Índice · Sor Miriam, O.S.C. - Cork ... Ya se acerca el maravilloso tiempo de Navidad, un tiempo...

cTc - comunión y comunicación

1

Índice

1. Oficio pro Monialibus ..................................................................... 3

1.1. Saludo ..................................................................................... 3

Fray Fernando Mendoza Laguna, O.F.M.

2. Artículos .......................................................................................... 6

2.1. Vida de una cristiana: la carrera ligera de la fidelidad. Clara de Asís y su camino espiritual ................................... 6

Sor Chiara Amata Tognali – Bienno (Italia)

2.2. Puesto como ejemplo y espejo… Desde un San Damián más allá de los Alpes: las Clarisas en Austria ................ 40

Sor Helmtrude Klara Aschauer, O.S.C.-M. Enzersdorf (Austria)

2.3. De la carta de la presidenta de la Federación Madre Jerónima .............................................................................. 56

Sor Marrieta S. Vega, O.S.C. – Filipinas

2.4. Misericordia entrañable .................................................... 58

Sor María Ángel Prada, O.S.C. - Cantalapiedra (España)

3. Noticias… ...................................................................................... 64

3.1. Federación de clarisas coletinas en Irlanda y Escocia: Asamblea federal 6-11 julio 2015 .................................... 64

Sor Miriam, O.S.C. - Cork

3.2. 1415-2015: 600º aniversario de la fundación del Monasterio de Poligny por santa Coleta ....................... 78

Sor Marie-Catherine - Poligny

3.3. La fundación del monasterio de Poligny ......................... 78

Annie Gay

3.4. Mensaje de Basilán (Filipinas) .......................................... 81


2

3.5. Capítulo de las Esteras de la Federación de Hermanas Pobres de Santa Clara de Gran Bretaña ......................... 83

3.6. Novena a santa Clara 2015 ............................................... 85

3.6.1. Francia, Nantes ................................................... 85

3.6.2. Filipinas, Federación Madre Jerónima................ 87

3.6.3. Austria, Maria Enzersdorf ................................... 88

3.6.4. USA, Belleville, IL ................................................ 91


3

1.

1.1 Saludo

Queridas Hermanas: Paz y bien

Ya se acerca el maravilloso tiempo de Navidad, un tiempo igual que todos los tiempos, pero diferente por más de un mo-tivo. A simple vista se ve que la vida se vive de una manera diferente, los días son iguales y las expresiones familiares y personales no son las mismas, hay algo más allá de mí mismo que genera un ambiente festivo y alegre, nosotros cristianos creemos que la Navidad es el motivo profundo que hace ver la vida de manera diferente. Pero hay que decirlo de manera explícita, la Navidad es el nacimiento de nuestro Señor Jesu-cristo, es la encarnación de Dios. La Navidad no es el tiempo, el tiempo es (la duración) el espacio en que celebramos el miste-rio del Dios que se hizo carne, que tomó nuestra carne para convivir con nosotros. El origen de la encarnación segura-mente está en la Trinidad. Dios trino y uno dispuso que una de las personas de la Trinidad santa, el Verbo de Dios viniera al mundo a ayudarnos para que pudiéramos llegar hasta Dios mismo.

«Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros», así lo expresa san Lucas y así lo vivimos los cristianos. Un cristiano se emociona con la gran noticia de que Dios ha tomado nuestra


4

carne para hacer posible que nosotros los humanos podamos ser por participación, Dios. Él toma nuestra carne y nos parti-cipa su ser divino. Él es Dios y se hizo carne para que nosotros humanos seamos divinos.

Y el motivo de estas letras, es la presentación del próximo número de la revista cTc.. Gracias a la colaboración de las hermanas que siguen enviando, con generosidad y entusias-mo, material para hacer posible este medio de comunicación, está casi listo el siguiente número. Y al presentar el nuevo número de la revista quiero referirme a un elemento esencial de nuestro bello carisma, el elemento de la fraternidad. Nues-tros padres Francisco y Clara intuyeron muy bien y expresaron mejor este elemento fundamental del cristianismo en general, pero dado de una manera especial a nuestros fundadores. Desde las palabras del Cristo en San Damián «Francisco no ves que mi casa está en ruinas, levántate y repárala», el pobrecillo, poco a poco, fue entendiendo el significado más profundo, se dio cuenta que la Iglesia estaba dividida, que algunos herma-nos no podían vivir al interno de la comunidad, que había una gran desigualdad, entonces Francisco y Clara fueron actuan-do de una manera acorde a lo que sus ojos constataban: Fran-cisco se fue a vivir con los separados de la comunidad y Clara se despojó de las comodidades de su condición noble y se hizo pobre por amor al que nació en el pesebre y murió desnudo en la cruz. Y desde su experiencia, Francisco enseñó a los herma-nos una y otra vez que todos por ser hijos del mismo padre somos hermanos, y Clara igualmente enseña a las hermanas la manera de tratarse entre sí como hermanas.

Siguiendo ese ejemplo las Constituciones O.F.M., afirman desde el principio que: «La Orden de san Francisco es una Or-den de hermanos o una Fraternidad». Y las Constituciones de


5

las hijas de santa Clara de la misma manera, dicen: «Por eso nuestra familia que se denomina acertadamente “Orden de Santa Clara”, o también “Orden de las Hermanas Po-bres” constituye la segunda Orden». San Francisco y santa Cla-ra vivieron la convicción de ser hijos de Dios y si todos somos hijos, entonces todos somos hermanos. Yo creo que hemos olvidado mucho nuestra identidad, estamos más atentos e interesados en otra cosas; en muchos hermanos y hermanas ese elemento que nos define lo que somos, ser hermanos, ser hermanas, ha pasado a un lugar secundario. ¿No será en mu-chas comunidades el origen de nuestros males? O de otro modo, viviendo y expresando ese elemento esencial de nues-tro carisma podemos aspirar a un mundo mejor, a una Iglesia mejor, a verdaderas comunidades donde se conviva y se com-parta la vida y los dones.

Finalmente, la realidad del mundo urge una mejor vivencia y expresión de lo que somos, vivir con pasión nuestra filiación divina y también nuestro ser fraterno. Sabernos y sentirnos hijos de Dios para querer y poder ser hermanos.

Queridas hermanas, que el Padre bueno que nos mandó a su Hijo, que Jesús que se encarnó y que el Espíritu que nos habita, nos concedan el don de la fraternidad, que nos conce-dan la gracia de ser hermanas. Feliz Navidad y Año 2016 abun-dante de bendiciones.

Fr. Fernando Mendoza Laguna, O.F.M.


6

2. Artículos

2.1. Vida de una cristiana: la carrera ligera de la fidelidad. Clara de Asís y su camino espiritual

Sor Chiara Amata Tognali – Bienno (Italia)

Me gustaría narrar, en lo posible, algo de la vida interior de la madre santa Clara, algo de su viaje espiritual. Tal vez sea una posibilidad demasiado arriesgada, dados los pocos elementos que poseemos. Este intento de esbozar un desarrollo del pensamiento y la experiencia espiritual en la vida de Clara quiere expresar el deseo de una clarisa de hoy para encontrar en ella no solo una madre venerada, sino también una hermana en el camino.

La primera vez que, históricamente, podemos escuchar la voz viva de Clara estamos ya en el 1234-1235, cuando escribió la primera de las cartas que poseemos. No tiene fecha, pero su contenido nos da a entender que fue escrita después de Pen-tecostés de 1234, día en que Inés de Praga llegó solemnemen-te al monasterio que fundó en Praga. Clara fue informada de todo esto, y puede ser que la misma Inés ya hubiese intentado el contacto con San Damián. Llena de alegría por el paso dado por Inés, algo que Clara había deseado durante mucho tiempo,


7

le escribe1. La primera carta se abre solemnemente con la pre-sentación de los dos corresponsales.

A la venerable y santísima virgen, señora Inés, hija del ex-celentísimo e ilustrísimo rey de Bohemia: Clara, indigna servi-dora de Jesucristo y esclava inútil de las Damas Encerradas del monasterio de San Damián, súbdita y sierva para todo, se le encomienda enteramente con especial respeto y le desea que alcance la gloria de la felicidad eterna.

En principio encontramos a Inés, en su dignidad social alta (es señora, hija del rey) y evangélicamente significativa (una virgen santa y venerable). Y ante ella, Clara, que se presenta de manera casi antitética con títulos humildísimos y de carácter exclusivamente evangélico: indigna sierva de Jesucristo, sierva inútil, súbdita.

Pensándolo bien no se puede deducir para nada que Clara renunciara totalmente a presentarse con unas mínimas cre-denciales sociales propias, en una sociedad en que eran tan importantes; en el fondo tampoco ella venía de los siervos de la gleba, sino de una familia aristocrática, aristocracia provin-ciana, pero caracterizada de cierta distinción. Tales títulos son

1 El estudio de la forma retórica (Chiara d’Assisi, Lettere ad Agnese - La

visione dello specchio, a cura di Giovanni Pozzi, Beatrice Rima, Piccola Bi-blioteca Adelphi, 1999) se orienta en esta dirección. Clara no escribe a Inés para tener el gozo de corresponder con una hermana distante narrándole la propia experiencia interior (aunque esto también suceda), Clara le escri-be para responder a graves y urgentes problemas. Las dos mujeres tuvieron una larga lucha para salvar lo específico de su propia experiencia francisca-na, una lucha de éxito incierto hasta el fin. Están escritas (por desgracia no conservamos ninguna carta de Inés a Clara) para poder mantener una línea común para obtener del pontífice que avale cuanto llevan en su corazón. Solo en la carta cuarta se elimina este discurso.

http://www.adelphi.it/catalogo/collana/5

http://www.adelphi.it/catalogo/collana/5


8

pura vanidad, lo sabemos, pero, generalmente, somos tenta-dos de darles un cierto peso. Aquí, las únicas credenciales pre-sentadas son aquellas, de veras consistentes y no vanas, del servicio a Dios y a las hermanas. Ya este hecho nos dice mucho sobre cuánto el Evangelio había echado raíces en el ánimo de Clara, que en aquella época tendría unos cuarenta años.

Vayamos a la razón de la carta. Clara declara la alegría que embarga su corazón por la buena reputación de que goza entre el pueblo cristiano la princesa lejana y explica:

El motivo es el siguiente: mientras que hubieses podido más que nadie disfrutar de las glorias, honores y prestigio del mundo, pudiendo legítimamente casaros con el ilustre emperador con maravillosa gloria, como hubiese sido conveniente para usted y su estado sublime, rechazando todo, habéis elegido en su lugar, con toda el alma y el afecto del corazón, la santísima pobreza y la penuria corporal, tomando un marido de linaje más noble, el Señor Jesucristo, que custodiará vuestra virginidad siempre inmaculada e intacta.

Clara insiste sobre el gran salto dado por Inés que ha re-nunciado a los lujos y a los honores del mundo para elegir la pobreza y la penuria, ha renunciado a las nupcias con el empe-rador para abrazar la virginidad consagrada al Señor Jesucristo. En el momento mismo que canta las proezas de Inés, tan em-blemáticas por su excelsa condición social de origen, Clara también esboza su propia historia. El salto dado por Inés tam-bién lo ha cumplido ella. En su pequeña ciudad de provincia habría podido gozar de los lujos y del prestigio del mundo, cuanto menos del mundo que la rodeaba, y en cambio eligió vivir pobre y sabemos que durante años fue una pobreza ver-dadera y dura la suya y de penuria corporal. También ella


9

habría podido tener un esposo de noble condición que le ha-bría asegurado una posición honorable y de prestigio, sin em-bargo había cortado los puentes con aquel mundo, confiando su vida a un esposo de estirpe todavía más noble.

Es bastante cierto que los principios de una historia encie-rran su sentido, por tanto, podemos pensar que aquí, hacien-do resonar en la aventura de la hermana lejana la propia aven-tura, Clara nos diga qué sentido tiene para ella y qué sentido quiere proponer a Inés.

Se nota todavía vibrar en sus palabras de alegría, la emo-ción de aquella decisión suya juvenil tan atrevida, y hasta un tanto arriesgada2. Cuando Clara dejó a hurtadillas su casa y distribuyó su dote a los pobres, lo suyo fue un auténtico tirarse a la calle, socialmente hablando, un gesto muy arriesgado, un verdadero paso de una condición social alta a un género de condición vil, como lo llama la vida de Celano. Ciertamente un gesto que causó sensación, suscitando la vergüenza y la cólera de los padres y el chismorreo del país. Su fuga de casa todavía queda hoy en la memoria de los fieles, más que su, así llama-da, repulsa de los sarracenos. Por el testamento y por la regla sabemos que el ejemplo de Francisco y su intuición, fueron los que le introdujeron en su corazón el deseo de seguir a Jesús en pobreza, mientras en las cartas esto no es evidente y Francisco es nombrado una sola vez.

2 Las hermanas alemanas han publicado un libro sobre Clara y las clari-

sas y lo han titulado Gewagtes Leben, vida aventurada, arriesgada: me ha parecido un título muy feliz.


10

En el testamento la atmósfera espiritual es muy diferente y la motivación que da Clara del propio camino desde el princi-pio es aquel del poenitatiam facere como Francisco. El testa-mento, sin embargo, fue escrito hacia el fin de la vida y en el recuerdo los acontecimientos se han centralizado en lo esen-cial. Además, Clara lo escribe pensando que quizá sea su últi-ma oportunidad para subrayar aquello que de veras le interesa y está en tela de juicio. El tema de la virginidad y los esponsa-les con Cristo no han sido nunca discutidos y, por tanto, no habla de ello.

En las cartas, en cambio, donde aparece toda la riqueza de la vivencia espiritual de Clara, en el centro está el esposo Jesu-cristo. Clara comienza propiamente como una enamorada. Pobreza y esposo se funden en su imaginación, porque la po-breza ha sido elegida de modo privilegiado por él.

¡Oh piadosa pobreza, la que se dignó abrazar con predilec-ción el Señor Jesucristo, el que gobernaba y gobierna cielo y tierra, y, lo que es más, lo dijo y todo fue hecho!

Enamorarse del Señor Jesús y buscar y amar la pobreza es para Clara lo mismo. Esta primera carta programática canta en todos los sentidos el «salto» que dio: tan grande y de tal cali-dad, encarnándose en el seno de la Virgen, quiso aparecer en este mundo como un hombre despreciado, necesitado y po-bre... para que los hombres se hicieran en él ricos.

En este sentido se lee la vida de Inés y la suya:

Vos, al preferir el desprecio del siglo a los honores, la po-breza a las riquezas temporales, y guardar cuidadosamente los tesoros en el cielo y no en la tierra… os habéis asegurado una recompensa copiosísima en los cielos, y has merecido


11

dignamente ser hermana, esposa y madre del Hijo del Altísi-mo Padre y de la Virgen gloriosa.

Él, siendo rico, se hizo pobre, descendió hacia los hombres para que los hombres, pobrísimos e indigentes, con gran nece-sidad del alimento celeste.

Ella e Inés, en la debida proporción, de ricas se hicieron po-bres por su amor, para tenerlo como esposo. La pobreza de él sugiere e inspira el vivir en pobreza. El crucificado pobre, ama-do con ardiente deseo, empuja a vivir pobres. Según las cartas o, incluso, según todos los escritos de Clara, la pobreza siem-pre se ve en referencia a Cristo, no tiene resonancias ascéticas.

Sin embargo, en todo este discurso de Clara falta comple-tamente la comparación concreta con los pobres, que está, en cambio, presente en los relatos de su juventud contenidos en la biografía escrita por Celano y en los testimonios del proceso. En tales narraciones aprendemos que la joven Clara veía a los pobres y, teniendo compasión de ellos, se privaba a veces de la comida para dársela. Además, muchos testigos anotan que vendió su herencia para dársela a los pobres, (entre estos tes-timonios también el de la hermana Beatriz, añadiendo que vendió también una parte de la suya), rechazando incluso la oferta generosa de sus parientes. Fuera de estos testimonios de juventud no emerge nunca en Clara una referencia a los pobres en sentido sociológico. Naturalmente, no quiere decir que esto no haya continuado siendo así en el curso de su vida en San Damián, simplemente no hay testimonio. En base a los datos que tenemos podemos suponer un cambio de perspecti-va en la actitud de Clara: de los pobres a la pobreza. O más precisamente: de los pobres a Cristo pobre. Y Cristo pobre permanecerá siempre en el centro de su experiencia espiritual.


12

La centralidad de la relación con Cristo pobre hace, por tan-to, que los temas de la pobreza y los desposorios estén estre-chamente ligados. Pero no olvidamos que Clara está escribien-do para transmitir a la princesa simpatizante lo que propone como vida, le está explicando el carisma, diríamos hoy.

Quiere hacerle saber claramente lo que ella y sus hermanas han elegido vivir y darle motivaciones espirituales. El fuego en Inés ya está encendido, se trata de confirmarlo y orientarlo. Todo esto en un ambiente de alegría auténtica por la elección de Inés y por el entusiasmo en el seguimiento del Señor Jesu-cristo.

En tal contexto, incluso siguiendo todos los cánones de una epístola para personas importantes, y citando, además, con gran abundancia frases ajenas, no solo la Biblia y liturgia, Clara deja filtrar su vivencia.

