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Amigo personal de Barack Obama, nos recibe en su residencia para hablar de su vida y su pasión por el asado, el chimichurri y el fútbol. “Argentina ha sido una de las mejores cosas que me pasaron en la vida”, asegura A muy pocos días de dejar su puesto como embajador de Estados Unidos NOAH MAMET pArA dEspEdirsE, ABrE lAs pUErTAs dEl árEA privAdA dEl pAlAciO BOscH Posa para ¡Hola! Argentina con su Harley-Davidson modelo V-Rod (2002), la Silver Bullet, una pieza que la emblemática marca desarrolló junto a Porsche. Tiene un motor de 1200 cc y es toda de aluminio. Se hizo famosa después de que fuera usada por Arnold Schwarzenegger en Terminator 3. Con ella recorrió el camino de los Siete Lagos. Detrás sobresale imponente la que fuera residencia de Ernesto Bosch y Elisa de Alvear y que se inauguró en 1917 durante la Belle Epoque criolla. Construido en piedra París, cuenta con cuatro niveles y más de 3600 metros cuadrados y es la residencia de los embajadores estadounidenses desde 1929. Pieza única del neoclasicismo francés, René Sergent se inspiró en el castillo de Bénouville, en Normandía. d ean Rusk, el primer secretario de Esta- do del presidente Kennedy, dijo alguna vez que “una de las mejores maneras de persuadir a los demás es escuchándolos”. Una frase que Noah Ma- met pareciera interpretar de manera magistral desde que asumió el cargo de em- bajador de Estados Unidos en diciembre de 2014. Una designación que, aunque generó algunas controver- sias por parte del establish- ment del Departamento de Estado, finalmente demostró que este califor- niano (47 años, soltero) ha sido uno de los emba- jadores estadounidenses más queridos y respetados desde que Estados Unidos y Argentina establecieron relaciones diplomáticas en 1823. En dos años, Mamet reestructuró, acercó y soli- dificó el vínculo entre am- bas naciones. Un proceso que abordó desde todos los frentes y en el que involu- cró desde políticos, empre- sarios, representantes de la sociedad civil hasta figuras del espectáculo y el fútbol. ¿El mayor triunfo? La visita de Estado del presidente Barack Obama a Argentina el pasado marzo. Nacido en California, la relación de este consultor político y financiero con el poder comenzó de la mano de los Clinton cuando en la campaña presidencial de 2008 trabajó junto a Hi- llary y conoció al entonces senador Obama. A partir de allí, su vida dio un giro de 180 grados cuando se convirtió en asesor del pri- mer presidente afroameri- cano en temas de turismo. Cuatro años más tarde, en 2012, y durante la campaña para la reelección, Noah volvió a ponerse la camise- ta demócrata para jugar en el reñido mundo electoral y dejar todo en la cancha. Visionario como pocos, Obama vio en él sus dones para construir puentes y acercar opiniones, por lo que no dudó en ofrecerle el puesto de embajador en Argentina. Las relaciones de Estados Unidos con nuestro país venían de mo- mentos delicados, por lo que su designación parecía acertada. Y no se equivocó. A pocos días de dejar

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Amigo personal de Barack Obama, nos recibe en su residencia para hablar de su vida y su pasión por el asado, el chimichurri y el fútbol. “Argentina ha sido

una de las mejores cosas que me pasaron en la vida”, asegura

A muy pocos días de dejar su puesto como embajador de Estados Unidos

NOAH MAMETpArA dEspEdirsE, ABrE lAs pUErTAs dEl

árEA privAdA dEl pAlAciO BOscH

Posa para ¡Hola! Argentina con su Harley-Davidson modelo V-Rod (2002), la Silver Bullet, una pieza que la emblemática marca desarrolló junto a Porsche. Tiene un motor de 1200 cc y es toda de aluminio. Se hizo famosa después de que fuera

usada por Arnold Schwarzenegger en Terminator 3. Con ella recorrió el camino de los Siete Lagos. Detrás sobresale

imponente la que fuera residencia de Ernesto Bosch y Elisa de Alvear y que se inauguró en 1917 durante la Belle Epoque criolla. Construido en piedra París, cuenta con cuatro niveles

y más de 3600 metros cuadrados y es la residencia de los embajadores estadounidenses desde 1929. Pieza única del neoclasicismo francés, René Sergent se inspiró en el castillo

de Bénouville, en Normandía.

