Norberto Ceresole - La Venezuela del Comandante Chávez

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CAUDILLO, EJERCITO, PUEBLO LA VENEZUELA DEL COMANDANTE CHVEZ Norberto Ceresole (1) INTRODUCCIN Del 1 de enero al 5 de marzo de 1999 (2) "Hay dos chavismos. El de los partidarios de Ceresole y el de los que creen en la democracia; Hay un chavismo, pues, ceresoliano, y un chavismo democrtico re presentado por Jos Vicente Rangel" (3). "Pero entonces llega Ceresole y dice que hay que pulverizar a los partidos ( con lo cual estoy de acuerdo), y entonces se arma el escndalo" (4). "El plan cvico-militar pareca el nico hueso sano (del gobierno de Chvez), encabe zado por el ministro de la Defensa, un prestigioso oficial del ejrcito venezolano ; luca alentador, positivo, hasta que apareci Ceresole" (5). "Ahora resulta que despus de tanto Bolvar, de tanto Zamora, de tanto Simn Rodrgu ez, la pcima de Ceresole parece ser la que, en realidad, ha embriagado el nimo de Chvez. La pcima de Ceresole es la del absolutismo caudillista" (6). La crisis poltica que se origin en Venezuela por mi presencia en ese pas durante lo s primeros meses de 1999 no tiene, tal vez, antecedentes en el mundo actual. Nun ca una persona privada, sin ningn tipo de apoyatura organizativa, ni mucho menos oficial, gener tanta polmica poltica e institucional, ni tanto espacio en la prensa escrita, ni tantas horas de radio y televisin, en un perodo tan corto de tiempo ( 7). Cualquier lector que recorra los archivos electrnicos de los principales diar ios de Venezuela podr contabilizar ms de 250 artculos desde finales de febrero hast a finales de diciembre de 1999, y ni uno slo de ellos favorable ni a mi persona n i a mis ideas, lo que confirma la tesis del presidente Chvez sobre el carcter mafi oso y regiminoso de las empresas periodsticas de Venezuela. Se trat sin duda de uno de los "; episodios ms desconcertantes que pueda haber viv ido un pas latinoamericano, indicativo del grado de confusin en que ha cado la soci edad venezolana" (8). Nunca se dieron las circunstancias para que un intelectual aislado lograra polarizar a un pas entero de la manera como yo lo hice en Venezu ela, aunque lamentando haberme convertido, contra mi voluntad, en un "super star " (9). Para que tal increble circunstancia se produjera fue necesario que confluyeran, e n tiempo y espacio, dos poderosos factores primarios, y un tercero, secundario, que era mi historia personal en ese pas, mi antigua amistad con el comandante Chve z y mi expulsin de Venezuela en junio de 1995. Los dos factores principales fueron la inestable y frgil situacin interna de Venez uela, y la agresiva posicin adoptada contra mi persona por la comunidad juda venez olana y por la alta dirigencia del Estado de Israel (10). A los pocos das de aban donar yo Venezuela lleg a Caracas, sin ser invitado por el gobierno, el entonces ministro israel de seguridad interior, Avigdor Kahalani, con un portafolios lleno de ofertas, como es habitual en estos casos. Israel vena a ofrecer asesora sobre seguridad, sistemas, cuerpos policiales, "; y la manera cmo stas pueden proteger e l territorio" (El Nacional, 20 de marzo de 1999). "La presencia de Norberto Cere

sole en Venezuela gener interferencias en las relaciones entre el gobierno venezo lano y la comunidad juda. A propsito de estos ruidos, y en un intento por contempo rizar, el gobierno emprendi una negociacin, ya bastante avanzada, para la adquisic in de misiles israeles; Esas transacciones y la presencia en el pas del ministro de Seguridad Interior de Israel;, seala que la poltica venezolana comienza a interes ar por aquellos predios. Desde all, por cierto, el Premio Nobel de la Paz, Shimon Peres, acaba de enviar una carta, dirigida al partido Accin Democrtica, en la cua l manifiesta su inquietud por el proceso de cambios que se desarrolla en Venezue la y, sobre todo, por el papel que los radicales fundamentalistas pudieran tener en l. Se refera Peres a la presencia del socilogo argentino en nuestro pas, hace un as semanas" (11). Uno de los periodistas venezolanos ms sensibles y antagnicos al chavismo, Roberto Giusti, dio en el clavo: ante tantos asesores frustrados del presidente, y contr ariamente a las propuestas abstractas pero sobre irrepresentativas que llegan al Palacio Miraflores, "; la formulacin terica de Ceresole tiene una traduccin, se ma nifiesta en las calles vestidas de boinas rojas y patriotas bandas vociferantes dispuestas a imponer la dictadura de la mayora". La Venezuela del comandante Chvez presenta dos opciones. Entre ellas, "; con sus correspondientes matices y varia ntes; hay toda una ofensiva y contraofensiva, una pugna de intereses que se pone de manifiesto en el sealamiento de Ceresole, segn el cual existe un lobbie (sic) del capitalismo internacional incrustado en el dominio del alto gobierno" (12). Es cierto. Mi propuesta para Venezuela es representativa en lo civil y en lo mil itar. En todo momento estuvo respaldada no slo en la calle, por los "boinas rojas " (distintivo de las unidades de paracaidistas: una versin "militarizada" de los "descamisados" argentinos) del chavismo. Tambin fue asumida como propia en cuarte les y organizaciones populares de base, a todo lo largo y ancho del pas. Esa demo strada y an demostrable representatividad de mi pensamiento, a escala nacional, y no mi humilde persona, fue lo que provoc el pnico y la histeria del establishment , instalado tanto dentro como fuera del gobierno. Ello fue acertadamente expresado en una columna de opinin de El Universal, titula da "La conversin" (se refiere naturalmente a la "conversin" ideolgica que, segn el a rticulista, est experimentando el Presidente), quien "; viene de una cosmovisin de masiado primitiva y porque necesita alcanzar otra demasiado avanzada. Porque vie ne de esa mezcla confusa y atvica de fascismo y moral medieval, que se sintetiza en un nombre: Ceresole; (sin embargo) el verdadero problema es lograr que la con versin se produzca en la masa de gente que lo acompaa, en el conjunto de cuadros y dirigentes que han asumido conscientemente la posibilidad de un proceso revoluc ionario. Para ellos, el choque entre la inevitable economa de mercado y el deseo de redencin social, entre el inexorable capitalismo y la revolucin que creen estar adelantando, ser muy difcil de asimilar" (13). La "cuestin juda" y el Estado de Israel La cuestin juda, en su doble e inseparable dimensin (la que representa la comunidad juda residente en Venezuela y los intereses especficos del Estado de Israel en la regin) tuvo y tiene una influencia particularmente importante en esta crisis, de bido a cuestiones que no tienen nada que ver con Venezuela. La primera agresin co ntra mi persona, a nivel pblico, la produjo el periodista Jorge Olavarra el doming o 21 de febrero. All ese seor, entre despectivo y arrogante, me acusa de "antisemi ta" - con un desconocimiento absoluto sobre mis libros - y de ser, al mismo tiem po, el mentor del presidente (14). Una oportunidad nica Un "antisemita" influye so bre el presidente! Por supuesto que no soy ni "antisemita" ni "neonazi". Recientemente una revista "seria", la pretendida versin en lengua espaola de Foreign Affairs, (Poltica Exteri or, Madrid, noviembre-diciembre de 1999, p.32, Vol.XIII, N 72) me defini como "mon tonero", la "ultraizquierda del peronismo en el aos setenta") (15).

Soy, eso s, un crtico del Estado de Israel y de las organizaciones judas internacio nales, a las cuales dediqu mis ltimos libros. Me considero parte de un nuevo revis ionismo que tiene por objeto demostrar : 1) que una parte importante del relato cannico de la deportacin y de la muerte de los judos bajo el sistema nazi ha sido arreglada en forma de mito. 2) que dicho mito es utilizado hoy en da para preservar la existencia de una empr esa colonial: la desposesin por Israel de la Palestina rabe. 3) que la existencia de tal empresa poltica (un poder concretado por un ejrcito, v arias policas, crceles, torturas, asesinatos, etc.) busca consolidarse por una ser ie de manipulaciones ideolgicas en el seno del poder hegemnico de los Estados Unid os, que procura por cualquier medio hacerse aceptar como amo del mundo, mediante el terror generalizado y adems mediante prcticas disuasivas y persuasivas. Es as cmo los revisionistas se van convirtiendo, a pesar suyo en ciertos casos, en un elemento de importancia creciente, en la deconstruccin de las ideologas que so stienen estas empresas hegemnicas. Entre todos los sentidos que se le ha dado a la palabra "revisionista", se trata de sealar principalmente el que distingue a los historiadores y cientficos social es que consideran comprobado el hecho de que no hubo -- en ningn caso -- (en los campos de concentracin alemanes de la poca del Tercer Reich, incluido el territori o no alemn administrado militarmente por Alemania) uso de gases homicidas que sup uestamente se operaban en recintos llamados "Cmaras". Junto con muchos otros expe rtos, qumicos, por ejemplo, el revisionista considera, en consecuencia, que no ex iste cifra definitivamente establecida para evaluar las prdidas humanas en las co munidades judas durante la segunda guerra mundial pero que, en todo caso, la de s eis millones de personas es absolutamente desmesurada. No existe ningn documento ni resto fsico o qumico que demuestre la existencia de las "fbricas de la muerte" q ue muestran las pelculas de Hollywood, bien a partir de novelas, o bien a partir de "memorias" de testigos indirectos. El anlisis revisionista ha demostrado hasta la saciedad que esas "memorias", que pretenden reemplazar a documentos inexiste ntes (como por ejemplo rdenes de exterminio [oficiales o extraoficiales], presupu estos econmicos para construir "fbricas de muerte", diseos o representaciones creble s del "arma del crimen", procedimientos administrativos para ejecutar tan vasto y nico crimen, etc. etc.), o bien estn basadas en hechos falsos, o bien en testigo s directos de dudosa credibilidad. Es imposible, adems, reconstruir los hechos hi stricos a partir de la pura "memoria". Por otra parte sabemos con absoluta precis in de dnde (de qu "campos", exactamente), y qu factores provocaron la muerte de pers onas que muestran ciertas fotografas que se exponen como "pruebas" en el mundo en tero desde finales de la segunda guerra. Es por eso que los revisionistas tienen una buena noticia que darle al mundo: la maldad humana absoluta (como p.e. el " jabn judo" presentado como "prueba" por los soviticos en esa aberracin jurdica que fu e el Tribunal Militar Internacional de Nuremberg), inventada para definir una et apa de la historia de Europa, y en especial de Alemania, definitivamente no exis te; la historia real humana no es un duelo entre ngeles y demonios (16). Los revisionistas reclaman la aplicacin de los mtodos de rutina en historia para e studiar los acontecimientos que condujeron al origen y al fin de la segunda guer ra mundial, porque constituyen el fundamento comn de la historia de nuestro tiemp o. El revisionismo no es poltico y no tiene lnea politica. El revisionismo es lo c omn y corriente para cualquier historiador serio. Es lo que distingue la historia del dogma religioso. En un dogma, la verdad ha sido establecida y autentificada de una vez por todas. No hay lugar para la duda. La mente humana anhela las cer tidumbres y puede encontrar consuelo y amparo en unos dogmas establecidos -- en el "mundo antiguo" -- desde mucho antes de la aparicin de los primeros sntomas del llamado "monotesmo".

