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3 Mariola Sampedro Laranga NO SIEMPRE ES MALO RECORDAR Mariola

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Mariola Sampedro Laranga

NO SIEMPREES MALO

RECORDAR

Mariola

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“No siempre es malo... recordar”

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Dedicado a todas las mujeres que, a pesar de lo dura que es lavida, aún siguen creyendo en el amor.

Mariola

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“No siempre es malo... recordar”

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CAPÍTULO: PRIMERO

María sentada en un taxi pensaba en las pocas ganasque tiene de fiesta, hubiera deseado quedarse en casatrabajando.– La realidad es que desde que te conozco, no te he vistodivertir ni un día, sólo trabajo y más trabajo.– Es lo que he elegido hacer en mi vida, hago lo que más megusta, he escogido una profesión que me fascina, para mí no hasido un sacrificio.– Debieras divertirte más.– Ya lo hago.– Convendría que te relacionaras algo más con personas queestán socialmente en una posición alta..., necesitas escalar másalto.– ¿Para qué?– ¡Venga! Si quieres ascender, necesitas tener más relación conotro tipo de gente que no sean tus subordinados.– Alejandro, no me apetece discutir contigo. – Respiraprofundamente y prosigue. – Estoy demasiado cansada. Nocomprendo cómo me he dejado engatusar por ti; para que mellevaras a esa cena de aburridos y engreídos nuevos ricos.– No seas desconfiada, no prejuzgues. Además, conoces a casitodas las personas que van a ella.

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“No siempre es malo... recordar”

– No tengo ganas de relacionarme con nadie.– Debes conocer al joven con el que tendrás que trabajar lospróximos seis meses.

Por unos segundos ambos permanecen en silencio.María mira por la ventanilla del automóvil negro, con la miradaperdida. Alejandro aprovecha para observarla, le gustabamirarla cuando ella no podía advertirlo, la observaba condetenimiento. Había elegido para la ocasión un vestido de tirascolor celeste, con flores grandes pinceladas en castaño, eracorto dejando ver las piernas bien hechas de la mujer. Lassandalias, al igual que el bolso, castaño y de plataforma, hacíanque María aparentase más alta. El vestido se ceñía al cuerpomenudo, pero bien formado de aquella morena de cabellolargo. El cabello recogido en un moño, dejando caer, sobre lacara y su largo cuello, unos tirabuzones finos y bien formados.Se pintaba muy suave, porque decía que la frescura era máshermosa que la falsa cara, que había debajo de un montón depotingues de algunas mujeres. Esto a Alejandro le parecía muygracioso y cuando él se reía, ella hacia que le iba a pegar; esterecuerdo hace esbozar en aquel cuarentón una gran sonrisa queMaría no puede ver, porque aún sigue perdida en suspensamientos.

María no era muy dada a maquillarse, sin embargo, conpoco conseguía resaltar su belleza; no es que fuese una mujerhermosa, pero si se hacía interesante y porque no... Muy sexy.Su andar; su sonrisa; aquellos labios pequeños, pero sensualesprovocaban la excitación de Alejandro que tenía celos de todoslos que se acercaba a la joven, que a sus cuarenta y unoaparentaba muy joven. Era una mujer que se llevaba muy biencon sus compañeros de trabajo, continuamente dispuesta aayudar a sus "colegas", como ella siempre decía, no leimportaba dedicar tiempo extra para ayudar a quién le hicierafalta. Si por alguna razón, realizaba las funciones de relaciones

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públicas, la empresa tenía garantizada la venta, su franquezasorprendía a su adversario dejándolo desarmado.

Pero no todo eran virtudes, María era autoritaria, legustaba el mando, eso de que todos hicieran lo que desde supunto de vista era lo correcto, sí... realmente le gustaba mucho.Orgullosa ¡hasta la médula! Como se suele decir; tenía ungenio tremendo y de ello era testigo Alejandro que muypaciente siempre la apoyaba; no sólo era su jefe sino tambiénun buen amigo y aunque casi nunca estaban de acuerdo sellevaban y se entendían perfectamente.

A pesar de la alegría que a veces aparentaba, Alejandrosabía que ella guardaba algo que no quería contar; a veces laveía con la mirada perdida en sus pensamientos, era entoncescuando los ojos de María reflejaban la tristeza, la soledad y eldolor. Al principio Alejandro pensó que era debido al divorcio,que no lo había superado, pero no tardó en comprender que eraotra cosa lo que traía la pena a los ojos de aquella mujer tandecidida y tan segura y, sin embargo, tan frágil a la vez. Maríahabía tardado en confiar en Alejandro, pero pasado un par deaños, él se había convertido en su confidente y ella no teníasecretos con él.

María gira la cabeza y mirando a los ojos azules deaquel rubio y atractivo que estaba sentada a su izquierda.– No entiendo como es que te has unido a la competencia, notiene sentido. No te perdonaré que te hayas fusionado alenemigo.– Los negocios son los negocios.– Sí, pero no me hace gracia tener que trabajar con gente queno conozco y menos con un niñato recién salido de launiversidad que se creen que ya lo saben todo.– Al igual que todos sólo serán seis meses luego podrás volvera trabajar con los tuyos.– ¿Por qué no has buscado a otro?

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– Eres la mejor que tengo, no podrán contigo. Además,necesito una persona de confianza – hace una larga pausa antesde continuar – Y no es un niñato – suspira – con 28 años teníasu carrera de informática terminada con un máster que lefinanció la empresa en la que trabaja. Además, señorita paraque se entere, mientras estudiaba trabajaba. Es muyquisquilloso en cuanto a la gente con la que trabaja y no tecreas, tú eres una privilegiada.– Me siento ofendida. – No tenía entonación de enfado sinotodo lo contrario.– No te rías, es muy serio todo esto.– Lo siento. Pero me gusta aprender y no enseñar.– Con él puedes aprender más de lo que tú te imaginas. Llevaen la informática toda la vida.– ¿Por qué dices tú que soy una privilegiada?– Él sólo trabaja con los mejores. Todos los que trabajan paraél, antes los pone a prueba. Muy pocos son aceptados en suequipo. Y créeme – añade Alejandro – son muchos los que hansolicitado trabajar con él. Le gusta trabajar con personas quetengan su carrera hecha, no por... discriminación sino porquedice que tienen que entender lo que él diga, a la primera, deotra manera es perder el tiempo. Ha creado su propia empresade programación, indistintamente de seguir trabajando en laque lo ha apoyado siempre. A la mayoría los ha preparado él.Se dice que son muy buenos juntos.– Ahora sí que me siento vencida.– No tienes porqué. Si hubieras hecho la licenciatura en vez dehaberte quedado con la ingeniería.– No es justo, soy muy buena en mi trabajo. – Se la notabaenfadada.– Él es mejor.– Soy una buena técnica informática, una gran analista y unaestupenda programadora.

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– El también – Alejandro se percata de su comportamientogrosero. – Sé que eres buena en tu trabajo, no te intento menosvalorar, vales más que tu peso en oro, pero tu próximocompañero no está dispuesto a que tú estés a su altura si no lovales, por tanto, demuéstrale tu valía. – Hace una pausa paracontinuar – es un gran contrincante.– Te odio porque sé que tienes razón.– No, no me odias, sólo lo crees.

María le sonríe, en realidad no está enfadada con él,sabe que no tuvo otra opción, a ella no le importa trabajar en unpuesto sin tanta autoridad, mientras pudiese programar. Legusta el poderío, pero también sabe aceptar el mando.

Alejandro le deposita un beso en la mejilla – María –hace una pausa – por alguna razón está atormentado, se havolcado tanto en su trabajo que asusta, tiene solo 32 años y yaha terminado también la carrera de matemáticas. – Alejandroapoya la cabeza contra la pared del taxi – tiene su propiaempresa de informática con dos equipos propios, en realidadeste trabajo es para la empresa en la que ha trabajado tantosaños y que ha apostado por él, es un favor – Alejandro cierralos ojos. – Por supuesto cobrando, pero un favor – María loobserva como poco antes hiciera él.

