Muhámmad (aspectos de la vida del Profeta según las ... · La Biblia, en el Libro del Génesis...

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Universidad Nacional de Educación a Distancia “Cultura, civilización y religión islámicas” Directores: Germán Ruipérez / Mansur Escudero www.uned.es/islam Muhámmad (aspectos de la vida del Profeta según las fuentes islámicas) Mehdi Flores MADRID 2006

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Universidad Nacional de Educación a Distancia “Cultura, civilización y religión islámicas”

Directores: Germán Ruipérez / Mansur Escudero

www.uned.es/islam

Muhámmad (aspectos de la vida del

Profeta según las fuentes islámicas)

Mehdi Flores

MADRID 2006

v. 3.2.06 © Mehdi Flores / Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2006

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ÍNDICE

UNIDAD 1: LA RELIGION DE IBRAHIM

UNIDAD 2: LOS ANTEPASADOS DE MUHÁMMAD

UNIDAD 3: NACIMIENTO E INFANCIA DEL PROFETA

UNIDAD 4: ADOLESCENCIA DE MUHÁMMAD

UNIDAD 5: CASAMIENTO

UNIDAD 6: EL ENCUENTRO CON EL ÁNGEL

UNIDAD 7: LA PRIMERA COMUNIDAD

UNIDAD 8: LAS PRIMERAS PERSECUCIONES

UNIDAD 9: LOS LÍDERES DE MECA RECHAZAN EL ISLAM

UNIDAD 10: LA EMIGRACIÓN A ABISINIA Y LA CONVERSION DE ÓMAR

UNIDAD 11: EL BOICOT

UNIDAD 12: EL VIAJE NOCTURNO Y LA ASCENSIÓN (AL-ISRÁ WA AL-MI‘RAY)

UNIDAD 13: LA HÉGIRA

UNIDAD 14: TRIBUS Y PACTOS EN LOS INICIOS DEL ISLAM MEDINÉS

UNIDAD 15: LA BATALLA DE BADR

UNIDAD 16: LOS EFECTOS DE BADR EN EL ENTORNO DEL PROFETA

UNIDAD 17: LA BATALLA DE UHUD

UNIDAD 18: DESPUÉS DE UHUD

UNIDAD 19: LA BATALLA DEL FOSO

UNIDAD 20: LA ‘UMRA O PEREGRINACIÓN MENOR

UNIDAD 21: JÁIBAR

UNIDAD 22: LA PEREGRINACIÓN DEL ADIÓS

UNIDAD 23: ENFERMEDAD Y MUERTE DEL PROFETA

GLOSARIO

BIBLIOGRAFIA

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UNIDAD 1

LA RELIGION DE IBRAHIM

El Islam como religión del Profeta Ibrahim

La prueba esclarecedora

Ni judío ni cristiano, sino Hanif

El Profeta Ibrahim, conocido como El Jalil, el amigo íntimo de Dios

Las Hojas de Ibrahim

Ibrahim en la Biblia

El valle de Becca

Bait Allah, la casa de Dios

La fundación de la Ka’ba en Meca

La peregrinación

La Ka’ba se llena de ídolos

El ídolo Hubal

La religión de Ibrahim

Los musulmanes creen que el estado primordial del ser humano, su naturaleza genuina (fitra) es el Islam, según el hadiz o dicho del Profeta Muhámmad:

"Todo niño nace en fitra y son sus padres los que lo hacen judío, cristiano o politeísta". A lo cual uno de sus Compañeros replicó: "... o musulmán". Y el Profeta Muhámmad contestó: "No, pues el Islam es la fitra”.

El Islam fue revelado a través de todos los Profetas, cada pueblo tuvo el suyo, desde Adam hasta el Profeta Muhámmad. El Profeta Muhámmad certifica y garantiza todas las revelaciones anteriores como sello de los Profetas (jatim al anbiya)

“Decid, creemos en Dios y en lo que ha hecho descender para nosotros, en lo que se hizo descender para Abraham, Ismaíl, Isaac, Jacob y las Tribus, en lo que le fue dado a Moisés y a Jesús y en lo que fue dado a los Profetas de parte de su Señor. No hacemos distinciones entre ninguno de ellos y estamos sometidos a Él”

(Corán 2,136)

Entre estos Profetas está Ibrahim, cuya práctica del Islam (milla) es la que va a seguir el Profeta Muhámmad. El Corán considera a Ibrahim como un líder (imam) al que seguirán los hombres:

“…Dijo (Dios), en verdad voy a ponerte como un líder para los hombres”

(Corán 2, 123)

En el Corán, Dios ordena a los hombres seguir la religión de Ibrahim:

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Di; Dios ha hablado con la verdad, seguid la religión de Ibrahim, que era hanif (unitario) y no era politeísta”

(Corán: 3, 95)

Dios le hace decir al Profeta Muhámmad en el Corán:

“Di: Mi Señor me ha guiado a un camino recto, a una religión auténtica, la religión de Ibrahim, el unitario, que no era de los politeístas”

(Corán: 6, 161)

La práctica de Islam de Ibrahim (millat Ibrahim) se caracteriza en primer lugar, por su vigorosa proclamación de la unicidad de Dios (tauhid), la fe en un Dios Único, que, siendo un Tesoro Oculto, deseó ser conocido y creó a sus criaturas para que le conocieran y conociéndolo, lo adorasen y fueran agradecidas por el don de la vida y del conocimiento.

Junto con eso, se da ferviente testimonio de que ese Dios Uno, Creador y Señor de los mundos, es un Dios que ama a sus criaturas. El amor es una faceta fundamental de la religión de Ibrahim. Dios se manifiesta a Ibrahim bajo el aspecto del “amor visceral”, rahma (derivado de la palabra rihm, rahim: “entrañas, útero, seno, vísceras”), el amor que un padre o una madre sienten por sus hijos o el que se da entre miembros de una familia. De rahma obtenemos el nombre de Dios Rahmán, pobremente traducido como Clemente o Misericordioso, que se traduce mejor como “el que desborda de amor por sus criaturas”.

Es la revelación de este nombre de Dios lo que constituye el tinte o carácter esencial de la religión de Ibrahim y de Muhámmad:

“¡El tinte de Dios! y ¿quién es más excelente que Dios tiñendo? Es a Él a quien nosotros adoramos

(Corán: 2, 138)

Ni judío ni cristiano, sino hanif

En el Corán se dice que Ibrahim no era ni judío ni cristiano, sino hanif. La palabra árabe hanif (pl. hunafá) designa a los adoradores del Dios único, sin asociación (shirk) de ninguna otra divinidad, los unitarios. Ibrahim desechó el culto de los ídolos y adoró a Dios Uno como hanif, sin asociarle nada.

“Y, he ahí, que Ibrahim habló a su padre Azar: “¿Tomas acaso a los ídolos por dioses? ¡En verdad, veo que tú y tu gente estáis evidentemente extraviados!” Y así hicimos ver a Ibrahim el dominio de los cielos y la tierra, para que fuera de los que poseen certeza.

Cuando cayó sobre él la oscuridad de la noche, vio una estrella y exclamó: “¡Este es mi Señor” pero cuando se ocultó, dijo: “No amo lo que se desvanece.”

Luego, cuando vio salir la luna, dijo: “¡Este es mi Señor! --pero cuando se ocultó, dijo: “¡Ciertamente, si mi Señor no me guía, seré sin duda de la gente que se extravía!”

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Y cuando vio el sol naciente, dijo: “¡Este es mi Señor! ¡Este es el más grande! pero cuando este también se puso, exclamó: “¡Pueblo mío! ¡Ciertamente, estoy libre de lo que asociáis! Ciertamente, he vuelto mi rostro a Aquel que creó los cielos y la tierra, como adorador puro (hanif) y no soy de los asociadores”.

(Corán: 6, 75-79)

La prueba esclarecedora

Tras haber desechado los ídolos exteriores de la religión de sus padres, Ibrahim creyó que estaba a salvo de toda idolatría. Pero hay una idolatría más difícil de purificar, la que se oculta en el interior del hombre y hace que se adore una falsa imagen de Dios. En el Corán se nos dice que Ibrahim fue sometido a la prueba esclarecedora.

Dice el Corán:

“… ¡Hijito mío!, he visto en el sueño que yo te sacrificaba, considera pues tu parecer. Le dijo: ¡oh padre mío! Haz lo que se te ordena, si Dios quiere, me encontrarás entre los pacientes. Y cuando ambos se sometieron y lo tumbó boca abajo, le gritamos: ¡Ibrahim! Has tomado la visión por realidad. En verdad, así recompensamos a los excelentes. Ciertamente, esta si que es la prueba esclarecedora. Y lo rescatamos con un gran sacrificio y lo dejamos como recuerdo para la posteridad. ¡La paz sea sobre Ibrahim!

(Corán: 37, 102-105)

En la religión de los idólatras semitas la práctica de sacrificios humanos se encuentra documentada incluso hasta el tiempo del padre del Profeta Muhámmad, llamado Abd Allah, que también estuvo a punto de ser sacrificado por su padre en cumplimiento de un voto. Conforme a lo que sabía de Dios por la religión de sus padres, Ibrahim supuso que Dios le exigía mediante una visión un sacrificio humano y en ese sentido se aprestó a obedecer, aunque esa obediencia le supusiese perder a su único hijo.

Pero el Profeta Ibrahim, que había roto los ídolos exteriores de la religión de sus padres, tenía que afrontar la prueba más difícil – la prueba esclarecedora- al tener que reconocer y romper también las ideas, imágenes o ídolos mentales heredados de esta.

Cuando Ibrahim se disponía a cumplir el sacrificio, el “grito de Dios”, el “amor visceral” hacia su hijo entregado amorosamente a su voluntad, le hizo descubrir, con el corazón, la falsedad de la imagen que tenía de Dios.

Se le reveló entonces que su Dios era Rahmán. Que su Dios no podía ordenarle el sacrificio del hijo porque el Rahmán amaba a sus criaturas infinitamente más de lo que él, la criatura Ibrahim, amaba a su hijo. Que era su Dios el que le había enseñado a amar, el que le había deseado antes de nacer y le había sacado de las tinieblas del no-ser a la luz de la vida.

Fue así como entendió que para superar toda idolatría debía seguir el criterio del corazón: la medida de tu conocimiento, es la medida de tu amor.

Esta revelación es lo que hace de la religión de Ibrahim una religión de amor, un culto divino que es adoración e intimidad con el Misterio, una intimidad que llevó al

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Profeta Muhámmad, en su lecho de muerte, a llamar a Dios, anhelante, “el Amigo Sublime”, últimas palabras de un hombre extraordinario que dijo del Profeta Ibrahim: “De todos sus hijos, yo soy el que más me le parezco”

El Profeta Ibrahim, conocido como el Jalil, el amigo íntimo de Dios.

En este sentido, en el Corán Ibrahim recibe el sobrenombre de “El amigo íntimo de Dios” (en árabe Jalil Allah, o Jalil al Rahman).

“Y quien es mejor en su religión que quien ha entregado (aslama) su persona a Dios y es excelente en obrar bien y sigue la religión de Ibrahim como unitario (hanif). Y Dios tomó a Ibrahim como amigo íntimo (jalil)”

(Corán: 4, 125)

Ibrahim ha “entregado su persona” a Dios. En árabe, el verbo aslama que aparece en el versículo o aleya de arriba, significa entre otras cosas “someterse, entregarse” y produce dos palabras básicas para entender la religión que predica Muhámmad: el infinitivo Islam traducido como “sumisión, entrega” y el participio muslim, “el que se entrega, el que se somete” de donde el español muslime y musulmán.

Las Hojas de Ibrahim

La revelación de Ibrahim fue escrita y transmitida en hojas (suhuf), según dice el Corán (87, 18-19)

“En verdad esto está en las escrituras primeras, las páginas (suhuf) de Ibrahim y de Musa”

La palabra suhuf es el plural de sahifa que significa “superficie pulida de una piel o plancha, pergamino, hoja, página etc”. Ha dado en árabe la palabra Mus-haf que se emplea para designar al ejemplar del Corán.

Ibrahim en la Biblia

La Biblia, en el Libro del Génesis nos cuenta que Ibrahim, llamado en la Biblia Abraham, no tenía hijos, ni esperanza de descendencia, y que una noche Dios lo llamó fuera de su tienda y le dijo: "Mira al cielo y cuenta, si puedes, las estrellas." Y mientras Abraham contemplaba las estrellas oyó que la voz decía:

"Así de numerosa será tu descendencia."

(Génesis 15,5).

La esposa de Abraham, Sara, no lograba tener un hijo, así pues, ella le dio a Abraham su esclava egipcia Agar (Hayar) para que pudiera tomarla como segunda esposa. Pero surgió el resentimiento entre la señora y la esclava, y Agar huyó de la cólera de Sara y clamó a Dios en su aflicción.

Y Dios le envió un ángel con el mensaje: "Yo multiplicaré tu descendencia, que por lo numerosa no podrá contarse." El ángel también le dijo:

"Mira, has concebido y parirás un hijo, y lo llamarás Ismael; porque ha escuchado Dios tu aflicción."

(Génesis 16,10-11).

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Entonces Agar regresó con Abraham y Sara y les contó lo que había dicho el ángel y, cuando tuvo lugar el parto, Abraham puso por nombre a su hijo Ismaíl, que significa "Dios oye".

Según la historia bíblica, cuando el muchacho alcanzó la edad de trece años, Dios habló de nuevo con Abraham y le prometió que Sara también le daría un hijo que se debería llamar Isaac, que significa “Dios ríe”.

Ibrahim sería así padre de dos multitudes, la de los judíos y cristianos, por parte de su hijo Isaac y su hijo Jacob, nombre que cambió por el de Israel y la de los musulmanes, a través de su primogénito Ismaíl.

El valle de Becca

Ibrahim se enfrentó a su pueblo idólatra y rompió con ellos. Se instaló junto con su familia en un valle de Arabia. El valle se llamaba Becca; se halla circundado de colinas por todas partes excepto por tres pasos, uno al norte, otro al sur y un tercero que se abre hacia el Mar Rojo, que se encuentra a cincuenta millas al oeste. El valle se encontraba en una de las grandes rutas de caravanas, llamada, generalmente, "la ruta del incienso", pues el perfume, el incienso y otras mercancías semejantes del Sur de Arabia llegaban al Mediterráneo por este camino.

Según el geógrafo del siglo II Ptolomeo (Geografía, vi, 7) en esta región había una ciudad que él denomina Makoraba. Este nombre posiblemente se corresponda con el sudarábigo mkrb (la escritura no nota las vocales), en etiópico mekwerâb que significa “santuario” y que puede haber dado por abreviación el nombre de Mekka, o Bekka.

En el Corán aparece el nombre de Bekka asociado a un Bait o santuario y se le denomina Mubarak es decir “lleno de bendición, de báraka”.

“En verdad, el primer santuario que fue establecido para los hombres fue el que está en Bekka, el bendito y que es guía para los mundos. En él hay signos evidentes: la estación de Ibrahim; quien entre en él estará a salvo…

(Corán: 3,96-97)

Cuando Ibrahim se instaló allí pidió protección a Dios:

“Y cuando dijo Ibrahim: ¡Señor mío haznos esta tierra segura y apártame a mí y a mis hijos de la adoración de los ídolos”

(Corán: 14, 35)

Bait Allah, la Casa de Dios

En el Corán se nos dice que Ibrahim e Ismaíl erigieron los fundamentos de la Ka’ba:

“Y cuando Ibrahim e Ismaíl erigieron los fundamentos de la Casa…

(Corán: 2, 127)

La Ka’ba primitiva era seguramente un recinto al aire libre rodeado de un muro de una altura no mucho mayor a la de un hombre. Posteriormente, el muro fue doblado en altura y se cubrió con un tejado.

Dios ordenó a Ibrahim e Ismaíl purificar el templo (Bait):

“Y entonces hicimos de la casa (al Bait) un lugar de visita y un lugar seguro (amn) y tomaron la estación de Ibrahim como lugar de oración (musalla). Habíamos acordado con Ibrahim e Ismaíl purificar mi casa

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para los que la circunvalan, los que allí se retiran, los que se inclinan y los que se postran”

(Corán: 2,125)

Esta casa se conoce por varios nombres: La Casa Sagrada (Al-Bait al-haram), la Casa Antigua (Al Bait al ‘atiq) La Casa Inviolable (Al Bait al muharram), La Mezquita Sagrada (Al masyid al haram) o La Casa (Al Bait) y también con el nombre La Ka’ba. Su nombre, Ka’ba, cubo, se debe a su forma, que es aproximadamente cúbica, y sus cuatro esquinas apuntan a los cuatro puntos cardinales.

Para poder entender mejor el significado de Bait Allah, la Biblia nos ofrece el relato de la fundación de otro santuario, el de Betel por el Profeta Jacob, nieto del Profeta Ibrahim. La palabra árabe Bait se corresponde con el hebreo Bet. Así el hebreo Bet-El equivale al árabe Bait Allah.

En el Génesis, 28, 10-22 se narra que Jacob, estando de viaje, le llegó la noche y se detuvo en un lugar. Se preparó para dormir, tomó una piedra y se la colocó de cabecera.

“Y tuvo un sueño, y he aquí, había una escalera apoyada en la tierra cuyo extremo superior alcanzaba hasta el cielo; y he aquí, los ángeles de Dios (Elohim) subían y bajaban por ella. Y he aquí, Yahveh estaba sobre ella, y dijo: Yo soy Yahveh, el Dios de tu padre Abraham y el Dios de Isaac. La tierra en la que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia” (…) Despertó Jacob de su sueño y dijo: Ciertamente Yahveh está en este lugar y yo no lo sabía (…) Y tuvo miedo y dijo: ¡Cuán imponente es este lugar! Este no es otro más que la casa de Dios, y esta es la puerta del cielo. Y se levantó Jacob muy de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, la erigió como señal y derramó aceite por encima. Y a aquel lugar le puso el nombre de Betel”

En el relato del Génesis parecen varios elementos interesantes. En primer lugar, el sitio es considerado sagrado en cuanto que ha tenido lugar en él una teofanía o aparición de la divinidad. Esta teofanía muestra una escalera por la que suben y bajan los ángeles y sobre ella, Yahveh. Otro elemento señalado es la piedra, que queda consagrada al ser ungida con aceite y es erigida como “eje central” de la presencia de Dios en el lugar, presencia que Jacob denominará en hebreo “Bet Elohim” (Casa de Dios) que corresponde al árabe “Bait Allah”.

En torno a ese eje, que comunica el mundo de los hombres con el mundo divino, simbolizado por la escalera por la que suben y bajan los ángeles, se abre un espacio sagrado, un haram donde la báraka o bendición de Dios actúa intensamente. Esa experiencia intensa de lo sagrado que Jacob siente con temor y atracción al mismo tiempo se denomina en árabe taqwa y es uno de los conceptos básicos de la espiritualidad musulmana. Aquellos que tienen taqwa, los muttaqin, son calificados en el Corán como “los que confían en el Misterio”.

