Mujeres Argentinas

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1 Cristina entre las góndolas, por Julia Coria Resulta que Roberto se pone de novio con Susana y hay que cambiarle el nombre al mercadito, que hasta ahora se llamaba Rober- Mar, Rober por Roberto y Mar por Marina, la novia anterior, y como Susana quiere que el mercado se llame igual que ella, a lo sumo Rober-Susi, y amenaza con dejarlo si él no le hace caso, al final Roberto acepta y entonces hay que cambiar el cartel de la puerta y los uniformes que decían Rober-Mar en la espalda, y como José, el cajero, es muy flaco, todos los uniformes le quedan grandes y hay que mandar a hacer uno especialmente para él, así que él es el último en estrenarlo, una semana después que el resto y por eso Susana, que va al mercado a la tardecita a tomar mate con Roberto, y que no sabe nada de lo de los talles, al ver a José con el uniforme viejo piensa que no la quiere, que le está haciendo la guerra porque prefiere a la otra, y ahí entonces les cuenta a todos, Susana lo sabía por Roberto, que se lo contó cuando ella le preguntó por qué el chico de la caja estaba siempre tan serio, y es verdad, José no se ríe nunca, no porque esté triste, al contrario, su

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Cristina entre las gndolas

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Cristina entre las gndolas, por Julia Coria

Resulta que Roberto se pone de novio con Susana y hay que cambiarle el nombre al mercadito, que hasta ahora se llamaba Rober-Mar, Rober por Roberto y Mar por Marina, la novia anterior, y como Susana quiere que el mercado se llame igual que ella, a lo sumo Rober-Susi, y amenaza con dejarlo si l no le hace caso, al final Roberto acepta y entonces hay que cambiar el cartel de la puerta y los uniformes que decan Rober-Mar en la espalda, y como Jos, el cajero, es muy flaco, todos los uniformes le quedan grandes y hay que mandar a hacer uno especialmente para l, as que l es el ltimo en estrenarlo, una semana despus que el resto y por eso Susana, que va al mercado a la tardecita a tomar mate con Roberto, y que no sabe nada de lo de los talles, al ver a Jos con el uniforme viejo piensa que no la quiere, que le est haciendo la guerra porque prefiere a la otra, y ah entonces les cuenta a todos, Susana lo saba por Roberto, que se lo cont cuando ella le pregunt por qu el chico de la caja estaba siempre tan serio, y es verdad, Jos no se re nunca, no porque est triste, al contrario, su trabajo le gusta y los clientes le tienen cario, hasta Roberto lo aprecia, y adems conoce a todo el barrio y todo el barrio lo conoce, as que tampoco es por timidez ni mucho menos porque no quiera, ya se sabe que los enamorados andan siempre con ganas de rerse, pero Jos no puede rerse aunque est enamorado de Cristina, porque no puede arriesgarse a que Cristina conozca su secreto.Cristina es la mucama de los Iglesias, que viven a unas cuadras del mercado y todos los lunes y jueves hace las compras en Rober-Mar, en Rober-Susi, y Jos puede adivinar su presencia antes de que llegue a la esquina, los lunes tiene olor a jabn de lavar la ropa y los jueves a cera para pisos, y a Jos le gusta escucharla caminar cuando se acerca, los pasos como latidos, como si ella tambin lo quisiera, y mientras escucha eso la mira a travs del vidrio, la imagen como un cuadro en el que ella es la princesa de algn cuento, la cofia una corona y el uniforme un vestido de gala, y cada vez que Cristina entra al mercado pasa lo mismo, elige un changuito y se desliza entre las gndolas como si ella misma hubiese acomodado todo, lee las fechas de vencimiento, huele la verdura a ver si est fresca y distribuye todo en el changuito, lo que se puede romper arriba y lo que no abajo, y despus se va hacia las cajas y entonces Jos empieza a transpirar, cruza los dedos y reza en silencio, que elija esta caja, que elija esta caja, que me elija a m, reza en silencio, a m que la estoy esperando, no puede ir a la otra, eso ruega siempre Jos pero igual Cristina a veces va a la de Quique, por qu?, cmo puede hacerle eso? si Jos los lunes y jueves hasta es capaz de ser antiptico con los dems clientes para que dejen su caja libre, por qu es tan indiferente si l la est esperando? y en realidad Jos sabe por qu, sabe que, como las dems clientas, pero las dems clientas a l no le importan, Cristina prefiere a Quique, que aparte de ser buen mozo trata a las mujeres como hay que tratarlas, qu dice la reina? les dice y despus les muestra una sonrisa enorme con dientes blancos y parejos y adems a Quique le dieron la caja porque saba de nmeros, no como a Jos, que empez de repositor y enseguida hubo que cambiarlo porque tena brazos tan dbiles que no poda levantar nada.A veces, por suerte, en la caja de Quique hay demasiada cola y entonces s Cristina, que si tarda mucho la seora la reta, tiene que ir a la de Jos, que al final cuando la tiene en su caja se amarga pensando que si es por l le regala todo, que no puede regalrselo aunque quisiera, y adems porque ni siquiera puede mirarla a los ojos por miedo de que el amor lo haga desconcentrarse y entonces solamente se preocupa porque sus propios labios no hagan evidente el secreto y por eso apenas le habla, apenas se limita a contestar ah cuando Cristina le dice me lo mandan de los Iglesias? y entonces ella se va y l, sin mirarla, soporta la pena de sentirla alejarse.Despus de que cierra el negocio, Jos maneja la camioneta y Quique entrega los pedidos, las casas son todas iguales y tambin son iguales las mujeres que los reciben, y las propinas, y las palabras, buenas tardes, muchas gracias, hasta luego, y sin embargo Jos se estremece al llamar a cada puerta como si cada una fuera un desafo antes de llegar a la ltima, la casa de los Iglesias, grande como un castillo, los pinos azules enormes como guardianes de una princesa encerrada y por eso para llamarla hay que tocar el portero, esperar que responda una voz que es la de ella pero es distinta, quin es?, pregunta la voz y Jos responde con la misma dulzura el pedido del mercadito, y espera que ella salga y ella sale, las piernas de bailarina entre gndolas de flores, las mangas del uniforme arremangadas y ahora un olor distinto al que ella lleva al mercado, buenas tardes, dicen al mismo tiempo Cristina y Jos, y mientras ella abre el portn, Quique le guia un ojo y le da el pedido dicindole si quiere se lo