La historia en cambio es una tentativa para comprender el pasado desde el punto de vista del presente. Queremos conocer y comprender, con nuestras palabras prop ias, lo que sucedi hace veinte, cincuenta, quinientos aos. Lo que nuestros anteces ores hayan entendido no es ms que un elemento del cuadro que nos interesa. Pensam os que debemos revisar el juicio de aqullos a la luz de nuestro propio modo de pe nsar y con el aporte de los documentos de los que disponemos, y que posiblemente consideremos con un enfoque diferente. Nuestra comprensin forma parte de un caud al que no termina de modificarse. Esto vale para la forma en que consideramos a Atila o a Julio Csar, vale tambin en lo tocante al Renacimiento italiano o a la Re volucin francesa. A la colonizacin espaola de Amrica, Meridional y Septentrional, y a la Inquisicin. Es inevitable que un da ocurra lo mismo para lo relativo a la seg unda guerra mundial y a los inmensos sufrimientos que provoc en nuestro pequeo uni verso europeo. Nunca antes en mi vida haba percibido el "problema judo" hasta el momento que desc ubr, empricamente, que los llamados "atentados terroristas de Buenos Aires" (1992 y 1994, a cuyo estudio dediqu cuatro libros (17)) correspondan a una crisis intern a del Estado de Israel y no a la accin de un supuesto "terrorismo islmico". Fue en ese momento, a partir de 1995, que "los judos" irrumpen en mi vida. ";Los descub ra de pronto no tales como los haba conocido hasta entonces, es decir como individ uos distintos unos de otros, sino como elementos imposibles de desprenderse unos de otros, un grupo unido por el odio, y para usar el trmino que prefieren, la "cl era". Frenticos, echando espuma por la boca, en tono que combinaba el gemido y la amenaza, me venan a gritar que mis trabajos los erizaban, que mis conclusiones e ran falsas y que tena que rendir pleitesa a su propia concepcin de la historia; Los responsables de estas asociaciones me tratan a menudo de "nazi", cosa que no so y. Ms bien, soy, en mi relacin con ellas, un "palestino", tratado como tal e incli nado a creer que los judos en la dispora tratan a los que les caen mal como lo hac e el Estado de Israel, ante ojos del mundo entero, a los palestinos en Palestina . Si se quiere mis escritos son las piedras de mi Intifada. Y francamente no des cubro diferencia esencial entre la conducta de los responsables sionistas en Tel Aviv o Jerusaln y la de los responsables judos de Pars o Nueva York [Buenos Aires, Caracas, y la totalidad del "mundo occidental", NC]: la misma dureza, el mismo espritu de conquista y de dominacin, los mismos privilegios, sobre un fondo incesa nte de chantaje" (Robert Faurisson, crits Rvisionistes (1974-1998), Vol 1, Introdu ction). Hacia fines de febrero de 1999, el ministro de relaciones exteriores de Venezuel a, Jos Vicente Rangel, me "acus" de ser un "negador" del "Holocausto" (es decir: u n "negacionista", que es el trmino con que los judos designan a los revisionistas) . Atac mis declaraciones a las que defini de asquerosas y repugnantes, y yo le res pond, en su momento, intempestivamente, que l era un estpido. Aunque en La Falsific acin de la Realidad (op.cit.) ya hice un esbozo general de mi pensamiento, dejar p ara un prximo libro una respuesta ms acabada (18). Por el momento reproducir, ante tamaa ignorancia de un tema capital de nuestra poca, las opiniones de mi amigo, el socilogo francs Serge Thion: "El revisionismo Histrico, que ha ganado todas las ba tallas intelectuales desde hace veinticinco aos, cada da va perdiendo la batalla i deolgica. El revisionismo choca con lo irracional, contra un pensamiento cuasi re ligioso, la negativa a tomar en cuenta lo que proceda de un polo no judo; estamos en presencia de una especie de teologa laica de la cual Elie Wiesel es el gran s acerdote internacional consagrado por la atribucin del premio Nobel".

El da 1 de diciembre de 1999, es decir a slo 14 das de la histrica eleccin estratgica que realiz el pueblo de Venezuela, un jefe religioso judo, Pynchas Brener, rabino principal de la Unin Israelita de la comunidad juda residente en Venezuela, utiliz ando un lenguaje militar al mejor estilo de Josu, escribi una nota de opinin en "El Nacional", titulada "El rey est desnudo". Nadie que haya ledo esa nota pudo dejar de percibir ; porque se fue el objetivo del autor ; que el "rey desnudo" es el p residente Hugo Chvez. A quien el bueno de Brener -- un "profeta del odio" sionist a -- le dedica explcitamente el ltimo largo prrafo del escrito. En lo personal haca

muchos aos que no haba ledo nada que destilara tanto odio: el "religioso" judo Brene r toma parte activa en la poltica de los "nativos" y compara al comandante Chvez n ada menos que con Hitler y con Stalin; plomo del supergrueso vomita Brener, exig e sangre como Josu. Pero de acuerdo con Esdras, esa sangre ser la de "los otros", la de los "nativos" y no la de los "elegidos": "Lderes carismticos, pero pasajeros, tiranos de turno bajo el manto de un inters pr ofundo por el trabajador y las clases desposedas, tal como lo hicieran Hitler y S talin, con demagogia, siguiendo las enseanzas de Goebels (sic), tergiversan la re alidad, abusando de palabras como igualdad y oportunidad, cuando lo que siembran es el desequilibrio, la incertidumbre y la pobreza. Se nos quiere convencer de la propiedad y de la justicia del lder. El temor y la cobarda, la proteccin del hog ar obliga a muchas personas a no disentir, incluso hasta apoyar. Pero tarde o te mprano llega alguien que abre los ojos de la comunidad, y seala que ese lder carec e de un designio claro para el crecimiento y avance de la sociedad. Sus promesas de un futuro mejor son slo parte de una demagogia que, tarde o temprano, quedar a l descubierto, de darse cuenta la sociedad que el rey estaba desnudo" (Fuente: h ttp://www.el-nacional.com/eln011299/pa6s3.htm). Hay un odio de clase pero sobre todo un odio racial, o gentico, en este texto: lo s "ndgenas" (bblicos, del Antiguo Testamento) chavistas, cobardes, pobres y de piel oscura, sern despertados por un nuevo mesas blanco, rico, neoliberal e iluminado. Dado que el judo-polaco Pynchas Brener es el rabino principal ; la mxima autoridad religiosa y moral; de la comunidad juda residente en Venezuela, su opinin, por lgi ca, no es personal sino colectiva. La interpretacin correcta del texto es ; enton ces ; que toda esa comunidad seala al presidente Chvez como la reencarnacin del "ma l absoluto" (Hitler y Stalin), y al pueblo venezolano como cmplice (del mal) y co barde (ante su propia malvada creacin). Se debe suponer, asimismo, que tal concep to es tambin representativo de los "judos por eleccin", como es el caso de Jos Vicen te Rangel, quien hace unos pocos meses dijo: "Mi conducta en la vida se inspira en la epopeya del pueblo judo. As he criado a mis hijos y a mis nietos. Es una epo peya que inspira la lucha por la vida, por la dignidad del ser humano" (Fuente: Congreso Judo Latinoamericano, Boletn OJI, N668, mayo de 1999, E-mail: counselors@c ounsnet.com). Un analista judo residente en Venezuela, Sammy Eppel, me defini como "; practicant e de una de las disciplinas ms despreciables del gnero humano, el Revisionismo His trico;" (19). En el mismo sentido se expidi desde Nueva York Abraham Foxman, Direc tor de la poderosa Liga Antidifamatoria (ADL): "Comentarios como el formulado po r el seor Ceresole son caractersticos del movimiento de propaganda antisemita del revisionismo del Holocausto;" (Carta de la ADL al presidente Chvez, publicada en El Universal, el 6 de mayo de 1999). Para las organizaciones judas los revisionistas somos Untermenschen, sub-hombres a los que no se les puede dar existencia: "No podemos debatir con esos sujetos;, no podemos darnos el lujo de darles existencia. Cuando (en Francia) en Abate Pi erre (en relacin con el juicio contra Roger Garaudy) propuso que se organizara un debate entre historiadores para discutir las tesis negacionistas yo me opuse te rminantemente, porque es inaceptable que estos seores puedan asistir a un debate en la radio o la televisin para justificar todas las atrocidades y absurdos que p romueven. El da que sean tenidos en cuenta para un debate, habrn ganado la partida , y su "pensamiento" empezar a ser considerado como una escuela" (20). La cuestin juda en Hispanoamrica (en la doble dimensin antes sealada) tiene una larga historia que no es posible analizar en este trabajo (21). Esa historia comienza con la Expulsin espaola de 1492. Pero desde la fundacin del Estado de Israel en 19 48, esa presencia juda - ya a nivel estatal - se especializa en cuestiones de seg uridad. Es posible afirmar, sin ningn margen de error, que no existi ningn proceso insurreccional en Hispanoamrica, en las ltimas dcadas, que no haya tenido su contra

cara contrainsurreccional apoyada, siempre y en todos lo casos, por "asesores is raeles" y por armamento israel. Sobre este tema existe una abundante documentacin q ue yo utilizo en otro de mis libros recientes. Esa historia, mitad contrainsurreccional y mitad negocios armamentsticos, tiene u na expresin puntual en Venezuela y Colombia en estos momentos. En Colombia es pbli co que la apoyatura contrainsurreccional de los llamados "paramilitares" - esos asesinos de poblaciones civiles sospechosas de apoyar a la guerrilla - son los " asesores israeles". Se trata de un hecho de enorme implicancia para la poltica int erior venezolana (el jefe de esa banda amenaz, desde Colombia, con perseguir hast a Caracas a los guerrilleros de las FARC y del ELN, al mismo tiempo que el jefe del Comando Sur del ejrcito de los EUA peda al ejrcito venezolano "estrechar el cer co" sobre los irregulares colombianos). Simultneamente las israel la compra, eza y ubicado fuera ociando comprar una fuerzas armadas venezolanas estaban negociando con una empresa nada menos, que de misiles antimisiles! Un pas con el 86% de pobr de cualquier zona de conflicto de alta intensidad estaba neg tecnologa propia de la guerra de las galaxias!

Como ocurre en todos los casos, inexorablemente, la comunidad juda residente en V enezuela vino rpidamente en auxilio del Estado judo. Mientras el presidente Chvez con absoluta cordura - se declaraba neutral respecto de la guerra civil del pas hermano y asuma la realidad tal cual es (que hay dos partes beligerantes en Colom bia), la comunidad juda lo atacaba asocindolo conmigo, con mi "antisemitismo". Sin mencionar, naturalmente, la escandalosa apoyatura israel a los "paramilitares" c olombianos. Todos los dirigentes judos residentes en Venezuela corrieron rpidament e en auxilio de la estrategia norteamericano-israel orientada a internacionalizar el conflicto colombiano, a partir del reforzamiento, como parte beligerante, de las bandas paramilitares del seor Castao, quien prometi asesinar al mismo presiden te de Venezuela. Madrid, diciembre de 1999.

