Navidad 2013

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...como la piel de un bebé

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No recuerdo exactamente cuando fue, por la noche o de días, cerca del mar o en el monte. O, quizás, fue en una estepa llana. No puedo recordarlo. El recuerdo se difumina entre la aurora y el anochecer, cuando los colores de diciembre en el cielo imitan los colores de la piel del bebé, aquellos colores que tienen una definición difícil, entre el magenta y el indigo. Aunque me esfuerce en ello, no puedo recordarlo. Da igual, la definición. La belleza, como primera potencia del alma, no la podemos definir. Todos hemos podido sentir esta exaltación que nos rapta a lugares inexplicables. Pero sé que fue un momento de plena felicidad, un momento como el instante del sueño de los poetas, aquellos segundos que se mueven entre la realidad y la ficción, entre la vida y la muerte, en cualquier sitio cerca de la naturaleza, cuando todo queda en el suspenso mientras el tiempo flota por encima de unas aguas tranquilas. El momento de la musa que me lleva a algún lugar que no puedo explicar. Fue así que me rendí al sueño, en medio de un silencio que me llevó más allá del horizonte.

No puedo recordarlo con exactitud. No os lo puedo asegurar, pero guardo la sensación.

Unos ojos de color turquesa me acompañaban hacia la inmensidad. Su mirada, llena de palabras. Unos ojos bañados del silencio lleno de memorias que pasaban por mi corazón. Ojos que reflejaban los escaparates llenos de juguetes y calles adornadas, sin saber si era Navidad o Semana Santa, mientras todos los corazones latían en las calles llenas y ajetreadas sin poder adivinar si era Carnaval o el día de fin de curso. Y yo, encima de lo que me pareció ser un pájaro mitológico, volaba a países donde los vientos del levante del otoño se confundían con las marinadas durante la siesta en verano, donde las lluvias de primavera se mezclaban con el rocío

de enero. ¡Ah, tristes rocíos de invierno! ¡Cuántas lágrimas deja la luna en la tierra para poder dar un solo beso al primer rayo de sol! Mientras, la luna llena dejaba el cielo repleto de estelas de luz como si estuviéramos en el baile de las fiestas patronales del pueblo. Y las estrellas parlanchinas llenaban el cielo de susurros imitando a las señoras en el colmado, dejando el cielo lleno de colores de cualquier mercado callejero en un día de fiesta.

Tú, con tus ojos de color turquesa, empezaste a cantarme una canción de navidad, recordándome, una vez más, que ya ha pasado otro año. Y yo, como quien no quiere saber nada, volví a dejarme llevar por la ensoñación, sin saber ni dónde estaba ni en qué momento me encontraba. Me gustó sentir todos estos arpegios al acariciarme el corazón al ofrecerme la ligereza de estos recuerdos del paso de un tiempo que no puedo llegar a explicar.

Da igual. Los colores de la piel del bebé se parecen a los del anochecer. O, quizás, a los de la madrugada. En realidad, me da igual. El alma, como la belleza, no la podemos explicar. Me basta con la ternura que me despierta. Y así, antes de que la musa vuelva a raptarme, entre la vigilia y el sueño, me cantarás una canción de navidad y podré decir, como quien desea las buenas noches a quien ama:

Feliz navidad y próspero año nuevo. Que sea un año lleno de colores

como los de la piel del bebé.

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Texto e imagen: © Manel Esteban Pagès - 2013Navidad 2013

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