Toda Casa de Dios es pues un lugar sagrado donde tiene lugar el encuentro entre lo humano y lo divino. Es ese lugar intermedio, misterioso, donde se producen las teofanías y donde todas las criaturas, hombres, animales, plantas, agua, minerales, gozan de la báraka y la seguridad (amn) que ofrece la presencia de la divinidad. El espacio santo actúa como un imán convirtiéndose en un sitio de confluencia, de encuentro, protegido de violencias y a salvo de las leyes profanas. El santuario es a la vez lugar de oración, refugio, tesoro público y centro de peregrinación.

Respecto a la piedra, en la Casa de Dios de Meca está la Piedra Negra (hayar aswad), una piedra caída del cielo de unos 50 cm. de diámetro que, cuenta la tradición, un ángel trajo a Abraham desde la cercana colina de Abu Qubáis, donde había sido conservada desde que llegó a la tierra. Servía como signo que indicaba el centro del espacio haram, el espacio prohibido a lo profano. La palabra árabe

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hayar (piedra) da origen al verbo hayara que significa “prohibir el acceso” al sustantivo hiyr que significa “sitio prohibido, protegido, regazo” y la palabra huyra “habitación, cámara”.

Sirve también como referencia para señalar el principio del mataf, el espacio donde los peregrinos dan vueltas (tawaf) alrededor de la Ka’ba.

En su aspecto simbólico, la piedra caída del cielo, de cristal blanco en su inicio, es símbolo y recordatorio del origen celestial del hombre, que según el Corán fue creado “en la más excelente de las formas” y que después fue hecho descender hasta el mundo más bajo (Corán: 95, 5).

Por supuesto, la Piedra Negra no es objeto de culto en el Islam y si se conservó es porque nunca se ha tenido por un ídolo, a diferencia de las efigies de dioses e imágenes que antes del Islam llegaron a introducirse en el santuario y que el Profeta Muhámmad destruyó al conquistar pacíficamente Meca.

Junto a la Ka’ba, dentro del espacio sagrado (haram) que la rodea se encuentra la fuente Zamzam de la que los peregrinos beben y hacen sus abluciones rituales.

También dentro de haram se encuentran dos colinas, llamadas Safa y Marwa.

Cuando Ibrahim e Ismaíl terminaron de construir la Ka’ba elevaron sus oraciones a Dios pidiendo que les aceptase la obra realizada y que sus descendientes fueran musulmanes, es decir, sometidos a Él. Le piden también que no deje sin guía a su descendencia y que les mande a un enviado (rasul) salido de su comunidad (ummah)

“¡Señor nuestro, acéptanoslo! Tú eres el que oye, el que sabe! ¡Señor nuestro, haznos sometidos (muslimin) a ti y haz de nuestra descendencia una comunidad sometida a ti (ummah muslima) (…) ¡Envíales un mensajero que les recite tus signos, les enseñe la Escritura, la Sabiduría y los purifique…!

(Corán: 2,128-129)

La Peregrinación

Cuando el santuario estuvo terminado, Dios habló nuevamente a Ibrahim y le ordenó instituir el rito de la Peregrinación a Becca o la Meca, como más tarde vino a llamarse:

” ¡Purifica mi casa para los que la circunvalan y para los que están de pie, y para los que se inclinan y prosternan! Y proclama a los hombres la peregrinación para que vengan a ti, a pie o montados en flacos camellos, venidos de pasos anchos y profundos”.

(Corán.22, 26-27).

Ibrahim invitó a la gente a peregrinar a la casa de Dios y un número de peregrinos cada vez mayor venían de todas las partes de Arabia, e incluso de más allá, para visitar la Casa Sagrada. Una de las tribus que llegaron, la de Yurhum, de origen yemení, se asentó en Meca e Ismaíl se casó con una mujer yurhumí.

La Peregrinación Mayor (Hayy) se hacía en un mes concreto del año, pero la Ka’ba también podía ser honrada en cualquier momento mediante una peregrinación menor (‘Umra). Estos ritos continuaron cumpliéndose según las normas establecidas por Ibrahim e Ismaíl.

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Ibrahim murió y fue enterrado en lo que hoy es la ciudad palestina de Hebrón, conocida en árabe como Jalil, por el sobrenombre del Profeta Ibrahim. La palabra Hebrón deriva, según fuentes judías, del hebreo Haber que significa “amigo, compañero” título con el que la tradición hebrea llama también a Abraham.

La Ka’ba se llena de ídolos

Los descendientes de Isaac también peregrinaban a la Ka’ba como un templo que había sido erigido por su patriarca Ibrahim. Lo consideraban como uno de los remotos tabernáculos de Dios; pero a medida que pasaron los siglos, con la llegada a Meca de tribus ajenas a los hijos de Ibrahim, se contaminó la pureza de la adoración al Dios de Ibrahim y los judíos dejaron de visitarlo.

La tribu de los yurhumíes, que había venido del Yemen, se hizo con el control de del santuario de la Ka’ba e introdujo el pago de un impuesto a los peregrinos, cosa que los hizo detestables a los ojos de muchos. Más tarde entraron en conflicto con la tribu de Juza’a y fueron expulsados de Meca. Antes de marcharse escondieron en el pozo de Zamzam parte del tesoro del santuario, con las ofrendas de los peregrinos que se habían acumulado en la Ka’ba a lo largo de los años y luego lo cubrieron de arena.

El ídolo Hubal

La tribu de Juza‘a, con más sentido del negocio que sus rivales yurhumíes, llevaron a la Ka’ba los ídolos de muchas tribus, para atraer de este modo a más peregrinos. ‘Amr ibn Luhái, jefe de los Juza‘a, de regreso de un viaje, se trajo al ídolo Hubal y lo instaló dentro de la misma Ka’ba, convirtiéndose en el ídolo principal de la Meca. Hubal debió de preservar su carácter original de deidad estelar, pero su papel más característico fue el de oráculo al que se consultaba mediante el empleo de siete flechas adivinatorias, desprovistas de punta y pluma, (azlam pl. de zalam) a cambio de una ofrenda. El oráculo de Hubal fue una de las atracciones más poderosas que ofrecía Meca y que dejaba a los dueños de la Ka’ba pingües beneficios. Su culto era el mejor organizado de Meca. Contaba con un sacerdote (hayib) que se ocupaba del ídolo, recibía las ofrendas y sacrificios y echaba las suertes.

Una de las personas que empleó este oráculo fue el abuelo del Profeta Muhámmad, Abd al Muttálib, para saber a cual de sus hijos debería sacrificar en cumplimiento de un voto que había hecho. El oráculo indicó que debía sacrificar a Abd Allah, el que habría de ser luego el padre del Profeta Muhámmad, pero cuando se disponía a degollarlo junto al ídolo Hubal, la oposición de la familia le impidió llevar a cabo su voto y, tras consultar a una adivina, fue rescatado a cambio del sacrificio a Hubal de cien camellos.

El Profeta Muhámmad pudo decir por eso: “Soy hijo de dos sacrificados”, aludiendo al Profeta Ismaíl, hijo de Ibrahim y a su propio padre Abd Allah.

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SABER MÁS

HADIZ

Se transmitió de Ibn Abbás, Allah esté complacido con él, que dijo:

“Llegó Abraham con la madre de Ismael (Agar) y su hijo Ismael, siendo un bebé, hasta dejarlos ante el lugar de la Ka‘ba, junto a un árbol grande por encima del lugar de Zamzam y en lo más alto de la mezquita, sin que hubiera en Meca nada en ese tiempo, ni tan sólo agua. De manera que los dejó allí y les dejó un hatillo con unos dátiles y un recipiente con agua. Después, se dio la vuelta Abraham y partió. Y le siguió la madre de Ismael, que lo llamó:¡Abraham! ¿Dónde vas dejándonos en este valle totalmente desierto?’

Esto se lo repitió varias veces sin que por ello se volviera hacia ella. Y le preguntó ella: ‘¿Es que te lo ha ordenado Allah?’

Contestó: ‘¡Si!’ Y dijo ella: ‘¡Entonces, no nos abandonará!’ Después ella regresó y Abraham se marchó. Y cuando se encontraba en un paso entre montañas, donde no era visto y antes de irse definitivamente, hizo la siguiente petición alzando sus manos y dando frente a la Ka’ba:

‘¡Señor, me he establecido con mi familia en un valle desierto, junto a Tu ‘Casa’ sagrada. Para que establezcan la oración. Haz, pues, que los corazones de la gente se vean motivados para acudir a ellos y aprovisiónalos de frutos, tal vez así sean agradecidos!’

Permaneció un tiempo la madre de Ismael amamantando a su hijo mientras que ella bebía del agua, hasta que se agotó el agua que tenían y la sed se apoderó de ellos. De manera que la madre de Ismael no podía ver como su hijo se encogía por la falta de agua.

Encontró que la montaña más cerca que tenía era Safá, se subió a ella y oteó el valle desde arriba para ver si divisaba a alguien. Pero no fue así. Al no ver a nadie des-cendió de Safá hasta el valle, allí se recogió la punta de su túnica y echó a correr con el esfuerzo propio de una persona agotada y hambrienta. Hasta que atravesó el valle para después subir a Marwa, que era la otra montaña que tenía frente a Safá. Desde lo alto oteó el horizonte para ver si venía alguien, pero tampoco vio a nadie esta vez. Así estuvo subiendo y bajando de una montaña a otra, siete veces.”

Dijo Ibn Abbás, Allah esté complacido de él que dijo el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz:

“Por ese motivo, la gente corre entre las dos montañas siete veces, durante la peregrinación.’

Cuando subió a la montaña de Marua por última vez, oyó una voz y se dijo a sí misma: ‘¡Sssss!’ Después prestó atención con el oído y volvió a oír la voz. Y dijo ella, en la dirección por donde salía la voz: ‘¡Te has dejado oír, ayúdame pues, si puedes! Apareció, entonces, un ángel en el lugar de Zamzam y escarbó con su talón (o dijo: con su ala) hasta que salió agua y le sacó la arena de alrededor para que quedara el agua clara. Y empezó a sacarla con su mano llenando el recipiente. Después brotó de forma abundante.”

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Y en otro relato: Dijo Ibn Abbás, Allah esté complacido con él, que dijo el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz:

“Allah se compadeció de la madre de Ismael y aunque ella no hubiese escarbado en la arena el agua de Zamzam, habría sido una fuente de agua corriente. Pero, de cualquier forma, fue un pozo de agua inagotable.’ Dijo: ‘Así pues, bebió la madre de Ismael y pudo seguir amamantando a su hijo’. Y le dijo el ángel: ‘¡No temáis perderos, porque aquí estará la ‘Casa’ de Allah y la construirán este muchacho y su padre. Y ciertamente, Allah no abandonará a su familia!’ En aquel tiempo sólo estaba el lugar de la Ka’ba que lo constituía una elevación del terreno, como una especie de cerro, en el que las corrientes de agua pasaban a derecha e izquierda.

Al cabo de un tiempo acertó a pasar por las inmediaciones del lugar, una partida de gente de la tribu de Yurhum, procedentes del camino de Kadá, que descendieron al valle de Meca. Vieron un pájaro que planeaba en el aire y dijeron: ‘¡Ciertamente, es un pájaro dando vueltas sobre un lugar en el que hay agua. Así pues, reconoceremos el valle y veremos dónde está el agua!’ Enviaron un emisario o dos y encontraron el agua. Después regresaron e informaron a los demás. Se presentaron todos y encontraron a la madre de Ismael en el lugar del agua, a la cual pidieron permiso para instalarse allí. Y ella les dijo que sí pero que se reservaría el derecho al uso y distribución del agua y no ellos. Y aceptaron quedarse de ese modo.

Dijo Ibn Abbás, Allah esté complacido con él, que dijo el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz:

‘¡Así fue como encontró esta gracia la madre de Ismael! ¡Siendo una mujer que le gustaba ser sociable!’ Pasó el tiempo y aumentaron las familias. Ismael se hizo mayor, aprendió el árabe con ellos y llegó a alcanzar cierto valor entre ellos. Cuando alcanzó la pubertad lo casaron con una mujer de ellos. Después murió su madre. Llegó Abraham para interesarse por su familia y ver cómo estaban, pero no encontró a Ismael. Entonces, preguntó a su mujer por él, y esta le dijo: ‘¡Ha salido a buscar de comer para nosotros o a cazar para nosotros!’ Después le preguntó por su vida y cómo se encontraban. Ella le respondió quejándose a él: ‘¡Estamos mal y padecemos una estrechez muy fuerte!’ Y le dijo: ‘Cuando venga tu marido, dale un saludo de mi parte y le dices que cambie ‘el umbral de su puerta’.’

Regresó Ismael a su casa y al notar algo familiar preguntó a su mujer: ‘¿Ha venido alguien?’ Contestó: ‘¡Sí! Ha venido un hombre mayor, de tal y tal forma. Me ha preguntado por ti y que cómo vivíamos. Yo le he contestado que vivíamos en una situación de estrechez acuciante.’ Dijo: ‘¿Y te ha dejado dicho algún consejo o algo?’ Dijo ella: ‘¡Sí, me mandó que te diera un saludo y que cambiaras ‘el umbral de tu puerta’!’ Dijo: ‘¡Ese es mi padre y me ha mandado separarme de ti! Así pues, ve con tu familia.’

La divorció y se casó con otra mujer de la misma tribu. Se ausentó Abraham durante un tiempo y regresó de nuevo a ellos. Y como no encontrara a su hijo Ismael, preguntó a su mujer por él. Y ella le dijo: ‘¡Ha salido a buscar de comer para nosotros!’ Preguntó: ‘¿Y cómo os encontráis?’ Preguntando por su vida y su estado. Contestó ella, ensalzando y dando alabanzas a Allah:‘¡Estamos bien y somos felices!’ Preguntó: ‘¿Cuál es vuestro alimento?’ Contestó: ‘¡La carne!’ Dijo: ‘¿Y cuál es vuestra bebida?’ Dijo ella: ‘¡El agua!’ Dijo: ‘¡Oh Allah, bendícelos e incrementa para ellos la carne y el agua!’

Dijo el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz:

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‘¡Y no tenían ese día para comer ni un sólo grano de trigo y aunque hubiesen tenido, habría pedido para ellos de la misma forma!’.”

Dijo Ibn Abbás:

“Continuaron alimentándose exclusivamente de carne y agua, suficiente para ellos en Meca, pero no fuera de ella.”

(Riad As-Salihin 60. 1869)

Iahia me relató de Málik, de Abdallah Ibn Abu Bakr Ibn Hazim, de su padre, que Amr Ibn Sulaim az-Zuraqi dijo:

“Abu Humaid as-Sa’idi me dijo que ellos le preguntaron al Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, sobre cómo deberían pedir bendiciones por él, y él les respondió diciendo que debían decir: ‘Oh Allah, bendice a Muhámmad, a sus esposas y a sus descendientes, como bendijiste a la familia de Ibrahim, y otorga báraka a Muhámmad, a sus esposas y a sus descendientes, como otorgaste báraka a la familia de Ibrahim. Tú eres Merecedor de Alabanza y Glorioso’.”

(Al Muwata. Libro 9. 69)

Se transmitió de Abu Huraira, Allah esté complacido con él, que dijo el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz:

“Quien haga un juramento por Láti y Uzza*, que diga: ‘La ilaha illa Allah.’ Y quien diga a un compañero: ‘Ven, que te apostaré en el juego, que de una sádaqa.”

Lo relataron Al Bujari y Muslim.

*Láti y Uzza eran dos ídolos de Yahilía pertenecientes a las tribus de Zaqíf y Quraish respectivamente.

(Riyad As-Salihin. Cap. 366: 1.1809)

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PREGUNTAS

¿Qué es la fitra?

— La práctica semítica del monoteísmo tal como fue revelada por Allah al profeta Ibrahim, la paz sea con él.

— La naturaleza primordial del ser humano en general, expresada en su condición de hanif.

— El reconocimiento de la Unidad Divina que implican las “hojas de Ibrahim”.

¿Cuál es la religión de Ibrahim?

— La propia de los pueblos semitas, es decir, la religión de los antepasados culturales.

— El judaísmo, cuya filogénesis histórica se remonta hasta este profeta.

— El Islam, el cual es una manera abierta de vivir basada en la experiencia del tauhid.

¿Cómo definirías la Ka’ba construida por Ibrahim e Isma’il?

— Un templo de adoración litúrgica en el cual se escenifican los misterios del Dios Único, se hacen las oraciones obligatorias y se leen los textos canónicos de la tradición.

— Una referencia espiritual-espacial revelada por el Dios Único para su adoración, un centro de oración y peregrinación.

— Es el prototipo de todos los templos del monoteísmo, judíos, cristianos y musulmanes.

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UNIDAD 2

LOS ANTEPASADOS DE MUHÁMMAD

La tribu de Quraish, guardiana de la Ka’ba

División entre el Quraish de la Hondonada y el Quraish de los Alrededores

Qusái, rey del Quraish

Los hijos de Qusái, Abd al-Dar y Abdu Manaf

Háshim, hijo de Abdu Manaf

El pacto entre los Perfumados y los Confederados

Háshim se casa con Salma

Shaiba, hijo de Háshim, conocido como Abd al-Muttálib

Abd-al Muttálib desentierra la fuente Zamzam

El voto de sacrificar a un hijo

Abdallah se casa con Amina, de la que nacerá el Profeta Muhámmad

La tribu de Quraish, guardiana de la Ka’ba

Una de las tribus árabes más poderosas descendientes de Ibrahim era la de Quraish. Alrededor de cuatrocientos años después de Cristo, un hombre de Quraish llamado Qusái se casó con una hija de Hulail, que entonces era el jefe de los Juza’a. Hulail prefería su yerno a sus propios hijos porque Qusái destacaba entre los árabes de su tiempo; y al morir Hulail, después de una violenta batalla que concluyó en arbitraje, se acordó que Qusái debía gobernar la Meca y ser el guardián de la Ka’ba.

El Quraish de la Hondonada y el Quraish de los Alrededores

El se trajo a sus parientes más cercanos de entre los quraishíes y los asentó en el valle, junto al Santuario: su hermano Zuhra, su tío Taim, Majzum, el hijo de otro tío, y uno o dos primos menos cercanos. Estos y su descendencia fueron conocidos como el Quraish de la Hondonada; mientras que a los parientes más lejanos de Qusái, establecidos en los barrancos de las colinas circundantes y en los campos, más allá de la ciudad, se les conoció como el Quraish de los alrededores.