NOTAS 1. EL AUTOR. Fue detenido el 15 de junio de 1995 por la DISIP venezolana (Direcc in General Sectorial de los Servicios de Inteligencia y Prevencin), en aquellos mo mentos bajo fuerte influencia del Mossad israel, y expulsado de Venezuela, luego de una intensa campaa de prensa en su contra, en la que se lo acus de: ser amigo d el comandante Chvez, de Montonero, Carapintada, traficante de armas y "capo" terr orista internacional. Norberto Rafael Ceresole naci en Buenos Aires en agosto de 1943. Estudi en Alemania, Francia e Italia. Es socilogo, politlogo y autor de 30 li bros en temas de su especialidad: estrategia, geopoltica y sociologa militar. Fue un destacado dirigente de la guerrilla argentina en los aos 70. Es hoy el ms impor tante referente intelectual del peronismo argentino resistente. Ejerce una signi ficativa influencia sobre numerosos oficiales de las fuerzas armadas en la Argen tina y otros pases de la Amrica del Sur. Entre 1969 y 1971 fue asesor del general Juan Velazco Alvarado, en el Per. En aos sucesivos fue interlocutor de Juan Doming o Pern, de Salvador Allende, y del ex jefe de la Inteligencia cubana comandante P ieiro, entre otros. Fue miembro de la Academia de Ciencias (Instituto de Amrica La tina) de la ex-URSS. Muchos de sus libros anteriores, como Ejrcito y poltica nacio nalista (1968), Crisis militar argentina (1986), Poltica de produccin para la defe nsa (1988), y Tecnologa militar y estrategia nacional (1991), fueron traducidos a l idioma ruso. La Universidad de Colorado (EUA) tradujo al ingls su trabajo The S outh Atlantic: War Hypothesis, en Geopolitics of de southern cone and antarctica (1988). En 1984, en colaboracin con el Ministerio de Defensa de Espaa (DRISDE) ed it, en cinco volmenes, el Estudio preliminar para el desarrollo de un proyecto de

cooperacin industrial entre Espaa y la Argentina en el rea de la defensa. En 1986 e se trabajo, ampliado, se reedit en la Argentina en siete volmenes, bajo el ttulo: M ateriales sobre economa de la defensa y poltica de la defensa (Buenos Aires, ILCTR I). Mantiene actualmente estrechas relaciones con gobiernos y movimientos rabes y musulmanes. Sus ms recientes obras editadas en Espaa, donde reside actualmente, s on: Terrorismo fundamentalista judo, nuevos escenarios de conflictos (Libertarias , Madrid, 1996); El Nacional-judasmo: un mesianismo pos-sionista, con prlogo de Ro ger Garaudy (Libertarias, Madrid, 1997); Espaa y los judos, Expulsin, Inquisicin, Ho locausto, 1492-1997 (Amanecer, Madrid, 1997). Sus dos ltimos libros: La Falsifica cin de la Realidad (Libertarias, Madrid-Buenos Aires, 1998) y La Conquista del Im perio Americano (Al-Andalus, Madrid-Buenos Aires, 1998) fueron asimismo editados en lengua rabe, para todo el mundo rabe, en Beirut, Lbano; y en lengua fars (persa) , en Tehern, Irn, para el Asia Central, nuevo pivote geopoltico del mundo. Ambos pu eden leerse por Internet en las siguientes direcciones: www.islam-shia.org (Espaa ) y www.abbc.com/aaargh/espa/ceres (Francia). 2. Este trabajo - desde el Captulo 1 hasta el 3 -, fue editado inicialmente bajo la forma de folleto y discutido en Caracas - entre enero y febrero de 1999 - con numerosos grupos de militares y civiles venezolanos del entorno del Presidente. Existe asimismo un vdeo y un audio donde se desarrollan las tesis contenidas en el ensayo. En el Captulo 3 sintetizamos el contenido de esos reportajes. Durante el ao de 1999 distintas versiones de este trabajo fueron puestas en Internet. Act ualmente existen al menos cuatro direcciones en las que se lo puede consultar: www.analitica.com (Venezuela); www.eud.com (Venezuela); www.islam-shia.org (Espaa) y www.abbc.com/aaargh/espa/ceres (Francia). Ese folleto, asombrosamente, y a pesar de ser un borrador muy poco elaborado, es sealado hasta el da de hoy, por la casi totalidad de los analistas venezolanos y extranjeros, como el ncleo duro ideolgico que informa al conjunto del proyecto cha vista, nueva constitucin includa. Fausto Maso, Ceresole pone el dedo en la llaga, El Nacional, sbado 6 de marzo de 1999. Reportaje a Manuel Quijada en El Universal (Unidos pueblo y milicia), del doming o 7 de marzo de 1999. Enrique Salas Rmer, jefe de la oposicin "Proyecto Venezuela", en Caos y algo ms, El Universal, 23 de marzo de 1999. Jos Rodrguez Iturbe, El golpe por cuotas, www.analtica.com (3-5-99). Fui declarado "culpable" por los medios venezolanos incluso por sucesos de cuya existencia me enter por la prensa europea, a miles de kilmetros de Caracas, como p or ejemplo las dos extraas cartas que, supuestamente, el presidente Chvez habra env iado, una a Carlos "El Chacal", y la otra a la Suprema Corte de Justicia. Carlos Ral Hernndez, quien escribe una columna en El Universal (el 19-04-99) titulada El ogio de la demencia, sostiene, sin prueba alguna, que en la carta enviada a la S uprema Corte, "... se reconoce la mano orate de Norberto Ceresole, a quien si ju zgamos por las cosas dichas y hechas, pertenece a una especie de inslito y novedo so cruce de bandolerismo intelectual y demencia pura y simple. Desde hace mucho tiempo no vea a nadie que pudiera estar incurso en todas las aberraciones imagina bles al mismo tiempo...". Decenas de artculos escritos con este tono fueron publi cados por la prensa venezolana a propsito de las famosas dos cartas presidenciale

s, sobre cuya redaccin yo haba sido totalmente ajeno. Rafael Poleo, El Nuevo Pas, 2 de marzo de 1999. "La conmocin producida en el ambie nte poltico por la agresiva presencia de Norberto Ceresole es perfectamente justi ficada y su naturaleza impone tratarla con extrema seriedad institucional. Tal c omo se le describe;, Ceresole es un agente revolucionario fundamentalista de pri mera magnitud, con importancia internacional, que ha tenido influencia determina nte en la orientacin del movimiento chavista". Antonio Cova Maduro, Ceresole super star, El Universal, 10 de marzo de 1999: "Ni Joan Manuel Serrat, viejo dolo de los venezolanos; ha levantado tanto polvo como la estada;de Norberto Ceresole;". "Desde que anda por Venezuela, mis pesadillas tienen todas su cara", Patricia Poleo, ENP, 3 de marzo de 1999. Muy pronto comenzaron las agresiones instrumentadas contra mi persona. En forma aparentemente ingenua, el suplemento Siete Das de El Nacional del domingo 28 de f ebrero de 1999, en un reportaje de tres pginas de extensin, nada menos, pone en mi s labios la siguiente frase que oficia de titular: "Yo dise al personaje Hugo Chvez y luego me lo encontr en la calle". Por supuesto que nunca dije semejante estupi dez. Los periodistas, simplemente, ejerciendo la libertad de empresa, cambiaron "un poco" el sentido de mis declaraciones originales, que tenan un significado mu y diferente. Lo que reivindiqu en ese reportaje, y en otros, fueron mis trabajos intelectuales de los ltimos 35 aos, orientados a la elaboracin de un modelo poltico (fundamentado en una alianza entre el ejrcito y el pueblo) y no a la "creacin" de una persona, que es la que representa a ese modelo hoy en Venezuela. Una pequea d iferencia orientada a fabricar un abismo de desconfianza hacia un "argentino pre potente y agresivo, neonazi y montonero". Influenciado por esta campaa, el entonc es ministro del Interior y actual presidente de la Asamblea Nacional Constituyen te, mi amigo Luis Miquilena, ejerciendo la "falsa astucia", me convenci para que me marchara del pas, ya que mi presencia en Venezuela "...estaba siendo utilizada por la oposicin para desprestigiar al presidente Hugo Chvez y atribuirle un carcte r dictatorial al gobierno" (El Nacional, 6-3-99). A pesar de todo, el gobierno d e Hugo Chvez, desde mi partida de Venezuela (5-3-99), hasta el da de hoy, finales de diciembre de 1999, no hizo ms que poner en prctica lo que la oposicin ha denomin ado la "agenda secreta", o el "plan Ceresole". Argelia Ros, Originaria moribunda, El Universal, 21 de marzo de 1999. Roberto Giusti, Y quin es l?, El Universal, 2 de marzo de 1999. Emeterio Gmez, La conversin, El Universal, 24 de mayo de 1999. Jorge Olavarra, El caudillo del reino de la mediocridad, en El Nacional, Siete Das , 21 de febrero de 1999. Jorge Olavarra, en esos das, haba sido expulsado del entor no del presidente, por ser el alcahuete de la oposicin. En cambio para Der Spiegel (N 39, 27 de septiembre de 1999) soy otra cosa. "Verdch tig waren auch manche der Autorennamen, mit denen Chvez jahrelang in seinen zitat enreichen Stegreifreden um sich warf: Nietzsche und Clausewitz kamen darin oft v or, aber auch der "Kronjurist" des Dritten Reiches Carl Schmitt und der ebenfall s nicht unumstrittene Geopolitik-Apostel Karl Haushofer. Woher stammt diese deut sche Ader bei einem jungen sdamerikanischen Offizier? Offenkundig von einem obsku ren politischen Schriftsteller aus Argentinien, der sich selbst als "Entdecker" von Chvez bezeichnet: Norberto Ceresole ist der Verfasser der Schrift "Caudillo, Armee, Volk ein postdemokratisches Modell fr Venezuela". Darin ergeht sich der Autor in verwickelten antiimperialistischen Theorien, die eindeutig faschist ische Zge tragen. Zu den Vorbildern, auf die Ceresole sich beruft, gehrt der Franz ose Robert Faurisson ein gerichtsnotorischer "Negationist", also Holocaust-Leugn er" ("Sospechosos eran tambin algunos nombres de autores que Chvez usaba durante ao s a diestro y siniestro en sus discursos improvisados y plagados de citas: los n

