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1 Aquiles Julián Selección y presentación Libros de Regalo 13 EL INGENIO DEL MULÁ NASRUDÍN

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Aquiles Julián Selección y presentación

Libros de Regalo

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EL

INGENIO

DEL MULÁ

NASRUDÍN

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El ingenio del Mulá Nasrudín

Aquiles Julián

Selección y presentación

Edición digital a cargo de

Colección Libros de Regalo

13

Escríbenos a: [email protected] [email protected]

Primera edición: Mayo 2008

Santo Domingo, República Dominicana

Este libro es cortesía de:

Cul de Sac Vista del Cerro No. 2, Edif. Robert Collier, Suite 3-B, Altos de Arroyo Hondo III, Santo Domingo, D.N., República Dominicana. Tels. 809-227-6099 y 809-565-3164

Email: [email protected]

Se autoriza la libre reproducción y distribución del presente libro, siempre y cuando se haga gratuitamente y sin modificación de su contenido y autor.

Si se solicita, se enviarán copias en formato PDF vía email. Para solicitarlo, enviar e-mail a [email protected], [email protected] o [email protected]

IDEIDEIDEIDEACCION Desarrollo del Capital

Humano

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4 Otra Cita con el Mulá 6 Cincuenta por ciento 7 Saber qué día es 7 El préstamo 7 Ajíes picantes 8 La sopa de pato 9 La miel en el fuego 9 El contrabandista 10 El oso 10 ¿Vivo o muerto? 11 El reloj de Nasrudín 11 La tumba del Mulá 11 El manto 12 Presentación ante el Gran Mogul 18 Romper la norma de la muerte por una vez 19 El huerto de Nasrudín y la regla de oro 19 Perfume 19 Monogamia 20 Lecciones de laud 21 La estaca 22 Escoger a su conveniencia 22 Todos somos responsables 23 El oro, la túnica y el caballo 24 Importancia de la luna 24 Una capa pesada 24 Sacarse el ojo adolorido 24 Las apariencias 25 En qué lugar ir 25 Gratitud 25 El pueblo al que se le daban bien los números 28 Credenciales del compilador 29 Libros digitales publicados a la fecha

Contenido

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Otra cita con el Mulá.

De nuevo nos reencontramos con el Mulá. El Libro de RegaloLibro de RegaloLibro de RegaloLibro de Regalo No. 5 lo dedicamos a 30 30 30 30

Historias de Narudín HodjaHistorias de Narudín HodjaHistorias de Narudín HodjaHistorias de Narudín Hodja. Ahora traemos, en este Libro de RegaloLibro de RegaloLibro de RegaloLibro de Regalo No. 13 otro puñado de historias, entre ellas el viaje de Nasrudín

como embajador a la corte del Gran Mogul, en Delhi. El místico hindú OshoOshoOshoOsho aseguraba que NasrudínNasrudínNasrudínNasrudín fue un personaje real, un sufísufísufísufí (místico árabe), pero aunque su existencia real está en entredicho, su existencia en la cultura es sólida. Sus ocurrencias y sutilezas envuelven, como una cebolla, tras una primera capa de humor o paradoja que puede provocar desconcierto y asombro, elevadas enseñanzas.

Nasrudín, en ese aspecto, es un personaje creado por la cultura, por una reflexión de muchos para edificación y prevención de otros. Las distintas historias, los escenarios, la amplia variedad de temas en que Nasrudín aparece como personaje nos habla de una gran autoría social: Nasrudín es el nombre de miles de autores que por su vía se propusieron educar entreteniendo, enseñar deleitando, desafiar la inteligencia mientras atrapaban con el humor o la paradoja. Hay a quienes les preocupa saber si un personaje existió o no: a mí, particularmente, eso me tiene sin cuidado. De hecho, para muchos, hay personajes de ficción que tienen más realidad y más influencia en sus vidas que muchos otros personajes históricos. Y no digamos de la influencia poderosa que personajes y obras de ficción pueden ejercer sobre personas orientando su acción. De hecho, todo existe como entrenamiento o aprendizajetodo existe como entrenamiento o aprendizajetodo existe como entrenamiento o aprendizajetodo existe como entrenamiento o aprendizaje. La vida es una gran escuela y el principal alumno es uno. Cada libro, película, situación, idea, conversación, experiencia existe para impactar en mí y llevarme a un nivel de comprensión y desarrollo superior. Jesús educaba con parábolas. La BibliaLa BibliaLa BibliaLa Biblia puede ser asumida como una gran colección de parábolas, independientemente de su valor histórico. De hecho, es en tanto narración moral en que muchas de sus páginas cobran sentido. Las historias de José, de Moisés, de Josué, de Gedeón, de Ruth, de Esther, de Job, de Lot, de Abraham, de Salomón, de Jonás, de David tienen sentido por lo que nos enseñan hoy, por lo que pueden aclararnos como modelo de conducta, como ejemplo, como muestra de las consecuencias de las decisiones que tomamos.

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Así que una pregunta clave al leer la Biblia, al leer estas historias, al leer cualquier libro es: “¿Qué puedo aprender “¿Qué puedo aprender “¿Qué puedo aprender “¿Qué puedo aprender aquí que mejore mi vida?”.aquí que mejore mi vida?”.aquí que mejore mi vida?”.aquí que mejore mi vida?”. Durante muchos años, creí que nos empujaban a vivir una vida sin poseer un Manual de VidaManual de VidaManual de VidaManual de Vida que nos enseñara a cómo vivirla de la mejor manera posible, y de alguna forma explicaba así los tantos errores y extravíos cometidos. Al abrevar en las páginas de la Biblia tuve que tragarme mis palabras: el Manual existía. Allí estaban dadas en directrices claras como vivir de manera sana, honesta y próspera. El Manual existía, pero yo menosprecié tomar de sus aguas y, en cambio, me quejaba de mi sed. La Biblia es lectura meditativa, lectura para reflexionar. Uno toma un sorbo y luego lo deja hidratar cada célula, cada tejido, cada órgano, hasta que su savia nos renueve. Y es lectura siempre nueva, siempre oportuna y nunca la misma, porque nunca somos los mismos. También estas historias de Nasrudín, como muchas de las parábolas que hemos ido compartiendo en estos envíos de Libros de RegaloLibros de RegaloLibros de RegaloLibros de Regalo van más allá del humor, la paradoja o la ocurrencia feliz para invitarnos a detener el mundo y meditar sobre ellas, superando la capa dulce de la entretención para penetrar en las nutritivas enseñanzas de fondo. Usalas para crecer, para elevar tu nivel de entendimiento y claridad mentales, para iluminar tu corazón. La sabiduría de Nasrudín, las enseñanzas sabias de ConfucioConfucioConfucioConfucio, de BudaBudaBudaBuda, de Lao TseLao TseLao TseLao Tse… las ideas positivas, sanas, amorosas y compasivas de muchas personalidades y personajes, superan las diferencias culturales, sociales, epocales, para mandar un mensaje de tolerancia, de respeto, de amor, de compasión, de solidaridad… Y todas se engloban en el mensaje de amor que Jesús nos quiso enseñar: Amar a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo. Amar a Dios, amarte a ti y amar a tu prójimo en la misma medida que a ti. Para eso es que sirven estas historias. Disfrútalas.