Alejandro era un cuarentón muy atractivo, rubio de ojosazules, atraía a las mujeres fuesen casadas, solteras o viudas.Era un rico muy cotizado entre las mujeres que cazan hombres.Le era indiferente tener fama de mujeriego, ya que reconocíaque era cierto y siempre advertía de que era incapaz de ser fiela nadie.

Alejandro adoraba a todas las mujeres, decía que lesdaba lo que buscaban. Nunca fuera deshonesto con Maríaporque era la única mujer que conocía que no se interesaba porsu dinero. Alejandro le pidiera en varias ocasiones a María unarelación, pero ella sabía que si le daba lo que le pedía ella se

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convertiría en una más de la lista. Era por esta razón, por laque se mantenía a distancia, evitaba así perder la amistad queentre ambos había y, por tanto, siempre le contestaba "– Si teacuestas con un amigo pierdes amante y amigo." Así queAlejandro optó por conservarla como amiga, prefería tenerlaasí a no tenerla de ninguna manera. Cuando la vio por primeravez se prometió así mismo ampararla y apoyarla siempre,aunque era difícil porque María se valía sola para todo. Maríaera consciente de la protección de Alejandro y en su interior selo agradecía.

Instantáneamente su pasado regresa a su memoriarescatando de allí a un joven de veinte años, moreno, cabelloun poco largo y rizos. Cierra los ojos y a su mente le llega unrecuerdo... le ve como si lo tuviese delante, barba de tres ocuatro días... se ríe... él decía que era incómodo afeitarse. Teníaun cuerpo imponente, María siente un escalofrío sólo derecordarle, era un cuerpo atlético de una persona que haceejercicio; un pequeño hoyo en la barbilla hace de aquelchiquillo un joven muy interesante. Los labios bien hechos,uniformes, sensuales, provocaba en las jovencitas el deseo debesarlos. Tenía una mente lúcida, ingeniosa; aprendía a unavelocidad que desbordaba, era una persona muy inteligente,erudita, todo él era de alguien que está vivo y lleno de sueños.

María esboza una sonrisa ante estos recuerdos, peropoco dura al recordar aquella mirada segura, de esos ojosverdes y brillantes que se clavaban en las pupilas oscuras deella. Parecía como si fuese hoy, aun veía aquella mirada quepenetra, como si sus mentes se conectasen comunicándose portelepatía. Ella leía en él como un libro abierto,desconcertándolo, sin embargo, él también podía leer en losojos de ella.

María cierra los párpados e intenta ver la cara de quientanto desea, de quién tanto un día amó. No podía olvidarlo,

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siempre hacia que ella se sintiese especial, la ruborizaba, laexcitaba. Se sentía segura e insegura; a su lado el tiempo corríacomo intentando ganar una carrera. Ella le llevaba nueve añosen cambio se sentía una adolescente a su lado, despertaba enella lo más infantil de su ser. Recordó su edad y sintió unagudo dolor en su pecho, a su mente llegaron unas palabras queella le dijera una vez "Yo tengo una vida hecha en busca demejorar y tú que suerte, tú tienes todo un mundo por explorar".

De los ojos de María se escapan dos lágrimas queresbalan por su mejilla e intenta apartar los recuerdos, para ellose pellizca una mano hasta que el dolor la devuelve al presente.

Alejandro saca un pañuelo de su bolsillo y le limpia laslágrimas.– Ojalá pudiese calmar ese corazón.– Estoy bien, sólo es el pasado. – ¿Por qué recordaba a Javiercontinuamente?– Cuéntame algo más de nuestro anfitrión.

Alejandro la mira, ella le sonríe. Él siempre tanimpecable, tan perfecto en la vida, en la vestimenta... en todo.– En sólo cuatro años logró la carrera de informática, un añomás e hizo un máster, financiado por su empresa que apostópor él. Dos años más y se fue detrás de un doctorado, concuatro libros editados en informática. Uno sobre análisis, dossobre robótica y otro sobre microprocesadores de la nuevageneración. ¡Te das cuenta! Eso sólo lo puede hacer alguienque tenga un don. El proyecto de fin de carrera dejó asombradoal profesorado incapaz de hacer algo parecido. En el primeraño se ofreció a trabajar para HERMES S.A. sin cobrar nada elprimer mes para demostrar su valía. El segundo mes cobróigual que los demás. Al finalizar el año dijo que si no lepagaban más se iba, como hay pocos como él, tuvieron miedo aperderlo y lo contrataron fijo, con un sueldo millonario yfranquicias altas por cada programa terminado. Tiene un don

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para los avances tecnológicos. Se hizo rico en pocos años,siendo hoy en día muy solicitado. Creó su propia empresa sindescolgarse totalmente de HERMES, le pagaban para que no sele marchase. Con solo treinta y dos años tiene el mundoinformático a sus pies.– Parece un genio.– Lo es. – Alejandro hace una pausa, pensativo. – Sé que tegustará.– Me asusta..., yo no le llego a la suela de los zapatos, yo soyuna buena currante, pero no un genio... necesito muchoesfuerzo para casi cualquier cosa, se me da bien, pero...– Él es muy trabajador, por eso sé que os llevaréis muy bien.– ¿Y dinero?– Sí, la verdad es que sí. Tú podrás comprobarlo al ver la casa,un hogar así no se paga en cuatro años si no se gana muchodinero.– Ni que viviera en una mansión.– La casa a la que vamos es la de los padres y es como un Pazogallego que él les compró. Pero sé que tiene una casamaravillosa e inmensa en algún lugar de los Pirineos. Lospadres viven aquí a las afueras de Madrid, pero creo que él no,por lo menos no la mayor parte del tiempo, le gusta trabajar enla montaña y lleva a su equipo o equipos para allí hasta rematarlos trabajos.– Sigo diciendo que me asusta, alguien así tiene que ser...– No sigas, te gustará, te lo prometo, antes de conocerlo todoeran prejuicios sobre él, pero tras conocerle... creo que tengoque sacarme el sombrero.

Al llegar al destino, ambos se quedan abrumados al irviendo tras el inmenso portal de hierro tallado, el camino quelos iba llevando hasta la gran residencia. Al aparecer ante ellosuna maravillosa casa grande y antigua, toda ella en piedra muybien trabajada, los dos se quedan petrificados admirándola.

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Ya ante la grandiosa puerta – vaya si no da miedo tantodinero – susurra María justo al abrirse grueso portón de maderade nogal. La mirada de interrogación de su compañero la hacereaccionar – Vaya, se me había olvidado que tú eres más ricoque nuestro anfitrión, pero tienes que reconocer que tiene buengusto. – Un señor bien trajeado los recibe.– Buenas noches, por favor, sus abrigos. – Se los quitan,entregándoselos al que parece ser el mayor domo. – El señorlos está esperando, son los últimos en llegar.

María cae en la cuenta que no sabe aún el nombre de suanfitrión, cuando quiere preguntarle a su acompañante se oyeun ruido tras el mayordomo, alguien les saluda.– Creí que no venían, estaba a punto de llamar por teléfonopor... sí.

Se hace el silencio, María contiene la respiración, semiran a los ojos, fríos, pálidos, sorprendidos, mudos, surge latensión que es palpable en el ambiente para quien allíestuviese. Javier y María se comen con la mirada, el pasadoregresa a la memoria de ambos. Los ojos verdes de Javierrecorren el cuerpo menudo de ella; nueve años, han pasadonueve años y, sin embargo, les parece que fue ayer cuando sevieron por última vez. Ella desapareció de la faz de la tierra deun día para otro, sin más palabras que “ya te veré” sin ningunaexplicación, Javier no comprende que pasó, no puedeentenderlo, eran... amantes... amigos.

