Museología hoy, Elena López

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EL MUSEO Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS El título de mi intervención es “Museología hoy” Por ello y antes de seguir adelante creo conveniente definir, ya que la museología es la ciencia que estudia el museo, qué entendemos por museo al finalizar la primera década del siglo XXI ¿Cómo un producto de contenidos multimedia? ¿Un gestor de comunidades? ¿Un crítico? ¿Un centro cultural? El Museo La palabra museo, ha tenido numerosas aplicaciones y significaciones hasta su sentido actual. La evolución del museo ha producido enfoques, análisis y definiciones diversas, que se matizan en función de posiciones más innovadoras o alternativas, nacidas después de la reconocida “crisis del museo” a finales de los sesenta.

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EL MUSEO Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS

El título de mi intervención es “Museología hoy”

Por ello y antes de seguir adelante creo conveniente definir, ya que la museología es la

ciencia que estudia el museo, qué entendemos por museo al finalizar la primera década

del siglo XXI ¿Cómo un producto de contenidos multimedia? ¿Un gestor de

comunidades? ¿Un crítico? ¿Un centro cultural?

El Museo

La palabra museo, ha tenido numerosas aplicaciones y significaciones hasta su sentido

actual. La evolución del museo ha producido enfoques, análisis y definiciones diversas,

que se matizan en función de posiciones más innovadoras o alternativas, nacidas

después de la reconocida “crisis del museo” a finales de los sesenta.

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La idea de los museos como depósitos colectivos del conocimiento en forma tangible

data de los siglos XVII y XVIII y refleja el espíritu de La Ilustración. El museo ha

necesitado un lento proceso de adaptación a los cambios socioculturales y a las

exigencias de una sociedad en constante evolución. Los cometidos del museo han

cambiado en la medida que se ha producido un cambio de rol creándose nuevos modelos

de actividades y renovándose y modernizándose sus funciones tradicionales

Los últimos años han sido testigos de un masivo crecimiento en el número de museos,

las visitas se han incrementado y se puede considerar que los museos forman parte del

orden político, social y económico, pero ¿pueden los museos responder a estas nuevas

situaciones? ¿Son capaces de cambiar sus políticas de cara a los nuevos objetivos?

Todos estos cambios crean tensiones en cuanto al modo de conservar y de exponer, al

concepto de museo y a las funciones clásicas que se le atribuyen. En esta situación el

museo ha tenido que abrirse al público: de mero expositor a auténtico comunicador.

Hasta casi mediados del siglo XX se mantienen las corrientes conceptuales

museológicas del siglo XIX pero con una mayor especialización y extensión del concepto.

Junto a la democratización de la cultura y el patronazgo de la clase privilegiada al servicio

de la sociedad, el turismo será otro factor influyente en el desarrollo del museo moderno,

como fenómeno que traería a los países del área mediterránea y de Europa occidental

cuantiosos beneficios, y, especialmente, el del desarrollo de los museos de arte y

arqueología, mientras que la visión pedagógica y didáctica del museo y un nuevo espíritu

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de servicio a la comunidad lo que impulsó la renovación en los países del norte y Europa

oriental.

Este proceso de expansión y modernización se realizó de modo distinto en EE.UU,

Canadá, que desarrollaron a ritmo vertiginoso la creación de nuevos museos junto con la

modernización de los antiguos, Australia e incluso Japón.

El museo se ha convertido en catedral laica donde la participación pública en los

festejos está asegurada. La década de los ochenta impulsó toda una generación de

nuevos y llamativos museos en occidente, a lo que se van sumando otros países

occidentalizados en mayor o menor medida.

El museo aparece como una institución disciplinada y enciclopédica, en la que todos

los saberes aparecen reunidos de una forma ordenada y clasificada, como paradigma de

la Ilustración y de las élites que lo crearon, y cuyo beneficio se producía por la simple

visita en una actitud pasiva y meramente contemplativa.