entro y no espera respuesta porque sube rpido a la camioneta contento de haber terminado las entregas, y desde ah le toca bocina a Jos que quisiera aprovechar lo ms posible ese momento de intimidad con ella que ahora le dice gracias como dicindole tens que irte y entonces Jos asiente sin decir nada y da media vuelta y ya desde entonces empieza a extraarla.Los das en que no est previsto que Cristina haga los mandados Jos tampoco puede rerse, porque a veces ella viene por algo de ltimo momento y l tiene que estar preparado aunque eso no pase casi nunca porque Cristina es muy cuidadosa en su trabajo, pero cuando pasa, se la ve nerviosa y a Jos le gusta verla as, menos segura que de costumbre, le parece que en el fondo es como l, que tiene miedo de que la vean, de que la descubran, de que alguien revele algn secreto tan terrible como el suyo, que de todas formas, y a pesar de tantas precauciones, Cristina ya conoce, en realidad no hay nadie que no lo sepa porque Susana se veng de aquello de los uniformes contndole a todo el barrio que a Jos le faltan los dientes.No fue difcil desparramar la noticia, bast con decirlo en lo de Tita, la peluquera, un da en que estaban Carla, de la verdulera, y Graciela, una maestra del colegio, Susana saba que Tita seguro que se lo iba a contar a las otras clientas, as que despus con contrselo a Luisa, la presidenta del centro de jubilados, y a Nelly, la modista, era ms que suficiente para que se enterara todo el mundo y por eso Susana se encarg de visitarlas a las dos y Luisa, conmovida, prometi hablar con un contacto que tienen en el PAMI o por qu no organizar una rifa o un festival y as juntar fondos para regalarle unos dientes nuevos, pobre muchacho, y a lo de Nelly Susana fue un mircoles con la excusa de que tena que hacerle el dobladillo a un pantaln y mientras Nelly la meda le contaba todo y la hizo rer de tal forma que tuvo que sacarse los alfileres de la boca para no tragrselos as que dej el centmetro y se sent, con razn!, deca frunciendo la boca como Jos, cmo no me haba avivado? si est claro como el agua, se ri Nelly y Susana se ri con ella pero ella no se ri porque le causara gracia sino por la satisfaccin de vengarse y as estaban cuando son el timbre y como Nelly todava no dejaba de rerse abri Susana, le abri a Cristina y la hizo pasar y la escuch decir vengo a buscar lo de la seora pero lo que es Nelly pareca que no la escuchaba, supiste? le pregunt y Cristina le pregunt de qu, del chico del mercadito, le contest Nelly y Cristina dijo el Quique? y ah aprovech para hablar Susana, Jos!, dijo, le faltan los dientes, dijo, y ms tarde, cuando Susana y Cristina se haban ido y las otras clientas iban llegando, Nelly segua tentada de la risa.Eso fue ayer, mircoles, pero hoy, jueves, un poco antes de las diez, Jos sabe que Cristina est por llegar, los pasos, el olor, y despus la vidriera, el changuito entre las gndolas y cuando llega el momento de elegir esta vez l ni siquiera cruza los dedos porque en su caja hay cola y la de Quique est casi vaca as que ya se resigna a esperar el lunes y sin embargo mientras atiende con la cabeza gacha, mitad por amargura y mitad por precaucin, ve detrs de otras piernas que no importan las piernas de bailarina, ve los pies y le parece escuchar pasos pero esta vez es su propio corazn, por qu me elegiste a m?, por qu vens conmigo? y adems lo est mirando, Jos puede sentir su mirada tibia, la caricia suave de sus ojos negros, por qu no mirarla ahora? y hace eso, Jos mira a Cristina pero lo que encuentra no es una mirada de amor como la suya, no, los atrevidos ojos negros de Cristina le examinan la boca y es evidente que lo sabe pero tambin es evidente para Cristina que l se dio cuenta de cmo lo estaba mirando y por eso, porque no puede soportar la tristeza en los ojos de Jos, se cambia a la caja de Quique que ya no tiene gente y le est pintando bigotes al prcer de un billete falso y reacciona recin cuando Cristina, nerviosa, deja caer al suelo un frasco de mayonesa y entonces Quique suelta la birome y Jos se olvida de la gente que espera que l le cobre y los dos se apuran a ayudarla pero Quique, antes de que llegue Jos, ya se agach y ahora est poniendo los vidrios en un papel de diario y ni levanta la cabeza para decirle a Jos and, Josecito, traele otra mayonesa ac a la reina pero a Cristina s la mira y le guia un ojo y le dice vos tranquila, reina, que ac est el rey Quique para solucionarte todo y ahora que levant la cabeza para mirarla a ella se da cuenta de que Jos sigue parado donde estaba, y, maestro?, le dice, no le quers hacer la gauchada a la reina, con lo linda que es? le dice y se re pero Jos est como paralizado, as que Quique se limpia las manos en el uniforme y dice dej, dej que va el rey, y despus de darle a Jos una palmada en la mejilla, una palmada sobradora, se interna entre las gndolas y Cristina y Jos quedan frente a frente, ella conteniendo las lgrimas con la mirada perdida en el papel con los vidrios que qued en el suelo y entonces Jos comprende que nunca va a ser suya.Nadie sabe lo que pas despus, los que estaban en la cola no pudieron ver nada, ni Cristina pudo, pero igual en Adrogu nadie crey lo que dijo Quique, que Jos lo haba atacado primero y por la espalda, que le quiso romper una botella de vino en la cabeza, todos dijeron que eso era imposible, un muchacho tan bueno, y tan dbil... Roberto, que escuch los golpes y los gritos y fue el primero en llegar, encontr a Jos en el piso, casi enterrado abajo de las latas de choclo, el nuevo uniforme destrozado, la cara llena de sangre y, por primera vez, la boca abierta.Susana no se sinti culpable al saber de la pelea, al contrario, le hubiese gustado decirle a Jos ah tens, por hacerme la guerra, pero despus, cuando Roberto dijo ahora otra semana ms hasta que le hagan el uniforme especial al pobre pibe, ella entendi lo que haba pasado y ah s tuvo cargo de conciencia pero de todos modos nada, ni la dentadura nueva que el centro de jubilados le consigui a Jos una semana ms tarde, ni que despus hubiesen echado a Quique porque Roberto lo descubri robando chocolates aunque l le explic que eran para la novia, ni lo que pas cuando Roberto termin pelendose con Susana y decidi cerrar el mercado, nada hubiera podido cambiar el destino, as que Cristina termin casndose con otro, con un mdico del barrio, y Jos, cuando al fin pudo sonrer, ya no tena motivos para hacerlo.

