Noche Muertos

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Serie de cuentos cuyo hilo conductor es la muerte.

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  • Noche de Muertos

  • Gobierno del Estado de Michoacnde ocampo

    Leonel Godoy RangelGobernador Constitucional

    Jaime Hernndez DazSecretario de Cultura

    J. Guadalupe Escamilla BedollaSecretario Tcnico

    Alejandra de los ngeles Hernndez GuzmnDelegada Administrativa

    Silvia Zavala TzintznDirectora de Promocin y Fomento Cultural

    Juan Garca ChvezLiteratura y Fomento a la Lectura

  • Noche de Muertos

    Beatriz Rojas vila

    Gobierno del Estado de MichoacnSecretara de Cultura

  • Noche de muertosPrimera edicin, 2010

    Beatriz Rojas vila Secretara de Cultura de Michoacn

    Consejo EditorialBernardo Enrique Prez lvarezGabriela Snchez MedinaGaspar Aguilera DazRal Eduardo GonzlezRosario Herrera Guido

    Fotografas interioresBeatriz Rojas vila

    Imagen de portadaEl tallercito - PARKBLUE

    Diseo, formacin y vietaIvn Mendoza Amaro

    Secretara de Cultura de MichoacnIsidro Huarte 545, Col. Cuauhtmoc, C.P. 58020, Morelia, Michoacn. Tels.(443) 322-89-00, 322-89-03, 322-89-42 www.cultura.michoacan.gob.mx

    ISBN: 978-607-7687-60-3

    Impreso y hecho en Mxico

  • ndice

    El oficio de contar

    El beso de un ngel

    El delito

    El carrusel

    El asesino

    El hurfano

    Pesadilla perfecta

    Sexagenario baleado...

    Nueve besos

    La sinfona

    Palabras

    Fragmentos de noche

    Noche de muertos

    Uno ms

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    103113

  • 9El oficio de contar

    IEn estos ltimos cinco aos, han aparecido en Michoacn un grupo de narradores jvenes que inclusive, han publicado ya su primer libro, este fenmeno es interesante en virtud de que tradicionalmente hacen una gran mayora quienes escriben poesa, el maestro Toms Rico Cano en los aos ochenta se quejaba de que en Morelia -hasta esa fecha-, no hubieran surgido cuentistas y novelistas del nivel de autores como Concha Urquiza, Carlos Eduardo Turn o Ramn Martnez Ocaranza. Teniendo como antecedentes a Jos Ceballos Maldonado, Carmen Bez, Xavier Vargas Pardo, y el propio Carlos Eduardo Turn, estos narradores a que hacemos alusin lneas arriba, son entre otros, Hctor Ceballos Garibay, Mario Chvez Campos, Hctor Canales, Adriana Pineda, Lenin Guerrero, Hctor Magallanes, Jaime Martnez, Gustavo Ogarrio, Luis Manuel Paz, Francisco Valenzuela, Ramn Lara Gmez,

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    Ramn Mndez Estrada, Sergio J. Monreal, Refugio Armando Salgado, Edgar Omar Avils, Juan Garca Tapia, Luis Miguel Estrada, scar Quevedo y Beatriz Rojas vila, autora del presente libro.

    IIA travs de los trece relatos que la joven escritora Beatriz Rojas vila ha reunido en Noche de Muertos, se aprecian de manera clara algunas de sus cualidades escriturales que la ubican como una de las mejores dotadas y con un manejo maduro en sus instrumentos narrativos.

    En el cuento que abre este volumen El beso de un ngel, la descripcin de la monotona gris del trabajo cotidiano la va narrando de una manera implacable y puntual:

    El trabajo es de una mecanicidad deliciosa, slo pulsar teclas repetidamente frente a un fro monitor que emite luz muerta.El repiqueteo es tranquilizador porque gotea en lo ms hondo de tu alma, si es que te queda algo y quisieras

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    como una breve historia y una irnica caricatura del burcrata, Beatriz la va entretejiendo con los planes y proyectos irrealizables de los personajes: sera bueno un da despertar y ser otra persona, aunque fuera una vida miserable, al menos habra esperanza de arreglarlo todo. El final trgico cierra de manera circular este primer relato.

    Un desesperante carrusel en el cuento que lleva este mismo nombre, sirve de pretexto para crear una atmsfera en la que los hombres que parecen sombras o slo siluetas deambulan en un espacio kafkiano sin salida posible:

    La luz viene de arriba, se aprecian unas figuras borrosas que caminan en crculo entre paredes muy altas de ladrillo.

    En El asesino se establece un dilogo extrao por su cercana inslita entre el asesino y su vctima, concluye esta breve narracin en una mezcla de ternura y cinismo:

    quise creer que el momento durara ms de un segundo, no pude evitar que muriera, no quise

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    hacerlo, al menos lo hiciste sin desesperacin, eso hubiera sido de mal gusto.

    En La pesadilla perfecta, Beatriz se adentra con una gran capacidad de sugerencia y sntesis en ese terreno inaprehensible del sueo y la vigilia en el que el personaje es un espectador de crmenes sangrientos y seres fantsticos.

    En los cuentos: Sexagenario baleado en el interior de una vivienda y Marchan contra violencia, el humor negro con cierta dosis de crueldad aparece en estos dos relatos tomados seguramente de la nota roja de los diarios y en los que se ven de nuevo entremezclados la violencia cotidiana, el robo y la impunidad con el asesinato del famoso personaje navideo vestido de rojo y barba blanca.

    Culmina este primer libro de Beatriz Rojas vila con un excelente microrrelato Uno ms en el que la muerte pareciera repetir infinitamente la terrible sensacin de prdida de un hijo y que en slo seis lneas nos deja la sensacin de estupor y sorpresa, nuevamente bajo el fantasma al parecer inevitable de la violencia cotidiana.

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    Estos son algunos rasgos y cualidades de las muchas que encontrar el lector en este breve libro en el que ya se aprecian la sensibilidad, la intuicin y cierta madurez narrativa que nos hacen esperar su segundo volumen.

    Gaspar Aguilera DazPrimavera del 2010

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    El beso de un ngel

    Todos los das el despertador acribilla tu cerebro en el mismo punto desastroso del sueo.

    El sueo no es siempre el mismo pero es similar: danzas absurdas de muertos y de angustias reprimidas que en el da se esconden en algn rincn de tu cabeza desastrosa, despeinada y llena de un enjambre de dolores acumulados por la falta de sueo o el exceso de pesadillas y el cansancio, que ya no se siente porque es cotidiano.

    Ahora hay que arrastrar el bostezo hasta el bao y el agua y el fro recorren tu piel que ya no siente o que quisiera no sentir porque despus hay que abrir los ojos y acribillar a los sueos, que seguramente son ms dulces, de los nios que lloran y se quejan y no quieren ir a la escuela y t no quieres que vayan, aunque ellos nunca lo sepan, t quisieras que durmieran, que durmieran uno o dos das completos y no necesitaran ni su leche ni sus juguetes ni el control de la tele ni hablar y hablar y hablar.

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    Y las voces chillonas se acumulan en tus odos mientras sonres y tratas de verle el lado bueno (como siempre) porque son lindos y son pequeos y los quieres y te quieren y por fin es hora de dejarlos y el remordimiento te recorre porque recuerdas cmo te angustiaba ir al colegio y porque sabes que la angustia se traspasa de una generacin a otra y es la misma que no se crea ni se destruye y nada ms se comparte, y se va y vuelve como el aire.

    El trabajo es de una mecanicidad deliciosa. Slo pulsar teclas repetidamente frente a un fro monitor que emite luz muerta. El repiqueteo es tranquilizador porque gotea en lo ms hondo de tu alma, si es que an te queda algo y quisieras lo que quisieras realmente es poder volver al internet y a las conversaciones con la amiga que no conoces en realidad y que tampoco te conoce porque no sabe quin eres pero s te conoce porque sabe lo que hay dentro de ti porque ah slo expresas lo que quisieras expresar, lo realmente importante.

    Y es un desastre, todo es un desastre, porque la frustracin se va pasando, de jerarqua en jerarqua y no se crea ni se destruye sino que se traspasa, se acumula y cae en el empleado de nfima categora, que,

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    por cierto, eres t. T eres la ms remota cucaracha de este enmaraado aparato burocrtico que sabes que en realidad no te necesita porque tu trabajo es absurdo, porque consiste nicamente en teclear y teclear sin dar un sentido real a las palabras sin voz que ya no brillan como antes ni bailan ni se expresan, que ya slo son cifras que pasan entre tus dedos como burlndose de que alguna vez hayas credo en ellas. Y luego sacarles copias, sellarlas y archivarlas, como encerrndolas, porque estas palabras valen por volumen y no por s mismas. Como t, justamente como todos ustedes, hormiguitas desastrosas.

    La conversacin tintinea en el fondo de tu pantalla pero sabes que no es ella y por eso te dilatas en responder, porque todas las conversaciones por internet son absurdas y enmaraadas y nada ms sirven para pasar el rato y no dormirse frente a la vida que no deja de latir en la pantalla y en el parpadeo de las letras y abres la ventana para ver sus fotos obscenas y aburridas de siempre, que no dicen nada de quines son realmente porque si lo hicieran sera todava ms pattico.

    Y toda esta acumulacin de pesimismos para qu, qu caso tiene darse cuenta de que tu vida es

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    como todas las otras porque nunca saliste de tu ciudad y nunca cumpliste lo que tenas planeado y agendado aos atrs, antes de los hijos y del trabajo, cuando las palabras sonaban, bailaban, revoloteaban, cobraban vida y decan ms.

    Por eso cuando ella aparece y te saluda como si nada puedes respirar profundo y tomar uno o dos sorbos de caf; porque la conversacin que es banal toma un matiz diferente, porque de algo sirven los amigos y sobretodo si son invisibles.

    Su sonrisa te la imaginas etrea, suave e intangible. Su mirada risuea y enmaraada, su cabello desaliado, como el tuyo pero tal vez corto, tal vez oscuro.

    Conversan de lo que les gustara: conocer alguna ciudad lejana, Buenos Aires o Barcelona. Tomarse de la mano y rer, como si tuvieran 10 aos. Y rer ms y hacer locuras y platicar mucho. Pero no como un sueo o una posibilidad intangible, sino como algo factible, de lo que an no haba una fecha precisa pero que sucedera, tal vez pronto, tal vez en otra vida.

    Los deseos, al principio desordenados, que se agolpaban en la ventana del monitor fueron poco a poco, con el paso de los das, tornndose pausados

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    y coherentes. Tal vez lo nico ordenado en tus pensamientos o en tu vida, aparte de las estpidas palabras que haba que archivar. Esas siempre desfilaban en un orden absurdo.

    Todos los das la misma conversacin se iba acumulando en sus recuerdos como si fueran vivencias reales. Y la fantasa las llevaba a planear todo: horarios, lugares para visitar, costos como si pudiera ser, como si no tuvieran maridos o hijos o vidas o trabajos

    Tal vez en otra vida podran conocer el mundo. O tal vez de ancianas. O podra ser que un da al asomarse por la ventana veran su reflejo, arrugado y marchito, y las lgrimas se enredaran en cada arruga y la mirada acusadora del reflejo les demostrara que haban fracasado, que se haban topado con la realidad del mundo, de un pas tercermundista, de una sociedad capitalista. Que haban pasado los mejores aos de sus vidas tras una computadora en una oficina con paredes falsas, escondida dentro de otras oficinas como tneles, como hormigueros o madrigueras.

