Ni paz ni amor

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Ni paz ni amor Published on Centro Onelio (http://www.centronelio.cult.cu) Ni paz ni amor LAS CHICAS Es el libro más impactante que apareció en los Estados Unidos este año y que ahora acaba de llegar a la Argentina. Fenómeno editorial y, al mismo tiempo, llamada urgente a revisar cómo y por qué se acabaron los sueños de los años sesenta, Las chicas es una novela casi histórica sobre los crímenes del clan Manson. Su autora, Emma Cline, una escritora de 27 años, recrea a partir de la vida de un personaje de ficción pero rodeado de otros inequívocamente inspirados en protagonistas verdaderos, los crímenes que cometieron las chicas Manson en California en 1969 (el más célebre fue el de Sharon Tate). El libro no se enfoca en su líder Charles Manson sino en las adolescentes que lo seguían, logrando una inquietante novela de iniciación que marca el fin de la era del hippismo, de la paz, el amor y las canciones de Los Beatles y el inicio de una turbulenta mezcla de oscura new age y misteriosa violencia. Por: Mariana Enriquez Tomado de: Suplemento Radar, Página 12 29 de octubre de 2016 Evie tiene 14 años y se asfixia en el delicioso pueblo de Petaluma, Sonoma, en California. Nada particularmente oscuro la persigue: es la incomodidad de su piel, la incomprensión de sus deseos, la vergüenza que le dan sus padres recién separados, el sopor del verano de 1969 en el que ella es demasiado joven para ser hippie y es demasiado tarde para ser hippie también, la década se termina, el sueño es un espejo roto. Su vida es cómoda y privilegiada: tuvo una abuela famosa, una estrella de Hollywood ya casi olvidada pero que les heredó, a ella y a su madre, un dinero que les permite vivir sin trabajar en una casa preciosa. Su padre se fue con su secretaria, pero el abandono lo sufre más la madre, que en su desorientación y duelo va de las dietas macrobióticas a los baños de sal en tanques de privación sensorial, de los masajes a los tés de corteza aromática. Son los primeros años de lo que difusamente se llamará new age pero Evie no siente ninguna atracción por la vida sana, solo desprecio hacia su madre desorientada y enojo con su padre que vive en Palo Alto con una chica joven y bonita. Evie está a punto de ser enviada a una escuela pupila para chicas. Mientras espera, languidece en casa de su mejor amiga, Connie. También persigue a Peter, el atractivo y fumón hermano mayor de Connie: se le mete en la cama, lo espera cuando llega por la noche, siente la humedad de su sexo en la espalda, llora porque sabe que él está enamorado de otra. Evie, hasta acá una adolescente normal, es la protagonista de Las chicas (The Girls), la novela que acaba de publicar en castellano Anagrama y que, en su debut en inglés en mayo de este año llegó a todas las listas de best-sellers; el manuscrito fue codiciado por doce editoriales que pujaron hasta que ganó la pulseada Penguin con una oferta de dos millones de dólares para la autora, Emma Cline, que ahora tiene 27 años. Lo que impresionó a los que pelearon por la novela no fue ese retrato de adolescencia tediosa. Fue el contexto de esa adolescencia. Sucede que Evie, en sus paseos por el pueblo, ve de lejos a unas chicas de pelo largo en el parque, chicas con anillos que brillan al sol. “Parecían deslizarse por encima de todo lo que sucedía a su alrededor, trágicas y distantes”. Tienen algo provocador, además. Especialmente una de ellas, mayor que Evie: “La chica del pelo negro y su séquito; sus risas eran un reproche a mi soledad. Esperaba algo sin saber qué. Y entonces sucedió. Muy rápido pero aún así lo vi: la chica del pelo negro se bajó el escote del vestido un segundo y dejó al descubierto el pezón rojo de su pecho desnudo”. No son exactamente chicas lindas: tienen algo sucio, silvestre; son vagabundas. Se visten, escribe Cline “con improvisada dejadez, como si acabasen de rescatarlas del fondo de un lago. Jugaban con una línea muy frágil, belleza y fealdad al mismo tiempo”. Las chicas rescatan comida desechada por los supermercados y se la llevan: ellas mismas huelen un poco a verdura podrida. También roban en negocios del barrio y salen corriendo, las melenas al viento. Recorren las calles ensoñadas de Petaluma en un micro escolar pintado de negro. Viven en un rancho abandonado que alguna vez fue un set de filmación de westerns (“un orfanato para niños zaparrastrosos”). La comunidad de la que son parte tiene un líder, Russell, músico frustrado y recolector de chicas y chicos desgraciados, manipulador, ambicioso, él mismo perdido, amante de todas. Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. La Habana, Cuba. Desarrollador web: Juan Rey Hernández Cabrera . © Todos los derechos reservados. 2015. deneme Page 1 of 4