María no se puede creer que estén uno frente al otro,aun retumban en su mente aquellas palabras escritas “¡pasiónes lo que quiero, pasión es lo que siento... no puedo sentir nadamás!”

Javier seguía estudiando el cuerpo de ella intentandover las diferencias del ayer y del hoy. María intentaba ocultar elnerviosismo que la embarga al verse estudiada por su antiguocompañero y amigo. ¿Por qué el tiempo los vuelve a reunir?

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¿Por qué?

<<Hay cuatro columnas de sillas y mesas; tres en parejas y

la más cercana a la puerta sola. Enfrente de la primera fila unagran tarima sostiene dos grandes mesas juntas y un sillón.Detrás de éste último, una inmensa pizarra que va desde unextremo a otro de la pared, destaca en el cuarto. Al fondo de laclase, la pared está adornada por una gran estantería llena dehardware y libros. En otra gran pared dos grandes ventanales.María sonríe porque la clase le recuerda mucho a cuandoestudiaba en el instituto. La columna más próxima a ella estádividida en dos por la puerta, así que mira a su izquierda y a suderecha para elegir dónde sentarse quedándose de pie en elarco de la puerta. Se decide definitivamente por la primeramesa a la derecha.

Recuerda perfectamente aquella primera clase de aquelprimer día “hardware de ordenadores”, en aquel entoncescuanto más hablaba el profesor menos le entendía ella. Sucabeza no podía procesar tanta información seguida. Recordabaque le pareciera muy guapo... sí, alto y atlético como a ella legustaban, con sus vaqueros y polo de marca. De repente mostróalgo en las manos y dijo muy serio – Ir pasándolo de unos aotros y cuando alguien sepa decirme el número de pines quehay y por supuesto lo que es... – alguien por detrás de ella lepasó el artefacto. Especie de lámina estrecha llena deincorrecciones como finos hilillos pegados dorados o al menosa María fue lo que le pareció en aquel momento. Cómo unmurmullo e inconscientemente suelta.– ¡ostras! ¿Qué es esto? – Una suave voz varonil le susurra aloído.– Una memoria RAM de 72 pines y 4 Megabytes.

El calor de aquella voz la trastorna durante unos

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segundos, se gira y se encuentra con aquellos ojos verdes quese clavan en ella, una mirada como embriagado.– Jovencita ¿se le ha perdido algo ahí detrás?

María sobresaltada se levanta y mirando al profesor –es una memoria RAM de 72 pines y 4 Megabytes.– ¡Correcto!– Estupendo Marquesa ha usted ganado el primer premio –cínicamente le señala el joven de rizos morenos y ojos verdesque la ha descolocado de sí misma.

>>

– Los años no pasan para ti, estas igual que la última vez que tevi " – sin embargo, para ti si se nota el tiempo." – Piensa María,pero añade – Lo siento, usted me confunde. – Javier noentiende, no comprende porque María hace que no le reconoce,¿de verdad cree que lo está engañando? – No le conozco denada ni creo haberlo visto en mi vida. – A María le tiembla lavoz y Javier se percata de que ella está mintiendo, nunca supoengañarlo, ahora no entiende a que está jugando y le sigue lacorriente.– Lo siento, me debí de confundir.– Sí.– Me llamo Javier Troyano Ruiz.– Y yo María Santiso Larez.

Mientras se presentaban, se miraban a los ojos, elpasado regresaba y les carcomía las entrañas debido alrecuerdo amargo de aquellos años. Nueve años habían pasado yaun se les hacía insoportable pensar en el ayer, cuando esto lesocurría siempre movían la cabeza en ademán de sacudida,consiguiendo desviar su mente a otros pensamientos menosdolorosos.

María no pudiendo sostener la mirada baja la vista; losojos verdes de Javier estaban llenos de dudas, de preguntas sin

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respuesta, siempre había podido leer en los ojos de ella, sinembargo, en este nuevo hoy no conseguía saber lo que aquellosojos de color castaños oscuros, casi azabache, tan profundosdecían. ¡No! Ya no podía leer en ellos, pero si podía sentir elnerviosismo y el calor del cuerpo de María.

María comienza a notar un sudor frío por toda ella,siente como los latidos de su corazón se aceleran, cuandoJavier le extiende la mano María experimenta una sacudidasimilar a una descarga eléctrica que la recorre desde la cabezahasta los pies. Javier le presiona suavemente la manoobligándola a que le mire a los ojos.

Los pensamientos se amontonan en su cabeza, noconsigue apartar sus recuerdos y siente como todo le davueltas, intenta mantenerse serena, pero el esfuerzo hace que sesienta peor por momentos. Su cara pálida cada vez más porsegundos pone en alerta a Javier – ¿Está usted bien? – PeroMaría no puede ahora oír lo que le está diciendo Javier, elcuarto se le hace inmenso, como puede se disculpa tiene quehuir de allí, da dos pasos hacia delante y se desploma; Javier enuna zancada llega alcanzándola a tiempo de tomarla en brazos,se acerca a un sofá, la coloca con delicadeza sobre el mismo yle sostiene con sumo cuidado la cabeza.

Un individuo calvo, vestido de traje gris con corbatacolor azul se acerca a Javier._ Javier, déjame – y gesticula con las manos para que se aparte.

Javier que estaba de cuclillas mirando a su invitada alzala vista.– Gracias Antonio, tengo suerte de tener un médico en mi casa.

El tal Antonio ocupa el sitio de Javier que se hace a unlado, tras examinarla un minuto.– No es nada, sólo el cansancio – suspira el médico.– No la despiertes. – Dice con calma Javier volviendo acolocarse en el sitio inicial, de rodillas esta vez.

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María abre los ojos, echando la mano a la cabeza.– Estoy bien. – Alejandro se acerca. – Estoy bien – Vuelve arepetir otra vez en tono bajo, pero seguro para tranquilizar a suamigo; no mira a Javier, se siente incapaz.

Javier deja el sitio a Alejandro; María sonríe a esteúltimo.– Estás cansada, debería de llevarte a casa. No debí obligarte avenir.– No importa, estoy bien. – Se sienta. – Lo siento, señorTroyano, estoy un poco cansada.– ¿Quieres que te lleve a casa? – Pregunta preocupadoAlejandro.– No, estoy bien.

Durante la cena María actuó como si fuese la primeravez que viera a Javier en su vida, ambos se comportaron igualque dos desconocidos, se percibía la tensión entre la pareja;Javier ignoró a María toda la noche actitud que molestó a lajoven. A pesar de todo, la velada resultó agradable.

Javier no sabía si estaba más desilusionado queenfadado. No podía comprender por qué María procedía comosi no le conociese y ello le molestaba e incluso lo irritaba.

Finalizada la velada María se despide sin muchascontemplaciones. Sin mediar palabra con Alejandro llegaron alhotel en donde María al despedirse de su buen amigo.– Buenas noches Alejandro.– ¿No me vas decir nada?– No tengo nada que decir. – dice disimuladamente María.– No quieras tomarme por tonto. Sí que le conocías.– ¿A quién?– Violeta..., no caí antes, pero son iguales.– ¡Déjalo! – interrumpe ella.– ¡Venga! No nos conocemos de ayer. No te pienses que él tecreyó. Sabía lo que decía y olvídate de que él lo vaya dejar así.

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– Es una historia muy larga. Además, la conoces casi toda.– Tengo tiempo. – Alejandro sabía que María lo había estadomuy atormentada, él nunca había querido forzarla a contarlenada que no fuera por propia iniciativa, así que sabía cosassueltas que ella le había ido contando. Como María no lecontestaba.– Está bien, no tienes que contármelo si no quieres.Pero ten cuidado, el señor Troyano no estaba que digamos muysatisfecho. Buenas noches. – Le da un beso en la frente y lesonríe, sabe perfectamente que cuando ella esté preparada se locontará.