ombres que citaba a menudo eran Nietzsche, Clausewitz y el "jurista emblemtico" d el Tercer Reich Carl Schmitt, as como al controvertido apstol geopoltico Karl Haush ofer De dnde saca un joven oficial sudamericano estas preferencias por lo alemn? Ev identemente de un oscuro escritor poltico argentino, quien se autodenomina el "de scubridor" de Chvez: Norberto Ceresole, autor del ensayo "Caudillo, ejrcito, puebl o - un modelo postdemocrtico para Venezuela". En este ensayo el autor expone teora s antiimperialistas muy complicadas que muestran claramente rasgos fascistas. En tre los ejemplos a los que se refiere Ceresole est el francs Robert Faurisson, un "negacionista" notorio, es decir alguien que niega el holocausto"). Opiniones si milares pueden encontrarse en varias notas sobre Venezuela de distintas edicione s de los parisinos Le Monde y Liberation. 16. Esta visin genrica de la historia tiene -- debe tener -- su versin "microscpica" . Los estudios recientes, por ejemplo, sobre Buchenwald, no slo demuestran la ine xistencia de "cmaras de gas" en ese campo, demuestran sobre todo que los asesinat os cometidos en l hasta 1945 fueron realizados por la organizacin clandestina del campo, dominada por el partido comunista alemn. Ni ngeles ni demonios: conflictos humanos. Ver: Mark Weber, Buchenwald: lgende et ralit, en Akribeia, N4, Lyon, marzo de 1999. Se encontrarn revisionistas de las ms variadas opiniones polticas. Pero le s une el ser vctimas de una persecucin fsica, intelectual, judicial, coordinada por gentes que estn involucradas en el apoyo a Israel y a la defensa de los privileg ios polticos, financieros y militares que Israel saca de una visin parcial y parci alizada de los acontecimientos de la segunda guerra mundial, esa misma que los r evisionistas consideran errnea y abusiva. Por lo cual todos los que han padecido estos ataques furibundos han experimentado un sentimiento de solidaridad que va ms all de sus opciones polticas personales, sumamente diversas. Los que controlan l a ortodoxia en los medias, los quieren demonizar: a un grado similar de generali zacin llega la solidaridad de los revisionistas. Estamos de acuerdo en afirmar qu e los hechos son lo ms importante y que deben avalarse con los mtodos convencional es que se suelen manejar en las diversas ramas del saber histrico. La posterior i nterpretacin de los hechos es un asunto puramente personal y no tiene nada que ve r con el revisionismo en s. A los revisionistas como tales no les interesan las c uestiones de raza y racismo, como supone cierta propaganda inventiva, ni les imp ortan los tabes que pueda decretar tal o cual grupo de inters; no observan ninguna regla poltica, y no aceptan bajo ningn pretexto que una verdad cualquiera deba so meterse a la censura de un poder poltico cualquiera o de una Razn de Estado cualqu iera. Ellos son: Terrorismo fundamentalista judo, editado primero en Buenos Aires ( CEA M, 1996) y posteriormente en Madrid (Libertarias, 1996), El nacional-judasmo (Mad rid, Libertarias, 1997), La falsificacin de la realidad (Madrid, Libertarias, 199 8, y "Tercera Posicin", Buenos Aires, 1999) y La conquista del imperio americano, Al-ndalus, Madrid, 1998. El ncleo de mi concepcin de la historia, en especial de la historia de la Segunda Guerra Mundial, est en los textos (y no necesariamente en las interpretaciones de cada autor) que integran la pgina de Internet ya citada: http://aaargh-internati onal.org . Ella se elabora en Pars pero se edita en Chicago, Illinois. Esa pgina t iene un seccin principal en idioma francs, y otras secciones en ingls, alemn, italia no, espaol e indonesio. Recomiendo especialmente la seccin francesa porque en ella estn expuestos la casi totalidad de los escritos de Robert Faurisson (posteriorm ente recopilados en papel, en cuatro volmenes [ms de dos mil pginas en total], titu lado Escritos Revisionistas), que son absolutamente decisivos para comprender el mito del llamado "Holocausto". En la misma seccin francesa estn tambin los escrito s de Paul Rassinier, en especial sus dos libros clsicos: La mentira de Ulises y L os responsables de la segunda guerra mundial. Muchos otros trabajos de gran rele vancia pueden asimismo encontrarse en esta pgina, como los peritajes qumicos reali zados en Auschwitz por Fred Leuchner y Germar Rudolf, o las investigaciones del historiador italiano Carlo Mattogno en los ahora abiertos archivos de Mosc, o lo que podramos llamar la evolucin de la "teora del rumor". En la seccin en idioma espao

l puede leerse el famoso libro de quien fuera secretario general adjunto y filsof o oficial del Partido Comunista Francs durante los primeros 34 aos de la ltima post guerra, mi amigo y prologista Roger Garaudy: Los mitos fundacionales de la poltic a israel (este libro ha sido traducido del francs a casi todos los idiomas vivos h oy en uso en el planeta Tierra). Y las excelentes investigaciones del espaol Enri que Aynat: Consideraciones sobre la deportacin de judos de Francia y Blgica al este de Europa en 1942, y Los informes de la resistencia polaca sobre las cmaras de g as de Auschwitz (1941-1944). [Como ya hemos dicho, all puede consultarse el Archi vo Norberto Ceresole (www.abbc.com/aaargh/espa/ceres)]. Esta pgina, en definitiva , ofrece tanta informacin sobre esta cuestin capital de la historia contempornea, q ue la sola transcripcin, segn las reglas acadmicas normales, de los ttulos, autores y fechas de edicin de cada uno de los trabajos all ubicados, llevara ms pginas en pap el que el total de folios del presente libro. Sammy Eppel, Venezuela y el holocausto, www.analitica.como (1.05.99). Pierre Vidal-Naquet, Entrevista, La Nacin Line, Buenos Aires, 23.08.98. Como vemo s no se trata de ver donde est la verdad histrica, sino de saber quien conduce la historiografa oficial en Occidente. Para la "justicia" alemana actual, el Holocau sto es offenkundig (un hecho "notorio y pblico" que no necesita ser demostrado). En este punto debemos darle la razn a Ian J.Kagedan, director de relaciones guber namentales de la Bnai Brith de Canad: "El recuerdo del Holocausto es el elemento pr incipal del Nuevo Orden Mundial" (Toronto Star, 26.11.1991). Por lo tanto, disid ente es todo aquel que, o bien mitiga la relevancia del Holocausto (Verharmlosun g) o quien niega su realidad (Leugnung). Un aporte a la teora del rumor como base de una cierta construccin historiogrfica ( ver Revista Akribeia, N1, Lyon, octubre de 1997: Histoire, rumeurs, lgendes). Dura nte aos, por ejemplo, se ha alimentado el mito de la argentina nazi-peronista, af irmando que los "criminales de guerra" nazis llegaban en masa a ese pas, en la in mediata posguerra, desembarcando con sus tesoros, incluso de temibles submarinos , robados a los judos. Este ao de 1999 finaliz la primera investigacin seria sobre e sta falsa imagen construida contra la Argentina. Una comisin oficial dirigida por judos argentinos y norteamericanos, la Comisin para el Esclarecimiento de las Act ividades del Nazismo en la Argentina (CEANA) entreg su informe final en septiembr e de este ao a los ms altos dirigentes del lobby norteamericano en Nueva York: los criminales de guerra que obtuvieron refugio en la Argentina en la posguerra fue ron... 180! (ciento ochenta personas), la mayora de ellos francesas, belgas y croa tas, casi ningn alemn. "Desafiando el mito, la CEANA, en un captulo redactado por e l historiador norteamericano Robert Potash, lleg a la conclusin de que ninguno de los cientficos reclutados por el general Pern para su ambicioso proyecto de Indust rias Militares puede ser identificado bajo la categora de criminal del guerra" (w ww.clarin.com.ar, 25-09-99). ____________________________ 1. CAUDILLO, EJE'RCITO, PUEBLO Caracas, enero, febrero de 1999 La orden que emite el pueblo de Venezuela el 6 de diciembre de 1998 es clara y t erminante. Una persona fsica, y no una idea abstracta o un "partido" genrico, fue "delegada" - por ese pueblo - para ejercer un poder. La orden popular que defini ese poder fsico y personal incluy, por supuesto, la necesidad de transformar integ ralmente el pas y re-ubicar a Venezuela, de una manera distinta, en el sistema in ternacional. Hay entonces una orden social mayoritaria que transforma a un antiguo lder milita r en un caudillo nacional. La transformacin de aquel lder en este caudillo hubiese sido imposible de no haber mediado: 1) el golpe de Estado anterior no consumado y, 2) de no haberse producido la decisin democrtica del pueblo de Venezuela del 6 de diciembre de 1998. Es una decisin democrtica pocas veces vista en la historia

moderna lo que transforma un lder "golpista" en un jefe nacional. Hubo decisin dem ocrtica (6 de diciembre de 1998) porque antes hubo una militarizacin de la poltica (27 de febrero de 1989 y su contraparte inexorable, el 4 de febrero de 1992). Es as tres fechas estn ntima e indisolublemente unidas. El anterior golpismo - la nec esaria militarizacin de la poltica - fue la condicin sine qua non de la existencia de un Modelo Venezolano posdemocrtico. De all que no deba sorprender a nadie la ap aricin - en el futuro inmediato - de un "partido" cvico-militar, como conductor se cundario - detrs del caudillo nacional - del proceso revolucionario venezolano. Todos estos elementos ["Orden", o "mandato popular"; lder militar devenido en cau dillo o jefe nacional; ausencia de instituciones civiles intermedias eficaces; p resencia de un grupo importante de "apstoles" (ncleo del futuro partido "cvico-mili tar") que intermedian con generosidad y grandeza entre el caudillo y la masa; au sencia de ideologizaciones parasitarias preexistentes, etc.] conforman un modelo de cambio - en verdad, un modelo revolucionario - absolutamente indito, aunque c on claras tradiciones histricas, hasta el momento subestimadas y denigradas por e l pensamiento sociolgico anglo-norteamericano. El modelo venezolano no es una construccin terica, sino una emergencia de la reali dad. Es el resultado de una confluencia de factores que podramos definir como "fsi cos" (en oposicin a los llamados factores "ideolgicos") que no haban sido pre-pensa dos. El resultado de esa confluencia de factores es un modelo revolucionario que pivota sobre una relacin bsica entre un caudillo nacional y una masa popular abso lutamente mayoritaria, que lo design a l, personalmente, como su representante, pa ra operar un cambio amplio pero sobre todo profundo. El modelo venezolano no se parece a nada de lo conocido, aunque nos recuerda una historia propia, que generalmente hemos negado por nuestra anterior adscripcin y subordinacin ante los tabes del pensamiento occidental-racionalista (marxismo inc ludo): *Se diferencia del "modelo democrtico" (tanto liberal como neo-liberal) porque de ntro de la orden popular (mandato) est implcita - con claridad meridiana - la idea de que el poder debe permanecer concentrado, unificado y centralizado (el puebl o elige a una persona (que es automticamente proyectada al plano de la metapoltica ) y no a una "idea" o "institucin"). No es un modelo "anti-democrtico", sino "posdemocrtico". *Se diferencia de todas las formas de "socialismo real" conocidas durante el sig lo XX, porque ni la "ideologa" ni el "partido" juegan roles dogmticos, ni siquiera significativos. En todos los casos conocidos los partidos comunistas llegan al poder por guerra civil interior, guerra internacional o invasin militar. *Se diferencia de los caudillismos tradicionales o "conservadores", porque el ma ndato u orden popular que transforma a un lder militar en un dirigente nacional c on proyecciones internacionales fue expresado no slo democrticamente, sino, adems, con un sentido determinado: conservacin de la cultura (independencia nacional), p ero transformacin de la estructura (social, econmica y moral). *Es distinto de los nacionalismos europeos de la primera posguerra, por algunos de los elementos ya sealados que lo diferencian del "socialismo real": ni "partid o" ni "ideologa" cumplen funciones motoras dentro del modelo, aunque aquellos par tidos nacionalistas hayan llegado al poder por decisiones originalmente democrtic as (voto popular). El modelo venezolano posdemocrtico es una manifestacin clara de que en la Amrica de raz hispnica existen fuerzas profundas que buscan diferenciarla de los modelos in dependentistas instaurados por las revoluciones inglesa y francesa del siglo XVI II. Los antecedentes de la posdemocracia venezolana deben buscarse en otros movi mientos nacionales y populares, como el peronismo argentino, que siempre gobern d

