No es más tiempo en la escuela… es más tiempo con la escuela de... · 2019-03-13 · 3 Página...
Transcript of No es más tiempo en la escuela… es más tiempo con la escuela de... · 2019-03-13 · 3 Página...
2
EQUIPO EDITOR
Asdrúval Mendívil Leyva
Sandra Azucena Rivera Leal
Guadalupe Glodolia García Maldonado
LIC. JOSÉ ROSAS AISPURO TORRES
Gobernador Constitucional del Estado de Durango
C.P. RUBÉN CALDERÓN LUJÁN
Secretario de Educación en el Estado de Durango
MTRO. MIGUEL GERARDO RUBALCAVA ÁLVAREZ
Subsecretario de Servicios Educativos
LIC. JOSÉ RAFAEL PALENCIA BRECEDA
Subsecretario de Administración y Planeación
ING. CUITLÁHUAC VALDÉZ GUTIÉRREZ
Subsecretario de Educación en Región Laguna
PROFR. MARCO AURELIO ROSALES SARACCO
Director de Educación Básica “A”
PROFR. JESÚS ROBERTO ROBLES ZAPATA
Director de Educación Básica “B”
PROFR. ARMANDO AGUILAR SOTO
Director De Educación Indígena
PROFR. TEODORO ORTIZ PARRA
Director del Sistema Estatal de Telesecundarias
PROFR. GABRIEL CASTILLO DOMÍNGUEZ
Director de Servicios Educativos en Región Laguna
MTRO. JUSTO MARTÍNEZ CARRILLO
Subdirector de Educación Primaria
DRA. NOELIA QUIÑONES RUTIAGA
Jefa de Departamento de Primarias Estatales
PROFR. CRISTHIAN RICARDO GALVÁN RODRÍGUEZ
Jefe de Departamento de Primaria Intercultural
PROFR. ALBERTO SOLÍS SOTO
Jefe de Departamento de Primaria Indígena
PROFR. MIGUEL ÁNGEL QUIÑONES RUTIAGA
Jefe de Departamento de Secundarias Estatales
PROFRA. MARÍA DE JESÚS DOMÍNGUEZ DOMÍNGUEZ
Jefa de Departamento de Educación Preescolar Federal
PROFRA. AURORA DEL ROSÍO MEDINA
Jefa del Departamento de Educación Preescolar Estatal
PROFR. ANTONIO HERRERA MONTES
Jefe de Departamento de Educación Especial
LIC. BENIGNO LAVALLE CERVANTES
Coordinador Estatal del Programa Escuelas de Tiempo Completo
MTRA. NORMA LETICIA VÁZQUEZ MANCINAS
Coordinadora Académica del Programa Escuelas de Tiempo Completo
Este Programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido su uso para fines distintos a los establecidos en el Programa.
3
Página
Presentación 4
Himno del Estado de Durango 6
Educación y cultura 8
Macrohistoria y microhistoria 15
De la múltiple utilización de la historia 18
¿Para qué la historia, entonces? 32
La historia 33
Microhistoria y ciencias sociales 51
La historia y la tradición oral 66
México en color, emoción y sentimiento 70
Caracterización Cultural de la Comunidad (esquema) 74
Método de Proyectos (esquema) 75
Caracterización cultural de la comunidad y el trabajo de la investigación
cultural 76
La comunidad se encuentra en el salón de clases 93
Papel y del profesor y del alumno en una metodología investigativa 97
Caracterización Cultural de la Comunidad: un trabajo de investigación
permanente 103
Técnicas y fuentes de información para la caracterización cultural 108
El trabajo colaborativo 121
4
En México y el mundo se viven grandes cambios en todos los ámbitos, el siglo XX significó
para el país la consolidación de metas significativas en educación, sin embargo, los
resultados en el aprovechamiento escolar de los alumnos de educación básica no han sido
aún los esperados. Desde esta perspectiva, el siglo XXI plantea para todos los
involucrados, un reto mucho más ambicioso. Son muchas las expectativas que en el rubro
educativo se advierten, y ello compromete al diseño de acciones de base tendientes a
elevar en primera instancia la calidad educativa que se imparte en México y con ello, los
índices de aprovechamiento de nuestros alumnos.
Propiciar oportunidades de progreso para todos es una responsabilidad compartida entre
sociedad y gobierno, por eso en Durango nos hemos dado cuenta que no es suficiente
conocer las dificultades, es ineludible atenderlas; estamos conscientes de la importancia
de que niños y jóvenes tengan acceso a una educación que les proporcione herramientas
eficaces para enfrentar el futuro y tener una vida de mayor bienestar.
Con estos antecedentes, la Secretaría de Educación en Durango a través del Programa
Escuelas de tiempo Completo pretende integar a todas las instancias educativas federales
y estatales en el uso eficiente del tiempo de trabajo en el aula, que los alumnos dispongan
del ambiente de trabajo adecuado a sus intereses y participen en tareas educativas
diseñadas con una visión integral de su desarrollo.
Desde el marco de las reglas de operación del Programa, se busca implementar tareas
para fortalecer la Propuesta Pedagógica, donde sin descuidar los demás ámbitos y rubros
que se atienden, se trabaje con sentido de compromiso y participación, lo que involucra la
seguridad de que se inicia una etapa decisiva para la educación básica en este rubro. Al
mismo tiempo, se han diseñado una serie de acciones de formación y actualización para
quienes con una visión innovadora se han comprometido a fortalecer el trabajo educativo
en los centros escolares. Una tarea ambiciosa sin lugar a dudas, que implica una nueva
visión de la educación en México y la asunción de nuevos retos para la Educación Básica,
5
principalmente para quienes desempeñan la función directiva en las escuelas y docentes
frente a grupo que se convierten en el sujeto educativo que dará sentido a las acciones
implementadas en la entidad a partir del Programa Escuelas de Tiempo Completo.
En este sentido, en el marco del Taller “La intervención pedagógica en la Escuela de
Tiempo Completo” se diseñó la presente antología, con el propósito de brindar a Jefes de
Sector, Supervisores, Asesores Técnico Pedagógicos, Directores y Docentes participantes,
una compilación de valiosas lecturas que aportan elementos teórico – metodológicos para
acceder a fortalecer sus conocimientos y al mejoramiento de habilidades de planeación y
organización escolar a partir del desarrollo de actitudes positivas que permiten la
implementación de la Caracterización Cultural de la Comunidad y el Método de Proyectos
como puente entre la comunidad y la escuela. La Secretaría de Educación en el Estado de
Durango, a través de la Subsecretaría de Servicios Educativos confía en que la mejora de
los aprendizajes en las Escuelas de Tiempo Completo se impulsará con la participación de
cada uno de los agentes educativos que participan en esta modalidad y la implementación
de esta metodología en las aulas.
6
Letra: Eliut Sebastián Navarro Hernández Música: Jesús Mena Saucedo
CORO Duranguenses de pecho de plata, mina de oro, de cobre y de zinc, con orgullo heredamos la casta,
como el pino que apunta al sinfín.
I Son sus hijos valientes forjados,
uniformes del mismo sentir, entonemos la voz mexicanos y la gloria dispónganse a asir, sin fusil ni sangre derramada, hoy verbena debemos cantar.
y en las sienes ramas de laureles, Victoria de Durango a triunfar.
CORO Somos valles, quebradas y fauna,
nopalera, cascada y maguey. Es Durango: “más allá del agua”,
patrimonio del cielo por ley.
II ¡Ay! si fuera extranjero pidiera
a la tierra volver a nacer, siendo un hijo del bosque y la sierra,
Duranguense, moreno de piel. Mira al indio curtido en el campo, sangre pura que el suelo nos dio, su cultura pregona que el tiempo ni un rasguño a su estirpe marcó.
CORO Duranguenses de pecho de plata, mina de oro, de cobre y de zinc, con orgullo heredamos la casta,
como el pino que apunta al sinfín.
III Tepehuanos, Huicholes y Coras, menonitas y los tarahumaras, mestizaje, corazón del mapa,
7
Durangueños hermanos de paz. La lealtad, igualdad y justicia pertenecen a real convicción,
levantemos el cuello como asta y a Durango brindémosle honor.
CORO Somos valles, quebradas y fauna,
nopalera, cascada y maguey. Es Durango: “más allá del agua”,
patrimonio del cielo por ley.
IV Himno a Villa revolucionario, los Arrieta y a Gómez Palacio, Guadalupe Victoria llevamos sus prodigios en el corazón.
De La Peña, Sarabia y a Zarco, los Revueltas, Montoya y Castro,
Anitúa, Dolores, Novarro; son ilustres de nuestro pendón.
CORO Duranguenses de pecho de plata, mina de oro, de cobre y de zinc, con orgullo heredamos la casta
como el pino que apunta al sinfín.
8
Se ha dicho que la educación puede decidir el destino de México. Se le ha dado una
capacidad poderosa de cambio social, es decir, se propone a la educación como un
espacio de promoción y desarrollo socio- cultural. Por esto la Reforma Educativa2 propone
reelaborar el papel que se le ha asignado a la escuela, buscando nuevos caminos para
lograr que los procesos de enseñanza-aprendizaje se conviertan en prácticas de formación
más que de información, se propone convertir las enseñanzas en significativas para los
beneficiarios de la misma, a través de la adecuación de sus programas a las necesidades
reales de las comunidades.
Algunos de los problemas a los que se ha venido enfrentando la educación giran en torno
a las acciones pedagógicas, sus alcances, su instrumentación y sus limitaciones. Estas
dificultades nos llevan a reflexionar sobre la vida cotidiana de la escuela, acerca de los
problemas y limitaciones de la práctica educativa de los maestros, y de las aspiraciones de
los niños que asisten diariamente a ella buscando conocimientos que los preparen para
incorporarse en un futuro al mundo laboral y participar de la vida de su comunidad, pero
una comunidad que responda a sus deseos de desarrollo y bienestar no sólo económico
sino de vida en general. Y es, en este sentido, donde la relación educación y cultura puede
enriquecer la reflexión.
Para entender los problemas educativos es necesario analizar
el contexto social donde se desarrollan las prácticas
educativas, es decir, entender el tipo de relación que la
escuela establece con la sociedad. Los niños que asisten a la
escuela, pasan una buena parte de su tiempo en este lugar,
¿por qué y para qué van a la escuela?, ¿qué esperan de ella?, ¿qué es lo que le piden?,
1 Patricia Safa, Educación y cultura, Ponencia presentada en la Reunión Nacional de Directores Federales y Coordinadores Estatales del PACAEP,
Taxco, Guerrero, abril de 1986. 2 Antes del Programa Nacional de Educación.
9
¿para qué sirve? Los niños asisten a la escuela a aprender y a jugar, asisten porque es
necesario obtener el certificado de primaria para incorporarse al trabajo. Imaginan que
tener el certificado de estudio es tenerlo “casi todo”.
La escuela, para muchos niños y para sus padres, es un lugar que enseña los
conocimientos demandados por la sociedad para la incorporación al trabajo. Sin embargo,
uno de los problemas educativos más fuertes es el cuestionamiento sobre la calidad de la
educación recibida. Esta “calidad” no se asegura, solamente, a partir de la reelaboración
de programas, subiendo el nivel de preparación de los maestros, agilizando la estructura
institucional, asegurando la expansión educativa, etcétera; actividades ciertamente
necesarias pero que implican ante todo, la adecuación del trabajo de la escuela a la
realidad de los niños para responder a sus necesidades y expectativas, para convertir a la
enseñanza en un mensaje al que se le encuentre un sentido; y para generar procesos
donde los niños sean los principales protagonistas del aprendizaje. Todos estos elementos
permitirán que lo que aprenden pueda revertirse en la solución de sus problemas que no
sólo son de tipo educativo. La relación entre educación y trabajo no se resuelve en la
escuela sino que es un problema de la forma en cómo está estructurada la sociedad. Pero
responder, por medio de la educación a las necesidades de la gente, es participar en la
reelaboración de la sociedad en general y es preparar para un trabajo posible y factible
que beneficie a la mayoría de la población.
Podríamos decir que una de las preocupaciones actuales de la educación es generar
procesos de cambio a partir de la adecuación de la enseñanza a las necesidades de las
comunidades que las usan. Estás preocupaciones
involucran la generación de procesos de
enseñanza-aprendizaje significativos y creativos,
que permitan al niño expresar, conocer y valorar
lo que ellos son; significa permitir que los niños
conozcan y participen de la vida de su
comunidad, de su historia; para elaborar e
imaginar alternativas nuevas en beneficio de todos ellos y de esta manera del país.
10
Otro de los problemas de la educación tiene que ver con el tipo de diálogo que la escuela
ha establecido con la comunidad a la que sirve. Por eso, ahora pasaremos a la reflexión
sobre la relación entre escuela y familia, entre escuela y comunidad.
La elaboración y las prácticas de los modelos educativos en México llevan, implícitamente,
una interpretación del tipo de relación entre pueblo y proyecto nacional. Esto se ve con
claridad, por ejemplo, en las políticas indigenistas muy relacionadas con los modelos
educativos. Moisés Sáenz nos habla de integración (incorporar a la mayoría del pueblo en
el desarrollo del país, conformar una identidad nacional, unificar las costumbres, formas
de vida, promover el cambio y el desarrollo sociocultural y político de toda la nación). Su
propuesta significó el reconocimiento de un pueblo —la mayoría— al margen del
desarrollo nacional. En su perspectiva, uno de los problemas nacionales era la pobreza de
su pueblo. Por eso la educación fue considerada como un instrumento eficaz para cambiar
las formas de vivir, de pensar y de trabajar. El cambio del país demandó un cambio de la
situación del pueblo, implicó “imponer” un modelo de vida que llevaba la valorización
negativa de las carencias y de las formas de vida que se querían cambiar.
Estas prácticas integracionistas fueron duramente criticadas por indigenistas posteriores
que calificaron su acción “dominical”, por su
tendencia a imponer modelos de vida ignorando las
necesidades reales de la población. La palaba
aculturación, que sustituyó a la de integración,
implicó el reconocimiento de vidas diferentes y el
estudio de los procesos de contacto de dos culturas:
la de los dominadores y la de los dominados. Julio de
la Fuente señalaba al proceso de aculturación, mediante la educación, como la forma
principal que asumen los procesos de cambio y que están condicionando una reubicación
de la posición inferior del indio. Aguirre Beltrán define la acción indigenista como el
ejercicio sobre los pueblos para promover el cambio cultural que permita la conformación
11
de la gran comunidad nacional. Sin embargo, el poder de la educación para el cambio
comienza a ser cuestionado por fenómenos como la resistencia, interpretados por esos
autores, como consecuencia de un mal ejercicio de la educación. Todo proceso de
educación formal tenía que embonarse, confrontarse y adaptarse a los procesos de
socialización más amplios ya que son los principales “obstaculizadores” de la eficacia de la
acción educativa. La pregunta que ellos formularon, sobre cómo se interrelacionaban los
diferentes participantes de los procesos de socialización, no se desarrolló por varios
factores. Las investigaciones y las preocupaciones educativas se encaminaron a reelaborar
los programas, a mejorar las técnicas de enseñanza, a enfrentar problemas de crecimiento
y expansión educativa, a enfrentar problemas concretos e inmediatos de la educación,
que no dejaban de ser importantes, y se dejaron de lado los estudios de cómo se recibía,
se usaba y se llevaban a cabo los procesos de enseñanza-aprendizaje. Este diálogo entre
escuela y familia, entre escuela y comunidad, entre necesidades de las comunidades y
funciones de la educación, es el punto central de muchos programas educativos actuales,
entre ellos el Programa de Escuela de
Tiempo Completo 3 . Son programas
que presentan como fundamental el
entendimiento de esta relación como
condición que asegura y permite la
generación de procesos educativos
que no sólo dan información sino
formación; que generan el cambio a
favor y en relación a las necesidades sentidas y vividas por los participantes. Son
propuestas que buscan la integración nacional, pero una nacionalidad donde todos se
expresan, rica en lo heterogéneo de su composición, abierta a la pluriculturalidad, que
busca la participación equitativa de todos los que componemos la comunidad nacional.
El niño, para la incorporación social, necesita aprender normas y reglas, formas de
ordenar la realidad, de percibirla, de interpretarla y de vivirla. Esta necesidad está
3 Tomado del Plan de Actividades Culturales de Apoyo a la Educación Primaria.
12
relacionada con la formación de esquemas de pensamiento, sentimiento y acción. Las
prácticas socializadoras van induciendo al niño a vivir de acuerdo y para la sociedad a la
que pertenece. El aprendizaje es el resultado de una acción deliberada o no, al interior de
instituciones reconocidas para cumplir con esta función, y son el resultado de la
participación social en general, se aprende a vivir, viviendo.
En estos procesos intervienen múltiples instancias en acciones a veces complementarias a
veces contradictorias: la familia y la escuela de manera privilegiada, y los medios de
comunicación, el grupo de amigos, del barrio, del trabajo, etcétera. Estos procesos son
heterogéneos por el carácter de la configuración social.
Analizar la escuela como una de las instancias que participan en los procesos de
socialización nos lleva a plantearnos la necesidad de
entender de qué manera y cómo se establece la
relación con otros participantes de la socialización,
para esclarecer y dar cuenta de la eficacia, alcance y
trascendencia de la acción escolar. Tanto la escuela
como la familia elaboran sus modelos, técnicas y
prácticas educativas de manera específica. Tanto una
como la otra participan en los procesos de socialización infantil. Estas prácticas pueden ser
complementarias o contradictorias pero es a partir de ellas como el niño va elaborando las
predisposiciones para la acción, donde el diálogo familia-escuela nos habla de maneras
específicas de interrelación social, de la lógica de la estructura social en general, como
también, de formas de pertenecer a determinados grupos y clases.
La escuela prepara para el trabajo; la familia enseña a “ser” de determinada manera, es
una instancia mediadora entre lo individual y lo social. Los niños con los que trabajamos,
al describirse a sí mismos, relatan con quién viven, qué hacen, quiénes son parte de su
familia. El mundo de lo propio se elabora en el espacio familiar y comunitario. La acción
escolar es eficiente en la medida en que trastoca y modifica la educación familiar; de la
misma manera, la educación recibida en la familia está presente en los salones de clase, y
posibilita, condiciona y determina a los procesos de enseñanza-aprendizaje.
13
Ni la familia ni la escuela están exentas de su pertenencia a una sociedad. Ambas
participan en la conformación de la sociedad a la que pertenecen. La escuela responde a
necesidades impuestas por la sociedad, prepara para algo y de una manera concreta. La
familia también enseña aquello que se señala como necesario para la vida.
Educación y cultura están muy vinculadas, como se define la cultura está presente en los
modelos y prácticas educativas. Los modelos educativos se elaboran de acuerdo con los
objetivos que se quieren cumplir. Si estos objetivos son los de imponer una forma de vida
considerada como mejor, sus prácticas educativas se realizarán en un ejercicio de
dominación. Los que lo elaboran o realizan, serán los encargados de definir qué sí y qué
no debe enseñarse en la escuela. Por el contrario, si en los objetivos se reconoce la
presencia de una pluriculturalidad y se pone como meta el responder a las necesidades de
los usuarios de las mismas, las prácticas educativas demandarán el conocimiento,
entendimiento e incorporación de la realidad donde se llevan a cabo. Esta relación
educación y cultura también la
encontramos al interior de las prácticas
de enseñanza- aprendizaje. Es decir,
determina el tipo de participación. y la
presencia de los involucrados: un niño
pasivo que recibe información o un niño
activo que hace lo propio, utiliza y
construye el proceso de aprendizaje.
Este diálogo educación y cultura está determinando, también lo que entendamos por
promoción cultural; por la difusión de las grandes obras de la cultura o, por el contrario,
adecuarse a nuestra realidad, conocerla y participar activamente en su transformación.
Significa rescatar el patrimonio cultural no para acumularlo y exhibirle, sino para
disfrutarlo, apropiarlo y usarlo, para conocer quiénes somos y cómo podemos
transformarnos. Significa dar a los niños los instrumentos para usar y disfrutar del
14
patrimonio cultural propio, el de sus comunidades, el de la Nación y del mundo entero, no
para cerrar su visión del mundo inmediato sino para permitirles un diálogo diferente con
la amplitud de alternativas posibles.
La cultura no sólo se encuentra en los objetos reconocidos y exhibidos. Forma parte de
todo lo extraordinario pero sobre todo, se vive cotidianamente.
15
Una de las dificultades de la enseñanza tradicional de la historia, objeto de lamentaciones
de alumnos y maestros, se refiere a la imposibilidad de convertir datos y hechos, héroes y
acontecimientos en materia interesante y viva. Con tal situación se dificulta descubrir que
el presente existe como parte de un proceso histórico, pasar de la mera memorización a la
reflexión, del sólo recordar al entender. El presente sólo puede ser efectivamente
comprensible en la medida en que investiguemos, conozcamos y usemos los
acontecimientos y saberes del pasado. El futuro se construye en la medida en que el ayer
ilumina las alternativas y las posibilidades del presente. Acercarnos a la historia puede ser
una práctica, en sí misma, que nos permita participar en la sociedad de la que formamos
parte y para la sociedad que deseamos.
Para iniciar esta sección se plantean las siguientes preguntas: ¿para qué sirve la historia? y
¿para qué una “nueva” historia? En donde se verá cómo hay diversas maneras de regresar
al pasado. En su artículo “De la múltiple utilización
de la historia”, Luis González se cuestiona sobre la
utilidad y manera en que ha participado en el
cambio y en las transformaciones sociales, “una de
la profesiones más viejas y más hermosas del
mundo". Este cuestionamiento nos conduce a
reflexionar sobre la incidencia y participación de la historia en la resolución de los
problemas del presente.
De igual forma, el texto nos permite constatar la diversidad de alternativas en la
investigación histórica, ya que éstas se generan como respuestas a las múltiples preguntas
que se le pueden plantear al ayer.
La lectura de este texto no pretende proporcionar una respuesta sobre cuál es el camino
válido y cuál no lo es, sino que es un material para ser discutido y reflexionado a fin de
propiciar la creatividad en el maestro para elaborar las propuestas que le conduzcan a
facilitar en los niños el redescubrimiento de la historia.
16
Dichas propuestas deberán revitalizar los procesos de enseñanza-aprendizaje y fomentar
en los niños la responsabilidad sobre su
participación activa en el presente y en el
futuro.
Posteriormente, Joseph Fontana en su texto
"La Historia” reflexiona sobre algunos cuestionamientos acerca del objeto y la finalidad de
la investigación histórica.
Para algunos, la historia no es más que una literatura de segunda categoría, o la conciben
como la llave del saber, para otros es una adormecedora de la mente, para algunos más es
la formadora de nacionalidades.
Fontana ofrece la posibilidad de reflexionar y conocer diversas concepciones respecto a
los cuestionamientos mencionados. Asimismo aborda el aspecto relativo al sujeto de la
historia; para Fontana, son los hombres agrupados en una colectividad en la que se
incluye a los estadistas, los héroes y los genios, pero también a los obreros, los
campesinos y los indígenas.
Sobre esta base es que sostiene que la historia la elaboran los hombres concretos en
sociedad y no sólo aquello que se determina como “lo digno de ser recordado” expresado
en héroes, fechas o acontecimientos que de alguna manera alejan de la vida real a la
misma historia.
Un segundo texto de Luis González, “Microhistoria y ciencias sociales” nos habla de la
importancia que tiene el conocer y reconstruir las historias que nos involucran más
directamente, la historia de nuestras comunidades inmediatas. Historias que no por haber
sido hasta la fecha ignoradas y menospreciadas dejan de ser parte importante de los
cambios y transformaciones de nuestra sociedad nacional, y sobre todo, de la forma en
que nos relacionamos con esa sociedad.
El texto de Adrián Marcelli continúa esta reflexión acerca de la importancia que tiene el
reconstruir la historia inmediata de nuestras comunidades y explica de qué manera la
17
historia y la tradición oral permiten lograr dicho objetivo. Para Marcelli, estas fuentes
destacan por su carácter vivo ya que se conservan y transmiten directamente a través de
los seres humanos por medio de su oralidad y tienen la particularidad de que se cimientan
de generación en generación en la memoria de los hombres, las familias y las
comunidades.
Finalmente el texto de Teresa Morales y Cuauhtémoc Camarena, nos permite conocer uno
de los esfuerzos más destacados que se realizan actualmente para la vinculación de la
educación, la cultura, la recuperación y el fortalecimiento de nuestro patrimonio cultural e
histórico regional, como lo constituyen los Museos Comunitarios, proyecto en que de
manera natural participan los Maestros de Actividades Culturales, en prácticas y visitas
con sus alumnos, o como promotores de los mismos en sus tiempos libres. Los Museos
Comunitarios son espacios naturales para el desarrollo de actividades de la caracterización
cultural de la comunidad.
De esta manera, la presente sección tiene el objetivo de mostrar diversas formas de
percibir y reconstruir la historia a partir de las tradiciones y el recuerdo, reconociendo la
participación de todos los miembros de una sociedad en su quehacer histórico.
Si lo que nos interesa es que los alumnos descubran la historia, se propone comenzar este
quehacer investigando y conociendo “el origen de
las familias y la evolución de sus comunidades”4.
Hablar de historias cercanas y propias constituye la
primera parte del camino. El alumno no se
interesará por una historia lejana que poco tiene
que ver con lo que él es como miembro de una
comunidad específica. Descubrir lo propio significa participar y conocer cómo las diversas
culturas y comunidades que conforman a nuestro país han contribuido en el desarrollo
cultural nacional y la manera como México ha participado y participa en los procesos de la
Historia Mundial
4 Tomado del Documento rector del PACAEP
18
Cuando iniciaba la carrera de historia en El Colegio de México parientes y amigos me
preguntaban ¿para qué sirve lo que estudias? Como yo no sabía contestar para qué servía
una de las profesiones más viejas y hermosas del mundo, pues la había escogido por mera
afición al cuento o discurso histórico, sondeaba a mis ilustres profesores sobre la utilidad
de estudiar “lo que fue” para la vida comunitaria de hoy. El maestro Ramón Iglesias decía:
“No creo que el historiador pueda jugar un papel decisivo en la vida social, pero sí un
papel importante. La historia no es puramente un objeto de lujo”. Recuerdo vagamente
que al doctor Silvio Zavala no le caía muy bien la pregunta aunque siempre la contestaba
con la fórmula de Dilthey: “sólo la historia puede decir lo que el hombre sea”.
Historia=Antropología. El maestro José Miranda sentenció en uno de sus arranques de
escepticismo: “El conocimiento histórico no sirve
para resolver los problemas del presente; no nos
inmuniza contra las atrocidades del pasado; no
enseña nada; no evita nada; desde el punto de vista
práctico vale un comino.” Para él la historia era un
conocimiento legítimo e inútil igual que para don
Silvio.
Vino enseguida la lectura de tratados sobre el conocimiento histórico y el encuentro con
las proposiciones siguientes: “La historia es maestra de la vida” (Cicerón). “El saber
histórico prepara para el gobierno de los estados” (Polibio). “Las historias nos muestran
cómo los hombres viciosos acaban mal y a los buenos les va bien” (Eneas Silvio). “Los
historiadores refieren con detalle ciertos acontecimientos para que la posteridad pueda
aprovecharlos como ejemplos en idénticas circunstancias” (Maquiavelo). “Desde los
primeros tiempos se le ha visto una utilidad al saber del pasado: la de predecir e incluso
manipular el futuro” (Lewis). “Escribir historia es un modo de deshacerse del pasado”
(Goethe). “Si los hombres conocen la historia, la historia no se repetirá” (Brunschvigg).
5 Luis González, “De la múltiple utilización de la historia”, en Historia ¿para qué?, México, Siglo XXI, pp. 55-74.
19
“Quienes no recuerdan su pasado están condenados a repetirlo" (Ortega). “La recordación
de algunos acaeceres históricos puede ser fermento revolucionario” (Chesneaux). “El
estudio de la historia permitirá al ciudadano sensato deducir el probable desarrollo social
en el futuro próximo” (Childe).
Una praxis profesional pobre, pero larga y cambiante me ha metido en la cabeza algunas
nociones de Pero Grullo: hay tantos modos de hacer historia como requerimientos de la
vida práctica. Sin menoscabo de la verdad, pero con miras a la utilidad, hay varias
maneras de enfrentarse al vastísimo ayer. Según la selección que hagamos de los hechos
conseguimos utilidades distintas. Con la historia anticuaria se consiguen gozos que están
muy lejos de deparar la historia crítica. Con ésta se promueven acciones destructivas muy
distantes a las que fomenta la historia reverencial o didáctica. Mientras las historias que
se imparten en las escuelas proponen modelos de vida a seguir, la historia que se
autonombra científica asume el papel de explicar el presente y predecir las posibilidades
del suceder real.
Cada especie del género histórico es útil a su manera. Según la porción de la realidad que
se exhume será el provecho que se obtenga. Un mismo historiador, según el servicio que
desee proporcionar en cada caso. Puede ejercer las distintas modalidades utilitarias del
conocimiento histórico. También es posible y deseable hacer historias de acción múltiple
que sirvan simultáneamente para un
barrido y para un regado, para la
emoción y la acción, para volver a vivir
el pasado y para resolver problemas del
presente y del futuro. Lo difícil es
concebir un libro de historia que sea
sólo saber y no acicate para la acción y
alimento para la emoción. Quizá no
exista la historia inútil puramente cognoscitiva que no afecte al corazón o a los órganos
motores.
20
En la actualidad la especie cenicienta del género histórico es la historia que admite
muchos adjetivos: anecdótica, arqueológica, anticuaria, placera, precientífica, menuda,
narrativa y romántica. Es una especie del género
histórico que se entretiene en acumular
sucedidos de la mudable vida humana, desde los
tiempos más remotos. Por regla general escoge
los hechos que afectan al corazón, que caen en la
categoría de emotivos o poéticos. No le importan
las relaciones causales ni ningún tipo de
generalización. Por lo común, se contenta con un orden espacio-temporal de los
acontecimientos; reparte las anécdotas en series temporales (años, decenios, siglos y
diversas formas de periodos) y en series geográficas (aldeas, ciudades, provincias, países o
continentes).
Aunque hay demasiadas excepciones, puede afirmarse que historia narrativa es igual a
relato con pretensión artística, a expresiones llenas de color, a vecindad de la literatura.
Los historiadores académicos de hoy día niegan el apelativo de historiadores a los
practicantes de la anticuaria, y por añadidura, los desprecian llamándolos almas pueriles,
coleccionadores de nimiedades, espíritus ingenuos, gente chismosa, cerebros pasivos,
hormigas acarreadoras de basura y cuenteros. Con todo, este proletariado intelectual,
ahora tan mal visto en las altas esferas, es al que con mayor justicia se puede anteponer el
tratamiento de historiador, porque sigue las pisadas del universalmente reconocido como
padre de la historia y como bautizador del género. Herodoto, el que puso la etiqueta de
historia al oficio, fue, por lo que parece, un simple narrador de los “hechos públicos de los
hombres” Después de Herodoto, en las numerosas épocas románticas, la especie más
cotizada del género histórico es la narrativa.
Aunque, en las cumbres de la intelectualidad contemporánea no rifa lo romántico,
emotivo, nocturno, flotante, suelto y yang, que sí lo clásico, yin, diurno y racional, en el
21
subsuelo y los bajos fondos de la cultura cuenta el romanticismo, y por ende, la historia
anticuaria. Muchos proletarios y pequeños burgueses de hoy suscribirán lo dicho por
Cicerón hace dos mil años: “Nada hay más agradable y más deleitoso para un lector que
las diferencias de los tiempos y las vicisitudes de la fortuna”. Podríamos culpar a los
villanos o mercachifles u opresores de la abundancia de historia narrativa en la presente
época, pues no se puede negar que los escaparates de las librerías, los puestos de
periódicos, las series televisivas, los cines y demás tretas de comercio y comunicación
venden historia anticuaria a pasto, en cantidades industriales. Sin lugar a dudas la vieja
historia de hechos se mantiene muy vivaz, especialmente en el cine y en la televisión.
Estamos frente a un producto de adaptación masiva, a una droga muy gustada, a una
manera de dormirse al prójimo sin molestias. Seguramente es una especie de historia que
no sirve para usos revolucionarios.
Es fácil aceptar lo dicho por Nietzsche: “La historia
anticuaria impide la decisión en favor de lo que es
nuevo, paraliza al hombre de acción, que siendo
hombre de acción, se rebelaría siempre contra
cualquier clase de piedad”. Hoy, en los frentes de
izquierda, se afirma frecuentemente que la
erudición histórica que deparan los anticuarios
“es una defensa de todo un orden de cosas
existentes”, es un baluarte del capitalismo, es un arma de la reacción. En los frentes de
derecha tampoco faltan los enemigos del cateo de saberes deleitosos del pasado. Éstos se
preguntan: ¿para qué nos sirve el simple saber de los hechos en sí? Atiborrar la mente con
montones de historias dulces o picantes es disminuir el ritmo de trabajo. Izquierdas y
derechas, y en definitiva todos los encopetados y pudientes, lo mismo revolucionarios que
reaccionarios, coinciden en ver en los anecdotarios históricos un freno para la acción
fecunda y creadora, un adormecedor, una especie de opio.
Si se cree que no todo es destruir o construir, si se acepta el derecho al placer, si se estima
que no hay nada negativo en la toma de vacaciones, se pueden encontrar virtudes, un
22
para qué positivo en la escritura y el consumo de textos de historia anticuaria. Para el
primer historiador la historia fue una especie de viaje por el tiempo que se hacía, al revés
de los viajes por el espacio, con ojos y pies ajenos, pero que procuraba parecido deleite al
de viajar. Los que escriben a la manera de Herodoto nos ponen en trance turístico. En
palabras de Macauly: “el gusto de la historia se parece grandemente al que recibimos de
viajar por el extranjero”. El que viaja hacia el pasado por libros o películas de historia
anticuaria, se complace con las maravillas de algunos tiempos idos, se embelesa con la
visión de costumbres exóticas, se introduce en mundos maravillosos. La mera búsqueda y
narración de hechos no está desprovista de esta función social. Este papel desempeñan
los contadores de historias para un público que se acuclilla alrededor del fuego así como
los trovadores y cantantes de corridos para los concurrentes a la feria.
Ojalá que la gente importante le perdone la vida al cuento de acaeceres pasados, que no
les aplique la última pena a los historiadores que sólo proporcionan solaz a su lectorio o
auditorio. ¿Por qué no permitir la hechura de libros tan
gratos como Ancla en el tiempo de Alfredo Maillefert? Que
no se diga que no están los tiempos para divertirse sino
únicamente para hacer penitencia. En toda época es
indispensable soñar y dormir. Sin una mente cochambrosa o
demasiado desconfiada es posible apreciar el para qué positivo de las historias que
distraen de las angustias del tiempo presente, que equivalen a salirse de sí, a una fuga a
tiempos mejores o sólo distintos, a un alivio contra el cual protesta airadamente Prieto
Arciniega, ese amigo de la historia crítica.