d ean Rusk, el primer secretario de Esta-do del presidente

Kennedy, dijo alguna vez que “una de las mejores maneras de persuadir a los demás es escuchándolos”. Una frase que Noah Ma-met pareciera interpretar de manera magistral desde que asumió el cargo de em-bajador de Estados Unidos en diciembre de 2014. Una designación que, aunque generó algunas controver-sias por parte del establish-ment del Departamento de Estado, finalmente demostró que este califor-niano (47 años, soltero) ha sido uno de los emba-jadores estadounidenses más queridos y respetados desde que Estados Unidos y Argentina establecieron relaciones diplomáticas en 1823. En dos años, Mamet reestructuró, acercó y soli-dificó el vínculo entre am-bas naciones. Un proceso que abordó desde todos los frentes y en el que involu-cró desde políticos, empre-sarios, representantes de la sociedad civil hasta figuras del espectáculo y el fútbol. ¿El mayor triunfo? La visita

de Estado del presidente Barack Obama a Argentina el pasado marzo.

Nacido en California, la relación de este consultor político y financiero con el poder comenzó de la mano de los Clinton cuando en la campaña presidencial de 2008 trabajó junto a Hi-llary y conoció al entonces senador Obama. A partir de allí, su vida dio un giro de 180 grados cuando se convirtió en asesor del pri-mer presidente afroameri-cano en temas de turismo. Cuatro años más tarde, en 2012, y durante la campaña para la reelección, Noah volvió a ponerse la camise-ta demócrata para jugar en el reñido mundo electoral y dejar todo en la cancha. Visionario como pocos, Obama vio en él sus dones para construir puentes y acercar opiniones, por lo que no dudó en ofrecerle el puesto de embajador en Argentina. Las relaciones de Estados Unidos con nuestro país venían de mo-mentos delicados, por lo que su designación parecía acertada. Y no se equivocó.

A pocos días de dejar

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Buenos Aires, el trigésimo noveno em-bajador estadounidense elige ¡Hola! Ar-gentina para despedirse. Desde el área privada del Palacio Bosch cuenta cómo fue la que considera la mayor experien-cia de su vida y habla de su pasión por estas pampas.

LO MEJOR DE DOS MUNDOS–Esta fue su primera designación di-

plomática. ¿Cómo planeó su misión en Argentina?

–Aunque no lo crea, en un principio estuve a punto de abandonar el proceso por el que debía transitar para lograr mi designación como embajador. Realmen-te llevaba una vida fantástica en el sur de California, donde tengo una casa junto a

la playa y desde donde estaba trabajando con clientes maravillosos, como SpaceX, la empresa norteamericana de transporte aeroespacial. Pero como en mi trabajo la política también es importante, pensé que podía conjugar lo mejor de los dos mun-dos, así que finalmente acepté. Además, me llenaba de orgullo poder trabajar para un gobierno liderado por un hombre que respeto y admiro, como el presidente Oba-ma. Creo que representar a tu país en el ex-tranjero es realmente un privilegio, además de una oportunidad que no aparece todos los días. Entre las primeras cosas que hice fue visitar a otros embajadores que, como yo, no pertenecían al Servicio Exterior es-tadounidense y así poder aprender de sus experiencias y escuchar sugerencias.

–¿Qué fue lo primero que se le vino a la cabeza cuando llegó la propuesta y es-cuchó Argentina?

–¡Fantástico, es un gran país! Porque además de ser parte del G20, cuenta con una gran economía y una nueva elección presidencial se acercaba. Cosas muy tras-cendentales estaban por suceder en la región y no dudé de que sería fabuloso ver desde la primera fila un proceso elec-toral tan importante.

“HA SIDO UNA DE LAS GRANDES EXPERIENCIAS DE MI VIDA”

–¿Cuáles fueron los primeros desa-fíos que tuvo?

–Construir tantas conexiones como me fuera posible, tanto dentro del mun-

do de la política como de los negocios y de la sociedad civil. Siempre tuve muy presente lo importante y necesario que era cambiar nuestra imagen en Argen-tina y en todo el Cono Sur. Así que en cuanto puse un pie en la embajada, in-tenté siempre ser positivo y encontrar los espacios en los que en ambos países pudieran trabajar juntos, como en las áreas de ciencia y tecnología, energía y educación.

–Usted se convirtió en una persona muy querida y tuvo el don de construir puentes y estrechar lazos. ¿Cómo hizo para lograrlo?

