Nicos Poulantzas y el Estado - Autor: Miguel González Madrid

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y la cuestión del Nicos Poulantzas Estado capitalista Miguel González Madrid* En una nota publicada el 9 de octubre de 1979 en el periódico unomásuno, refiriéndose a la trágica muerte de Nicos Poulantzas ocurrida seis días antes 1 en París, Octavio Rotiríguez Araujo acertó al decir en el título de la misma que Poulantzas había muerto “antes de tiempo”. A sus cuarenta y tres años Poulantws había dejado de vivir, y legó a sus críticos y a sus discípulos una amplia producción teórica, resultado de escasos catorce años de profundas reflexiones y debates públicos sobre la cuestión del Estado capitalista y la crisis del capitalismo actual. A diez años de su muerte y a veintiuno desde la publicación de su primer libro, Poderpoliiico y clases sociales en el Estado capiialisia, que causó un sorprendente revuelo en el medio intelectual marxista por su novedoso planteamiento de la cuestión del Estado, todavía. pensamos, como Stuart Hall, como Touraine y muchos otros, que Poulantzas ha alcanzado un gran prestigio como pensador marxista. A pesar de los deslices teóricos y metodológicos de su obra -sobre todo en su pri- mer libro-, debidos en gran parte a la influencia del estructuralismo de Louis Althusser (otro pensador de reciente trayectoria trágica), su aportación teórica sigue teniendo un peso propio. Poulantzas tenía razón al decir que “en épocas de crisis, la revolución teórica actúa en la historia del pensamiento como una locomotora”. “Profesor-investigador del Departamento de Sociología de la UAM-I. 75

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Breve reflexión sobre el aporte teórico de Nicos Poulantzas acerca del Estado capitalista. Poulantzas -griego de origen y nacionalizado francés- es uno de los pensadores neomarxistas más importantes del último tercio del siglo XX y su obra provocó un gran debate que involucró a una gran cantidad de pensadores marxistas y no marxistas de Europa y América.

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y la cuestión del Nicos Poulantzas Estado capitalista

Miguel González Madrid*

En una nota publicada el 9 de octubre de 1979 en el periódico unomásuno, refiriéndose a la trágica muerte de Nicos Poulantzas ocurrida seis días antes 1 en París, Octavio Rotiríguez Araujo acertó al decir en el título de la misma

que Poulantzas había muerto “antes de tiempo”. A sus cuarenta y tres años Poulantws había dejado de vivir, y legó a sus críticos y a sus discípulos una amplia producción teórica, resultado de escasos catorce años de profundas reflexiones y debates públicos sobre la cuestión del Estado capitalista y la crisis del capitalismo actual.

A diez años de su muerte y a veintiuno desde la publicación de su primer libro, Poderpoliiico y clases sociales en el Estado capiialisia, que causó un sorprendente revuelo en el medio intelectual marxista por s u novedoso planteamiento de la cuestión del Estado, todavía. pensamos, como Stuart Hall, como Touraine y muchos otros, que Poulantzas ha alcanzado un gran prestigio como pensador marxista. A pesar de los deslices teóricos y metodológicos de su obra - s o b r e todo en su pri- mer libro-, debidos en gran parte a la influencia del estructuralismo de Louis Althusser (otro pensador de reciente trayectoria trágica), s u aportación teórica sigue teniendo un peso propio. Poulantzas tenía razón al decir que “en épocas de crisis, l a revolución teórica actúa en la historia del pensamiento como una locomotora”.

“Profesor-investigador del Departamento de Sociología de la UAM-I.

