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Niños desobedientes,padres desesperados

Rocío Ramos-Paúl | Luis Torres

REALIZADO POR MAKANO

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mkepubpeli os agradece su descarga,espero buestra visita en blogger

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A todos los que nos pusieron normasy a los que estamos enseñando a

ponerlas.A mis dos Ramones.

A Sonia.

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Introducción

Que los niños sean desobedientes es loque toca. Que los padres se desesperen,también. Siempre y cuando ademáslloren, rían, se enfaden, se sorprendan,se atrevan, se ilusionen, perdonen,premien... En definitiva, disfruten detodo lo que implica ser padres.

Todos los niños son reacios a hacerlo que no les gusta, porque se sientenexactamente igual que nosotros cuandoel lunes suena el despertador y hay queir a trabajar. La diferencia entre unasituación y otra está en el control que

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sobre nuestros impulsos hemosadquirido. Si no fuera así, apagaríamosel despertador y seguiríamos durmiendo.De ese control tratamos en este libro, dela necesidad de aprender a saber lo quese puede hacer o no y de aprender atener en cuenta las consecuencias en elentorno y en los demás cuando lo hago.Eso que a nosotros nos parece que vienede serie y sin embargo nos lo enseñaronnuestros padres.

A lo largo de la historia la autoridades un tema recurrente más entre padres ehijos. Intentar que un niño haga caso eslo mismo que preguntar cómo conseguirque reconozca como figura de autoridada sus padres, y debe ser importante quesea así; si no, ¿por qué preocupa tanto?

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Trataremos de ofrecer unaperspectiva sobre lo que actualmentepensamos acerca de la autoridad. En lavida cotidiana del niño tiene que haberunos límites y los padres tienen queponerlos. Aprender cómo hacerloaumentará las probabilidades de que serespeten y establecer consecuencias lefacilitará funcionar tanto en la vidafamiliar como fuera de ella.

Nos gusta contarte cómo hacerlo, asíque gran parte del libro lo hemosdestinado a describir de forma sencillaestrategias en las que apoyarte para quetu hijo aprenda a hacer caso. De formahabitual decimos que para los niños nohay botón de off y argumentamos lo

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maravilloso que es que cada uno seadistinto. Los hay protestones, enfadicas,cabezotas, mentirosillos, charlatanes,pero todos quieren que sus padres guíensu comportamiento porque se sientenseguros cuando ocurre.

Todos los padres desean lograr quelos hijos sean mejores que ellos, pero nosiempre saben cómo conseguirlo.Comprendemos que te exigimos un granesfuerzo para llevar a cabo las tareasque te explicaremos. Pero tambiénsomos conscientes, e igualmente te loexplicaremos, de los beneficios quecomporta.

Por eso te damos una buena noticiacon la que terminar: cuanto más teespecialices en poner normas, mayor

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colaboración encontrarás en tus hijos ymenos veces tendrás que aplicarconsecuencias negativas para que secumplan. Tu actitud repercutirádirectamente en un ambiente agradableen tu casa en donde tus hijos se sientanfelices.

Ahora lo sé, decía un padre; cuantomás me he empeñado en cumplir todassus peticiones, más me ha exigido y peorme ha tratado. En cuanto he empezado aexigirle responsabilidades, se hatransformado en otra persona.

Y es que, como decía Abigail vanBuren, «Si usted quiere que sus hijostengan los pies sobre la tierra,colóqueles alguna responsabilidad sobre

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los hombros».

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Capítulo 1

«Es un desobediente»

La desobediencia es, según elDiccionario de la RAE, la resistencia acumplir una orden. Pero ¿sabes por quélos niños no obedecen? LAS RAZONES QUE DAN LOS NIÑOS PARANO OBEDECER Desobedecer es inherente al niño, con la

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protesta manifiesta lo que no le gusta oque no está de acuerdo con lo que lepides. Y eso es descubrir, describir ysentir emociones propias, es decir,desarrollar su inteligencia emocional.Pero también expresa: «Estoyaprendiendo, sé que es más fácilconvivir cuando cumplo con misresponsabilidades, pero me cuestahacerlo y quiero que tú me enseñes».

Seguro que en alguna ocasión hasoído responder a un niño cuando seniega a hacer algo:

1. Porque tú lo digas2. Cuando tú me... ya lo haré yo.3. Eso no es justo...4. Ahora voy, tranquila.5. Y mi hermano qué.

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6. En casa de mi amigo no hay quehacer eso.

7. Pues la abuela me deja.8. En casa de papá no tengo que...9. Eso es una tontería...10. Vas listo si crees que...11. Hasta que tú... yo no...

El listado podría ser interminable,

pero todas estas respuestas tienen algoen común. Cuando el niño las dice estáenfadado. Cuándo se enfadan los niños En primer lugar el niño se enfadacuando las cosas no salen como él

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quiere y lo manifiesta protestando.Le puede enfadar recoger los juguetes

antes de cenar y reaccionará con un«pero si mañana voy a seguir jugando,¿por qué los tengo que recoger?». Laprotesta puede ser desesperante, pero esel mejor indicativo de que las cosas vanbien, porque es la forma en la que elniño expresa su desacuerdo.

Gritará, pataleará, insultará, aunqueesté pensando: «Vale, me joroba, perome entero de que estás pendiente de mí yquieres que me haga una personaresponsable. Además sé que esto es loque hay que hacer». ¿O es que nadie haoído a los niños cuando les preguntanpor qué creen que sus padres losregañan y dicen: «Lo hacen por mi

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bien»?El enfado es una emoción, y

experimentarlo desarrolla la inteligenciaemocional. Las emociones no seenjuician, no se califican, no sonpositivas ni negativas; están presentes ennosotros, y no tenerlas en nuestrorepertorio nos limita como personas.

El enfado es la antesala de la ira.Todos hemos respondido en algunaocasión dejándonos llevar por la ira.Cuando no se aprende a identificar,describir y controlar el enfado, se correel riesgo de responder en demasiadasocasiones dominado por la ira y eso síes un problema.

Evitar que sean las emociones las que

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te controlen y controlarlas tú es unaprendizaje que necesita que aparezcantres capacidades y en este orden:

• Identificar el enfado es el primerpaso, así que cuando veas a tu hijocon el ceño fruncido, apretando loslabios, mirándote fijamente congesto de «estoy cogiendo fuerzas yvoy a estallar con más potencia queun petardo», limítate a señalarle loque te pasa: «Te veo realmenteenfadado».

• Describir lo que acompaña a lairritación le servirá para saber quéhace cuando se empieza a sentirasí, de forma que podrá pararloantes de que su rabia vaya a más.Dile: «Lo sé porque estas

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apretando los dientes, pones tensoslos brazos y cierras los puños».

• Expresar y controlar es la partemás difícil para el niño, en la quemás necesita que lo guíes. Un buencomienzo sería: «Cuando me sientocomo tú, tengo un truco: cuento porqué me he enfadado y, según lo voydiciendo, noto cómo se me vapasando». Y por último, e igual deimportante, dile: «Entonces notoque me relajo y así pienso mejor yse me ocurren cosas para que se mepase el enfado». Con tu actuaciónle enseñas a buscar alternativas alas reacciones agresivas queaparecerían si se deja llevar por la

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ira.

Para poder hacer todo lo anteriorempieza por ayudarle a decirte qué es loque le enfada. Al principio tendrás queanimarlo a que lo cuente. Para eso tienesel siguiente listado con las razones másfrecuentes por las que se enfadan:

• Última hora del día o cambio dehorarios: están cansados. «Tienessueño, terminamos juntos derecoger y te acompaño a la cama».

• Se aburren: «Ayúdame a hacer lacompra, ve a por los yoguresmientras acabo y así terminamosantes».

• Algo no sale como ellos quieren:«Ya sé que tenías excursión, pero

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llueve. ¿Vamos al cine?».• Se meten con ellos: «Si te dicen

“cuatro ojos”, ríete y diles que asíves cuatro veces más cosas».

• Pierden: «Tienes dos trabajos:enfadarte y desenfadarte. ¿Juegasuna vez más?».

• Quieren algo y no se les da: «No tevoy a comprar el coche, perotranquilízate y entonces hablamosde cómo podrías conseguirlo».

• No consiguen hacer algo: «¡Eresgenial! Has estado tres minutosaprendiendo a abrocharte losbotones. Te ayudo y mañanavolvemos a intentarlo».

• Algo les parece injusto: «Comer loque no te gusta puede parecerte

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injusto, pero tienes que elegir unafruta de postre».

El enfado es una emoción necesaria parael desarrollo de la inteligenciaemocional del niño. A través de élpodrá controlar las emociones siaprende a:

• Identificar.• Describir.• Expresar.

Cuando se enfade dile: «Cuando teenfadas te pones rojo y aprietas lospuños y ahora estás así. Entiendo quequieras comprarte una chuche, peroluego no tendrás hambre. Hagamos una

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cosa, te tranquilizas y entoncesdecidimos cuándo comer una chuche».

Por muy contradictorio que parezca,

protestar es sano para el desarrollo delniño. Cuando se queja te dice que seestá enterando de lo que le pides yaprende a mostrar su desacuerdo.Aunque todavía tenga que seguirlimando la habilidad de expresar lo queno le gusta.

Mucho más preocupante es la actitudsumisa que presentan algunos niños. El niño que no protesta

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Protestar e intentar saltarse las normasque les ponemos son indicativos de unbuen desarrollo. Un niño sumiso quedice a todo que sí, que no rechista, noslleva a plantearnos que algo le ocurre ydebemos enseñarle y animarlo aexpresarlo.

Aceptar siempre y cualquier ordenque venga de otro, sin oponerse, generaen la persona dificultades a nivelpsicológico que suelen verse reflejadascon el tiempo a nivel fisiológico(ansiedad, estrés, depresión, reaccionespsicosomáticas...).

Cuando el niño resuelve evitando oescapando de la situación suele pasarinadvertido porque: los abuelos no

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tienen inconveniente en quedarse con él:«No da un problema»; en el cole: «Esbuenísimo, si no te fijas ni le oyes»; conlos amigos: «Qué suerte tienes, ojalá losmíos fueran así». Todo le gusta, contodo se conforma, por nada sube el tono,nada le parece mal y se adapta acualquier plan que le propongan. Estaactitud no debe confundirnos. No es quetengamos la suerte de tener un santo encasa. Es que este niño hace todo lo queesté en su mano para evitar un conflicto.Cuando un niño no se queja y acata todolo que le dicen presenta un componentede sumisión que nos da pistas de queocurre algo que se nos escapa y queinterfiere en su desarrollo.

A Guillermo, de 7 años, sus padres le

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notan que cada vez tiene más dolores detripa y últimamente ha empezado condolores de cabeza. Descartada cualquierrazón médica, los padres empiezan arelacionar los dolores con situacionesen las que tiene que desenvolverse solo:un cumpleaños, una excursión, unasalida con hijos de amigos, unaactividad extraescolar. Guillermo noprotesta y acude, pero sus dolores ledelatan y para que desaparezcan tendráque empezar por aprender a decir lo quesiente y piensa de cada una de estassituaciones.

Adaptarse a las situaciones es unacapacidad que se aprende y no se puedeconfundir con aceptar indistintamente

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cualquier orden que venga de los demás.En el primer caso el niño expresa sudesacuerdo e incluso da alternativaspara modificar lo que no le gusta hacer.En el segundo se limita a callar y acatarlo que le imponen, porque le angustia eltemor de que cualquier otra actitudgenere conflicto con el otro. LAS RAZONES QUE DAN LOS PADRES DEPOR QUÉ NO OBEDECEN LOS NIÑOS Los padres viven con angustia ladesobediencia de los niños. Descubrirque no pueden controlar elcomportamiento de su hijo les generaansiedad. Quieren que sean autónomos,

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pero se desesperan cuando actúan frentea lo que les parece injusto, intentanzafarse de sus tareas o simplementeremolonean.

Seguro que en alguna ocasión hasdicho u oído a padres frases muyparecidas a éstas:

• Siempre quiere salirse con la suya.• Atiende cuando le da la gana.• Para darme en las narices.• Sólo hace caso cuando le interesa,

cuando quiere algo a cambio.• Porque le encanta vernos

desquiciados.• Porque no le apetece.• Hace lo que le da la gana.• Por llevar la contraria.• Siempre quiere tener la última

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palabra.• Porque está entretenido con otra

cosa, porque está en las nubes, ensu mundo.

Para desesperación de los padres, los

niños protestan y cuando lo hacen llorany gritan e incluso insultan y pegan. Pormuy insoportable que resulte para losadultos esta actitud tienen que hacerlo.Porque así manifiestan su desacuerdo yeso es un indicativo muy positivo de queestán entendiendo lo que se les pide.

Su desesperante forma de quejarsetiene que ver con que no conocen otramanera de hacerlo. Se lo enseñamoscuando les decimos: «Hasta aquí sepuede, más allá no», para que vayan

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desarrollando capacidades como latolerancia a la frustración, la autoestima,la capacidad crítica, la de ponerse en ellugar del otro, la de reconocer susemociones, la de solucionar problemas.Todas ellas lo llevarán a entender eintegrar valores como el respeto, laresponsabilidad, la empatía, lacolaboración, la constancia... Luego hayque pensar que el proceso será largo ydesesperante, pero el resultado final,muy, muy gratificante. Cuándo se enfadan los padres El enfado es una emoción que sueleaparecer como consecuencia de un

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comportamiento del otro que no nosgusta.

Es bueno que el niño viva el enfadodel otro ante un comportamientoinadecuado, le muestra cómo lo quehace produce reacciones en los demás.«No sabes lo enfadado que estoy. ¡Esque no podemos comer fuera de casa sinque tenga que levantarme a por ti más decincuenta veces! A partir de ahora, si televantas de la mesa en las comidas, teocuparás de recogerla». Le dice unpadre a su hijo de 8 años tras haberestado más pendiente del niño que dedisfrutar en un restaurante.

Este ejemplo es muy útil paraentender que:

• Hay que enfadarse cuando el

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comportamiento del niño esinadecuado: «Estoy enfadado».

• Hay que decirle que su conducta nosprovoca esta emoción: «Te haslevantado de la mesa y he tenidoque ir a buscarte».

• Hay que explicarles por qué esaconducta es inadecuada: «Paracomer fuera de casa hay quepermanecer en la mesa hasta queacabemos, así todos disfrutamos ylo pasamos bien».

• Hay que poner consecuencias alincumplimiento, si lo hay: «Si televantas, te ocuparás de recoger lamesa».

Cuando el enfado responde a la

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reacción que provoca una conducta delniño éste aprende a evaluar lasconsecuencias de su actuación, es decir,a ponerse en el lugar del otro. Asímedirá sus comportamientos para evitarhacer daño innecesario con su conducta.En ocasiones, ya sea porque el niñoparece estar esperando a que le den unaorden para hacer lo contrario, o porquelos padres pasan por situaciones deestrés que disminuyen su paciencia, oambas circunstancias juntas, el enfadopasa a ser una reacción más frecuente delo deseable. Cuando el enfado es la tónica

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Cuando los padres empiezan a estar condemasiada frecuencia enfadados,refuerzan poco y les molesta cualquiercosa que hace el niño, le transmiten laidea de «eres malo», lo que lo lleva apensar que haga lo que haga se llevarála bronca. De esta forma pensará: «Paraqué voy a hacer las cosas de otramanera, o voy a esforzarme en cambiarmi conducta, si siempre me tratan igual».

Para que un niño llegue a estasconclusiones en casa se han dadomuchas de estas circunstancias:

• Reducir o eliminar los tiempos dejuego y disfrute con el niño:«Después de cómo te has portadono pretenderás que me ponga a

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jugar como si nada».• Dar largas explicaciones sobre lo

que ha hecho mal como sihablándole mucho llegara ainteriorizarlo y así se produjera uncambio en su conducta: «Mira, nosé cómo decírtelo. Por la buenas noatiendes a razones, por las malas teda lo mismo con lo que tecastigue... ¿No ves que si teportaras bien estaríamos todos máscontentos y nos iría mejor? Losniños hacen caso a sus padres y seportan bien...».

• Adelantarse a su comportamiento:«Te quedas al cuidado de tuhermano y ni se te ocurra peleartecon él».

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• Aplicar la regañinaindiscriminadamente y como únicaconsecuencia. En un parque unpadre que se negaba a reconocerque esto le ocurría con su hijo, anteuna pelea de amigos le dijo al niño:«Ves, David, ya has hecho llorar aesta niña. Si es que no puedes estarjugando tranquilo ni un momento».La niña entonces dijo: «No ha sidoDavid, ha sido ese que vacorriendo». Y el padre se volvió asu hijo para decirle: «Bueno, puesesta bronca te sirve para lapróxima vez que te pelees, queseguro que no tardarás en hacerlo».

• Dar órdenes en negativo, sin

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describir la conducta que se esperade él. Algunos ejemplos: «Nogrites», «No te subas al sofá», «Nocorras», «No te acerques al horno».Dicho así, prohíben pero noenseñan un comportamientoalternativo y más adecuado. Estosólo se consigue si las cambiamosa positivo: «Habla más bajito paraque pueda oírte», «Siéntate en elsofá para ver la tele», «Dame lamano y vamos caminando juntos»,«Ponte allí y me sigues ayudando acocinar».

A pesar de la buena intención de los

padres cuando aplican este tipo deintervenciones, suele ocurrir que la

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familia aumenta el número desituaciones punitivas y poco a poco larelación afectiva con el niño se veafectada negativamente. Esta dinámicafamiliar no hace más que empeorar lascosas, puesto que cuanto más seintensifica, más favorece la aparición ymantenimiento de las actitudes que sequieren cambiar en el niño. Es frecuenteentonces oír a los padres decir: «No séqué hacer; lo castigue con lo que locastigue, le da lo mismo». Y no les faltarazón, porque cuando se abusa de algodeja de tener efecto. Esto es lo queocurre cuando en casa se instaura elcastigo crónico, que examinaremos acontinuación.

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El castigo crónico Los castigos son una consecuenciaeficaz para disminuir o hacerdesaparecer un comportamiento, comoverás en el capítulo 7. Pero no puede serla única. Hay dos razones muy claraspara ello.

Cuando se castiga una vez suele sermuy efectivo, pero si esta consecuenciano se acompaña de otras, como elrefuerzo, habrá que aumentar suintensidad para conseguir el objetivo.Así, retirar los juguetes que no se hanrecogido es una buena medida para queal día siguiente los ordene, pero puedesuceder que no lo haga. Si la negativa

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persiste podría ocurrir que no quedenjuguetes que retirar y entonces será reallo de que «le da igual el castigo»,porque el niño buscará otra forma dejugar. Si por el contrario, le ofrecemosla posibilidad de recuperar los delprimer día si ordena su cartera tras lacena, aumentamos la posibilidad de querecupere sus juguetes y aprenda aordenar las cosas después de usarlas.

Piensa en el plato que más te gusta.Imagina ahora que todos los días te loponen a la hora de la comida. Es másque probable que te satures y pierda elvalor estimulante que tenía. Eso mismoles ocurre a los niños cuando se loscastiga mucho y ni siquiera aumentar laintensidad sirve: «Esta vez te vas a

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enterar, te vas a tirar recogiendo la mesade aquí hasta que cumplas 15 años». Elprimer día puede que proteste, elsegundo lo hace y luego lo convierte enuna tarea más. A esto hay que sumar lamás que posible utilización del castigopara cualquier situación a resolver: «Teretiro el ordenador hasta que apruebestodo, te vas a la cama por pelearte contu hermano, no vas al parque en toda lasemana por insultarme, olvídate de ir alcampamento este verano, etc.».

Si el castigo es lo habitual, el niñoasimilará que, haga lo que haga, serácastigado. Como consecuencia, con eltiempo, el castigo deja de tener efectosobre el niño. Para devolverle el valor

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educativo al castigo habrá que empezara aplicar otras consecuencias,empezando por señalar todos aquelloscomportamientos adecuados que lleva acabo el niño. No os perdáis la reaccióncuando esto sucede. Es fantástico sugesto de asombro ante los piropos desus padres.

Cuando los padres no controlan suenfado y la casa está gobernada por losgritos, los castigos, las amenazas cadavez es más fácil que la emoción sea laque controle las respuestas que dan lospadres y la que siempre aparece en estoscasos es la ira. Demasiado enfado = ira

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El enfado es la antesala de la ira, ycuando ésta aparece todos somossusceptibles de ver gobernado nuestrocomportamiento por esta emoción. Sidetectas que la ira te controla y no alrevés, tendrás que aprender y aplicartécnicas que te ayuden a enfrentarte a lassituaciones que te la produzcan,especialmente las que esténrelacionadas con la educación de tu hijo.

Dejarse llevar por emociones como laira y hacerlo con demasiada frecuenciasuele generar una dinámica familiarcaracterizada por una escalada agresivaen la que cada miembro de la familia vasubiendo un poco más en intensidad yque si se mantiene en el tiempo

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convierte la dinámica familiar en unaconstante lucha por imponer cada uno sucriterio. En general, viene a ser algo así:

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Esta escalada termina con un padreque se siente impotente para controlar lasituación y un hijo que descubre que laagresividad es válida para obtener loque quiere. Ambas emociones propicianque cualquier conflicto se enfrente desdela agresión al otro, y el riesgo está enque el niño pruebe esta forma desolución en otros ámbitos de su vida,como el cole, con los amigos, en elentrenamiento...

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El enfado es una emoción que padres ehijos tienen en su repertorio derespuestas. El problema es que sea elque domine las relaciones familiares, nosentirlo.

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Capítulo 2

El debate de la autoridad

El médico de familia británico RonaldGibson comenzó una conferencia citandocuatro frases:

1. «Nuestra juventud gusta del lujo yes maleducada, no hace caso a lasautoridades y no tiene el menorrespeto por los de mayor edad.Nuestros hijos hoy son unosverdaderos tiranos. Ellos no seponen de pie cuando una persona

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anciana entra. Responden a suspadres y son simplemente malos».

2. «Ya no tengo ninguna esperanza enel futuro de nuestro país si lajuventud de hoy toma mañana elpoder, porque esa juventud esinsoportable, desenfrenada,simplemente horrible».

3. «Nuestro mundo llegó a su puntocrítico. Los hijos ya no escuchan asus padres. El fin del mundo nopuede estar muy lejos».

4. «Esta juventud está malogradahasta el fondo del corazón. Losjóvenes son malhechores y ociosos.Ellos jamás serán como la juventudde antes. La juventud de hoy noserá capaz de mantener nuestra

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cultura».

Después de enunciar las cuatro citasel doctor Gibson observó que gran partede la concurrencia aprobaba cada una delas frases. Aguardó unos instantes a quese acallaran los murmullos de la gente,que comentaba las citas, y entoncesreveló el origen de las frases:

1. La primera frase es de Sócrates(470-399 aC).

2. La segunda es de Hesíodo (720aC).

3. La tercera es de un sacerdote (2000aC).

4. La cuarta estaba escrita en un vasode arcilla descubierto en las ruinasde Babilonia (actual Irak) y con

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más de cuatro mil años deexistencia.

Y ante la perplejidad de los asistentes

concluyó diciéndoles: «Señoras madresy señores padres de familia, RELÁJENSE,QUE LA COSA SIEMPRE HA SIDO ASÍ...».

Cuando los padres escuchan estascitas entienden que el debate sobre laautoridad y lo que repercute en los hijosno es algo nuevo. Sí lo es elplanteamiento que sobre ella tiene quehacerse cada persona cuando seconvierte en padre, y por tanto endepositario de autoridad sobre sus hijos. LA AUTORIDAD EN EL CONTEXTO

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ACTUAL Es cierto que educar hoy es distinto deotras etapas de la historia. Son muchoslos cambios que socialmente se hanproducido y además en muy pocotiempo. Los padres, como cualquieraque se enfrenta a situaciones nuevas,sienten mucha incertidumbre, esesentimiento que hace tambalear laconsistencia y firmeza básicas en lainstauración de los límites. En el temaque nos ocupa parece interesantepararse a describir no tanto los cambioscomo las sensaciones que provocan.Tres están muy presentes a la hora deeducar:

• El miedo a hacerlo mal.