entro del sistema democrtico (ni un slo da dejaron de funcionar los tres poderes de la dogmtica liberal), pero requiriendo permanentemente la participacin de un pueb lo dignificado y de un ejrcito nacionalizado e industrializado (18). Es asimismo irresistible comparar la posdemocracia venezolana con el proceso de la revolucin cubana: desde la cada de Mosc lo nico que hoy queda vivo en ella es la accin pertina z de un caudillo que aglutina al pueblo-nacin. Sin ese cemento implosionara la tot alidad del sistema: despus de cuarenta aos de experimentos nada quedara en pie a lo s pocos minutos de la eventual desaparicin del caudillo. En ese sentido, tambin, l a posdemocracia venezolana es una tradicin fuertemente arraigada en la cultura po ltica hispano-criolla. Liberales (y neoliberales) y marxistas de todo tipo buscarn atacar al modelo vene zolano - simultnea o alternativamente - desde dos ngulos que ya han sido perfectam ente diseados. Los primeros exigirn la "distribucin o democratizacin del poder", y l os segundos la "participacin popular", en el sentido de sustitucin (reemplazo) de "lder" (concreto, fsico) por "pueblo" (abstracto, genrico). Por lo dems, y en toda lg ica, la distribucin o licuacin del poder parece casar muy bien con la idea de "par ticipacin popular". Y ello es as en la exacta medida que el marxismo represent, en la historia de las ideas, la exacerbacin (su puesta en el lmite) del Iluminismo y sus concecuencias: el racionalismo y el positivismo. Los primeros exigirn desmontar el "presidencialismo", potenciar el corruptor pseu do caudillismo local (gobernaciones, municipalidades, etc.), reforzar los podere s legislativo y judicial, liquidar el "centralismo" del Estado y, finalmente, di luir su poder para insertarlo en el "Nuevo Orden Mundial". Los segundos buscarn f undamentar la falsa idea y la demencial esperanza (nunca jams verificada en la hi storia) de que puede existir "participacin popular" sin liderazgo fsico y personal , sin "dialctica" masa-caudillo, o que esa participacin puede o debe buscarse fuer a o independientemente de esa relacin entre los dos polos centrales del modelo: e l caudillo y la masa. Esas sern las dos va bsicas de la contrarrevolucin venezolana. Ambas ya estn activada s y se estn manifestando con mucha fuerza en torno a la Constituyente, pero ahora los intentos por desvirtuarla ya no se manifiestan como oposicin a la misma, sin o como impulsos orientados a su desnaturalizacin. La Constituyente Los desnaturalizadores pretenden que la Constituyente deje de ser una instancia imprescindible para racionalizar administrativamente el poder, y se convierta en un mecanismo de "distribucin" o licuacin del poder. Es decir, en proceso entrpico que produzca una prdida acelerada de energa poltica. Y ello, curiosamente, a muy po cos das de haberse pronunciado el pueblo venezolano, mayoritaria y contundentemen te, por todo lo contrario: la concentracin y la centralizacin del poder. Dada la existencia ineludible de ese mandato, la Constituyente no puede ser un " proceso independiente" de la orden popular ya emitida el 6 de diciembre de 1998, sino parte indesligable de la misma. Para que ello sea as, los constituyentes en tanto personas fsicas - deberan ser, exclusivamente, los "amigos del pueblo", l os "apstoles" del presidente, por l designados y, luego, consensuados por el puebl o, con un "s" o un "no" definitivo (19). En el Modelo Venezolano el poder emerge fundamentalmente de la relacin Caudillo-m asa. Existen otras instancias y niveles en donde tambin se produce poder, como lo s cuadros de conduccin que hemos denominado "apstoles". Ese poder as producido debe comprenderse como un objeto fsico que, al fracturarse o "distribuirse" o disolve rse, se "gasifica" y, automticamente, se lica y diluye. La des-concentracin del pod er fue siempre el antecedente inexorable de la muerte de cualquier estrategia so cial antisistema, cualquiera haya sido su signo ideolgico, su "tempo" histrico o s u campo de aplicacin (nacional o internacional). La concentracin de poder es impre

scindible para la produccin de poder con un entorno exterior agresivo, ya que el Poder es la principal escala de medicin de toda accin poltica - incluyendo el pensa miento poltico - en cualquiera de sus niveles. Queda, naturalmente, pendiente, el tema final de la distribucin del poder, que se puede convertir en prioritario por la muerte del lder y/o la desaparicin de las i nstancias dramticas que entornan actualmente al modelo, correspondan estas a la p oltica interior o la poltica internacional. Pero eso ya sera tema de otra circunsta ncia, muy distinta a la que afecta actualmente a Venezuela. El problema que se l e plantea a las sociedades y a las fuerzas polticas ubicadas en los "mundos" del no/occidente y de la periferia de occidente es cmo enfrentar una crisis internaci onal indita que da a da generar condiciones crecientes de excepcionalidad. En ltima instancia la accin y el pensamiento polticos deberan poder representarse co mo una matriz de produccin de poder, en la cual cada "poltica", cualquiera fuese s u escala - municipal, provincial, nacional, regional e internacional -, o su nat uraleza -social, cultural, econmica, militar, etc-, pueda ser comprendida como un input de un sistema capaz de producir un output llamado poder (20). La finalidad ltima de toda estrategia es organizar la interconexin ptima entre cada componente de la matriz, lo que conlleva a incrementar el poder de una determin ada "unidad" poltica: como p.e., el Estado/nacin. La forma de incrementar el poder -entendido como producto final de una matriz- es aumentando la cantidad y calid ad de insumos - "polticas" - que ingresan al sistema, pero sobre todo, establecie ndo una determinada calidad de relacionamiento entre ellos. Desde el inicio, la forma institucional que adopta el poder adquiere una importa ncia extraordinaria, ya que ella es uno de los factores centrales que hace a la capacidad de generarlo, acumularlo e incrementarlo. Existen dos formas instituci onales polares para administrar el poder en cualquiera de sus fases (generacin, a cumulacin e incremento): la forma concentrativa y la forma distributiva. Slo en su s expresiones distorsionadas y dependientes, la forma concentrativa es una "dict adura" y la forma distributiva es una "democracia". Las formas concentrativas que adopta el poder pueden estar basadas en presupuest os distintos: de "clase", de "raza", de "nacin", de "destino", etc., pero en todo s los casos y circunstancias esas formas emergen en circunstancias excepcionales , crticas o lmites. Siempre existe la mediacin de una circunstancia dramtica de la h istoria. Generalmente se da por sobreentendido de que las formas distributivas del poder nacen todas en el Iluminismo que entorna a las revoluciones inglesa, norteameric ana y francesa. Ello es relativamente cierto en trminos de cultura "occidental". Es un hecho que en los amplios espacios y en las crecientes concentraciones demo grficas del mundo "no/occidental" y en la misma "periferia de occidente" ("mundo" al cual pertenecemos) la democracia Iluminista no ha funcionado ni funciona en trminos de sistema poltico distributivo. Tradicionalmente se plante como alternativ a a esa inviabilidad largamente comprobada la implantacin de dictaduras coherente s y cooptadas por las potencias hegemnicas respectivas. De hecho en el no-occidente y en la periferia de occidente nunca - o casi nunca - la "democracia" tuvo un contenido estratgico opuesto a la "dictadura". Existi ms bien continuidad entre ambas formas de administrar el poder porque las "democrac ias" no fueron ni son distributivas (hacia dentro) y las "dictaduras" fueron y s on concentrativas slo "hacia fuera" (en funcin de un presupuesto estratgico externo sealado, en cada caso, por la potencia hegemnica). Ello exige precisar bajo qu formas institucionales esas fuerzas polticas, alejadas y/o expulsadas de los cinco principios bsicos que determinan al "nuevo discurso poltico" (abdicacin, adscripcin, servicio, continuidad y conservadurismo), bajo qu f

ormas ellas pueden administrar el poder interior (y hacia el exterior) en condic iones crticas de excepcionalidad creciente. Una postura eminentemente "democratis ta", en el sentido occidental del concepto (dado el entorno regional e internaci onal antes sealado, al nuevo tipo de agresiones que hoy sufre Venezuela, y a su c reciente vulnerabilidad dependiente) conducir no a una verdadera distribucin "demo crtica" del poder ("hacia abajo"), sino a su dispersin, licuacin y anulacin. La disp ersin del poder es lo opuesto a su distribucin. "Democracia" y "dictadura" se cont inan una a otra para producir una curva decreciente en el proceso de produccin de poder. Soslayar ambas formas "occidentalistas" de administrar el poder significa incurs ionar en el campo de la propia historia. En nuestro caso hispanoamericano, reval orizar positivamente el fenmeno de la "democracia inorgnica", o del caudillismo co mo una forma especfica de liderazgo. La proyeccin hacia el futuro de formas poltica s que en nuestro pasado iberoamericano tuvieron un indudable fundamento de legit imidad es una operacin absolutamente lcita, dada la crisis actual que sufren los s istemas "occidentales" de representacin poltica. Puede ser imaginada una "democracia inorgnica" para el futuro, relacionando los c onceptos de "participacin" y de "territorialidad". La "democracia inorgnica" de nu estro siglo XIX iberoamericano era un sistema poltico legtimo, y en la mayora de lo s casos, justo. Fue atacado desde el liberalismo y desde el "progresismo" en nom bre de la "democracia" y de la "revolucin", respectivamente. Pero de una y la otr a hoy slo quedan ruinas y corrupcin. En este marco conceptual, la corrupcin debe tratarse como una cuestin especfica que incide en las curvas decrecientes de produccin de poder. La corrupcin no es un fe nmeno moral individual asinttico al sistema, independientemente de la forma que es te adopte, la "democrtica" o la "dictatorial". Es un componente estructural inher ente a todos los proceso entrpicos de prdidas de poder, aunque estos se produzcan bajo la "dictadura/democrtica del partido del proletariado". No es posible siquiera pensar en la posibilidad de un cambio, de una transformac in interior (no digamos de una revolucin interior) sin un proceso simultneo de conc entracin de poder. La concentracin de poder, inevitablemente, es directamente prop orcional a la intensidad del cambio. Cuanto ms cambio ms necesidad de concentracin. La naturaleza de la concentracin del poder est referida a la "transpoliticidad" d el proceso. Es decir: en l intervienen de forma muy intensa factores sociales, cu lturales, histricos e institucionales ubicados ms all de los "partidos". La concentracin del poder dentro de la historia reciente. Para el caso venezolano la concentracin del poder es an ms importante, si cabe, dad a las particularidades del proceso militar que tiene como eje el alzamiento del 4 de febrero de 1992. Para empezar existen datos inquietantes, que sealan inequvocamente el carcter induc ido de ese alzamiento militar. Todos los comandantes que se insubordinan tenan en ese momento - inexplicablemente - mando de tropas, lo que constituye un hecho a bsolutamente inslito, cuando todos los servicios de inteligencia (DIM y DISIP, es pecialmente) conocan perfectamente los alcances y ramificaciones de la conspiracin . Se trata sin duda de un hecho anormal en la historia internacional de las cons piraciones militares. Existe una razonable cantidad de argumentos que permiten p ensar que haba "otro" golpe detrs del golpe visible del 4 de febrero de 1992. Lueg o, tanto en la prisin de Yare como en la de San Carlos, comienzan las disidencias polticas entre los conspiradores ya encarcelados. Definitivamente no hubo un "partido" verticalizado o militarizado detrs del proce so sino, sobre todo, la voluntad indomable de una persona fsica: el teniente coro nel Hugo Chvez Fras. Las disidencias ms importantes - las que luego se fueron repro