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Poulantzas no ha sido el Ú n i c o artífice de la revo- lucih teórica manifestada entre finales de los años \esenta y toda la década siguiente en torno al proble- ni<i del Estado capitalista. Pero su aportación ha sido de las más sólidas y originales, de las que mayor influencia ejercieron en los círculos intelectuales europeos e incluso latinoamericanos. Lejos de limitarse a efectuar un estudio académi-

co sobre la cuestión del Estado capitalista, Poulant- zas fue consecuente con b u trayectoria política juve- n i l en el movimiento estudiantil de su natal Grecia y con la consigna teórica y política de Marx de inter- pretar la realidad histórica, pero también de trans- formar el mundo. En ese sentido en su último libro (1978, Estado, poder y socialismo), con gran origi- nalidad plantea la necesidad de avanzar hacia la instauración de lo que él llama el socialismo demo- crático, fundado en la articulación de la transforma- ción de la democracia representativa con el desarro- llo de la democracia autogestionaria, y en la amplia participación activa de las masas populares para provocar “rupturas efectivas” en el Estado. Hoy resulta todavía válida la afirmación que en una en- trevista concedida a mediados de 1979 hacía ai res- pecto, en el sentido de que “es también necesaria [como factor contrarrestante del estatismo autorita- rio a que está actualmente expuesta la democracia representativa y la actuación de los movimien- tos sociales] una transformación radical de los mis- mos partidos políticos”.

Hoy ya no es una novedad saber que esa estrategia política de transformación del Estado capitalista -y se entiende, por la conceptualización que de aquél hizo Poulantzas, que también del sistema capitalis- ta- desecha viejas ideas que sintomáticamente han provocado cierto terror político en algunos o

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incapacidad de dirección política en otros, en las úl- timas dos décadas (me refiero, por ejemplo, a las nociones de “dictadura del proletariado”, de “des- trucción del Estado”, etcétera). El hecho de que Poulantzas asumiera una posición

heterodoxa en el campo de la estrategia política, con respecto a Marx y Lenin, no lo alejaba ni lo ha alejado del marxismo. Su pensamiento más bien representa ya una de las corrientes teóricas más Importantes del marxismo contemporáneo, y tiene el mérito, consecuente con la pluralidad histórica y con la capacidad de crítica y autocrítica del marxis- mo, de haber replanteado toda una probkmática a la altura de nuevas circunstancias históricas y políticas en un múltiple contexto: de crítica intensa al estali- nismo, de aguda y profunda crisis del capitalismo mundial y de fuerte crítica al socialismo “real”. Aunque no como tema central de su libro de 1978, Poulanizas también tomó en cuenta la situación de la izquierda en los países de la Europa occidental. La preocupación era doble: cómo el estatismo auto- ritario, característico de la etapa actual del capitalis- mo, acentúa tendencias del Estado intervencianista en el campo de las relaciones políticas, y cómo los partidos políticos dejan de ser los interlocutores centrales de la administración estatal, y terminan por ser desplazados por esquemas neocorporativas de alianzas y compromisos c o n los grandes sectores sociales y profesionales. Esa situación de los parti- dos políticos, y sobre todo de la izquierda, en pala- bras de Poulanfzas, ha provocado “una pérdida de interés por los partidos que deberían representarlos ante la propia administración pública”.’

Entendemos que tal vez la tendencia seguida por el Estado capitalista de tratar principalmente - p e r o no en forma exclusiva- con los grandes sectores

POUlANTZAS Y LA CUFS’IlÓN DEL ESTADO CAPITALISTA

sociales, antes que con los partidos políticos, alentó a Poulantzas a estudiar la relación histórica en- tre el Estado y las clases sociales, y sobre todo entre el Estado y la clase dominante, a partir del concep- to de bloque en el poder, tratando de comprender propiamente la configuración del poder político en el Estado. La idea de que el Estado es la condensación

