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General Manuel Antonio Cara de PiñaNoriega William Casey considerado el más corrupto de los directores de la CIA Noriega y la invasión estadounidense Manuel Antonio Noriega Moreno nació en Ciudad de Panamá el 11 de febrero de 1934. Fue un militar de profesión egresado del Colegio Militar de Chorrillos. Cara de Piña Noriega tenía un largo historial trabajando para las agencias de inteligencia estadounidenses. Había comenzado desde finales de los 50s, de cadete como informante. En los 60s, recibió entrenamiento en el School of the Americas, el Fuerte Bragg y otras instituciones militares estadounidenses le dieron entrenamiento en recopilación de inteligencia y contra inteligencia. Tras el contragolpe de Torrijos en 1969, fue nombrado jefe del G2, el servicio de inteligencia panameño. Rápidamente comenzó traficando y para 1972, los funcionarios estadounidenses sabían que Noriega era la conexión panameña en el tráfico de narcóticos. Tal era su involucramiento, que un alto funcionario antidrogas propuso a Tricky Dick Nixon, hacerle asesinar por los plomeros de la Casa Blanca (los mismos de Watergate). 1 Pero su importancia había crecido significativamente al suministrar a las agencias de inteligencia estadounidenses, lo que ellos consideraban su mejor información sobre Cuba, movimientos guerrilleros latinoamericanos y a partir de 1979, sobre el gobierno sandinista nicaragüense. En la medida que sus servicios adquirían mayor valor para los estadounidenses, también la compensación económica de la CIA. Para mediados de los 70s, Cara de Piña recibía cien mil dólares anuales de la agencia estadounidense. A partir de su ascenso en hombre fuerte de Panamá, ayudó mucho al gobierno de Hollywood Reagan en la conducción de su cruzada anticomunista en el Caribe. 2 La información que Cara de Piña entregaba a los estadounidenses sobre la Cuba de Fidel, era considerada tan valiosa, que el Director de la CIA, William Casey viajaba a Panamá para recibir informes directamente del dictador. Y el apoyo de Noriega para la guerra de Hollywood en Nicaragua, le ganó aun mayor estimación en Washington. Desde un comienzo, Noriega trabajaba mano a mano con Casey de la CIA, Oliver North y los demás operativos centroamericanos de Reagan, haciéndose considerar por los funcionarios de la CIA y el Pentágono como indispensable. 3 1 Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia, 1992 2 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas, Lawrence Kansas, 2008

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General Manuel Antonio “Cara de Piña” Noriega

William Casey considerado el

más corrupto de los directores

de la CIA

Noriega y la invasión estadounidense Manuel Antonio Noriega Moreno nació en Ciudad de Panamá el 11 de febrero de 1934.

Fue un militar de profesión egresado

del Colegio Militar de Chorrillos.

Cara de Piña Noriega tenía un largo

historial trabajando para las agencias

de inteligencia estadounidenses. Había

comenzado desde finales de los 50s,

de cadete como informante. En los

60s, recibió entrenamiento en el

School of the Americas, el Fuerte

Bragg y otras instituciones militares

estadounidenses le dieron

entrenamiento en recopilación de

inteligencia y contra inteligencia. Tras

el contragolpe de Torrijos en 1969, fue

nombrado jefe del G2, el servicio de

inteligencia panameño. Rápidamente comenzó traficando y para 1972, los funcionarios

estadounidenses sabían que Noriega era la conexión panameña en el tráfico de

narcóticos. Tal era su involucramiento, que un alto funcionario antidrogas propuso a

Tricky Dick Nixon, hacerle asesinar por los plomeros de la Casa Blanca (los mismos de

Watergate).1

Pero su importancia había crecido significativamente al suministrar a las agencias de

inteligencia estadounidenses, lo que ellos consideraban su mejor información sobre

Cuba, movimientos guerrilleros latinoamericanos y a

partir de 1979, sobre el gobierno sandinista

nicaragüense. En la medida que sus servicios adquirían

mayor valor para los estadounidenses, también la

compensación económica de la CIA. Para mediados de

los 70s, Cara de Piña recibía cien mil dólares anuales de

la agencia estadounidense. A partir de su ascenso en

hombre fuerte de Panamá, ayudó mucho al gobierno de

Hollywood Reagan en la conducción de su cruzada

anticomunista en el Caribe.2

La información que Cara de Piña entregaba a los

estadounidenses sobre la Cuba de Fidel, era

considerada tan valiosa, que el Director de la CIA,

William Casey viajaba a Panamá para recibir informes

directamente del dictador. Y el apoyo de Noriega para la

guerra de Hollywood en Nicaragua, le ganó aun mayor

estimación en Washington. Desde un comienzo, Noriega

trabajaba mano a mano con Casey de la CIA, Oliver

North y los demás operativos centroamericanos de Reagan, haciéndose considerar por

los funcionarios de la CIA y el Pentágono como indispensable.3

1 Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia, 1992 2 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas, Lawrence Kansas, 2008

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Roberto Eisenmann

Cara de Piña podía ser un aliado indispensable, pero no era un amigo confiable. Era un

oportunista consumado. Generalmente colaboraba con ambas partes, ofreciendo sus

servicios al mejor postor. Durante los 70s mientras recibía cheques de la CIA también

estaba al servicio de inteligencia cubana. Entregaba al gobierno de Fidel información

sobre los operativos estadounidenses, facilitaba la entrega de cargamentos de armas

para los insurgentes comunistas en El Salvador, Guatemala, Colombia y ayudaba a

armar a los sandinistas contra Somoza. Ayudaba a Castro con el embargo

estadounidense, por medio de la venta secreta de computadores y otras tecnologías

avanzadas a empresas cubanas en la Zona Libre de Colón. Otorgaba derechos de

atraque a los buques pesqueros cubanos en el puerto de Vacamonte, mientras

conducían operativos de inteligencia y contrabandeaban armas a los insurgentes

comunistas por la costa Pacífica de América Latina. En 1976 sobornó a varios

funcionarios estadounidenses de una empresa de escucha electrónica de la Agencia

Nacional de Seguridad, para que le entregaran documentos secretos de la vigilancia

electrónica en el hemisferio. La información clasificada, una verdadera mina de oro, al

parecer terminó en manos de Fidel. También trabajaba ambos lados del narcotráfico.