Aquiles Julián Mayo 2008 ©

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Cincuenta por ciento Nasrudin fue arrestado y conducido al tribunal bajo la acusación de haber metido carne de caballo en las albóndigas de pollo que servía en su restaurante.

Antes de pronunciar sentencia, el Juez quiso saber en qué proporción mezclaba la carne de caballo con la de pollo. Y Nasrudin, bajo juramento, respondió:

“- Al cincuenta por ciento, Señoría”.

Después del juicio, un amigo le preguntó a Nasrudin qué significaba exactamente lo del “cincuenta por ciento”.

Y Nasrudin le dijo:

“- Un caballo por cada pollo”.

La Bandeja de Hojaldre

"Un sabio forastero llegó a Aksehir. Deseaba desafiar al hombre más docto de la ciudad y le presentaron a Nasrudin.

El sabio trazó un círculo en el suelo con un palo. Nasrudín cogió el mismo palo y dividió el círculo en dos partes iguales.

El sabio trazó otra línea vertical para dividirlo en cuatro partes iguales. Nasrudín hizo un gesto como si tomara las tres partes para sí y dejara la cuarta para el otro. El sabio sacudió la mano hacia el suelo. Nasrudín hizo lo contrario.

Se acabó la competencia y el sabio explicó:

- ¡Este señor es increíble!, le dije que el mundo es redondo, me contestó que pasa el ecuador terrestre por el medio. Lo dividí en cuatro partes, me dijo "las tres partes son de agua, la cuarta es de tierra". Le pregunté "¿por qué llueve?", me contestó "el agua se evapora, sube al cielo y se convierte en nubes".

Los ciudadanos deseaban conocer la versión de Nasrudín:

- ¡Qué tipo más glotón!, me dijo: "si tuviéramos una bandeja de dulce de hojaldre", yo le dije "la mitad es para mí".

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Me preguntó "¿si lo dividiéramos en cuatro partes?", yo le contesté "me comeré las tres partes". Me propuso "¿si le echáramos pistachos molidos?", yo le dije "buena idea, pero se necesita un fuego alto. Quedó vencido y se fue...."

Saber qué día es

Un hombre detuvo a Nasrudín y le preguntó -qué día de la semana era.

"-No sé decirle, contestó el Mulá. Soy forastero y no sé qué días de la semana tienen aquí".

El préstamo

Un hombre pidió a Nasrudín dinero en préstamo. El Mulá pensó que no lo recobraría jamás, pero de todas maneras le dio dinero.

Para su sorpresa, el hombre no tardó en devolverle el préstamo. Nasrudín se quedó pensativo.

Algún tiempo después el mismo hombre le pidió nuevamente dinero prestado diciéndole: "Tú sabes que yo cumplo, pues te he devuelto tu préstamo la vez anterior".

-Esta vez no, bribón -rugió Nasrudín-; me engañaste la vez pasada cuando creí que no me lo devolverías. No te saldrás con la tuya por segunda vez".

Ajíes picantes

Amigo, ¿no sabe que los chiles sólo se comen en pequeñas cantidades?

Casi sin poder hablar, Nasrudín comentó:

-Buen hombre, créeme, yo pensaba que estaba comprando dulces.

Pero Nasrudín seguía comiendo chiles. El paseante dijo:

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-Bueno, está bien, pero ahora ya sabes que no son dulces. ¿Por qué sigues comiéndolos?

Entre toses y sollozos, Nasrudín dijo:

-Ya que he invertido en ellos mi dinero, no los voy a tirar.

La sopa de pato

Cierto día, un campesino fue a visitar a Nasrudín, atraído por la gran fama de este y deseoso de ver de cerca al hombre más ilustre del país. Le llevó como regalo un magnífico pato.

El Mulña, muy honrado, invito al hombre a cenar y pernoctar en su casa. Comieron una exquisita sopa preparada con el pato. A la mañana siguiente, el campesino regreso a su campiña, feliz de haber pasado algunas horas con un personaje tan importante.

Algunos días más tarde, los hijos de este campesino fueron a la ciudad y a su regreso pasaron por la casa de Nasrudín.

- Somos los hijos del hombre que le regaló un pato - se presentaron.

Fueron recibidos y agasajados con sopa de pato.

Una semana después, dos jóvenes llamaron a la puerta del Mulá.

- ¿Quiénes son ustedes?

- Somos los vecinos del hombre que le regaló un pato.

El Mulá empezó a lamentar haber aceptado aquel pato. Sin embargo, puso al mal tiempo buena cara e invitó a sus huéspedes a comer.

A los ocho días, una familia completa pidió hospitalidad al Mulá.

- Y ustedes ¿quiénes son?

- Somos los vecinos de los vecinos del hombre que le regaló un pato.

Entonces el Mulá hizo como si se alegrara y los invitó al comedor. Al cabo de un rato, apareció con una enorme sopera llena de agua caliente y llenó

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cuidadosamente los tazones de sus invitados. Luego de probar el líquido, uno de ellos exclamó:

- Pero .... ¿qué es esto, noble señor? ¡Por Alá que nunca habíamos visto una sopa tan desabrida!

Mulá Nasrudin se limitó a responder:

- Esta es la sopa de la sopa de la sopa de pato que con gusto les ofrezco a ustedes, los vecinos de los vecinos de los vecinos del hombre que me regaló el pato.

La miel en el fuego

El Mulá calentaba miel en el fuego, cuando un amigo llegó de improviso.