duciendo hasta el mismo da de hoy - las tuvo Chvez con muchos de sus propios compae ros de prisin, un grupo significativo de oficiales "moderados". Como la radicalid ad poltica no fue la ideologa de todo el grupo militar insurgente, sino de una min ora dentro de ese grupo, las tensiones comenzaron a aflorar muy pronto dentro de los alzados ya encarcelados (en Yare y en San Carlos). Los sectores ms "moderados " buscaron muy pronto una alianza con el gobierno de Rafael Caldera. De hecho la consiguieron, obtuvieron sus premios, y prcticamente aislaron a Chvez, que durant e un largo tiempo naveg por la poltica venezolana en casi total soledad, aunque si empre protegido por el calor del afecto popular, ganado definitivamente el 4 de febrero de 1992, que fue la respuesta militar al "caracazo" del 27 de febrero de 1989. Luego de las disidencias vino la libertad de los conspiradores, decretada por el ex presidente Caldera. De ella emerge un Chvez en completa soledad poltica. Un di rigente militar aislado que comienza a recorrer los caminos de Venezuela. Es all donde comienza a fraguarse la relacin directa y fsica entre el lder y su pueblo: se ncillamente, en esos tiempos, no haba nadie entre ellos. Es en ese punto de la trama cuando yo tomo contacto personal con el comandante. En esos tiempos recorrimos juntos, varias veces, casi toda la geografa venezolana , en un periplo que haba comenzado en la lejana Buenos Aires y, luego, continuado en Santa Marta, Colombia. Pude ver, en la prctica, cmo funcionaba el "carisma", a lgo que yo haba estudiado "en los libros", pero que no haba visto casi nunca en la realidad. Pude ver - en definitiva, y en una poca de "alto riesgo" - a un poltico excepcional luchar contra las grandes adversidades de la historia y las pequeas miserias de la vida cotidiana. En su origen, entonces, el Modelo Venezolano se bas en la radicalidad de una frac cin de un grupo militar - y, dentro de l, de un lder militar - que fue interpretada positivamente por el pueblo con la velocidad de la luz y la fuerza de un huracn tropical. Esa radicalidad militar, no excenta de una fuerte carga nacionalista, es asumida como poltica alternativa por el pueblo de Venezuela. Durante aos Chvez carece de "partido". La fundacin posterior del Movimiento Quinta Repblica (MVR) obedeci a un propsito meramente electoral. Ese movimiento fue la con secuencia de una decisin finalmente asumida: concurrir al proceso electoral. Cuan do se aproxima el desenlace electoral del 6 de diciembre de 1998 ya es perceptib le en Chvez un cambio de lenguaje, de actitud y de seleccin de amigos y colaborado res. La radicalidad inicial se va transformando en "realismo poltico". El trnsito de una a otra posicin obedece a una lgica intrnseca de la poltica de poder y fue, es y ser la condicin ineludible para acceder al gobierno por "consenso democrtico", e n cualquier tiempo, latitud o altitud. Hugo Chvez no pudo haber llegado nunca a presentar su candidatura electoral - no ya a ganar unas elecciones - si no hubiese habido algn tipo de negociacin previa, tanto en el plano internacional como en el nacional. Negociacin significa comprom iso. Hugo Chvez llega a presidencia de Venezuela por la va del compromiso. En trmin os reales la otra alternativa era su desaparicin fsica. Esto quiere decir que Hugo Chvez es un nuevo Menem? Plantear esta similitud es un ejercicio enormemente atra ctivo, no porque existan perfiles psicolgicos parecidos, sino porque en ambos cas os se trata de aprovechar una enorme masa de legitimidad histrica acumulada - en el caso argentino, el peronismo - en beneficio de una poltica contrapuesta con lo s motivos fundacionales de ambos movimientos (21). Es as que el chavismo tiende ahora a escindirse entre los "establecidos", que bus can potenciar las tendencias "moderadas" (neoliberales) de los ltimos tiempos, y los "radicales", que buscan reconstruir los elementos fundadores del movimiento militar. Es as que - por ahora - dentro de la poltica interior venezolana, no se p lantea la bsqueda de una alternativa a Chvez. Los grupos chavistas ms ortodoxos int entan una acumulacin de poder para lograr constituirse en apoyaturas para que Chve

z pueda evadirse - algn da no muy lejano - de un compromiso que fue necesario adqu irir. El lmite de esta poltica es, naturalmente, la guerra civil. El otro sector e s el que acepta complacido las decisiones de continuidad. Ambas facciones - an no estn absolutamente escindidas, en el sentido de que ambas buscan la legitimida d del "paraguas carismtico". Unos para reforzar las decisiones de continuidad; ot ros para intentar revertirlas. Todos buscando el amparo del lder. La fraccin continuista pretende convertir a Chvez en un nuevo actor de un viejo li breto. Pretende orientarlo en la direccin de "ganar tiempo"; impulsndolo, con pret endida sigilosidad, hacia el plano de la falsa astucia, fingiendo que, por esa va , al final, se lograr engaar al enemigo (22). En el plano internacional ello significa la aceptacin de ciertas reglas no escrit as de "buena conducta". Con un comandante as reconstituido, Venezuela no se conve rtir, por supuesto, en un conflicto internacional. Es decir, en una fractura geop oltica, ni siquiera leve. En el plano interno la fraccin conservadora representa u na negativa a "explotar el xito", es una actitud que en la prctica vuelve a poner en pie un sistema poltico que haba sido literalmente pulverizado el 6 de diciembre de 1998. Sin duda alguna ese "partido" pretende que Chvez recorra el camino del "reconocimiento" exterior y del "apaciguamiento" interior. Una lnea de absoluta c ontinuidad con la anterior historia poltica y econmica de la Venezuela puntofijist a. El hecho es que, hoy, no existe ni puede existir oposicin a Chvez. Mejor dicho, la opcin a Chvez es una sangrienta y destructora guerra civil. Esto todos lo saben o al menos lo intuyen. Chvez constituye la nica opcin de gobernabilidad para una Ven ezuela que unos proponen transformar pero que otros slo necesitan maquillarla - e so s - con toda urgencia. Para presentarla ante los ojos de su pueblo y del mundo como si estuviese transformada, cuando en realidad slo estar pos-modernizada. Es decir, apta para ingresar en la seccin sudamericana de ese cementerio de pueblos llamado "Nuevo Orden Mundial". Pero esa opcin de continuidad pretende ignorar la existencia de una historia, la presencia de una relacin lder-masa que se ha constituido en el hecho determinante de la historia contempornea de Venezuela. As, en estos trminos concretos, y en esta pequea parte del planeta tierra, est planteada la vasta dialctica de este duelo gl obal entre los orgullosos y los humillados. La internacionalizacin del conflicto colombiano Veamos ahora el marco regional, dentro del cual Venezuela aparece ante el observ ador con serios problemas. En el "frente andino", Colombia contina su camino sin retorno hacia una guerra civil ampliada y generalizada que provocar inexorablemen te una intervencin militar - unilateral o multilateral - externa. Cada da con mayo r claridad se hace evidente la incapacidad del ejrcito colombiano para dominar mi litarmente la situacin. Las fuerzas armadas colombianas se encuentran en una situ acin sin salida, ya que si dispersan sus fuerzas persiguiendo a la guerrilla, en todos y cada uno de los teatros de operaciones rurales, la guerrilla - o, mejor dicho, los ya poderosos ejrcitos irregulares rurales - en un rpido movimiento, est aran en condiciones de ocupar los principales centros urbanos del pas, Bogot inclui da. La insuficiente capacidad militar del Estado - o, lo que es lo mismo, la crecien te capacidad militar y poltica de las fuerzas irregulares (23)- es lo que origina r la intervencin final de otros Estados y de otros ejrcitos, que debern penetrar nec esariamente en Colombia. Esos movimientos militares de los pases vecinos - Per, Ec uador y la propia Venezuela - ya han comenzado. Pero mientras tanto se increment an las acciones de los "paramilitares" - totalmente conscientes de la deficienci a militar bsica antes sealada -, que cometen sus crmenes contra una poblacin civil i nerme, supuesta base poltica de los movimientos armados irregulares. Esos "parami

litares" son asesorados - de manera cada vez ms activa y pblica - por "profesional es" israeles: "expertos" en seguridad y contra-guerrilla. Los mismos que vienen a ctuando en tareas de contrasubversin , en Suramrica, desde hace aproximadamente tr es dcadas. La cada da ms crtica situacin colombiana limita severamente la proyeccin a dina de Venezuela. Por motivos distintos, tambin existen interferencias serias co n su proyeccin amaznica. La crisis social, econmica y financiera que afecta hoy al Mercosur tornan problemtica esa apertura hacia el sur. Adems tenemos el ejemplo ar gentino. Gracias al Mercosur la Argentina ha logrado convertirse en el segundo E stado ms importante de Brasil, despus del Estado de San Pablo. Estas limitaciones regionales no son en absoluto definitivas, pero actuarn, en to do caso, limitando opciones, sobre la poltica interior venezolana. 2. CAMBIOS Y CONFLICTOS Caracas, enero, febrero de 1999 La complejidad, intensidad y amplitud de los problemas que afectan a Venezuela, en la actualidad, es enorme. Esa complejidad, intensidad y amplitud es el produc to de que sobre este pas, sometido a un fuerte proceso de cambio, inciden simultne amente dos sistemas de factores a los que normalmente se los suele analizar y pr ocesar en forma separada: los internos y los externos. Venezuela est viviendo una situacin revolucionaria, es decir un intenso perodo de c ambios internos. Inexorablemente esos cambios internos provocarn conflictos exter nos. Esos conflictos externos sern, en parte, proyecciones exteriores de una resi stencia interior - visceralmente opuesta al gobierno popular-militar - que es im potente para enfrentar los cambios desde adentro. Cambio interior y conflicto ex terior son, entonces, los dos polos inexorables de una misma ecuacin estratgica. Las presiones internas y las campaas externas en contra del presidente Chvez irn en continuo aumento. Sin embargo, las acciones en contra del presidente Chvez que n o se puedan realizar desde el interior de Venezuela, que sern la mayora de ellas, se intentarn desde el exterior del pas, por el mismo sistema de complicidades por todos conocidos. La capacidad del presidente Chvez para enfrentar internamente un a oposicin cada vez ms ilegtima son muy grandes, casi totales. Pero sucede lo inver so en el plano internacional. Su capacidad para enfrentar conspiraciones que ado ptarn el camino exterior (bajo la forma de "estrategia de aproximacin indirecta") es, en cambio, casi nula. Por lo tanto ese ser, sin duda, el camino de la conspir acin contra la transformacin de Venezuela y contra las proyecciones estratgicas que el modelo venezolano producir sin duda en todo el mundo Hispanoamericano. En este momento no existen en Venezuela ni las ideas ni las instituciones con ca pacidad para medir los impactos estratgicos que producir el proceso venezolano en el mundo. No existe la capacidad para relacionar los cambios internos con los co nflictos externos. Ello podra limitar la calidad y la intensidad de los cambios i nternos, aduciendo o temiendo falsos conflictos externos. O podra precipitar el d esarrollo de cambios internos innecesarios o secundarios, pretextando que ellos produciran conflictos externos, que en la prctica son poco probables. En verdad, e xiste una amplia gama de cambios internos de alta significacin histrica que se pue den realizar con un mnimo de conflictos externos. Por el contrario, cambios inter nos de poca significacin podran producir impactos exteriores altamente negativos. Debe ser analizada, sobre todo, la siguiente opcin: la necesidad de amortiguar co nflictos externos producidos a partir de la implementacin de cambios internos imp ostergables pero altamente impactantes en el exterior. Personalmente estoy convencido de que el presidente Chvez deber terminar de pulver izar, en un plazo de tiempo relativamente corto, al viejo y corrupto sistema polt ico venezolano y a prcticamente todas las instituciones que lo articularon en el