    Mientras tu otra vida, la luminosa, la intangible y risuea pasaba frente a ti, la mirada permaneca

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    estancada en la luz fra de la pantalla y los dedos tropezaban con las teclas, mientras el resto del cuerpo permaneca inmvil acumulando das, semanas, meses, agonas y frustraciones.

    Y las palabras diarias eran lazos que se unan y se entremezclaban como acaricindose o dndose un tmido beso.

    Nunca pasaron por la estpida etapa de mandarse fotografas porque saban que al verse, si algn da era necesario, se reconoceran en la mirada, porque una era parte de la otra. O tal vez porque la otra no exista y estabas escribiendo en el vaco, nada ms para no sentir la soledad de un mundo atiborrado de gente que no se conoce y que no sabe utilizar el lenguaje para comunicarse.

    Las conversaciones pueden ser superfluas o trascendentes, adems de los planes sin concretar y los sueos, a veces recuerdan cosas sin importancia, como que en la adolescencia les ardan los ojos de tanto llorar. Eso era triste y pattico, pero no tanto como que te ardan tanto por no poder llorar. Entonces la vista se fija desesperada en las lneas, en las cifras, en el brillo de la pantalla y en lo ms profundo algo se rompe.

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    Sera bueno un da despertar y ser otra persona. Aunque fuera una vida miserable, al menos habra esperanza de arreglarlo todo. La esperanza durara unas semanas, o tal vez ms, por lo menos el cambio sera grato.

    Cmo te hubiera gustado haberte enamorado mejor de una mujer. Una bonita, que no roncara toda la noche y que no viera deportes en la tele y no pretendiera que todos los das a la misma hora estuvieran la comida, la cena, el desayuno, la ropa limpia, los nios buenos

    Sera otra cosa recorrer el mundo con una amiga entraable que no hiciera preguntas ni sintiera celos y slo te mirara con una dulce mirada risuea, etrea y compartiera tu angustia, tu simple alegra y tu visin del mundo.

    Pero si ya todo est bien, todo resuelto. No hace falta dinero ni cario ni estabilidad ni nada, qu necesidad de estar buscando algo tan absurdo como el beso de un ngel que aparece de repente y torna tu mundo en algo frgil y confuso. Como un beso transparente, tranquilo y feliz. Como un beso cmplice de alguien que tal vez nunca haya existido.

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    Sin embargo, ah estaba ella siempre contemplando desde alguna parte tus pensamientos y respondiendo, siempre respondiendo, por muy absurda o enmaraada que se tornara la conversacin. Como un sueo lejano que nunca llegar a cumplirse porque ya somos adultos y ya no tiene caso imaginarse cosas imposibles.

    Suave, suavemente, tranquilamente, con un ritmo ininterrumpido y que va cobrando fuerza, gotea el sueo, todos los sueos. Como lluvia, como llanto, que golpetea suavemente la almohada iluminando tu sonrisa poco a poco mientras escampa y amanece en tu ventana pero no puedes verlo porque sueas.

    En algn punto de tu vida te perdiste y cambiaste tus prioridades. Lo vital dej de tener importancia.

    Nuevamente el despertador acribilla tus ideas pero sta no se la llevar. El sueo ha iluminado tu vida porque tantas ideas, tristezas y temores reprimidos han formado algo slido. Una idea, algo vaga pero firme, difusa, etrea, pero cada vez ms tangible.

    Se lo propondras en cuanto llegara.

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    Esta vez los minutos en el trabajo pasaban ms lentamente, como lluvia que no cesa y si no llegaba?, y si esta vez no se conectaba?, y si ya te haba bloqueado de sus contactos? Entonces nunca volveras a saber de ella.

    Ahora se haba retrasado y las conversaciones comenzaban a apilarse porque no queras responder a preguntas estpidas y desordenadas, llenas de flojera y aburrimiento y cotidianidad. Las horas se sucedan y el caf se enfriaba porque hubiera sido inmundo tomar caf sin ella, sin su saludo y sus caritas sonrientes movindose en tu pantalla.

    Pero un cuadrito te avis que haba llegado y entonces se lo propusiste. Te sentas como en la secundaria, con hormigas en el estmago y temblorcitos en las manos. Era una idea de secundaria, de hecho. Diran en su casa que tenan trabajo, o en el trabajo que tenan un compromiso en casa y se encontraran en cualquier caf del centro. Iran por la ciudad, por su propia ciudad, como turistas, como adolescentes. No habra hijos ni horarios ni maridos ni trabajo. Sera un da en fin de semana, nadie lo sabra, o tal vez un da entre semana Slo haba que definir si se mentira al

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    jefe o se mentira al marido, o a los dos. Daba lo mismo. Pero un da completo. Todo el da.

    Aceptara? Demoraba en responder. Tal vez estaba muy ocupada. Tal vez asustada.

    Te arrepentiste de habrselo propuesto. Estabas traicionando el juego. El juego era la fantasa, y no verse nunca. Imaginar nada ms. Los amigos de Internet no deben de conocerse en persona porque pierden su volatibilidad, su impersonalidad.

    Teclea, teclea, no pienses , los dedos se enredan como granizo que cae. No temas, hay todo un mundo de personajes en Internet, siempre podrs conocer ms, si descartas uno no pasa nada.

    Entonces ella respondi con toda la naturalidad del mundo. En una sola palabra se resuma todo: S.

    La cancin. Esa que oas nada ms cuando hablabas con ella y cuando pensabas en ella, la que haca imaginarte bailando en bares lejanos, brindando con tequila, riendo, conociendo gente juntas e ignorando al resto del mundo; recorra tu memoria estridentemente, en desorden, como si fuera una nueva cancin. Todo se te antojaba etreo, como su mirada, como un mudo beso de ngel.

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    Esta noche te habas visto en un vestido azul cielo que ondeaba con el aire, caminando sin zapatos.

    Un escalofro recorra tu alma, porque temas en el fondo que ella fuera una persona comn y corriente, decepcionante, como todas. A ella la habas interpretado desde tu visin y tu imaginacin. Cuando la vieras a los ojos comprenderas que era una persona independiente, ajena a ti, y tal vez eso podra no ser agradable.

    Pero mientras esto pasaba dentro de ti, por fuera tus pies caminaban con ms decisin que nunca.

    Qu pasara si ese mismo da, en ese mismo caf, decidan tomar el curso necesario en su vida y escapar de todo lo que se acumula a su alrededor como si fuera el nico mundo, como si no hubiera otra gente, otro cielo, otros paisajes y otros problemas de qu preocuparse.

    Por qu no escapar de los hijos, el marido, el trabajo, pero esta vez de verdad y no slo a travs de la pantalla. Porque si ella era real, si era real y le daba un beso

    El mismo beso sera el catalizador y hara materializables todas esas ideas absurdas que se enredaban en su cabeza y en su pantalla

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    Pero cmo esperar un beso de alguien que en realidad no existe. De un personaje que aparece todos los das alrededor de las diez de la maana en un cuadradito lleno de letras y caritas amarillas.

    Cmo esperar un beso de ese alivio repetido cada maana.

    Un beso con sabor a caf y a otros mundos nunca vistos.

    II

    Un da abri los ojos antes que su sueo fuera acribillado y dej su casa, dej a sus hijos, dej a sus padres, dej al desgraciado de su marido y sali caminando, sin temor y sin saber a dnde, pero feliz, con una emocin que haba dejado de sentir haca aos, con una msica interior que marcaba el ritmo de cada paso, flotando sobre una nube.

    Era casi como si hubiera muerto, pero mejor, porque poda escuchar el ruido del mundo a su alrededor. El mismo mundo que la aplastaba diariamente, ahora se volva ajeno y pronto sera un recuerdo nostlgico, lejano, de ese pas que le cerr todas y cada una de las puertas a las que pudo, o quiso tocar.

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    Esta vez se alejara, por un tiempo o para siempre, de todo lo que conoca y constitua su mundo.

    Un escalofro acariciaba su piel. Pronto estara frente a frente con una persona desconocida, pero familiar, que la acompaara en esta transicin porque ella sola no se hubiera atrevido. Una amiga, una voz casi conocida, una mirada clida, una muda comprensin.

    Y si no estaba? Y si todo era una fantasa? Regresara a su casa como si nada hubiera pasado? Avergonzada, quizs, aunque nadie supiera lo que haba ocurrido en su interior? Abrazara a sus hijos y luego los sentara frente al televisor mientras ella se encerraba en su cuarto a llorar, como otras tantas tardes pero diferente esta vez, con resignacin, hasta la hora en que hay que levantarse y preparar la cena, baarlos, acostarlos y esperar al imbcil del marido, que tal vez no es tan imbcil despus de todo; que al menos es real y la ha acompaado en cada momento de su vida, que ha cerrado los odos y los ojos ante cada reclamo, ante cada lamento y ante cada palabra suya, pero que se ha mantenido firme, esperando recibir su recompensa?

    Entonces tuvo miedo y se dio cuenta de que

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    haca algn tiempo que haba detenido sus pasos, no saba dnde estaba y por todos lados avanzaban el trfico vertiginosamente.

    Casi no oy los gritos, las bocinas, el caucho restregndose hasta quemarse en el pavimento, porque en algn momento de su vuelo su mirada se cruz con la de ella. Lo supo, la reconoci sin necesidad de nada ms, porque era etrea y brillante y la miraba directamente a los ojos sin asomo de duda.

    Por unos momentos esa mirada fue lo nico que vio, porque su mente se negaba a analizar algo ms. A lo lejos oa voces de alarma, gritos, una sirena; pero su cerebro no procesaba las palabras. No senta fro, dolor o calor, slo un enredo desastroso detrs de la cabeza y las personas que caminaban se iban enmaraando en su visin hasta que se desvanecieron por completo. Qued aquella mirada en su mente, qued la paz.

    Como un reflejo automtico le vinieron a la memoria los hijos, el marido, el trabajo, los viajes, pero nada era importante ahora. Tal vez maana despertara con la misma vida de siempre, tal vez el marido la estara mirando esta vez, tal vez los

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    hijos habran crecido y la llevaran de la mano a conocer el mundo: Pars, Madrid, Berln tal vez ella estara a su lado en un cuarto de hospital y le dara un beso clido en la mejilla, baada en llanto, antes de marcharse para siempre.

    Se preguntaba si se haban conocido en realidad o si la mirada que haba visto no sera el reflejo de la sonrisa de un ngel o una simple ilusin creada por su mente. De momento su cerebro se encontraba confundido, golpeado, difuso.

    Cada vez era ms difcil distinguir la realidad de la fantasa, qu haba vivido realmente, cunto haba sido un sueo. Si realmente tuvo una familia alguna vez o todo fue aoranza. Si toda su vida no consisti en alucinaciones de un alma que busca el lamento perdido siglos atrs, cuando se dio cuenta de que perdi una vida que nunca haba vivido.

    El corazn goteaba en desorden, como dudando. El dolor se iba acumulando, hasta perderse y confundirse con la vida, con la muerte.

  • 31

    El delito

    Ya no llores, por favor, no llores. As no puedo pensar.

    Cmo quieres que no llore con lo que me hiciste?

    Perdname... Es que no puedo. Mralo, ah tirado,

    destrozado. Se ve tan poca cosa ahora... y todo es por tu culpa. No puedo tener una sola ilusin sin que la destruyas. Por qu lo hiciste?