Ayudaba a la DEA y a los barones de la droga colombianos. Aunque los yanquis sabían

de su doble faceta, su información era demasiado valiosa para terminar su relación con

él y lo consideraban un 80% proestadounidense y 20% procastro. El director de CIA,

William Casey resumió mejor la relación con Noriega: “Es un bastardo, pero es nuestro

bastardo”.4

En junio de 1985, Roberto Eisenmann, un periodista

panameño, crítico del gobierno militar en Panamá, llegó a la

Universidad de Harvard haciéndose merecedor a una beca del

Nieman Foundation for Journalism. Roberto ya había

atestiguado en un subcomité del Congreso que investigaba

los abusos a los derechos humanos del gobierno de Omar

Torrijos. Exasperado por la falta de acción del subcomité,

preguntó a los congresistas si cuarenta mil refugiados

políticos panameños en los Estados Unidos, alterarían la

reacción del Congreso. El representante Clarence D. Long

replicó, “lo harían, si ellos votaran en nuestro distrito”.

Entonces Roberto comprendió que la única forma para

convencer al Congreso

estadounidense era por

medio del electorado, por lo tanto en los electores

radicaba la única posibilidad. Al llegar a Harvard,

Roberto a sabiendas que el gobierno de Hollywood no

abandonaría a Cara de Piña, se puso a la tarea de

desacreditar al dictador ante los ojos de público.

Utilizó la influencia de las redes de la Fundación

Nieman para lograr importantes contactos en los

medios estadounidenses. En la televisión pública detallaba los crímenes de Noriega y

acusaba a las Fuerzas de Defensa Panameñas de tener la etiqueta de “Made in USA” y

reprendía duramente a los congresistas estadounidenses su falta de moral, al entregar

asistencia a una banda mafiosa como el régimen de Noriega.5

3 Ibíd. 4 Ibíd. 5 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas, Lawrence Kansas, 2008

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Nicolás Ardito Barletta

Roberto Díaz Herrera

Eric Delvalle

El Presidente Nicolás Ardito Barletta presionó a Noriega para

permitir una mayor libertad de expresión. Una de las figuras

de la oposición, Hugo Spadafora, un médico de prominente

familia y especie de héroe por haber comandado una brigada

de voluntarios en la revolución sandinista de 1979, comenzó a

escribir acusando y destapando los vínculos de Noriega con el

narcotráfico. Noriega ordenó su asesinato, lo que llevó a un

clamor general y la demanda del público por una

investigación. Para los panameños era la prueba fehaciente de

que Noriega era una sicópata y asesino.

Cuando Barletta anunció una

investigación del crimen, el Jefe

de Estado Mayor de Noriega, el Coronel Roberto Díaz

Herrera lo obligó a renunciar. Así el vicepresidente Eric

Delvalle se convirtió en el nuevo presidente títere de

Panamá. El Embajador y otros funcionarios

estadounidenses deseaban apoyar a Barletta contra

Noriega pero el subsecretario de Estado, Elliot Abrams no

lo autorizó.6

Así Barletta se fue para los Estados Unidos, donde el

gobierno aceptaba los hechos en Panamá y los atribuía a

los errores de Barletta y se tranquilizaban con la

confiabilidad que les generaba Noriega. El dictador había

asistido a siete programas de entrenamiento militar en la

vieja Zona del Canal. También mantenía la paz, algo

indispensable para la seguridad del canal, además de

poseer condecoraciones de una docena de países.

Entonces el subsecretario Abrams encabezaba el grupo

para sostener a Noriega. Pero no todos estaban de

acuerdo con los yanquis en sostener a Noriega.

Estudiantes, periodistas y políticos panameños

comenzaron a protestar por el régimen ilegal del dictador y Noriega aplicaba la

consabida presión para acallarlos. A mediados de 1986, Miguel Antonio Bernal, un

apasionado patriota, trató de crear un movimiento de oposición con el uso de la radio y

prensa de oposición en Ciudad de Panamá. Las autoridades militares le advirtieron que

su proceder, arriesgaba su vida y la su hijo, así que Bernal tuvo que salir del país.7

En diciembre llegaba otro de los enemigos de Cara de Piña a los Estados Unidos. Se

trataba del abogado Winston Spadafora, hermano del recién asesinado Hugo. Al no

lograr justicia en Panamá, Spadafora viajó a Washington con el fin de lograr el apoyo

del gobierno estadounidense y la OEA con el fin de lograr que Cara de Piña fuera

juzgado por homicidio. En 1986 visitó al Presidente del subcomité del Hemisferio

Occidental del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Senador Jesse Helms de

Carolina del Norte. Helms quien estaba en contra y despreciaba los nuevos acuerdos

canaleros de 1978, siempre estaba en busca de nuevos argumentos que respaldaron

su posición de que, los líderes panameños eran demasiado corruptos para confiarles el

canal. Escuchó los escalofriantes detalles sobre el asesinato de Hugo. Conmovido por

6 Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia, 1992 7 Ibíd.