Qusái gobernó como rey sobre todos ellos, con poder indiscutido, y cada año le pagaban un tributo por sus rebaños para poder alimentar a los peregrinos que eran demasiado pobres para abastecerse ellos mismos. Hasta entonces los guardianes del Santuario habían vivido en tiendas en torno a éste, pero Qusái les dijo que se construyeran casas, habiéndose ya él edificado una espaciosa morada que era conocida como la Casa de la Asamblea.

Los hijos de Qusái, Abd al-Dar y Abdu Manaf

Reinaba la armonía, pero la simiente de la discordia estaba a punto de ser sembrada. Una acusada característica del linaje de Qusái era que en cada generación hubiese un hombre de preeminencia indiscutible. Entre los cuatro hijos de Qusái este hombre era Abdu Manaf, que ya recibía honores en vida de su padre. Pero Qusái prefería a su primogénito, Abd al-Dar, aunque era el menos capacitado

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de todos; y poco antes de su muerte le invistió con todos sus derechos y poderes y le transfirió la propiedad de la Casa de la Asamblea.

Háshim, hijo de Abdu Manaf

Por devoción filial, Abdu Manaf aceptó sin discutir los deseos de su padre; pero en la generación siguiente la mitad del Quraish se agrupó alrededor del hijo de Abdu Manaf, Háshim, sin duda el hombre más notable de su tiempo, y exigió que los derechos fueran transferidos del clan de Abd al-Dar a su clan.

A Háshim y a sus hermanos los apoyaban los descendientes de Zuhra y Jaim, al igual que los descendientes de Qusái, excepto los de la línea mayor. Los descendientes de Majzum y de otros primos lejanos mantenían que los derechos debían permanecer en la familia de Abd al-Dar.

El pacto entre los Perfumados y los Confederados

Los sentimientos se excitaron tanto que las mujeres del clan de Abdu Manaf llevaron junto a la Ka’ba una jofaina llena de rico perfume, y Háshim y sus hermanos y todos los aliados mojaron en ella sus manos y juraron solemnemente que nunca se abandonarían los unos a los otros, frotando sus manos perfumadas sobre las piedras de la Ka’ba para confirmar su pacto.

Fue así como este grupo de clanes fue conocido como los Perfumados. Los aliados de Abd al-Dar hicieron igualmente juramento de unión, y se les conoció como los Confederados. La violencia estaba estrictamente prohibida no sólo en el Santuario sino también dentro de un amplio círculo de varias millas de diámetro alrededor de la Meca.

Los dos bandos estaban a punto de salir del recinto sagrado para entablar una batalla a muerte cuando se sugirió un compromiso, y se acordó que los hijos de Abdu Manaf deberían tener los derechos de cobrar tributo y proveer a los peregrinos de alimento y bebida, mientras que los hijos de Abd al-Dar conservarían las llaves de la Ka’ba y sus otros derechos, y que su casa continuaría siendo la Casa de la Asamblea.

Háshim se casa con Salma

Háshim estableció los dos grandes trayectos de caravanas que salían de la Meca, la caravana de invierno al Yemen y la caravana de verano al noroeste de Arabia, y, más allá de ésta, a Palestina y Siria, entonces bajo gobierno bizantino como parte del Imperio Romano. Ambos trayectos discurrían a lo largo de la antigua ruta del incienso y una de las primeras paradas principales de las caravanas de verano era el oasis de Iatrib, a once jornadas en camello al norte de la Meca.

Este oasis había estado en otro tiempo habitado principalmente por judíos, pero ahora lo controlaba una tribu árabe procedente de Arabia meridional. Los judíos, sin embargo, siguieron viviendo allí con notable prosperidad, tomando parte en la vida general de la comunidad a la vez que mantenían su propia religión. Por lo que se refiere a los árabes de Iatrib, tenían ciertas tradiciones matriarcales y se les conocía colectivamente como los hijos de Qaila, por uno de sus antepasados. Pero ahora se habían ramificado en dos tribus que se llamaban Aus y Jazray, por los dos hijos de Qaila.

Una de las mujeres más influyentes de Jazray era Salma, la hija de Amr, del clan de Nayyar, y Háshim le pidió que se casase con él. Ella consintió a condición de que el control de sus asuntos permaneciese por completo en sus propias manos, y cuando le dio un hijo mantuvo consigo al niño en Iatrib alrededor de catorce años.

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Durante uno de sus viajes Háshim enfermó en Gaza, Palestina, y allí murió.

Shaiba, hijo de Háshim, conocido como Abd al-Muttálib

Háshim tenía dos hermanos carnales, Abdu Shams y Muttálib y un medio hermano, Naufal. El hermano pequeño de Háshim, Muttálib, se hizo cargo de los derechos del abastecimiento de agua a los peregrinos y de recoger el tributo para alimentarlos.

Háshim había tenido tres hijos de otras esposas aparte de Salma. Pero si era cierto todo lo que se decía, ninguno de éstos, como tampoco ninguno de los hijos del propio Muttálib, podía compararse con el hijo de Salma.

A pesar de su juventud, Shaiba, así le había llamado su madre, ya mostraba inequívocas dotes de mando y continuamente llegaban a la Meca excelentes informes de él traídos por viajeros que pasaban por el oasis. Finalmente, Muttálib fue a verlo, y lo que vio le incitó a solicitar a Salma que le confiase el cuidado de su sobrino.

Muttálib montó a su sobrino consigo en el camello, y mientras cabalgaban hacia la Meca oyó que algunos curiosos decían al ver al joven desconocido: "Abd al-Muttálib", es decir, "el siervo de al-Muttálib". "Os equivocáis", dijo Muttálib, "él es nada menos que el hijo de mi hermano Háshim". Desde aquel día, el joven fue conocido cariñosamente como Abd al-Muttálib.

Cuando, después de varios años, falleció Muttálib, nadie disputó la capacidad de su sobrino para atender a los peregrinos. Incluso se decía que sobrepasaba a su padre y a su tío en el cumplimiento de su labor.

Abd-al Muttálib desentierra la fuente Zamzam

Lindante con el lado noroccidental de la Ka’ba hay un pequeño recinto rodeado por un muro bajo semicircular. Los dos extremos del muro quedan cerca de las esquinas Norte y Oeste de la casa, dejando un pasillo para los peregrinos. Pero muchos de los peregrinos ensanchan su círculo en este punto e incluyen el recinto dentro de su órbita, pasando alrededor del exterior del muro bajo. El espacio que comprende se llama Hiyr Isma’il, ya que bajo las losas que lo recubren se hallan las tumbas de Ismaíl y Hayar (Agar).

Abd al-Muttálib sentía tal gusto por estar cerca de la Ka’ba que, a veces, hacía que le extendieran un lecho en el Hichr.

“Excava la agradable claridad”

Una noche, mientras allí dormía, se le apareció en una visión una figura de formas imprecisas que le dijo: "Excava la agradable claridad." "¿Qué es la agradable clari-dad?", preguntó, pero quien hablaba se desvaneció. Al despertarse, Abd al-Muttálib sintió tal felicidad y paz de espíritu que decidió pasar la siguiente noche en el mismo sitio.

El visitante volvió y dijo: "Excava la beneficencia." Pero de nuevo quedó su pregunta sin respuesta. La tercera noche le dijo: "Excava el tesoro escondido", y una vez más se desvaneció quien hablaba al ser interrogado. Pero la cuarta noche la orden fue: "Excava la Zamzam"; en esta ocasión, al preguntar "¿Qué es la Zamzam?", su interlocutor dijo:

"Excávala, no lo lamentarás, porque ella es tu herencia, la de tu más grande antepasado. Nunca se secará, ni dejará de proveer de agua a toda la muchedumbre de peregrinos."

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Luego, el ser que hablaba le dijo que buscase un lugar donde hubiera sangre y excremento, un hormiguero y cuervos picoteando. Por último, le dijo que suplicase "Agua abundante y cristalina que abastecerá a los peregrinos durante toda su peregrinación."

Siguiendo estas indicaciones Abd-al Muttálib pudo desenterrar la fuente de Zamzam

El voto de sacrificar a un hijo

Abd al-Muttálib era respetado por el Quraish por su generosidad, su veracidad y su sabiduría.

Pero él, aunque tenía más de una esposa, sólo tenía un hijo. Pidió á Dios que le concediese más hijos, añadiendo a su plegaria el voto de que si lo bendecía con diez hijos y permitía que todos ellos alcanzaran la edad viril le sacrificaría uno de ellos en la Ka’ba.

Su plegaria tuvo respuesta: los años pasaron y le nacieron nueve hijos. Cuando hizo su voto, parecía que se refería a una posibilidad muy remota. Pero llegó el tiempo en que todos sus hijos fueron adultos excepto el más joven, Abdallah, y su voto comenzó a dominar sus pensamientos.

Como quiera que fuese, Abd al-Muttálib era un hombre de palabra. El pensamiento de romper un juramento no se le pasó por la cabeza. Era también un hombre de justicia, con un profundo sentido de la responsabilidad, lo que significaba que sabía qué responsabilidades había que evitar. Él no iba a cargar con el peso de decidir cuál de sus hijos habría de ser sacrificado; de modo que cuando ya no fue posible considerar por más tiempo a Abdallah como un mucHayyo imberbe, reunió a sus diez hijos, les contó el pacto que había hecho con Dios y les pidió que le ayudasen a cumplir su palabra.

No tenían más elección que la de asentir; el voto de su padre era el de ellos: así pues le preguntaron qué tenían que hacer. Él les dijo entonces que cada uno hiciese su marca en una flecha. Mientras tanto, había hecho avisar al adivino oficial de flechas del Quraish para que acudiera a la Ka’ba. Llevó luego a sus hijos al Santuario y los condujo a la Casa Sagrada, donde le habló al adivino acerca de su voto. Cada hijo presentó su flecha. Abd al-Muttálib se colocó al lado de Hubal, sacó un gran cuchillo que había llevado consigo y rogó a Dios. Se echaron suertes, y salió la flecha de Abdallah. Su padre lo cogió de la mano y, con el cuchillo en la otra, se dirigió hacia la puerta con la intención de ir sin más demora al lugar de los sacrificios.

Pero Abd al-Muttálib no había contado con las mujeres de su casa ni con Fátima, la madre de Abdallah. Sus restantes esposas procedían de tribus lejanas y tenían una influencia relativamente pequeña en la Meca. Fátima, al contrario, era una mujer del Quraish, del poderoso clan de Majzum y, al mismo tiempo, por parte de madre descendía de Abd, uno de los hijos de Qusái. Toda la familia estaba a mano, al alcance, dispuesta a ayudarla si fuera necesario. Tres de los diez hijos eran suyos: Zubair, Abu Tálib y Abdallah. También era madre de cinco hijas de Abd al-Muttálib, que querían con devoción a sus hermanos. Estas mujeres no habían permanecido ociosas, y, sin duda, las otras esposas habían buscado la ayuda de Fátima a la vista del peligro que pendía sobre las cabezas de los diez hijos, uno de los cuales poseía la flecha del sacrificio.

Para cuando se hubo echado a suertes, una gran concurrencia se había reunido en el patio del Santuario. Cuando Abd al-Muttálib y Abdallah aparecieron en el umbral de la Ka’ba, ambos tan pálidos como la muerte, se levantó un murmullo entre los majzumíes, pues comprendieron que la supuesta víctima era uno de los hijos de su

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hermana. "¿Para qué ese cuchillo?" gritó una voz, y otras repitieron la pregunta, aunque todos sabían cuál era la respuesta.

Abd al-Muttálib comenzó a contarles su voto, pero fue interrumpido por Mugira, el jefe del Majzum: "No lo sacrificarás; sino que en su lugar ofrecerás un sacrificio y, aunque su rescate fuese todas las propiedades de los hijos de Majzum, lo redimiremos." Para aquel entonces los hermanos de Abdallah habían salido de la Casa Sagrada. Ninguno de ellos había hablado, pero ahora se volvieron hacía su padre y le rogaron que dejase vivo a su hermano y que ofreciese cualquier otro sacrificio como expiación.

Ninguno entre los presentes se abstuvo de intervenir. Abd al-Muttálib anhelaba que le convenciesen aunque, por otra parte, estaba lleno de escrúpulos. Finalmente, sin embargo, accedió a consultar a cierta mujer sabia de Iatrib que podía decirle si en este caso era posible una expiación y, de serlo, cómo habría de hacerse.

Llevando consigo a Abdallah y a uno o dos hijos más, Abd al-Muttálib se encaminó a su país natal, donde se enteró de que la mujer se había ido a Jáibar, una rica colonia judía en el fértil valle a casi cien millas al norte de Iatrib. En consecuencia, continuó su viaje, y cuando encontraron a la mujer y le contaron los hechos ella prometió consultar a su espíritu familiar y les ordenó que volviesen al día siguiente. Abd al-Muttálib rogó a Dios. A la mañana siguiente la mujer dijo: "Me ha venido un mensaje. ¿Cuál es la reparación de sangre entre vosotros?" Le contestaron que era de diez camellos. "Volved a vuestro país", dijo ella, "y poned a vuestro hombre con diez camellos al lado y echad suertes entre ellos. Si la flecha cae contra vuestro hombre, añadid más camellos y echad suertes de nuevo; si fuera necesario, añadid más camellos, hasta que vuestro Señor los acepte y la flecha caiga contra ellos. Luego, sacrificad los camellos y dejad vivir al hombre."

Volvieron a la Meca sin dilación y condujeron solemnemente a Abdallah, junto con diez camellos, al patio de la Ka’ba. Abd al-Muttálib entró en la Casa Sagrada y, colocándose al lado de Hubal, pidió a Dios que aceptase lo que estaban haciendo. Luego, echaron suertes, y la flecha cayó contra Abdallah. Se añadieron otros diez camellos, pero de nuevo las flechas dijeron que los camellos debían vivir y el hombre morir. Siguieron añadiendo camellos; diez cada vez, y echando suertes con el mismo resultado, hasta que el número de camellos alcanzó la centena. Sólo entonces la flecha cayó contra ellos. Pero Abd al-Muttálib era sumamente escrupuloso; la evidencia de una flecha no era para él suficiente para decidir un asunto de tal envergadura. Insistió en que debían echar suertes una segunda y una tercera vez, lo cual hicieron, y en cada ocasión la flecha cayó contra los camellos. Al final tuvo la certeza de que Dios había aceptado su expiación, y los camellos fueron debidamente sacrificados.

Abdallah, hijo de Abd al-Muttálib se casa con Amina, de la que nacerá el Profeta Muhámmad

Cuando Abdallah creció pidió como esposa a Amina, la hija de Wahb, un nieto de Zuhra, el hermano de Qusái. Wahb había sido jefe de Zuhra, pero había muerto unos años antes y ahora Amina estaba bajo la tutela de su hermano Wuhaib, sucesor de su padre como jefe de clan. El mismo Wuhaib tenía también una hija casadera, Hala.

Abd al-Muttálib, después de arreglar el matrimonio de su hijo con Amina, pidió que Hala le fuese concedida a él en matrimonio. Wuhaib aceptó, y se hicieron todos los preparativos para que la doble boda tuviese lugar al mismo tiempo.

Los matrimonios tuvieron lugar según lo establecido el año 569 de la era cristiana. El siguiente a éste fue conocido como el Año del Elefante. Ese año nacería el Profeta Muhámmad, fruto de la unión de Abdallah y Amina.

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SABER MÁS

HADIZ

De Abu Huraira, Allah esté complacido con él, que dijo:

“Cuando descendió y fue revelada esta aleya: ‘Y advierte a tus parientes más próximos’, llamó el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, a las familias y tribus de Quraish, tanto por sus nombres genéricos como específicos, diciendo:

‘¡Banu Abdi Shams y Banu Ka’b, salvaos del Fuego! ¡Banu Murra Ibn Ka’b, salvaos del Fuego! ¡Banu Abdi Manaf, salvaos del Fuego! ¡Banu Háshim, salvaos del Fuego! ¡Banu Abd al-Muttálib, salvaos del Fuego! ¡Fátima, sálvate del Fuego! Ciertamente yo no poseo nada de Allah para vosotros. No está en mi mano nada, sino que todo está en manos de Allah. En cambio vosotros tenéis parentesco y yo estrecharé los lazos’.”

Lo relató Muslim. (Riad As-Salihin: 18. 334)

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PREGUNTAS

¿Cómo definirías el Quraish?

— Una tribu de descendientes del profeta Ibrahim que se agruparon en torno a la Ka’ba para atender las funciones del santuario.

— Una tribu árabe que llegó a dominar el Hiyaz en el siglo IV después de una serie interminable de luchas y pactos con las tribus vecinas.

— Una familia aristocrática que se autodenominaban hunafa por considerarse los verdaderos descendientes del profeta Ibrahim, la paz sea con él.

¿Qué es la fuente de Zamzam?

— Es un pozo excavado en el desierto del Hiyaz cuyo origen se desconoce pues se pierde en la memoria. En tiempos del profeta Ibrahim, la paz sea con él, ya existía y servía de abrevadero para las caravanas.

— Es una fuente construida por Abd al-Muttálib, tras haber tenido un sueño en el que veía el lugar donde se hallaba el manantial.

— Es un manantial de origen divino que data de los tiempos de Ibrahim, la paz sea con él, producido por la intervención del ángel Yibril.

¿En qué consistía la reparación de sangre entre los hashimíes?

— Ojo por ojo y diente por diente, es decir, que había que reparar la muerte de un hombre con la de otro, la de un niño con la de otro niño, etc.

— Había que sacrificar un número determinado de animales.

— Había que pagar una cantidad de dinero acorde a la posición social del difunto.

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UNIDAD 3

NACIMIENTO E INFANCIA DEL PROFETA

Abraha, virrey del Yemen, construye una iglesia en el Yemen

La iglesia es profanada

El año del elefante

Abraha ataca la Meca

El elefante se niega a obedecer

Los pájaros bombardean al ejército de Abraha

Muerte de Abdallah, el padre del Profeta Muhámmad

Amina da a luz a su hijo Muhámmad

El desierto

La apertura del pecho

Niñez en la Meca

Muerte de Amina, madre de Muhámmad

Su abuelo Abd al-Muttálib se hace cargo del niño

Muerte de Abd al-Muttálib. Abu Tálib, tío de Muhámmad se ocupa del niño

Abraha, virrey del Yemen, construye una iglesia

En el año 570, el Yemen se encontraba bajo el gobierno de Abisinia. El virrey del Yemen era un abisinio llamado Abraha, apodado “el desnarigado”. En Saná levantó una catedral magnífica con la esperanza de que reemplazara a Meca como el gran lugar de peregrinación para toda Arabia. Para su construcción hizo traer mármol de uno de los palacios abandonados de la Reina de Saba, colocó cruces de oro y plata y púlpitos de marfil y ébano.

