MUSEO SAN FRANCISCO COLL Y ANUNCIATA

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del Padre San Fancisco Coll y de la Congregación de Hermanas Dominicas de la Anunciata

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Documento informativo sobre el Museo existente en Vic (Barcelona, España)

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del Padre San Fancisco Coll y de la Congregación de Hermanas Dominicas de la Anunciata

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Museo del Padre San Fancisco Coll y de la Congregación de Hermanas Dominicas de la An unciata

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Textos: Vito Gómez García, O.P.

Producción: Intervento 2, S.L.

Diseño: Vélera, S.L.

Fotografías catálogo: Tomás Antelo

Copyrigth: Intervento 2, S.L.

Deposito legal: M28939-2000

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El pasado 2 de abril, y coincidiendo con la celebración del 125 Aniversario del fallecimiento del Beato Francisco ColI y Guitart, O.P., Fundador de nuestra Congregación, el Obispo de Vic, Dr. Guix Ferreres, bendijo e inauguró, en presencia de cerca de cuatrocientas Hermanas y numero- sos amigos, un nuevo Museo del que se ocupa la publicación que tenemos el honor de presentar.

Las visitas a la Casa Madre se incrementaron a partir de la Beatificación de nuestro Fundador, el 29 de abril de 1979. Sus reliquias, como seguramente no ignoran nuestros lectores, se vene- ran en una pequeña capilla construida al efecto dentro de la iglesia. Los devotos, además de acudir en número considerable ante el altar del P. ColI, mostraban también sus deseos de con- templar cuanto recordara su vida y obra. Para ello se contaba con un Museo-Exposición situa- do en las inmediaciones de dicha iglesia.

Sin embargo, a medida que transcurría el tiempo, ganaba terreno la idea de estructurar mejor los objetos que se poseían. No tenían superficie suficientemente amplia para su observación y requería un adecuado orden. Todo ello animó a la Priora general, H. Umbelina del Barrio, a plan- tear a su Consejo el estudio de una remodelación de espacios, en buena parte deshabitados, preferentemente de la zona antigua Casa Madre, y así ofrecer en ellos acogida a grupos que se reunieran por diferentes motivos, e instalar, del modo más adecuado, tantos libros que se pose- ían, como objetos con que contaba el Museo.

El proyecto fue aprobado y, para adaptación de los locales, se encargó un estudio al arquitecto dominico, P. Francisco Coello de Portugal. En una primera fase se habilitó el área destinada a la acogida de grupos que albergaba habitaciones y salas de reunión. Se congregó ya allí el Capítulo general de 1994. A partir de entonces el nuevo Consejo general siguió adelante con el proyecto que, para el mencionado Aniversario de la muerte del P. ColI, alcanzó su plena realización.

La zona inaugurada incluye una capilla dedicada a Nuestra Señora del Rosario, Patrona de la Congregación; está situada en la parte alta de la iglesia y bien se puede decir que ha recupe- rado el artesonado que embellecía la primera iglesia neogótica diseñada por el arquitecto man- resano y sacerdote, José Santasusana, a finales del siglo XIX. A lo largo de la bóveda apuntada se alternan tres tipos de escudos dominicanos, todos ellos flanqueados por el Rosario, del que el P. ColI, como es sabido, fue uno de los apóstoles más destacados de su tiempo. Preside la capilla un artístico sagrario que, en su puerta, ofrece en relieve la escena de la Anunciación del ángel a María, primer misterio del Rosario que ha dado nombre a nuestro Instituto; se halla

PRESE�TACIO�

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coronado por el escudo dominicano. Es obsequio de la Provincia de Santa Catalina de Siena a la Congregación. A su valor artístico, añade otro no menos apreciable: procede de la Comunidad de Sama de Langreo, que se prodigó durante muchos años a favor de la clase tra- bajadora en las minas de Asturias; en el Sanatorio Adaro se obtuvo del Señor la gracia del mila- gro que contribuyó a llevar al P. Coll a los altares. Parte destacada goza también una artística talla de madera que representa a la Virgen del Rosario. Acompañó la vida de la Comunidad de Taradell durante cerca de cincuenta años. Recordamos que la M. Rosa Santaeugenia fue alma, en Taradell, de un grupo de personas, repartidas asimismo por otras poblaciones, que contri- buyeron a consolidar la fundación de nuestra Congregación a partir de 1857.

Una Biblioteca recoge libros editados por el P. Coll, así como ejemplares usados por él, o per- tenecientes a ediciones que, sin duda, manejó. A todo ello se añaden fondos especialmente orien- tados al estudio de la historia y espiritualidad dominicana, en un contexto amplio, tanto socio- cultural, como eclesial.

La publicación que presentamos, empero, se centra en el Museo. Como podrá comprobar el visitante, éste tiene tres partes perfectamente diferenciadas: la dedicada, con carácter mono- gráfico, a la vida y obra del P. Coll, la que se ocupa de la Congregación, de sus orígenes, y, final- mente, la que recoge objetos y datos significativos que reflejan su expansión a lo largo del tiempo y del espacio; en la actualidad en territorios pertenecientes a cuatro Continentes.

No es cometido de éstas líneas entrar en una descripción de las diferentes secciones del Museo; se hallará oportunamente en páginas sucesivas. Sí desearíamos destacar el carácter didáctico con que se ha planificado. No dudamos que será un buen medio para profundizar en el conocimiento, tanto del P. ColI, como de la Congregación, al servicio del carisma transmiti- do por Santo Domingo, y que no es otro que el del empeño por evangelizar las diferentes cul- turas, muy especialmente por medio de la formación integral de la infancia y la juventud.

Manifestamos nuestra gratitud al arquitecto y hermano, P. Coello de Portugal, a los miem- bros de INTERVENTO 2 que idearon y realizaron el Museo, al aparejador Ferrán Huguet y obre- ros que han colaborado en los diferentes gremios, a la H. Umbelina del Barrio y Hnas. del Consejo general anterior y actual, a las Prioras Provinciales, Comunidades de la Casa Madre y Hermanas que han colaborado, tanto en las secciones del Museo como de la Biblioteca. Agradecemos su contribución hasta el presente y la que no dudamos que seguirán prestando.

H. María Jesús Carro Ferrero, O.P. Priora General. Madrid, 19 de mayo de 2000,Fiesta del Beato Francisco Coll.

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Índice

Pág.

Ambientación histórica ............................................................................... 11

Los años que siguieron a la muerte del Padre ColI .........................................................................13

Hacia la instalación de un Museo ....................................................................................................15

El «Museo del Padre Coll» ..............................................................................................................17

Museo especializado por secciones ........................................................... 21

Sala dedicada al Padre ColI .......................................................................................................... 25

1. Ámbito Primero: infancia en Gornbren .................................................................................. 25

Ámbito Segundo: etapa de formación ............................................................................................. 30

Ámbito Tercero: fundador de las Hermanas Dominicas de la Anunciata ........................................ 39

4. Ámbito Cuarto: objetos relacionados con el Padre Coll ........................................................ 44

Sala dedicada a la Congregación ................................................................................................. 53

Sala dedicada a la Expansión de la Congregación ..................................................................... 63 Epílogo .................................................................................................................................. 77

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Los años que siguieron a la muerte del Padre ColI

El aprecio y veneración que tuvieron hacia el Beato Francisco Coll las personas que le tra- taron, especialmente Hermanas Dominicas de la Anunciata por él fundadas en 1856, condu- jo a conservar cuanto pudiera mantener y acrecentar su recuerdo. Se guardaron documentos personales, escritos de su puño y letra, libros y objetos, en general, que le pertenecieron. Es seguro que algunos de estos objetos se utilizaron para pedir al Señor gracias especiales,

a la vez que ponían como intercesor a su fiel Siervo. Así, por ejemplo, se aplicó el gorro cle- rical negro, más amplio y flexible que el solideo al uso del tiempo con que iba tocado en los últimos años de enfermedad, a la Priora general, M. Rosa Santaeugenia, con motivo de una grave dolencia. Su curación fue instantánea; al día siguiente pudo partir a fundar la casa de Cabrils, no lejos de la ciudad de Mataró (Barcelona). Hubo, sin embargo, una pérdida considerable de materiales con motivo del traslado de la

Casa Madre, desde la Calle de Capuchinos en Vic, donde se hallaba a partir de agosto de 1857, al actual Carrer o Calle del Pare ColI, en 1881. A comienzos del siglo XX parece que los obje- tos más significativos estaban de algún modo agrupados. Da fe de ello una fotografía que se guardó en daguerrotipo en la Casa Madre y se publicó en la biografía que redactó el P. Getino, editada en Vic, en 1945, bajo el título: El Venerable P. Fr. Francisco ColI y su obra (p. 24). Destaca en ella, en primer lugar, un sencillo bastón, que hace recordar el de Santo Domingo, guardado en Bolonia con sumo cuidado durante siglos. Es todo un símbolo de la «itinerancia» dominicana. Junto al sepulcro de San Pedro, en la Basílica Vaticana de Roma, pareció al Santo Fundador de los Predicadores que el propio Apóstol le entregaba un báculo, a la vez que San Pablo depositaba en sus manos un libro. Ambos decían: «Ve y predica, porque el Señor te ha elegido para el ministerio de la predicación», En el mismo instante veía ya repartidos por el mundo a sus hermanos anunciando el Evangelio de Jesucristo. El P. Coll, a quien sus contem- poráneos comparaban con Santo Domingo y también con San Vicente Ferrer será uno de ellos. Habría objetos en otros lugares de la Casa Madre. Por ejemplo, un «diptico» que tenía ya

en Moiá y ante el cual le encontraban frecuentemente arrodillado en oración contemplativa y preparatoria de sus predicaciones. Se representaba en una de sus hojas el misterio de la Santísima Trinidad y, en la otra, a la Virgen Dolorosa. Lo conservó una de las primeras Hermanas moianenses -Rafaela Antonell-, tal como certifica ella misma. (Ver la obra: Francisco Coll, O.P, Testimonios, p. 676).

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Hacia la instalación de un Museo

Los objetos descritos bien pueden considerarse como la semilla que, con el tiempo, fructi- ficará en un Museo. La foto misma que permite identificarlos a principios del siglo XX fue llevada con otras de gran interés, al igual que libros y documentos del P. Coll, o de su entor- no, a la República Argentina. La fundación en aquel país tuvo lugar en 1908 y se vio anima- da por la H. Inés Pujols Doménech, una de las que entró en la Congregación todavía en vida del P. ColI y fue autora de una Vida acerca del mismo. Se ha de hablar, sin embargo, de pérdidas en los primeros meses de la querrá civil espa-

ñola (1936 - 1939). Profanadores de la iglesia y de la Casa Madre estuvieron a punto de dar con los restos mortales del P. Coll que, indudablemente, buscaban con intención de destruir, como lo hicieron con las reliquias del mártir dominico, San Pedro Almató (Sant Feliu Sasserra 1830 - Vietnam 1861). Los del P. Coll fueron trasladados a dicha iglesia, desde el Cementerio Municipal, el 21 de diciembre de 1888. En 1956 se celebró el Centenario de la Fundación de la Congregación y, con este motivo,

se organizaron múltiples actos y se preparó una magna Exposición en la Casa Madre; los objetos pasaban de diez mil y, en su mayor parte, ponían de manifiesto las habilidades del alumnado de los diferentes Colegios, de España y América. Poco después, en 1962, la Provincia dominicana de Aragón, a la que perteneció el P. Coll,

conmemoró el Cincuentenario de su Restauración. Los actos tuvieron lugar en el Convento de San Raimundo de Peñafort de Cardedeu (Barcelona), donde estaban las Hermanas Dominicas de la Anunciata desde su fundación en 1953, e impartían, asimismo, clases en los primeros cursos de la Escuela Apostólica. El Prior provincial, P. Miguel Gelabert, se empeñó a fondo en la instalación en dicho Conven-to de un Museo de Provincia, que fue visitado por la Priora general con su Consejo y por numerosas Hermanas. Creemos que este Museo, abier- to a tan pocos kilómetros de Vic, al igual que el que existía en esta última ciudad dedicado a San Antonio Ma Claret, animó a la Congregación a llevar a cabo algo similar. Pie de foto:

1111 Óleo del Padre Coll por P. Ibañez.