Otra especie del género histórico “trata de darse cuenta de cuán injusta es la existencia de
una cosa, por ejemplo de un privilegio, de una casta, de una dinastía; y entonces se
considera, según Nietzsche, el pretérito de esta cosa bajo el ángulo crítico, se atacan sus
raíces con el cuchillo, se atropellan despiadadamente todos los respetos”. Si la historia
anticuaria se asemeja a romances y corridos, la historia crítica parece medio hermana de
23
la novela policial; descubre cadáveres y persigue delincuentes. Quizá su mayor abogado
haya sido Voltaire, autor de la tesis: “nunca se nos recordarán bastante los crímenes y las
desgracias de otras épocas”. Diderot le escribía a Voltaire: “Usted refiere los hechos para
suscitar en nuestros corazones un odio intenso a la mentira, a la ignorancia, a la
hipocresía, a la superstición, a la tiranía, y la cólera permanece incluso después de haberse
desvanecido la memoria de los hechos”. Se trata pues de una historia, que como la
anticuaria, si bien no adicta a sucesos muy remotos, se dirige al corazón aunque
únicamente sea para inyectarle rencor o ponerlo en ascuas. No es una historia meramente
narrativa de sucesos terribles ni una simple galería de villanos. Este saber histórico para
que surta su efecto descubre el origen humano, puramente humano de instituciones y
creencias que conviene proscribir pero que se oponen al destierro por creérseles de
origen divino o de ley natural.
Si la historia anticuaria suele ser la lectura preferida en periodos posrevolucionarios, la de
denuncia florece en etapas
prerrevolucionarias, o por obra de
los revolucionarios. Esto se ha visto
con gran claridad en la historiografía
mexicana. Los misioneros del siglo XVI recordaron preferentemente los hechos infames
del estilo de vida prehispánica para facilitar su ruptura. Los criollos de la insurgencia de
principios del siglo XIX le sacaron todos sus trapitos al sol a la época colonial, la
desacralizaron, le exhibieron sus orígenes codiciosos. Los historiadores de la Reforma
liberal, al grito de borrón y cuenta nueva, pusieron como lazo de cochino la trayectoria
vital de su patria. Los discursos históricos del pasado inmediato se complacían en la
exhibición de los aspectos corruptos del porfiriato. Hoy no sólo en México, sino en todo el
mundo occidental, entre investigadores profesionales cunde el gusto por la historia crítica,
por descubrir la villanía que se agazapa detrás de las grandes instituciones de la sociedad
capitalista.
A este tipo de sabiduría histórica que se complace en lo feo del pasado inmediato se le
atribuye una función corrosiva. Se cree con Voltaire que “Las grandes faltas que en el
24
tiempo pasado se cometieron” van a servir para despertar el odio y poner la piqueta en
manos de quienes se enteren de ellas. Cuando se llega a sentir que el pasado pesa, se
procura romper con él, se trata de evitar que sobreviva o que regrese. La recordación de
los sucesos de infeliz memoria contribuye a lo dicho por Goethe: “escribir historia es un
modo de deshacerse del pasado”, y por Brunschvigg: “si los hombres conocen la historia,
la historia no se repetirá”. Así como hay una historia que nos
ata al pasado, hay otra que nos desata de él. Éste es el saber
histórico disruptivo, revolucionario, liberador, rencoroso.
Muchas supervivencias estorbosas, muchos lastres del pasado
son susceptibles de expulsión del presente haciendo
conciencia de su cara sombría. La detracción histórica que
hicieron Wistano, Luis Orozco y Andrés Molina Enríquez de la
hacienda o latifundio dícese que sirvió para difundir el
conocimiento de lo anacrónico, perjudicial e injusto de la
caduca institución, para formular leyes condenatorias de la hacienda, y para la conducta
agrarista de los regímenes revolucionarios. Detrás de la enérgica redistribución de ranchos
ejecutada por el presidente Cárdenas estuvo, quizá, la labor silenciosa de algunos
historiadores críticos que minaron la fama de la gran hacienda.
La historia crítica podría llamarse con toda justicia conocimiento activo del pasado, saber
que se traduce muy fácilmente en acción destructora. “Si desde los primeros tiempos —
escribe Diderot—, la historiografía hubiese tomado por los cabellos y arrastrado a los
tiranos civiles y religiosos, no creo que éstos hubiesen aprendido a ser mejores, pero
habrían sido más detestados y sus desdichados súbditos habrían aprendido tal vez a ser
menos pacientes”. La historia aguafiestas es un saber de liberación, no de dominio como
la de bronce. Denuncia los recursos de opresión de opulentos y gobernantes; en vez de
legitimar la autoridad la socava; dibuja tiranos; pinta patrones crueles de empresas
capitalistas; refiere movimientos obreros reprimidos por la fuerza pública; estudia
intervenciones nefastas de los países imperialistas en naciones frágiles, o destaca los
prejuicios de la sobrevivencia de edades cumplidas. Para sacar adelante ideas jóvenes se
bebe la historia erigida en tribunal que condena, la crítica que corroe las ideas vetustas.
25
Todos los revolucionarios del siglo XX han echado mano de ella en distintas formas, con
diferentes lenguajes, en especial el cinematográfico. Los primeros filmes de Eisenstein,
como La huelga y El acorazado Potemkin fueron historia crítica para beneficio de la
Revolución rusa. Filmes posteriores de Eisenstein pertenecen a otra especie histórica, de
una historia de signo opuesto que sin embargo no es anticuaria.
Es aún más pragmática que la historia crítica, es la historia pragmática por excelencia. Es la
especie histórica a la que Cicerón apodó “maestra de la
vida”, a la que Nietzsche llama reverencial, otros didáctica,
conservadora, moralizante, pragmático-política,
pragmático-ética, monumental o de bronce. Sus padres
son famosos: Plutarco y Polibio. Sus características son
bien conocidas: recoge los acontecimientos que suelen
celebrarse en fiestas patrias, en el culto religioso, y en el seno de instituciones; se ocupa
de hombres de estatura extraordinaria (gobernantes, santos, sabios y caudillos); presenta
los hechos desligados de causas, como simples monumentos dignos de imitación.
“Durante muchos siglos la costumbre fue ésta: aleccionar al hombre con historias”. En la
antigüedad clásica compartió la supremacía con la historia anticuaria, a lo Herodoto. En la
Edad Media fue soberana indiscutida. Eneas Silvio le llamó “gran anciana, consejera y
orientadora”. La moral cristiana la tuvo como su principal vehículo de expresión. Entonces
produjo copiosas vidas ejemplares de santos y de señores. En el Renacimiento fue
declarada materia fundamental de la educación política. En su modalidad pragmático-
política, tuvo un autor de primer orden: Nicolás de
Maquiavelo. En el otro lado del mundo, en la América
recién conquistada por los españoles, fue una especie
histórica practicada por capitanes y sacerdotes. En el siglo
XIX, con una burguesía dada al magisterio, se impuso en la
educación pública como elemento fundamental en la
consolidación de las naciones. En las escuelas fue la fiel y segura acompañante del
26
civismo. Se usó como una especie de predicación moral, y para promover el espíritu
patriótico de los mexicanos. Guillermo Prieto asegura que sus Lecciones de historia patria
fueron escritas para “exaltar el sentimiento de amor a México”. Recordar heroicidades
pasadas serviría para fortalecer las defensas del cuerpo nacional.
Nadie puso en duda en el siglo XIX lo provechoso de la historia de bronce. El acuerdo
sobre su eficacia para promover la imitación de las
buenas obras fue unánime. Una gran dosis de estatuaria
podía hacer del peor de los niños un niño héroe como los
que murieron en Chapultepec “bajo las balas del
invasor”. Quizás el único aguafiestas fue Nietzsche con su
afirmación: “La historia monumental engaña por
analogías. Por seductoras asimilaciones, lanza al hombre valeroso a empresas temerarias”
y lo vuelve temible. Un continuador de Nietzsche, ya de nuestro siglo, Paul Valéry, lanzó la
siguiente señal de alarma: la historia que recoge las bondades del pasado propio y las
villanías de los vecinos, “hace soñar, embriaga a los pueblos, engendra en ellos falsa
memoria, exagera sus reflejos, mantiene viejas llagas, los atormenta en el reposo, los
conduce al delirio de grandeza o al de persecución, y vuelve a las naciones amargas,
soberbias, insoportables y vanas”.
Pese al grito de Valéry que declaró a la historia que se enseñaba en las escuelas “el
producto más peligroso producido por la química del intelecto humano”; no obstante la
tesis de Fustel de Cóulanges que le negó a la historia la capacidad de ser luz, ejemplo,
norte o guía de conductas públicas o privadas, sigue sosteniendo la historia de bronce su
prestigio como fortalecedora de la moral, maestra de pundonor y faro del buen gobierno.
Todos nuestros pedagogos creen a pie juntillas que los hombres de otras épocas dejaron
gloriosos ejemplos que emular, que la recordación de su buena conducta es el medio más
poderoso para la reforma de las costumbres, que como ciudadanos debemos nutrirnos de
la sangre más noble de todos los tiempos, que las hazañas de Quiroga, de Hidalgo, de
Juárez, de los héroes de la Revolución, bien contadas por los historiadores, harán de cada
criatura un apóstol, un niño héroe o un ciudadano merecedor de la medalla Belisario
27
Domínguez. Gracias a la historia de bronce o reverencial o pragmática o ejemplarizante
“mil santos, estadistas, inventores, científicos, poetas, artistas, músicos, enamorados y
filósofos, según expresión de los Durant, todavía viven y hablan, todavía enseñan” y no
cabe duda que tienen alumnos aplicados y fieles. La historia de bronce llegó para
quedarse. En nuestros días la recomiendan con igual entusiasmo los profesionales del
patriotismo y de las buenas costumbres en el primero, en el segundo y en el tercer
mundo. Es la historia preferida de los gobiernos.
No hay motivos para dudar de la fuerza formativa de la historia de aula. No se justifica la
prohibición de este vigorizante de criaturas en crecimiento, aún no torcidas. La
exhumación de los valores positivos de otros tiempos, enriquece la actualidad aunque no
sepamos decir con exactitud en qué consiste tal enriquecimiento. La historia de bronce no
es una especie incapaz de caber en el mismo jarrito donde se acomodan las demás
especies historiográficas, incluso la científica. Léase en Burkhardt: “Lo que antes era júbilo
o pena tiene que convertirse ahora en conocimiento, como ocurre también en rigor en la
vida del individuo. Esto da también a la frase de historia magistra vitae un significado
superior y a la par más modesto”.
Sería indiscutible si lo fuera la cientificidad de la historia. Se trata de una especie del
género histórico que tuvo como precursor a
Tucídides, pero a la que le ha salido la barba en
fechas muy recientes, ante nuestros ojos. Se trata
de una historia que busca parecerse a las ciencias
sistemáticas del hombre: la economía, la
sociología, la ciencia política... Si las otras
especies andan tras hechos particulares, ésta
procura los acaeceres genéricos. “Sólo por la obstinada miopía ante los hechos —escribe
Bagby— algunos historiadores siguen afirmando que los sucesos no llevan consigo ningún
tipo de regularidad. Los hechos históricos no son refractarios al estudio científico... Las
28
generalidades formuladas por la ciencia de la historia probablemente nunca llegarán a ser
tan precisas y tan altamente probables como las de las ciencias físicas, pero esto no es
ninguna razón para no buscarlas”. Por regla general, la nueva Clío recoge principalmente
hechos de la vida económica. Como dice Beutin, “para la vida económica se pueden hacer
enunciados de valor general porque es un campo de actividad racional. La economía trata
con elementos que pueden ser contados, pesados,
medidos, cuantificados”. La nueva especie histórica suele
auto- llamarse historia cuantitativa. “La historia
cuantitativa —según la definición de Marczewski y de
Vilar— es un método de historia económica que integra
todos los hechos estudiados en un sistema de cuentas
interdependientes y que extrae sus conclusiones en forma de agregados cuantitativos
determinados íntegra y únicamente por los datos del sistema”.
En los círculos académicos de los países industrializados existe la devoción por la historia
cuantitativa. Dictámenes como el de Carr (“El culto a la historia cuantitativa lleva la
concepción materialista de la historia a extremos absurdos”) no han logrado entibiar el
fervor de los cuantificadores que en su mayoría son gente de izquierda, alguna muy adicta
al materialismo histórico. Gracias a la cuantificación, según notables cuantificadores, la
historia ha podido ponerse a la altura de las demás ciencias del hombre. Según Chaunu, la
cuantificación ha conseguido que la historia sea fámula de las ciencias del hombre, y por
lo mismo la ha vuelto un ente servicial, le ha quitado el carácter de buena para nada.
Chaunu sentencia: “La historia cuantitativa busca en los testimonios del pasado
respuestas a las interrogaciones mayores de las ciencias sociales; estas interrogaciones
que son simplemente demandas de series... La demografía tiene necesidad de un espesor
estadístico que la historia demográfica proporciona. La economía tiene necesidad de una
historia económica regresiva. Es así como la historia puede ser útil en el sentido más noble
y al mismo tiempo el más concreto...” Si tuviéramos aquí a Chaunu y le preguntáramos “la
historia ¿para qué?”, contestaría “para ser tenida por investigación básica de las ciencias y
las técnicas sociales”. Por lo demás, se supone que las ciencias sociales reforzadas por la
historia científica van a hacer realidad lo que quería Luis Cabrera de Córdoba en el siglo
29
XVII, una historia que fuera “luz para las cosas futuras”. Es ya un hecho lo previsto por
Taine en el siglo XIX: “Qué sequedad y qué feo aspecto tiene la historia reducida a una
geometría de fuerzas”. Pero agregaba: “Poco
importa”. El conocimiento histórico “no tiene por
meta el divertir”; su mira es explicar el presente y
advertir al mañana. Los cuantificadores de la historia
creen que si Childe viviera no pondría en futuro la
siguiente proposición: “El estudio de la historia
permitirá al ciudadano sensato establecer la pauta
que el proceso ha ido entretejiendo en el pasado, y de
allí deducir su probable desarrollo en el futuro próximo”. Sólo los menos optimistas
piensan que nos quedaremos en una semi- previsión al través de la historia generalizante;
creen con Lacombe: “De la historia, ciencia compleja en el más alto grado... no es
necesario esperar una previsión infalible y sobre todo una previsión circunstanciada... A lo
más llegaremos a entrever las corrientes que llevan a ciertos puntos”.
Todavía no se puede saber cuáles promesas de la historia científica se cumplirán
plenamente. ¿Hasta dónde el estudio científico del pasado, hasta dónde las largas listas de
precios, de nacimientos y defunciones de seres humanos, de volúmenes de producción y
de otras cosas cuantificables nos permiten encontrar en ellas sentido y orientación para el
presente y el porvenir? Profetizar hasta dónde llegará nuestro don de profecía al través de
una historia que haya cuantificado todo o la mayor parte de los tiempos idos es muy
difícil. La computación de las pocas noticias conservadas en documentos seriables del
pasado no puede prometer mucho.
Aquí y ahora hay igual número y fuerza de argumentos para los que sostienen la
imposibilidad de ver el futuro al través de la ciencia histórica como los que ven en cada
historiador numérico un profeta con toda la barba. Pero si la historia cuantitativa no nos
cumple todo lo prometido no importa mucho. Sólo a medias quedarán como inservibles
libros tan voluminosos como los que suelen expedir rebosantes de cuentas.
Mantendrán su valor como recordatorios y como auxiliares en la predicción del futuro. En
30
el ¿para qué? las cuatro maneras de abordar el pasado que hemos visto son un poco
ilusorias; las cuatro prometen más de lo que cumplen. La anticuaria no es siempre
placentera; la crítica está lejos de poder destruir toda tradición injusta; la didáctica es
mucho menos aleccionadora de lo que dicen los pedagogos, y la científica, por lo que
parece, no va a ser la lámpara de mano que nos permita caminar en la noche del futuro
sin mayores tropiezos. Como quiera, lo servicial de las historias está fuera de duda.
La que llega a más amplios círculos sociales, la historia fruto de la curiosidad que no de la
voluntad de servir, los conocimientos que le disputa el anticuario de la polilla, “los
trabajos inútiles” de los eruditos han sido fermento de grandes obras literarias (poemas
épicos, novelas y dramas históricos), han distraído a muchos de los pesares presentes, han
hecho soñar a otros, han proporcionado a las mayorías viajes maravillosos a distintos y
distantes modos de vivir. La historia anticuaria responde a “la insaciable avidez de saber la
historia” que condenó al obispo Bossuer y que hoy condenan los jerarcas del mundo
académico, los clérigos de la sociedad laica y los moralistas de siempre. La narración
histórica es indigesta para la gente de mando.
La historia crítica, la desenterradora de traumas, maltratos, horrores, rudezas, barbaries,
da a los caudillos revolucionarios argumentos para su acción
transformadora; busca el ambicioso fin de destruir para
luego rehacer; es para cualquier sufriente un fermento
liberador. Este tipo de toma de conciencia histórica “realiza
una auténtica catarsis”; produce, según Marrou, “una
liberación de nuestro inconsciente sociológico un tanto
análoga a la que en el plano psicológico trata de conseguir el
psicoanálisis”. Se trata de un saber disruptivo que libera al hombre del peso de su pasado,
que le extirpa acumulaciones molestas o simplemente inútiles. Suele ser un ponche
mortífero para autoridades.
Aun la historia de tan grosero utilitarismo, la que se llama a sí misma historia magistra
vitae, es una maestra útil al poner ante nuestros ojos los frutos mejores del árbol humano:
filosofías, literatura, obras de arte, actos de valor heroico, pensamientos y dichos
31
célebres, amores sublimes, conductas generosas y descubrimientos e inventos que han
transformado al mundo. La historia reverencial o de bronce nos permite, en expresión de
Séneca, “despegarnos de la estrechez de nuestra caduca temporalidad originaria y darnos
a participar con los mejores espíritus de aquellas cosas que son inmensas y eternales”. Si
la historia de bronce no se nos impusiera en las aulas, tendría probablemente más
repercusión de la que posee hoy en día. Es ésta la búsqueda más cara al humanismo, la
que exhibe la cara brillante, bella, gloriosa, digna de ser imitada del ser humano. Es
también la disciplina que mejor le sienta a los dominadores.
Por último, a la presuntuosa historia científica, en sus múltiples manifestaciones de
historia económica, social, demográfica y de
las mentalidades, no es, según la pretensión
de la gente de sentido común, por no decir
del común de la gente, una mera inutilidad. Es
cada vez una mejor sirviente de las ciencias
sistemáticas del hombre, de la economía, de
la ciencia política, etcétera. También ayuda a
conocer nuestra situación actual y en esta forma, a orientar su inmediata acción futura,
aunque su don de zahori aún está en veremos. Aun sin capacidades adivinativas es
servicial. Es muy difícil creer que la seriedad científica no reporte beneficios prácticos.
Como ciencia, tiene su carácter utilitario que es reconocido por mecenas y poderosos.
Por supuesto que ninguna de las cuatro historias se da en pureza en la vida real, y por lo
mismo todas, de algún modo, son fuentes de placer, liberación, imitación y guía práctica.
También son posibles y existentes, las historias globales que aspiran a la resurrección total
de trozos del pasado, que resucitan al unísono ángulos estéticos, aspectos crueles, logros
clásicos y estructuras de una época y un pueblo y que pueden ser de utilidad para
nostálgicos, revolucionarios, huérfanos y planificadores. Aunque son imaginables las
historias verdaderas totalmente inútiles, no se vislumbra su existencia aquí y ahora.
Para concluir, y en alguna forma justificar lo pedestre de las palabras dichas es provechoso
recordar que el poseedor de la chifladura de la investigación histórica no siempre indaga
32
por el para qué de su chifladura. Quizá como todas las vocaciones auténticas, el gusto por
descubrir acciones humanas del pasado se satisface sin conciencia de sus efectos
prácticos, sin parar mientes en lo que pueda acarrear de justo o injusto, de aburrimiento o
de placer, de oscuridad o de luz.
La búsqueda de lo histórico ha sido repetidas veces un deporte irresponsable, no una
actitud profesional y menos una misión apostólica. Con todo, cada vez pierde más su
carácter deportivo. Quizá ya lo perdió del todo en las naciones con gobiernos totalitarios.
Quizá la tendencia general de los gobiernos de hoy en día es la de influir en la forma de
presentar el pasado con estímulos para las historias que legitimen la autoridad establecida
y con malas caras para los saberes históricos placenteros o desestabilizadores o sin
segunda intención, sin otro propósito que el de saber y comunicar lo averiguado.
Está la respuesta pública: para interpretar
mejor el mundo, para cambiar la vida,
para reconocer raíces y procesos, para
defender algunas verdades, para denunciar
los mecanismos de opresión, para fortalecer
luchas libertarias. Y la privada: para vivir
días que valgan la pena, alegres
y despiertos.
José Joaquín Blanco
33
La historia ha perdido en nuestros días el prestigio de que gozó en otros tiempos. La
mayoría de las gentes de esta época creen que es una erudición libresca y muerta, de
escasa utilidad social y, en muchas ocasiones, dañosa y condenable. Esta actitud no carece
de fundamento; pero aquello que denuncia no es la ciencia histórica, sino una manera de
concebirla que, aunque domine todavía en los medios académicos, muchos creemos que
no es ya la historia que debería hacerse hoy y esperamos, por lo menos, que no sea la que
se hará mañana.
Hace unos siglos se consideraba la historia como una forma de literatura de categoría
secundaria. En 1763, el doctor Samuel Johnson decía, con evidente desdén:
No se requieren grandes habilidades para ser
historiador, puesto que en la composición histórica
todos los grandes poderes de una mente permanecen
inactivos. Tiene los hechos a mano, de modo que no
ejercita la invención. La imaginación no se emplea en un
grado elevado; sólo en una medida semejante a la que
se requiere para los tipos inferiores de la poesía. Alguna penetración, exactitud y sentido
del colorido bastarán a cualquiera para esta tarea, si puede dedicarle la aplicación
necesaria
En tanto que el doctor Johnson pronunciaba estas palabras, otros hombres formulaban
una concepción mucho más ambiciosa y elevada. Los ilustrados franceses, por ejemplo,
6 Joseph Fontana, "La historia", en Biblioteca Salvat de Grandes Temas, España, 1975, pp. 21-117.
34
creían que podían emplearse para denunciar la tiranía y la superstición, para abrir los ojos
de los hombres a la realidad y educar sus conciencias. Diderot iba aún más allá: tras haber
realizado una gran labor en otros campos científicos, descubría las posibilidades que el
estudio de la historia ofrecía para el análisis de la sociedad. Así, proclamaba: “Si se me
permitiese aventurar una predicción, yo anunciaría que los espíritus se girarán muy pronto
hacia la historia, ese inmenso territorio en el que la filosofía no ha puesto aún su planta”.
Su previsión se cumplió en parte. El siglo XIX Fue testigo de una floración sin precedentes
de la investigación histórica. La historia se convirtió en guía y modelo de las ciencias
sociales y su influencia se ejerció en todas direcciones, desde la aparición de una teoría
económica nacionalista hasta la
añoranza del pasado que forma
uno de los componentes
esenciales del romanticismo y que
representa, según Benedetto Croce (1866-1952), un “volver a abrazar la vieja religión, las
inveteradas costumbres nacionales, regionales y locales, a entrar en las vetustas casas,
castillos y catedrales, a cantar las viejas canciones y soñar las antiguas leyendas”.
Mientras una línea de pensamiento, que tiene su culminación en la obra de Karl Marx
(1818-1883), seguía utilizando la historia como instrumento de análisis de la sociedad, la
mayoría de los cultivadores de la disciplina se limitaron a emplearla para glorificar a sus
soberanos y a sus gobiernos, para justificar el sistema social en que vivían, y fueron éstos
quienes acabaron dominando en las cátedras universitarias y en los cargos académicos,
preocupándose, a su vez, de continuar enseñando este mismo género de la historia
adormecedora de la mente y lanzar anatemas contra cualquier intento de usarla para
cumplir una función crítica. El historicismo significó una reacción contra lo que había de
revolucionario en el pensamiento de los ilustrados y acabó por convertir la disciplina en un
amontonamiento de hechos concretos sin denominador común que les diera coherencia,
ni lógica que explicara la forma en que se encadenaban y sucedían.
35
Para los historicistas alemanes, honestos funcionarios del Estado prusiano en su mayoría,
las únicas realidades que pudieran encontrarse más allá del hecho histórico concreto eran
la mano de la Providencia que dirigía el curso del destino, y el espíritu nacional, que daba
forma a las instituciones y a la política.
No es de extrañar que este género de historia defraudara todas las esperanzas. A
comienzos del siglo XX una serie de filósofos disputaron su carácter de legítima ciencia a
una disciplina que se había convertido en una mera acumulación de datos del pasado.
A la historia no le correspondía usar los métodos de las ciencias propiamente dichas, cuyo
objetivo final era la generalización. Su finalidad era captar lo individual, lo único, a través
de la institución o de la vivencia.
Lo propio del historiador, diría Ernest Troeltsch (1865-1923), es “ver, más que pensar”.
Pero el investigador académico no se inmutaría por esta
descalificación que le relegaba a un mundo situado al margen
de la ciencia, sino que seguiría tejiendo en su paciente red de
hechos concretos y de hombres singulares. A lo más que
llegarían algunos sería a modernizar su utillaje, sus métodos de
trabajo, adoptando los de otras ciencias o entregándose ciegamente al culto de todas las
modas y novedades intelectuales, sin darse cuenta de que el cuerpo de teoría que usaban
era lo que había envejecido irremediablemente, confundiendo la cirugía estética con el
rejuvenecimiento. Bajo los afeites de mucha historia de hoy, que invoca la mágica
renovación del ordenador, se adivinan los achaques irrecuperables de un positivismo
trasnochado.
Junto a este desprestigio científico hay que tomar en cuenta la condena moral. El
historiador, incluso cuando no es un mero apologista del sistema social que le mantiene,
36
colabora con él en una forma de complicidad no menos reprobable postulando la
existencia de un mundo de valores académicos que estaría al margen de la vida real, e
incluso por encima de ella, y practica un género de trabajo que pretende justificarse por sí
mismo, por el valor que pueda tener el simple ejercicio de una actitud intelectual
“educadora de la mente”. Compila documentos para llegar a conocer unos hechos que
analizará dentro de unas coordenadas puramente librescas, para resolver “problemas de
ciencia", en vez de preocuparse por los problemas de los hombres, de la sociedad en que
vive. Como afirma Guy Dhoquois: “parece un viejo topo que, sordo a todos los tumultos
ideológicos, excava ciegamente sus galerías a través de los archivos”. O como dice Manuel
Moreno Fraginals: “Alejado de la realidad, trabajando
exclusivamente sobre el pasado, recopilando
documentos muertos, aislado de la producción de bienes
materiales por los muros del archivo o la biblioteca, el
historiador moderno es el gran triunfo intelectual de la
burguesía que ha tenido en él su funcionario más fiel,
barato y eficiente. Pacientes trabajadores de la humedad, el polvo y las polillas: dicho sea
todo esto con el mayor respeto. Pero fuera del archivo y la biblioteca, transcurre la vida
que originó estos documentos que él consulta. Y es curioso que cuando el historiador
profesional se ve obligado a trabajar en cosas modernas, a mezclarse en el ritmo
turbulento de sus días, lo hace de mala gana, esperando el momento de retornar a la
calma del estudio".
No es suya toda la culpa. Su responsabilidad, y su miseria, es que acepta someterse a lo
que se le pide que haga. El anuncio de un manual de historia de España “adaptado al
programa oficial de ingreso en la banca privada" especifica que en sus páginas se
encontrará un completísimo cuadro de reyes y de reinos medievales, con “las batallas más
importantes y los diferentes emires y califas musulmanes”. Resulta difícil pensar que esto
pueda servir de algo a quien se dispone a trabajar, como simple y modesto administrativo,
en la banca; que le vaya a ayudar a comprender el mundo en que habrá de realizar su
tarea. Pero tal vez su finalidad sea ahorrarle tal género de cavilaciones y salvarle de la
tentación de discurrir.
37
La historia es aburrida porque no nos sirve para nada. Los estudiantes del mundo entero
—excepto los pocos que han sido contagiados ya por el virus académico y,
prematuramente envejecidos, sueñan con llegar a ser funcionarios de ese Olimpo de
papel polvoriento— la consideran con tedio y hastío, pues los obliga a un irracional
aprendizaje memorístico de datos y fechas que no tiene utilidad para sus vidas, que no
responde a ninguna de sus preocupaciones. Incapaz de interesar con su pesada erudición
al gran público, es manipulada por publicistas sin
ninguna preparación que se encargan de servírsela
“amenamente” cocinada, convertida en anécdota
trivial. Pero su defecto peor no es éste, sino que se la
siga usando para crear “convicciones sanas” y
perpetuar visiones del mundo caducas e interesadas. El
argentino José Ingenieros (1877-1925) lo denunció enérgicamente hace ya más de medio
siglo: “Cada generación debe pensar la historia. Los hombres envejecidos se la entregan
corrompida, acomodando los valores históricos al régimen de sus intereses. Es obra de los
jóvenes transfundirle su sangre nueva, sacudiendo el yugo de las malsanas idolatrías. La
historia que de tiempo en tiempo se repiensa va convirtiéndose de viva en muerta,
remplazando el zigzagueo dramático del devenir social con un quieto panorama de
leyendas convencionales”.
¿Cómo debería ser esta historia repensada en cada generación en cada año, en cada día,
para acomodarla a las necesidades del hombre? ¿Qué
género de disciplina tratamos de oponer a una historia
académica fosilizada? No se trata aquí de fabricar
definiciones. Quizá sea suficiente recordar aquellas
palabras que nos hablan de ella como la disciplina “que
se refiere a los hombres”, a tantos hombres como sea
38
posible, “a todos los hombres del mundo en cuanto se unen entre sí en sociedad y
trabajan, luchan y mejoran a sí mismos”. Hermosa definición que un moribundo Antonio
Gramsci (1891-1937), escribió para un niño: su hijo lejano apenas conocido. ¿Cuál habrá
de ser el objetivo que tenga esta historia? ¿Para qué servirá? Jóvenes voces, como la de R.
Gray, han contestado a ello de manera rotunda: “El objeto legítimo del conocimiento
histórico es de ayudar a la gente a comprender su situación haciéndole inteligible el
pasado”.
La historia de que se hable en estas páginas deberá reconocerse por estos dos signos:
porque se ocupa de los hombres en sociedad, de sus luchas y de su progreso, y porque su
finalidad es ayudarles a comprender el mundo en que viven, para que les sirva de arma en
sus luchas y de herramienta en la construcción de su futuro.
La respuesta parece sencilla: el protagonista de la historia es el hombre. Pero esta
aparente simplicidad oculta multitud de problemas. Las viejas crónicas solían estar
dedicadas a narrar las gestas de reyes y magnates. Éstos
eran los únicos hombres que contaban, puesto que se
suponía que con su actuación marcaban el rumbo de la
historia, en la que a los demás no les quedaba otro papel
que el de comparsas. Todavía sobreviven muchos rastros
de este mito. Uno de ellos es el hábito de dividir el tiempo
en reinados y dinastías, lo que presupone que la muerte de un soberano y el ascenso de
otro significan cambios fundamentales en el acontecer histórico.
Asimismo, existe la costumbre de relacionar los periodos de auge o decadencia con las
características personales de los monarcas. Así, en la historia de España, por ejemplo,
cabe señalar los Austrias decadentes del siglo XVII (Felipe III, Felipe IV y Carlos II), cuyos
defectos personales se pintan en un crescendo que concluye en Carlos II, al que se suele
caracterizar como un fantoche monstruoso. Tras ellos los Borbones activos y dinámicos
del siglo XVIII (Felipe V, Fernando VI, Carlos III, Carlos IV, puesto que Luis I apenas dejó
39
huella), a quienes se supone promotores de la renovación ilustrada. Sin embargo, el que
de estos cuatro Borbones los dos primeros acabaron locos y los dos últimos fuesen
hombres de corta inteligencia no parece haber servido para que reflexionen quienes creen
en un mito tan absurdo.
Con la desaparición de las monarquías absolutas y el paso de la responsabilidad del
gobierno de los reyes a sus ministros, el mito se adaptó formalmente, sin modificarse en
lo substancial. El papel que antes desempeñaban los soberanos se atribuye ahora a los
estadistas. La historia académica ha dedicado millares de volúmenes y toneladas de papel
a publicar las correspondencias de los grandes ministros de los siglos XIX y XX, a glosar
minuciosamente su actuación y escudriñar su biografía. Un ejemplo elocuente es el de
Klemens Metternich (1773-1859). La abrumadora
bibliografía que se le ha dedicado parece coincidir en la
suposición de que existió algo que puede denominarse
"La era de Metternich”: una etapa de la historia de
Europa que fue como el canciller austríaco quiso que
fuera. Que esta “era” acabara en un fracaso estrepitoso,
sin que ello se debiera a que otro gran estadista —un
anti-Metternich— triunfara sobre éste, sino al
surgimiento vigoroso del complejo de fuerzas sociales ligado a la Revolución de 1848, hace
difícil aceptar una simplificación tan grosera.
Sin embargo, uno de los últimos admiradores de Metternich, el estadunidense Henry A.
Kissinger (secretario de Estado), ha podido escribir “que los documentos de su periodo no
dejan duda acerca de que, durante más de una generación, en Europa no ocurrió nada
que no hubiese sido modelado por Metternich, directamente o a través de su oposición.
Esta ilusión de que el gran estadista forja la historia con sus manos parece animar
igualmente la acentuación diplomática de Kissinger, quien pretende representar la función
de un Metternich de la segunda mitad del siglo XX, dedicado, con su modelo, a practicar
una “política de conservadurismo en una época revolucionaria”.
Ni siquiera basta con conocer los actos públicos y el pensamiento político del estadista; es
40
necesario adentrarse hasta en su vida íntima. Gerald Brenan intenta explicar el “error” de
Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897) de lanzar a España a una guerra contra Estados
Unidos por el “deseo de honor, poder y gloria” que suscitó en el anciano estadista su
matrimonio con “una mujer joven y fascinante, de la que estaba muy enamorado". Si
Brenan hubiese ojeado la prensa española de la época hubiera advertido que este “error"
era compartido por la inmensa mayoría de los españoles, incluyendo los muchos que no
estaban casados con jóvenes hermosas y fascinantes.