material de la correlación de fuerzas de las clases sociales y el organizador de los intereses de éstas, de una forma contradictoria y desigual, presupone en la obra de Poulantzas una relación más amplia, más compleja, entre el Estado y el bloque en el poder que, incluso, necesariamente conduce a ocuparnos del tejido gubernamental, de los modos de repre- sentación política y del ejercicio del poder en el Estado. En Estado, poder y socialismo, sin embar- go, Poulantzas deja en claro una cuestión que parece alejarlo del supuesto politicisma adjudicado al mis- mo por sus críticos más severos y, en contra de Michel Foucault, de la idea de exterioridad en la relación poder del Estado/micropoderes sociales: de acuerdo con Poulantzas, “en la relación poder/apa- ratos, y, más particularmente, lucha de clases/apara- to [de Estado], la lucha [de clases] es la que tiene el papel fundamental”; “las luchas [de clases] tienen siempre la primacía sobre los aparatos-instituciones y los desbordan constantemente” (pág. 48). En su- ma, “el poder no se reduce en absoluto, o se identi- fica, al Estado” (pág. 36).

Pensar que el Estado constituye el aspecto deter- minante de las luchas de clases, como se interpretó en algunas críticas teóricas y epistemológicas a la obra de Poulantzas, significa mistificar al Estado, y conlleva a concebir las luchas de la izquierda, de las clases populares o de los movimientos sociales, co-

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mo ineficaces y tendencia1 y funcionalmente como necesarios para la propia existencia del Estado, co- mo un elemento negativo cuya función primordial sería la confirmación de la positividad de éste en el marco de una permanente confrontación. La crisis de los partidos políticos, y en particular de la izquier- da, sería también erróneamente identificada con una cierta incapacidad de los mismos para consti- tuirse en interlocutores centrales del Estado, de la administración gubernamental. Todavía más, las de- rrotas políticas de la izquierda serían interpretadas por ciertos intelectuales y dirigentes de izquierda como un indicador de que el Estado es, ante todo, una forfulezu, o bien de que, entonces, es necesario “romper” frontalmente, y por el “todo o nada”, el a p - rato estatal.

Anticipándose a la crítica destructiva de los teó- ricos instrumentalistas, Poulantzas remarca que, no obstante la tendencia del estatismo autoritario, el Estado capitalista n i presenta opacidad a las luchas sociales ni es, como lo afirmaría Foucault, un “apén- dice de lo social”. Decir, en la perspectiva teórica de Poulantzas, que las luchas de clases configuran y desbordan simultánea y permanentemente a l &tad«, no deriva tampoco en una subestimación del mismo. Quienes piensan ai Estado capitalista subsumido a las luchas de clases, negándole cualquier posibilidad de autonomía, llegan a sostener, p a ejemplo, la necesidad de aprovechar las políticas reformistas del Estado para incidir, desde el punto de vista de las clases populares, en la realización de los intereses de éstas. No obstante, ante el papel activo y cada vez más autoritario del Estado (cuestión en la que nos centraremos en adelante), c o n sus inferesespropios en juego, aquéllos terminan por desilusionarse y hasta por sobrestimar este fenómeno político.

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2. Buci-Glucksmann y Goran Therborn señalan correctamente, a propósito de la noción de “estatis- mo autoritario”, que ésta “nada tiene que ver con un fascismo renovado o con los clásicos Estados de excepción”, y que más bien

indica en la crisis una forma nmmal democrática de la República burguesa, asimismo una nueva forma de- mocrática de la República burguesa. El estatismo au- toritario puede, pues, coexistir muy bien con un par- lamento, con un régimen pluralista, por poco que ias formas representativas sean desprovistas de su conte- nido popular y funcionen en el marco de una democra- cia limitada de matrid autoritaria?

