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Ni servidor ni servido. Entre el taller y su afuera

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Ni servidor ni servido. Cmo hacer entre el taller y su afuera. Susana Velasco

En este ltimo tiempo el lugar en el que hemos trabajado ha sido algo ms que un recipiente o que un horario, y algo distinto tambin a una obligacin. Podemos decir que hemos tratado de aprehender en l la complejidad de las cosas del mundo, en las que intuimos se inscribe la arquitectura. Las paredes, el suelo y el aire han ido acogiendo una suerte de coleccin de colecciones que ha ido creciendo y recomponindose. Hemos querido abandonar tambin la idea de que contamos con una supuesta inmadurez a superar. Nos gusta pensar que de esta manera hemos liberado al presente del futuro. Nos hemos liberado del futuro, para habitar de nuevo el presente. Ha sido un extrao campamento ste, sin desorden no habr posibilidad, nos recordbamos. Aqu hemos tratado de poner en marcha nuestro propio hacer-proyectar, y desde este obrador no hemos dejado de estar atentos a todo afuera. Un afuera cargado de malestar social que no ha dejado de interpelar a nuestras acciones y de impulsar este pequeo campo de pruebas. Hemos ido recolectando formas de hacer que llegaban al afuera que es nuestra ciudad, el Atlas. Cmo llevar el mundo a cuestas? o las explosiones alegres y motrices de las instantneas de J. H. Lartigue. Pero sin duda, en los ltimos ensamblajes de nuestro trabajo, nos ha conmocionado la irrupcin de las formas -de hacerimprevistas de la Acampada de Sol. Entre el taller y su afuera, ese estar entremedio, nos ha dado una forma de aprendizaje un tanto extraada, donde frente al estable rumbo constante hemos preferido dejarnos llevar por un buen nmero de simultaneidades. Hemos preferido acercarnos a una forma de conocimiento que plantea problemticas y no tanto axiomas. Y otras apuestas: si acaso fuera posible un modo de pensar en comn esto que tenemos entre manos, en una suerte de presencia compartida, conjugndonos tambin con aquellas otras presencias externas. Tratando de entender lo colectivo como un sistema de resonancias entre puntos singulares. Y si la cosa arquitectnica se efectuara tratando de hacer converger rdenes de realidad heterogneos? Hablaramos entonces ms bien de un entramado arquitectnico. Y podramos llegar a las formas a travs de las fuerzas de las energas congurantes- que en ella tienen lugar. No se tratara entonces de sintetizar en formas, sino de suscitar su aparicin a travs del encuentro de heterogeneidades. Trocear el mundo para releerlo y vincular de diferente manera sus trozos dispares. Desmontar y remontar para encontrar formas y situaciones ms anes, ms igualitarias, ms justas. Sin renunciar a la idea de encontrar en ellas una nueva belleza. Pero esta belle-

Atlas. En la periferia de la ciudad. . En la periferia del pensamiento. (de Isabel Gonzlez)

La imagen ms justa para nuestra arquitectura es la de su construccin permanente. Nosotros los habitantes, nosotros los constructores. (de Marta vila)