Su pasión por el Señor. La pobreza que ella canta nos pare-ce casi como su dote nupcial. En lugar de las riquezas que ella e Inés han dejado y que sería su dote al casarse con un hom-bre, aunque sea famoso, las dos mujeres traen como dote la pobreza y la ensalzan con muchas modulaciones diferentes. Bendita, santa, piadosa, ya ha sido elegida por él, así que es la dote ideal para estar unidas a él.

…al preferir el desprecio del siglo a los honores, la pobreza a las riquezas temporales, y guardar cuidadosamente los teso-ros en el cielo y no en la tierra… has merecido dignamente ser hermana, esposa y madre del Hijo del Altísimo Padre y de la Virgen gloriosa.

Ricas con tales dotes Clara e Inés tienen confianza que no sucumbirán en nada al adversario en la lucha y podrán entrar


13

por la calle estrecha y la puerta angosta en el reino de los cie-los. Ahora se presentan sobre la escena como las que han hecho un negocio, (lenguaje empresarial que Clara no habría usado), el negocio de su vida. Realmente un gran y loable in-tercambio: dejar los bienes temporales por aquellos eternos: un intercambio prudente e ingenioso.

Estamos en el 1234. Clara expresa todo su entusiasmo y el auténtico amor nupcial por Cristo porque está llena de espe-ranza. Espera que podrá vivir lo que ha intuido que debe vivir, espera que esto también pueda tomar una forma institucional, espera que esto también sea posible para Inés.

Sin embargo ya ha experimentado bastantes desilusiones. Ella y sus hermanas ya han tenido que luchar para salvaguar-dar de algún modo su intuición de vida, ese vínculo estrecho y místico entre el amor hacia el Señor Jesucristo y el amor por la pobreza.

Cuándo Clara escribe esta carta ya ha vivido muchos en-cuentros y choques con el que tanta importancia ha tenido también en la historia de los frailes, el cardenal Hugolino, más tarde Gregorio IX. Sabemos que tuvo relaciones muy amiga-bles con Clara y las hermanas: hay una carta de 1220 en la que él escribe a Clara recordando con dulzura y nostalgia una pas-cua vivida en San Damián y esta trasluce consideración, afecto, afinidad espiritual con las hermanas.

Él continuó demostrando consideración y cariño, pero en cuanto a la afinidad espiritual pronto se hallaron discrepan-cias. Clara recibió de él algunas grandes e importantes desilu-siones. Dada la bella relación con la hermandad creyó cierta-


14

mente poder contar con él para una adecuada aprobación jurídica de la experiencia de San Damián.

De hecho las indicaciones que Hugolino tuvo originariamen-te del papa Honorio III imponían respetar el deseo de pobreza que emergió de muchos grupos de mujeres religiosas. Con el transcurso del tiempo sin embargo, su experiencia lo llevó en otra dirección. En la mente de Hugolino, ya Gregorio IX, San Damián fue tomando forma como un ejemplo de la excelencia que se ofrecerá a las mujeres que estaban tratando de vivir una vida religiosa fuera de los monasterios tradicionales.

Pero la excelencia que él tenía en mente se refería a la aus-teridad, sobre todo al ayuno y al silencio, la virginidad y la clausura, no la pobreza. Clara se encontró, por lo tanto, duran-te años, en una incómoda situación: permanecer en comunión y amistad con Hugolino-Gregorio IX, manteniendo sus propias e inderogables posiciones. El choque decisivo se tuvo en 1228 cuando él visitó San Damián e intentó por una última vez pro-poner lo que le parecía importante.

El señor papa Gregorio, de feliz recuerdo, hombre tan dig-no de veneración por sus méritos personales como dignísimo por la Sede Apostólica que ocupaba, amaba muy particular-mente, con paternal afecto, a nuestra santa. Mas, al intentar convencerla a que se aviniese a tener algunas posesiones, que él mismo le ofrecía con liberalidad en previsión de eventuales circunstancias y de los peligros de los tiempos, Clara se le re-sistió con ánimo esforzadísimo y de ningún modo accedió. Y cuando el pontífice le responde: «Si temes por el voto, Nos te desligamos del voto», le dice ella: «Santísimo Padre, a ningún precio deseo ser dispensada del seguimiento indeclinable de Cristo».


15

Un acontecimiento como este no puede ser pasado como agua fresca en la vida de Clara: el dolor de no sentirse com-prendida por una persona con la que tuvo una relación afecti-va, el hecho de que esta persona fuera el papa y, por tanto, una autoridad imposible de ignorar, y el hecho que cuanto Gregorio proponía no fuera para nada irracional.

Todo esto puso, sin duda, a Clara en una situación de crisis. Crisis en el sentido que se encontró con el deber de juzgar y también de decidir sobre la importancia de muchos elementos emotivamente significativos. La decisión clara que tomó fue decisiva para la suerte de San Damián. Y Gregorio IX concedió el Privilegio de la pobreza, y creo que fue también decisiva, incluso para ella.

Su toma de posición tan clara la alejó espiritualmente y afectivamente de una persona que por tanto tiempo fue im-portante para ella, para las hermanas y para los frailes, la po-nía totalmente en una posición solitaria, porque creo que si hubiera decidido en aquel entonces de otra manera las her-manas la hubieran seguido.

Por el Testamento sabemos que también dentro de la her-mandad de San Damián se había experimentado debilidad sobre este punto: la tentación de desistir de una radicalidad que a veces parecía ser terca.

La decisión pesó sustancialmente sobre Clara, que en el momento del encuentro/choque con Gregorio era joven, tenía algo más de treinta años y se había jugado de verdad el todo por el todo: Gregorio, incluso, podría haberse irritado, impo-niéndose en nombre de la obediencia, y avergonzarla como arrogante.


16

No lo hizo y esto demuestra también su valor y la conside-ración profunda que tenía hacia Clara. El momento vivido, sin embargo, hizo a Clara más consciente de sí misma y más firme en lo que surgió como la pieza esencial del «carisma» recibido por Francisco.

A partir de este momento Clara siente el peso y la responsabilidad de llevar el legado de Francisco, pero también siente la alegría de hacerlo y la confianza en la escucha de la Iglesia institucional.

Esta confianza es la que brilla en la primera carta a Inés , en la cual la libre difusión de su canto a la pobreza quiere susten-tar y convencer a Inés, no al papa. Quiere motivar a la herma-na lejana: he creído deber suplicar a vuestra excelencia y santi-dad, en cuanto puedo, humildemente, en las entrañas de Cris-to, que os confirméis en su santo servicio.

Efectivamente, por la documentación no está claro que en un principio Inés tuviese claro este elemento de la pobreza, tanto es así que su monasterio estaba equipado con posesio-nes. Sabemos con certeza que hasta mayo de 1235 el monas-terio de Praga pedía y conseguía del papa el hospital de san Francisco con todas sus rentas. Los contactos con Clara, sin embargo, la empujaron a abrazar con decisión a Cristo pobre y a dar pasos importantes para dar forma a su vida y a la de su comunidad según la de San Damián.

La historia aquí se extrae de las cartas del papa a Inés, que poseemos con fecha precisa. Pero no podemos saber con cer-teza la fecha exacta de la segunda carta de Clara, que se inclu-ye en la correspondencia Inés/Gregorio. Seguramente cuando


17

todavía la lucha estaba abierta y todavía estaban las cartas sobre la mesa.

En la carta se percibe una tensión acentuada. Incluso ex-presándose siempre en un tono elevado y espiritual, se nota que en Clara existe una urgencia, una preocupación que en el momento de la primera carta no había surgido. La hipótesis más confirmada data esta carta entre el 1235 y el 1237, cuan-do está vivo el problema del hospital cuyas rentas son asigna-das al monasterio de Praga.

Inés quiere quitarse esto de encima, pero hay complicacio-nes y Clara interviene con todo el peso de su autoridad. Del vos hemos pasado al tú más familiar, y los saludos iniciales han sido reducidos al mínimo para ir directo al meollo de la cuestión:

A la hija del Rey de reyes, a la sierva del Señor de los que dominan, a la esposa de Jesucristo y, como tal, reina nobilísi-ma, señora Inés: Clara, servidora inútil e indigna de las Damas Pobres, le augura salud, y vivir siempre en suma pobreza.

Este es el punto: vivir en suma pobreza. Clara esperó duran-te mucho tiempo que la princesa bohemia pudiera vivir com-pletamente aquello que ella siempre había soñado con poder vivir, y, por lo tanto, renueva su presión insistiendo sobre las motivaciones espirituales:

…solo una cosa en necesaria, y esto único es lo que protes-to y aconsejo, por amor de aquel a quien te ofrendaste como hostia santa y agradable: que, recordando como otra Raquel tu propósito, y mirando siempre tu punto de partida, retengas lo que tienes, hagas lo que haces, y jamás abandones. Con andar apresurado, con paso ligero, sin que tropiecen tus pies


18

ni aun se te pegue el polvo del camino, recorre la senda de la felicidad, segura, gozosa y expedita; y con cautela: de nadie te fíes ni asientas a ninguno que quiera apartarte de este propó-sito, o que te ponga obstáculos para que no cumplas tus votos al Altísimo con la perfección a la que el Espíritu del Señor te ha llamado.

Este no consentir que nadie quiera hacerte volver atrás de tu propósito es evidente el eco de la propia lucha, del propio no haber consentido, y es difícil no pensar que este nadie sea precisamente Gregorio IX. La impresión que se habla de él está confirmada algo más adelante, cuando, después de haber en-comendado seguir los consejos de fray Elías, ministro general, Clara añade:

Y, si alguien te dijese o sugiriese algo que estorbe tu per-fección, o que parezca contrario a tu vocación divina, aunque estés en el deber de respetarle, no sigas su consejo.

Es bastante fuerte esta expresión. Podríamos pensar que también humanamente las relaciones entre Clara y Gregorio IX estuvieran precisamente deterioradas, incluso porque en una carta de aquel periodo de Gregorio IX a Inés encontramos la exhortación a no escuchar nada sugerido por alguien, quizá concienzudo, pero no provisto de ciencia, y este alguien podría ser la misma Clara (o bien fray Elías).

Preferimos sin embargo pensar que sencillamente a Clara le apetezca hacer con Inés aquella parte que hizo Francisco en su comparación y de sus hermanas, cuando dijo: y os ruego, mis señoras, y os aconsejo que siempre viváis en esta santa vida y pobreza.


19

Clara ve que muchas cosas no están yendo como ella y Francisco soñaron. Francisco ha muerto, las presiones por una igualación en la forma de vida por él propuesta sobre los estándares que tiene en mente Gregorio, son fuertes. En el momento mismo en que Clara trata de imponer su propia au-toridad como garante del carisma, parece que cierta angustia se apodera de ella. Siente crecer en la Iglesia y en la orden cierta resistencia al ideal originario, siente también un poco la marginación y, al mismo tiempo percibe la tentativa de Grego-rio IX de utilizar su fama y autoridad para sacar adelante sus propios planes de normalización del mundo religioso femeni-no. Al final de la segunda carta hablando a Inés también se dice a sí misma:

Abraza como virgen pobre a Cristo pobre. Míralo hecho despreciable por ti, y síguelo, hecha tú despreciable por él en este mundo. Oh reina nobilísima: observa, considera, con-templa, con el anhelo de imitarle, a tu Esposo, el más bello entre los hijos de los hombres, hecho por tu salvación el más vil de los varones: despreciado, golpeado, azotado de mil formas en todo su cuerpo, muriendo entre las atroces angus-tias de la cruz.

Este paso está muy lejos del canto alegre de la primera car-ta. Aparecen temas nuevos: Cristo es sí el pobre; sin embargo su pobreza no tiene ahora nada bello y noble, como podría aparecer en el irresistible entusiasmo de la primera carta. El Señor se contempla en el punto más bajo de su humillación: despreciable, vil, despreciado, golpeado, moribundo.

Algo de lo que se describe aquí, Clara y sus hermanas lo habían probado, como cuenta Clara en su Testamento. Evo-cando los inicios del camino recuerda que el propio Francisco había constatado:


20

aunque débiles y flacas según el cuerpo, no había penuria, ni pobreza, ni trabajo, ni tribulación, ni afrenta, ni menospre-cio del mundo que nos arredrase.

Aquellas condiciones que ella ahora contempla en la vida del Señor Jesucristo.

Por supuesto, este modo de considerar la redención fue precisamente una espiritualidad que estaba naciendo enton-ces y de la que Clara está influenciada indudablemente. ¿Pero por qué sacar justo aquí tales consideraciones, por qué insistir aquí sobre el hecho de que Cristo se hizo despreciable y vil, si no es porque siente que de algún modo esta pasión también la está viviendo ella? ¿Por qué se agarra a la contemplación de un Cristo cuya pobreza aparece ahora abandonada y degrada-da? En el momento en que parece nublarse la esperanza de transformar en realidad la intuición evangélica de los inicios, no queda más que unirse a Jesús en su humillación máxima:

Si sufres con él, reinarás con él; si con él lloras, con el go-zarás; si mueres con él en la cruz de la tribulación, poseerás las moradas eternas en el esplendor de los santos,

escribe entonces a Inés. La diferencia entre los apuros e in-famias experimentadas al principio y aquellas experimentadas ahora, está en el hecho que entonces estaba Francisco, que entonces eran jóvenes y plenas de confianza, que entonces tenían ante sí todo el futuro. Ahora, sin embargo, han pasado más de veinte años de aquellos principios. Clara y las herma-nas han permanecido fieles a su ideal, la fama de su santidad ha desaparecido, pero esto no ha sido suficiente. En torno a ellas se cierra el círculo. Quizá a ella, Clara, y a las hermanas en ese momento presentes en San Damián, podrán vivir como han deseado y prometido, pero nada garantiza que podrán


21

hacerlo las que vengan después de ellas. ¿Y qué lugar se con-cederá a otras comunidades que querrán vivir el Evangelio sobre el ejemplo y las palabras de Francisco? Para Clara, la primera, la precursora de este sueño, la lideresa indiscutida, el horizonte se oscurece, la duda de haber inducido a las herma-nas en una aventura sin resultado la sobrecoge y busca con-suelo en la pasión del Señor y en la esperanza escatológica.

No renuncia, sin embargo, a luchar y esta carta es la demos-tración de ello.

Todo está todavía en juego. En la carta Clara instaba para que Inés comprendiera totalmente el valor de la santa, bendita pobreza, y obtenga del papa poderla vivir también en su co-munidad. Parece querer decir que Inés haya entrado gradual-mente en este deseo de pobreza absoluta. Poseemos, en efec-to. dos cartas de Gregorio IX a Inés, una de 1234 y otra de 1235, con las que les confirma que podrán gozar de los bienes y las rentas del hospital de San Francisco anexo al monasterio. En la carta de 1235 se dice claramente que le es concedida tras su solicitud. En el abril de 1238 el mismo papa accede a una muy diferente solicitud de Inés y admite que ella y las herma-nas puedan renunciar a tal hospital con todo sus derechos, rentas etc., y les concede el privilegio de la pobreza según el modelo concedido a San Damián.

Clara puede, pues, suspirar con alivio: algo se mueve, la hermana lejana ha comprendido hasta el final qué significa abrazar al crucificado pobre y el papa concede que también en Praga puedan vivir pobres.

Si es verdad que el discurso sobre la pobreza es la punta de lanza de la especificidad que Clara y las hermanas quieren vi-


22

vir, no es, sin embargo, la única. Han recibido de Francisco otras indicaciones, enseñanzas de vida, un modo de vivir el Evangelio que no corresponde al de las reglas que les son pro-puestas e impuestas.

En 1238, en efecto, para orientación de su vida el papa les ha dado una formula vitae compuesta por él y a ella se tienen que atañer, con sujeción a la pobreza absoluta ya que han conseguido el privilegio para custodiarla. Tal regla no responde a su espíritu, no responde a cuanto les ha transmitido Francis-co. La idea de Gregorio IX gira, sobre todo, en torno a cuatro valores fundamentales, (para él):

La virginidad y el desposorio con Cristo. Esto es compartido y apreciado también por las hermanas.

La clausura, nunca expresamente fundamentada, pero absoluta, según un espíritu que Clara y las hermanas no parecen compartir plenamente.

El silencio y el ayuno, también estos valores son comparti-dos por las hermanas, pero de acuerdo a una jerarquía y una modalidad muy lejana de aquella de Gregorio. La atención de Clara es la relación con el Señor Jesús y la relación entre las hermanas. Clausura, ayuno y silencio son estrechamente su-bordinados a mantener el corazón palpitante, no tienen su propia consistencia. Cosa que, en cambio, parece señalar fuer-temente la propuesta del papa.

En este mismo año 1238 Clara escribe a Inés su tercera car-ta y el motivo esta vez lo sabemos con precisión: tiene que contestar a una pregunta de Inés sobre el ayuno y, en efecto, se ocupa de esto en la segunda parte de la carta. En la primera


23

parte, sin embargo, se explaya en consideraciones espirituales que no parecen motivadas por la lucha que están llevando a cabo, ni tampoco por estímulos externos. La carta es preciosa, con acentos místicos verdaderamente sugestivos y abre un resquicio interesante sobre la interioridad de Clara.