El budn esponjoso, por Hebe Uhart

Yo quera hacer un budn esponjoso. No quera hacer galletitas porque les falta la tercera dimensin. Uno come galletitas y parece que le faltara alguna cosa; por eso se comen sin parar. Las galletitas parecen hechas con pan rallado o reconstituido. Los nicos que saben comer galletitas como corresponde son los perros: las cazan en el aire, las destrozan con un ruido fuerte y ya las tragaron en un suspiro, levantando un poco la cabeza. Tampoco quera hacer un flan, porque el flan es un proto-alimento y se parece a las aguas vivas. Ni un bizcochuelo borracho, que es una torta ladina. Es una masa a la que se le pone vino; uno va confiado, esperando sabor a torta y resulta que tiene otro; un gusto fuerte y rancio. El bizcochuelo esponjoso que yo quera hacer era como una torta que com una vez, que vena hermosamente envasada en una cajita: se llamaba torta Paradiso. En la caja haba una figura de una mujer, con un vestido largo: no recuerdo bien si era una mujer y un hombre o una mujer solamente; pero si era una mujer solamente, estaba esperando a un hombre. La torta Paradiso era tan esponjosa como nunca volv a comer nada igual; no es que se deshiciera en la boca; apenas se masticaba suavemente y uno senta que todos los procesos de masticacin, deglucin, etc., eran perfectos. Adems no era como las galletitas, que son para comer cuando uno est aburrido; era para pensar en la torta Paradiso alguna tarde y comerla, alguna tarde de lindos pensamientos. Cuando vi la receta "Budn esponjoso", dije: Con esto, voy a hacer una cosa semejante. Le ped a mi mam que me dejara usar la cocina econmica para hacerla. Ni en sueos me dijo. La cocina econmica nunca se encenda; era un artefacto negro y grande que tena una tapa tambin negra. Nunca supe cmo era por dentro ni cmo funcionaba. No se usaba porque parece que era fastidiosa. Estaba todos los das en la cocina como un fastidio desconocido. Era como el horno para hacer pan; en el fondo haba un horno para hacer pan pero yo no vi nunca hacer pan all ni asar nada. Este era considerado otro fastidio, pero al aire libre. Pero para m eran diferentes; de la existencia de la cocina econmica yo rara vez me acordaba porque era como un mueble. Del horno s, porque cada vez que me iba a jugar, iba a saltar desde la base del horno (previa mirada adentro, a lo oscuro, ya que estaba, lleno de ceniza vieja, de mucho tiempo atrs) hasta el suelo. Pareca un palomar el horno y si alguna vez haban hecho pan ah, nadie recordaba y pareca que no quisieran recordar, como si ese horno trajera malos o despreciativos recuerdos. En la cocina econmica no era posible que yo hiciera budn esponjoso, en la cocina comn, tampoco. Entonces pregunt: Puedo hacerla en el galpn? S me dijo mi mam. Poda hacerlo en el galpn con un calentador. En la cocina no, porque los chicos enchastran la cocina. En el galpn mi mam iba a prender un calentador (es peligroso, los chicos no deben manejarlo). Hice el budn en una cacerolita que por su tamao ni era apta para hacer sopa ni nada. Yo no conoca a esa cacerolita verde, sera de algn juego anterior cuando yo no haba nacido. Si el calentador era tan peligroso, como decan, yo no s cmo mi mam se arriesgaba a darle fuelle con ese inflador. A cada bombeada mi mam se arriesgaba a ser quemada por un estallido; puede ser que la muerte no le importara. Como ese budn tena que dorarse arriba, sobre la cacerolita verde haba unas brasas peligrosas. Para esta empresa yo quera que me ayudara mi amiga que viva enfrente. Desde el da anterior le dije que tena permiso para hacer el budn esponjoso y qued en venir. Vino con cara de haber venido por no tener otra cosa mejor que hacer y particip en calidad de observadora reticente. Ella tampoco tena miedo de la muerte por estallido de calentador y cuando se bajaban las llamas, bombeaba dndose el lujo de dar una ltima bombeada fuerte, como diciendo "Lista esta merda". Pero yo advert que no bombeaba como contribucin al budn, sino por el ejercicio en s, por hacer algo, porque ella estaba acostumbrada a manejar ese artefacto y le resultaba una cretinada que se apagara, por el hecho en s. Ya la cacerolita estaba al fuego con el budn esponjoso adentro; pero yo quera ver si ya estaba cocinado; mejor dicho, quera ver cmo se iba cocinando. Igual que un japons que tena un vivero y se levantaba de noche para ver cmo crecan las plantas. Pero no poda levantar esa tapa que estaba llena de brasas; le pregunt a mi amiga y se encogi de hombros. Ah, ya s Pens Con un palo largo. Agarr un palo largo de escoba y trat de pasarlo por la manija de la tapa; mi amiga me ayudaba, con reticencias. Cuando intentbamos abrirla, vino mi mam y mi amiga puso cara y aspecto general (lo que adems era cierto) de que no tena nada que ver con esa idea luminosa del palo. Mi mam supo enseguida que esa idea era ma. Qu mana! Dijo De mirar las cosas crudas, antes de que se hagan! A eso le falta mucho. Cuando ella se fue, pude levantar la tapa con un palo ms fino y pude espiar apenas un momento el pastel. Tuve una idea vaga, pero todava pareca un panqueque, no tena la tercera dimensin. A lo mejor todava sube me dijo mi amiga y me propuso hacer otra cosa mientras. Pero yo no me iba a mover hasta ver qu pasaba. Al rato lo abr, ya definitivamente, porque no se podan sacar y poner las brasas a cada momento: el pastel se haba puesto de color marrn subido, se haba replegado en si mismo en todas direcciones: a lo largo y a lo ancho. Qued como una factura marrn, de esas que llaman vigilantes. Mi mam dijo: Es lgico, yo ya supona. Yo pens que para los grandes la confeccin de soretes era una cosa lgica e inevitable. Pero yo no lo com ni nadie lo comi. Usted tampoco hubiera podido comer eso.