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Hugo Spadafora

Seymour Hersh

la evidencia, Helms prometió a Spadafora que elevaría el asunto a la agenda del

Presidente Reagan. Además Helms llamó a unas sesiones en las cuales Norman Bailey,

un ex miembro del Consejo Nacional de Seguridad aseguró que el narcotráfico era un

problema endémico en el gobierno panameño y que Noriega era ampliamente

sospechoso de haber ordenado la muerte de Hugo Spadafora.8

Mientras tanto Eisenmann continuaba con su campaña

en los medios estadounidenses. El director de la

Nieman Foundation, Howard Simon, un antiguo editor

del Washington Post convencido por Roberto, que la

relación entre los Estados Unidos y Noriega era una

gran historia, puso a Roberto en contacto con

Seymour Hersh, un periodista investigativo, ganador

del Premio Pulitzer por destapar la masacre

estadounidense de vietnamitas en My Lai durante la

Guerra de Vietnam.9

En 1986 algunos funcionarios y el New York Times

acusaron a Noriega de actividades criminales. En varios

artículos del periódico neoyorquino, Seymour Hersh

detallaba la participación del dictador en el tráfico de

drogas, tráfico de armas, espionaje, blanqueo de dinero

y su relación con Cuba. Noriega comenzó a perder el

apoyo de algunos funcionarios estadounidenses pero la

CIA, el Departamento de Defensa, el Consejo Nacional

de Seguridad y la DEA deseaban mantenerlo en el

gobierno. Su asistencia a los contras nicaragüenses

seguía pesando en la determinación del gobierno de

Hollywood. Pero vendrían los devastadores ataques del

Senador Jesse Helms y John Kerry, quienes investigaron

y publicaron todas las acusaciones contra Noriega. La

imagen de Noriega de inmediato sufrió de gran

desprestigio, haciendo casi imposible para funcionario

alguno, defenderlo.10 A pesar de ello, Hollywood Reagan

no cedía en su empeño por continuar con Cara de Piña

Noriega.

Hacia el tercer trimestre de 1986 estallaba el escándalo Irán-Contras en el cual se

había acordado la venta de armas a Irán a cambio de estadounidenses secuestrados

en el Líbano. Comenzaba el fin de la guerra de los contras. A pesar de las prohibiciones

del Congreso, Oliver North había canalizado los dineros de la venta hacia los contras

además de tener una relación con Cara de Piña. Esta se remontaba a 1981 cuando el

gobierno de Reagan le giraba $185.000 dólares anuales al restablecer la relación

cercenada por Jimmy Carter. El director de la CIA, William Casey invitó a Noriega a su

casa para cenar por lo menos dos veces y Duane R. Clarridge, Jefe de la División

Latinoamericana le agasajaba en las noches en Panamá. Mediante el consejo de Néstor

8 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas, Lawrence Kansas, 2008 9 Ibíd. 10 Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia, 1992

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Teniente Coronel Oliver North

Sánchez agente de la CIA, Clarridge recompuso las relaciones que Stansfield Turner

había terminado. Noriega viajó con frecuencia después de 1982 a Washington afirmó

José Blandón, consejero de Noriega, y durante sus encuentros con Casey, estaba solo.

Con la contrarrevolución nicaragüense acortándose,

la importancia de Noriega disminuyó en los planes

centroamericanos de Hollywood Reagan. Ahora por

el contrario, su colaboración se convertía en un

asunto embarazoso para el gobierno. Luego Cara

de Piña perdió dos sus dos mejores aliados. El

Teniente Coronel Oliver North había tenido que

dejar el Consejo Nacional de Seguridad por las

irregularidades con los contras y el director de la

CIA, William Casey fue hospitalizado con un cáncer

cerebral. Fallecería cinco meses después.

Para principios de 1987, la foto de Noriega salía a diario en los periódicos

estadounidenses y un creciente número de congresistas preguntaban al gobierno de

Hollywood Reagan porque continuaba apoyando a tan repugnante dictador.11

En Panamá, Noriega se defendía de los demoledores ataques en Estados Unidos.

Afirmaba que era el preludio de los estadounidenses para echarse atrás en los

acuerdos del canal y no devolverlo al pueblo panameño.12

Ese año una disputa por la sucesión en el gobierno panameño estalló entre Noriega y

el Coronel Roberto Díaz Herrera. Díaz exigió la renuncia de Noriega y este le sacó de

filas, ofreciéndole la embajada en Japón en conjunto con un soborno de un millón de

dólares. Díaz rechazó la oferta y anunció públicamente que todas las acusaciones

hechas por los Estados Unidos en contra Noriega eran ciertas, además suministró, con

lujo de detalles, todas las operaciones ilegales. Además acusó a Noriega por la muerte

de Omar Torrijos y Hugo Spadafora.13

Las confesiones de Díaz

envalentonaron a la oposición quienes

organizaron gigantescas

manifestaciones en contra de Cara de

Piña. La iglesia y más de trescientas

asociaciones de profesionales se

unieron en la Cruzada Cívica Nacional

con el fin de coordinar las marchas y

protestas. Desde mediados de junio

hasta fines de julio, logaron huelgas

que prácticamente paralizaron el país

en un 90%. Noriega contraatacó con

fuerza a los líderes de la Cruzada.

11 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas, Lawrence Kansas, 2008 12 Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia, 1992 13 Ibíd.

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Manuel Solís Palma

Muchos fueron encarcelados, intimidados o apaleados. Cara de Piña desplazó a su

policía antimotines, “los doberman” contra los manifestantes inertes, quienes

protestaron casi todos los días entre junio y julio.14

Cuando el Congreso estadounidense aprobó resoluciones a favor de elecciones y un

gobierno civil en Panamá, Cara de Piña envió pandillas para que atacaran las

edificaciones de la embajada, el consulado y el servicio de información. Esto conllevó a

una demanda de los Estados Unidos por la restitución en los daños a sus bienes, y la

suspensión de la asistencia estadounidense. Ahora la Casa Blanca tomó los pasos que

demostraban que apoyaban resueltamente la oposición y querían ver a Noriega

renunciar. El subsecretario de Defensa Richard Armitage fue enviado por Reagan para

decirle a Cara de Piña que el gobierno estadounidense lo consideraba un problema y

deseaban su renuncia. La estrategia era alentar un golpe entre los oficiales de las

Fuerzas de Defensa dejando el gobierno en manos de los militares. Pero nadie

apareció. Nadie ejecutó el golpe. Para fines de julio con casi dos meses de protestas,

Noriega decidió acabar con la Cruzada. Encarceló a los líderes, cerró periódicos y

estaciones de radio y envió un escuadrón de asalto a tomarse la casa de Díaz, lugar de

encuentro de la oposición. Díaz fue capturado y encarcelado. Muchos tuvieron que huir

del país. Los estadounidenses fuera de lamentar el asalto, no hicieron nada más.

