NACIONAL SÁBADO DE DICIEMBRE DE Muchachos raros en la ... · 04 NACIONAL SÁBADO 23 DE DICIEMBRE...

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SÁBADO 23 DE DICIEMBRE DE 2017 NACIONAL 04 juventud rebelde texto y fotos MARIANELA MARTÍN GONZÁLEZ [email protected] SE les considera «enciclopedias» en la industria cubana. Tienen 82, 77 y 74 años, pero el de ellos no es un manual aburrido, soberbio o plagado de tecnicis- mos, sino repleto de anécdotas hermo- sas y ocurrentes. Mientras se aprende a su lado se disfruta tanto, que no son pocos los que pasan horas solo escu- chándolos, sin que asome un bostezo o se miren los relojes. Los tres ya están jubilados, aunque como se dice en la calle, no retirados. Ahora trabajan en la Empresa Industrial de Riego (EIR), donde fueron bienveni- dos en calidad de trabajadores contrata- dos, en el Departamento de Investiga- ción y Desarrollo. Los ingenieros Ramón Ernesto Sán- chez Marzillán, Carlos Sánchez Castillo y José Luis Albarrán Pedroso son una especie de gurúes, a quienes les pre- guntan las dudas cuando van a llevar a escala las producciones. Y en honor a la solidez de sus conocimientos, «cuando se enreda la pita», enseguida dicen: «vamos a consultarle a los muchachos». Mientras conversábamos sobre sus vidas y obras, ligadas entrañablemente al desarrollo industrial del país, en me- dio de proyectos que para los neófitos en la especialidad pudieran parecer jero- glíficos, solo una queja escuché: «El rele- vo en este lugar está flojito», lamentó Ramón, luego de admitir que las nuevas tecnologías requieren de mentes más jóvenes que las suyas, aunque ellos no renuncien a apoderarse de estas y domi- narlas, como han hecho hasta ahora. La preocupación no es infundada. Según dijeron, los jóvenes que se adies- tran con ellos luego se marchan a otros sectores o a formas de gestión no esta- tales de la economía. Esgrimen como razón para irse que necesitan beneficios de tipo económico que la empresa no puede garantizarles. DE LA MESA DE DIBUJO A LA PC Todos, antes de obtener sus títulos de ingenieros, se graduaron como dibu- jantes. Trabajando y estudiando a la vez obtuvieron sus diplomas universitarios. Excepto Carlos que en dos ocasiones interrumpió sus clases mientras estu- diaba en la Universidad para irse a luchar a Angola y Etiopía, como antes lo hizo en Cuba, en el Escambray, durante la lucha contra bandidos, y cuando la invasión a Playa Girón. A Carlos, el Ministerio de Industrias lo aprobó como ingeniero empírico por su trayectoria como investigador. Su impronta no solo ha quedado en las combinadas cañeras, sino tam- bién en las limpiadoras de playa, cuya versión cubana le debe parte de su eficiencia a la entrega e ingenio de este hombre. Por las manos de estos tres ingenie- ros han pasado proyectos tan valiosos como el de la primera combinada cañe- ra conocida como Libertadora, nombre con el cual la bautizara Fidel. Es una de las más eficientes que existe en el mun- do en la cosecha de la caña de azúcar, cuya patente Cuba la cedió a la Repúbli- ca Federal de Alemania, y luego el país europeo le entregaba los equipos a la Isla para que se probaran en la zafra. «Cuando éramos parte de los investi- gadores que trabajaban en la combinada, Alemania se nutrió del conocimiento de muchos especialistas, entre ellos noso- tros. Había que hacer pruebas en el terre- no e ir corrigiendo los errores de los equi- pos que diseñábamos», recordó José Luis, quien también evocó que hubo un momento de la vida de Carlos Sánchez y Delfín Pérez (este último conocido como el padre de la combinada), en que este equipo era una obsesión. Trabajaban día y noche para lograr la eficiencia que actualmente el aparato muestra. «Antes no