Hagamos una lista, por Ada Bortnik

"Muy buenos das, seoras y seores pasajeros!".El cielo estaba gris, el vagn fro, ramos muchos y casi todos nos hubiramos reconocido si alguna vez nos hubiramos mirado.La voz del vendedor pareci despertar una especie de recuerdo. "Como ven, no traigo nada para venderles ..." El hombre hablaba con timidez abrumadora, y no resultaba sencillo con l, como con otros, limitarse a esperar que terminara, previendo su discurso y sin mirarlo. Hace un tiempo empec en esta tarea y aunque la mercadera que ofrezco me ha costado tan cara que no quisiera vivir otra vida en la que me viera obligado a pagarla, la ofrezco sin precio fijo. El sistema es raro, pero la oferta tampoco es fcil de encontrar en los negocios y prefiero que las damas y caballeros presentes la adquieran slo en el caso de que les parezca de uso indispensable, y pagando no lo que crean que vale sino lo que sientan que pueden. A lo mejor as, ustedes y yo podemos seguir manteniendo este sistema.."Pareca fatigado y algunos de nosotros estbamos seguros de haberlo visto ya y de haber comprado algo que ofreca. Ahora, todos lo escuchaban: los que seguan con los ojos cerrados, la seora del pauelo en la cabeza, la de la nena en brazos, el viejito y el seor del portafolios, el muchacho sin saco, y la rubiecita aferrada a su novio. Carraspe y, como si lo recordara de pronto, cobrando nimos, aplaudi el aire delante de su cara, a la manera de los magos antiguos: "Les ofrezco una idea. No est completa, no puedo afirmar que sea original, no puedo asegurar que funcione de la misma manera para todos. Pero s que es una buena idea porque antes de ofrecerla a los seores pasajeros, la he probado yo mismo." Se call un momento, con ese sabio silencio de los buenos vendedores. Y cuando volvi a hablar, haba cambiado totalmente de tono."Seoras y seores pasajeros: todos nosotros compramos, cada da, minuciosas relatos de muerte impune, miserables recuentos de crueldad infinita, desbordantes crnicas de locura, devastacin y sangre, reducidas a cifras de un balance en el que siempre figuramos nosotros como prdidas. Desayunamos, cada maana, la amarga realidad de que la muerte tiene mejores titulares que la vida. Ninguno, supongo, sin embargo, propondra que los diarios dejaran de publicar los asesinatos, sino que los asesinos dejaran de gozar de buena salud para celebrarlos. Entretanto, como el tema es urgente, tendramos que buscar otro espacio para vendernos a nosotros mismos los titulares que testimonian que no todo est perdido. Un espacio interior, pero expresivo." Sac un pauelo, se sec la cara desordenadamente y se qued mirndolo, como si no recordara para qu serva. Lo arrug en la mano y, mientras pareca ruborizarse, abri los brazos con una fuerza insospechada y grit, pero como si suplicara: "Hagamos una lista, cada uno la suya, una lista humilde, pero minuciosa, de todos los gestos y toda la gente que nos hacen bien. Una lista personal, sin prioridades, sin famas, sin maysculas ... Con el perdn de los seores pasajeros y slo a manera de ejemplo, leer la ma." El papelito que sac del bolsillo estaba doblado en cuatro y escrito de ambos lados. Recit, con pudor pero en voz alta: Mi primo Tito, que es mdico porque le gusta curar a la gente y que tiene lcera porque traga todo el dolor para aliviar; los seores lvarez, Martn y Barbeito y la Seorita Nlida, que tienen un mercadito enfrente de mi casa, y tratan a todo el mundo como a un semejante; el dueo del garage que hace favores como si viviera de eso y el Morocho que lava los coches mientras da consejos que parecen abrazos; el cartero que entrega las cartas con direccin equivocada, porque se siente responsable de que la comunicacin no se interrumpa; mi abuela con nombre de flor, que enterr a sus hijos y sigui siendo capaz de querer a los hijos de otras..." Se detuvo de pronto, mir de frente, con los ojos extraamente hmedos. Dobl el papelito despidindose: "Muchas gracias por su atencin, seoras y seores pasajeros. Y espero que pasen ustedes un buen da." Mientras guardaba la lista, algunos comenzaron a rebuscar billetes en sacos y carteras. Otros, sin embargo, eligieron un pago diferente. Empezaron una lista en un papel cualquiera, escribiendo con letra chiquita.La fiesta ajena, por Liliana Heker