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• La falta de tiempo y el sentimientode culpa que genera.

• El estrés, la tensión y la ansiedad.

Son los mismos padres los quedefinen las razones que los llevan asentirse así. Algunas de las másfrecuentes son:

• «Nos asusta defraudarlos».• «No sabemos o no queremos decir

NO».• «No queremos frustrarlos... Ya

sufrirán cuando sean mayores».• «Compensamos la falta de tiempo y

dedicación con una actitudindulgente y permisiva».

• «Tenemos miedo al conflicto, amalas caras, a la rabieta, a no saber

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qué hacer...».• «Nos parece que actuamos con

egoísmo si imponemos normas quenos faciliten la vida».

• «Sentimos que no tenemossuficientes energías».

• «Tenemos opiniones distintas sobreuna misma situación ydesacreditamos el juicio del otroprogenitor».

Por desgracia la suma de la sensación

de incertidumbre con los pensamientosdescritos más arriba se traduce en: «Nosé qué hacer con mi hijo», aunque elniño tenga 3 años y las rabietas formenparte de su desarrollo evolutivo.

Como consecuencia de todo lo

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anterior y por el sentimiento de culpaque genera, se establece una dinámicafamiliar marcada por comportamientosindulgentes hacia los niños quedesarrolla una actitud de exigencia eincluso tiranía en los hijos. En estasituación es necesario parar y recuperarel planteamiento de que SER PADRES esuna de las tareas más gratificantes deesta vida, aunque dé muchosquebraderos de cabeza. ¿ESTABLECER NORMAS ES LO MISMOQUE SER AUTORITARIO? La autoridad se les adjudica a lospadres desde el momento en que lo son,

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pero para que funcione es el niño quientiene que reconocérsela. A día de hoyconseguirlo genera mucha polémica.

A veces se confunde ser firme con unautoritarismo mal entendido, ponerconsecuencias con chantajear, o utilizarun tono seguro con agredir verbalmenteal niño.

Veremos más adelante cómo evitarque lo anterior se produzca, porque elejercicio de una «autoridad positiva» —que así la definiremos— esincompatible con gritos o amenazas,mucho menos con insultos odegradaciones, y las consecuencias sonla forma de aprender que nuestrocomportamiento ejerce cambios tanto enel ambiente como en las personas que

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nos rodean.Lo cierto es que ninguno nacimos

sabiendo qué se puede o no hacer, quées lo adecuado o inadecuado y, sobretodo, aunque ahora no lo recordemos,también nos tocó aprender lasconsecuencias que tiene para el otro elcomportamiento que llevamos a cabo. Yno lo recordamos porque asimilar todolo que acabamos de mencionar supusoun aprendizaje lento y constante del quenuestros progenitores se encargaron. Sihacemos memoria nos acordaremos desituaciones como: «Cuando seas papácomerás dos huevos», «Mi padre con lamirada ya me anunciaba lo que habíaque hacer, no le hacía falta chillar» o

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«Mi madre decía “¡a callar!”, y allí nose oía ni una mosca».

Pero no sólo en casa se producíanestos aprendizajes: «Tenía un profesorque según entraba en clase todosbajábamos el tono y no nos movíamosde la silla», «Mi abuelo era un tíogenial, pero cuando me regañaba, metemblaba hasta el último pelo de lacabeza».

Todas estas experiencias nos hanenseñado qué se puede hacer o no hacer.En definitiva, nos cuentan que paraconvivir y hacerlo adecuadamente hayque cumplir con unas normas que nosbenefician a todos, porque nos ayudan afuncionar. Mantenerse en silenciocuando habla el profesor educa el

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autocontrol, de forma que cuando vamosal cine o a cenar fuera o jugamos aljuego en grupo puedes quedarte calladoy atento.

Intentemos retomar aquellassituaciones para definir qué hacía querespetáramos la autoridad de aquellaspersonas y rescatémoslas siempre bajola óptica de la «autoridad positiva».Esto es, sin infundir temor a base deamenazas y castigos indiscriminados, sinimponer nuestra voluntad a toda costa,escuchando lo que dice el niño paradarnos la opción de llegar a un acuerdoque respete su opinión, para que vivanla autoridad como un referente de cómomandar y la ejerzan el día de mañana de

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una manera justa. EJERCER UNA «AUTORIDAD POSITIVA» Nos ha costado tiempo darnos cuenta deque los padres que ejercen su autoridad,cumplen con sus responsabilidades yexigen que los hijos asuman las suyas.Lo hacen sin complejos porqueentienden que eso no los hace injustos,ni autoritarios, sino que forma parte desu papel de padres. «Entiendo quequieras irte con tus amigos, pero sólo lopodrás hacer cuando hayas acabado deestudiar». Sirva este argumento parainiciar la reflexión que lleve a describirlas actitudes necesarias para ejercer una

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«autoridad positiva». Así quedescribamos esas actitudes:

Normas claras: cuanto más concretasmejor. Olvídate de decir: «Pórtate bien,sé bueno», para empezar a contarle:«Quédate sentado en la mesa hasta queacabemos de comer», «Al llegar a casalleva la mochila a tu habitación»,«Recoge cuando acabes de jugar».

Consigue que en casa las normas sevivan como justas. Esto es, ten en cuentalas necesidades del niño y no sólo lastuyas. Cambia el «¡porque lo digo yo!»—no parece una razón de peso por muyprotestón que sea el niño— por «si nomañana tendrás sueño en el colegio».Convencerá al niño en vez deintimidarlo. Esto tiene mucho que ver

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con dar coherencia. No parece muycreíble que pidamos al niño que se comatodo lo que le sirven en el plato sinosotros nos dejamos/separamos lo queno nos gusta o que le pidamos que dejede gritar dando voces. Ser coherentenos hace creíbles, respetables y, portanto, nos imprime autoridad.

Y cuando se saltan las normas...anuncia y cumple consecuencias: «Si televantas de la mesa, entenderé que hasterminado y no volverás a tomar nadahasta la próxima comida». O, lo que estodavía mejor, esfuérzate poranunciárselo en positivo: «Me encantaque estés sentado así, puedo escuchartey al final elegirás tú el postre».

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Sé sensible a los cambios, lassituaciones y el momento del niño y enfunción de estas variables modifica onegocia los límites: «Podrás volvermedia hora más tarde los viernes y elsábado siempre que el resto de lasemana cumplas con tu horario».

Introduce la excepción a la norma.Una vez que el niño ya conoce y cumplelos límites, es el momento de queaparezcan. ¿Por qué no ver la telecenando los viernes si es capaz deacostarse todos los días a su hora ycome sin ver dibujos? Las excepcionesson divertidas cuando rompen lamonotonía. Proporciónaselas al niño,pero recuerda que te pedirá hacerlo

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todos los días y tendrás que mantenerte.Le estás enseñando cómo y cuándosaltarse las normas, y eso también tieneque aprenderlo.

«Que no se te caigan los anillos»cuando llega el momento de reconocerel esfuerzo del niño. Es más, buscacómo premiarlo: «Elige adónde vamoseste sábado; has cumplido todos los díastu tiempo de estudio sin que nadie te lorecuerde». Claro que preferirías queaprobara las cuatro asignaturas que hasuspendido, pero los autoritarios suelencontar algo así como: «Es su obligación,a ver si ahora tengo que premiarlo porhacer lo que le corresponde», sin darsecuenta de que el que premia el esfuerzoda el primer paso para conseguir los tan

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apreciados aprobados.¿A quién no le son familiares las

eternas y recurrentes charlas con sus:«Es la última vez que me toreas, pero túqué te has creído, aquí se hace lo que yodigo y cuando tengas tu casa yadecidirás, y no digas ni mu que teconozco. Después de lo que has hecho...No tienes derecho a pedir ni agua enesta casa»? Seguro que alguno tambiénrecuerda cómo, mientras aguantaba elchaparrón, iba pensando adónde iba a iresa tarde, con quién iba a quedar o cómose iba a vestir. Porque los sermones novalen para nada, a no ser que seancortos (y entonces ya no son sermones).

Todos los padres en algún momento

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se desesperan y gritan o son en excesoseveros con las consecuencias. Mientrasésta sea una excepción y no la regla, elniño entiende que «papá hoy está máscansado, mamá hoy está más enfadada».Claro que para llegar a esta conclusión,tiene que escuchar a sus padres pedirperdón: «Lo siento, venía muy cansado ylo he pagado contigo». Admitir loserrores propios es una característica dela «autoridad positiva», porque el niñoentiende que de los errores también seaprende y equivocarnos nos hace másiguales.

Guiarlos no significa resolver susproblemas ni hacer sus tareas. Lafamilia es un equipo donde cada unotiene sus obligaciones. Cumplirlas los

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hace autónomos porque empiezan yterminan sus tareas y lo hacen solos.Cuando no saben resolver y sólodespués de que lo hayan intentado, escuando cabe la ayuda de los padres:«No te preocupes, vamos a empezarjuntos y lo que no te salga, yo te ayudo».Permitir que se equivoquen sin dejarlossolos es un equilibrio difícil demantener, pero fundamental para sudesarrollo.

De este equilibrio nace en el niño lapercepción de que el amor de sus padreses incondicional: «Mis padres mequieren, haga lo que haga. Aunqueberree o sea desordenado, aunque mepelee o coma mal. Aunque me

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equivoque, ellos siempre están ahí». Poreso la firmeza no está reñida con elcariño; es más, lo favorece. «Mis padresme quieren porque se preocupan pormí», dicen los que viven en un ambienteque les permite equivocarse, les exigenque cumplan con sus responsabilidadesy les transmiten apoyo y amor.

Utiliza el humor como mejor armapara distender el conflicto y lucharcontra la agresividad. Si te ríes, nopuedes encenderte y por eso el humorque genera sonrisas es una soluciónperfecta para aprender cómo resolverconflictos. Es algo así comotransmitirles: «Las cosas tienen laimportancia que tú les des». Eso sí, ríetede la situación y nunca del niño. «Ja, ja,

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ja, vaya roto tienen los pantalones», diceuna madre a su hijo tras caerse delmonopatín que está empezando autilizar, y consigue que el niño se ríacon ella en lugar de cogerle miedo avolver a subirse.

Cuando aplicamos este estilo deautoridad, los niños se vuelvencooperativos, responsables, asumen lasconsecuencias de sus actos, respetan lasreglas y confían en sí mismos y en suscapacidades. Las consecuencias de vivir unaautoridad positiva En un ambiente familiar en el que los

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padres:• Están atentos a las necesidades e

intereses del niño: «Es hora de irsea la cama o mañana estaráscansado para funcionar todo eldía».

• Saben que se equivocan. Por esoentienden y permiten que sus hijoslo hagan, porque saben queestimulan la capacidad de tomardecisiones: «Entiendo que estéscansado después de todo el fin desemana y por eso has decididohacer los deberes ahora. Lapróxima semana prueba a hacerlosel sábado por la mañana».

• Hablan de sus emociones, enespecial cuando están provocadas

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por el comportamiento de losniños: «Me encantan tus besoscuando me das los buenos días»,«Me enfado cuando tengo querepetirte que recojas».

• No tienen miedo al conflicto queviven como parte de laconvivencia: «Cuando dejes dellorar, te atenderé».

• Explican las consecuencias y lascumplen: «Si tardas en comer,tendremos menos tiempo para leerjuntos el cuento de después».«¡Genial! Enhorabuena, hasterminado tan rápido que podemosdedicar un rato a jugar con lo queelijas».

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• Están presentes cuando su ayuda esnecesaria y se retiran cuando no seles reclama: «Intenta hacerlo tú y sino puedes, te ayudo».

• Distribuyen responsabilidades ytareas familiares: «Poner/recogerla mesa entre todos», «Cada unoprepara su pijama antes del baño»,y están especialmente pendientesde señalar los comportamientosque son adecuados e ignorar losinadecuados.

Los niños aprenden:• Que las normas ayudan a funcionar y

nos hacen más agradable laconvivencia, «porque es lo queocurre en mi casa». Todos

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colaboran para que esto sea así,entonces descubren los beneficiosde trabajar en equipo y colaborar.

• A ser responsables de sus actos:«Lo que yo hago provoca que en mifamilia se enfaden, se alegren, seentusiasmen o se peleen».

• A ser emprendedores y a confiar ensus capacidades para superar ysolucionar dificultades: «Si meesfuerzo, soy capaz de hacermuchas cosas y si necesito ayuda,la pediré».

• A ser alegres y emocionalmenteestables: «Me siento seguro encasa, mis padres me protegen y mequieren».

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Todas las cuestiones que acabamos

de ver deberían ser razones de suficientepeso como para plantearnos laimportancia de esforzarse para ejerceruna «autoridad positiva».

Autoridad positiva

• Pone normas claras y justas.• Introduce la excepción a la norma.• Es coherente entre lo que pide y lo

que hace.• Anuncia y cumple las

consecuencias.• Modifica o negocia los límites.• Reconoce el esfuerzo.

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• No utiliza sermones.• Admite los errores propios.• Permite que se equivoquen.• Utiliza el humor.

Hay que guiar la conducta de los

niños y son los padres los encargados dehacerlo para que reconozcan una«autoridad positiva», y no existe mejorfórmula que poner consecuencias ycumplirlas. Los enemigos de la «autoridadpositiva» Queda claro lo que hay que hacer, pero

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también hay que reflexionar acerca delos comportamientos que nos quitanautoridad y los dañinos abusos deautoridad.

¡Ojo! No siempre tenemos la mismapaciencia o el mismo aguante. Y hayépocas de nuestra vida en las queestamos más nerviosos y en las que nosserá fácil reconocer algunos de loscomportamientos que verás descritos. Esnormal. Educar lleva implícitoequivocarse. Sólo si repites de maneracontinuada en el tiempo y con muchafrecuencia estos comportamientos tienesque plantearte cambiarlos para evitar lasnegativas consecuencias que trae.

Antes de empezar a describirconviene recordar que los niños creen

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que lo que pasa en su casa es lo quepasa en todas las casas. Así: «Si mipadre grita continuamente pararegañarme, es que así regañan todos lospadres del mundo» o «Si cuando lloromamá viene corriendo a resolver lo queme ocurre, es que todas las madres delmundo funcionan igual». Por eso esimportante transmitir una «autoridadpositiva», porque entenderán que es laautoridad que ejerce todo el mundo.

Hablamos de estilos de autoridadpara referirnos a una forma de actuarmás o menos estable y estructurada. Elestilo de nuestros padres marcará elnuestro; haber crecido con padressituados en alguno de estos dos extremos

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lleva a educar de manera similar a loshijos. Porque se repite lo que se aprendey es realmente difícil hacer las cosas demanera distinta, si las experiencias de lavida no facilitan modelos que nos loenseñen. El permisivo En primer lugar aparecen los que todo lopermiten, los que hacen todo lonecesario para evitar «sufrimiento alniño». Se trata de esos padres que dan lasensación de no tener fuerza, de ser muy«suaves», de que están permanentementependientes de lo que necesiten sus hijospara solventarlo.

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Tanta dedicación y tan exclusivaconfunde al niño que crece pensandoque todo el mundo tiene que estarpendiente de lo que quiera y dárselo taninstantáneamente como hacen en su casa:«Quiero jugar ahora», y allá van lospadres abandonando cualquier otra tareaque estuvieran haciendo.

Con este estilo de autoridad es difícilestablecer consecuencias. Los niñosprotestan y suelen hacerlo llorando, almenos al principio. Así, por mucho quese proponga no bajarlo al parque, encuanto echa las primeras lágrimas y jurano volver a contestar mal, conseguiráconvencerlos porque «me ha prometidoque no volverá a hacerlo».

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Con las normas pasa lo mismo. Hoyhay que recoger antes de bañarse, peromañana con un «lo hago después, te loprometo» bastará para que acabenordenando los padres cuando el niño seha acostado. Y no es que no hayanormas, es que éstas las pone el niño yes él también quien decide si se cumpleno no las consecuencias.

En muchos casos estos padres avalansu actuación amparados en filosofíasque surgen como reacción alautoritarismo, todas ellas muy válidas yrespetables, que intentan llevar a cabocon sus hijos sin tener en cuenta que enla base de todas ellas está ladesestructuración de un ordenamiento

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necesario para el niño. El niño necesitahábitos y rutinas, normas y límites y, porsupuesto, saber que lo quieren paracrecer y desarrollarse feliz. Sólo esto lepermite posteriormente hacer su propiaelección y desarrollar su filosofía devida, como sus padres lo han tenidopreviamente.

Muchos de estos padres no quierendar órdenes a sus hijos; otros nopermiten que llore y antes de que abra laboca ya están consolándolos; para otroses fundamental que elijan según suvoluntad desde que nacen; estánasimismo los que dan explicacioneseternas a un niño incapaz de atendertanto tiempo; los que negocian cuando suhijo todavía no puede optar entre dos

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alternativas...Estos comportamientos antes de

tiempo desadaptan. Todos tienen queaparecer en el ámbito familiar, perocuando el niño haya desarrollado lascapacidades necesarias para entenderloy, en consecuencia, aprovecharlo. Elerror de educar así no está en que laintención y filosofía no sean adecuadas,sino en que se intentan aplicar en unmomento en que el niño no estápreparado evolutivamente paraentenderlo. El autoritario El otro estilo de autoridad nos resulta

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más familiar, porque en mayor o menormedida hemos sufrido las característicasde este perfil. Es el autoritario.

Como veremos, educar en elautoritarismo genera adultos con muchosmiedos. Y el miedo es lo que les mueveen su actitud; temen no poder controlarla situación porque sus hijos le rebatansus criterios y eso los lleve a dejar decumplir sus órdenes.

El autoritario no tiene habilidadespara negociar y sabe que el ejercicio desu rol procede del miedo que provocaen los demás.

Ser inflexible y rígido con las normases otra característica y evidentementegenerar miedo en el otro a base de gritosy amenazas es su método. Lo más

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probable es que el niño aprenda que esoes lo que tiene que hacer si pretendeconseguir lo que quiere. Como en estefuncionamiento no cabe escuchar al otro,o equivocarse, o ser criticado, los hijos,por toda explicación a lo que tienen quehacer, escucharán: «Porque yo lo digo»,«Esto es así y punto», «¿Tú qué tienesque decir? Estás mejor calladito» o«Trae, que si yo no lo hago, en esta casano se hace nada». Es decir, las cosas seimponen y sólo si está el adulto delantetengo que llevarlas a cabo. Estos niñosserán miedosos, todo les produciráansiedad y no serán capaces de cumplircon la norma porque sea justa, sinoporque viene impuesta de fuera.

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El colega Un padre no es un colega. De las frasesque deberían llevar a reflexionar acercade la necesidad de cambiar el estilo deautoridad, ésta es la más generalizada.Lo que decimos es la manifestación delo que pensamos, y hay que transmitir anuestros hijos que somos capaces deconvertirnos en su referente deautoridad. La frase «Mi hijo y yo somossobre todo amigos, nos lo contamostodo» no ayuda a conseguirlo.

Un niño tendrá muchos amigos,colegas, conocidos e incluso familiares,pero los padres son únicos. Por eso, la

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relación a establecer con ellos tiene queser distinta de las demás. «¿Tengo queser un sargento?», preguntaba un padreen consulta... A veces te tocará serlo;otras serás el mejor confidente; otras elmás divertido de los amigos; otras elpersonaje más odiado; y muchas elreferente que imitarán a la hora deconstruir su vida.

Uno de estos padres protestaba deltrato que recibía de su hijo. Al pedirleque contara cómo le daba una orden,puso este ejemplo: «Tío, te he dicho quedejes de hacer eso...». Y luego, cuandoel niño replicaba: «Tío, eres unpesado», el padre tiene que recurrir alviejo estilo de: «Yo no soy tu tío, soy tupadre». Resulta un tanto incoherente eso

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de pedir al niño que no haga lo quenosotros hacemos con él. No poner límites, tener muchos o sermuy rígido con las normas son grandeserrores que se cometen cuando el estilode autoridad es demasiado laxo osevero.

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Capítulo 3

Cuándo empieza a obedecer

La madre de un niño de 7 meses contabaque no podía estar en un bar tomandoalgo con su hijo, ni hacer las tareas decasa porque se ponía a llorardesconsoladamente con unos berrinchesimpresionantes. Siempre quería estar enbrazos... Se preguntaba: ¿CUÁNDO TENGO QUE EMPEZAR A

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PONER LÍMITES A MI HIJO? La respuesta sería: desde siempre. A losniños hay que ponerles límites desdeque nacen; se trata de un procesopaulatino de aprendizaje. Cada edadnecesita de unos límites, diferentes yadaptados a cada niño. Son necesariospara su crecimiento. A través de ellosaprenden a comportarse. A saber hastadónde pueden llegar, qué pueden hacer yqué no.

Antes del año las normas girarán entorno a los hábitos que va adquiriendo elniño, como la alimentación, el sueño ysu seguridad. Por ejemplo, quizá tepases medio día diciéndole: «Eso no setoca», «No». Y aunque no entienda lo

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que le dices, captará tu tono de voz. Poreso hay que ponerle mucho énfasis a lasórdenes, puedes ensayarlo varias vecesantes. Utiliza un «no rotundo» (ojo, nogritando, sino firme y serio) y el «sífehaciente» para señalar lo que quieresque haga.

A partir del año es un explorador casial estilo boy scout. Si hasta estemomento te habías pasado medio díadiciéndole «eso no se toca», a partir deahora te pasarás el día entero. Lapaciencia tendrá que ser tu mejor aliaday cuando te desesperes recuerda: nosabe qué puede y no puede hacer, asíque tendrás que repetírseloinsistentemente. Está aprendiendo y esto

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lleva su tiempo.Cuando le digas: «No toques el

enchufe», se irá hacia donde está.Llamando tu atención se girará y temirará con carita de: «¿Seguro que nopuedo tocarlo?». Mantenerte en el nofirme te ayudará a que aprenda querealmente no es no.

Entre el año y medio y los 2 años lasnormas ya pueden incluir otras palabrasademás del sí o no. Entiende órdenessimples, es decir las formadas por dos otres palabras. Si añades muchas más, nopodrá deducir lo que le pides. Recoge,trae, coge, ponte de pie, cierra... sonejemplos de palabras que entenderá aesta edad.

Entre los 2 y los 3 años es el periodo

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conocido como la «edad del no» y delas temidas rabietas. Es habitual a estaedad oírle con mucha frecuencia el «yosolito». Es la época en que la necesidadde autonomía lo lleva a intentar hacerlotodo por su cuenta. Además acaba deaprender que no tiene que hacer lo quetú le pidas, porque con un «no» puedeconseguir zafarse de esas tareas.Mantenerte firme y utilizar algunas delas estrategias que más adelante tecontamos te ayudará a superar con éxitoesta etapa y el pequeño integrará lasnormas... Habrás adelantado mucho paraconseguir que tu hijo te obedezca, nosólo ahora, sino a lo largo de toda suinfancia/adolescencia.

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A partir de los 3 años toman especialrelevancia las consecuencias que pongasa su conducta. Leerás más adelantecómo utilizándolas puedes conseguiraumentar o disminuir loscomportamientos de tu hijo. Es elmomento idóneo para acostumbrarte aenseñarle mediante consecuencias yevitar errores ineficaces, como lasregañinas interminables o lasgeneralizaciones del tipo: «Vas a serbueno, vas a obedecernos», «Nos vas ahacer caso», «No lo volverás a hacer»,que, además de aburrir al niño, no tienenotra utilidad.

Establece las normas en función de suedad y sus capacidades. No le pidas que

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ponga la mesa, pero sí que lleve suplato. Asegúrate de que se cumplenconsecuencias tanto cuando cumplecomo cuando incumple límites. «Me hassorprendido, ¡qué mayor eres! Pero si yallevas tu plato solito», «Cuando llevesel plato a la mesa, empezarás a cenar».