    No s. De verdad no s cmo quieres que sepa? Vi cmo lo veas Creas que no me iba a dar cuenta? Ese brillo en tus ojos, esa mirada, cmo mojabas tus labios... es que no puedo resistirlo, simplemente no puedo.

    Qu es lo que no puedes resistir? No te entiendo.

    Que seas feliz! Tanto me odias?Sabes que no te odio. Sabes que lo mirabas

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    demasiado, que no podas concentrarte en otra cosa, que no dejabas de pensar en l.

    El reloj de pared emite su insistente, insoportable repiqueteo en lo ms alto, en un punto casi imposible de distinguir a simple vista. La luz a travs de la ventana comienza a desaparecer. Ahora los dos estn llorando, hasta que l reacciona y le toma la mano con timidez.

    Mira, si seguimos llorando y no pensamos en lo que haremos nos encontrarn y lo vern as. Tenemos que desaparecerlo.

    Y cmo piensas explicar lo que pas? No s, no importa, ya veremos. Tienes que

    ayudarme. Por qu habra de hacerlo? Yo lo quera!Porque me quieres y nada ms por eso. No me

    importa lo que digas, yo s que me quieres. Por unos largusimos instantes se miran a los

    ojos. Ella sabe que es cierto, pero el odio le nubla la vista. Un odio pasajero, por supuesto, un odio inevitable pero fugaz, falso a final de cuentas, producto del agudo dolor que causan las heridas infringidas por quien ms quieres. l lo sabe y se vale de eso, es demasiado inteligente. Por un

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    instante ella quisiera destruirlo, pero no es el momento. No ahora.

    Adems, si t me denuncias nos separarn. No s cunto tiempo pasar antes de que volvamos a vernos. Te quedars sola. Y yo... no s qu pasar conmigo.

    Ella suspira y se impacienta. Mira alrededor intentando buscar una seal. Se acerca a la enorme mesa y tiene que hacer un esfuerzo para tomar unas servilletas.

    Crees que vas a limpiar con eso? Qu no ves cunta hay? Esas manchas no se quitan as.

    Ah entonces cmo? Sabes demasiado. Ya lo habas hecho antes verdad?

    De qu ests hablando? Ests loca. Si sigues peleando se nos va a acabar el tiempo. No tardan en llegar. Lo descubrirn.

    Bueno, entonces lo que tenemos que hacer es deshacernos de l, de todos los pedazos, luego limpiamos el piso y las salpicaduras.

    Trata de no mancharte, seguro inspeccionarn tu ropa cuando no lo encuentren.

    Voy a buscar algo en dnde meterlo.La casa se ha vuelto ms grande en los ltimos

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    minutos, parece un laberinto. Ella se siente mareada por el miedo y ya no reconoce su propia casa. Corre entre las habitaciones, se tropieza, cae y siente que las lgrimas inundan sus ojos, pero no puede dejarse vencer.

    Finalmente recuerda lo que ha visto en televisin y busca las bolsas negras de basura, algunas se rasgan en la desesperacin, agarra un puo y vuelve a correr. Cuando regresa a la cocina l est inclinado, mirando hacia el piso, como hipnotizado. Lo llama por su nombre y agita las bolsas para despertarlo de su letargo. l parece no comprender.

    Mira, lo metemos aqu y luego... lo enterramos en el jardn, por ejemplo.

    No tenemos tiempo para eso. Adems, nos ensuciaremos la ropa de tierra y sospecharn. Tiene que ser algo ms limpio que eso.

    Lo tiramos a la basura? El basurero de afuera es bastante grande, adems, como est en pedazos ser ms fcil hacerlo caber. Podemos envolverlo en ms bolsas, y echamos peridico y...

    Lo descubrirn inmediatamente. Lo quemamos? No arder rpido, est hmedo. Y el olor...

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    Se miran, comprenden. Ambos saben que existe una solucin. Ya haban soado con eso das antes sin poder atreverse a confesrselo mutuamente y an as ambos saban que el otro deseaba lo mismo, era una obsesin que casi los enloqueca desde entonces. Por eso los celos de l, por eso el odio; porque l tambin lo deseaba.

    Ahora no importaba, ahora ya no era la gran cosa. No era hermoso ni atractivo ni... sin embargo estaba ah, haba que deshacerse de l antes de que alguien descubriera el delito.

    Les temblaban las manos. Una gota de sudor corra por la frente de l y sus ojos, incapaces de parpadear, la absorbieron. Le ardi pero no perdi el control. Saba que ella estaba revolviendo el mismo pensamiento pero que no se atrevera a sugerirlo. As que tom aire para poder pronunciarlo de una vez:

    Lo comeremos as nadie lo encontrar jams. Tendremos cuidado de no ensuciarnos. Es ms, nos quitaremos toda la ropa para no mancharla y luego nos baaremos. Todo habr desaparecido. Las manchas y salpicaduras sern fciles de limpiar. Incluso con servilletas, como queras.

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    Servilletas an en estos momentos se daba el lujo de ser irnico. Ella sinti un cosquilleo helado que parta de su espalda, los labios le temblaron ligeramente y trat de ocultarlo bajando la cabeza, no quera que l lo notara. La conoca perfectamente, seguramente se senta culpable de haberla hecho sufrir y por eso ahora ceda a un deseo que ella era incapaz de expresar. Era viable, era muy viable, pero no poda darle el gusto de sentirse mejor. Era el momento de la venganza. Se olvid de las consecuencias y grit:

    Claro que no! Qu asco!l ya estaba desesperado. El sonido del altsimo

    reloj que colgaba de la enorme pared le recordaba que no les quedaba mucho tiempo. Se mir las manos, la mir de reojo. Estaba enojado, se senta como un animal. Tena ganas de echarse sobre ella, de jalarla del cabello y llenarla, ensuciarla de todo eso para que admitiera que era lo que quera, que era lo que haba provocado con sus miradas, sus insinuaciones, sus labios... respir hondo y decidi actuar framente. Seguramente, al verlo, ella dejara de ser orgullosa, no podra resistir demasiado, lo amaba y tendra que ayudarlo tarde o temprano.

  • 37

    Pues si t no me ayudas no me importa. No me voy a quedar aqu esperando que nos descubran, me lleven lejos y me quieran hacer pagar por algo de lo que no me pienso arrepentir. Me voy a quitar la ropa y me lo voy a comer... todo, pedazo a pedazo. T tendrs que ver, y si no quieres vete o empieza a limpiar. No voy a dejar que me castiguen, que me alejen y que tengas el gusto de verme mal.

    Y si hablo? Nadie te creer, no habr pruebas para

    incriminarme. Ella lo vio quitarse la ropa; mir el piso, luego

    el reloj. Si al menos no estuviera tan arriba y pudiera ver la hora, podra saber cunto tiempo les quedaba. Le aterraba la idea de que adivinaran lo que haba pasado, pero ms an la de que no les diera el tiempo y los encontraran as: desnudos, devorando como salvajes. No podra soportar la humillacin. Sin embargo... pareca que l lo estaba disfrutando. Senta repulsin y a la vez necesidad... senta odio hacia l pero, era cierto, nunca podra odiarlo del todo.

    Un sentimiento de desolacin y enojo comenz a invadirla: ahora l se quedara con todo y ella con

  • 38

    nada. Le pareci muy injusto, as que abri la boca, cerr los ojos y sumergi su mano... an estaba caliente. Sinti ganas de vomitar pero era muy tarde, ya estaba demasiado involucrada, as que lo introdujo en su boca y trag. El sabor no era malo, era dulce incluso, mejor de lo que haba esperado. De repente el sonido del reloj se opac. Sintieron que la puerta que daba a la calle era abierta, oyeron pasos. Abrieron los ojos para enfrentarse con el miedo del otro. Terror. En lo nico que pudieron pensar era en vestirse. Como pudieran, con lo que encontraran, ensucindose como animales.

    Haban denigrado el crimen. Nadie creera ahora que haba sido motivado por celos, un sentimiento humano y espiritual. Culparan a la gula, a la lujuria. Los juzgaran como a bestias que responden nicamente a sus instintos y no razonan. Los veran con esa mirada como de superiores, como si ellos nunca lo hubieran hecho Bastardos! Como si fueran mejores por ser ms poderosos. Cerdos.

    No alcanzaron siquiera a ponerse de pie cuando la puerta de la cocina se abri. Estaban perdidos, humillados, descubiertos.

    Castigados! Estn castigados!... Jaime, ven a

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    ver lo que hicieron tus hijos. Clera, ella slo finga la clera, ellos lo saban y

    eso les haca sentir un fuerte desprecio. Me pas toda la maana haciendo ese pastel

    Son unos cochinos! Mira, mira cmo dejaron mi piso! Y su ropa! Vyanse a baar. No quiero verlos, y se va cada uno a su cuarto, y no pueden hablarse hasta que yo diga.

  • 41

    El carrusel

    1La luz viene de arriba.

    Se aprecian unas figuras borrosas que caminan en crculo entre tres paredes muy altas de ladrillos. Otras figuras, con vestimenta ms oscura, aparentemente uniformadas, se mantienen a distancia. Sera difcil asegurar si los observan aunque puede adivinarse que los vigilan. Los hombres que caminan traen vestimentas de un parejo color gris.

    Las figuras son borrosas porque los hombres han perdido su calidad de hombres. Son grises porque se han convertido en una sombra de lo que alguna vez fueron.

    Al principio podra pensarse que se les permite caminar en crculos en el patio para que puedan sentir el sol y el viento y relajarse con el movimiento. Nada ms alejado. Se les hace caminar con la finalidad de que vuelvan a la

  • 42

    realidad y se den cuenta de que estn encerrados. De que el cielo est lejos y de que no pueden pasear, slo dar crculos en torno al reducido espacio que comparten con otras sombras como ellos.

    En sus celdas tienen la posibilidad de evadirse, de dormir, de soar, de leer, de pensar que estn en cualquier otro lugar o en ninguno. No tienen que moverse.

    Se les obliga a caminar para que no duerman, para que sean dueos de su miserable realidad, para que sientan su cuerpo y sus carencias, para que sufran por la falta de sueo, de comida y de misericordia.

    Los hombres estn ms solos cada vez que llega uno nuevo del exterior. Estn solos aunque no puedan estar a solas, y precisamente porque se sienten observados a cada minuto. Estn solos porque perdieron su calidad de hombres y de ciudadanos y se ven condenados a marchar eternamente en crculos, en un paseo que no conduce a la libertad, o a ninguna otra parte.

    El sol no calienta entre cuatro muros. Las sombras dan vueltas pisando sus propias sombras.

  • 43

    2El primer recuerdo siempre a estas horas de la maana es el mismo: el carrusel. Yo, de nio, feliz por dar vueltas y vueltas al mismo paisaje. Era un paseo efmero, eso es lo que lo haca maravilloso. El nio no se imagina que si el paseo fuera muy largo se cansara y el carrusel dejara de ser hermoso y brillante. El nio cree que el paseo fue muy corto y que debe repetirse, le gustara que durara ms. La madre sabe que el paseo es ms que suficiente y que basta con una vuelta en el carrusel. El nio llora y patalea, la madre lo mira con ternura pero mantiene su firmeza. Al carrusel volvern cualquier otro da. Despus de todo, el pequeo nio tiene una gama de felicidades de dnde elegir.

    Conforme la marcha se vuelve montona y los hombres que an no estn abatidos por la soledad hacen sus burdas bromas o intentan negociar alguna cosa, el pensamiento se torna ms lgubre.