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El «Museo del Padre Coll»

Es seguro que a raíz del Capítulo General de 1969, celebrado en la Casa Madre, se pensó en realizar una Exposición - Museo. La Crónica de la Congregación anotaba al respecto: «Los inicios del Museo del P. Coll hay que situarlos en el tiempo de la celebración del Capítulo General Especial (Vic, 1969). Las HH., especialmente las llegadas de América, mostraban sumo interés en contemplar los objetos que se guardaban en la Casa Madre, pertenecientes al P. Coll. Debido en gran parte al entusiasmo y trabajo de las HH. Carmen Porta, Priora de la Comunidad y Josefa Damunt, infatigable en la labor de dar a conocer la vida y obra del P. Fundador, pudo ser inaugurado con gran satisfacción de todas. En el Museo se encuentran muchos objetos relacionados e íntimamente asociados a la vida del gran apóstol de Cataluña y al desarrollo de la Congregación. Se hizo imprimir una guía del mismo, donde consta con detalle, todo lo que contiene y su respectiva situación». (T. IV, p. 135). Ocupó, al principio, un pequeño espacio contiguo al coro de la Comunidad, en la planta

baja del edificio. Contaba con tres vitrinas. En la primera se exponían libros escritos por el P. ColI, publicaciones referidas a la Congregación ya la Causa de Beatificación y Canonización, así como álbumes de fotografías de interés. En la segunda se podían contemplar objetos y libros pertenecientes al P. Coll, y como la arqueta de cinc que guardó sus restos mortales. La tercera contenía publicaciones de la Congregación y álbumes. Fuera de las vitrinas se halla- ba el armazón de la cama de madera que usó en la masía de Puigseslloses, una mesa de que se sirvió en Gironella (Barcelona), una imagen de la Virgen y diversos álbumes de fotografí- as. Adornando las paredes aparecían también fotografías: la auténtica del P. Coll, de su Casa natal, de la Priora general, H. Adela González, en su audiencia con el Papa Pablo VI, del Maestro de la Orden, P. Aniceto Fernández; el reloj que regaló el P. Coll a la Comunidad de Gornbren, reproducción mecanografiada de la fotografía del P. Coll resumiendo su vida, tapiz que representaba al P. ColI y su Obra, mapas, etc. Cuando se preparaba el Centenario de la muerte del P. ColI, para celebrar en los años

1975-1976, se pensó en dar al Museo una nueva estructura. Ofreció sugerencias al respec- to el P. Tomás Echarte, en la actualidad Director del Museo de la Provincia de Aragón, en Torrente (Valencia). Ampliaron el espacio y, para ello, comunicaron la sala en que se hallaba con el recinto del coro; éste pasaría, casi en su totalidad, a ser sala del Museo. Se abrieron dos puertas hacia dicha estancia y se levantó un tabique para separar el Museo del ábside

Pie de foto: 2 Virgen del Rosario que presidió el coro en la Casa Madre.

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de la iglesia, dejando en medio un pasillo. Los objetos del P. Coll permanecieron prácticamente en su totalidad donde estaban y, en el

nuevo local, se colocaron libros dedicados a él ya la Congregación, cuadros al óleo del P. Coll y de las Prioras generales, álbumes de fotografías y material abundante enviado desde las diferentes zonas de expansión de la Congregación. Dentro del recinto continuó la imagen de la Virgen del Rosario que presidía el coro de la Comuni-dad. Había también un espacio des- tinado a honrar la memoria de las siete Hermanas Mártires en la persecución religiosa de 1936.

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Partir de la Beatificación, llevada a cabo por el Papa Juan Pablo" el 29 de abril de 1979, fue ganando terreno la idea de especializar el Museo por temas, y así dedicar una sección al Padre CoII, y otra, a su vez subdividida, a la Congregación. El Consejo general aprobó el proyecto y se ha realizado por etapas. Bendijo las instalaciones el Obispo de Vic, D. José María Guix Ferreres, el 2 de abril de 2000, día en que con asistencia de multitud de Hermanas se celebraron los 125 años del paso del Padre CoII a la gloria del cielo. La primera sala, efectivamente, está dedicada al Padre CoII; la segunda, a la fundación, evolu-

ción de su estructura organizativa, sus personajes más destacados y algunos objetos personales de éstos; la tercera, a la expansión de la Congregación. El proyecto de obra para albergar los dife- rentes apartados se confió al arquitecto dominico, P. Francisco Coello de Portugal, de la Comunidad de Santo Domingo el Real de Madrid. Su nombre está vinculado a numerosas reali- zaciones, entre las que destaca el Santuario de Nuestra Señora del Camino, de León. Lo realizó en los años de su formación en la Orden de Predicadores. La instalación del Museo ha corrido a cargo de «lnterventoz», Sociedad Limitada para la Intervención en el Patrimonio Histórico y la Museografía, con sede en Madrid.

A

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Sala dedicada al Padre Coll

Está situada en la planta tercera del antiguo edificio, en la zona que fue dormitorio de las jóvenes Hermanas en formación. Es parte integrante del ámbito primitivo de la Casa Madre, que se inauguró el 18 de mayo de 1881, fiesta entonces del Patrocinio de San José, a cuya intercesión se había acudido de manera especial para llevar a término la obra; fueron sus promotores la M. Rosa Santaeugenia y el P. Francisco Enrich y Bros, O.P., Priora general y Director general, respectivamente. Fue arquitecto el sacerdote manresano José Santasusana.

En la actual remodelación, para obtener el espacio destinado a esta primera sección del Museo, se ha conservado con sumo esmero la cubierta, que -restaurada- es la misma que remataba el edificio desde su construcción. Han quedado al descubierto las vigas de madera de pino; descienden en plano inclinado desde la cumbre hasta reposar en la pared maestra exterior del edificio. El equipo de «lnterventoz», ha logrado diseñar las diferentes áreas sacando gran partido al recinto. Van siguiendo, en términos generales, los diferentes momen- tos de la vida del Padre CoII. Ésta comenzó en Gornbren el 18 de mayo de 1812 y finalizó en Vic, el 2 de abril de 1875.

1. Ámbito Primero: infancia en Gombren

La primera formación del P. Francisco CoII se desarrolló en el ambiente rural de su pueblo natal, Gornbren: está situado en la comarca del Ripollés, al abrigo de la sierra de Montgrony, en pleno Prepirineo; pertenece a la diócesis de Vic y a la provincia de Gerona; hoy atraviesa su territorio la carretera que conduce de Carnpdevánol a La Pobla de Lillet.

Fue el úndécimo y último hijo de Pedro CoII, de oficio cardador de lana, y de Magdalena Guitart. Nació el 18 de mayo de 1812, cuando el territorio catalán estaba ocupado todavía por las tropas napoleónicas; recibió el sacramento del Bautismo el 19 de mayo en la iglesia de Santa Magdalena, integrada en la antigua parroquia medieval de San Pedro. El templo principal de la misma, de estilo románico de una sola nave se eleva en lo alto del macizo del

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Montgrony, en el denominado «Pla de Sant Pere», Unos metros más abajo, aprovechando cier- ta oquedad de la roca, se halla el pequeño Santuario de Nuestra Señora de Montgrony, lugar de peregrinación tradicional de las gentes de los entornos. Estará permanentemente unido a la piedad mariana del P. Coll; en su recinto tuvo la certeza de que el Señor le pedía fundar la Congregación de Hermanas Dominicas de la Anunciata. El niño Francisco perdió a su padre con cuatro años de edad todavía no cumplidos; dos

años más tarde, en 1818, recibió el sacramento de la Confirmación en la iglesia del célebre monasterio benedictino de Ripoll, que se iba reponiendo de los graves desperfectos sufridos durante la ocupación francesa; desde la Edad Media constituía territorio exento. Fue Obispo confirmante el de La Seo de Urgel, D. Bernardo Francés y Caballero, más tarde Arzobispo de Zaragoza. Destacó en su infancia por la aplicación al estudio en la escuela elemental del pueblo, así

como por la inclinación a la piedad. Poseía un temperamento sano; era robusto y desborda- ba vitalidad. Le costaba permanecer en reposo cuando así se lo pedían, pero manifestaba docilidad a cuanto le indicaban. En sus juegos de niño apuntaban ya rasgos de un liderazgo bien aceptado y capacidad para la comunicación con los demás. Dirigía a veces predicacio- nes a sus compañeros, subido a la fuente de la plaza, entonces junto a la escalinata que daba acceso a la iglesia y que tenía a su izquierda el cementerio. Su madre, Magdalena, le ayudó a descubrir y alentó en la vocación hacia el sacerdocio.

Proporcionó de buen grado un pantalón nuevo que ilusionaba a aquel niño de diez años, y le encaminó hacia el Seminario de Vic. Tuvo su parte en todo este proceso Antón Roquer, Párroco muy devoto de la Virgen del Rosario, a cuyos pies tiene su sepultura hasta el día de hoy en la iglesia de Gornbrén. El visitante de la presente Sala del Museo podrá contemplar, en primer término, un Cuadro

al óleo de la población, en que destaca la Casa natal. Constaba de planta baja, a nivel de un pequeño huerto que se extendían ante la fachada, y dos alturas. Se denominaba «Cal Xesc», y perteneció a la familia Coll hasta su adquisición por la Congregación en 1953. Era enton- ces Priora general la H. Trinidad Torrella. Tras comprar la Casa natal se hicieron obras de acomodación para morada de Hermanas,

en el segundo piso; se le adosó una Casa de Espiritualidad, construida en dos etapas. Se res- petó, en buena parte, el primer piso, que consta hoy de dos habitaciones y una Capilla. Ésta ocupa el lugar de una habitación y de la cocina; en esta última, según tradición constante en Gornbren, nació el P. Coll. Hemos tenido oportunidad de recoger de labios de una madre de familia -Da Teresa Guiteras de Pou- que tenía alquilada la casa cuando fue vendida, el siguiente relato que ella, a su vez, escuchó de los antepasados: apenas nacido el P. Coll fue

Pie de foto:

Casa natal del padre Coll.

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colocado su cuerpecito sobre una «tabla rinconera» que apoyaba, por una parte, en la pared maestra del lado del arroyo y, por otra, en el tabique de separación entre la cocina y la habi- tación del matrimonio. La mencionada señora buscó dicha tabla para guardarla con devo- ción, pero había desaparecido ya entre los escombros al realizar las obras de la actual Capilla. Se ha conservado en el recinto el primitivo enlosado de la cocina y de la habitación; la ven- tana de la cocina se ha transformado en puerta de la Sacristía. La estancia contigua, en lugar de ventana, tiene balcón; conserva el piso primitivo, de

tablones de roble. Los barrotes del balcón se hallan hoy protegidos por cristal, para evitar que los devotos se lleven astillas como recuerdo o reliquia. Se ha querido vincular este balcón a la predicación que dirigía desde allí el niño a sus compañeros de juegos, pero las fuentes his- tóricas callan al respecto; la primera afirmación en este sentido procede de una biografía, en parte novelada, que escribió la H. Josefa Damunt. Esta habitación era, con toda probabilidad, el comedor -tal destino le daba la última familia que vivió allí-; se utilizaría en señaladas ocasiones porque, de ordinario, en las zonas rurales se usaba como comedor la cocina. Se puede apreciar todavía una hornacina que albergaba por aquel tiempo una imagen de la Santísima Virgen. En la actualidad se puede contemplar en este mismo espacio del Museo. La última habitación era, presumiblemente, la sala de trabajo del «paraire», o cardador de

lana. La familia, por lo menos desde mediados del siglo XVII, mantuvo invariablemente este oficio artesanal. El piso es el primitivo de madera de roble. En el presente ámbito se pueden contemplar fotografías de Gornbren, de su iglesia de Santa

Magdalena, donde, como queda dicho, recibió el bautismo, y fue madurando en su fe. Este templo es de estilo neoclásico y se construyó en la primera parte del siglo XVIII. Una vez sacerdote celebró en ella la Eucaristía en numerosas ocasiones y hasta predicó una larga misión popular en 1852. Al ingreso de la nave, junto a la escalera que conduce al coro alto, se halla la antigua Pila bautismal; es de factura muy sencilla: en un bloque de piedra prac- ticaron dos cavidades semiesféricas, una para contener el agua bendecida y, otra, para reco- ger la que se derramaba sobre la cabeza del bautizado. Quedó inutilizada al hacer una capi- lla para bautisterio. Se hallaba bajo doble arco practicado en la pared y permanecía cerrada por medio de dos puertecitas; en las fotografías más antiguas se adivina una cierta decora- ción. Las Hermanas Dominicas de la Anunciata, en recuerdo del bautismo de su Fundador, colocaron en el año 1942 una lápida con inscripción latina y una verja para proteger y real- zar el conjunto. Desapareció entonces el pequeño arco sobre la Pila y las mencionadas puer- tas. (Pila en Getino, p. 29).