El gran problema de los museos es que se inauguran a bombo y platillo en momentos

que conviene políticamente, a partir de ahí comienza su declive hasta llegar a su cierre en

algunos casos. No se les dota de autonomía económica y administrativa suficiente ni

existe un plan museológico, ni una política coherente de adquisiciones, no se establece su

contenido, funciones y cometido social pero se les exige alta rentabilidad política y social.

El caso de los Museos de Ciencias Naturales y de Ciencia y Tecnología no es más

halagüeño como se manifestó en las jornadas sobre “Museos. Realidad y nuevos retos”

(Granada. ICOM, 2002). En ellas se puso de relieve la ausencia de una cultura científica

en los centros españoles, además la falta de espacios y de recursos ha perseguido la

historia de museos como el Nacional de Ciencias Naturales.

Todavía existen graves carencias en los museos, pese a las aportaciones de los

últimos años, a un mayor nivel de cultura del público en general y a una mejor preparación

de los profesionales. Hay que implicar a la sociedad civil en el apoyo a la defensa del

patrimonio, ya que los museos administran un patrimonio común.

En este sentido es muy importante el papel del voluntariado y de las asociaciones de

amigos de los museos, y el ICOM ha destacado la iniciativa, actividad y participación de la

sociedad en el entorno del museo que contribuye a conseguir los objetivos del museo.

Existe una federación de amigos de los museos, muy activa internacionalmente que

aportan actividades, fondos y distintas iniciativas que llevan a cabo voluntarios, sabiendo

que siempre han de estar asesorados y dirigidos por profesionales.

Frente a la sociedad el museo debería comportarse de una forma elitista en cuanto a

las piezas: lo único y lo mejor, lo más representativo y fundamental para el conocimiento y

comprensión de la cultura, pero comprensible y accesible a todos.

No hay que apresurarse en la admisión de obras, no se trata de la existencia de las

piezas, sino de su supervivencia, se seguirán los más rigurosos criterios de calidad.

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El museo no puede presentarse hoy con formatos de hace más de un siglo, han

cambiado las formas de exposición, la arquitectura y el uso de la luz que puede variar

mecanismos de percepción. El museo en su faceta de comunicador tiene que llegar al

mayor número posible de visitantes pero sin olvidar el objeto, sea cual sea su naturaleza,

que conserva, investiga y utiliza como documento histórico, base y origen del quehacer

museístico. El prestigio y solidez del museo reside en su colección permanente,

conservadores y trabajadores han de centrarse en el conocimiento, exposición, cuidado y

difusión de esta.

La actual tendencia a considerar la actividad museística desde el punto de vista del

acontecimiento es peligrosa, aunque parece inevitable. Del fugaz acontecimiento cultural

al espectáculo banal hay un paso, tendencia a frivolizar y a hacer de todo un parque

temático más cercano a los parques de Disney que a otra cosa. Habría que rescatar al

museo de esa actualidad que a veces le lleva a ser una caricatura de sí mismo y

reconducirlo hacia su verdadero fin de constituir un servicio público.

El nuevo museo se enfrenta al museo tradicional tanto por su función en la sociedad

como por el modelo que propugna y desarrolla. El museo es algo más que un lugar en el

que almacenar y conservar distintos objetos, todo lo cual propicia la aparición de nuevos

planteamientos y nuevos usos del museo

De acuerdo con la definición del ICOM el museo es una institución al servicio de la

sociedad que sobre todo expone, con finalidad de estudio, educación y recreo. La función

del museo es una función social, ya no está solo al servicio de los especialistas y se ha

transformado en centro cultural y por ello se le considera una institución social

Esta nueva dimensión exige su transformación del museo tradicional estático en otro

dinámico, a la vez que le exige que sea accesible a toda la sociedad y al hablar de

accesibilidad no solo se trata de eliminar barreras físicas, si no también psíquicas e

intelectuales, en este punto las nuevas tecnologías prestan un servicio inmejorable

siempre y cuando se conozcan bien y se sepan utilizar adecuadamente

En la actualidad la faceta comunicadora del museo se extiende a todas las funciones

propias de la institución, las tecnologías de la información y la comunicación constituyen

para ello herramientas de primer orden, sin embargo deberemos verlas siempre como

medios y no como un fin en sí mismas.