Pronto el mismo Díaz fue liberado y exiliado.15

En febrero de 1988 dos juzgados federales estadounidenses acusaron a Noriega de

múltiples cargos por narcotráfico. Ya para Hollywood Reagan, era imposible no tomar

una actitud más agresiva. El escándalo Irán-Contras minaba seriamente su gobierno y

las elecciones presidenciales, en que su vicepresidente Bush Papá era candidato,

estaban seriamente en peligro.16

El gobierno de Reagan optó por la presión económica y

diplomática para sacar a Noriega, pero en todo caso,

Hollywood se resistía a una intervención militar.

Hollywood envió a Abrams hasta Miami para que se

reuniera con el Presidente Delvalle y persuadirle de

dar de baja a Noriega. Sin embargo Noriega se negó y

nombró como nuevo presidente títere a Manuel Solís

Palma. Entonces Washington dejó de cancelar los

pagos por el Canal, suspendió las preferencias

arancelarias, bloqueaba transferencias financieras

internacionales, prohibió a las empresas

estadounidenses en Panamá el pago de impuestos y

creó una crisis de flujo de caja al detener el envió de dólares y creó una cuenta en

custodia, en la cual se depositaron todos los dineros incautados.17

Para mediados de 1988, la campaña de Hollywood para deshacerse de Cara de Piña no

había logrado nada. Peor aún, la mala imagen del dictador dañaba la campaña

14 Ibíd. 15 Ibíd. 16 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas,

Lawrence Kansas, 2008 17 Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia, 1992

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George HW Bush

presidencial de Bush Papá a tal punto que el dictador panameño se había convertido en

un asunto decisivo en la política de la campaña republicana.18

Muy temprano en su segundo periodo vicepresidencial, George Bush había organizado

su campaña presidencial de cara a las elecciones. Tres años

antes, en 1985, el comité electoral de la campaña de

George, tenía más de dos millones de dólares. Al nominarse

precandidato republicano, se enfrentó al Senador Bob Dole

de Kansas, el Representante Jack Kemp de Nueva York, al

ex gobernador y multimillonario de Delaware, Pete DuPont

y al evangelista cristiano, Pat Robertson. Dole no tardó en

recordarle a los electores que Bush Papá sabía de las

actividades criminales de Noriega desde que había ocupado

la dirección de la CIA en el gobierno de Jerry Ford y luego

como vicepresidente de Hollywood Reagan.

Tras ganar la candidatura republicana escogió a Dan Quayle

como compañero de fórmula y se enfrentó al demócrata

Michael Dukakis. Aunque durante la campaña presidencial

estadounidense el enfoque sobre América

Latina fue mínimo, el candidato demócrata

también atacó a Bush Papá: “¿Qué tal si nos

cuentan quién en esta administración está

negociando con Noriega? ¿Quién le estaba

pagando a Noriega? ¿Quién estaba ignorando

el hecho de que sabíamos que negociaba en

drogas y ganaba millones y todavía tenemos

tratos con él?” Pronto la campaña demócrata

tenía calcomanías que rezaban: “Bush-Noriega

88 – Sabemos que ellos pueden trabajar juntos”19

La campaña de Bush contraatacó con afirmaciones confusas y contradictorias. Al

principio Bush Papá trató de negar haber

conocido personalmente a Cara de Piña,

pero cuando apareció una foto de los dos

juntos, la campaña tuvo que salir

rápidamente y admitir que habían existido

solo dos encuentros, uno en 1976 y otro en

1983. También afirmaba Bush Papá

desconocer de las actividades ilícitas del

dictador hasta que las acusaciones

federales de 1988 habían sido hechas,

además cobraba crédito en las acusaciones

al afirmar, “cuando supimos claramente del

involucramiento de Noriega con drogas,

nos movimos en su contra con las acusaciones. Una vez supimos que este hombre se

había vuelto podrido, nuestra administración es la que trata de llevar este hombre ante

la justicia.” Sin embargo pocos días después un artículo del New York Times citaba

fuentes de la Casa Blanca y el Departamento de Estado en la cual se afirmaba que el

18 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas, Lawrence Kansas, 2008 19 Ibíd.

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General Frederick Woerner

embajador estadounidense en Panamá le había informado al vicepresidente en 1985

sobre el tráfico de drogas de Noriega.20

Para el mes de mayo, el asunto de las drogas estaba por dar al traste con la campaña

de Bush Papá. Una gran mayoría de estadounidenses creían que el asunto de

narcóticos era el mayor problema de seguridad que enfrentaba la nación, aún por

encima del comunismo. Y Noriega por su parte se había convertido en el horrible

símbolo de una maldad reinante. Según la encuesta del New York Times, el

Washington Post y ABC News, el 58% de los electores desaprobaban las políticas de

Hollywood Reagan en Panamá. Solo un 36% creían que el gobierno enfrentaba con

éxito el tráfico internacional de drogas y apenas un 24% consideraba que Bush en la

guerra contra las drogas sería tan efectivo como Dukakis. En resumidas cuentas

Dukakis le llevaba 10 puntos porcentuales a Bush Papá.