tiempo "democrtico" del Pacto de Punto Fijo. Ello significa que las circunstancia s que se avecinan lo obligarn a asumir - de una manera cada vez ms explcita - un li derazgo personal sobre la totalidad del proceso venezolano. Los acontecimientos internos lo obligarn (y no slo simblicamente) a llevar el uniforme militar con cada vez mayor frecuencia, porque slo un "partido" cvico-militar podr actuar con eficac ia - ya est actuando como situacin de facto - entre el lder y la masa. El impacto de esta situacin ser enorme dentro del actual sistema internacional. Pa rticularmente en la Europa socialdemcrata, en los EUA y en resto de Hispanoamrica. Se debern adoptar, en consecuencia, medidas muy rpidas tendentes a amortiguar ese conflicto; a hacer que l no perjudique - ms de lo necesario - la evolucin econmica posterior de Venezuela. Para lo cual ser necesario crear una red de solidaridades con el proceso venezolano a partir de personalidades, partidos polticos, organiz aciones culturales y empresariales, etc., - en todo el mundo - destinada a legit imar esa transformacin esencial - sine qua non - de la poltica interior venezolana .

Adems est la cuestin de la proyeccin internacional de Hugo Chvez. En mi opinin existe hoy todos los elementos que permiten hacer de Hugo Chvez un lder de toda la Amrica hispano-criolla. Pero eso no quiere decir que ese proceso de "internacionalizac in" del "modelo venezolano" se producir automticamente. Que caer del rbol, simplement e, como una fruta madura. Esa proyeccin slo podr ser el resultado de un laborioso t rabajo de edificacin poltico-estratgico dentro de un entorno altamente favorable en casi todos los movimientos populares de la regin. En trminos de poder, la proyecc in regional-internacional del liderazgo de Hugo Chvez le dar al proceso venezolano interior un grado de proteccin (contra conspiraciones interiores-exteriores) del que hoy carece. De lo que se trata, en definitiva, es de elaborar una Inteligencia Estratgica que pueda ser utilizada por el Presidente de la Repblica para el tratamiento de los problemas internos de Venezuela y, simultneamente, en la valoracin de los impactos externos que originar una determinada resolucin de esos problemas internos. Contr a lo que muchos analistas acadmicos sostienen, la naturaleza actual del sistema i nternacional posibilita maniobras y contramaniobras, alianzas y contra-alianzas mucho ms intensas y profundas que las que se podan hacer en otras pocas. Pero ser ne cesario encontrar los puntos de fractura para incidir sobre ellos y as lograr que esta Venezuela en proceso revolucionario se "filtre" por las grietas del sistem a internacional y logre adecuados niveles de seguridad o de supervivencia. En la base del proceso orientado a lograr un alto grado de proteccin para los cam bios que se realizarn en Venezuela est el trabajo para "internacionalizar" - en to do el espacio hispanoamericano - la figura carismtica de Hugo Chvez. Ello obedece a un principio esencial de la Estrategia: la respuesta ms eficaz a las agresiones externas ser el incremento del propio poder. A partir de la sucesiva ampliacin de ese liderazgo originalmente venezolano, las agresiones provenientes de otras rea s del mundo podrn ser amortiguadas con mayor eficacia y, paralelamente, las neces idades de Venezuela - en Europa y los EUA, sobre todo - podrn ser resueltas con m ucha mayor "liquidez". Se trata, en definitiva, de incrementar el poder de Venez uela en el mundo, que hoy es, en un sentido estricto, no-significante. La campaa nacional e internacional contra la revolucin venezolana ya se ha desatad o. Y por el momento marcha victoriosa: el chavismo no dispone de una estrategia definida y, por ello, no dispone de los elementos ni de la percepcin adecuada par a neutralizarla. Su grandeza original ser su principal debilidad futura: no exist e una estructura organizativa - a excepcin unas fuerzas armadas slo provisoriament e motivadas - con la capacidad para enfrentar y administrar los conflictos que e se proceso generar. La inexistencia de esa estructura poltica es la causa principal de que el nuevo a parato del Estado se encuentre fracturado a partir de la creciente consolidacin d

e grupos de intereses, la mayora de las veces furiosamente contrapuestos entre s. La mayor parte de esos grupos de intereses o lobbies que se han repartido el nue vo aparato gubernamental - cuya principal motivacin parece ser el beneficio econmi co individual de cada uno de sus miembros - responden asimismo a intereses exter nos. De tal manera en la actualidad la mayora de los servicios de inteligencia oc cidentales dispone de una exacta radiografa de lo que pasa en Venezuela, de una r adiografa perpetuamente actualizada, da a da y hasta hora a hora. En estas condicio nes se hace necesaria una vigorosa reaccin por parte del presidente. Ella debera c analizarse: *Hacia la utilizacin del sistema nacional de inteligencia en tareas activas d e "amortiguacin de conflictos". *Hacia la pulverizacin definitiva del viejo sistema poltico "democrtico" y haci a el desmantelamiento de la capacidad econmica de esos grupos. *Hacia el desarrollo de una campaa internacional de afirmacin de los valores p ositivos de la revolucin venezolana, de aquellos que diferencias este modelo de o tras experiencias internacionales anteriores. Venezuela se ha convertido, tal vez por primera vez en su historia independiente , en un centro de inters estratgico dentro de la poltica mundial. Esa realidad geop oltica - en tanto proyecto an a construir - es el producto, en lo fundamental, de la emergencia de un liderazgo absolutamente genuino y original. Hugo Chvez no slo est en capacidad de conducir a Venezuela: podra ser, tambin, el referente obligado de las grandes masas desheredadas y de las Fuerzas Armadas humilladas de toda nu estra Amrica hispano-criolla. Venezuela es el pas de Hispanoamrica donde con ms fuerza se ha implantado la cultur a de la Modernidad (revoluciones inglesa y francesa). Muchas veces el observador cree estar presenciando un culto pagano, que se desarrolla en torno a los hroes nacionales oficiales, muy al estilo de la cultura original de la revolucin france sa. La idolatra (en un sentido estricto), y no tanto la historiografa, impregna la cultura de este pas. En un sentido histrico profundo, la revolucin venezolana es l a prolongacin de un mito histrico que nace en la sorprendente idea de que la "inde pendencia" nacional fue, en las viejas provincias hispanas de Amrica, una accin em inentemente "progresista". Se persiste en ver las guerras civiles que se inician en los comienzos del siglo XIX como el origen de una "guerra internacional cont ra una potencia ocupante" (una guerra de "Liberacin", como luego se las llam - ya en el siglo XX - y hacia finales de la Segunda Guerra Mundial); como si la Idea de Venezuela, con su mapa actual (24), hubiese estado ya explicitada en 1800 (25 ), en vez de haber sido - como en verdad lo fue - el resultado de acontecimiento s no previstos y ciertamente manipulados por agentes histricos concretos. Venezue la, al igual que otras tantas "naciones" americanas de origen espaol, fue el resu ltado de la miseria de sus oligarquas dominantes, y no el efecto de la "grandeza de los pueblos que luchaban por su libertad". Los Mariscales de Bolvar fueron el calco sudamericano de los Mariscales de Napolen. Ni los unos ni los otros pensaro n en "liberar", sino en dominar. Pero a diferencia de los franceses, los Marisca les de Bolvar tuvieron como antecedente lejano a un Miranda que planific en Londre s, junto con Pitt, y en nombre del "progreso", la invasin britnica a las provincia s espaolas americanas. "Provincias", porque el posterior calificativo de "Colonia s" slo sirvi para justificar hechos consumados, y convertir una guerra civil seces ionista en una guerra "internacional de liberacin". En rigor de verdad, las guerras civiles en todo el espacio grancolombiano - y, l uego bolivariano - representaron una doble secesin pero muy poco de "independenci a". La primera secesin, respecto de Espaa, provoc la ruptura de todos los tejidos s ociales pre-venezolanos y el nacimiento de un siglo - el XIX venezolano - realme nte catastrfico (26). La segunda secesin, respecto de la gran Colombia - el espaci o bolivariano en sentido estricto - , fue un achicamiento histrico que slo el petrl