    Estamos condenados a recordar nuestro crimen, una y otra vez, todo lo que dure la condena. Y no slo eso, sino a recordar todo lo que fue nuestra vida antes de esto. Estamos condenados a pensar.

    Esos tontos que idearon el sistema piensan que

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    me voy a arrepentir slo porque no tengo otra cosa mejor qu hacer. En este lugar tengo tiempo de arrepentirme, de arrepentirme de haberme arrepentido, de idear nuevos y mejores delitos homicidios tal vez, de realizarlos (mentalmente claro) y de arrepentirme de ellos tambin.

    La justicia por un crimen que comet en unas horas, mi existencia se ve truncada por aos y qu son los aos en este eterno marchar? Qu es el tiempo cuando no hay vida? Cuando cada da es exactamente igual al anterior?

    Siempre la misma rutina tonta para conseguir un cigarro. Nunca me hubiera imaginado antes que poda ser tan importante tenerlos. Nunca me parecieron ms valiosos. Cada da lo consigo despus de un largo trmite, la mayora de las ocasiones siento una ligera angustia que acaricia la posibilidad de no recibirlo esta vez, aunque es una angustia que pasa rpido porque siempre s que lo recibir. Tal vez sin ese poco de angustia, recibirlo no sera tan gratificante y no me molestara en fumar. Es una parte del da que hay que saborear, como todo aqu.

    Mi vida se consume aqu dentro como este cigarro, por eso fumamos, por eso los atesoramos.

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    Somos cigarros, nos desgastamos, cada nuevo bro nos consume. A cada respiro somos ms pequeos, brillamos menos, perdemos calor.

    Jaime es nuevo y es joven, el iluso est en la etapa en que uno no habla ms que de lo que har cuando salga. Todava cree que saldr pronto, todava no entiende lo que le est pasando. No entiende que aqu slo importa el presente porque el tiempo no pasa.

    Adems, con un poco ms de raciocinio, entendera que el mundo no ser el mismo cuando salga aunque aqu nada haya cambiado. An cuando su condena durara una semana, todo habr cambiado.

    Como Jean Valjean, que incluso fuera de la crcel no pudo librarse de su condena, y todo por un pinche pan. Qu gracioso, ahora s quin es Jean Valjean. En mi otra vida la verdadera hubiera sido incapaz de soportar un libro completo. Ahora no tengo ms remedio.

    No me ro de ti, pendejo, me ro porque me imagino a m mismo leyendo, como todo un estudiante y adems qu tengo que estarte dando explicaciones, ni siquiera en mi mente.

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    No puede haber un solo movimiento que altere la montona rutina del paseo diario sin que todos salten y se pongan nerviosos. Es lgico, nuestra condicin no es natural, tratamos de que al menos sea familiar. Sabemos que cualquiera puede daarnos o robarnos los cigarros.

    A Jos todava lo vienen a ver sus familiares, pobre, no lo dejan desprenderse. Pronto lo abandonarn, como a todos.

    Mi madre vena religiosamente cada da de visita cuando me encerraron. Luego comenz a faltar y a sentirse culpable cada vez que se ausentaba, la pobre.

    Pero dej de venir, como todos. Yo pensaba que ella nunca me abandonara, mi madre.

    Desesperada me miraba con esos ojillos asustados y me ofreca traerme lo que yo quisiera. Crea que sus pequeos regalitos alegraran mi estancia aqu. Desesperada, al ver que no me emocionaban por ms que quisiera disimular, me pregunt con timidez qu quera que me trajera. Cualquier cosa, pdemela deca la vieja tonta.

    Que qu quiero que me traigas madre?Qu quiero?Y para qu? Para recordar el mundo que me es

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    negado? Para enfrentarme a mi carencia?Yo no quiero cosas del mundo, madre. Yo quiero el

    mundo. Quiero sentir el viento, quiero ver a la gente y que me vean. No quiero una comida suculenta en una celda asquerosa. Quiero manzanas, o arroz, o lo que sea, pero en mi casa.

    Quiero silencio.Quiero dormir en una cama.Quiero dormir!Mi pobre madre escuch mis necedades hasta el

    final, con esos ojillos temerosos y oscuros que han perdido su brillo, inundados de lgrimas. No haba entendido nada.

    No la culpo por dejar de venir. No la culpara por vivir si se decidiera a hacerlo. Ha decidido cargar con la mitad de mi condena hasta la muerte, ha vivido oprimindose el corazn. No me sorprendera que me dijeran que ha muerto, porque lo mismo da. Vive como si no viviera.

    Cmo era esa cancin de nios?Vueltas, vueltas y vueltas, los caballitos, del

    carrusel. Giran, repiqueteando, su cascabelQu me ves gey, no me estoy riendo de ti,

    pinche paranoico. Despus vas a ver cabrn.

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    Por culpa de este animal me van a castigar de nuevo. Como si no fuera suficiente castigo, nos castigan dentro del castigo.

    C A S T I G O: qu palabra tan vaca. Un terror para los nios, una nada para m. El castigo deja de serlo cuando se convierte en algo permanente, en una circunstancia de vida. Ahora no estoy cumpliendo mi castigo, estoy viviendo.

    De joven tambin me atraan las vueltas sin sentido por el mismo lugar. Rondaba la casa, rondaba su casa. Con igual gusto me la hubiera robado a ella que a sus cosas. Tena muchas cosas. Tan bonitas. Ella estaba bonita tambin, o podra haberlo estado, o no s cmo se llamaba?

    Todo mi pasado se desdibuja. Es una mancha griscea y pastosa.

    Un da no ser ms que una sombra de lo que fui. Ahora mismo me veo en el espejo como un remedo de lo que era, una caricatura, una burla. Estoy flaco, ojeroso. All tampoco coma, y qu importa.

    Por fin se acaba el paseo. Ya puedo volver a adentrarme en la nada, en mi nada. Ma, sola. Y si me matan dormido es mejor. Y si este da se repite mil veces, qu ms da.

  • 49

    Se perfila tu rostro en mis sueos. Ests ah, tan sublime como nunca pudiste haber sido en realidad. Soy como Don Quijote, convierto a una Aldonza cualquiera en Dulcinea del Toboso. Qu burla, yo hablando del Quijote y sabiendo de lo que hablo. Es que ya no soy yo. Soy algo que piensa infinitamente, en crculos, las mismas cosas cada da en el mismo momento. Soy algo que gira, vueltas y vueltas, en redondel.

    No siento culpabilidad, tristeza, ira, solo giro y giro y vivo o creo que vivo en esta monotona interminable que es un da y mil das.

    Me he convertido en una sombra ms de las que pintan los muros de esta crcel de gris.

    Aunque saliera nunca saldr, porque ya no soy yo. Soy una sombra que pertenece al lugar.

    3Yo tengo un hijo? Claro que lo saba, slo que no lo recordaba. Ayer vinieron y me rompieron el crculo. El recuerdo pastoso y seco tom forma, tiene una mirada interrogante y terriblemente viva. El sentir sus manitas me hace bien, pero ahonda mi soledad.

  • 50

    Por su culpa los das ya no son un solo da, son diferentes. Hubiera preferido que me permitieran seguir siendo una sombra, pero he perdido mi libertad hasta de decidir quin quiero ser o a quin quiero ver.

    Ella (t): hermosa. Descaradamente real. Volver a casarse, como era de esperarse. Est convencida de que nunca nos quisimos. Puede ser. Yo a ella no la quiero. Vivo enamorado de su imagen, de mi Aldonza, mi Penlope, mi Beatriz.

    Ahora me obligan a caminar, una y otra vez. Temo que tropezar en cualquier momento. Es el mismo patio pero ya no es familiar Qu no se dan cuenta de que ya no soy una sombra?

    En este lugar tengo tiempo de ser persona, de convertirme en sombra, humanizarme de nuevo para volver a sombra, una y otra vez.

    4Me he dado cuenta de que estoy enfermo. Tal vez ya lo saba, de antes, en la vida, pero ya me haba habituado al malestar, como a todo.

    Pronto no podr levantarme a dar el paseo

  • 51

    diario. No ver ms los cuatro muros. Poco despus morir, en una celda. Mi celda.

    En mis ltimos das podr abandonarme a mi imaginacin, mis libros, al sueo. Evadirme sin escapar. Ya no ver ms los cuatro muros, mis muros; donde dej mis pasos y mi color. Donde habita mi sombra.

    Seguramente seguir pagando mi condena en el infierno (si es que existe) o mi alma seguir rondando esta crcel, volando en crculos, alrededor del patio, sin poder escapar jams.

  • 53

    El asesino

    Caminaba en una calle obscura. Miraba el suelo porque tena muchas cosas en qu pensar. Cuando alc la vista estabas frente a m. No vi tu rostro porque tu arma apuntaba directamente a mis ojos.

    Tu revlver, t. Era todo. El mundo no exista ya: la oscuridad se alej, el

    tiempo desapareci. Saba que para cuando oyera el disparo ya sera tarde. No tendra tiempo de esquivarlo, morira.

    Tu pistola, t. Eran la misma cosa. Qu pretendas? Asaltarme? Qu podra tener

    yo que te interesara? Dinero? No ciertamente, no era eso. No poda entenderlo, por eso me atrev a ver tus ojos.

    T.El miedo es algo que entorpece. A m no me

    dej hablar. No haba nada que pudiera resolver sin voz Acaso puede concebirse algn tipo de poder sin lenguaje? Como no vea forma de evitar

  • 54

    mi inminente muerte, pens que al menos podra intentar comprenderte. As mi ausencia en el mundo tendra algn sentido.

    Con toda la violencia de la desesperacin que nos aferra a la vida me adentr en tus ojos y comprend. Supe que era a m a quien queras y me enternec. Tal vez incluso te am.

    Yo.La verdad fue cayendo poco a poco (aunque slo

    haban pasado fragmentos de segundo) como si estuviera dividida. Cuando cay la ltima gota de verdad fue que pude completar una idea: supe que daras todo a cambio de un beso.

    Mi beso, yo.Inund tus pupilas de fuego y comprend que yo

    era ms fuerte. El poder puede ser una idea y nada ms o puede aprisionar, como el miedo. Mi temor desapareci.

    Mi poder, yo. Quise creer que el momento durara ms de

    un momento. No fue as. No pude evitar que murieras, ni quise hacerlo. Al menos lo hiciste sin desesperacin, eso hubiera sido de muy mal gusto.

    Cuando amaneci yo permaneca en la calle, pero

  • 55

    ya no caminaba. La oscuridad haba desaparecido casi por completo, slo quedaba tu sombra y me abrac a ella. Te extraaba.

  • 57

    El hurfano

    La maana que el centro amaneci cubierto de un polvo brillante, el hurfano sinti que lo invada una dulce felicidad. Quiso agacharse y recogerlo, pero temi al ridculo y a la mirada eterna que lo atormentaba constantemente.

    La mayora de la gente pareca no notar el brillo y lo pisaba con indiferencia, aunque haba quienes corran peligro de perecer atropellados porque se detenan a media calle, absortos con el paso peatonal, que reluca.

    Los barrenderos apilaban montaitas de brillo y el hurfano sinti deseos de golpearlos por obligar al mundo a volver a la realidad, o bien de preguntarles qu era aquello y por qu se mostraban tan aburridos; pero no poda hablarles, porque no eran como l.