Es habitual que entre los 4-5 años tuhijo pase por etapas de desobediencia.Mantenerte firme y ser constante en laaplicación de consecuencias te ayudaráa superar con éxito este periodo, y nosólo eso, sino que será un gran momentopara que tu hijo interiorice las normas ylas convierta en hábito.

Si tu hijo con 5 años recoge con tuayuda la habitación o los juegos tras unadivertida sesión de ocio, aunque aún

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tengas que decírselo siempre que hayque hacerlo, las probabilidades de queel día de mañana mantenga el orden sinque nadie le diga nada serán muy altas.

La madre de Diego se planteó:«Siempre se lo tengo que repetir... yadebería hacerlo él solo sin que yo lediga: Diego, recoge». Todavía no hallegado el momento de que tu hijo teobedezca sin que tú se lo digas. Ahorahay que recordárselo, acompañarlo yayudarle. Sólo así llegará el día en quete sorprenda..., aunque luego en laadolescencia haya, de vez en cuando,que repetírselo.

A partir de los 6 años, si has puestonormas anteriormente y has sido

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consecuente, comienza un periodo mástranquilo en el que las rabietas y rachasde desobediencia disminuyen y estánmás espaciadas en el tiempo. Y si no lohas hecho, probablemente empezarás apensar que tienes un pequeño tirano encasa. Nunca es tarde para hacerlo,aunque el esfuerzo será un poco mayor.

También, a partir de este momento, situ hijo entiende los límites o normas quehay en casa y los respeta, aumenta laprobabilidad de que observe los límitesen otros ambientes (en casa de losabuelos, tíos, amigos, en el colegio...).Además ha llegado el momento en el quepiden hacer excepciones con normas yutilizan su recién estrenado dominio dellenguaje para argumentarlo. Son sus

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primeras opiniones y hay queescucharlas. A partir de ahora te pediránegociar: «Me ducho mañana por lamañana», «Voy a casa de Javi a por unjuego y luego termino los deberes»,«¿Puedo ver hoy la tele mientras ceno?».

Si has sido firme anteriormente, estásrecogiendo frutos; tu hijo empieza amarcarse y cumplir sus propios límites.En realidad, no permitir que recoja unjuego antes de estudiar, si normalmentecumple su horario de estudio, es un pocointransigente, ¿no?

A partir de ahora las negociaciones ylos acuerdos marcarán las normas.Hacerlo entrena a padres e hijos en loque debería ser la pauta de gestión de la

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convivencia durante la adolescencia delniño.

Leerás muchas veces en este libro queun niño sin límites es un niño quesiempre quiere más, que nunca tienesuficiente. Y las conductas de unadolescente que nunca ha tenido límitesson las mismas, pero con más capacidadpara hacerlo así: llegará a la hora quequiera a casa, se levantará cuando le déla gana, tendrá su habitación hecha unaleonera... y será más difícil quecomprenda que no puede hacer lo quedesee en todo momento.

Una madre contaba cómo un díaestaba esperando a que su hijo dejara dellorar en el vestuario de la piscinaporque el pequeño había decidido no

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vestirse. La madre se disculpó con otraspersonas presentes por los llantos delniño. Otra madre de un chaval de 17años se afanó a contestarle: «No tepreocupes, si yo hubiese hecho eso aesta edad, ahora no tendría ni la mitadde los problemas que tengo».

Pues bien, cuanto más pequeño sea tuhijo menos te constará ponerle límites ya él aprenderlos.

El aprendizaje de las normas serealiza de forma progresiva. Esto nosignifica que si lo aprendió con 3 añosvaya a ser un niño ejemplar con 8, sinoque, aun protestando, será más fácil queentienda el beneficio de respetarlas.

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¿SON AGRESIVOS LOS NIÑOS? Esto preguntaban unos padrespreocupados por las rabietas,comportamientos disruptivos, rachas dedesobediencia, palabrotas... quemanifestaba su hijo.

Los niños no son agresivos, pero sípasan por etapas donde están muypresentes determinadas conductasagresivas, todas ellas dentro de sudesarrollo. La siguiente tabla te lasmuestra. Conocerlas da tranquilidad,pero la normalidad de éstas no significaque haya que quedarse de brazoscruzados. Tu actitud será determinantepara que el número de veces en las queaparecen y la intensidad se vean

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reducidos. Hay que recordar que formanparte de su desarrollo, porque cuandoestán guiadas por consecuencias,constituyen la base del aprendizaje decapacidades como la tolerancia a lafrustración, habilidades decomunicación y relación, solución deproblemas y todas las que irásconociendo tras la lectura de este libro.

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¿MI HIJO ENTIENDE LO QUE LE DIGO? Es otra pregunta recurrente entre lospadres. En la siguiente tabla aparece loque es capaz de entender tu hijo según laedad que tenga. Recuerda que esorientativo. Es más, trabajar con niñoslleva a la conclusión de que seguramenteellos entienden mucho más de lo quecreemos.

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¿SERÁ CAPAZ DE HACER LO QUE LEPIDO? «Es tan pequeño», «Se va a caer»,«Eso... cuando crezca», «¿Mi hijo puedehacer eso?». La siguiente tabla cuenta loque en líneas generales el niño es capazde hacer según la edad que tenga.Ninguno es igual a otro, por eso se tratasólo de una orientación general.

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Los límites hay que adecuarlos a la edaddel niño, a la capacidad de cadapequeño, a sus característicaspersonales, para que constituyan sufuente de aprendizaje de multitud decapacidades. Pero son imprescindiblespara llegar a ser un adulto responsable yninguna de las razones expuestas alprincipio del epígrafe puede servir deexcusa para no ponerlos en cada familia.

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Capítulo 4

Razones por las que tienenque hacer caso

«Si mis padres no me ponen hora dellegar a casa, es porque no les importo».Curiosa frase de un adolescente que dejaclara la necesidad que tienen los niñosde que se les marque qué pueden o nohacer.

Una madre de dos adolescentes, a lapregunta de ¿por qué crees que te hacencaso tus hijos?, nos contestaba: «Porque

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la norma es justa. Yo he intentado quesea así con mis hijos, esto no significaque no haya tenido que usar el típico“porque lo digo yo” ni que siemprehayan hecho caso a la primera, perohaciendo un ejercicio de paciencia yusando el sentido común no nos ha idomal. Creo que una de las claves fueentender que decir “no” y mantenerlo notenía que hacerme sentir culpable. Hoy,ya adultos los veo funcionar y mesorprende gratamente el resultado deaquel esfuerzo». LAS DIEZ RAZONES POR LAS QUE TIENENQUE HACER CASO

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Si establecemos un ranking con el topten de las razones por las que tienen quetener normas y cumplirlas, no podríafaltar ninguna de las que te contamos acontinuación:

EN EL NÚMERO UNO: porque aprendequé se puede y qué no se puede hacer.La píldora mágica no existe y no nacensabiendo qué «está bien y qué no». Esosí, nacen con todo el potencial paraaprenderlo, siempre y cuando alguien selo enseñe.

El aprendizaje de loadecuado/inadecuado no viene de serie,y es tarea principalmente de los padresque lo incluyan entre sus prestacionespara funcionar en su vida adulta. Como

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en los coches, sin la prestación podráfuncionar (o no), pero se pasará muchotiempo en el taller.

Cuando los padres ponen límites a sushijos, les muestran referencias que losayudan a tener claros determinadoscriterios sobre las cosas. «Mi padredice que eso no se puede hacer»,responde un niño de 4 años a un amigoque lo insta a robar una chuchería alcompañero de pupitre en el colegio.Cuando se educa con normas, estoscomentarios indican que el niñoestablecerá su escala de valores y elrespeto por los otros será uno de ellos.

Carla tiene 5 años y es alérgica a losfrutos secos. Desde pequeña sus padresle han transmitido las imposibilidad de

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comerlos y las consecuencias quetendría para ella. Hasta que empezó elcolegio sus padres se ocuparon de queno los tomara y luego tuvieron queconfiar en que la propia Carla seencargara de evitarlos. La niña siemprepregunta si lo que va a comer tienefrutos secos y nunca los ha probado,aunque aparezcan en forma de atractivaschucherías. Y lo más curioso es queCarla nunca ha sufrido conscientementelas consecuencias de comer frutos secos.Este ejemplo es muy útil para entendercómo una norma —«No puedes comerfrutos secos»— se integra y se respeta.Claro que no es necesario ser alérgico aalgo para aprender a respetar los

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límites, pero el caso de Carla pone demanifiesto que los niños son capaces deasimilarlos y ponerlos en práctica.Siempre que alguien los guíe en elaprendizaje.

EN EL NÚMERO DOS: porque loslímites los hacen sentirse seguros yprotegidos. Se elimina la incertidumbrede: «¿Qué tengo que hacer ahora, qué seespera que haga?», y al niño le da lasensación de que, si no sabe, papá ymamá lo ayudarán a resolverlo. «Ellosson mis superhéroes preferidos porquelo pueden todo», contaba un pequeñocuando le pidieron elegir uno.

En otra ocasión la pregunta fue: «¿Porqué crees que tus padres te quieren?», y

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una niña de 7 años fue muy gráficacontestando: «Porque por mucho quegrite y patalee no me echan de casa».Los niños se sienten protegidos en lamedida que somos firmes yconvincentes.

Sin incertidumbre no hay ansiedad;con seguridad el niño siente que cumplirla norma es lo mejor para él, por eso estan importante que el límite sea justo.

EN EL NÚMERO TRES: porque es lamejor vacuna contra la ansiedad o laagresividad. Poner límites es decir alniño: «Hasta aquí puedes, más alláNO». Un NO con mayúsculas, sincomplejos y seguros de que le estamosenseñando a frustrarse. Porque aprender

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a renunciar a sus deseos lo entrena entolerar la frustración: «Vaya, no ha sidomi mejor partido, tengo que esforzarmemás en los entrenamientos si quieromejorar», piensa un niño que ha tenidoexperiencias en casa donde se haequivocado, ha esperado o le han dichoque no. Es decir: «Mejorar depende demi esfuerzo». «Este equipo es unaporquería, no voy a volver a jugar, elcampo estaba fatal, los del equipocontrario me han hecho faltas y nadie lasha pitado. ¡No vuelvo a jugar con esteequipo!», piensa el niño que escuchópocos noes. O lo que es lo mismo: «Elentrenador, el equipo, los jugadores ylas condiciones están fatal», luego la

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culpa es de los demás.Los adultos sabemos que las cosas no

salen siempre como queremos y que lamayoría de las veces nos cuesta muchoesfuerzo conseguir cumplir nuestrosdeseos. Los niños no. Si permitimos quelos niños vivan experiencias en las queno salen las cosas como quieren (seaburren en una fiesta, ponerse zapatos envez de zapatillas de deporte, esperar adespués de comer para comerse unachuchería, acostarse a su hora, conseguirla bici cuando se cumple el horario deestudio, ahorrar para comprarse loscromos de moda...), los animamoscuando encuentran dificultades(abrochamos los botones que sondemasiado pequeños, les recordamos

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que corren mucho aunque no paren losgoles, reforzamos su esfuerzo cuandoestudian) y estamos pendientes decelebrar todos y cada uno de sus logros,el niño aprenderá a manejar su ansiedady agresividad.

Cuando este aprendizaje no se realizabien el niño puede volverse apático ypasivo o, por el contrario, irascible otirano, actitudes donde la inseguridadsiempre está presente.

EN EL NÚMERO CUATRO : porque unniño sin límites se convierte en unadulto con las siguientescaracterísticas:

• Nunca tiene suficiente, sus logros le

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parecen poco y, cuando obtienealgo, ya está pendiente de lo quequiere conseguir después.

• Reaccionará cada vez peor cuandooiga un NO: comenzará con lasrabietas, seguirá arrojando objetos;luego vendrán los portazos, lasintimidaciones y los insultos,porque todo vale para conseguir loque quiere.

• No sabe esperar. Acostumbrado aque le den todo cuando quiere, notolera la espera, tiene que tener loque quiere ya. No sabrá qué hacercon la intolerable espera ydesconoce el esfuerzo necesariopara obtener el éxito. Lo que sísabe muy bien es que agredir

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genera miedo, y eso le gusta aunqueen el fondo todo le asuste y leproduzca ansiedad.

• Su autoestima dependerá de tenercosas materiales. Es como simidieran su valía por lo queposeen. Piensa: «Tanto tengo, tantovalgo».

EN EL NÚMERO CINCO: porque le

facilita la vida a él y mejora laconvivencia. «Es que es tan pequeño, nova a saber hacerlo», «Lo hago yo ytermino antes», «Los niños se tienen quededicar a jugar y ya les tocará sufrir deadultos». Son algunas de las razonesmás extendidas para explicar por qué

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los niños no asumen responsabilidadesen casa. [Incluso un padre llegó acomentar: «Hacer que mis hijos recojanla mesa y frieguen los platos me parecetener mucha cara. En mi caso creo queeso es responsabilidad de los padres y abase de ver cómo les hemos permitidodisfrutar de su infancia, así nos trataráncon respeto y cumplirán con susobligaciones». Es cierto que laimitación es una de las mejores formasde educar, pero imitar significa que elniño hace lo que ve y no sólo ve cómolo hacen.

Mantener esta filosofía tieneconsecuencias que los padres deberánasumir:

• Hay mucho menos tiempo para estar

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con los hijos, porque son muchaslas responsabilidades y tareas enuna casa. A los numerososquehaceres del hogar hay queañadir poner y quitar la mesa,recoger el baño, ordenar sushabitaciones, preparar ropa ycartera del día siguiente. El adultollega más cansado, con menospaciencia y deseando que seacuesten.

• La autonomía se ve mermada, haymenos oportunidades de hacercosas solo: «Ya te visto yo, yallevo yo los platos, ya tienes laropa de mañana, ya te he dejado tuslibros en la estantería».

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• Pierden la posibilidad de vivirexperiencias que desarrollencapacidades como la atención, lafrustración, el control de laimpulsividad: «No te preocupes ycontinúa lo que estabas haciendo,yo te aviso cuando esté la cena».

• Se pierde la oportunidad deaprender a trabajar en equipo y elvalor de la colaboración:«Quitamos la mesa entre todos ymetemos los platos en elfriegaplatos, así a todos nos quedaun rato de tiempo tras la cena».

• En situaciones nuevas no sabencómo comportarse, no hanaprendido un código de conducta

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porque no lo tienen en casa y sesienten inseguros y desconfiados.

EN EL NÚMERO SEIS: porque estáis

convencidos de que es lo que tiene quehacer. Es decir, porque si vivís lanorma como justa, ellos la entenderánigual. Os recordamos las palabras de lamadre con la que empezamos elcapítulo.

Los sollozos diciendo que será laúltima vez que ocurra, los llorospidiendo el mismo patín porque lotienen todos los de clase, los portazosacompañados de «Sois los peorespadres que me podían haber tocado»hacen que la firmeza se quiebre. Saberque la norma es justa hace a los padres

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mantener la constancia, porque paracualquiera es mucho más sencillo dar loque piden y evitar el conflicto.

EN EL NÚMERO SIETE: porqueaprende a esperar y esforzarse paratener/conseguir el éxito vital. Esta fraseno se refiere al éxito económico, sino alque lo hará triunfar como adulto social,emocional y personalmente. Ese éxitoque requiere de constancia y frustraciónpara salir victorioso de las distintassituaciones a las que se enfrentará en suvida.

«No vas a cambiar de colegio. Tuprofesor exige que trabajes más, no tetiene manía». «Vete a tu cuarto a jugar,en el salón estamos los mayores

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charlando». «No me interrumpas, esperaa que acabe de hablar con este señor,entonces te escucharé». «Has gastado tupaga, tendrás que esperar a la semanaque viene para comprarte los cromos».«Entiendo que estés enfadado, pero no teescucharé hasta que no dejes depatalear». «¿Te has caído? Recuerdaque en las cuestas abajo es mejor irfrenando la bici». «Hoy vienen tusprimos, decide qué juguete no prestarásy lo guardamos, el resto tendrás quecompartirlo».

Todas estas frases son límites quefavorecen la aparición de lashabilidades necesarias para:

• Conseguir objetivos cuando vienen

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precedidos de un esfuerzo.• Hacer peticiones desde la

asertividad y no desde laagresividad.

• Respetar a los demás, susemociones, opiniones yactuaciones, aunque no estén deacuerdo con ellos.

• Aprender a esperar entre lo que sedesea y su consecución.

• Saber equivocarse y a dar solucióncuando ocurre.

EN EL NÚMERO OCHO: porque si

antes de los 4 años no ha tenidonormas ni hábitos, tiene todas laspapeletas para desarrollar untrastorno de conducta, para convertirse

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en un niño TEA de los que descubrirásen el capítulo 5.

EN EL NÚMERO NUEVE: porqueaprenden disciplina. La misma que hacefalta para ir todos los días a trabajar,cuidar a los que quieres, ahorrar paracomprar lo que quieres, gastar enfunción de lo que tienes, hacer deporte ocomer sano. Es decir, cumplir las reglasnecesarias para dar coherencia a nuestraforma de pensar y nuestra actuación, sinnecesidad de que otros vigilen que locumplamos. Si atendemos a la definiciónque da el DRAE (disciplina: doctrina,instrucción de una persona,especialmente en lo moral), quedanclaras dos cosas:

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• Que es necesario ser disciplinadopara estructurar valores como elrespeto, la igualdad, el compartir,la amistad, la justicia, lasolidaridad.

• Que es necesario que el niño cumplacon los límites sin necesidad deque sus padres estén delante. Poreso, integrar una norma pasa porponer consecuencias a todos loscomportamientos, para retirarsedespués y que sea el niño el queviva las consecuencias de susactuaciones.

EN EL NÚMERO DIEZ: porque

aprende que puede equivocarse, que es

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un derecho personal y que le sirve paraevaluar qué falló en su actuación paramejorar la próxima vez y superarse.

Y esto no es válido sólo para loshijos. Un padre llega tarde a casa y seencuentra con que su hijo lleva cuarentaminutos delante de un plato de judíasverdes que se niega a probar mientrasllora y patalea gritando sin parar queésta es la peor casa del mundo. Tras unpar de minutos viendo y escuchando elespectáculo del niño decide cogerlo deun brazo y subiendo el tono más que éllo arrastra hasta la cama mientras locastiga sin volver a jugar con sus cocheshasta «el día del juicio final». La escenano por brusca deja de ser infrecuente.Este padre sabe que se ha equivocado en

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su actuación, pero se permite errarporque es un derecho que tenemos todos.Así, al día siguiente retoma la cuestión yle explica al niño: «Ayer estaba muycansado y no tuve tranquilidad suficientepara solucionar la situación. Perdonaque te tratara así. Creo que lo justo esdevolverte los coches, pero sólo cuandohoy acabes todo lo que está en el plato».

Todos nos equivocamos, ser perfectosnos llevaría a estar permanentementealerta ante la posibilidad de errar enalgo, y eso, además de provocaransiedad, es realmente aburrido. Elpadre que se equivoca y rectifica enseñaa su hijo cómo pedir perdón y areconocer los errores propios para

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poder enmendarlos. En cada casa debe haber límites, loshijos tienen que conocerlos y saber lasconsecuencias de no cumplirlos o de sícumplirlos.

LAS RAZONES QUE JUSTIFICAN QUEDESOBEDEZCAN Para que el niño cumpla una norma tieneque considerarla justa. Ya sabéis loestrictos que son los niños con elsentido de la justicia: «A mi hermano lehas dado uno más». No sería JUSTOdejar de definir cuándo cumplir normas

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se convierte en algo nocivo para el niño.Hay tres motivos que convierten el

cumplimiento de una norma en algoperjudicial. Que sean demasiado estrictas En este caso las normas se transmitencon frases como: «¿Qué tienes que decirtú, eh? Te callas y punto...», «Aquí sehace lo que yo diga», «Me da igual siestás cansado. Hasta que no acabes losdeberes no te levantas de tu mesa», «Meda igual que sea verano y estemos en unpueblo. En mi casa se cumple el horarioque yo pongo», «Si los demás niñostienen paga, mejor para ellos. Tú aquí te

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gastas el dinero en lo que yo diga». Que haya demasiadas ¿Y cuántas son demasiadas? Es lapregunta que a cualquiera le viene a lacabeza. Dependerá de la edad del niño yde su capacidad para poder cumplirlas.La respuesta es muy amplia, pero es quecada niño necesita que lo atiendan envirtud de sus características, y las decada hijo son diferentes, eso es lo que lehace único. Partiendo de la dificultadque entraña dar un número exacto, unejemplo nos puede orientar sobrecuándo son demasiadas.

La madre de Teresa nota que su hija

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de 5 años lleva un tiempo como tristona,no le apetece hacer nada, pero se poneagresiva cuando algo no le gusta yempieza a tener muchos miedos, sobretodo cuando se trata de ir a sitiosnuevos. Esta madre cree que esta actitudes producida por la vagancia: «Si noestás encima de ella no hace nada. Asíle va, que cuando tiene que decidir ellaqué hacer, se echa para atrás y pareceque no ha roto un plato. Igualito quecuando en casa la obligas a poner loszapatos en su sitio, que se oyen susgritos en todo el edificio». De un tiempoa esta parte Teresa tiene en la nevera unlistado con todas las normas que ha decumplir, que son más o menos delsiguiente tenor:

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• Llegar a casa y cambiarse loszapatos, echar la arena en el váter ysustituirlos por las zapatillas trashaberlos guardado en el zapatero,dejar la cartera en la habitación ylavarse las manos.

• Llevar la merienda a la mesa,sentarse hasta que se acabe (daigual el tiempo, hay que acabar elplato), recogerla y si no es tarde,jugar.

• Proponer una actividad lúdica: loslunes a las construcciones, losmartes con la plastilina, losmiércoles jugar a las cocinitas, losjueves a los puzles y los vierneselige Teresa.

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• Recoger los juguetes y preparar elpijama.

• Ducharse, recoger el baño.• Peinarse, secarse el pelo y preparar

la ropa del día siguiente.• Poner la mesa, cenar (todo lo que

hubiera en el plato) y recoger.• Dejar la mesa preparada para el

desayuno de la mañana siguiente.• Jugar con su hermano de 8 meses y

darle las buenas noches.• Leer un rato en la cama.• Apagar la luz y ¡por fin! dormir.

Había que cumplir una para poder

pasar a seguir «cumpliendo» lasiguiente. Esto es, si no se lavaba lasmanos, no merendaba. Al preguntar por

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los premios contestó: «Pues que lequede tiempo libre por haber cumplidocon sus responsabilidades». Alproponerle quitar algunas le parecierontodas igual de importantes. Trasrelacionar todo lo que le preocupaba deTeresa con el número de normas que sele imponían en casa la lista se redujo atres:

• Al llegar del cole y después demerendar tendría treinta minutospara hacer lo que quisiera y sumadre no podría ordenarle nada. Ano ser que corriera peligro laintegridad de la niña.

• En el baño se ocuparía de su pijamay de recoger después al terminar.

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• Hasta la hora de la cena elegiría aqué jugar, aunque tendría querecoger una vez hubiese terminado.

También la madre de Teresa se llevó

nuevas normas que debía cumplir:• No se pondría como norma ni la

actividad de juego, ni el tiempo dejuego con su hermano, ni terminarlas comidas.

• Teresa no oiría a su madre dándoleórdenes, porque antes de decirlequé tocaba hacer en ese momentoesperaría a ver si la niña lo llevabaa cabo sola. Así aprendería a vivirla norma como una responsabilidady no como una imposición de sumadre.

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• La madre de Teresa tendría quededicar todos los días un rato aestar con ella sin recriminarlenada. En resumen, menos normas ymás tiempo de calidad.

Que no las haya o sean arbitrarias No poner ningún tipo de límites a sucomportamiento es como enseñarle «quetodo vale», que haga lo que quiera,cuando quiera, como quiera y con quienquiera. Que se rija por lo que desee o leapetezca en ese momento. A pesar de loatractiva que puede resultar para eladulto esta última frase, lo es porqueconstituye una excepción a lo cotidiano.