La miel comenzó a hervir y Nasrudín le convidó a su visitante. Estaba tan caliente, que el otro se quemó.

- ¡Haz algo! - exclamó el amigo.

Entonces el Mulá tomó un abanico y lo agitó por encima de la olla .... con el propósito de enfriar la miel.

El contrabandista

Nasrudín solía cruzar la frontera todos los días, con las cestas de su asno cargadas de paja. Como

admitía ser un contrabandista cuando volvía a casa por las noches, los guardas de la frontera le registraban una y otra vez. Registraban su persona, cernían la paja, la sumergían en agua, e incluso la quemaban de vez en cuando.

Mientras tanto, la prosperidad de Nasrudín aumentaba visiblemente.

Un día se retiró y fue a vivir a otro país, donde, unos años más tarde, le encontró uno de los aduaneros.

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- Ahora me lo puedes decir, Nasrudín, ¿Quá pasabas de contrabando, que nunca pudimos descubrirlo?

- Asnos - contestó Nasrudín.

El oso

Un rey que gustaba de la compañía de Nasrudín, y también de la caza, le ordenó que le acompañara en la caza del oso. Nasrudín estaba aterrado.

Cuando Nasrudín volvió a su aldea, alguien le preguntó: - ¿Cómo fue la caza?

- Maravillosamente.

- ¿Cuántos osos viste?

- Ninguno.

- Entonces, ¿por qué dices que fue maravillosamente?

- Cuando estás cazando osos, y tú eres yo, no ver ningún oso es una experiencia maravillosa.

¿Vivo o muerto?

El Mulá estaba pensando en voz alta.

- ¿Cómo sé si estoy vivo o muerto?

- No seas necio - dijo su esposa - si estuvieras muerto, tus miembros estarían fríos.

Poco tiempo después, Nasrudín se encontraba en el bosque cortando leña. Era pleno invierno. De repente, se dio cuenta de que tenía fríos las manos y los pies.

Indudablemente estoy muerto - pensó - de modo que debo interrumpir mi trabajo. Los cadáveres no van por ahí caminando. Entonces, se tendió sobre la hierba.

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Pronto llegó una manada de lobos y empezó a atacar al asno de Nasrudín, que estaba atado a un árbol.

- Vamos, continúen, aprovéchense de un hombre muerto - dijo Nasrudín, sin moverse - pero si estuviera vivo, ustedes hubiesen visto, no les permitiría estos atrevimientos con mi asno !

TRES CUENTOS DEL MULÁ NASRUDIN

El reloj de Nasrudín

El reloj de Nasrudín nunca marcaba la hora correcta.

— ¿No puedes hacer algo con respecto a ese reloj, Mulá? —alguien le preguntó—. — ¿Qué? — Bueno, nunca está bien. Cualquier cosa que hicieras sería una mejora al respecto.

Nasrudín lo golpeó con un martillo. Y el reloj se detuvo.

— Tienes razón, ¿sabes? —dijo—. Esto realmente constituye una mejora. — Yo no quise decir literalmente cualquier cosa. ¿Cómo puede estar mejor ahora que antes? — Bueno, verás, antes de que yo lo detuviera nunca estaba correcto. Ahora está correcto dos veces al día, ¿no es verdad?

La tumba del mulá

La tumba de Nasrudín tenía al frente una inmensa puerta de madera, cerrada con pasadores y candados. Nadie

podía entrar en ella, al menos por la puerta. Como broma postrera ,el Mulá había dispuesto que la tumba no tuviera paredes a su alrededor.

El manto Un día, Nasrudín fue visitado por su viejo amigo, Jalal. El Mulá dijo: - Estoy encantado de verte después de tanto tiempo. Pero estoy a punto de efectuar una serie de visitas. Ven, acompáñame y podremos charlar.

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- Préstame un manto decente -dijo Jalal-, porque, como puedes ver, no estoy vestido como para efectuar visita alguna. Nasrudín le prestó un magnífico manto. En la primera casa, el Mulá presentó a su amigo. - ¡Este es mi viejo compañero Jalal, pero ese manto que lleva puesto es mío! En camino al próximo pueblo, Jalal dijo: - ¡Qué cosa tan estúpida fue que dijeras "El manto es mío"! No vuelvas a hacerlo. Nasrudín lo prometió. Cuando estaban sentados cómodamente en la siguiente casa, Nasrudín dijo:- Este es Jalal, un viejo amigo que vino a visitarme. En cuanto al manto, el manto es de él. Al salir, Jalal estaba tan molesto como antes. - ¿Por qué dijiste eso? ¿Estás loco? - Solo quise arreglar las cosas, ahora estamos a mano. - Si no te importa- dijo Jalal lenta y cuidadosamente-, no hablaremos más del manto. Nasrudín así lo prometió. En el tercer y último lugar que visitaron. Nasrudín dijo:- Permítanme presentarles a Jalal mi amigo. Y el manto,el manto que lleva puesto... Pero no debemos decir nada sobre el manto, ¿no es así?

Presentación ante el Gran Mogul

Debido a una serie de malos entendidos y coincidencias, Nasrudín se encontró un día en el Salón de Audiencias del Emperador de Persia.

El Shah se encontraba rodeado de nobles egocéntricos, de gobernadores de provincias, de cortesanos e intrigantes de todo tipo. Cada uno de ellos estaba presionando para lograr su pretensión de ser nombrado Jefe de la Embajada que pronto saldría para la India. La misión era muy importante, pues se recelaba de las intenciones del Gran Mogul sobre una posible invasión del imperio Persa.

La paciencia del emperador ya se agotaba y levantó la cabeza sobre el incómodo grupo invocando, mentalmente, la ayuda de los Cielos para su problema y poder ver a quién elegía. Sus ojos se iluminaron sobre Mulá Nasrudín.

- Este ha de ser el Embajador - anunció -, por lo tanto ahora, déjenme en paz.

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La intriga

Se cedieron a Nasrudín lujosas ropas y se le confió un enorme cofre con rubíes, diamantes, esmeraldas y valiosas obras de arte. El regalo del Shah al Gran Mogul.