El 11 de mayo, Hollywood le ofreció a Cara de Piña, retirar los cargos de tráfico de

drogas en Estados Unidos si él dejaba el gobierno. La campaña de George entró en

pánico. En una serie de reuniones en la Casa Blanca que George Shultz describió como

salvajes y más salvajes, el vicepresidente y su campaña se oponían vehementemente

a la decisión de Hollywood, arguyendo que era un suicidio político durante un año

electoral, el que Bush pareciera suavizarse con el narcodictador de Panamá. “Cómo

vamos a argumentar que nos estamos endureciendo contra los narcotraficantes si

dejamos ir a este tipo” afirmaba James Baker, el gerente de la campaña de Bush, “los

demócratas nos van a comer vivos”. Pero Hollywood se mantuvo inflexible. “Las

acusaciones federales me obligan a tomar una acción contra Noriega y las únicas

opciones son convencerlo de dejar el gobierno voluntariamente o intervenir

militarmente y sacarlo a la fuerza. Lo que ustedes buscan es que nos metamos allá a

la fuerza, con pérdida de vidas y cómo se verá eso en el resto de América Latina”.21

Durante algún tiempo Cara de Piña consideró la oferta de Hollywood, pero definitiva

rechazó la propuesta afirmando a un periodista, que a él le gustaba ser un “dolor en el

culo de los estadounidenses”.22

Entonces Hollywood se dedicó a mantener a Panamá por

fuera de las noticias estadounidenses hasta finalizar las

elecciones. El General Frederick Woerner, Comandante de

las Fuerzas estadounidenses en la Zona del Canal recuerda:

“antes de las elecciones la orden se impartió, mantengan a

Panamá por fuera de las noticias”. Y funcionó, con lo que

Bush, a pesar de la insistencia de Dukakis en el tema, logró

evadir el asunto y concluyó con una amplia victoria electoral

en noviembre.23

En las elecciones presidenciales panameñas de 1989, una

coalición de oposición nominó candidato a Guillermo Endara.

El ahora Presidente George Bush Papá, en una campaña

diseñada para derrotar al dictador en las urnas, entregó diez

millones de dólares en fondos a la campaña de la oposición y

autorizó a la CIA para conducir transmisiones antirégimen clandestinas dentro de

Panamá. Bush también retó a Cara de Piña para que permitiera unas elecciones libres,

20 Ibíd. 21 Ibíd. 22 Ibíd. 23 Ibíd.

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Los Batallones de la Dignidad sin adiestramiento

policial o militar previo, eran fuertemente armados

afirmando que su gobierno no aceptaría los resultados de unas elecciones fraudulentas

con el fin de que Noriega se sostuviera en el poder. Adicionalmente envió una

delegación encabezada por los ex presidentes Carter y Ford para monitorear los

escrutinios. Las elecciones panameñas se convirtieron en la vitrina mundial para ver si

los Estados Unidos podían desalojar a Manuel Antonio Noriega.24

Al comenzar los

escrutinios, la ventaja

aparente para la

oposición, era de 3 a 1.

Entonces Cara de Piña

ordenó al Tribunal

Electoral suspender el

conteo de votos y envió

a sus hombres a destruir

las urnas. Tres días

después había una

manifestación de

protesta marchando por

la calles de Ciudad de

Panamá. Noriega envió

a sus recién creados Batallones de la Dignidad contra los manifestantes. Con tubos,

mangueras y garrotes, los Batallones

de la Dignidad apalearon a los

líderes de la manifestación. Horas

después, fotos de la salvaje

represión dieron la vuelta al mundo,

una incluía a Guillermo Ford, la

formula vicepresidencial de Endara,

bañado en sangre. Los intentos del

nuevo gobierno estadounidense, por

desalojar al dictador, habían

culminado en el más rotundo

fracaso. “Nadie me va a decir

cuando me tengo que ir, mucho

menos los Estados Unidos”,

vociferaba Noriega. A pesar de alguna

retorica y el llamamiento de su

embajador, Bush Papá no hizo nada.25

Bush Papá había demostrado durante los ocho años de vicepresidencia, tener poca

personalidad y de él se decía era el perro faldero de Reagan, un pelele. Ahora, a seis

meses de estar en la presidencia, Cara de Piña lo hacía ver como un líder poco

efectivo. Pero el problema de imagen de Bush Papá iba mucho más allá de Noriega.

Durante todo el año de 1989 una serie de transformaciones internas desestabilizaban

el bloque comunista. En la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov llamaba al fin de la

confrontación este-oeste implementando un gran programa de liberalización económica

y política, y proponía iniciativas internacionales para Europa, que haría obsoletos el

Pacto de Varsovia y la OTAN, las mayores alianzas de la Guerra Fría. Al mismo tiempo

24 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas, Lawrence Kansas, 2008 25 Ibíd.

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Mayor Moisés Giroldi

en Polonia, Hungría y Checoslovaquia, los regímenes comunistas daban paso a

pacíficas revoluciones democráticas. En junio Gorbachov en forma unilateral y

prácticamente desmantelando el Pacto de Varsovia, comenzó el retiro de las fuerzas

militares soviéticas de Europa. Ese

mismo mes, el gobierno de la

República Popular China aplastaba

violentamente un movimiento

prodemocrático en la Plaza de

Tian'anmen, masacrando a

centenares de manifestantes.

