Negación del Olvido - Julio Cortázar

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Fienso que to Jos 103 aqu í reu ni d08 coincidirán en que cada vez que a t ravés de person?l cs o de documentos tomamos contacto con la cuestión de 103 dcsap :L( ':l cidos en la Arf entina o er. otros países suda mer icanos, el sentiQiento que se manifiesta casi de inmediato es el de lo diabólico. Desde lu er o, vivimos en époc a en la que referirs e al diablo parece ca da vaz más ingenuo o más tonto; y sin embar ro es enfrent ar el hecho de las desapariciones sin que a1 , 0 en si enta la presencia de un elemento infrahum al' o, de fU3rza que parece venir de l as de eS03 abismo s donrie la imaginación termina por situar a todos aquell03 que han desaparecido. Si las cosa s parecen relativamente eXl'licables el. la superficie -los propósitos, los métodos y las consecuencias de las desaparicio n es-, queda sin embargo un trasfondo irreductible a toda razón) ' a toda justificación humana 1 y es entpnces que el sentimi. entp de lo diabólico se abre paso como si por un mom e nto hubiéramos vuelto a las vivencias medievales del bien y del mal, cornos si a pesar de todas nuestras defensas intelectuales lo demonfaco estuviera. una vez mas ahí "¿Ves? Existo. Ah! tienes la prueba." Pero lo por des f racia. es en este caso humano, hum a no; quienes han orquestado una técnica para aplicarla mucho s allá de caso s aislados y convertirla en una práctica de cuya multiplicación sistemática han dado idea las cifras publicadas a rafz de la reciente encuesta de la OEA. saben perfect am ente que ese procedimiento tien e para ellos una doble ventaja. la de eliminar a un adversario real 0 potencial (sin hablar de los que no lo son pero que caen en la trampa por jue g os rlel azar, de brutalidad o del sadismo). y a la vez injer;tar, mediante la más monstruosa de las · cirujfas. la doble presencia del y de la esperanza en aquellos a quienes les toca vivir la ¡ desaparición de seres queridos. Por un lado se Q.. un ant a[ onista ''' '''l' virtual o r iJa l; por el. otrl) se cr ean 138 coro cli.cl onE' .s p" ra que los pa rient E>s o ami r- os de ) ." ... L::t i'19S se V e?ll 01:1i ; :JCl 08 en C élSO S

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Copia del original mecanografiado por el autor. El reconocido escritor argentino Julio Cortázar pronunció, en 1981, el discurso "Negación del olvido" en la apertura del Coloquio de Abogados de Paris, realizado en el senado francés, el cual fue fundamental en la lucha por los derechos humanos y un antecedente importante de la aprobación, en 2006, de la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas por parte de la Asamblea de Naciones Unidas (ONU), iniciativa que fue fuertemente impulsada por el gobierno del entonces presidente Néstor Kirchner. La participación del autor de Rayuela fue decisiva para llevar a cabo un coloquio que sufrió muchas dificultades debido a la ofensiva de la diplomacia de la dictadura argentina que intentaba bloquear todos los intentos que se efectuaban en el exterior para denunciar sus crímenes.

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Fienso que to Jos 10 3 aqu í reun i d08 coincidirán con~iro en que cada

vez que a t ravés de testi~onios person?l cs o de documentos tomamos

contacto con l a cuestión de 103 dcsap:L( ':l cidos en la Arf entina o er. otros

países sudamericanos, el sentiQiento que se manifiesta casi de inmediato

es el de lo diabólico. Desde lu ero, vivimos en u~ époc a en la que

referirs e al diablo parece cada vaz más ingenuo o más tonto; y sin

embarr o es i~posible enfrenta r el hecho de las desapariciones sin que

a1, 0 en ~c ! otros sien t a la presencia de un elemento infrahumal'o, de ~~a

fU3rza que parece venir de l as p~ofundidades, de eS03 abismo s donrie

inevitablc~ ente la imaginación termina por situar a todos aquell03 que

han desaparecido. Si las cosas parecen relativamente eXl'licables el. la

superficie -los propósitos, los métodos y las consecuencias de las

desapariciones-, queda sin embargo un trasfondo irreductible a toda

razón) ' a toda justificación humana 1 y es entpnces que el sentimi.entp de

lo diabólico se abre paso como si por un momento hubiéramos vuelto a

las vivencias medievales del bien y del mal, cornos si a pesar de todas

nuestras defensas intelectuales lo demonfaco estuviera. una vez mas

ahí diciér.~onos. "¿Ves? Existo. Ah! tienes la prueba."