Hace mucho tiempo que se oyen voces de protesta con la “historia de los reyes” (y sus
herederas directas, la historia de los “estadistas” y la de “los héroes"). A mediados del
siglo XVIII, Voltaire escribió al frente de su Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las
naciones: “El objeto de este tratado no es el de saber en qué año un príncipe indigno de
ser conocido sucedió a un príncipe bárbaro en una nación incivilizada. Si se pudiera
alcanzar la desdicha de meterse en la cabeza la serie cronológica de todas las dinastías, no
se habrían aprendido otra cosa que palabras”.
No es difícil darse cuenta de que esta historia que todo lo reduce a la actuación de los
primeros actores no es satisfactoria.
Lo que resulta más complejo es determinar cómo debe ser la que explique mejor las
cosas. Lo primero que advertimos es que el protagonista de que deberá ocuparse habrá
de ser, más que “el hombre”, “los hombres”. Pero este simple cambio de número no
resuelve el problema. Es evidente que ocuparse de “los hombres” no quiere decir
estudiar uno a uno los que vivieron en el lugar y el tiempo que tratamos de entender,
puesto que sería un objetivo inviable en la mayor parte de los casos. La alternativa
consistirá en estudiarlos colectivamente en la sociedad que forman. De ahí que la historia
que se contrapone a la de las grandes figuras se suele apellidar a sí misma “social”. Parece
evidente que el tipo de historia que buscamos, que puede tener interés y significado para
el hombre de la segunda mitad del siglo XX, deberá ser una “historia social”, pero lo que
no está claro es cómo hay que hacerla. La mayor parte de los libros que se
autodenominan de “historia social” son meras descripciones superficiales de las
costumbres y la vida cotidiana del pasado o, lo que es mucho peor, áridas transcripciones
41
de patrones sociológicos que pretenden ofrecernos, como dice H. Perkin uno de sus más
recientes cultivadores: “Una historia de la sociedad en cuanto sociedad, de la estructura
social en todas sus diversas y cambiantes ramificaciones”.
Otra acepción corriente de “historia social” es la que agrupa los estudios dedicados a los
humildes y a su actuación (los “movimientos sociales”), y
muy especialmente a los obreros y al sindicalismo. El
cultivo de este género de historia suele ser la respuesta
que los historiadores no integrados en los cuadros
académicos dan a un rasgo que desprecian en la ciencia
tradicional: la atención exclusiva a los gobernantes y a las clases dominantes. Es la
respuesta a la queja que Bertolt Brecht formulaba en sus versos, al explicarnos cómo “un
obrero lee historia”:
¿Quién construyó las siete puertas de Tebas?
Los libros están llenos de los nombres de los reyes.
¿Fueron los reyes quienes levantaron los pesados bloques de piedra?
Aunque este género de historia ha dado productos muy interesantes, de los que
hablaremos en otro lugar, conviene señalar que no basta con cambiar el protagonista
objeto del estudio para resolver las insuficiencias de la historia tradicional.
En realidad la mayoría de los cultivadores de estos temas han buscado en ellos una
justificación moral: la de no sentirse cómplices de una disciplina conservadora, puesta al
servicio del orden establecido. Esta justificación es válida y explica el creciente interés que
el estudio de la historia del movimiento obrero suscita entre los estudiantes
universitarios, pero a veces se pretende usarla para escamotear la existencia de unos
problemas teóricos que el historiador debe plantearse y tratar de resolver. La mayor parte
de los estudios que se dedican a estas materias no son más que transposiciones de los
métodos tradicionales de la historia política, sin más que cambiar los personajes de la
trama: el lugar que en los viejos libros se reservaba a los reyes y a las princesas, ahora lo
ocupan los dirigentes obreros; las páginas que se dedican a explicar una batalla o un
tratado, se consagran ahora a una huelga o un congreso sindical. Pero el cambio de
42
vestido no hace nueva a la historia vieja. Es un drama de Calderón de la Barca con
vestuario moderno. No es por este camino por donde parece que podremos llegar a
constituir una auténtica historia de la sociedad.
Sin embargo, muchos historiadores académicos ven con desagrado esta aparición, en el
primer plano, de “las masas”, de los pobres que jamás habían tenido un lugar en sus
libros, salvo para actuar como espectadores del triunfo o del fracaso de sus héroes, como
“pueblo” o “populacho” según estuviesen en favor o en contra de los principios
ideológicos sustentados por el autor de turno.
Es así como ha vuelto a plantearse el viejo e insustancial problema del papel del individuo
en la historia: la contraposición entre héroe y masa, a la que se viene dando vueltas una y
otra vez sin advertir que se trata de un falso dilema, puesto que el individuo y masa suelen
actuar en planos distintos. Las masas, los grupos sociales, tienen que ver sobre todo con
los cambios históricos a largo plazo; los individuos, con los acontecimientos concretos y
singulares. Son como la marea y la ola, que explican conjuntamente el avance del agua del
mar tierra adentro. Confundir los planos conduce a disparates como el de la vieja
afirmación de que si Cleopatra hubiese tenido la nariz más larga hubiera podido cambiar
el curso entero de la historia. Pero éste se halla integrado por múltiples elementos, regido
por demasiados factores, para que un hecho tan trivial y menudo pueda afectarlos a
todos.
Una Cleopatra de nariz excesivamente larga pudo haber cambiado en
algunos detalles la historia política de Egipto en su tiempo, e incluso,
aunque en menor grado, la de Roma. Pero se necesita tener una
imaginación enfermiza y muy poco seso para suponer que aquella
circunstancia pudo haber evitado la decadencia del Imperio Romano,
la crisis de la economía esclavista y subsiguiente aparición de la
sociedad feudal.
Por consiguiente, podemos llegar a una primera conclusión provisional: el protagonista de
la historia es el hombre en sociedad. Son los hombres agrupados en una colectividad que
43
incluye a los estadistas, lo héroes y los genios, pero también a los obreros, los campesinos
y los indígenas. Todos son actores, individualmente y en los grupos sociales en que se
integran y el objetivo de una historia renovada debe ser hablarnos de aquello que afectó al
mayor número posible de hombres: que marcó sus vidas y decidió sus destinos.
Con ello podemos pasar a un segundo problema. ¿De qué aspectos de la vida humana en
sociedad debe ocuparse la historia?
La historia tradicional tenía la vida política en el centro de su universo, ya fuese en la
forma de actividad guerrera, de las relaciones diplomáticas internacionales o, en el plano
nacional, de la evolución de las instituciones de gobierno y de la legislación. Batallas, leyes
y tratados constituían sus elementos fundamentales. A la vez que denunciaba la “historia
de los reyes”, Voltaire atacaba también la dedicación exclusiva de los historiadores a los
hechos políticos y militares, proclamando: “Una esclusa del canal que une los Dos Mares,
un cuadro de Poussin, una bella tragedia... son cosas mil veces más preciosas que todos
los anales de la corte y todas las relaciones de campañas militares”
Pero la “historia de la cultura” que surgió de esta condena moral resultó ser tan
minoritaria y restringida como la otra, puesto que la cultura
que estudiaba era la de las clases dominantes. ¿Cómo vamos
a comprender las sociedades del pasado a través de su
cultura escrita, si hasta mediados del siglo XIX, por lo menos,
estas sociedades incluían un 80 a 90 por ciento de
analfabetos? E, incluso, de esta cultura escrita, tan sólo su
estrato superior, el más minoritario, recibe la atención de los
investigadores. Lo que solemos llamar "arte popular” o
“literatura popular" que en muchas ocasiones sólo quiere
decir “producido para el pueblo” recibe una atención secundaria, como un fenómeno
44
pintoresco que se considera con la misma condescendencia que reservamos para las
culturas de los pueblos primitivos que todavía existen. Por otra parte, esta historia de la
cultura de las minorías dirigentes pretende, por lo general, explicarse a sí misma, sin
recurrir a otros datos de la actividad social. Una obra literaria se explica por sus
antecedentes literarios, por las obras que se han escrito con anterioridad y que han
podido influir sobre el autor; una teoría científica es el resultado de la evolución
autónoma del pensamiento científico, hija de otras teorías del pasado.
Así se explica que estas tendencias hayan podido conducir a las posiciones extremas como
las de George A. Sarton (1884-1956), que se proponía crear una “historia espiritual de la
humanidad” integrada por las historias de la ciencia,
del arte y de la religión, y completamente
desvinculada de la “historia material”, de los hechos
terrenales de la vida del hombre: de su nacimiento y
de su muerte, de la lucha por la existencia y el
combate para conseguir un mundo más justo; en fin, de todo aquello que constituye la
esencia misma de lo humano. Por bien intencionados que fuesen los propósitos que
movieron a algunos investigadores a desviar su atención de las guerras y los tratados para
fijarla en los hechos culturales, resulta evidente que no era éste el camino para llegar a
una historia auténticamente social.
Si lo que se pretendía era combatir a quienes se dedicaban al elogio sistemático de los
conquistadores guerreros o a la justificación del sistema político establecido, la respuesta
correcta era fomentar un estudio crítico que ayudara a los demás a comprender qué
representaban estos conquistadores y qué intereses concretos habían inspirado el sistema
político; no la de refugiarse en un inocuo elogio de las artes y las letras.
A su modo, el silencio era también una forma de complicidad, por lo cual no ha de
extrañarnos que la “historia de la cultura” haya resultado una disciplina fundamental,
minoritaria y conservadora, que no suele ofrecer respuestas válidas a quienes buscan
explicaciones para comprender el mundo en que viven.
45
Más interesante parecía ser el análisis de la evolución de la economía, puesto que
refiriéndose a la subsistencia humana, su campo de estudio abarca la totalidad de los
hombres, con lo que resulta mucho más “social” que las historias de la política o la cultura.
Pero los historiadores de la economía cayeron en vicios que frustraron cualquier
posibilidad de renovación. No se interesaron por los hombres que intervenían en los
hechos económicos, sino por estos hechos en sí mismos.
Así, al perder de vista su protagonista real, el estudio de la historia de la economía se
convertía en un esfuerzo erudito para investigar cómo habían evolucionado la industria o
el comercio, la agricultura o la banca, como si tales fenómenos pudieran desligarse de los
hombres que los habían producido.
De este modo surgieron montones de monografías dedicadas a contar la epopeya del
vapor y de las máquinas que habían transformado el mundo y grandes interpretaciones de
la industrialización, donde el crecimiento económico
parece ser una consecuencia de la disponibilidad de
unos capitales, de unas técnicas o de unos mercados,
pero en las que apenas se hace referencia a los
beneficios de los empresarios, a los salarios o a las
condiciones de trabajo de los obreros. Stefano Merli
denunciaba recientemente que los cultivadores de la vieja historia ético-política se habían
pasado al estudio de las estructuras y del desarrollo industrial —entendidos en la forma
abstracta de una actividad en la que los hombres no son más que un número, un dato
estadístico más con el objeto de justificar la racionalidad del desarrollo capitalista y dar
una base de previsión a la programación económica.
Esta concepción de la historia de la economía estaba en estrecha relación con la evolución
que había seguido la teoría económica, convertida en un cuerpo de doctrina puro que
rechazaba de su seno todo lo que pudiera parecer factores perturbadores de índole
político social. Sólo que, a partir de la Segunda Guerra Mundial, y enfrentándonos con el
46
problema de la pobreza en el mundo, los economistas han tenido nuevamente que echar
mano de estos datos externos a la economía.
Han descubierto o redescubierto que una economía funciona dentro de una sociedad, y
que no puede explicarse aislada de ella. Han vuelto sus ojos a la historia, como fuente de
enseñanza para comprender el subdesarrollo.
Así K. Griffith ha podido decir que “sólo mediante un examen de las fuerzas de la historia,
es decir, de la utilización histórica del poder, tanto político como económico, podrá
obtenerse una visión profunda del origen del subdesarrollo”. A estas nuevas
preocupaciones de la teoría económica, tendrá que responder una orientación renovada
de la historia económica o, mejor dicho, de una historia que no podrá ser meramente
económica, sino que tendrá que abrirse a todas las dimensiones del hombre.
Ejemplo de esta nueva forma de ver y comprender el pasado humano es lo que Pierre
Vilar ha llamado una “historia total” aunque tal vez fuera mejor calificarla de
“integradora” para poner de relieve que no se trata de fabricar una síntesis universal de
todos los datos que definen la evolución de una sociedad, sino de partir de un terreno
concreto, de un aspecto definido de esta compleja realidad global (por ejemplo, del
estudio de la política, de la economía o de la cultura), pero no con la ambición de integrar
en este estudio los datos de otros terrenos, para ayudarnos a comprender mejor al
hombre y las sociedades humanas.
Admitir que puedan contraponerse, como disciplinas separadas y en cierto modo
antagónicas, una historia política y otra económica, por
ejemplo, es ignorar que economía y política se condicionan
estrechamente; la consecuencia será que estas historias
resulten de corto alcance y nos expliquen muy
superficialmente los acontecimientos de que se ocupan.
Porque el hombre no puede definirse por sus actitudes políticas, por su actividad
económica o por su bagaje cultural; la vieja historia tradicional que aislaba rigurosamente
cada uno de estos aspectos (o que a lo sumo, añadía unos gramos de condimento
47
económico y cultural al guiso político), no puede servirnos para comprenderlo: no sirven
para entender por qué y cómo evolucionan las sociedades humanas.
Sin embargo, en estas últimas palabras se encierra un nuevo problema. El de aclarar si es
lícita la pretensión de llegar a conocer el porqué de la evolución histórica: la búsqueda de
unas causas, de unas leyes que rigen el curso de la historia... De lo dicho hasta ahora se
puede deducir que el estudio histórico de las sociedades humanas no podrá reducirse a
una mera suma de los estudios aislados de la demografía, la economía, la organización
política y la cultura. Lo que nos interesa no es la simple agregación de estos elementos,
sino la unidad que forman conjuntamente, el resultado de sus interacciones...
Hemos llegado así al final del recorrido, de manera tal vez un tanto atropelladas, tomando
en ocasiones atajos arriesgados para poder completar un camino tan largo en un tiempo
breve.
Hemos partido de las ruinas de una historia caduca y vacía de sentido para trazar las
líneas generales del proyecto de una historia nueva.
Si algo pretendimos dejar en claro, es que ésta
tendrá poco que ver con aquélla. Que no será ciencia
del pasado, sino ciencia del hombre. Que su materia
de estudio son las sociedades humanas, los hombres
en colectividad, de manera que o es historia social o no es nada. Que, aunque la
investigación se practique habitualmente en campos sectoriales y acotados —el de la
política, el de la economía, de la cultura— no hay historia política ni económica, ni de la
cultura, sino simplemente historia, puesto que su misión es la de integrar aquellas piezas
fragmentarias en una imagen global, y sus explicaciones sólo pueden tener pleno sentido si
se refieren a la sociedad en su conjunto. Y, finalmente, que su objetivo no es satisfacer
nuestras curiosidades ni enriquecernos culturalmente, sino averiguar cómo funcionaron las
sociedades en el pasado para que podamos entender cómo lo hacen hoy: ayudar a la
gente a comprender su situación, haciéndoles inteligible el pasado.
48
En este sentido continúan siendo plenamente válidos, aunque haya cambiado la manera
de entenderlos, los propósitos de la vieja historia humanista que Luis Cabrera de Córdoba
(1559-1623), expresaba así: “El que mira la historia de los antiguos tiempos atentamente y
lo que enseñan guarda, tiene luz para las cosas futuras, pues una misma manera de
mundo es toda”.
No dudo de que serán muchos quienes encuentren razonables estos planteamientos y se
pregunten cómo es posible que esta historia que en sus líneas esenciales data ya de hace
más de un siglo no se haya impuesto a la tradicional y académica, que sobrevive
dominante sin haber hecho otra cosa que disimular los achaques de su decrepitud con
afeites de modernidad. La explicación hay que buscarla fuera del campo de lo científico.
La historia académica ha seguido desempeñando hasta hoy su papel en la defensa y
conservación del orden establecido, bien sea contribuyendo a fabricar el repertorio de
mitos con los que se trata de lograr que los hombres acepten sin reflexión las formas de
organización social en que viven, bien limitándose a practicar una erudición inocua que, al
desviar la atención del mundo que rodea al historiador, sirva por lo menos para
neutralizar a quienes no aceptan de buen grado una colaboración más decidida. Frente a
ella, la historia nueva pretende convertirse en instrumento de comprensión y de crítica, no
para inculcar a los hombres unos nuevos ideales en sustitución de los viejos, sino para
enseñarles a usar sus ojos y su cerebro a examinar las cosas por sí mismos, a juzgar por su
cuenta y elegir su camino conscientemente. Por tanto, no es de extrañar que quienes
tienen como objetivo supremo la preservación a toda costa de lo establecido, la combatan
como algo peligroso y subversivo.
La lucha contra la historia que quiere contribuir a proporcionar una visión crítica de la
sociedad se ha llevado a cabo de maneras muy diversas. En los casos extremos se le
denuncia y condena abiertamente, en otros, se la silencia, marginándola de los ámbitos
académicos y segregándola cuidadosamente de la historia “respetable”. Una forma de
ataque más sutil es la que practican quienes, llamando la atención sobre las
imperfecciones de un cuerpo de teoría todavía en formación, pretenden deducir de ahí la
imposibilidad de que jamás pueda hacerse una historia con un contenido teórico
49
relevante. Que este género de argumentos no tienen otro objeto que el de cubrir con una
hoja de parra, pretendidamente científica, unas actitudes hostiles que tienen un origen
nada científico, lo demuestra el hecho de que los denunciadores de la “miseria del
historicismo” ataquen casi exclusivamente aquel tipo de historia, que puede amenazar el
orden social en que se encuentran integrados. El historiador sabe mejor que nadie que la
ciencia en que trabaja se encuentra todavía en formación pero sabe también que ello no
ha de moverle a abandonarla, sino a trabajar redobladamente en su perfeccionamiento.
Hacer frente a tantos obstáculos e inconvenientes no es fácil, y son muchos los que
acaban rindiéndose, o tratan de adaptarse para sobrevivir. El historiador sabe que se
espera de él o un apoyo entusiasta, o cuando menos, que se dedique a practicar una
erudición inofensiva, empleando un instrumental que se enriquece día a día —datación
por el radiocarbono, arqueología industrial, aplicación del ordenadora los datos sociales,
uso de modelos econométricos, etcétera— y que le puede dar una sensación de solidez y
seriedad científicas.
¿Quién se va a atrever a llamar tradicional o anticuado a un historiador que trabaja con
ordenadores? Si se contenta con esto, podrá obtener un lugar remunerado en los
escalafones y se le considerará con respeto en la comunidad
académica. Nadie le discutirá la validez de su inútil trabajo y
hasta se le alabará porque contribuye a adornar la cultura de
nuestro tiempo con sutiles observaciones acerca de la
esencia de lo humano. Animal domesticado, si se deja cortar
las uñas tendrá asegurada su pitanza cotidiana.
Sin embargo, cada día que pasa, son más los que no aceptan el trato y optan por
seguir trabajando en la difícil elaboración de una ciencia histórica que sirva para entender
el presente, desafiando los ataques y condenas de unos y otros, ya se hagan en nombre de
la ciencia, o, sin tapujos, en el de la mera salvaguarda de los valores establecidos. Tienen
que enfrentarse a sus propios colegas historiadores para ayudar a los hombres a
desembarazarse del peso de unas interpretaciones del pasado que actúan como un lastre
que les dificulta el ejercicio de sus propias capacidades de comprensión. Tiene que aclarar
50
sus posiciones respecto de otras ciencias sociales —economía, sociología, etcétera— para
mostrar que ni pretende competir con ellas ni acepta someterse a su tutela. Su tarea es
distinta, puesto que consiste en totalizar: en reunir los análisis sectoriales de la sociedad
para construir una imagen global, con lo económico, lo político, lo cultural, lo artístico...
debe mostrarnos a los hombres en toda la complejidad de sus dimensiones desde sus
trabajos hasta sus sueños. Nadie más que él puede hacerlo; ninguna otra tarea puede
serle más propia. Su historia tendrá que hablar a los hombres “de todos los hombres del
mundo en cuanto se reúnen en sociedad y trabajan, luchan y se mejoran a sí mismos”, y
deberá hacerlo para ayudarlos a mejorar. Tendrá que ser, como decíamos al principio,
arma para sus combates de hoy y herramienta para la construcción de su futuro. Sólo así
podrá convertirse en esperanza.
Debe saberse que la historia es, en realidad, información, y acerca de la organización
social humana que, a su vez, es lo mismo que la civilización mundial. Trata de las
condiciones que afectan a la naturaleza de la civilización, como, por ejemplo, el salvajismo
y la sociabilidad, los sentimientos de grupo y las distintas formas en que un grupo humano
alcanza superioridad sobre los otros. Trata de la autoridad real y de las dinastías que
resulten y de los diversos rangos que existen entre ellas. También de las distintas clases de
ocupaciones lucrativas y de las maneras de ganarse la vida, con las ciencias y los oficios
que los seres humanos buscan como parte de sus actividades y esfuerzos, y de todas las
instituciones restantes que se originan en la civilización por su propia naturaleza.
95
51
Al que me referiré en primera persona si ustedes me lo permiten, del que salí a los doce
años de edad para incorporarme a la segunda urbe de la república
mexicana por siete años, y a la ciudad hoy más poblada del mundo
por treinta y tres, era visto por la gente de corte urbano, como
todas las poblaciones chicas, con un dejo peyorativo. Los oriundos
de la comunidad de San José de Gracia no escapaban a la regla de
ser objeto de desdenes y chistes. Yo lo fui al llegar tocado con gorra
a una escuela de Guadalajara en una época fanáticamente
sinsombrerista y al hacer uso de una lengua paya, pueblerina.
Logré deshacerme del sombrero con rapidez y me hice de palabras y gestos gentiles que
me permitieron compartir pasablemente con profesores, profesionistas, políticos y
potentados de la urbe, y cuando ya iba muy adelantado en el camino de la urbanización
empecé a percibir que los valores de la gente campesina dejaban de ser asunto de la
humorística, eran cada vez menos el hazmerreír de los citadinos. Quizá hayan colaborado
a convertir en meritorio lo poco antes desdeñable de las películas pobladas de charros
cantores y novias hacendosas, la radiodifusión de corridos y de canciones rancheras, las
novelas de asunto rural que culminan en Pedro Páramo de Juan Rulfo y las actividades
étnicas del INAH y del INI, instituciones fundadas en 1939 y 1948 respectivamente.
Aunque las modas del cine de jinetes, la radiodifusión de canciones folclóricas y las
novelas de tema rústico pasaron relativamente pronto, los estudios académicos sobre la
vida mexicana rústica y semiurbana han seguido multiplicándose. Son cada vez más
numerosas las monografías de comunas indígenas hechas por antropólogos sociales. Son
cada vez más apreciadas las historias pueblerinas escritas por aficionados y mejor 7 Luis González, “Microhistoria y ciencias sociales" (fragmentos), Ponencia presentada en el XLV Congreso de Americanistas, celebrado en
Bogotá, Colombia, del 1 al 6 de junio de 1985 y publicada en Invitación a la Microhistoria, México, FCE/CREA, 1986, pp. 117-135.
95
52
acogidos los historiadores profesionales que consideran historiable la trayectoria de los
miles de microcosmos de la república mexicana. Por distintos conductos se produce la
revalorización académica de los pueblos. Mi pueblo, mi San José de Gracia, antes ignorado
o visto peyorativamente llega a ser tema de debate intelectual en universidades de
México, San Diego de California, Maracaibo, Madrid, San Juan de Puerto Rico y Bogotá. Mi
pueblo, en su papel de asunto, le ha acarreado miles de lectores a Pueblo en vilo, el
volumen que escribí en 1967, cuando todavía el interés por las mini sociedades no se
volvía torrencial. Ahora lo es, y las preguntas sobre la mente, el método y la situación
micro historiográfico me son planteados con frecuencia. A las preguntas respondo, para
empezar, con la definición del microcosmos social objeto de la microhistoria. Suelo decir:
terruño, parroquia, municipio o simplemente mini sociedad sólo sabría definirlos a partir
de mi patria chica o matria.
Desde esta perspectiva los veo como pequeños mundos que no cesan de perder, en estos
tiempos de comunicaciones masivas y transportes
rapidísimos, sus peculiaridades. Quizá desaparezcan
en un futuro próximo, pese a la revalorización de
que son objeto. Ahora todavía conforman a la mitad
de los habitantes de la república mexicana y a diez
millones de mexicanos que han sufrido el doble
destierro de su matria y de su patria, de su terruño y su nación como los que trabajan en
tierras estadunidenses. Hasta hace poco, no más de treinta años, la gran mayoría de la
gente mexicana provenía de sociedades pueblerinas o terruños que ofrecían como
características más visibles y comunes las siguientes:
Un espacio corto, abarcable de una sola mirada hecha desde las torres de la iglesia
pueblerina o desde la cumbre del cerro guardián. Los terruños de mi país son trozos de
tierra de quinientos a mil kilómetros cuadrados que suele equivaler a un municipio o una
parroquia. Este ámbito es unas diez veces más corto que una región y cincuenta veces más
chico que el promedio de los estados de la república mexicana. En ésta caben dos mil
95
53
trescientos setenta y ocho patrias chicas o municipios, distinguibles entre sí pese a tener
todos ellos muchos rasgos comunes.
La población de la gran mayoría de los municipios mexicanos no suele ser numerosa. Por
decir algo, el noventa por ciento de los municipios de la república mexicana rara vez pasa
de los quince mil o veinte mil habitantes; en parte juntos en el pueblo o la villa, y en parte
dispersos en el campo, todos en estrecha relación con el ambiente físico, ya por prácticas
agrícolas o ganaderas, ya por el afecto. Los vecinos de una comunidad pequeña,
parroquial, no sólo viven de actividades campestres, sin ruido de máquinas ni vistosos
anuncios mercantiles. También se sienten emotivamente unidos a su tierra. Los lugareños
hablan de ¡mi tierra! entre signos de admiración. En el destierro, la fijación afectiva al
terruño es mayor. En cualquier tertulia de gente pueblerina que se ha ausentado de su
pueblo se cae en la canción nostálgica y en la conversación sobre el paisaje nativo y el
deseo de volver al regazo maternal de la tierra propia, ya para morir allí o ya para hacerla
florecer de nuevo. Cada municipio de la especie pequeña posee sus límites
administrativos que lo separan de otros; cada uno suele tener su pueblo y sus rancherías;
en todos pulula una población corta, unos miles de seres humanos que se conocen entre
sí, que se llaman por su nombre y apellido o por su apodo. En sentido estricto, la sociedad
municipal no es de ninguna manera anónima como la de las urbes. En uno a uno de los
pueblos cada quien conoce a su vecino y muchas veces lo unen a él vínculos de sangre.
Hay tierrucas, como la mía, donde todos los vecinos son parientes, donde va uno por la
calle diciéndoles a los que encuentra: “Buenos días, tío” “quihubo, primo”, “ándale,
sobrino”... En ningún terruño se da el caso
extremo a que alude el aforismo (“entre sí
parientes y enemigos todos”), pero no son raras
las enemistades entre parroquianos que
desaparecen y se mudan en amistad cuando los
distanciados llegan a coincidir en el mismo
destierro. En las comunidades pequeñas, las ligas de orden social son poco acusadas en el
95
54
orden económico y mucho en el orden sanguíneo. En cuestión de discordias, la lucha entre
familias le hace sombra a la lucha de clases.
No en todos los terruños mexicanos existe o ha existido un mandamás o cacique, pero sí
en la enorme mayoría. En pocos municipios el presidente municipal y los munícipes son
las verdaderas autoridades. Los ayuntamientos suelen ejecutar las órdenes del líder
comunitario que ha conseguido imponerse a sus
coterráneos ora por ascendencia moral, como sucede
con los curas caciques, ora por su poderío económico o
su fuerza física como es el caso del don Perpetuo, el de
las caricaturas de Rius. Es raro el terruño (y lo era más
en el pasado inmediato) sin templo parroquial, sin
palacio municipal y sin mandamás. Este, por supuesto, casi siempre en buenas relaciones
con una élite en la que no faltan el todista, el mentiroso, los ricos y los viejos de la comuna
mayor y de las rancherías.
Sería exagerado decir que en cada parroquia o municipio imperan valores culturales
totalmente propios, una filosofía y una ética diferente, o si se quiere, una distinta visión
del mundo. Con todo, en tratándose de México, es posible escribir ampliamente de las
culturas locales, de los valores que le dan sentido y cohesión a cada uno de los tres mil de
la república. Lo común es encontrar comunidades con sus propias maneras de dar gusto al
cuerpo, sus propios comestibles y fritangas. En la mayoría de estas células de la sociedad
mexicana hay matices éticos o costumbres que las diferencian de sus vecinas. Cada
terruño de México tiene su liturgia específica para mantener providente y amigo a su
patrono celestial, a su santo patrono. Cada una de las miles de las fiestas patronales que
se celebran en México tiene su modo particular de ser. Lo mismo puede decirse de las
artesanías locales.
Ignacio Ramírez, el hombre de la Reforma liberal de México cuya perspicacia no se pone
en duda, llegó a decir que México no era una nación sino un conjunto de naciones
diferentes. Afirmar de México que es un mosaico multicolor suena a verdad de a kilo. No
95
55
es necesario insistir en la oscura troceada de México, en los miles de Méxicos, en “many
Mexicos”, en multi-México, en un país altamente plural desde antes de la conquista
española y confirmado en su multicolorismo por esa conquista. Los españoles que forjaron
la nacionalidad mexicana provenían de un país que era suma de muchas particularidades,
de muchos compartimientos estancos.
En México, y no sólo en él, el terruño (espacio abarcable de una sola mirada, población
corta y rústica, mutuo conocimiento y parentesco entre los pobladores, fijación afectiva al
paisaje propio, régimen político patriarcal o caciquil, patrono celeste y fiesta del santo
patrono, sistema de prejuicios no exento de peculiaridades) el terruño también llamado
mi tierra, el municipio, la parroquia, el pueblo y la tierra, fue en la época pre capitalista,
desde la dominación española hasta el ayer de los días del presidente Cárdenas, una
realidad insoslayable y todavía lo es en menores proporciones. Los esfuerzos de la
modernización no le han quitado a México su naturaleza disímbola. Es un país de entrañas
particularistas que revela muy poco de su ser cuando se le mira como unidad nacional;
hay que verlo microscópicamente, como suma de unidades locales, pero sin dejar de
atender a esas otras unidades de análisis que son la región, el estado y la zona. En pocos
países del mundo, como en México, se justifica el análisis micro histórico.
Como método para dar con la clave de una nación. En 1971 propuse la microhistoria para
el multi-México, y catorce años después, sigue válida a mi modo de ver, la propuesta,
aunque con variantes en su formulación. Entonces
tenía vagos los conceptos de terruño y microhistoria.
No se me alcanzaba la diferencia entre la breve
comunidad del terruño donde predominan los lazos
de sangre y de mutuo conocimiento y la mediana
comunidad de la región donde son particularmente
importantes los lazos económicos. No distinguía a plenitud entre un pueblo, cabeza de
95
56
una tierruca y una ciudad mercado, núcleo de una región. Por lo mismo, confundía la
historia regional con la historia parroquial. A una y otra las llamé microhistoria o historia
matria.
El término de microhistoria —pienso hoy— habrá que reservarlo para el estudio histórico
que se haga de objetos de poca amplitud espacial. Es un término que debería aplicarse a
la manera espontánea como guardan su pretérito los mexicanos menos cultos, mediante
la historia que se cuenta o se canta por los viejos en miles de terruños. El papá grande de
la microhistoria que se postula aquí en el papá grande de cada pueblo que narra con
sencillez, a veces en forma de canción o corrido, acaeceres de una mini comunidad donde
todos se conocen y reconocen.
De la microhistoria contada o cantada por los “viejitos” se suele pasar a la microhistoria
escrita por los muchos aficionados o “todistas” pueblerinos. En México abundan las
historias parroquiales escritas por gente de
cultura general. Se trata de micro historiadores
sin contacto con la vida universitaria que sí en
vigorosa comunicación con la vida lugareña. No
frecuentan aulas, pero sí cafés y bares. Por lo
demás, es difícil definirlos porque a la
microhistoria acude gente de muy distinta condición. Y sin embargo, es posible rastrear en
ellos algunos rasgos comunes: la actitud romántica, entre otros. Lo he repetido muchas
veces y lo hago una más. “Emociones que no razones son las que inducen al quehacer
micro histórico. Las microhistorias emanan normalmente del amor a las raíces”, el amor a
la madre. “Sin mayores obstáculos, el pequeño mundo que nos nutre y nos sostiene se
transfigura en la imagen de la madre... Por eso, a la llamada patria chica le viene mejor el
nombre de matria”, y la narrativa que reconstruye su dimensión temporal puede
decírsele, además de microhistoria, historia matria. En la gran mayoría de nuestros
cronistas locales anida el “mamaísmo”, la '‘mamitis", el amor impetuoso al ámbito
maternal. El micro- historiador espontáneo trabaja “con el fin, seguramente morboso de
95
57
volver al tiempo ido, a las raíces, al ilusorio edén, al claustro del vientre materno”.
Con todo, al micro historiador edípico no solía desdeñársele por eso. Si los científicos
sociales lo han mirado como al pardear es porque se ocupa de nimiedades e hilvana sus
relatos con poco oficio. Quizá sólo cursó la primaria. Quizá sea profesionista, pero no
historiador con título. Normalmente le falta tesitura intelectual; no posee la teoría de su
práctica. “Con mucha frecuencia ignora las fuentes de conocimiento histórico” y no sabe
hacer acopio de fichas. También padece de mucha credulidad y poca pericia crítica. Sus
libros están generalmente hartos de amor al terruño y ayunos de investigación rigurosa.
Por su poco oficio, cae con frecuencia en el vicio de la hybris, rebasa la medida de la razón.
Según Leuilliot: “El micro historiador tiende a desbordarse, en lugar de restringirse a un
tema. No dudará en meter una digresión, a menudo muy erudita, en una monografía
aldeana; no eliminará, sistemáticamente, todo lo que pueda aparecer sin relación con su
tema... Lo multidisciplinario se
realiza vigorosamente en los
cronistas”. Casi todos muestran
una enorme capacidad para
referirse a todo y una soberana incapacidad de síntesis. Sus obras suelen ser verdaderos
mazacotes; libros de todas las cosas y de algunas más.
Pero la historiografía parroquial o microhistoria no está comprometida con la impericia
hasta el grado de no poder superarla. No es esencial en la microhistoria el ser simple
enumeración de hechos y el no saber esculpir imágenes internas del pasado, acopiar
pruebas, hacer crítica de monumentos y documentos, percibir las intenciones de la gente
y realizar, como mandan los manuales de metodología científica, las operaciones de
síntesis. De hecho, ya se está haciendo una microhistoria de carácter científico, guiada por
el criterio de la veracidad de los hechos y la comprensión de los hacedores.