Los cortesanos, no obstante, no se dieron por vencidos. Unidos esta vez por la afrenta hecha a sus pretensiones, decidieron preparar la caída del Mulá. Primero se filtraron en sus habitaciones robándole las joyas, que repartieron entre ellos, poniendo tierra dentro del cofre para reemplazar su peso. Después fueron a ver a Nasrudín, con la determinación de arruinar su cometido, ponerlo en dificultades y, en el proceso, desacreditar también a su amo.

- Felicitaciones, gran Nasrudín - le dijeron -, lo que la Fuente de la Sabiduría, Pavo Real del Mundo, ha ordenado, debe ser la esencia de todo el saber; por eso nosotros te aclamamos. Pero hay un par de puntos sobre los cuales podemos estar capacitados para aconsejarte, pues, para nosotros, el comportamiento de emisario diplomático es lugar común.

- Me sentiría agradecido si ustedes me lo dijeran - dijo Nasrudín.

- Muy bien - dijo el jefe de los intrigantes - Lo primero es que debes ser humilde. Para demostrar tu modestia, no debes hacer ostentación de ninguna señal de importancia. Cuando llegues a la India entrarás en todas las mezquitas que puedas y harás colectas para ti. Lo segundo es que debes guardar la etiqueta de la corte en el país ante el cual estás acreditado. Esto significa que llamarás al Gran Mogul ¡La Luna Llena!.

- ¿Pero, no es ese el título del Emperador Persa? - dijo Nasrudín.

- No en la India - le contestaron.

Días después, en el momento de la despedida, el Emperador Persa le dijo:

- Tenga cuidado Nasrudín. Observe la etiqueta, pues el Mogul es un poderoso emperador y debemos impresionarle sin ofenderlo de manera alguna.

- Estoy bien preparado, Majestad - contestó.

Así, Nasrudín partió.

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Las mezquitas

En cuanto pisó territorio hindú, entró en una mezquita, subió al púlpito y dijo:

- ¡Señores! ¡Vean en mí al representante de la sombra de Dios sobre la Tierra! ¡El Eje del Mundo! Saquen dinero, pues estoy haciendo una colecta.

Y esto lo repitió en toda mezquita que encontró en el camino que va desde el Beluchistán hasta la Delhi imperial. Recogió dinero en cantidad.

Le habían dicho los consejeros que hiciera con él lo que quisiera, pues era el producto del crecimiento intuitivo y la gracia. Y como tal, su uso crearía su propia demanda. Lo que querían que sucediera era que el Mulá se expusiera al ridículo por conseguirlo en esa forma vergonzosa.

- El santo debe vivir de su santidad - gritaba Nasrudín de mezquita en mezquita -. No doy cuenta alguna, ni la espero. Para ustedes, el dinero es algo para atesorar después de haberlo obtenido y lo pueden cambiar por cosas materiales. Para mí, es solamente parte de un mecanismo. Yo soy el representante de una fuerza natural de crecimiento intuitivo, dádivas y desembolso.

Ahora bien, como todos sabemos, lo bueno a menudo procede del mal aparente y a la inversa. Aquellos que pensaron que Nasrudín estaba llenándose sus bolsillos, no contribuyeron. Por alguna razón, sus asuntos no progresaron. Mas aquellos a quienes se les consideró crédulos y dieron su dinero, se enriquecieron misteriosamente. Pero volvamos a nuestra historia.

Antes de la llegada

Sentado en el trono del Pavo Real, el Emperador de Delhi estudiaba los informes que los correos le traían diariamente informando el progreso del embajador persa. No pudo encontrarles sentido y reunió a su Consejo:

- Caballeros, este Nasrudín verdaderamente debe ser un santo o un guiado por la divinidad. Nunca se ha oído que alguien haya violado el principio de que no se debe pedir dinero sin razón válida, por temor a que se le interprete mal.

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Le respondieron: - Que jamás se achique su sombra, oh Extensión Infinita de toda Sabiduría: estamos de acuerdo. Si existen en Persia hombres como éste, debemos cuidarnos pues su ascendencia moral sobre nuestro aspecto materialista es claro

Después llegó un correo de Persia trayendo una carta secreta en la cual los espías del Mogul en la corte imperial informaban que Mulá Nasrudín no era un hombre importante en Persia, que fue elegido sin otra ley que la del azar, para ser Embajador y que no podían comprender la razón por la que el Shah no había sido más cuidadoso.

El Mogul reunió nuevamente a su Consejo y les dijo:

- Incomparables Aves del Paraíso, se me ha manifestado un pensamiento: que el Emperador Persa ha elegido al azar un hombre para representar a toda una nación. Esto podría significar que está tan confiado en la sólida calidad de su gente, que para él, ¡cualquiera está en condiciones para emprender la delicada tarea de embajador ante la sublime Corte de Delhi! Así, también, indicaría el grado de perfección logrado y los asombrosos e infalibles poderes intuitivos cultivados entre ellos. Creo que debemos reconsiderar nuestro deseo de invadir Persia.

- Tienes razón Guerrero Insuperable en las Fronteras - exclamaron los nobles hindúes.

Nasrudín en la corte

Al fin Nasrudín llegó a Delhi. Iba montado en su viejo burro. Lo seguía su escolta, sobrecargada por lo sacos de dinero que había reunido el Mulá en las mezquitas. El cofre que contenía el tesoro lo llevaba un elefante, tal era el tamaño y peso.

Nasrudín fue recibido por el Maestro de Ceremonias en la puerta de entrada a Delhi y de allí fue llevado directamente a la

presencia del Emperador.

Éste estaba sentado, rodeado de sus nobles, en un gran patio, el Salón de Recepción de los Embajadores. El Salón había sido hecho de forma tal que la entrada era baja y, en consecuencia, los embajadores se veían obligados siempre a desmontar de sus caballos y llegar a pie a la Suprema Presencia, dando así la impresión de suplicantes. Sólo un igual podía cabalgar hasta la presencia del Emperador.

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Nunca antes un Embajador había llegado montando un burro y así fue que nada impidió a Nasrudín para llegar trotando recto hasta el Dosel Imperial, pasando la puerta sin desmontar.

El monarca hindú y sus cortesanos intercambiaron significativas miradas ante este hecho. Alegremente Nasrudín desmontó. Se dirigió al Soberano como la Luna Llena y pidió que le fuera traído el cofre de los tesoros. Lo abrió y... ¡apareció la tierra!. Hubo un momento de consternación.

"Mejor es que no diga nada, pues no hay nada que decir para disimular esto" pensó Nasrudín y permaneció callado.