za posiblemente no admitir ser formulada como una respuesta nal, se formular como encrucijada a atravesar, contendr el sembrado de voces que la dan lugar, permitir la apertura a su vez a nuevos posibles, y dar cuenta del desvo que ha sido necesario tomar para llegar a ella. Cmo comenzar sin reproducir lo ya sabido. Se nos ha hecho necesario abandonar el terreno conocido, encontrndonos fuera de las certidumbres, en la posibilidad de lo descentrado. Y as poder establecer una suerte de igualdad de las condiciones en el punto de partida. Aproximarnos a ese momento del conocimiento naciente, a propsito del cul, al igual que tantos otros, Bachelard intuye como en la base de las certidumbres queda an el recuerdo de una ignorancia esencial. Hemos querido comenzar tambin nosotros un poco ignorantes. Hemos salido de la ciudad, y con ello del sistema de relaciones en el que estamos sujetos. En esa salida nos hemos dejado llevar por la cada natural del ro encontrando los vertederos de la ciudad del progreso. Los ltimos Paus no han tenido ms remedio que llegar hasta all, quedan tambin los ltimos campos de cereal, y de ah desiertos hasta el horizonte. Este desierto no ha estado ah siempre, es la otra cara del sistema de concentracin de suelo y capital. Y an as estos lugares errticos guardan tesoros - paisajes y materias. Pequeos oasis, poblados fuera de normativa, y formas de vida perifricas. Hemos tomado este desvo geogrco, fuera de todo centro, y con l un desvo histrico, que nos ha permitido, de una vez, atravesar tambin el tiempo. En esta periferia hemos dado con el primer asentamiento prehistrico de la ciudad, y cerca de l otras tantas formas singulares de poblar lo especco de cada lugar. Ese territorio est a su vez atravesado por la lnea de kilmetros de guaridas y trincheras, an abiertas al cielo, de la defensa popular de Madrid. Hemos visto cmo el espacio perifrico adquira diferentes densidades, derramndose en el territorio y permaneciendo en un estado mvil, referido tanto a acontecimientos minsculos que le atraviesan como a la totalidad de la bveda celeste. En esta situacin nos hemos encontrado con el tiempo no desplegndose en lnea, sino brotando a la supercie, trayendo consigo en ese impulso otros tiempos y formas simultneos. Las coordenadas que la arquitectura legitimada ha tratado de jar y limitar a toda costa quedan ahora movilizadas, dispuestas tambin para otro modo de proyecto. Y en estas condiciones, acordndonos de Bergson, hemos visto la posibilidad de pensar y proyectar segn una suerte de tiempo transhistrico. Parecera que el pasado llevara sus fuerzas al porvenir, y tambin parecera que el porvenir fuera necesario para dar salida a las fuerzas del pasado y que un solo y nico impulso vital solidarizara la duracin. Irse de aventuras, viajar en el tiempo, quiz no muy lejos, a la salida misma de las ciudades, la periferia explorada por Pasolini. Eriales, lugares pobres, donde aparentemente nada pasa, en los que intuye Gilles Clement que puede producirse de tanto en tanto lo esencial. Y sorprendidos ante esa especie de nuevo mundo volveramos despus, como Humboldt y los cientcos exploradores, con formas de transcripcin tambin nuevas de esos territorios. Cmo manejar grafas experienciales. Hemos ido constatando cmo las representaciones grco-arquitectnicas habituales son incapaces de abordar la realidad y de soportar la densidad de las vidas que en l tienen lugar. Si acaso pudiramos reducir la distancia entre la multiplicidad que surge de la vida y las formas grcas que nos permiten pensarla. Si partimos de la periferia de los lugares y de las ideas nos resulta necesario pasar tambin por una bsqueda de

Eslabones para una narracin trashumante. El habitat transhistrico posible. trashuma (de Paula Garca)

Experiencia Psicodlica. Periferias. Resonancia y Termografas (de lvaro Follana)

