía y un mejoramiento en los niveles de vida sociales, a
partir del esquema de solidaridad entre naciones que se ha puesto en marcha en el Cono Sur.
C/ México en la globalización.Desde su incorporación al GATT en los años ochenta, México ha seguido la senda “óptima” hacia la inserción
en la globalización; entendiendo por ello la senda señalada como óptima por las instituciones de la
globalización, principalmente, el FMI, la OCDE y la OMC, estos organismos difunden la imagen de la
economía mexicana como una economía moderna y con una estructura óptima para el desarrollo; sin
embargo, basta voltear un poco hacia nuestra realidad para contemplar la realidad detrás de la máscara, la
desregulación, privatización y transnacionalización de la economía, no sólo han generado tasas de
crecimiento promedio inferiores a la tasa de crecimiento poblacional, sino que han redundado en la
desarticulación de los encadenamientos productivos previos, así como en el desmantelamiento de la
estructura industrial creada durante el modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones.
Calderón señala como, la incorporación del modelo “asiático” de Industrialización Orientada a las
Exportaciones (IOE) ha generado impactos negativos sobre la dinámica de la economía mexicana, la
orientación de la producción al mercado externo ha generado un nuevo proceso de sustitución por
importaciones (S. J. Calderón 2014), que ha redundado en una profundización de la heterogeneidad
estructural; mientras en el norte y centro se observa un crecimiento dinámico, impulsado por industrias de
exportación altamente productivas, mas desreguladas y por tanto, nocivas desde el punto de vista social y
ambiental, en el Sur, donde predominan las economías campesinas de propiedad social, la liberalización de
entrada de alimentos y el abandono de políticas de fomento a la agricultura, ha profundizado el
desacoplamiento económico y el subdesarrollo.
En general, la incorporación de México al espacio global ha implicado una transformación estructural de la
organización económica, si bien el proceso previo de industrialización le ha permitido generar una canasta de
exportaciones diversificada, integrando desde actividades extractivas como el petróleo o la minería;
manufacturas tanto intensivas en trabajo, como de intensidad tecnológica media y alta; sin embargo, en
primer lugar el hecho de potenciar su ventaja comparativa en bajos costos salariales y magra regulación
ambiental, ha significado que aun cuando se trate de bienes de alta tecnología, esta se encuentra integrada
en los componentes importados de los países desarrollados –principal pero no únicamente EU-, siendo la
participación de México reducida al ensamblaje de dichos componentes, caracterizado por baja intensidad
tecnológica, uso de trabajo poco calificado, poco valor agregado y estancada productividad del trabajo (Ros
2014)
La expansión de las exportaciones en el producto se da a través de la extensión de maquilas, las cuales
dependen en gran medida de insumos importados y, dado que su integración se da por la oferta de bajos
salarios, tienden a generar situaciones de trabajo deplorables; estas a su vez se profundizan dada la
sostenida apreciación del tipo de cambio, con lo cual la maquila mexicana comienza a ser desplazada por
producción de más bajo costo en el mercado estadounidense. Por otra parte, la desregulación, liberalización y
privatización, junto con el abandono de programas sociales de incentivo a la producción y al empleo, ha
derivado en la destrucción de bienes públicos y el desmantelamiento de las redes de seguridad y bienestar
social. La transformación económica ha generado un incremento en los empleos informales y con ello, el libre
comercio aun cuando no es factor exclusivo, ha coadyuvado a la expansión de las redes de criminalidad que,
con resultados lamentables atraviesan el país.
I) EL TLCAN.
Entre 1992 y 1993 se llevó a cabo la firma del TLCAN, el cual elimina las barreras a los flujos comerciales
entre Canadá, México y Estados Unidos; era esta, como señala Altvater, esto fue también, un esfuerzo por
reestructurar los mercados mundiales dada la erosión de la superioridad económica sobre los competidores
en Europa Occidental y Asia Oriental (Altvater 2002),por el lado de México, con ello se buscaba
institucionalizar la asociación económica con EU y, simultáneamente instaurar un mecanismo que garantice la
reproducción y profundización de la política económica neoliberal, aumentando los costos sociales en caso de
búsqueda de proyectos de desarrollo nacional que impliquen una expansión del aparato estatal en economía.
En primer lugar, es necesario resaltar el asimétrico significado jurídico del Tratado; mientras que México ha
adoptado esta categoría, elevando el acuerdo por tanto a rango constitucional; en Estados Unidos es este tan
sólo un acuerdo, el cuál para ser implementado debe ser adaptado a través de leyes de implementación, que
le hagan compatible con la Constitución ;es esta la razón por la cual, las normas técnicas en materia sanitaria
y fitosanitaria han devenido una barrera no arancelaria a las exportaciones mexicanas. Por otra parte, el legar
la regulación sobre la inversión en el tratado a una entidad supranacional, como es el juzgado para la solución
de controversias, ha derivado en la desregulación y el otorgamiento de condiciones preferentes a la inversión
extranjera (IE); dentro de estas se encuentran:
a) La eliminación de los requisitos de desempeño como mecanismo para la generación de
encadenamientos, así como el direccionamiento de las inversiones a las necesidades de crecimiento
nacional.
b) El otorgamiento, a las industrias dentro del bloque, del trato nacional y trato de nación más
favorecida, de tal modo que las condiciones e incentivos otorgados a la IE no pueden ser inferiores a
los mejores otorgados a cualquier empresa nacional. Como señala Calderón, sin embargo, el
gobierno mexicano ha trascendido de forma negativa esta disposición, al otorgar subsidios y apoyos
a ET incluso superiores a las otorgadas a nacionales, como en el caso de Ford Hermosillo (S. J.