María no durmió en toda la noche, cada vez que cerrabalos ojos allí estaba Javier. Había cambiado bastante, ahora eramás alto, las fracciones de su cara se habían endurecido, loviera más maduro, aparentaba bastante más edad que la quetenía. María le tenía miedo a sus sentimientos, se había creídoque ya no sentía con tanta intensidad, pero se habíaequivocado, eran demasiado fuertes e intensos; así que selevantó y tomando un bolígrafo y papel escribió: “Llama al señor Troyano y dile que no voy a trabajar con él;me voy al extranjero un mes de vacaciones, tengo mucho enque pensar y necesito tiempo, no sé lo que haré luego, ya teavisaré, no le digas donde estoy.

Besos María.”Preparó su equipaje, recogió sus cosas, llamó a un taxi

y se fue a la estación de autobuses. Sacó la nota que habíaescrito y se dirigió a correos. Dio una ojeada y detuvo la vistaen un cartel que decía "TELEGRAMAS" se encaminó almostrador.– Sí, ¿qué desea?– Yo quisiera mandar este telegrama. – Le extendió la hoja depapel. Sabía que un teléfono era más rápido, pero tendría quedar explicaciones y quejas.

Tras darle la dirección y pagarle, se dirigió a buscar un

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billete de autobús que fuese lo más lejos posible.

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CAPÍTULO SEGUNDO

¡Qué absurdo era el destino! ¡Qué irónico! Sentada enla estación de autobús María pensaba en qué jugada le habíahecho el destino. Sin rumbo daba vuelta tras vuelta. Se oye porel altavoz un sonido, que parecía ser la de una mujer dando lassalidas de los grandes vehículos transportadores de personas yequipajes, pero no se le entiende bien. María se encamina a lacafetería, el recinto está lleno de individuos que conversanmientras toman un café. La joven busca una mesa libre, sedirige a un rincón, va con parsimonia sin pensar que cualquierapuede tener la misma idea que ella. Toma asiento yensimismada pierde toda noción de tiempo. Un caballero seacerca a ella y la saca de todo pensamiento al preguntarle. –¿qué toma?– Un café con leche, por favor.

María saca del bolso una cajetilla de tabaco rubio ytoma de ella un cigarrillo, busca un encendedor en los bolsillos,tras encontrarlo y sacarlo lo enciende. Dándole una granbocanada mira a través del gran ventanal de su derecha. Lacalle llena de gente esperando el autobús urbano gesticulandocon desespero el cansancio de la espera. Llegan dos monstruosde cuatro ruedas, uno azul y el otro amarillo; hacen suacostumbrada parada, al abrir sus puertas salen en tumulto

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personas que entran en la estación a toda prisa y aquellas queesperaban entran sustituyendo a los anteriores.

A su izquierda siente un ruido y gira la cabeza, elcamarero le sirve el café pedido y le extiende el recibo de laconsumición. María ve alejarse a aquel personaje que vestíaimpecable, pantalón negro de pinzas, zapatos de igual color,camisa blanca y manga larga a pesar del calor, una negrapajarita se aplastaba contra el cuello. Un chaleco negro pordetrás y castaño por delante con dibujos abstractos de marrónplateado. A lo largo del mismo una solapa doblada de colornegro que termina a la altura del ombligo comenzando conbotones blancos.

María retira la mirada del camarero que servía otrasmesas y mira al fondo; en alto hay un televisor que ahora estáencendido echando dibujos animados, se abstrae en sus propiospensamientos hasta el punto de no percatarse de que alguien sesienta a su lado.– ¿Se puede saber adónde vas?

María se sobresalta, reconoce la voz y le dedica todaatención mirándole a los ojos, a esos ojos grandes, verdes,brillantes, profundos, que siempre la ponen nerviosa.– Me voy de vacaciones.– Tienes un contrato firmado, no te lo puedes saltar así por lasbuenas.– Yo hago lo que quiero.– ¡No! – Con voz despótica. – Tú no te vas a ningún sitio sinque yo te deje.– Tú no me puedes retener.– ¿Crees que no? No me pongas a prueba, sabes que a mí nadieme toma el pelo.– Ya recuerdo, a ti no te gusta que te tiren del pelo.– Veo que ya te ha vuelto la memoria y recuerdas que al menosnos conocemos.

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“No siempre es malo... recordar”

María no le escuchaba, seguía ofuscada en coger unautobús que la llevase lejos de Javier, no podía permitir que élla obligase a quedar, tenía miedo a lo que pudiese pasar, a loque pudiese sentir, ella no podía volver a tener nada con él, elrencor, los recuerdos... ¡qué tontería! Ella se veía demasiadomayor para él. No tenía miedo a lo que él quisiera sino a lo queno quisiera. No pensaba en el rencor, si no en lo que ella eracapaz de sentir. No sabía nada de él desde hacía mucho tiempo,seguía soltero eso sí, pero nada más, tenía miedo de ella, de sussecretos, de su vida, ¡no! ¡Sabe que tiene que huir de allí!...¡Cómo sea! Además, no podría esconderle un secreto... élnunca debería enterarse...– No conseguirás que me quede.– Siempre has sido muy tozuda.– ¿Y no te gusta?_ No – dice con sarcasmo – siempre me ha irritado ese aspectotuyo.

María baja un poco la vista mirando los labios deJavier, un escalofrío le recorre el cuerpo, aquellos labios tansensuales que ella siempre deseaba besar. Javier tras una cortapausa prosigue.– Si incumples el contrato os hundo.– ¡No me hagas reír! – El trabajo lo puede hacer otro – PeroJavier no se reía, se aproxima a ella y casi en un murmullo.– ¿Qué nos ha pasado? Antes éramos buenos amigos. ¿Es quéel tiempo nos ha cambiado tanto que ya somos dos extraños?– No lo sé Xavi, han pasado tantas cosas en nueve años, ya nosomos los mismos. Te miro y hay algo en ti que te hacambiado.– Javier casi en un susurro con la frente apoyada en la de ella –No huyas tú otra vez de mí, por favor – la besa, un beso lento,largo, sin prisa... – no huyas otra vez de mí – repite Javier y laabraza como aquel abrazo en la montaña.

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<<– ¡Xavi ven desde aquí se ve todo Ourense!– ¡Qué bonito! – Con ironía – Para hacer un documentalromántico – María le suelta una colleja.– ¡Será memo!– Marcos, ven a ver esta maravilla de la naturaleza y delhombre.

El joven profesor se acerca a la altura de Javier y lepasa el brazo por encima del hombro.– Si la irritas demasiado, luego tendrás que padecerla tú.– Mujeres, quién las entiende.– Es bonita esta vista – riéndose Marcos – a mí me gusta.– A ti te tiene Rebeca echado a perder, así que lo que digas novale nada.– ¡Te quieres dejar de burlar patán! – dice María muy enojada.– ¿Tienes que estar siempre enfadada conmigo?– Quiero compartir algo especial contigo y lo estropeas.

María se va para la otra punta del mirador con lascompañeras. Elena riéndose.– Tiene razón, siempre estás enfadada con él.– No es verdad – dice indignada María.– Sí que lo es – contesta Sandra.– No deberías dejar que te enfurezca tanto – riéndose otra vezElena.– ¿y vosotras os llamáis amigas? – Suspirando – creo que mevoy a unir a aquel grupo – señalando un grupo de jóvenespróximo a ellas – el de las perversas frustradas.– ¡Calla que te van a oír! – susurra Rebeca.– Si te descuidas, te sacarán el ligue.– ¡Cállate insensata! Te puede oír alguien.– Si lo sabe todo el mundo – con recochineo comenta Sandra.– Bueno, no es lo mismo que lo piensen a que lo vean.– Serás ingenua, si os coméis con la mirada...

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Elena abraza a Rebeca, las chicas se echan todas a reír,pero con cariño no con burla.– ¿Qué pasa aquí? – pregunta Marcos mirando embelesado aRebeca.– Nada... – dicen todas a la vez.– Pues entonces nos vamos ya, que se nos hace tarde. –Mirando al otro grupo – Venga hay que marcharse.