No se trata de hacerse con los últimos aparatos que nos ofrece el mercado, sino

prepararse para los nuevos recursos y cambiar nuestra mentalidad para responder a este

nuevo reto.

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La Exposición,

Durante el siglo XVIII diferenciaba al museo de la colección. Es la manera natural con

la que el museo se expresa y comunica con la sociedad, su función visible por

antonomasia y puede, con su discurso, manipular ideológica y tendenciosamente el

mensaje a transmitir, es el resultado de una larga elaboración y pretende dar a conocer

una investigación profunda y rigurosa. La exposición entabla diálogo entre la institución y

la sociedad, la animación desarrolla este diálogo y la difusión completa a su manera la

exposición y animación.

Cada vez proliferan más y en todo tipo de instituciones públicas o privadas las

exposiciones temporales, a ello se han sumado también los museos que dedican cada

vez más número de personas a estas funciones, cantidades presupuestarias y salas

habilitadas al efecto.

La exposición pretende llevar al mayor número de personas posible un mensaje

concreto poniéndose a la altura de los distintos niveles de formación, por tanto la política

de exposiciones, permanente o temporal, cada vez cobra más importancia.

La exposición, como acto de comunicación, es una secuencia de experiencias y es por

ello que cada lugar y cada espacio condicionan y definen tanto la exposición en sí como la

experiencia que recoge el visitante.

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Toda exposición quiere contar algo y esto lo hace a través de un hilo conductor que va

guiando la visita, y para contar esta historia han de contribuir todos los elementos de la

exposición: desde las piezas, el diseño de la exposición y su mobiliario (vitrinas, peanas),

circulación, color elegido para la exposición que estará presente en el catálogo, trípticos,

cartelas, cartel, y demás elementos, también el tipo de iluminación elegida y la forma de

concebirla, etcétera.

El objeto a exponer es el que comunica el mensaje y por ello habrá que tratarlo con el

mayor respeto siendo conscientes del proceso de descontextualización que sufre desde el

mismo momento en que entra en la exposición y se saca de su entorno habitual para el

que fue construido, será preciso que expliquemos la pieza, por qué, para qué y para quién

ha sido creada.

A la hora de elaborar el discurso museológico será necesario elaborar un guión técnico

y definir el tipo de narración, crear un relato capaz de trasmitir el mensaje implícito en

cada uno de los objetos expuestos; este mensaje ha de llegar de una forma clara y

concisa, por tanto habrá que establecer distintos niveles de información como distintos

niveles de formación hay en los visitantes de un museo, teniendo en cuenta que el museo

no es ni una escuela ni una universidad ni una biblioteca, sino un lugar en el que pasar un

rato de ocio mientras se aprende algo.

Además nuestra narración se tendrá que adaptar al espacio en el que va a ser

contada, y podrá ser éste un espacio natural o un edificio construido para tal uso, aunque

podremos adecuarlo a los fines perseguidos sin que ello sea demasiado relevante para el

desarrollo del relato teniendo en cuenta que en la percepción del espacio interactúan los

sentidos de los visitantes.

En ocasiones, tal y como sucede en el Guggenheim de Bilbao, el espacio se apropia

del protagonismo de la exposición dando toda la relevancia al edificio y dejando en

segundo plano las obras a exponer o el mensaje a transmitir.

Otro elemento importante es el tiempo. Cualquier historia posee una dimensión

temporal donde se desarrollan los acontecimientos que están estrechamente relacionados

con la trama del relato. Cuando los visitantes entran en los museos disponen de un

tiempo concreto para recorrerlo, tiempo que se ha de programar y calcular con el

propósito de conseguir su objetivo sin cansar al espectador.

Un último elemento que también juega un papel fundamental en cualquier exposición

es la iluminación. A través de ella se crean diferentes ámbitos, se da mayor relevancia a

unos objetos que a otros y se puede crear una atmósfera propicia para adentrarse en la

estructura narrativa que se nos pretende transmitir.