La nueva microhistoria sale al encuentro de su pequeño mundo con un buen equipo de
preguntas, programa, marco teórico, ideas previas y prejuicios, y en definitiva, con una
imagen provisional del pasado que se busca. El nuevo micro historiador, el que ha recibido
95
58
formación universitaria para investigar lo pasado, se somete a rigores de métodos más
penosos en algunas etapas del viaje, que los padecidos por quienes practican las demás
historias. En la etapa heurística, de aprendizaje para uno mismo, de acopio de
información, la especie micro histórica está sujeta a leyes más ásperas que las demás
especies metidas en la averiguación del pasado.
La gente encopetada y los hechos de fuste, asunto de las macro historias tradicionales, ha
dejado muchos testimonios de su existencia, no así la gente humilde y la vida cotidiana,
objetos de la microhistoria. Por lo mismo, ésta se ve obligada a echar mano de pruebas
vistas desdeñosamente por la grande y general historia. La micro se agarra de luces tan
mortecinas como las proporcionadas por las cicatrices terrestres de origen humano; por
los utensilios y las construcciones que estudian los arqueólogos y por la tradición oral,
cara a los etnólogos. Echa mano también de papeles de familia (cartas privadas y
escrituras contractuales); registros eclesiásticos de bautizos, confirmaciones, matrimonios,
pago de diezmos y muertes; registros notariales de compra-venta, disposiciones
testamentarias y tantas cosas más; censos de población y de índole económica; informes
de curas, alcaldes, gobernadores y otras personas que sirven de enlace entre el poder
municipal y los poderes de mayor aliento. La micro- historia que se ha venido haciendo en
México en los últimos años se sirve también de libros de viajeros, de crónicas periodísticas
y de las relaciones hechas por historiadores aficionados. El micro historiador ha de hacer
grandes caminatas o investigación pedestre, larguísimos sentones en archivos públicos y
privados y en bibliotecas.
La microhistoria puede ofrecer una información abundante y firme si los investigadores
tienen la paciencia del santo Job y la múltiple sabiduría del rey Salomón. El micro
historiador recibe ayuda de un numeroso ejército de archiveros, bibliógrafos,
numismáticos, arqueólogos, sigilógrafos, lingüistas, filósofos, cronólogos y demás
profesionales de las disciplinas auxiliares de la historia. El micro historiador, en las
jornadas de recolección y de crítica de documentos, se rasca generalmente con sus
propias uñas; establece sólo o con pocos auxilios, la autoría, la integridad, la sinceridad y
95
59
la competencia de documentos y reliquias. Un buen micro historiador, don Rafael
Montejanoy Aguiñaga, escribe: "Los historiadores de provincia (los ocupados en historias
locales) somos ermitaños reclusos en las cavernas de una problemática muy dura... En
nosotros se ha hecho verdad lo que cantó Machado: 'Caminante: no hay camino, se hace
camino al andar’
El micro historiador llega a lo micro histórico al través de un arduo viacrucis cuya última
estación es la hermenéutica o comprensión de los fines de los seres humanos. El
historiador de grandes hazañas nacionales cumple si explica los hechos por causalidad
eficiente, y el que traza las líneas del devenir del
género humano satisface a sus lectores si acude a la
explicación formal, si se saca de la manga leyes del
desarrollo histórico. El micro historiador, para cumplir
con sus antepasados y con los lectores de la
comunidad que historia, requiere ser comprensivo;
necesita comprender por simpatía a hombres de otras épocas; se ve obligado a
someterlos a juicio a partir de los ideales de la gente que estudia. La microhistoria más
que al saber aspira al conocer. El relato micro histórico comporta, por definición, la
comprensión de los actores.
La historia matria, más que por la fundación de la comunidad que estudia, se interesa en
los fundadores y el sentido que le dieron a su obra. En un nivel microscópico de
historización cuentan sobre todo los seres humanos y sus intenciones. En una tarea que es
parte del culto a los ancestros, es más importante revivir difuntos que hacer la simple
enumeración de sus conductas o el establecimiento de las leyes de su devenir. El saber
micro histórico se dirige al hombre de carne y hueso, a la resurrección de los antepasados
propios, de la gente de casa y sus maneras de pensar y vivir. Por otra parte, la
microhistoria se interesa en todos los aspectos de las mini sociedades. La historia sin más,
y sobre todo en los tiempos que corren, pretende ser científica hasta en las etapas de
regreso del fondo histórico. Mientras la macro intenta descubrir leyes causales, la
95
60
microhistoria se reduce al desentierro de hombres de estatura normal y de comunidades
pequeñas. Para conseguir la resurrección del mejor modo posible, no se requiere de
ayuda científica y sí de los auxilios del arte. La micro se comporta como ciencia cuando va
hacia lo histórico y como arte de su regreso de lo histórico. La microhistoria no se ha
academizado hasta el punto del aburrimiento. Exponer la historia concreta es siempre de
algún modo contar historias interesantes, narrar sucedidos a la manera como lo hacen de
viva voz los cronistas del común. La microhistoria, cuyo principal cliente es el pueblo raso,
ha de comunicarse en la lengua de la tribu, en el habla de los buenos conversadores. Por
el uso de un lenguaje accesible y sabroso la microhistoria no va a ser excluida.
A las que pretende con igual derecho que la economía, la sociología, la demografía, la
jurisprudencia, la ciencia política y las demás historias. Si las ciencias sistemáticas del
hombre no son susceptibles de expresiones tan cálidas e interesantes como las de la
narración micro histórica, no es porque sean más científicas, que sí menos humanas.
Como el quehacer micro histórico suele estar saturado de emoción, se expresa, de modo
natural, en forma grata, artística, atrayente, no árida y fría como la expresión de asuntos
ajenos al prójimo; tampoco retórica, cursi, que es la manera de expresar la falsa emoción.
La historia matria exige un modo de decir hijo del sentimiento.
La microhistoria es la menos ciencia y la más humana de las ciencias del hombre. Su
antípoda es la economía. Si no me equivoco, la economía se aleja cada vez a mayor
velocidad del hombre de carne y hueso. La más joven de las ciencias humanas se fue del
hogar, concretamente de la cocina, antes que los otros saberes de pretensión
humanística. Tras la ciencia económica marcha la sociología que ocupa un sitio intermedio
entre la muy matematizada economía y la antropología social. Aunque ésta se niega a
permanecer en la simple descripción de costumbres lugareñas o regionales, aún no se
remonta al cielo de las teorías. La reflexión política o politología también mantiene los
pies en la tierra.
95
61
La historia local o del terruño, la microhistoria; es una ciencia de lo particular anterior a
cualquier síntesis. Es una disciplina que arremete contra las explicaciones al vapor. Es el
aguafiestas de las falsas generalizaciones. Siempre da lata. Siempre le busca excepciones a
la teoría que esgrimen las demás ciencias del hombre. Su principal ayuda a la familia de las
humanidades es la de poner peros a las simplificaciones de economistas, sociólogos,
antropólogos, politólogos y demás científicos de lo humano, de un asunto tan completo
que se presta poco a generalizaciones. La micro- historia sirve antes que nada para señalar
las lagunas en los territorios de las otras ciencias sociales.
Tiene también una función desmitificadora cuando irrumpen en el mundo del
conocimiento las pseudociencias. En México es muy frecuente la inclinación a sacralizar
los mitos provenientes de los países poderosos. Con bastante frecuencia esgrimimos
filosofías que pretenden sustituir la observación. Mediante diversos trucos de propaganda
se nos da gato por liebre, ideología en vez de ciencia. Para evitar ser víctimas de los
impostores también se recomienda, como preventivo, la microhistoria.
Y ya puesto en este plan de doctor pedante y soporífero, diré que no sólo sirve para
rectificar y desmentir. También nutre y no únicamente cura. Cuida de caer en la excesiva
confianza a que conduce la ciencia, pero también proporciona conocimiento científico.
Muchos científicos sociales le conceden un valor ancilar; en primer término, los micro
historiadores. Don Alfonso Reyes le escribía a don Daniel Cosío Villegas: “Es tiempo de
volver los ojos hacia nuestros cronistas e historiadores locales... Muchos casos nacionales
se entenderían mejor procediendo a la síntesis de los conflictos y sucesos registrados en
cada región” y en cada terruño. Al valor ancilar, de criada, a la microhistoria se refieren
también diversos estudios de la naturaleza humana. No pocos profesionales de las
disciplinas que tienen por asunto al hombre juzgan que la mejor manera de conseguir una
imagen redonda de la grey humana en su conjunto es el estudio de principio a fin de una
pequeña comunidad de hombres.
Lucien Febvre escribe: “Nunca he conocido, y aún no conozco, más que un medio para
comprender bien, para situar bien la historia grande. Este medio consiste en poseer a
95
62
fondo, en todo su desarrollo, la historia de una región”. Se ha llegado al momento de
asimilar las minucias de los microhistoriadores en la construcción de la gran historia.
Claude Morín, un historiógrafo canadiense de reconocida seriedad, dice: “La visión
macroscópica mejorará gracias a la ayuda que le prestarán las monografías locales”. En
Foster se lee: “Lo que es verdad para Tzintzuntzan parece serlo también para las
comunidades campesinas de otras partes del mundo”. Según I.M. Lewis, aun “los
antropólogos estructuralistas más extremados”, requieren de las aportaciones de los
reporteros locales. También “los antropólogos de la pelea pasada, los que se disputan el
campo bajo las opuestas banderas del evolucionismo y del difusionismo, coinciden en el
interés de la corriente de investigación micro histórica. Los sociólogos que no rechazan el
conocimiento histórico, ven provechosa a la cenicienta de la familia Clío.
Según Henri Lefebvre cualquier “trabajo de conjunto debe apoyarse en el mayor número
posible de monografías terruñicas y regionales”. Hasta los economistas acuden a los
servicios del micro historiador. Beurtin sostiene que “la historia de una hacienda, de un
pueblo, de una ciudad puede ser ejemplar para muchos casos semejantes —aunque todos
estén igualmente estructurados— y servir de tipo” o ilustración de amplios sectores de la
vida económica. Las manifestaciones de los científicos sociales en pro de la microhistoria
son abundantísimas, pero no los voy a someter a un desfile mayor de citas. Lo cierto es
que la relación de la
microhistoria con la ciencia
social crece a medida que se
produce el distanciamiento con
la filosofía y la literatura, las
antiguas aliadas del quehacer
histórico.
Ya nadie duda de la función de ancila de la historia matria. Ésta, según opiniones
generalizadas, ejerce bien el papel de sierva de las otras maneras de historiar y de otros
modos de aprehender la vida humana. Por dar respuesta a muchas interrogancias de las
95
63
ciencias sociales, según Chaunu, la microhistoria “es útil en el sentido más noble y al
mismo tiempo el más concreto”. Para el historiador francés la ciencia micro histórica,
sobre todo si sigue el sendero cuantitativo, se convierte en “la investigación básica de las
ciencias y las técnicas sociales”, el ama de llaves de economistas, demógrafos, politólogos,
antropólogos e incluso de historiadores de espacios más anchos que el del terruño.
La microhistoria no padece por falta de defensores oriundos de las ciencias sociales.
Abundan los abogados de fuera y de casa aunque éstos debieran ser más, pues en pocos
lugares como México las disciplinas del pasado interesan a muchos. Los libros micro
históricos tienen ya una abundante clientela en la comunidad de los científicos sociales,
sólo superada por el atractivo que ejerce en el público común, en el pueblo raso. La rama
micro histórica del saber histórico en todavía más lectura popular que sabia, más alimento
de legos que de colegas, pero ése es otro cuento. Para la presente ponencia ya es hora de
la conclusión o epílogo. Concluyo con el resumen de lo dicho de tres términos: terruño,
microhistoria y ciencias sociales.
De las instancias que utiliza el mexicano en su presentación (nombre propio, apellido
familiar, la matria o el terruño donde nació, la región que lo engloba, la entidad federativa
o la patria) aquí hemos esbozado la del terruño, que podría llamarse matria, pero que
ordinariamente se denomina patria chica, parroquia, municipio y tierra. El terruño es
dueño de un espacio corto y un tiempo largo. El común en la república mexicana empieza
en el siglo XVI con la política de congregaciones indias y la fundación de comunidades
españolas. Se trata de pocos kilómetros de superficie, muchos años y poca gente. Las
personas que ocupan sucesivamente un terruño se
conocen entre sí. La lucha de clases suele ser mínima y
de la familia, máxima. Las relaciones con el territorio
propio tienden a ser amorosas, con las comunidades
vecinas, de lucha, y con la ciudad próxima, de ocios y
negocios. Diez, doce o quince de estas mini comunidades confluyen generalmente en una
ciudad mercado, cabeza de una región. En lo cultural, cada terruño maneja un haz de
95
64
prejuicios que rigen desde la mesa hasta el altar, pasado por un código de honor, una
cosmovisión, un andadito y una manera de hacer arte.
El espejo obvio del terruño es la microhistoria que hasta fechas recientes fue ejercida por
aficionados de memoria excepcional que la comunicaban
de viva voz en forma un tanto difusa y mítica. Como
quiera, en algunas comunidades se practicaba la crónica
escrita desde el siglo XIX, y por excepción en la época
novohispana varios terruños o parroquias de México han
conseguido recientemente tener relatos micro históricos plenos de dignidad científica y de
valor artístico.
La nueva microhistoria procura hacer el fiel retrato de un pueblo o comuna de cortas
dimensiones desde su fundación hasta el presente. Con la composición de lugar llena el
primer capítulo. Toma muy en serio la geografía, los modos de producción y los frutos de
su microcosmos. Se interesa en los aumentos de población y en las catástrofes
demográficas producidas por pestes, hambres y guerra.
Le da mucha importancia a los lazos de parentesco y demás aspectos de la organización
social. Se preocupa por robarle al olvido las acciones, sufrimientos e ideas de la gente
municipal. Se asoma a la vida del pequeño mundo al través de multitud de reliquias y
testimonios. Ve, escucha y lee con sentido crítico. Hace serios esfuerzos de comprensión.
Le importan poco las relaciones causales y no disfraza el habla corriente con terminajos a
la moda. Le vendría bien la expresión audiovisual del cine y la tele.
La microhistoria es la menuda sabiduría que no sólo sirve a los sabios campanudos. Es
principalmente auto- sapiencia popular con valor terapéutico; pues ayuda a la liberación
de las mini sociedades, y a su cambio en un sentido de mejoría: proporciona viejas
fórmulas de buen vivir a los moralistas; procura salud a los golpeados por el ajetreo y ha
venido a ser recientemente sierva o ancila de las ciencias sistemáticas de la sociedad;
destruye falsas generalizaciones y permite hacer generalizaciones válidas a los científicos
95
65
sociales. Y por todas las virtudes anteriores; la práctica de la microhistoria bien vale el
vaso de un buen vino que pedía Berceo, justifica suficientemente una ocupación
académica, un acomodo susceptible de atraer lucros menores, de subir sin prisas en el
mundillo universitario y de conquistar fama en el breve contorno de la propia tierra, en el
cenáculo de familiares y amigos, en la querida tierruca.
95
66
El presente trabajo se refiere a las características principales de la historia y la tradición
oral, tomando como guía principal el texto “La tradición oral” del antropólogo belga Jan
Vansina y el texto “Historia oral” una guía para profesores (y otras personas) de Thad
Sitton y otros, cuyas obras constituyen una aportación original en el orden teórico a la
investigación de la historia, y aportan una panorámica que nos permite nuevos espacios y
técnicas para el conocimiento tanto del pasado, de nuestro presente, así como su
utilización directa en el ámbito escolar.
El breve ensayo que a continuación se expone, constituye una síntesis de la metodología
de la Historia y la Tradición Oral., ubicándola en las necesidades reales y expectativas de
los Maestros de Actividades Culturales (MAC) del Plan de Actividades Culturales de Apoyo a
la Educación Primaria (PACAEP)8.
Una de las fuentes de información que más han utilizado en los últimos años los
Promotores Culturales y los Maestros de Actividades
Culturales, lo constituye sin duda la Historia Oral y la
Tradición Oral; éstas destacan de otras fuentes, por su
carácter vivo, es decir que se conservan y se transmiten
directamente a través de los seres humanos por medio de
su oralidad, y tienen la particularidad de que se cimientan
de generación en generación en la memoria de los hombres, las familias y las
comunidades. En las regiones del mundo habitadas por pueblos que no poseen escritura,
la historia y la tradición oral constituyen la principal fuente histórica que puede ser
utilizada para la reconstrucción del pasado.
8 Programa que se implementó en la década de los 80´s hasta el año 2000.
95
67
Asimismo, en las comunidades pequeñas que preservan una organización que implica una
comunicación directa y cotidiana entre sus habitantes, tanto en el medio rural como en el
urbano, la memoria individual y colectiva transmitida oralmente, se establece como un
mecanismo “operativo” para preservar tradiciones culturales, crónicas y testimonios del
pasado reciente y lejano.
La historia oral y la tradición oral se transmiten principalmente por medio de testimonios,
crónicas, leyendas, anécdotas, proverbios, cuentos y corridos. Se pueden distinguir en
principio, estableciendo la diferencia entre el testimonio directo, ocular, en primera
persona (historia oral) y las demás fuentes indirectas, referidas en tercera persona
(tradición oral).
Para el método histórico, el problema de la tradición oral se reduce a detectar las
desviaciones del relato original. En la investigación cultural, se abordarán las influencias,
préstamos y pérdidas culturales que se contienen en el relato. Sin embargo, en ambos
casos se considera que las tradiciones se conservarán más genuinamente, en tanto los
procedimientos o hábitos de transmisión de los relatos sean más mecánicos.
Así, podríamos resumir que la historia oral se constituye de testimonios referidos por
testigos oculares o presenciales del
acontecimiento ocurrido. Por su parte, la
tradición oral está constituida de relatos de
personas a las que se les transmitió verbalmente
el testimonio, sin haber participado de él, de forma directa.
En la tradición oral se ha estudiado con particular interés cómo se estructura la
permanencia y continuidad de los relatos a través de diferentes individuos, a este proceso
se le ha denominado “cadena de tradición”, que Jan Vansina, nos describe así: La relación
entre el hecho observado o el acontecimiento y el último testimonio o la anotación de la
tradición oral puede ser presentada como sigue. El hecho observado es comunicado por el
observador en un testimonio, que se puede llamar “testimonio inicial” (hasta aquí de
95
68
historia oral). Este testimonio es entendido por una persona, que lo narra a una segunda
persona, la cual a su vez, lo divulga contándolo a una tercera, etcétera. De esta forma
nace una cadena de tradición, en la que cada testigo posterior es un eslabón y cada
testimonio un testimonio auricular (o que se ha oído).9
El fundamento básico de la historia oral y de la tradición oral, lo constituye su transmisión
verbal. Cuando un testigo presencial cuenta por segunda
ocasión un relato ya contado, o cuando el testigo lo
transmite a una segunda persona y ésta lo relata a un
tercero, será preciso determinar si los relatos no son más
que variantes del mismo testimonio, o si se les han
añadido nuevas tradiciones, y constituyen testimonios diferentes.
En las comunidades más tradicionales, particularmente en aquellas que aún se conservan
estructuras de organización de origen étnico, y por supuesto en las comunidades étnicas
actuales, se encuentran mecanismos de enseñanza, preservación y recitación de la
historia y la tradición, transmitidos oralmente. La enseñanza es dada generalmente por los
ancianos, o por miembros de la comunidad capacitados y supervisados por las personas
mayores de la comunidad.
En estos casos, en que en muchas ocasiones la infraestructura del sistema oficial escolar
es pequeña, y que no se cuentan con acervos documentales o bibliográficos importantes,
los depositarios de la tradición oral son empleados a modo de bibliotecas vivientes, en
donde se puede observar que los ancianos no transmiten sus conocimientos más que a los
que les sucederán en sus cargos. En muchas comunidades de nuestro país, en donde se
posee una organización tradicional, se hallan personajes encargados de narrar la historia,
las leyendas locales, en festividades propias.
Jan Vansina nos explica el funcionamiento operativo de estos procesos: Una tradición oral
puede estar provista de ciertas sanciones para los que, estando encargados de conocerla,
9 Jan Vansina, “La tradición, cadena de testimonios", en La tradición oral, España, Labor, p. 34.
95
69
cometen faltas al recitarla, o de recompensa para los que logran reproducirla
impecablemente. Este hábito de aplicar sanciones y de otorgar recompensas está ligado
especialmente a la intervención de los especialistas. Es un poderoso medio de control para
asegurar una correcta reproducción de los testimonios.10
Asimismo, existen testimonios colectivos, que son aportados en nombre de un grupo
específico de personas, a través de un individuo o vocero que designan y al que supervisan
y eventualmente corrigen y completan. Las
características de este tipo de testimonio puede
resumirse en el hecho en que la colectividad le
da un carácter propio al relato, al estar de
acuerdo en todos los hechos señalados por el
relator designado, ya que todo lo relatado es
aprobado por unanimidad por el grupo. Este tipo
de relatos colectivos adquieren un rango de declaración oficial, pero asimismo tiene el
carácter de declaración mínima, ya que es común que suceda que el grupo sepa más de lo
que decide contar.
Por otra parte este tipo de testimonios colectivos preservan más estrictamente una
tradición, por la forma de control colectiva de su narración.
En este caso podríamos tomar como ejemplo para ubicar nuestro trabajo como Maestros
de Actividades Culturales, el momento en que nos entrevistamos con un patronato o
comité organizador de la fiesta o feria popular más importante de la comunidad en que
laboramos, a los que pedimos nos narren la historia del inicio de la fiesta, su evolución y el
significado tradicional de las actividades que la conforman:
Los miembros del patronato o comité, se reunirán entre sí, y determinarán tanto el
contenido del relato como la persona que actuará como vocero, de manera implícita
determinan los límites del testimonio, así como los aspectos a resaltar.
10
Vansina, op. cit., p. 46.
95
70
Asdrúval Mendívil Leyva
Una danza en melodía de voz surca la
montaña inerte, la lluvia con su gota a
gota cubre el rostro pintado de orgullo en
la mujer en porte altivo, mientras sus
pasos pintados en la tierra hecha lodo,
guía cada una de las pisadas de su crío,
con firme amor lo sujeta cuidándolo del
vendaval de la vida, aguzando sus
sentidos para que su valiente pecho
sienta también el orgullo del color mexicano, el que pintan los caracoles púrpura del mar,
el verde piedra del cerro más alto en el mes de agosto, el mes del trueno y la tormenta, el
del atardecer rojizo entre nubes con adiós de sol.
Con mirada lejana y suspiro profundo le muestra al crío el colorido múltiple de la tierra
que lo vio crecer, de aquella que se confunde entre barro y ceniza con olor a tortilla de
maíz, invadiendo el caserío irregular del pueblo que conserva aún el folclor tranquilo del
México sublime, del de ayer, del de hoy y del de siempre, del que no queremos dejar ir de
nuestro corazón porque la añoranza del buen sabor lo conservamos en cada célula de piel,
porque el olor de su tierra mojada sigue siendo disfrute del camino al pegar la brizna de
lluvia en los rostros que bromean al regreso del jornal.
Ella es música corriendo por las venas al levantar la emoción y el grito jubiloso que
interpreta alegría contagiosa al compás alegre del acordeón, el rasgueo triste de una
guitarra, narrando el sentir del pueblo y su propia esperanza que no muere con la noche
ni nace con el día, permanece a través de los tiempos pasados, presentes y de los que
vendrán.
95
71
¡Ese es mi México m´ijo! el que abre sus brazos para dar cobijo al desamparado, abre las
puertas de su casa ofreciendo, aún, el taco de maíz con frijol y queso… o lo que tenga, el
que ofrece el vaso de agua y lo mejor de sí para que quien visita se sienta agradado, es el
de la gente buena con noble corazón es el que lucha palmo a palmo en el rincón que le ha
tocado vivir, el que construye lleno de identidad orgullosa las casas de la ciudad, el que
labra la tierra, el que trabaja la fábrica o sana el cuerpo enfermo del caído en desgracia.
Es el canto de amor traducido en sentimiento profundo por el amor que se va, por el amor
que se quedó o por aquel que ya no volvió o el que Dios se llevó; el que canta la guitarra y
sueña día a día con los ojos hermosos que ya le dicen sí, y no termina de ceder al pie del
balcón, en una noche de ronda color de luna donde su sentimiento se atragantó, tomó
valor del mezcal; no aguantó más y con vihuela en mano le suplica a esos ojos hermosos
escondidos tras la ventana y una vez más le canta lo loco que está sin remedio por su
amor. Ella sabe que no es tiempo de abrir, puede esperar un momento más, puede sufrir
un poco más, aun cuando siente que su pecho se desborda de amor y quiere salir y
fundirse en un beso de aceptación porque así lo pide su corazón.
La ciudad eleva su catedral con sonidos culturales del campanario en domingo, ese día
que la familia refugia su esperanza en el Dios creador, intentando ser parte de la
construcción de la nobleza viviente en la sociedad
creciente, el rincón de esperanza para quien sufre y busca
la tranquilidad de su alma, la fuerza de su espíritu y pide
ante su creencia salir adelante él y los suyos. En un rincón,
al fondo, un padre en avanzada edad, rasgado en su
corazón no puede más, cae de hinojos y pide al creador el regreso del hijo del que no ha
sabido más, del que se fue en rebeldía expresada contra quienes le dieron el ser,
renegando de la vida y del mundo, del barrio y la ciudad, ¿dónde se encuentra?, no lo
sabe, tal vez ya no alcance la vida y la oración para ver de nuevo el rostro que cuando
niño con ternura acarició.
95
72
Por fuera en catedral, los pichones invaden el parque con árboles de frondoso verde,
pintan en café seco el adoquín del piso, el mismo que es refugio de los enamorados y de
los jubilados, concentración de quienes su experiencia la dejaron al servicio de un pueblo
en desarrollo, ellos expresan descanso o desencanto, tranquilidad o abandono, locura o
nostalgia por lo que hicieron y lo que dejaron de hacer, vibran al ritmo de la canción que
marcó su tiempo con la voz bien timbrada del charro cantor que hizo época, así le va la
mañana y en el atardecer se retira entre broma y despido de sus nuevos amigos para
regresar al refugio de su hogar, hay quien no se despide; permanece hasta que la noche le
permite ver las estrellas o las farolas ámbar obscuro parpadeante, no se inquieta,
acostumbrado está a la soledad, ya no tienen familia, ya no tiene hogar ya no tiene tan
siquiera esperanza, sólo se refugia en su pensamiento, en el recuerdo de lo que pudo ser y
no fue y de lo que fue y ya no está; espera con tranquilidad el día del adiós final.
En el pueblo hay fiesta, la cosecha ha terminado y es su aniversario, se viste con sus
mejores galas, las calles son regadas desde temprano y los niños en bicicleta disfrutan de
la emoción que se vive, que se goza, que se siente en la piel, las
muchachas se preparan con su mejor atuendo, el que haga voltear
la mirada del galán, las banderolas cuelgan de postes y árboles,
cruzan la calle y se respira júbilo porque hoy hay fiesta en el pueblo,
mezclados entre autos modernos y viejos, carretas jaladas por jumentos y el alborozo de
la gente; los caballos guiados por el jinete lucen sus mejores pasos en danza al ritmo de
“El son de los aguacates”, “El niño perdido” o “Tristes recuerdos”, sus colores propios
regalan regocijo a los ojos de quienes gozan su presencia; lo mismo te encuentras un
alazán, un atabanado como el cebruno, no podían faltar los zainos y los azabache; el color
más imponente, más hermoso. Hoy hay fiesta en el pueblo y la carrera va a empezar, la
“Pintada” corre contra el “Ciclón”, arrancan del partidero parecen no tocar el suelo,
explotan los gritos y maldecires pues la emoción invade la sangre de hombres mujeres y
niños, los jinetes no emiten parpadeo y sus rostros tensos sólo quieren alcanzar la meta,
las patas, es cierto, no tocan el suelo; es como si flotaran y fueran a elevar el vuelo, la
“Pintada” toma la delantera a medio carril,, la suerte parecía echada y no se mira forma
95
73
de alcanzarla, el orgullo del “Ciclón” se está doblando, su jinete lo sabe y azuza con fuerza
sacando respiro de la nada, en un impulso final al último zanco logra alcanzar y empatar
dejando al borde del delirio por la emoción vivida a todos los presentes… hoy hay fiesta en
el pueblo y hay que disfrutar.
Cerca muy cerca, al llegar al mar la tranquilidad se respira en el campo, hoy las pangas no
saltan al mar, permanecen agrupadas, pacientes al vaivén de las olas de la bahía
dibujando un paisaje de postal, esperan la hora en que la veda se levanta para sacar el
preciado camarón, hay esperanza y comentarios de que esperan una buena temporada, el
azul verde del mar se combina con el rojizo atardecer, música por doquier, salsa y cumbia
con banda o con acordeón, algunos preparan la churupa o la tarraya, revisan los motores
nada puede fallar; otros llegan de afuera a visitar al amigo o familiar, lo bueno mañana
vendrá, cuando al regresar las canastas se empiecen a llenar y se logre disfrutar del
delicioso manjar preparado sólo con limón, salsa y sal o cocido en olla de agua hirviendo
hasta se hace agua la boca sólo de pensar; también hay fiesta en el mar.
Este es el México bonito, el de mil colores, el que baña su geografía con emoción y hace
sentir su presencia en cada rincón, en sus montañas serranas, en las ciudades, desiertos y
playas, el que sueña con crecer con el esfuerzo y espera la recompensa como premio de lo
que cuesta. Este es el México bueno el que todos queremos para nosotros, los nuestros y
los que vendrán, el que en grito gustoso en septiembre festeja con mariachi, banda,
acordeón, marimba y algo más; serpentinas con fuegos pirotécnicos que iluminan sus
cielos y me devuelve la sangre y el orgullo de ser parte de este México que me vio nacer.
Pedazo bendito de tierra yo por ti ofrezco mi ser; este es México m´ijo, éste es…
95
74
La caracterización cultural de la comunidad puede definirse como un conjunto de
principios y técnicas, utilizadas ordenada y sistemáticamente para conocer, identificar y
participar de la realidad social de nuestro entorno en sus distintos aspectos de
infraestructura, población, historia, economía y de los hechos, procesos y valores
culturales, a partir de la cual es posible prever y planear la participación del alumno para
su propio proceso educativo, así como la vinculación escolar con el desarrollo cultural
propio de la comunidad11.
11
Adrián Marcelli, Módulo Histórico Social, del PACAEP, pág. 139
95
75
Se denomina método de proyectos a una alternativa comprendida dentro del enfoque
globalizador y se fundamenta bajo una teoría epistemológica constructivista, un enfoque
socializador y además individualizado, lo cual da como resultado un método didáctico
enfocado en la persona. El método de proyectos es una alternativa en la que se parte de
las necesidades, intereses y problemáticas planteadas por el alumno partiendo de sus
características contextuales particulares, con esto el método de proyectos pretende
generar un aprendizaje significativo aperturando el ámbito áulico a las características
sociales12.
12
John Dewey y William Heard Kilpatrick
95
76
La caracterización cultural de la comunidad debe constituir una actividad permanente que
permita al maestro y al alumno establecer un puente al conocimiento y a la participación
dinámica de la vida cultural de la comunidad donde está establecida la escuela, asimismo,
deberá facilitarles información y plena conciencia de las características generales de la
comunidad, y de sus particularidades culturales, con el objeto de fortalecer y enriquecer el
desarrollo de la currícula escolar.
La caracterización cultural de la comunidad puede definirse como un conjunto de
principios y técnicas, utilizadas ordenada y
sistemáticamente para conocer, identificar y participar
de la realidad social de nuestro entorno en sus
distintos aspectos de infraestructura, población,
historia, economía y de los hechos, procesos y valores
culturales, a partir de la cual es posible prever y
planear la participación del alumno para su propio proceso educativo, así corno para la
vinculación escolar con el desarrollo cultural propio de la comunidad.
Los docentes a través de esta actividad podrán afirmar sus propios conocimientos de la
comunidad donde laboran, y asimismo se enriquecerán al identificar con claridad aspectos
de la cultura local, pasada y presente, que no conocían y que descubrirán al
interrelacionarse con informantes con los que se encontrarán en el propio proceso de la
caracterización.
Cabe señalar que este proceso de caracterización de la comunidad nos llevará a detectar y
utilizar fuentes de información, que nos proporcionarán datos que hasta ese momento se
habían perdido y olvidado parcial o totalmente, y en muchos casos constituían ya, una
pérdida cultural de la comunidad.
La caracterización cultural de la comunidad permitirá que el maestro cuente con una guía
95
77
adecuada para impulsar la interrelación escuela-comunidad y que se ha desglosado, esta
actividad en tres momentos diferentes, que corresponden a tres actividades distintas:
1. Reconocimiento de la comunidad donde el docente tiene un primer acercamiento
con los aspectos sobresalientes de la comunidad, primero individual y luego con sus
alumnos.
2. Recolección de datos generales en el que el maestro ubica a la comunidad por sus
características permanentes, por su infraestructura y por su historia.
3. Trabajo de investigación cultural de la comunidad a partir del cual el docente
profundiza en la vida cultural de la comunidad. Este trabajo debe ser permanente ya
que permitirá al maestro y a sus alumnos, contar con elementos suficientes para
elaborar proyectos fundamentados en las características de la región donde se
encuentra.
Es importante subrayar que el maestro al realizar la caracterización cultural de la
comunidad no debe conformarse con una recolección simple de la información, a manera
de una monografía, sino que, por el contrario, debe acrecentar y utilizar esta información
cotidianamente en el desarrollo de los proyectos escolares durante todo el ciclo escolar.
Este primer momento de la caracterización cultural de la comunidad, tiene como objetivo
que a los maestros se les facilite su adaptación y ubicación con la comunidad en la que
trabajan. Se propone para esta primera etapa un conjunto
de actividades que deben ser cubiertas en la primera
semana de labores. Esta actividad puede realizarse de
diversas maneras, se pretende que el maestro conozca la
comunidad a través de sus calles, plazas, de sus
construcciones más significativas, de conocer inicialmente a sus pobladores en los
momentos en que se reúnen tradicionalmente, en el trabajo y en el esparcimiento.
95
78
La propuesta del Programa Escuelas de Tiempo Completo pretende que durante ese
tiempo, el maestro se dedique a familiarizarse con el medio ambiente y a recolectar
algunos datos generales sobre la comunidad, la escuela y las familias de los niños con los
que trabaja.
Esta etapa ubica especialmente al maestro, esto es, lo relaciona con las características
más sobresalientes de la comunidad, y le facilita las condiciones para contar con un “clima
favorable” de los habitantes, grupos, padres de familia, e instituciones de la localidad, a
través de un primer contacto global.