–Creo que esa era una de mis princi-pales metas. Y debo confesar que fue un proceso que se dio de una forma muy na-

Izquierda: el tercer piso del palacio es donde el embajador vive y recibe a sus amigos más íntimos. El ambiente central que conduce a las habitaciones mantiene la boiserie original y está decorado con un hogar de mármol blanco estilo Luis XVI y dos lámparas Marbro. Arriba: el color de las paredes es idéntico al que eligió Elisa de Alvear cuando

decoró el lugar antes de mudarse. Abajo: detalle de la escalera que Ernesto Bosch mandó construir para uso exclusivo de la familia. El barandal es de hierro forjado y

llegó de Francia junto con la mayoría de los objetos que decoran el palacio.

la decoración pensada por Elisa de Alvear fue

proyectada y realizada en parís por la casa carlhian

y se concibió como una síntesis de diversas

referencias de los siglos Xvii y Xviii

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“cuando vino el presidente Obama, me dijo en chiste: ‘¡Este

palacio es más grande que la casa Blanca! ¿Y aquí vives tu solo?’.

A lo que le respondí: ‘Así es, aunque no paso tanto tiempo aquí

como yo quisiera’”

El comedor privado está decorado con tres cuadros realizados con empapelado francés fabricado en Velay en 1817 y recrea las “Fiestas del Rey sobre los Campos Eliseos”. La mesa, fabricada en caoba circa

1900, combina a la perfección con seis sillas Chippendale y el aparador Sheraton de la derecha. La gran alfombra es de Aubusson y el servicio de vajilla, fabricada por la fábrica Old Ivory de Siracusa (Nueva York),

es el de uso exclusivo del embajador y su familia. Abajo: mientras desayuna, Mamet lee los principales diarios del país. Detrás de él,

sobresale un juego de té antiguo de plata peruana.

tural, ya que toda mi carrera me he dedicado a cons-truir redes, un hecho por el que el presidente Obama creyó que podría hacer un buen trabajo en Buenos Aires. Logramos realizar la mayor cantidad de inter-cambios culturales en la historia de la embajada, lo cual ayudó a cambiar la perspectiva de la gente sobre el rol de nuestra sede diplomática. Porque al final de cuentas, todos los que formamos parte del proceso de intercambio nos convertimos de alguna forma u otra en embajadores.

–¿Tuvo libertad absoluta para hacer su trabajo? ¿Hubo algunos objetivos señalados por Washington?

–Durante mi proceso de preparación para asumir mi cargo como embajador, me reuní con muchísima gente de todas las diferentes agencias y departamen-tos del Gobierno, así todo sería mucho más fácil tras mi llegada. Francamente, y aunque muchos pensaron lo contrario, para mí se convirtió en una ventaja no pertenecer al Servicio Exterior, ya que el Presidente y yo tenemos una relación de amistad y eso me dio un gran margen de maniobra dentro de la Casa Blanca. Obviamente, hubo objetivos señalados por Washing-ton, como las operaciones de mantenimiento de la

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La cama con baldaquino fue traída especialmente desde Estados Unidos durante la última etapa de reformas del palacio. Este ambiente está decorado con varios muebles de estilo, como el secretaire con biblioteca de puertas espejadas fabricado en caoba estilo William & Mary que

está entre las ventanas. Abajo: el 9 de enero, fue condecorado por el Ministerio de Relaciones Exteriores con la Orden del Libertador San Martín en el grado de Gran Cruz. Es la más alta condecoración otorgada por el gobierno argentino a extranjeros que no sean jefes de Gobierno y que

hayan contribuido mediante sus esfuerzos al progreso, bienestar, cultura, entendimiento y solidaridad internacional. En la otra página, arriba: detalle de su escritorio, en donde atesora camisetas deportivas que le obsequiaron desde que llegó al país. En la otra página, abajo: una de las

incorporaciones que Mamet hizo al palacio es la mesa de pool que instaló en la biblioteca.

paz, la seguridad, el tema nuclear, el cambio climático. De hecho, el pre-sidente Macri asistió a la Cumbre Nuclear en Washington, un gesto muy importante para la nueva re-lación que se estaba construyendo entre ambos países.

UNA VISITA MUY ESPERADA–Cuéntenos sobre el viaje del

presidente Obama a Argentina. –Antes de las elecciones presi-

denciales de 2015 el panorama po-lítico en Argentina era incierto. Sin embargo, en cuanto ganó Macri la presidencia y dio algunas señales en materia de lo que sería su agenda

política, no tuve dudas de que una vi-sita del presidente Obama sería muy beneficiosa para las dos naciones. Él nunca había estado aquí, por lo que cuando salió a la luz su visita a La Habana pensé que era una extraor-dinaria idea si dentro de ese mismo viaje incluyera también Buenos Ai-res. Porque, y aunque Cuba no está tan cerca de Argentina, pensé que el mensaje que llevaría a la isla era muy semejante al que podía traer a Argentina. Nuestra prioridad era comenzar una nueva relación, basa-da en el respeto y la cooperación. Y creo que ese fue el mensaje que tra-jo con él y que pudo transmitir a to-

dos los argentinos. Además, justo se atravesaba la semana de Pascua, por lo que podría aprovechar para ir a conocer Bariloche. Yo había hecho un viaje en moto por lo Siete Lagos y le dije que no podía dejar de visi-tarlo porque era, a mi juicio, uno de los lugares más lindos del mundo.