Poulantzas señala en sus últimos escritos que el estatismo autoritario adquiere una mayor presencia en el curso de la profunda transformación del Estado intervencionista, sobre todo en el occidente europeo, configurándose así como la respuesta inmediata a la crisis de la forma estatal vigente en las Últimas cinco décadas, sin asumir rasgos totalitarios. Buci-Glucks- mann y Therborn agregan que lo que parece ser la matriz de una nueva forma estatal tiende a expulsar a los socialdemócratas del poder, “incorporándolos previamente a un Estado de represión preventiva y de gestión de austeridad” (cf. el caso de Inglaterra), y, en otros casos, a influir en la transformación de los mecanismos reguladores de los partidos políti- cos, con nuevas formas de control social. En el sentido propiamente político, el autoritaris-

mo estatal estaría caracterizado por “la decadencia decisiva de las instituciones de la democracia polí- tica” y por la “restricción draconiana y multiforme de las llamadas libertades formales”.” Poulantzas reconoce que algunos rasgos del estatismo autorita-

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rio no son nuevos, pero han adquirido una relevancia notable a la luz de la demarcación de los límites del intervencionismo estatal: por un lado, el Estado ca- pitalista no ha podido, por su misma naturaleza de clase, exacerbar el ejercicio de las libertades políti- cas (de expresión, de asociación, de reunión, de elección popular, etc.) sin poner en riesgo la propia dominación capitalista, pero tampoco ha podido, por constituir la condensación de la correlación de fuer- zas sociales, restringir al nivel cero esas libertades y ese sector público; sin poner en riesgo, primero, la necesidad que el capital tiene de la intervención estatal (bajo tal o cual modalidad), y segundo, la necesidad que a su vez el Estado tiene de la presen- cia legitimadora de las clases populares.

Tanto Poulantzas como Buci-Glucksmann y Ther- born coinciden al sostener que el estatismo autoritario representa simultáneamente un reforzamiento y un debilitamiento del Estado: reforzamiento “en su as- pecto de aparato” y debilitamiento “en el aspecto de la legitimición”. En suma, se trataría de una profun- da “modificación interna de las relaciones entre fuerza y consentimiento, coerción y hegemonía”: en cuyo proceso tiende a predominar la coerción a través de una serie de prohibiciones y restricciones legales y de la instauración de prácticas gubernamen- tales de fichaje electrónico y de control del recono- cimiento de la actividad social y profesional?

No obstante que la caracterización del estatismo autoritario remite inmediatamente a los circuitos de gobierno (específicamente a las relaciones poder ejecutivo-poder legislativo y presidente-ministerios, y al núcleo de la administración pública), como respuesta global a la crisis del Welfure state y co- mo alternativa a posiciones reformistas, el estatismo autoritario tiende a afirmarse fundamentalmente en

la relación entre el aparato del Estado, las formas de representación política y los modos de participación política. Se comprende, entonces, el hecho de que los circuitos gubernamentales, con todo y sus con- tradicciones internas, articulen procesos de reorga- nización estatal con tareas de restricción de las libertades políticas, de bloqueo a la participación política, de concentración de las negociaciones po- líticas en esos circuitos (protegiendo siempre la fi- gura presidencial), etcétera!

Desde esa perspectiva la crisb de los partidos políticos ocupa un lugar central en esa articulación, al resaltar la contradicción en el proceso de fortale- cimiento-debilitamiento estatal. Especialmente los llamados por Poulantzaspartidos de poder: inclui- do el partido dominante, enfrentan más intensamen- te el estatismo autoritario al experimentar una pro- funda crisis de representatividad, que provoca su debilitamiento en las relaciones institucionales con los ciudadanos y, en contrapartida, una mayor pre- sencia política de la administración pública.

Aunque la administración pública ha sido, en sentido estricto, una especie de partido político de la clase dominante, tal como lo había notado Marx en el periodo del bonapartismo francés, con el desarro- llo del sistema de mediaciones políticas y de los formatos de representación el Estado tuvo que acep- tar la existencia de un sistema de partidos para flexibilizar su relación con el conjunto de las clases y fuerzas sociales. Losparíidos depoder, y particu- larmente el partido dominante, se hicieron necesa- rios para ejercer el poder y flexibilizar el equilibrio inestable de compromisos entre las diversas fuerzas sociales. A través de ellos la democracia repre- sentativa fue conducida con cautela, y simultánea- mente la administración pública fue adquiriendo una