Los jóvenes comienzan a descender por el lugarquedándose María sola.– ¿Estás enfadada?

María gira la cabeza a su derecha – no, no lo estoy.– Está bien... intentaré verlo como tú.– No tienes por qué hacerlo.– Sí que tengo. Es importante para ti.

Javier ve la ciudad de Ourense como algo mágico allado de María. El río y el puente antiguo desde allí parecieranestar repasando las fotografías de un libro de historia. Todos sehabían ido, ya sólo quedaban ellos dos en el mirador. Javiertoma a María por la cintura y apoya su frente contra la de ella,él tiene que inclinarse porque María es demasiado bajita o éldemasiado alto. Le da un beso en la punta de la nariz y le dice– a tu lado todo es mágico – y la abraza.

>>

Llevaban un rato abrazados y en silencio, María aunrecordaba los momentos difíciles que pasara cuando estudiabay allí estaba siempre Xavi apoyándola en todo al cien por cien.Al terminar el curso no dejaron de verse; Xavi se puso atrabajar para ayudar a su familia, puesto que no eraneconómicamente ricos; trabajaba cerca de la casa de la madrede María en una autoescuela. María aun lo puede recordar;Javier dando clases, tan serio, quien no lo conociese diría queasustaba. Aun resuena en su cabeza cada vez que llegaba y lo

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encontraba trabajando en el ordenador delante de su escritoriode maestro. Ella entraba sin hacer ruido y lo veía todo serioconcentrado. Cuando se percataba de la presencia de ellalevantaba la cabeza y sonreía, le brillaban los ojos, a María legustaba como la miraba Javier siempre le brillaban los ojos,aquella mirada era como un brote de felicidad espontáneo.

<<– ¿Hoy no trabajas?– No, yo soy una enchufada, me han dado el día libre.– No es verdad. Pero si tienes tiempo quédate a una de misclases.– No puedo imaginarme verte dando clases de conducir en laautoescuela.– Quédate y ya verás.– No sé...– Te lo vas a pasar bien, luego te invito a tomar algo.– Eso ya me gusta más.

Ese día Javier tenía muchas ganas de estar con María,era algo que no entendía, no tenía ganas de estar solo,necesitaba charlar con ella. Pero no se lo dijo... simplemente laconvenció para que se quedase.

Verla en la clase lo ponía nervioso, no pensó que sepusiese tanto. María se lo notó, pero tampoco tenía ganas deirse, le apetecía pasar la tarde con él. Al terminar la clase lasjovencitas lo rodeaban para preguntarle dudas, pero María loque sentía en ese instante era unos celos que la iban a comer.Javier se sentía pleno al intuir que aquella situación irritasetanto a María. Él quería que viese ella que él podía tener aquien quisiese... como advertencia y se hacía más elinteresante.– No te vas a tomar el café.– No me apetece.

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– ¿Por qué lo has pedido?– No sé.– ¿Qué he hecho ahora?– No te entiendo.– Antes de la clase estabas pletórica... ahora estás irritada.– Son cosas mías.– No me engañas, pero si quieres que siga haciéndome elinocente... ingenuo pues que así sea.– Está bien, he recogido el mensaje que me has enviado en tanilustre clase.– No te entiendo.– ¡Xavi! – grita ella con súplica.– Está bien – dice tras un gran suspiro y colocándose en lamisma silla que ella y abrazándola – está bien.

>>

A los seis meses de terminar sus estudios Maríaencontró trabajo en una empresa de informática dedicada a laprogramación, subcontratada en una empresa importante detelecomunicaciones programando para ellos. Aquí fue donde sedecidió estudiar la carrera, el estar entre ingenieros la haciasentirse poca cosa, por lo cuál empezó sus estudiosuniversitarios mientras trabajaba. Tres años más tarde, laempresa en la que trabajaba se fue a la quiebra y decidiócomenzar sus pinitos por el mundo de Internet en un ciberchat,allí terminó su carrera; le llevó cuatro años una ingeniería detres. Javier cambió de empresa y entró a trabajar para unaempresa grande, dedicada a montar redes y adminístralas,siempre fue un genio por lo cual no le fue difícil trepar. Poreste entonces se veían casi todos los días ya que ambasempresas colindaban. Siempre había habido entre elloselectricidad, y aunque se enamoraron siempre respetaron lasituación de ella, en silencio, siempre en silencio; cada uno

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guardaba su secreto sin que el otro lo supiera... sin que nadie losupiera.– María, ¡mírame! – Con ternura Javier le obliga a levantar lavista y mirarle a los ojos, durante un momento se miran sinpalabras y Xavi le deposita un beso en los labios.

Javier recordaba el dolor que le produjera al enterarsede que estaba casada. Lo que había soportado siendo su amigoy amándola en secreto. Los celos le habían angustiado día trasdía y el sarcasmo que a veces empleara con ella habían sidopara hacerse a la idea de que ella jamás sería de él; le dolíatratarla así, pero siempre pensó que era lo mejor para ambos,una manera de protegerla de un imposible. Nunca ella le habíadicho que lo amaba, pero él tampoco le dijera nunca que estabaenamorado de ella, y ambos pensaban que era mejor así paraque cada cosa estuviese en su sitio.

Ahora Javier no estaba dispuesto a dejarla ir, “¡por nadadel mundo!” Pensaba él, no dejaría que huyese de él.– Eres una buena programadora.– Siempre has dicho lo contrario.– Te dije una vez que si creyera todo lo que te decíaseguramente no seríamos amigos.– Sí – dice con añoranza.

<<Estaban inmortalizados esos días, fuera en la excursión

de fin de curso, habían ido a las Médulas, en León, le habíacostado mucho convencer a Xavi para que se apuntase. Maríallevaba el coche de Elena una joven no muy agraciada enbelleza, pero con buenos modales, era una morena de cabellocorto y castaño al igual que el color de los ojos pequeños, peromuy expresivos. Su único problema era que le gustabaprovocar no solamente con la ropa sino con los gestos; era unamujer muy descarada seguramente porque el libertinaje de su

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madre al separarse de su padre fue la única enseñanza que lesproporciono a sus cuatro hijas, más receptiva la mayor que eraElena. Era una gran estudiante y se esforzaba al máximo enllegar a algo. Odiaba conducir por eso ese día María llevaba elautomóvil, bueno también le interesaba ir en otro vehículo...En el automóvil a parte de ella iba Sandra de copiloto; eranbuenas amigas, se contaban muchos secretos. Sandra era unajovencita muy enamorada de un chico Valenciano, seconocieran a través del chat llevaban ya cuatro años juntos,cuando se vieron la primera vez después de charlar por Internetun año entero no tuvieron que decirse nada, se enamoraron unodel otro perdidamente a primera vista. Sandra era una jovengrande, no gorda pero en conjunto si grande; no era fea, perotampoco guapa, diría que normal, del montón. Llena decomplejos que solo ella veía. Era poco femenina en aparienciay en vestimenta, su prenda de vestir básica era el vaquero y lacamisa de caballero de rayas tenía una gran variedad, su madredecía que tenía que cambiar, pero ella le decía que a Joseph eracomo le gustaba. Allí la llevaba a la excursión de copiloto,charlando en gallego con Javier y Mónica que iban detrás.María juraría que en los cuatro días de la excursión algoespecial había surgido entre Javier y Mónica. Aunque ella sesentía celosa se alegraba por la pareja, ya que a ella le gustabaMónica. Pensaba que era fenomenal, esa rubia de ojos claros ycabello largo con mirada tierna. Un cuerpo impresionante ymuy racional, lo que a Xavi le gustaba, la verdad es queenamoraba al que se acercase a ella, era lógico que Javieracabara enamorándose de ella, Mónica no solía juntarse conellas muy a menudo, sin embargo, de vez en cuando...