–¿Cómo fue ser el anfitrión de Obama?

–Colocamos una placa en su ho-nor en el hall de entrada, ya que él ha sido el cuarto presidente que se ha alojado en este palacio después de Roosevelt, Eisenhower y Bush padre. Fue genial poder mostrarles el edificio y contarles su maravillosa

historia. Bromeando el Presidente me dijo: “¡Este palacio es más gran-de que la Casa Blanca! ¿Y aquí vives tu solo?”. A lo que le respondí: “Así es, aunque no paso tanto tiempo aquí como yo quisiera”.

LUGAR DE ENCUENTRO–¿Cómo fue llegar y encontrar-

se con este palacio?–Realmente fue una grata sorpre-

sa. Con el paso del tiempo me di cuenta de que, al igual que la Casa Blanca, el Palacio Bosch tiene un poder de convocatoria increíble. Creo que es un lugar de encuentro en el que mucha gente interactúa

En esta habitación durmieron el presidente Barack Obama y su mujer

Michelle cuando visitaron Argentina el pasado marzo y es la suite que ocupan

todos los embajadores

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“Extrañaré muchas cosas, pero sobre todo el chimichurri casero, los asados,

los superclásicos, la cancha de tenis del palacio y la patagonia”

y coincide: el año pasado organi-zamos más de quinientos eventos y recibimos alrededor de 15 mil per-sonas. Por eso decidí que era una gran idea iluminarlo de noche, así los porteños pueden seguir apre-ciando su belleza. Y también invité a varios artistas, como Marta Minu-jín y Pablo Reinoso, a que expusie-ran sus obras aquí.

–¿Cree que la buena relación se-guirá igual después de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca?

–Creo que sí, ya que hemos tra-tado de institucionalizar varios as-pectos de la relación y no veo que haya alguna razón de peso para que eso cambie. Una nueva admi-nistración está llegando, pero las cosas han seguido su cauce fluida-mente y Argentina nunca fue una parte polémica de la campaña. Hay mucha gente interesada en seguir apoyando a este país.

–¿Qué es lo que más extrañará de Argentina?

–¡Tantas cosas! [Se ríe]. El chimi-churri casero, los asados, los apa-sionantes superclásicos, la cancha de tenis del palacio, la Patagonia… Este país es realmente increíble y su gente es maravillosa. Tengo muy buenos recuerdos de San Martín de los Andes, El Calafate, las Cata-ratas de Iguazú, Mendoza, Salta. Todos estos son lugares únicos y es por eso que pienso volver muy

seguido a Argentina para vivir par-te del año aquí.

–¿Por qué tomó esa decisión?–Son dos las razones. La primera

es que este país es culturalmente fascinante y la segunda es que soy muy optimista sobre el futuro eco-nómico de Argentina. Creo que es un buen momento para estar hoy aquí, por lo que he animado a otras personas para vengan a hacer negocios e invertir. Como te dije, dividiré mi tiempo entre Buenos Aires, California y Nueva York.

–¿Qué es lo que lo enamoró perdidamente de nuestra tierra?

–La geografía y la arquitectura, los argentinos. La fuerza de su personalidad la he visto en muy pocos lugares. Son muy abiertos y cálidos.

–Además de andar en moto, ¿qué otro hobbie tiene?

–El golf, aunque casi nunca tengo tiempo para jugarlo. Me gusta mu-cho perderme entre las librerías y sentarme a tomar un café en algún bar. Disfruto mucho salir a comer afuera, ver gente, ir a la cancha.

–¿Se hizo hincha de algún equipo?

–Solamente puedo decirle que la Bombonera es ¡el mejor estadio del mundo!•

Arriba: junto con el golf, el tenis es una de las pasiones

del embajador, por lo que cada vez que su agenda se lo permite juega un partido

en la cancha del palacio. Derecha: al poco tiempo

de su llegada a Buenos Aires, le encomendó al

muralista Martín Ron que pintara a Andre Agassi y a Juan Martín del Potro en honor a dos grandes del

tenis que ganaron la Copa Davis: la obra tiene siete

metros de altura.

Texto y producción: Rodolfo Vera Calderón Fotos: Tadeo Jones