Pie de foto:

Vista panorámica de la sala.

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2. Ámbito Segundo: etapa de formación.

En el Seminario de Vic

Comenzó sus estudios en el Seminario de Vic en el curso 1822-1823, a los diez años de edad. En España se vivía una etapa histórica particularmente delicada: el trienio liberal o constitucional (1820-1823). De hecho las clases en el Seminario durante aquel curso no pudieron comenzar hasta el 7 de enero de 1823. La gran mayoría, por no decir la casi totalidad de los seminaristas, eran externos; vivían en

el seno de sus familias o en casas particulares. Muchos recibían hospedaje en las casas de campo -masías- diseminadas por la Plana. Al regreso de las aulas ellos mismos daban fre- cuentemente clase a los niños de los hogares que les acogían. Con seguridad, el P. Coll estu- vo breve tiempo en la masía denominada «Can Pa Neqre», habitada por colonos y propiedad de la familia Coma, de Puigseslloses, en el término municipal de Folgueroles, a pocos kiló- metros de Vic. Después, fue recibido en el hogar de dichos propietarios; estaba integrado por el matrimonio Pedro Coma y María Rosa Masferrer, y por sus siete hijos -seis niñas y un niño-, que nacieron entre 1811 y 1823. En Puigseslloses encontró una segunda familia; con ella intimó profundamente y se relacionó de por vida. La casa es grande y su construcción se remonta a finales del siglo XVI; se halla circundada por terrenos de su pertenencia, campos de cultivo, zona de pastos y bosques de robles. Posee una gran sala presidida por la imagen de la Virgen del Rosario; está colocada en una hornacina. En el Seminario tuvo, entre otros condiscipulos, a Jaime Balmes, Antonio Ma Claret, José

Sadoc Alemany, dominico y primer Arzobispo de California, Benito Vilamitjana -de la misma edad que él-, Obispo de Tortosa y Arzobispo de Tarragona, Mariano Puigllat, Obispo de Lérida. Tenían las clases en un antiguo caserón que perteneció a los Jesuitas hasta la supresión de éstos a finales del siglo XVIII. La Capilla, donde pudo hacer su primera Comunión solemne, poseía un retablo barroco; destacaban en él las imágenes de San Joaquín, Santa Ana, y la Sagrada Familia de Nazaret. La matrícula de seminaristas pasaba de los doscientos en el mencionado curso de 1822-1823, pero, al siguiente año, experimentó una subida de más de ciento cincuenta; en el curso 1824-1825 eran 412 alumnos. El Seminario abría sus aulas, no sólo a los que aspiraban al sacerdocio, sino también a otros estudiantes que no pretendían ingresar en el estado clerical. El nivel académico y religioso se mantuvo siempre a gran altu- ra, como en los mejores centros de formación de la época. Estudió cinco años de latín y humanidades, y tres de filosofía (1822-1830). Destacó por su

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aplicación, trato amable y vida de piedad. Tras recorrer unos cinco kilómetros desde el hogar de los Coma, en Puigses-Iloses, solía llegar a Vic una hora antes de que dieran comienzo las clases; empleaba este tiempo en hacer oración en alguna iglesia retirada: Nuestra Señora de los Dolores, La Piedad, San Felipe Neri, Nuestra Señora del Rosario, la iglesia perteneciente al convento de Santo Domingo, La Divina Pastora, a los Capuchinos, Nuestra Señora del Carmen, a los Carmelitas, la Merced, a los Mercedarios, Santa Clara, a las monjas Dominicas, Santa Teresa, a las Carmelitas Descalzas ... , o en la iglesita misma del Seminario. A mediodía, con otros condiscípulos y , a veces rodeado de mendigos, recibía su ración de sopa caliente en la portería de algún convento. Hacia 1827, año en que se organizaron partidas armadas por Cataluña, denominadas de los «Malcontents», cuando se hallaba al comienzo del trienio filosófico, y tuvo que llorar la muerte de su madre, sintió una llamada misteriosa para que ingresara en la Orden de Santo Domingo. Se encontraba en plena calle, en las inmediaciones del monasterio de Santa Teresa, y una persona desconocida le sorprendió con estas palabras: «Tú, Coll, debes hacerte Dominico». Nunca se lo había planteado hasta entonces, pero no logrará borrar de la memo- ria aquella frase imperativa.

En la Orden de Predicadores

Al concluir sus estudios de filosofía en el curso 1829-1830 pidió el ingreso en el Convento de Santo Domingo de Vic; realizó y aprobó el examen preceptivo para el caso pero, al fin, no fue aceptado allí, porque no podía pagarse la pensión del año de noviciado; el Convento se sostenía de los ingresos provenientes del ministerio en la iglesia y éstos seguramente eran reducidos. El Prior, Jaime Pontí Vilaró, lo encaminó a su propia Comunidad de Gerona; reci- bió en ella el hábito dominicano en octubre de 1830 y comenzó su noviciado. Hizo la profe- sión religiosa en octubre de 1831. En el Convento de la Anunciación, o de la Anunciata, como se decía frecuentemente, de la

ciudad de Gerona, poblado entonces por poco menos de cincuenta religiosos, se formó en teología, siguiendo muy de cerca el espíritu y la letra de la doctrina de Santo Tomás de Aquino. Disponemos del recuerdo de uno de sus condiscípulos -el P. Domingo Coma-o Lo des- cribía lleno de sensatez, humildad y alegría. Mostraba desapego de las cosas materiales; era agradecido a cuanto le daban; amaba la limpieza. Era dócil a las indicaciones de sus supe- riores; de corazón y de costumbres nítidas. No le apasionaban los asuntos políticos, que tanto dividían entonces a los estamentos de la sociedad, sin exceptuar al clero y religiosos. Amaba

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el silencio y la soledad, que le preparaban para la oración y el estudio. Destacaba por su

carácter pacífico, expansivo, y muy jovial. Su voz dulce y sonora, su fino oído y amor a la

música, le convirtieron en cantor principal en aquel coro de la iglesia de Santo Domingo. Era

devoto de la Virgen María y tenía por costumbre llevar el Rosario en la mano. Veían apun-

tar en él un extraordinario predicador, y pronosticaban que con el tiempo sería de gran pro-

vecho entre las gentes. «Nada se veía en él de extraordinario, pero llamaba, sí, la atención

por hacer tan bien las cosas ordinarias», concluía el mencionado P. Domingo Coma.

En su formación conventual captó con seguridad que Santo Domingo fundó la Orden de

Predicadores para la contemplación y anuncio de la verdad evangélica. Por medio de las cla-

ses, lecturas de historia y espiritualidad, predicaciones, trato personal con los hermanos, pro-

gresó en el conocimiento de los rasgos que configuran la Familia en que hizo profesión reli-

giosa. Fue aprobada por el Papa Inocencio 111 con ocasión del IV Concilio ecuménico de Letrán

(1215); la confirmó su sucesor Honorio 111, el 22 de diciembre de 1216. En Roma descubrió

Santo Domingo que su Orden estaba llamada a participar de la «misión de los Apóstoles» -«Ve

y predica»- y, por tanto, su proyección sería universal, sin limitaciones de espacios geográfi-

cos, sociales, culturales o religiosos. Hizo partícipe al Papa de la experiencia vivida junto a la

tumba de San Pedro, y obtuvo de él una nueva bula, el 21 de enero de 1217; le ratificaba en

su vocación como «servidor en la mesa de la doctrina por el mundo entero» -como escribirá

más tarde Santa Catalina de Siena.

Fray Francisco Coll comenzó el estudio de la teología en el curso 1831-1832. Las clases

estaban abiertas también a estudiantes no Dominicos. Aprovechó a fondo los años de la for-

mación; no pasaba mucho tiempo en recreos, pero sí participaba en los obligatorios, mos-

trándose muy jovial. En los ratos que le dejaban libre sus deberes de oración litúrgica yestu-

dio se consagraba a la oración personal ya la lectura de libros piadosos, en especial de Fray

Luis de Granada; leía, asimismo, con asiduidad el Ejercicio de perfección y virtudes cristia-

nas, del P. Alonso Rodríguez, Jesuita. Destacó pronto por sus cualidades para la predicación.

En abril de 1835 viajó a Barcelona para recibir en la iglesia de Nuestra Señora de la Merced

el orden del Diaconado.

Fraile exclaustrado

A la muerte del rey Fernando VII (1833) comenzó en España una larga guerra civil deno-

minada «Guerra de los Siete Años», o «Primera guerra carlista»: mientras unos apoyaban la

sucesión al trono -en minoría de edad- de Isabel 11, hija del rey difunto, otros preferían al

Pie de foto:

Óleo de Gornbren por J. Langis (1956).

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hermano de éste, D. Carlos Ma Isidro de Borbón. El Gobierno de Martínez de la Rosa, en marzo y abril de 1834, dictó una serie de disposiciones que afectaban a los religiosos. Los monas- terios y conventos que tuvieran algún miembro militando en las filas carlistas serían supri- midos, y sus religiosos repartidos por otras casas de la misma Orden. Los jóvenes de los novi- ciados, de otro lado, no estarían exentos del servicio militar. En julio de 1834 se acusó en Madrid a los religiosos de haber causado una epidemia de cólera; la explicación no podía ser más absurda: envenenaron las fuentes, y los madrileños se contagiaron de peste. Fue pre- texto para un asalto de conventos en toda regla y para asesinar a buen número de religio- sos. Poco a poco se estrechó el cerco en torno a las Órdenes religiosas; desde tiempo atrás la

Junta eclesiástica del Reino venía preparando una reforma a fondo, con la excusa de que había demasiados conventos y en ellos se encontraba relajada la disciplina regular. El desa- rrollo de la guerra carlista, por otra parte, contribuyó e exasperar más los ánimos contra los moradores de las casas religiosas. El 25 de julio de 1835 se promulgó una ley supresora que afectaba a todos los conventos que no tuvieran al menos doce profesos; quedaban excluidos de esta norma los Escolapios y los Colegios de misioneros para Asia -la Orden Dominicana tenía abierto uno en Ocaña (Toledo}-. Los bienes de los conventos suprimidos serían incau- tados y aplicados en beneficio del Estado. Pero los acontecimientos se precipitaron en dife- rentes lugares y, ya en el primer momento, se cerraron muchas casas religiosas que no esta- ban comprendidas en el real decreto. La exclaustración en el Convento dominicano de Gerona tuvo lugar el 7 de agosto de 1835.

Quizás en la misma noche del 7 al 8 emprendió Francisco Coll viaje hacia tierras de Vic, en compañía de su antiguo condiscípulo José Sadoc Alemany. No pudieron llevar consigo más libros que el Breviario. Ambos viajeros se dirigieron hacia sus casas. Como miles de religiosos en toda España, se vio privado de libertad para morar en una

Comunidad. Los Dominicos en Cataluña tenían por entonces 21 Conventos: en Barcelona dos, en Gerona, Perelada, Castellón de Ampurias, Vic, Puigcerdá, La Seo de Urgel, Tremp, Manresa, Cervera, Lérida, Balaguer, Ciutadilla, Sant Magí de Brufaganya, San Ramón de Peñafort del Penedés (entre Santa Cristina y Monjes), Tarragona, en Tortosa dos, en Ulldecona, y Solsona. Al comienzo del curso 1835-1836 se matriculó en el Seminario de Vic para cursar el últi-

mo año de teología que le faltaba; Volvió a alojarse en su segunda familia, los Coma de Puigseslloses. En aquellas circunstancias políticas no se impartieron clases regulares en el Seminario; los alumnos tuvieron que arreglarse por su cuenta en el estudio y presentarse a exámenes a final de curso. El joven Francisco Coll, Dominico exclaustrado, recibió licencias de sus Superiores para

Pie de foto:

Virgen honrada en su casa natal.

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ordenarse Sacerdote. El Gobierno presidido por Juan Álvarez Mendizábal prohibió a los Obispos que confirieran Órdenes sagradas mientras las Cortes no aprobaran un plan de refor- ma eclesiástica. Decidido, sin embargo, a seguir su vocación dominicana y sacerdotal, encon- tró un Obispo dispuesto a cumplir con su deber en el Prelado que regía la diócesis de Solsona, el Mercedario Juan José de Tejada. Le confirió el Presbiterado en la Capilla de su Palacio epis- copal el 28 de mayo de 1836. Celebró su primera Misa solemne en la ermita de Sant Jordi, de Puigseslloses. Permaneció en la masía de Puigseslloses. Celebraba a diario la Eucaris-tía en la Capilla

doméstica y los domingos en Sant Jordi, donde se congregaban fieles de los alrededores; allí se ensayó como predicador. Tenía esperanza de que se reabrieran los conventos para regre- sar al suyo de Gerona, pero el tiempo pasaba sin que el panorama religioso cambiara. Tal como se lo aconsejaron, ofreció sus servicios sacerdotales al Prelado de Vic, seguramente a finales de 1838 o principios de 1839.