La iglesia es profanada

La idea de desviar la peregrinación de los árabes hacia ese lugar provocó la ira entre las tribus de Hiyaz y Nayd. Finalmente, un hombre de Kinana, una tribu relacionada con el Quraish, fue a Saná con el propósito deliberado de profanar la iglesia, lo que hizo una noche, volviéndose luego sin novedad con su gente. Algunas fuentes hablan de que defecó en la iglesia.

El año del elefante

Cuando Abraha se enteró, juró que como venganza arrasaría la Ka’ba. Después de hechos los preparativos, se puso en marcha hacia la Meca con un gran ejército en cuya vanguardia colocó a un elefante, de nombre Mahmud, que destacaba por su corpulencia entre los otros elefantes. El nombre árabe de Mahmud, impropio de la lengua Abisinia, podría ser una arabización de la palabra Mamut. Hay quien cree que podría ser el último ejemplar de los mamuts.

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Algunas tribus árabes del norte de Saná intentaron impedir su avance, pero los abisinios los pusieron en fuga y se apoderaron de su jefe, Nufail, de la tribu de Jatham. Como rescate por su vida se ofreció a actuar como guía.

El Quraish y otras tribus vecinas celebraron un consejo de guerra y decidieron que era inútil intentar oponer resistencia al enemigo.

El elefante se niega a obedecer

Abraha se dispuso a entrar en la ciudad con la intención de destruir la Ka’ba y luego volverse a Saná por el mismo camino por donde habían venido. El elefante, ricamente enjaezado, fue conducido al frente del ejército, que ya estaba ordenado para el combate; cuando el poderoso animal llegó a su posición su guardián Unáis lo puso en la misma dirección hacia donde estaba dispuesta la tropa, es decir, hacia la Meca.

Pero Nufail, el guía forzoso, había marchado durante la mayor parte del camino en la vanguardia del ejército con Unáis y de éste había aprendido algunas de las palabras de mando que comprendía el elefante; y mientras la cabeza de Unáis se volvió para observar la señal de avance, Nufail agarró la gran oreja del elefante y le transmitió con voz apagada pero enérgica la orden de arrodillarse.

Acto seguido el elefante, lenta y pausadamente, se arrodilló sobre el suelo. Unáis le ordenó levantarse, pero el elefante no quiso moverse. Hicieron cuanto pudieron para que se incorporara; incluso le golpearon en la cabeza con barras de hierro y le pincharon en el vientre con ganchos de hierro, pero él permaneció inmóvil como una roca.

Los pájaros bombardean al ejército de Abraha

De improviso, por occidente el cielo se ennegreció y se escuchó un extraño sonido, su volumen aumentó a medida que una gran ola de oscuridad procedente de la dirección del mar los envolvía, y el cielo sobre sus cabezas, hasta donde alcanzaba la vista, se llenó de aves. Los sobrevivientes dijeron que volaban de forma parecida a los vencejos, y que cada ave llevaba tres guijarros del tamaño de guisantes secos, uno en el pico y otro entre las garras de cada pata.

Se lanzaron de aquí para allá sobre las filas, arrojando a la vez los guijarros, y éstos eran tan duros y caían con tanta velocidad que perforaban incluso las cotas de malla. El ejército se dio la vuelta y desistió de su ataque.

En la sura 105 del Corán se hace referencia a este suceso:

“¿No has visto lo que tu Sustentador hizo con el Ejército del Elefante? ¿No hizo fracasar por completo su estratagema? Pues envió contra ellos grandes bandadas de criaturas voladoras que hicieron llover sobre ellos golpes contundentes de un castigo prescrito, dejándolos como un sembrado devorado por el ganado?”

Unos pocos se quedaron en el Hiyaz y se ganaron la vida con el pastoreo o con otros trabajos. Pero la mayoría del ejército volvió en desorden a Saná. Muchos murieron por el camino y muchos otros, incluido Abraha, fallecieron poco después de regresar.

Muerte de Abdallah, padre de Muhámmad

Abdallah, el hijo de Abd al-Muttálib, no se encontraba en la Meca cuando sucedió el milagro de las aves. Se había ido para comerciar a Palestina y Siria con una de las

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caravanas; de regreso al hogar se había alojado con la familia de su abuela en Iatrib, y allí había enfermado.

La caravana prosiguió sin él hacia la Meca; cuando Abd al-Muttálib se enteró envió a Harith para que acompañase a su hermano en su retorno tan pronto estuviese suficientemente bien para viajar. Sin embargo, cuando Harith llegó a la casa de sus primos sus saludos encontraron respuestas de condolencia, y comprendió que su hermano había fallecido.

Amina da a luz a su hijo Muhámmad

Grande fue la aflicción en la Meca cuando Harith volvió. El único consuelo de Amina era el hijo que estaba esperando de su marido ahora fallecido, y su alivio fue mayor a medida que se fue acercando el momento del parto.

Era consciente de una luz en su interior y un día oyó una voz que le decía: "En tu seno llevas al señor de este pueblo, y cuando nazca di: Lo pongo bajo la protección del Uno, contra el mal de los que envidian. Luego, ponle por nombre Muhámmad."

Unas semanas más tarde nació el niño. Según las fuentes comúnmente admitidas, el día del nacimiento del Profeta fue el lunes, doce del mes de Rabi’ al Awwal del año 53 antes de la Hégira, correspondiente al año 569 de la era cristiana.

Amina se encontraba en casa de su tío y envió un mensaje a Abd al-Muttálib pidiéndole que fuese a ver a su nieto. Abd al-Muttálib tomó al pequeño en sus brazos y lo llevó al Santuario y al interior de la Casa Sagrada, donde pronunció una plegaria de agradecimiento a Dios. Luego lo llevó de nuevo con su madre.

El desierto

Era costumbre de todas las grandes familias de las ciudades árabes enviar a sus hijos, poco después del nacimiento, al desierto, para que fuesen amamantados y destetados y pasasen parte de su infancia entre una de las tribus beduinas. La Meca no tenía ningún motivo para ser la excepción, pues las epidemias no eran infrecuentes y el porcentaje de mortalidad infantil era elevado.

Pocos árabes sabían leer; aun así, la belleza del habla se consideraba como una virtud que todos los padres árabes deseaban para sus hijos. La valía de un hombre se juzgaba en gran parte por su elocuencia, y la corona de la elocuencia era la poesía. Tener un gran poeta en la familia era algo de lo que ciertamente había que enorgullecerse, y los mejores poetas procedían casi siempre de una u otra de las tribus del desierto, porque era en el desierto donde la lengua hablada estaba más próxima a la poesía.

Así pues, en cada generación había que renovar el vínculo con el desierto y muchos de los hijos de los quraishíes permanecían hasta ocho años en el desierto para que pudiera dejar en ellos una impronta duradera.

Halima, ama de leche

Algunas de las tribus tenían gran reputación por la lactancia y crianza de niños. Entre ellas se encontraba la de los Banu Sa’d ibn Bakr, una rama distante de los Hawazin, cuyo territorio se extendía al sureste de la Meca. Amina confió a su hijo a una mujer de esa tribu llamada Halima.

Este intercambio de beneficios entre ciudadanos y nómadas era tradicional. Para el beduino, la ventaja consistía en establecer un lazo duradero con una de las grandes familias. El ama de leche ganaba un nuevo hijo que la consideraría como una segunda madre y sentiría hacia ella durante el resto de su vida un deber filial.

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También se sentía hermano de los hijos de la mujer. Y la relación no era simplemente nominal. Los árabes consideran que el pecho es uno de los conductos de la herencia y que el que mama absorbe en su naturaleza cualidades de la nodriza que lo amamanta.

“Te hemos abierto el pecho…”

Un día, cuando Muhámmad y su hermano de leche estaban pastoreando los corderos detrás de las tiendas, su hermano llegó corriendo al lugar donde estaban los padres y dijo: “¡Mi hermano quraishí! dos hombres vestidos de blanco se lo han llevado, lo han tumbado, le han abierto el pecho y están hurgando en él con sus manos.” Sus padres fueron y lo encontraron de pie, pero su cara estaba muy pálida. Le preguntaron: “¿Qué te sucede, hijo mío?”

Él respondió:

“Dos hombres vestidos de blanco se acercaron a mí, me tumbaron y abrieron mi pecho“

Halima y Hárith, su marido, miraron por todos sitios, pero no había señal alguna de los hombres, como tampoco sangre o herida que corroborase lo que los dos niños habían dicho. Por muchas preguntas que les hiciesen no se retractarían de sus palabras ni las modificarían en ningún punto. Aún más: no había ni siquiera el rastro de una cicatriz en el pecho de su hijo adoptivo ni defecto alguno en su perfecto cuerpecito. El único rasgo algo insólito estaba en medio de su espalda, entre los dos hombros: una marca oval pequeña pero inequívoca en la que la carne era ligeramente protuberante, como si hubiese sido producida por una ventosa; pero la tenía desde su nacimiento.

En años posteriores el Profeta describiría el acontecimiento más detalladamente:

“Vinieron hacia mí dos hombres vestidos de blanco, con una jofaina de oro llena de nieve. Entonces me tendieron, y abriéndome el pecho me sacaron el corazón. Igualmente, lo hendieron y extrajeron de él un coágulo negro que arrojaron lejos. Luego lavaron mi corazón y mi pecho con la nieve."

En el Corán aparece la siguiente sura:

“¿No hemos abierto tu pecho, y te hemos librado de la carga que pesaba sobre tu espalda? ¿Y no te hemos elevado en dignidad? Y, ciertamente, con cada dificultad viene la facilidad: ¡realmente, con cada dificultad viene la facilidad!”

Tras este episodio milagroso, conocido como “la apertura del pecho” el niño dejó el desierto para volver con su madre, aunque cuando llegaron cerca de Meca el niño se perdió. Halima, toda preocupada, se dirigió a su abuelo Abd-al Muttálib y se pusieron a buscarlo. Al cabo de poco tiempo lo encontraron sano y salvo jugando con hojas caídas de un árbol.

Niñez en la Meca

El niño vivió en Meca con su madre durante unos tres años, ganándose el cariño de su abuelo, de sus tíos y tías y de los muchos primos con los que jugaba. Particularmente queridos le eran Hamza y Safía, los hijos del último matrimonio de Abd al-Muttálib, que había tenido lugar el mismo día que el de los padres de Muhámmad. Hamza era de su misma edad; Safía, un poco más pequeña -eran su tío y su tía por parte de padre y sus primos por parte de madre-, y entre los tres se forjó un fuerte y duradero vínculo.

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Muerte de Amina, madre de Muhámmad

Cuando tenía seis años su madre decidió llevarlo a visitar a los parientes de Iatrib. Se unieron a una de las caravanas que iban hacia el norte, cabalgando en dos camellos; Amina, en uno de ellos, y él en el otro con su fiel criada Báraka. En años posteriores contaría Muhámmad cómo aprendió a nadar en una alberca que pertenecía a sus parientes jazrayíes con quienes se alojaban, y cómo los niños le enseñaron a lanzar la cometa.

Poco después del iniciado viaje de vuelta Amina cayó enferma y se vieron obligados a detenerse, dejando que la caravana continuase sin ellos. Unos días más tarde murió en Abua -no lejos de Iatrib- y allí fue enterrada. Báraka hizo cuanto pudo para consolar al niño, ahora huérfano por partida doble, y en compañía de algunos viajeros lo llevó de nuevo a la Meca.

Años más tarde, siempre el Profeta pasaba por Abua, en el curso de sus expediciones, el Profeta se paraba para visitar la tumba de su madre y derramaba abundantes lágrimas. Se han conservado varios poemas compuestos por Amina y otros parientes de la familia de Abd-al Muttálib, lo que indica el nivel intelectual de esta familia, incluso entre las mujeres.

Su abuelo Abd al-Muttálib se hace cargo de Muhámmad. A la muerte de aquel, Abu Tálib se ocupa del niño.

Su abuelo se hizo entonces cargo de él por completo. A menudo se los podía ver juntos, cogidos de la mano, en la Ka’ba o en otros lugares de la Meca. Abd al-Muttálib incluso llevaba a Muhámmad consigo cuando asistía a la Asamblea, donde los principales hombres de la ciudad, cuarenta en total, se reunían para discutir sobre diversos asuntos.

A la edad de siete años, Muhámmad tuvo una enfermedad de los ojos y los médicos de Meca no pudieron curarlo, de modo que su abuelo lo llevó a un convento cristiano, cerca de ‘Ukaz donde lograron curarlo.

El joven Muhámmad era un niño muy inteligente e intuitivo, de manera que desarrolló la cualidad e encontrar cosas perdidas, Cuando ocurría que su abuelo o alguno de los parientes perdía algo encargaban a Muhámmad encontrarlo y siempre lo conseguía.

Dos años después de la muerte de su madre, cuando Muhámmad contaba con 8 años de edad, se vio afligido por la muerte del abuelo. Cuando estaba muriendo, Abd al-Muttálib confió su nieto a Abu Tálib, que era hermano uterino del padre del chico.

En adelante fue uno de sus propios hijos, y su mujer Fátima hizo todo cuanto pudo por ser una madre para el niño. Más tarde Muhámmad solía decir de ella que habría dejado pasar hambre a sus propios hijos antes que a él.

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SABER MÁS

CORÁN

“En cuanto al huérfano, no le menosprecies ni te aproveches de su debilidad; y en cuanto al que busca conocimiento o el que pide, respóndele de buenas maneras y no seas brusco con él.”

(La Luz de Media Mañana /9-10)

“¿Has visto a quien desmiente el Día del Juicio? Ése es el que desprecia al huérfano y no incita a dar de comer al pobre.”

(Los Útiles /1-3)

HADIZ

De Sahli Ibn Sa’d, Allah esté complacido con él, que dijo el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz:

“Yo y el tutor del huérfano en el Jardín, así. Señalando sus dedos índice y medio y separándolos.”

Lo relató Al Bujari.

De Abu Huraira, Allah se complació de él, que dijo el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz:

“El tutor del huérfano, sea pariente suyo o no, y yo, como estos dos en el Jardín (y señaló sus dedos índice y medio).”

Lo relató Muslim. (Riad As-Salihin. Capítulo 33)

Iahia me contó de Málik, que Safuan Ibn Sulaim oyó que el Profeta, que Allah le bendiga y le conceda paz, dijo:

"Yo y quien cuida del huérfano, ya sea por sí mismo o por otro, si tiene taqua, estaremos así en el Jardín," indicando sus dados índice y corazón.

(Al Muwata. Libro 51.5)

Iahia me contó de Málik, de Wahb Ibn Kaisan, que Muhámmad Ibn Amr Ibn Ata dijo:

"Estaba yo sentado con Abdallah Ibn Abbás, cuando llegó un hombre yemení. Dijo: ‘Paz sea con vosotros, y la misericordia de Allah y Su Bendición (as-salamu alaikum wa rahmatullahi wa barakatuhu)’, y luego dijo algo más en adición a esto. Ibn Abbás dijo (y para entonces ya había perdido la vista): ‘Quién es este?’ La gente dijo: ‘Es un yemení que ha venido a verte’, y se lo presentaron. Ibn Abbás dijo: ‘El saludo termina con la palabra bendición’."

(Al Muwata. Libro 53.2)

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De Anás, Allah esté complacido con él, que dijo:

“Dijo Abu Bakr a Ómar, Allah esté complacido de los dos, después de la muerte del Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz: ‘Ven con nosotros a visitar a Umm Aiman*, Allah esté complacido de ella, como solía visitarla el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz.’

Cuando llegaron donde ella estaba, empezó a llorar y le preguntaron: ‘¿Por qué lloras? ¿Es que no sabes que lo que Allah tiene es mejor para el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz?’

Dijo ella: ‘Ya lo sé y no lloro por eso. Lloro porque la revelación del cielo ya no vendrá más.’

Y estas palabras indujeron al llanto a ellos dos también.”

Lo relató Muslim.

*Umm Aiman fue sirvienta de Abdallah Ibn Abdul Mutálib. Era de Abisinia (Etiopía) y cuando Amina dio a luz al Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, después de morir su padre, Umm Aiman fue quien lo llevó en su regazo y lo crió hasta que se hizo mayor. En ese momento la liberó el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, se casó con Zaid Ibn Háritha y fue la madre de Osama, hijo de Zaid.

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PREGUNTAS

¿En qué contexto nació Muhámmad, la paz sea con él?

— En una sociedad tribal en la que los diferentes pueblos que habitaban la Península Arábiga sobrevivían gracias al comercio y a las peregrinaciones religiosas.

— En un contexto cultural árabe sin contacto con otros pueblos y, por ello mismo, capaz de preservar la tradición hasta ese momento.

— En el contexto de las guerras seculares que mantuvieron los árabes y los abisinios.

¿Qué podemos entender por “apertura del pecho”?

— La marca de la profecía que hicieron los ángeles en el cuerpo de Muhámmad, la paz sea con él, mientras dormía en el desierto.

— Una ceremonia de iniciación que se praticaba entre las tribus nómadas cuando los niños alcanzaban determinada edad.

— Una purificación del corazón, como paso previo para poder así recibir la revelación.

¿En qué valores se educó Muhámmad siendo niño?

— En una ausencia completa de valores, dado que las tribus estaban en lucha y la realidad sociocultural era bastante anárquica.

— En los valores propios de las gentes del desierto, entre los que destacaban la elocuencia, la solidaridad y la honestidad.

— En los valores propios del monoteísmo radical que imperaba entonces en la Península Arábiga, entre los que destacan la piedad, el ascetismo y la defensa bélica común frente a los idólatras.

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UNIDAD 4

ADOLESCENCIA DE MUHÁMMAD

Muhámmad, pastor de ovejas y cabras

Muhámmad acompaña a su tío Abu Tálib en sus viajes comerciales

El monje Bahira

La guerra sacrílega

Impartir justicia

El agravio

La Orden de caballería

Muhámmad caballero

Los Hunafá, adoradores del Dios de Ibrahim, el Dios único

Wáraqa, hijo de Naufal, primo de Abd al-Muttálib, espera la venida del Paráclito, el Consolador

Muhámmad, pastor de ovejas y cabras

Las riquezas de Abd al-Muttálib habían menguado durante la última parte de su vida, y lo que dejó a su muerte apenas ascendía a una pequeña herencia para cada uno de sus hijos. Algunos de ellos, en especial Abd al-‘Uzza, conocido como Abu Lahab, habían adquirido riquezas propias, pero Abu Tálib era pobre, y su sobrino Muhámmad se sentía obligado a hacer lo que podía para ganar su propio sustento, apacentando ovejas y cabras, principalmente, pasando así día tras día solo en las colinas que dominaban la Meca o en las vertientes de los valles que se extendían más allá. En aquella época no había escuela en Meca, por lo que Muhámmad no pudo aprender a leer ni a escribir.