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centralidad histórica consecuente con la capacidad iniervencioniita estatal en diversos ámbitos. La encrucijada, sehalada por Poulantzas, en don-

de los partidos políticos -todos- han llegado a enfrentarse bajo el estatismo autoritario (subordi- narse al núcleo de la administración pública o renun- ciar a su acceso institucional al mismo), presupone, desde luego, el desplazamiento de la relación central partidos-ciudadanos por otra con la misma función: administración-ciudadanos. Los partidos políticos se ven empujados así a redefinir su lugarfrenre o en la administración pública (según sea el caso de la variedad de partidos políticos, incluidos los de iz- quierda) y su propia capacidad de organización y de dirección. AI respecto, en forma lúcida concluye Poulanizas que con la crisis de los partidos políticos los ciudadanos se ven confrontados directamente con la administración pública; en consecuencia los partidos pierden capacidad de mediación y de repre- sentación, y los ciudadanos interés político y electo- ral en ellos.

3. Como derivación del análisis que Poulantzas hace sobre lo político-estatal, y especialmente de la situación actual en la que se manifiesta el estatismo autoritario, eq su último libro él sugiere que la estra- tegia de transición hacia el socialismo democrático debe fundarse en la toma del poder desarrollando, reforzando, coordinando y dirigiendo “los centros de resistencia difusos de los que las masas siempre disponen en el seno de las redes estatales [...I, de tal forma que estos centros se conviertan, en el terreno estratégico que es el Estado, en los centros efectivos del poder real”?

Tal idea parte de considerar, en primer lugar, la crisis de los partidos políticos, y en segundo lugar la incidencia de la polarización de la correfación de

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fuerzas sociales en el seno del bloque en el poder en “los subconjuntos de la administración”. Lejos, pues, de configurar un aparato estatal más cohesio- nado, el estatismo autoritario tiende a favorecer la concentración de la reproducción de las luchas de clases en la administración pública, y a debilitar el conjunto de los dispositivos de ejercicio del po- der. En apariencia se llega a constituir una especie de Estado-fortaleza, similar al que existió en la Últi- ma etapa del fascismo europeo; pero en realidad el Estado traduce y reproduce en su armazón material las debilidades y las carencias manifestadas en los procesos de mediación en que intervienen los parti- dos políticos.

El ejercicio del poder por la vía directa de la intervención política de la administración pública se debilita porque, como dice Poulantzas, se polarizan también políticamente “los fraccionamientos corpo- rativistas-institucionales propios a la burocracia del Estado”; y de ese modo, agrega, “las peleas admi- nistrativas se extrapolan en divisiones políticas, conduciendo a seísmos internos del Estado que ponen en tela de juicio su papel de organizador de la hegemonía”?

El estatismo autoritario conduce necesariamente a las clases populares a adoptar nuevas formas de lucha. Debido a que los partidos políticos paulatina- mente pierden capacidad de organización y de conducción de los sectores sociales, y frente a la administración pública capacidad de negociación y concertación, los ciudadanos (frentes de contribu- yentes, asociaciones de productores, grupos de co- lonos, asociaciones cívicas, etc.) alientan nuevas formas de lucha popular en la medida en que se exponen a una confrontación más directa con la administración pública, bajo un trato cuyo propósito

es configurar una línea de segmentación-fragmenta- ción en’la mesa de negociaciones. Este ascenso de la administración pública en la cúspide de la relación Estado-sociedad, se extiende, por lo demás, en la amplia red de ramas estatales ubicadas regionalmen- te en lugares estratégicos de las luchas de clases.