Al segundo día Javier y María estaban solos en elamplio cuarto en donde se alojaban. Era una escuela depreescolar, en un pueblo muy pequeño perdido en los montesde León. Era una pequeña casa, en la planta de abajo estaba la

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escuela y arriba un pequeño apartamento compuesto por undormitorio cerrado con llave; una cocina, un baño y unapequeña sala. La casa era viejecita, llevaba construida más deun siglo pero estaba reformada; el grupo dormía en lo que erala escuela en sacos de dormir estirados en el suelo, todo elgrupo dormía en el mismo cuarto; enfrente de donde Sandra,Javier, Mónica y ella dormían estaba la puerta de acceso al pisosuperior, la vivienda del profesor y los aseos. A la derecha lapuerta de salida de la escuela. Todos dormían formando unagran circunferencia. Esa tarde se dividieran todos en tresgrupos, uno decidió ir a la ciudad a pasarlo bien y cenar en unrestaurante. Otro grupo decidió ir a un bar de la aldea a ver lafinal de fútbol que se disputaban dos equipos, el Deportivocontra el Valencia. Y el tercer grupo decidió ir cazar"gamusines" tradición típica de ese tipo de reuniones. Maríanunca había ido de excursión de joven, ni a ningúncampamento, era la primera vez que se juntaba con un grupo dejóvenes durante unos días fuera de casa. Por este motivocuando le dijeron de ir a buscar “gamusines” incrédula se fuecreyendo que era un animal de montaña parecido a una rata,brillante y ruidosa. Los que sabían la verdad, que no existía talanimal, se lo pasaron en grande riéndose de los que comoinocentes buscaban una fantasía. Menuda manera de tomar elpelo a los que nunca se habían apuntado a pasar la noche fuerade casa entre jóvenes. Antes de salir a tal menester nocturno sehabían estado preparando, es decir, aseándose y arreglándose,así pues, los que estaban listos esperaban a que todos hubiesenterminado. Estaban fuera esperando o estaban arribaduchándose o esperando su turno de ducha. Mónica se estabaduchando por lo cual Javier y ella estaban solos encima de lossacos discutiendo, eso si era lo más normal del mundo, queestuviesen discutiendo, como siempre. María estaba irritadaporque Xavi siempre le hacia sentir ingenua, cada día le

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recordaba que ella ya estaba aburguesada y que a él jamás leocurriría, ella le llamaba ignorante de la vida porque la vida loharía cambiar aunque él se negase a reconocerlo.– Estás aburguesada. – Le decía él con calma.– A ti también te pasará, la vida te cambiará aunque tú no loquieras reconocer.– Yo nunca cambiaré.– Sí que lo harás. Te volverás tacaño y un amargado.– No es cierto.– Los catalanes sois todos unos tacaños y unos egoístas.– Bueno yo no digo que no.– Y tú eres el peor de todos.– Bueno yo no digo que no.– ¿No te vas defender?– ¿Para qué? No me vas provocar, hoy no tengo ganas dediscutir contigo. – Hace una pausa muy tranquilo mirando elvacío – no entiendo como es que siempre estamos juntos, sisiempre nos estamos peleando, creo que somos masoquistas.

María se queda en silencio y tras una larga pausa.– Sé que tienes mal concepto de mí, pero no soy como tú dices,no tienes razón. – María hablaba lentamente, con voz baja,como triste. – No tienes razón. – repite casi en un susurro

Javier que estaba boca abajo se gira, se coloca de ladola mira, apoyando la cabeza sobre una mano con el brazo unpoco flexionado.– Nunca dije que tuviese mal concepto de ti, no sé de dondesacas esas conclusiones.– De cosas que me dices.– No te creas todo lo que te digo. Yo no me lo creo, si tuviesesiempre razón con respecto a ti, seguramente no fuésemosamigos, quizás ahora no estaría aquí sino en mi casa.– Javier ¿por qué viniste a la excursión?– Tú querías que viniera ¿Por qué?

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– Porque sí.– No me sirve, dime una sola razón por la que me pediste queviniera, será la misma, seguramente, por la que yo vine.

María baja la cabeza avergonzada, no se atreve a decirleel motivo real. Ella fuera a la excursión porque tenía esperanzade que él fuese, quería pasar cuatro días con él, no iba a pasarnada, sólo quería que estuviesen juntos nada más.– Quería pasar estos días contigo. Quién sabe cuandovolveremos a vernos, hemos terminado el curso y el contactose pierde.

Javier la mira un poco asombrado, con mucho cariño,María apoya la cabeza en el brazo derecho, y lo mira. Javier lesonríe, parece que le va decir algo, pero en ese instante entraMónica y la conversación queda en el aire.

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María vuelve a la realidad y sonríe por el recuerdo tanhermoso que tenía de aquellas fechas.– ¿En qué piensas? – María lo mira.– En la excursión de fin de curso.– Dejamos una conversación a medias.

María se hace la despistada – No lo recuerdo – y le miracomo si quisiera preguntarle algo.– ¿Aún no sabes por qué fui a la excursión sin querer ir?– No llegaste a decírmelo.– Simplemente porque me lo pediste, no tiene más misterio queel que tú quieras ponerle.

María se queda algo pensativa – ¿tanta influencia teníasobre ti Xavi?

El joven se echa a reír y mirándola – eso y más, creoque tú no eras consciente de tu dominio sobre mí – se ríe otravez – todo lo que decías era importante para mí.

Se hace el silencio, que rompe María más tarde

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cambiando el tema.– ¿Cómo sabías que estaba aquí?– Le leí el telegrama a Alejandro sin que se enterara vi tu firmay me entró la curiosidad de porque escribías un telegrama. Pordeducción vine aquí, sabía que si querías huir no cogerías unavión.– No debiste leer lo que no va dirigido a ti.– No dejaré que huyas de mí ya te lo dije.

Javier se levanta. Le extiende la mano.– ¡Vamos! Ya es tarde. Date una oportunidad.

María no tiene ganas ni fuerzas para resistirse y decideextenderle la mano, Xavi aprieta con fuerza, intentandotransmitirle un poco de coraje.

Delante de la estación un Volvo negro los estáesperando, ambos se suben al oscuro automóvil,silenciosamente como si el aire fuese lo único existente. Elvehículo cogió la dirección de salida Norte de Madrid, tras unahora de recorrido Javier toma la autopista que los lleva aFrancia.– ¿No tienes curiosidad por saber adónde te llevo?– Estoy tan cansada, la verdad no me importa.– ¿Confías en mí? – Le pregunta con suavidad, Javier reduce lavelocidad y la mira con cariño.– ¡Mira la carretera! – María lo miraba con enfado. – ¿Quieresmirar la carretera? – Le pregunta en tono más suave.– Como quieras. – Mirando delante de él. – ¿Confías en mí?– Siempre lo he hecho, tú lo sabes.– Ha pasado tanto tiempo que ya no estaba seguro.– Siempre lo haré, pase lo que pase. – Suspira. – Hay algo en tique te ha cambiado, algo que aún no sé lo que es.– La vida; siempre dijiste que la vida me cambiaría, ya no soyel mismo, he "Madurado", no es así cómo tú lo llamas.

María lo observa mientras está entretenido mirando a la

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carretera. Las facciones de la cara eran más duras, el cabellocorto, su cara afeitada, su nuevo aspecto hacía de él un hombremuy interesante; ella no lo recordaba así, ahora era más guapo,su cuerpo había terminado de desarrollar, incluso le parecía queera más alto, con mejor tipo, ella lo recordaba con cabello largoy barba de tres días. María siempre le decía "Hay que cortar elpelo y tienes que afeitarte que pareces un ermitaño"; Javiersiempre le contestaba " Para qué si estoy cómodo, además,imagínate, si alguien se enamora de mí así y luego me ve todoaseado que maravilla le daré una gran satisfacción, además, mehabrá demostrado que me quiere por mí y no por mi aspecto olo que aparente."