Pero lo di~b~lico, por des f racia. es en este caso humano, de~ásiario

humano; quienes han orquestado una técnica para aplicarla mucho má s allá

de caso s aislados y convertirla en una práctica de cuya multiplicación

sistemática han dado idea las cifras publicadas a rafz de la reciente

encuesta de la OEA. saben perfectamente que ese procedimiento tien e

para ellos una doble ventaja. la de eliminar a un adversario real 0

potencial (sin hablar de los que no lo son pero que caen en la trampa

por juegos rlel azar, de l~ brutalidad o del sadismo). y a la vez

injer;tar, mediante la más monstruosa de las· cirujfas. la doble presencia

del ~iedo y de la esperanza en a quellos a quienes les toca vivir la

¡ desaparición de seres queridos. Por un lado se suprir~e Q.. un anta[ onista

''' ' ''l'virtual o r iJa l; por el. otrl) se crean 138 coro cli.cl onE'.s p" ra que los

parient E>s o ami r-os de ) ." ... L::t i'19S se V e?ll 01:1i ; :JCl 08 en ~ú u, : i , o" CélSO S

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a fUardar silencio como única posibilida d de salvaguardar la vida de

aquellos que su corazón se niega a admitir como muertos. Si basándose

en una estimación que parece estar muy por debajo de la realidad, se

habla. de ocho o diez mil des ap arecidos en la Argentina, es fácil

imaf inar el número de quienes conservan toda~,ía la esperanza de volver

a verlos con vida. La extorsión moral que ello sif nifica para estos

últimos, extorsión muchas veces acompañada de la estafa lisa y llana

que consiste en prometer averi f uaciones positivas a cambio de dinero.

es la prolon§ición abominable de ese estado de cosas donde nada tiene

definición. donde promesas y medias palabras multiplican al infinito

un panorama cotidiano MMRHp lleno de siluetas crepusculares que nadie

tiene la fuerza de sepultar definitivamente •• 'uchos de nosotros poseemos

testimonios insoportables de este estado de cosas, que puede llegar

incluso al nivel de los mensaj e s indlrectos. de las llamada s telefónicas

en las que se cree reconocer una voz querida que sólo pronuncia unas

pocas frases para asegurar que todavía está de este lado, mientras

quienes escuchan tienen que callar las preFUntas más elementales por

temor de que se vuelvaná« inmediatamente en contra del supuesto prisio-

.,,;,,'u. UH "¡i,.:i.ogo l:eal o fral'llado entre el infierIlo y la i;ierr" es el

único alimento de esa esperanza que no quiere admitir lo que tantas

evidencias negativas le están dando desde hace meses. desde hace años.

y si toda muerte humana entraña una ausencia irrevocable, ¿qué decir' de

esta ausencia ' que se sigue dando como presencia abstracta, como la

obstinada ne" a'ción de la ausencia final? Ese círculo faltaba{en el

infierno dantesco, y los supuestos fobernant f s de mi país) entre otros"

se han encarr ado de la siniestra tarea de crearlo y de poblarlo.

De esa población fantasmal, a la vez tan próxima y tan lejana, se

trata en esta reunión. Por encima y por debajo de las consideraciones

turídicas , los análisis y las búsquedas normativas en el terreno del

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derecho interno e interna ciona l, es de ese pueblo de l a s sombras que