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Si no sabes cuándo vas a comer, tocalavarse la cabeza, toca acostarse y no tedan unas pautas ¡es para volverte loco!Imaginad la angustia que nos produciríallegar a un país de costumbrescompletamente distintas y tener queempezar a vivir en una familia sin quenadie te explique nada. Puede ayudarte aentender la angustia del niño que notiene límites. Todos sentimos ciertoalivio cuando volvemos a casa despuésde muchos días fuera porque lacotidianeidad de lo conocido nos daseguridad, nos tranquiliza. El niñonecesita desarrollarse con esa sensaciónde seguridad o creceráansioso/agresivo.

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Lo mismo ocurre con los niños a losque hoy se les manda a la habitación porno terminarse lo del plato y mañana seles hace una comida distinta.Normalmente los padres que aplicanconsecuencias de manera arbitraria lohacen dependiendo del estado de ánimoque tengan ese día. Si estoy cansado, tepego un grito para que apagues la tele yte acuestes, pero si vengo relajado ycontento, me pongo a ver contigo la peliaunque nos den las doce de la noche.Éstos son los «padres lotería», porquesus hijos nunca saben si hoy tocapremio. Así que no aprenden unesquema de comportamiento estable. ¡Esimposible saber qué es adecuado! «Ayer

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me castigaron sin fiesta por protestar yhoy se han reído de mi protesta. ¿Quéhago?», piensa un niño de la actuaciónde sus padres ante su comportamiento.

Tanto la laxitud de las normas comoel abuso de éstas son perjudicialesporque son injustas y generan niñosansiosos, miedosos o agresivos.

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Capítulo 5

Niño sin límites, niño tiranoo cómo hacer un adulto

agresivo/ansioso

Este capítulo tiene por objetivo hacer unrecorrido por todas las edades para quequede claro dónde intervenir si sequiere evitar que el niño se convierta enun tirano, exigente y ansioso. Leyéndolodescubrirás el comportamiento que seproduciría si no se ponen límites y se

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aplican consecuencias. LOS NIÑOS TEA Los niños que no han conocido límitesdesarrollan un perfil de característicasconcretas y muy reconocibles. Paranosotros son los niños TEA (tiranos,exigentes o agresivos) que pueden serloen mayor o menor medida dependiendodel ambiente y la estructura de autoridadque hayan recibido en casa. Últimamenteaparecen en todas partes.

Si se dan determinados signos,indican claramente que tu hijo se estáconvirtiendo en un TEA. Las siguientesfrases son un buen ejemplo:

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• «Hablad bajito que el niño no oye latele», dice la madre a una visita.

• «Qué quieres comer, dime qué ropate pongo, prefieres esto o esto».Padres que dejan al niño laelección de cualquier mínimodetalle aduciendo la más nefasta delas razones: «Es que si no memonta un numerito...».

• «No puedo ir, el niño prefierequedarse en casa».

• «No podemos dejarlo en casa denadie, siempre quiere estar connosotros».

• «Hasta que no se duerme, no mepuedo mover de su cama».

• «Si no le doy de comer, no come

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nada».• «He tenido una mala suerte con el

colegio, el profesor le ha cogidotirria y no hace más que protestardel niño».

Suele ocurrir que los padres están

volcados en que el niño no sufra. Alprincipio son tan pequeños que es difícildecirle que no a algo. Luego llegan los 2años y las rabietas: «Con tal de que secalle», «Es que soy incapaz de oírlellorar». Y la razón por excelencia eneste tipo de padres: «Pobrecito, me datanta pena...».

«¿Quién da pena?» es la pregunta queinicia la reflexión sobre el tema. Elpadre de un adolescente con problemas

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de conducta, decía: «¡Ay! Con las horasque he trabajado para que no le faltarade nada». ¿No es este padre el que dapena? Su buena intención lo llevó aconceder cualquier exigencia materialde su hijo, sin darse cuenta de que loque necesitaba eran más límites yconsecuencias.

Está claro que estos niños crecenpensando que todo y todos están a sudisposición cuándo y cómo ellosquieren. No son pocos los padres que entorno a los 6-8 años comienzan a darsecuenta de que algo ha fallado. Ya no esun tierno bebé al que es fácil concederletodo, ya no es sólo la chuche de lapuerta del cole lo que pide. Ya no sóloutiliza el llanto para exigir las cosas,

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sino que toda la dinámica familiar y,como consecuencia, la relación con elniño empieza a complicarse odeteriorarse.

Quienes mejor expresan lascomplicaciones que aparecen en estemomento evolutivo y que anunciandificultades posteriores son los padrescuando cuentan cosas como:

1. En el cole no abre la boca, no hayuna queja sobre su comportamiento,es calladito, tanto que parecetímido. En casa es todo locontrario. Cuando cuento a losprofesores su comportamiento,dicen que parece que hablo de otroniño. En el comedor del colegio

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come de todo, en casa tengo quehacer sus purés. De visita parecetímido, pero en casa no me deja nia sol ni a sombra y, si no le doy loque me pide, arma el follón.

2. Llama la atención allí donde va.Hemos tenido que dejar de salircon los amigos porque pega a todoslos niños, y por si eso fuera poco,cada vez que quiere algo, numeritoal canto. Nos desesperamos cuandovemos el comportamiento de losotros niños con sus padres y vemoslos nuestros, nos entran ganas dellorar.

3. Estamos preocupados. Seguro quetiene algo (el diagnóstico de lospadres suele ser hiperactivo). No

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para quieto, no atiende a lo que ledecimos. No te exagero si te digoque hay días que me levantogritando y me acuesto igual.

Características de los niños TEA Estas explicaciones al comportamientode sus hijos constituyen lascaracterísticas de los niños TEA. Eneste apartado podrás ir descubriéndolasy qué pasa con ellos cuando vancreciendo:

Son niños miedosos, por eso usan laagresión (verbal o física) paraimponerse. Descubren rápidamente quegenerar miedo en el otro da poder y

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utilizan todas las herramientas queposeen para producirlo: gritos, insultos,descalificaciones, patadas, portazos,golpes...

Son también ansiosos, porque nosoportan la posibilidad de que alguienlos critique o se ría de ellos. De hecho,una de las mejores armas que tenemospara desmontar su agresividad es laindiferencia y el humor. Temen laposibilidad de que alguien les rechiste,no son capaces de aceptar ningunacrítica, no existe la asertividad, sino laagresión como respuesta en la relacióncon el otro. Claro, todo esto daña suautoestima hasta el punto de hacerladepender única y exclusivamente de quelos demás hagan lo que él quiere.

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Temen los cambios o las situacionesnuevas aunque lo que les oigas sea:«Eso es una tontería, yo paso» o «Túeres tonto, eso no vale para nada».Porque no han desarrollado lashabilidades necesarias para adaptarse aambientes distintos del suyo.

Tienen poca o ningunaperseverancia. Si algo les sale mal,abandonan. «No vaya a ser que alguiense ría de mí», piensan, y «Esto es unatontería», dicen para evitar quecritiquen/se rían de su «no saber hacer».

Se adaptan mal. Huyen de lassituaciones nuevas donde no conocen ala gente porque no las dominan. Aunqueparezca contradictorio sufren

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retraimiento social, no desarrollan lashabilidades sociales necesarias paraestablecer relaciones con el otro y optanpor moverse con «sus secuaces» y nosalir de ahí. Recuerda al cabecilla delas bandas de las películas que, si estáarropado, se come el mundo, pero si seve solo, casi se esconde.

Poseen reacciones emocionalesintensas. Pasan en segundos de estar tantranquilos a pegar estallidos de ira, casisiempre precedidos de un NO puedeshacer/tener. Es curioso observar, porejemplo, cómo, mientras los demásniños son capaces de esperar hasta lahora de la comida, los niños TEA sitienen hambre protestan, gritan, pataleanhasta conseguir que les den de comer.

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Tienen un temperamento difícil. Seenfadan con facilidad, protestan mucho yparecen estar permanentementeenfadados. Cualquier contratiempo, porpequeño que sea, les provoca enojo y noes infrecuente que acabe en ira.

Un niño TEA siempre piensa: «La líoy lo consigo». Claro que cuando no vale«la lío», se desarman y no tienenninguna habilidad para resolver. Por esose angustian y por eso también viven losretos del día a día con mucha ansiedad.

Les cuesta concentrarse. Comoconsecuencia de su inconstancia, no soncapaces de permanecer mucho tiemporealizando la misma actividad, lo quelos hace parecer niños que necesitan

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estar moviéndose todo el tiempo. Estacaracterística favorece que se distraigancon facilidad. Muchos padres creen quehay un problema de hiperactividad,cuando en realidad lo que no ha habidoes el necesario límite —«Hasta que notermines esto, no podrás hacer lootro»—; es decir, la atención sedesarrolla con las rutinas diarias y eneste tipo de niños no las ha habido. Un adolescente TEA Ya de adolescentes comienzan aaparecer otras características quedescriben muy bien el trastorno deconducta, porque recordemos que

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cuando las normas no han aparecido enel niño antes de los 4 años, aumentan lasprobabilidades de que lo desarrolle enla adolescencia. Sin ánimo de asustar,pero sí con muchas ganas de dejar clarala labor preventiva de los límites encasa, describiremos a continuación eltrastorno de conducta, es decir, losjóvenes que si hubieran oído un NO atiempo habrían evitado a sus padres losdisgustos y ellos tendrían una vidamucho más feliz.

La impulsividad y el déficit deautocontrol caracterizan sus reacciones.Es como si no supieran evaluar lasconsecuencias de sus actuaciones, queestán gobernadas por lo que sienten enese momento. Hay también una

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incapacidad de control de la motricidad.La suma de todo eso hace que cualquierenfado o situación que considerennegativa tenga como única forma desolución la agresión.

Esta falta de control, unida a su pocacapacidad de constancia, hace quebusquen nuevas sensacionescontinuamente y lo hacen muchas vecesa través de comportamientos temerariosporque no miden los riesgos. Esto lesimprime un carácter extravagante que lesgusta fomentar.

Tienen grandes dificultades en notarsus emociones, porque no han aprendidoa describirlas. En consecuencia, nosaben cuándo están cansados, parecen

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infatigables. Es impermeable a lasemociones de los demás, lo que lo llevaa aparecer como un ser frío, al que le daigual lo que le pase al otro siempre queél consiga lo que quiere. Sería algo asícomo que para él «el fin justifica losmedios», claro que el fin siempre es «loque él quiere».

Las relaciones sociales no son sufuerte porque aprendió a que su madre lehiciera la comida como quería o aacostarse cuando consideraba oportuno.Cree que si aprendió eso en casa, elresto tiene que hacer lo mismo. No esamigo de moverse en círculos que noson los suyos, los que controla. Estapeculiaridad reduce mucho el número desituaciones en las que tiene que hacer

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relaciones sociales. Comoconsecuencia, tiene menos capacidadpara interpretar las situaciones socialesy ve empobrecido su lenguaje. Es típicoque acuda a una fiesta y empiece aponerse muy nervioso pensando queestán criticándolo o riéndose de él, y,como no sabe iniciar una conversación,se arrincona en una esquina sintiéndosecada vez más nervioso y huye en cuantove la oportunidad.

No piden perdón porque «no seequivocan». Actúan para conseguir loque desean y son incapaces de tener encuenta lo que necesita el otro. Esto losconvierte en personas frías y distantesen las relaciones personales. Sólo

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respetan las normas cuando ellos las hanpuesto; seguir las de otros seríadoblegarse.

También están los que hacen todo locontrario —«Soy tan estupendo que voya ser el alma de la fiesta»—, yenvalentonados y sin ningún tipo detimidez entran llamando la atención sinpercatarse, porque no son capaces, deque su actitud asusta al resto.

Da la sensación de que no aprendende las consecuencias y es que las únicasválidas son aquellas que les permitenconseguir algo material. Esto es asíporque su autoestima depende de cosasmateriales: «Tanto tengo, tanto valgo».No han aprendido a dar valor a lasonrisa de mamá o la caricia de papá

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cuando hacen las cosas adecuadamentey, por tanto, tampoco son capaces dehacer las cosas por sí mismos, no sabenmotivarse ni asimilan que el refuerzoviene de uno mismo, de saber que se hahecho las cosas lo mejor posible. Paraque todo esto se dé es necesario habervivido con consecuencias tantonegativas como positivas y a ellos onadie se las ha marcado, o se las hansaltado continuamente, o las pocas quehan tenido han sido variables y pococonsistentes.

Independientemente de su capacidadintelectual, faltan a clase porque elcolegio les pone normas fundamentalespara una convivencia más armónica y

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ellos no soportan que les digan que no,no entienden del bien común, sino sólodel suyo propio y si encima su falta deconstancia los lleva a no hacer tareas ono hacer esfuerzos porque «Yo no losnecesito para obtener lo que quiero», esfácil entender que prefieran seguir consu argumento de «Estudiar es unatontería» a enfrentarse a la frustraciónque supone no destacan por susevaluaciones o adelantan la posibilidadde quedar en evidencia delante delgrupo y evitan esta posibilidad. Sueleser frecuente que el absentismo seproduzca cuando sospechan un examen.Esta actitud agrava su situación con elfracaso escolar e incluso el abandono.

Algunas quejas que podemos oír a los

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padres son:• «Sale desde el jueves por la tarde y

llega cuando quiere... no puedolevantarlo por la mañana porqueme arma un follón».

• «El móvil lo hemos tenido que hacerde contrato por no escuchar la quelía cuando se queda sin saldo...».

• «En el colegio no pueden con él, asíque si ellos no pueden yomenos...».

• «Las zapatillas de tal, la habitaciónsin recoger... al final lo hago yo ose lo compro por no oírle...».

¿Tiene solución un TEA?

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Todos somos susceptibles al cambio encualquier etapa de nuestra vida. Escierto que entre los 0 y los 6 años elcerebro es mucho más sensible aaprender. Es decir, el niño estáespecialmente preparado para asimilarlímites. Cuando se establecen normas yse ponen consecuencias, el niño adaptasu cerebro para funcionar con ellas. Siel niño no tiene la oportunidad de viviruna situación reglada, es como si sucerebro no supiera qué hacer cuandollega el cole, una fiesta, unentrenamiento, y más adelante launiversidad, el trabajo o cualquiersituación que funcione con normas, esdecir todas.

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En cuanto pongamos alniño/adolescente en situacionesregladas, el cerebro buscará cómoadaptarse y aprenderá a dar respuestaseficaces. Esto tiene que ver con la«plasticidad cerebral» (el número decontactos sinápticos que formancircuitos nuevos, como resultado de laexperiencia o el aprendizaje y que nodepende de los genes). Por tanto, SÍ,siempre podemos cambiar, aunque eltiempo juega en nuestra contra.

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Capítulo 6

Quiero que me haga caso ala primera

Que el niño haga caso dependerá en granmedida de cómo le pidas las cosas, loque le pidas, las consecuencias que lepongas y si las cumples o no. LA «PÍLDORA MÁGICA» «Me desespera, ¿no hay una pastillita

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que lo solucione?». Y medio en broma,medio en serio, los padres siguensoñando con que alguien invente unapastillita que disuelta en la leche deldesayuno haga que los niños «a unchasquido de sus dedos» recojan, seduchen, se acuesten y no protesten.

No creo que el invento llegue nunca aver la luz, pero si lo hiciera seguiría sincubrir la necesidad de aprender quépuede o no hacer. Eso, queridos padres,sólo se enseña con paciencia,coherencia y una gran dosis de humor.Componentes de la tan demandadafórmula mágica que, al contrario que enlos cuentos, lo es porque hace adultosfelices, no por lo rápido que actúa.

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«TE CUENTO TRES Y...» Si hay una frase mágica es la de «Tecuento tres...», ¿y después del tres qué?Hemos preguntado muchas veces a lospadres. El un, dos, tres dura lo que duray está bien aprovecharlo, pero derepente deja de tener ese efecto mágicoy es el niño el que pregunta: «¿Y qué?».Para asombro de sus padres quebalbucean algo como: «Y qué... y qué...Tú no hagas caso que verás». Y con esoparecen haber zanjado el tema.

Éste es el inicio de una etapa quesuele coincidir con los 4-6 años y queanuncia que ya no es suficiente el tres,que no les convence, que se lo van a

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saltar y que detrás tiene que haberalguna consecuencia.

«Te vas a enterar...» es otra de lasfrases preferidas por los padres.También están: «Ni se te ocurra»,«¿Estás sordo o qué te pasa?», «Es quees como si le hablara a las paredes»...Ciertamente ejercen un efecto dedescarga para los desesperados padres.Pero sólo si detrás de éstas hay unaconsecuencia obedecerán... y no siemprea la primera.

En el «Quiero que me obedezca a laprimera» hay un tipo de padres a los quele gustaría gobernar el comportamientode sus hijos como si de un cocheteledirigido se tratara: «Ahora que secalle, ahora que recoja, ahora que

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espere sin protestar, ahora que seduerma». A éstos hay que recordarlesque sus hijos no vienen con botón de off.

A uno de esos padres le planteamoslas siguientes preguntas: «¿Alguna vez tehas escapado en horas de trabajo?, ¿tehas saltado una fila para colarte en algúnsitio?, ¿has mentido para evitar que tepillaran en algo?, ¿has ido a másvelocidad conduciendo de la quepermite la ley?». Después de contestarafirmativamente, justificó sucomportamiento con la frase: «Hecha laley, hecha la trampa». Partiendo de estabase, y relacionado con elcomportamiento de su hijo, leplanteamos: «Y después de haber

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admitido eso, ¿pretendes que siempre,siempre te escuche y haga lo que lepides sin protestar y sin perdertiempo?». Podéis imaginar su cara deasombro. Entonces hemos de hacer lasiguiente reflexión: se trata de un niño,no le pidas más de lo que puede hacerhasta que le hayas enseñado. ¿CÓMO CONSIGO QUE MI HIJO MEOBEDEZCA? Ésta es la demanda general. Es fácilescuchar a los padres comentar: «¡Llevauna época! No hago carrera de él».También es muy frecuente encontrartecon: «Es como el que oye llover» o

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«Basta que le diga blanco para que élhaga negro».

Conseguir que un niño obedezca estan sencillo como dar una orden, ponerconsecuencias y cumplirlas y tancomplicado como que en cada familia sehace de manera distinta. Este capítulopretende aunar criterios que faciliten lacreación de un ambiente seguro para elniño, en el que se sentirá protegidocuando lo que «le manden» sea desdeesta óptica. Son tres los aspectos quetendrás que evaluar:

1. Cómo se lo digo.2. Qué le digo.3. Qué hacer si lo cumple o no lo

cumple.

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Cómo se lo digo al niño Lo primero que debemos hacer paraconseguirlo es tomar un poco dedistancia. Eso lleva a tener mástranquilidad, que es un paso necesariopara poder resolver cualquier problema.En la mayoría de los casos, para quecambien las cosas, bastará conmodificar algunas de las actitudes que teenumeramos a continuación:

1. Cuéntale lo más exactamenteposible lo que esperas que haga. Se caeen el error de expresarse congeneralidades que el niño no entiende.Un ejemplo significativo son frasescomo: «Pórtate bien», «Sé bueno» o

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«No hagas eso». En realidad, no dicennada. Prueba a preguntar a tu hijo ¿quées portarse bien? Te sorprenderá larespuesta. En unos casos puede ser:«Dímelo tú; siempre lo haces» —le dijoun niño a su padre—, en otros puedenlimitarse a encogerse de hombros.También los hay que optan por unsencillo: «Cuando soy bueno», eigualmente aparecen aquellos que lotienen claro: «Hacer lo que me diganmis padres».

Entonces, seamos claros yespecifiquemos el comportamiento:«Vístete y ven a desayunar», «¡Recogelos juguetes y a la bañera!», «Habla másbajito para que te escuche», «Dame lamano para cruzar la calle». De esta

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forma, tu hijo podrá definir a la primeralos comportamientos que esperas de élcuando le pregunten qué es portarsebien: cuando cuido a mi hermana, recojoa la primera, no me levanto de la mesa,me acuesto a mi hora.

2. Convéncelo siendo firme. «Porfavor, hijo, que llevo un día horrible, nome hagas enfadar más». Esta fraseexpresa que estamos cansados, pero noparece convincente. Un tono firme seconsigue cuando, sin gritar y con ungesto serio, se dice de manera concisalo que esperamos del otro. Si, además,buscamos la mirada del niño yacompañamos nuestra actitud de unaseñal que lo ayude a centrar la atención

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en la acción que le pedimos, tendremosmuchas más probabilidades de que llevea cabo la orden. Por ejemplo: «Vístete ynos vamos», mientras señalamos la ropaque le hemos dejado encima de la cama.

Los adultos no tenemos el mismoestado de ánimo todos los días. A vecesestamos cansados, otras preferimosposponer algo porque estamosentretenidos con otra cosa y otras,simplemente, nos da pereza hacerlo. Alos niños les pasa igual. Por eso, cuandoencontramos al niño reacio a obedecer,podemos utilizar coletillas tipo «Vísteteya», «Vámonos a casa, ahora». Eso sí,sin subir el tono, manteniendo la actitudfirme de la que hablábamos al principiodel párrafo.

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Dos madres intentan volver a casa ysus hijos no obedecen. En el primer casola madre argumenta: «Pedro, vamos,tienes que recoger tus juguetes porque hallegado la hora de irse a casa. Mamáestá cansada, ha vuelto de trabajar ynecesita que le hagas caso. ¿Es que no teda pena?». En la segunda frase Pedro seda la vuelta y se aleja hacia loscolumpios. Su madre acabapersiguiéndolo y cuando por fin loalcanza lo coge del brazo y se retirandel parque forcejeando mientras le vadiciendo: «¿Ves lo que me haces hacer?,tengo que enfadarme contigo... Deja dellorar... No volveremos al parque si tesigues portando así de mal».

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La segunda madre se acerca a su hijay la avisa: «Irene, ve terminando eljuego, es hora de irse a casa». Se quedacerca de la niña y pasados unos minutos,inicia la acción de recoger. EntoncesIrene sale corriendo a los columpios. Sumadre no se mueve del sitio y le indica:«Es hora de volver a casa, ven a recogerya». Irene baja del columpio protesta yllora, pero su madre le repite: «Recogelos juguetes». Cuando Irene deja dellorar, su madre le dice: «Lo has hechofenomenal, mañana es viernes, así quepodremos quedarnos más tiempo,¿quieres?», y vuelven a casa charlando.

Ser firme es encontrar una actitud queesté en equilibrio entre cumplir con lo

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que hay que hacer y darle apoyo paraque aprenda a hacerlo.

3. Utiliza la forma impersonal. Haycoletillas como: «¡Para ya!», «¡Ahoramismo!», «¡Ni pero, ni pera!», que,dichas con firme tranquilidad, ayudan alniño a centrar la atención en la tarea.

Están las frases como: «Quiero que tecomas el filete ¡sin rechistar!», queinician una lucha entre padre-hijo quetiene un claro componente personal.Fíjate en la diferencia entre: «Te hedicho que te quiero ver en tu habitación,¡ya!» y «Es la hora de estudiar, vamos acoger la cartera», mientras loacompañas hacia su habitación. Al niñono le va a gustar más la hora de estudio,pero el conflicto lo tendrá con las tareas

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escolares y no contigo.El lenguaje es la forma de expresar lo

que pensamos y nuestro objetivo es queadquiera un hábito de estudio que lehaga responsable, no que nos obedezca.

4. Señala siempre elcomportamiento, no al niño. Esfrecuente escuchar a los padresdescribir a los niños con expresionesdel estilo: «Es vago», «Es malo como lapiel del diablo», «Es un desobediente»,«Es un bruto», «Es tímido». En vez dehablar en términos de: «No le gusta nadahacer deberes», «Remolonea para irse ala cama», «Se pone nervioso cuando haymás niños», «Le cuesta hacer amigos».

Si desaprobamos al niño, se esforzará

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en seguir manteniendo el calificativoque le hemos asignado, entre otras cosasporque no sabrá qué queremos de él. Silo que hacemos es desaprobar uncomportamiento, le estamos dando laoportunidad de que lo cambie. ¿A queno es lo mismo que te digan «Eres muypesado» que «Cuando hablas de tutrabajo no permites que intervenga ymonopolizas el tema. Así que me resultapesado escucharte».