    El hurfano detuvo sus pasos, mir a ambos lados, dio un suspiro y entr. Ahora se encontraba un lugar pequeo, hasta el punto de la comodidad,

  • 58

    en el lmite antes de volverse incmodo. Se sent y pens sin quererlo en su desamparo. Lo ms profundo de su mente pensaba en su orfandad mientras sus pensamientos externos lo remitan a aquella chica. Se cuestionaba si en verdad lo estaba acompaando o nicamente creaba la ilusin de compaa. Si sus mltiples reclamos no seran lo que lo estaba desgastando de a pocos, hasta hacerlo sentir intil, hasta lograr que lo maravillara el polvo brillante del pavimento.

    Antes lo complaca su falta de inteligencia. Era como una nia que se asombraba ante todo, que caa rendida de admiracin. Ahora se aburra, a cada momento senta crecer un vaco interior.

    El hurfano mir hacia ambos lados una vez ms y prendi un cigarro. Suspir con ms lentitud que antes.

    Crey indispensable hacer sonar un poco de msica.

    Aunque estaba solo, esto no lo haca sentir la seguridad que produce el estar en casa. Le hubiera gustado tener alguna vez un lugar que sintiera suyo. Lo que lo llev a pensar que realmente no haba tenido nunca algo de su pertenencia: ni

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    familia, ni mujeres, ni una historia, ni un hogar Sera suficiente motivo para suicidarse?

    Verdaderamente no senta necesidad de eso de momento. Haba aprendido a vivir con su tristeza y sta se haba convertido en parte elemental de su existencia, era una prolongacin de su cuerpo, lo que le daba un tono particular a su voz y una cierta lentitud a sus pasos. Era una tristeza elegante que le impeda vestirse de colores chillones o incurrir en cursileras.

    Pensar con optimismo o admirar el polvo en la banqueta no era bueno para su tristeza, por lo que el hurfano se levant. Entonces se dio cuenta de que no tena nada qu hacer. Tom un libro y lo hoje con desgano sintindose observado. Esa sensacin lo haba acompaado desde que tena memoria. Tal vez si no existiera no le importaran los colores chillones o la cursilera e irrumpira en escndalos que nadie escuchara.

    Definitivamente ste era el peor da del mes, en el peor ao posible; sin embargo, el cielo nublado combinaba con su saco y el repiqueteo de las primeras gotas se entremezclaba con la msica armoniosamente.

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    Tal vez se adormeci un poco. Posiblemente segua dormitando cuando tocaron a la puerta, primero con suavidad, despus con cansada insistencia. Al abrir los ojos se enfrent con la imagen de un gato que se le haba escapado del sueo y que se desvaneci con indiferencia.

    Le gustara abrir la puerta y encontrar un cuervo, o mejor an, nada, y que un escalofro recorriera su espalda, y nada ms.

    Desafortunadamente era aquella chica, pareca que una insignificante porcin del polvo brillante se haba incrustado en su ropa y su pelo, pero no en su mirada. El corazn del hurfano pareci latir, pero bien pudo haber sido el efecto de haberse levantado con tanta rapidez.

    La chica se pos sobre el silln y esper, y nada ms.

    Y dijo entonces: nunca ms.Y l ri y suspir, mientras miraba a ambos lados

    para asegurarse de que el sueo hubiera terminado y el cielo realmente estuviera nublado, combinando acertadamente con su saco.

    Para saber que ella en verdad estaba ah, nicamente la bes.

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    l saba que a pesar de la certeza (que nunca podra ser completa) de las circunstancias, ellos no estaban juntos verdaderamente. Ella bien podra haber muerto haca meses o aos o podra haberlo dejado. A l esto no le hubiera pesado en absoluto, ya que nunca la haba considerado algo suyo y su compaa poda pesar a veces ms an que la soledad, como una pequea sombra que oculta el brillo natural del suelo.

    Nunca haba tenido algo propio, ya que era hurfano de padres, de recuerdos y de vida y la insistencia del lenguaje y de las miradas que repiqueteaban en su nuca le hacan sentir de repente un cosquilleo y cierto escozor en la garganta, como si quisiera sollozar o suicidarse o nunca haber nacido.

    Siempre haba vivido con la duda de si haba nacido alguna vez, ya que no tena recuerdos, fotos, documentos nada tangible excepto su imagen en el espejo. Jams.

    Mir directamente hacia ella (o haca el vaco) y suspir aliviado, reteniendo en su mente todas las sogas, cinturones y horcas, todos los caones, filos y armas, toda bebida, pcima y veneno. Para siempre.

  • 62

    Lo dems no pas.(Y lo anterior tampoco, ya que el hurfano, que

    nunca tuvo padres, hermanos o amigos, acababa de quedarse sin autor, y esta vez s, completamente abandonado en su mundo de artificio; sin poder siquiera ir a lamentarse o gritar en la tumba del hombre que acababa de cometer un estpido suicidio en una enorme soledad entre una inmensa cursilera, que no se asemejaba ni un poco a la infinita soledad del hurfano).

  • 63

    Pesadilla Perfecta

    Pedir que me dejen entrar en mi pesadilla. Con un mal trazo se definir mi futuro.

    Antes de despertar morir apualada por unas tijeras. Un ser maligno que habita dentro de m me azotar la cabeza contra el suelo. Me desangrar totalmente y an no habr amanecido.

    Correr toda la noche de un sueo a otro sin encontrar la Pesadilla Perfecta.

    Nada es real, sin embargo, as es mi vida: una composicin de imgenes perfectamente recortadas y colocadas en el orden preciso.

    Gritar con todas mis fuerzas y mi boca no se abrir. Los pesados goznes de la caja metlica que ocupa el lugar de mi cabeza no se movern. Lo ms horrendo suceder cuando me d cuenta de que ya no puedo gritar porque no existe sonido alguno. El silencio se apoderar de mi cuerpo y de mi cabeza, no podr despertar.

    Cuando estoy dormida, el silencio me sofoca,

  • 64

    ahoga los latidos de mi corazn. Mi boca est abierta lo est?

    He descubierto que carezco de boca y de cuerpo. Me he convertido en un espectador que contempla crmenes sangrientos de personajes fantsticos. En esto no hay tranquilidad posible, porque cada vez que ocurre un asesinato, dejo de ser espectador y me convierto en uno de esos personajes. Me pregunto si ser por siempre lo que ahora soy: un vampiro, una mujer, un muerto o un suicida.

    Quisiera saber si estars durmiendo a mi lado cuando despierte. Me pregunto si te matar en cuanto abra los ojos.

    Si por lo menos tuviera la certeza de que esos seres malignos se quedarn dentro del sueo, si no supiera que me acecharn eternamente; entonces no tendra miedo de abrir los ojos para ingresar a la Pesadilla Perfecta.

  • 65

    26 de diciembre 2009

    Sexagenario baleado en el interior de una vivienda

    Indigente es sorprendido dentro de un ropero. Al parecer fue el propietario el que lo mat. Cargaba un costal con elementos de un hurto anterior

    por: Mariana Montalbn

    Morelia, Mich. Un posible intento de robo termin en homicidio la madrugada de ayer. ngel Martnez posiblemente deton un arma calibre .45 contra un intruso que estaba escondido en un ropero de su domicilio. Dos elementos policacos se encontraban presentes al momento del suceso. El cuerpo se encuentra an en la espera de que sus familiares lo reclamen.

    ngel Martnez, presunto asesino, fue consignado a la Agencia del Ministerio Pblico en turno y ah rindi su declaracin que se dio a conocer mediante boletn de prensa.

  • 66

    no presentaba muestras de haber sido forzada.Los uniformados notaron que, efectivamente,

    alguien haba intentado ingresar al domicilio: encontrando huellas de pisadas en la azotea y de un objeto pesado que era arrastrado, probablemente un costal. Al no hallar indicios de la presencia del ladrn, concluyeron que el individuo se haba marchado por donde haba venido. Sin embargo, ngel Martnez se percat de unos sonidos provenientes de una habitacin que no haba sido registrada.

    Este tipo de llamadas resultan casi siempre falsa alarma, as que no perdemos tiempo en registrar las habitaciones una por una. Nos asomamos desde la puerta y hacemos mucho ruido, si no encontramos al ladrn, la mayora de las veces huye asustado de todas formas declar Edelberto Santos, polica que se encontraba en la escena del atentado.

    Fue as que encontraron al sujeto en el interior de un ropero. An no se puede definir quin de los tres fue el perpetrador, pero todos ellos concuerdan en que vieron una chispa y pensaron que estaba armado.

    Al hacer el levantamiento del cuerpo, se le encontr remojado en un charco de sangre, con dos heridas de bala.

  • 67

    Encontrndose solo en su domicilio alrededor de las 12 de la noche, escuch pasos en la azotea, por lo que se sinti asustado e inmediatamente busc el arma que guardaba para emergencias.

    Al ser cuestionado por este medio sobre la posesin del arma y sus posibles nexos con el narcotrfico, el sospechoso respondi: No tengo relacin con la delincuencia organizada. Lo que pasa es que ya las autoridades no se dan abasto y cualquier ciudadano es una vctima en potencia. En este pas, una pistola es una necesidad bsica.

    Asimismo, ngel Martnez, afirm en su declaracin no tener enemigos ni contar con bienes materiales de valor, lo nico que posea era un televisor maltratado, as como una computadora vieja.

    Fue hasta que se percat de que los ruidos provenan del interior de su domicilio cuando decidi alertar a las autoridades.

    Edelberto Santos y Jos Inocente Bueno, elementos de la Polica Preventiva de la entidad, acudieron prontamente al llamado. Segn sus declaraciones, al arribar tocaron enrgicamente la puerta y al no obtener respuesta, se apercibieron de que la dicha puerta no estaba cerrada, aunque

  • 68

    El ahora occiso no tena seas particulares y una barba espesa y canosa cubra su rostro. Segn declaraciones de la fiscala, este rasgo es caracterstico de los delincuentes: la barba disfraza el rostro como si se tratara de una mscara. Aparentemente iba vestido de rojo, aunque la sangre no permite definirlo con exactitud. No contaba con identificacin ni traa dinero consigo. Dentro del costal que cargaba encontraron un televisor y una computadora nuevos. Las investigaciones apuntan a que se trata de un indigente que escap de algn sanatorio mental o un albergue.

    Jos Bueno, el otro procurador de justicia que acudi al llamado de Martnez, al ser cuestionado, declar a esta redaccin: En cierto momento dud de las facultades mentales del anciano. Tena ojos claros y la mirada perdida. Se le notaba fuertemente confundido... s me extra ver un hombre tan mayor, generalmente los que cometen este tipo de crmenes son ms jvenes; pero la mera verdad es que en mi trabajo ya no puede sorprenderme nada... a lo mejor vena de robar a algn vecino y por eso cargaba los aparatos nuevos.

    El detenido fue remitido a las autoridades en espera del dictamen correspondiente, as como de una

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    investigacin previa que revele los motivos del ahora occiso para introducirse a su casa, ya que el mvil del robo an no ha sido confirmado. Del mismo modo, se espera deslindar responsabilidades de los implicados en este asesinato.

    ***10 de enero 2010

    Marchan contra violencia

    Nios consternados por ola de violencia. La pobreza ha dejado sin regalos de navidad y da de reyes a la mayor parte de la poblacin infantil.

    por: Mariana Montalbn

    Morelia, Mich. Cientos de nios se manifestaron ayer contra la violencia bloqueando la avenida Madero y zonas aledaas.