Mientras el fervor democrático

invadía el mundo comunista y la

Cortina de Hierro se desmoronaba,

Bush Papá mantenía silencio como

espectador pasivo. Consideraba

prudente evitar declaraciones

inflamatorias o acciones que los

gobiernos comunistas pudiesen

considerar ofensivas. Sin embargo

para muchos observadores, su

cauta respuesta a los hechos, que marcaban el fin del Bloque Oriental, demostraban un

liderazgo débil e indeciso. El archienemigo del occidente en la Guerra Fría, caía, y el

Presidente de los Estados Unidos no hacía nada para alentar el proceso. El momento

histórico magnificaba la importancia de Panamá. La pregunta que todos se hacían era,

si un bandido de poca monta como Noriega podía mangonear al líder del mundo libre,

¿qué esperanzas había para que pudiera mantener el liderazgo global estadounidense

en el naciente mundo pos Guerra Fría?26

En Panamá el 3 de octubre, el Mayor Moisés Giroldi

con un grupo de disidentes de las Fuerzas

Panameñas de Defensa, hicieron un golpe y

detuvieron a Noriega en el Cuartel General de

Ciudad de Panamá. En un anuncio público, los

golpistas afirmaban que Noriega y la cúpula de las

Fuerzas Panameñas habían sido retirados

forzosamente. Dos días antes, el primero de

octubre, Giroldi solicitó apoyo a las fuerzas

estadounidenses en la Zona del Canal. La idea era

que ellos debían bloquear la llegada de tropas

leales a Cara de Piña. Bush aceptó las solicitudes

de Giroldi pero al reconsiderar la situación, pensó

que podría tratarse de una ardid de Noriega con el

fin de acusar a los Estados Unidos de

intervencionismo y actitudes imperialistas. El día

del golpe, Bush no tenía ninguna preparación, ni

había dado instrucciones a las tropas en Panamá.

Ese día recibió en la Casa Blanca al ministro de

defensa soviético y al Presidente de México, por lo que tanto tampoco programó una

reunión del Consejo Nacional de Seguridad para monitorear la situación panameña. Al

26 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas, Lawrence Kansas, 2008

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Noriega victorioso celebra

ponerse en marcha el golpe, las tropas estadounidenses no impidieron la llegada de

tropas leales al dictador y los refuerzos

rodearon el Cuartel General. En su

desesperación, Giroldi ofreció entregar a

Noriega a las tropas estadounidenses,

pero la respuesta de Bush se demoró

dos horas. Mientras tanto las tropas de

Noriega retomaron el Cuartel General y

liberaron al dictador. Giroldi y por

menos diez de sus colaboradores fueron

fusilados de inmediato.27

Noriega acusó a los Estados Unidos del

levantamiento. “Las pirañas gringas

quieren acabar conmigo para instalar un

gobierno de vendepatrias,” le anunciaba

Noriega, dos días después, a un grupo

de seguidores. Riéndose de la metida de

pata de Bush, la comparó con Bahía de Cochinos y retaba al estadounidense para

volver a intentar.

Las críticas contra Bush no se hicieron esperar. “Tuvimos el levantamiento de personas

muy valientes y los Estados Unidos no hizo nada”, afirmaba el demócrata David Boren,

Presidente del Comité de Inteligencia del Senado. El Presidente del Comité del Senado

para las Fuerzas Armadas, Sam Nunn se quejaba de “a pesar de la vieja política de

fomentar un golpe en Panamá”, la administración “no tenía verdaderos planes para el

proceder de nuestra gente en tierra. Debemos anticipar que nuestra política (de

derrocar a Noriega) puede ocurrir.” En el Congreso el Presidente del Comité de

Inteligencia Dave McCurdy decía que el manejo que Bush había dado al golpe en

Panamá “hacía parecer a Jimmy Carter un hombre de carácter”, el resultado, afirmaba

McCurdy, era el resurgimiento “del factor de pelele”, que tanto tiempo acompañaba la

imagen de Bush. “Es difícil imaginar a Lyndon Johnson o Ronald Reagan dudando”,

comentaba otro congresista demócrata con vasta experiencia en asuntos

internacionales. Estas eran las críticas de sus opositores políticos, pero las de sus

copartidarios republicanos eran igual de vociferas y enérgicas. Jesse Helms denominó

el gobierno de torpes policías (keystone cops28) estrellándose entre ellos, “tras esto, no

se podrá esperar que ningún miembro de las FDP, actúen contra Noriega”, declaró.

Hank Hyde del Comité de Inteligencia atacó al gobierno quejándose “parecemos

indecisos, vacilantes y débiles”. La prensa no se quedó atrás. El New York Times

calificaba el manejo del golpe como “un modelo de incompetencia”, mientras el

Washington Post describía al Presidente de “absolutamente paralizado, todo lo que

pudo hacer fue vacilar”. La revista Newsweek en un artículo de portada intitulado “La

hora amateur”, criticaba, “el manejo de la crisis fue un golpe de falta de experiencia y

preparación” y continuaba con, el coup había sido la primera prueba de fuego del

nuevo presidente y los resultados eran poco reconfortantes. La Casa Blanca había

logrado “acumular lo peor de ambos lados: perder cara en un mundo donde esto

importaba y Noriega seguía en el poder.” En resumen la revista concluía que la

actuación de Bush era “un pobre contraste con su predecesor”. El semanario

conservador Human Events era aún más virulento. Acusaba que el fracaso de Bush en

27 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas,

Lawrence Kansas, 2008 28 Policías incompetentes de las películas mudas entre 1912 y 1917. Son los mismos policías torpes de las películas de Charlie Chaplin.

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Vicepresidente Dan

Quayle

apoyar a Giroldi, denotaba “incompetencia y timidez que rayaba en el

apaciguamiento”.

Los columnistas hicieron fiesta. Charles Krauthammer anotaba que el fallido coup

reflejaba “la intermediatez del gobierno, políticas intermedias con medidas

intermedias”. George Will afirmaba en su columna “Una Presidencia poco seria”, que el

símbolo de Bush debía ser un dedo mojado en alto, buscando la dirección del viento.

William Safire decía en “Un hombre sin plan” que la cuota de fracaso para el gobierno

ya se había copado. El Coronel retirado Harry G. Summers Jr. del US Army War

College afirmaba detectar asuntos más serios. En una columna intitulada “La

incompetencia en el golpe de Panamá es lo menos en nuestras preocupaciones,”

escribió: el golpe permitió al pueblo estadounidense una ligera mirada al abismo. El

proceso de toma de decisiones en nuestra seguridad nacional, el corazón y alma de

nuestras defensas nacionales, demostró estar en caos. Fue una revelación aterradora.