Coadjutor en Artés y Moió

El Vicario capitular de Vic, Luciano Casadevall, lo envió a la población de Artés en calidad de Coadjutor o Vicario parroquial; está situada en la comarca de Bages, a 15 kilómetros de Manresa (Barcelona). A los pocos meses lo trasladaron a Moiá, a medio camino entre Manresa y Vic. Hay constancia de su presencia en esta última parroquia a partir de diciem- bre de 1839. La villa se encontraba desolada; eran los meses finales de la primera guerra car- lista; los liberales o cristinos se hicieron fuertes en el Colegio de los Escolapios, situado en la parte alta, a las afueras del pueblo. Su resistencia, empero fue doblegada por las tropas car- listas a principios de octubre de 1839; la población fue incendiada y el balance de muertos rebasó la cifra de los ciento veinte. Antes de incendio Moiá contaba con quinientas casas; después del desastre no se encontraban en pie más de trescientas cincuenta, algunas de éstas sólo en parte habitables.

El nuevo Coadjutor se dedicó sin descanso a pacificar y consolar a sus feligreses, empeño del que queda vivo recuerdo hasta el día de hoy. Apagó muchos odios y vendó muchas heri- das, consoló a los tristes, ayudó a los niños a crecer sin traumas y, a la vez, cultivó en ellos un espíritu altruista y de servicio. Algunos darán con el tiempo testimonio bien elocuente de la siembra que realizó por aquellos años. Pero su espíritu, como el de Cristo y el de Domingo de Guzmán, era amplio como el mundo.

Necesitaba espacios más dilatados que los propios de una población. Movido por el Espíritu

Pie de foto:

Iglesia de Gornbren.

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de Dios y enviado por sus Superiores comenzó a misionar, a tratar con diferentes gentes de cada vez más numerosas comarcas de Cataluña. Obispos y Párrocos pedían cada vez con mayor insistencia sus servicios pastorales.

Predicador y Misionero popular

Predicó a lo largo y ancho de las diócesis de Gerona, Vic, Solsona, Urgel, Lérida, Barcelona y Tarragona. Los archivos y, de modo especial los periódicos de la época publicados en Barcelona y Madrid, han conservado muchas Crónicas. Sabemos que sus predicaciones die- ron pie para una discusión sobre el tema de las «misiones populares» en las Cortes del Reino. Dirigía sus misiones en equipo con otros sacerdotes. Los cronistas le comparaban espontá- neamente a un nuevo Santo Domingo de Guzmán o a San Vicente Ferrer que, a principios del siglo XV, predicó en lugares por donde pasaba el P. Coll. El contacto con la gente, la observación de la realidad social y religiosa, le llevó a promo-

ver con todas sus fuerzas la educación en los pueblos, de manera muy particular la educa- ción en el ámbito de la mujer.

3. Ámbito Tercero: fundador de las Hermanas Dominicas de la Anunciata

Fundó la Congregación de Hermanas Dominicas de la Anunciata en Vic, el 15 de agosto de 1856. Nacia en tiempos difíciles, cuando estaba a punto de finalizar un período político denominado bienio progresista (1854-1856); las Órdenes religiosas de varones hacia más de veinte años que estaban suprimidas; la recuperación social y económica llevaba un paso muy lento, después de tiempos de ruinas, motivadas en buena parte por la ocupación napoleóni- ea, guerras internas, y medidas socioeconómicas escasamente acertadas. Al fundar su Congregación contaba 44 años recién cumplidos; era un hombre fortalecido

por las pruebas, con un amor inmenso a su pueblo, con capacidad de relación y cercanía hacia todos, facilitada esta capacidad para relacionarse con niños y mayores, jóvenes y ancianos, ricos y pobres, por una constelación de valores humanos que no había dejado de cultivar con tesón: afabilidad, capacidad de acogida, sinceridad en las palabras y en el cera-

Pie de foto:

Masia de los señores Coma.

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zón, prudencia, discreción, objetividad, generosidad, disponibilidad para el servicio, sensibili- dad al valor de la comunión. No era persona fácil a resolverse en asuntos de importancia; meditaba mucho, observaba, ponderaba los pros y los contra, pedía parecer a los demás. Es justamente lo que hizo antes de comenzar la Congregación. En contacto con los pueblos y ciudades de Cataluña se convenció de que la tarea de poner

manos a la obra de una nueva fundación era urgente. Próximo ya a finalizar sus días, escri- bió, en enero de 1871, una carta al Superior general de la Orden Dominicana. Explicaba en ella cuáles fueron sus móviles: «Habiéndome dedicado muchos años, como misionero apos- tólico y dominico exclaustrado a la predicación dando misiones y haciendo novenarios y ser- mones en el Principado de Cata-luña, observé que una de las principales causas de la des- moralización de los pueblos era la ignorancia en la mujer y la falta de enseñanza religiosa. Esto me indujo a discurrir cómo podría yo cooperar a la salvación de tantas almas que se per- dían por dicha causa y Dios Nuestro Señor me dio a entender que uno de los medios más a propósito sería la fundación de una Congregación o instituto de Hermanas Terciarias Dominicas, que tuviese por objeto la Enseñanza de las niñas en los pueblos y ciudades». (Testimonios, p. 557). La enseñanza es quehacer propio de la Orden dominicana desde sus orígenes. Santo

Domingo se dio prisa para enviar a sus frailes a ciudades universitarias del tiempo, como París y Bolonia. Pronto regentaron cátedras en dichas Universidades y establecieron Escuelas de Teología y Filosofía, llamadas Estudios Generales, con las puertas abiertas a todo tipo de alumnos. Como no podía ser menos, también las religiosas Dominicas sintieron la urgencia de la

enseñanza. Si nos ceñimos de manera exclusiva al ámbito catalán, que era el que conocía más de cerca el P. Coll, podemos afirmar que, ya en la primera parte del siglo XVI, estable- cieron una escuela en Barcelona, exactamente en 1522. Las comunidades de estas Dominicas, que no eran de clausura, se denominaban «Beaterios». De Barcelona pasaron a fundar a Tarragona, a mediados del XVII; también en esta ciudad se dedicaron principalmen- te a la enseñanza. En 1692 se hizo una fundación similar en Vic. Poco después, en 1699, otra en la ciudad de Gerona. Bien se puede afirmar que las Dominicas fueron adelantadas en el campo de la educación de la mujer en Cataluña. El P. Coll fue Director del Beaterio de Vic desde 1858 hasta su muerte. Era sabedor, valoró y promovió la tarea educativa de las Dominicas, especialmente en sus

Beaterios - Colegios de Vic y Gerona. Lo decía en una instancia que dirigió a la reina Isabel 11 en 1858. Confesaba, por una parte, que siempre había considerado la instrucción de las niñas como una «obra de la mayor caridad y de la más grande trascendencia para el bien de

Pie de foto:

• Claustro de los Dominicos (Gerona).

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las familias y de la sociedad entera», Por otro lado, daba fe de su aprecio por el trabajo que llevaban adelante las Dominicas. Había algo, sin embargo, que le preocupaba hondamente. Sus casas, era verdad, se llenaban de niñas, «conducidas por sus padres de la ciudad y de fuera de ella para que les dieran aquella instrucción que tan generosamente prodigaban a todos [ ... 1 pero veía el suplicante con dolor de' su corazón -seguía afirmando-, que muchos padres que vivían en las po-blaciones, aldeas y casas de campo no podían llevar a sus hijas a los colegios de la ciudad por su pobreza y otras causas que eran de todos bien conocidas y por tanto aquellas pobres niñas quedaban privadas de la instrucción deseada», (Testimonios, pp. 549 - 550). Contemplaba un campo inconmensurable sin cultivar en el ámbito de la formación de la

mujer y quería hacer cuanto estuviera de su parte para remediar semejante carencia. Por otro lado, advertía también que muchas jóvenes que deseaban ingresar en la vida religiosa siguien- do su vocación, no podían hacerlo por carecer de medios económicos. En la base de su fun- dación se encontraban ambas motivaciones: dar cabida en la vida religiosa a jóvenes con escasos recursos económicos, y llegar a los estratos sociales más necesitados de educación. La obra comenzó con apariencias muy humildes el día de la Asunción de María, 15 de agos-

to de 1856. En dicha fiesta iniciaron su formación religiosa siete jóvenes reunidas en una casa alquilada en el Call Nou de Vic. En medio de dificultades sin cuento la nueva planta fue creciendo y fructificando, hasta el punto de que no había transcurrido un año desde la fun- dación y contaba ya con once Casas distribuidas por diferentes poblaciones. Ideal de todas era actualizar el Testamento de Santo Domingo: «Tened caridad, guardad la humildad, pose- ed la pobreza voluntaria», Un año después de que se fundara la Congregación se publicó la Ley de Instrucción públi-

ca promovida por el Ministro de Fomento, D. Claudio Moyano (1809 - 1890), ellO de sep- tiembre de 1857. Como es sabido, en dicha Ley se establecía la obligatoriedad de la ense- ñanza primaria. Los municipios tendrían que promover escuelas en sus respectivos ámbitos y los maestros estaban obligados a obtener títulos. EllO de agosto de 1858 se publicó una aclaración de la Ley, en que se precisaba que los nombramientos de maestros se verificarían previo concurso u oposición, según los casos. Obtendrían la escuela en propiedad cuando contaran con tres años de ejercicio en la escuela pública, y seis en la privada. El 9 de sep- tiembre de 1858 salió otra Ley para el mejoramiento de la enseñanza. Se reconocía en ella la necesidad eminentemente social de educar a la niñez según las aspiraciones de la época, y que hacía años que en España se procuraba formar un profesorado idóneo. Los maestros serían instruidos, decorosos y respetados. En el contexto de la «Ley Movano», y reglamenta- ción complementaria se desarrolló la «Escuela del P. CoII)).

Pie de foto:

Ermita de Sant Jardi de Puigseslloses (Vic),

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Los grandes valores que cultivó en sí mismo fueron los que transmitió a su alrededor y, de modo especial, a su Congregación ya la Escuela promovida por ella. Fue una persona sensi- ble a las necesidades de los demás; estimó de enorme importancia el tema de la educación de la niñez y juventud, en particular de la más desprotegida, o de la más necesitada de aten- ción, hizo una clara opción por la educación de la mujer y por la promoción en este terreno de las clases populares. Fue un permanente buscador de verdad y mantuvo como preocupa- ción fundamental la educación en valores humanos y cristianos. Esto es lo que abarcaba a su entender la formación doctrinal. Profundizó durante toda su vida en una idea de hombre que le ofreció su estudio de la filosofía, fundamentalmente aristotélico-tomista, en la que des- cubría en la observación y trato con los demás y en la que captaba en la meditación asidua de la Palabra de Dios, celebración de sus misterios y predicación, en correrías misioneras ver- daderamente agotadoras. La Congregación, a pesar de las dificultades experimentadas en los comienzos, se extendió

con gran rapidez. En agosto de 1857 contaba con Casa propia en Vic y once fundaciones en diferentes puntos de Cataluña. A este rápido progreso contribuyó la incorporación de algu- nas jóvenes dedicadas a la enseñanza y obras benéficas que vivían agrupadas en una aso- ciación no religiosa denominada de «Servitas»: animadora del grupo fue la ya conocida Rosa Santaeugenia. No hizo propiamente el P. ColI fundación de cinco Casas, sino que la hicieron dichas Servitas, y las incorporaron a la nueva fundación en febrero de 1857. Fueron las de Taradell, Súria, Rupit, Pardines y Gironella. Elaboró, primero, una reglamentación de vida muy breve y la transmitió a las Hermanas de

forma manuscrita. En 1863 editó una «Regla o forma de vivir». Se halla expuesta en una vitri- na del presente ámbito, junto con otros Escritos Pastorales, destinados al gran público. Por separado, se expone una Carta autógrafa que escribió desde Balaguer (Lérida) a una familia amiga de San Andrés de Palomar (Barcelona), el 10 de abril de 1862; al año siguiente realizó una fun- dación en dicha villa. De todo ello se ha hecho edición en las Obras Completas (Valencia 1994).