5. Ofrece una alternativa decomportamiento al niño. Es igual denecesario que la firmeza, porque estáaprendiendo, porque le enseñas aresolver problemas y porque ledemuestras que sus deseos y sussentimientos son importantes para ti. En

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resumen, porque aprende a cambiar ese«Quiero hacer lo que me dé la ganaahora» por un «Puedo esperar y hacerlocuando acabe con misresponsabilidades».

Cuando se empeñan en algo puedenser realmente persistentes. «Que no, queno y que no... que hoy no tienes mástele», dice un padre chillando, cuando elsábado su hijo le ha puesto la cabezacomo un bombo para conseguir una horamás de dibujos. El niño chilla y ahoraademás llora mientras le dice: «Eres elpeor padre del mundo», y el padrereplica: «Eso, ahora métete conmigo.Estoy hasta las narices de oírte, vete a tucuarto y quédate allí». A estas alturas

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podemos imaginar el volumen del tonode voz, el disgusto del padre y el delniño.

Dar una alternativa a estecomportamiento sería: «No puedes vermás la tele hasta mañana. Pero podemoshacer las construcciones del juego queme enseñaste ayer». Otros ejemplos quese pueden presentar como alternativatambién podrían ser: «Ahora tienes quebañarte, pero puedes jugar en la bañeracon el muñeco que elijas»; «Ahora tocacenar; en cuanto acabes, podrás seguircon lo que estabas haciendo».

6. Presenta opciones dentro de unamisma situación sobre las que puedaelegir. El mismo argumento que seutiliza sobre la conveniencia de no

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alargar las explicaciones, y que veremosa continuación, es válido también a lahora de explicar por qué no se deben darmuchas opciones a los niños. Sinembargo, es cierto que a partir de los 4años es conveniente ir entrenando alpequeño en la toma de decisiones. Asípuedes ofrecerle diferentesposibilidades dentro de una mismasituación para que el niño vayadesarrollando esta capacidad y tenga lasensación de que es responsable detomar decisiones. Además, les encantasaberse mayores para decidir: «Mira, hesido yo el que ha pensado lo quecomíamos hoy». Veamos algunosejemplos: «Hay que tomar fruta de

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postre, pero puedes elegir la que más teguste», «¿Prefieres ir al parque de cercadel cole o al que está cerca de casa?»,«Hay filete, ¿prefieres patatas o tomatepara acompañarlo?», «Es hora devestirse, ¿quieres ponerte el jersey rojoo el verde?».

7. No des explicaciones muy largasporque no las escuchan. «¡Qué horror!—decían unos padres en consulta—.¿Cómo voy a decir a mis hijos que haganlas cosas sin explicarles por qué?».Totalmente de acuerdo, les dijimos.Únicamente hay que aprender a resumirlas explicaciones.

Hay padres que dedican gran partedel tiempo que pasan con sus hijos enexponer el porqué de hacer cada cosa.

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Son exposiciones realmente ilustrativassobre el bien y el mal, pero el niñotodavía no es capaz de entenderlas.Aunque estemos haciendo todo loposible para que el día de mañana lasescuche, las evalúe y las acate si lasconsidera justas o discrepe cuandoconsidere oportuno.

Éste fue el caso de un padre que cadavez que recibía una negativa de su hijopor toda consecuencia le imponíaescuchar su discurso: «Hijo, tienes queportarte bien porque...», y le soltabaunos diez minutos de charla, unas tres ocuatro veces al día. Un día lepropusimos que, tras una de estasexposiciones, preguntara al niño: «¿Te

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has enterado de lo que te he contado?».Entonces su hijo le contestó: «Sí, que siespero a que acabes, podré seguirjugando».

Hagamos la siguiente cuenta. Si losniños nos prestan atención más o menosa minuto por año cumplido, esprácticamente imposible que tras losprimeros dos-cuatro minutos el niño teesté atendiendo, y sobre todo habrásperdido un tiempo precioso donde teatendía y entendía, haciendodisertaciones que tu hijo no puedeasimilar.

Saber por qué hay que hacer las cosasle inicia el desarrollo de lo moral/ético(lo que está bien y por qué), les daargumentos en situaciones como:

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• «Pues en mi casa no es así».• «¡Anda! Qué más da; hazlo, si ahora

no te ve nadie».• «Tú si te preguntan di que no».

Para conseguirlo tienen que tener

normas en casa y consecuencias a sucomportamiento. Eso no significa que noles expliquemos. Es imprescindible paraque vivan la norma como algo justo.Pero la explicación tiene que ir enproporción a su capacidad de atender ycomo consecuencia de entenderla.

Cuando los padres toman concienciade explicar considerando lascaracterísticas de su hijo, entienden quepara educar hay que tener en cuenta elmomento del desarrollo en el que se

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encuentra cada niño, y entoncesaprenden, porque están en el periodomás favorable para hacerlo.

Los padres han de cambiar los largosdiscursos por acciones como mirar a losojos. De esta forma, te aseguras de queel niño te atiende y puedes decirle loque tiene que hacer, añadiendo luegouna breve explicación, necesaria paracomprender el porqué de las normas,pero —¡por favor!— para que loaprenda, recuerda que no puede pasar detres frases. Deja las grandesdisertaciones para más adelante;sintetiza todo lo posible. No sóloentrena la atención, sino que prepara unesquema de diálogo con tu hijo, de

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forma que aunque en la adolescenciaseguirás siendo un «pelmazo» (es lo quetoca a los padres), escuchará las ideasclaves que quieres transmitirle.

Veamos algunos ejemplos: «Nopegues, haces daño», «Presta tus cosas,los demás te dejarán las suyas», «Apagael ordenador, hay que jugar a otras cosastambién». Conviene recordar, antes determinar este apartado, que no son laspalabras sino el ejemplo (las acciones)lo que enseña a los niños. Así, si veo elarmario de mi padre recogido, le creerécuando me pide que recoja mi ropa,pero si veo constantemente ropa suyatirada pensaré: «¿Cómo me voy a tomaren serio que me diga lo importante quees ser ordenado, aunque le lleve mucho

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tiempo intentar convencerme de ello?».8. Establece los límites con un

control emocional. Límites y normasayudan al control emocional, o lo que eslo mismo: «Las cosas no son cuando yoquiero, como yo quiero y en el momentoque deseo». Algunos padres tendríanque leer esto un par de veces, porquepretenden que sus hijos hagan lo queellos quieren, cuando ellos quieren y enel momento en que se lo dicen. Y si estono ocurre, ¡se arma la gorda! Educarinvita a revisarse uno mismo y mejorar.Recordemos que los niños todo loimitan y poner límites necesita decontrol emocional. Dirán que no cientosde veces, se harán los sordos otras

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tantas, mentirán para escaparse de lasconsecuencias mil más, y hay que estarpreparados para controlar lasemociones.

¡Ojo! Sin culpas. Todos nosenfadamos e incluso perdemos el controlen alguna ocasión. El problema es si lapérdida de control se produce conmucha frecuencia, porque los padres queviven enfadados castigan más y conmayor severidad, de manera queconvierten muchas de sus normas ylímites en injustas.

Un gran truco, si tienes uno de esosdías terribles o notas que llevas unaépoca castigando en exceso, es contarhasta cincuenta antes de decir nada,mientras respiras diciéndote: «Soy

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capaz de calmarme». Entonces acércateal niño, y en un tono más bajito de loque normalmente utilizas, pregunta:«¿Qué ocurre?». Otro cambioaparentemente sencillo, pero que generaimportantes logros cuando vienenépocas de «poca paciencia», es olvidardespués de que el niño haya cumplido sucastigo. Evita recordarle mil veces loque hizo, abandona frases como: «Todote da igual», «Esta vez hasta cuándo teva a durar el arrepentimiento», «Mañanaotra vez lo mismo, ¿no?».

También es una pérdida de control delas emociones utilizar el chantaje: «Eresmalo; si no haces eso, no te quiero»,«¿Cómo me puedes hacer sufrir tanto?»,

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«Por favor, hijo, no puedo más; haz casoa mamá». El truco para evitarlo essustituir estas frases por otras quesimplemente expresen cómo te hacesentir su conducta: «Estoy muy contentoporque has conseguido vestirte tú solo»,«Me enfada que me contestes así, perono podrás llevar juguetes a la mesa».

Deja a un lado las amenazas: noutilices el miedo ni la amenaza para quete obedezca. Puede resultarte eficaz enel momento, pero el niño desarrollarámiedos posteriores o acabaráamenazándote a ti. Cambia el «Si nohaces... no...» por «Para hacer esto...primero tienes que...». Por ejemplo, enlugar de utilizar: «Si no recoges, no vesla tele», dile: «Para poder ver la tele,

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primero tienes que recoger»9. Cambia el lenguaje y expresa las

órdenes en positivo. Junto con loanterior, te ayudará a hacer comprenderal niño lo que tiene que hacer y podrállevarlo a cabo. En vez de decir: «Notires los juguetes», prueba con: «Recogelos juguetes metiéndolos despacio en sucaja, así no se estropearán». Lo mismosucede con «Habla más bajo para quepueda escucharte» en lugar de «Nogrites» o «Es hora de poner la mesa ycomer» en vez de «Deja de remoloneary escaquearte».

10. Hazle saber cuándo tiene uncomportamiento adecuado. Tu hijotendrá claro qué tiene que hacer si le

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indicas el comportamiento que tiene queseguir. En negativo sabrá que te enfadalo que hace, pero no lo que esperas deél. Es indispensable, una vez inicie elcomportamiento adecuado, decírselo siquieres que lo vuelva a llevar a cabo:«Ahora puedo escucharte, ¿qué queríasdecirme?». Hay muchos padres que norefuerzan el comportamiento desde laargumentación de «Es su obligación».En consulta vemos muchos: «Encima deque suspende, no le voy a premiar queestudie». A lo que respondemos:«Entiendo tu enfado, pero si no lereconoces el esfuerzo es más queprobable que no intente aprobar».

Se refuerza/premia cualquiercomportamiento que lo acerque al

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objetivo, porque para ellos es unesfuerzo de superación y tenemos quedecirles que los apoyamos. «No haprobado la comida, pero hapermanecido con ella en el plato», decíaun padre cuyo hijo armaba el follón cadavez que en la mesa aparecía un alimentonuevo. Esta actitud fue clave paraconseguir tiempo después que probaralimentos dejara de ser un problemapara su hijo.

Si analizas lo leído hasta estemomento, son todo pautas paraacompañar, guiar y facilitar al niño elcumplimiento de las normas que tengasen casa. Pero siempre hay situaciones enlas que el niño dice «NO».

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11. Pon consecuencias y cúmplelas.Es lo que se debe hacer cuando hay unanegativa por parte del niño. Comoveremos más adelante, hay que tener encuenta criterios que nos permitanllevarlas a cabo. Una consecuencia queno se cumple permite al niño pensar:«No pasa nada, al final me salgo con lamía», y entonces sí que entraremos en unconflicto de autoridad en casa. Acuérdate de:

1. Contarle con la mayor exactitudposible lo que esperamos que haga.

2. Convencerle siendo firme.3. Utilizar la forma impersonal.4. Señalar siempre el

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comportamiento, no al niño.5. Ofrecer una alternativa de

comportamiento.6. Presentar opciones dentro de la

misma situación.7. No dar explicaciones largas,

porque no las escuchan.8. Poner límites necesita tu control

emocional.9. Expresar las órdenes en positivo.10. Señalar el comportamiento

adecuado.11. Poner consecuencias y cumplirlas.

Aumentan las probabilidades de que secumpla la orden si el que la indica:

• La enuncia en positivo: «Cuandohables más bajito, podré

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escucharte».• Dice lo que hay que hacer y anuncia

las consecuencias: «Tienes quelavarte la cara y peinarte antes desalir».

• Utiliza «los niños hacen, frente a losniños son»: «Recoge lahabitación».

• Cuenta cómo te hace sentir suconducta: «Mamá te quiere mucho,pero me enfado cuando saltasencima del sofá».

Qué le digo al niño A grito limpio desde la cocina:

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«¡¡Carlos, cariño, ¿quieres apagar latele, recoger tu cuarto, ducharte y ponerla mesa?!!». Y Carlos sigue jugandotranquilamente en su habitación mientrasla desesperación de los padres vasubiendo tan rápido como la espuma. O,en el mejor de los casos, Carlos estaráconvencido de hacer lo que le hanpedido, hasta que al llegar al pasillo seaincapaz de recordar todo lo que dijeron.

Hay muchas cosas en este ejemplorepresentativo que se pueden cambiarpara aumentar las posibilidades de queCarlos atienda la orden, se la tome enserio y lleve a cabo lo que se le pide:

1. Ir adonde esté él, ponerse a sualtura, mirarlo a los ojos. Si estáviendo la tele o distraído con algo,

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interponte entre él y la actividad. Sila distracción es tan grande que noconsigue apartar su mirada de ella,cógele la cara por el mentón y ledas la instrucción. Sólo cuando teestá mirando, te está atendiendo.

2. Dar una instrucción cada vez. Sile dices de golpe todo lo que tieneque hacer, seguramente sólo seacuerde de la primera o de laúltima actividad que le hasencomendado. Paso a paso,primero una norma y cuando lahaya hecho, otra. «Carlos, recoge tuhabitación, se ha terminado eltiempo de juego...». Si con esto noes suficiente, repite la petición

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insistiendo en la firmeza.3. Pedirle que haga las cosas. No le

preguntes si quiere hacerlas.Imagínate que por la mañana unlunes te llama tu jefe y te preguntasi quieres ir a trabajar hoy... ¿Quécontestarías? Si le preguntas, quizátu hijo decida hacer algo másentretenido y divertido que recogersu habitación. Por tanto, utiliza untono de voz firme, díselo con laconvicción de que lo va a hacer.Esto es, sube un poco más de tutono habitual, sin gritar, dirígete aél con un ritmo de habla más lentodel que utilizas y sinjustificaciones, rodeos u opcionesrepítele: « Carlos, recoge tu

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habitación». Si eres de los que lescuesta mantenerse firmes y para nodejarte embaucar por lasargumentaciones de tu hijo, puedespracticar con tu pareja, grabarte envídeo o ponerte delante de unespejo antes de llevarlo a cabo.

En general los padres aumentan susensación de control una vez han puestoen práctica estos tres primeros pasos,pero no siempre el niño está dispuesto aacceder, sobre todo al principio. Es elmomento de volver a insistir.

4. Repetir el paso 3, darle tiempopara ver si lo ha entendido ypedirle que repita lo que se le hapedido: «Carlos, ¿qué es lo que hay

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que hacer ahora?». Este pasopermite averiguar si el niño sabe loque tiene que hacer y evita quetengas que repetírselo. Así es máscomplicado llegar al enfado o a losgritos como consecuencia de corearuna y otra vez lo mismo. Tu hijo teha atendido; no dudes que sabeperfectamente lo que tiene quehacer.

5. Dar la opción de ayudarlo:«Carlos, te ayudo a recoger,vamos». Una vez que empiece ahacerlo retírate para que siga solo.Lo estás ayudando a que se centreen la tarea sin que lo de alrededorlo despiste. Ahora es el momentode ayudarlo y acompañarlo si no

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quieres terminar gritándole:«Carlos, es la décima vez que te lodigo, ¡¡¡quieres recoger!!!».

6. Dejar de atender cualquieractividad que inicie, repitiéndole elmensaje: «Cuando hayas recogidolos juguetes te atiendo».

Es importante que:• No inicies otra actividad hasta que

no se haya cumplido la orden.• No es el momento de negociar las

normas con tu hijo, ni justificar tuactitud.

• Por mucha gracia que te hagan lasdivertidas argumentaciones de tuhijo, no te rías, no le quites laseriedad al momento o él

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interpretará que estás jugando y quelas normas son algo que se puedetomar a pitorreo.

• Y, por supuesto, no utilices ningúntipo de lucha o descalificación paraobligarlo a cumplirla.

Qué hacer si lo cumple o si no locumple Llegados a este punto, pueden ocurrirdos cosas: que lleve a cabo lo que le haspedido o que siga tranquilamente a losuyo. En cada caso tendrás una actituddistinta. No te preocupes si la opción detu hijo es la segunda. Siempre hay unplan B.

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Si lo hace: en cuanto tu hijo lleve acabo la conducta que le has pedido, paraque lo repita es imprescindible que se loreconozcas. Esto es, dile lo contento yorgulloso que estás de él por haberrecogido, cuéntale que sabes el esfuerzoque ha hecho, aunque haya tardado unaeternidad en hacerlo.

Si acompañas la frase con un beso ocon algún tipo de recompensa (sobretodo al principio), estupendo. Porejemplo: «Genial, Carlos, estoy muycontento por cómo has recogido, por lomucho que te has esforzado; ahorapodremos jugar un rato a las pompas dejabón en la bañera».

Nada de lo que has hecho

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anteriormente tiene sentido si te saltaseste paso. En educación esimprescindible reforzar loscomportamientos adecuados.

Si no lo hace:Como decíamos antes, siempre hay un

plan B. Si tu hijo sigue en sus trece, hayque aplicar alguna consecuencianegativa. Siguiendo con el ejemploanterior:

Repite los pasos del 1 al 3 descritosen el apartado anterior.

Hasta aquí todo igual. A partir deahora:

• Si se niega a hacer lo que le haspedido, retírate y dale un tiempopara que reflexione (un par deminutos serán suficientes).

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• De nuevo acércate a él y dile:«Carlos, tienes que recoger,¿quieres que te ayude?».

• Si sigue negándose, dile lo queocurrirá: «Carlos, si no recoges, lacena y el baño se retrasarán y nopodrás ver tu capítulo de dibujosdespués de cenar».

• Mientras a Carlos le dure suoposición, cualquier cosa que tepida, te argumente o te diga tú lerepetirás: «Cuando recojas teatiendo», o lo que es lo mismo:«Esta actitud no te vale, es uncomportamiento que tienes quedejar de tener».

• Cuando Carlos recoja —y lo hará

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—, inmediatamente y sin importarlo que haya hecho antes refuerza suactitud. Sin olvidar mantener lasconsecuencias que le has puesto,esto es, si ya no hay tiempo porqueha tardado mucho en recoger yaunque al final lo haya hecho, hoyno hay dibujos, pero seguro que sise esfuerza mañana lo conseguirá.

Al principio cumplir los pasos te

costará; poco a poco te resultará mássencillo hasta que lo incorpores en turepertorio de soluciones y lo hagas sinpensar en los pasos que tienes que dar.Esto es como cuando te sacaste el carnéde conducir; al principio no podías niescuchar la radio mientras conducías,

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tenías que poner todos los sentidos en loque estabas haciendo, pero con eltiempo ya conduces de formaautomática, puedes escuchar la radio,hablar con el copiloto...

«Esto ya lo he probado y nofunciona». Es frecuente escuchar a lospadres esta argumentación. ¿Qué esprobarlo? Hacerlo un día sí y otro no.Probarlo dos o tres veces. Se trata de unmétodo efectivo, sí, pero si se esconstante en la aplicación.

Ten en cuenta que al principio deaplicarlo lo más probable es queaumente el número de comportamientosinadecuados. Es normal, a nadie nosgusta perder privilegios. Pasado esteperiodo, serán muchos más los

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comportamientos adecuados ydisminuirán muchos de los inadecuados.Si te quedan dudas de cómo hacerlo, leecómo enfrentarse a las rabietas (capítulo8).

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Capítulo 7

Aumenta las probabilidadesde que tu hijo te haga caso

Muchos padres preguntan: «¿Sonnecesarios los premios y castigos?». Eneste capítulo encontraréis la respuesta.

Todos nuestros comportamientosestán regidos por las consecuencias quede ellos obtenemos. Por ejemplo,cuando aparcas en una zona donde noestá permitido hacerlo probablemente tepondrán una multa que tendrás que pagar

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como consecuencia de tu actuación, deforma que la próxima vez buscarás unsitio donde esté permitido dejar elcoche. El castigo (pagar la multa) haceque disminuya la probabilidad de quevuelvas a repetir el comportamiento(aparcar en prohibido). Con el tiempo tehabituarás a dejar el coche donde nomoleste sin necesidad de castigo. Conlos niños pasa algo similar, los premiosy los castigos les sirven para diferenciarqué pueden o no hacer. Al principio lesseñalan el comportamiento adecuado einadecuado y desaparecen cuando es elniño el que decide hacer las cosasporque entiende que «es lo que tiene quehacer».

Hay una diferencia fundamental en el

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comportamiento de unos y otros. Losadultos sabemos qué cosas se puedenhacer y qué cosas no. Los niños notienen de forma innata el instintodisciplinario, necesitan aprenderlo. Lamejor forma de hacerlo es guiar susactuaciones con normas y límites yregularlas a través de las consecuencias.

Un niño que no tiene consecuencias asu comportamiento se convertirá en unniño TEA de los que hemos hablado enel capítulo 5.

Los padres frecuentemente planteandos quejas a premios y castigos:

• «Pero ¿por qué le tengo que dar unpremio si es su obligación recogersu habitación?».

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• «Premiarlo o castigarlo eschantajearlo».

Tienen razón en que debería ser su

obligación. Pero si no lo hace, hay queempezar consiguiendo que aparezca laconducta de ordenar, ¿no? Para que unniño tenga motivación interna, es decir,para que piense: «Voy a tener recogidami habitación, porque así encontraré loque busque a la primera o porque es másconfortable o porque me gusta el orden»,primero tiene que existir motivaciónexterna, es decir, que piense: «Voy arecoger mi habitación porque así podréjugar al videojuego».

Los padres quieren que sus hijos seanresponsables y que salga de ellos la

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realización de sus tareas, pero lasprobabilidades de que esto ocurra sinpremios ni castigos son muy pocas. Esdecir, para tener un comportamientoadecuado es necesaria una motivaciónexterna, premios o castigos. Sólo así sedesarrolla la motivación interna quelleva a hacer las cosas bien, porque «Eslo que tengo que hacer».

Nadie entiende como chantaje susueldo o un ascenso laboral. Son lasconsecuencias que se derivan delesfuerzo personal; en el primer caso, porla realización responsable de su tarea;en el segundo, por el reconocimiento desu desempeño.

No existen píldoras mágicas en

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educación, pero sí una máxima queimprime cualquier actuación con losniños: «Atiende los comportamientospositivos de tu hijo y no atiendas(siempre que puedas) los negativos». EL PODER DE LOS PREMIOS Si quieres que un comportamiento de tuhijo se repita, tendrá que ir seguido poruna consecuencia positiva, es decir, unpremio.

Cuando hablamos de premios, no sólonos referimos a que cada vez que tu hijohaga algo bien le des un cromo. Para unhijo lo más importante es la atención quele prestan sus padres. Por tanto,

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felicitarlo, darle un beso, un abrazo... esel mejor premio.

«¿Vamos a tener que darle un premiosiempre que haga algo bien?»,preguntaba un padre que dudaba de laeficacia de estas consecuencias. No,sólo al principio, hasta que interiorice elcomportamiento, es decir que loconvierta en rutina y lo lleve a cabo sinnecesidad del premio. El siguienteejemplo nos ayuda a comprender cómose hace esto:

Los padres de Ana, de 3 años, queríanque la niña comenzara aresponsabilizarse de alguna tareadoméstica. Para empezar pusieron lasiguiente norma: «Cada uno recoge suplato y su vaso de la mesa después de

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cenar».Se lo contaron a la niña: «Ana, todos

los días vamos a poder jugar con lasmarionetas después de cenar, ¿qué teparece la idea? Pero antes tendrás quellevar tu plato y tu vaso a la cocinacuando termines de cenar». De estamanera le anunciaban cuál era la nuevanorma que tendrían en casa y cuáles lasconsecuencias que se derivaban de sucumplimiento o no.

Dividieron el aprendizaje en tresfases:

Fase 1. El premio aparece siempreque se emite la conducta nueva. Elprimer día, sin ningún problema, Anarecogió su plato y su vaso, se le felicitó

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por ello y luego pudo jugar hasta la horade irse a la cama con las marionetas y sumadre.