…si nuestros líderes nacionales fallaron tanto en una crisis menor como la de Panamá,

¿qué harían de cara a una amenaza mayor? Mientras misiles enemigos nos atacan,

¿estarán aún revisando documentos? La oposición panameña también se quejó.

Roberto Eisenmann tituló una columna de opinión, “Ustedes los Yanquis no puede

manejar un Golpe”, y expresaba su gran desilusión con el gobierno. La torpeza de

Bush en la crisis, dejaba muy en claro, “que no existía una política coherente tras la

retorica presidencial, que no se habían contemplado contingencias y menos

planificación y que la retorica para desalojar a Noriega podía tranquilamente ser

ignorada.”

Pero las peores críticas llegaron de los mismos funcionarios del gobierno. El 6 de

octubre la reportera Ann Devroy escribía en el Washington Post: “Un enfurecido

Presidente Bush ordenó a sus más altos funcionarios poner fin al criticismo interno por

el manejo del gobierno en el intento de golpe… (durante tres días) funcionarios de

muchos departamentos contaron a los reporteros que la administración había estado

mal preparada para su primera inesperada crisis internacional, no tenía planes de

contingencia para manejarla y que reaccionó en forma torpe a los hechos…”29

Según el vicepresidente Dan Quayle, sacudido por el

criticismo y desesperado para mejorar su imagen pública,

Bush Papá comenzó los operativos para una demostración de

fuerza que mostraría su capacidad de liderazgo decisivo y

audaz. Una semana después del fracasado golpe, ordenó al

Pentágono iniciar los planes para una invasión a gran escala

en Panamá. “La hora del amateur se acabó”, le dijo a sus

consejeros.

Sin embargo quedaba faltando una razón legítima para

invadir Panamá. “Antes de actuar necesitábamos un pretexto

para proceder contra el dictador”, afirmó Quayle. El Teniente

General Carl Stiner, el principal planificador del Pentágono

recordó, “sabíamos que para poder ejecutar una invasión a

gran escala se necesitaría algo que sería aceptado como

moralmente justificable en la mente del pueblo

estadounidense y el mundo, algo como la protección de vidas.” Según el Secretario de

Estado, James Baker, lo que el gobierno necesitaba era una descarada provocación

29 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas, Lawrence Kansas, 2008

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contra ciudadanos estadounidenses, que levantaría el sentimiento público y harían la

intervención más aceptable. Entonces para lograr el requerido pretexto, las fuerzas

estadounidenses en Panamá comenzaron a efectuar agresivas maniobras de

entrenamiento, diseñadas deliberadamente en aumentar la tensión y llevar a Noriega a

una confrontación. Los ejercicios incluían la requisa de ciudadanos panameños, la

confrontación con las Fuerzas de Defensa Panameñas, la ocupación de pequeñas

poblaciones por algunas horas, aviones militares sobrevolando el espacio aéreo

panameño y rodear edificios públicos con tropas.

Mientras tanto, los eventos en el mundo añadían presión para que Bush fuera más

agresivo en Panamá. A principios de noviembre, las autoridades de Berlín Oriental

respondieron al malestar popular,

abriendo el Muro de Berlín y permitiendo

a miles de sus conciudadanos escapar a

Berlín Occidental. En cuestión de días, el

mismo muro, un símbolo durante tres

décadas, de opresión comunista para la

mitad de Europa, era derribado a

martillazos por jubilosos berlineses.

Mientras el mundo occidental celebraba

los dramáticos hechos, Bush

nuevamente se mantenía cauto y

comedido. Su respuesta pública fue un

pronunciamiento lacónico, sin emoción y

sin entusiasmo, elogiando la decisión de

los comunistas de Alemania Oriental.

Nuevamente fallaba en proveer

liderazgo visionario o inspiración durante

momentos de tan dramáticos cambios.30

Para el mes de diciembre, la Guerra Fría

estaba claramente terminando y los

estrategas del gobierno estadounidense,

mientras se frotaban las manos de la

dicha, hacían los borradores para los

planos del nuevo orden mundial

dominado por los Estados Unidos. El

mundo pos Guerra Fría ambicionado, era

un mundo capitalista estable, de

democracias capitalistas, en el cual los

Estados Unidos como única superpotencia, utilizaría su aplastante superioridad militar

para garantizar la estabilidad global, trabajando en conjunto con aliados que le

cooperarían y las Naciones Unidas para reducir conflictos internacionales, prevenir la

agresión y promover modelos liberales de desarrollo nacional, un mundo en el cual,

como diría Bush Papá un año después en vísperas de la Guerra del Golfo, “lo que

nosotros decimos, se hace”. Para finales de 1989 en los círculos intelectuales

estadounidenses se especulaba si Estados Unidos seguiría la misma suerte de otros

imperios al llegar el momento de la decadencia y perdería su posición dominante en el

mundo.31

30 Ibíd 31 Ibíd

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General Colin Powell

Entonces el descarado desafío de Cara de Piña conllevaba muchas preguntas

inconvenientes cuando los Estados Unidos se preparaban para asumir nuevos retos

como líder global. La imposibilidad de los Estados Unidos en sacar a Noriega enviaba

señales de una creciente impotencia, la clase de debilidad que mostraban los imperios

en decadencia, no la actitud de líderes vigorosos. Como lo anotaba un renombrado

especialista en relaciones internacionales: “el contraste de la posición de los Estados

Unidos hoy (en 1989) y hace unas pocas décadas es aleccionador. La influencia

estadounidense en el hemisferio occidental en los 50s era tan abrumador, que

Washington podía derrocar un gobierno con matiz a izquierda como el guatemalteco,

con un esfuerzo mínimo, pero esa influencia se había diluido a tal punto, que en los