Noms lleg, fue a la cocina a ver si estaba el mono. Estaba y eso la tranquiliz: no le hubiera gustado nada tener que darle la razn a su madre, monos en un cumpleaos?, le haba dicho; por favor! Vos s te crees todas las pavadas que te dicen. Estaba enojada pero no era por el mono, pens la chica: era por el cumpleaos.No me gusta que vayas le haba dicho. Es una fiesta de ricos.Los ricos tambin se van a cielo dijo la chica, que aprenda religin en el colegio.Qu cielo ni cielo dijo la madre. Lo que pasa es que a usted, mhijita le gusta cagar ms arriba del culo.A la chica no le pareca nada bien la forma de hablar de su madre: ella tena nueve aos y era una de las mejores alumnas de su grado.Yo voy a ir porque estoy invitada dijo. Y estoy invitada porque Luciana es mi amiga. Y se acab.Ah, s, tu amiga dijo la madre. Hizo una pausa.Ome, Rosaura dijo por fin, sa no es tu amiga. Sabs lo que sos vos para todos ellos? Sos la hija de la sirvienta, nada ms.Rosaura parpade con energa: no iba a llorar.Cllate grit. Qu vas a saber vos lo que es ser amiga!Ella iba casi todas las tardes a la casa de Luciana y preparaban juntas los deberes mientras su madre haca la limpieza. Tomaban la leche en la cocina y se contaban secretos. A Rosaura le gustaba enormemente todo lo que haba en esa casa. Y la gente tambin le gustaba.Yo voy a ir porque va a ser la fiesta ms hermosa del mundo, Luciana me lo dijo. Va a venir un mago y va a traer un mono y todo.La madre gir el cuerpo para mirarla bien y ampulosamente apoy las manos en las caderas.Monos en un cumpleaos? dijo. Por favor! Vos s que te crees todas las pavadas que te dicen.Rosaura se ofendi mucho. Adems le pareca mal que su madre acusara a las personas de mentirosas simplemente porque eran ricas. Ella tambin quera ser rica, qu? Si un da llegaba a vivir en un hermoso palacio, su madre no la iba a querer tampoco a ella? Se sinti muy triste. Deseaba ir a esa fiesta ms que nada en el mundo.Si no voy me muero murmur, casi sin mover los labios.Y no estaba muy segura de que se hubiera odo, pero lo cierto es que la maana de la fiesta descubri que su madre le haba almidonado el vestido de Navidad. Y a la tarde, despus de que le lav la cabeza, le enjuag el pelo con vinagre de manzanas para que le quedara bien brillante. Antes de salir Rosaura se mir en el espejo, con el vestido blanco y el pelo brillndole, y se vio lindsima.La seora Ins tambin pareci notarlo. Apenas la vio entrar, le dijo:Qu linda ests hoy, Rosaura.Ella, con las manos, imparti un ligero balanceo a su pollera almidonada: entr a la fiesta con paso firme. Salud a Luciana y le pregunt por el mono. Luciana puso cara de conspiradora; acerc su boca a la oreja de Rosaura.Est en la cocina le susurr en la oreja. Pero no se lo digs a nadie porque es un secreto.Rosaura quiso verificarlo. Sigilosamente entr en la cocina y lo vio. Estaba meditando en su jaula. Tan cmico que la chica se qued un buen rato mirndolo y despus, cada tanto, abandonaba a escondidas la fiesta e iba a verlo. Era la nica que tena permiso para entrar en la cocina, la seora Ins se lo haba dicho: Vos s, pero ningn otro, son muy revoltosos, capaz que rompen algo . Rosaura en cambio, no rompi nada. Ni siquiera tuvo problemas con la jarra de naranjada, cuando la llev desde la cocina al comedor. La sostuvo con mucho cuidado y no volc ni una gota. Eso que la seora Ins le haba dicho: Te parece que vas a poder con esa jarra tan grande?. Y claro que iba a poder: no era de manteca, como otras. De manteca era la rubia del moo en la cabeza. Apenas la vio, la del moo le dijo:Y vos quin sos?Soy amiga de Luciana dijo Rosaura.No dijo la del moo , vos no sos amiga de Luciana porque yo soy la prima y conozco a todas sus amigas. Y a vos no te conozco.Y a m qu me importa dijo Rosaura, yo vengo todas las tardes con mi mam y hacemos los deberes juntas.Vos y tu mam hacen los deberes juntas? dijo la del moo, con una risita.Yo y Luciana hacemos los deberes juntas dijo Rosaura muy seria.La del moo se encogi de hombros.Eso no es ser amiga dijo. Vas al colegio con ella?No.Y entonces de dnde la conocs? dijo la del moo, que empezaba a impacientarse.Rosaura se acordaba perfectamente de las palabras de su madre. Respir hondo:Soy hija de la empleada dijo.Su madre se lo haba dicho bien claro: Si alguno te pregunta, vos le decs que sos la hija de la empleada, y listo. Tambin le haba dicho que tena que agregar: y a mucha honra. Pero Rosaura pens que nunca en su vida se iba a animar a decir algo as.Qu empleada? dijo la del moo. Vende cosas en una tienda?No dijo Rosaura con rabia, mi mam no vende nada, para que sepas.Y entonces, cmo es empleada?, dijo la del moo.Pero en ese momento se acerc la seora Ins haciendo shh shh, y le dijo a Rosaura si no la poda ayudar a servir las salchichitas, ella que conoca la casa mejor que nadie.Viste le dijo Rosaura a la del moo, y con disimulo le pate un tobillo.Fuera de la del moo todos los chicos le encantaron. La que ms le gustaba era Luciana, con su corona de oro; despus los varones. Ella sali primera en la carrera de embolsados y en la mancha agachada nadie la pudo agarrar. Cuando los dividieron en equipos para jugar al