Ahora bien, el segundo día se negó arecoger. Sus padres se mantuvieronfirmes «Ana, cuando recojas tu plato,podremos jugar con las marionetas».Pero Ana actuaba como si eso no fueracon ella. Finalmente se acostó sinrecoger, y por tanto sin su rato de juego.Sus padres no flaquearon a pesar de lasargumentaciones que daba la niña:«Primero jugamos y luego recojo»,«Estoy cansada» o incluso «Es que mimano no puede coger el plato».

El tercer día Ana ya había aprendidola lección... Si quería jugar con lasmarionetas, tenía que recoger. Ese día lo

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hizo, y aparte de su correspondienteelogio, tuvo su rato de diversión.Aproximadamente cuando llevaba seis osiete días seguidos recogiendo su plato,sus padres pasaron a la fase 2.

Fase 2. Aumenta el número deconductas para conseguir el premio.Durante esta nueva etapa Ana y suspadres harían una obra de teatro con lasmarionetas siempre que durante tres díasseguidos hubiese recogido los platos.Eso sí, todos los días que recogía, suspadres se lo alababan con un beso y lerecordaban el premio que conseguiría alos pocos días. «Qué mayor, Ana, unbeso, estás hecha una campeona. Sirecoges todos los días, el miércoles

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haremos una obra de teatro con lasmarionetas».

Fase 3. El refuerzo será aleatorio.Con esta última fase se pretendía que laniña integrase la conducta en surepertorio habitual, es decir, que lohiciese porque era su responsabilidad,porque era mayor y era lo que tenía quehacer; la motivación interna de quehablamos antes. En esta fase los padresde Ana le reconocían de vez en cuandoque recogía su plato: «Ana, cómo megusta que me ayudes, me encanta ver lascosas que haces sola». Y también de vezen cuando dedicaban algún día un rato ajugar con las marionetas que tantogustaban a Ana.

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De esta forma Ana aprendió que, alterminar de cenar, tenía de llevar suplato, su vaso y sus cubiertos a lacocina. Sus padres vieron cómo ella, sinnecesidad de poner la norma, tambiénayudaba a poner la mesa («Y sinnecesidad de premios») a pesar de quele decían de vez en cuando: «Ana, megusta mucho verte hacer cosas sola, meencanta que me ayudes».

Algunas actitudes más que ayudaron aestos padres a conseguir instaurar estecomportamiento fueron:

• Actuaron de modelo. Los niñoscopian, y sobre todo copian loscomportamientos de sus padres,son sus ídolos, los admiran. Portanto, si en casa todos tenéis la

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costumbre de levantaros de la mesadespués de cenar y recogervuestros platos, ellos lo harán,aunque de vez en cuando muestrenuna ligera holgazanería.

• Aprovecharon sus ganas deaprender. Los niños pasan poretapas en las que les fascina hacerlas cosas solos, quieren aprender.En ocasiones, por miedo a querompan las cosas, las tiren osimplemente porque nosotros lohacemos más rápido, les quitamosesa idea de la cabeza. Seguro quetú lo haces mejor, sin derramarnada, y mucho más rápido, pero asítu hijo no adquirirá nunca la misma

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destreza que tienes tú. Permite a tuhijo que se equivoque, que no lohaga del todo bien, que se le caiganlas cosas al suelo y así pondráinterés en mejorar, además suautoestima saldrá fortalecida.

Siempre que quieras utilizar un

premio para que sea efectivo, deberástener en cuenta que:

• Ha de ser algo que le guste a tuniño. «No hay nada que motive ami hijo», dicen muchos padres quesuponen lo que le gusta a su hijo,pero no tienen en cuenta suspreferencias. Pregúntale a él quécosas le gusta hacer o qué legustaría tener.

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• Ha de ser lo más inmediato posiblea la conducta que queremos queaumente. Un dulce si ha probadoun alimento nuevo, un rato de telesi ha recogido el baño a tiempo, unrato más en el parque si no se hapeleado.

• Será proporcional a la intensidaddel comportamiento. ¿Si porrecoger su habitación le comprasuna bici, qué harás cuando apruebetodo el curso?

Una forma divertida de premiar: elprograma de puntos Si quieres que tu hijo inicie algunas

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conductas o las haga más a menudo de loque las hace y quieres hacerlo de formalúdica, puedes utilizar un programa depuntos. Algunas de sus ventajas es quepodéis trabajar varias conductas a lavez; ¡ojo! no muchas, ¡no os paséis! Doso tres son suficientes para empezar.

Además, a tu hijo seguro que le gustala idea y participa activamente en lapreparación del cuadro, en la eleccióndel premio, en pintar el cartel... Es unatécnica efectiva hasta aproximadamentelos 8 o 9 años. A esa edad ya les pareceun rollo eso de las caritas, puntitos... ytendréis que empezar a utilizar loscontratos (más adelante os contamoscómo hacerlo).

Los programas de puntos tienen

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algunas limitaciones. Por ejemplo, no sepueden utilizar durante mucho tiempoporque dejan de ser efectivos (tu hijoperderá interés en el juego). Por tanto,elige bien las conductas que quieres quetu hijo lleve a cabo antes deproponérselo.

Se trata de que tu hijo gane puntos porrealizar las conductas que le pides yluego esos puntos se cambian por unpremio. Ojo, sólo se ganan puntos, nuncase pierden; no aparecen puntos rojos ocaritas tristes. Sólo se gana. Recuerda lamáxima educativa: señalar loscomportamientos positivos y obviar losnegativos.

Veamos cómo poner en marcha un

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sistema de puntos.1. Elige y define las conductas que

vas a poner en la tabla.• En positivo; evita poner «no»

delante.• Deja claro lo que esperas de él:

«Comer sin levantarse de la mesa»,«Terminar los deberes antes de lacena» o «Acostarse a las nueve ymedia».

2. Dibuja una tabla similar a la quete proponemos. Si tu hijo espequeño y aún no sabe leer, puedesacompañar los enunciados de lasconductas con dibujos, así sabrá aqué hace alusión cada epígrafe.

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3. Explica a tu hijo en qué va a

consistir el juego, aclara susdudas y decidid el premio. «Laura,como ya eres mayor, vamos a jugara hacer cosas sola. Todos los días

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tienes que poner y quitar tu plato dela mesa, lavarte los dientes despuésde la cena y ponerte y quitarte laropa tú sola. Si durante esta semanaconsigues al menos nueve puntos(empezaremos pidiéndoleaproximadamente la mitad del totala conseguir), el domingo, comopremio, iremos a pasar la mañanaal zoo, ¿qué te parece?».

4. Colgamos el cuadro en un sitiovisible de la casa... y comenzamos.Todos los días, por ejemplo, antesde que se vaya a la cama haréis unrepaso de las conductas que haconseguido y pondrá en la casillacorrespondiente una cara sonriente,un gomet, una pegatina a la vez que

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lo felicitas. Lo animarás aconseguir las que le falten al díasiguiente. «Laura, vamos a ponerlas caritas contentas; qué bien, hoyte has lavado los dientes despuésde cenar y nos has ayudado a ponerla mesa. Me encanta que seas tanmayor y que hagas las cosas túsola. Aquí en la de vestirse ydesvestirse, hoy no podemos poneruna carita. Acuérdate que estamañana no te has vestido, peroseguro que mañana por la mañanate vistes tu sola y consigues lacarita. ¡¡Bien!! Hoy dos caritascontentas».

5. Normas de uso:

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• No le amenazaremos con los puntos:no utilices el punto para azuzarlo aque haga algo: «Laura, si no telavas los dientes, te quedas sinpunto».

• Bajo ningún concepto le podemosquitar un punto ya otorgado.

• Sólo ponemos caritas contentas,gomets... cuando lleva a cabo laconducta especificada; si no loconsigue, la casilla se queda enblanco. Nada de caras tristes,puntos rojos o negativos.

• Acompañaremos de elogios elmomento de poner los puntos, queno se convierta en un momento deregañina o de hablar de otras

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conductas del día.• Le facilitaremos que consiga algún

premio o se desmotivará y nocontinuará jugando. «Esta semanano iremos al zoo, seguramente laque viene lo consigas. Peroestamos tan contentos con elesfuerzo que has hecho que iremosa montar en bici al parque que tegusta».

6. Pasada la primera semana aumentael número de pegatinas quenecesita para conseguir el premio.Si la primera semana le has pedidonueve puntos para el premio, lasegunda pídele quince y la terceraaumenta hasta dieciocho. Cuandolas conductas de tu hijo se hayan

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convertido ya en hábitos, es elmomento de que el cuadro de lospuntos desaparezca (no más de tressemanas consecutivas): «Laura,estamos muy contentos y orgullososde ti, nos encanta que seas tanmayor, y que hagas todas estascosas tú sola —ayudarnos con lamesa, lavarte los dientes, y vestirte—, lo has conseguido y además lohaces genial. Así que ya nonecesitamos este cartel de puntos».

Eso sí, de vez en cuando, elogia lobien que sigue haciendo estasactividades.

Si tu hijo ya tiene más de 9 años, firma

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un contrato Los contratos son otra forma de aplicarun premio de forma inmediata a laconducta que se utiliza con niños a partirde los 8 o 9 años, y es muy útil en laadolescencia con conductas como losestudios, las responsabilidadesdomésticas..., ya que a esta edad, comovimos en el capítulo 3, es el momento denegociar con él.

El esquema es así: tú te comprometesa hacer X (el chaval) y a cambionosotros nos comprometemos a Y(padres). Además si no lo haces pasaráZ, pero si toda la semana haces (X), alfinal de la semana tendrás H.

Al igual que el programa de puntos,

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conviene no ser muy ambicioso alprincipio y no pretender cambiar todaslas conductas a la vez. Empieza por lasque mayor preocupación te generen.

¿Recuerdas algún contrato que hayasfirmado recientemente? Decompraventa, de arrendamiento, laboral,por algún tema privado... Pues se tratade darle la misma solemnidad. Hablacon tu hijo de las cosas que quieres quehaga todos los días y acuerda con él loque conseguirá a cambio. Traslada todaesa información a una hoja, siguiendo unesquema similar al ejemplo queencontrarás a continuación, firmadlo ycolócalo en un lugar visible de la casa.Y a partir de ahora sólo queda queambas partes llevéis a cabo lo

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acordado.El siguiente ejemplo te ayudará a

elaborar vuestro propio contrato:

En Madrid, a 1 de septiembre de2011, mamá, papá y Alberto acuerdan:

1. Que Alberto se compromete arealizar diariamente:

• Ponerse a estudiar a las seis ymínimo hasta las siete y media.

• Traer a diario a casa la agenda conlas tareas y exámenes apuntados.

• No tener ninguna nota del profesoren la agenda indicando que se haolvidado de realizar alguna tarea.

• Tener su cuarto recogido; esto es, no

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tener ropa tirada por el suelo, suslibros en su sitio y la cama hecha.

2. A cambio, Alberto podrá elegir unade las siguientes actividadesdiarias:

• Una hora de videojuegos.• Una hora de Internet.• Bajar a jugar con los amigos, una

hora.3. Además de todo esto:• Si estudia treinta minutos más del

tiempo estipulado al día, despuésde cenar podrá elegir entre veinteminutos de tele, de videojuego o deordenador.

• Si en algún momento Alberto piderealizar «las actividades diarias»sin haber terminado el trabajo al

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que se ha comprometido, se ledescontarán cincuenta céntimos desu paga semanal.

• Si durante toda la semana ha llevadoa cabo todas las actividadesseñaladas, el sábado Alberto podrásalir con sus amigos desde lascinco hasta las ocho y media.

Firmado:Alberto, mamá, papá

LOS CASTIGOS TAMBIÉN SONNECESARIOS Un castigo es aplicar una consecuencia

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negativa cuando aparece uncomportamiento inadecuado para que laconducta desaparezca: «Castigado: tequedas sin el videojuego, el mp3 y sinver la tele todo el mes», «Como sigasportándose así, cuando venga tu padre tevas a enterar».

Para que el castigo sea efectivo, paraque consiga su objetivo, disminuir unaconducta o hacer que desaparezca tieneque:

• Estar lo más próximo a la conducta(olvídate del «Cuando llegue tupadre»).

• Ser algo que no le guste a tu hijo (nolo castigues sin el mp3 cuandolleva encima de su mesa un mesmuerto de risa).

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• Corresponder en intensidad a lo queha hecho («Castigado un mes sintele por llegar tarde» no esefectivo. Es difícil de mantener,porque el tiempo que esté en casaestará encendida y acabaráviéndola o pasado un tiempo nosabrá ni por qué estaba castigado.Además ¿qué harás cuando vuelvaa llegar tarde? O ¿qué puede hacerpara volver a ver la tele?).

Castigar no es amenazar, por eso tiene

que ser algo que vas a ser capaz decumplir. Si no, no tendrá efecto sobre elcomportamiento del niño. ¿Vas a dejar atu hijo sin regalo de Reyes? Entonces nole digas: «Como te portes mal, no te

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traerán nada los Reyes».Tienes diferentes formas de aplicar

una consecuencia negativa alcomportamiento de tu hijo. Acontinuación te presentamos cuatrocasos que te ayudarán a conocer lasestrategias, pero recuerda que si elcastigo no se alterna con refuerzo de lasconductas positivas, no será efectivo. Quitarle algo positivo Los padres de Toni, de 7 años, noencuentran la manera de que su hijo hagalos deberes. «Es un martirio, hay queestar toda la tarde detrás de él», «Tengoque repetirle más de cincuenta veces:

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los deberes, Toni». Cuentan sus padresque él ni caso, pasea por la casa, davueltas en su habitación, entreteniéndosecon cualquier cosa.

Para solucionar la situación sedecidió quitar algo positivo a Toni cadavez que no terminase la tarea en eltiempo pactado. En su caso, minutos devideojuego.

El proceso fue así:1. Se puso en casa un horario de

tareas: «Toni, tienes de seis a sietepara hacer los deberes».

2. Le contaron lo que pasaría cuandoterminara: «Cuando acabes losdeberes, podrás jugar con lamaquinita hasta la hora de laducha».

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3. Le explicaron el procedimiento:«Toni, el tiempo de juego acabaráa las ocho, que es la hora deducharse». Todo el tiempo que seretrasara se descontaría de sutiempo de juego.

4. Sus padres dejarían de decirleconstantemente que hiciera losdeberes. Sólo le darían dos o tresreferencias temporales a lo largode la tarde: «Toni, dentro de diezminutos termina el tiempo dedeberes» y «Toni, a ver, ¿hasterminado los deberes? Ya puedesjugar con el videojuego».

Aunque los primeros días el tiempo

de juego fue más bien escaso (el primer

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día sólo tuvo cinco minutos), poco apoco fue aumentando. Toni entendió queera el responsable de las consecuenciasde su comportamiento. Si quería tiempode juego, tenía que terminar los deberessin despistarse. No prestes atención a sucomportamiento Ana cumplirá los 4 años en pocos mesesy, desde hace un tiempo, cuando suspadres le piden que haga algo, intentaoponerse con un «Mamá, déjame, tú nome mandas» en el mejor de los casos, ycon un «Tonta, mamá, no», cuando suenfado va creciendo. Todo esto

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acompañado con unos gritosensordecedores. «Parece que se enfadamucho cuando le pedimos que hagaalgo», comentan sus padres. Y no sóloeso, sino que sus malas contestacionesvan cada vez en aumento. Y añaden:«Ya lo hemos probado todo, lo hemoscastigado en su habitación, le digo queeso no se hace», «Lo peor es que meestá empezando a dar miedo decirle queno a algo».

Ana tiene que aprender que esascontestaciones no son eficaces paraconseguir lo que quiere y a esta edad lamejor manera es dejar de atenderlas.Sus padres dejaron de prestar atención aestos comportamientos, no a la niña,para señalar cualquier otra acción

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adecuada.Madre: Ana, recoge esos juguetes.Ana: se hace la sorda.Madre: Ana, recoge los juguetes.Ana: No quiero, tonta, tú no me

mandas.Madre: Ana, recoge los juguetes.Ana: Noooooooo, tontaaaaaa.Madre: Ana, recoge los juguetes, y se

marcha tranquilamente de la habitaciónpara hacer otra cosa.

Ana: sale corriendo detrás de ellagritando: No los voy a recoger.

Madre: Ana, tienes que recoger losjuguetes. Cuando lo hagas, te atiendo, ycontinúa haciendo su tarea.

Eso sí, cuando Ana recogía los

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juguetes era el momento de hablar conella y alabarle su actitud. Aludiendoúnicamente al hecho positivo: «Quéorgullosa estoy por lo bien que hasrecogido, vamos a buscar un cuento paraleer juntas». Sin recriminarle lo quehabía hecho: «¿Ves que cuando quiereste portas bien?». Aunque al principioAna seguía intentando eludir susresponsabilidades y continuabamanifestando esta actitud retadora, en lamedida en que su madre dejó de atenderesos comportamientos y premió losadecuados, las malas contestaciones deAna disminuyeron notablemente.

Esta técnica es útil y efectiva siempreque tengas claro que el comportamiento

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de tu hijo tiene por objetivo llamar tuatención. No te asustes si las primerasveces que lo lleves a cabo tu hijo gritamás fuerte, lanza cosas... Es lo normal.Si perseveras en el tiempo y mantienesesta nueva actitud, en poco tiempodisminuirá su conducta. Evita utilizaresta técnica si tu hijo está atravesandoalgún periodo de estrés importante (porejemplo, si ha nacido un hermano o haempezado el colegio o está enfermo) y situ hijo se agrede cuando se frustra. Repáralo A la hora de desayunar Hugo nunca sequiere tomar el zumo de naranja. Sus

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padres ya no saben cómo abordar lasituación: «Todos los desayunos igual;cuando le dices que se lo tome, se quedamirándote fijamente, coge el zumo yvierte todo el vaso en el suelo de lacocina». Y añaden: «Al final se sale conla suya, como no tenemos tiempo se vasin tomarse el zumo y a mí me tocalimpiar todo lo que mancha después».

A partir de ahora la actitud de lospadres de Hugo sería diferente:

• Cuando Hugo llegara a la mesaencontraría un vaso de zumo denaranja y sólo eso. Después detomarlo podría elegir paraacompañar la leche: galletas,cereales o un trozo de bizcocho.

• En caso de que Hugo vertiese el

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zumo en el suelo sería el encargadode recogerlo. Con una actitudtranquila su padre le diría: «Hugo,toma la bayeta y recoge el zumo», yseguiría con lo que estaba haciendocon tranquilidad,independientemente de la reacciónque tuviera Hugo.

• Hugo tendría que reparar aquelloque había hecho.

• Una vez recogido, Hugo se sentaríaa desayunar y su padre le pondríade nuevo un vaso de zumo.

• Eso sí, al principio se le facilitaríanlas cosas y la cantidad de zumo enel vaso sería mínima. Si Hugo nose tomaba el vaso de zumo, no

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habría nada más que agua hasta lasiguiente comida.

Poco tiempo después Hugo se dio

cuenta de que no era tan divertidoderramar el zumo. Lo que antes era unjuego con sus padres, se habíaconvertido en una actividad pocoagradable para él. Decidió dejar dederramarlo al no conseguir suspropósitos: librarse del zumo y mantenera sus padres pendientes de lo que hacía.La atención de sus padres se centró enalabanzas del tipo: «Genial, hoy seguroque acabas el zumo en poco tiempo, meencanta sentarme a desayunar contigo yque nos contemos cosas, eres uncampeón». Y a Hugo le pareció mucho

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más divertido charlar de sus cosas que«llamar la atención con el zumo», asíhubo churros el sábado para celebrarque Hugo tomaba zumo y dejaba el vasoen la mesa. ¡A pensar! Sandra tiene 3 años y su hermanapequeña, Sofía, ha empezado a andar.Aunque la relación entre ambashermanas es buena, su padre comentaque «Últimamente Sandra, cuandoestamos todos, pasa al lado de suhermana y la empuja suavemente. Lojusto para que la inexperta Sofía termineen el suelo». Su madre añade: «Le

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hemos dicho que no la empuje, que nosabe andar bien y se cae al suelo y sepuede hacer daño. Pero no hay regañinaque valga, cada vez lo hace más». Paraatajarlo sus padres utilizaron la técnica«a pensar».

El objetivo de esta técnica no era queSandra pensara, sino retirarla un tiempode la actividad que estuviera haciendopara que aprendiera que actuaradecuadamente le permitía seguirdisfrutando, empujar a su hermana no.

1. Cuando Sandra empujara a suhermana sus padres en un tonotranquilo pero firme le dirían:«Sandra, no se empuja a Sofía;siéntate aquí hasta que yo te avise».

2. Sus padres llevarían a Sandra a un

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lugar donde la niña no tuviesedistracciones y permaneceríaaproximadamente tres minutos (unminuto por año).

3. Durante ese tiempo los padresseguirían atendiendo a Sofía.

4. Pasado este tiempo Sandra sepodría incorporar nuevamente a laactividad familiar. «Bien, Sandra,has estado este rato aquí sentada,ahora puedes venir con nosotros, sivuelves a empujar a tu hermana,tendrás que volver aquí».

La dificultad de esta técnica radica en

la negativa del niño a quedarse en elsitio, porque si sus padres corren detrásde él para conseguirlo, la técnica pasa a

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convertirse en un divertidísimo juegopara el niño. En el caso de Sandra si seiba del sitio, la consigna era ir, cogerlade la mano, llevarla de nuevo a la silla yúnicamente decirle: «Siéntate aquí yespera hasta que yo venga a buscarte».

Si tu hijo es de los que no semantienen sentados y al final termináisforcejeando para que lo haga, terecomendamos que utilices cualquierotra técnica de las que hemos descritoanteriormente. Esta técnica funcionabien en colegios o grupos grandes deniños, su eficacia se reduce en otrosambientes. PREMIOS Y CASTIGOS EN SU JUSTA

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MEDIDA Hemos empezado el capítulo diciendoque las consecuencias son necesariaspara conseguir que un niño abandone uncomportamiento y lleve a cabo otros.También que los premios no siemprehan de ser materiales: una frase dealabanza, un beso, un abrazo o unprivilegio son más potentes paraconseguir fomentar un comportamiento.

Ya sabes que la saciedad de refuerzohace que eso que es un premio para elniño deje de serlo si aparece condemasiada frecuencia. Por ejemplo, sitodos los días come chucherías, noservirá de premio para ponerse elpijama, porque ya las obtiene sin

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esfuerzo. Aunque puedes retirárselas sino se lo pone, porque el castigo es otratécnica que hace aparecer la conductaadecuada.

A veces los refuerzos o los premios,sobre todo los materiales, aparecen deforma indiscriminada. «Todos los díastienes que comprarme algo porque sí»,unos cromos, unas chuches... Si es así,pierdes la oportunidad de que aprendael valor del esfuerzo. Otras veces noaparecen de forma proporcional a laconducta y el niño piensa que con pocoesfuerzo consigue lo mismo que conmucho y deja de empeñarse en hacerlomejor.

Un buen consejo es reservar aquellas

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cosas que le gustan mucho a tu hijo paraocasiones especiales. Como cuando losadultos nos premiamos con una comidaespecial, una compra de un capricho ocualquiera de esas cosas que nosconcedemos cuando «nos merecemos unpremio».

Y ya para terminar, si eres de los quese plantean: «Sí, esto de los premios ycastigos está muy bien, pero no funcionacon mi hijo, le da igual que le quite o ledé algo, se entretiene con otra cosa», tenen cuenta varias cosas:

• Quizá lo que le estés ofreciendocomo premio (o lo que le estésquitando por castigo) no es algoque realmente le gusta. Una buenasolución es preguntarle qué le

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gustaría conseguir, si durante todala semana tiene la habitaciónrecogida.