había como ahora internet ni otros medios sofisticados para poder investigar. Cuando te encargaban un diseño te daban una muestra testigo y te decían: “yo quiero una máquina como esta”, o te solicitaban una investigación sobre determinado equipo que realizara una función determinada. «Entonces acordábamos qué era po- sible y qué no. Por ejemplo, no fue posi- ble lograr un dispositivo que sembrara la caña a 60 centímetros de profundidad, pues no existía un equipo tractivo que pudiera halarlo. Los subsoladores que había en el mundo, cuando nos hicieron aquel pedido, apenas llegaban a los 300 milímetros de profundidad. Actualmente ya existen equipos que puedan arrastrar subsoladores más poderosos», apuntó José Luis. Con orgullo recuerdan que antes pro- yectaban a mano, en la mesa de dibujo, lo mismo un cargador frontal, que un bul- dócer; y ahora en la computadora se baten de tú a tú con dos programas que parecen de ciencia ficción, por los pla- nos que muestran de cada pieza, por pequeña que sea. «Hace cuatro años empezamos a pro- yectar con el Autocad 2013 y ya lo hace- mos con el Soliword 2014. No ha sido fácil cogerle el paso a esos programas, pero ya los dominamos y eso agiliza la entrega de los proyectos», apuntó Ra- món, orgulloso de no usar espejuelos, porque tiene 20/20 luego de haber sido operado de la vista. José Luis, a quien todos llaman el pro- fe, es quien revisa los proyectos «con ojo de águila». Casi siempre que señala un error tiene la razón, pero a veces sus otros dos compañeros —como señaló Carlos— lo convencen de que el señala- miento hecho por él no es válido total- mente. Siempre de la discusión nace un proyecto valioso, como la ambulancia de riego, que pronto andará por los campos de la Isla, ayudando a que los cultivos no se pierdan allí donde San Pedro ha sido inclemente. Recientemente los tres fue- ron reconocidos durante el homenaje del movimiento sindical cubano al Che, en ocasión del aniversario 50 de su caída en combate. La figura del Guerrillero He- roico siempre los acompaña, porque co- mo reiteraron, a él deben su formación. «Asistí una vez, con el Ministerio de Industrias al trabajo voluntario, y el Che fue con nosotros. Ese día guataquea- mos y el que terminara primero tenía que dar contracandela, es decir venir de atrás hacia adelante por el surco del compañero. Yo terminé de primero, y él me preguntó cuál era el método. Como al Che no le gustaban los autosuficien- tes ni alardosos, le dije: “el surco no te- nía tanta yerba”», rememoró José Luis, quien también narró otras anécdotas que demostraban la capacidad que tenía el Che para decantar lo más importante y urgente del resto de las tareas. Ramón, al término de nuestro en- cuentro, tras agradecer al Che el haber- les inculcado el amor por la industria y exigirles siempre la superación, recalcó que mientras tengan energías seguirán manoseando viejos planos, quizá con nostalgia, y haciendo otros nuevos, y que ayudarán a los jóvenes para que se enamoren de la Empresa Industrial de Riego, pues es una entidad con grandes proyectos para el desarrollo del país y que necesita de sangre nueva para cum- plir su misión. Tres reconocidos ingenieros cubanos, creadores de importantes prodigios, todavía laboran como trabajadores contratados en la Empresa Industrial de Riego. Resaltan la necesidad de enamorar a los adiestrados y motivarlos a que permanezcan. Las nuevas tecnologías requieren de mentes jóvenes, afirman Muchachos raros en la industria Ramón Ernesto Sánchez Marzillán, Carlos Sánchez Castillo y José Luis Albarrán Pedroso son una especie de gurúes dentro de la industria cubana. Urge incentivar a las nuevas generaciones por el trabajo industrial. Foto: Roberto Suárez