4. Ámbito Cuarto: objetos relacionados con el P. ColI Una vez fundada la Congregación siguió misionando y cuidándose de la misma. El 2 de diciembre de 1869 se hallaba predicando un novenario de almas en Sallent, pueblo natal de

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San Antonio Ma Claret, cuando experimentó un ataque de apoplejía que le dejó completa- mente ciego. No se desalentó al advertirlo; con aquel espíritu de fortaleza que le venía de la plena identificación con la voluntad de Dios, continuó en su compromiso apostólico hasta que dio fin al novenario. Su comunión con Cristo sufriente se refleja, de algún modo, en los instru-mentos de penitencia que se guardan en esta sección y en el cuadro del «Ecce Horno» que llevaba en sus misiones populares, expuesto también aquí. Las múltiples oraciones y las atenciones médicas lograron que recobrara algo la vista y

pudiera celebrar Misa votiva de la Virgen del Rosario. Su devoción al Rosario data de la infan- cia y el desarrollo de la misma queda ampliamente reflejado en el presente Museo: imagen de la Virgen del Rosario, estandartes, fragmentos de su Rosario. La enfermedad siguió su curso y fue limitándole cada vez más en el despliegue del celo

apostólico que le devoraba; volvió a quedar completamente ciego, perdió movilidad y, a intervalos, se le resentían las facultades intelectuales. La única fotografía que afirman que le hicieron es clara muestra del estado de postración en que quedó en los últimos meses de vida. Las Hermanas de primera hora aseguraban que no se quiso fotografiar, pero ellas apro- vecharon el paso circunstancial de un fotógrafo para conseguir un recuerdo. De la única foto hicieron diferentes composiciones y ha dado pie para alguna pintura, al estilo de la del P. Ibáñez que aquí se muestra. Residió en la Casa Madre de calle Capuchinos desde principios de 1871 hasta septiembre

de 1874; en esta última fecha fue trasladado a la Casa Asilo de Sacerdotes, edificada junto al Convento de Santo Domingo en que quiso ingresar en 1830. Se había recrudecido la ter- cera guerra carlista y consideraron que en aquellas circunstancias no ofrecía garantías de seguridad la Casa Madre. La Priora general, M. Rosa Santaeugenia, le aseguró, personalmen- te y por medio de otros, el cuidado más exquisito en la nueva residencia de la que tenía dere- cho a recibir sus prestaciones porque era uno de sus afiliados. Se ha conservado y se expo- ne en este espacio una fotografía de la habitación que ocupó. Transcurrió allí poco más de medio año. Falleció el 2 de abril de 1875 a la edad de 63 años todavía no cumplidos. Una vez fallecido fue llevado a la iglesia de la Casa Madre. El pueblo de Vic desfiló en gran

número ante su cadáver y ofreció inequívocas muestras de veneración; besaban sus manos y frente; tocaban medallas y rosarios en su cuerpo; cortaban trozos del hábito dominicano con que estaba amortajado, y de sus cabellos, para Ilevárselos como reliquia. El día de su muerte, 2 de abril de 1875, cayó aquel año en viernes de la semana de Pascua;

el día 4, domingo in albis, celebraron solemnes funerales en la catedral de Vic y acto segui- do tuvo lugar la inhumación del cadáver en un nicho del Cementerio municipal. Se colocó una lápida con inscripción latina que compuso el P. Enrich. El 21 de diciembre de 1888 se

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hizo traslado de restos a la iglesia de la nueva Casa Madre, entonces en la calle del Norte -en la actualidad carrer del Pare Coll-. Colocaron su sepultura colateral a la del mártir San Pedro Almató, junto al altar de Santa Rosa de Lima. Tres meses después murió la Priora gene- ral, M. Rosa Santaeugenia. En el año 1940, y tras salvarse milagrosamente, fueron deposita- dos los mencionados restos en una caja nueva. El 25 de mayo de 1945 hicieron reconoci- miento de los mismos como exigencia del proceso apostólico de beatificación. Hoy se vene- ran bajo la mesa del altar en una hermosa capilla preparada en la zona de su primer ente- rramiento. Se inauguró con motivo de la Beatificación. Se podrán contemplar en el presente Museo fragmentos de madera pertenecientes al ataúd, así como cajas de cinc donde estu- vieron los restos, pergaminos que dieron fe de diferentes reconocimientos, medallas y frag- mentos del Rosario con que fue amortajado. En un relicario se muestra una reliquia insigne extraída de la urna en abril de 1979. El proceso en orden a la Beatificación y Canonización se abrió el 3 de marzo de 1930; se

terminó la fase ordinaria informativa el 20 de noviembre de 1931; en julio de 1932 comen- zó el proceso de non cultu; la recopilación de escritos finalizó el 12 de enero de 1936. El 19 de febrero de 1941 se publicó el decreto de introducción de la causa. El proceso apostólico sobre las virtudes tuvo lugar en Vic de 1943 a 1945. El 2 de diciembre de 1951 se publicó el decreto sobre la validez de los procesos; el 19 de enero de 1960 se celebró la congregación antepreparatoria de las virtudes, y ellO de diciembre de 1968 la preparatoria. El 4 de mayo de 1970 fue declarada la heroicidad de sus virtudes. El 7 de julio de 1977 se promulgó el decreto sobre la curación milagrosa de Justa Barrientos, ocurrida en el Sanatorio Adaro de Sama de Langreo; ésta ha fallecido el 3 de abril de 2000. Aunque los Papas Pablo VI y Juan Pablo I fijaron fecha para la Beatificación del P. Coll, la verificó, al fin, Juan Pablo 11, el 29 de abril de 1979; era el primer bienaventurado que colocaba en los altares. Se hallan en este ámbito las principales representaciones iconográficas, en que se muestra

siempre con el hábito dominicano. En un cuadro firmado por la H. A. Montoto, fallecida en León el 7 de enero de 1991, se refleja la dimensión de Fundador y Catequista; en su entorno figura una Hermana y cuatro niñas; está firmado en Valencia el15 de agosto de 1951. De la misma autora es otro en que aparece de medio cuerpo, con un libro abierto en la mano. Resalta su dimensión de Dominico Fundador y Misionero el cuadro firmado por M. Diago; se halla el P. Coll sentado ante una mesa, con el Rosario en la mano, el Crucifijo de Misionero Apostólico colgando sobre el pecho, un crucifijo y un libro abierto sobre la mesa; a través de una ventana se contempla una pintura de la Casa Madre actual. Resalta de manera especial un busto de madera, en que aparece el P. Coll con las manos

juntas y los dedos entrecruzados a la altura del pecho; tiene una gran fuerza expresiva. Es

Pie de foto:

Detalle del bordado de la dalmática del tiempo del Padre Lacordaire.

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obra de Manuel Hernández Ramírez, experto imaginero, y lo realizó durante los años 1965 y parte de 1966; falleció el 11 de noviembre de 1968. Hizo donación de esta obra al Colegio Mayor Universitario «La Anunciara». de Zaragoza, como expresión de gratitud por las aten- ciones que recibió su hija Inmaculada Hernández Peyrona, alumna de bachillerato en el Colegio, primero, y residente en dicho Colegio Mayor, después, mientras realizaba estudios universitarios en la Facultad de Derecho. Por su alto valor histórico publicamos extracto de una carta con que acompañaba el Sr. Hernández su donación: «Todo llega en la vida cuando el esfuerzo y la voluntad son asistidos por la ayuda de Dios. Así ha sido la realización de este busto-retrato del fundador de la Congregación. Obra debida a la inspiración del Santo Varón más que a la capacidad mía. Por la falta de originales en los que basarme para la ejecución, la figura ha sido hecha más bien idealizada. Tal vez está un poco lejos de la realidad en su parecido humano, y, ante esta duda, difícil darle un carácter que, con más o menos fortuna en el acierto, fuera una expresión de recia personalidad y exponente de piedad, como corres- ponde a un hombre tan excepcional. Esto es lo que he pretendido plasmar desde el primer momento en el bloque de madera. Si está logrado sólo se debe a Él, que me guió paso a paso. Yo deseo de corazón sea de su mayor agrado. Para realizar la imagen de un hombre de tan buenas cualidades, lo concebí un ser de carácter enérgico, piadoso, inteligente de recia for- mación y bondadoso al mismo tiempo, y con estos principios, comencé a trabajar trazando estos rasgos en la cabeza, cara y manos en las que había de expresar mis ideas. Los ojos refle- jan una mirada penetrante, serena y suave a la vez. La boca cerrada con energía, expresa la fuerza de voluntad y el decidido propósito, pero al mismo tiempo algo de dulzura. Todo esto está unido entre sí por una armonía de formas y proporciones para darle a la cabeza noble- za, inteligencia y equilibrio entre la materia y el espíritu. Las manos fueron de especial inte- rés: busqué en ellas la expresión de la piedad, unidas en fuerte aprieto, con entrega total de todo su ser. Éste fue mi pensamiento, mi propósito; si lo he logrado, es mi mayor satisfac- ción. Puse en ello mi mejor voluntad, mi entusiasmo y cariño por la obra. Que la presencia del P. Coll en ese Colegio dé aliento a la obra educativa y formativa que llevan a cabo [ ... ] La altura de colocación en el lugar que haya ocupado debe ser de tal manera que coincida con la altura de las manos el nivel de la altura del observador, ya que de este modo se le aprecia toda su visión». (Extracto de la carta enviada a la H. Magdalena Martínez Cebrián, O.P. unos meses antes de terminar el curso 1965-1966). En una vitrina se muestran objetos personales del P. Coll: instrumentos de penitencia,

Crucifijo que llevaba sobre su pecho en las Misiones por Cataluña y que, en cierta ocasión, se dice que le salvó la vida de un atentado, correa del hábito dominicano y fragmentos de Rosario con que fue amortajado, gorro con el que aparece en la única fotografía que le hicie-

Pie de foto:

a!) Detalle del bordado de la dalmática del tiempo del Padre Lacordaire.

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ron y que se ha aplicado con frecuencia a enfermos, a comenzar por la primera Priora gene- ral, M. Rosa Santaeugenia, pila para el agua bendita que regaló a la Comunidad de Sant Poi de Mar (Barcelona), reloj de bolsillo que le perteneció, cartera para guardar dinero, etc. Se ha montado, acto seguido, una habitación estilo siglo XIX, en que se exhibe una cama

que utilizó en la masía de Puigseslloses; se trata de un mueble que conservó con sumo apre- cio dicha familia y, finalmente, lo donó a la Congregación a mediados del siglo XX, en prue- ba de agradecimiento por las atenciones de que fue objeto uno de sus miembros en el Sanatorio de Puig dOlena (Sant Ouirze Safaja, Barcelona). En el tablero de cabecera hay una pintura del monograma utilizado para abreviar el nombre de María. Con la familia Coma está relacionado también un «exvoto», cuyo original se destruyó durante la guerra civil española (1936-1939), pero del que se obtuvo descripción y fotografía a principios de siglo. Representa la Unción de enfermos de la joven María Coma, rodeada del médico, madre y her- manos. El P. CoII, vestido de hábito dominicano, está en pie, al lado del sacerdote y de la enferma; este exvoto se remonta a finales de 1837. Dentro del recinto se halla una mesa que utilizó en la fundación de Gironella (Barcelona). A continuación se exponen ornamentos sagrados; aunque no los utilizó él, sí recuerdan

otros muy similares que se custodiaban en iglesias dominicanas, con los que se revestían en grandes solemnidades. La casulla, dalmáticas, estolas y paños de hombros y de ambón for- man parte de un terno que se puede datar para segunda parte del siglo XVII, por la forma de los hábitos, y porque aparecen ya santos canonizados en aquella época: S. Raimundo de Peñafort (1601), Santa Rosa de Lima (1671). San Luis Bertrán (1671). Es de observar que figu- ra Santa Inés Virgen y Mártir; si fueron confeccionados en España, pudieran estar vincula- dos al Monasterio dominicano de Santa Inés de Zaragoza, que la tiene por patrona a la már- tir romana del siglo IV. Las crónicas relativas al convento de frailes Predicadores de aquella ciudad hablan de que las tropas napoleónicas se incautaron de sus mejores ornamentos sagrados para la celebración de un «Te Deurn» de acción de gracias en el Pilar. Era práctica bastante habitual de los ejércitos franceses seleccionar objetos de valor para transportarlos a su país. Los ornamentos que se exhiben sí estuvieron relacionados con la gran figura del P. Enri-que Domingo Lacordaire, restaurador de la Orden dominicana en Francia. En la última parte se evoca la muerte y Beatificación del P. CoII y se facilita el repaso de

los principales hechos de su vida por medio de una cronología.