    Portaban carteles alusivos a la pobreza extrema, condenando a la sociedad como responsable de que ningn nio hubiera recibido regalos la Navidad pasada.

  • 70

    Alrededor de las 10 de la maana, fueron arribando al lugar nios provenientes de todos los municipios del Estado.

    En una manifestacin pblica, la vocera de la congregacin infantil, Luca Fernanda Dvalos, seal que, de no resolverse la situacin actual, convocarn a una manifestacin masiva en la capital del pas.

    Seal que es lamentable la ola de violencia que amenaza a nuestro pas, que ha llegado al punto de que se les registren las mochilas antes de entrar a la escuela y de que no puedan salir a la calle sin un acompaante adulto.

    Asimismo, lament particularmente el polmico asesinato ocurrido el ao pasado.

    Como se dio a conocer oportunamente por este medio, el 25 de diciembre del ao pasado, ngel Martnez, un ciudadano comn, vecino de una colonia conocida en nuestra localidad, fue vctima de un intento de robo en su domicilio, lo que dio como resultado que el hombre presuntamente matara a tiros al intruso.

    Al hacer un recuento de los hechos pasados, todos los nios comenzaron a llorar.

    Cabe recordar que esta situacin caus un revuelo

  • 71

    en la comunidad infantil, tanto del Estado como posteriormente del pas e incluso del mundo.

    La sociedad infantil demanda que se esclarezca el caso, ya que no se ha aclarado si los dos disparos que aniquilaron al anciano fueron producto del arma de Martnez o de uno de los elementos policacos que estaban presentes la noche de los hechos.

    Demandan un castigo para el responsable aunque, sealan, la sociedad entera es culpable de este acontecimiento.

    Exigen que se resuelva esta situacin y emplazan a las autoridades federales a que se hagan cargo del caso y resuelvan antes de noviembre de este ao. De lo contrario, procedern con movilizaciones masivas y toma de dependencias de justicia.

    Luca Fernanda Dvalos hizo hincapi en que no es el castigo que se d al responsable lo que ms les preocupa, porque declar este crimen ya no tiene remedio. No pueden traerlo de nuevo a la vida. Todos ustedes, adultos, son inconscientes e irresponsables, al grado de minimizar un crimen de tal magnitud y disfrazar de robo un acto de lealtad. Ustedes, mexicanos, son todos y cada uno responsables de la muerte de Santa Clos.

  • 73

    Nueve besos

    PrimeroUn instante, apenas un roce. Como en todas las ocasiones en las que se puede tocar la eternidad el temor asoma, como una sombra. Los ojos entreabiertos no saben si cerrarse o abrirse de golpe o suavemente y se quedan trabados a medio camino. La felicidad es una fiera encerrada que amenaza con romper sus ataduras y escapar.

    El beso apenas ha sido concebido. Ni siquiera es un ser independiente, apenas se est gestando.

    Una gran interrogante se ha formado: Quin eres?

    Segundo Ha nacido. Se estira y bosteza perezosamente. Tiene toda una vida por delante. No ha llorado todava, es un ser pequeo que an no sabe nada ni se apresura por saber.

  • 74

    Algn da se aventurar y conocer cosas nuevas; hoy no. Hoy nicamente jugar con los sentidos.

    El mundo es brillante, repleto de colores. Hay tantos aromas y tantas dulces melodas que el tiempo nunca ser suficiente para captarlos todos; sobretodo tomando en cuenta que el tiempo de un beso es muy escaso.

    Qu es el tiempo? El beso se pregunta si existe. Todo es una dulce estridencia. Despus de otro bostezo se duerme, muere.

    Nmero TresPor fin empezamos a saber quines somos. Ahora parece que s quin eres y quin soy.

    El miedo se ha evaporado.La danza comienza, al principio suavemente,

    despus se convierte en un baile alocado, casi esquizofrnico. Es la juventud del beso, es momento de danzar y cantar sin parar.

    El beso es un grito, el grito es msica. Las notas se entrecruzan y no paran de bailar entre s, celebrando la armona del universo.

    Qu es el universo? Se pregunta si existe.

  • 75

    La risa parece especialmente melodiosa cuando la guitarra la acompaa.

    Por la ventana puede verse pasar el mundo, rpido y aburrido como si fuera un extrao sueo de otra vida. Aqu dentro es el tiempo de la euforia. No hay monotona. El mundo no gira una y otra vez pasando siempre por los mismos lugares. Todo encaja, todo combina. Aqu el aire es un poco denso, es espeso y dulce. El ambiente se tranquiliza poco a poco.

    El beso puede ver complacido cmo l acaricia la guitarra hacindola cantar mientras ella lo mira con sus grandes ojos abiertos de par en par. Los labios hmedos y las mejillas sonrosadas.

    El mundo es joven y saludable, la cancin es alegre y alocada.

    La mirada de ella pierde fijeza y se aparta lentamente sin darse cuenta, se detiene en un pensamiento. Su ensimismamiento mata al beso.

    4Soy un beso. Soy un beso? Soy un choque, un chasquido. No soy nada. Yo soy hola y soy adis

  • 76

    y nada ms, repitindome una y otra vez en una monotona sin fin que me debilita el espritu, me vuelve intil y me enmudece.

    CincoNace y tiembla un poco, se ha vuelto tmido. Duda, retrocede, no sabe si debe de salir a este mundo traidor, falso, inescrutable. Ya lo conoce y no le agrada. Teme al dolor, el cuchillo que rasga su suave piel y hace brotar negrura, sombras, tristeza.

    Se siente cmodo donde est, sin embargo, alguien lo llama y su inocencia lo hace salir a pesar de todo. Sale de un salto como un chorro de agua y termina estancado en el suelo como un charco de lgrimas.

    Lo han engaado! Se pregunta quin lo habr llamado y para qu si en esta aridez es imposible sobrevivir. No entiende cmo puede ser posible que alguien lo desprecie de esta manera.

    Por fin los reconoce. Los mira suplicante, espera que alguno de los dos lo rescate, sabe que pueden hacerlo.

    Desde el suelo en donde se arrastra puede ver la guitarra empolvarse en un rincn. No le es difcil

  • 77

    adivinar que no ha habido msica desde hace tiempo. Con la mirada mojada observa el espejo y se sorprende al descubrir la tranquilidad que embarga el cuarto, como si nada pasara. A travs de la ventana la gente sigue caminando: las mismas personas con la misma apresurada indiferencia. Pareciera que el mundo fuera el mismo, aunque ahora es muy fro.

    Comienza a temblar. Se pregunta por qu no lo han recogido todava y por qu lo mantienen vivo con tanta crueldad, como si lo odiaran.

    Ahora se entristece cavilando sobre si su vida tendr algn sentido; piensa que sus ancestros no tuvieron razn de existir, se cuestiona si en realidad existieron y si alguna vez se sintieron como l.

    El mundo es algo muy confuso, el beso llora porque no quiere morir; as que se transforma en un sollozo.

    VIEl beso que ahora nace es un beso maduro.

    Es adulto, es fuerte, es el beso ms poderoso de todos los tiempos.

  • 78

    La madre arrulla al pequeo ser que acaba de llegar al mundo. Todo vuelve a ser brillante y sonoro pero de otra manera. El beso trata de proteger a la pequea criatura que nicamente se preocupa por recibir alimento y calor.

    El cuarto ha cambiado, la cortina est corrida y el mundo no puede verse, por lo que el beso no puede saber si es el mismo mundo. Adivina que ya no lo es, todo debe de haber cambiado despus de este milagro.

    Se siente orgulloso; ha sido capaz de emplear todo su poder y de transformarlo en vida. Hizo uso de todos los colores, todos los sabores y toda la msica que haba captado para concentrarlos en una pequea sinfona que algn da se transformar en algo enorme, capaz de dar a luz millares de besos sanos, amorosos, alegres, ardientes y sinceros. No puede saber lo que pasar, pero sabe la capacidad que tiene su obra de crecer y perfeccionarse.

    El pequeo se ha dormido y el beso quisiera hacer lo mismo, est completamente exhausto; sin embargo, espera un poco ms. Tiene miedo de que si cierra los ojos, cuando los abra todo haya cambiado.

  • 79

    Quisiera cuidar personalmente del ser humano que ha formado con tanto cario. Sabe que no es posible, no es su trabajo. Por el momento ha terminado su funcin.

    Mis ojos se abren un poco ms y levantan la vista para encontrarte, pero no ests mirando. Has encontrado la guitarra y parece como si no recordaras para qu sirve.

    En el momento en el que ella cierra los ojos el beso muere.

    SieteEl nuevo beso es precavido, desde que abre sus ojos nota que nada est bien, siente un dolor punzante dentro de s, por eso se demora un poco ms en salir del todo; sin embargo, finalmente se asoma e inmediatamente gira la cabeza inspeccionando a su alrededor para ver si las cosas estn en su lugar.

    Claro que nada est donde debiera estar, o al menos donde el beso pensaba que deba estar. Todo es diferente.

    Mientras examinaba el cuarto se cruz con una lgrima y le pregunt qu haca all, pero la lgrima

  • 80

    pareca no comprender nada y no quiso responder, se mostr bastante desconfiada. Despus de varios intentos fallidos de comunicacin el beso suspir y la dej sola y desconsolada.

    Ahora era un nio el que intentaba tocar la guitarra y no lo haca del todo mal, aunque poco es lo que un beso sabe de msica en patrones humanos. Los besos slo sienten las cosas.

    Como la meloda era suave y alegre, el beso bail un poco olvidndose por un momento de quin era y lo que le preocupaba, hasta que el dolor le hizo volver a la realidad; fue entonces cuando mir hacia la ventana y se qued inmvil, inmensamente sorprendido. Ser posible? se pregunt.

    No es que fuera un beso joven o ingenuo, bastante haba vivido ya y conoca al mundo. Nos haba estudiado durante aos, haba disipado montones de dudas, ahora cada uno de nosotros conoca al otro ms de lo que se conoca a s mismo.

    Lo que haba sorprendido al beso era que despus de un largo invierno pareca que la primavera haba llegado. l ya la daba por perdida, haba credo que nunca la volvera a ver y no obstante all estaba, floreciendo ante sus ojos, mirndole con una

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    sonrisa burlona como invitndolo a acercarse.No era la misma primavera que le haba dado

    vida. La de ahora era un poco ms fra. Adems, la gente del exterior segua teniendo mucha prisa y no se detena a mirar las flores que abran sus brazos enamoradas del sol.

    Esta vez el beso no se extingui entre nosotros. Decidi que no esperara a que lo matramos, as que escap por una rajadura del cristal y corri embelesado hacia la luz, hacia el dulce olor de las flores, hacia los juegos de los nios...

    Por un momento se miraron sorprendidos, haca mucho tiempo que no pasaba algo por primera vez. l la tom de la mano y la invit afuera, ella sonri y en ese momento apareci su primer arruga.

    Cuando estuvieron en la puerta cerraron los ojos para sentir al sol besando sus frentes y as poder tomar fuerzas para dar el primer paso, esta vez al mismo tiempo. Al comenzar a caminar as, tan descuidadamente, cierta alegra infantil los inund y como no se fijaban dnde pisaban, aplastaron al beso que no haba corrido lo suficientemente lejos.

  • 82

    8A pesar de todo ha nacido un nuevo beso, se pregunta cmo es posible que esto suceda, ha pasado mucho tiempo. Tanto que ya no te recuerdo ni t a m.