Echamos enseguida un vistazo a la segunda parte, escrita para contestar a Inés que pregunta las indicaciones de Fran-cisco concernientes al ayuno. La cosa le interesa porque el papa está tratando, con su regla, de imponer a las hermanas de Praga un tipo de ayuno que ella percibe extraño a sus aspi-raciones y al espíritu con el que han vivido las hermanas de San Damián, bajo sugerencia de Francisco. Clara le da las indi-caciones, caracterizadas por gran austeridad, pero no rígidas como aquellas que el papa quiso imponer a Inés.

El papa acogió una vez más las solicitudes de Inés, pero fue la última vez. Porque a la solicitud siguiente, cuando Inés le escribe para poderse adecuar a las costumbres de San Damián, él por fin se molesta y le dice: Basta ya, haz lo que te digo yo, que te doy alimento sólido, no leche para recién nacidos, co-mo es el que alguien te propone sin criterio, (¿Clara?).

Entiendo poco de cuestiones sobre el ayuno y, por lo tanto, no me adentro en este punto para no decir tonterías. Querría solo anotar que, a este respeto, Clara recorrió un camino labo-rioso. Algunas hermanas testimonian en el proceso que su ayuno era exagerado, insensato, tanto que las hermanas se asustaron por ello y se vieron obligadas a hacer intervenir a Francisco y al obispo de Asís para moderarla un poco. Así que, al menos al principio, Clara manifestaba una aptitud inacepta-ble hacia el ayuno, un uso por su parte no equilibrado. La ex-periencia, la relación cada vez más verdadera con el Señor, la


24

intervención de Francisco, quizá también la enfermedad so-brevenida, le enseñaron probablemente la moderación, un uso del ayuno más razonable. Escribió por lo tanto, (estamos en 1238):

Mas nuestra carne no es de bronce, ni nuestra fortaleza es de piedra; sino que somos por naturaleza frágiles, y fáciles a toda flaqueza corporal; te lo digo porque he oído que te has propuesto un indiscreto rigor en la abstinencia, por encima de tus fuerzas; y te ruego, carísima, y te suplico en el Señor que desistas de él sabia y discretamente, para que así, conservan-do la vida, alabes al Señor y le ofrezcas tu obsequio espiritual y tu sacrificio sazonado con sal

El resultado que nos interesa es este: viviendo con tu vida des alabanza al Señor. Las hermanas alabarán a Dios con su propia vida. Hoy es esto lo que deseamos, que sintamos como nuestro: alabar al Señor con nuestra pequeña vida. Hoy, que somos tan conscientes de ser frágiles y proclives a toda debili-dad corporal, además de psicológica y espiritualmente, esta es una palabra que nos toca intensamente. Mucho más que las indicaciones sobre el ayuno. Curiosamente en la Regla Clara volverá a un mayor rigor sobre el ayuno, apartándose así de las indicaciones de Francisco: ¿viraje personal o adaptación forzada para conseguir la aprobación de otros puntos que le interesaban más?

Ahora consideramos el resto de la carta tercera.

Clara habla con gran exaltación de Cristo, cuya belleza ad-miran el sol y la luna, cuya bondad rebosa, cuyo recuerdo brilla dulcemente en la memoria. Parece satisfecha en su deseo de ser esposa amada, esposa que con exaltación a su vez ama:


25

ama con todo tu ser al que se ha donado por tu amor. Todo esto ya lo hemos encontrado antes en la primera carta.

A esta dimensión nupcial añade aquí otra: la materna. Clara piensa intensamente en María que lleva en su seno a Jesús.

Adhiérete a su dulcísima Madre, que engendró a un hijo tal que los cielos no podían contener, sin embargo ella lo recogió en el pequeño claustro de su sagrado seno y lo llevó en su seno de doncella.

La gloriosa Virgen de las vírgenes lo llevó materialmente: tú, siguiendo sus huellas, principalmente las de la humildad y de la pobreza, puedes llevarlo espiritualmente siempre, fuera de toda duda, en tu cuerpo casto y virginal; de ese modo con-tienes en ti a quien te contiene a ti y a los seres todos.

Estos pasos de la carta nos llevan a suponer que haya sido escrita en tiempo de Adviento, el tiempo en el que contem-plamos a María en espera del gran acontecimiento. Clara tenía muy pocos manantiales de reflexión fuera de la liturgia, y esta resonaba con gran potencia en su vida y en ls de las hermanas y daba forma a cada uno de sus pensamientos. Identificarse de algún modo con María expectante, ayudó a estas mujeres a reelaborar la misma dimensión materna. Pero no se trata sen-cillamente de un dato psicológico, aunque fuese muy impor-tante. En realidad, tal identificación las habilitó a tomar con peculiaridad femenina, el misterio de la presencia de Dios en los creyentes, el misterio de la habitabilidad, muy importante, me parece, también en Francisco.

A un cierto punto se le abre a Clara un bello resquicio a la contemplación:


26

Pues es clarísimo que, por la gracia de Dios, la más noble de sus criaturas, el alma del hombre fiel, es más que el cielo, los cielos, con las demás criaturas, no pueden contener a su Creador, pero el alma fiel –y sola ella– viene a ser su morada y asiento, y se hace tal solo en virtud de la caridad, de la que ca-recen los impíos. Así lo afirma la misma Verdad: Quien me ama, será amado por mi Padre, y yo lo amaré, y vendremos a él, y moraremos en él

Con respecto de la efervescencia de la primera carta entrevemos una interiorización, la relación con Dios ya ha embebido la vida de Clara , hasta involucrar todas las fibras de su corazón.

En pocas líneas tenemos cuatro veces el verbo contener, usado para indicar la relación de Clara, o del fiel, con Dios. Contener, ser morada, recoger o llevar en sí: es una sucesión de locuciones parecidas.

La impresión es que tal contener transmite sobre todo una mirada sobre el ser humano, le provoca un sobresalto de ad-miración por la grandeza que se le abre al hombre, si lo desea, si es fiel. Ella, que está experimentando junto a las hermanas cómo los hombres puedan ser cortos de vista, ella, que quizá también está experimentando en sí misma la fatiga y el lado oscuro, se detiene a mirar al hombre desde el punto de vista de Dios. Mirándolo de esta manera no puede por menos que alegrarse y exultar: el alma del hombre fiel es más grande que el cielo y es la más digna de entre las criaturas. La percepción positiva que Clara tiene del hombre es ampliamente testimo-niada en la Regla y de un modo verdaderamente simpático en el proceso de canonización de sor ANGELUCCIA:


27

También dijo que cuando la santa madre mandaba a las hermanas serviciales fuera del monasterio, les advertía que, cuando vieran bellos, floridos y frondosos árboles alabasen a Dios; y de manera parecida cuando viesen a los hombres y a las otras criaturas, siempre por todo y sobre todas las cosas alabasen a Dios.

De nuevo se habla de alabar, y es una alabanza muy gratui-ta, descentrada, no por la propia vida, no centrada en lo que Dios obra en ella, sino atenta, conquistada por lo que Dios obra fuera de ella, independientemente de cualquier conse-cuencia sobre su vida. Los hombres, todas las criaturas existen, y esto ya es suficiente para alabar al Creador.

Adelantando el fin de la vida de Clara, recordamos aquí sus palabras de los últimos días, cuando su mirada se vuelve sobre sí misma como una última despedida de esta vida: ¡Bendito seas, Señor, porque me has creado! Su vida se ha convertido verdaderamente en alabanza, en éxtasis por existir, y alegría por la creación rescatada.

En el conjunto luminoso de esta carta encontramos tam-bién algo que no cuadra totalmente, encontramos discretas y fugaces señales en la sombra que a veces pueden habitar en nuestra vida. Escribiendo a Inés le habla de las astucias del astuto enemigo, de la soberbia que arruina la naturaleza humana y de la vanidad que encanta los corazones de los hombres.

Dice además:

¿Quién no detestará las asechanzas del enemigo de los hombres, el cual, por la fastuosidad de unas glorias pasajeras


28

y engañosas, trama reducir a nada aquello que es mayor que el cielo?

De repente aparecen dificultades, obstáculos para vivir la santa pobreza que no son externos, no son debidos a la oposi-ción de los hombres, pero se suponen presentes en Inés y también en Clara. Habla de ello, en efecto, con la participación de quien sabe de qué se trata.

Clara opone a las insidias una reacción de alarma total, habla de horror, y esto desvela que la tentación es real, que tiene una cierta fuerza. Y recurre a consideraciones de sabor sapiencial, para no caer en la trampa:

Se engañan ciertos reyes y reinas mundanos, los cuales, aunque parece que escalan el mismo cielo con sus ambicio-nes, y se diría que con su testa rozan las nubes, al fin acaban pudriéndose.

Al menos por tres veces en esta carta se señala el hecho de que en la carrera entusiasta tras el Señor Jesucristo puede haber algún momento de impasse , algún momento en el que se siente tentada de detenerse, en el cual reaparece como atractivo todo lo que se ha abandonado. De repente nos fasci-na el lujo de bienes momentáneos y glorias falaces. Sabemos que se trata de vanidad, aquella vanidad que enamora al co-razón, como dice Clara, pero hay momentos en los que tal va-nidad puede ocultar a nuestros ojos aquello que es más gran-de que el cielo, y puede atraernos verdaderamente. Sabemos que también Clara, la incorruptible, ha percibido a veces esta tentación, ha sido sensible a este deslumbramiento.

El hecho que solo en esta carta deja entrever el peligro de ser engañados por el enemigo o sencillamente de naufragar en


29

la nada de la vanidad, nos induce a pensar que precisamente en el periodo en que escribió la carta esta tentación estuviera presente en su estado de ánimo. No había absolutamente hue-lla de fatiga interior en las dos primeras cartas, así como tam-poco hubo en la cuarta carta. La tercera carta se convierte en un valioso testimonio del camino humano de Clara. En cual-quier otro escrito, en cualquier otro testimonio sobre ella, aparece invulnerable, indomable. Casi sobrehumana. Poder entrever algo que la haga un poco más cercana a nosotros, nos hace bien, nos hace sentir acompañados por una hermana que conoce la fragilidad sin sucumbir a la misma.

Clara hace hincapié varias veces sobre la relevancia decisiva del santo propósito hecho, sobre el perseverar en lo que se ha prometido a Dios. Hallamos este dato en todo su recorrido, desde la primera carta hasta el Testamento. Cinco veces en el Testamento Clara recomienda fidelidad a lo que prometimos al Señor y al bienaventurado Francisco.

en cualquier parte que se encuentren después de mi muerte, estén, pues,obligadas a observar esa misma forma de pobreza que hemos prometido al Señor y a nuestro bienaventurado padre Francisco.

La Bendición, siempre unida al Testamento en la tradición textual, culmina así:

Sed siempre amantes de Dios, de vuestras almas y de todas vuestras hermanas, para que observéis siempre cuanto al Señor prometisteis.

El tema de la promesa está constantemente en distintas modulaciones, casi obsesivamente repetido. ¿Qué significa? En primer lugar que la fatiga de ser fieles a la pobreza prometida,


30

(porque este era el punto), era mucha y también en San Da-mián se habían abierto a veces fisuras. Todavía estamos en el Testamento:

Considerando con las demás hermanas mías, nuestra altí-sima profesión y el mandato de un tan gran padre, así como la fragilidad de otras, que temíamos ver en nosotras después de la muerte de nuestro padre Francisco…, una y otra vez nos obligamos voluntariamente a nuestra señora la santísima po-breza.

Para Clara, el remedio a tal fragilidad es reiterar el propósi-to, la promesa, la obligación libremente asumida. Su razona-miento es evangélico: la base de su promesa son las promesas de Dios, a las que sencillamente responde. El reino de Dios se promete solo a los pobres, ergo (por consiguiente) Clara pro-mete vivir pobre. Dios se ha donado totalmente, ergo (por consiguiente), Clara se dona totalmente, para siempre. Prome-ter es también donar el propio futuro, es devolver completa-mente el regalo de sí mismo. Clara quiere dar su vida hoy, ma-ñana y siempre y por eso promete. Siente que puede hacerlo, percibe su valor y su importancia. Y también percibe la obliga-toriedad, aunque esto no la asusta para nada, más bien le da una carga de entusiasmo.

consciente de tu propósito…, y mirando siempre tu punto de partida… Con andar apresurado, con paso ligero, sin que tropiecen tus pies ni aun se te pegue el polvo del camino, re-corre la senda de la felicidad, segura, gozosa y expedita; y con cautela: de nadie te fíes ni asientas a ninguno que quiera apartarte de este propósito, o que te ponga obstáculos para que no cumplas tus votos al Altísimo con la perfección a la que el Espíritu del Señor te ha llamado.


31

A nosotros, sin embargo, las promesas y obligaciones nos crean malestar, pesadez, no nos entusiasman, aunque recono-cemos su necesidad. Reconocemos que tener facultad de prometer nos hace fiables. La promesa, juntamente con el perdón3, es una de las dos grandezas que rigen el mundo, que hacen posible navegar en la imprevisible realidad. Percibimos nuestra fluidez, el hecho de no saber hoy lo que seré mañana. Y percibimos dramáticamente que el actuar de cada uno de nosotros tiene consecuencias imprevisibles en la vida de los otros. El mañana es inaprensible, soy poco fiable. ¿Cómo es posible prometer?

La facultad de prometer, dice Nietzsche, es una forma de memoria, es «la memoria de la voluntad»4. Un querer reitera-do de lo que ya se ha querido. Ahora, la memoria tiene una gran importancia en la Biblia, así como también la facultad de prometer, que permite alianzas. La revelación se inicia con la alianza que Dios hace con Abraham. Alianza ciertamente basa-da en la promesa confiada en Dios. Abraham, Clara, pueden empeñarse en la alianza contando con la promesa de Dios.

Este confiar nuestra promesa a la promesa de Dios también es posible para nosotros, es un dato indudable de la sagrada Escritura. Pero osaría decir que para nosotros es más difícil.

Clara, creo que también el hombre medieval en general, tiene una confianza básica en el orden de las cosas, en la fiabi-lidad del mundo, que gira todo alrededor del hombre. El mun-

3 Esbozo esta reflexión de Hanna Arendt, Vita aktiva. La condizione

umana, 1958, Chicago. 1964/2009 Milano, 180. 4 Friedrich Nietzsche, Genealogia della morale, saggio 2, par 1.


32

do camina hacia la transformación final, pero no va al azar, todo se percibe firmemente en manos de Dios. La situación psicológica era bien distinta de la nuestra, que nos vemos flo-tando en un universo sin centro y de una historia difícilmente rastreable. Además en la mentalidad feudal y caballeresca, que ha influido indudablemente sobre Clara, la promesa, el comprometerse de por vida, eran valores importantísimos.

Lo interesante para nosotros, que escudriñamos el recorri-do interior de Clara, es que precisamente esta facultad de prometer, esta memoria del querer, hace posible la introduc-ción de elementos nuevos en su historia, hace posible la inte-gración de circunstancias, actos, ideas varias, sin destrozar el proyecto de fondo. En los años de la vida en San Damián Clara tendrá que aceptar, una tras otra, dos reglas, propuestas por dos papas; deberá escuchar presiones, tendrá que administrar eventos dramáticos, (véase el asalto de los sarracenos), acoger a otras hermanas, hacer experimentos de vida comunitaria. Tuvo momentos de lucha interna ,como hemos visto.

Pero su firme resolución se mantuvo firme en verdad. Eligió vivir el Evangelio en pobreza, en obediencia a Francisco y nun-ca falló. Pero lo que se presenta al final de su vida es diferente, está más elaborado, es más genial, que aquello que conoció y propuso al principio del camino. La Regla, en la que se conden-sa todo lo que ella sostuvo, combina radicalismo evangélico y equilibrio evangélico. La firmeza en la forma que ha hecho posible una evolución positiva, una profundización de los valo-res a los que se había adherido desde el principio.

Su lealtad a lo prometido se ha convertido en una vida y en una propuesta de vida realmente innovadora, (y por desgracia muy pronto hundida. De hecho, nuestra generación de clarisas


33

es la primera que puede enfrentarse de veras con alguna posi-bilidad de éxito con la Regla de santa Clara).

Tenemos en este momento, después de la tercera carta, unos quince años de silencio, un oscurecimiento sobre el reco-rrido interior de Clara y pocas filtraciones también sobre el camino de la hermandad. La carta siguiente y última es, de hecho, de 1253, año de la muerte de Clara. Motivo de este largo silencio: Este es el hecho: han impedido nuestra corres-pondencia la falta de mensajeros y los bien conocidos peligros de los caminos.

¿Qué ha vivido Clara entre los años 1238 al 1253? Tenemos una fecha importante: en 1247 se le impuso a ella y a las her-manas tener que adoptar la Regla de Inocencio IV. En relación con aquella de Hugolino-Gregorio tiene la ventaja de salva-guardar la relación con la orden primera y de liberar a las her-manas de toda referencia a la Regla benedictina. De este mo-do abandonan institucionalmente la tradición monástica y se introducen en el ámbito penitencial en el que han nacido. Con respeto a la pobreza sin embargo, tal Regla no satisface abso-lutamente a las hermanas, porque permite la posesión de pro-piedades considerables.