Este reconocimiento inicial de la comunidad, consiste fundamentalmente en llevar a cabo
una observación simple y preliminar de las personas, hechos, fenómenos y características
físicas de la comunidad, que se pueden captar de manera más o menos espontánea.
Durante esta semana es importante que los alumnos participen en esta actividad.
La observación va a la par de una primera presentación informal con la población, tanto
con los responsables o líderes de organizaciones, instituciones, establecimientos
comerciales o de servicios; como con los padres de familia y la población en general.
Este primer contacto permitirá al maestro recoger referencias, datos, opiniones y puntos
de vista sobre las características generales de la comunidad; al terminar esta semana, el
maestro contará con una perspectiva general y
con algunos contactos que le proporcionarán
bases para su trabajo futuro como docente, y
podrá redactar un ensayo, es decir, un relato
sencillo en donde haga un recuento de las
primeras impresiones recogidas del lugar. Este
ensayo no puede, ni debe pretender ser complejo aún, ya que sólo es un resultado previo
y seguramente superficial sin que por ello deje de ser un paso importante y básico para las
actividades posteriores, a las que habrá de servir de guía. Su elaboración se hará de la
misma manera en que platicamos nuestras impresiones, después de visitar un lugar.
95
79
El profesor Adrián Flores Bañuelos, Maestro de Actividades Culturales en Tlaxcala nos
relata brevemente su experiencia de este reconocimiento inicial de la comunidad:
“En el momento de iniciar el recorrido con los alumnos por las calles de la comunidad,
éstos se sentían en un ambiente diferente al tradicional, todos mostrábamos optimismo
[...] Ahora teníamos la oportunidad de acercarnos a la comunidad, haciéndola nuestra;
durante el recorrido los niños hacían sus comentarios referentes a la organización de las
familias, bienes y servicios con que cuenta la población, así como la flora y la fauna de la
misma, la forma en que se organizan para cuando se celebra la fiesta patronal y la de
carnaval entre otras [...] La fiesta más grande es la del pueblo, que se festeja anualmente
el 4 de octubre, día de San Francisco, en donde se realizan varios bautizos, primera
comunión y casamientos, todos los vecinos preparan comida especial para los invitados.
De igual manera comentaban sobre sus comidas favoritas para las grandes ocasiones, que
en esta comunidad son: el mole, la barbacoa de borrego en mixio- te o de hoyo con su
respectiva salsa muy picosa y sin faltar el tradicional pulque. Por lo que corresponde a
comidas del diario, en su mayoría aprovechan los recursos naturales de la comunidad,
como son: frijoles, habas, trigo, tortillas, tlatlapas, nopales y quelites, entre otros.
En virtud de que la mayoría de los padres de familia dependen del cultivo de la tierra, los
niños ayudan a sus padres en esta actividad, asimismo cuidan las vacas, borregos,
colaboran en el quehacer del hogar, a tal grado de interrumpir la asistencia a sus labores
educativas.
Con todos estos datos que los alumnos de cada grado me habían proporcionado, pude
observar que los educandos conocían gran parte del presente, pero es importante que
también conozcan su pasado como una necesidad prioritaria dentro del contexto
sociocultural.
Esta comunidad, se piensa que data del año 1600, ya que en la iglesia se encuentra un
escudo del siglo XVII; también pude observar que el estilo de su iglesia es de influencia
española. Hoy, San Francisco Mitepec “Cerro del muerto" es algo muy diferente, la gente
95
80
es nueva, sus fundadores fueron familias que llegaron de distintas haciendas como Tláloc,
Ameca y Tepalca. Mitepec fue región rica en pulque y con gran comercio de abarrotes,
envidia de otros municipios.
Cuenta don Gregorio Martínez que en este lugar tiene un recuerdo grato que los mantiene
en la lucha diaria y esto es cuando hablan del maestro Joaquín Herrera, nativo de este
lugar, mismo que se preocupó por los problemas de su comunidad, y aprovechando la
disposición e inquietud de los demás fue así como lograron las escuelas primaria y
secundaria, así como algunos talleres y sobre todo los enseñó a organizarse.
Los padres de familia desean que la escuela sea más participativa, activa y dinámica en la
formación de los futuros ciudadanos, asimismo que no existan barreras entre padres de
familia y maestros...”
Recorrer las calles de la comunidad puede ser muy útil para el reconocimiento de la
misma. Escuchar y platicar con las personas del lugar, saber lo
que conforma su vida cotidiana, sus inquietudes y proyectos
individuales y colectivos, nos puede ayudar a conocer y
acercarnos a su gente. Las familias de los niños también tienen
mucho que contar; son pláticas que pueden ayudar a los maestros a conocer cuáles son
sus necesidades y qué esperan de la escuela a la que asisten sus hijos.
Finalmente, para recapitular el proceso de la primera etapa de la Caracterización Cultural
de la Comunidad y orientar un ejercicio práctico, a continuación se enuncian las acciones
principales a seguir:
1. Recorrido individual por el docente para realizar una observación y preliminar
de los lugares de interés cultural con los que la comunidad cuenta.
2. Explicación de la actividad y organización del grupo para el recorrido.
3. Formación de equipos y nombramiento de un responsable por cada equipo.
4. Solicitud de permiso al director de la institución y a los padres y madres de
familia para realizar el recorrido.
95
81
5. Realización del recorrido por los alumnos y alumnas, padres y madres de
familia y docentes.
6. Socialización de la información al interior de cada equipo.
7. Descripción del recorrido realizado por cada equipo.
8. Ensayo escrito o relatoría del recorrido en cada equipo.
9. Lectura de los ensayos, relatorías o descripciones por cada equipo al grupo.
10. Descripción de la cultura en sus aspectos (social, económico, artístico, político,
etc.) de lo señalado por los equipos, dirigidos por el docente.
11. Diseño de una actividad artística por cada equipo, para su puesta en escena.
12. Presentación de las actividades artísticas por cada equipo.
13. Elección de una actividad artística.
14. Ensayo por todo el grupo de las actividades artísticas seleccionadas.
15. Presentación de las actividades artísticas en la escuela (festival).
16. Evaluación de toda la actividad ¿qué aprendimos?
17. Revisión del programa del grado correspondiente por parte del docente, para
encontrar aquellos contenidos escolares que fueron tratados en esta primera
etapa de la Caracterización Cultural de la Comunidad.
18. Elaboración de oca, lotería y dominó comunitarios, donde se plasmen aquellos
elementos que fueron encontrados en la comunidad.
La segunda etapa del proceso de caracterización tiene como finalidad un acercamiento
global a la comunidad, de una manera más sistemática y ordenada. Esta etapa nos deberá
proporcionar la información de la ubicación espacial, de la infraestructura general e
histórica de la comunidad.
Para esta etapa deberán utilizarse fuentes y técnicas específicas para la recolección y
sistematización de la información, para lo cual hemos desarrollado al final de este
capítulo, una descripción ordenada de fuentes y técnicas para la caracterización cultural
de la comunidad.
95
82
Es abundante la información que se puede ir obteniendo. Lo importante no es recolectarlo
todo, sino ir seleccionando aquello que vaya a ser útil para el desarrollo de nuestro
trabajo, es más importante contar con los elementos que nos permitan conocer a la
comunidad a la que servimos, que presentar un reporte exhaustivo que nos desvincule de
la acción cultural y educativa que nos hemos comprometido a desarrollar como maestros.
Para esta segunda etapa del proceso de caracterización cultural de la comunidad, hemos
diseñado los indicadores generales de la comunidad. Estos indicadores deben utilizarse
como el índice de un libro de consulta: un índice nos guía y nos informa sobre el contenido
del libro, de manera similar los indicadores generales de la comunidad, nos ubican sobre
los aspectos esenciales que es importante que conozcamos para tener una información
clara de la comunidad en la que trabajamos.
Es importante reiterar, que estos indicadores sólo nos auxiliarán en nuestro trabajo, de
entre ellos debemos seleccionar los que consideremos más importantes y profundizar en
aquellos que consideremos insuficientes:
1. LOCALIZACIÓN DE LA COMUNIDAD: BARRIO, COLONIA, PUEBLO, MUNICIPIO, ESTADO, ETCÉTERA.
a) Ubicación geográfica: posición geográfica de la comunidad: latitud, longitud,
distancia con otras comunidades, etcétera.
b) Territorio: Extensión de tierras que pertenecen a la comunidad (pueblo,
municipio, colonia, barrio, etcétera).
c) Colindancias: Límites de la comunidad con las comunidades que lo rodean.
2. ESTRUCTURAS FÍSICAS FUNDAMENTALES:
a) Clima: Se refiere a una descripción general del conjunto de fenómenos
meteorológicos que caracterizan el estado atmosférico y su comportamiento
en la comunidad: periodos de lluvia, temperatura, etcétera.
b) Relieve y geología: Descripción de la forma física exterior de la región donde se
ubica la comunidad, lo que resalta en la superficie (zonas montañosas,
planicies, etcétera).
c) Zoogeografía: Repartición de las especies de animales más representativas de
95
83
la región, y su relación con la población de la localidad.
d) Hidrografía: Descripción de las corrientes de agua como ríos, manantiales,
mares, pozos, etcétera.
e) Flora: Conjunto de las principales especies de plantas y vegetación de la
región.
f) Regiones geoeconómicas: Distribución en la región de las principales
actividades económicas: zonas de agricultura de temporal, de riego, zona
industrial, comercial, habitacional, etcétera.
3. INFRAESTRUCTURA Y EQUIPAMIENTO:
Servicios:
a) Energía eléctrica: Alcances de la red de servicio doméstico y comunitario de
energía eléctrica.
b) Medios de transporte: Servicio de autobuses, ferrocarril, vehículos de
transporte colectivo, líneas aéreas, etcétera.
c) Vías de comunicación: Infraestructura existente en carreteras, puertos, red
ferroviaria, estaciones aéreas, etcétera.
d) Infraestructura hidráulica: Red de agua potable, alcantarillado y drenaje, pozos
y principales carencias.
e) Seguridad social y asistencia médica: Consultorios, clínicas médicas, hospitales,
albergues, asilos, etcétera.
Educación:
a) De la comunidad: Número de escuelas de educación básica, población
estimada, e infraestructura con que cuentan.
b) Nuestra escuela: Escuela primaria donde laboramos. Descripción de la
infraestructura, población escolar y magisterial de la escuela donde se labora,
grupos con los que se trabaja y características principales.
Principales actividades económicas:
a) Empresas prestadoras de servicios profesionales: hoteles, restaurantes, de
transportación, compañía de luz, agua, teléfono, etcétera.
95
84
b) Industrias de transformación (que transforman la materia prima en nuevos
productos): refresqueras, alimenticias, de autopartes, etcétera.
c) Industrias de extracción (que extraen sus productos directamente de la
naturaleza): madereras, carboníferas, pesqueras, agrícolas, etcétera.
4. POBLACIÓN:
Población estática. Total de la población:
a) Número de habitantes de la comunidad donde se labora.
b) Distribución del total de la población de acuerdo con su sexo, nivel escolar,
ingresos, etcétera.
Población dinámica:
a) índices de natalidad, mortalidad, migración. Número de nacimientos, decesos,
emigrados e inmigrados.
b) Tipo de organización familiar, unifamiliares, ampliadas, de participación en el
trabajo productivo, etcétera.
5. HISTORIA (CRONOLOGÍA).
a) Fechas históricas: Fundación y orígenes, natalicios de personajes protagónicos,
fundación de instituciones, escuelas y fiestas cívicas locales. Personajes
representativos y acontecimientos de importancia colectiva.
b) Tradición Oral: ¿Qué testimonios, leyendas, corridos, cuentos, etcétera,
existen en la comunidad? ¿Representan una fuente de conocimiento histórico,
de tradiciones culturales o de producción literaria?
6. ACCIONES Y SERVICIOS CULTURALES
a) Eventos artísticos: Cine, exposiciones, conciertos, recitales, representaciones
de teatro y de danza, eventos literarios, programas radiofónicos y televisivos.
¿Qué tipo de eventos artísticos se presentan en la comunidad?, ¿quién los
patrocina?
b) Eventos de divulgación didáctica en ciencia y tecnología: ¿De qué tipo y quién
95
85
los organiza?
c) Eventos deportivos y de recreación: ¿De qué género y quién los patrocina y
promueve?
d) Acciones de intercambio cultura: ¿Cómo se organizan, quién los programa y
con qué grupos o instituciones se coordinan?
7. ORGANIZACIONES E INSTITUCIONES CULTURALES.
a) Grupos, asociaciones, organizaciones artísticas, científicas, recreativas, cívicas,
sociales: Ubicar su domicilio, principales actividades, directivos o responsables
y antigüedad.
b) Organizaciones de fomento cultural (bancos, cooperativas, patronatos,
fundaciones): Describirlas en sus objetivos, actividades y antecedentes de su
trabajo, en pro de la educación y la cultura.
El tercer momento de la caracterización cultural de la comunidad, se le ha denominado
trabajo de investigación cultural de la comunidad y tiene como objetivo, en conjunto con
los alumnos, obtener una comprensión real del contexto cultural y social de la comunidad
en donde se labora, a fin de vincularlas permanentemente con el proceso educativo,
logrando que éste sea significativo para su proceso de aprendizaje.
Ésta es la etapa más importante de la caracterización cultural de la comunidad, ya que
nos permite utilizar la información obtenida hasta el momento, en la elaboración de
proyectos específicos con nuestros alumnos. Esta recolección de información para la
elaboración de proyectos debe ser permanente durante el ciclo escolar.
Si la caracterización queda en una mera recolección de datos, a manera de una
monografía, no lograremos cumplir el propósito fundamental de la misma. Recordemos
que el modelo de trabajo del PETC se sustenta en:
a) Caracterización Cultural de la Comunidad, que nos permite trabajar
permanentemente el Método de Proyectos, y ambos para apoyar el desarrollo
de la currícula escolar.
95
86
La caracterización debe realizarse en conjunto con los niños, por lo cual requiere de toda
nuestra creatividad y capacidad de organización del trabajo colectivo, a fin de lograr
actividades dinámicas, atractivas y productivas.
Para esta tercera etapa también hemos diseñado los indicadores específicos de cultura de
la comunidad, a manera de guía para el desarrollo del trabajo de investigación, el cual
debe conducirse de tal modo que dé respuesta a los intereses por parte de los niños, con
la coordinación y asesoría del maestro. En esta etapa no
se busca desarrollar una investigación exhaustiva, sino
involucrar a los alumnos en un proceso permanente
durante su ciclo escolar que les permita formular
preguntas, problemas a investigar y a resolver, y donde
en compañía de su maestro elabore estrategias para su realización y observe el resultado
de sus acciones.
Como en la segunda etapa, también deberán utilizarse las fuentes y técnicas específicas
para la investigación que hemos desarrollado al final de este capítulo. Para su fácil
utilización, estos indicadores deben utilizarse a manera de preguntas dirigidas a los
alumnos a fin de propiciar su interés, e involucrarlos en la investigación.
1. Patrimonio cultural
a) Monumentos históricos: Constituyen todos aquellos edificios que por su
antigüedad, por el estilo de su construcción, o por haber sido sede de un
acontecimiento de relevancia histórica han adquirido importancia y
significación colectiva.
b) Monumentos arqueológicos: Se refiere a edificios o ruinas de gran antigüedad
que pertenecieron a asentamientos humanos de las culturas que nos
precedieron. En México, particularmente nos referimos a las edificaciones de
las culturas prehispánicas.
c) Otros monumentos (de significación colectiva, estética o técnica): Cada
95
87
comunidad cuenta con monumentos que tienen una importancia colectiva por
los acontecimientos ahí desarrollados, por su contexto o por la singularidad
técnica en su construcción.
d) Objetos y productos propios: ¿Cuáles son los vestidos tradicionales, utensilios
de trabajo, obras artísticas, gastronomía, instrumentos de uso doméstico,
etcétera, que identifican a la población histórica y culturalmente?
2. Pluralismo cultural
a) Grupos étnicos: En México existen en la actualidad 56 grupos étnicos,
identificados por su idioma propio, vestido, cosmovisión, historia, estructura
de organización social y económica. Es importante que los alumnos ubiquen su
presencia o influencia histórica en la comunidad donde laboramos.
b) Grupos sociales: Identificar a los grupos sociales de la comunidad a través de
sus oficios, profesionales, niveles económicos, identidad religiosa,
participación en la vida comunitaria, etcétera.
c) Idiomas (lenguas indígenas): Ubicar las lenguas que se hablan en la comunidad
como el maya, náhuatl, purépecha, rarámuri, etcétera, así como sus variantes
dialectales.
d) Micro-regiones culturales: Distribución en la comunidad de las diversas
expresiones culturales. Esta ubicación nos permitirá definir por regiones las
expresiones culturales propias de zonas urbanas, rurales, étnicas, de la
costa, de la montaña, de parques industriales, etcétera.
3. Infraestructura y recursos naturales
a) Locales y/o espacios comunitarios para eventos de arte popular, tradicional o
académico, científicos, tecnológicos, deportivos y de esparcimiento: Ubicar los
espacios formales e informales culturales, asimismo detectar espacios que
potencialmente son utilizados para el mismo fin, con la meta de desarrollar
acciones culturales en apoyo al proceso educativo.
b) Estaciones de radio, T.V. y estudios de grabación: Ubicar y contactar las
estaciones con el fin de aprovechar su infraestructura y/o su programación
95
88
cultural y educativa con el fin de apoyar los proyectos que se elaboren con el
alumnado.
c) Editoriales, empresas periodísticas, rotativas e impresoras: Ubicar las
empresas dedicadas a la edición de diarios, revistas y libros, con el fin de
relacionar al alumno con la cultura escrita, aprovechar la infraestructura
existente en apoyo de posibles proyectos editoriales escolares.
d) Artistas y grupos artísticos, científicos, deportistas, profesores de arte,
artesanos, promotores culturales e investigadores: Contactar y registrar a los
recursos humanos capacitados en la actividad cultural, que eventualmente
pueden colaboraren las acciones que como docentes desarrollaremos.
e) Recursos técnicos y magisteriales para la acción cultural que existen en la
comunidad: Ubicar aquellas instituciones, grupos o individuos que cuenten con
recursos técnicos y materiales que potencialmente puedan ser utilizados para
llevar a cabo actividades culturales, tales como: equipos de sonido,
iluminación, material y mobiliario, para las escenografías escolares, etcétera.
4. Uso y disfrute de la cultura
a) Distribución, cantidad y continuidad de eventos, actividades y servicios
culturales: El docente deberá contar con una información definida con
respecto a los servicios culturales que se ofrecen en la comunidad (bibliotecas,
museos regionales o comunitarios, teatros, etcétera) con el fin de utilizarlos
y/o motivar a sus alumnos y padres de familia para utilizarlos.
b) Formas de acceso y participación de la población a los eventos y actividades
culturales: Una vez ubicados los servicios y acciones culturales, el maestro
deberá conocer los mecanismos que la población utiliza para organizarse y
participar en las mismas actividades culturales.
c) Tiempo destinado a la actividad cultural y uso de la infraestructura y recursos
culturales: ¿Qué importancia da y cuánto tiempo promedio utiliza la población
en las actividades culturales, y en uso de su infraestructura?
d) Operación, estructura y funcionamiento de las acciones culturales: ¿Quién
95
89
coordina, administra, promueve y cómo se organizan los servicios culturales?
5. Producción y creación local de hechos y bienes culturales
a) Obras teatrales, musicales, dancísticas, literarias, fotográficas y de artes
plásticas: ¿Qué tipo de actividades y bienes culturales produce la propia
comunidad?
b) Artesanías: ¿Cuáles son los productos artesanales que se elaboran en la
comunidad?
Los datos que nos señalan estos primeros indicadores generales de la comunidad nos
acercan y nos permiten ubicar a su población en la dimensión de sus auténticas
necesidades y carencias culturales, así como de sus principales potenciales, y de su propia
historia.
Es muy importante que esta etapa no la limitemos a recabar solamente cifras sino que
también involucremos a los padres de familia y a los alumnos, aportando sus opiniones,
ubicando a las familias de los educandos dentro de la información global que hemos
recolectado. Asimismo, la estructura en que podemos organizar la información recabada
no tiene por qué ser esquemática y fría, por el contrario, puede constituir un relato que sea
accesible e interesante particularmente para los alumnos, padres de familia y para los
mismos pobladores de la comunidad. Al respecto el profesor José Luis Estrada Santos,
Maestro de Actividades Culturales en Jerécuaro, Guanajuato, nos muestra esta posibilidad
por lo cual hemos seleccionado una breve síntesis de algunas partes de su trabajo:
“El nombre de Jerécuaro proviene del purépecha y significa “lugar como nido", su nombre
se debe a que la primera comunidad se situaba en una barranca formada por los cerros del
contorno Municipio del estado situado a 20° latitud norte, 100.5° longitud oeste. El
gobierno municipal proporciona los servicios de mercado, alumbrado público, limpia, agua
potable, seguridad pública y jardines. En estos servicios los más deficientes son agua
potable, alumbrado público y seguridad pública.
95
90
Más del 70% de las viviendas tienen electricidad, agua potable y drenaje. Ese mismo
porcentaje alcanza a las casas que están construidas con tabique. El número total de casas
habitaciones es de 7 750.
Jerécuaro cuenta con diversos caminos de penetración que comunican al 90% de las
localidades del municipio. La mayoría de ellas son transitables todo el año. La
comunicación con otros municipios se da únicamente mediante la carretera pavimentada
con alumbrado. Los servicios de salud, a mi juicio están con cierto rezago, hay varios
médicos participantes, pero el derecho a la salud no llega a toda la población, pues ni el
IMSS ni el ISSSTE, cuentan con médicos para otorgar este servicio. La ciudad carece de
ambulancia.
En los últimos tres años, el número de escuelas ha aumentado, actualmente funcionan dos
jardines de niños con un total de 120 alumnos; dos primarias federales que atienden a 735
alumnos en un solo turno, y una escuela estatal con 392 alumnos; dos escuelas
secundarias con 259 alumnos y una preparatoria con 75 alumnos. Existe un 39% de
analfabetismo y la población infantil en edad escolar que no asiste a la escuela es menor al
10 por ciento.
Nuestra escuela es la escuela primaria urbana federal Héroes de México, de Jerécuaro, y la
respuesta a la labor que yo tenía que desarrollar con mis alumnos fue muy positiva, pues el
personal es joven en general y esto creo que ayuda bastante. Contribuyó también el hecho
de contar con dos profesores que en los últimos periodos escolares estuvieron trabajando
con actividades culturales y dejaron constancias de una magnífica labor. La escuela se
localiza al lado sur de la comunidad con una población estudiantil de 478 alumnos en un
solo turno, su fundación se remonta a 1958. La actividad más importante en el municipio
lo constituye la agricultura. Se produce principalmente maíz y frijol en sus distintas
variedades. Se cuenta con una superficie total de 302 30 kilómetros cuadrados. Dos de
cultivos. En el perímetro de la población se sitúan varias granjas con ganado porcino,
95
91
bovino, equino, avícola y lepóridos; además, en todas las comunidades, las familias
cuentan con ganado doméstico que ayuda a su economía, y los niños participan en su
cuidado, y colaboran en las temporadas de siembra y cosecha.
La región que ocupa Jerécuaro, estuvo habitada por grupos purépechas, quienes también
controlaban la población sureste en el actual estado de Guanajuato. El origen de la
comunidad es prehispánico, pero fue sometida a la corona española por el cacique
indígena evangelizado Nicolás San Luis de Montañez. Su fundación legal data del año
1572, bajo la administración del obispo fray Juan Medina Rincón, quien erigió el curato a
semejanza de lo que había hecho en otras partes Vasco de Quiroga.
Para el año de 1910, durante la revolución, el municipio fue asiento de diversos grupos
revolucionarios y tropas federales. Posteriormente, durante el movimiento costero de
1928, un batallón de infantería del ejército federal estuvo acuartelado aquí”
Toda la información que el profesor José Luis Estrada Santos nos brinda hasta este
momento, nos acerca y permite fortalecer y profundizar la comunicación con los niños y
sus familias, son datos que pueden ayudarnos a ubicar y adaptar nuestro trabajo a la
realidad de la comunidad y a diseñar proyectos que los alumnos desarrollen. La actividad
de reconocimiento general de la comunidad profundiza y nos proporciona información
para obtener una mejor comprensión de la realidad cotidiana que viven los niños con los
que trabajamos, y con sus padres.
Al respecto Patricia Safa describe la importancia de este proceso: “Se propone que los
maestros, a lo largo del año recolecten información general sobre la comunidad como un
conocimiento que retroalimente constantemente sus actividades”.
Por otro lado, resulta importante destacar que el medio ambiente físico y el contorno
natural nos hablan de la escenografía y de los recursos de la comunidad para realizar las
95
92
actividades materiales y culturales a través de las cuales los hombres se interrelacionan,
ya que lo que constituye al hombre como hombre, es esta posibilidad de adaptarse y
relacionarse con la naturaleza como una práctica en donde se expresan las
interpretaciones del mundo, del origen y del orden de las cosas, como también de las
relaciones sociales en donde se enmarcan. Por ejemplo, un niño que vive en una
comunidad rural, que depende de la tierra para el crecimiento de las plantas, que es
fuente de energía, aprenderá que a la tierra se le respeta pues de ella depende para la
sobrevivencia.
El entender y conocer el contexto cultural de una comunidad no puede reducirse tan sólo
a un dato censal para llenar una ficha. La manera en que los niños van a la escuela y por
qué van a ella, lo que esperan y demandan de la educación, tiene mucho que ver con las
actividades productivas de los grupos y de sus familias. Los niños de una comunidad rural
que tienen que ayudar a sus familias a preparar la tierra para la siembra, a escardar, regar
y limpiar la yerba mala, a cosechar, etcétera, vivirán una vida donde su trabajo constituye
una parte importante de su mundo, de lo que esperan y de lo que desean. Lo que
aprendan en la escuela será interpretado y apropiado de acuerdo con esa realidad.
Por lo tanto tomar en cuenta las formas de trabajo de la comunidad y de las familias se
convierte en una actividad que el maestro puede utilizar para adecuar sus enseñanzas a
las necesidades y demandas de sus alumnos.
95
93
Otro aspecto es el que nos vemos cotidianamente
involucrados en el de las “salidas de la escuela”. Pensamos
que la propuesta cultural del PETC quizá sólo tiene sentido
cuando se realizan visitas de todo el grupo al exterior, a la
comunidad.
Estas salidas no son sencillas, requieren de permisos y
trámites y es imposible llevarlas a cabo todos los días.
Cuando hablamos de la necesidad de tomar en cuenta las
características culturales del medio donde se desarrollan los
niños y de la necesidad de fortalecer la vinculación escuela-
comunidad, estamos pensando en una serie de actividades y
actitudes que van más allá de las llamadas “salidas de
escuela”.
Por supuesto que es importante salir como grupo a recorrer las calles de la comunidad,
hablar con los ancianos y trabajadores de la región, conocer los sitios de interés; pero
también lo es recuperar en todo momento, como docentes, lo
que los niños son como producto de una comunidad
determinada.
La siguiente experiencia la vivió una maestra en su salón de
clases; es interesante pues muestra la necesidad de que al
interior del grupo, al realizar los proyectos o durante el
desarrollo de contenidos de los planes de estudio
preestablecidos, tomemos en cuenta las características de la
comunidad a la que pertenecen los niños; sólo de esa manera el aprendizaje adquirido
tendrá un sentido para ellos:
La calidad de la educación no se
enriquece solamente reelaborando los
programas, elevando el nivel de
preparación de los maestros,
agilizando la estructura institucional,
etcétera. Elevar la calidad de la
enseñanza implica, ante todo, la
adecuación del trabajo de la escuela a
la realidad de los niños para
responder a sus necesidades y
expectativas de tal manera que se
convierta a la enseñanza en mensajes
con sentido, generados en procesos
donde los niños sean los principales
protagonistas del aprendizaje.
Módulo histórico-social.
“Esta metodología constituye una
propuesta abierta al magisterio de
educación primaria para que la
desarrollen y perfeccionen de acuerdo
a su realidad específica, generando
las observaciones, modificaciones y
precisiones que resulten necesarias en
función de la práctica o la experiencia
obtenida en el trabajo con los niños...”
95
94
“Todo inició con los comentarios que me hicieron los niños al expresar que tenían
compañeros que no se bañan; incluso ridiculizaban constantemente a esos alumnos,
desconfiaban de ellos, y en cierta forma los estaban
afectando porque ya no querían ir a la escuela: Esta
situación me preocupó y junto con los alumnos nos
dimos a la tarea de investigar qué causas son las que
determinan la falta de higiene en nuestra escuela y
comunidad. Los alumnos mostraron gran interés al
respecto y nos pusimos a tratar el problema.
Elaboramos entrevistas y las aplicamos a padres de
familia, a la doctora compañeros que no se bañaban a
diario.”13
Un aspecto interesante de la labor del maestro es la decisión y convicción con que debe
defender su trabajo, sus espacios. Es muy común que se quieran reducir sus actividades a
las que tradicionalmente se denominan “culturales”:
enseñar algunos pasos de danza, montar algún evento
cívico en la escuela, enseñarles a los niños una bonita
canción. Limitar al docente al desempeño de esas
actividades es empobrecer sus posibilidades, así como
los planteamientos generales del PETC.
Cantar, bailar, dibujar, son actividades que realiza un
maestro cotidianamente con los niños, pero no como
objetivos en sí mismos, sino como un apoyo para
llevar a cabo los proyectos. Si limitamos o permitimos
que se limite nuestra acción al desarrollo único de dichas actividades, podremos, en el
13J.E. García y F.F. García, Aprender investigando.
Se pretende complementar y
enriquecer los contenidos de los
programas y libros de texto de
primaria, desde la perspectiva
cultural... No se pretende, de ninguna
manera, fomentar en él un afán de
erudición; lo que interesa es abrir
cauces a su energía vital y a su
imaginación... que experimente el
placer de explorar el mundo con todos
sus sentidos y que se sienta
estimulado para continuar
aprendiendo por sí mismo.
La CCC y Método de Proyectos
representa... una posibilidad de
superación académica para el
magisterio y una opción que amplía
sus posibilidades docentes. A través
de la metodología, el magisterio tiene
la oportunidad de conocer y
reflexionar acerca de la riqueza
cultural de nuestro país y lograr ser
transmisor de esta producción al
interior de la escuela y en su
comunidad.
95
95
mejor de los casos, volver más amenas las clases tradicionales pero estaremos muy lejos
de lograr los objetivos de la metodología:
• Contribuir a la formación integral del educando.
• Fortalecer la identidad cultural de maestros y alumnos.
• Brindar al educando oportunidades de acceso y participación al patrimonio y
quehacer cultural.
Finalmente, un punto que siempre es importante recordar, es la posibilidad y capacidad
que tiene el docente de lograr un aprendizaje autogestivo.
Durante la capacitación inicial e intensiva, los equipos estatales se encuentran al tanto del
material que necesitamos, de las dudas que tenemos.
De regreso a nuestros centros de trabajo es probable
que esa asesoría de parte de instructores y equipo
estatal no sea tan frecuente. Es probable incluso,
dependiendo de la situación geográfica en que nos
encontremos y de la estructura administrativa del PETC
en el estado, que no volvamos a ver al equipo estatal
sino al término de la capacitación, y que las reuniones
con otros maestros no se puedan realizar.
A lo largo de la capacitación se ha enfatizado la
posibilidad y necesidad de que el maestro tenga una
actitud de apertura e interés al conocimiento de
nuevos planteamientos e información; se habla de un
maestro investigador, activo, crítico y reflexivo en su
entorno.
Es imposible que asumamos una actitud pasiva esperando que sea el coordinador estatal
La capacitación y la metodología sólo
constituyen guías generales para
enriquecer al maestro... Es por esto
que al docente no se le imponen
programas terminados, elaborados en
un escritorio, por el contrario, se
busca devolverle su mística como
generador de aprendizajes
significativos, acordes con sus
necesidades, características y
posibilidades, ya que el sentido
preciso y específico de las actividades
culturales a desarrollar sólo puede
surgir del contacto de cada maestro
con sus alumnos, en su medio y en sus
circunstancias.
95
96
quien nos diseñe los proyectos a realizar con los alumnos o nos resuelva todas las dudas
que nos puedan surgir. Nadie mejor que nosotros que conocemos la comunidad y sus
niños, para definir qué aspectos pueden ser los más enriquecedores para abordarlos como
proyectos.
Además, aunque ya no se encuentre el instructor junto a nosotros contamos con el
material didáctico del PETC. Esos libros pueden ser un gran apoyo en nuestra labor;
tenemos ahora el tiempo a nuestro favor para reencontrarnos con ese material y reforzar
nuestra formación autogestiva como maestros.
En fin, contamos con una capacitación que abarca ya dos etapas —inicial e intensiva—,
tenemos una escuela que nos ha sido asignada y que se encuentra enclavada en una
comunidad, tenemos también creatividad, iniciativa y, lo más importante, un grupo de
niños que se suma a este momento de nuestra capacitación. Todo es cuestión de
empezar.
95
97
En el desarrollo de una metodología investigativa en el aula intervienen una serie de
elementos básicos:
• El alumno, como protagonista del aprendizaje.
• El profesor, como coordinador y facilitador del aprendizaje.
• El contexto en que se produce el proceso, constituido por un entramado de
elementos, entre los que pueden destacarse, entre otros, los materiales didácticos,
los aspectos organizativos y el “clima del aula”.
Vamos a analizar estos diversos elementos, relacionando de forma especial el papel del
alumno con el contexto en que se produce el aprendizaje. Al no poder realizarse un
análisis en profundidad del contexto, nos referiremos, básicamente, al clima del aula
como elemento más globalizador y significativo.
Muchas veces se dice —en un tipo de crítica que parece dirigirse más a modelos
espontaneístas— que en una metodología investigativa el papel del profesor pierde
relevancia y queda difuminado frente al protagonismo decisivo del alumno en la
realización de las actividades programadas. Nada
más lejos de la realidad. En esta propuesta
metodológica, en la que el alumno es auténtico
protagonista de sus aprendizajes —como más
abajo veremos—, el papel del profesor adquiere
una nueva significación como coordinador y facilitador del proceso de enseñanza-
aprendizaje, pues desarrolla tareas decisivas de dicho proceso.
La función genérica de coordinación por parte del profesor afecta tanto a la fase de
preparación (programación) como a las de desarrollo y evaluación. A partir de esta función
14J.E. García y F.F. García, Aprender investigando.
95
98
básica cobran sentido otras funciones relacionadas entre sí. Así, el profesor desarrolla, de
hecho, diversos tipos de tareas:
• Globalmente, programa (fundamenta, selecciona, organiza...) la secuencia de
actividades en que se materializa, en último término, el proceso de enseñanza-
aprendizaje. Dichas actividades y su secuenciación, como antes se señaló,
responden al modelo de metodología por el que se opta.