Y ahora se le veía impecable, elegante, sin olvidar eldetalle, con ropa de marca al igual que cualquier persona condinero sobrado, con olor a colonia cara. María recuesta elasiento y cierra los ojos, le duele la cabeza de pensar, losrecuerdos le golpean el cerebro como pedruscos cayendo enuna tormenta. Poco a poco se va encerrando en un sueño en elque se deja ir, relajándose por momentos se quedaprofundamente en un sosegado sueño.

Tras tres horas de viaje Javier ve un aparcamiento ydecide apartar el vehículo a un lado del camino, delante de unbar de camioneros, no es que le gusten esos sitios, pero tieneque descansar un poco. Llevaba todo el viaje pensando en lascosas que había hecho desde que viera a María la última vez.Aún recordaba que ella siempre le decía en tono de broma"Hazte rico y después veme rescatar" esta frase lo empujara díatras día, aunque ella siempre utilizaba un tono de broma susojos se lo decían en serio.

Sale del coche, abre el maletero, saca una manta y lautiliza para tapar a María. Durante un rato la mira, no puededejar de mirarla, ha pasado mucho tiempo y necesitarecuperarlo; su mente vuelve a momentos felices con ella.

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<<– ¡Xavi! ¿Estás ahí? – La voz de María era preocupante porqueparecía no haber nadie y la puerta del piso estaba abierta. Perooye el ruido de un ordenador y entra.– ¡Ah estás aquí! – Javier se sobresalta, la estaba esperando,pero se entretuvo jugando con la máquina y al tener losauriculares puestos no oyó nada, le sonríe.– Ven, siéntate aquí, te voy enseñar como puedes hacer parautilizar el generador de aplicaciones y no te tienes que matardiseñando todo tú. – María se sienta al lado de él, tenía unpantalón vaquero puesto y de la cintura para arriba estabadesnudo. María siente un escalofrío, pero hace como si nopasara nada. Estuvieron dos horas en el ordenador, aun eratemprano porque hasta las seis no entraban y en este instante elreloj apuntaba las cuatro. Tras ponerse una camiseta que teníaen una silla cercana a ellos le dice.– Ven a mi habitación te voy enseñar lo que estoy haciendo conel cordel, y te voy poner música de la buena y no a esos viejosque escuchas.– ¿No recuerdas la edad que tengo?– ¿Estás obsesionada con la edad, verdad?– No, pero quiero que no la olvides.– No seas pánfila, ven.

Pasaron toda la tarde oyendo música y leyendo cartas,que María tenía por costumbre cojer y leer, a él no leimportaba, pero, sin embargo, siempre estaba un poco nerviosopor si ella daba con alguna que no debiese leer.

Xavi acostumbraba a levantar las persianas y abrir lascortinas, era un hábito, se daba cada vez que una mujer iba a sucuarto.

Javier estaba excesivamente intranquilo. Normalmente,entre los dos solía haber contacto corporal como si fuesen

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hermanos; ni ella ni él le daban más importancia de la quetenía. Pero ese día él tenía, incluso, algo de miedo. Podíaperder la cabeza, estaba al borde de la desesperación; nuncatenía problemas para contenerse, pero tampoco habían estadotanto tiempo solos y menos en un piso en el que no habríagente hasta el día siguiente. El cuarto no era muy amplio,entrabas en el cuarto y justo enfrente veías una ventana a lolargo de la pared que daba a un patio de luces, se veían a lasvecinitas, estudiantes al igual que él y con las que se llevabaestupendamente. Justo debajo de la ventana estaba la cabecerade la cama de su compañero de cuarto, enfrente de esta estabasu cama colocada en posición inversa, entre ambas, una mesacamilla era todo lo que tenían para colocar las cosas. De toda lacasa el cuarto pequeño era el de Javier, pero como había sido elúltimo en integrarse al grupo le tocó la peor parte. Sintió unpoco de vergüenza cuando María sin tacto ninguno le dijo queaquello parecía una pocilga, por el gran desorden que allíreinaba, le había dicho que aquello parecía el basureromunicipal. Aunque su orgullo fuera herido sabía perfectamenteque tenía razón y para defenderse hizo como si no le importara,siempre tenía por costumbre actuar de esa manera cuando algosi le dolía de verdad, sacarles importancia y hacerse elindiferente, le funcionaba perfectamente. Ambos miraron elcuarto, libros por el suelo, por las camas, ropa tirada por debajode las camas, las bolsas de viaje con la ropa sucia y limpia todajunta, y a él no le había importado nunca hasta ese mismoinstante.

María estuvo casi toda la tarde recostada sobre su cama,por la noche al acostarse, la cama olía a ella. Ese perfume tanparticular que la joven utilizaba; imposible dormir pensando enella. Llegado el momento de ir a clase ella se sentó, él estabacogiendo unos apuntes que estaban en la cabecera sobre laalmohada y sin mucha prisa comenzó a recogerlos. María lo

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observaba, se aproximó a él y por detrás pasó sus brazos sobrelos hombros de él cubriendo con las manos su pecho, labarbilla de ella apoyada sobre el hombro de él, quedando lamejilla de ella contra la de él. Javier con sus brazos cubrió losde ella y durante un espacio de tiempo corto estuvieron así. Élcreyó perder todo control y ella que siempre fuera una personaque presentía, dándole un beso en la mejilla le dijo muy suavey con mucho cariño. – Es mejor que nos marchemos antes deque pase algo de lo que nos vayamos a lamentar. – Le diogracias al cielo porque ella tuviera el valor suficiente por losdos, marcharon con la cara desilusionada, pero sabiendo quehabían hecho lo correcto.

>>

La bocina de vehículo lo trajo de vuelta a la realidad.María seguía dormida, no quiso despertarla. Sin ganas dequerer dejarla de mirar, tomando una gran bocanada de airecerró la puerta de su Volvo, se encaminó al bar, tenía quedescansar un poco antes de seguir conduciendo, aun le quedabamucho camino por recorrer y su sensatez le decía quedescansase.

María abre los ojos lentamente, el automóvil no estabaen movimiento y eso la despierta, por un momento seencuentra desorientada, pero en milésimas recuerda, mira elreloj que está en su muñeca izquierda y se sorprende “¡Lasocho de la tarde! Llevamos muchas horas de viaje. ¿Dóndeestaremos? Y ¿Xavi dónde está?”. Se incorporatranquilizándose al ver a Javier hablando con un individuovestido con un uniforme color naranja butano; el vehículo estáal lado de un surtidor de gasolina. María baja del coche y buscasu cajetilla de tabaco, pretende encenderlo cuando se fija en uncartel grande con letras inmensas rojas, lee "PROHIBIDOFUMAR EN TODO EL RECINTO" el cartel estaba escrito en

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varios idiomas, Catalán, Castellano, Inglés Francés y Alemán.Vuelve la vista a la primera frase, "¡Catalán! ¡Estamos enCataluña!

Terminada la conversación Javier se dirige para Maríamientras ella guarda el tabaco sin haberlo consumido.– Ya veo que te has despertado.– ¿Dónde vamos?– ¿Adónde vamos? – Le corrige él; María le sonríe, siempre lohabía hecho.– Que quieres, soy así, no lo puedo evitar.– Tengo una casa cerca de Portbou lindando los montesPirineos, te va a gustar estoy seguro. Hay un río precioso que teenamorará, el mar está cerca y la montaña te embriagará, justodelante tras la casa un inmenso lago.– ¡Sabes que no me gusta estar aislada! – Respiraprofundamente, coloca las manos detrás de la nuca. – Necesitoestar rodeada de gente, no me gusta estar sola, ni aislada,necesito el barullo.– Te garantizo la falta de soledad. Te aseguro que desearás laintimidad, tengo la casa más concurrida de la zona.– No sé que te diga.– ¿Tienes hambre? Aún quedan varios kilómetros.– Sí, estoy hambrienta, me comería una vaca yo sola.