delegado, todos los varones pedan a gritos que la pusieran en su equipo. A Rosaura le pareci que nunca en su vida haba sido tan feliz.Pero faltaba lo mejor. Lo mejor vino despus que Luciana apag las velitas. Primero, la torta: la seora Ins le haba pedido que la ayudara a servir la torta y Rosaura se divirti muchsimo porque todos los chicos se le vinieron encima y le gritaban a m, a m. Rosaura se acord de una historia donde haba una reina que tena derecho de vida y muerte sobre sus sbditos. Siempre le haba gustado eso de tener derecho de vida y muerte. A Luciana y a los varones les dio los pedazos ms grandes, y a la del moo una tajadita que daba lstima.Despus de la torta lleg el mago. Era muy flaco y tena una capa roja. Y era mago de verdad. Desanudaba pauelos con un soplo y enhebraba argollas que no estaban cortadas por ninguna parte. Adivinaba las cartas y el mono era el ayudante. Era muy raro el mago: al mono le llamaba socio. A ver, socio, d vuelta una carta, le deca. No se me escape, socio, que estamos en horario de trabajo.La prueba final era la ms emocionante. Un chico tena que sostener al mono en brazos y el mago lo iba a hacer desaparecer.Al chico? gritaron todos.Al mono! grit el mago.Rosaura pens que sta era la fiesta ms divertida del mundo.El mago llam a un gordito, pero el gordito se asust enseguida y dej caer al mono. El mago lo levant con mucho cuidado, le dijo algo en secreto, y el mono hizo que s con la cabeza.No hay que ser tan timorato, compaero le dijo el mago al gordito.Qu es timorato? dijo el gordito.El mago gir la cabeza hacia un lado y otro lado, como para comprobar que no haba espas.Cagn dijo. Vaya a sentarse, compaero.Despus fue mirando, una por una, las caras de todos. A Rosaura le palpitaba el corazn.A ver, la de los ojos de mora dijo el mago. Y todos vieron cmo la sealaba a ella.No tuvo miedo. Ni con el mono en brazos, ni cuando el mago hizo desaparecer al mono, ni al final, cuando el mago hizo ondular su capa roja sobre la cabeza de Rosaura. Dijo las palabras mgicas y el mono apareci otra vez all, lo ms contento, entre sus brazos. Todos los chicos aplaudieron a rabiar. Y antes de que Rosaura volviera a su asiento, el mago le dijo:Muchas gracias, seorita condesa.Eso le gust tanto que un rato despus, cuando su madre vino a buscarla, fue lo primero que le cont.Yo lo ayud al mago y el mago me dijo: Muchas gracias, seorita condesa.Fue bastante raro porque, hasta ese momento, Rosaura haba credo que estaba enojada con su madre. Todo el tiempo haba pensado que le iba a decir: Viste que no era mentira lo del mono. Pero no. Estaba contenta, as que le cont lo del mago.Su madre le dio un coscorrn y le dijo:Mrenla a la condesa.Pero se vea que tambin estaba contenta.Y ahora estaban las dos en el hall porque un momento antes la seora Ins, muy sonriente, haba dicho: Esprenme un momentito.Ah la madre pareci preocupada.Qu pasa? le pregunt a Rosaura.Y qu va a pasar le dijo Rosaura. Que fue a buscar los regalos para los que nos vamos.Le seal al gordito y a una chica de trenzas, que tambin esperaban en el hall al lado de sus madres. Y le explic cmo era el asunto de los regalos. Lo saba bien porque haba estado observando a los que se iban antes. Cuando se iba una chica, la seora Ins le daba una pulsera. Cuando se iba un chico, le regalaba un yo-yo. A Rosaura le gustaba ms el yo-yo porque tena chispas, pero eso no se lo cont a su madre. Capaz que le deca: Y entonces, por qu no peds el yo-yo, pedazo de sonsa? Era as su madre. Rosaura no tena ganas de explicarle que le daba vergenza ser la nica distinta. En cambio le dijo:Yo fui la mejor de la fiesta.Y no habl ms porque la seora Ins acababa de entrar al hall con una bolsa celeste y una rosa.Primero se acerc al gordito, le dio un yo-yo que haba sacado de la bolsa celeste, y el gordito se fue con su mam. Despus se acerc a la de trenzas, le dio una pulsera que haba sacado de la bolsa rosa, y la de trenzas se fue con su mam.Despus se acerc a donde estaban ella y su madre.Tena una sonrisa muy grande y eso le gust a Rosaura. La seora Ins la mir, despus mir a la madre, y dijo algo que a Rosaura la llen de orgullo. Dijo:Qu hija que se mand, Herminia.Por un momento, Rosaura pens que a ella le iba a hacer dos regalos: la pulsera y el yo-yo. Cuando la seora Ins inici el ademn de buscar algo, ella tambin inici el movimiento de adelantar el brazo. Pero no lleg a completar ese movimiento.Porque la seora Ins no busc nada en la bolsa celeste, ni busc nada en la bolsa rosa. Busc algo en su cartera.En su mano aparecieron dos billetes.Esto te lo ganaste en buena ley dijo, extendiendo la mano. Gracias por todo, querida.Ahora Rosaura tena los brazos muy rgidos, pegados al cuerpo, y sinti que la mano de su madre se apoyaba sobre su hombro. Instintivamente se apret contra el cuerpo de su madre. Nada ms. Salvo su mirada. Su mirada fra, fija en la cara de la seora Ins.La seora Ins, inmvil, segua con la mano extendida. Como si no se animara a retirarla. Como si la perturbacin ms leve pudiera desbaratar este delicado equilibrio.