Muhámmad acompaña a su tío Abu Tálib en sus viajes: el monje Bahira.

Su tío Abu Tálib le llevaba a veces consigo en los viajes y en una ocasión, cuando Muhámmad tenía unos nueve años, se fueron con una caravana de mercaderes hasta Siria.

En Bustra, más allá del mar Muerto, entre Jerusalem y Damasco, la caravana se detuvo para hacer sus negocios. Acamparon en los alrededores de la ciudad. Bustra era territorio bizantino y cerca de donde acamparon había un cenobio cristiano ocupado por un monje llamado Bahira. Este monje invitó a una comida a Abu Tálib y a su sobrino Muhámmad y entre otras cosas les habló de la llegada de un último Profeta, el paráclito o consolador, anunciada por Jesús en el evangelio. Las fuentes hablan de que Bahira vio en el joven Muhámmad las señales de la profecía.

Cuando terminó sus negocios en Siria, Abu Tálib regresó a la Meca con su sobrino, que continuó con su vida solitaria de antes. Sus tíos procuraron que Muhámmad, al igual que Abbas y Hamza, tuviese algún adiestramiento en el empleo de las armas de guerra.

Muhámmad poseía una notable aptitud para el tiro con arco y prometía ser un excelente arquero, como sus grandes antepasados Ibrahim e Ismael.

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Una notable ventaja con la que contaba para esto era la agudeza de su visión: tenía fama de ser capaz de contar no menos de doce estrellas de la constelación de las Pléyades.

La guerra sacrílega

En aquellos años el Quraish no estuvo envuelto en ninguna lucha, salvo un conflicto esporádico e intermitente que se conoció como la guerra sacrílega o guerra de la profanación (fiyar), porque había comenzado en uno de los meses sagrados.

Un liberto de la tribu de Kinana había dado muerte a traición a un hombre de Amir, una de las tribus Hawazin del Nayd, y se había refugiado en la inexpugnable ciudad fortaleza de Jáibar. El honor exigía venganza, por lo que la tribu del asesinado atacó a Kinana, la tribu del asesino, y el Quraish estuvo involucrado como aliado de Kinana.

El conflicto se arrastró durante tres o cuatro años, en los cuales hubo solamente cinco días de combate real.

Impartir justicia

La mayoría de los hombres principales del Quraish habían viajado a Siria y habían visto por sí mismos la manera de impartir justicia que prevalecía en el Imperio Bizantino. En Abisinia también era posible tener justicia sin recurrir a la lucha. Pero en Arabia no existía ningún sistema legal comparable por el que la víctima de un crimen o su familia pudiera obtener reparación; era pues natural que la guerra sacrílega, como otros conflictos anteriores, hiciese pensar a muchos en formas y medios para evitar la repetición de una situación semejante.

Pero en esta ocasión el resultado fue algo más que simples pensamientos y pala-bras: por lo que al Quraish se refería, había ahora una extendida buena disposición para pasar a la acción, y su sentido de justicia fue puesto a prueba por un incidente escandaloso que tuvo lugar en la Meca en las primeras semanas que siguieron a la conclusión de la guerra.

El agravio

Un mercader del puerto yemení de Zabid había vendido algunos artículos de valor a un notable del clan de Sahm. Una vez que los géneros obraron en su poder, el sahmí se negó a pagar el precio convenido. El mercader agraviado, como su agraviante bien sabía, era un extraño en la Meca y en toda la ciudad no tenía confederado o patrón al que poder acudir en busca de ayuda.

Aun así no estaba dispuesto a dejarse impresionar por la insolente confianza en sí mismo del otro hombre y, tomando posición en la ladera de Abu Qubáis, apeló a todo el Quraish con elocuencia ruidosa y vehemente para que se ocupara de que se hiciera justicia. Los clanes que no tenían alianza tradicional con Sahm respondieron de forma inmediata.

El Quraish estaba resuelto a mantenerse unido por encima de todo, sin hacer caso del clan, pero dentro de esa unión todavía existía una conciencia aguda de la desavenencia que, sobre el legado de Qusái, los había dividido en dos grupos: los Perfumados y los Confederados. Sahm era de los Confederados.

Uno de los jefes del otro grupo y uno de los hombres más ricos de la Meca en aquella época era el jefe de Taim, Abdallah ibn Yudan, quien ofreció entonces su gran casa como punto de reunión para todos los amantes de la justicia. De los Perfumados sólo estuvieron ausentes los clanes de Abdu Shams y Naufal. Háshim, Muttálib, Zuhra, Asad y Taim estaban todos bien representados.

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La orden de caballería (Hilf al-Fudul)

Habiendo decidido, después de una acalorada discusión, que era imperioso fundar una orden de caballería (Hilf al-Fudul) para el fomento de la justicia y la protección de los débiles, se fueron todos juntos a la Ka’ba, donde derramaron agua sobre la Piedra Negra dejando que cayese en un recipiente.

Entonces todos los hombres bebieron del agua así santificada y, con la mano derecha alzada por encima de las cabezas, juraron que en adelante, en todo acto de opresión que se cometiese en la Meca, se pondrían todos juntos como un solo hombre de parte del oprimido y contra el opresor hasta que se hiciera justicia, tanto si el oprimido era un hombre del Quraish como si había venido de fuera.

Los sahmíes, en consecuencia, fueron obligados a pagar su deuda, y ninguno de los clanes que no habían refrendado el pacto les ofreció ayuda.

Muhámmad, caballero

Zubayr de Háshim, junto con el jefe de Taim, fue uno de los fundadores de esta orden y llevó consigo a su sobrino Muhámmad, el cual tomo parte en el juramento y diría años más tarde: "Estuve presente en la casa de Abdallah ibn Yudan con motivo de un pacto tan excelente que no habría cambiado mi parte en él por un rebaño de camellos colorados”.

Otros de los presentes fueron el primo carnal del anfitrión, Abu Quhafa de Taim, junto con su hijo Abu Bakr, que era un año o dos más joven que Muhámmad y que, con el tiempo, habría de convertirse en su amigo íntimo.

Uno de los conceptos básicos del Islam es el de futuwa o caballerosidad, derivado de fatá (caballero) que sirvió de modelo a toda la caballería medieval europea. Tiene como modelo la manera de comportarse o sunna del Profeta Muhámmad. Como dijo el Profeta: “He sido enviado para hacer excelente la cortesía”. La futuwa es la excelencia espiritual en el comportamiento (adab) con Dios y su creación.

Los Hunafá, adoradores del Dios de Ibrahim, el Dios único

Había entre los árabes unos creyentes que conservaban la adoración abrahámica en toda su pureza. Sólo ellos comprendían que, lejos de ser algo tradicional, la idolatría era una innovación, un peligro del que había que guardarse.

Estos hunafá, (plural de hanif) como a sí mismos se llamaban, no querían tener nada que ver con los ídolos, cuya presencia en la Meca la consideraban una profanación y una corrupción. La palabra hanif se deriva del verbo hanafa, que significa literalmente "él se inclinó [hacia el estado o la tendencia correcta]" y la palabra tahannuf designaba las practicas y devociones de los buscadores de Dios unitarios de los tiempos preislámicos, y que consistían principalmente de vigilias, oración, recitaciones, meditación, contemplación y práctica del tauhid (Unidad del Ser) en todos los aspectos de la vida.

Wáraqa, hijo de Naufal, primo de Abd al-Muttálib, espera la venida del Paráclito, el Consolador.

Uno de los más respetados de ellos, de nombre Wáraqa, era el hijo de su primo segundo Naufal, del clan de Asad. Wáraqa era cristiano, y entre los cristianos de aquellos lugares existía la creencia de que era inminente la llegada de un Profeta.

En cuanto a los judíos se mostraban casi unánimes en su expectativa de un Profeta. Sus rabinos y otros hombres sabios les aseguraban que estaba a punto de aparecer

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uno; ya se habían cumplido muchas de las señales vaticinadas de su advenimiento y sería, sin duda alguna, un judío, porque ellos eran el pueblo elegido.

Los cristianos, entre ellos Wáraqa, tenían sus dudas sobre esto; no encontraban la razón de que no pudiera ser un árabe. Los árabes tenían incluso mayor necesidad de un Profeta que los judíos, ya que éstos, al menos, seguían la religión de Ibrahim -pues adoraban al Dios Uno y no tenían ídolos- y, por otra- parte, ¿quién sino un Profeta podría conseguir que los árabes se desembarazaran de la adoración de los dioses falsos?

En un extenso círculo alrededor de la Ka’ba, a cierta distancia de ella, había 360 ídolos y, además, casi todas las casas de la Meca tenían su dios, un ídolo grande o pequeño que era el centro del hogar. Cuando un hombre marchaba de casa, especialmente si salía de viaje, lo último que hacía antes de partir era ir ante el ídolo y pasarle la mano para obtener bendiciones de él, y eso mismo era lo primero que hacía al regreso. Y la Meca no era excepción en cuanto a estas cosas, porque estas prácticas imperaban en toda Arabia.

Ciertamente, existían algunas comunidades cristianas árabes bien arraigadas en el Sur, en Nayrán y en el Yemen, así como en el norte cerca de la frontera con Siria; pero la última intervención de Dios, que había transformado el Mediterráneo y extensas áreas de Europa, en casi seiscientos años no había producido prácticamente ningún impacto en la sociedad pagana que se centraba en el santuario mequí. Los árabes de Hiyaz y de la gran llanura de Nayd al oeste parecían impermeables al mensaje del Evangelio.

No es que el Quraish y las otras tribus paganas fuesen hostiles al cristianismo. Los cristianos, a veces, venían a honrar el Santuario de Ibrahim y eran recibidos como los otros creyentes. Además, a un cristiano le habían permitido e incluso lo habían animado a pintar una imagen de la virgen María y del niño Jesús en un muro interior de la Ka’ba, donde contrastaba marcadamente con las restantes pinturas.

Pero el Quraish era, por lo general, insensible a este contraste: para ellos se trataba simplemente de aumentar la multitud de ídolos mediante otros dos; y era en parte su tolerancia lo que los hacía tan impenetrables.

“No te hemos enviado sino como consuelo para los mundos…” (Corán: 21, 107)

Wáraqa sabía leer y había estudiado las escrituras y teología. En consecuencia, era capaz de ver que en una de las promesas de Cristo, referente al Paráclito, el Consolador, generalmente interpretada por los cristianos como referente al milagro de Pentecostés, había sin embargo ciertos elementos que no cuadraban con ese milagro y que debían tomarse como referentes a otra cosa, algo que todavía no se había cumplido.

'Y yo rogaré al Padre y os dará un Paráclito para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir porque no le ve, ni le conoce…. Mas el Paráclito… él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho… Pero cuando venga el Paráclito, a quien yo os enviaré del Padre, el espíritu de verdad, que procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. …Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Paráclito no vendría a vosotros… Y cuando él venga, dará al mundo evidencia convincente respecto al pecado, a la justicia y al juicio.' (Juan 14:16, 26; 15:26; 16:7)

En el Corán, en la sura de los Profetas, se declara respecto a Muhámmad: “No te hemos enviado sino como consuelo para los mundos…” (Corán: 21, 107).

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Cuando el Profeta Muhámmad tuvo el encuentro con el Ángel de la Revelación, será Wáraqa el que le confirme y anime en su misión.

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SABER MÁS

HADIZ

Se transmitió de Anás, Allah esté complacido con él, que dijo el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz:

“Si os saluda la gente del Libro, es decir: judíos y cristianos, contestad: ‘wa alaikum’ (y sobre vosotros).”

Lo relataron Al Bujari y Muslim. (Riad As-Salihin, Cap. 138: 2.872)

Se transmitió de Abu Musa Al-Asharí, Allah esté complacido con él, que dijo el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz:

“Tres clases de personas obtendrán doble recompensa: Un hombre de la gente del Libro que creyó en su profeta y después creyó en Muhámmad; el esclavo cuando cumple con los derechos de Allah y de su amo; y un hombre que tenía una esclava, la educó en los buenos principios del Islam, le enseñó cuanto necesitaba, y después la liberó casándose con ella.”

Lo relataron Al Bujari y Muslim. (Riad As-Salihin, Cap. 23: 4.1372)

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PREGUNTAS

¿Cómo definirías la futuwa?

— Un pacto intertribal de guerreros árabes que se unen para enfrentar a un enemigo exterior común.

— Es un estado interior, la actitud excelente con respecto a Allah y a Su creación.

— Son un conjunto de normas bélicas basadas en la equidad y en el respeto, una especie de pacto entre caballeros propuesto por el profeta Muhámmad, la paz sea con él.

¿Qué es y cuando surge el tahannuf?

— Es el conjunto de prácticas tradicionales de los unitarios que aparecen expresadas por primera vez en tiempos del profeta Ibrahim, la paz sea con él, que por esa misma razón es denominado hanif en el Corán.

— Es una forma de meditación preislámica que practicaban algunos pueblos de la Península Arábiga desde los primeros tiempos históricos, muy probablemente desde los tiempos del profeta Nuh, la paz sea con él.

— Una forma de concebir las relaciones intertribales que prevalecía en el Hiyaz en tiempos del profeta Muhámmad, cuando éste aún no había recibido la revelación del Corán.

¿Cuál era la actitud del Quraish de Meca con relación a judios y cristianos en tiempos de Muhámmad, la paz sea con él, antes de que éste recibisese la revelación?

— Una actitud de manifiesta hostilidad debido a la competencia que suponía la existencia de distintos lugares de peregrinación y a la consiguiente pérdida de influencia política y poder económico.

— Tenían una actitud contradictoria, ya que, por una parte animaban a judios y cristianos a peregrinar al santuario mequí, pero por otro lado les impedían manifestar los signos exteriores de su creencia.

— Eran tolerantes y al mismo tiempo indiferentes. Lo único que querían era mantener el flujo de peregrinos y mercaderes en la ciudad de Meca.

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UNIDAD 5

CASAMIENTO

Muhámmad, mercader

Muhámmad pide en matrimonio a Umm Hani

Muhámmad entra al servicio de Jadiya

Viaje a Siria

Jadiya se interesa por Muhámmad

Acuerdo de matrimonio

Muhámmad, padre de seis hijos

Báraka. Zaid, el hijo adoptado. Safía

Alí hijo de Abu Tálib

La Gente de la Casa

Muhámmad, mercader

Muhámmad había sobrepasado ya su vigésimo año de vida y, a medida que el tiempo pasaba, recibía cada vez más invitaciones de sus parientes para unirse a ellos en sus viajes al exterior. Finalmente, llegó un día en que le pidieron que se hiciese cargo de los géneros de un mercader que estaba incapacitado para viajar, y su éxito en esta tarea lo llevó a otros compromisos similares. Estuvo así en disposición de ganarse un mejor sustento y el matrimonio se convirtió en una posibilidad.

Muhámmad pide casarse con Umm Hani, sin conseguirlo

Su tío y tutor Abu Tálib tenía en aquel tiempo tres hijos: el mayor, Tálib, de aproximadamente la misma edad que Muhámmad; Aqil, de trece o catorce años, y Yafar, que era un niño de cuatro. Abu Tálib también tenía hijas, una de ellas en edad casadera. Su nombre era Fátima, más tarde llamada Umm Hani, nombre este por el que siempre se la conoce.

Un gran afecto había crecido entre ella y Muhámmad, que pidió a su tío que le permitiese desposarla. Abu Tálib, sin embargo, tenía otros planes para su hija: su primo Hubaira, el hijo del hermano de su madre, del clan del Majzum, igualmente había pedido la mano de Umm Hani y Hubaira no sólo era un hombre de cierto caudal sino que era también, como el mismo Abu Tálib, un poeta de talento. Además, el poder del Majzum en la Meca iba en un aumento que era proporcional al declive del de Háshim; Abu Tálib, pues, casó a Umm Hani con Hubaira.

Muhámmad entra al servicio de Jadiya

Uno de los ricos mercaderes de la Meca era una mujer, Jadiya, hija de Juwailid, del clan de Asad. Era prima carnal de Wáraqa, el cristiano, y de su hermana Qutaila y, al igual que ellos, prima lejana de los hijos de Háshim. Ya había estado casada dos veces, y desde la muerte de su segundo marido había sido su costumbre contratar a un hombre para que comerciase en su nombre. De cada matrimonio había tenido un hijo y una hija respectivamente, llamados ambos Hind.

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Muhámmad se había hecho conocido en toda la Meca como "al-Amin", el Digno de confianza, el Honrado, el Honesto, y esto inicialmente se debía a los informes de quienes le habían confiado sus mercancías en varias ocasiones. Jadiya también había oído a la familia hablar muy bien de él, y un día le envió un mensaje pidiéndole que llevase a Siria algunas de sus mercancías.

Jadiya se interesa por Muhámmad

Cuando Muhámmad volvió de Siria fue a la casa de Jadiya, llevándole los géneros que había comprado en los mercados de Siria con el dinero obtenido de lo que había vendido. Jadiya escuchó sentada a Muhámmad mientras éste describía el viaje y le hablaba de las transacciones que había hecho. Éstas resultaron ser rentables: Jadiya había podido vender los bienes recién adquiridos por casi el doble de lo que habían costado.

Tan pronto como él se hubo marchado, consultó a una amiga suya, Nufaisa, que se ofreció a dirigirse a él en nombre de ella y, si era posible, a concertar un matrimonio entre ambos. Se dice que Nufaisa era una káhina o adivina.

Según algunas fuentes, Jadiya tendría 40 años, pero Ibn Al Habib nos asegura que no tenía más de 28 años, y que pertenecía a la tribu de Asad, de la que provienen el patricio Utmán ibn Al Huwairith y el hanif Wáraqa ibn Naufal, tenidos por dirigentes cristianos. Según algunos relatos, la hermana de Wáraqa leía también la Biblia, no sabemos si en su traducción árabe o en siríaco, lengua litúrgica de los nasara o cristianos.

Nufaisa fue a ver a Muhámmad y le preguntó por qué no se casaba. "No dispongo de medios para casarme", respondió él. "Pero si se te diesen los medios", dijo ella, "y si se te ofreciese una alianza en la que hay belleza y propiedades, nobleza y abundancia, ¿no consentirías?". “Quién es ella?", dijo él. "Jadiya", contestó Nufaisa. "¿Y cómo podría ser mío un matrimonio tal?", dijo Muhámmad. "¡Déjamelo a mí!", fue lo que ella respondió. "Por mi parte", dijo él, "yo consiento." Muhámmad contaba entonces con 25 años.