Poulantzas sugiere, por ende, evitar seguir la es- trategia reformista (la toma del poder por la vía de las reformas sucesivas y paulatinas) o la de asalto del Estado (la toma del poder por la vía de la lucha frontal y violenta, de ocupación instrumental del aparato estatal). En su lugar propone la via úemocrá- rica al socialismo, bajo la cual las masas populares aprovecharían aquella confrontación directa con la administración pública, que no significa -en última instancia- sino la intensificación de las luchas de clases en el Estado, en primer lugar, para provocar un “proceso de rupturas efectivas” en el equilibrio inestable de compromisos, y por lo tanto en la orien- tación de la política global estatal, y , en segundo lugar, para propiciar un reagrupamiento de las fuer- zas sociales populares, sobre todo de las no articu- ladas con el partido dominante, bajo nuevas formas de organización y de representación. La estrategia política poulantziana, en cierto mo-

do, desarrolla la propuesta gramsciana de la “guerra de posiciones” más allá del simple surgimiento y expansión de nuevas formas de vida cultural. En esa estrategia la hegemonía de las clases subordinadas aparece presupuesta en los “subconjuntos adminis- trativos” y no sólo y estrictamente en el espacio que Gramsci denomina sociedad civil (aun cuando se tienda un amplio puente entre ésta y la llamada por él sociedad política para constituir el “Estado en sentido ampliado”). Por ello, tiene sentido teórico y político la propuesta poulantziana de aprovechar, en

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el contexto del estatismo autoritario, la confronta- ción directa entre las clases populares y la adminis- tración pública, como expresión de la reproducción intensificada de las luchas de clases en el Estado.

Poulantzas previene, sin embargo, que ciertamen- te la vía democrática al socialismo “no será un simple paso pacífico” porque la reacción del adver- sano siempre estará pendiendo como principal fac- tor en contra de ese tipo de transformación del Estado. Con mayor urgencia, entonces, se hace im- prescindible la intervención de un amplio movi- miento popular que dé pleno sentido e intencionali- dad al proyecto político correspondiente.

4. La crisis del socialismo de los países del Este, que entra ya en su etapa culminante, hasta ahora no ha descalificado la capacidad heurística y de auto-

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1 Ef virjo top, núm. 35, España, 1979. 2 Le défisocial-democrat, Máspem, París, 1981, pág. 151. 3 Esradopoder y socialismo, Siglo XXI, Espapana, pág. 248. 4 1.e dé/; .sociol-demcrale, pág. 154. 5 ‘nierhorn, cn ¿Cómo domina In clase dominanfe?, distin-

gue rntre los formaios de representación y losproccsosde rmdiorión, necesarios para cl ejercicio del poder. incluye B la represión y la coptación entre estos últimos, y de ese miido asignü un scntidii más político al papel de la repre- sión y la coptaciiin, en una relación menos rígida entre el Estado y l a sociedad.

crítica de que dispone el análisis marxista. Aunque una buena parte del edificio teórico del marxismo clásico haya quedado ya desmantelado, por el efecto inmediato de esa crisis y de la rapidez con que han ocurrido los acontecimientos, consideramos que la idea de que “el socialismo será democrático o no será tal” muestra bastante bien la pertinencia de la estrategia política poulantziana.

Poulantzas deja como legado esa propuesta de transformación política, habiendo considerado pre- viamente el umbral del proceso actual de transfor- maciones del capitalismo mundial. Es necesario, por lo tanto, deshilvanar las proposiciones teóricas co- rrespondientes y seguir tejiendo en torno de una nueva vía de transformación política.

6 Cf. Poulantzas, “Las transformaciones actuales del Estado, lacrisispliticaylacrisisdelEstado”,env.a.,Elmarx~m y la crisis del Estado, Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, 1977.

7 “Los que tienen vocación de participar (y participan) en el gobierno dentro de una alternancia regular, orgánicamente fijada y prevista p r el conjunto de las instituciones actua- les del Estado” (Esfado, poder y sociaJiSm0, pág. 269).

8 Idem., pág. 316. 9 I&m., pág. 302.