• Si está todo el día castigado,seguramente pensará: «Da igual loque haga, siempre estoy castigado».Si desde hace dos meses no tiene niel videojuego, ni los muñecos demoda, ni la tele, prueba a fijartedurante tres días únicamente en lascosas positivas que hace tu hijo(que son muchas) y en cuantodescubras una díselo (obvia, si esposible, las negativas). O biendurante un par de semanas, porejemplo después de cenar, podéissentaros toda la familia junta y

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cada uno decir tres cosas que hayanhecho los otros que le hayagustado. De esta forma, tambiénconseguirás que repita más amenudo esas cosas que tanto tegustan.

• A veces los niños tratan dedisimular la importancia que paraellos tiene la consecuenciadiciendo: «No me importa». Pero¿realmente crees que es igual dedivertido para tu hijo bajar alparque a jugar con sus amigos, quequedarse toda la tarde en casa? Sihas decidido que no baja al parquehasta que no termine sus tareas,mantente firme, anímalo; el día quelas termine a tiempo reconocerá

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que vale la pena el esfuerzo dehacerlas a su hora y poder disfrutarde una tarde con amigos.

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Capítulo 8

Dificultades y cómosolucionarlas

TIENE RABIETAS Eva tiene 3 años. Sus padres están muypreocupados porque lleva una racha derabietas que está «insoportable».Cuentan cómo todos los días, en dos otres ocasiones, Eva «se tira al suelo, sepone a patalear, llora y grita», y añaden:«Da igual por lo que sea, cuando le

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dices que NO puede hacer algo que ellaquiere, pataleta».

A través de la actuación de los padresde Eva podrás aprender a disminuirtanto la frecuencia como la intensidad delas rabietas. Aunque antes de aplicarlodebes estar convencido de lo que vas ahacer, si no tu firmeza se tambaleará ydifícilmente alcanzaras el objetivo.

Si tu hijo con esta conducta (tirarse alsuelo, llorar, patalear...) consigue lo quequiere —ya sea algo material osimplemente llamar tu atención—, lovolverá a hacer, ya que aprende ainsistir porque sus padres dicen que no ala primera, pero con un grito másinsistente ceden. Mientras que si temantienes firme, aprenderá que esa

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manera no vale para pedir las cosas.También ten en cuenta que al

principio puede que tu hijo intensifiquesu comportamiento. Hasta ahora le haservido y no entiende por qué ahora no.Pensará algo como: «¡Huy! Igual es queno se han dado cuenta de que estoyllorando, voy a gritar más o a tirar eselibro al suelo».

Lo que los padres de Eva hicieronpara conseguir disminuir sus rabietasfue:

1. Cada vez que aparece la rabietaignorar este comportamiento ycontinuar con lo que estabanhaciendo.

2. Decirle cómo los hacía sentir su

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comportamiento: «Me estoyenfadando mucho».

3. Le hacían saber que no iba aconseguir lo que quería: «Losiento, pero no te comerás lachuche hasta después de cenar».

4. Decirle con firmeza lo queesperaban de Eva: «Cuando tetranquilices y dejes de llorar, teatiendo».

5. Retirarse de la situación y esperarun tiempo (aproximadamente unminuto por año). Si en estemomento Eva se iba detrás de suspadres llorando y gritando por todala casa (es lo que solía ocurrir),ellos seguían con sus quehaceres oiniciaban otra actividad sin atender

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a la niña (ojo, que atender eshablarle, quedarnos mirándola,cogerla en brazos, dar un grito...).

6. Pasado este tiempo volvían adonde estaba Eva o la miraban y ledecían nuevamente: «Cuando tetranquilices, te atiendo».

7. Cuando Eva se tranquilizaba, pormucho tiempo que hubiese estadollorando, premiaban su nuevaactitud: «Cómo me gusta que estésasí, tranquila; ahora podemoshablar». Éste era el momento decogerla, darle un beso... Por muchoque les hubiera enfadado sucomportamiento anterior, para quesu esfuerzo sirviera para conseguir

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el objetivo, tenían que olvidar elacontecimiento tan rápido como lohacía Eva.

8. Si durante la rabieta Eva lanzabacosas al suelo, esperarían a que lasrecogiese cuando la niña secalmara, nunca durante el enfado.Eso sí, primero irían los besos y lacelebración por «lo que les gustabaverla así de tranquila».

Primero empezaron trabajando las

rabietas dentro de casa. Las que ocurrenfuera son más complicadas, ya queinfluyen los demás —«Qué pensará lagente si ve que dejo llorar a mi hijo enmedio de la calle», «Creerán que no soybuen padre»— y el entorno —puede

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salir corriendo y tendrás que ir detrás,no te puedes retirar mientras se calma...—, y todo esto hace que seas másindulgente. Mientras, puedes utilizarotras consecuencias: «Te has comido lachuche, hoy ya no habrá más».

Pasado un tiempo prudencial en elque habían disminuido notablemente lasrabietas de Eva en casa, llegó elmomento de intervenir en la calle. ¿Quéhacían entonces sus padres?

Lo mismo que en casa, pero conalgunas salvedades:

1. (Lo más difícil). Olvidarse de losespectadores, pensar que hanpodido enfrentarse a estecomportamiento en casa y que lohan conseguido y que su actuación

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es independiente de lo que piensenlos demás.

2. Mantener la calma y la seguridad.3. Si la rabieta tenía lugar en un sitio

público —una tienda, unrestaurante, un centro comercial—,llevarían a Eva a un sitio alejadodel lugar, un banco de la calle, porejemplo, y la sentarían en él.Repitiéndole la misma consigna—«Cuando te tranquilices,hablamos»— mientras esperaban asu lado a que se calmase,únicamente repitiendo esta frase,sin atender su comportamiento.

4. Si Eva salía corriendo por la calle,sus padres tendrían que ir a por

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ella y sin decirle nada, llevarla denuevo a un banco o un lugar dondeesperar a que se calmara,repitiéndole la frase: «Eva, cuandote calmes, hablamos».

Era importante saber qué hacer si el

comportamiento de Eva en plena rabietaera peligroso. Era necesario, en primerlugar, alejarla del peligro. Por ejemplo,si en medio del berrinche Eva se iba a lacocina empezaba a sacar todos loscubiertos del cajón incluidos loscuchillos, o se acercaba a una ventana yamenazaba con abrirla y asomarse,tendrían que:

• Mantener la calma, no perder losnervios ni gritarle. Hablarle de

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forma tranquila y firme sin haceralusión al peligro con frases tipo:«Cuidado con los cubiertos», «¡Note acerques a la ventana!».

• Ponerse entre el objeto peligroso yla niña o simplemente retirar eseobjeto. Situarse delante de laventana mirando para otro lado,ocultar los cuchillos y quitarlos desu alcance.

• Repetirle lo que esperaban de ella:«Cuando te tranquilices,hablamos».

De esta manera sus padres

consiguieron reducir las rabietas de Evay le enseñaron a expresar su enfado singritos ni pataletas. En resumen, Eva

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aprendió a pedir lo que quería y quepodía enfadarse pero controlando susemociones.

No se olvidaron de la clave del éxito:decirle lo orgullosos y contentos que sesentían cuando la niña se calmaba, pormuy intensa que hubiese sido la pataleta.

Las investigaciones más relevantes —F. L. Goodenough (1931), J. W.MarcFarlane (1954), N. Richman (1982)— sobre las rabietas concluyen:

• Las rabietas ocurren con másfrecuencia al final de la mañana, alfinal de la tarde y a la hora de irsea dormir, que, por otra parte, sonmomentos en los que los niños

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están más cansados o con hambre.• La rabietas son frecuentes entre

niños de 2 a 5 años, teniendo supunto más álgido entre los 2 y 3años, para poco a poco volversemás cortas y suaves.

• El 70 por ciento de los niños concomportamiento difícil con 3 añoscontinuaban teniendo el mismocomportamiento un año después sino se llevaba a cabo ningunaintervención.

ME INSULTA , DA MALASCONTESTACIONES

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De repente el niño dulce y angelical quesólo protestaba con un «no quiero», seha convertido en un alien que cuando seenfada dice cosas como: «Yo hago loque quiero», «Vete a la mierda»,«Déjame, tonto», y un sinfín de curiosasexpresiones. «¿Qué ha pasado? ¿Dóndeha aprendido eso? ¿Quién se lo haenseñado?».

Los niños, desde que hablan,descubren que tienen efecto en los dealrededor algunas palabras dichas conun determinado tono de voz y endeterminada situación, y aunque nosepan su significado tienen claro quegeneran reacciones más o menosexageradas en los demás.

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Algunas veces empiezan provocandocarcajadas. Un renacuajo que no levantaun metro del suelo suelta un«gilipollas», y hace reír, pero cuandovuelve a repetirlo ya se encuentra con el«Eso no se dice» o incluso «Como lovuelvas a decir te lavo la boca conjabón». De esta forma descubre que consu lenguaje provoca emociones.

Los padres se enfadan mucho y noparan de darle vueltas a cómo lo haaprendido. No te martirices. Están losque las aprenden «en el cole», «en latele», o a lo mejor alguna vez se te haescapado a ti. De todos modos hay quepermanecer alerta para distinguir si setrata de un hecho aislado o si su

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comportamiento grosero se repiteconstantemente. Intenta no acusar a suscompañeros o amistades. Evita: «Desdeque vas con Juan no haces más que decirpalabrotas, tienes que dejar de jugar conél», y sustitúyelo por: «Parece queúltimamente, cuando te enfadas, dicesmuchas palabrotas, quieres que te ayudea buscar otra respuesta cuando teenfades». No sentirá que cuestionas susamistades sino su comportamiento.

Recuerda, como vimos anteriormente(capítulo 3), que estas respuestasaisladas son normales y forman parte desu desarrollo, ¿o sabes de algún niñoque nunca haya dicho una palabrota ohaya dado alguna mala contestación?Abandona frases como: «No me hables

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así», «Eso no se dice», «A mí nadie mehabla así y menos mi hijo» o «Mi hijono debe contestarme de esta manera».Cualquier reacción por tu parte mantienelas malas contestaciones porque el niñoconsigue su objetivo: llamar tu atención.

Puedes hacer que disminuyan sufrecuencia aplicando sistemáticamentelas siguientes pautas:

• Hasta los 4 o 5 años es suficienteque obvies el insulto o malacontestación. Obviar es no tenerninguna reacción cuando lo dice.Date la vuelta tranquilamente ycontinúa con lo que estabashaciendo. Aunque lo notes másimpertinente (que lo hará al

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principio), permanece impasible asus palabras. Cuando te diga algoen buen tono (por ejemplo: «Porfavor, mamá, ¿me das agua?»),atiendes su petición, como si nohubiese pasado nada, sin mencionarsus contestaciones previas.

• Si tiene más de 5 años,probablemente conoce elsignificado de lo que dice y lo hacecon la intención de dañar. Portanto, este comportamiento ha detener una consecuencia inmediata.

a) Puedes decirle que cada vez que teconteste mal o insulte se le restaráncinco minutos de tele del rato quela ve después de cenar.

b) O bien si no insulta/contesta mal a

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lo largo de la semana (o por lomenos disminuye la frecuencia),podrá conseguir un premio el fin desemana. Por ejemplo, Carmen dijoa su hija: «Te voy a dar cien fichasdentro de esta caja. Si el sábado amediodía aún tienes setenta ycinco, podrás ir con tus amigas apatinar a la pista de hielo. Por cadamala contestación o insulto quedigas te pediré dos fichas». Cadavez que la niña daba una malacontestación, su madre, sin malascaras, ni enfados, le pedía que leentregara dos fichas. Y el sábado,si tenía fichas suficientes, podríadisfrutar del merecido premio. Al

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principio, igual que hemos vistocon el programa de puntos, tienesque intentar que tu hijo lo consiga.Pónselo fácil para ir aumentando ladificultad de conseguir el premiopoco a poco.

CUANDO SE ENFADA ME PEGA Los puñetazos, las patadas, losarañazos, los pellizcos y demás soncomportamientos que algunos niñospueden llevar a cabo cuando se enfadan;se trata de una expresión más de sudisgusto y suelen aparecer cuando suenfado va en aumento.

Si en algún momento las pataletas y

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los gritos han sido efectivos paraconseguir su objetivo, cuando los padresse ponen más rígidos con elmantenimiento del NO, los niñosdespliegan nuevas habilidades paraconseguir lo que quieren y aparecentodas estas artimañas. Otras veces hanvisto a compañeros que las han usado ycomo han sido eficaces deciden hacer lomismo. También es una manera deinsistir más: «Papá, mamá ¡quieroesto!». Y si de esta manera lo consigue,aunque sea una sola vez, con todaseguridad seguirán utilizando esterecurso.

«No aguanto que mi hijo de 3 años mepegue; si ahora hace eso, qué hará con16», argumentan algunos padres.

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Hasta los 3-4 años esta conducta notiene la intención de dañarte, sino dedemostrar lo enfadado que está, y comole faltan palabras para contártelo, usa loque se le ocurre. La mejor actitud seráapartarte y no tener ninguna reacciónante su provocación.

«Se la devuelvo... me enfado... leinsulto... le grito... lo castigo...». Puedesestar tentado a tener cualquiera de estasreacciones. Pero lo único que hará quedeje de pegar será «no atender sucomportamiento», porque aprenderá queeso «no vale», que no se consigue nadapegando, sino expresandotranquilamente lo que uno quiere.

¿Qué pasa si «se la devuelvo»? Le

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transmites que, cuando no sabes cómoresolver un conflicto o las cosas no soncomo te gustaría, la agresión es unamanera válida de solución. Así corres elriesgo de que cuando encuentre algunadificultad en el colegio o en otrasituación, imite la solución que suspadres dieron por válida: agredir.

Hasta los 5 años la mejor reacciónque puedes llevar a cabo en el momentoen que tu hijo en plena rabieta te propineun puñetazo o una patada es darte lavuelta y seguir con lo que estabashaciendo o empezar una nuevaactividad, únicamente acompañado deun firme «no» o «basta». Si es necesariopuedes irte a otra habitación de la casa osepararlo físicamente con las manos. En

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el momento en que se haya calmado ledirás: «Cómo me gustas cuando estás asíconmigo, si me vuelves a pegar me voya tener que ir».

A partir de los 5 años es el momentoen que este comportamiento ha de sersancionado de alguna manera. Laactuación que tendrás que llevar a caboserá similar a la del siguiente ejemplo:

Últimamente Dani, de 6 años, alenfadarse con sus padres, terminadándoles alguna patada, puñetazo,pellizco o manotazo. Los enfados deDani responden a cualquier pequeñafrustración o contrariedad como cuandole dan alguna orden. Los padres deDaniel lo habían probado todo, le

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habían dicho infinidad de veces lastípicas frases: «Hijo, te lo he dichomuchas veces, a papá no se le pega,siempre igual, qué malo eres». Enalgunas ocasiones «le ponían a pensar»,otras llevados por la impotenciaterminaban gritándole o inclusollorando. Desesperados, nos piden unplan de intervención. El objetivo eraenseñar a Daniel a enfadarse. Sí, sí, hasentendido bien. Por raro que te parezca,el objetivo siempre será que el niñoaprenda a manifestar su enfado. Si lestransmites que el enfado hay quereprimirlo, o te ríes de él cuando másiracundo está, le va a ser muy difícilcontrolar su genio.

Cuando el niño volviera a pegar los

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padres:• Mantendrían una actitud tranquila y

serena: si Daniel ve que sus padresresuelven de forma tranquila lasdificultades, aunque esténenfadados, los imitará cuando sesienta así.

• Con un tono de voz firme, pero singritarle ni zarandearlo, le dirían:«Dani, cuando me pegas yo meenfado y me pongo triste»,«Entiendo que te hayas enfadadopor no poder ver la tele, ¡pero nose pega!», «Si me vuelves a pegar,esta noche no podrás leer tucuento».

• Y lo más importante, lo cumplirían,

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y si Daniel volvía a pegar suspadres se retirarían e intentaríanevitar la agresión, pero por lanoche tras la cena se acostaría sintiempo para leer. En situacionesparecidas recuerda avisar a tu hijoantes: «Si continúas haciendo,pasará...». Y es importante queesperes a que tu hijo se calme paracomunicarle la consecuencia, de locontrario su enfado aumentaráporque además de no poder ver latele, no puede leer por la noche.

• Y para terminar la situación, aunqueles costara después de las patadas:una vez que Daniel estabatranquilo, el enfado de sus padrestambién tendría que desaparecer (y

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olvidarse) con la misma rapidez.No tiene mucho sentido estar dosdías enfadado con el niño por algoque haya hecho. Incluso sería buenoaprender de los niños la facilidadcon la que olvidan lo que lesenfada.

Recuerda que una consecuencia

negativa tiene que ser algo que a tu hijono le guste o bien dejar de hacer algoque le guste mucho. Si en este caso aDani no le gustara leer por la noche, notendría mucho sentido ponerlo deconsecuencia. Vosotros, los padres, soislos que mejor conocéis a vuestros hijos,averiguad lo que les gusta.

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NO SABE CONTROLARSE «Mi hijo se parece al Doctor Jekyll yMíster Hyde», «De repente está tantranquilo y se transforma», «Parece queestá poseído», son algunas de las frasesque utilizan los padres para contar quesu hijo no sabe controlarse.

Un niño con 2 años no sabe expresarlo que le pasa y cuando se enfada lo másprobable es que lo manifieste tirándoseal suelo y pataleando. Mientras que losniños de 4 años es habitual que pasenpor rachas de desobediencia y derebelión a la autoridad y entonces losenfados los manifiesten con gritos,insultos y patadas. Que sea normal en su

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desarrollo no quiere decir que desdecasa no tengáis o podáis hacer nada.

A controlarse hay que aprender; setrata de un proceso guiado en el queaverigua el modo adecuado de contartecómo se siente. Necesita que aparezcanlos siguientes pasos. ¡Ah! Y no seproduce de un día para otro:

1. Pon nombre a lo que le pasa.Cuando se enfade y grite, llore, patalee:

• Dile lo que le ocurre: «Veo queestás enfadado».

• Añade que no te gusta cómo lo estáexpresando: «Cuando dejes dellorar, hablamos».

• Haz que entienda la repercusión quetienen sus actos sobre los demás,las emociones que despiertan:

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«Cuando me pegas, me pongo tristey enfadado».

• Cuando se haya tranquilizado, hablade cómo se siente él cuando lepegan, y cómo esos sentimientosson los mismos que sucomportamiento puede despertar enotros: «¿Cómo te sentiste tú cuandoJuan te pegó ayer en el parque?Entonces ¿cómo crees que se hasentido tu hermano al pegarle?».

2. Que ponga nombre a lo que le

pasa. Con el fin de que se habitúe acontar lo que le pasa puedes hacer algúnjuego en el que tenga que expresar lasemociones: por ejemplo, parte unacartulina en algunos trozos. En cada

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pedazo dibuja una cara con la expresiónde una emoción (la carita triste,contenta, enfadada...). Pon en la puertade su habitación una cartulina con lafrase «Ahora me siento», y un espacioen blanco para que tu hijo pueda ponerla carita adecuada para cada momento.Explícale que cuando se sientaenfadado, lo diga e inmediatamente sevaya a cambiar el «cómo se siente», lomismo cuando esté contento, triste,sorprendido...

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Las emociones se pueden medir en

intensidad. Uno tiene distintos grados deenfado, puede estar más contento unosdías que otros, o estar un poquito o muytriste.

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Este planteamiento puede ayudar aque tu hijo entienda que algunasreacciones son desproporcionadas alacontecimiento que lo genera. El juegoanterior lo puedes acompañar de unaespecie de «termómetro emocional» enel que el niño pueda señalar en quégrado se está enfadando y que a medidaque va aumentando la temperatura puedeestallar. Pedimos al niño que señale (del0 al 10) qué temperatura tiene endistintas situaciones. «Lo mismo que altermómetro le ocurre a tu cuerpo cuandote sientes muy enfadado o muy triste omuy contento. No es bueno que sigasubiendo el calor porque el termómetroestallaría. Para bajarlo hay que parar el

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calor. Tú puedes hacer lo mismo con tucuerpo si antes de hacer nada respiras,esperas y dejas que baje latemperatura».

3. Que aprenda a controlarse. Paraconseguir que disminuya la temperaturade su enfado os presentamos una formade que tu hijo aprenda a reflexionarantes de actuar. Consiste en que cuandonote que se está enfadando, pare, setranquilice y luego que resuelva lasituación que le ha generado el enojo, esdecir, que adquiera autocontrol.

Si por el contrario actúa sin pensar,esto es, en pleno estallido, su respuestaserá exagerada y desproporcionada.Sería algo tipo al «mejor no le digonada ahora que estoy en pleno calentón,

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cuando me tranquilice ya veré qué hago»que utilizamos los adultos. Entoncespara que tu hijo aprenda esta habilidad:

• Buscad juntos un rincón en casa, suhabitación es el que suelen elegir.

• Elegid juntos una palabra clave quesea corta y convincente; porejemplo: «¡para!», con la que lerecordarás que hay que poner enpráctica la técnica. Ensaya con éllos pasos que ha de seguir cuandola oiga:

a) La palabra clave: «Te voy aenseñar a utilizar un secreto que teayudará a relajarte cuando teenfadas. Así que tendrás que estaratento, y cuando te diga “¡para!”

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irás a tu cuarto, entonces tendrásque utilizar la postura secreta ypermanecer así hasta que notes quese pasa tu enfado. Vamos a probarcómo se hace».

b) La postura: sentados en el sueloflexionamos las rodillas y nosabrazamos las piernas apoyando elmentón sobre el pecho. «¿Ves? Escomo si nos hubiéramos encogido».

c) La relajación: una vez que hayaadoptado la postura secreta, dileque respire lentamente y siga estaspautas (hazlo tú con él para quepueda imitarte): «Tensa el cuerpocuando cojas aire y relájalo cuandolo expulses». También puedesenseñarle a que cuando esté en la

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postura secreta se imagine unaescena relajante para él(acariciando a un animal, jugandoen la arena de la playa... ocualquier otro momento en el quehayas visto tranquilo a tu hijo).

• Cuando en casa se produzca unasituación donde el niño se enfade,dile la palabra clave y acompáñaloa realizar el ejercicio. Al principiotendrás que ayudarlo, porque lecostará recordar cuándo hacerlo.

• Una vez que lo haya aplicado conéxito en casa, empieza a probarfuera. Deja pasar un tiempoprudencial antes de emprender elsegundo paso: que él sea capaz de

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decirse a sí mismo: «Estoyenfadado y me voy a ir a mihabitación a relajarme»; es decir,que adquiera autocontrol, para locual tienes que dejar de decirle lapalabra clave. Siempre que utiliceesta técnica alábale lo bien querecurre a su «secreto».

4. Enséñale a expresar las

emociones. Un niño que aprende aexpresar las emociones desde pequeñoserá una persona inteligenteemocionalmente, lo que hará queaumenten sus posibilidades de éxito ensu vida en pareja, con los amigos,compañeros de trabajo, es decir serámás feliz consigo mismo y en sus

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relaciones sociales.Con las acciones del apartado

anterior enseñarás a tu hijo a expresarlas emociones, a ser capaz de hablarsobre ellas y a tener una reacción máscontenida en situaciones de tensión.Ésos serán los deberes de tu hijo, lostuyos los encontrarás en el siguientelistado:

• Evaluar siempre su comportamiento.Dile lo que te parece, pero nuncajuzgues lo que siente, susemociones. No le quites laimportancia que se merecen confrases como: «Bah, ¿y por esatontería te pones triste?».

• Transmítele que las emociones noson ni positivas ni negativas. La

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tristeza es tan importante como laalegría y, si no sientes una, nosabrás identificar la otra.

• Déjale que piense él en lassoluciones: «¿Qué se te ocurre quepuedes hacer la próxima vezcuando no te dejen jugar?».

• Expresa las consecuencias a sucomportamiento: «Cuando tú megritas, yo me siento muy triste».

• Hazle preguntas básicas para queaprenda a identificar, expresar ymanejar sus emociones: «¿Cómocrees que se siente tu amigo? ¿Porqué crees que es así? ¿Qué hahecho para resolverlo? ¿Alguna vezte ha pasado a ti algo parecido?».