Se acuerda el matrimonio

Nufaisa volvió con estas nuevas a Jadiya, que entonces envió un mensaje a Muhámmad pidiéndole que viniese a verla; cuando él llegó le dijo: "Hijo de mi tío, te amo por tu parentesco conmigo y porque tú siempre estás en el centro sin ser de los que entre la gente son partidarios de esto o aquello, y te amo por tu formalidad, por la belleza de tu carácter y la veracidad de tu palabra."

Luego ella misma se ofreció en matrimonio, y acordaron que él hablaría con sus tíos y ella con su tío Amr, el hijo de Asad, porque Juwailid, su padre, había fallecido. Fue Hamza, a pesar de su relativa juventud, en quien los hashmíes delegaron para que les representase en este acontecimiento, sin duda porque era el más estrechamente relacionado de ellos con el clan de Asad, debido a que su hermana uterina Safía se había casado recientemente con el hermano de Jadiya, Awam. Así pues Hamza acudió con su sobrino a ver a Amr y le pidió la mano de Jadiya acordaron que Muhámmad le entregaría a ella 20 camellas como dote o mahr, aunque otras fuentes hablan de 12 onzas de oro.

Muhámmad, padre de seis hijos

EL novio dejó la casa de su tío y se fue a vivir a la de la novia. Al mismo tiempo que una esposa, Jadiya fue también una amiga para su esposo, compartiendo sus inclinaciones e ideales en notable grado. Su matrimonio fue extraordinariamente bendito y lleno de una gran felicidad, aunque no estuvo exento de los pesares de la

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aflicción. Incluso hoy en día en muchas partes del mundo islámico, con motivo del matrimonio musulmán, el oficiante pronuncia en su sermón, entre otras cosas: “Que Dios una a esta pareja en la misma amistad que existía entre Adam y Eva… y entre Muhámmad y Jadiya”.

En el transcurso de 10 años, Jadiya dio a luz a seis hijos, dos varones y cuatro hembras. El hijo mayor fue un niño llamado Qasim que significa “el que distribuye la caridad” y a Muhámmad se le conoció como Abu-l-Qasim, el padre de Qasim; pero el niño murió antes de cumplir los dos años. El siguiente fue una niña, a la que llamaron Záinab, que fue seguida de tres niñas más: Ruqaia, Umm Kulthum y Fátima, y de otro hijo de corta vida.

Muhámmad trabaja para mantener a su familia y no tocaba el dinero de su mujer, según la costumbre que ha pervivido en el Islam de mantener los bienes de la mujer en su posesión, sin que el marido tenga ningún derecho sobre ellos.

Báraka

El día de su matrimonio Muhámmad liberó a Báraka, la fiel esclava Abisinia, de la que el Profeta pudo aprender algo de su lengua, que había heredado de su padre. La casaron con un hombre de Iatrib al cual dio un hijo, por el que fue conocida como Umm Aiman, la madre de Aiman.

Zaid

El mismo día, Jadiya lo obsequió con uno de sus siervos, un joven de quince años llamado Zaid. Él y otros jóvenes habían sido adquiridos recientemente en la gran feria de ‘Ukad por el sobrino de Jadiya.

Zaid estaba orgulloso de su linaje. Su padre, Háritha, era de la gran tribu septentrional de Kalb, cuyo territorio se extendía por las llanuras entre Siria e Iraq. Su madre pertenecía a la no menos ilustre tribu vecina de Tai, uno de cuyos jefes en aquel tiempo era el poeta-caballero Hatim, famoso en toda Arabia por su caballerosidad y su generosidad fabulosa.

Zaid es vendido como esclavo

Varios años habían pasado entonces desde que la madre de Zaid lo había llevado a visitar a la familia de ella y la aldea donde estaban había sido objeto de una incursión de jinetes de los Banu Qain que se habían llevado al chico y lo habían vendido como esclavo. Háritha, su padre, lo había buscado en vano, y Zaid no había visto a ningún viajero de Kalb que le pudiese llevar un mensaje a sus padres.

Pero la Ka’ba atraía peregrinos de todas las partes de Arabia y, un día durante la estación sagrada, varios meses después de haberse convertido en criado de Muhámmad, vio a varios hombres y mujeres de su propia tribu y clan en las calles de la Meca. Entonces abordó a los peregrinos kalbíes y les saludó con un poema.

Zaid elige quedarse con Muhámmad

Cuando los peregrinos volvieron a sus hogares portando noticias sobre Zaid Háritha se puso inmediatamente en camino hacia la Meca con su hermano Ka’b, y dirigiéndose a Muhámmad le rogaron que permitiese el rescate de Zaid por la cantidad que pidiese. "Que elija él," dijo Muhámmad, “y si os elige a vosotros, es vuestro sin rescate; si me elige a mí, yo no soy quien deba poner a otro por encima de quien me ha elegido."

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Entonces llamo a Zaid y le preguntó si conocía a los dos hombres. "Éste es mi padre", dijo el joven, “y este es mi tío." "A mí tú me conoces", dijo Muhámmad, "y has visto mi compañerismo hacia ti, así pues elige entre ellos y yo." Pero la elección de Zaid ya estaba hecha y dijo enseguida: "No elegiría a ningún hombre antes que a ti. Tú eres para mí como mi padre y mi madre."

Muhámmad emancipa a Zaid y lo adopta como hijo

Toda ulterior conversación fue abreviada por Muhámmad, que les ordenó entonces que fuesen con él a la Ka’ba; y, de pie, en el Hiyr, dijo en voz alta: "¡Oh todos los presentes, dad testimonio de que Zaid es mi hijo; yo soy su heredero y él es el mío!"

El padre y el tío tuvieron así que volverse sin que su propósito se hubiera visto cumplido. Pero teniendo en cuenta el profundo amor mutuo que había ocasionado esta adopción, la historia que tuvieron que contar a su tribu no era una historia ignominiosa; además, cuando vieron que Zaid era libre y restablecido en su honor, con lo que prometía tener una posición elevada entre las gentes del Santuario que podría beneficiar a sus hermanos y parientes en años venideros, se resignaron y regresaron sin amargura. Desde ese día el nuevo hashimí fue conocido en la Meca como Zaid ibn Muhámmad.

Safía

Entre las personas que con más frecuencia visitaban la casa estaba Safía, ahora cuñada de Jadiya, la más joven de las tías de Muhámmad, más joven incluso que él. Solía llevar con ella a su hijito Zubair, llamado así por el hermano mayor de Safía. Así pues, Zubair conoció bien a sus primas, las hijas de Muhámmad, desde su más tierna infancia. Con Safía también venía su fiel criada Salma, que había asistido a Jadiya en el parto de todos sus hijos y que se consideraba a sí misma como una más de la casa.

Alí, hijo de Abu Tálib

Abu Tálib tenía más hijos de los que podía mantener, y la escasez dejó sentir su peso sobre él abrumadoramente. Muhámmad lo advirtió y sintió que había que hacer algo. Abu Lahab era el más rico de sus tíos, pero estaba algo distanciado del resto de la familia, en parte sin duda porque nunca había tenido hermanos o hermanas uterinos entre ellos, habiendo sido único hijo de su madre. Muhámmad prefería pedir ayuda a Abbas, que bien podía proporcionarla, ya que era un próspero mercader, y con él tenía una estrecha relación por haberse criado juntos. Igual de íntima, o incluso más, era la mujer de Abbas, Umm al-Fadl, que lo quería muchísimo y siempre lo recibía afectuosamente en su casa.

En consecuencia se dirigió entonces a ellos y sugirió que cada una de las dos familias debía hacerse cargo de los hijos de Abu Tálib hasta que la situación mejorase. Asintieron de buena gana, y los dos hombres fueron a ver a Abu Tálib, que dijo tras escuchar su propuesta: "Haced vuestra voluntad, pero dejadme a Aqil y Tálib." Yafar tenía entonces unos quince años y ya no era el más pequeño de la familia. Su madre, Fátima, había dado aún otro hijo a Abu Tálib, unos diez años más joven, y le habían llamado Alí. Abbas dijo que él se encargaría de Yafar, con lo cual Muhámmad acordó hacer lo mismo con Alí.

La Gente de la Casa (Ahl al-Bait)

Fue por esa época cuando Jadiya había dado a luz a su último hijo, un niño llamado Abdallah, pero el pequeño había fallecido a una edad aún más temprana que

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Qasim. En cierto sentido fue reemplazado por Alí, que fue criado como un hermano para sus cuatro primas, siendo aproximadamente de la misma edad que Ruqaia y Umm Kulthum, algo más joven que Záinab y un poco mayor que Fátima. Estos cinco, junto con Zaid, formaban la familia más inmediata de Muhámmad y Jadiya.

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SABER MÁS

HADIZ

De ‘Aisha, Allah esté complacido de ella, que dijo:

“No he sido tan celosa de las mujeres del Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, como lo he sido de Jadiya, Allah esté complacido de ella. Yo no la llegué a conocer (Porque Jadiya murió antes de que se casara ‘Aisha) pero él solía recordarla a menudo. A veces sacrificaba una cabra, troceaba sus miembros y los enviaba a las amigas de Jadiya. Y si yo le decía: ‘¡Como si no hubiese en este mundo otra mujer más que Jadiya!’ El decía elogiándola: ‘Verdaderamente ella era tal y tal. Y tuve hijos suyos’.”

Lo relataron Al Bujari y Muslim. (Riad As-Salihin, Cap. 42: 3. 348)

De Abu Ibrahim Abdallah Ibn Abu Aufa, Allah esté complacido de los dos, se transmitió:

“Que el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, anunció a Jadiya, Allah esté complacido de ella, que tendría una casa en el Jardín de perlas huecas, en la que no oiría ningún ruido ni sentiría cansancio alguno.”

Lo relataron Al Bujari y Muslim. (Riad As-Salihin, Cap. 95: 1. 711)

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PREGUNTAS

¿Quién era conocido como al-Amín y por qué?

— Al Amín era el seudónimo de un monje cristiano que reconoció a Muhámmad como profeta mucho antes de que descendiese sobre él el Corán. al-Amin significa “el que conoce la profecía”.

— Zaid, el esclavo que fue liberado por Muhámmad, la paz sea con él, era conocido como Al Amín debido a las circunstancia de su liberación, ya que al-Amín quiere decir “el liberado sin dificultad”.

— El profeta Muhámmad, la paz sea con él, era conocido por ese nombre debido a su naturaleza proclive a generar confianza.

¿Podrías definir el matrimonio entre Jadiya y Muhámmad?

— Una unión fundamentalmente comercial, ya que Jadiya era una rica comerciante de Yatrib y necesitaba de alguien que la representara en las caravanas que atravesaban la Península Arábiga.

— Un matrimonio que aunaba diversos aspectos existenciales: colaboración comercial y estrechamiento de vínculos intertribales, así como una mutua admiración moral y espiritual.

— Una unión básicamente espiritual, dado que ambos conocían el decreto divino que había descendido con la revelación, aunque incluia varios planos existenciales: amoroso, político y comercial.

¿Qué parentesco existía entre Muhámmad y Alí Ibn Abu Tálib?

— Eran primos hermanos.

— Eran primos segundos.

— Alí era sobrino carnal de Muhámmad

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UNIDAD 6

EL ENCUENTRO CON EL ANGEL

El despertar de la aurora, el Ishraq

El retiro en la cueva Hira

Lailatu-l-Qadr: la Noche del Destino

Muhámmad, el Rasul de Allah

Jadiya consulta a Wáraqa

Wáraqa confirma a Muhámmad

Una segunda revelación

El Cálamo

La Fatra, el Silencio del Ángel

El esplendor de la mañana

El Ángel le enseña a hacer la ablución y la plegaria

El tapado bajo el manto

Los primeros compañeros

El despertar de la Aurora (Ishraq)

Cerca de los 40 años comenzó a experimentar poderosas señales internas. Cuando le preguntaban por éstas él hablaba de "visiones verídicas" que le venían durante el sueño, y decía que eran "como el despuntar de la luz de la aurora”: todo lo que veía en los sueños lo encontraba “realizado” en los hechos de los días posteriores.

El retiro en la cueva Hira

El resultado inmediato de estas visiones fue que la soledad se le hizo querida, y se iba para hacer retiros espirituales a una cueva en el Monte Hira, no lejos de las afueras de la Meca. No había en esto nada que hubiera parecido especialmente extraño, ya que entre los descendientes de Isma’il el retiro había sido una práctica tradicional y en cada generación había habido gente que se retiraba de tiempo en tiempo a un lugar solitario para poder pasar un período no contaminado por el mundo de los hombres. El propio abuelo de Muhámmad, Abd al-Muttálib ya se retiraba a la cueva Hira durante el mes de Ramadán.

De acuerdo con esta práctica inmemorial, Muhámmad se llevaba unas pocas provisiones y consagraba las noches a la adoración de Dios. Luego volvía con su familia y tomaba más provisiones y se marchaba de nuevo a la montaña o Jadiya le enviaba las provisiones sin necesidad de romper el retiro (jalua). Cuando regresaba de la cueva, se dirigía primero a la Ka’ba para hacer las siete circunvalaciones rituales antes de entrar en su hogar. Otras fuentes hablan de que su esposa Jadiya le solía acompañar en sus retiros.

La cueva Hira se encuentra en la cima de la montaña de la Luz (Nur) situada a un kilómetro apenas de la casa del Profeta. Es lo suficientemente alta para permitir a un hombre permanecer de pie y lo bastante larga como para que pueda dormir en ella.

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Durante estos pocos años a menudo sucedía que, cuando había abandonado la ciudad y se estaba acercando a la cueva, oía claramente las palabras "La paz sea contigo, ¡oh Mensajero de Dios!" y se volvía para mirar quién hablaba, pero nadie había a la vista, y era como si las palabras hubiesen salido de un árbol o una piedra.

Lailatu-l-Qadr: la Noche del Destino

Una noche hacia finales de Ramadán, en su cuadragésimo año de vida, encontrándose solo en la cueva, vino a él un Ángel (malak) en la forma de un ser de luz.

El Ángel le dijo que era Gabriel, (Yibril) que Dios enviaba para anunciarle que había sido elegido como mensajero (rasul).Traía un pedazo de tela de brocado en la que había algo escrito. Le enseño a hacer las abluciones y cuando se le ordenó: "¡Recita!" y él Profeta contestó: "No soy un recitador". Después de esto, como él mismo contó: "el Ángel me agarró y me oprimió en su abrazo y de nuevo, cuando había llegado al límite de mi resistencia me soltó y dijo: «¡Recita!» y yo volví a decir: ‘No soy un recitador’. Entonces, por tercera vez- me oprimió como antes: luego me soltó y dijo:

¡Recita en el nombre de tu Señor, el que todo ha creado! Ha creado al hombre de un coágulo. ¡Recita! Tu Señor es el más Generoso, Él, que ha enseñado con el cálamo, ha enseñado al hombre lo que éste no sabía.

(Corán, 96)

Muhámmad recitó estas palabras después del Ángel, que entonces lo abandonó, y dijo él: "Fue como si las palabras hubieran sido escritas en mi corazón."

Muhámmad, mensajero de Dios (Rasul Allah)

Pero temió que esto pudiera significar que se había convertido en un poeta inspirado por los yinn (genios) o en un poseso. Así pues, abandonó la cueva, y cuando había recorrido la mitad de la ladera de la montaña escuchó una voz por encima de él, que decía: "¡Oh, Muhámmad!, tú eres el mensajero de Dios y yo soy Gabriel."

Levantó los ojos hacia el cielo y allí estaba su visitante llenando todo el horizonte, y de nuevo dijo:

"¡Oh, Muhámmad!, tú eres el mensajero de Dios y yo soy Gabriel."

El Profeta permaneció observando al Ángel; dondequiera que mirase, ya fuese hacia el norte o hacia el sur, hacia el este o hacia el oeste, el Ángel estaba siempre allí, sobre el horizonte.

Finalmente, el Ángel desapareció y el Profeta descendió la ladera y fue a su casa. "¡Arrópame! ¡Arrópame!" le dijo a Jadiya cuando con el corazón todavía palpitante se echó en el lecho. Alarmada, aunque sin atreverse a preguntarle, trajo rápidamente un manto y lo extendió sobre él.

Cuando la intensidad de su estremecimiento hubo disminuido le contó cuanto había visto y oído.

Jadiya consulta a Wáraqa

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Después de haberlo tranquilizado con sus palabras, Jadiya fue a hablar con su primo Wáraqa, que ya era un anciano y estaba ciego:

"¡Santo! ¡Santo!", dijo él. "Por Aquél en cuyas manos está el alma de Wáraqa, le ha sido descendido a Muhámmad, el mayor Namus, el mismo que le vino a Moisés. Ciertamente, Muhámmad es el Profeta de su pueblo. Que esté seguro."

Namus es la palabra arabizada del griego Nomos, la Ley revelada a Moisés en el Sinái. En consecuencia, Jadiya se volvió a casa y le repitió estas palabras al Profeta. Muhámmad visitó después a Wáraqa y éste le confirmó personalmente lo que había dicho a Jadiya.

Wáraqa confirma a Muhámmad

Wáraqa le dijo: "Cuéntame, ¡oh, hijo de mi hermano!, qué has visto y oído."

El Profeta se lo contó, y el anciano le volvió a decir lo que había referido a Jadiya, pero esta vez añadió: "Se te llamará mentiroso y serás maltratado, te expulsarán y te harán la guerra, y, si yo vivo para ese día, Dios sabe que apoyaré Su causa." Luego se inclinó hacia él y le besó la frente, y el Profeta regresó a su casa.

La presencia de Wáraqa nos indica que en Meca había una comunidad de nasara o cristianos nazoreos de la comunidad cristiana primitiva, no trinitiarios, que consideraban a Jesús como un Profeta enviado y no como un miembro de la Trinidad, es decir, que representaban la genuina enseñanza de Jesús. Estos cristianos esperaban al Profeta venidero, el Consolador o Paráclito anunciado por Jesús.

Muhámmad representa entonces el siguiente eslabón en la cadena profética y el sello de la profecía. Como dijo el Profeta Muhámmad: “De todos los Profetas, yo soy el que más se parece a Jesús”.

Wáraqa cumple la misma función iniciática con Muhámmad que Juan Bautista respecto a Jesús, la de confirmador y testigo de la misión profética de Muhámmad.

Una segunda revelación

Las noticias tranquilizadoras de Jadiya y Wáraqa fueron seguidas por una reafirmación procedente del Cielo en la forma de una segunda Revelación. La manera de producirse no se ha registrado, aunque al preguntarle cómo le venía la Revelación el Profeta mencionó dos formas: "Algunas veces me viene como el retumbar de una campana, y ésa es la más dura para mí; cuando me he enterado de su mensaje disminuye el estruendo. Y a veces el Ángel toma la forma de un hombre y me habla, y yo soy consciente de lo que me dice."