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Sala dedicada la Congregación

Está situada en la parte superior de la iglesia de la Casa Madre, aprovechando el espacio que se creó a principios de la década de 1940, al realizar obras de restauración después de la guerra civil. Se habilitaron entonces allí aulas para las religiosas jóvenes y se utilizaron como tales hasta los años inmediatamente posteriores al Concilio Vaticano 11, en que se tras- ladó el Noviciado a Madrid. En la actualidad el espacio está dividido en dos partes: uno se dedica a Capilla, que tiene como titular a la Virgen del Rosario, Patrona de la Congregación y, otro -hacia la fachada de la iglesia- a la presente Sección del Museo. Se ha recuperado la bóveda apuntada, sostenida a tramos por arcos de hierro -con probabilidad, de los primeros que se utilizaron en arquitectura religiosa-; el artesonado, de estilo neogótico, reproduce en planchas de yeso tres tipos de escudos dominicanos, flanqueados por el Rosario. A los clási- cos de la cruz de lis y de la capa y hábito dominicano se añade otro, raramente utilizado: representa el del libro que salta ileso de las llamas, -evocación de la «prueba de fuego» a que sometieron los cátaros en el Languedoc un escrito de Santo Domingo-. No existe, propiamente, «acta fundacional» de la Congregación. Se ha de recordar que,

cuando comienza en 1856, las Órdenes religiosas permanecían suprimidas en España, aun- que es verdad que se abrieron algunos caminos de solución en el Concordato firmado en 1851. El P. ColI insertó sólidamente su Fundación en la Tercera Orden Dominicana y, en cali- dad de Tercera Orden Regular, adquirió carta jurídica de ciudadanía en la Iglesia. Obtuvo para ello autorización de los Superiores provincial y general, así como del Obispo de Vic. «Todo lo hizo a la luz del sol, plaudentibus ómnibus» -escribirá en 1876 su colaborador, P. Enrich-. En modo alguno se puede aceptar que no fundamentara en el Derecho canónico su Congregación; siguió, ciertamente, las pautas establecidas desde antiguo dentro de la Familia dominicana, que era derecho reconocido por la Iglesia. En 1863 se presentó y presentó su Obra al Nuncio Lorenzo Barili; fue en ocasión de con-

sultarle sobre la licitud de la compra de una casa en Lérida, que había pertenecido a los bie- nes eclesiásticos desamortizados del Santo Hospital. El original de su carta se conserva hoy en el Archivo Secreto Vaticano y ha parecido bien iniciar la presente sección del Museo con una reproducción fotográfica de su autógrafo. Contiene una exposición de cuanto había rea- lizado hasta entonces, dirigida al representante del Papa Pío IX en España. Testimonio de la

Pie de foto:

Vista general de la sala desde arriba.

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evolución de la estructura organizativa de la Congregación son las Constituciones que fue preparando el P. Enrich a la muerte del P. Coll, y que el Maestro de la Orden, P. José Ma. Larroca, dio licencia para imprimirlas el 19 de agosto de 1884. Se editaron en Vic al año siguiente. Una antigua fotografía del Call Nou de esta última ciudad, acerca al espacio donde preparó de inmediato y comenzó la Congregación; también donde vivió el P. Coll alrededor de quince años. Otra fotografía de la Casa Madre, situada en la calle que denominaban corrientemente de los Capuchinos -porque conducía a su Convento-, recuerda el esfuerzo que realizó para su adquisición por etapas. Fue testigo aquella Casa de las primeras profe- siones de las Hermanas, de la firma sobre el altar de la iglesia de la Regla o forma de vivir, de los esfuerzos para convertir una parte en Colegio, de las predicaciones y celebraciones litúrgicas, de la veneración que se tributó al P. Coll a la hora de su muerte; sirvió a la Congregación desde 1857 a 1882, en que se vendió a las religiosas Josefinas. Se evoca el contexto social de mediados del siglo XIX por medio de unos paneles que reco-

gen grabados relativos a los comienzos de la revolución industrial, al ambiente laboral y sin- dical. Es sabido que Cataluña iba a la cabeza de las regiones de España en el establecimien- to de la moderna industria y que por entonces se formaban numerosas colonias fabriles, a veces, en zonas rurales y a lo largo de los ríos -para evitar los conflictos laborales que se daban en la ciudades-; en el corazón de esta realidad social se estableció de inmediato la Congregación de Hermanas Dominicas de la Anunciata. El mundo religioso, en especial el más inmediato al P. Coll y a su naciente Congregación, se aproxima por medio de grabados originales de la época. Contempló el P. ColI la mayoría con sus propios ojos; fueron venera- dos y divulgados por él y por sus Hermanas. Representan a la Virgen de Montgrony -ante cuya imagen se aseguró de que el Señor y María querían que colaborara en el estableci- miento de la Congregación-, de la Beata Juana de Aza, madre de Santo Domingo, cuyo culto fue aprobado por la Iglesia en el primer cuarto del siglo XIX, de Santo Domingo ante el trono de la Virgen del Rosario, de Santos de la Orden de Predicadores. Algunos de estos grabados auténticos pertenecen al grupo de los «gozos», o composiciones poéticas en honor de Santo Domingo, San Raimundo de Peña-fort, Santo Tomás de Aquino, Santa Rosa de Lima, Santa Catalina de Siena -a la que el P. Coll llama «Patrona de la Orden»-, Este último procede pre- cisamente del Monasterio dominicano de Nuestra Señora de Montesión, entonces estableci- do en lugar céntrico de la Barcelona antigua, donde predicó a los barceloneses y -lo que importa particularmente resaltar aquí-, donde recibió el título de Director general de la Tercera Orden Dominicana en Cataluña que, en sentir de su otorgador, el Vicario provincial de los Dominicos exclaustrados, le facultaba para comenzar con su Obra de religiosas Dominicas.

Pie de foto:

Vista general de la sala.

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En el apartado de personajes se muestran fotografías de Pío IX, el Papa de la etapa de madurez apostólica del P. Coll, y del nacimiento y primer desarrollo de la Congregación. Tuvo el más largo pontificado de la historia; los Obispos de las sedes catalanas le hicieron llegar en sus «Rela-ciones para la visita ad lirnina» noticia del P. Coll y su Obra. El trono de España lo ocupaba la Reina Isabel 11; a ella dirigió en 1858 una instancia que desvelaba su interés por la enseñanza y las peculiaridades de su fundación. En el momento de la fundación era Obispo de Vic Antonio Palau y Termens; le sucedió Juan José Castanyer, antiguo Párroco en Moiá y apoyo muy firme del P. ColI y su Obra. Se han colocado fotografías de dos Hermanas de los comienzos: Ramona Tría, natural de

Moiá, y Dominga Victori Badosa, primera Secretaria general. El cuadro de esta última proce- de de Roda de Ter y testimonia el homenaje que le tributó la población agradecida por el bien que hizo entre aquellas gentes en sus últimos años de vida. Encarnó con hondura el carisma dominicano, redactó páginas de la Crónica que publicó el P. Alcalde, y ella misma editó un libro con el título: Afectos recíprocos entre la Madre de Dios y la Orden Dominicana. Es, segu- ramente, la primera escritora de la Congregación. La Congregación tuvo en sus comienzos Directores generales; se siguió en esto la práctica

común en los Beaterios dominicanos; todos ellos tenían su Director. El primero que desem- peñó el cargo fue, naturalmente, el P. Coll. En 1871 pidió al Maestro de la Orden el nombra- miento de un Coadjutor y, tras los oportunos trámites, fue nombrado el P. Francisco Enrich (1874), del Convento de San Pedro Mártir de Manresa quien, a raíz de la exclaustración pasó a Italia y convivió, entre otros, con el P. Enrique Domingo Lacordaire. De regreso a España se estableció en su ciudad natal de Manresa y trabajó allí por la restauración de la Orden domi- nicana en Cataluña. Mantuvo su residencia habitual en esta última ciudad y se desplazaba a Vic cuando lo requería su cargo. La Congrega-ción experimentó un notable incremento bajo su mandato; animó a la fundación de Albacete, primera fuera de Cataluña. Le sucedió a su muerte, en 1883, el P. José Casamitjana, gerundense de origen, y guatemalteco por incorpo- ración a la Orden en aquella nación; volvió a su tierra catalana al ser exclaustrados los reli- giosos en Guatemala. A su fallecimiento, en 1890, el Maestro de la Orden nombró a D. Joaquín Soler, Sacerdote Terciario Dominico; pertenecía a una familia de Moia con quien se relacionó mucho el P. ColI; su padre le acompañaba a veces en sus misiones y hacía de coci- nero del equipo de Sacerdotes. Una vez ordenado Presbítero D. Joaquín no tuvo otras tareas apostólicas que las de ayudar al P. Coll en su fundación; vivió con él en el Call Nou y, des- pués, en la Casa Madre. Fue Capellán de esta Casa y Maestro de las Hermanas. No tomó, empero, posesión del cargo de Director general, porque suplicó que fuera nombrado un frai- le Dominico. Lo fue, en efecto, el P. Lesmes Alcalde (1892-1894), burgalés, que formaba parte

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• Panel 1. Los origenes.

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de la Comunidad establecida en Barcelona para echar las bases de la restauración de la Provincia de Aragón. Editó la primera Crónica de la Congrega-ción (1895) así como la pri- mera Biografía del P. Coll (1908). En la legislación aprobada a finales del siglo XIX desapare- ció del texto constitucional la figura de Director general. En este mismo espacio se recuerdan otros personajes relacionados con el P. ColI o la

Congregación. Destaca el Obispo José Sadoc Alemany, condiscípulo suyo en el Convento de Gerona y más tarde Provincial de la Provincia dominicana de San José de los Estados Unidos de América del Norte; fue nombrado Obispo de Monterrey y Arzobispo de San Francisco de California; participó en el Concilio Vaticano 1. El P. Francisco Vilarrasa era natural del vecino pueblo de Gornbren, La Pobla de Lillet; pasó a los Estados Unidos con el P. Alemany y allí fundó la Provincia dominicana del Santísimo Nombre de Jesús; Alemany y Vilarrasa hicieron gestiones para llevar al P. Coll a evangelizar California. El Maestro de la Orden, P. José Ma Larroca, del Convento de San Telmo de San Sebastián (Guipúzcoa) fue el primer Superior general que visitó la Casa Madre. Otras figuras beneméritas fueron el P. Juan Planas, uno de los principales escritores de teología pastoral en lengua castellana en el siglo XIX, profesor del P. Coll y bienhechor de la Congregación, D. José Casademunt, que renunció a su Parroquia para apoyar la Obra del P. ColI cuando éste enfermó, y el Canónigo Jaime Collell, Terciario Dominico, que escribió páginas de biografía e hizo una edición de la obra, La Hermosa Rosa. Fue una verdadera institución para numerosas promociones de Hermanas el Capellán de la Casa Madre, Felipe Pitxot; a su fotografía acompañan varios objetos litúrgi- cos que le pertenecieron. Han escrito las páginas más brillantes de la Congregación Siete Hermanas Mártires; cinco

de ellas sufrieron su martirio en el territorio de la diócesis de Barcelona, y dos en el de Vic. Fueron víctimas de la persecución religiosa al comienzo de la guerra civil española (1936). Su proceso de Beatificación está muy adelantado. Son sus nombres HH. Ramona Fossas, Adelfa Soro, Teresa Prats, Otilia Alonso, Ramona Perramón, Reginalda Picas y Rosa Jutglar. Fueron clara manifestación a los ojos del mundo del espíritu de amor que ha sido distintivo de esta Congregación a la que fue legada en Testamento espiritual precisamente «la caridad, la caridad, la caridad». Si Santo Domingo resumió el Evangelio o el camino de seguimiento de Cristo en «caridad, humildad y pobreza», el Padre Coll fue todavía más conciso, advirtien- do que en la santa obsesión por la caridad está contenido todo. Se halla en esta sección del Museo un recuerdo en honor de estas Mártires. Se expone, asimismo, un rescripto pontificio otorgado por Pío IX en 1876 y una estadísti-

ca de la Congregación a principios del siglo XX (1905). Entre los recuerdos se puede desta- car el reloj de pared que regaló el P. Coll a la Comunidad de Gombren, un tríptico de marfil

Pie de foto:

e Personalidades que contribuyeron a la Fundación.