Mitiga un poco el ayuno pero exacerba el tema de la clau-sura. La situación en la que Clara se encuentra es muy comple-ja, porque desde hace tiempo el papa trata de hacer de San Damián la referencia de todo el movimiento religioso femeni-no de su tiempo. No sabemos nada de una reacción oficial de Clara a esta nueva tentativa de normalización de los monaste-rios, (tentativa que fracasó, pues la Regla de Inocencio no tuvo una efectiva acogida).


34

Pero en este periodo se embarcó ella misma en la redacción de una Regla, en la cual hay rastro de todas las Reglas que se han cruzado en el camino de San Damián: tal hecho hace pen-sar que, en este punto, desconsolada, empujada por el firme propósito de observar cuanto había prometido al Señor y a Francisco, hubiese dicho: ahora me toca a mí.

En lugar de dejarse aplastar por el peso de las circunstan-cias, de las repetidas frustraciones a sus ideales, en lugar de acomodarse en la parte de quien padece injusticia y opresión, Clara pone en marcha una reacción creativa. Toma la iniciativa, se hace siempre la encontradiza un paso antes con respecto de una Iglesia que, cuando menos, tuvo escaso interés por sus instancias. La suya es realmente una lealtad hacia el futuro, no una repetición aburrida del pasado.

La Regla, o mejor, la forma de vida, es realmente algo nue-vo. Si en los primeros años fueron suficientes para la pequeña hermandad los dos billetes de Francisco, los que están inclui-dos en el capítulo VI, ahora se necesita más. Sin añorar aque-llos tiempos, he aquí que ella se arremanga y elabora el pro-yecto del futuro.

Fue indudablemente una decisión atrevida, revelando una alta conciencia de sí y de la propia autoridad, conciencia de sí misma alcanzada a través de un largo y difícil crisol o de expe-rimentación comunitaria.

Otro momento que no se puede dejar pasar en la vida de Clara sin dejar una huella, es la incursión de los sarracenos en 1240. Casi todas las hermanas que testimonian en el proceso hablan de ello. Debió ser un momento de terror inolvidable. Y debió ser más que un momento, porque sor Filippa nos dice


35

que se estaba en guerra y que las hermanas temieron una agresión hacia el monasterio por parte de los enemigos que atacaron Asís, ya antes que esto ocurriera efectivamente. Una situación prolongada de miedo, por tanto, más que un mo-mento. Un miedo fundado, no imaginario. Filippa informa de las palabras de Clara en tal ocasión:

Hermanas e hijitas mías, no temáis, porque, si Dios está con nosotros, los enemigos no podrán hacernos daño. Confiad más bien en nuestro Señor Jesucristo que nos librará de esto. Y yo quiero ser vuestra garantía de que no os harán ningún mal: y si ellos vinieran, me ponéis a mí ante ellos.

La actitud de Clara recuerda aquella de los profetas: no es una mágica previsión de cómo irán las cosas sino una llamada a confiar en el Señor. Y recuerda la actitud de Jesús, que se entrega por todos nosotros. En verdad, si las hermanas tuvie-ran una posibilidad real de ponerse a salvo, o estar más segu-ras dentro de los muros, esto no suena muy bien, suena un poco como tentar a Dios. Suponemos, sin embargo, que esto no fuese factible en este momento. Entonces la exposición de Clara es la de de una verdadera líder que se juega el todo por el todo por amor de las hermanas. Ella no pretende distinguir-se de las demás, en la Regla no hace otra cosa que advertir a la abadesa que siga en todo la vida común, ella quiere ser una hermana más y basta.

Pero cuando es necesario sabe asumir el papel indispensa-ble de guía: lo hemos visto cuando le ha contestado a Gregorio IX que le ofrecía posesiones, lo vemos en esta situación. El miedo no la paraliza, pero la empuja a ponerse al frente de las hermanas, a sobresalir del grupo en el cual está inmersa, para dar a todas una posibilidad de salvación. No es común la con-ciencia de que el miedo sea un criterio de discernimiento, a


36

menudo a nosotros nos ocurre precisamente hacer discerni-miento a partir del miedo. Clara no tiene garantías que todo irá bien, solo sabe que situarse así ante el enemigo, inerme pero confiada, es lo mejor que se puede hacer.

Lo sabe por la fuerza de su relación con Dios, por su fe, no por su superioridad personal o por competencias psicológicas. No temer es la palabra de Dios a ella. No temáis es su palabra a las hermanas. Una palabra que viene de lo alto y ella como palabra venida de lo alto la transmite, ninguna garantía de seguridad pero confianza en Dios, en cuya voluntad está nues-tra paz.

El Testamento y la Regla sugieren la idea de que en los últi-mos años Clara haya tenido que desequilibrarse del lado de la emersión, con respecto del conjunto de las hermanas. En mu-chos pasajes se pone como referencia acreditada. Hasta dice:

Y así como yo fui siempre cuidadosa y solícita de guardar yo misma y hacer que las demás guardasen la santa pobreza, que prometimos a Dios y a nuestro padre san Francisco, del mismo modo sean obligadas las que me sucedieren en el ofi-cio a guardarla y hacer que sea guardada por las demás.

Parece resonar un poco resonar a san Pablo: sed mis imita-dores como yo o soy de Cristo. O incluso Jesús: amaos como yo os he amado. Muestra una altísima conciencia de sí y de la propia vocación a ser espejo y ejemplo para las hermanas.

Esta dinámica de inmersión-emersión con respecto al con-junto de las hermanas expresa muy bien el recorrido de Clara con su hermandad, y creo que sea la dinámica que ha dado a San Damián aquel cariz tan particular y evangélico. Clara está entre las hermanas, pero también antes que las hermanas, en


37

los orígenes. Clara está entre las hermanas, pero también está frente las hermanas: haced como yo os digo. Clara está entre las hermanas, pero también está delante de las hermanas, ve más lejos que ellas, se ocupa de su futuro, se pone como su escudo.

Esta dinámica inmersión-emersión con respecto del conjun-to de las hermanas está espléndidamente recogida en la última carta de Clara.

Esta carta se remonta a pocos meses antes de la muerte de Clara y la situación externa todavía no se ha solucionado com-pletamente según las esperanzas de Clara. Su Regla solo ha tenido la aprobación del cardenal protector, que ha descuida-do pedir la del papa, deseada por Clara. El resultado de la larga lucha todavía sigue abierto. Clara desea muchísimo conseguir la aprobación definitiva, tanto que cuando la consiga, dos días antes de morir, besará llena de alegría la bula pontificia.

Sorprendentemente, la carta que escribe no deja traslucir nada de la situación todavía no resuelta. Los sentimientos que transmite son: satisfacción, tensión escatológica, felicidad su-perabundante. Su amor nupcial por Cristo está cada vez más vivo, tanto que, leemos, tiende a abrumar a Inés, a las herma-nas. Clara contempla los misterios del Señor Jesús, se detiene sobre el Cristo en cruz y lo siente reprochar:

¡Oh vosotros todos, que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante a mi dolor!

Inmediatamente arrastra a las hermanas y a nosotros en una respuesta coral y activa:


38

Respondamos a una voz, con un espíritu, a quien así clama y gime: ¡No te olvidaré jamás, y mi alma agonizará dentro de mí

¡Atráeme! ¡Correremos detrás de ti al olor de tus perfu-mes, oh Esposo celestial!

Atráeme y correremos. Yo y nosotros. El Señor me atrae,todos nosotros corremos.

Otra vez más la imagen de la carrera:

Correré, y no desfalleceré, hasta que me introduzcas en la bodega, hasta que tu izquierda esté bajo mi cabeza y tu dere-cha me abrace deliciosamente, y me beses con el ósculo felicí-simo de tu boca

Son todas resonancias del Cantar de los Cantares, es la ca-rrera de la novia que desea recibir al esposo. Y he aquí que cuando Clara llega a la cumbre de este encuentro, no entra en la bodega del vino dejando fuera a los otros. El recuerdo de Inés entra con ella y le hace decir:

Sumergida en esta contemplación, no te olvides de tu po-bre madre, pues sábete que yo llevo grabado indeleblemente tu feliz recuerdo en los pliegues de mi corazón, y te tengo por mi más amada, entre todas.

Clara, que ha vivido siempre en el movimiento inmersión-emersión entre las hermanas, también lo experimenta aquí: delante del Esposo habla en primera persona: me atraes, co-rreré, me abrazas, me besas; pero arrastra consigo a sus her-manas queridas y, juntamente con ellas, responde a la llamada del Esposo. No puede imaginar una felicidad del tipo «sola con


39

el Solo», su imagen del paraíso transmite la felicidad de un pueblo, no la de un alma elegida:

Dichosa realmente tú, pues se te concede participar de es-te banquete, y adherirte con todas las fuerzas del corazón a aquel cuya hermosura admiran sin cesar todos los bienaven-turados ejércitos celestiales… su vista gloriosa hará felices a todos los ciudadanos de la Jerusalén celestial.

En los últimos pasos de su camino terrenal Clara llega a completar, a resumir, a reconciliar, toda contraposición. Inclu-so en esta Iglesia que la ha hecho sufrir, que a duras penas ha comprendido y aceptado su deseo de vivir el Evangelio en po-breza, ella respira perfectamente. Sabe que no todos corren como ella, pero no rompe su solidaridad; sabe que no todas las hermanas la siguen con el mismo paso ligero, pero no las abandona: Atráeme, correremos. Clara es siempre una cum sororibus, incluso cuando tiene que tomar un poco de distan-cia de las demás, para defenderlas, para contestar al papa, (recordemos la escena con Gregorio IX), para dar respuesta a Dios.

Seguir a Jesús siempre ha sido la alegría de su corazón, na-da le ha sido incómodo en esta carrera (dice en los últimos días de vida), más bien, correr detrás de Jesús junto a las her-manas, ha sido tan hermoso que lo que ahora espera es un seguimiento para siempre, junto con todos los compañeros de camino.

Le desea que con las otras santísimas vírgenes, cante el cántico nuevo ante el trono de Dios y del Cordero, y siga al Cordero dondequiera que vaya.

El paraíso será una secuencia constante y bella, todos juntos. Cantando.


40

2.2. Puesto como ejemplo y espejo…

Desde un San Damián más allá de los Al-pes: las Clarisas en Austria

Sor Helmtrude Klara Aschauer, O.S.C - María Enzerdorf (Austria)

Queridas hermanas, queridos hermanos:

Echando una mirada a la historia de las clarisas en Austria se me hace presente una vocación vivida aquí de formas tan variadas.

El monasterio Judenburg que, alrededor del año de la muerte de Clara, aceptó conscientemente la forma de vida de las hermanas de San Damián y su antiguo documento de exen-ción de las clarisas de San Damián, me muestra claramente la tradición tan antigua que tenían y tienen las clarisas en Aus-tria. Sin embargo, casi no son conocidas. Este cuadro sinóptico debe servir a hermanas, hermanos y laicos para percibir esta tradición antigua y poder descubrir en el cambio de las situa-ciones idéntico entusiasmo perteneciente a Clara. Deseo a las


41

hermanas y a todos los lectores que el saber se convierta en testimonio de un entusiasmo por el modo de vivir de Clara, que fue capaz de superar las dificultades a lo largo de los si-glos.

Saludos fraternos de, Fray Paul Zahner, O.F.M., Graz

Prólogo

Cuando Clara escribió la Regla de su Orden, pensaba tam-bién en las hermanas de todos los tiempos para dar una orien-tación de sus vidas. Al final del Testamento lo expresa clara-mente: «Este escrito para que mejor sea observado os lo dejo a vosotras, carísimas y amadísimas hermanas mías, presentes y futuras, en señal de bendición del Señor y de nuestro beatísimo padre Francisco, y de la bendición de vuestra madre y sierva» (TestCl 79).

Conocer esta bendición dio a las clarisas hasta el día de hoy la fuerza de vivir en fidelidad a su vocación. Los testimonios de las hermanas de los siglos pasados nos animan a seguir adelan-te, a pesar de que los tiempos y situación son difíciles. En un mundo en el que falta la paz, Clara nos desea la paz que el mundo no nos puede dar, pero tampoco nos puede quitar:

«El Señor os conceda la paz a vosotras y a todas las que han de venir y permanecer en vuestra comunidad y a todas las de-más, tanto presentes como futuras, que han de perseverar hasta el fin en todos los otros monasterios de Damas Pobres» (BendCl 4-5). ¡Santa Madre Clara, ruega por nosotros!

Sor Veronika, O.S.C.


42

Las Clarisas en Austria

Su origen es Asís. La visión de Francisco en San Damián.

Clara, nacida en 1193/94 en Asís, comenzó con unas pocas compañeras en San Damián en el año 1211 y vivió allí, con una comunidad constantemente creciente, hasta su muerte, el 11 de agosto de 1253. La visión del origen la atribuía a san Fran-cisco: «Venid, ayudadme en las obras del monasterio de San Damián, porque llegará un día en que habrá en él unas damas cuya santa vida difundirá su fama y dará gloria a nuestro Padre celestial en toda su santa Iglesia».

Para Clara fue importante la unión con Francisco y sus her-manos, para su comunidad, para todos los tiempos, y por ella luchó.

«No miréis la vida de fuera», exhortaba Francisco a Clara y a sus hermanas aún al final de su vida. Como «peregrino y foras-tero» en este mundo. Francisco dejó múltiples huellas de una geografía espiritual. En diferencia a este, la peregrinación de Clara no fue más allá del estrecho semicírculo de su ciudad natal de Asís. La voluntad consecuente de Clara de esconderse, que forma parte de su firme carácter y que se convirtió en la opción fundamental de su vida, hace difícil acercarse a esta mujer. Ella vivió muchos más años que Francisco y le superaba en formación literaria. A pesar de todo, el número e intención de su herencia escrita no alcanza el programa más considera-ble del ignorante e inculto «hijo del mercader», que era cons-ciente de que, por medio de sus escritos comunicaba «las pa-labras del Señor que son espíritu y vida». Sobre la verdad in-terior de su vida, Clara misma pudiera haber escrito su biogra-


43

fía mística, pero como Francisco enseñaba, prefería «guardar en su corazón los secretos del Señor».

Aún viviendo Clara ya se formaron más comunidades no so-lo cerca de Asís, sino cada vez más lejos. Ellas tomaron como ejemplo la vida de San Damián, o bien, la misma Clara les en-vió hermanas para instruirlas.

Brixen: el primer monasterio de habla alemana

La fundación más antigua y nunca suprimida en tierra de lengua alemana es Brixen, en el sur del Tirol. El documento más antiguo es de 1235. Una carta de exención la identifica como monasterio ya existente, cuyas hermanas vivían según el espíritu de santa Clara bajo la regla de Urbano, y así continúan hasta el día de hoy. La más antigua bula papal se refiere a la iglesia que fue puesta bajo el patrocinio de santa Isabel de

Hungría, un año después de su canonización en el año 1236.

Según la tra-dición, Clara envió a las her-manas una rama de un peral que fue injertado, y su retoño sigue

teniendo fruto hoy en día. Esquejes de este peral fueron dados a otros monasterios de clarisas que también siguen dando fru-to.


44

Placidum Herzog: cuadro del monas-terio de Judenburg.

Judenburg: la petición de ser recibido en la Orden

Desde el año 1222 hay una comunidad de Damas Pobres que viven en Judenburg, en la Estiria. En el mes de abril del año 1253 piden ser recibidas en la Orden de las Damas Pobres de San Damián, y son admitidas en el mes de junio de ese año.

Para esta fecha, el monasterio está pues-to ya bajo el patrocinio de «Sancta Maria in Paradiso». El aisla-miento de la vida mo-nacal servía de protec-ción de la virginidad y, con esto, de la vida esponsal con Cristo para ser con él unidos en el paraíso eterna-mente. Junto con la dimensión corporal la

clausura ofrece también una dimensión espiritual: separada de la dispersión del mundo se crea un espacio que hace posible una íntima relación con Dios (vida esponsal). Según esto, la clausura monacal no es considerada como una exclusión del mundo, sino más bien hace resaltar la exclusividad y el poten-cial del espacio vital de un monasterio. Una novedad: Una es-critura del papa que, por caminos desconocidos llegó al mo-nasterio de Judenburg, nombra, como único documento que conocemos la prescripción del papa Gregorio IX, con fecha del 22 de noviembre de 1229, de que el monasterio de San Da-mián había sido puesto bajo la directa jurisdicción del papa y, por tanto, era un monasterio exento. De otros monasterios llamaron con frecuencia a hermanas de la comunidad de Ju-


45

Imagen antigua de S. Veit con el monasterio.

denberg. Así a Santa Clara de «Königin» (literalmente «de la Reina») y a San Nicolás de Viena. El emperador José II suprimió el monasterio de Judenberg en el año 1782.