periferias grcas que permitan circular en ellas la exuberancia que pretenden abordar. Y en el inicio de esta bsqueda han entrado al taller las formas de hacer del Atlas y el montaje como forma visual de conocimiento. Esta forma-atlas operara recolectando fragmentos del mundo, y disponindolos de modo que se hagan visibles las relaciones que las atraviesan, en lminas o planos, que como supercies organizan una consistencia dentro de la realidad compleja a la que cortan. De alguna forma se introduce en el saber la dimensin sensible. Se trata entonces de leer el mundo, de vincular las cosas del mundo segn sus relaciones ntimas y secretas. En la formacin de este atlas perifrico hemos atendido a tres claves, la que vincula forma material y devenir histrico, la que atiende a los procesos o fenmenos dinmicos y aquella que ensaya cmo trasvasar entre formas de experiencia y formas de registro. La forma-atlas nos ha permitido tambin desplazar el lugar del proyectar, situarlo fuera de nosotros para poder pensar y hacer -obrarlo en comn-, en mesas de cocina, de diseccin o de montaje donde recoger heterogeneidades, y esas colecciones que han ido proliferando y rebosando los marcos, han abierto tambin zonas intersticiales de exploracin. Los gestos y la vida en movimiento del Atlas Mnemosyne son capaces de afectarnos, Wargburg propona un aparato para poner el pensamiento en movimiento, asunto de migraciones perpetuas gustaba decir. Tratamos de entender cmo operar con un aparato grco que nos acerque a la experiencia singular y compleja de las cosas, sin separar las cosas que posibilitan la conguracin de mundos, un aparato que las pueda volver a juntar. Cmo reconocer (y desmontar) las servidumbres de la construccin del mundo. Por todas partes podemos dar con pruebas de cmo la produccin arquitectnica est imbricada en las mismas bras de la especulacin econmica y la forma neoliberal de negocio. Mientras tanto hemos permanecido encandilados con unas imgenes que nos servan la pureza de un pensamiento arquitectnico, se haba inventado casi un mtodo, manuales y diccionarios de conceptos, el mismo que se aplica y ensea hoy da. Ese mtodo busca unas formas aparentes y para ello pasa por encima de toda relacin justa con las cosas, y en su capacidad de disfrazarse llega a crear el efecto de trabajar segn unas buenas prcticas. Parecamos no darnos cuenta que en esas formas tan ntidas haban quedado marcadas, por elipsis, las relaciones de servidumbre que las sostenan. Pero donde las retinas de unos vean formas puricadas, volmenes en un espacio neutro, juguetes ms o menos serios, y con ello posibilidades de negocio o de xito meditico, otros no hemos podido evitar ver formas vaciadas -o las contraformas- los moldes expuestos despus del trabajo sucio -ese que no se muestra-, desde el trabajo invisible del obrero a la cadena de relaciones de sumisin que vienen dando sustento a la obra construida. La arquitectura que ha campado a sus anchas est toda ella hecha de gestos de servidumbre. A propsito de cmo los sistemas de organizacin son interdependientes hemos podido tambin ver en el inmenso y detallado cuadro Descripcin del Cerro Rico e Imperial Villa de Potos el esplendor de la ciudad minera, cuna de la expansin capitalista. Se muestran las capas visibles que dan forma a esta ciudad, el trazado urbanstico completo al pi de la montaa de plata de Cerro Rico. Y en la espalda del bastidor de este cuadro, Farocki proyecta una lmacin detallada del mismo lienzo, recorre sus calles, entra en las partes traseras, sale y sube por la montaa que nutre a esta ciudad y que tambin nancia las guerras europeas de la contrarreforma de la corona espaola. Vemos entonces a los habitantes que se mueven por este sistema, y una extraa invencin grca, una perspectiva

Proyecto perifrico. Madrid Sureste. Operaciones de superposicin. Formas de vida. (de Gonzalo Lozano)