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que representa la crucifixión; maqueta de una Biblioteca, con tantos tomos como Casas tenía la Congregación al cumplir su primer Centenario (1956), medallas conmemorativas de dife- rentes Colegios, acuñadas en Argentina y Uruguay ... Son donación del «Museo del P. Coll» ejemplarmente instalado en la Casa provincial de la Provincia de Santa Rosa de Lima, en Buenos Aires. Pie de Foto Panel III. Objetos y recuerdos de la Congregación

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Sala dedicada a la Expansión de la Congregación

El espacio dedicado a esta Sección del Museo se halla en la planta baja del antiguo edifi- cio, y ocupa buena parte del anterior Museo, con acceso desde el exterior por la calle Camprodón. La Congregación se extendió rápidamente por las diferentes diócesis de Cataluña; desde el

principio porfiaban las poblaciones por tener escuelas de las Hermanas, llamadas vulgar- mente «del Padre Coll», de modo que, en menos de veinte años, se realizaron cincuenta fun- daciones. En 1866 el P. Antonio Orge, Comisario Apostólico para los Dominicos exclaustra- dos, pidió ya Hermanas para Asturias; por entonces también los Obispos Dominicos en Filipinas, PP. Ganso y Cuartero, las querían para sus diócesis, pero su Fundador no pudo acce- der a semejantes ruegos, por la escasez de personal para tantas escuelas como tenían abier- tas. A partir de 1880 -cinco años después de la muerte del P. Coll- comenzó tímidamente la

expansión fuera de Cataluña con una fundación en Alba-cete; se hizo el 18 de abril de dicho año; el futuro Obispo de Oviedo Fr. Ramón Martínez Vigil tuvo su parte en esta fundación. Integraron la primera Comunidad catorce Hermanas, al frente de las cuales estuvo la H. Rosa Miró, primera Maestra de Novicias; la H. Rosa Vallés, natural de Manresa, fue Directora del Pensionado; Maestra de la parte literaria, fue la H. Inés Pujols, fundadora más tarde en América, que escribió una Vida del P. Coll; Directora de la Escuela gratuita, fue la H. Pilar Gomá. Fue, asimismo, Director de la Comunidad y del Colegio el P. Antonio Coll, que había ingresado en la Orden en Guatemala. La Casa estaba situada en la calle Salamanca. Asistieron a los actos fundacionales la M. Rosa Santaeugenia, y los Padre Dominicos, Francisco Enrich, el citado P. Ramón Martínez Vigil, Pedro Palomeque, Director de la Tercera Orden en Madrid, y Miguel Riera, colaborador del P. Enrich en Manresa. Sólo después de catorce años se realizó la segunda fundación fuera de Cataluña; el cono-

cimiento que de las Hermanas tuvieron en Albacete hizo que, andando el tiempo, las pidie- ran para la vecina región Valenciana, y así se estableció la Congregación en 1894 en la ciu- dad de Sagunto. Al año siguiente -1895- la Priora general, M. Concepción Vila, proyectó una fundación en la misma ciudad de Valencia. Con este fin encargó a las Hermanas que habla- sen del asunto con el Arzobispo, Ciriaco Ma Sancha y Hervás. Éste las orientó hacia la barria-

Pie de foto: Vista panorámica de la sala.

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da del Puerto y, en concreto, hacia Cañamelar. Su establecimiento allí se planteaba como urgente. El proyecto fue acogido con entusiasmo por el Párroco, D. Luis Navarro, pero, cuan- do los envíos de las cosas necesarias llegaban desde la Casa Madre de Vic, el Arzobispo -sin que sepa por qué- dio orden de suspender la fundación hasta nuevo aviso. Sin duda, las obras de Dios, están sometidas de ordinario a la prueba, para que encuentren buenos fundamen- tos en las más altas motivaciones. En breve, sin embargo, la tempestad se trocó en bonanza, y ello de octubre, de aquel mismo año 1895, llegaron a Valencia las HH. Rosa Obradors y Dolores Serra. El 15 de octubre, y con el refuerzo de otras dos, abrieron las clases en la men- cionada barriada de Cañamelar. Las niñas de aquel barrio marítimo, sin distinción de clases, y particularmente las más pobres, tuvieron en las Dominicas excelentes educadoras y segun- das madres. Sin casa propia, tuvieron que trasladarse de un lugar a otro -hasta cuatro tras- lados sufrieron-, pero no se dejaron vencer por el desaliento. En Cañamelar estuvieron duran- te 26 años, hasta 1922; problemas insolubles de alquiler de la casa que ocupaban, les lle- varon al cierre de la Comunidad. La Crónica anota que, transcurrido mucho tiempo, la gente lamentaba verse privada de sus queridas Hermanas. (T. 11, p. 15). Cañamelar sirvió de pórtico para la fundación del Colegio de Valencia. Para su apertura la

Priora general insistió varias veces ante el ya citado Arzobispo, Sancha y Hervás. Éste conce- dió autorización para que ejercieran la docencia en la capital en 1896; abrieron una casa en la calle de Hernán Cortés, paralela a la de Isabel la Católica. El 11 de septiembre de 1896 lle- garon las Fundadoras. Fueron éstas la H. Rosa Obradors, que había sido también fundadora de las Comunidades de Sagunto y Caña melar, y las HH. Paulina Roca, Rosario Blasco, Josefa Torrent, y Loreto Riera. Encontraron apoyo en los Padres Dominicos de la Provincia de Filipinas, que estaban en Valencia desde 1891, Y en las Comunidades de Dominicas contem- plativas; en la iglesia de las «Catalinas» celebraban actos especiales del Colegio. Entre las personas bienhechoras señalan las crónicas a Da. Teresa Romero, viuda de Costa, Terciaria Dominica, y al canónigo José Barbarrós, verdadero Padre de la Comunidad. En Asturias deseaban Dominicas de la Anunciata apenas fundadas; el Superior general del

ColI, P. Orge, como queda dicho, se las pidió para Oviedo en 1866; las circunstancias, sin embargo, hicieron que no pudieran llegar hasta el año 1897, a los cuarenta años de su fun- dación, y fallecidos ya el P. ColI y la primera Priora general, la benemérita M. Rosa Santaeugenia. Regía entonces la Congregación su segunda Priora general, M. Concepción Vila Canudas. Parte importante en la llegada de las Dominicas a Asturias tuvieron el mencionado P.

Lesmes Alcalde y, sin duda, el ya conocido Obispo, Fr. Ramón Martínez Vigil. Éste, cuando era Procurador en Madrid de su Provincia del Santísimo Rosario de Filipinas, visitó la Casa Madre

Pie de foto:

• Recuerdos de las misiones.

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de Vic, y consiguió, como se ha recordado, su primera expansión fuera de Cataluña. Como Prelado de Oviedo confeccionó en 1897 una relación para la visita ad limina y en ella infor- maba a la Santa Sede de que había instituido aquel mismo año una Comunidad de Dominicas de la Anunciata en Sama de Langreo. (Testimonios, p. 651). No resultó fácil esta fundación porque, a las razones de escasez de personal para tantos lugares como las pedían, se añadía entonces la lejanía de Asturias con relación a Cataluña. (Crónica, T. 11, pp. 37-38). Pero la semilla, una vez sembrada, brotó con fuerza en el Principado; al año siguiente, es

decir en 1898, se hizo la fundación de Ablaña (fábrica de Mieres); en 1899 abrieron un Colegio en Mieres; en 1900 en Caborana; en el mismo año 1900, en Ujo; en 1905 en Navia; en 1906 en Pola de Laviana; en 1907 en Ribadesella; en 1910 en Colunga. En 1915 se hicie- ron cargo del Sanatorio Adaro, en Sama de Langreo; en 1917 se abrió la Casa de Bóo; en 1920 el Sanatorio «Nuestra Señora de Covadonqa», en Gijón. Al Colegio de Oviedo, que se fundó en 1923, le precedieron doce Casas en Asturias. Los Padres Dominicos apoyaron en todo momento. En 1895 se establecieron cuatro religiosos en una casa particular de Oviedo, en espera de que la diócesis devolviera pronto el antiguo Convento de Santo Domingo, que por entonces estaba destinado a Seminario Conciliar. (Antonio GUTIÉRREZ, La Provincia domini- cana de España en el siglo XIX según el P. Paulino Álvarez, en Archivo Dominicano [Salamanca] 2 (1981) 184). En. 1908 fundó la Congregación en la República Argentina. Por entonces, y desde los

comienzos, la Congregación había abierto ya ciento cuarenta y tres Colegios. En una cróni- ca anónima -pero seguramente del P. Lesmes Alcalde-, escrita para dar cuenta del viaje de las Hermanas al Continente Americano, se decía, textualmente: «Parecía, no obstante, que Instituto de tal naturaleza estaba reducido a horizontes demasiado limitados, para su misión perfectamente deslindada desde su origen. Así pensaban quienes lo conocían a fondo; así lo decían públicamente quienes palpaban los efectos prodigiosos de la vida y enseñanza de la Hermanas; así lo creían quienes sabían que, si enseñar una verdad, cualquiera que sea, es poner a un alma en relaciones con el Verbo Divino, origen eterno de toda verdad, enseñar las verdades cristianas a muchas almas es continuar la misión de ese mismo Verbo humanado. En la práctica no eran ajenos a estos pensamientos y sentimientos los encargados del gobier- no supremo. Fieles a la máxima del Patriarca Santo Domingo -el grano almacenado en el gra- nero nada produce; para que produzca es necesario derramarlo por la siembra oportuna- procuraron hacer todos los años algunas fundaciones nuevas, levantar desde los cimientos grandiosa Casa-Matriz, admitir en la Congregación vocaciones siempre mayores en cantidad y calidad, cultivar los talentos según las exigencias de los tiempos, y dotar a las casas filia- les de cuanto podía redundar en mayor gloria de Dios y utilidad de la sociedad religiosa y civil.

Pie de foto:

• Recuerdos de las misiones.

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Las fundaciones, sin embargo, apenas ganaban en extensión territorial; siempre por la eter- na cantinela de agotar el personal las continuas fundaciones de Cataluña. A duras penas consiguieron personas beneméritas en 1880 Hermanas para una fundación fuera de Cataluña (la de Albacete); esfuerzos gigantescos tuvieron que hacer diferentes clases sociales para lograr las fundaciones del Arzobispado de Valencia, y casi por un milagro no fracasaron las gestiones para las de Asturias. Los pasos dados para fundar en Filipinas, Fernando Poo, Perú, San Salvador, Australia y

Méjico sólo sirvieron para evidenciar que el mucho desarrollo de la Congregación en Cataluña estorbaba su difusión por otros puntos del viejo y del nuevo mundo. Los deseos de todos eran grandes, la realidad quedaba siempre atrás.íNi la aprobación pontificia de la Congregación y de sus constituciones acababan de resolver esa incógnita que desde muchos años venía siendo el quebradero de cabeza de propios y extraños! Una circunstancia provi- dencial despejó la incógnita. La fama de la Congregación allende los mares, excitaba de con- tinuo las ansias de poseerla. La visita hecha a la Casa Matriz (Vic) por uno de los vocales del Capítulo General, celebrado el 19 de Mayo de 1907 en Viterbo, divulgó en la República Argentina que cuanto se decía de la Congregación de Hermanas Terciarias Dominicas de la Anunciata tenía muchos puntos de contacto con la fama de Salomón en Sabá». El 3 de agosto de 1908 se embarcaron en Barcelona para la Casa de Buenos Aires las HH.:

Inés Pujols, Teresa Lluch, Teresa Oller, Francisca Peña, Purificación Andrés, Luisa Camps, y Magdalena Miró. Para la fundación de Chivilcoy: HH.: Carmen Cabrillach, Magdalena Pons, Carmen Anguela, Teresa Pujol y Marta Elíes. (El Santísimo Rosario 23 (1908) 817 - 822; Susana Agustina ARBUCÓ, Inicios de la Congregación de Dominicas de la Anunciata en América, en Los Dominicos y el Nuevo Mundo, Actas dell Congreso Internacional, Sevilla 21- 25 de abril de 1987, pp. 883-894). El 3 de enero de 1909 embarcaron tres para la fundación de Balcarce, también en

Argentina; fueron las Hermanas Dominga Padrosa, Paulina Ferrer y Pilar Playá. La Obra de la Conservación de la Fe, establecida en Buenos Aires para la promoción de la mujer, pidió cola- boración a las Dominicas de la Anunciata para dirigir dos casas en la capital, una en Villa Urquiza y otra en la calle Serrano; se aprobaron ambas fundaciones en noviembre de 1909. En 1911 cinco Hermanas optaron por la carta de ciudadanía argentina. Años más la Congregación obtuvo personalidad jurídica. En 1911 se pidió colaboración para las misiones dominicanas de Urubamba (Perú). En 1913 se fundó el Colegio «La Anunciara», en Buenos Aires; en el mismo años se abrió el de Villa Turdera. En 1913 pasaron también las Hermanas a fundar en Montevideo, capital de Uruguay;

el 12 de abril llegaron las HH. Dominga Padrosa, Emilia Tubau e Irene Redal; se estable-

Pie de foto:

e Idolillo Mejicano.