El Mogul le murmuró a su Visir:

- ¿Qué significa esto? ¿Es un insulto a la Suprema Eminencia?.

Incapaz de admitir tal cosa, el Visir se concentró intensamente y proporcionó la siguiente interpretación:

- Esto es un acto simbólico, Alteza - murmuró - El Embajador quiere significar que lo reconoce como el Amo de la Tierra ¿Acaso no le llamó Luna Llena?.

El Mogul se relajó y dijo:

- Estamos contentos con la ofrenda del Shah Persa pues, nosotros, no tenemos necesidad de riquezas y apreciamos la sutileza metafísica del mensaje.

- Se me ha encargado que le diga - dijo Nasrudín, recordando la frase que le dieron los intrigantes en Persia, sobre el ofrecimiento del regalo - que esto es todo cuanto tenemos para Su Majestad.

- Esto significa que Persia no nos cederá una onza más de su territorio - murmuró el intérprete de los pronósticos al rey.

- Dígale a su amo que entendemos - dijo sonriendo el Mogul -. Pero hay otro punto que aclarar: si yo soy Luna Llena, ¿qué es entonces el Emperador Persa?.

- El es Luna Nueva - contestó Mulá automáticamente.

- La Luna Llena es más madura y da más luz que la Luna Nueva, que es más joven - murmuró el Astrólogo de la Corte al Mogul.

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- Estamos contentos - dijo el hindú deleitado -. Puede usted regresar a su país y decirle a la Luna Nueva que la Luna Llena lo saluda.

Los espías en la Corte de Delhi, rápidamente enviaron el relato completo del intercambio al Shah, añadiendo que se sabía que el Emperador Mogul había quedado impresionado y que desestimaba planear la guerra contra los persas debido a las actividades de Nasrudín.

De vuelta a casa

Cuando el Mulá regresó a su tierra, el Shah lo recibió en audiencia plenaria.

- Estoy más que satisfecho amigo Nasrudín - le dijo -, por los resultados de los métodos no ortodoxos. Nuestro país se ha salvado y esto significa que no intentará contabilizar las joyas o lo recogido en las mezquitas. De hoy en adelante se te reconocerá con el título de Safir Emisario.

- Pero su Majestad - murmuró su Visir - ¡este hombre es culpable de alta traición, si no más! ¡Tenemos completa evidencia que aplicó uno de sus títulos al Emperador de la India, faltando así a su lealtad y llevando a descrédito uno de sus magníficos atributos!.

- Es verdad - tronó el Shah -, los sabios han dicho que para cada perfección hay una imperfección. ¡Nasrudín! ¿Por qué me llamó usted a mí Luna Nueva?.

- No sé de protocolo - dijo Nasrudín -. Pero sí sé que la luna llena está desvaneciéndose, mientras que la luna nueva está creciendo, con sus más grandes glorias al frente.

La actitud del Emperador cambió.

- ¡Prendan a Anwar, el gran Visir! - rugió -. ¡Mulá, yo te ofrezco el cargo de Gran Visir!.

- Gracias - dijo Nasrudín - ¿Pero cómo podría aceptar yo después de ver con mis propios ojos lo que le ha sucedido a mi predecesor?.

Epílogo

¿Y qué pasó con las joyas y los tesoros que los malos cortesanos habían robado del cofre?.

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Esa es otra historia y como el incomparable Nasrudín dijo:

- Solamente los niños o los estúpidos buscan la causa y el efecto en el mismo cuento.

Romper la norma de la muerte por una vez Se hallaba en cierta ocasión Nasrudín - que tenía su día filosófico- reflexionando en alta voz: "Vida y muerte... ¿quién puede decir lo que son?". Su mujer, que estaba trabajando en la cocina le oyó y dijo: "Los hombres sois todos iguales, absolutamente estúpidos. Todo el mundo sabe que cuando las extremidades de un hombre están rígidas y frías, ese hombre está muerto". Nasrudín quedó impresionado por la sabiduría práctica de su mujer. Cuando, en otra ocasión, se vió sorprendido por la nieve, sintió cómo sus manos y sus pies se congelaban y se entumecían. "Sin duda estoy muerto", pensó. Pero otro pensamiento le asaltó de pronto: "¿Y qué hago yo paseando, si estoy muerto? Debería estar tendido, como cualquier muerto respetable". Y esto fue lo que hizo. Una hora después, unas personas que iban de viaje pasaron por allí y, al verle tendido junto al camino, se pusieron a discutir si aquel hombre estaba vivo o muerto. Nasrudín deseaba con toda su alma gritar y decirles: "Están locos. ¿No ven que estoy muerto? ¿No ven que mis extremidades están rígidas y frías?". Pero se dio cuenta de que los muertos no deben hablar. De modo que refrenó su lengua. Por fin, los viajeros decidieron que el hombre estaba muerto y cargaron sobre sus hombros el cadáver para llevarlo al cementerio y enterrarlo. No habían recorrido aún mucha distancia cuando llegaron a una bifurcación. Una nueva disputa surgió entre ellos acerca de cuál sería el camino del cementerio. Nasrudín aguantó cuanto pudo, pero al fin no fue capaz de contenerse y dijo: "Perdón, caballeros, pero el camino que lleva al cementerio es el de la izquierda. Ya sé que se supone que los muertos no deben hablar, pero he roto la norma sólo por esta vez y les aseguro que no volveré a decir una palabra".

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El huerto de Nasrudín y la regla de oro Cuentan que el Mulá Nasrudín se encontraba un día en el huerto, contemplando. Descansaba recostado a la sombra del nogal que crece junto a su pozo, embelesado por el olor del nardo y la hierbabuena. -Es curioso -se dijo meditabundo- aquellas enormes calabazas salen de un tallo endeble y delgado y sin embargo las nueces, siendo tan pequeñas y livianas, han de crecer sobre un tronco grueso y robusto. En aquel momento, una nuez madura vino a estrellarse desde la cima del árbol con estrépito sobre la calva del Mulá. Dolorido, éste se levantó de un brinco y con grandes aspavientos gritaba hacia el cielo: - Perdón, perdóname Dios mío. ¡No volveré a entrometerme en tus asuntos!