80s, el gobierno de Reagan no pudo sacar a un dictadorzuelo como Noriega en

Panamá, un país creado por Washington y controlado durante décadas por militares

estadounidenses.” Si los Estados Unidos eran incapaces de sacar un pequeño tirano en

su propio patio trasero caribeño, ¿podría aún exigir el requerido deferencial respeto de

otros gobiernos para un efectivo liderazgo

mundial? Mientras los Estados Unidos construía a

su imagen y semejanza un nuevo orden mundial,

¿sería que otras naciones seguirían

incondicionalmente su liderazgo? ¿Sería que otros

estados parias se envalentonarían a seguir sus

propias metas, desafiando la voluntad

estadounidense? Desde la perspectiva del

gobierno Bush, una demostración de fuerza en

Panamá aseguraría al mundo que los Estados

Unidos aún era la superpotencia que afirmaba ser.

En sus memorias el General Colin Powell describe

un dominante sentido de furia a finales de 1989

en la Casa Blanca, de que un dictador de tercera

como Noriega, hiciera muecas a los Estados

Unidos. Según Powell, este tipo de reto a la

credibilidad internacional estadounidense, en un

momento de hito histórico en asuntos globales,

era intolerable. “Era el momento,” le advirtió al

Presidente, “de colocar una placa sobre nuestra

puerta que rezaba, superpotencia vive aquí”. Y la placa era Panamá.32

En diciembre el acoso estadounidense en Panamá había logrado aumentar las

tensiones a niveles explosivos. Bush Papá anunció que no permitiría buques de

bandera panameña ingresar a los puertos estadounidenses. Con una de las mayores

flotas marítimas del mundo, este era un grave golpe económico para el país istmeño.

El 15 de diciembre la Asamblea panameña advirtió que eso equivalía a una declaración

de guerra.

32 Ibíd.

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La destrucción estadounidense tras la invasión

Miles de inocentes civiles panameños fueron asesinados por

las tropas invasoras

El 16 de diciembre llegó la tan anhelada disculpa para la invasión. Un vehículo con 4

marines estadounidenses, aparentemente instigadores del servicio de inteligencia,

pasó por un reten de las Fuerzas de Defensa panameñas, frente al Cuartel General de

Noriega, un sector oficialmente vetado para todo personal militar estadounidense.

Soldados panameños exigieron a los estadounidenses identificarse. Con un intercambio

de palabras el conductor aceleró el vehículo, mientras el teniente Robert Paz hizo un

gesto obsceno con los dedos a las tropas panameñas. Los panameños abrieron fuego y

mataron a Paz. El incidente fue presenciado por un oficial naval estadounidense y su

esposa quienes fueron detenidos durante cuatro horas.

A día siguiente Bush autorizó la

invasión. Con el nombre de Justa

Causa, el operativo rápidamente

dominó las fuerzas panameñas y

Cara de Piña, dos semanas

después, se entregó a los

militares estadounidenses. Fue

llevado a Miami donde se le

enjuició por tráfico de narcóticos.

La invasión permitió al gobierno

de Bush Papá limpiar toda la

porquería, de su propia creación,

con el fin de, con mayor

efectividad tratar los solemnes

desarrollos en Europa Oriental.

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Los estadounidenses invadieron Panamá con el único fin de capturar a

Noriega, un bandido que ellos apoyaron y ayudaron durante años. Aquí

con su presa rumbo a una celda en USA.

Guillermo Endara

Mientras Noriega pudiera hacerle muecas a los Estados Unidos y exigir una condición

especial por sus conexiones con la CIA, difícilmente podría Bush Papá ocupar una

posición de moral en sus relaciones con el resto del mundo.33

La Asamblea General de las Naciones Unidos condenó la invasión y la catalogó como

una flagrante violación al

derecho internacional. La

intervención

estadounidense generó

una reacción negativa en

los países

Latinoamericanos.

Aunque la OEA había

condenado los abusos de

Noriega e incluso había

tratado de negociar su

salida, la tradicional

oposición al

intervencionismo yanqui

renació.34

Guillermo Endara había

sido llevado por los

estadounidenses, días

antes de la invasión, a

una base en la Zona del Canal donde asumió como nuevo

Presidente de la República. Los nuevos líderes panameños,

impuestos por los estadounidenses, resultaron

decepcionantes. El narcotráfico en Panamá en vez de

disminuir, se incrementó bajo el gobierno de Endara. Su

gobierno fue tan impopular que un año después los

estadounidenses tuvieron que intervenir militarmente de

nuevo, para impedir su derrocamiento.35

En Panamá la invasión produjo una relación de dependencia

entre los funcionarios y un distanciamiento con los

ciudadanos del común. La invasión confirmó lo que la

izquierda habían afirmado (y los derechistas deseado) por años, que Panamá en

realidad no era un estado soberano y que en últimas los Estados Unidos haría a la

fuerza, su voluntad. Los estadounidenses fueron responsables de cientos de muertos

civiles durante el operativo, al bombardear los barrios obreros de San Miguelito y El

Chorrillo. Endara transmitió ese sentimiento en una entrevista con la AP. Dijo que la

invasión había sido “como una patada en la cabeza. Pensaría yo que no fue lo mejor…

no fuimos consultados…. Yo habría estado más contento sin la intervención…. Los

gringos tienen sus defectos, pero yo estoy acostumbrado a ellos.”36

33 Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia, 1992 34 Don M. Coerver y Linda B. Hall, “Tangled Destinies, Latin America and the United States”, The University of New Mexico Press, Albuquerque, 1999 35 Michael Grow, “U.S. Presidents and Latin American Interventions”, The University Press of Kansas,

Lawrence Kansas, 2008 36 Michael L. Conniff, “Panama and the United States”, The University of Georgia Press, Athens Georgia, 1992