Monasterios en dificultad: Dürnstein, Viena, Sant Veit

El monasterio de Dürnstein, en la Baja Austria/ Danubio, fue fundado en el año 1289. Las primeras hermanas vinieron de Judenberg. Cuando en el año 1485 lo húngaros ocuparon ocu-paron Dürnstein, el monasterio de las clarisas, junto con otros edificios fue pasto de las llamas. Como consecuencia de las confusiones y efectos de la reforma, cuando falleció en 1571 la última abadesa, Úrsula Walch, el monasterio se extinguió.

El monasterio de Santa Clara de Viena fue fundado en el año 1305, por el duque Rodolfo III y su esposa Blanca de Va-lois. En el año 1529 las hermanas tenían que huir ante los tur-cos. A su vuelta se trasladaron, en el año 1531, a Santa Ana en

el 1er distrito de Vie-na. Allí se cerró el monasterio en el año 1573.

Saint Veit y der Glan en Carinzia fue fundado en el año

1323-26 por Con-rado de Aufens-

tein. Se supone que las primeras hermanas vinieron de Juden-berg o del monasterio de Meran, en el sur del Tirol. La última abadesa fue nombrada en el año 1539. La fe luterana hizo


46

Monasterio de Valduna

desaparecer el monasterio de clarisas, aunque las hermanas permanecieron fieles a la fe católica, se extinguió.

Supresiones realizadas por el emperador José II en el año 1782

En el año 1394 las hermanas de Valduna, Voralberg, en la parroquia de Rankweil, aceptaron la regla de Clara. Las her-manas vinieron en el año 1391 del monasterio de Grimmens-tein/Suiza. Este monasterio adquirió un espíritu excelente, por eso fueron enviadas a menudo hermanas a otros monasterios; por ejemplo, a Villingen/Selva Negra, Wittichen en Suabia, Speyer y Ratisbona. El emperador José II suprimió este monas-terio en el año 1782.

El monasterio de la Reina ―su nombre original ha sido Monasterio de clarisas de San-ta María Reina de los Ánge-les―, fue fundado por Isabel de Austria en el año 1580, en Viena. Las primeras hermanas vinieron del monasterio de clarisas de Anger/Munich. La peculiaridad de este monaste-rio fue el haber sido puesto directamen-te bajo la jurisdic-ción del ministro general de los franciscanos (breve de Clemente VIII, del 4 de junio de 1597).


47

Herzog: Monasterio «Königin» en Viena

Herzog: Monasterio de San Nicolás

Las hermanas de este monasterio ayudaron también en otros monasterios, especialmente en el año 1607 cuando fue-ron enviadas al monasterio de clarisas en Bratislava. En el año 1781 fue suprimido el monasterio de Reina y en el año 1783 la los luteranos vieneses y la comunidad reformada compraron una parte del antiguo monasterio.

El monasterio de San Pedro en Viena había sido abandonado por los dominicos. En el año 1530 fue dado a las cla-risas que tenían que huir de los turcos, preceden-tes de Tyrnau/Hungría. En el año 1574 fue su-primido este monasterio.

Las últimas hermanas fueron recibidas en las

agustinas que se encontraban en la «Himmelpfort», en el 1er

distrito de Viena.

El monasterio de San Nicolás en el 1er distrito de Viena, Singerstrasse 15, fue un antiguo mo-nasterio de cistercien-ses. En el año 1623 fue entregado a las clarisas de Pressburg (Bratisla-va), que tenían que huir de los turcos. Desde el año 1624 este monaste-


48

Herzog: Clarisas de Graz

rio pertenecía la provincia de los franciscanos de Austria. En el comienzo murieron muchas hermanas, por eso pidieron ayuda a Judenberg que les envió dos hermanas en el año 1644. En el año 1782, el 24 de enero, fue suprimido este monasterio, en el que vivían entonces treinta y tres hermanas y una novicia.

Las clarisas habían ido a Bratislava en el año 1297. Con el apoyo del rey construyeron en el lugar del destruido monaste-rio cisterciense una iglesia y un monasterio. En el año 1782 fue suprimido este monasterio de clarisas.

Graz: Una liturgia cultivada. Desde 2010 en CD

En el año 1602 fue fundado en Graz, con hermanas proce-dentes del monasterio de Santiago en Anger el monasterio de clarisas de «Todos los Santos en el Paraíso». Se conservan to-davía algunos libros litúrgicos que se usaban en el canto. Estos son los antifonales, graduales y procesionales, escritos con esmero y solemnidad. Así se muestra clara-mente la liturgia que celebraban las herma-nas de esta comunidad de Graz. En el año 2010 una escuela coral del instituto para la música sacra y órgano de la Universidad de Graz, con ocasión de un simposio sobre santa Clara ha grabado por primera vez una un CD con el canto del oficio y la misa de santa Clara.


49

Archivo provincial de los franciscanos: monasterio de clarisas en Hall

El emperador José II suprimió este monasterio de clarisas en el año 1782. En el momento de la supresión contaba con veintiséis hermanas de coro y diez hermanas legas. El día 21 de junio del año 1782 todas las hermanas tuvieron que abando-nar el monasterio.

Hall: En pocos años 90 hermanas

En el año 1720 vinieron seis hermanas del monasterio de clarisas de Brixen para fundar en Hall. Con la ayuda de bien-hechores ricos, habitantes de la ciudad, las clarisas adquirieron la iglesia, puesta bajo el patrocinio de los santos protectores contra la peste: Sebastián, Roque, Fermín y Cristóbal, y colin-dante, una casa para habitar. Rápido fue el crecimiento del monasterio, de tal manera que durante su breve existencia llegaron a vivir allí unas noventa hermanas. José II suprimió también este monasterio de clarisas en Hall y en el año 1782 tenían las hermanas que abandonarlo. La mayoría se quedaron en Hall, viviendo en comunidad casas particulares; otras fue-ron recibidas en distintos monasterios. En el año 1837 murió la última de las clarisas de Hall: Apolonia Mayr, a la edad de no-venta años, en Pradl/Insbruck.


50

Calcografía en cobre de B. Auer: imagen antigua de Meran con el monasterio.

Meran: Saqueo y nueva prosperidad

En relación con Austria, había en Meran, en el sur del Tirol, un monasterio de clarisas. En el año 1290 fueron clarisas de Dürnstein y de Brixen para fundar en Meran. En 1310 tomaron posesión del monasterio, erigido por la duquesa Eufemia de Breslavia. En el monasterio reinaba una buena disciplina, por eso sobrevivió a la época de la reforma. Durante las guerras de los campesinos, en 1525, fue saqueado el monasterio y las hermanas maltratadas. Pero pronto recobró nueva prosperi-dad. Como consecuencia de la reforma de José II este monas-terio fue suprimido en 1782.

Adoración perpetua: Desde Lemberg a Viena

Las clarisas de la adoración perpetua de Viena son una ra-ma relativamente joven de la Segunda Orden de la Familia Franciscana. Fue fundada en el año 1854 en París por la madre Maria vom Kreuz Morawska, y ella misma introducía la orden en su patria. Siete hermanas vinieron con ella a Viena desde


51

Adoración eucarística en la iglesia del monasterio de Viena

Lemberg (en aquel entonces pertenecía a la Galizia austriaca, hoy Ucrania) el día 12 de julio del año 1898.

En el primer tiempo de prosperidad de la Orden, en el año 1921 fueron enviadas hermanas a Cleveland (USA) para una nueva fundación. Desde allí partieron hermanas para la India y Bangladesh. También desde Viena fueron enviadas hermanas, en 1925, para una fundación en Bautzen (Alemania). Este mo-nasterio sobrevivió el difícil tiempo de la República Democráti-ca alemana. Hoy viven todavía en Viena cinco hermanas al servicio de la adoración.

Un nuevo comienzo después de la supresión hace 200 años

Con el monasterio de Maria Enzersdorf, que lleva el título de «María, Madre de la Iglesia», las clarisas realizaron, en cier-to modo, un nuevo comienzo. El instituto secular de la Peque-ña Familia Franciscana, junto con los franciscanos y con el


52

Placa en la fachada externa del monasterio, recordando la fecha de fundación

explícito beneplácito del cardenal Dr. Franz König, pidió her-manas al monasterio de clarisas de Münster, en Alemania. Desde la supresión de los monasterios por José II no había en Austria monasterios de clarisas. La fecha oficial de la fundación es el 11 de agosto de 1964. La iglesia del monasterio fue con-sagrada el día 22 de noviembre del mismo año y lleva el título de «María, Madre de la Iglesia». El día anterior el papa Pablo VI había proclamado este título solemnemente al final del ter-cer periodo de la asamblea del Concilio Vaticano II. Hoy viven en el monasterio de clarisas en Maria Enzersdorf siete herma-nas. De las hermanas fundadoras viven todavía sor Maria An-tonia y sor Maria Margareta. El fin de esta fundación era la oración para la caída del «telón de acero». Aunque esto ya ha sucedido en 1989, la finalidad sigue en vigor, porque hoy en día hay muchos «telones de acero» que separan al hombre de Dios, de su prójimo, de su propio centro.


53

Calcografía en cobre del monasterio de Pupping

Pupping: Desde Senden a Alta Austria

En el año 1968 los franciscanos de Pupping, en la Alta Aus-tria, pidieron hermanas para su monasterio al monasterio de clarisas capuchinas de Senden (Alemania), con la intención de que dichas hermanas, por su vida contemplativa de oración y clausura, fueran un apoyo para ellos. En el año 1954, sor Pia, natural de la Alta Austria, había ingresado en el monasterio de Senden. Como abadesa fundadora, guió a las hermana al anti-guo monasterio de los franciscanos, en la ciudad en la que mu-rió san Wolfgang. El monasterio quedó bajo la jurisdicción del provincial de la provincia del Tirol y unido a la Orden de las clarisas.

Pero por falta de vocaciones y por la muerte repentina de una joven hermana que gozaba de buena salud, las hermanas decidieron, en 1996, cerrar el monasterio.


54

La comunidad de Schachendorf con huéspedes con motivo de una profesión solemne.

Las Hermanas de Santa Clara: Un nuevo brote en Voralberg

En el año 1983 comenzó una nueva rama las llamadas «Hermanas de Santa Clara». Las primeras hermanas vinieron del monasterio de clarisas de Brixen. En el principio vivían reti-radas en una vida contemplativa y la regla de san Francisco para los eremitas les servía de orientación. La comunidad per-tenece hoy a la Tercera Orden y tiene otras fundaciones en Austria y Alemania.

Schachendorf: De Zagreb a Burgerland

La comunidad más reciente de clarisas en Austria se en-cuentra hoy en Burgerland. El 13 de octubre de 2003 las clari-sas croatas de Zagreb fundaron en Schachendorf un pequeño monasterio. Hoy viven allí cuatro hermanas y dos novicias.


55

Ex monasterio de clari-sas de Taisten, hoy casa de descanso de un insti-tuto secular.

Taisten: De Nocera Umbra al Sur del Tirol

Un monasterio de clarisas de lengua alemana fue fundado en el año 1906 en Taisten/Sur del Tirol, desde Nocera Umbra. Sor Agnes Klara Steiner, fallecida en 1863, natural de Taisten, ingresó en 1838 en el monasterio de Santa Croce de Asís, don-de vivían hermanas de Baviera. Sor Agnes Klara Steiner, a peti-ción del obispo local, reformó, entre otros, el monasterio de San Giovanni Battista de Perusa y también el monasterio de clarisas de Nocera Umbra, del cual fue la primera abadesa. Las hermanas de Taisten guardaron vivo el carisma de sor Agnes Klara en su patria; en el monasterio también ingresaron mu-chas vocaciones austriacas. En el año 1956 el antiguo monas-terio, en gran parte construido de madera, fue sustituido por una nueva construcción. Por falta de vocaciones, las hermanas se unieron en el año 1998 con las clarisas de Brixen. El obispa-do Brixen-Bozen hizo renovar la casa, que es ahora habitada por las hermanas del instituto secular de San José, utilizando el monasterio como casa para las vacaciones, para días de retiro espiritual, para silencio y descanso, cada vez más apreciado y frecuentado.


56

2.3. De la carta de la presidenta de la Federa-ción Madre Jerónima

Sor Marrieta S. Vega, O.S.C. – Filipinas

Estamos celebrando en todo el mundo el Año de la Vida Consagrada, y en la Iglesia en Filipinas coincide con el Año de los Pobres. No podemos abordar por separado las exigencias de ambas celebraciones, ya que vivimos nuestra vida en la consagración y respiramos el aire de la Iglesia pobre de este país. Vivir nuestra consagración es vivir los votos que hemos pronunciado públicamente en algún momento de nuestras vidas y hemos realizado o intentado realizar durante el resto de nuestras vidas. Tal vez no sea casual que la Iglesia local de-claró también este año como el Año de los Pobres, ya que nos proporciona el ambiente y el ritmo apropiado de un estilo de vida dedicado a la Obediencia, Pobreza y Pureza/Castidad.

Ambas celebraciones nos están llamando a nosotros, los consagrados, a recuperar o recordar lo que deberíamos vivir y lo que nos debería preocupar en nuestra misión de fe, espe-ranza y amor. «Quedan estas tres: la fe, la esperanza, el amor. La más grande es el amor». Ciertamente al final quedará el amor, porque este será el testigo, aquel que testificará en nuestro favor o en contra nuestra acerca de cómo los más pe-queños de mis hermanos y hermanas fueron alimentados, ves-tidos, visitados y acogidos. El amor lleva registro de con cuanta frecuencia se usó para servir a los pobres y a necesitados. Para un consagrado, la propia pobreza es vivida en plenitud cuando todo se regala, porque la motivación del amor es que aquellos que apenas son alimentados (con ternura) y vestidos (con su dignidad de personas) puedan hallar consuelo en nuestra op-ción de ser más pobres que nadie.


57

Una consagrada es rica, está más cerca de quien es la Fuen-te y el Dador de todos los bienes; está segura en el sentido de que sabe quién es su protector; se halla asegurada por su fe y su relación de intimidad con el Señor; es colmada por la pro-mesa del ciento por uno de bendiciones; es alimentada por el amor de todos los que le rodean; goza del respeto y el recono-cimiento de la gente y, si ella lo reconoce, del don de cada miembro de la comunidad. Qué vida, qué belleza, qué gran fortuna da la consagración religiosa al alma, si ella la reconoce.

Llegados a este punto, la Iglesia con la que uno está despo-sada está vestida de pobreza, hambre, aislamiento, privación y oscuridad. Sus miembros están llenos de las heridas de las guerras, catástrofes, los golpes que ponen a prueba su fe y sus luchas, al menos para ser capaz de extender los brazos para suplicar por las almas (pidiendo misericordia, compasión, justi-cia e integridad), por los pobres que ni siquiera experimenta-ron a Dios como Amor.

¿Cómo puede una actualizar su consagración para vivir en obediencia (a la misión de amar recibida de Dios), sin nada propio (porque Dios es más que suficiente y lo demás pertene-ce a los pobres) y en castidad (porque todo debe hacerse desde una mente y un corazón puros)? Efectivamente, qué hermoso se vuelve este Cuerpo de Cristo cuando la novia rica y bien ataviada es desposada mediante su morir a sí misma por el bien de la amada Iglesia de los pobres. Y para nosotras, ¿quié-nes son los pobres a nuestro alcance? ¿Los reconocemos? ¿Sentimos su pobreza? ¿Qué estamos llamadas a hacer?


58

2.4. Misericordia entrañable

Sor María Ángel Prada, O.S.C. – Cantalapiedra (España)

Nos encontramos actualmente celebrando un Jubileo de la Misericordia convocado por nuestro papa Francisco. Se habla mucho de la necesidad de misericordia en el mundo actual, pero sabemos bien que la misericordia es una gran necesidad de todos los tiempos, de todas las culturas, de todas las gen-tes, pues ya vemos cuántas veces se invoca a Dios en el Anti-guo Testamento como clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad, que se arrepiente de las amenazas (p. ej: Ex 33, 19; Dt 5, 10). Y este Dios «rico en misericordia» –co-mo señala san Pablo en la carta a los Efesios (2, 4)–, se nos ha revelado más explícitamente en la persona de Jesús, el manso y misericordioso por excelencia, que en la cumbre del monte proclamó: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5, 7).

Jesús, amén de dar su vida por la redención de la humani-dad, supremo acto de bondad y de misericordia hacia los po-bres hombres pecadores, una de las principales actitudes de-mostradas a lo largo de su vida terrena fue la misericordia y compasión hacia todos. En efecto, el Evangelio nos dice que Jesús sentía compasión de la gente «porque estaban vejados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9, 36). Y esta compasión le movía a hablar con ellos, a enseñarles, a curar sus enfermedades del cuerpo y del espíritu. Así lo recogen va-rios textos evangélicos: «Y Jesús recorría todas las ciudades y pueblos, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia» (Mt 9, 35); «Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera [Cafarnaum]


59

estaba agolpada a la puerta» (Mc 1, 32-33); Jesús «vio el gen-tío, le dio lástima y curó a los enfermos» (Mt 14, 14). Un día era un ciego el que se le acercaba: «Señor, que vea» (Mc 10, 51); otro día era un leproso: «Señor, si quieres puedes lim-piarme» (Mt 8, 2); o la cananea cuya hija estaba endemoniada: «Señor, socórreme» (Mt 15, 25); y tantos otros.