eo, es decir, la pertenencia dependiente de Venezuela al mercado mundial capital ista (ya entrado el siglo XX), pudo atenuar y hasta ocultar. Ambas secesiones es decir, la aparicin de un mapa final que seala la existencia de una nacin extrema damente joven - fueron el resultado de las manipulaciones, primero, de un pequeo grupo de "iluminados" pro-britnicos y, luego, de una oligarqua caraquea con visin no nacional, sino municipal. Esto es lo que se insiste en ocultar. Cul ser entonces e l futuro de una revolucin montada sobre una sucesin de mitos histricos creados por un grupo social esencialmente conservador y secesionista? Con una "independencia " ficticia y con un precio a la baja del crudo, la revolucin venezolana necesita urgentemente de una nueva fundamentacin histrica. Esto es, de un soporte historiog rfico que le otorgue viabilidad en un mundo que se fragmenta - una vez ms - bajo l a apariencia de la uniformidad. Venezuela, ms que ningn otro pas "latinoamericano", necesita liberarse del manto de plomo que represent haber asumido la doble herencia de la revolucin inglesa (pert enencia subordinada al mercado mundial capitalista) y de la revolucin francesa (c ultura poltica "ciudadana"). Ello significa admitir, en primer lugar, que la Mode rnidad inducida desde el Centro (Londres y Pars) no fue ningn "progreso", sino ms b ien todo lo contrario. Significa admitir que las guerras llamadas de "la indepen dencia" no fueron sino simples guerras civiles-sociales devastadoras que le dier on el triunfo a una oligarqua siniestra, que se apresur a generar una ideologa histr ica deforme con el nico objeto de autolegitimar su poder, puramente militar, prim ero, y "democrtico", despus. Significa admitir que todas las ideologas alternativas que actualmente aporta la pos-modernidad - como por ejemplo el indigenismo - no son sino prolongaciones de la Modernidad original; es decir visiones en las cua les la Espaa Negra - la gran creacin mtico-propagandstica de la confluencia anglo-ju da que comenz a elaborarse desde la Expulsin de 1492 - era el gran enemigo a combat ir (27). La Espaa Negra fue la contraparte de un Capitalismo Luminoso (britnico), pero sobre todo "progresista"; y de una "fraternidad universal eterna" (Revolucin Francesa), dos devastaciones globales que hoy pretenden prolongarse a partir de l concepto de Nuevo Orden Mundial. No asumir hoy estos significados representa permanecer en el mundo de la falsa i dentidad. Y ello es particularmente grave en un "tempo" en el cual el motor de l os nuevos procesos histricos es, precisamente, la bsqueda de nuevas (viejas) ident idades. Para m, hoy, estar en Venezuela es un privilegio que significa encontrarse, poten cialmente, en el ncleo geopoltico y en el origen histrico, en el espacio y el tiemp o, respectivamente, de una posible nueva poca en nuestro mundo Hispano-criollo. En efecto, estamos transitando la etapa final del doloroso proceso entrpico que s ufren dos grandes mitos, los de mayor destructividad desde la poca del "progreso indefinido" que impuls el proyecto independentista. Ellos son: el mito del desarr ollo ("econmico") inducido (desde el exterior) y el mito de la "democracia" (tamb in inducida [desde el exterior]). El primero destruye todos los tejidos sociales y morales de la sociedad; el segundo se encarga de legitimar esa barbarie con el manto de una falsa participacin "ciudadana". Si la vigencia del mito del "progreso indefinido" gener, en todos nuestros pases h ispano-criollos, casi un siglo - el XIX - de destruccin, los mitos del desarrollo inducido y de la "democracia" han producido, en mucho menos tiempo, en estos fi nales del siglo XX, no menos desgracias, bajo formas que tampoco excluyeron las guerras civiles limitadas. Las "guerras de liberacin" pos-cubanas (por lo tanto, exceptuamos el caso colombiano) que desde los aos 60 del siglo XX se plante en nue stro pases a partir de un duelo a muerte entre "ejrcitos" y "guerrillas" (ambos me ros apndices de poderes globales bipolares), fue el antecedente necesario para la posterior devastacin que provoca la hegemona neoliberal; de la misma forma que la s guerras civiles del siglo XIX - "independencia" incluida - fueron la conditio sine qua non de nuestra decadencia y balkanizacin, es decir, del inmediato domini

o britnico y norteamericano que se prolonga hasta nuestros das. La forma que adopta - en cambio - el modelo venezolano, es el de la unidad nacio nal, el de la confluencia pueblo-ejrcito. Esto quiere decir que ese modelo podra s er el origen - en el tiempo - de una nueva poca. A diferencia del modelo "democrti co" neoliberal, el proceso venezolano plantea una exclusin justa y necesaria de n uevo tipo: la exclusin de las minoras oligrquicas. El neoliberalismo, en cambio, ex cluye y destruye a las mayoras y a su marco nacional. En el plano geopoltico - el espacio -, el modelo venezolano tiene una sola alternativa de supervivencia: su proyeccin hacia el resto del mundo hispano-americano. Estamos as en el punto de un a doble convergencia: histrica y geopoltica - tiempo y espacio. Es por eso que est ar en Venezuela, hoy, es estar con algo ms que con Venezuela: es estar en el posi ble origen de la Patria Grande, nuestra vieja esperanza de todos nosotros. 3. LA PARTICIPACIN POPULAR Caracas, enero, febrero de 1999 Dilogo con Norberto Ceresole, realizado en el Hotel del Crculo de las Fuerzas Armadas, en Caracas, durante los primeros das de enero de 1999. Ivn Freites (28): Buenas noches Norberto. Queremos darte la bienvenida en nombre de todo el pueblo de Venezuela. Todava recordamos cuando te expulsaron de aqu como si hubieses sido un delincuente, y nosotros no pudimos hacer nada para impedirl o. Ahora queremos comenzar preguntando cul es tu interpretacin sobre aqul incidente . NC: El escndalo de mi expulsin de Venezuela en junio de 1995 puede ser ahora anali zado con la claridad y la frialdad que ofrece la perspectiva del tiempo. Esa exp ulsin fue un atentado grave a la soberana de Venezuela porque, no tengo ya ninguna duda al respecto, fue organizada y realizada por los agentes del Mossad (Inteli gencia exterior israel) que entonces controlaban la DISIP (polica poltica venezolan a). Por aquel entonces yo ya haba comenzado a publicar mis primeras conclusiones sobre los dos atentados terroristas de Buenos Aires (1992 y 1994) realizados con tra dos instituciones judas. Mis primeras conclusiones, que son las que an hoy man tengo, pero mucho ms desarrolladas y fundamentadas (a lo largo de seis libros pub licados en los ltimos cinco aos y de casi dos aos de investigaciones sobre el terre no en muchos pases del Oriente Medio y del Asia Central) fueron que esos atentado s, supuestamente "antijudos", haban sido cometidos por grupos judos que operaban co ntra el llamado "Plan de Paz". Esos atentados de Buenos Aires pertenecen entonce s, segn mi opinin, a un mismo proceso terrorista que tuvo su punto culminante en e l asesinato - cometido por judos fundamentalistas - del general Issac Rabin, part idario, entonces, de ese funesto "Plan de Paz". Yo tuve el atrevimiento de sealar esa culpabilidad. Y por ello fui castigado, en Venezuela, por quien en ese mome nto era el Director General de Inteligencia de la DISIP, Israel Weissel. El da de mi detencin fui interrogado durante doce horas por el propio Israel Weiss el. Por lo tanto tengo muy claro la naturaleza de ese escndalo antivenezolano, pu es se pretendi - en el fondo - implicar a Hugo Chvez en una inexistente campaa "ant isemita". Hace pocos das estuve conversando con nuestro querido amigo comn, el act ual diputado Fredy Bernal, quien tambin sufri - en una escala mucho mas salvaje qu e yo mismo - los interrogatorios del seor Israel Weissel, un ciudadano israel quie n desapareci de Venezuela poco antes del gran triunfo electoral de Hugo Chvez. Isr ael Weissel atent contra Fredy Bernal y amenaz la vida de su pequeo hijo en innumer ables oportunidades. En fin, todos ustedes conocen muy bien - mucho mejor que yo - quin era Israel Weissel y cun grande era el control del Mossad sobre la DISIP. Para finalizar este punto quiero decir que al da de hoy no hay detenidos en la Ar gentina en relacin con ninguno de los dos atentados, que costaron la vida a ms de

cien personas. Es la prueba concluyente de que es totalmente falsa la hiptesis ju da de la "culpabilidad islmica" que habra operado en conexin con "grupos nazis" arge ntinos. Ivan Freites: Sabemos que t caste prisionero en 1995 y que en ningn momento firmast e ninguna declaracin contra Hugo Chvez, como te exigan tus interrogadores. Te mantu viste altivo y "arrecho". Ahora la situacin es muy distinta. Ahora t eres el herma no querido del pueblo de Venezuela. Pero dinos Cmo perciben a Chvez fuera de Venezu ela? NC. Hay percepciones muy dismiles sobre Hugo Chvez fuera de Venezuela. El mismo 7 de diciembre de 1998, por ejemplo, el diario socialdemcrata espaol "El Pas", que ob edece a la mafia Carlos Andrs Prez-Felipe Gonzlez, defini a Hugo Chvez como "un Hitle r sudamericano". Textual. No como un Stalin, o un Pol Pot, o un Castro. Sino com o un Hitler sudamericano. Este es un indicador que yo creo es bastante significa tivo y que seala cul ser la opinin de un sector muy importante de la comunidad inter nacional sobre el futuro gobierno. Una opinin muy distinta tienen los pueblos de nuestro pases sudamericanos. Concret amente en la Argentina, que es de donde yo vengo ahora, Hugo Chvez goza de un pre stigio cada vez ms amplio dentro del movimiento popular. En especial los peronist as lo ven como a un lder propio. Yo he escuchado decir: "E'se es el hombre que no sotros necesitamos", "Queremos a alguien como Hugo Chvez". A m me parece que en Ve nezuela an no existe una idea clara sobre esta cuestin: las posibilidades que tien e Hugo Chvez para proyectarse continentalmente son enormes. Habra que crear aqu un equipo de trabajo para desarrollar este tema y actuar en consecuencia. Por prime ra vez desde hace dcadas vuelve a plantearse, en un pas suramericano, la alternati va de una alianza entre el ejrcito y el pueblo; la alternativa de un "partido cvic o-militar" dotado de un proyecto revolucionario. Yo fui uno de los impulsores, e n la Argentina de la dcada de los 60, de esta alianza militar-popular que abort, e n los aos 70, por el maximalismo delirante y provocador de la guerrilla que choca , en la Argentina, con un ejrcito encuadrado en el "alineamiento automtico" con lo s EUA. Ronald Blanco La Cruz (29): Cmo definiras t el proceso venezolano a partir del 6 de diciembre de 1998? NC. Es un proceso nico. El pueblo de Venezuela gener un caudillo. El ncleo del pode r actual es precisamente esa relacin establecida entre lder y masa. Esta naturalez a nica y diferencial del proceso venezolano no puede ser ni tergiversada ni mal i nterpretada. Se trata de un pueblo que le dio una orden a un jefe, a un caudillo , a un lder militar. E'l est obligado a cumplir con esa orden que le dio ese puebl o. Por lo tanto aqu lo nico que nos debe importar es el mantenimiento de esa relac in pueblo-lder. Ella est en el ncleo del poder instaurado. Es la esencia del modelo que ustedes han creado. Si ella se mantiene, el proceso continuar su camino; si e lla se rompe el proceso degenerar y se anular una de las experiencias ms importante s de las ltimas dcadas. Esa es la relacin que hay que defender sobre todas las cosa s. Por lo tanto ser necesario oponerse con toda energa a cualquier intento que pre tenda "democratizar" el poder. "Democratizar" el poder tiene hoy un significado claro y unvoco en Venezuela: quiere decir "licuar" el poder, quiere decir "gasifi car" el poder, quiere decir anular el poder. Sobre ese modelo habra que escribir un nuevo tratado de ciencia poltica. Para ello deberamos quemar todo lo hasta ahora ledo y aprendido. Ahora deberamos comenzar po r leer no un libro, sino la realidad. Esta nueva realidad. Slo a partir de esta l ectura podramos llegar a formular una nueva definicin de modelos polticos aptos par a generar cambios nacionales dentro de un mundo que se encuentra en situacin de e mergencia. En Venezuela el cambio se canalizar a travs de un hombre, de una "perso na fsica", y no a travs de una idea abstracta o de un partido poltico genrico. Repit o: hay una orden explcita dada por un pueblo concreto a un hombre concreto. Esta

es la grandeza pero tambin la debilidad del modelo venezolano. Pregunta: Dentro de tu esquema, Cmo ser posible hablar de participacin popular - que ha sido una de las promesas del presidente electo? NC. Lo esencial de esa participacin popular, por el momento, ya se produjo. La gr an decisin popular, eminentemente participativa porque fue plenamente democrtica, se produjo el 6 de diciembre de 1998. El pueblo de Venezuela, en forma masiva, c asi unnime, le dio el poder a Hugo Chvez. El prximo paso es que el lder cumpla con e sa orden o mandato popular. Ello abrir un proceso complejo que estar lleno de conf