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La Comunicación

La vocación social del museo está estrechamente ligada a su función divulgativa y por

tanto comunicadora y difusora de sus contenidos. La difusión gravita entre el aprendizaje

y el recreo, de manera que se deben prever actividades de aprendizaje y actividades

lúdicas.

Hasta la segunda mitad del s. XX la comunicación no ha tenido gran importancia.

Recae en un departamento, que no siempre existe, pedagógico o de educación y acción

cultural (DEAC). Se ocupa de la comunicación, didáctica, relaciones públicas del centro.

El público ha pasado a ser el gran protagonista del museo y de la exposición, después

del objeto, y su papel cada vez es más importante y por ello es necesario conocerlo bien y

saber a qué tipo de público va a ir destinada nuestra exposición, ello hace que los

estudios de público sean cada vez más rigurosos.

Las necesidades y preferencias de los consumidores o grupo de clientes tendrá una

consideración especial al definir su política de exposiciones, los estudios sobre las

características de los visitantes y su comportamiento ofrecen una información detallada

que habrá de ser tenida en cuenta al definir la política y el programa de exposiciones.

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En relación con el sujeto la exposición debe educar, teniendo en cuenta que el público

ya no es un espectador pasivo y cada vez participa más activamente, así mismo debe

difundir tanto los materiales ya consagrados como los no consagrados inculcándola

necesidad cultural y artística y finalmente debe deleitar evitando la fatiga del museo.

La experiencia del museo ha de ser única e irrepetible en cada uno de los visitantes,

cada persona puede recibir la exposición con muy distintos matices, pero el hilo

conductor, esa síntesis de la exposición ha de ser muy clara y llegar a todos por igual. La

edad, formación, procedencia cultural, experiencias y capacidades harán que las visitas

sean múltiples como distintas son cada una de las personas que acuden al museo por

muy diversos motivos.

El público ha pasado a ser el juez de la exposición, y a través de las nuevas

tecnologías puede emitir su veredicto. Las herramientas y plataformas tecnológicas han

hecho posible la participación, pero lo realmente novedoso son las redes sociales en los

museos que posibilitan la creación de contenidos por parte de los usuarios.

Sin embargo en este nuevo proceso en el que se encuentra inmerso el museo ha de

quedar bien claro que la comunicación incumbe a todo el museo y en la adaptación

estructural y organizativa del centro han de colaborar todo los departamentos siendo

conscientes de los problemas que conlleva un cambio de mentalidad y la alteración de

hábitos y esquemas de trabajo que datan de muchos años atrás.

La adopción de un nuevo sistema de comunicación dentro del museo y su adaptación a

las nuevas tecnologías no puede ser fruto de un capricho ni de pretender estar a la última,

ha de estar respaldado por un proyecto sólido y coherente en el que tenga cabida cada

una de las labores museales e implique a todos los miembros de la plantilla.

Los conceptos básicos de la comunicación siguen siendo los mismos que se

establecen a partir de los años 80 del siglo pasado, el mayor cambio ha venido dado por

la irrupción de internet y más recientemente por las redes sociales, es decir han cambiado

los instrumentos de trabajo pero no los objetivos a cumplir.

Pero lo realmente novedoso es la participación y una participación activa por parte del

público, ya no se trata de poder apretar un botón durante la visita a la exposición o poder

ver un vídeo o acudir a una conferencia. Las herramientas y plataformas tecnológicas han

hecho posible que el usuario pueda compartir y aportar contenidos

Las tecnologías

Parece claro pues que las exposiciones son un medio de comunicación, con sus

características y peculiaridades como soporte de información y mensaje. Parece claro

también que la dimensión comunicativa del museo impregna cada una de sus áreas de

trabajo y actividad diaria: exposición, restauración, conservación o actividades didácticas.

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Y parece claro que en esta labor las tecnologías de la información y de la comunicación

constituyen una herramienta básica en los museos actuales.