Según narran las fuentes, el Profeta oías primero como un sonido metálico, en ese momento su atención se concentraba y era entonces cuando recibía el mensaje. “Siempre que recibía la revelación – dijo el Profeta- pensaba que mi alma iva a abandonar mi cuerpo”.

Otros relatos, en boca se sus compañeros hablan de una inmobilidad total, al punto que parecía hipnotizado, totalmente absorto y acompañada de una efusión abundante de sudor. Solían escuchar un rumor como el de un enjambre de abejas. El cuerpo del Profeta, además de rígido, se volvía pesado, de tal manera que cuando la Revelación le descendía sentado sobre su camella, esta se agitaba como si se le fueran a partir las patas. Cuando terminaba de recibir el mensaje, llamaba a alguno de sus compañeros letrados y les dictaba su contenido, ordenándoles distribuir copias entre sus compañeros y compañeras para que la aprendiesen.

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El Cálamo

La segunda Revelación, esta vez, comenzó con una sola letra, el primer ejemplo de las letras crípticas con las que comienzan varios mensajes coránicos. La letra fue seguida de un juramento divino, prestado “por el cálamo”, que ya había sido mencionado en la primera Revelación como el principal medio de Dios para enseñar a los hombres Su sabiduría.

Cuando le preguntaron acerca del cálamo, el Profeta dijo: "La primera cosa que Dios creó fue el cálamo. Creó la tabla y le dijo al cálamo: ‘¡Escribe!’ Y el cálamo respondió: ‘¿Qué escribo?’ Dios dijo: ‘Escribe Mi conocimiento y Mi creación hasta el Día de la Resurrección.’ Entonces el cálamo trazó lo que se le había mandado."

El juramento “por el cálamo” es seguido de un segundo juramento por lo que escriben, y entre lo que ellos, esto es, los Ángeles, escriben en el Cielo con cálamos menores sobre tablas menores está el arquetipo celestial del Corán, al cual Revelaciones posteriores se refieren como a “una recitación (Corán) gloriosa en una tabla inviolable” (Corán, 85, 21-2.) y como a “la Madre del Libro” (Corán: 13, 39.). Los dos juramentos van seguidos de la reafirmación Divina:

Nun. Por el cálamo y lo que escriben, no eres ningún poseso por la gracia de Tu Señor. Tuya será una recompensa sin límites y verdaderamente magnánima es tu naturaleza.

(Corán: 68, 1-4).

La Fatra: El silencio del Ángel

Después de la llegada de los primeros Mensajes hubo un periodo de silencio (fatra) del Ángel que algunos estiman en dos o tres años y otros en pocos días. El Profeta comenzó a temer si habría incurrido en algún tipo de desagrado del Cielo, aunque Jadiya le confortaba y decía continuamente que eso no era posible.

El Esplendor de la Mañana

Entonces, al fin, el silencio se rompió y llegó una nueva reafirmación, y, con ella, el primer mandato directamente relacionado con su misión:

¡Por el esplendor de la mañana, y por la noche cuando está tranquila! Tu Señor no te ha abandonado ni aborrecido, y para ti será mejor la última que la primera,

y Tu Señor te dará y quedarás satisfecho. ¿No te encontró huérfano y te amparó, y te encontró extraviado y te guió, y te encontró necesitado y te enriqueció? Al huérfano, pues, no lo oprimas. Al mendigo no lo rechaces, y proclama la gracia de tu Señor."

(Corán: 93).

El ángel Gabriel le enseña a hacer la ablución y la plegaria

De acuerdo con estas dos últimas palabras, Muhámmad comenzó entonces a hablar del Ángel y de las Revelaciones a aquéllos que, después de su mujer, le eran más próximos y más queridos. Aún no les había hecho ningún requerimiento, salvo que no debían divulgar su secreto.

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Pero esta situación no duró mucho: un día se le apareció Gabriel sobre el elevado terreno situado por encima de la Meca y golpeó con el talón la hierba que cubría la colina; al instante brotó de allí una fuente. Entonces hizo la ablución ritual (wudu) para mostrar al Profeta cómo purificarse para la adoración, y el Profeta siguió su ejemplo.

Luego le enseñó las posturas y los movimientos de la plegaria (azalá): el mantenerse de pie, la inclinación, la prosternación y la posición de sentado, con la magnificación (takbir) repetida, esto es, las palabras “Allahu Akbar”, Dios es Más Grande, y el saludo final “As-Salamu alaikum”, la Paz sea con vosotros, y de nuevo el Profeta siguió su ejemplo.

Después el Ángel lo dejó, y el Profeta se volvió a su casa y enseñó a Jadiya todo lo que había aprendido y juntos hicieron la plegaria.

El tapado bajo el manto

El Profeta se encogía ante el tremendo impacto de recibir la Palabra Divina y se solía cubrir el rostro bajo un manto. En un versículo o aleya del Corán se alude a la carga física que suponía aceptar la revelación:

“Si hubiéramos hecho descender este Corán sobre una montaña, la habrías visto postrarse humildemente y hendirse por miedo a Dios”.

(Corán: 59, 21-2)

El impulso que le había movido a exclamar "¡Cúbreme, cúbreme!" todavía le venía a veces, y una noche, cuando yacía envuelto en un manto, su retiro se vió interrumpido por una Orden Divina más severa y apremiante que cualquiera de las recibidas con anterioridad, mandándole advertir a los hombres acerca del Día del Juicio:

¡Oh Tú, tapado bajo el manto, mantente en vela toda la noche salvo un poco, la mitad de la noche o menos de la mitad, o algo más, y con cuidado y claridad recita el Corán. En verdad depositaremos sobre ti la carga de una grave palabra!

(Corán: 73, 1-5).

En el mismo pasaje estaba la orden:

Y recuerda el nombre de Tu Señor y dedícate a Él con completa devoción. Señor del Oriente y del Occidente, no hay más dios que ÉL ¡Tómalo, pues, a Él, en Él deposita tu confianza!

(Corán: 73, 8-9.).

Vinieron otras revelaciones que confirmaban y aumentaban las seguridades ya dadas al Profeta, y en una ocasión el Ángel, solamente visible para él, como ocurría siempre, le dijo:

"Comunica a Jadiya saludos de Paz de su Señor."

Así pues, él le dijo: "¡Oh Jadiya, aquí está Gabriel, que te saluda con la Paz de tu Señor!"

Y cuando Jadiya pudo encontrar palabras que decir, respondió:

"Dios es la Paz, y la Paz procede de Él, y la Paz sea sobre Gabriel!"

Los primeros compañeros

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Los primeros partidarios de la nueva religión mantenían, con el Profeta, largas vigilias.

Del mismo modo, se apresuraron a aprenderse de memoria todo lo que había sido revelado del Corán para poder salmodiarlo como parte de su adoración. Las Revelaciones comenzaron a ser más abundantes, una larga letanía que aumentaba rápidamente, que hablaba de lo efímero de las cosas terrenas, de la muerte y de la certeza de la Resurrección y del Juicio Final, seguido del Infierno o del Paraíso.

Pero sobre todo hablaba de la Gloria de Dios, de su Unicidad Indivisible, su Verdad, Sabiduría, Bondad, Misericordia, Munificencia y Poder, y, por extensión, se refería continuamente a sus Signos, las maravillas de la naturaleza, y a su armonioso funcionamiento conjunto que daba testimonio de forma harto elocuente de la Unidad de su Exclusivo Originador. La Armonía es la huella de la Unidad sobre la multiplicidad, y el Corán llama la atención sobre esa armonía como un tema para la meditación del hombre.

Los creyentes se saludaban entre sí con las palabras que Gabriel le había comu-nicado al Profeta como el saludo de las gentes del Paraíso: "¡La Paz sea con vosotros!" (As salamu ‘alaikum), a lo que se responde: "¡Y con vosotros sea la Paz!" (‘Alaikumu -s-salam), usándose el plural para incluir a los dos ángeles guardianes de la persona a quien se saluda.

Los versículos revelados de consagración y de acción de gracias también desempeñaban un papel cada vez más importante en sus vidas y en sus miras. El Corán insiste en la necesidad del agradecimiento, y el sacramento de la acción de gracias consiste en decir: Alabado sea Dios, el Señor de los mundos (Al Hamdu liLLah, rabbi-l- ‘alamin), mientras que en el de la consagración o dedicación se dirá: En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso (BismiLlahi r-rahmani r-rahim). Éste era el primer versículo de cada sura, azora o capítulo del Corán, y, siguiendo el ejemplo del Profeta, lo usaban para iniciar toda recitación del Corán y, por extensión, cualquier otro rito, o incluso todo acto o iniciativa porque el Islam no ve nada profano en el mundo, todo es Rostro de Dios.

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SABER MÁS

HADIZ

De Ibn Abbás, Allah esté complacido de los dos, que dijo:

“El Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, solía ser el más generoso de todos, especialmente en Ramadán. Y con más motivo cuando se encontraba con el ángel Gabriel.

Y cada noche de Ramadán solía encontrarse con el ángel Gabriel para estudiar el Corán.

Así pues, el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, cuando se encontraba con el ángel Gabriel, era más generoso que el viento al soplar que trae la lluvia y el bien.”

Lo relataron Al Bujari y Muslim. (Riad As-Salihin, Cap 218: 1. 1229)

Iahia me relató de Málik, de Hisham Ibn Urua, de su padre, de ‘Aisha, la esposa del Profeta, que Allah le bendiga y le conceda paz, que

Al-Harith Ibn Hisham le preguntó al Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz: “¿Cómo viene a ti la revelación?” Y el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, dijo: “A veces viene a mí como el repique de una campana, y eso es lo más duro para mí, y cuando se marcha recuerdo lo que ha dicho. Y a veces el ángel se me aparece con la semejanza de un hombre y me habla y yo recuerdo lo que dice.”

‘Aisha añadió: “Yo le vi descender sobre él, en un día de intenso frío, y cuando le abandonó su frente estaba goteando sudor.”

(Al Muwata. Libro 15.7)

Iahia me relató de Málik, de Ibn Shihab, de Urua Ibn az-Zubái, que Abdurrahmán Ibn Abd al-Qari dijo que él había oído a Ómar Ibn al-Jattab decir:

“Yo oí a Hisham Ibn Hakim Ibn Hizam recitar la azora al-Furqan (Azora 25) de un modo diferente a como yo lo hacía, y había sido el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, quien me lo había recitado a mí. Estuve a punto de lanzarme a por él pero le concedí un respiro hasta que hubo terminado su oración. Entonces lo agarré por su capa y lo llevé ante el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, y dije: ‘Mensajero de Allah, he oído a este hombre recitar Surat al-Furqan de un modo diferente de como tú me lo recitaste a mí.’ El Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, dijo: ‘Suéltale.’ Después dijo: ‘Recita, Hisham’, y Hisham recitó tal y como yo le había oído recitar. El Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, dijo: ‘Descendió así’. Entonces me dijo a mí: ‘Recita’, y yo recité el sura. Él, que Allah le bendiga y le conceda paz, dijo: ‘Descendió así. Este Corán descendió de siete maneras, por tanto recitarlo de la manera que os sea más fácil’.”

(Al Muwata. Libro 15.5)

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PREGUNTAS

¿Cómo se produjo la revelación del Corán a Muhámmad y de su condición de profeta y enviado?

— De manera súbita e inesperada, de tal manera que no pudo asimilarlo. Enloqueció y se apartó de sus meditaciones durante unos meses. Más tarde, por consejo de sus compañeros y familiares volvió a la cueva de Hira y aceptó el designio divino.

— De una forma tal que, a pesar de lo insólito de una experiencia de este tipo, Muhámmad tuvo todo el tiempo la seguridad de que se trataba de un mensaje divino.

— En medio de un proceso meditativo con diversas fases entre las que se incluyen la extrañeza, la duda y el temor. Su mujer y algunos familiares cercanos le ayudaron a ir asimilando tan tremenda experiencia.

¿Por qué decidió Muhámmad, finalmente, contar a sus parientes la experiencia de su encuentro con el ángel?

— Por el contenido de una revelación que le instaba a proclamarlo.

— Porque se estaba desequilibrando tanto que temió volverse loco.

— Porque el ángel así se lo ordenó personalmente.

¿Cómo recibieron el mensaje coránico los primeros compañeros de Muhámmad?

— Con bastante avidez, incorporando las revelaciones a sus formas tradicionales de adoración, que eran las de los hunafá.

— Con cierto escepticismo, dado que ni él mismo estaba seguro de su misión. Al principio nadie creyó en su misión profética de una manera clara y adherente.

— De manera contradictoria. Unas veces creian en él y otras le combatían dialéctica y públicamente, cuando sentían que sus enseñanzas no coincidían con aquello que su tradición de hunafá les había legado.

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UNIDAD 7

LA PRIMERA COMUNIDAD

Los primeros seguidores de Muhámmad: Jadiya, Alí, Zaid, Abu Bakr.

Abdu Amr y Abu ‘Ubaida.

Abdu Amr se convierte en Abd al-Rahmán.

Abu Bakr, intérprete de sueños.

Jalid abraza el Islam. Talha y Otmán.

La shahada de Abdallah ibn Masud.

La comunidad musulmana crece día a día.

Los tíos del Profeta se muestran reacios al Islam.

El Profeta quiere invitar al Islam a su familia y a los próximos.

Abu Lahab se lo impide.

Alí, hermano, albacea y sucesor del Profeta.

Safía acepta el Islam.

Umm al-Fadl, Maimuna, Salma y Asma.

Umm Aiman, esposa de Zaid y madre de Osama.

Los primeros seguidores de Muhámmad: Jadiya, Alí, Zaid, Abu Bakr

La religión quedaba establecida sobre las bases de la purificación ritual y la plegaria, y, después de Jadiya, los primeros en abrazarla fueron Alí y Zaid y el amigo del Profeta, Abu Bakr, del clan de Taim.

Alí sólo tenía diez años, y Zaid hasta ahora no tenía ninguna influencia en la Meca, pero Abu Bakr era querido y respetado porque era un hombre de vasto conocimiento, de maneras naturales y presencia agradable. Muchos acudían a consultarle sobre esto o aquello, y él, ahora, comenzó a fiarse de aquéllos en quienes sentía que podía confiar, animándolos a seguir al Profeta.

Abdu Amr y Abu ‘Ubaida

Hubo muchas respuestas a abrazar el Islam gracias a su empeño y dos de los primeros en responder a la llamada fueron un hombre de Zuhra, Abdu Amr, el hijo de Auf, un pariente lejano de la madre del Profeta, y Abu ‘Ubaida, el hijo de al-Jarray de los Banu al-Harith.

Abdu Amr se convierte en Abd al-Rahmán

Entre los más notables distintivos de la Revelación se encontraban los dos Nombres Divinos al-Rahmán y al-Rahim.

La palabra rahîm, una forma intensiva de râhim, (misericordioso), era corriente en el sentido de “muy misericordioso”. La aún más intensiva rahmán, por falta de un concepto con el que cuadrase, había caído en desuso. Siendo más intenso incluso que al-Rahîm (el Todo Misericordioso) el nombre al-Rahmán se refiere a la esencia

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misma o raíz de la Misericordia, es decir, a la Beneficencia Infinita o Bondad de Dios, y el Corán expresamente lo hace equivalente de Allah:

¡Invocad a Dios (Allah) o invocad al Infinitamente Bueno (al-Rahmán) Como quiera que invoquéis, Él posee los nombres más bellos!”

Este Nombre de Bondad era muy querido por el Profeta y, puesto que el de Abdu Amr, el servidor de Amr, era demasiado pagano, cambió el nombre del nuevo creyente por Abd al-Rahmán, el siervo del Todomisiericordioso. No fue el hijo de Auf el único hombre al que cambió su nombre por el de Abd al-Rahmán.

Abu Bakr, intérprete de sueños

Abu Bakr era conocido desde hacía mucho tiempo en la Meca por su aptitud para interpretar los sueños. Una mañana tuvo la visita inesperada de Jalid, el hijo de un poderoso shamsí, Said ibn al-As. El rostro del joven aún mostraba las señales del horror recién producido por una experiencia terrible, y se apresuró a explicar que durante la noche había tenido un sueño, el cual sabía que tenía un significado aunque no comprendía lo que quería decir.

Jalid abraza el Islam

Había soñado que estaba al borde de un abismo en el que había un violento fuego tan vasto que no veía el fin. Entonces llegaba su padre e intentaba empujarle al fuego, y cuando estaban luchando en el borde, en el momento de mayor terror, sentía alrededor de su muñeca que dos manos lo asían firmemente reteniéndolo a pesar de todos los esfuerzos de su padre. Al mirar alrededor, veía que su salvador era al-Amin, Muhámmad, el hijo de Abdallah, y en ese momento se despertaba.

"¡Enhorabuena!", dijo Abu Bakr, "Este hombre que te salvó es el Enviado de Dios, así que síguele, mejor dicho, lo seguirás y, a través de él, entrarás en el Islam, que te salvaguardará de caer en el fuego."

Jalid se fue derecho al Profeta y, después de contarle su sueño, le preguntó cuál era su mensaje y qué debía hacer él. El Profeta lo instruyó y Jalid abrazó el Islam, manteniéndolo secreto a su familia.

Talha y Otmán

Aproximadamente por la misma época sucedió que otro hombre de Abdu Shams, un mercader que regresaba a casa desde Siria, fue despertado una noche por una voz que exclamaba en el desierto: "Durmientes, despertad, porque ciertamente Ahmad ha aparecido en la Meca." El mercader era Otmán, hijo del omeya Affan, y nieto, por parte de madre, de una de las hijas de Abd al-Muttálib, Umm Hakim al-Baida, la tía del Profeta.

Las palabras calaron en su corazón, aunque no comprendía cuál era el sentido de "ha aparecido", no se imaginaba que el superlativo "Ahmad", "el más glorificado", se empleaba por Muhámmad, "el glorificado."

Pero antes de llegar a Meca lo alcanzó un hombre del Taim llamado Talha, primo de Abu Bakr; Talha había pasado por Siria, donde un monje le había preguntado si ya había aparecido Ahmad entre las gentes del Santuario. "¿Quién es Ahmad?", dijo Talha, "El hijo de Abdallah, hijo de Abd al-Muttálib", respondió el monje. "Éste es su mes, en el que aparecerá; y él es el último de los Profetas."

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Talha repitió estas palabras a Otmán, que le contó su propia experiencia, y de regreso Talha le sugirió que debían ir a ver a su primo Abu Bakr, que se sabía era el amigo más íntimo del hombre que ahora ocupaba el primer lugar en sus pensamientos. Así que acudieron a Abu Bakr, y cuando le contaron lo que habían oído los llevó en seguida ante el Profeta para que le repitiesen las palabras del monje y las palabras de la voz del desierto. Después dé esto, hicieron la profesión de fe (shahada).