• Propicia el planteamiento de situaciones-problema que estimulen el aprendizaje
basado en la investigación.
• Elabora estrategias (y mecanismos concretos) tendientes a facilitar la explicitación
de las concepciones de los alumnos y su confrontación con las nuevas
informaciones.
• Selecciona y organiza las informaciones que intervienen como contenidos en el
proceso de enseñanza-aprendizaje, incorporando el uso de los recursos adecuados.
• Aporta, él mismo, informaciones útiles en el proceso, que se integran en el contexto
de la metodología empleada. Dichas informaciones pueden adoptar formas diversas
con presentación de tareas, introducciones, explicaciones concretas, instrucciones
de trabajo, recapitulaciones, etcétera.
• Coordina, incentiva y garantiza la continuidad del trabajo en el aula durante el
desarrollo de las actividades. Especialmente, propicia expectativas positivas
respecto al proceso de investigación (motivación), exige responsabilidad a cada
alumno en el desarrollo de su trabajo, estimula el trabajo de los pequeños grupos,
dinamiza los debates y las puestas en común, soluciona dudas sobre contenidos de
estudio o sobre procedimientos de trabajo, facilita el acceso a recursos diversos,
etcétera.
• Planifica estrategias tendientes a crear un clima de clase activo y participativo, que
potencie las posibilidades de aprendizaje.
95
99
• Realiza análisis sistemáticos de la realidad del aula y del desarrollo del proceso de
enseñanza-aprendizaje, a fin de revisar y reformular la programación inicial,
adecuándola a la realidad. Para este análisis el profesor puede valerse de
mecanismos diversos como: realizar un sencillo diario de clase, tomar
informaciones del cuaderno de trabajo de los alumnos, mantener algunas
entrevistas con alumnos, observar, de forma sistematizada, determinados aspectos
de la dinámica del aula, dando entrada, incluso, a algún observador externo...
• Integra su actuación en el proyecto de trabajo global del equipo docente y, en su
caso, del nivel y ciclo de que se trate. Ello es tanto más necesario cuanto que el
sujeto de los aprendizajes es, en último término, único: el alumno.
Desde la perspectiva de este conjunto de tareas la cuestión no es si, en una metodología
investigativa, el profesor debe (o “puede”) explicar o no, sino cómo se integra, de forma
coherente, en el proceso metodológico la aportación de informaciones —indispensables—
a realizar por el profesor. La oportunidad y el mecanismo de esa integración vendrán
dados por el momento en que se halle el proceso de construcción del conocimiento de los
alumnos. Es decir, no es igual llegar cualquier día a clase y empezar a explicar
directamente á los alumnos lo que el profesor tiene previsto (según su organización
particular), que incluir una explicación de contenido similar en el momento adecuado de
la investigación, garantizada la motivación y establecida la necesidad de dicha explicación
como recurso más adecuado que, por ejemplo, una lectura o una búsqueda de
información autónoma por parte de los alumnos: sin duda, en el segundo caso las
posibilidades de que el contenido de la explicación se integre en el proceso de
construcción del conocimiento de los alumnos son mucho mayores.
En cuanto al papel del alumno, se suele decir que, en una metodología investigativa, el
alumno es “protagonista de su propio aprendizaje". Pero ¿qué significa, realmente, que el
alumno sea protagonista de su aprendizaje?
Antes que nada, significa asumir la perspectiva de que todo lo que ocurra en el proceso de
95
100
enseñanza-aprendizaje debe adecuarse al proceso de construcción del conocimiento del
alumno. Ello supone, entre otras cosas, partir de las concepciones de los alumnos, centrar
el diseño de las actividades en dichos alumnos y,
específicamente, establecer mecanismos para que el
alumno supere su bloqueo inicial para “aprender”
(resultado, generalmente, de una actitud
convencionalmente pasiva con respecto a los aprendizajes), que dificulta su cambio hacia
una actitud positiva de interés por un aprendizaje “activo”.
Se puede decir, por tanto, que el alumno, protagonista, es el responsable último del
aprendizaje en la medida en que construye su conocimiento atribuyendo sentido y
significado a los contenidos de la enseñanza. Pero, para que el aprendizaje que se
produzca llegue a ser realmente “significativo” para el alumno, es necesario que se den
varias condiciones:
• Que el contenido que se le propone tenga una lógica interna, un significado en sí
mismo (significatividad lógica).
• Que dicho contenido pueda ser integrado en las redes de significados ya
construidos por el alumno (significatividad psicológica).
Por fin —y ello nos interesa ahora especialmente— que el alumno tenga una actitud
favorable para aprender significativamente, es decir, una intencionalidad para buscar y
establecer relaciones, de forma múltiple y variada, entre las nuevas informaciones que le
están llegando y los conocimientos que ya tenía construidos, superando el procedimiento,
mucho más cómodo y económico (en tiempo y energía) de la memorización mecánica y
repetitiva de lo aprendido. Esta actitud se apoya fundamentalmente en la motivación.
En la medida en que el alumno atribuye significados a los nuevos aprendizajes
estableciendo relaciones, cada vez más complejas, con sus conocimientos anteriores, se
va extendiendo y enriqueciendo la red de conocimientos construidos y, por tanto,
aumenta sus posibilidades para establecer, a su vez, nuevas relaciones cuando se enfrente
95
101
a diferentes problemas. En definitiva, los aprendizajes que se realizan de forma
significativa facilitan la construcción de nuevos significados posteriores.
De ahí que las estrategias de enseñanza, y la propia metodología investigativa que se
inserta en esa perspectiva, deban tener en cuenta este aspecto y propiciar el
establecimiento de relaciones múltiples entre los aprendizajes, así como la recurrencia
sobre los conceptos, procedimientos, etcétera, contemplados, según el modelo en espiral
al que hemos hecho referencia en varias ocasiones.
La actitud de responsabilidad del alumno sobre su propio aprendizaje va a depender, en
definitiva, de su motivación para aprender significativamente, pero también de la
intervención del profesor en orden a despertar dicha motivación, es decir, para activar la
motivación potencial del alumno mediante estrategias adecuadas. Como más arriba se
indicó, fomentar la motivación no consiste simplemente en adaptar las actividades
programadas a los supuestos intereses de los alumnos. Se trataría, más bien, de obtener
partido de la interacción entre los intereses reales de los alumnos y las propuestas
incentivantes del profesor, tendientes a extender el campo de motivación del alumno.
La curiosidad y el gusto por conocer nuevas cosas pueden constituir una interesante
fuente de motivación. En efecto, frente a motivaciones de carácter puramente externo,
conviene potenciar progresivamente la motivación interna. En este sentido resulta de
gran eficacia fomentar la aparición de
situaciones “problemáticas” o “cuestionantes”
para el alumno, en las que las nuevas ideas
contempladas no resulten fácilmente
compatibles entre sí o en las que la nueva
información aportada no parezca adecuarse a las
concepciones que el alumno tenga. Si se establecen estrategias para propiciar la aparición
de este tipo de situaciones en el proceso de enseñanza-aprendizaje, se desencadenará en
el alumno una estrategia de búsqueda activa de informaciones que desembocará en la
reestructuración de sus concepciones, dando lugar a la construcción de nuevos
95
102
conocimientos. De ahí el interés de una metodología, como la propugnada, que parte del
planteamiento de problemas y desarrolla un proceso paralelo al de la construcción del
conocimiento.
La motivación del alumno se refuerza, en último término, si se consigue un “clima” en el
aula que posibilite su participación no sólo en el desarrollo de las diversas actividades
programadas sino también en la toma de decisiones relacionadas con determinados
aspectos de la propia dinámica de la enseñanza (organización de la clase, selección de
contenidos, concreción de la metodología, establecimiento de mecanismos evaluatorios,
etcétera).
Un marco ambiental de trabajo en el aula —y en el Centro— agradable, libre de
coacciones y violencia y compatible con la diversidad de actividades que se desarrollen
con los diferentes de ritmos de trabajo y aprendizaje, contribuirá decisivamente a la
maduración del proceso personal de construcción de conocimientos.
Este clima debe favorecer actitudes activas en los alumnos, que no sólo estimulen la
participación (como se acaba de decir), sino que les ayuden a superar la inercia de la
pasividad —el bloqueo inicial al que nos referíamos
más arriba—, características de modelos tradicionales
de enseñanza, y a asumir, en definitiva, el
protagonismo y la responsabilidad en su aprendizaje,
clave del éxito en aquel proceso.
De igual manera, debe permitir respetar, a un tiempo, los ritmos individuales de
aprendizaje y la dinámica general de trabajo del aula, a través de la interacción entre el
proceso personal y el proceso colectivo de construcción de conocimientos. En este sentido
resulta útil el concepto, ya mencionado de conocimiento compartido, es decir, tener en
cuenta que, mediante múltiples procesos, la construcción del conocimiento en el aula se
realiza, en gran parte, a través de interacciones entre alumnos.
95
103
El Programa de Escuelas de Tiempo
Completo tiene entre sus objetivos más
importantes estimular el papel creativo y
crítico de maestros y alumnos así como
enriquecer desde una perspectiva cultural
la labor del docente (tomado de El Plan de
Actividades Culturales de Apoyo a la
Educación Primaria: PACAEP).
El presente artículo tiene como finalidad
apoyar al docente en una de sus tareas
fundamentales: recrear y enriquecer la
propuesta metodológica de
Caracterización Cultural de la Comunidad (CCC). Para lograrlo, no se abordará de nueva
cuenta la fundamentación teórica del concepto de cultura que sustenta el Plan, ni
describiremos detalladamente en qué consiste la Caracterización Cultural de la
Comunidad y los instrumentos de
investigación que nos permiten realizarlos.
Interesa ofrecer en este espacio un apoyo
accesible, de fácil manejo, que enriquezca
la labor del maestro. Interesa recuperar
situaciones concretas que aborden de
manera directa la problemática cotidiana
que enfrentan los maestro al desarrollar
esta propuesta metodológica así como
puntualizar algunos aspectos que son obstáculos comunes en su práctica docente.
“El maestro es el principal animador de la
metodología, quien involucrará y guiará a
los niños en las actividades y junto con ellos,
hará que este proyecto se realice... Como
conductor y coordinador de las actividades
culturales, será quien enriquezca y supere en
la práctica cotidiana las propuestas de la
metodología, adaptándolas a su realidad, a
los intereses de los niños y a la circunstancia
de la comunidad, aportando sus experiencias
y sus ideas. Él será quien resuelva con
imaginación, sensibilidad e iniciativa los
problemas o carencias que se presenten en
su trabajo cotidiano.”
“El maestro investiga primero para poder
promover, coordinar, programar y orientar
las actividades de los niños... Deberá conocer
los recursos, las prácticas y los intereses
culturales de la comunidad donde está
ubicada su escuela; buscará información
sobre los conocimientos tradicionales y
actuales; rescatará materiales literarios,
artesanales, históricos, artísticos y
tecnológicos de la región."
95
104
La Caracterización Cultural de la Comunidad es una metodología de investigación basada
en el concepto de cultura y tiene como propósitos:
• Incorporar la vida cotidiana de los alumnos al proceso de enseñanza aprendizaje.
• Participar activamente en el quehacer cultural de la comunidad.
Como sabemos, la Caracterización Cultural de la Comunidad se ha desglosado en tres
momentos diferentes que corresponden a tres actividades distintas:
1. Reconocimiento inicial de la comunidad. Primer acercamiento con los aspectos
sobresalientes de la comunidad. Durante esta actividad, el maestro se dedicará a
familiarizarse con el medio ambiente y a recolectar algunos datos generales sobre la
comunidad, la escuela y las familias de los niños con los que trabaja.
2. Recolección de datos generales. En ellos el maestro ubica las características globales
de la comunidad en la que labora: sus carencias, infraestructura e historia. Para esta
etapa deberán utilizarse fuentes y técnicas específicas para la recolección y
sistematización de la información.
3. Trabajo de investigación cultural de la comunidad,
a partir del cual el docente profundiza en la vida
cultural de la comunidad. Esta etapa debe realizarse
en conjunto con los niños, por lo cual requiere de toda
nuestra creatividad y capacidad de organización de
trabajo colectivo, a fin de lograr actividades
dinámicas, atractivas y productivas.
“...se considera que la escuela es un
espacio privilegiado para la
transmisión, creación y recreación de
la cultura. En ella los niños pasan gran
parte de su tiempo; su sensibilidad,
imaginación y creatividad están
abiertas a su plena formación y las
posibilidades de lograr el desarrollo
integral de su personalidad están
dadas; su contacto con el quehacer
cultural se da de manera natural y
espontánea...
95
105
Cada uno de estos puntos se aborda con mayor
amplitud en el Módulo histórico-social.15
Conviene entonces ubicar los obstáculos o dudas más
comunes que enfrentan los maestros al iniciar su
trabajo de investigación en la comunidad.
La Caracterización Cultural de la Comunidad es una
propuesta de trabajo que define el quehacer cultural
como una experiencia de investigación permanente
en la labor educativa del maestro. Esto significa que no obstante que se estructure, para
su mejor comprensión, en tres puntos distintos, éstos no se desarrollan de una manera
lineal o acumulativa. Es necesario evitar abordar la Caracterización Cultural de la
Comunidad como una receta cuyas etapas son necesariamente subsecuentes y con una
duración preestablecida.
Así, cada proyecto de investigación por emprendernos planteará necesariamente nuevas
interrogantes que responder, nuevos datos o información que recabar y constantemente
tendremos la necesidad de volver a nuestra comunidad para que nos brinde la
información que pueda dar sentido y soporte al proyecto de investigación que estemos
realizando con los niños.
“Una de las acciones prioritarias del Maestro es la Caracterización Cultural de la
Comunidad, la cual es una propuesta de trabajo planteada como quehacer cultural y como
una experiencia de investigación permanente en la labor educativa del maestro”16
15
Adrián Marcelli, “Caracterización cultural de la comunidad y el trabajo de investigación cultural”; “Técnicas y fuentes de
información para la caracterización cultural”, en Módulo histórico-social. 16 Adrián Marcelli, “Caracterización cultural de la comunidad y el trabajo de investigación cultural”; “Técnicas y fuentes de
información para la caracterización cultural”, en Módulo histórico-social.
“La labor del maestro es vasta y rica
tanto desde el aspecto cultural como
del educativo, pues desde la
perspectiva de la metodología... el
maestro no es simplemente
transmisor de información, así como
tampoco el alumno receptivo y pasivo
de la misma, sino que ambos son
particulares que construyen el
conocimiento desde una perspectiva
social y cultural en íntima
interrelación con la comunidad de la
que forman parte.”
95
106
En este sentido, es muy interesante el proyecto realizado por la maestra Martina de Jesús
Jiménez Méndez, de Baja California. El proyecto, denominado “Asalto a las tierras”, surgió
de comentarios realizados por los niños y que la docente supo aprovechar para que el
grupo en general reflexionara sobre las costumbres y tradiciones propias de su
comunidad. Para llevar a cabo el proyecto se desarrollaron una serie de actividades; para
los niños la investigación fue desarrollada de una manera accesible y amena debido
fundamentalmente a la motivación que sentían al desarrollar un tema tan cercano a su
cotidianidad:
“Este proyecto se inició con la investigación extraescolar donde los niños obtuvieron
información muy importantes con sus padres, abuelos y
demás personas de la comunidad (muchas de las que
relataron cómo sus padres participaron en dicho
movimiento); además de la lectura de textos donde
aparecía amplia explicación con fechas y lugares del
movimiento agrario. Esta forma de recabar información
fue de gran importancia porque los alumnos desataron
una discusión en el aula bastante productiva, comentando
y narrando la información obtenida... En este tipo de
acciones, creo que mi función como docente fue
básicamente coordinar el trabajo, porque para los niños
de esta comunidad, tocar un tema como éste era como
meter un pez al agua; ya que forma parte de la historia de
la comunidad”.17
Otro proyecto interesante en este sentido es el realizado por la profesora Inés Patricia
López. Al recordar su labor como maestra señala una experiencia que despertó el interés
de los niños, sus familias y de la comunidad en general. El tema del proyecto, por
17Informe de actividades, maestra Martina de Jesús Jiménez Méndez,Iss. Escuela Primaria Rural “Fernando Montes de Oca”,
Mexicali, Baja California, junio de 1991.
“La Caracterización Cultural de
la Comunidad no consiste en
recolectar información por el
hecho de hacerlo, sino que se
concibe como una actividad
permanente que se realiza con
fines específicos de enseñanza;
por un lado, propicia el
acercamiento a la comunidad y,
por otro, es una forma de
trabajo con y para los niños que
despierta en ellos la curiosidad
por investigar y conocer el
medio ambiente al que
pertenecen.”
95
107
cuestiones geográficas principalmente, no tenía una aparente relación con las prácticas
culturales de la comunidad. Sin embargo, a partir del conocimiento de los antecedentes
culturales de los niños y sus familias, la docente logró captar el interés y entusiasmo
general de los niños y su comunidad y con ello involucrarlos en el desarrollo del proyecto:
La más hermosa de las experiencias que he vivido fue el proyecto “Ofrenda de muertos”,
ya que nunca había participado en la elaboración de un altar de muertos... Aunque en
muchos estados de la república es una tradición llevar a cabo este rito, en nuestro estado
no lo es, ya que influyen mucho las costumbres de Estados Unidos pues estamos cerca de
la frontera… Me sorprendió que mis alumnos tuvieran conocimiento de cómo elaborar un
altar, ya que hay muchas familias del interior de la república mexicana donde se
acostumbra esta tradición. Así, nos dimos a la tarea de investigar todo lo relacionado al
altar de muertos para llevar a cabo el desarrollo del proyecto con éxito. Para mis alumnos
fue maravilloso poder dar información y una amplia explicación al respecto con los
conocimientos adquiridos en sus vivencias familiares. Los mismos padres de familia se
acercaron a ayudar en la elaboración del altar. Éste fue hecho en honor del profesor
Francisco Milanés Segura, ya que la escuela tiene el honor de llevar su nombre; se dio una
biografía del maestro, así como su comida preferida y todo lo que en la vida le gustaba.
Nuestra tarea principal es rescatar todas las tradiciones y costumbres olvidadas de
nuestro país... En lo personal, hago mención de que fue una experiencia inolvidable
porque fue un gran éxito.18
4 Informe anual de actividades, MAC Inés Patricia López Rodríguez, Ensenada, Baja California, junio de 1991.Rodríguez, Ensenada, Baja
California, junio de 1991.
5 Informe de actividades, MAC Clara Miaña Valencia González, Acatlán, Hidalgo.
95
108
El trabajo de caracterización cultural de la comunidad implica entablar una relación
dinámica entre el maestro y la comunidad en donde va a desarrollar su labor. Este
proceso implica que el maestro se ubique como parte integrante de la propia
comunidad, ya que sus actividades repercutirán de manera importante, no solamente
con los alumnos con los que desarrolle proyectos, sino también con los padres de
familia, con los responsables de grupos o instituciones culturales con los que
establezcan reuniones, y a través de ellos, con la comunidad en general.
Esta relación dinámica que se establece entre el maestro y la población de la
comunidad, implica para su pleno desarrollo afectivo y productivo en el orden cultural,
que se puedan superar una serie de prejuicios y errores que pueden limitar y hasta
frustrar los esfuerzos del docente, veamos:
La propuesta metodológica del Programa de Escuelas de Tiempo Completo19lleva
implícita la necesidad de abandonar modelos
autoritarios y dogmáticos, en primer lugar en el
proceso de enseñanza-aprendizaje, y enseguida en
la vinculación educación-cultura. En el primer caso
buscamos la participación del alumno dando
respuesta a sus dudas e inquietudes y
desarrollando proyectos estrechamente relacionados con su vida cotidiana y colectiva,
logrando así que la actividad que se lleve a cabo sea para el alumno, significativa.
En el segundo caso, la vinculación de la práctica educativa con el quehacer cultural,
requiere que evitemos actividades impuestas motivadas por el desconocimiento de las
características culturales propias de la comunidad.
19
Tomada de la propuesta de PACAEP. Módulo “histórico social"
95
109
Pero, ¿cómo conocer a una comunidad, que en muchas ocasiones nos es ajena? al
respecto existen técnicas e instrumentos que debemos utilizar, acudiendo a las
fuentes idóneas que nos puedan proporcionar información, y que nos vinculen con los
proyectos de vida, las carencias y las expectativas de la población.
Tradicionalmente los procesos de investigación en las disciplinas humanísticas y
sociales, utilizan o bien un método inductivo (que en el caso del docente, lo llevará del
alumno a la comunidad, es decir de lo particular a lo general) o bien un método
deductivo (en nuestro caso, de la comunidad al alumno, esto es de lo general a lo
particular).
Lo que es importante en este proceso de caracterización cultural de la comunidad, es
que sea cual fuere el instrumento o las fuentes que seleccionemos para la
investigación, involucremos participativamente a nuestros alumnos, atendiendo en
primera instancia sus demandas de respuesta a sus inquietudes e intereses.
De los instrumentos más prácticos y utilizados para desarrollar la caracterización
cultural de la comunidad, podemos ubicar cuatro principales:
La entrevista
La encuesta
La investigación documental, y
La investigación participante
Una entrevista es un encuentro entre dos personas que van a adoptar el rol de
entrevistador e informante, a fin de recrear información y definir las opiniones
personales que sobre un tema específico pueda aportar el informante.
95
110
El primer obstáculo tradicional que aparece en una entrevista es el desconocimiento
mutuo que existe entre los dos sujetos que participan, y por lo mismo la diferencia
potencial de claridad en los conceptos y las ideas, así como la dificultad por parte del
entrevistador de superar la natural desconfianza, timidez o desinterés del informante.
Por lo tanto, la primera tarea que debe realizar un entrevistador (docente) es crear un
clima de confianza y cordialidad.
Esta primera tarea puede implicar un largo y paciente esfuerzo, que a la vez requiera
de toda la creatividad del entrevistador para relacionarse afectiva y cordialmente con
el informante.
De lograrse esta relación amistosa entre entrevistador e informante, se producirá un
proceso de comunicación en donde los dos sujetos intercambien información,
opiniones y reflexiones sobre los temas de mutuo interés y se supera la sensación
prejuiciada de que se han asumido roles de “autoridad” y “objeto de estudio”. La
comunicación implica tanto ofrecer como recibir mutuamente información.
Una vez que se haya “roto el hielo” y la comunicación esté establecida, la entrevista
ofrece diversas opciones, las que se determinarán tomando en cuenta la información
que se busque, y el número de informantes que se vaya a entrevistar.
La primera opción podemos denominarla: entrevista de opción abierta. Ésta implica
contar con un guión general de temas a tratar con el informante para que él dé
respuesta libremente, pudiendo derivarse la entrevista a temas no contemplados, y
que sean de mutuo interés.
Esta opción es utilizada cuando no tenemos suficiente
información previa del informante, y desconocemos su
potencial informativo; puede usarse también, como
medio para “romper el hielo” y punto de partida para
entrevistas posteriores; asimismo, esta opción puede utilizarse cuando son pocos los
95
111
informantes con los que acudiremos, y nos interesa la mayor información y opinión
que puedan aportarnos.
La segunda opción: la entrevista de opción semi-abierta, debe considerarse como una
alternativa intermedia entre la opción abierta y cerrada. Implica contar con un
cuestionario de preguntas concretas, pero con la posibilidad de ampliar las
respuestas con opiniones y comentarios propios del informante.
Esta opción es utilizada cuando el entrevistador cuenta con información clara del
informante, o de los temas que quiera profundizar; puede constituir también una
segunda etapa, posterior a la entrevista de opción
abierta. Esta opción puede utilizarse para un mayor
número de informantes, que sean representativos por su
conocimiento o participación, de los temas, hechos o
procesos culturales a investigar; la estructura de
cuestionario, nos permitirá codificar y relacionar los resultados de varias entrevistas
que
La tercera opción puede llamarse “entrevista de opción cerrada” y es utilizada para
un mayor número de informantes. Implica diseñar un cuestionario de preguntas, y
éstas, condicionarlas a un “abanico” cerrado de posibles respuestas, que ubiquen al
informante en una opción previamente determinada.
Esta opción es útil cuando el número de informantes que queremos entrevistar rebasa
nuestra posibilidad de codificar, analizar e interrelacionar la información obtenida
entre sí; cuando buscamos opiniones sobre un hecho o proceso cultural
perfectamente conocido, o cuando queremos ubicar a los informantes por su
pertenencia a un nivel escolar, económico, religioso, de conocimiento de un hecho o
proceso cultural, etcétera.
95
112
El principal atractivo para un docente, al utilizar la entrevista, es el contacto personal
con el informante, lo que puede motivarnos o sensibilizarnos, en los aspectos más
humanos y subjetivos de nuestra labor.
Una encuesta busca dar respuesta de las opiniones y tendencias dominantes, por
medio de preguntas específicas hechas a un amplio o representativo número de
personas. En relación con la entrevista podríamos afirmar que una entrevista nos da
más información sobre un universo pequeño de personas, la entrevista nos ofrece
argumentos y razones; por su parte una encuesta nos ofrece menos información
sobre un universo mayor de la población, y nos proporciona datos cuantificables.
La encuesta puede realizarse por un amplio número de entrevistadores, e inclusive por
medio del correo, o por algún medio alternativo de distribución y recuperación de los
cuestionarios.
Para el maestro, puede constituir un instrumento idóneo
para poder ubicar las condiciones socio-económicas y
culturales de las familias a las que pertenecen sus alumnos.
Podemos utilizar preferentemente dos tipos de encuestas, el primero de opción semi-
abierta, o dicotómica, que incluye una pregunta, una opción de respuesta
previamente determinada y un espacio por cada respuesta para ampliar la misma, por
ejemplo:
¿Considera usted atractivos los eventos escolares de fin de curso
Si _____ No _____
¿Por qué? _____________
De esta pregunta tan elemental, si realizamos una encuesta a los padres de familia,
podremos saber del porcentaje de padres que aprueban o no el desarrollo de los
eventos escolares de fin de curso, pero también los comentarios que justifican su
95
113
opinión. De estos últimos comentarios que justifican su opinión. De estos últimos
comentarios podremos inferir y cuantificar acciones y proyectos que enriquezcan
nuestra labor, y que un porcentaje importante de padres de familia propongan.
El segundo tipo de encuesta, de opción múltiple o de abanico es utilizada para un
número importante de personas a encuestar, nos proporcionará datos y tendencias
específicas del comportamiento o ubicación de los encuestados, en relación a hechos
culturales o situación económica o social. Esta opción es frecuentemente utilizada
para exámenes masivos de selección de alumnos de nuevo ingreso en instituciones de
educación superior, o para encuestar grandes sectores de la población, veamos:
Señale usted el número de ocasiones que en los últimos seis meses asistió con su
familia a los siguientes eventos: Núm. de ocasiones
Cine_____
Teatro_____
Danza _____
Evento deportivo _____
Otros___ de qué tipo ___
Señale usted la actividad productiva principal a la que se dedica el padre o
responsable económico de la familia:
Comercio _____
Agricultura____
Obrero _____
Empleado administrativo ___
Profesionista independiente ___
Otro ________ Especifique____
La información obtenida, nos permitirá, siguiendo las dos preguntas de este ejemplo,
diseñar las acciones o eventos culturales, en las que busquemos integrar a las familias
de nuestros alumnos, de acuerdo con sus carencias y preferencias reales.
95
114
De estas dos últimas preguntas, podremos obtener una idea clara de la utilización que
hacen los núcleos familiares de nuestros alumnos de los servicios culturales que
existan en la comunidad; en el caso de este ejemplo de los eventos específicamente
artísticos.
Además podremos relacionar los datos obtenidos, con la actividad productiva principal
a la que se dedican el padre o la madre que sostiene económicamente la familia.
Como maestro, las encuestas nos ayudan en el trabajo de caracterización cultural de la
comunidad como punto de partida, en el conocimiento de la realidad que nos rodea,
para posteriormente profundizar de manera más personal con los alumnos, padres de
familia y pobladores de la comunidad.
Es importante subrayar que las encuestas pueden darnos información útil, pero no
constituyen el único ni el mejor medio para llegar al conocimiento de la realidad. El
uso de la encuesta como procedimiento de recopilación de datos tiene limitaciones y
dificultades. Limitaciones en tanto nos aleja de la relación personal con la población
de la que demandamos información, que en el caso del docente, no constituye un
universo muy extenso, y dificultades por la labor de interpretación y cruzamiento de
datos de demanda, la realización de encuestas por la natural desconfianza que causa
su aplicación, sin un proceso previo de sensibilización y acercamiento con los
encuestados.
La investigación documental puede definirse como un método de trabajo, a partir del
acopio de información escrita: libros, folletos, publicaciones periódicas, documentos
inéditos, micro formas y materiales similares.
Al respecto, Ario Garza Mercado en su texto: Manual de técnicas de investigación
define cinco momentos diferentes de este método que a manera de resumen
definimos a continuación:
95
115
1. Selección
2. Lectura
3. Anotación
4. Crítica, y
5. Reseña
La selección del material a investigar constituye un primer momento de valoración,
evaluando la información a partir de que nos sea útil por su pertinencia, es decir que
aborde los temas de nuestra investigación; que sea fidedigna, por la capacidad,
prestigio, métodos, fuentes y estilo de redacción que utilice e autor; que sea vigente,
en tanto la información que sustente sus afirmaciones y exposiciones no hayan sido
superadas por otros autores; y por último, que la información que se vaya a utilizar,
sea manejable, es decir que estemos en posibilidad de utilizar, clasificar y analizar,
acudiendo preferentemente a fuentes primarias, y autores ampliamente reconocidos.
Garza Mercado define diversas clasificaciones de la lectura inicial de exploración en
búsqueda de contenidos y para ubicar, seleccionar y sustentar los alcances y
complejidad del tema o de los temas que queremos investigar. En una segunda etapa,
la lectura será selectiva, es decir, determinando las partes más importantes del
material estudiado; analítica, donde se estudien en su totalidad los documentos a fin
de registrar conceptos e hipótesis; y una primera crítica, en que valoramos de manera
terminal la importancia para nuestra investigación, la información obtenida en los
documentos estudiados.
Como apoyo en este proceso es muy útil contar con un sistema de anotación, a fin de
poder clasificar la información que se vaya obteniendo. Existen notas de copia textual,
de síntesis, bibliográficas, de juicios o conceptos preliminares, de resumen, etcétera.
Las notas deben ser elaboradas con claridad, exactitud, brevedad, pertinencia, y que
sean importantes y oportunas.
95
116
Para el éxito y la adecuada utilización de las notas, es fundamental contar con algún
sistema para clasificarlas.
Una vez que se han seleccionado, leído y elaborado las notas pertinentes del material
estudiado, debe someterse a una crítica ordenada, que puede ubicarse como crítica
externa que establece la autenticidad e importancia del material en cuestión, y una
crítica interna en donde valoramos los documentos, de manera terminal, tomando
como referencia los aspectos de pertinencia, fidedignidad y vigencia e iniciamos la
tarea de ubicar la importancia del material obtenido hasta el momento, frente a
otros textos o documentos que aborden información similar, semejante o
complementaria.
Por último debe realizarse una reseña descriptiva, a manera de informe bibliográfico,
que implica en sí misma una crítica a partir de que se destacan los aspectos relevantes,
positivos o negativos de la obra. Las reseñas pueden ser breves (dos o tres formatos)
o completas, a manera de ensayo, cubriendo los siguientes aspectos:
a) Descripción bibliográfica o documental completa.
b) Características principales del autor (corporativo o individual).
c) Propósitos de la obra o documento.
d) Contenido (general y/o parcial).
La investigación participante, o investigación de campo puede definirse en este caso,
como un proceso sistemático en donde el maestro se relaciona de manera directa,
personal y activa en la vida cotidiana de la comunidad donde labora.
Como principal elemento en la utilización de esta técnica tenemos la capacidad de
observación del docente, una observación sistemática y controlada que implica la
95
117
observación con un objetivo bien determinado en el marco de la investigación a realizar,
esto es, antes de observar debemos definir con claridad cuál es el objeto de investigación
y para qué la realizamos. Estas dos preguntas clave deben tener dos tipos de respuesta,
una teórica que sustente la investigación, y otra práctica que especifique lo que queremos
obtener.
Al iniciar la observación debemos contar ya con una guía de los aspectos que se
pretenden investigar, a manera de un guión abierto a la información novedosa que no
habíamos contemplado al inicio de la práctica de investigación participante.
Observar implica en ese caso un cierto grado de atención permanente, así como del
registro ordenado de los datos, acontecimientos e
información general que se va obteniendo. Esta
información requiere además de un ordenamiento
posterior, a fin de estructurar gradualmente la reseña.
Asimismo, esta técnica no debe entenderse como un
proceso de espionaje camuflajeado, sino por el contrario el establecimiento de una
relación en donde los informantes y el informado conviven y experimentan juntos de los
acontecimientos significativos de la vida cotidiana de los primeros, con el fin de obtener
información, reflexionar y vivenciar las características propias de la comunidad donde se
encuentran.
Este proceso requiere de que el maestro realice un esfuerzo de atención permanente, a
fin de entender debidamente a personas que viven y tienen valores, reacciones,
emociones y experiencias intelectuales o cotidianas que el docente no ha experimentado
o sentido, por lo que requerirá de una actitud sensible y de respeto a las personas con las
que se interrelacionará.
¿Cómo lograrlo?, adoptando en primer lugar una actitud natural y atenta, evitando
actitudes de “autoridad” o “superioridad” respecto a las personas. Para facilitar este
proceso, el maestro deberá detectar a los líderes o autoridades de los grupos y
95
118
comunidades, a fin de que nos apoyen como “puentes” o “!introductores” hacia el resto
de la población, a la que habrá de informar y explicar de las tareas que se van a realizar.
Por otra parte se deberá tener cuidado en tomar nota de la información relevante, sin
perder la atención en los pequeños detalles significativos, que puedan constituir el punto
de partida para conocer elementos complejos fundamentales de la comunidad.
Los instrumentos de observación que tradicionalmente han sido utilizados en este tipo de
trabajo, tanto por investigadores sociales, como por promotores culturales, pueden
resumirse en tres:
1. El diario de campo o bitácora
2. El cuaderno de notas
3. Los instrumentos mecánicos de trabajo.
El diario de campo o bitácora, constituye un relato escrito de manera permanente durante
el proceso de investigación, en donde se registran los hechos, los datos y las experiencias
vividas.
Se puede estructurar cronológicamente, o por temas, e inclusive combinando ambas
opciones. Lo importante es que los registros sean claros, sintéticos y objetivos.