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cieron en los comienzos en el Barrio Atahualpa y, después, en la calle Larrañaga. En 1914 se hicieron cargo de unos Talleres Profesionales, gratuitos para niñas, en González

Chaves, provincia de Buenos Aires. En 1915 tuvo lugar la apertura del Hogar Escuela Mercedes Dorrego, en la capital de Buenos Aires. La obra estaba destinada a proporcionar vivienda económica para viudas con hijos en edad escolar. Además se proporcionaba a las niñas la posibilidad de asistir en el mismo establecimiento a las clases de primaria y corte y confección impartidas por las Hermanas; una de sus fundadoras fue la futura Priora general, H. Reginalda Rossinyol. En el mismo año 1915 en la ciudad de Ramos Mejía, provincia de Buenos Aires, se abrió un Colegio para la enseñanza de niñas. «El celo por las almas, el espí- ritu de sacrificio desplegado por las hermanas despertaron inquietudes vocacionales en las jóvenes que iban formando; varias solicitaron su ingreso en la Congregación. La Casa Madre de las Dominicas de la Anunciata en Vic (Cataluña) abrió sus puertas a las tres primeras voca- ciones americanas. Corría el año 1916)). (ARBUCÓ, Inicios ... , p. 891). Continuaron las fundaciones de la Obra Conservación de la Fe; en 1923 se estableció una

casa en la calle 24 de noviembre, de Buenos Aires. En 1927 el Capítulo general acordó esta- blecer un Noviciado en la Argen-tina; se abrió en la casa de Turdera en 1929. En 1936 comenzaron las Hermanas a impartir clases en Necochea, diócesis de La Plata. En 1938 en Bella Italia, Montevideo. En 1946 establecieron otro Colegio en Buenos Aires (Villa Modelo), cercana a Villa Urquiza. Por aquellas fechas las Dominicas de la Anunciata contaban en América con quince Centros educativos y un Noviciado. En el Capítulo general de 1946 se constituyó la Provincia de Santa Rosa de Lima; fue su primera Provincial la H. Lourdes Pardina. En diciembre de 1955 llegaron las Hermanas a fundar en Centro América; comenzaron por

San José de Costa Rica; en 1956 se establecieron en el Sanatorio Español de Guatemala. Pronto el número de Hermanas y Casas se incrementó por la unión extintiva de la Congrega- ción de Nuestra Señora del Rosario de Fátima, con Casa principal en Santa Tecla, Nueva San Salvador, El Salvador; se realizó la fusión en 1959. El 29 de junio de 1971 se erigió la Provincia de San Martín de Porres. En junio de 1973 llegaban Belo Horizonte las HH. Josefa Erausquin y Ma Luisa Paires para

fundar en el Brasil; a la Casa de Belo Horizonte siguieron, también en el Estado de Minas Gerais, las de Mantenópolis (1976), Montes Claros (1976), Francisco Sá (1977), Estrela do Sul (1981), Belo Horizonte (Noviciado, 1983). A partir de 1933, y en plena lIa República Española, fundaron las Hermanas en Francia.

Dentro de este mismo año 1933 se abrieron las Casas de Valrás-Pláqe, Puginier, Juilly; a con- tinuación se establecieron en Lézignan (1935), Soreze, en el Colegio fundado por el P.

Pie de foto:

o Máscara centroafricana.

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Lacordaire (1936), Faubour (1936), La Ramejane (1937), Oullins (1937). Troyes (1937). Hendaya Pláqe (1937), Fabrezán (1938). Varias de estas casas sirvieron de refugio durante la persecución religiosa de 1936 a 1939. En 1961 abrieron una Comunidad en Fribourg (Suiza) para apoyar la Casa de profesores del «Albertinurn»: en 1961 fundaron en Toulouse, en 1965 en Ales, en 1972 la Residencia «Foyer Ste. Hisabeth», también en Fribourg, en 1988 en Ginebra y en 1989 en Lausana. En 1956 se abrió una Casa Procura en Roma que ha servido de gran utilidad para la

Congregación; ha dado acogida a varios centenares de Hermanas que han participado en Cursos de Formación Permanente. En 1963 se trasladó la Casa generalicia a Madrid. En 1969 la diócesis de Vic pidió a la Congregación que le ayudara en la tarea misional que

había emprendido en Ruanda. Se trataba de organizar y mantener un dispensario, un centro nutricional y una especie de escuela hogar. En el mes de octubre tuvo lugar en la Casa Madre la imposición del crucifijo a las Hermanas que iban a inaugurar la presencia de la Congregación en el Continente Africano; lo recibieron de manos del Obispo, Ramón Masnou. Eran las HH. Teresa Reixach, Pilar Santamaría y Mercedes Ticó; a ellas se unió la H. Gabriela Tíndel. Se establecieron en Ruli, Kigali; a esta Casa siguieron las de Muyanza (Ruanda, 1973), Ono (Costa de Marfil, 1975), Bonoua (Costa de Marfil, 1977). Bouaflé (Costa de Marfil, 1980), Bonoua - Noviciado (Costa de Marfil, 1987), Bembereke (R. De Benin, 1988), Yaundé (Cameroun, 1989), Abidjan (Costa de Marfil, 1992), Abom - Yaundé (Cameroun, 1996). Gran anhelo del P. Coll fue que las Hermanas se extendieran por el Extremo Oriente. Como

queda indicado, quisieron lIevarlas a las Islas Filipinas en 1866. En 1907 el Arzobispo de Manila Harty elevó una petición a la Priora general, M. Gomá. Se ofrecía la fundación de una Casa en la ciudad de Manila con la esperanza de que más tarde se abrieran otras en el Archipiélago. La fundación, sin embargo, no llegó a formalizarse entonces. Sí se hizo ochen- ta años más tarde. En 1987 llegaron a Manila las HH. Montserrat Casellas y Ángeles Ortega para preparar una fundación; al año siguiente las visitaron la Priora general y Secretaria general, HH. Umbelina del Barrio y M" Ángeles Cabria, respectivamente; viajó con ellas para integrar la fundación la H. Sagrario Llorente; al año siguiente se incorporó la H. Natividad Martínez. La Casa de Ouezon City se fundó en 1988, y la de San Carlos City, en la provincia de Pangasinán, en 1994. En la actualidad hay ya algunas Hermanas filipinas profesas perpe- tuas y otras en las diferentes etapas de la formación. En 1985 se fundó la Casa de Gradil, en Portugal, donde las Hermanas acogen a numerosas

niñas que encuentran allí su verdadero hogar. Al igual que Santo Domingo, diseñó el P. Coll una Congregación fuerte en su unidad desde

el establecimiento de Provincias. Con la seguridad de que se irían estableciendo con el paso

Pie de foto:

• Exmo. e Ilmo. Dr. D. Fr. Francisco Caracciolo Gainza y Escobés, obispo de Nueva Cáceres en Filipinas.

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del tiempo, constituyó una -a la que denominó de Cataluña-, con sede provincial en San Andrés de Palomar (Barcelona). El establecimiento, empero, quedó en la letra de un «Proyecto de Constituciones», pero no se pudo llevar a la práctica por la revolución de 1868. En la actualidad la Congregación tiene Casas dependientes de la Priora general, seis Provincias y un Vicariato. Dependen de la Priora general la Casa generalicia (Madrid), Casa de Formación (Madrid - Aluche], Casa de Oración (El Roble - Becerril de la Sierra, provincia de Madrid)' Casa Procura (Roma), y Obra «Mi Casa» para la acogida y educación de niños, en Zaragoza. Las Provincias son: San Raimundo de Peñafort (fundada en 1904, con Casa Provincial en

Barcelona), Santo Domingo (fundada en 1904, con Casa Provincial, primero, en Albacete y, actualmente, en Madrid), Nuestra Señora del Rosario (fundada en 1925, con Casa Provincial en Manresa), Santa Catalina de Siena (fundada en 1942, con Casa Provincial en Oviedo), Santa Rosa de Lima (fundada en 1949, con Casa Provincial en Buenos Aires), San Martín de Porres (fundada en 1971, con Casa Provincial en Nueva San Salvador, El Salvador, CA), Vicariato del Beato Reginaldo de Orleans (erigido en 1937, con Residencia de la Vicaria actual en Fribourg, Suiza).

e de foto:

Mariano Cuartero, obispo de Filipinas.

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Epílogo

Esta rica realidad intenta reflejar la presente Sección del Museo. Preside un enorme cua- dro del P. Coll, alentador constante de la expansión de su Obra por el mundo, por medio de la devoción a la Santísima Virgen del Rosario; sostiene en su mano derecha una reproduc- ción del «Estandarte de la Virgen Misionera», que hemos presentado ya y, con la izquierda, ofrece un gesto que invita a la esperanza. Estuvo colocado en la «Gloria de Bernini», en la Basílica de San Pedro del Vaticano el día de su Beatificación, 29 de abril de 1979; es obra del Dominico italiano, P. Savoia. Quiso el Santo Fundador que la Congregación estuviera ampa- rada siempre por su Patrona, la Virgen del Rosario. Su imagen ocupa un lugar especial en esta Sala; en realidad, está en la misma hornacina que presidía el coro conventual de la Casa Madre; centenares de Hermanas recuerdan con cariño esta talla que les ayudó a fomentar su devoción mariana en los años de formación. Lugar destacado ocupan las Prioras generales; tienen aquí su recuerdo plasmado en otros

tantos cuadros pintados al óleo. A la H. Santaeugenia (1863-1889) sucedieron las Hermanas Concepción Vila (1889-1901), Antonia Gomá (1902-1921; 1927-1933), Mercedes Miralpeix (1921-1927; 1934-1940), Reginalda Rossinyol (1940-1946), Trinidad Torrella (1946-1958), Adela González (1958-1970), Amelia Robles (1970-1982). Umbelina del Barrio (1982-1994) y María Jesús Carro (1994 ... ). Es de notar que, aunque no fue portadora del título, sí ejerció tales funciones con denominación de Vicaria General, la H. Dominga Caries (1933-1934). Se ha dedicado un espacio para exponer algunos libros y objetos que pertenecieron a la M. Rosa Santaeugenia. Un mapa iluminado que representa a la Congregación extendida por cuatro Continentes, al

igual que una Estadística de la misma, correspondiente a finales de 1999, ambientan per- fectamente al visitante. Se pueden contemplar también mapas que recogen las Casas que están bajo la jurisdicción de la Priora general, y las que se hallan comprendidas dentro de las seis Provincias y el Vicariato. Fotografías de las Casas ayudan a hacerse una idea aproxima- da de las características de las mismas. Se exponen objetos seleccionados que proceden de los diferentes países que integran la Comunidad Anunciatista; en unas vitrinas se exhiben instrumentos musicales, como un arpa y una marimba. En álbumes especiales se recogen fotos con temática variada. Se presta atención, en fin, a la evolución que ha sufrido el hábi- to de las Hermanas a lo largo del tiempo, hasta la actual forma de vestir de acuerdo con las Constituciones. El espacio se complementa con una antesala dedicada a audiovisuales, donde se ofrece

Pie de foto:

o Vasija Peruana.

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una rápida presentación de todo lo expuesto en las tres Salas del Museo. El hall de acceso desde la calle está dotado de una pequeña mesa-mostrador y un expositor donde están colo- cadas publicaciones de la Congregación, al igual que folletos y diapositivas. El visitante interesado por el conocimiento del Beato Francisco ColI y su Obra dispone en

el presente Museo de un medio altamente valioso para acercarse a una realidad pletórica de vida. Se convendrá fácilmente que sus realizadores han logrado «enseñar deleitando», que es el mejor método entre los pedagógicos. Las páginas que aquí finalizan han querido desvelar las claves del proyecto llevado a la práctica con plena destreza; quieren ser invitación para realizar la visita y, a través de ella, enriquecerse con las múltiples lecciones que encierra. Agradecemos los esfuerzos que se han realizado a diferentes niveles para que, lo que pare- cía un sueño, sea ya una realidad al servicio de la Congregación y de tantas personas a las que llegará con fuerza el mensaje evangélico y de valores humanos que con tanta eficacia cultivó el P. Coll y mantienen en progreso de perfección sus Hermanas.

Vito T. Gómez García, O.P.

Pie de foto:

Artesanía típica mejicana.

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