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• No lo fuerces con interrogatorios,amonestaciones, consejos... quepuedan llevarlo a evitar contartelas cosas.

• Premia sus logros, hará que sumotivación aumente.

• Cuéntale tus propias experiencias,hazle de modelo, háblale de cómohas actuado y qué has sentido enalgunas situaciones.

• Aprovecha situaciones cotidianaspara contarle cómo se siente: «Tehas puesto muy contento cuando tehan regalado ese Gormiti, ¿eh?», ycómo no, de cómo te sientes tú:«Yo en cambio estoy muy orgullosode cómo le has dado las gracias».

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• Recuerda ponerle nombre a lo quesiente, es pequeño y no sabe cómocontarlo «Veo que estás enfadado,pero no voy a comprarte eso».

• Dile «no» siempre que haya quedecírselo.

5. Enséñale a solucionar los

problemas. En este punto ya hasenseñado a tu hijo lo que le pasa, le hapuesto nombre, incluso reflexiona sobrela intensidad de su emoción para, antesde explotar, retirarse, tranquilizarse. Elúltimo paso es que piense cómo va asolucionar el conflicto que originó esareacción. Ahora se trata de que aprendaa ser reflexivo (en contraposición algrito, patada o insulto que tiene que ver

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más con la impulsividad).Si hasta aproximadamente los 4 años

hemos encauzado sus rabietas, haaprendido que sus actos tienenconsecuencias, poco a poco iráadquiriendo el control de impulsos.

Con el fin de que tu hijo consiga unesquema ordenado de solución deproblemas, enséñale y sigue los pasosque tienes en la cabeza tú cuando teencuentras con una dificultad:

• Definir el problema.• Buscar alternativas de solución y

elegir una.• Pensar un plan de actuación y

llevarlo a cabo.• Evaluar la ejecución del plan y los

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resultados obtenidos.

Será muy útil practicar consituaciones cotidianas que te cuente. Porejemplo, si tu hijo hoy ha llegado delcolegio y ha pegado a un compañero,habla con él siguiendo este esquema:

—¿Por qué has pegado a Juan?—Es que me ha quitado la peonza con

la que estaba jugando.—Bien, Juan te ha quitado la peonza y

qué se te ocurre que puedes hacer si estovuelve a pasar.

—No pegarle.—Muy bien. ¿Qué más puedes hacer?—No sé.—Qué te parece si le dices: «Juan,

devuélveme la peonza, que estaba

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jugando con ella».—Vale, pero si me dice que no.—¿Qué puedes hacer?—Decírselo a la profesora.—Bien. ¿Cómo crees que se siente

Juan cuando le pegas?—Triste y enfadado.—¿Y cómo crees que se sentirá de

esta nueva forma?—Mejor.—Pues recuerda, la próxima vez que

alguien te quite algo en el recreo dile:«Devuélvemelo, que estaba jugando yocon eso», y si aun así sigue sin dártelo,díselo a tu profesora.

Al día siguiente:—Hoy Juan me ha quitado las cartas

de los Pokemon.

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—¿Y qué has hecho?—Le he dicho que me las devolviera,

que eran mías.—¿Y qué ha pasado?—Me las ha dado.—Muy bien, ¿a que estás más

contento de lo que has hecho en lugar depegarle?

—Sí.—Enhorabuena, estoy muy orgulloso

de ti, dame un beso.Tu hijo tiene que hacer todo el

proceso al principio contigo y, poco apoco, llevarlo a cabo solo. De estamanera conseguirás que pare y pienseantes de actuar, que, recordemos, es laestrategia para conseguir que se

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controle. MI PAREJA Y YO TENEMOS CRITERIOSDIFERENTES Una queja habitual de muchos padres esla dificultad de llegar a acuerdos sobrela educación de sus hijos. La mayoríaestá conforme con la filosofía educativa,pero los conflictos vienen con lasrutinas y normas cotidianas. «Es muyblando, eres demasiado rígida, no teimplicas lo suficiente o de todo haces unmundo», son algunas de las frases que sededican.

Cada miembro de la pareja procedede una familia diferente en la que se han

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transmitido unos valores y criteriosdistintos que ahora hay que unificar. Lafalta de tiempo no permite, en muchoscasos, tiempos de reflexión para decidircuáles de esos criterios son importantesy por qué.

El niño pronto descubre estasdiferencias y las aprovecha porqueseguramente si mamá no le deja haceralgo, papá se lo permita. Ésta es latípica situación en la que mientras lospadres se enzarzan en una acaloradadiscusión sobre si es hora de dejar elvideojuego o no, el niño muy despaciose dirige al ordenador y sigue jugando.

Lo primero y fundamental es buscarmomentos en los que, sin la presencia delos hijos, podáis hablar y discutir

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criterios o normas de actuación. Así, sihay que apagar los videojuegos a partirde las ocho, uno u otro lo haga cumplir.

El primer paso en esta charla con tupareja será que entre los dos defináis lasnormas que estarán presentes en casa yluego poneros de acuerdo sobre cómoactuar si se cumplen o no para despuéscontárselo a vuestro hijo.

No empecéis por hablar de todas lasnormas necesarias en casa. Si comotarea el primer día llegáis al acuerdosobre una y sus consecuencias, ¡genial!En cuanto comprobéis los beneficios devuestra nueva actuación, dedicaréis másahínco a encontrar esos huecos detiempo y tardaréis menos en llegar a

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acuerdos.Respetar el criterio del otro delante

del niño, aunque no se esté de acuerdo,será vuestra segunda tarea y casivuestra filosofía. Más tarde, en vuestro«rato para padres», será el momento dehablar con tu pareja sobre lo que te haparecido bien o lo que crees que debecambiar de su actuación.

A continuación te describimosalgunas dificultades habituales quepuedes encontrar a la hora decoordinarte con tu pareja, así como lassoluciones que te ayudarán aresolverlas.

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Ahora bien, si cuando intentas poner

en práctica estas estrategias descubresque tu problema responde más al tipo:

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«Sí, pero es que mi pareja y yo siempreque hablamos terminamos discutiendo yreprochándonos cosas del pasado ynunca solucionamos el problema,estamos dos días enfadados y luego nosolvidamos del tema», está claro queprimero tenéis que cambiar la manera decomunicaros.

La siguiente técnica os ayudará amejorar vuestra comunicación. Se tratade una fórmula para dirigirse al otro conel objetivo de llegar a acuerdos. Ponloen práctica y te sorprenderán los rápidosresultados. Sigue las pautas la próximavez que te encuentres en una situación dediscusión con tu pareja y la resolverásde forma asertiva. Recuerda estassiglas: DEP (Describo, Expreso, Pido).

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1. Describo. Se trata de que utilicesel lenguaje para describir lo másobjetivamente posible lo que haocurrido. No utilices exigencias,etiquetas o juicios de valor oacusaciones: «Cuando salimos losfines de semana y al día siguientesoy yo la que se ocupa de losniños...».

2. Expreso. Expresa en primerapersona cómo te has sentido ocómo te ha afectado lo que haocurrido: «Yo me siento muycansada y enfadada...».

3. Pido. Pide en forma de sugerenciay en primera persona el cambio quete gustaría que se produjese en la

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situación o en la actitud de tupareja. Evita utilizar exigencias,acusaciones o dar órdenes: «Megustaría que la próxima vez meayudaras en algunas tareas, comodarles la comida o bañarlos, así yotambién podría descansar ydisfrutaría más cuando salimosjuntos».

Busca momentos para ponerte deacuerdo con tu pareja en lo que quieresque haga tu hijo y mostraos coordinados,pero nunca discutáis en su presencia.

Deja que intervenga el que esté mástranquilo. Si ves que tu pareja estáperdiendo los nervios, acércate, y con

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una pequeña señal o frase del tipo «Yasigo yo», pídele que se retire y relévala.

NO PUEDO SALIR A LA CALLE CON MIHIJO Cuando el mal comportamiento de tuhijo tiene lugar fuera de casa lasituación se complica un poco más.Cruzar corriendo una calle, perderse enun supermercado, lanzar comida en unrestaurante, tirar todo lo que tiene a sualcance en un centro comercial... sonalgunas de las conductas que llevan alos padres a echarse a temblar cada vezque hay que salir de casa.

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Quedarse en casa hasta que alguien teacompañe o dejar al niño en casa de unaabuela mientras haces la compra puedepaliar el problema, pero no es lasolución.

A continuación te explicaremos lo quehicieron unos padres para atajar lasdesobediencias constantes de su hijocuando estaban fuera de casa. Los casoste darán las pistas de cuál tiene que sertu actuación:

Los padres de Jaime, de casi 3 años,no pueden salir a comprar o a un centrocomercial con su hijo. Empieza a correrpasillo por pasillo, coge lo que quierede las estanterías, mete en el carro loque le apetece y, si se cansa, se tira al

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suelo y no hay quién lo mueva. Como ledigan NO empieza la pataleta. «Nopodemos comprar tranquilamente, todaslas salidas terminan con gritos yllantos», «Un día de éstos se va a perdero nos van a echar», dicen.

La propuesta a sus padres fue:• A partir de ahora a Jaime se le

asignarían responsabilidades en elsupermercado. Se le haría partícipeconvirtiéndolo en el ayudante de lacompra: ya fuera como elresponsable de la lista o de ordenarlas cosas en el carro. También seencargaría de ir a buscar las cosasque sus padres le pedían: «Venga,Jaime, coge tus yogures de lanevera».

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• Trataron de que las compras no sedemorasen en el tiempo. ¡Nopodemos pedir a un niño de 3 añosque aguante toda la tarde decompras!

• Buscaron alguna actividad parahacer si Jaime ayudaba, colaborabay estaba tranquilo durante lascompras: «Jaime, si estás tranquiloeste ratito y nos ayudas a hacer lacompra, luego podrás montarte enlos cochecitos».

• Si Jaime se ponía a llorar, gritar,correr o tirar cosas de lasestanterías, la actitud de sus padressería: uno se encargaría de sacarlofuera del supermercado, lo sentaría

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en un banco y le avisaría: «Cuandoestés tranquilo, entramos ycontinuamos con la compra».

La constancia de sus padres hizo

entender a Jaime que estecomportamiento era más beneficiosopara él: un día, cochecitos, otro, unhelado por su colaboración, otro, elegíaunas nuevas galletas y, lo másimportante, le encantaba su puesto deayudante —«Soy mayor»— y disfrutabade la compra junto a sus padres.

María, de 5 años, cada día que va alparque termina enfadada con su madre.Las quejas más frecuentes de ésta sobreMaría son: «No me hace caso, hace loque quiere», «Me paso todo el camino

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hasta el parque corriendo detrás deella», «Se sale del recinto cuando leviene en gana», «Para mí es un estrés iral parque».

Esta madre puso en marcha paso porpaso el siguiente plan:

• Le dijo a María lo que esperaba deella y qué pasaría si no lo hacía:«María, el camino del cole alparque tienes que venir de mimano, una vez que lleguemos alparque puedes soltarte y jugar. Si tesueltas antes, tendremos que irnos acasa». Muy convencida y con tonofirme, porque sabía que en algunaocasión tendría que cumplir lasconsecuencias.

• Una vez en el parque le contó cuáles

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serían las normas: «Qué bien,María, has venido todo el caminode la mano, ahora puedes jugardentro del recinto del parque; sisales, tendrás que quedarteconmigo sentada en el banco unosminutos». Esta situación podríarepetirse hasta en dos ocasiones, sillegaba la tercera, su madre laavisaba: «María, si vuelves a salirdel parque, nos iremos a casa».

• Y ya de vuelta a casa de nuevo sumamá le decía: «María, has estadojugando muy bien esta tarde, ahoranos vamos a casa, si todo el caminovas de la mano, al llegar podemosver un capítulo de dibujos».

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Hubo días en que se volvieron a casa

sin llegar al parque, días en que semarcharon antes de tiempo y días en queMaría se quedo sin su rato de dibujos,hasta que la niña aprendió cuál era elcomportamiento adecuado para ir alparque y permanecer en él. Cuéntale antes de salir de casa lasnormas y las consecuencias que tendrásu cumplimiento o su incumplimiento.

Sé firme y cumple lo que le has dichoque pasará.

Dale actividades que lo mantengandistraído en algo.

Sé consciente de la edad que tiene y

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de que su paciencia es limitada.

PIERDO LOS NERVIOS En todas las actuaciones propuestas hayuna constante para los padres: mantenerla calma ante los conflictos. Muchos seven incapaces de conservar esatranquilidad tras hora y media de gritoso después de esos días en los que elniño se levanta con «el pie izquierdo»,cosa completamente comprensible, porotra parte.

Tampoco nadie mantiene un mismoestado de ánimo de manera continua; lascircunstancias hacen que unos días

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tengas más paciencia y tranquilidad paraenfrentarte a los conflictos cotidianosque otros. Tu hijo tendrá que aprenderesto y lo hará si tú se lo cuentas; si hastenido un día duro de trabajo y cuandollegas a casa te encuentras la primeratrifulca, puedes avisar a tu hijo: «Hoyvengo muy cansado».

Pero como todos nos equivocamos, túpuedes tener un día de éstos y perder losestribos. ¿Qué hago para evitar perder elcontrol? Seguro que vas notando cómo tu enfadoaumenta por momentos, te vas sintiendo

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cada vez más y más enfadado. Ése es elmomento, no hay que esperar a dar losprimeros gritos, has identificado esaseñal que te recuerda: «Vete de aquí oterminarás gritando».

Retírate, toma distancia e invierte untiempo en pensar cómo vas a resolver lasituación. Si estás acompañado en casa,puedes pedir a tu pareja que te relevemientras sales a dar una vuelta. Si estássolo, intenta ir a un sitio apartado delconflicto. En el momento en el que teencuentras allí trata de relajarte. Paraello puedes:

• Apretar los puños, contar hasta diezy soltarlos lentamente mientrasdejas que tu cuerpo se relaje.

• Inspirar profundamente aguantando

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la respiración mientras cuentashasta diez. Suelta todo el aire pocoa poco, y deja que tu cuerpo sevaya relajando.

• Respirar contando de diez a cero encada espiración, dejando que tucuerpo se relaje más y más en cadapaso.

• Imaginar una escena agradable yrelajante para ti (tomando el sol enla playa, caminando por el campo)y experimentar todas lassensaciones que la situacióngenere.

Acompaña estos ejercicios para

calmarte con algún pensamiento similara: «Es normal que mi hijo se enfade

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cuando le pido que haga algo y no legusta, puedo mantenerme firme ycalmado para resolver con éxito elconflicto». Una vez que hayatranscurrido un tiempo y te encuentresmás tranquilo dirígete a él, y con un tonomás bajo de lo habitual y hablando muydespacio repítele la orden, luego retíratede la situación y busca una tarea quehacer.

«Sí, sí, pero... si me voy a otrahabitación mi hijo viene detrás y se ponea dar patadas a la puerta, entonces ¿quéhago?». Es bastante frecuente. Suobjetivo es que lo atiendas y si te vas...no lo consigue. Así que va detrás de tipara enseñarte y recordarte que está

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enfadado. En ese momento únicamenterepítele: «Cuando dejes de dar patadas ala puerta, hablamos», y sigue con tuintento de calmarte.

Los niños pueden llegar a ser muyinsistentes cuando quieren algo einvertir todas las estrategias que tienen amano para conseguirlo. Tú mantente entus trece, por mucho que tu hijo te diga,te cambie de tema, te pregunte cuándo vaa poder comerse la piruleta, recuerdaque tu objetivo es calmarte pararesolver después.

Una buena forma de que desistan ensu actitud es convertirte en algo asícomo un disco rayado, entonces, seacuál sea su argumentación, tu respuestaserá la misma: «Entiendo que te enfades,

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pero no te puedes tomar la piruleta hastadespués de comer». Él se irámalhumorado y tú podrás volver adedicarte a relajarte. EN EL COLEGIO NO CUMPLE LASNORMAS En ocasiones los padres cuentan cómosu hijo es ejemplar en casa mientras queno paran de recibir amonestaciones delcolegio; en otras (más frecuentes), elniño tiene un comportamientoespléndido en el colegio, pero cuandollega a casa... se transforma. Pero pornorma general son igual de revoltosos encasa y en el cole. Ya el profesor

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Michael Rutter (1970) concluyó, en unainvestigación con niños de entre 10 y 11años, que aproximadamente un 25 porciento de estos niños eran desobedientesen casa, pero en el colegio lo eranmenos del 10 por ciento[1].

Si tu hijo es de los que recibe másnotas de las estrictamente necesarias, oparece que la profesora sólo quierehablar contigo —¡con todos los padresque hay!—, recuerda que aunque en elcolegio tu hijo tenga ya algunaconsecuencia por su comportamiento,conviene trabajar de forma coordinadacon el profesorado para aunar fuerzas yconseguir que el comportamiento delniño (en el colegio) mejore.

El caso siguiente muestra una forma

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de hacerlo. Los padres de Elisa, de 6años, están hartos de recibir notas de laprofesora casi a diario en las que lescomentan el mal comportamiento de laniña en clase. Que si hoy no haterminado la tarea de clase, que si hoyse ha peleado con su compañero demesa, que si ha molestado a la clasehablando o incluso que si ha contestadoa la profesora.

En casa estaban cansados del mismosermón diario. Elisa ya sabía que ése noera el comportamiento que se esperabade ella en clase, se lo habían repetidomuchas veces. Todas las tardes sehablaba en casa de lo que había hechoen el colegio, incluso la profesora le

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daba el parte a diario a su madre enpersona.

Los padres decidieron coordinarsecon la tutora para poner fin a estoscomportamientos de Elisa. Para ello:

• Madre y profesora evitarían hablardel comportamiento de Elisa si ellaestaba presente. Sólo a diario lepondría en la agenda una marcaverde si su comportamiento habíasido bueno, una amarilla si habíasido regular y una marca roja sihabía sido malo. Sorprendió a sumadre que al segundo día Elisa ledijera: «Mamá, que nos vamos y nohas hablado con la profesora, tetiene que contar lo que he hechohoy».

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• Profesora y mamá empezarían ahablar cuando Elisa estuviesepresente de «las cosas que Elisahabía hecho bien en el día», enlugar de sus hazañas negativas.

• Al principio cada día que Elisa traíaun punto verde, podría ir al parqueal salir del cole y jugar con susamigas durante una hora; además, ala hora de acostarse leería junto asus padres un cuento. Si el puntoera amarillo, sólo podría leer elcuento, mientras que si la marca eraroja ese día, no había ni parque, nicuento. Pero no habría ni regañinani sermón, únicamente se leanimaba a que al día siguiente lo

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conseguiría recordándole lo quetenía que hacer para ganar el puntoverde: «Ya sabes, si mañana nohablas en clase, terminas tu tarea atiempo y no te peleas con ningúncompañero, tendrás punto verde».Al final de semana, si sólo tenía unpunto rojo y al menos dos verdes,elegiría la actividad de ocio parahacer con sus padres: ir al cine ohacer una fiesta de disfraces encasa.

• Pasadas las primeras semanas ycuando ya eran más frecuentes lasnotas verdes, desaparecieron lospremios diarios. Elisa obtenía un«premio» a final de semana sihabía alcanzado el objetivo

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(mínimo tres verdes la primerasemana, cuatro la segunda...).

• Cuando ya lo habitual eran losverdes supieron que Elisa habíaaprendido los beneficios de sunueva forma de comportarse enclase y eso era suficiente paramantenerla; luego los puntos ya noeran necesarios. Sin olvidar que devez en cuando alguna alusión orecompensa a su cambio deconducta le haría mantenerla.

Tras el esfuerzo de su madre y de su

profesora, pero sobre todo el de Elisa,su comportamiento empezó a cambiar ypasó de ser la «niña que se portaba malen clase» a ser una niña más de clase.

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Epílogo

En la era actual, en la que estamosdominados por lo tecnológico, en la quese busca la rapidez, la inmediatez y en laque el tiempo es un bien escaso, no esextraño que algunos padres piensen lobien que les vendría un hijo con botónde on/off.

Pero los niños no tienen nada que vercon los robots. Sería perfecto que fuesencapaces de estar sentados durante doshoras en un restaurante, hacer las cosasa la primera, no contestar, no oponerse alas normas, no tener rabietas, aguantar

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pacientemente las compras en un centrocomercial. Pero si lo hicieran, no seríanniños y no hablaríamos de educar, sinode atender y cuidar.

Educar es mucho más que eso, esacompañar al niño en el aprendizaje decapacidades que lo lleven a convertirseen un adulto feliz. Implica equivocarse,desesperarse, preocuparse, cansarse,pero también reírse, disfrutar y sentirorgullo de la persona que has ayudado acrear.

Ser imprevisibles nos hace únicos yen esa diversidad está la esencia del serhumano. Cada niño es diferente, perotodos pasan por las mismas etapas. Esmuy importante cómo los acompañas enel tránsito por todas ellas, por eso te

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animamos a que memorices estaspalabras y recuerdes lo que implican:

1. Claridad. Sé claro cuando tedirijas a tu hijo, dile de formaconcisa lo que esperas de él.

2. Coherencia. Pídele cosas lógicas ycoherentes con su desarrollo y haztú primero lo que le pides.

3. Convicción. Transmítelefirmemente que lo que quieres es lomejor para él y lo hará.

4. Cariño y respeto. Poner límites yconsecuencias no es sinónimo deenfadarse, ser firme no es gritar.Busca y fomenta los buenos ratoscon tu hijo, en los que os divirtáis ydisfrutéis y olvida los momentos

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más tensos.5. Consecuencia. Sé consecuente.

Hazle saber las consecuencias desus actos y cúmplelas. Felicitatodos y cada uno de sus logros.

Y recuerda: la autoridad que les

transmitas será la que ejerciten ellos.

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Notas

[1] Rutter, M., Tizard, J., y Whitmore, K.,Education, Health and Behaviour, Longmans,1970.

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BiografíaRocío Ramos-Paúl

Rocío Ramos-Paúl es licenciada enPsicología, máster en Psicología Clínicay educadora de menores. Desde 2006conduce un programa de televisión conel objetivo de mostrar directriceseducativas y en la actualidad es ademásdirectora del centro de psicología Biem.Es autora de Manual de Supernanny,Aprendiendo a enseñar y Mi hijo nocome (Aguilar, 2010).www.rocioramos-paul.com

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BiografíaLuis Torres Cardona

Luis Torres Cardona es licenciado enPsicología, máster en PsicologíaClínica, experto en psicopatologíainfanto-juvenil y terapeuta y formadordel centro. Es coautor de Manual deSupernanny, Aprendiendo a enseñar yMi hijo no come (Aguilar, 2010).

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Méxicowww.librosaguilar.com/mxAvenida Río Mixcoac, 274Colonia Acacias03240 Benito JuárezMéxico D. F.Tel. (52 5) 554 20 75 30Fax (52 5) 556 01 10 67

Panamáwww.librosaguilar.com/casVía Transísmica, Urb. Industrial Orillac,Calle segunda, local 9Ciudad de PanamáTel. (507) 261 29 95

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Paraguaywww.librosaguilar.com/pyAvda. Venezuela, 276,entre Mariscal López y EspañaAsunciónTel./fax (595 21) 213 294 y 214 983

Perúwww.librosaguilar.com/peAvda. Primavera 2160Santiago de SurcoLima 33Tel. (51 1) 313 40 00Fax (51 1) 313 40 01

Puerto Ricowww.librosaguilar.com/mxAvda. Roosevelt, 1506

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Guaynabo 00968Tel. (1 787) 781 98 00Fax (1 787) 783 12 62

República Dominicanawww.librosaguilar.com/doJuan Sánchez Ramírez, 9GazcueSanto Domingo R.D.Tel. (1809) 682 13 82Fax (1809) 689 10 22

Uruguaywww.librosaguilar.com/uyJuan Manuel Blanes 113211200 MontevideoTel. (598 2) 410 73 42Fax (598 2) 410 86 83

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Venezuelawww.librosaguilar.com/veAvda. Rómulo GallegosEdificio Zulia, 1ºBoleita NorteCaracasTel. (58 212) 235 30 33Fax (58 212) 239 10 51