que no tiene relacin con la distancia espacial de observacin sino con la importancia social. Habitantes de proporcin enorme vestidos con brillantes colores pasean por las calles principales, despus la cmara busca y encuentra otras guras mucho ms pequeas en esas periferias, diminutas siluetas negras trabajan en las traseras o por el camino que sube a las minas de Cerro Rico. Los trabajadores forzados que parecen no haber dejado huella. Una especie de iconografa hbrida, que parece utilizada de manera doble: por un lado, como devocin ocial y, por otro, como soporte quiz de mensajes de resistencia. Si nuestra posicin ha tratado de salir del mbito autorreferencial de la arquitectura de las formas aparentes hemos comenzado por trabajar las condiciones en las que se producen las ideas y tambin las obras a las que dan lugar. No puede haber formas nuevas y justas si se fraguan sobre los mismos andamiajes. Y recordamos ahora las imgenes fascinantes tomadas en un atelier de Paris donde se fue moldeando por partes La Estatua de La Libertad. Vemos aparecer dentro de un interior del diecinueve sus fragmentos descompuestos, una mano, la cabeza de la estatua y otras partes del vaciado. Las enormes piezas van tomando forma abrindose paso entre las cerchas de la cubierta. Los fragmentos reconocibles de la estatua estn iluminados por la misma luz que se cuela a ese mundo en marcha. La gura est an con las carnes abiertas, su espacio interior es una continuidad con su exterior, y a su vez se nos hacen indivisibles de los cuerpos de los hombres que las estn dando forma. Sostenidas por delicados entramados de madera se van mezclando con los gestos en equilibrio de los artesanos, que an hoy nos miran desde ese taller matrico. Despus de acercarnos a imgenes que muestran los asuntos -y las potencias- que dan forma a la vida y al trabajo, nos parece que la obra no puede ser otra que el taller mismo como lugar. No tanto para aadir otro bonito espacio donde continuar maquillando la sumisin, sino por la capacidad de un lugar para acoger la construccin de existencias completas y mundos compartidos. Al desmenuzar los mecanismos con los que se produce una obra surgen cuestionamientos de todo orden. Las guras que diferencian al qu piensa, al que ejecuta, al que habita, al que paga, al que cobra, al que aprieta -el cliente, el mecenas, el constructor, los obreros, las sucesivas contratas, la plusvala, el prestigio, el benecio-, estn sostenidas por relaciones de poder que dejan satisfacciones dudosas a unos pocos. Podemos comprobar cmo estas relaciones se trasladan tambin a la forma de la arquitectura, a su posicin en el lugar, a su organizacin, sus acabados, sus materiales, su funcionamiento. Espacios servidores y espacios servidos se organizan como la metfora construida de la idea misma que las proyecta, y la misma idea que esas formas se encargarn de perpetuar en su funcionamiento. Gestos y formas nada inocuos. Pareciera que esto slo pudiera ser de ese modo, privilegios para unos, miseria camuada para otros. Nos parece inexcusable que nuestro trabajo debera de plantearse cmo es este entramado que lo sostiene. No nos han interesado tanto los cntricos solares ni los aburridos enunciados seductores como las condiciones reales en las que es posible la vida en nuestros barrios. Qu pasara si vericamos que somos una fuerza real y capaz, que somos tanto pobladores como constructores, que las herramientas -pobres pero astutas- son nuestras, y que nos hemos cansado de resignarnos a unas reglas de todo modo injustas. Efectivamente hay muestras de experiencias que han abierto esta posibilidad, que los gestos de servidumbre bien pueden ser desplazados por otros gestos ms gozosos en donde se ponen en marcha vnculos solidarios y saberes compartidos. Auto-organizacin. La escala de la arquitectura pasa a ser la escala de nuestras acciones y la de sus consecuencias,

Trashumancia narrativa. (de Paula Garca)

Visin perifrica, desplazamiento y polinizacin. Jardines de resistencia y tercer paisaje. A partir de las ideas de Gilles Clement. (de Isabel Gonzlez)