Calderón 2014)
c) Desregulación y liberalización de las transferencias de capital, lo cual ha incidido en una mayor
volatilidad del sector financiero, al tiempo que presiona por mantener políticas monetarias restrictivas
con altas reservas internacionales, para atenuar la amenaza de fuga de capitales y la devaluación
d) Regulación respecto a exportaciones: En el Artículo XI Del TLCAN se suscribe la posibilidad de las
empresas extranjeras localizadas en suelo mexicano, de demandar por medidas gubernamentales,
en el caso que estas se consideren causa de pérdida de la inversión, incluso cuando esto se refiera
a ganancias esperadas sobre inversiones en proyecto. El caso paradigmático a este respecto lo
constituye Metalclad, empresa que demandó al gobierno mexicano por la negativa del gobierno
municipal a otorgar los derechos para la planta de desechos nucleares, el gobierno mexicano fue de
hecho multado en un acto que constituye una franca violación al ejercicio de soberanía del estado.
El TLCAN por otra parte ha profundizado la dependencia de la economía mexicana respecto a la
estadounidense, la cual sigue ocupando más de tres cuartas partes de nuestras relaciones comerciales con el
exterior; por otra parte al anular la posibilidad para el gobierno mexicano, de implementar programas de
fomento al desarrollo y la innovación, se ha ahondado la tendencia hacia la desnacionalización y
fragmentación de la planta productiva mexicana. Proceso en el cual la acelerada liberalización de flujos
comerciales ha jugado un papel central al colocar como equivalentes mercancías que corresponden a
esquemas de productividad radicalmente disímiles.
Así mismo, la desnacionalización del sistema financiero, facilitada por las modificaciones en la legislación
sobre la materia en 1999 ha conducido tanto a una mayor volatilidad de la economía mexicana, como a la
astringencia en los créditos encaminados a la inversión, en un esquema en el cual se prefiere el otorgamiento
de recursos a corto plazo; ello se ha visto estimulado a su vez por la persistencia de déficits en la cuenta
corriente, los cuales han debido ser cubiertos con superávits en la cuenta de capitales, ello ha incrementado
el servicio de la deuda y las presiones sobre las políticas macroeconómicas.
I I I / CONCLUSIONES.
En la globalización se han creado nuevas estructuras de relación internacional, tanto en el plano global como
en el plano regional, a través de estas los países han buscado mejores formas de inserción al mercado
mundial, la regionalización es de hecho, un mecanismo para la generación de espacios intermedios entre el
mercado nacional y el mercado global, a través del cual, los países buscan lograr competitividad y
posicionarse de mejor manera tanto en el mercado mundial, como en negociaciones internacionales.
Los frutos del libre comercio y del desarrollo tecnológico continúan difundiéndose de manera asimétrica;
mientras que los países en desarrollo son forzados a la apertura progresiva de sus economías y sistemas
nacionales, las economías centrales tanto en la UE como en EU, continúan manteniendo programas de
subsidios y barreras no arancelarias que no hace sino reproducir y ahondar las relaciones de asimetría y
dependencia inherentes al mercado mundial.
La necesidad de mantener los privilegios comerciales, ha derivado en un “abandono” de la OMC como campo
esencial de negociación, desplazándose este a la instrumentación y generación de acuerdos bilaterales de
libre comercio, donde los países menos desarrollados se encuentran en desventaja; la OMC con mecanismos
horizontales para la toma de decisiones, se ha consolidado como un espacio para el reposicionamiento de la
mayoría subdesarrollada, la formación de bloques como el G20, el G77 y el G90 ha vuelto predominante la
voz de los países implicados, estos a su vez se han visto fortalecidos por el posicionamiento nodal de
algunos países históricamente periféricos en la economía global.
Las AIR han surgido como forma de respuesta ante los retos de la globalización, a través de esta se busca
lograr una mayor competitividad así como la estabilidad monetaria necesarias para insertarse en la
globalización; así, en estos momentos, diversos países en América Latina emprenden nuevas vías hacia la
consecución de un desarrollo autosustentado, basado en relaciones de intercambio y financiamiento
equitativas. En este marco, se plantean formas para reconstruir la economía y anular los “logros neoliberales”
sin embargo, aún es pronto para generar un dictamen al respecto; su devenir se encuentra marcado por
profundas contradicciones, siendo la principal la incorporación al mercado mundial como exportadores de
alimentos y materias primas, ello puede redundar en una severa fragilidad en el largo plazo, cuando los
términos de intercambio mejorados por la expansión en la demanda china vuelvan a estancarse.
En general, han surgido múltiples bloques regionales con objetivos diversos, la posibilidad de una integración
positiva sin embargo, se ha visto limitada por las características y el avance industrial de los países, en última
instancia para expandir el comercio interregional es necesario poder profundizar la división del trabajo; en
contraste con estas formas de integración “positiva” se han consolidado otros acuerdos de libre comercio, un
ejemplo de estos es el TLCAN, firmado por México, Estados Unidos y Canada en 1993.
En este la incorporación subordinada de la economía mexicana ha redundado en la fragmentación de la
economía y la contracción del crecimiento en niveles inferiores al crecimiento poblacional, así como en un
permanente déficit de la cuenta corriente.
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