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LAS CHICASEs el libro más impactante que apareció en los Estados Unidos este año y que ahora acaba de llegara la Argentina. Fenómeno editorial y, al mismo tiempo, llamada urgente a revisar cómo y por qué seacabaron los sueños de los años sesenta, Las chicas es una novela casi histórica sobre los crímenesdel clan Manson. Su autora, Emma Cline, una escritora de 27 años, recrea a partir de la vida de unpersonaje de ficción pero rodeado de otros inequívocamente inspirados en protagonistasverdaderos, los crímenes que cometieron las chicas Manson en California en 1969 (el más célebrefue el de Sharon Tate). El libro no se enfoca en su líder Charles Manson sino en las adolescentes quelo seguían, logrando una inquietante novela de iniciación que marca el fin de la era del hippismo, dela paz, el amor y las canciones de Los Beatles y el inicio de una turbulenta mezcla de oscura newage y misteriosa violencia.Por: Mariana EnriquezTomado de: Suplemento Radar, Página 1229 de octubre de 2016

Evie tiene 14 años y se asfixia en el delicioso pueblo de Petaluma, Sonoma, en California. Nadaparticularmente oscuro la persigue: es la incomodidad de su piel, la incomprensión de sus deseos, lavergüenza que le dan sus padres recién separados, el sopor del verano de 1969 en el que ella esdemasiado joven para ser hippie y es demasiado tarde para ser hippie también, la década setermina, el sueño es un espejo roto. Su vida es cómoda y privilegiada: tuvo una abuela famosa, unaestrella de Hollywood ya casi olvidada pero que les heredó, a ella y a su madre, un dinero que lespermite vivir sin trabajar en una casa preciosa. Su padre se fue con su secretaria, pero el abandonolo sufre más la madre, que en su desorientación y duelo va de las dietas macrobióticas a los bañosde sal en tanques de privación sensorial, de los masajes a los tés de corteza aromática. Son losprimeros años de lo que difusamente se llamará new age pero Evie no siente ninguna atracción porla vida sana, solo desprecio hacia su madre desorientada y enojo con su padre que vive en Palo Altocon una chica joven y bonita. Evie está a punto de ser enviada a una escuela pupila para chicas.Mientras espera, languidece en casa de su mejor amiga, Connie. También persigue a Peter, elatractivo y fumón hermano mayor de Connie: se le mete en la cama, lo espera cuando llega por lanoche, siente la humedad de su sexo en la espalda, llora porque sabe que él está enamorado deotra.

Evie, hasta acá una adolescente normal, es la protagonista de Las chicas (The Girls), la novela queacaba de publicar en castellano Anagrama y que, en su debut en inglés en mayo de este año llegó atodas las listas de best-sellers; el manuscrito fue codiciado por doce editoriales que pujaron hastaque ganó la pulseada Penguin con una oferta de dos millones de dólares para la autora, Emma Cline,que ahora tiene 27 años. Lo que impresionó a los que pelearon por la novela no fue ese retrato deadolescencia tediosa. Fue el contexto de esa adolescencia. Sucede que Evie, en sus paseos por elpueblo, ve de lejos a unas chicas de pelo largo en el parque, chicas con anillos que brillan al sol.“Parecían deslizarse por encima de todo lo que sucedía a su alrededor, trágicas y distantes”. Tienenalgo provocador, además. Especialmente una de ellas, mayor que Evie: “La chica del pelo negro y suséquito; sus risas eran un reproche a mi soledad. Esperaba algo sin saber qué. Y entonces sucedió.Muy rápido pero aún así lo vi: la chica del pelo negro se bajó el escote del vestido un segundo y dejóal descubierto el pezón rojo de su pecho desnudo”. No son exactamente chicas lindas: tienen algosucio, silvestre; son vagabundas. Se visten, escribe Cline “con improvisada dejadez, como siacabasen de rescatarlas del fondo de un lago. Jugaban con una línea muy frágil, belleza y fealdad almismo tiempo”. Las chicas rescatan comida desechada por los supermercados y se la llevan: ellasmismas huelen un poco a verdura podrida. También roban en negocios del barrio y salen corriendo,las melenas al viento. Recorren las calles ensoñadas de Petaluma en un micro escolar pintado denegro. Viven en un rancho abandonado que alguna vez fue un set de filmación de westerns (“unorfanato para niños zaparrastrosos”). La comunidad de la que son parte tiene un líder, Russell,músico frustrado y recolector de chicas y chicos desgraciados, manipulador, ambicioso, él mismoperdido, amante de todas.Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. La Habana, Cuba.Desarrollador web: Juan Rey Hernández Cabrera. © Todos los derechos reservados. 2015.