    El nio se ha hecho joven y se ha llevado la guitarra. Las cortinas ahora son viejas y dejan ver a travs de sus copiosas roturas el anciano mundo apurado que el beso ya se cans de mirar, aparta la mirada con fastidio para descubrir a sus antiguos compaeros.

    Los tres han aprendido demasiadas cosas juntos, desgraciadamente estn conscientes de que les falta muchsimo ms por saber y les inquieta un poco notar que ya no les interesa.

    Los ojos de ella observan sus propias manos. El beso se percata de cmo han cambiado. Es difcil que puedan crear algo ahora. Son viejas, estn manchadas, han olvidado cmo demostrar afecto.

    De repente levanta la vista y lo mira fijamente como no lo haba hecho en aos. l tambin la est mirando, pero pareciera que estuviera a kilmetros de distancia. Ella se pregunta si l siente lo mismo que ella, si sabe lo que ella acaba de discernir, sus ojos chispean asustados.

  • 83

    Los ojos de l permanecen opacos, no entiende el mensaje. Hace tiempo que han dejado de amarse. El beso lo siente pero no quiere saberlo, es muy tarde para dejarlos, su esencia se ha mezclado con la de ellos.

    Hemos confundido lo que somos, nuevamente no s quin eres ni quin soy, porque no puedo distinguirnos individualmente.

    Para cuando el beso escuch este pensamiento estaba totalmente agotado, acurrucado, tan slo esperando a la inminente muerte.

    NOVENONace una vez ms. Desde el momento de abrir los ojos descubre que el mundo ya no es el mismo, como si le faltara la mitad de su luz. Ya slo puede ver la mitad de los colores que antes disfrutaba con deleite.

    Se estremece con un ruido como de una cuerda que se revienta.

    A pesar de estar parcialmente ciego, no se siente dbil, incluso se siente ms fuerte que hace algunos aos. Se dispona a correr hacia el espejo cuando

  • 84

    escuch que l pensaba, y como haca mucho tiempo que no lo haca, se interes en escuchar lo que tena por decir:

    Acabo de darme cuenta de que te am desde el primer beso, cuando no saba quin eras, una vez que lo supe te segu amando porque ya lo intua. Luego pas el tiempo y olvid lo que eras, entonces te am an ms.

    Mi vida nunca fue lo que esper de ella, t tampoco, ni siquiera yo mismo. La imaginacin nos hizo sufrir demasiado; sin embargo, hay algo ms fuerte que nosotros, lo que nos ha mantenido unidos toda la vida y nos ha permitido sobrevivir en este extrao mundo de indiferencia.

    En este momento no me importa pensar en nada absolutamente, lo nico que siento es tu presencia y el eterno beso que nos ha unido desde que nac. Siento que estoy hecho completamente de este beso.

    Fue entonces cuando abriste los ojos y te encontraste ante dos cuencas vacas y sentiste un fro que recorri tus venas partiendo desde los labios.

  • 85

    Fue entonces cuando el hombre se dio cuenta de que estaba besando a la muerte.

    Esta vez el beso no muri entre nosotros. Ahora fueron ellos los que murieron dentro de l.

  • 87

    La sinfona

    La msica resuena en el fondo de su alma pero no deja que un solo brillo delator asome por sus ojos.

    Tipea, solo tipea, mueve las manos como si tocaran las teclas de un piano, dulcemente, suavemente, casi con ritmo. Mientras la msica acribilla tu alma de a poquito y con dulzura.

    Ahora trata de no pensar y slo escucha el sonido del teclado, cmo te va arrullando para adormecer tu cerebro mientras el incesante repiqueteo se vuelve ms montono y ms rtmico y ms rpido y los pensamientos se vuelven nada, se vuelven ritmo y el corazn se anima a latir un poco ms al comps del ritmo incesante del trabajo.

    Ahora con la coraza de vanidad, con los ojos, las manos y el alma concentrados en la pantalla de la computadora, en las letras, las lneas, en las tablas y en los cuadros.

    Ahora ya no puede dominarte esa msica infernal que te hace pensar que alguna vez tuviste

  • 88

    recuerdos y que te hacan llorar por esos ojos que ahora son mquinas devoradoras de datos.

    Eso era antes de que tu cerebro te convirtiera en robot. Antes, cuando importaba ms la vida que el trabajo. Cuando el dinero no era la meta y los pensamientos divagaban y se enredaban y las manos no podan pulsar las teclas adecuadas porque tropezaban, destrozando todo ritmo posible.

    En ese entonces el corazn lata por s mismo, sin ritmo, sin monotona. Despegaba con solo or un nombre en el eco de tu mente y evocar una dbil imagen que ahora se desvanece en tus ojos mientras la destrozas con nmeros, lneas y una grfica circular.

    Al final del da sabes que no podrs escudarte en tus nmeros; que recorrers con una mirada vaga la cama vaca y tus piernas recorrern la casa ordenada, empolvada, olvidada. Y las lgrimas no podrn dejar de fluir hasta formar arroyuelos en tus mejillas.

    Entonces el silencio se correr un poco para dejar asomar los suspiros, los sollozos, que se sucedern en un ritmo incesante y detonarn los latidos sin sentido del cada vez ms fatigado corazn.

  • 89

    Despus el insomnio llegar a tus ojos mientras tu mente en vigilia intenta atrapar nmeros y datos, agobiarse para ya no poder pensar; pero no deja de repetir un solo nombre, que ya no hace latir al corazn con ms fuerza sino que lo ahorca con cada letra que se va enroscando, que aprieta.

    Y dbilmente la meloda se ir introduciendo a tus odos como para recordarte que la batalla no ha terminado, que an no puedes ser un robot sin sentimientos y que la noche se extiende desde el centro de tu alma hasta envolver todo lo que te rodea.

    En la penumbra seguirs sin poder dormir porque los olvidados seguirn rondando tu sueo, rodeando tu cama; porque en realidad todava no estn olvidados.

    Cuando creas que has vencido y te sientes una vez ms frente a la pantalla, esperando desfallecer, el diablo apartar las cortinas sonriente para verte tocar tu ltima sinfona con el teclado de la computadora. Tus sollozos, la meloda de tu alma, y el latido de tu corazn, ahora con tu respiracin entrecortada. Todos al unsono con un ritmo perfecto componen una obra singular y mortal

  • 90

    donde ves tu imagen cadavrica frente a la pantalla de la computadora.

    Slo despus, al amanecer, te percatas de lo que has escrito, que no es nada ms que un nombre, repetido hasta el cansancio, con un ritmo incesante y que al pronunciarlo no hace ms que reproducir un par de notas de la cancin que est desmoronando tu alma.

  • 91

    Palabras

    Hubo una vez un nio que quiso contar una historia, pero cuando creci los detalles se fueron perdiendo, y adems, ya no importaban.

    Luego crey que sera interesante inventar un poco, ser creativo, ser diferente. Entonces la historia ya no era historia, sino otra cosa, con colores y emociones pero sin vida: era una mentira.

    Pero madur, tuvo hijos y los ense a hablar y a contar historias, y a contar mentiras tambin.

    Y las historias y las mentiras se confundieron hasta que los hijos crecieron y se convirtieron en todos unos profesionales que van todos los das a trabajar y se olvidaron de que estaban vivos porque ya todo haba perdido importancia.

    Despus esos hijos tuvieron sus propios hijos y quisieron ensearles a hablar, pero no haba historias qu contar y los hijos aprendieron a decir palabras y a conectarlas, sin verdad, sin mentira o sin sentido, y ya nada importaba.

  • 93

    Fragmentos de noche

    I El baileLa msica resonaba desde algn oscuro rincn sin que se pudiera definir si se trataba de un tango, un vals o un twist. El sonido era tan lejano que slo podan percibirse unos cuantos compases empolvados y puramente tristes.

    El hombre pens que buscara el aparato ms tarde, porque ahora lo nico que le importaba era encontrar un bao. En ese oscuro y desvencijado edificio no sera difcil, seguramente habra al menos diez. Slo esperaba que alguno funcionara. Que tuviera agua sera mucho pedir, pero al menos que no estuviera repleto de alimaas.

    Tuvo que vencer su aversin a tocar los picaportes oxidados. Pens que ms tarde al llegar a casa, o al despertar, podra lavarse las manos y aplicarse gel desinfectante.

    Cuntas bacterias milenarias no habra en esa casa, en esas paredes polvosas, en esas puertas

  • 94

    cubiertas de moho... mejor ni siquiera pensarlo. Adems, una presin en la vejiga lo urga a seguir avanzando, a buscar como un sabueso y evitar por instinto las irregularidades del suelo, a apresurarse a pesar de la oscuridad y de la sensacin opresiva.

    Encontr un bao en el preciso momento en que se desat la tormenta. El repiqueteo de las gotas lo invitaba a acelerar el proceso en el pantaln, pero desgraciadamente la ventana estaba abierta no, rota, y la lluvia inundaba el piso.

    Impensable tocar ese charco mugroso con los pies descalzos, pero a quin se le ocurre meterse a soar en pijama. Habra que buscar otro bao.

    Pens que si segua la msica posiblemente encontrara una zona en mejores condiciones. Se adivinaba que habra electricidad, lo que llevaba a pensar que el agua sucia no llegara a esa rea. Subi una escalera alfombrada. Aunque se senta algo polvosa, ya no notaba humedad en las plantas de sus pies, lo que lo alent a continuar subiendo.

    En el piso superior la msica sonaba con ms fuerza y not que los compases, a pesar de ser fnebres, retumbaban animados.

  • 95

    Avanz por un largo pasillo hasta que divis una luz a lo lejos, que aparentemente surga del mismo lugar que la cancin, por lo que apret el paso y la vejiga algo esperanzado.

    La luz emanaba de un gran saln color rojo, donde la msica resonaba con fuerza demente. Tuvo que entrecerrar los ojos para adaptar su vista a la claridad que inundaba el saln y a lo lejos pudo divisar a una pareja que bailaba con pasin.

    Avanz titubeante unos pasos, con la intencin de preguntarles cortsmente dnde encontrar un sanitario, aunque le apenaba un poco tener que interrumpir su animada danza.

    Una vez acostumbrado a la luz y ms de cerca, se dio cuenta de que la pareja danzante se compona de dos esqueletos vestidos con trajes antiguos y se qued inmvil, absorto en sus pasos perfectos y desenfrenados y en la profunda alegra que emanaba de sus cuerpos, ahora incansables. Entonces, poco a poco, desde sus pies hasta la raz de sus cabellos, lo empez a inundar un inmenso temor de ser visto por ellos. Era un temor irracional y por lo mismo ms incontrolable, que rpidamente se fue

  • 96

    convirtiendo en un pnico que lo instaba a salir corriendo pero lo obligaba a permanecer clavado al suelo.

    En ese momento la msica ces y el crneo del esqueleto con ropas femeninas fue girando con direccin hacia l. Fue una cuestin de angustiosos segundos en los que su mente trabaj afanosamente pero su cuerpo no se movi un solo milmetro. Las cuencas vacas parecan estar mirando en su direccin, entonces la mano del esqueleto se extendi hacia l, tal vez sealando, tal vez invitndolo a compartir la danza.

    El hombre slo cerr los ojos en un intento de plegaria, de splica o de lograr abrirlos de una buena vez, en la realidad.