Fin de curso, por Mariana Enriquez

Nunca le habamos prestado demasiado atencin porque era una de esas chicas que hablan poco, que no parecen demasiado inteligentes ni demasiado tontas, y que tienen ese tipo de caras olvidables, esas caras que, aunque una las vea todos los das en el mismo lugar, es posible que no las reconozca en un mbito distinto y, mucho menos, pueda ponerles un nombre. Lo nico que la diferenciaba era que se vesta mal, feo, pero no solamente eso: la ropa que usaba pareca elegida para ocultar su cuerpo. Dos o tres talles ms grande, camisas cerradas hasta el ltimo botn, pantalones que no dejaban adivinar sus formas. Slo la ropa haca que nos fijramos en ella, apenas para comentar su mal gusto o dictaminar que se vesta como una vieja. Se llamaba Marcela. Poda haberse llamado Mnica, Laura, Mara Jos, Patricia, cualquiera de esos nombres olvidables, intercambiables, que suelen tener las chicas en las que nadie se fija. Era mala alumna, pero rara vez reciba la desaprobacin de los profesores. Faltaba mucho, pero nadie comentaba su ausencia. No sabamos si tena plata, de qu trabajaban los padres, en qu barrio viva.No nos importaba.Hasta que, en la clase de Historia, alguien dio un pequeo grito asqueado Fue Guada? Pareca la voz de Guada, que adems se sentaba cerca. Mientras la profesora explicaba la batalla de Caseros, Marcela se arranc las uas de la mano izquierda. Con los dientes. Como si fueran uas postizas. Los dedos sangraban pero ella no demostraba ningn dolor. Algunas chicas vomitaron. La de Historia llam a la preceptora, que se llev a Marcela; falt durante una semana, y nadie nos explic nada. Cuando Marcela volvi, haba pasado de chica ignorada a chica famosa. Algunas le tenan miedo, otras queran hacerse amigas. Lo que haba hecho era lo ms extrao que nosotras hubiramos visto. Algunos padres queran llamar a una reunin, para tratar el caso, porque no estaban seguros de que fuera recomendable que nosotras siguiramos en contacto con una chica desequilibrada. Pero lo arreglaron de alguna manera. Faltaba poco para que se terminara el ao: para que terminramos la secundaria. Los padres de Marcela aseguraron que ella estara bien, que ya tomaba medicacin, que estaba contenida. Los otros padres les creyeron. Los mos apenas prestaron atencin: lo nico que les importaba eran mis notas, y yo segua siendo la mejor alumna, como cada ao.Marcela estuvo bien durante un tiempo. Volvi con los dedos vendados, al principio con gasa blanca, despus con curitas. No pareca recordar el episodio de las uas arrancadas. No se hizo amiga de las chicas que se le acercaron. En el bao, las pocas que queran ser amigas de Marcela nos contaban que no se poda, que ella no hablaba, que las escuchaba pero nunca responda, y se las quedaba mirando tan fijo que, al final, tambin les dio miedo.Fue en el bao, justamente, donde todo empez de verdad. Marcela estaba mirndose fijamente al espejo, en la nica parte donde realmente poda hacerlo, porque el resto estaba descascarado, sucio, o tena declaraciones de amor imbciles, o insultos de alguna pelea entre dos chicas rabiosas escritas con fibra o lpiz labial. Yo estaba con mi amiga Agustina: tratbamos de resolver una discusin que habamos tenido ms temprano. Pareca una discusin importante. Hasta que Marcela sac de algn lado (el bolsillo, probablemente), una gillete. Con rapidez exacta se cort un prolijo tajo en la mejilla. La sangre tard en brotar, pero cuando lo hizo fue casi a chorros, y le empap el cuello y la camisa abotonada, como de monja, o de prolijo varn.Ninguna de las dos hizo nada. Marcela se segua mirando al espejo, estudiando la herida, sin un gesto de dolor. Eso fue lo que ms me impresion: no le haba dolido, estaba claro, ni siquiera haba fruncido el ceo, o cerrado los ojos. Recin reaccionamos cuando una chica que estaba haciendo pis abri la puerta y dio un pequeo grito y trat de detener la sangre con un pauelo. Mi amiga pareca a punto de llorar. Yo miraba y me temblaban las rodillas: la sonrisa de Marcela, que segua mirndose mientras se apretaba la cara con el pauelo, era hermosa. Su cara era hermosa. Le ofrec a Marcela acompaarla hasta su casa, o hasta una salita para que la cosieran o algo. Ella pareci reaccionar y dijo que no con la cabeza, que se tomaba un taxi. Le preguntamos si tena plata. Dijo que s y volvi a sonrer. Una sonrisa que poda enamorar a cualquiera. Durante una semana falt otra vez. La escuela entera saba del incidente: no se hablaba de otra cosa. Cuando volvi, todos trataban de no mirar la venda que le cubra mitad de la cara, y nadie lo consegua.Ahora yo trataba de sentarme cerca de ella en las clases. Lo nico que quera era que me hablara, que me explicara. Quera visitarla en su casa. Quera saber todo. Alguien me haba dicho que se hablaba de internarla. Me imaginaba el hospital con una fuente en el patio, no me imaginaba un instituto para enfermos mentales srdido y sucio y triste, me imaginaba una hermosa clnica llena de mujeres con la mirada perdida. Sentada a su lado vi, como todos los dems pero de cerca, lo que le estaba pasando. Todas lo veamos, asustadas, maravilladas. Empez