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SÁBADO 23 DE DICIEMBRE DE 2017NACIONAL04 juventud rebelde

texto y fotos MMAARRIIAANNEELLAA MMAARRTTÍÍNNGGOONNZZÁÁ[email protected]

SE les considera «enciclopedias» en laindustria cubana. Tienen 82, 77 y 74años, pero el de ellos no es un manualaburrido, soberbio o plagado de tecnicis-mos, sino repleto de anécdotas hermo-sas y ocurrentes. Mientras se aprende asu lado se disfruta tanto, que no sonpocos los que pasan horas solo escu-chándolos, sin que asome un bostezo ose miren los relojes.

Los tres ya están jubilados, aunquecomo se dice en la calle, no retirados.Ahora trabajan en la Empresa Industrialde Riego (EIR), donde fueron bienveni-dos en calidad de trabajadores contrata-dos, en el Departamento de Investiga-ción y Desarrollo.

Los ingenieros Ramón Ernesto Sán-chez Marzillán, Carlos Sánchez Castillo yJosé Luis Albarrán Pedroso son unaespecie de gurúes, a quienes les pre-guntan las dudas cuando van a llevar aescala las producciones. Y en honor a lasolidez de sus conocimientos, «cuandose enreda la pita», enseguida dicen:«vamos a consultarle a los muchachos».

Mientras conversábamos sobre susvidas y obras, ligadas entrañablementeal desarrollo industrial del país, en me-dio de proyectos que para los neófitosen la especialidad pudieran parecer jero-glíficos, solo una queja escuché: «El rele-vo en este lugar está flojito», lamentóRamón, luego de admitir que las nuevastecnologías requieren de mentes másjóvenes que las suyas, aunque ellos norenuncien a apoderarse de estas y domi-narlas, como han hecho hasta ahora.

La preocupación no es infundada.Según dijeron, los jóvenes que se adies-tran con ellos luego se marchan a otrossectores o a formas de gestión no esta-tales de la economía. Esgrimen comorazón para irse que necesitan beneficiosde tipo económico que la empresa nopuede garantizarles.

DE LA MESA DE DIBUJO A LA PCTodos, antes de obtener sus títulos

de ingenieros, se graduaron como dibu-jantes. Trabajando y estudiando a la vezobtuvieron sus diplomas universitarios.Excepto Carlos que en dos ocasionesinterrumpió sus clases mientras estu-diaba en la Universidad para irse aluchar a Angola y Etiopía, como antes lohizo en Cuba, en el Escambray, durantela lucha contra bandidos, y cuando lainvasión a Playa Girón.

A Carlos, el Ministerio de Industriaslo aprobó como ingeniero empíricopor su trayectoria como investigador.Su impronta no solo ha quedado enlas combinadas cañeras, sino tam-bién en las limpiadoras de playa, cuyaversión cubana le debe parte de sueficiencia a la entrega e ingenio deeste hombre.

Por las manos de estos tres ingenie-ros han pasado proyectos tan valiososcomo el de la primera combinada cañe-ra conocida como Libertadora, nombrecon el cual la bautizara Fidel. Es una de

las más eficientes que existe en el mun-do en la cosecha de la caña de azúcar,cuya patente Cuba la cedió a la Repúbli-ca Federal de Alemania, y luego el paíseuropeo le entregaba los equipos a laIsla para que se probaran en la zafra.

«Cuando éramos parte de los investi-gadores que trabajaban en la combinada,Alemania se nutrió del conocimiento demuchos especialistas, entre ellos noso-tros. Había que hacer pruebas en el terre-no e ir corrigiendo los errores de los equi-pos que diseñábamos», recordó JoséLuis, quien también evocó que hubo unmomento de la vida de Carlos Sánchez yDelfín Pérez (este último conocido comoel padre de la combinada), en que esteequipo era una obsesión. Trabajaban díay noche para lograr la eficiencia queactualmente el aparato muestra.