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Se trata, y por eso enloquecieron las editoriales, de una novela de iniciación inspirada por la familiaManson que en el verano de 1969 llevaría a cabo matanzas históricas e increíblemente brutales queborraron de un zarpazo los ‘60 y el sueño hippie; que llenaron de sangre y violencia ese mundo que,ahora sí, parecía imposible de cambiar.

SOÑANDO CALIFORNIA

Las chicas es (casi) una novela histórica: muchos nombres han sido cambiados, los crímenes no sonidénticos, Evie es un personaje de ficción. Pero las chicas silvestres son las de la familia Manson.Russell es Charlie. El rancho es Spahn Ranch, donde vivió de verdad el clan en 1969, el año bisagra(“Era el final de los sesenta y eso era lo que parecía: un verano sin forma ni fin”, escribe Cline).Mitch, un músico que le promete a Charlie un contrato –en la novela, cuando se frustra, se desata laviolencia– es Dennis Wilson o quizá Terry Melcher o una mezcla de los dos: Wilson era uno de losBeach Boys que se fascinó con Charlie y las chicas, incluso vivieron todos juntos; Melcher era elproductor de The Byrds que casi firma contrato con Charlie, el dueño de la casa en 10050 Cielo Driveque en 1969 tenían alquilada Roman Polanski y Sharon Tate. California es el estado de la opulencia yla frustración, un laboratorio del futuro, del consumo espiritual y las buenas vibraciones pero justopor debajo, como la permanente amenaza de terremotos por la falla de San Andrés, están estaschicas. En la novela Russell/Manson es un personaje periférico, una nota al pie, un lugar común. AEmma Cline le interesa la hermandad tóxica de las adolescentes, ese estado feroz de las chicas sinmiedo y sin ataduras, rabiosas, un poco locas. Las chicas tiene muchísimas cosas notables en suextraordinario retrato de adolescencia que escala del descontento al crimen: uno de los mejores, almenos en una novela muy popular, desde Las vírgenes suicidas de Jeffrey Eugenides y Foxfire deJoyce Carol Oates. Pero quizá lo más inteligente es que todo el poder está del lado de estas chicasinseguras, solitarias y tristes. O en todo caso, si hay manipulación es bienvenida, una prueba quecumplen con gusto. Las chicas se dan la mano con el peligro. Lo buscan. Las hace bailar alrededordel fuego. Hay violencia en ellas. No es sólo el ácido y las anfetaminas. Les gusta jugar y destruir.Como a las hermanas Lisbon les gusta morir (¿no decía Sylvia Plath que morir es un arte y ello lohacía extraordinariamente bien?) y a las pandilleras de Foxfire les gusta humillar y violentar aunquelo hagan en nombre de la hermandad y la autodefensa de género. En Las chicas Evie se sube almicro negro y es recibida en el rancho. Pero no le interesa Russell: quiere ser parte de esacomunidad de mujeres jóvenes que viven de desechos, que paren a sus hijos y cuando estáncrecidos los dejan deambular por ahí sucios y desnutridos, adolescentes que duermen en colchonesfinos y comen pan duro, que cada noche viajan en ácido y tienen sexo (mucho y muy intenso, entretodos y con invitados) y se marean en una espiral de autodestrucción que no pueden (¿no quieren?)detener. Evie se define: “Fui un objetivo entusiasta, ansioso por entregarse”. Hay algo que EmmaCline captura y que es casi políticamente incorrecto de expresar en estos tiempos: ser adolescentees peligroso. Y mucho de ese peligro es buscado con locura, con inconsciencia, con frenesí.