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Sin embargo no debemos olvidar que con anterioridad a este proceso la tecnología ya

había entrado en el museo como pieza de colecciones, desde las primeras fotografías del

siglo XIX hasta las actuales video instalaciones, performance o happening apoyados en la

fotografía o filmaciones como único modo de perpetuarse y conservarse en el tiempo

dado lo efímero de estas manifestaciones artísticas, citemos como ejemplo las

actuaciones de Christo y como el hecho de envolver un monumento de cualquier ciudad,

una isla o cualquier otro accidente geográfico necesita de la fotografía para fijarlo en

nuestra retina.

El museo ha tenido que enfrentarse a la gestión y conservación de un patrimonio que

conlleva unas especiales dificultades en el intento de armonizar la labor de conservadores

con los intereses de los autores.

Para los conservadores la entrada en los museos de imágenes por ejemplo en formato

digital constituye más que un avance una nueva fuente de preocupaciones, dificultades e

inseguridades, no solo hay que enfrentarse a nuevos formatos y soportes sino que

además hay que plantearse nuevos problemas de conservación, documentación,

exposición y almacenaje, reproducción e incluso intervención sobre las piezas.

La propia evolución tecnológica ha ido haciendo obsoletos los formatos de imágenes,

soportes y equipos de lectura de muchas de las obras contemporáneas que sin una fuerte

inversión en tecnología, trabajo y adecuación de lo conservado impide la utilización y la

exposición de estas imágenes. La tecnología aporta constantemente nuevos formatos y

soportes pero da pocas soluciones para recuperar formatos antiguos ¿Cómo proceder

para recuperar esta información? ¿Cómo reproducir en formatos actuales piezas

realizadas en otros antiguos sin incurrir en ninguna falta ni atentar contra la propiedad

intelectual de la obra? ¿Somos dueños de la obra o solo del formato?

Adaptar el museo del siglo XXI a las tecnologías no consiste en comprar todo tipo de

aparatos y utilizar todos los recursos museográficos en cada una de las exposiciones

programadas., sino preparar los recursos y la mentalidad para responder a n nuevo reto, a

una demanda de comunicación en plena evolución.

Conclusión

El cambio producido en los dos últimos años ha sido muy rápido y de gran alcance, el

museo ha tomado conciencia de la importancia y el avance que supone utilizar estas

herramientas para favorecer el debate y la participación, construir comunidad, extender el

conocimiento en torno a una materia concreta y ser accesible a todos los visitantes

posibles

Concluiremos diciendo que la finalidad de todo este proceso con respecto al público

usuario va encaminada a conseguir que la experiencia del usuario sea de calidad, como

de calidad ha de ser la experiencia de la visita al museo.

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Y que aunque esa experiencia del visitante ante la obra original es irremplazable, a

través de la tecnología podemos conseguir:

1- Mayor número de usuarios sin necesidad de su presencia física en el museo

2- Mejor gestión por tanto del público y las actividades ofrecidas

3- Posibilidad de extender el conocimiento sobre el patrimonio y su conservación

4- Generar un servicio inmediato, transparente y participativo a la comunidad

Y con respecto a los trabajadores de los museos ser conscientes de que quizá en esta

doble vertiente es donde las tecnologías presentan mayores dificultades a la hora de

integrarse dentro del museo actual no solo por la falta de experiencia al respecto, en el

caso de la conservación y restauración sobre todo, sino, y sobre todo, por la falta de

personal formado en estas materias, de perfiles poco adecuados para afrontar el trabajo

pero sobre todo de la dificultad que entraña el cambio de la metodología de trabajo y el

miedo a la pérdida del control sobre los contenidos de la documentación generada por los

conservadores y la preocupación por la sobrecarga de trabajo para unas más que exiguas

plantillas.

Además todo ello significa una adaptación estructural y organizativa siempre difícil para

el centro, no es fácil romper esquemas de trabajo, alterar hábitos de organización

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parcelada. Adquirir una nueva mentalidad de compartir, dialogar, colaborar; permitir que el

público acceda a parcelas reservadas solo al museo requiere un cambio no exento de

resistencia interna.

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3. Bibliografía general.

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comunicación. Tendencias:2, Cartagena.

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