Torbellino de emociones , risa cristalina, ojos brillantes cargados de aventura, cuán fuerte es la vida que a través de ti fluye.

Te comprendo cuando ríes, cuando sufres, cuando sueñas, cuando tu pequeño cuerpo tiembla buscando el maternal abrazo, inexpugnable defensa, matriz de tus orígenes.

¿Pero que entonces de aquellos que solos o desprotegidos no comparten tu suerte?

El hijo del hombre no tiene clase, raza o color. Es siempre una conciencia humana, fruto de nuestra existencia que necesita apoyo, ser guiado hasta poder guiar a otros en una cadena de actos que liberen espíritus y proyectos.

Símbolo de futuro para todos, hijos de ricos o de pobres, hijos de indios, de obreros, de campesinos, de hombres y mujeres que por amor te han engendrado, te han parido, te han amado y a través de ti han perpetuado la propia vida.

Diminutos cuerpos de existencia difícil que se abrirán paso creando mundos, transformando mundos, rompiendo cadenas para dar a otros lo que necesiten sin olvidarse de si mismos.

Diminutas manos capaces de moldear lo invisible que solo en la imaginación existe.

Espíritus heroicos que surgen de miradas capaces de enternecer la mas dura montaña, de derretir los mas fríos hielos.

Generación de inmortales que perpetúan un proyecto escrito en un Destino aun no develado, un Destino de luces y colores jamás vistos, jamás imaginados, que solo podemos intuir cuando proyectamos hacia el futuro sus vidas.

Y allí, entonces, el corazón se abre renovado a la fe y a la esperanza de que gracias a ti algún DIA no tengamos que volver a preguntarnos por aquellos que hoy no comparten tu suerte.

Creo en ti como en un dios dormido que despierta lentamente con el pasar de los tiempos, sacudiéndose el polvo de un pasado que ya es historia.

Gracias!, de alguien que alguna vez también fue un niño.

07.09.01