Las chicas está narrada en dos planos. El de 1969, de Evie adolescente. Y el actual, de Evie mujer,Evie ex integrante del culto asesino, una mujer de mediana edad que tiene empatía con otrosadolescentes, que no ha conseguido un buen trabajo, que flota un poco sobre las cosas como siaquella experiencia incompleta –por motivos que es mejor no revelar, ella no va detenida, no esatrapada, su nombre es desconocido por la justicia– la hubiese dejado partida por la mitad. Paracolmo ve rastros de su década perdida por todas partes, como un espectro que flota sobre California,el recuerdo de aquellas chicas que encarnaban el sueño hippie pero incubaban el desencanto y lacrueldad: “El regusto de los sesenta flotaba por todas partes en esa zona de California. Jirones debanderas de plegaria colgando de los robles, caravanas aparcadas eternamente en los campos sinneumáticos. Hombres mayores con camisas estampadas. Los fantasmas sesenteros habituales”. Laschicas es una novela de iniciación pero la inocencia parece perdida desde antes del comienzo y elpasaje al mundo adulto está obliterado: las chicas son el sueño imposible de la paz y el amor. Es unanovela hermosa y amarga anclada en el viraje del punto de vista, ese ignorar al gurú y centrarse enlas adolescentes hechizadas, repulsivas y deliciosas. Esas chicas que sonreían como santas enéxtasis cuando iban a juicio. Tenían algo de Juana de Arco, algo místico y terrible, como elconocimiento que, dicen los ocultistas, se obtiene gracias al contacto con el Mal. Gritaban en lacorte. Se reían en la cara de los familiares de las víctimas. Cantaban canciones de Manson, músicofrustrado (¿el móvil tras sus crímenes?). Se raparon y se tatuaron una X en la frente. Gozaban. Eratenebroso.Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. La Habana, Cuba.Desarrollador web: Juan Rey Hernández Cabrera. © Todos los derechos reservados. 2015.

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Emma Cline, ahora, es apenas mayor que ellas. Dice que las chicas Manson son parte de la mitologíade California, su tierra natal, de su historia; pero también, especialmente en Estados Unidos, son unmisterio sin resolver. Cline tampoco lo resuelve. ¿Quién puede ser tan arrogante de intentar darleuna explicación a la exaltación criminal de estas chicas convertidas en símbolo de que los tiempos síhabían cambiado, no necesariamente para bien? Cline usa el misterio de las chicas para hablar deotro enigma, el de vivir la vertiginosa impunidad de la juventud, lo desesperante de la necesidad depertenencia a esa edad llena de futuro y paradójicamente sin esperanza.

LA CHICA DE LAS CHICAS

A veces, un debut literario bestial y exitoso que consigue ser noticia incluso antes de la publicaciónpuede ser una especie privilegiada de problema. Emma Cline, con sus dos millones de dólares y uncontrato por dos libros más (una colección de cuentos y una novela) parece tranquila con sulánguido cabello rubio y sus ojos de electricidad azul, pero por algo no está presente en redessociales. No tiene Twitter ni Instagram, apenas una seca página de autor y una fanpage de Facebookque publicita sus charlas y lecturas. La respuesta de la crítica a Las chicas, que ya fue compradapara su adaptación a cine por Scott Rudin (el productor de Red social, Zoolander, The Truman Show)fueron en general favorables (o muy favorables) pero hubo algunas notables excepciones: en TheNew York Times consiguió dos reseñas, una de Dylan Landis que lamenta la escasa presencia deManson porque “hubiese servido para explorar mejor la oscuridad” y otra de Dwight Garner que dice“tiene un gran comienzo, lástima lo que sigue”. La de James Wood en The New Yorker esinsólitamente técnica: critica el estilo metonímico afirmando que la acumulación de detalles es unobstáculo para la comprensión de los hechos. Afirma: “Parece un Joyce ordenado, una versión delfluir de la conciencia, pero en realidad es una especie de Flaubert roto”. La reseña tiene muchasobjeciones pero se las arregla para acercar a Cline a dos escritores monumentales. Es cierto, elestilo de Cline es fragmentado y visual; tiene algo sensual y algo distraído. Por supuesto mientras lacrítica se debate sobre el grado de genialidad del debut, Las chicas se posiciona como la novela delaño, en un año en que las chicas y sus miradas y lo que se dice de ellas y de sus cuerpos esabsolutamente relevante.