con sus temblores, que no eran tanto temblores como sobresaltos. Sacuda las manos en el aire como si espantara algo invisible, o como si intentara que algo no la golpeara. Ms adelante empez a taparse los ojos mientras deca que no con la cabeza. Los profesores lo vean pero trataban de ignorarlo. Nosotras tambin. Era fascinante. Ella se derrumbaba en pblico sin pudores y a nosotras nos daba vergenza.Empez a arrancarse el pelo poco despus, el de la parte de delante de la cabeza. Se iban formando mechones enteros, de a poco, sobre su banco, montoncitos de pelo lacio y rubio. A la semana empez a adivinarse el cuero cabelludo, rosado y brillante.Yo estaba sentada a su lado el da que sali corriendo de una clase. Todos la miraron irse pero yo por algn motivo la segu. Al rato not que detrs mo vena mi amiga Agustina y la que la haba auxiliado en el bao la otra vez, que a esta altura sabamos que se llamaba Tere, y era del otro quinto. A lo mejor nos sentamos responsables. Creo que en realidad queramos ver qu iba a hacer, cmo iba a terminar todo esto.La encontramos en el bao otra vez, que estaba vaco. Gritaba y lloraba como en un berrinche infantil. La venda se le haba cado y pudimos ver los puntos de la herida. Sealaba uno de los inodoros y gritaba andate dejame andate basta. Haba algo en el ambiente, demasiada luz y el aire apestaba ms de lo habitual a sangre, pis y desinfectante. Yo le habl.Qu pasa, Marcela?No lo ves?A quin?A l. A l! Ah en el inodoro, no lo ves!Me miraba ansiosa y asustada, pero no desorientada: estaba viendo algo. Pero no haba nada sobre el inodoro, salvo la tapa destartalada y la cadena, que estaba demasiado quieta, anormalmente quieta.No no veo nada, no hay nada le dije.Desconcertada por un momento, me agarr del brazo. Nunca antes me haba tocado. Mir su mano: todava no le haban crecido las uas, o a lo mejor se coma lo poco que creca. Se vean slo las cutculas, ensangrentadas.No? No? y mirando el inodoro otra vez, s que est. Est ah. Hablale decile algo.Por un momento tuve miedo de que la cadena empezara a balancearse de izquierda a derecha como un pndulo del infierno, pero segua quieta. Marcela pareca escuchar, mirando atentamente el inodoro. Not que casi no le quedaban pestaas, tampoco. Se las haba estado arrancando. Pronto empezara con las cejas, imagin.No lo escuchs?No.Pero te dijo algo!Qu dijo, contameEn este punto, Agustina se meti en la conversacin dicindome que dejara en paz a Marcela, preguntndome si estaba loca, no ves que no hay nada, no le sigas el juego, me da miedo llamemos a alguien. Pero fue interrumpida por Marcela que le aull CALLATE PUTA DE MIERDA. Tere murmur que era too much Tere era bastante cheta y se fue a buscar al alguien. Yo trat de controlar la situacin.No les des bola a estas pelotudas, Marcela, qu dice?Que no se va a ir. Que es de verdad. Que me va a seguir obligando a hacer cosas. Que no le puedo decir que no.Cmo es?Es un hombre pero tiene un vestido de comunin. Tiene los brazos para atrs. Siempre se re. Parece chino pero es enano. Tiene el pelo engominado. Y me obliga.Te obliga a qu?Cuando Tere lleg con una profesora ms o menos piola a la que haba convencido de entrar al bao (despus nos dijo que en la puerta se haban juntado como diez personas, que escuchaban todo hacindose shhh entre ellos), Marcela estaba a punto de mostrarnos qu la obligaba a hacer el engominado. Pero la aparicin de la profesora la confundi. Se sent en el piso, con los ojos sin pestaas que no parpadeaban mientras deca que no.Marcela nunca volvi a la escuela.Pero yo decid visitarla. No fue difcil conseguir su direccin. Aunque su casa quedaba en un barrio al que nunca haba ido, me result fcil llegar. Toqu el timbre temblando: en el colectivo haba preparado la explicacin de mi visita que iba a darle a sus padres, pero ahora me pareca estpida, ridcula.Me qued muda cuando Marcela abri la puerta, no solamente por la sorpresa de que atendiera la haba imaginado en cama, drogada sino porque se la vea muy distinta, con una gorra de lana que le cubra la cabeza seguramente ya casi pelada, un jean y un pullover de tamao normal. Salvo por las pestaas, que no haban crecido, pareca una chica normal.No me invit a pasar. Cerr la puerta y quedamos las dos en la calle. Haca fro, pero a ella no le importaba.No tendras que haber venido me dijo.Quiero saber.Qu quers saber? No vuelvo ms a la escuela, se termin, olvidate de todo.Quiero saber qu te obliga a hacer l.Marcela me mir y olfate el aire a mi alrededor. Despus desvi los ojos hacia la ventana. Las cortinas se haban movido apenas. Volvi a entrar a su casa, y antes de cerrar de un portazo, dijo:Ya te vas a enterar. l mismo te lo va contar algn da. Te lo va a pedir, creo. Pronto.A la vuelta, sentada en el colectivo, sent cmo palpitaba la herida que me haba hecho en el muslo con una trincheta, bajo las sbanas, la noche anterior. No dola. Me masaje la pierna con suavidad pero con la suficiente fuerza como para que la sangre, al brotar, dibujara un fino trazo hmedo sobre mis jeans celestes.

ndice

Cristina entre las gndolas1El budn esponjoso7Hagamos una lista10La fiesta ajena12Fin de curso18