estamos hablan do. en esta ~ora de estud io y de reflexión, destina da a

crear instrumen tos más eflcaces en defensa de l as libertades y los

derechos pisoteados por las dictaduras , la presencia invisible de miles

y miles de desaparecidos a:_~2cede y rebasa y continúa todo el trabajo

intelectual que poda!llos C_ll~l;:li r en estas jornadas. Aquí j en esta sala

donde ellos no est~n, do~~e se los evoca como una razón~ de trabajo,

aquí hay que sentirlos pre 3e~tes y próximos, senta dos entre nosotros,

mirándonos, hablándonos . ¿I te cho mismo de que entre los participantes y

el pÚblico haya tantos parientes y amiros de desaparecidos vuelve todavía

más perceptible esa innumerable muchedumbre conf ret'ada en un silencioso

testi!llonio, en una impla cable acusación. fero también es~án las voces

vivas de los sobrevivientes y de los testir,os, y todos los que hayan

leído informes como el de la Comisión de Derec!.os HU!Ilanos de la OEA

~uardan en su memori~'limpres os con letras de fueFO, los casos presantados

como típicos, las muestras aisladas de un exterminio que ni siquiera se

at-reve a decir su nO'1lbre y que abarca 41( miles y miles de casos no tan bien

documentados pero ipualmen te ~onstruosos. Así, mirando tan sólo hechos

aislados, ¿quién pOdría olvidar la desaparición de la pequeña Clara Anahí

~ariani, entre la de tantos otros ni~os y adolescentes que v1vían 11¡era

de la historia y de la política, sin la menor responsabilidad frente a

los ~ue ahora pretenden ra zones de orden y de soberanía nacional para

justificar sus crímenes? ¿ ,Juién olvida el destino de Jilvia Cora zza di?

3ánchez, la joven obrera cuya niña nació en la c~rcel, y a la que llevaron

meses después para que entre, ara la criatura a su abuela antes de hacerla

desaparecer defini tivamen"te'( ¿ .,¡uién olvida el alucinante testimonio sobre

el campo militar "La Perla" escrito por una sobreviviente, Craciela

Susana ~ euna, y publicado por la Comisión Ar,entina de ~erechos human03?

¡Cito nombres al azar del recu erdo , i:n~renes aisladas de unas pocas

lápidas en un inte~inabl e cementer io de sepultados en vida. }ero c~da

~ omtre vale por cien, por ~i l C930 3 P2rc ~idos , que s ólo 9 9 diferencian

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por los grados de la crueldad, del sadis~~o, de esa monstruosa voluntad

de exterminación que ya nada tiene que ver con la lucha abierta y sí en

cambio con el aprovechamiento de la fuerza bruta, del anonimato y de las

peores tendencias humanas convertidas en el placer de la tortura y de

l a vejación a seres indefensos. 3i de algo siento verfdenza frente a

este fratricidio que se cumple en el más profundo secreto para poder '. , .,

negarlo después cínicamente, es qu.e sus -responsables y ejecutores son

argentinos o uruFUayos o chilenos, son los mismos que antes y después

de cumplir su sucio trabajo salen a la superficie y se sientan en los

mismos cafés, en los mismos cines donde ,

aquellos que se reunen hoy. " .. manana pueden ser sus víctimas. Lo digo sin ánimo de paradoja. Más felices

son aquellos pueblos que pudieron o pueden luchar contra el terror de

U!1.a ocupaci ón extran jera. ~lás felices, sí, porque al menos sus verdugos

vienen de otro lado, hablan ptro idioma, responden a otras ~aneras de

ser. Cuando la desaparición y l~ tortura son manipu~adas por quienes

hablan como nosotros, tienen nuestros mismos nombres y nuestras mismds

escuelas, comparten costumbres y gestos, provienen del mlsmp suelo y.

de la misma historia, el abismo que se abre en nuestra conciencia y en •

nuestro corazón es infinitamente más hondo que cualquier palabra que

pretendiera describirlo.

Pero precisamente por eso, porq le en este momento tocamos fondo como

jamás lo tocó nuestra historia, llena sin embargo de etapas sombrías,

precisamente por eso hay que asumir de frente y sin tapujos esa realidad

que muchos pretenden dar ya por terminada, ~ay - que mantener en un . 1

obstinado presente, con toda su sangre y su i[nominia, algo que ya se , 1

esta queriendo hacer entrar en el cómodo país del olvidO; hay que seguir

considerando como vivos a los que a aso ya no lo están pero que tenemos

la obligación de reclamar, uno por Ino,

finalmente ~ verdad que hoy se pre ende 11

hasta que la respuesta mues·tre

escamotear. Por eso este

coloquio, y todo lo que podamos hac r en el plano nacional e internaclo-

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nal, tiene un sentido que va mucho más allá de su fina~idad inmediata; I

el ej emplo admirable de las "¡adres de la Plaza de ~:ayo está ah! como

algo que se llama dignidad, se llama libertad, y sobre todo se llara3

futuro.

Julio Cortázar, enero d~ 1981.