Emma Cline suele contar que cuando pasaba con el auto frente a la prisión donde está detenidoManson (Corcoran), se quedaba impresionada. “Él es una presencia en California”, dice. “Nunca losentí como algo del pasado”. Con una de sus hermanas solían leer Helter Skelter, el best seller de noficción de Vincent Bugliosi, fiscal del caso, y así pasaba las tardes. Ella, además, leía a Stephen King.(King twitteó sobre Emma Cline: la novela le encantó). También consiguió felicitaciones y codiciados blurbs de Richard Ford y Lena Dunham: el gran narrador americano y la chica hispter neoyorquina.El arco completo.

Cline parece calma en medio de su fama repentina pero prefiere no dar notas en su casa (vive enBrooklyn) y dice que elige la soledad de la escritura y que intenta hacer sólo lo justo y necesariopara promoción (lo cierto es que no la necesita). Escribió esta novela en un galponcito de la casa deun amigo: había trabajado en el manuscrito cuando estudiaba escritura creativa en Columbia. Laescritura también supuso dos años de estudio cuya fuente principal fueron los foros de internetdonde suelen postear ex integrantes de cultos. No le interesa específicamente Manson, dice.“Russell es un personaje patético. Los hombres en el libro no son importantes incluso cuando hacenfuncionar la trama. Me gustaba la idea de que el personaje del líder del culto fuese periférico. Lanovela se trata de las relaciones entre las chicas, su intensidad, cómo cambian, cómo pasan delamor romántico al miedo, al olvido, de vuelta a la intensidad”. En una entrevista con The New YorkTimes dijo que además quería explorar actos violentos cometidos por mujeres. “No me gustaba quesiempre quedaran relegadas, orbitando alrededor de Manson. Las quería protagonistas”. En Laschicas tampoco les da importancia a dos de los hombres principales del clan Manson: BobbyBeausoleil, aspirante a actor y asesino y sobre todo Tex Watson, el principal ejecutor en losasesinatos ordenados por Charlie. Hay otro hombre del clan, Paul Watkins, que tiene una hijaescritora: Claire Vaye Watkins nació en 1984, mucho después de la Familia, pero en su libro decuentos Batlleborn, de 2014, uno de los relatos tiene como protagonista a una niña nacida en SpahnRanch (mucha gente cree que es ella, pero no es así). Es estremecedor el destino de esos chicosperdidos.

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Emma Cline, como Evie, creció en Sonoma y sus padres son dueños de viñedos. Tiene sietehermanos pero cinco son chicas y dice que su casa era una especie de “vivero de femineidad. Poreso me gusta escribir sobre comunas, me resulta fácil hablar de las dinámicas de grupo”. En suadolescencia se mudó a Hollywood: quería actuar, participó de comerciales y en alguna película. Nole fue bien o se decepcionó. Fue a una escuela de pocos alumnos y métodos de enseñanzaexperimentales. “Había clases de yoga” le contó a Vogue, con un poco de pudor. (Cline, en sucrianza de origen es una hija de aquella vieja California; las chicas Manson podrían ser sus abuelas).Después de estudiar arte y trabajar para un millonario a quien le conseguía “compañía interesante”para cenar (lo sentó con un experto en lenguaje de delfines, por ejemplo) llegó a Columbia y al pocotiempo uno de sus cuentos apareció en The Paris Review. En 2014 ese relato, “Marion”, ganó elpremio de ficción de la revista. Ya tenía casi listo el manuscrito de Las chicas cuando Bill Clegg,escritor y agente, decidió representarla.

Ahora mismo, dice, no sabe bien qué hacer con la atención. “Escribí un libro literario y nunca meimaginé que tendría un público tan enorme. Pero también me doy cuenta de que tengo que protegerel hecho de que trabajé mucho por este libro y preservarme de alguna manera.” Es fan de MaryGaitskill, John Banville, Joy Williams, Ottessa Moshfegh (autora de Eileen, una novela asombrosa conotra adolescente enfurruñada, insatisfecha, cercana a criminales). Cline no habla de la próximanovela que debe entregar por contrato. Dice que seguramente tendrá adolescentes. “Pero escontemporánea”, afirma. “Ya me cansé de los 60”.

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