Javier se echa a reír, no tanto por lo dicho sino por losgestos de súplica de ella– Bien, yo también tengo hambre, conozco un restaurante quete va a gustar, está aquí cerca y tienen como especialidad unRodaballo Exquisito.– No me gusta el pescado.– Sí, me acuerdo, pero éste si te va a gustar, además, fuiste tú laque una vez me dijo que el pescado es muy importante para elcerebro y te va hacer falta usar tu mente mucho para esteproyecto.

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– Ya veo que no se puede decir nada. Te he enseñado bien.– La verdad es que sí.

El restaurante estaba a cinco kilómetros tras salir de laautopista, la arquitectura del local recordaba a las casasholandesas, piedra castaña mezclándose con madera. Alrededorde la casa unos jardines con fuentes largas, la entrada al recintoformado por un pasillo con dos palmeras imponiéndose devigilantes a todo lo largo viñas de uvas blancas y negras. Habíaun aparcamiento justo delante de la entrada y aun lateralizquierdo una inmensa terraza con mesas y sillas para aquellosclientes que desearan comer al aire libre sobre aquellos objetosde piedra granito negro y con bordes de mármol blanco.

Para dar sombra, había allí unos árboles que parecíanser castaños. Por todo el recinto había estatuas pequeñastambién en piedra de granito y mármol con forma de animalesdel bosque, estas figuras ambientaban el lugar.– Por la cara que pones intuyo que te gusta el lugar.– Sí – Sonreía, se la veía entusiasmada. – Me encanta el lugar,¡es precioso!

Javier se divertía, recordaba esa faceta de María, esebrillo en los ojos cuando algo le hacía sentir feliz, era fácilcontentarla, ese entusiasmo por las cosas bellas de lanaturaleza, disfrutaba igual que una niña. Nada más detener elvehículo María sale para mirarlo todo. Javier la observasatisfecho, esa naturalidad de María de la que él se enamoróuna vez aún estaba en ella.

Javier se aproxima a ella y la rodea con sus brazos.– ¡Qué hermoso es todo esto!– Sí, la verdad que este paraíso embriaga.

Javier la gira quedando uno enfrente del otro, con lamano izquierda le sujeta la barbilla y le obliga a levantar lacabeza, se miraban a los ojos – ¿María, recuerdas nuestroprimer baile?

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– ¡Qué guapo estabas de traje! Camisa clara, corbata llamativa,chaqueta americana y pantalón de pinzas... verde oscuro.

<<– ¡Qué guapas, estáis! – Dice Miguel, un joven de gafas deculo de botella, rubio, ojos claros, alto bien formado.– Tú también – dice María sonriendo – Miguel era un mozointrovertido, pero buen amigo de las chicas, siempre iba consus vaqueros y hoy llevaba un pantalón de pinzas castaño claro,una camisa amarillo pastel y una americana verde oscura aligual que el fondo del dibujo de la corbata que llevaba pegadaal cuello.– ¿Aún no ha llegado nadie? – Dice Miguel.– No, solamente nosotras dos y tú – añade Elena.– Estás guapísima, Elena, sin despreciarte María.– No te preocupes por mí – María se ríe, no era secreto paranadie que Miguel estaba enamorado de Elena. La joven esanoche iba muy provocativa. Llevaba una camisa negra delentejuela que dejaba ver sus hombros, sus pechos asomabanacomodándose en un escote drapeado marcándolo. Una faldaajustada y corta, en plateado, remarcaban las curvas de lajoven. Medias negras brillantes rematando un bolso y unoszapatos de charol negros con adornos en plateado con un largoy fino tacón acompañaban la indumentaria. El cabello en unrecogido especial que le había hecho Moli una hora antesresaltando la cara perfectamente maquillada y aunque no fueseagraciada en belleza, hoy hasta parecía hermosa, aunque paraMiguel Elena era la mujer más bella que había sobre la tierra.

Sin embargo, María ese día no iba especialmentepreparada para la ocasión; un mono corto y suelto que lellegaba a la mitad de los muslos desnudo, ya que el veranoestaba pronto a entrar y no hacía para nada frío. Los zapatoseran bajos de un color que acompañaban al traje; estaba

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“No siempre es malo... recordar”

hermosa, porque no era fea. Llevaba el cabello recogido, sehabía maquillado suavemente dando una sensación de habersededicado horas a conseguir aquel resultado que le habíacostado menos de diez minutos.

El instituto de informática está ubicado en la zona viejade la ciudad, un viejo edificio que en la antigüedad fue refugiode peregrinos y más tarde protección para los enfermos,construido todo en piedra se veía la robustez plasmada a simplevista. Los preparativos ya habían terminado cuando Maríallegó, todo en su sitio, bien organizado haciendo honor a lametódica de la informática. La entrada principal resguardadadel viento y la lluvia por un gran porche; una puerta en formade entrada de catedral dejaba paso a un recinto amplio conalgunas puertas y una inmensa escalera que en la mitad delrecorrido hacía el piso superior se detenía en un descansilloamplio, era allí donde se había colocado una larga mesa vestidacon un gran mantel granate. Si seguías subiendo te encontrabascon otro amplio recinto, también lleno de puertas. Una granbarandilla servía de protección para no caer al vacío,igualmente se aprovechaba para dar sensación de palcoinmenso; ahora todo aquel lugar estaba lleno de sillas. Desdeallí se divisaba perfectamente la mesa presidencial en donde ladirectora y el subdirector repartirían los diplomas a los mejoresalumnos del centro y cada profesor un diploma a los alumnosaprobados de último curso. Eso sí, ya por correo te enviaría lostítulos oficiales, estos realmente eran una conmemoración aaquellas personas que lo habían conseguido y le regalabanaquella fiesta, todos los años se intentaba que fuese tan especialque los alumnos que se quedaban atrás intentaran llegar al finalpara formar parte de aquella demostración de pequeño logro.

Dentro y fuera estaba lleno de alumnos y familiares,solamente María había ido sola, su familia consideraba que esoera algo estúpido, a ella no le importó en absoluto que su

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familia no le diese la importancia que ella le daba. María estabaen la planta de abajo con sus compañeros, aún no había subidoporque faltaba algo más de media hora y hacia calor, además,estaban esperando que las tres clases conmemoradas estuviesencompletas para subir.– ¿Habéis visto a Xavi?– Preguntaba Mónica nerviosa.– Ya vendrá, no creo que tarde mucho – señala María.– Hoy viene con su familia y me siento un poco neurasténica.– Pues ponte tranquilita mujer, hoy estás excesivamentehermosa, les gustarás – María le hablaba muy tranquila perorealmente era simulado porque los celos los tenía que controlary le estaba costando demasiado.– Mira ahí viene – señalando Elena – todos miran hacía lapuerta de entrada.– ¡Dios que cambio! – dice Sandra.– ¡Qué guapo está! – exterioriza Moli.

María que estaba de espaldas no se atreve a mirar, escomo si le entrara terror. Javier se había detenido en elrecorrido que lo acercaba a las jóvenes compañeras parapresentarles a Marcos, su profesor de prácticas informáticas, asus padres. Los chicos se aproximan también para no solosaludarlo si no para apremiarlo por el cambio. Solo María sequeda allí quieta... cuando se gira lentamente se encuentra conla mirada de Javier que le estaba preguntando con los ojosporque no estaba allí con él... María piensa ¡qué guapo está!Parece otro... el guapo protagonista de una película. Un trajechaqueta de color verde oscuro, una camisa a rayas blanca yverde pastel, una corbata a colores, pantalones de pinzas... pelocorto, barba eliminada. ¡Siente que las piernas le flaquean!...allí está su familia... Rebeca la llama para que se acerque, lospadres de Javier se vuelven y entonces María decide acercarse.Javier la presenta.