El cuaderno de notas es un instrumento más inmediato, en donde se van registrando
datos, referencias, opiniones, croquis, fuentes de información, nombres, así como
reflexiones que nos producen los acontecimientos, en el momento de la investigación.
Por último, los instrumentos mecánicos de trabajo, nos proporcionan información más
“viva” u objetiva de la realidad. Nos referimos a la cámara fotográfica, la grabadora y la
cámara de video, que gradualmente van siendo más utilizadas en este tipo de trabajo.
Por otra parte, las técnicas e instrumentos de información hasta ahora revisadas,
pueden ser utilizadas acudiendo a las fuentes en donde podremos obtener la
95
119
información que buscamos. Las fuentes de información principales, se pueden dividir
de la siguiente manera:
FUENTES ESCRITAS:
Bibliográficas
Hemerográficas
Inéditas
Estadísticas
FUENTES ORALES:
Historia oral
Tradición oral
FUENTES MECÁNICAS Y ELÉCTRICAS:
Fotográficas
Videográficas
Cinematográficas
De computación
De las fuentes escritas podemos decir que las bibliográficas se refieren a textos
editados e impresos que en su conjunto abordan una unidad temática; las fuentes
hemerográficas se refieren a las publicaciones de carácter periódico y seriadas como
son los diarios, revistas semanales, quincenales, mensuales, los anuarios, etcétera; las
fuentes inéditas contemplan cualquier tipo de documento escrito no publicado, como
son los documentos de archivos, los diarios personales, cartas, etcétera; las fuentes
estadísticas, se refiere a los documentos que reúnen los hechos que se pueden
valorar numéricamente para hacer comparaciones entre las cifras y sacar conclusiones
probables.
Cuando hablamos de historia oral, nos referimos a los testimonios orales de personas
que fueron testigos presenciales de un acontecimiento dado, lo constituyen relatos en
primera persona; por otra parte, la tradición oral nos refiere crónicas, leyendas,
95
120
cuentos, corridos, etcétera, de personas que no presenciaron los acontecimientos,
pero que les fue transmitido oralmente, la narración es realizada en tercera persona.
Por último, entre las fuentes de información que utilizamos, y que son producto de
instrumentos mecánicos o electrónicos, destacan los documentos fotográficos (en
papel, negativos, transparencia o microfichas), videográficos (de videos para T.V.),
cinematográficos en cualquier formato, y de computación. Estas fuentes de
información pueden ser utilizadas por medio de la entrevista, la encuesta, la
investigación documental y la investigación participante.
Como hemos visto, el universo de opciones es muy amplio, lo importante es que
utilicemos las alternativas que prácticamente nos sean más útiles y accesibles.
Asimismo, podemos comparar los resultados obtenidos al utilizar diferentes
instrumentos de investigación, para obtener resultados más confiables. La
caracterización cultural de la comunidad es un medio para poder vincular con orden,
profundidad y conocimiento de causa, la educación y la cultura.
El maestro constituye el medio más adecuado, consistente y amplio para el logro de
este objetivo; es por ello, que debemos esforzarnos por mejorar nuestras actividades
para obtener mejores resultados: cada vez que un docente logre despertar en un
alumno mayor interés y una sensibilidad más definida respecto de su cultura y de las
diversas manifestaciones culturales del país y del mundo, estará logrando que un ser
humano tenga más opciones para su propia realización.
95
121
No se crea un equipo a priori que reúne a hombres y mujeres que tienen un ideal y unas
afinidades y/o necesidades comunes y se les asigna, mejor dicho, ellos elaboran en
común, el objetivo que se proponen alcanzar. Cualquier equipo, se ve claramente que se
caracteriza por cuatro elementos:
Su estructura;
Su funcionamiento;
Sus relaciones;
Su aspecto emocional.
Es evidente que estos diferentes aspectos están vinculados entre sí. En la mentalidad de la
Reforma educativa pensamos que los problemas humanos pasan por delante de todos los
demás. Por ello empezaremos por evocarlos.
“Cada oveja con su pareja dice el proverbio. Y es verdad, pero conviene también precisar
para qué. Lo que importa tener en cuenta en la constitución del equipo para responder a
esta cuestión de homogeneidad es ante todo el marco mental y cultural que aporta un
fondo común de referencia tanto al nivel de comunicación como al moral. Este aspecto no
elimina la dificultad mayor en el seno de la Reforma educativa.
En cambio, la identidad o gran semejanza de personalidades, así como la homogeneidad
de competencias no constituyen automáticamente un factor de eficacia y pueden llegar a
poner límites al enriquecimiento del equipo por la ausencia de aportaciones originales o
complementarias ante un problema que se plantea. Hay que aceptar, sin embargo, que los
distintos rasgos de personalidad que entrañan comportamientos específicos engendran
95
122
tensiones y hasta conflictos que conviene saber manejar si se requiere mantener al equipo
con un rendimiento óptimo.
La primera cualidad que se requiere en un equipo sigue siendo sin duda la confianza entre
todos y cada uno de sus miembros. Recordemos que esta confianza en los demás
presupone una confianza en sí mismo.
Esta nace y se desarrolla gracias a la frecuencia de los intercambios entre los miembros
del equipo. No hay equipo sin reuniones periódicas de sus miembros. Cualquier propuesta
de uno de ellos dirigida a encontrar una solución de conjunto para alcanzar un objetivo
común acrecienta el potencial del grupo, y cada miembro se siente beneficiario de una
aportación suplementaria que puede integrar en su reflexión o en su práctica. Esta actitud
no debe excluir el espíritu de competición que permite buscar nuevas soluciones y que
hay que distinguir de la actitud destructiva de un enfrentamiento de rivalidades. El
espíritu de emulación permite a todo el mundo superarse a sí mismo en provecho común
del grupo.
La confianza recíproca entre los miembros del equipo se apoya prioritariamente sobre el
conocimiento que cada uno de ellos tiene del
otro. El azar de los nombramientos o de los
traslados suele reagrupar a funcionarios que sólo
han tenido una corta vida en común. Los recién
llegados tienen que presentar a los demás las
posibilidades que sienten o saben que pueden
desarrollar, lo que supone un mínimo de conocimiento de sí mismo. (Una vez más es
necesario conocerse para saberse situar).
Excepto los casos relacionados con la seguridad, un equipo se forma para resolver un
problema, hacer progresar una causa, alcanzar un objetivo común (mientras que un
equipo de bomberos lucha contra el incendio). Esta elección de las preposiciones “por” o
95
123
“contra” el fracaso escolar. Las palabras traducen o traicionan actitudes psicológicas
ocultas, ignoradas o implícitas.
Esta confianza en el equipo, fundada sobre un mínimo conocimiento mutuo, debe ir unida
a un deseo común de aportar más a los otros. No se trata de dar pruebas de un optimismo
beatífico vinculado a un sentimiento de superioridad, sino sólo de tener conciencia lúcida
de si la imagen que se da de sí mismo produce o no un efecto dinamizador sobre los
demás y subyace el deseo de triunfar juntos. Todo el mundo ha podido experimentar, a la
inversa, que los fenómenos de rivalidad o de oposición entre miembros de un grupo dan
indefectiblemente nacimiento a un fenómeno contagioso de malestar y depresión.
Hemos empezado por evocar lo que constituye muy frecuentemente el mayor escollo del
grupo: los elementos de orden emocional e interrelacional. No hace falta decir que estos
fenómenos tienden a acentuarse con el número de participantes. Por ello, teniendo en
cuenta que la confianza recíproca unida a la imagen dinamizadora del equipo son sus
cimientos porque le permiten promover la unidad, un equipo operativo debe ser tamaño
reducido. No es posible fijar números a priori, puesto que el equipo debe adaptarse a
situaciones concretas en función de los medios que se tienen y el objetivo que hay que
conseguir.
El plural empieza con dos; el equipo más pequeño será, pues, un binomio. Este es el caso
más fácil de realizar. ¡Cuánto se ganaría en tiempo, energía, eficacia si los profesores
procedieran en “dúos” con los alumnos! Pero no hay que olvidar que el par así constituido
conoce los problemas de pareja y que conviene saber terminar en el momento en que
surja la coexistencia secreta de tensiones por hastío, envidia, alienación, etc.
De todos los estudios sobre este tema se ha deducido que un equipo digno de este
nombre reagrupa entre dos y diez o doce personas que siguen una tarea que hay que
95
124
cumplir (dejamos de lado los equipos que por necesidades del juego obedecen a las reglas
específicas).
En lo que concierne a la composición del equipo, hemos señalado ya que en la enseñanza
estatal las estructuras (distribución de alumnos por clase, elección y número de materias
obligatorias por reglamentación, etc.) ofrecen grupos de hecho
ante la tarea a realizar. Sabemos que estos grupos (por ejemplo,
la docena de profesores que se encarga de un curso de un
centro de secundaria obligatoria) no forman verdaderos
equipos, aunque ofrezcan los criterios necesarios para su
constitución: fondo cultural común, pertenencia a la función pública, de compartido de
promocionar a los alumnos. Muy frecuentemente a estos funcionarios les falta el deseo y
la voluntad de cooperar. De aquí se sigue que sus esfuerzos estén yuxtapuestos, pero no
coordinados. Se puede pensar en varias soluciones para paliar este inconveniente:
1. La primera consiste en una participación de los profesores para elegir el nivel al que
quieren trabajar. Basta expresar su deseo ante el director del centro que establece la
distribución de tareas. La verdad es que no siempre resulta posible conciliar todos
estos imperativos ligados a las necesidades de servicios y los deseos personales. El
hecho de ver coexistir en el seno de una misma división a media docena de profesores
estructurados en equipo al lado de otros seis abandonados a su suerte, no siempre
facilita las mejores relaciones entre todos los participantes en la comunidad educativa.
2. La segunda solución, que no es más que una variante de la anterior, consiste en
suscitar el voluntariado para participar en una tarea concreta que no necesita un
enfoque diferente al practicado hasta entonces.
Estos equipos pueden nacer también de la presión de la necesidad con el tácito
reconocimiento por parte de los profesores, o del deseo de uno de ellos de trabajar de
otra manera para reducir ciertas dificultades, o incluso de la sugerencia aceptada del
95
125
director del centro. El paso del grupo de profesores reunidos por el azar de las
circunstancias a la noción de verdadero equipo se traduce por el sentimiento querido y
afirmado de constituir una nueva persona múltiple en la que cada uno sustituye
espontáneamente el “yo” por el “nosotros”.
Una vez que se ha dado este paso, el equipo debe estructurarse, es decir, definir los roles
complementarios que cada miembro debe desempeñar y los comportamientos que se
espera de unos y otros, recordar los valores que subyacen a la acción que se lleva a cabo
en función de los objetivos que se tienen que lograr.
No hay verdadero equipo sin la expresión de una solidaridad de hecho y de una
corresponsabilidad en las decisiones tomadas. Esto quiere decir que se adoptan por
consenso antes que por cualquier otro procedimiento.
Abordamos aquí un aspecto deontológico que surge de la moral pura: el compromiso
profundo del ser. Es esto lo que queremos expresar
cuando hablamos de espíritu de equipo. Ya hemos
recordado antes que este espíritu se traducía por
la lealtad hacia todos y cada uno de sus miembros,
la solidaridad entre ellos. Conviene añadir la
aceptación de las diferencias que da a cada cual el derecho de ser tal como es y de
aparecer como igual que los otros por sus competencias propias. Por último, la producción
de una tarea común entraña ipso facto el desinterés en provecho del equipo como ser
plural.
Al asimilar el equipo a ser plural, dejamos entrever también sus limitaciones: como
individuo puede también caer en el aislamiento. Hay, pues, que recordar que un equipo
no es un fin en sí mismo, sino que nace en función de unas tareas que hay que hacer y
que, una vez constatada su realización, debería desaparecer. Esto nos lleva a hablar de las
vinculaciones entre el equipo y la tarea.
95
126
Un equipo efectivo se caracteriza por lo siguiente:
La atmósfera tiende a ser informal, cómoda, relajada, no hay grandes
tensiones. Es una atmósfera de trabajo en la cual las personas participan y
muestran interés. No hay señales de aburrimiento o frustración.
Hay bastante discusión, en la que participan virtualmente todos, pero siempre
en forma pertinente con la tarea del grupo. Si la discusión se aleja del tema
alguien volverá a encausarla de nuevo.
La tarea u objetivo del grupo es bien comprendida y es aceptada por los
miembros. Se discute libremente el objetivo hasta que se formule de tal
manera que los miembros del grupo puedan comprometerse con ese objetivo.
Los miembros se escuchan. Se atienden todas las ideas. Las personas no temen
verse censuradas por expresar sus puntos de vista, incluso si parecen bastante
extremos.
Hay desacuerdo. Pero el grupo se siente cómodo con él y no muestra señales
de tener que evitar el conflicto o de mantener las cosas en un plano de
“dulzura y suavidad”. No se reprimen los desacuerdos ni se pasan por alto por
una acción prematura del grupo. Las razones se examinan cuidadosamente y el
grupo busca resolver los desacuerdos más que dominar el disidente. Por otro
lado, no existe una “tiranía de la minoría”. Las personas que están en
desacuerdo no parecen tratar de dominar al grupo ni expresan hostilidad. Su
desacuerdo es la expresión de una verdadera diferencia de opinión y esperan
ser escuchados para poder encontrar una solución. Algunas veces hay
desacuerdos básicos que no pueden resolverse, pero el grupo puede vivir con
95
127
ellos, aceptándolos y sin dejar que ellos obstaculicen sus esfuerzos. Bajo
algunas condiciones, se postergan las acciones para permitir un estudio más
detallado de algún conflicto entre los miembros. En otras ocasiones, cuando el
desacuerdo no puede resolverse y es necesario tomar una decisión, ésta se
toma pero con la abierta precaución y reconocimiento de que puede estar
sujeta a una reconsideración posterior.
La mayoría de las decisiones se toman por consenso, que implica un acuerdo
general y disposición de todos a avanzar. Hay poca tendencia a que los
individuos que se oponen mantengan oculta su posición y a que se enmascaren
-con consensos aparentes- desacuerdos reales. Por último, el voto formal se
reserva sólo para ocasiones de extrema discrepancia.
La crítica es frecuente, franca y relativamente cómoda. Existe poca tendencia a
los ataques personales, ya sean abiertos o disimulados. La crítica tiene un sabor
constructivo, pues se orienta a remover obstáculos que el grupo enfrenta y que
le impiden hacer su trabajo.
Las personas se sienten libres para expresar sus sentimientos y sus ideas, tanto
acerca de los problemas como acerca de la operación del grupo. Hay pocas
indecisiones y hay pocas “agendas ocultas” o “ases en la manga”. Todos
parecen saber bastante bien cómo se sienten los demás respecto de cualquier
asunto del grupo.
Cuando se toma un curso de acción, se dan y se aceptan tareas claras.
El jefe del grupo no lo dominan ni, por otro lado, el grupo le muestra sumisión.
De hecho, conforme uno observa la actividad, es claro que el liderazgo se turna
de tiempo en tiempo, dependiendo de las circunstancias. Diferentes miembros
debido a sus conocimientos y experiencias, se encuentran varias veces en
95
128
posición de actuar como “recursos” para el grupo. Hay poca evidencia de lucha
por el poder. Lo importante no es quien controla, sino cómo llevar adelante el
trabajo.
El grupo tiene autoconciencia de sus propias acciones. Frecuentemente se
detienen a examinar cuán bien lo está haciendo o qué puede estar interfiriendo
con su accionar. El problema puede ser un asunto o un procedimiento, o puede
ser un integrante o un conflicto entre integrantes lo que está interfiriendo con
el logro de los objetivos del grupo. Sea lo que sea, se le dedica al problema una
discusión franca y sincera hasta que se encuentre una solución.
Todos nosotros ejercemos una actividad para satisfacer nuestras necesidades primarias:
alimentación, vestido, vivienda, etc. Más allá de las necesidades primarias (fisiológicas, de
seguridad, sociales) existen necesidades superiores egocéntricas y de autorrealización.
Para que se forme un equipo es necesario que cada uno de sus miembros esté motivado
hacia la tarea que tiene que cumplir. La noción de motivación
reviste siempre un carácter personal, puesto que se trata,
para cada persona, de buscar satisfacciones de orden físico y
psicológico, consciente o inconscientemente. Por ello, la
motivación constituye la fuente de energía psíquica capaz de
llevar a la acción.
Es, pues, importante, tomar en consideración la tarea a ejecutar para que contenga los
elementos capaces de motivar a los participantes para que desempeñen bien un trabajo
colectivo. Esta tarea puede consistir en organizar un nuevo procedimiento de aprendizaje
de la lectura o poner en marcha clases de apoyo o incluso un sistema colectivo de
evaluación de adquisiciones por nivel. Se puede igualmente, diseñar una distribución
95
129
diferente del trabajo para obtener un mayor bienestar en todos los componentes del
equipo.
Una vez tenidas en cuenta las motivaciones individuales de los miembros del equipo a
constituir, conviene dedicarse a promover la capacidad de cada uno para la cooperación.
Se puede valorar el trabajo que tiene que hacer el equipo ante un público como los padres
de los alumnos de una clase, y hasta tomar como objetivo los elementos motivacionales
comunes del equipo, dejarle la realización de la acción a emprender.
Por el contrario, si la tarea presentada suscita un sentimiento de miedo resultante del
insuficiente conocimiento de la situación, dará lugar muy pronto a una motivación
negativa que entraña el rechazo a participar y la destrucción del naciente equipo. (Por
ejemplo: rechazo, primero individual y luego colectivo a trabajar en el aula de adaptación
por miedo al fracaso).
Este es, sin embargo, el caso cuando la expresión de incompetencia provoca la búsqueda
del trabajo en común (afrontar juntos la dificultad para disminuir el sentimiento de
impotencia o de inseguridad).
Todo esto no son más que los principios motores que deben animar un equipo. Ahora
bien, un equipo se juzga por los resultados de su acción. Para ello hay que comunicar,
repartir los roles y aprender a estructurarse.
La red de comunicaciones interpersonales debe ser adaptada
a la tarea y funcionar sin obstáculos. En función de las
competencias y las responsabilidades distribuidas y
aceptadas es como se reparten los roles, que tienen en
cuenta las motivaciones individuales.
La estructuración del equipo supone tomar medidas de funcionamiento y aceptar una
autoridad de animación, coordinación y control.
95
130
Si se toma el acuerdo de privilegiar en el serio de los grupos la autoridad compartida, la
influencia distribuida más que la autoridad del jefe, es en el seno del equipo donde esta
autoridad compartida puede ejercerse de una manera concreta. El jefe debe coordinar, las
actividades y las influencias de los miembros del equipo para lograr el objetivo. Su
influencia puede ser:
- directa: da ejemplo al realizar la parte de trabajo definida por el equipo y juega
como sus compañeros el rol de ejecutar;
- indirecta: estimula y facilita el esfuerzo de,
sus compañeros.
El equipo puede ponerse un jefe. Cuando existen unas condiciones facilitadoras (libertad
de expresión, ausencia de formalismo, sentimientos de amistad) el consenso sobre la
persona que debe desempeñar el rol de líder se consigue mucho mejor. Sin embargo, una
vez designado ese líder, su personalidad puede modificar el clima del equipo según el
estilo de liderazgo que adopte.
Cuando el jefe se impone, el equipo pude llevarle a modificar su estilo. Los miembros del
equipo no tienen que seguir al jefe porque es el jefe (jerárquico) sino porque debe
encarnar el espíritu del equipo: él simboliza el equipo. Así, el sentimiento de dependencia
de los componentes deja paso a la necesidad de hacer descansar sobre uno de sus
miembros las responsabilidades de la acción del conjunto.
Para ser eficaz en el seno del equipo, el jefe debe:
- dar prueba de competencia respecto a la tarea que le ha sido encomendada (o que
él se asigna de acuerdo con el grupo); esta competencia suscita la estima de los
miembros del equipo;
95
131
- ser capaz de adoptar las actitudes en función de las circunstancias y de las tareas
del equipo;
- ser directivo cuando la situación lo exige;
- ser no directivo cuando la situación impone una participación creativa de los
miembros, o que debe ser definida y elaborada en común. Se vuelven a encontrar
aquí las dos dimensiones del management: instrumental y relacional.
De este modo la autoridad del jefe que anima el equipo es un elemento funcional de su
organización en función de los miembros, de la situación de la tarea y de los objetivos.
¿Se puede pensar en equipos autogestionados? Es una empresa difícil en un sistema que
sigue siendo fuertemente centralizado. A nivel de centro
educativo, los pequeños grupos de profesores que se
coordinan y están motivados para definir objetivos claros,
concretos, mesurables, y decididos a alcanzarlos, pueden
triunfar a condición de que se integren en el conjunto
institucional.
La descentralización debería teóricamente permitir iniciativas y decisiones concernientes a
la organización del trabajo dentro del centro educativo. Pero en la medida en que la
innovación siga estando sometida a la opinión del consejo de administración y que las
obligaciones estatutarias, así como las clases y el calendario, sigan sujetos a las directrices
oficiales, su puesta en marcha no será muy fácil.
Siendo una de las misiones del servicio público de enseñanza el garantizar las mismas
prestaciones cualitativas y cuantitativas en todos los puntos del territorio, se puede
preguntar si esta exigencia de uniformidad no supone un obstáculo a la iniciativa
individual.
95
132
En todos los casos en que un equipo autónomo realice un trabajo eficaz, se puede
constatar que se respetan tres condiciones:
- el equipo ha estado estructurado en función de las personas y de la tarea;
- los objetivos que hay que alcanzar y los medios para llegar a ellos se han elaborado
con cuidado;
- Los componentes del equipo han seguido una formación en prácticas de trabajo en
grupo.
Como se recordará, Rosenholtz (1989) en su muestra llamó la atención sobre dos culturas
escolares particularmente características. Las llamó escuelas atascadas (o de «aprendizaje
empobrecido») y escuelas en movimiento (o de
«aprendizaje enriquecido»). Recapitulando, las escuelas
«atascadas» tenían alumnos con bajo rendimiento; en
ellas, los docentes por lo común trabajaban solos y rara
vez pedían ayuda. ¿Qué pasaba entonces en las escuelas «en movimiento»?
Rosenholtz mostró que en las escuelas «en movimiento» los docentes hacían más trabajo
en equipo. La mayoría, aun entre los más experimentados, estaban convencidos de que la
enseñanza era difícil en sí misma. Creían que los docentes nunca terminaban de aprender
a enseñar. Y esta mayoría de docentes que reconocían la dificultad de la enseñanza,
admitían en consecuencia que a veces necesitaban ayuda. Por lo tanto, dar y recibir ayuda
no implicaba incompetencia. Era parte de la búsqueda común de una mejora sostenida.
Recibir apoyo de sus colegas, que les comunicaron lo que hacían, inspiró a esos maestros
más confianza y seguridad en sus propios intentos y métodos.
En las escuelas eficaces, como observa Rosenholtz, el trabajo en equipo se asocia a
95
133
normas y oportunidades que dan sustento a la mejora sostenida y al aprendizaje
permanente (en toda la carrera): «El supuesto es que la mejora de la enseñanza
constituye una empresa más colectiva que individual, y
que el análisis, la evaluación y la experimentación en
compañía de sus colegas son condiciones bajo las
cuales el docente mejora» (pág. 73). Como
consecuencia, los docentes son más propensos a
confiar en un saber compartido, a valorarlo y legitimarlo, a buscar consejo y ofrecer ayuda
tanto dentro como fuera de la escuela. Así es más probable que lleguen a ser mejores
profesionales en su tarea: «Todo esto significa que en algunas escuelas es mucho más fácil
que en otras aprender a enseñar, y aprender a enseñar mejor» (pág. 104).
Para Rosenho1tz, el trabajo en equipos docentes modifica sobre todo la incertidumbre de
la tarea, capaz de hacer perder su confianza en sí mismo al docente que la enfrente solo.
En este mismo sentido, Ashton y Webb (1986) descubrieron que la principal ventaja del
trabajo en equipo es reducir la sensación de impotencia de los docentes y aumentar su
convicción de eficacia. Parte del estudio de Ashton y Webb se concentró en un análisis
comparativo de una escuela secundaria inicial organizada algo tradicionalmente, y una
escuela media más bien progresista. Aunque las dos tenían alumnos de extracción social
similar, la escuela media presentaba niveles de rendimiento estudiantil más altos en las
habilidades básicas. Ashton y Webb atribuyeron esta diferencia a la convicción de eficacia
de los docentes y a las percepciones del rol docente en una y otra escuela.
En la escuela secundaria inicial, los docentes eran «un poco fatalistas» acerca del
potencial académico de sus alumnos. Se consideraban ingenuos a sí mismos por haber
buscado metas más ambiciosas al comienzo de su carrera. Dijeron ser ahora más realistas.
En el fracaso de los alumnos en alcanzar las metas académicas veían un problema de
motivación; un problema con los estudiantes o el medio del que provenían.
Los docentes de la escuela media tenían una convicción más arraigada sobre su eficacia:
95
134
«Sabían que podían hacer una contribución significativa a la vida de los alumnos y estaban
pública y personalmente empeñados en ello» (pág. 106). Los docentes de la escuela media
tenían una más alta opinión de su profesión y de sus responsabilidades. Definían su
trabajo con más amplitud: insistían tanto en el desarrollo personal como en el logro
académico; tanto en el trabajo con los colegas como en el trabajo con los alumnos. La
colaboración entre los docentes, el trabajo en equipo y las decisiones conjuntas
caracterizaban a la organización de esta escuela.
Los recursos y las provisiones se compartían. Los docentes planificaban juntos, en horarios
reservados para ello al comienzo y al final de la jornada escolar. Conversaban sobre todos
los temas. Sorteaban los obstáculos en busca de un objetivo común. Esto contribuía a
darles una convicción común de buenos resultados, una fe en su eficacia.
Estos no son descubrimientos idiosincrásicos de dos estudios aislados. Están confirmados
y respaldados por una amplia serie de investigaciones educativas. Lo que más impresiona
en esta investigación es que los docentes llegaron a ser mejores profesionales en algunas
escuelas, mientras en otras no lograron crecer y aun empeoraron. Esto surge con claridad
si comparamos las actitudes hacia el aprendizaje
del docente en las escuelas cooperativas o «en
movimiento» de Rosenholtz y en las escuelas
aisladas o «atascadas». En las escuelas que
trabajan en equipo, «el 80% de los docentes
respondió que su propio aprendizaje es
acumulativo y evolutivo, y que aprender a enseñar es una actividad de toda la vida» (pág.
80). Una característica común a estos comentarios fue «Nunca se termina de aprender. Es
importante aprender a enseñar algo de todas las maneras diferentes posibles para llegar a
todos estos alumnos. Estoy siempre al acecho de nuevas ideas» (pág. 80). En estas
escuelas que trabajaban en equipo, los docentes buscaban ideas nuevas entre sus colegas,
en conferencias profesionales y en talleres. Cuando surgían dificultades, estaban mucho
más predispuestos a pedir y a recibir consejo y asistencia de otros docentes y del director.
95
135
Los docentes de las escuelas que trabajaban en equipo confiaban más en la mejora y
estaban más comprometidos con ella.
En cambio, en las escuelas con trabajo solitario sólo un 17% de los docentes se
manifestaron partidarios de aprender ellos mismos. No actuaban como si tuvieran más
para aprender, ni como si pudieran llegar a ser docentes más eficaces recibiendo ideas de
afuera.
Sin duda, hay aquí cierta selectividad. Los docentes abiertos a las ideas nuevas se ven
atraídos por las escuelas «en movimiento». Los renuentes al aprendizaje se sienten más
seguros en las escuelas «atascadas» (pero, nos arriesgamos a decir, no quedan más
satisfechos en el largo plazo). Sostendremos más
adelante que conviene definir y fomentar la apertura al
aprendizaje en la selección de futuros maestros, y en el
momento de proporcionarles sus primeras experiencias
en programas iniciales de educación docente y de
asignarles sus primeros puestos. Pero es en el ambiente
laboral donde la lucha por la mejora se tiene que librar. Sabemos que esto es posible
porque, aunque sean minoría, «existen» escuelas que trabajan en equipo y en ellas «la
auto-renovación continua se define, comunica y experimenta como un hecho natural de la
vida diaria» (Rosenholtz, 1989, pág. 74). Imagina que llegas a ser un mejor maestro sólo
por formar parte del cuerpo docente de una escuela determinada: sólo por ese hecho
(Little, 1990).
Hasta ahora hemos dicho una serie de cosas favorables acerca de las relaciones laborales
cooperativas y sus ventajas para las escuelas. Pero no hemos sido claros acerca de lo que
realmente significa esa colaboración para los directores y maestros. Esto no es inusual.
Conceptos atractivos como los de trabajo en equipo y colaboración suelen envolverse en
una sensación global de virtud. Esa vaguedad puede ser útil al comienzo, cuando la gente
trata de seleccionar las diferentes posibilidades. Pero después puede presagiar desilusión
95
136
y desengaño si las esperanzas e intenciones no se cumplen, y el sentido y los beneficios
llegan a ser menos claros. Por lo tanto es vital comprender el significado del trabajo en
equipo.
Lo que pasa por trabajo en equipo significa cosas muy diversas en diferentes escuelas.
Algunas buscan reducir la incertidumbre del docente e incrementar su eficacia. Otras
ayudan menos en ese aspecto. Por ejemplo, es importante que usted no infiera que en su
escuela se trabaja en equipo porque existe una confortable sala de profesores, los
maestros se cuentan anécdotas sobre los alumnos y se brindan apoyo moral. La
colaboración que conduce a una mayor eficacia exige mucho más que esto. Las escuelas
donde los maestros permanecen aislados e inseguros en su propia aula no siempre son
escuelas abiertamente inhóspitas en el sentido social. De hecho, en su informe sobre las
escuelas «atascadas», Rosenholtz señaló que las salas de docentes en esas escuelas a
menudo eran lugares felices. Pero esa felicidad nacía de conversaciones sociales en
sentido amplio, sobre actividades no escolares, o de historias
y chistes contados acerca de los alumnos y sus padres, a
menudo a sus expensas. En esas salas no se hablaba mucho de
la profesión: no había discusiones serias sobre el trabajo y su
mejora. Evidentemente, cuando se trata de desarrollar
culturas de trabajo en equipo no hay que confundir felicidad con excelencia.
Little (1990) ha identificado cuatro clases diferentes de relaciones de trabajo en equipo
entre los maestros. Las describe así: 1) de interpretación y de relatos; 2) de ayuda y
asistencia, y 3) de participación, que son formas débiles de trabajo en equipo. Little aduce
que si el trabajo en equipo se limita a las anécdotas, a la ayuda ofrecida sólo cuando se
pide, o a intercambiar ideas existentes sin examinarlas ni ampliarlas, lo más probable es
que consolide el statu qua. Sin embargo, hay otro tipo de relación cooperativa.
Little observa que el cuarto tipo ---el trabajo conjunto- es la forma más sólida de
colaboración (por ejemplo, la enseñanza en equipo, la planificación, la observación, la
95
137
investigación, la capacitación permanente entre pares, la tutoría, etc.). El trabajo conjunto
implica y genera una mayor interdependencia, responsabilidades compartidas, un
compromiso y un progreso colectivos, y una mayor disposición a participar en las difíciles
tareas de revisión y crítica. Esta, expresa Little, es la modalidad de trabajo en equipo y de
cultura más propicia a una mejora significativa. Otras modalidades quizás ofrezcan el
impulso básico hacia la búsqueda de la mejora, pero serán apenas sustitutos de la
modalidad mencionada.
Little afirma que muchos ejemplos de aparente trabajo en equipo representan «lazos
débiles». Por ejemplo, cita testimonios para sostener que proyectos de entrenamiento y
tutoría suelen ser de esta variedad relativamente superficial, que sirve como refugio y es
intrascendente, y por lo tanto tienen escaso efecto en la cultura de la escuela. En la
próxima sección volveremos sobre este tema de las formas débiles de trabajo en equipo,
pero aquí queremos destacar que la búsqueda de formas sólidas y eficaces de
colaboración tiene que crear condiciones propicias para que los docentes planteen y
aborden cuestiones críticas y urgentes:
"En otras palabras: ¿El trabajo en equipo de los maestros da lugar al desarrollo creativo
con decisiones bien informadas o a un reforzamiento
mutuo que mantiene hábitos empobrecidos? ¿El tiempo
que los maestros comparten propicia una comprensión
e imaginación que ellos aportan a su trabajo, o sólo los
lleva a confirmar entre ellos su práctica actual?" (Little,
1990, pág. 22).
Uno de los estudios más sagaces sobre el aspecto que las culturas del trabajo en equipo
presentan en la práctica fue realizado por Nias y un equipo de investigadores en Inglaterra
(Nias, Southworth y Yeomans, 1989). Nias y su equipo llevaron a cabo un estudio de casos
en profundidad para cinco escuelas primarias ya conocidas por sus relaciones positivas
entre el personal. Enseñaron y observaron en esas escuelas durante un año. Las ricas
95
138
descripciones que construyeron en esas escuelas ofrecen relatos fascinantes, detallados y
realistas del aspecto que presentan en la práctica las culturas donde el trabajo en equipo
se despliega con fuerza. Tres de las escuelas comprendían culturas de trabajo en equipo
en pleno funcionamiento. Las cinco escuelas eran pequeñas (hasta doce maestros de
jornada completa), de modo que debemos abstenernos de generalizar. Pero la
configuración de las características ilustra sobre las modalidades culturales del trabajo en
equipo que buscamos para el futuro. ¿Cuáles eran esas características clave?
Según Nias y sus colaboradores, lo que caracteriza a las culturas del trabajo en equipo no
es su organización formal, no son sus reuniones ni sus procedimientos burocráticos.
Tampoco se trata de un trabajo en equipo organizado para proyectos y eventos
específicos. Estas culturas consisten más bien en cualidades, actitudes y conductas
predominantes que rigen las relaciones del personal en todo momento, sobre una base
diaria. La asistencia, el apoyo, la confianza y la sinceridad forman el núcleo de estas
relaciones. Detrás de esto hay un compromiso con la valoración de las personas como
individuos y con la valoración de los grupos a los cuales pertenecen esas personas.
Las culturas del trabajo en equipo se descubren en todos los aspectos de la vida de la
escuela: en los gestos, chistes y miradas que transmiten
simpatía y comprensión; en el esfuerzo y el interés
personal que se manifiesta en los corredores o fuera de
las aulas; en los cumpleaños, agasajos y otras pequeñas
celebraciones; en la aceptación e interacción entre vida
personal y profesional, en el elogio sincero, el reconocimiento y la gratitud; y en el acto de
compartir y discutir ideas y recursos.