una suerte de realismo, el de nuestra gozosa capacidad para dar forma a la vida. Recobramos una escala de cuerpo, una escala de tiempo, una medida real de las materias. Replanteamos el proceso, la gestin, qu materiales, de dnde vienen, cmo se disponen, experimentamos soluciones, un canon otro toma el lugar. Cmo hacer sin separar la arquitectura de la vida. En estos trabajos de ida y vuelta entre la mesa de montaje y la vida nos preocupa la manera en la que esa distancia de las cosas puede hacer que nos separemos de ellas. Vemos cmo se viene sosteniendo un desacople entre palabra y experiencia. Nuestros planos y nuestas palabras en ocasiones se hacen autorreferenciales y automticos, se vuelven incapaces de afectar la vida y tocar la realidad, se hace casi imposible creer en ellos. Frente a estos desacoples podemos desmontar y remontar el vnculo entre el cuerpo y el pensamiento, entre los gestos tcnicos y los gestos de conocimiento, y entre los relatos mticos y el conocimiento cientco. Se nos hace necesario construir un tejido de continuidad entre nuestras vidas y lo que hacemos en el taller. Y si el trabajo de taller trajera consigo algo de excepcional, tendramos que pensar mejor las conexiones entre lo habitual y lo excepcional, qu habra en lo habitual qu nutre lo excepcional, y cmo afectar e hilvanar lo excepcional en lo habitual. En nuestra bsqueda de cmo permanecer en la materia nos hemos valido de formas intermedias. Algunas nos han venido llegado por tiempo anterior: grafas, marcas, petroglifos y artefactos de mediacin. Segn la idea de prototipo es posible desarrollar una forma de trabajo y pensamiento. Un prototipo no sera una maqueta de las formas aparentes de la realidad, es ms bien su sistema de relaciones, extradas y extrapoladas a un artefacto. El prototipo no se reere constantemente a la realidad, lo que equivaldra a sealar su constante carencia, se propone a s mismo como una realidad. En l se verican las fuerzas que actan y se piensa y trabaja en ellas. No habremos de emular las formas de la realidad sino trasladar sus relaciones. Y en relacin a la forma en la que la realidad nos toca hemos querido tomar buena distancia de las imgenes-promesa con las que se nos vende las bondades del proyecto arquitectnico, al punto de sepultar la realidad misma. En esas imgenes de personajes recortados tampoco hemos visto rastro de presencias, son ms bien gurantes. No siempre es fcil el trabajo con esas presencias y esas vidas, en cualquier caso se nos hacen inseparables de la materia que las acoge. Hemos tramado vas para hacerlas maniestas y operantes, las hemos denominado, acaso an de modo incipiente, imgenes de la presencia. Y como los prototipos, no son momentos preparatorios, ni embalajes de venta. Son ensamblaje de acontecimientos, piensan los cuerpos no disociados de las formas, contienen la diversidad de materias y velocidades. No son representaciones, ms bien formas de aparicin. Nuevas guraciones posibles. En ciertas ocasiones hemos comprobado cmo el mundo no nos est dado de antemano, y que an en medio de la confusin general el desvo es posible en todo momento, ah donde el mundo te atraviesa y t atraviesas el mundo. Y cualquier da nos descubrimos vislumbrando fraternidades posibles, dndonos cuenta de que a pesar de la civilizada separacin de los seres y su mundo los cuerpos y las cosas se pasan el tiempo tocndose, y que comenzamos a encontrar maneras de acercar lo que pensamos y lo que vivimos, lo que hacemos y cmo lo hacemos, y que desmontando las servidumbres las distancias se aproximan tanto que no falta mucho para que en estos acoples comiencen a saltar chispas, extraas reapropiaciones, y podamos ver de una vez nuestras formas comenzando a coincidir con nuestros gestos.

Posicionarse. Huella. Defensa. Ataque. Proyectos perifricos. (de Javier Yela)

Mesas de montaje. Taller de modelos y prototipos

BERNARDO ANGELINI Micro-infraestructuras de barrio. Carabanchel. PAULA GARCIA MENENDEZ 073030 PROYECTOS 1 GRUPO SUSANA VELASCO

PLANTAS/CAPAS/CONSTRUCCION/PROGRAMA

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Espacializacin del ciclo del compostaje. Organizacin de una autonoma alimentaria. (de Silvia Saez)

SECCIONES MATRIZ SECCIONES MATRIZ

BARRIO DE VISTA ALEGRE BARRIO DE VISTA ALEGRE DISTRITO DE CARABANCHEL DISTRITO DE CARABANCHEL MADRID MADRID

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Habitats colgados. 083001 083001 Empujar la normativa. (de Sergio G. de la Riva)sUSANA VELASCO Y BERNARDO ANGELINI sUSANA VELASCO Y

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Sobre el cementerio - transformadores de materia orgnica en gas. (de Victor Arranz)

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