La misericordia de Jesús se manifestaba también en gestos de acogida, de perdón, de comprensión hacia todos los necesi-tados que acudían a él cada día. Se hizo cercano a todos los marginados de su tiempo, víctimas del rechazo, de la desigual-dad, de la injusticia, del pecado y del mal, hasta ser llamado «amigo de publicanos y pecadores» (Mt 11, 19).

Jesús educa a sus discípulos para la misericordia y el perdón con la palabra y el ejemplo. Con la palabra: «Porque si perdo-náis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros» (Mt 6, 14); «Si tu hermano se arrepien-te, perdónalo» (Lc 17, 3). Y con el ejemplo, cuando clavado en la cruz exclamó: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23, 34).

Al igual que Jesús, en nuestro padre san Francisco la miseri-cordia brotaba entrañablemente de su corazón. Así dice san Buenaventura: «La piedad lo inclinaba afectuosamente hacia todas las criaturas, pero de un modo especial hacia las almas, redimidas con la sangre preciosa de Cristo Jesús. En efecto, cuando las veía sumergidas en alguna mancha de pecado, lo deploraba con tan tierna conmiseración, que bien podía decir-se que, como una madre, las engendraba diariamente en Cris-to» (LM 8, 1).


60

El Poverello de Asís estaba convencido, como recuerda en la admonición 27ª, que «donde hay misericordia y discreción, no hay superfluidad ni endurecimiento». Por ello, aconseja a un ministro: «Que no haya en el mundo hermano que, por mu-cho que hubiere pecado, se aleje jamás de ti, después de haber contemplado tus ojos, sin haber obtenido tu misericor-dia, si es que la busca. Y, si no busca misericordia, pregúntale tú si la quiere. Y, si mil veces volviere a pecar ante tus propios ojos, ámale más que a mí, para atraerlo al Señor; y compadé-cete siempre de los tales» (CtaM 9-11). Es la actitud de Jesús que se adelanta a nuestras necesidades, como cuando se acer-ca al paralítico de la piscina de Betesda y le dice: «¿Quieres quedar sano?» (Jn 5, 6).

Para Francisco, como recuerda en la admonición 18ª, es «dichoso el que soporta a su prójimo en su fragilidad como querría que se le soportara a él si estuviese en caso semejan-te». Fragilidad se refiere aquí a las deficiencias, molestias, de-fectos, imperfecciones o pecados del otro, que tan frecuente-mente nos afloran y condicionan nuestra vida comunitaria, haciéndonos comprobar que no somos una comunidad de per-fectas, de ángeles, sino de mujeres cargadas de limitaciones. Este cúmulo de miserias que todas tenemos, nos debe mover constantemente a ejercitar la misericordia y la comprensión con las hermana; esa misma que deseamos que empleen con nosotras cuando se pone de manifiesto nuestra fragilidad, y a evitar, por tanto, toda crítica, ira o turbación.

En la misma carta a un ministro, al hablar de los hermanos que hubieren pecado, dice Francisco: «Y ninguno de los her-manos que sepa que ha pecado lo abochorne ni lo critique, sino tenga para con él gran compasión y mantenga muy en secreto el pecado de su hermano» (CtaM 15). Y también: «Y a


61

nadie insulten; no murmuren ni difamen a otros, porque está escrito: Los murmuradores y difamadores son odiosos para Dios» (1R 11, 7-8). A quienes hacen tales cosas, san Francisco los llama perversos, porque «llevan el veneno en su lengua y envenenan a los demás» (2Cel 182).

Asimismo, nuestra madre santa Clara nos exhorta igual-mente: «Y tanto la abadesa como sus hermanas deben evitar el airarse y conturbarse por el pecado que alguna comete, por-que la ira y la conturbación impiden en sí y en las demás la caridad» (RCl 9, 5-6).

En Clara podemos ver como un reflejo del rostro de Cristo, manso y humilde, bueno y misericordioso. Las hermanas que convivieron con ella en San Damián son testigos fidedignos.

Sor Amada, al declarar en el Proceso de canonización, afir-ma sentirse incapaz de destacar alguna virtud concreta en san-ta Clara, pues todas se juntaban en ella, y hace el siguiente resumen: la suma virginidad, la bondad, la mansedumbre, la compasión hacia sus hermanas y hacia los demás (Pro IV, 3). ¿No vemos aquí los sentimientos del Corazón de Jesús?

«Tanta gracia le dio el Señor –señala sor Felipa– que a me-nudo, cuando sus hermanas caían enfermas, la bienaventura-da las curaba haciendo sobre ellas la señal de la cruz. Dijo también que la bienaventurada madre tuvo especialmente gracia de abundantes lágrimas, con gran compasión para con las hermanas y los afligidos» (Pro III, 6. 7). Esta afirmación es bastante común a lo largo del Proceso: «Tenía gran compasión de las afligidas» (Pro XI, 5); «Si veía una hermana sufrir alguna tentación o tribulación, la llamaba en secreto y la consolaba, llorando; y a veces se echaba a sus pies» (Pro X, 5); «Fue dili-


62

gentísima en la exhortación y cuidado de las hermanas, te-niendo compasión de las hermanas enfermas» (Pro VI, 2); «…si bien ella usaba vestidos y cilicios tan ásperos para sí misma, era, sin embargo, muy compasiva con las hermanas que no podían soportar aquellas asperezas, y con gusto las consolaba» (Pro II, 6).

Un corazón maternal, lleno de misericordia y compasión hacia todos, no podía sino brotar de sus intimidades con Jesús, de haberse sentido ella –antes que nada– acogida misericor-diosamente por Dios, a quien le gusta llamar el Padre de las misericordias. Por ello, en su Testamento prorrumpe, prime-ramente, en una acción de gracias: «Entre otros beneficios que hemos recibido y seguimos recibiendo de nuestro benefactor el Padre de las misericordias, y por los cuales estamos más obligadas a rendir gracias al mismo glorioso Padre de Cristo, se encuentra el de nuestra vocación» (TestCl 2). Y añade: «Es, pues, deber nuestro, hermanas queridas, tomar en considera-ción los inmensos beneficios de Dios en nosotras» (TestCl 6). Y tras revelar aquella profecía de Francisco sobre las damas que morarían en San Damián, insiste: «Podemos ver aquí la copiosa benignidad de Dios en nosotras: por su abundante misericor-dia y caridad tuvo a bien decir estas cosas por medio de su santo sobre nuestra vocación y elección» (TestCl 15-16). Nue-vamente, más adelante, en el mismo Testamento, vuelve a recordar que su vida religiosa es un regalo de Dios para ellas, y, por ellas, a todas aquellas a quienes el Señor quiere hacer partícipes de una misma vocación: «…y de este modo, no por méritos nuestros, sino por solo la misericordia y gracia de su generosidad, el Padre de las misericordias, difundió la fragan-cia de la buena fama tanto para las que están lejos como para las que moran cerca» (TestCl 58).


63

Acción de gracias desde un corazón humilde y sencillo, que sabe reconocer que los bienes recibidos son don gratuito e inmerecido de Dios. Por eso, desde esa humildad, puede, en gratuidad, darse a los demás, con entrañas compasivas y mise-ricordiosas.

La Iglesia –dice el papa Francisco– vive un deseo inagotable de brindar misericordia (Bula Misericordiae vultus 10). Pero la misericordia de la Iglesia no se manifiesta solo –aunque es una misión primaria, importante y fundamental– a través del sa-cramento de la reconciliación, sino que tiene múltiples modos de ejecutarse, y a este fin el Catecismo nos recuerda catorce obras de misericordia: siete corporales y siete espirituales, que, a su vez, se expresan en infinidad de detalles que llenan la vida diaria.

El ejemplo más inmediato de nuestros padres san Francisco y santa Clara puede servirnos de estímulo, de examen y de guía para despertar los sentidos del cuerpo y del corazón en la acogida y atención de nuestros hermanos y hermanas en cual-quier necesidad que nos manifiesten.


64

3. Noticias…

3.1. Federación de clarisas coletinas en Irlanda y Escocia: Asamblea federal 6 – 11 julio 2015

Lugar de reunión. Por primera vez, nuestra asamblea fede-ral tuvo lugar en el Centro de Retiro Emaús, Swords, Co. Dublín. Solía ser la casa de formación del noviciado de los Hermanos Cristianos cuando las vocaciones eran abundantes. Situada en una preciosa zona de jardines, se encuentra a solo diez minutos del aeropuerto internacional de Dublín y a treinta minutos de Dublín ciudad. Rodeado de terrenos maduros con senderos con hileras de árboles a los lados, jardines paisajísti-cos, y un camino junto a la ribera del río, aquí Dios y la natura-leza moran en armonía mientras el canto de los pájaros y la profusión de vida salvaje colaboran a la natural belleza y tran-quilidad del lugar.

Paraliturgia de apertura. En la mañana del martes, 7 de ju-lio, nuestra asamblea se inició con una sugerente paraliturgia preparada por nuestras hermanas de Ennis.

Las abadesas y delegadas de los siete monasterios de nues-tra federación fueron calurosamente acogidas por madre Francis (presidenta federal) y fray Patrick Younge O.F.M. (asis-tente religioso), con un muy especial recibimiento para sor Dominic, Humbie (presidenta federal de la federación inglesa) y sor Gabriela, de Arundel, consejera de la federación Inglesa.


65

Informe de la presidenta federal. Madre Francis leyó su in-forme, en el que dio cuenta de la disciplina general, el estado económico y las estadísticas de personal de la federación. Su informe también incluyó una memoria de las reuniones del consejo, cursos de formación inicial y permanente, reuniones de abadesas, reuniones de tesoreras y cursos de formadoras organizados por la federación durante el trienio pasado. Ma-dre Francis agradeció a todas las hermanas de la federación su cálida acogida en su visita a los monasterios y su colaboración en todo momento. Tuvo unas palabras de especial agradeci-miento para nuestro asistente religioso, fray Patrick Younge O.F.M., quien ha sido una maravillosa ayuda durante los dos años y medio que lleva como asistente religioso. Él está en el definitorio de la provincia irlandesa/inglesa.

Informe del asistente religioso. Fr. Patrick Younge O.F.M. leyó entonces su informe, perfilando el cumplimiento de su papel como asistente religioso, según los requerimientos de nuestros estatutos federales: promover el genuino espíritu de la orden, asistir a la presidenta federal con sus consejos y con su ayuda práctica, contribuir a la formación de las novicias y profesas, realizar visitas fraternas a los monasterios, propor-cionar a la federación los documentos relevantes de la Santa Sede, tomar parte en las reuniones del consejo federal, parti-cipar como invitado en varios eventos y celebraciones de la federación. Fray Patrick terminó su informe haciendo referen-cia a problemas apremiantes de la federación y cómo debe-mos plantear cuestiones relevantes que deben ser discutidas y expuestas, especialmente a la luz de la escasez de vocaciones y el envejecimiento de las comunidades:


66

¿Somos una comunidad contemplativa verdaderamente humana o estamos agotadas al intentar cubrir todos los as-pectos de nuestra desenfrenada vida?

¿Vamos a permanecer en este lugar hasta que lleguemos al punto de colapsar?

¿Somos una comunidad que, realista y honestamente, pue-da proporcionar un programa de formación que transforme la vida y que dure toda la vida? Y si no es así, ¿no debería-mos decidirnos a remitir a las posibles candidatas a otro monasterio más viable? Al hacerlo, se cuidan de proporcio-nar la imaginación, la formación, y la vida y la energía ade-cuada.

La lectura de ambos informes fue seguida de una discusión muy provechosa.

El arzobispo Diarmuid Martin vino para celebrar la misa el mediodía del 7 de julio. Era emocionante oírle hablar sobre su experiencia como cabeza de la Iglesia en la archidiócesis de Dublín en este tiempo de secularismo creciente. «Tenemos todos los motivos para deprimirnos ―dijo―, pero ¿qué esta-mos llamados a hacer? ¡Predicar la alegría del Evangelio!». Fue muy amable, predicó una homilía muy sugerente, y estuvo encantado de encontrarse luego con todos nosotros para hablar.

La elección de la presidenta federal y sus consejeras tuvo lugar la mañana del miércoles 8 de julio. Fueron elegidas las siguientes hermanas:

Madre Francis (Carlow) Presidenta federal Madre Paul (Galway) Primera Consejera


67

Madre Bernardine (Ennis) Segunda Consejera Madre Angela (Bothwell) Tercera Consejera

Sor Miriam volvió a ser nombrada secretaria federal.

A continuación tuvo lugar un Encuentro de Abadesas en la tarde del 8 de julio.

Conferenciante invitado. El martes 9 de julio fue el día ele-gido para celebrar el Año de la Vida Consagrada. Este fue el tema de nuestro orador invitado, fray Peter Rogers O.F.M. Cap. Hasta hace poco era el secretario personal del ministro general de la O.F.M. Cap. y ahora está sirviendo en el equipo de dirección de la CORI (Conferencia de Religiosos de Irlanda). Basándose en la enseñanza del papa Francisco y de nuestras propias constituciones generales, etc., la charla de fray Peter sobre la Vida Consagrada y el Liderazgo nos dio mucha materia para pensar, incorporando, dentro de su estilo afable, muchos momentos de desafío.

La primera charla de fray Peter sobre «Vida Consagrada» comenzó con el programa establecido por el papa Francisco para el Año de la Vida Consagrada y tomó del papa Juan Pablo: «Mirar al pasado con gratitud, vivir el presente con entusias-mo, mirar al futuro con esperanza». Tras reflexionar sobre es-to, fray Peter planteó la cuestión: «¿Qué esperáis de este Año de la Vida Consagrada?». Y en su respuesta escuchamos ecos de la homilía del arzobispo Diarmuid Martin: la llamada a to-dos los religiosos, de manera individual y en comunidad, a re-descubrir, en palabras del papa Francisco, «la Alegría del Evan-gelio». «Nadie está excluido de la alegría que nos trae el Se-ñor» (Pablo VI).


68

Como un trampolín para su tema, fray Peter utilizó unas breves palabras dirigidas por el papa Francisco a las Hermanas Pobres de Santa Clara en Asís el 4 de octubre de 2013. Para la monja que consagra totalmente su vida al Señor en una vida ascética y penitencial, lo que ocurre es lo contrario de lo que uno podría pensar: ¡se vuelve extremadamente humana! Esto sucede mediante su unión con el Verbo Encarnado y siguiendo el camino de Jesucristo. Pero esto debe estar siempre sosteni-do por nuestra experiencia constantemente renovada de sa-borear la amistad con Cristo y su mensaje. Citando al papa Francisco, fray Peter preguntó: «Y ¿cuál es la señal de una monja tan humana? La alegría, la alegría, tiene que haber alegría…». Entonces fray Peter citó artículos de nuestras cons-tituciones generales referentes a la alegría del Evangelio. La falta de alegría con frecuencia puede derivar en cinismo, de-presión, falta de entusiasmo.

Necesitamos ser personas que fomenten la cultura de la apertura para escuchar y proponer la verdad a los demás y a los laicos. Esto requiere humildad y simplicidad: la llamada a la kénosis, especialmente en aquellos que profesan una vida reli-giosa en la Iglesia. Experimentar la silenciosa alegría de su amor y desear hacer el bien vienen de no estar atrapados en los propios intereses y preocupaciones o una mentalidad de supervivencia.

En el tema de la vida comunitaria fray Peter nos divirtió mucho al citar una vez más al papa Francisco hablando de los matrimonios, pero sus palabras no cayeron en saco roto para nosotras: «Discutid todo lo que queráis. Si vuelan los platos, dejad que vuelen. Pero nunca terminéis el día sin pediros perdón. Y no olvidéis la importancia de tres breves frases: “Por favor”, “gracias” y “lo siento”».


69

Al tratar el tema del conflicto, el papa Francisco dijo a la Unión de Superiores Generales: «Necesitamos abordar el con-flicto, tratarlo, superarlo y seguir adelante. Todo debe hacerse con amabilidad y bondad». En nuestra tradición franciscana, la vida comunitaria es una contribución muy importante a la vida apostólica de la Iglesia; lo que nos une es mucho más fuerte que nuestras diferencias. Tiene un gran valor testimonial en nuestra actual sociedad multicultural, una gran fuerza de atracción. Una vez más, gracias a fray Peter pudimos redescu-brir la riqueza de nuestras constituciones generales en sus artículos sobre la vida comunitaria.

Finalizando su charla sobre la vida consagrada, fray Peter compartió con nosotras la siguiente cuestión del papa Francis-co en sus palabras a las monjas benedictinas camaldulenses:

«A los pies de la cruz estaba una mujer sufriente y que, al mismo tiempo, esperaba la pronta realización de un misterio mayor que el dolor. Todo parece verdaderamente acabado; parece no haber esperanza. En ese momento, recordando las promesas de la Anunciación, podría haber dicho: “No se han cumplido, he sido defraudada”. Pero no lo dijo. En cambio, fue bendecida porque creyó. Por la fe ve el nacimiento de un nue-vo futuro y aguarda con esperanza el mañana de Dios. A veces yo me pregunto: ¿esperamos el mañana de Dios? ¿O quere-mos solamente el “hoy”? El mañana de Dios para ella es el amanecer de la mañana de Pascua en el primer día de la se-mana. Hacemos bien en meditar sobre el abrazo del Hijo con la Madre. La única lámpara encendida en el sepulcro de Jesús es la esperanza de su Madre, quien en ese momento sostuvo la esperanza de todo el género humano. Me pregunto a mí mis-mo y a vosotras: en nuestros monasterios, ¿está esta lámpara


70

encendida todavía?, ¿se espera aún en ellos el mañana de Dios?».