Perfume La mujer de Nasrudin deseaba fervientemente tener un animal doméstico que le hiciera compañía, de modo que se compró un mono. A Nasrudín no le gustó demasiado. - "¿Qué vas a darle de comer?" , preguntó. - "Exactamente lo mismo que comemos nosotros”, respondió la mujer. - "Y dónde va a dormir? " - "Con nosotros, en nuestra misma cama" . - “¿Con nosotros? ¿Y qué pasa con el olor?”, inquirió sinceramente el Mulá. - “Si yo puedo soportarlo, supongo que el mono también podrá.”

Monogamia

El hijo de Mulá Nasrudín le pregunta, "¿Por qué la ley no permite a un hombre casarse con más de una mujer?"

Y el Mulá le dice, "Si un hombre no puede protejerse por si mismo, ¡la ley lo proteje!"

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Lecciones de laud

Nasrudín decide que le podría ser útil aprender algo nuevo.

Va a ver a un músico y le dice "¿Cuánto cobra por enseñar a tocar el laud?"

"Treinta piezas de plata por el primer mes; luego, una pieza por cada mes subsiguiente", dice el músico.

"¡Excelente!" dice Nasrudín. "Comencemos por el segundo mes, pues."

La estaca

Avanzaba la caravana en lucha con el amanecer que se adivinaba en el horizonte. Más de doscientos dromedarios y camellos forzaron el paso animados por los gritos de sus cuidadores, ansiosos también del merecido descanso. Cabalgaban durante toda la noche para evitar el calor y aliviar a las bestias de sus pesadas cargas. Bajaban hacia Tombuctú y el camino se hacía cada vez más duro y ardiente. Con las primeras luces del alba montaban el campamento al socaire de una duna o de unas palmeras, si tenían la suerte de encontrarlas. Colocaban en círculo los animales para descargarlos. Con las monturas e impedimenta formaban un muro de protección dentro del que se acomodaban por grupos los camelleros, después de haber maniatado a las bestias para que no se extraviaran durante la fuerza del calor y del viento chergui del mediodía. Estaba el jefe de la caravana, Omar ben Yussef, refrescándose con sus ayudantes cuando llegó corriendo Nasrudín, el camellero responsable de una de las bestias más intratables. - ¡Omar, Omar! – gritaba -. ¡Ay qué desgracia! ¡Ay qué desgracia! - ¿Qué sucede, Nasrudín, para que grites de ese modo? - Durante el camino hemos perdido la estaca a la que ataba mi camello. - ¿Y, entonces?

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- Que no puedo amarrarlo, ¡Padre de todos nosotros! Y cuando apriete el sol y sople el chergui, se escapará con toda la carga encima ya que no puedo descargarla. ¡Ay, qué desgracia! - Tranquilo, Nasrudín. Lleva en alto ese martillo que tienes en la mano derecha. Aprieta con fuerza el puño de la izquierda como si tuvieras una estaca y dirígete con el ceño fruncido ante tu camello. - ¿Cómo dices? - Sí. Haz lo que te digo. Cuando llegues ante él, agáchate y comienza a cavar con fuerza y a hundir con brío el martillo en el suelo, ¡de espaldas al camello, claro! Verás cómo se arrodilla y podrás descargarlo y maniatarlo - Pero... - Haz lo que te digo, Nasrudín. Asombrado e incapaz de responder a su amo, Nasrudín hizo lo que le había mandado. Su sorpresa fue mayúscula cuando todo sucedió como si hubiera clavado la estaca. Pasó el día sin dormir acercándose a vigilar a la bestia que rumiaba tranquila. No se lo podía creer. ¡Su amo era sabio! Al atardecer del día siguiente, cuando todos se aprestaban para ponerse en camino, llegó Nasrudín gritando y gesticulando como el día anterior.

- ¿Qué sucede ahora, Nasrudín? - ¡Que el camello no quiere levantarse!, ¡Padre de todos nosotros! Le he puesto la carga encima, lo he azuzado, y nada, allá sigue tumbado. ¡Qué desgracia! porque todos los demás ya se ponen en reatas. - ¿Pero, tú lo has desatado?, - preguntó el jefe de la caravana. - ¿Cómo lo voy a desatar si no hay estaca? - ¿Y el camello qué sabe? Nasrudín, ¡El camello qué sabe! Y volviéndose a sus amigos, les dijo Omar ben Yussef, hijo del sabio Tarik ben Baraka.

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- Así hay muchos en el mundo que creen estar amarrados a estacas que no existen.-

Escoger a su conveniencia

Todos los días Nasrudín iba a pedir limosna a la feria, y a la gente le encantaba hacerlo tonto con el siguiente truco: le mostraban dos monedas, una valiendo diez veces más que la otra. Nasrudín siempre escogía la de menor valor.

La historia se hizo conocida por todo el condado. Día tras día, grupos de hombres y mujeres le mostraban las dos monedas, y Nasrudín siempre se quedaba con la de menor valor.

Hasta que apareció un señor generoso, cansado de ver a Nasrudín siendo ridiculizado de aquella manera. Lo llamó a un rincón de la plaza y le dijo:

—Siempre que te ofrezcan dos monedas, escoge la de mayor valor. Así tendrás más dinero y no serás considerado un idiota por los demás.

—Usted parece tener razón —respondió Nasrudín—. Pero si yo elijo la moneda mayor, la gente va a dejar de ofrecerme dinero para probar que soy más idiota que ellos. Usted no se imagina la cantidad de dinero que ya gané usando este truco. No hay nada malo en hacerse pasar por tonto si en realidad se está siendo inteligente.

Todos somos responsables

La comitiva pasó por la calle; soldados fuertemente armados llevaban a un condenado a la horca. "Este hombre no tenía arreglo" comentó un discípulo a Nasrudín. "Una vez le di una moneda de plata para ayudarlo a levantarse de nuevo en la vida y no hizo nada importante". "Quizás él no sirva para nada, pero puede estar ahora caminando hacia la horca por tu causa" respondió Nasrudín. "Es posible que haya utilizado la limosna para comprar un puñal, que terminó usando en el crimen cometido; y entonces tus manos estarán también ensangrentadas, porque en vez de ayudarlo con amor y cariño a que aprenda cómo ganarse la vida, preferiste darle una limosna y librarte de tu obligación".

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El oro, la túnica y el caballo

La mujer de Nasrudín vivía peleándole porque no trabajaba y estaban en una situación de gran pobreza.