«Antes no había como ahora internetni otros medios sofisticados para poderinvestigar. Cuando te encargaban undiseño te daban una muestra testigo yte decían: “yo quiero una máquina comoesta”, o te solicitaban una investigación

sobre determinado equipo que realizarauna función determinada.

«Entonces acordábamos qué era po-sible y qué no. Por ejemplo, no fue posi-ble lograr un dispositivo que sembrara lacaña a 60 centímetros de profundidad,pues no existía un equipo tractivo quepudiera halarlo. Los subsoladores quehabía en el mundo, cuando nos hicieronaquel pedido,apenas llegaban a los 300milímetros de profundidad. Actualmenteya existen equipos que puedan arrastrarsubsoladores más poderosos», apuntóJosé Luis.

Con orgullo recuerdan que antes pro-yectaban a mano, en la mesa de dibujo,lo mismo un cargador frontal, que un bul-dócer; y ahora en la computadora sebaten de tú a tú con dos programas queparecen de ciencia ficción, por los pla-nos que muestran de cada pieza, porpequeña que sea.

«Hace cuatro años empezamos a pro-yectar con el Autocad 2013 y ya lo hace-mos con el Soliword 2014. No ha sidofácil cogerle el paso a esos programas,

pero ya los dominamos y eso agiliza laentrega de los proyectos», apuntó Ra-món, orgulloso de no usar espejuelos,porque tiene 20/20 luego de haber sidooperado de la vista.

José Luis,a quien todos llaman el pro-fe, es quien revisa los proyectos «con ojode águila». Casi siempre que señala unerror tiene la razón, pero a veces susotros dos compañeros —como señalóCarlos— lo convencen de que el señala-miento hecho por él no es válido total-mente. Siempre de la discusión nace unproyecto valioso, como la ambulancia deriego, que pronto andará por los camposde la Isla,ayudando a que los cultivos nose pierdan allí donde San Pedro ha sidoinclemente. Recientemente los tres fue-ron reconocidos durante el homenaje delmovimiento sindical cubano al Che, enocasión del aniversario 50 de su caídaen combate. La figura del Guerrillero He-roico siempre los acompaña, porque co-mo reiteraron, a él deben su formación.

«Asistí una vez, con el Ministerio deIndustrias al trabajo voluntario, y el Chefue con nosotros. Ese día guataquea-mos y el que terminara primero teníaque dar contracandela, es decir venir deatrás hacia adelante por el surco delcompañero. Yo terminé de primero, y élme preguntó cuál era el método. Comoal Che no le gustaban los autosuficien-tes ni alardosos, le dije: “el surco no te-nía tanta yerba”», rememoró José Luis,quien también narró otras anécdotasque demostraban la capacidad quetenía el Che para decantar lo másimportante y urgente del resto de lastareas.

Ramón, al término de nuestro en-cuentro, tras agradecer al Che el haber-les inculcado el amor por la industria yexigirles siempre la superación, recalcóque mientras tengan energías seguiránmanoseando viejos planos, quizá connostalgia, y haciendo otros nuevos, yque ayudarán a los jóvenes para que seenamoren de la Empresa Industrial deRiego, pues es una entidad con grandesproyectos para el desarrollo del país yque necesita de sangre nueva para cum-plir su misión.

Tres reconocidos ingenieros cubanos, creadores de importantes prodigios, todavía laboran como trabajadorescontratados en la Empresa Industrial de Riego. Resaltan la necesidad de enamorar a los adiestrados

y motivarlos a que permanezcan. Las nuevas tecnologías requieren de mentes jóvenes, afirman

Muchachos raros en la industria

Ramón Ernesto Sánchez Marzillán, Carlos Sánchez Castillo y José Luis Albarrán Pedroso son una especie de gurúes dentro de la industria cubana.

Urge incentivar a las nuevas generaciones por el trabajo industrial. Foto: Roberto Suárez