«Liderazgo» fue el tema de la segunda charla de fray Peter. Él, que tiene una experiencia de años en varios puestos de liderazgo, introdujo su exposición con el líder que a todos nos resulta tan conocido hoy en día: el papa Francisco. La charla se basó en el libro recientemente publicado El papa Francisco, por qué dirige como dirige, escrito por un autor americano, Chris Lowney, empresario estadounidense muy destacado. Citando este libro, fray Peter dijo que el estilo de liderazgo del papa Francisco podía verse en los siguientes elementos:

conocerse a uno mismo en profundidad y vivir plena-mente lo que uno es,

lavar los pies, zapatos o sandalias polvorientos, arrodillarse a sola, construir sobre cimientos sólidos, crear el futuro.

Estos elementos clave no son solo para aquellos que ejer-cen un papel de dirección, sino para todos los miembros de la comunidad. Contribuyen a ir edificando juntos cada aspecto de la vida comunitaria. Dijo que el «manual de entrenamiento» para el liderazgo cristiano y franciscano es el Evangelio y nues-tras constituciones generales, nuestra propia experiencia de vida y el ejemplo de aquellos con los que hemos convivido y a quienes hemos admirado como dirigentes. Volviendo repeti-damente al papa Francisco como un líder ejemplar de la actua-lidad, fray Peter hizo notar que como base fundamental para todas sus cualidades como líder, parecía estar un sencillo y personal credo que el joven Jorge Bergoglio escribió durante


71

un retiro previo a su ordenación sacerdotal, en lo que llamó «un momento de gran intensidad espiritual». Fray Peter con-cluyó su charla con un impreso de su Credo:

YO CREO (Credo personal de Jorge Mario Bergoglio - futu-ro papa Francisco)

Quiero creer en Dios Padre que me quiere como a un hijo y en el Señor Jesús que infundió en mi vida su Espíritu, para hacerme sonreír y así llevarme al Reino eterno de la vida.

Creo en la Iglesia.

Creo en la historia de mi vida, que fue traspasada por la mi-rada de amor de Dios, quien en aquella primaveral mañana del 21 de septiembre, salió a mi encuentro para invitarme a se-guirle.

Creo en mi dolor, infecundo por el egoísmo en el que me refugio.

Creo en la tacañería de mi alma, que busca tomar sin dar.

Creo en la bondad de los demás, y que debo amarles sin miedo y sin traicionarles, sin buscar nunca mi propia seguri-dad.

Creo en la vida religiosa.

Creo que quiero amar mucho.

Creo en la muerte abrasadora de cada día, de la que huyo, pero que me sonríe, invitándome a aceptarla.


72

Creo en la paciencia de Dios, tan buena y acogedora como una noche de verano.

Creo que papá está con el Señor en el cielo.

Creo que el padre Duarte está también ahí, intercediendo por mi sacerdocio.

Creo en María, mi Madre, que me quiere y nunca me dejará solo.

Y creo en la sorpresa de cada día, en los que habrá amor, fortaleza, traición y pecado, que siempre estarán conmigo has-ta ese encuentro definitivo con ese maravilloso rostro que no conozco, que siempre se me escapa, pero al que deseo cono-cer y amar. Amén.

El día especial de la Vida Consagrada concluyó con la misa concelebrada y unida al rezo de vísperas. Entre los visitantes que nos acompañaron ese día se incluyeron fray Hugh McKen-na, O.F.M., ministro provincial; fray Adrian Curran, O.F.M. Cap., ministro provincial, y algunas Hermanas de Santa Clara.

Cuestionario: La primera sesión de la mañana del viernes 10 de julio, dirigida por nuestro asistente religioso, fray Youn-ge O.F.M., trató sobre el Cuestionario para Monasterios de Monjas, enviado por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, del 20 de abril de 2014. Los monasterios de nuestra federación recibi-mos una ayuda y asesoramiento excelentes de fray Patrick para enviar las respuestas a la Congregación. Dijo que de las tres cuestiones planteadas por la Congregación (Autonomía, Formación y Clausura), la más difícil de contestar parecía ser la


73

referente a la Autonomía. Esto requerirá muchos análisis en el futuro, especialmente considerando la cuestión de la disminu-ción: ¿quién y cuándo debe actuar?

Presentaciones: En la segunda sesión de la mañana del viernes 10 de julio, las presentaciones que habían sido envia-das por los monasterios y aprobadas por el consejo federal para la asamblea, fueron discutidas a fondo y se formularon respuestas muy útiles.

Paraliturgia conclusiva: La Paraliturgia final, compuesta por nuestras hermanas de Bothwell, llevó la asamblea federal 2015 a una conclusión adecuada, cuando todos los participan-tes llenaron sus pulmones para un «Grand Finale» cantando el himno del Año de la Vida Consagrada: Despierta al mundo y el Magníficat de Nuestra Señora: Proclama mi alma.

Así comienza otro trienio como federación, con la gracia de Dios y la intercesión de Nuestra Señora del Buen Consejo en todas nuestras deliberaciones y decisiones para el futuro.

Sr. Miriam, O.S.C.- Cork

3.2 1415-2015: 600º aniversario de la fundación del Monasterio de POLIGNY por santa Coleta (1381-1447)

Celebrar el sexto centenario de la fundación del monasterio es un reto, sobre todo cuando la fundadora es santa Coleta y conservamos su relicario desde que las clarisas de Gand, que


74

fueron expulsadas de su monasterio en 1783, se refugiaron en Poligny y trajeron sus restos…

Tenemos la costumbre de releer regularmente nuestros anales en el refectorio, iniciando así a las más jóvenes en esta historia que se convierte en la suya y va dando forma al rostro propio de nuestra comunidad. Resulta que, a lo largo de los siglos, el monasterio ha compartido las alegrías y las pruebas con los habitantes de Poligny, y más allá de las consideracio-nes religiosas o políticas actuales, este sigue estando muy uni-do a nosotras, ayudándonos a vivir lo cotidiano, participando en la liturgia, pidiendo nuestra oración o una escucha fraterna, prestándonos algún servicio… Lo experimentamos de manera particular cuando realizamos la restauración de nuestra capi-lla, terminada en 2014.

Como la primera piedra de la colegiata ―ahora iglesia pa-rroquial de la ciudad, situada justo enfrente del monasterio―, fue puesta igualmente en 1415, hemos querido realizar las principales celebraciones de este jubileo juntamente con la diócesis y la parroquia, la municipalidad, las fraternidades franciscanas y todos nuestros amigos.

La apertura tuvo lugar en la colegiata el 6 de marzo, solem-nidad de santa Coleta, con una celebración eucarística presidi-da por Mgr. Jordy nuestro obispo, por quedar nuestra capilla demasiado pequeña para acoger peregrinos, parroquianos y amigos, venidos algunos de muy lejos. A la mañana siguiente, en el monasterio, en el marco de las conferencias históricas organizadas por la ciudad y la Sociedad de Historia, Annie Gay habló de «Coleta de Corbie», título que dio a la novela históri-ca editada poco antes, y autora del documental «La edad de oro de Poligny en el siglo XV».


75

En abril, un espectáculo cómico hecho para el centenario por una compañía belga asociada a otra del Jura, presenta «Coleta para la eternidad», a los niños, jóvenes y adultos que se reunieron en la colegiata.

Con las delegaciones diocesanas de catecismo, de pastoral familiar y la pastoral vocacional, una jornada «en familia con Coleta» atrajo a setecientos niños del Jura con sus familiares, o sea, un millar de personas para un encuentro de oración en el monasterio tras una marcha por el mismo camino que realizó santa Coleta cuando llegó a Poligny. Las hermanas se ocuparon de la animación de varios talleres: oración del corazón, oración ante el fresco de nuestra capilla realizado por Paolo Orlando en 2014, y testimonios, así como una conferencia para los jóvenes. Otras actividades tuvieron lugar en la ciudad, mien-tras que nuestro obispo daba dos conferencias a los padres y presidía la eucaristía que coronó está jornada memorable.

«La edad de oro del condado de Borgoña»: durante dos meses, una exposición puesta en una antigua capilla de Polig-ny, presentaba a los habitantes oriundos y a los turistas las obras de arte del siglo XV, algunas piezas únicas de nuestros archivos y el original de las constituciones de santa Coleta, que se conservan en el monasterio de Besançon-Ronchamp. Una hermosa película mostraba a la Virgen con el Niño, regalo del duque Juan sin Miedo a santa Coleta. Las vicisitudes de la his-toria han llevado esa estatua a Nueva York, al Museo Metro-politano, y una copia se encuentra en nuestra sala capitular…

Y llega el gran fin de semana medieval organizado en junio por el ayuntamiento, con numerosas decoraciones y anima-ciones por las calles, los habitantes disfrazados y un festín de mil quinientos cubiertos alrededor de la colegiata… Relatare-


76

mos la parte «espiritual» en la que estuvimos implicadas: el sábado al atardecer, celebramos las vísperas en la pequeña iglesia de Mouthiers-Vieillard, la única que existía cuando llegó santa Coleta, en la que probablemente rezaba mientras era construido el monasterio. El domingo participamos en la misa solemne presidida por el obispo en la colegiata.

En julio tuvo lugar la ya tradicional peregrinación de «ma-trimonios esperando hijos», en relación con la parroquia Santa Coleta de París, que nos preguntaba: «¿600 años, y siempre jóvenes?».

En agosto, al televisar una misa desde la parroquia, nos qui-sieron hacer un reportaje que fue retransmitido en uno de los canales públicos, lo que suscitó una oleada de turistas y pere-grinos en los meses sucesivos.

Y como colofón de este año centenario, el coloquio científi-co bien preparado: «1415-2015: COLETA DE CORBIE O EL RE-SURGIR DE UN CARISMA», presidido por André Vauchez, reco-nocido experto en historia medieval, que daría también una conferencia para todos los públicos en la sala de fiestas: «San-tidad en tiempo de crisis: Catalina de Siena y Coleta de Cor-bie».

Historiadores o archiveros locales aportaron su contribu-ción, y entre los ponentes venidos de más lejos, podemos des-tacar a Ludovic Viallet, Anna Campbell (GB), Anne-Dolores Marcelis (B), Bernard Hours, Evelyne y Henri Hours, fray Éric Bidot (provincial de los capuchinos), Pierre Moracchini; e igualmente de las clarisas (Sor Marie-Colette de Niza, conocida por su Historia de la Orden; sor Clara, clarisa capuchina de Chamelières, y dos hermanas de Poligny), una presencia de la


77

que el señor Vauchez subrayó la importancia para una «histo-ria que aún se está haciendo».

Las ponencias, seguidas de debates en los que los numero-sos participantes pudieron intervenir, podríamos decir que fueron hechas a tres niveles: en relación con santa Coleta, está la historia local, la historia de la Orden y el resplandor de santa Coleta o de sus constituciones (¡ya que estos dos puntos no coincidirán necesariamente!), y la historia del monasterio. No nos es posible resumir todo aquí, por lo que se hará otra publi-cación en 2016. Podemos destacar la cuestión planteada por Sor Claire-Élisabeth, abadesa de Poligny: «600 años, ¿y una sola fundadora?», una lectura seleccionada de nuestros anales por sor Anne-Marie, la profesa solemne más joven, que re-flexionaba sobre «fidelidad y creatividad», los temas de «tra-dición-transmisión» y «carisma», que fueron abordados desde distintos puntos de vista… En fin, una aportación muy original: parece que una comunidad coletina, la de Madrid, influenció en la reforma de santa Teresa de Ávila… No fueron las clarisas sino un fraile carmelita, fray Marie-Laurent Huet (Toulouse), quien lo afirmaba desde el marco de sus búsquedas sobre las influencias recibidas por la gran reformadora española.

Durante estos dos días y medio de septiembre, ¿no hemos puesto en práctica lo que el papa nos pedía para este año de la Vida Consagrada? «Mirar el pasado con agradecimiento. Vivir el presente con pasión. Abrazar el futuro con esperanza».

Sí, eso es lo que vivimos acogiendo a Claire-Marie, que co-menzó su postulantado con las primeras vísperas de la fiesta de san Francisco… Para gloria del Señor.

Sor Marie-Catherine – Poligny


78

3.3. La fundación del Monasterio de Poligny

Annie Gay

¡Seiscientos años de historia! Seis-cientos años han pasado y el monas-terio de clarisas de Poligny, fundado en el año 1415, sigue adosado a la peña de Grimont. Justo al lado de la colegiata de Saint-Hippolyte, cuya primera piedra fue bendecida por el arzobispo de Besançon, en ese mismo año 1415. La iglesia y el monasterio:

un conjunto religioso y espiritual excepcional, en el corazón de la ciudad, capital de la bailía de Aval del condado de Borgoña.

En 1415, Juan sin Miedo, duque de Borgoña, era también conde de Borgoña y señor de Poligny. Había sucedido a su pa-dre, Felipe el Osado, duque de Borgoña de la familia real de los Valois, hermano del rey de Francia Carlos V, cuyo matrimonio con la condesa Margarita de Borgoña, le había otorgado aún más poder, y puesto al frente de un condado que se había ido expandiendo por las uniones, de Artois y de Flandes… En 1404, Juan sin Miedo hereda ese estado borgoñés al que pertenecía Poligny. Una pequeña ciudad de unos quinientos feudos ―dos mil habitantes―dominada por el castillo de Grimont, rodeado de torres y poderosas murallas, cerradas por cuatro puertas. Un pueblo y sus barrios extramuros; el barrio de Charcigny, el de Mouthier-Vieillard, los de Boussières y del Treux, los de Longville y del Vieil Hôpital…

Fue el duque Juan sin Miedo quien dio origen a la edifica-ción de la colegiata y de la fundación del monasterio.


79

En 1408, después del incendio que acabó con la iglesia pa-rroquial del barrio de Monthier-Vieillard, el duque decidió una nueva en el pueblo, en el recinto amurallado. Las obras co-menzaron en el año 1415 y duraron más de quince años. Una obra monumental de la que el principal mecenas fue Jean Chousat, natural de Poligny, administrador general de las fi-nanzas del duque. La iglesia fue erigida en colegiata en 1431, por una bula pontificia del papa Eugenio IV.

En los años 1410-1412, la corte de Borgoña mantenía rela-ciones privilegiadas con la orden franciscana. Henri de Baume, un monje franciscano del movimiento reformador, nacido de una noble familia del condado de Borgoña, había introducido en Borgoña a Coleta de Corbie, reformadora de la Orden de Santa Clara y guardiana de las Órdenes de San Francisco. Era su consejero y compañero de misiones. Gracias a él, Coleta de Corbie se benefició de apoyos influyentes borgoñeses; de la protección de la duquesa de Borgoña, Margarita de Baviera, esposa del duque Juan sin Miedo, del apoyo de la condesa Blanca de Ginebra, señora de Frontenay, viuda de Hugo II de Chalon-Arlay, amiga de la duquesa de Borgoña. Ayudas indis-pensables para fundar monasterios de clarisas en las ciudades, en una época en la que no era fácil, ya que las otras comuni-dades religiosas no lo querían, por no tener que compartir los donativos y limosnas. En 1410, Coleta de Corbie toma pose-sión del monasterio de clarisas de Besançon. En 1412, funda el monasterio de clarisas de Auxonne y reforma el convento de los franciscanos de Dole.

La pasión de las grandes familias para establecer monaste-rios en sus tierras, se explica por un contexto político funesto, las guerras, los enfrentamientos y batallas asesinas de la épo-ca. En la mentalidad de la Edad Media, las fundaciones religio-


80

sas eran un buen medio para implorar las gracias divinas para el descanso de las almas de los difuntos. La duquesa de Borgo-ña, Margarita de Baviera, tuvo todas las razones del mundo para obligar a su esposo a fundar un monasterio. Las múltiples intrigas y tramas urdidas por el duque, le condujeron a fomen-tar el asesinato de su primo, el duque de Orleans, y a desenca-denar una guerra civil devastadora. La fundación del monaste-rio fue para la duquesa como una buena obra para evitarle el infierno a su esposo y salvar su alma. Además, le persuadió para fundar un monasterio de clarisas en Poligny. Una ciudad que agradaba a Coleta de Corbie, pues era pequeña, protegida por torres y murallas, defendida por la fortaleza de Grimont, todas ellas condiciones indispensables para la seguridad de su comunidad en los tiempos que corrían. El duque concedió la casa que estaba en la calle de Dessus y le servía de arsenal, en un lugar seguro, apoyada en la peña de Grimont, justo debajo de la fortaleza, encajada entre la calle y el acantilado.