"No puedo conseguir trabajo -dijo el Mulá- porque ya estoy al servicio del Altísimo." "En ese caso -respondió su esposa- exíjele tu salario porque todo empleador debe pagar." "Tiene razón", pensó Nasrudín ; y luego en voz alta agregó: "No me han pagado simplemente porque nunca lo solicité." "Entonces, será mejor que vaya a pedirlo." El Mulá fue al jardín, se arrodilló y gritó: "Oh, Alá, envíame cien piezas de oro, pues la paga atrasada de todos mis servicios alcanzan por lo menos a eso". Su vecino, que era un prestamista, pensó en hacerle una broma. Tomando una bolsa, que contenía cien piezas de oro, se la arrojó desde una ventana. Nasrudín se puso de pié con dignidad y llevó el dinero a su esposa. "Soy uno entre los santos -le dijo-; eh aquí lo que se me debía". Esto impresionó vivamente a su mujer. Poco tiempo después, al ver la incesante remesa de alimentos, ropas y muebles que llegaban a la casa del Mulá, el vecino entró en sospechas y fue a recuperar su dinero, "usted me oyó pedirlo y ahora pretende que es suyo", dijo Nasrudín. "Nunca lo tendrá." El vecino aseveró que llevaría a Nasrudín a la corte de juicios sumarios. "No puedo ir así -protestó Nasrudín-, no tengo ropa adecuada ni tampoco caballo. Si nos presentamos juntos ante el juez, éste se inclinará a su favor por causa de mi pobre apariencia." El vecino se quitó su túnica y se la dió al Mulá; luego lo montó en su propio caballo y fueron ante el cadí. El demandante fue oido en primer lugar. "¿Cuál es su defensa?", le preguntó el magistrado a Nasrudín. "Que mi vecino está loco." "¿Qué evidencia tiene, Mulá?" "¿Cuál mejor que la que surge de sus propios labios? Piensa que todo le pertenece. Si Usted le pregunta por el caballo que monto o por la túnica que uso -sin mencionar el oro-, seguro que los reclamará." "ìPero sí, son míos!", rugió el vecino. Caso cerrado.

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Importancia de la luna

Nasrudín entró a una casa de té y declamó: "La luna es más útil que el sol". "¿Por qué?”, le preguntaron.

"Porque por la noche todos nosotros necesitamos más luz."

Una capa pesada

Una noche la gente oyó un ruido espantoso que provenía de la casa de Nasrudín. A la mañana siguiente y apenas se levantaron lo fueron a visitar y le preguntaron: "¿Qué fue todo ese ruido?". "Mi capa cayó al suelo". Respondió Nasrudín.

“Pero: ¿Una capa puede hacer tal ruido?" Le cuestionaron.

"Por supuesto, si usted está dentro de ella, como yo lo estaba"

Sacarse el ojo dolorido

Basándose en los informes que le habían dado a él, el Califa nombró a Nasrudín Consejero Mayor de la Corte y puesto que su autoridad no le provenía de su propia competencia sino del patronazgo del Califa, Nasrudín se convirtió en un peligro para todos cuantos acudían a consultarle, como se evidenció en le siguiente caso:

“Nasrudín, tú que eres un hombre de experiencia”, le dijo un cortesano, "¿conoces algún remedio para el dolor de ojos? Te lo pregunto porque a mí me duelen tremendamente”

“Permíteme que comparta contigo mi experiencia”, le dijo Nasrudín. “En cierta ocasión tuve un dolor de muelas, y no encontré alivio hasta que me las hice sacar.”

Las Apariencias

Cuenta el Mulá Nasrudín que cierta vez asistió a una casa de baños pobremente vestido, y lo trataron de regular a mal y ya para salir dejó una moneda de oro de propina.

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A la semana siguiente fue ricamente vestido y se desvivieron para atenderlo...y dejó una moneda de cobre, diciendo:

-Esta es la propina por el trato de la semana pasada y la de la semana pasada, por el trato de hoy.

En qué lugar ir

- La gente preguntó al Mulá Nasrudín "¿Dónde debemos ir en una procesión fúnebre, al frente, en la parte trasera, o al lado?"

Nasrudín contestó: "¡No importa donde vayas, mientras no vayas dentro del ataúd!"

Gratitud

Cierto día, mientras Nasrudín trabajaba en su granja, una espina se clavó en su pie. Increíblemente él dijo: "¡Gracias, Dios mío, gracias!" y prosiguió: “¡Es una bendición que el día de hoy no estuviese con mis zapatos nuevos!"

El pueblo al que se le daban bien

los números

De entre todos los pueblos que el Mulá Nasruddin

visi Entre todos los pueblos que el Mulá Nasrudín visitó en sus viajes, había uno que era

especialmente famoso porque a sus habitantes se les daban muy bien los números. Nasrudín encontró alojamiento en la casa de un granjero. A la mañana siguiente se dio cuenta de que el pueblo no tenía pozo. Cada mañana, alguien de cada familia del pueblo cargaba uno o dos burros con garrafas de agua vacías y se iban a un riachuelo que estaba a una hora de camino, llenaban las garrafas y las llevaban de vuelta al pueblo, lo que les llevaba otra hora más.

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"¿No sería mejor si tuvieran agua en el pueblo?", preguntó Nasrudín al granjero de la casa en la que se alojaba. "¡Por supuesto que sería mucho mejor!", dijo el granjero. "El agua me cuesta cada día dos horas de trabajo para un burro y un chico que lleva el burro. Eso hace al año mil cuatrocientas sesenta horas, si cuentas las horas del burro como las horas del chico. Pero si el burro y el chico estuvieran trabajando en el campo todo ese tiempo, yo podría, por ejemplo, plantar todo un campo de calabazas y cosechar cuatrocientas cincuenta y siete calabazas más cada año."

"Veo que lo tienes todo bien calculado", dijo Nasrudín admirado. "¿Por qué, entonces, no construyes un canal para traer el agua al río?" "¡Eso no es tan simple!", dijo el granjero. "En el camino hay una colina que deberíamos atravesar. Si pusiera a mi burro y a mi chico a construir un canal en vez de enviarlos por el agua, les llevaría quinientos años si trabajasen dos horas al día. Al menos me quedan otros treinta años más de vida, así que me es más barato enviarles por el agua."

"Sí, ¿pero es que serías tú el único responsable de construir un canal? Son muchas familias en el pueblo."