    Desgraciadamente la opresin en su vientre era tan intensa que tuvo que abrirlos de nuevo, en la ficcin, para correr a buscar un bao. Slo que esta vez todo estaba oscurecido. No saba si los muertos haban desaparecido o si lo perseguan porque tema voltear hacia atrs.

    Decidi finalmente dejar de buscar y volver al sanitario que ya conoca y mancharse los pies de lodo antiguo. Necesitaba deshacerse del contenido

  • 97

    de su vejiga para seguir soando tranquilo o tal vez lograr despertar de una buena vez.

    Comprendi que mientras no desahogara su necesidad en el sueo, no podra volver a mirar el techo de su habitacin.

    Un doloroso cansancio en las piernas le indic que ya haba pasado mucho tiempo y que tal vez llevaba aos buscando un sanitario. Lleg a pensar que la casa se haba enmohecido y apolillado en espera de que l pudiera encontrar un lugar que lo satisfaciera para orinar tranquilo. Mientras tanto, los baos se haban llenado de araas y cucarachas, las ventanas haban perdido sus vidrios, los picaportes se haban oxidado y los danzantes haban muerto.

    Lleg un instante en que temi por su propia vida y pens que dejara de respirar, pero la misma sensacin picante que lo estaba matando era la que lo mantena vivo.

    En su desesperacin comenz a abrir puertas al azar, a pesar de su repulsin infinita, hasta que se encontr frente a un largusimo pasillo, lleno de inodoros y espejos. Era el bao ms grande que haba visto en su vida. Alrededor de treinta orinales

  • 98

    se erguan frente a l, firmes y resplandecientes, cual soldados en un pelotn de fusilamiento.

    Corri hacia el primero, resbalando con el piso de mrmol; se baj el pantaln y sinti un mnimo alivio, mientras una catarata emanaba de l. A pesar de que los minutos pasaban, la sensacin no disminua, la urgencia era la misma y la cada del agua no cesaba.

    El piso comenz a inundarse y sus pies sintieron la tibia presencia de un lquido indeseable. Quiso huir pero no poda parar, pronto todos estaran sumergidos en sus fluidos.

    Cuando crey que sus pulmones se quedaban sin oxgeno y comenz a desvanecerse, una bruma blanquecina lo envolvi y sus prpados temblaron con un movimiento inusual, como despertando de un largo letargo. Una sensacin dolorosa, como de un msculo que no ha sido usado en mucho tiempo, rode sus rbitas, pero poco a poco pudo cerrar/abrir sus prpados y volver a la vida, justo cuando el sueo agonizaba.

    El coma termin.

  • 99

    II El charcoAgua en estampida.Chorros y chorros de agua.Agua fra, agua fuerte,agua limpia en cada sin fin.Una catarataDespierta.Despert sediento y con la sensacin de haber

    cado desde muy alto. Sinti urgencia de levantarse y corri al bao, pero fue entonces cuando descubri que ste ya no estaba donde sola estar.

    La casa pareca la misma, todo normal: la sala, la cocina, los cuartos, el pasillo... pero nada de bao. Haba desaparecido.

    En un primer momento pens en llamar a la polica para reportar el robo, pero se encontraba francamente adormilado y de momento prefiri volver a la cama, por lo que no le dio mayor importancia a la prdida del sanitario ni a la opresiva sensacin que lo atormentaba. Despierta.

    Como a un animal desvalido te atraviesan las balas de agua, como si fuera plomo, la fuerza de la cada causa dolor en tu piel. Te hace sentir fro, te

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    hace sentir mojado. Sientes el lodo correr bajo tus pies desnudos y la corriente comienza a arrastrar tu cuerpo a la deriva, mientras te preguntas dnde han quedado tu cama y tus sueos hmedos.

    Despierta.Cuando abrieron los ojos y comenzaron a

    deambular ya estaba amaneciendo. Los pjaros gorjeaban en alegre sinfona y a lo lejos la musiquita estruendosa del camin del gas anunciaba un da como todos.

    Sin embargo, el bao an no haba regresado y los dos se miraron estupefactos.

    Sus miradas soolientas se cruzaron en algn punto entre el comedor y el pasillo, donde ms o menos recordaban que haba estado el bao.

    Se apreciaba un dejo de angustia en sus miradas, pero no dijeron nada por temor a estar soando.

    Despierta.La tormenta atormentaba arremetiendo contra

    los pocos habitantes que restaban. El agua desbord el ro y se crearon arroyuelos entre la maleza y pequeas y grandes cataratas que arrasaban con fuerza llevando en su cauce palos, hojas, animales e incluso pedazos de chozas.

  • 101

    Algunos individuos corran descalzos tras sus pertenencias o animales. Otros, ms desesperados, corran detrs de sus hijos, que se ahogaban.

    Posiblemente el ro fuera de cauce se haba llevado el techo, el bao y a su madre.

    Despierta.Otra vez despierto dentro de un charco.Nuevamente cierro los ojos con la esperanza de

    seguir durmiendo, de que sea un sueo o de que mi madre no lo descubra.

    Ella seguro tendr prisa y ser intil explicarle de las tribus, las tormentas y los baos perdidos.

    Y otra vez hablar tan rpido que ella no lo entender. No lo entendera.

    Lo nico que me queda es estirarme y salir del charco esperando que todo haya vuelto a su sitio, ya que el torrente ces.

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    Noche de muertos

    Esa noche, como todas, suspir ante la inmensidad que se avecinaba, mir el cielo ensombrecerse con la mirada cansada de quien ha visto todo, se amarr el rebozo y sali al mundo.

    Sus pasos, ya cansados de hacer el mismo recorrido cada ao, se apresuraron. Esta vez el fro pareca calar ms fuerte que otros aos. Pareciera que sus pasos quisieran escaprsele, pero apresados todava a su determinacin, siguieron avanzando.

    Soy la mujer que odia; que habita en las sombras de una casa antigua, con demasiados cuartos; que respira la ftida peste de orines de demasiados gatos; que se alimenta de rencores, en silencio, odiando a los nios, a los jvenes, a los ancianos y al ruido.

    Odio mi presente y mi pasado. Reniego de la Iglesia, de la humanidad y de m misma.

    Al poco tiempo entraba, cargada de flores, al cementerio.

    Este ao, como todos los aos, vagara entre las

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    tumbas buscando lpidas olvidadas dnde dejar una flor y acaso tal vez una lgrima.

    Soy la que odia a sus propios muertos y todos los das los remoja en amargo rencor, para que as no se olviden, pero se lamenten, para que llenen la vieja casa con sus remordimientos.

    Esta tarde, otra vez, el gento se arremolinaba como si llegara a una fiesta. Algunos se saludaban con sonrisas, todos emprendan la tarea: bajaban paquetes, acomodaban cosas, se sentaban a recordar.

    Soy la mujer que pasa horas mirando al vaco, recordando decepciones pasadas y esperando las futuras, que al llenar sus pulmones enfermos de hashs y tabaco es cuando descansa del odio y se remonta volando hacia la tristeza, la melancola y la nostalgia.

    Esta noche, como todas, ella hubiera querido tener a alguien a quin recordar, alguien por quin derramar una sola lgrima y una tumba sobre la cual llorar.

    Cuando es de da slo odio a travs de la ventana, escondida entre los pliegues de las cortinas y de mi rostro, donde la aridez remarca un sufrimiento callado, sin lgrimas.

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    Se acerc a una lpida olvidada, carcomida y desgastada, que evidentemente no haba sido visitada en aos, tal vez nunca. Se agach y deposit sobre ella un pequeo ramo de flores moradas y amarillas.

    Seguramente la familia y conocidos habran cumplido con la ceremonia de entregar el cuerpo a la tierra y una vez casados estos dos, se habran olvidado de ellos.

    Aceptas este lecho como tu legtimo compaero eterno? Prometes amarlo, honrarlo y respetarlo todos los das, todas las noches, por los siglos de los siglos amn?

    Lo aceptoA veces mis labios se abren y sentencian, disparan

    palabras que debieran de haber salido siglos atrs; que ahora hieren pero sin fuerza, que son duras, pero desgastadas; que llegan tarde y a odos equivocados; que se estrellan sobre lpidas sordas con nombres olvidados tiempo atrs.

    Unos nios jugaban al escondite entre las tumbas. Ella los mir sin emocin. Sigui caminando. Celebrando, como todos los aos, a la muerte: tan inconmensurable e incomprensible como el

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    mismo Dios, cuya figura estaba ya deslucida en su memoria. Tan eterna y cambiante como el mar.

    Sin darse cuenta, su mano cansada se pos en una estatuilla de ngel y se top con algo clido: una pequea mano de nia, vestida de blanco. Ambas se sobresaltaron al tacto y la nia huy, dejando sobre el piecito del ngel un pequeo crculo blancuzco. La huesuda mano lo tom y observ un dulce crneo multicolor.

    Soy la anciana que se entretiene, cuando est de buenas, anotando en una libreta todos sus epitafios, sus esquelas, sus recuentos.

    Cuando ya haba oscurecido y el ramo de flores, a pesar de ser menos voluminoso, se haba vuelto ms pesado, la anciana se detuvo en una pequea loma y se sent. Desde ah poda ver gran cantidad de luces, flores, colores y escuchar una confusin de murmullos y msica.

    A veces miro al cielo nocturno, deseando recordar cmo se aullaba a la luna, cmo se danzaba bajo la lluvia y se lanzaban hechizos bajo las estrellas o cmo se encenda un altar.

    Entonces la luna asom, llena, enorme, con tintes rojizos; e ilumin las flores del cementerio.

  • 107

    Se qued pensativa mirando la fosa comn.Quisiera tener un slo rezo qu decir por ti.Como cada ao en esa noche, se dirigi a la capilla

    con lo que quedaba del ramo de flores y se sent con cansancio en la ltima banca. Y entre aromas sacros y cnticos femeninos, como siempre en esa noche y slo en esa noche, record a su padre.

    Entrecerr los ojos alimentando vagos recuerdos de infancia, cuando se le obligaba a levantarse al alba y cargar con incienso o flores, o incluso con las manos vacas pero su mejor vestido a cuestas y dirigirse hacia el templo a cumplir con las alabanzas matutinas, acompaadas de movimientos y canciones somnolientas.

    Hncate, prate, canta, hncate, repite, santguate, sintate, prate

    Cerr por completo los ojos y entonces record el dolor picante de los pellizcos maternos cuando dorma durante el sermn. Sonri mientras dormitaba, como quien hace una travesura.

    Despus comenz a recordar, esta vez en serio, sin quejas, a su padre y quiso una vez ms tener un rezo que ofrecer, una lgrima que verter o una tumba dnde depositar una flor.

  • 108

    Su padre haba muerto haca ya demasiados aos, de una enfermedad larga, lenta y dolorosa. La familia haba quedado tan agotada que se deshizo lo ms pronto que pudo de los restos. Sus cenizas se esparcieron quin sabe en qu vientos y se respiraron por quin sabe qu almas.

    Al pasar el ltimo recuerdo se dio cuenta de que ya no haba nada qu decirle, se puso de pie una vez ms, dej una flor en la ofrenda del templo en honor a su padre y a la muerte ( y nada ms) y volvi a rondar las tumbas.

    En su camino le acompaaron los fantasmas de amores ya perdidos. En especial de aquel amor lento, largo e imposible. Inabarcable, que la inund durante muchos aos y que no haba hecho ms que descomponerse en su interior y agusanar su corazn.

    l haba muerto haca tiempo y ella nunca le perdonara que lo hubieran enterrado