En estas culturas, el fracaso y la incertidumbre no se protegen ni se defienden, sino que se
comparten y se discuten con vistas a obtener ayuda y respaldo. Los maestros no pierden
su tiempo ni su energía en poner a salvo su responsabilidad. Las culturas del trabajo en
equipo requieren un amplio acuerdo sobre los valores educativos, pero también toleran el
95
139
disenso y hasta cierto punto lo alientan activamente dentro de esos límites. Las escuelas
con esas características también son lugares donde se trabaja con empeño, donde hay una
dedicación y un compromiso firmes y comunes, existe una responsabilidad colectiva y un
sentido especial de orgullo por la institución.
Las culturas cooperativas reconocen la intención del docente y le dan voz. Curiosamente,
el disenso es más fuerte y más frecuente en las escuelas con cultura de trabajo en equipo
que en las otras, ya que se discuten las intenciones, los valores y su relación con la
práctica. Pero este desacuerdo es posible gracias a la base sólida de seguridad
fundamental sobre la cual se apoyan las relaciones del personal: seguridad que permite
apertura en la discusión y en el desacuerdo
temporario, sabiendo que esto no supone una
amenaza para la continuidad de las relaciones. En las
culturas de trabajo en equipo, el análisis de los valores
y las intenciones no es un acontecimiento aislado,
como aquel en que el personal participa en la redacción del Informe del Proyecto, sino un
proceso continuo que abarca a toda la escuela. Ahora bien, el desacuerdo también es
posible gracias a las amplias coincidencias sobre los valores y orientaciones
fundamentales que el personal desarrolla e implementa con el tiempo. Las intenciones en
las culturas del trabajo en equipo no son enteramente idiosincrásicas, sino que reciben
gran parte de su fuerza del hecho de ser desarrolladas y compartidas por los colegas.
Las culturas del trabajo en equipo también respetan, exaltan y tienen en cuenta al
maestro como persona. En estas culturas cooperativas, como dicen Nias y sus
colaboradores, la enseñanza es un empeño personal, pero no privado. Aquí el docente de
buena gana revela algunos de los aspectos más personales de sí. También se alienta a los
líderes a hacer lo propio. Se expresan las vulnerabilidades; se toman en consideración las
circunstancias personales, la enfermedad, los duelos y los malos momentos. En las
culturas cooperativas descriptas por Nias, la persona no es devorada por el grupo sino que
se realiza a través de este. En la cultura del trabajo en equipo, la intención y la persona ---
95
140
esenciales ambas para la competencia docente-- se declaran con franqueza y tienen un
desarrollo positivo.
Estas culturas crean y promueven ambientes laborales más satisfactorios y productivos.
Dan fuerza a los docentes y reducen las incertidumbres de una tarea que de otro modo
enfrentarían solos, y es así como también elevan los logros del alumnado. Las culturas del
trabajo en equipo promueven el compromiso con el cambio y la mejora. Además, crean
comunidades de maestros que, librados del aislamiento y la incertidumbre, ya no están en
una relación de dependencia con un cambio impuesto desde afuera. Mirar el cambio ya
no es una opción entre la aceptación entusiasta e incondicional o el rechazo irreflexivo. En
las culturas del trabajo en equipo, los docentes elaboran una seguridad colectiva para dar
una respuesta crítica al cambio: seleccionan y adaptan los elementos que introducen
mejoras en su contexto laboral, y dejan de lado los que no tienen esa virtud.
Lo más revelador en los descubrimientos de Nias y sus colaboradores es la configuración
particular de las creencias y conductas en las escuelas
altamente cooperativas. En estas escuelas, el individuo y el
grupo son valorizados por sí mismos y tanto el uno como el
otro. No sólo los individuos son valorizados; también lo es la
interdependencia.
Los individuos así valorizados como personas y como maestros, incluso como
principiantes, se han sentido bienvenidos. Los docentes mostraban interés en la vida
personal de los demás, al mismo tiempo que respetaban el derecho a la privacidad. Se
tenía en cuenta a la persona en su totalidad.
«En el trabajo se tomaban medidas para aliviar circunstancias domésticas como un
despido laboral del esposo o del hijo. El personal era tolerante con el carácter taciturno o
irritable, o con la ineficiencia desacostumbrada del colega. Estaba dispuesto a ofrecer la
ayuda que fuera necesaria con ocasión, por ejemplo, de una crisis depresiva, de un dolor
de espalda, de un automóvil averiado o de una noche de insomnio. Cuando alguien tenía
95
141
un mal día, la respuesta era más compasiva que ofendida. En las escuelas que trabajaban
en equipo reinaba una actitud de consideración hacia los otros» (pág. 55).
Se atribuía a los individuos el valor de fuentes de inspiración para los otros. Como escribió
un docente:
«Trabajar en un equipo no significa que todos sean iguales ni estén tan ocupados en
confirmarse los unos a los otros que nada pueda ocurrir. Eso enerva. Tienes que contar
con personalidades e ideas diferentes para animar a las otras personas, pero esto se
puede hacer sin agresión»
La interdependencia se valoraba de dos maneras; la primera, en el sentido de pertenencia
a un grupo:
«Juntos, los miembros del personal formaban un grupo al que valoraban porque les daba
un sentido de pertenencia. Al mismo tiempo, aceptaban una responsabilidad colectiva por
el trabajo de la escuela, y así creaban un equipo sólido en el que los miembros se
ayudaban, alentaban y reemplazaban unos a otros»
En segundo lugar, la interdependencia se valoraba en el sentido de trabajar como un
equipo. La responsabilidad colectiva sobre la que se edificaban
los equipos se manifestaba en el modo en que sus miembros se
aconsejaban, respaldaban y ayudaban. Con palabras de un
docente: «Si dices que haces esto y esto, y que no has tenido
ideas buenas, al instante te aportarán seis o siete ideas diferentes» (pág. 60).
Las culturas del trabajo en equipo, definidas según estos valores, más propician la
diversidad que la combaten; la vuelven apreciada y accesible, al mismo tiempo que
fomentan la interdependencia, el aprendizaje mutuo, la identificación de los intereses
comunes y el trabajo conjunto para resolver los problemas. Pero desarrollar estas culturas
no es fácil. Como explican Nías y sus colaboradores, para funcionar bien ellas exigen un
alto grado de seguridad y de sincera confianza entre sus docentes. Las culturas del trabajo
95
142
en equipo son sin ninguna duda organizaciones complejas y en delicado equilibrio, por lo
que es difícil instalarlas y, todavía más, mantenerlas.
Para cerrar esta sección destacaremos otras dos características de las culturas del trabajo
en equipo a las que daremos prominencia en los lineamientos y las estrategias de mejora
que formulamos en el capítulo 4. Nos referimos al rol del liderazgo y a la relación de las
escuelas que trabajan en equipo con su medio.
Ya dedicamos ¿What's Worth Fighting For in the Principalship? [Los objetivos por los
cuales vale la pena luchar en la dirección] a un análisis de la dirección, que no
intentaremos repetir aquí. Pero queremos decir tres cosas acerca del liderazgo en las
escuelas. En primer lugar, que el desarrollo de las escuelas que trabajan en equipo, donde
ellas existen, ha dependido principalmente de las acciones de sus directores (Fullan, 1991;
Nías et al., 1989; Leithwood y Jantzi, 1990). En segundo lugar, lo que importa es una clase
de liderazgo particular. No se trata del liderazgo
carismático e innovador que moviliza a las culturas de
toda la escuela. Se trata de un tipo más sutil de liderazgo
que enseña a los demás el sentido de la actividad. Como
vemos, el papel básico del liderazgo es conducir el
desarrollo de las escuelas que trabajan en equipo, donde se da voz o se autoriza a los
docentes, «de manera de encuadrar los problemas, y discutir y trabajar individual y
colectivamente para comprender y modificar aquellas situaciones que los causaron»
(Smyth, 1989, págs. 190-1). En el capítulo 4 diremos más acerca de cómo los directores
pueden desarrollar estas escuelas que trabajan en equipo.
El punto tercero, y aún más fundamental, es la advertencia de que el liderazgo puede y
debe provenir de una variedad de fuentes en la escuela. En las escuelas donde funciona
plenamente el trabajo en equipo, muchos de los docentes (en realidad, todos) son líderes.
En el largo plazo, si la cultura de las escuelas que trabajan en equipo se llega a
institucionalizar tan firmemente como la cultura actual del individualismo, ellas ya no
95
143
necesitarán de directores tal como ahora los conocemos.
La relación de la escuela con el medio más amplio también se considera en el capítulo 4.
Aquí haremos unas pocas observaciones básicas. Las escuelas que trabajan en equipo
tienen raíces profundas en su medio: la comunidad local, los contextos regional, provincial
y aun nacional e internacional. Es posible que una escuela llegue al trabajo en equipo a
pesar del medio, pero no es posible que lo mantenga sin el compromiso activo y el apoyo
de este.
Existen por lo menos dos razones para que esto suceda así. En primer lugar, así como la
apertura es necesaria dentro de la escuela, también debe caracterizar la relación de la
escuela con el mundo exterior. Las ideas nuevas, las mejores prácticas de otros lugares, el
estímulo, la presión para tener en cuenta las necesidades sociales y el ejemplo (o lo que se
tiene para ofrecer a otros docentes y escuelas) son parte de la vitalidad espiritual de las
escuelas que trabajan en equipo. Pero las escuelas no pueden tener éxito sin establecer
estrechas relaciones laborales con los padres y la comunidad.
En segundo lugar, las decisiones tomadas fuera de la escuela obviamente afectan su
futuro (como el entrenamiento de la nueva generación de docentes, quiénes son
incorporados, quiénes son trasladados, etc.). No somos
tan ingenuos para creer que estos factores sean
controlables por la misma escuela, pero también es
evidente que la escuela que trabaja en equipo -para
protegerse, incluso para mejorar- debe jugar de continuo y negociar su futuro con el
mundo exterior.
En suma, además de los valores identificados por Nías y sus colaboradores, las culturas del
trabajo en equipo también mantienen un compromiso explícito con la mejora sostenida y
95
144
con la búsqueda de métodos para mejorar la práctica, se los encuentre dentro o fuera de
la escuela.
Las escuelas se ven en una situación difícil. Nunca fue más necesario para los docentes
trabajar juntos. El concepto de trabajo en equipo es atractivo por sí. Pero es el ingrediente
del cambio y también de las soluciones fracasadas. Vimos además que los cambios que
exige la transición eficaz hacia el trabajo en equipo son
profundos y complejos. La mera existencia de trabajo en
equipo no se debe confundir con el imperio de su cultura
plena. Es mejor evitar ciertas variedades de él. Algunas son
pérdidas de tiempo, y de escaso efecto. Otras se deben
considerar sólo como estaciones de tránsito en la búsqueda de formas más ambiciosas.
Examinaremos tres de estas formas de trabajo en equipo que nos deben inspirar cautela:
la balcanización, la cooperación fácil y el trabajo en equipo artificial.
En algunas escuelas, aunque los docentes se asocien de manera más estrecha con algunos
de sus colegas que en una cultura individualista, lo hacen en grupos particulares más que
en la escuela total. Estas escuelas tienen lo que podría llamarse una cultura docente
balcanizada: una cultura hecha de grupos separados, y a veces rivales, que maniobran
para alcanzar una posición y una supremacía como ciudades estados independientes,
vagamente conectados.
Los docentes en las culturas balcanizadas unen sus lealtades e identidades a grupos
particulares de colegas. Son por lo común los colegas con quienes trabajan más
estrechamente, pasan la mayor parte del tiempo y alternan socialmente con más
frecuencia en la sala de maestros. La existencia de estos grupos en una escuela a menudo
95
145
refleja y sustenta puntos de vista muy diferentes sobre el aprendizaje, los estilos de
enseñanza, la disciplina y el curriculum. Las camarillas balcanizadas no se reducen a los
maestros conservadores. Los grupos de maestros innovadores, que se ven más
adelantados que sus colegas, también se segmentan con perjuicio para el desarrollo
general de la escuela.
La balcanización puede traer escasez de comunicaciones, indiferencia o grupos, que
recorran la escuela por senderos separados. Una falta de sistema para supervisar los
progresos del alumnado así como expectativas inconsistentes sobre su rendimiento y
conducta pueden ser la consecuencia. Como
observa Ball (1987), así se generan conflictos y
disputas sobre el espacio (asignación de aulas,
espacios de almacenamiento), el tiempo
(prioridad en los horarios) y los recursos
(presupuestos, cantidad de alumnos, etc.). La
urgencia y necesidad de defender su territorio y su
posición de los reclamos de otros grupos explica la gran seriedad e importancia que los
maestros atribuyen a disputas «mezquinas» sobre cosas tales como los derechos a los
espacios para armarios y bibliotecas en el pasillo de una escuela (Hargreaves et al., 1988).
Las culturas balcanizadas son una característica común en la vida de las escuelas
secundarias, sobre todo por las sólidas estructuras asignatura-departamento en las que se
basan estas escuelas. Pero también las encontramos en escuelas primarias. La forma más
común de balcanización en las escuelas elementales surge de la separación de los
docentes en diferentes divisiones: primaria, inicial y media. En la reciente investigación
sobre el tiempo de preparación, comprobamos que en una junta escolar orientada al
trabajo en equipo había muchas situaciones de cooperación y planificación conjunta entre
los docentes dentro de ciertos grados y divisiones. Para conseguir esto, era común que los
horarios dedicados a la preparación se acomodaran de manera que los docentes del
mismo grado dispusieran de tiempo libre simultáneamente. Y los que se interesaban en
95
146
planificar junto con sus colegas de grado por lo general se expresaban positivamente
acerca de la importancia de estas disposiciones. Pero una cooperación regular transversal
a los grados y divisiones era comparativamente una rareza. Otras investigaciones han
llegado a comprobaciones similares: los maestros elementales consultan mucho más a
menudo con los maestros del mismo grado y de la misma división que con otros colegas
(Hargreaves, 1986). Este aislamiento basado en los grados significa que si bien se presta
mucha atención a la coherencia curricular lateral dentro de los grados y divisiones, la
continuidad vertical de una división o, a veces, de un grado, a la división o el grado que
sigue puede ser caóticamente débil.
Por eso, la existencia misma de subgrupos orientados a la innovación, como en la
enseñanza en equipo o la capacitación entre pares, puede reflejar o no una cultura de
trabajo en equipo de la escuela total. En realidad, Nias y sus colaboradores observaron
que los docentes de la misma mentalidad a menudo se reúnen en subgrupos que
«estorban la aceptación de ciertas prácticas en toda la escuela, e inhiben la discusión
abierta que pudiera conducir a crear una perspectiva conjunta para la escuela» (pág. 53).
No negamos que asociarse con un colega innovador pueda ser un paso importante hacia
adelante, pero es solamente un comienzo.
La continuidad del curriculum y la coordinación transversal a los grados es mucho más
probable en las culturas que dan valor a los individuos y a las interacciones sostenidas por
una diversidad de personas en toda la escuela. Los lineamientos del curriculum formal y
las estructuras administrativas (como los equipos de
mejora escolar) no producen por sí solos una coherencia
curricular en el nivel de la práctica. Al fin y al cabo, la
continuidad efectiva se asegura más con el entendimiento
humano, la comunicación y el consenso en un nivel
informal, y la necesaria apertura, confianza y apoyo que
son sus consecuencias. También importa crear una comunidad de docentes cuyas
experiencias y compromisos no se limiten exclusivamente a un único grado, división o
95
147
asignatura, sino que abarquen toda la escuela. Todo esto ayuda a evitar los huecos o las
duplicaciones innecesarias en el aprendizaje de los alumnos cuando pasan de un grado al
siguiente.
No queremos decir que las disposiciones organizativas sean irrelevantes. Son esenciales
para proporcionar mecanismos y posibilidades de trabajo conjunto (véase el capítulo 4).
Pero creemos que la relación interpersonal es la subestructura que mantiene unidos los
propósitos formales de la continuidad curricular. Sin ello, los procedimientos de
consultoría formal no son más que una frágil armazón administrativa.
Algunos directores están muy conscientes de los peligros de la balcanización y han
elaborado políticas que contrarresten sus efectos negativos. Ellas incluyen:
Disposiciones para el tiempo de preparación que permiten a los maestros
intermedios (que cubren las clases primarias y secundarias iniciales) apreciar las
dificultades que presenta y las habilidades que exige la enseñanza de los alumnos
más pequeños. Así llegan a valorar más el saber de sus colegas.
Intercambio temporario de docentes por días, semanas
o incluso por un año entre la escuela secundaria y los
años intermedios de una de sus escuelas «tributarias».
Esto puede promover más entendimiento y continuidad
para responder a las necesidades de los años de
transición (Hargreaves y Earl, 1990).
Disposiciones para grupos cruzados, que comprometan en el trabajo conjunto a
maestros y alumnos de diferentes grados, pueden ser muy valiosas para moderar
los efectos de la balcanización y crear más entendimiento entre docentes que por
regla general están relativamente aislados los unos de los otros.
Estas disposiciones reafirman dos principios fundamentales que apuntalan las relaciones
del trabajo en equipo en el personal.
95
148
En primer término, la experiencia rutinaria de trabajar con otros es un mejor camino para
llegar a comprender y cooperar que o bien una persuasión racional de la necesidad de
considerar los puntos de vista de los colegas o bien unos procedimientos formales que
pretendan crear una relación más estrecha (por ejemplo, a través de un mejor sistema de
registros de actividades).
En segundo término, el desarrollo de los docentes es inseparable del desarrollo curricular.
Estos dos campos de la reforma no se deben abordar aislados sino rutinariamente juntos.
El trabajo en equipo eficaz opera en el mundo de las ideas; analiza críticamente las
prácticas existentes, busca mejores alternativas y une esfuerzos para producir mejoras y
medir su valor.
Dada la escasez de culturas de trabajo en equipo en los sistemas escolares en general, su
creación plena al menos en algunos escenarios ha sido un logro sustancial. Sin embargo,
como apuntamos antes, el trabajo en equipo a menudo adopta formas que llamamos
limitadas, en lugar de formas amplias. Pueden ser
limitadas en el sentido de no extenderse al aula donde
los maestros trabajen en la enseñanza conjunta, la
observación mutua o la investigación. Por ejemplo,
incluso donde los maestros colaboran en el tiempo de
preparación es inusual que pasen ese tiempo en el aula
del otro. Esto restringe sus posibilidades de indagarse y aconsejarse mutuamente sobre su
práctica. Y elimina de la agenda las preguntas más difíciles acerca de la tarea y el modo de
hacerla mejor. Los principales elementos de las normas imperantes del aislamiento siguen
intactos. La mayor exigencia para las escuelas es extender su trabajo en equipo en este
preciso sentido: el que toma la acción como eje y el aula como base.
El trabajo en equipo limitado rara vez ahonda en los fundamentos, los principios o la ética
de la profesión. Se suele reducir a la tarea más cómoda de dar consejos, intercambiar
95
149
estrategias y compartir materiales de una naturaleza más inmediata, específica y técnica.
Esta modalidad de trabajo en equipo se reduce a las unidades de trabajo o los temas de
estudio particulares sin alcanzar a la intención ni al valor más amplios de lo que se enseña
y del modo de enseñar. Es un trabajo en equipo que se concentra en lo inmediato, en el
corto plazo, y excluye los problemas de planificación de plazo más largo. Esta modalidad
no contempla los principios de una práctica reflexiva sistemática. En el estudio sobre el
tiempo de preparación, incluso en los escenarios más cooperativos, hubo muchas
expresiones en el sentido de compartir, intercambiar, coordinar, celebrar y apoyar. Pero
casi no se habló de indagar, cuestionar, reflexionar, criticar o dialogar como actividades
valiosas y positivas. La investigación conducida en la escuela también muestra escasas
pruebas de que esta modalidad produzca una mejora educativa en las aulas (Levine y
Eubanks, 1989). Suele no pasar de lo «fácil».
Acker (1989) proporciona otro ejemplo en su estudio comparativo de dos escuelas
primarias en Inglaterra y las respuestas que dieron a la introducción de un Currículum
Nacional impuesto desde fuera. Una de esas escuelas tenía muchas de las características
aparentes del trabajo en equipo: elevada participación en las decisiones, superposiciones
en los roles del personal, solicitud, calidez, humor, camaradería y gratitud. Además de los
aspectos externos que comúnmente se mencionan para esta cultura del trabajo en
equipo, el estudio de Acker detectó una serie de dificultades. La escuela misma resolvió en
definitiva algunas de estas, pero eran indicativas de los problemas clave del trabajo en
equipo:
La modalidad usual era «improvisada, flexible y cálida en lugar de organizada y
eficiente»; las decisiones conjuntas, que se tomaban incluso en cuestiones de escasa
importancia, consumían mucho tiempo; los roles eran tan indefinidos que, ante la
necesidad de implementar las innovaciones externas, hubo demoras en acondicionar
los recursos porque nadie era claramente el responsable de ellos; para tomar
decisiones, el personal confiaba en la memoria o en la tradición oral en oposición a
los informes escritos. Esto traía falta de claridad y de certeza colectivas sobre la
95
150
política escolar; el personal tenía poco contacto con teorías, ideas o consejos
profesionales ajenos a la escuela, y para esto dependía quizá demasiado del director
o maestro principal; la escuela reaccionaba a los cambios externos capaces de
afectarla, más que anticiparlos; las discusiones y decisiones sobre innovaciones
impuestas y supervisadas desde fuera eran lentas y a menudo vagas, lo que
introducía desconcertantes demoras en la implementación de las políticas.
Las escuelas donde el trabajo en equipo es fuerte no son débiles ni difusas. No actúan
como si el mundo exterior fuera un estorbo. En esta
institución, y en muchas parecidas, quizá se insista
demasiado en compartir y celebrar la experiencia, y
no lo bastante en investigarla y extenderla más allá
de las paredes de la escuela. El trabajo en equipo no
se debería detener en la afinidad. Es demasiado
cómodo evitar discusiones inquisitivas y un trabajo conjunto que plantee desacuerdos
sobre los principios y la práctica de la enseñanza. Es una cooperación demasiado fácil.
La cooperación eficaz no siempre es fácil. A veces causa dificultades y también inquietud.
Las relaciones cálidas, cariñosas, y la atmósfera de confianza y apertura son casi
seguramente necesarias para tener una base de seguridad sobre la que se desarrollen
aquellos procesos inquisitivos más exigentes. Pero pasar por el trance de un cambio
fundamental, profundo y duradero exige que los esfuerzos de mejora vayan más allá de
las decisiones y la planificación conjuntas, la experiencia y los recursos compartidos, y las
relaciones interpersonales sustentadoras, e incluyan el trabajo conjunto, la observación
mutua y la inquisición reflexiva sobre asuntos concretos. El trabajo en equipo eficaz opera
en el mundo de las ideas; analiza críticamente las prácticas existentes; busca mejores
alternativas y une esfuerzos en producir mejoras y medir su valor. Creemos que esta es
una de las exigencias clave para el trabajo en equipo y el desarrollo profesional en el
futuro.
95
151
Como las culturas del trabajo en equipo no evolucionan con rapidez, serán poco atractivas
para administradores que busquen implementar medidas con resultados inmediatos. Las
culturas del trabajo en equipo no se dejan fijar con facilidad en el tiempo y el espacio,
puesto que sobre todo viven en los intersticios de la vida escolar. Además, las
consecuencias de estas culturas son impredecibles. El currículum que se elaborará, el
aprendizaje que se alentará, las metas que se formularán no siempre se pueden predecir
confiadamente de antemano.
Para algunos administradores, esta impredecibilidad puede ser desconcertante. Lo que
estas culturas del trabajo en equipo alientan, formulan y desarrollan no siempre coincidirá
con las intenciones preferidas por las autoridades ni con las
actuales prioridades de una junta escolar. Esto explicaría por qué
la mayoría de las culturas del trabajo en equipo adoptan la forma
limitada, donde los fundamentos de la práctica, del currículum y
de la instrucción no se investigan de una manera inquisitiva, sobre
una base continua y en sentido transversal a la comunidad
escolar. Las formas de trabajo en equipo más amplias casi
seguramente requieren una delegación formal de responsabilidad,
en las escuelas y los maestros mismos, de aspectos importantes
del desarrollo curricular, de algo en lo que les interese a los docentes colaborar.
Lo impredecible de las culturas del trabajo en equipo también predispondrá a los
administradores a prohijar modalidades que ellos controlen, regulen o dominen. Hemos
llamado trabajo en equipo artificial a estas modalidades más controladas (Hargreaves,
1989). Este trabajo en equipo artificial se caracteriza por una serie de procedimientos
formales, específicos y burocráticos que privilegian la planificación conjunta entre los
docentes, la consulta entre ellos y otras formas de colaboración. Se lo puede observar en
95
152
iniciativas como la capacitación entre pares, los proyectos de tutorías, la planificación
conjunta en aulas provistas especialmente, la gestión autónoma, las reuniones con
horarios establecidos formalmente, con definiciones claras de los roles, y los programas
de formación para los docentes que trabajan como consultores. Las iniciativas de esta
clase son artificios administrativos destinados a introducir el trabajo en equipo en
escuelas donde antes era casi inexistente. Se proponen alentar una mayor asociación
entre los docentes y fomentar la participación, el aprendizaje y la mejora de habilidades y
saberes. El trabajo en equipo artificial también busca la buena implementación de nuevas
propuestas y técnicas en una cultura escolar más sensible y sustentadora.
Pero el trabajo en equipo artificial es un arma de doble filo. Tiene posibilidades positivas y
negativas, según cómo y cuándo se aplique. En el mejor de los casos, el trabajo en equipo
artificial puede ser una fase preliminar propicia a la construcción de relaciones
cooperativas más duraderas entre los docentes. Es un modo de ponerlos en contacto.
Después, sobre la base de estos elementos informales de reconocimiento, los directores
edificarán la confianza y el sustento que son esenciales para
crear una comunidad de enseñanza eficaz. Hace falta cierta
artificialidad para establecer casi cualquier cultura del
trabajo en equipo. Esta no surgirá por generación
espontánea. Programar horarios con inteligencia, dejar libres
a los docentes para que tengan oportunidad de planificar
juntos mientras los directores cubren las clases para facilitar
esa planificación, adoptar disposiciones que inviten a los
maestros a consultar con los bibliotecarios y con los
docentes de la educación especial: todo esto ayuda a crear,
aunque desde luego no garantiza, las condiciones favorables
al desarrollo de las culturas del trabajo en equipo. El trabajo
en equipo artificial también cuestiona la complacencia colectiva, y amplía el campo de
colaboración docente. Puede llamar la atención sobre el trabajo conjunto.
95
153
No obstante, en el peor de los casos el trabajo en equipo artificial se puede reducir a un
rápido e ingenioso sustituto administrativo de las culturas del trabajo en equipo docente.
Para desarrollar estas culturas se requiere mucho más tiempo, esmero y sensibilidad que
para cambios rápidos de naturaleza superficial administrativa. Si se implementa de
manera incorrecta, el trabajo en equipo artificial puede reducir la motivación de los
maestros para cooperar. Construir las culturas del trabajo en equipo supone un largo
itinerario evolutivo. No existen atajos.
Desde luego, como ya sostuvimos, las culturas del trabajo en equipo no surgen de manera
espontánea o completamente solas. También
requieren una dirección e intervención
administrativas. Pero en términos generales es
una intervención de auspicios y ventajas que
crea oportunidades para que los docentes
trabajen juntos en el horario escolar. Las
culturas del trabajo en equipo no imponen el auxilio ni la asociación entre colegas: los
fomentan y facilitan. Esto las distingue de las escuelas caracterizadas por versiones más
superficiales, de trabajo en equipo artificial.
En algunas de las formas más cuestionables del trabajo en equipo artificial, el
compañerismo y la asociación se imponen por vía administrativa y producen un grado de
inflexibilidad donde fracasan los principios del juicio autorizado que constituyen la esencia
del profesionalismo docente. Hay muchos ejemplos de trabajo en equipo impuesto que
navegan engañosamente bajo la bandera de la cultura del trabajo en equipo. Ciertas
formas de capacitación entre pares, que no sólo alientan sino que ordenan a los docentes
el trabajo conjunto para mejorar su práctica, equivalen a un trabajo en equipo impuesto
(Hargreaves y Dawe, 1990). Las formas coercitivas de supervisión impersonal, donde
asistencia se asimila a evaluación y se ofrece ayuda bajo el pabellón de la jerarquía, no son
sino otro tipo de trabajo en equipo impuesto (Grimmett y Crehan, 1991). Otro caso de
trabajo en equipo impuesto es aquel en que se pide a los maestros de aula reunirse
95
154
siempre con su profesor de educación especial en un horario fijo aunque de hecho no
haya asuntos que discutir (Hargreaves, en preparación).
El uso del tiempo de preparación es otro ejemplo. Las respuestas de algunos maestros en
sus entrevistas durante el estudio sobre el tiempo de preparación indicaron que si bien en
general lo utilizaban para trabajos en equipo solicitados por el director, también
empleaban una parte para retirarse a su aula u otro espacio y trabajar solos, sobre sus
propias clases, en resolver la plétora de pequeñas tareas para las cuales el tiempo de
preparación tiene tanta importancia. Ahora bien, cuando hacían esto se sentían culpables
y temerosos de ser descubiertos por su director, y no sin justificación. Un director nos
explicó que se había puesto furioso cuando descubrió que los maestros a los que había
reemplazado en persona para que tuvieran tiempo de planificar juntos, en realidad no lo
hacían sino que trabajaban solos en preparar clases y poner notas. La respuesta de estos
maestros fue pedirle que confiara en ellos. Le dijeron que habían planificado juntos, pero
que luego les pareció más apropiado trabajar solos. El director no se convenció ni se
calmó. Después de haber invertido gran parte de su tiempo en permitirles planificar
juntos, pensó que habían defraudado su confianza no cumpliendo con lo prescrito.
El tiempo de preparación y su uso apropiado ha complicado las relaciones entre la vida de
los maestros y su trabajo de una manera que
los directores no siempre pueden apreciar.
Por ejemplo, la mayor parte de los docentes
entrevistados en el estudio no consideraban
el tiempo de planificación, como se lo
llamaba a veces, como el mejor momento
para planificar. Los períodos de preparación
eran por lo común muy breves, de cuarenta minutos o menos. Muchos minutos se perdían
atendiendo clases hasta que el maestro reemplazante llegaba, llevando a los niños al
gimnasio para supervisar que se cambiaran, acudiendo a la sala de maestros si el aula del
docente estaba en uso, y así sucesivamente.
95
155
Por lo común, este tiempo se consideraba demasiado breve para una planificación
continuada, fuera esta colectiva o individual. Estos docentes preferían planificar en otros
momentos, como en la pausa del almuerzo o después del horario escolar. El tiempo de
preparación se utilizaba más para «despachar» tareas pequeñas e innumerables como
fotocopias y llamadas telefónicas, que se harían con menos eficiencia en otros momentos
cuando los otros docentes clamaran por los mismos recursos. Esta pauta de trabajo en el
tiempo de preparación era sumamente útil para muchos maestros y les dejaba tiempo
para planificar otros asuntos de una manera más continuada en la jornada escolar.
En cambio, para otros docentes, el tiempo de preparación era ideal para planificar con los
colegas. Por ejemplo, su actuación como entrenadores o árbitros de equipos deportivos
les dejaba pocas oportunidades para encontrarse con sus colegas en otros momentos.
Acuciantes responsabilidades hogareñas hacían difícil para muchas maestras quedarse en
la escuela después de la hora de salida y planificar en ese momento con sus colegas
(aunque algunas se sometían a molestias extraordinarias). El tiempo de preparación era
para ellas un buen momento para trabajar con los colegas.
Por lo tanto, el tiempo de preparación y sus usos establecen una relación compleja y
variable entre el trabajo de los docentes y las circunstancias de la vida. No existe una
fórmula administrativa exenta de
ambigüedad para resolver esto. El principio
básico es en cambio el de la flexibilidad y
prudencia administrativa para delegar en
los maestros mismos las decisiones sobre
el uso de los períodos de preparación. Por
lo general es mejor que los directores establezcan expectativas de tareas en equipo (para
discutir y elaborar entre colegas) en lugar de expectativas de tiempos de equipo. Se debe
evitar el trabajo en equipo impuesto.
Vale la pena una última observación en el examen de las culturas del trabajo en equipo.
Tras analizar la investigación sobre las organizaciones que se manejan bajo esta
95
156
modalidad, Rothschild (1990) concluye que la socialización propia de las mujeres las
prepara mejor para desarrollar y dirigir estas organizaciones.
Las mujeres, más que los hombres, suelen negociar los conflictos para proteger relaciones
laborales existentes (a diferencia de un manejo del
conflicto para ganar-perder) y valoran las relaciones
mismas, y las que ellas mantienen, como parte de su
compromiso con los cuidados formativos (en lugar de
vedas como un instrumento para otros fines). Shakeshaft
(1987) descubre regularidades similares en sus estudios
sobre las mujeres y el liderazgo en los sistemas escolares.
Esto no significa que todas las mujeres sean mejores que los hombres para dirigir
escuelas. Hay buenos y malos directores de ambos sexos. Y no se trata de
características que se tengan desde el nacimiento. Pero las regularidades son evidentes.
A medida: que más mujeres asciendan a los puestos superiores, nuestros modelos de
interpretación del liderazgo eficaz quizás experimenten transformaciones significativas.
Será importante buscar, apreciar y fomentar nuevas formas de trabajo en equipo.
También integraremos las cualidades -que el estereotipo define como masculinas- del
centramiento en la tarea y el análisis, y aprenderemos de ellas, porque de lo contrario
no introduciremos el trabajo en equipo en el dominio de la investigación rigurosa y la
mejora. Una razón por la cual las formas de liderazgo femenino son especialmente
importantes es que la presencia de mujeres en los altos niveles de la gestión educativa,
al menos en cantidad, es relativamente nueva. También hay algunas pruebas de que los
grupos con más equilibrio entre los géneros mejoran el rendimiento tanto de los
hombres como de las mujeres (Rothschild, 1990).
La cuestión es no incluir a los hombres y mujeres en estereotipos, sino identificar las
cualidades más potentes y perdurables del liderazgo en equipos, alentarlas en los
maestros y administradores de ambos sexos, y construir equipos de liderazgo eficaz donde
esas cualidades se distribuyan y combinen en los grupos.
95
157
Es un requerimiento en extremo difícil porque todavía no conocemos el mejor modo de
desarrollar y sostener las culturas del trabajo en equipo por períodos largos.
Esta dificultad hace probable que el trabajo en equipo artificial caracterice a muchos de
nuestros primeros intentos. Cuando se utiliza de una manera auspiciosa, no controladora,
el trabajo en equipo artificial puede proporcionar un punto de partida y un primer paso
necesario hacia el desarrollo de culturas de trabajo en equipo profundas y orientadas.
Pero no puede ser un sustituto conveniente de esas culturas que requieren tiempo,
paciencia y habilidad para evolucionar y desarrollarse.