Coleta de Corbie llegó a Poligny el 16 de junio 1415, acom-pañada por ocho de sus monjas y la condesa Blanca de Gine-bra, cuyo castillo de Frontenay se encontraba a apenas dos leguas de la ciudad. Quiso empezar inmediatamente las obras de su monasterio, pero se lo impidieron los granjeros del du-que, que se opusieron a los trabajos e hicieron un requeri-miento al alguacil de Aval, para que lograse anular la donación del duque, ya que les parecía que, en tiempos de guerra, un arsenal vale más que un convento…

Coleta de Corbie y su séquito se vieron obligadas a esperar la confirmación de la donación del duque. Entretanto, el ca-pellán de Blanca de Ginebra, Jean Bon, nativo de Poligny, las acogió en su casa del barrio de Mouthier-Vieillard, fuera de los muros de la ciudad. La duquesa de Borgoña suplicó al duque


81

que interviniese lo antes posible. Desde su castillo de Rouvres, envió cartas patentadas con fecha de 6 de agosto de 1415 con-firmando la donación y ordenando el cese de toda oposición. Coleta y sus monjas pudieron tomar posesión de la casa en la calle du Dessus, y empezaron enseguida la construcción de su monasterio, que llamaron «Nuestra Señora de la Piedad»…

El monasterio, edificado a partir de 1415, permaneció igual hasta principios del siglo XVII, hasta la guerra de los seis años y sus devastaciones. Poligny fue incendiada en 1638, el monas-terio también, y las clarisas se exiliaron. Volvieron en 1646 y restablecieron el convento, el pórtico es de 1680. La Revolu-ción de 1789 supuso un nuevo y duro golpe, las clarisas fueron dispersadas y la capilla derruida… La comunidad fue reconsti-tuida a pesar de todo y reconstruyó la capilla en 1838. Una capilla que las clarisas de hoy acaban de remodelar e inaugu-rar, una manera magnífica de conmemorar en el 2015 el sexto centenario de la fundación de su monasterio, de celebrar seis-cientos años de historia, la permanencia de la vida y de la memoria, la cadena eterna de vivos y muertos…

3.4. Mensaje desde Basilán (Filipinas): ¡Orad por no-

sotras!

Hermanas Pobres de Santa Clara en Basilán

«Por favor, rezad por nosotras. Nuestra situación aquí es muy peligrosa. Los mismos soldados nos han dicho que este-mos siempre vigilantes ya que elementos instigados por el Estado Islámico presentes en la vecindad pueden asaltar o atacar las casas religiosas. Los soldados nos han informado de


82

que nuestra comunidad es uno de los objetivos. Supuestamen-te los planes fueron expuestos y simplemente están esperando a llevarlos a cabo. Ahora ya tenemos soldados protegiendo el monasterio».

Siguió otro mensaje:

«Pero no os preocupéis, aún estamos bien y somos capaces de sobrevivir en esta situación, creemos y confiamos en la ayuda de Dios. Sabemos que estáis ahí rezando por nosotras. De todas formas, la noche es siempre una prueba para noso-tras. Dormimos todas juntas en una habitación, nuestra vida de oración continúa y los lazos de interés mutuo y amor fra-terno se hacen más fuertes».

Reflexión

Los dos mensajes anteriores son suficientes para dejarnos heladas de miedo, angustia, congoja y preocupación. Solo Dios puede pacificar esta gran ansiedad, pero con cuanta valentía las hermanas afrontaron esta crisis confiando en las oraciones. Si ellas están ahí, viviendo esta fe en sus corazones, ¿dónde estamos nosotras en nuestras propias luchas, con los simples apuros de cada día? Cuando estemos tentadas de quejarnos sobre las incomodidades de una estrecha celda de espacio limitado para moverse con libertad, recordémoslas a ellas que se amontonan en la noche en una habitación para estar más seguras. Cuando experimentemos disgusto ante lo que se sirve en la mesa, recordémoslas a ellas que pueden estar, en este momento, quedándose sin reservas de alimentos o sin poder elegir qué comer. Si todavía puedes despertar por la mañana, capaz de estirarte del todo, caminar sin peligro hacia el cuarto de baño, vestirte tranquilamente y sin riesgos, entrar serena-


83

mente al coro y esperar la hora de la oración y la misa con re-gularidad tal y como ellas deberían poder hacer cada día, por favor inclina la cabeza durante unos momentos, recuerda a tus hermanas de Basilán y susurra una amorosa oración por ellas.

3.5. Capítulo de las Esteras de la Federación de Hermanas Pobres de Santa Clara de Gran Bretaña

Celebrado en el Centro de Conferencias CCT, High Leigh, Hoddesden, Hertfortshire, 4 – 8 mayo 2015

¡EN 30 PALABRAS!

Desde aquí, en 30 palabras o menos, una frase de esperan-za, o palabras de aliento, o una frase que resuma este encuen-tro. ¿Qué ha supuesto para ti este encuentro?

Grupo 1: Una peregrinación franciscana con el Señor: de honestidad, apertura, mutua comprensión, nuevas capacida-des, descubrimiento de uno mismo, viviendo en el presente,


84

de sinceridad, de construir la unidad en la diversidad, de luz y alegría totales, produciendo comunión.

Grupo 2: Que la inspiración del papa Francisco sobre la importan-cia de la ALEGRÍA permanezca en nosotras y se extienda a todos aquellos a quienes encontremos en el contexto de nuestras vidas compartidas como hermanas, cul-minando en un constante SÍ a Dios.

Grupo 3: Nuestra oración a través de la esperanza y la miseri-cordia nos alcance la aceptación y la comunión. Que esta sea nuestra bendición.

Grupo 4: No tengáis miedo, seguid escuchando el Evangelio con apertura, esperanza y comprensión, en comunión de unos con otros, para llevar a cumplimiento el deseo de Dios de «que todos seamos uno».

Grupo 5: No temáis: vivid vuestra vida en la alegría del Evangelio, día a día, en fidelidad al carisma de Clara, confiando en el Padre.

O como expresan con alegría franciscana las palabras del himno: No os preocupéis de lo que vais a comer, qué vais a vestir o a poneros en los pies. Confiad y orad, haced hoy lo más que podáis, y luego en manos del Señor todo dejad.


85

3.6. Novena a santa Clara 2015

3.6.1. FRANCIA, NANTES

Cada año, para la novena de santa Clara (y la de san Fran-cisco), «reemplazamos» el rezo de Nona por un tiempo de oración preparado para cada día por un grupo de hermanas distintas, en torno a un tema elegido comunitariamente, to-mando como referencia a santa Clara. En este año 2015, año de la Vida Consagrada, hicimos la novena en base a la fórmula de nuestra profesión. Cada día, un grupo de dos o tres herma-nas prepararon el rato de oración partiendo de una expresión de esta fórmula de profesión.

Los días se suceden, pero no se parecen. Apreciamos la creatividad de las hermanas: presentaciones de diapositivas, músicas, mímicas, participación de todas, incluso las más an-cianas, etc.

2 de agosto: «Por la gracia que el Señor me ha dado» (TestCl 1, Sal 117,2Tm 1,9, responsorio, oración).

3 de agosto: «Para alabanza de Dios… al servicio de Dios y de la Iglesia» (3CtaCl 41-42, tres cantos de ala-banza, Sal 103, 1P 1, 6-9, letanías de acción de gracias, Pr 1, 11, alabanzas espontáneas de las hermanas que lo deseen, oración, canto final de alabanza).

4 de agosto: «Con el firme propósito, hago voto» (Can-to. El primer día: 2CtaCl 11, Sal 118, 129-136; y noso-tras, hacer memoria en silencio del primer día. Día tras día: 2CtaCl 11-13, Jn 6, 60-61 y 66-68; y nosotras, ofre-cer al Señor nuestra piedra de tropiezo. Para siempre: TestCl 21-23, Sal 118, 97-104; y nosotras, Bendición de Santa Clara 14-15. Oración).


86

5 de agosto: «De vivir plenamente el Evangelio» (pro-cesión con el libro de la Palabra, RCl 1,1, comentario sa-cado de una conferencia de Sor Chiara Cristiana Mon-donico sobre el comentario de la regla; un canto; Sal 118 ; Jn 13, 13; mimo del lavatorio de los pies por santa Clara; cada una comparte una Palabra de Dios; oración).

6 de agosto: «Vivir en obediencia» (Canto; Fil 2, 5-11 con compartir sobre este texto; Sal 44; TestCl 24-25; Le-yenda de Santa Clara 11; gesto: poner la mano sobre el Evangelio en señal de obediencia a Dios; pequeño texto de Zundel; oración).

7 de agosto: «Sin propio» (Canto; Fil 3, 7-8; Salmo; ac-ción de gracias espontáneas por los bienes recibidos; oración).

8 de agosto: «Castidad y clausura» (canto, Sal 83, Sal 44, Os 2, 16.21-22; proyección de diapositivas; compar-tir sobre una palabra leída en el tiempo de oración; ora-ción).

9 de agosto: «De todo corazón me entrego a esta fami-lia religiosa… con la ayuda de mis hermanas» (canto; Jn 3,16-17; responsorio de santa Clara; salmo comunitario; 2Co 9,7-9; gesto: cada hermana se levanta, una tras otra, diciendo «me entrego de todo corazón a esta fami-lia religiosa [mostrando el icono de santa Clara], con la ayuda de mis hermanas» [cogiendo la mano de la que tiene al lado]; padrenuestro; oración).

10 de agosto: «Mediante la acción del Espíritu Santo, por la intercesión de la Virgen María, de Clara, Francis-co y todos los santos» (canto; Salmo de la Pasión de San Francisco «Nona»; narración de la noche del do-mingo de Ramos; diálogo entre Clara (TestCl 13, RCl 1,2, 1CtaCl 13) y Francisco (RCl 6,2 ; TestCl 23); compartir


87

sobre una palabra escuchada durante ese tiempo de oa-ración; oración).

Para la novena de san Francisco, tomaremos nuevamente el mismo tema, pero las hermanas que prepararon esta cam-biarán de grupo. Además, los textos franciscanos orientados hacia san Francisco.

3.6.2. FILIPINAS, FEDERACIÓN MADRE JERÓNIMA

Tema general: Santa Clara reflejando a los pobres: Cristo y los

pobres.

Día 2: Santa Clara reflejando a los pobres: los hambrientos

Día 3: Santa Clara reflejando a los pobres: los enfermos y los que

sufren

Día 4: Santa Clara reflejando a los pobres: los débiles en la fe

Día 5: Santa Clara reflejando a los pobres: los pecadores

Día 6: Santa Clara reflejando a los pobres: los que están perdidos

o confusos

Día 7: Santa Clara reflejando a los pobres: los perseguidos

Día 8: Santa Clara reflejando a los pobres: los ancianos y los mi-

nusválidos

Día 9: Santa Clara reflejando a los pobres: los marginados

Día 10: Santa Clara reflejando a los pobres: las víctimas de catás-

trofes y de las flaquezas humanas


88

3.6.3. AUSTRIA, MARIA ENZERSDORF

Novena a santa Clara pidiendo su especial ayuda

Oración inicial: Santa Clara, tú has ayudado a muchos her-manos y hermanas en sus necesidades. Por eso acudo a ti lleno de esperanza, para confiarme, junto contigo, al Padre de las misericordias.

1. La libertad interior: «¡Oh pobreza bienaventurada que da riquezas eternas a quienes la aman y abrazan!» (1CtaCl 15).

Santa Clara, tú no quisiste poseer nada fuera de nuestro Señor Jesucristo, ayúdame para que mi corazón permanezca libre y abierto para aquel que ha venido para que tengamos vida en plenitud.

2. Firmeza: «De nadie te fíes ni asientas a ninguno que quiera apartarte de este propósito» (2CtaCl 17).

Santa Clara, tú tomaste la decisión de vivir según el Evange-lio con todas sus consecuencias, ayúdame a saber distinguir las muchas voces que resuenan dentro de mí y adherirme a la voluntad de Dios.

3. Sabiduría: «Fija tu mente en el espejo de la eternidad» (3CtaCl 12).

Santa Clara, siempre buscabas lo que tiene valor perma-nente, ayúdame a ver mi vida como una peregrinación, para que no me apegue a los bienes terrenos.


89

4. Amor: «Ama totalmente a quien totalmente se entregó por tu amor» (3CtaCl 15).

Santa Clara, tú te uniste con toda la fuerza de tu corazón a Jesucristo, ayúdame también a mí a responder en la vida ordi-naria al amor de mi Salvador tal y como él se merece.

5. Paciencia: «Soporta de buen grado la adversidad y no te envanezca la prosperidad» (CtaEr 7).

Santa Clara, tú has perseverado con paciencia en las múlti-ples tribulaciones de tu vida hasta que Dios te dio la paz inter-ior, ayúdame también a mí a soportar con paciencia toda oscu-ridad y a esperar, con humilde confianza, la luz de lo alto.

6. Fidelidad: «Recordando tu propósito, y mirando siempre tu punto de partida» (2CtaCl 11).

Santa Clara, mirando siempre hacia el inicio de tu vocación, adquiriste la certeza del perenne acompañamiento de Dios, ayúdame también a que el recuerdo de mi primera llamada me alcance firmeza para conseguir proseguir mi camino con fidelidad.

7. Fortaleza: «Vos, que habéis comenzado con tan ardiente anhelo del Pobre Crucificado, confirmaos en su santo servicio» (1CtaCl 13).

Santa Clara, en la unión con el Pobre Crucificado, experi-mentaste el poder de su resurrección, ayúdame, por tu inter-cesión, que en mi debilidad descienda sobre mí la fuerza de Dios.


90

8. Alegría: «¡Alégrate también tú siempre en el Señor y no te dejes envolver por ninguna tiniebla ni amargura!» (3CtaCl 10).

Santa Clara, con diligente vigilancia estabas alerta para que ni la ira ni la agitación te quitaran la alegría profunda en el Se-ñor, ayúdame también a mí para que, por mi propia culpa, no destruya la gracia que Dios me ha dado tan inmerecidamente.

9. Gratitud: «Entre tantos beneficios como hemos recibido y estamos recibiendo cada día de nuestro Padre de las miseri-cordias, por los cuales debemos mayormente rendir acciones de gracias, uno de los mayores es el de nuestra vocación» (TestCl 2).

Santa Clara, nunca te parecía suficiente dar gracias diaria-mente al Padre de las misericordias por el don de la vocación; pide también para mí un corazón agradecido para el Dador de todas las gracias que, día tras días, me llama al seguimiento de su Hijo.

Oración final: Santa Clara, en gratitud por tu ayuda y acom-pañamiento, te pido tu bendición maternal. (Texto de la Ben-dición de santa Clara).

Sor Veronika, O.S.C.


91

3.6.4. USA, BELLEVILLE, IL

Agosto 2: Bienaventurados los pobres en el espíritu, por-que de ellos es el Reino de los Cielos.

Santa Clara aconsejó a sus Hermanas: ¡Abrazad a Cristo po-bre! Les mostró el camino sobresaliendo en aquella auténtica pobreza de espíritu, que es la humildad.

Agosto 3: Bienaventurados los mansos, porque ellos here-darán la tierra.

El papa que la canonizó escribió que Clara era mansa en sus palabras, amable en sus acciones. Aprendió los secretos de la mansedumbre manteniendo su mirada fija en Jesús Crucifi-cado.

Agosto 4: Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

Como san Francisco, santa Clara suspiraba porque el Amor no era amado. De ese Amor Crucificado recibió ella la divina consolación que tan liberalmente compartió con todos aque-llos cuyas vidas tocaron la suya.

Agosto 5: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

El ayuno corporal que Clara emprendió fue una expresión exterior de su hambre y sed interiores de la santidad que solo Dios puede dar.


92

Agosto 6: Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos obtendrán misericordia.

Desde su niñez, Clara se ocupó en obras de misericordia. Así era capaz de reconocer y proclamar las bendiciones que el Padre de las Misericordias otorga a sus hijos e hijas de adop-ción.

Agosto 7: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Clara de Asís deseó tan solo una cosa: Tener el espíritu del Señor y su santa operación. ¿Por qué? ¡Porque entonces sería capaz de orar siempre a él con un corazón puro!

Agosto 8: Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán hijos de Dios.

De Francisco, el hijo del mercader, Clara, la hija de un caba-llero, aprendió el arte evangélico de construir la paz, que los santos de Asís siguen enseñando al mundo de hoy.

Agosto 9: Bienaventurados los perseguidos por la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Siempre la realista evangélica, santa Clara nos recuerda que las causas del sufrimiento son muchas, pero solo hay una ma-nera de sufrir: unidas a Cristo.

Agosto 10: Alegraos y regocijaos, porque vuestra recom-pensa será grande en el cielo.

Santa Clara podía alegrarse con un gozo que nadie le podría quitar, porque cada día observó e imitó a aquel que es el ver-dadero espejo la bienaventuranza.

Índice · Sor Miriam, O.S.C. - Cork ... Ya se acerca el maravilloso tiempo de Navidad, un tiempo...

Documents

Transcript of Índice · Sor Miriam, O.S.C. - Cork ... Ya se acerca el maravilloso tiempo de Navidad, un tiempo...