"Claro que sí", dijo el granjero. "Hay cien familias en el pueblo. Si cada familia enviase cada día dos horas un burro y un chico, el canal estaría hecho en cinco años. Y si trabajasen diez horas al día, estaría acabado un año."

"Entonces, ¿por qué no se lo comentas a tus vecinos y les sugieres que todos juntos construyáis el canal?

"Mira, si yo tengo que hablar de cosas importantes con un vecino, tengo que invitarle a mi casa, ofrecerle té y halva, hablar con él del tiempo y de la nueva cosecha, luego de su familia, sus hijos, sus hijas, sus nietos. Después le tengo que dar de comer y después de comer otro té y él tiene que preguntarme entonces sobre mi granja y sobre mi familia para finalmente llegar con tranquilidad al tema y tratarlo con cautela. Eso lleva un día entero. Como somos cien familias en el pueblo, tendría que hablar con noventa y nueve cabezas de familia. Estarás de acuerdo conmigo que yo no puedo estar noventa y nueve días seguidos discutiendo con los vecinos. Mi granja se vendría abajo. Lo máximo que podría hacer sería invitar a un vecino a mi casa por semana. Como un año tiene sólo cincuenta y dos semanas, eso significa que me llevaría casi dos años hablar con mis vecinos. Conociendo a mis vecinos como les conozco, te aseguro que todos estarían de acuerdo con hacer llegar el agua al pueblo, porque todos ellos son buenos con los números. Y como les conozco, te digo, que cada uno prometería participar si los otros participasen también. Entonces, después

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de dos años, tendría que volver a empezar otra vez desde el principio, invitándoles de nuevo a mi casa y diciéndoles que todos están dispuestos a participar."

"Vale", dijo Nasrudín, "pero entonces en cuatro años estarías preparados para comenzar el trabajo. ¡Y al año siguiente, el canal estaría construido!"

"Hay otro problema", dijo el granjero. "Estarás de acuerdo conmigo que una vez que el canal esté construido, cualquiera podrá ir por agua, tanto como si ha o no contribuido con su parte de trabajo correspondiente."

"Lo entiendo", dijo Nasrudín . "Incluso si quisieran, no podrían vigilar todo el canal."

"Pues no", dijo el granjero. "Cualquier caradura que se hubiera librado de trabajar, se beneficiaría de la misma manera que los demás y sin coste alguno."

"Tengo que admitir que tienes razón", dijo Nasrudín.

"Así que como a cada uno de nosotros se nos dan bien los números, intentaremos escabullirnos. Un día el burro no tendrá fuerzas, el otro el chico de alguien tendrá tos, otro la mujer de alguien estará enferma, y el niño, el burro tendrán que ir a buscar al médico.

Como a nosotros se nos dan bien los números, intentaremos escurrirnos el bulto. Y como cada uno de nosotros sabe que los demás no harán lo que deben, ninguno mandará a su burro o a su chico a trabajar. Así, la construcción del canal ni siquiera se empezará."

"Tengo que reconocer que tus razones suenan muy convincentes", dijo Nasrudín. Se quedó pensativo por un momento, pero de repente exclamó: "Conozco un pueblo al otro lado de la montaña que tiene el mismo problema que ustedes tienen. Pero ellos tienen un canal desde hace ya veinte años."

"Efectivamente", dijo el granjero, "pero a ellos no se les dan bien los números."

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Credenciales

Aquiles Julián

Formador empresarial, especialista en mercadotecnia integrada y gerencia, programación neurolingüística, PNL, coaching, recuperación de impagados y desarrollo de equipos de alto desempeño.

Formación Formación profesional en psicología, mercadotecnia y gerencia.

Ha sido gerente en importantes empresas nacionales, entre ellas McCann-Erickson Dominicana, Retho Publicidad, Banco del Comercio Dominicano, Laboratorios Rysell, Refrigeración Antillana, Publicitaria del Caribe, Sistema Creativo, Latina Publicidad y otras. Se ha desempeñado igualmente como consultor de mercadeo para Muebles de Oficina OMAR, Fábrica de Colchones Rex, Herrera Pérez & Co., Tecnoimport y otras empresas. Fue catedrático de las universidades APEC, INTEC, UCSD, Universidad del Caribe y de los monográficos de mercadeo de la UNPHU. En 1993 fundó Maxiventas, S.A., la primera empresa dominicana especializada en mercadotecnia integrada. En el 2001 se fusionó con Optimus, Colombia, para crear la empresa de formación de capital humano dominico-colombiana, IDEACCION, S.A., de la cual es facilitador. Es instructor empresarial también de Worldwide Training, Motivation Team, Motiva-Te, Alliance Business Solutions y The Marketing Workshop. Ha recibido entrenamientos y certificaciones en Gestión por Competencias con Martha Alles Capital Humano, en Terapia Cognitiva con The Beck Institute, en Persuasión con The Persuasion Institute, en Coaching Cognitivo, con The Freeman Institute, entre otros.

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Títulos publicados 1. Llevar a Gladys de Vuelta a Casa y otros cuentos Aquiles Julián 2. Letras sin Dueños (Selección de parábolas) Aquiles Julián 3. Música, Maestro Aquiles Julián 4. Una Carta a García Elbert Hubbard 5. 30 Historias de Nasrudín Hodja Aquiles Julián 6. Historias para Crecer por Dentro Aquiles Julián 7. Acres de Diamantes Russell Conwell 8. 3 Historias con un país de fondo Armando Almánzar R. 9. Pequeños prodigios Aquiles Julián 10. El Go-getter Peter Kyne 11. Mujer que llamo Laura Aquiles Julián 12. Historias para cambiar tu vida Aquiles Julián 13. El ingenio del Mulá Nasrudín Aquiles Julián

CIENSALUD 1. Inteligencia de Salud y Bienestar: 7 pasos Cristina Gutiérrez 2. Cómo prevenir la osteoporosis Cristina Gutiérrez

Nuevos Empresarios 1. La esencia del coaching Varios autores 2. El Circuito Activo de Ventas, CVA Aquiles Julián 3. El origen del mal servicio al cliente Aquiles Julián 4. El activo más desperdiciado en las empresas Aquiles Julián 5. El software del cerebro: Introducción a la PNL Varios autores

Libros de Regalo Colección gratuita enviada por email, obsequio de IDEACCION, S.A.

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Colección Libros de Regalo

©2008