La shahada de Abdallah ibn Mas’ud

Una cuarta conversión, no menos singular que éstas por la forma en que se produjo, fue la de Abdallah ibn Mas’ud, un joven confederado de Zuhra. Hablando de ello, él mismo dijo:

"En aquel tiempo yo era un joven que acababa de alcanzar la edad viril, y estaba apacentando los rebaños de ‘Uqba ibn Abi Muait cuando un día el Profeta y Abu Bakr pasaron por donde me encontraba.

El Profeta me preguntó si tenía algo de leche para darles de beber. Respondí que los rebaños no eran míos, sino que me estaba confiado su cuidado y no podía darles de beber. El Profeta dijo: ‘¿Tienes alguna oveja joven a la que ningún carnero haya cubierto nunca?’ Le dije que sí y se la llevé. Después de atarla, el Profeta puso su mano en la ubre y pronunció una plegaria; entonces la ubre se hinchó de leche y Abu Bakr acercó un canto rodado que estaba ahuecado como un tazón. El Prófeta la ordeñó y todos bebimos. Luego le dijo a la ubre: ‘Sécate’, y se secó.”

Pocos días después, Abdallah fue a ver al Profeta y abrazo el Islam. No pasó mucho tiempo antes de que aprendiera de él setenta azoras de memoria, siendo excepcionalmente dotado en este sentido y pronto se convirtió en uno de los más autorizados recitadores del Corán.

La comunidad musulmana crece día a día

Aún no se habían hecho llamamientos en público al Islam, pero había un grupo en constante aumento de creyentes devotos y de intensos adoradores, hombres y mujeres, la mayoría de ellos jóvenes.

Entre los primeros en llegar, aparte de los ya mencionados, se encontraban los primos del Profeta, Ya’far, y Zubair; luego vinieron otros primos, suyos y de ellos, los hijos de su tía Umaima, Abdallah ibn Yahsh y el hijo de su tía Barra, Abu Salama. Hubo también dos primos por parte de madre, Sad, el hijo de Abu Waqqas de Zuhra, y su hermano menor Umair.

Los tíos del Profeta se muestran reacios al Islam

Pero ninguno de los cuatro tíos del Profeta se mostraba en lo más mínimo inclinado a seguirle: Abu Tálib no ponía objeciones al Islam de sus dos hijos Yafar y Alí, pero en cuanto a sí mismo él decía que no estaba preparado para abandonar la religión de sus antepasados; Abbas se mostraba evasivo y Hamza impenetrable, aunque ambos le aseguraban el inquebrantable aprecio que personalmente sentían por él. Pero Abu Lahab mostraba claramente la convicción de que su sobrino estaba medio engañado, si es que no era un embustero.

El Profeta quiere invitar al Islam a su familia y a los próximos. Abu Lahab se lo impide.

Después de la revelación del versículo:

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Amonesta a tu familia y a quienes están cerca de ti

(Corán: 26, 214)

El Profeta llamó a Alí y le dijo: "Dios me ha ordenado que amoneste a mi familia, a mis parientes más cercanos, y el cometido rebasa mis fuerzas. Pero prepara comida, con una pierna de cordero, llena de leche una taza y reúne a los Banu Abd al-Muttálib, para que pueda contarles lo que se me ha ordenado decir."

Alí hizo exactamente lo que le había dicho y la mayoría del clan de Háshim acudió a la comida, unos cuarenta hombres. "Cuando estuvieron congregados, dijo Alí, el Profeta me pidió que trajera la comida que había preparado. Entonces tomó un trozo de carne, lo mordió y lo arrojó de nuevo al plato, diciendo: ‘Tomadlo en el Nombre de Dios’. Los hombres comieron por tandas hasta quedar ahítos.

Pero, dijo Alí, yo no veía ningún cambio en la comida, salvo que había sido removida por las manos de los hombres; y ¡por mi vida!, si no hubiesen sido más que un solo hombre se podría haber comido todo lo que había puesto delante de ellos. Luego el Profeta dijo: ‘Dales de beber’. Traje, pues, la taza y cada uno bebió hasta saciarse, aunque un solo hombre podría haber vaciado la taza. Pero cuando el Profeta estaba a punto de dirigirse a ellos, Abu Lahab se le anticipó y dijo: ‘Vuestro anfitrión os ha hechizado’, con lo cual se dispersaron antes de que pudiera hablar."

Alí, “hermano, albacea y sucesor” del Profeta.

Al día siguiente el Profeta le dijo a Alí que hiciera exactamente lo mismo que había hecho el día anterior. Así que se preparó otra comida semejante y todo discurrió como la otra vez; pero en esta ocasión el Profeta estaba en guardia y se aseguró de dirigirse a ellos.

"¡Oh hijos de Abd al-Muttálib!, dijo, no conozco a ningún árabe que haya venido a su gente con un mensaje más noble que el mío. Os traigo lo mejor de este mundo y del otro. Dios me ha ordenado que os llame a Él. ¿Quién de vosotros, entonces, me ayudará en esto y será mi hermano, mi albacea y mi sucesor entre vosotros?"

Todo el clan permaneció en silencio. Ya’far y Zaid podían haber hablado, pero ambos sabían que su Islam no estaba en cuestión y que el propósito de la reunión era el de atraerse a otros. Pero cuando el silencio siguió ininterrumpido, Alí, de trece años, se sintió impulsado a hablar, y dijo: "¡Oh Profeta de Dios, yo seré quien te ayude en esto'."

El Profeta descansó su mano en la nuca de Alí y dijo: "Éste es mi hermano, mi albacea y mi sucesor entre vosotros. Escuchadle y obedecedle." Los hombres se pusieron de pie, riendo y diciendo a Abu Tálib: "Ha ordenado que escuches a tu hijo y le obedezcas."

Safía acepta el Islam

Por lo que se refiere a las tías del Profeta, Safía no tuvo ninguna vacilación a la hora de seguirlo, al igual que su hijo Zubair había hecho, pero sus cinco hermanas no pudieron cobrar suficiente ánimo para tomar una decisión. La actitud de Arua era común en todas ellas: "Estoy esperando a ver qué harán mis hermanos", decía.

Umm al-Fadl, Maimuna, Salma y Asma

Por otro lado, su tía política, Umm al-Fadl, la mujer del indeciso Abbas, fue la primera mujer que abrazó el Islam después de Jadiya, y ella pronto pudo llevar al

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Profeta a tres de sus hermanas: Maimuna, su hermana uterina, y dos medio hermanas, Salma y Asma.

Era en la casa de Umm al-Fadl donde Yafar había sido criado, y era también allí donde había conocido y amado a Asma, con quien se había casado recientemente y done Hamza había desposado a su hermana Salma.

Umm Aiman, esposa de Zaid y madre de Osama

Otra de las primeras en responder fue Umm Aiman. El Profeta dijo de ella: "Quien desee casarse con una mujer de las gentes del Paraíso que se case con Umm Aiman" y esta observación fue escuchada por casualidad por Zaid, que se la tomó a pecho. Ella era mucho mayor que él, pero eso no lo desalentó, y le habló con franqueza al Profeta, que no tuvo ninguna dificultad para persuadir a Umm Aiman de que consintiese el matrimonio. Le dio a Zaid un hijo al que llamaron Osama, y fue criado como el nieto del Profeta, que lo quería mucho.

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SABER MÁS

HADIZ

Se transmitió de Abu Isaac Sa’d Ibn Abu Waqqás Al-Zuhrí, que Allah esté complacido de él, que fue uno de los diez a los que se les anunció el jardín, que dijo:

“Vino a visitarme el Mensajero de Allah, que Él le bendiga y le dé paz, el año de la peregrinación de despedida, encontrándome muy enfermo y le dije: ‘¡Oh Mensajero de Allah!, como ves, me ha llegado la enfermedad y poseo una riqueza para la cual no tengo más herederos que una hija. Dime si puedo dar sádaqa (limosna) con los dos tercios de mi dinero.’

Dijo: ‘¡No!’ Le pregunté de nuevo: ‘¿Y con la mitad, oh Mensajero de Allah?’ Contestó: ‘¡No!’ Pues, le volví a preguntar: ‘¿Y con un tercio, oh Mensajero de Allah?’ Contestó: ‘Un tercio y ya es mucho. Pues, si dejas a tus herederos ricos es mejor que si los dejas pobres y dependiendo de la gente. Y cualquier gesto que hagas buscando la faz de Allah obtendrás su recompensa, incluso si lo haces con tu mujer.’

(Lo relataron Al Bujari y Muslim)

Abu Bakr aconsejó a Iazid: “Encontrarás a un pueblo que dice haberse entregado totalmente a Allah. Déjalos con aquello a que dicen haberse entregado. Encontrarás a unas gentes que llevan afeitada la cabeza por el medio: golpea lo que tienen afeitado con la espada.

Te aconsejo diez cosas: No mates mujeres o niños, o a una persona anciana o desvalida. No tales árboles frutales. No destruyas un lugar deshabitado. No sacrifiques ovejas o camellos excepto para comer. No quemes abejas ni las disperses. No robes del botín, y no actúes cobardemente.”

(Al Muwata)

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PREGUNTAS

¿Cómo se produjeron las primeras shahadas de los nuevos musulmanes?

— Las primeras conversiones al Islam se produjeron por motivos políticos, dado que Muhámmad, la paz sea con él, se perfilaba como líder emergente indiscutido de las tribus árabes que habitaban el Hiyaz.

— Muchas personas que entraban en contacto con Muhámmad, la paz sea con él, recibían fuertes señales en sueños y, más tarde, la confirmación de esas visiones les hacían comprender la condición profética de Al Amín.

— La conversión de los primeros musulmanes tuvo lugar tras el llamamiento religioso y espiritual hecho por Muhámmad a las tribus del Hiyaz.

¿Cómo reaccionaron los familiares de Muhámmad ante la afirmación de éste de que era un enviado de Dios y ante su invitación a seguirle?

— La reacción fue en general más positiva entre los miebros más jóvenes y las mujeres de su clan. Sus tíos se mantuvieron durante bastante tiempo a prudente distancia.

— Podríamos decir que fue una reacción bastante violenta en general, aunque con algunas excepciones, sobre todo de sus tías paternas, dado que su familia era la encargada de los asuntos religiosos en Meca.

— La mayoría de sus familiares aceptaron el Islam porque, a pesar de que implicaba una serie de creencias que les resultaban extrañas, en general tenían una gran confianza en él y no dudaban de su palabra.

¿Quién fue el primero de sus familiares en expresar públicamente su apoyo a Muhámmad?

— Alí Ibn Abu Tálib

— Abu Bakr As Siddiq

— Abu Tálib

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UNIDAD 8

LAS PRIMERAS PERSECUCIONES

El Quraish decide pasar a la acción.

La reacción del Quraish.

Abu Tálib se entrevista con Muhámmad.

El Quraish decide pasar a la acción.

El Quraish evalúa la situación: el Islam amenaza sus intereses.

Walid, hijo de Mugira, acusa a Muhámmad de hechicero peligroso.

Campaña de propaganda contra el Profeta.

Las noticias sobre el Profeta llegan a Iatrib.

Los judíos de Iatrib esperan un Profeta.

El judío Ibn al-Hayaban predice la llegada del Profeta.

La shahada de Hamza.

Abu Yahl insulta al Profeta.

Hamza es informado del maltrato a su sobrino.

Hamza monta en cólera contra Abu Yahl y abraza el Islam.

Hamza da protección a su sobrino.

La reacción del Quraish

Al principio, el Quraish pareció dispuesto a tolerar la nueva religión, hasta que vio que se dirigía contra sus dioses, sus principios y sus prácticas ancestrales. Una vez que se dieron cuenta de ello, algunos de sus hombres principales fueron a ver a Abu Tálib para insistirle en que debía reprimir las actividades de su sobrino.

Abu Tálib les dio largas con una respuesta conciliadora; pero cuando vieron que no había hecho nada volvieron de nuevo a verlo y le dijeron: "¡Oh Abu Tálib! Posees entre nosotros un rango elevado y honorable, y te hemos pedido que moderaras al hijo de tu hermano, pero no lo has hecho así. ¡Por Dios! No permitiremos que nuestros padres sean insultados, que nuestras costumbres sean objeto de burla ni que nuestros dioses sean injuriados. O le haces desistir o bien os combatiremos a los dos."

Abu Tálib se entrevista con Muhámmad

Entonces lo dejaron, y, profundamente afligido, hizo llamar a su sobrino, y después de contarle con lo que habían amenazado, dijo: "¡Oh hijo de mi hermano! Ten consideración de mí y de tí mismo. No me cargues con un fardo mayor del que puedo aguantar."

El Profeta le respondió diciendo: "Juro por Dios que aunque ellos pusieran el sol en mi mano derecha y la luna en la izquierda para que abandonara esta misión antes de que Él la haya hecho victoriosa, a no ser que muriera en el empeño, no la abandonaría."

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Luego, con lágrimas en los ojos, se incorporó y se volvió para marcharse, pero su tío lo volvió a llamar: "Hijo de mi hermano," dijo, "vete y di lo que desees, porque por Dios no te abandonaré bajo ningún concepto."

El Quraish decide pasar a la acción

Cuando vieron que sus palabras no habían conseguido nada con Abu Tálib, el Quraish todavía vaciló en atacar directamente a su sobrino, porque, como jefe del clan, Abu Tálib tenía el poder de conceder protección inviolable, y a todos los restantes jefes de clan de la Meca les interesaba procurar que los derechos de los jefes se respetasen debidamente. Así pues por el momento se limitaron a organizar una amplia persecución de los partidarios de la nueva religión que no tenían a nadie que los protegiera.

El Quraish evalúa la situación: el Islam amenaza sus intereses

Los líderes del Quraish consultaron entre sí para intentar elaborar una política común sobre el problema que se les presentaba. La situación era sumamente grave: pronto llegaría la época de la Peregrinación y árabes de todas las partes de Arabia vendrían a la Meca. Ellos, el Quraish, gozaban de una elevada reputación por la hospitalidad, no solamente en cuanto al alimento y la bebida sino también porque daban una buena acogida a todos los hombres, al igual que a sus dioses.

Pero este año los peregrinos oirían a Muhámmad y a sus seguidores insultar a sus dioses y serían instados a abandonar la religión de sus antepasados y a adoptar una religión nueva que parecía tener numerosas desventajas. Sin duda muchos de ellos no volverían otra vez a la Meca, lo cual no sólo resultaría perjudicial para el comercio sino que también socavaría el honor en que eran tenidos los guardianes del Santuario.

En el peor de los casos, los árabes podrían coaligarse para expulsarlos de la Meca y establecer a otra tribu o grupo de tribus en su lugar como ellos mismos habían hecho anteriormente con Juza’a, y como Juza’a había hecho con Yurhum.

Walid, hijo de Mugira, acusa a Muhámmad de hechicero peligroso

Por lo tanto, era esencial que a los árabes visitantes se les dijera que Muhámmad de ninguna manera representaba al Quraish. Pero, aunque era fácil negar su condición de Profeta, eso era simplemente expresar una opinión e indirectamente invitar a los otros a escuchar sus demandas y juzgar por sí mismos. Había que decir algo más, que se trataba de un poseso o un poeta o incluso, que era un hechicero.

Consultaron a Walid, el hijo de Mugira, probablemente el hombre más influyente de la tribu en ese momento, sobre cuál de esas acusaciones sería la más convincente, pero él las rechazó todas como desacertadas; sin embargo, pensándoselo mejor, decidió que aunque el hombre en cuestión no era ciertamente un hechicero, compartía por lo menos una cosa con los hechiceros: poseía el poder de separar a un hombre de su padre, o de su hermano o de su esposa o de su familia en general.

Por lo tanto les aconsejó que dejasen que su acusación unánime siguiese esas líneas, es decir, que Muhámmad era un hechicero peligroso al que había que evitar a toda costa.

Campaña de propaganda contra el Profeta

Una vez que se hubo acordado seguir su consejo, decidieron que había que vigilar desde fuera de la Meca todos los caminos por los que se llegaba a la ciudad y que

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había que advertir por anticipado a los visitantes para que estuviesen en guardia contra Muhámmad, porque sabían por propia experiencia qué gran carisma podía tener.

Las noticias sobre el Profeta llegan a Iatrib

En toda Arabia se hablaba, mejor o peor, de la nueva religión de Muhámmad; pero en ningún lugar se habló tanto de ella como en el oasis de Iatrib. Las tribus de Aus y Jazray tenían alianzas con algunas de las tribus judías que vivían junto con ellas en Iatrib.

Los judíos de Iatrib esperan un Profeta

Sus rabinos y adivinos, cuando se les preguntaba por dónde vendría el Profeta esperado siempre habían señalado en la dirección del Yemen, que era también para ellos la de la Meca. Así pues, cuando los árabes de Iatrib oyeron que de hecho un hombre en la Meca se proclamaba ahora Profeta, aguzaron bien los oídos, y su interés se acrecentó cuando se les contó algo sobre su mensaje, porque ya les eran familiares muchos de los principios de la religión ortodoxa.

El judío Ibn al-Hayaban predice la llegada del Profeta

Pero su preparación mayor para las noticias de la Meca había venido indirectamente de un judío llamado Ibn al-Hayaban. Emigrado de Siria, en más de una ocasión había salvado de la sequía al oasis gracias a sus plegarias en petición de lluvia. Este hombre santo había muerto por la época en que el Profeta recibió su primera Revelación y cuando se había sentido próximo a morir -como les contaron posteriormente a Aus y a Jazray- dijo a quienes lo rodeaban:

"¡Oh judíos! ¿Qué fue, pensad, lo que me hizo abandonar una tierra de pan y vino por una tierra de privaciones y hambre?"

"Tú eres quien mejor lo sabe", le respondieron. "Vine a este país", les contestó, "esperando la llegada de un Profeta cuyo tiempo está cerca. Él emigrará a este país. Tenía esperanzas de que me hubiera dado tiempo de seguirle. Su hora la tenéis encima."

El Profeta es familiar en Iatrib

La tribu de Jazray era plenamente consciente de sus fuertes lazos de parentesco con el mismo hombre que decía ser un Profeta y que había visitado Iatrib con su madre siendo niño, y, posteriormente, más de una vez de camino hacia Siria. En cuanto a los Aus, uno de sus hombres principales, Abu Qais, se había casado con una mequí que era tía de Wáraqa y también de Jadiya. Abu Qais había residido a menudo con la familia de su mujer y respetaba la opinión de Wáraqa sobre el nuevo Profeta.

Todos estos factores, además de los continuos informes de los peregrinos y de otros visitantes de la Meca, comenzaron a influir entonces sobre la población del oasis.

La shahada de Hamza

Uno de los peores enemigos del Islam era un hombre de Majzum llamado Amr y conocido por su familia y amigos como Abu-l-Hakam, nombre que los musulmanes no tardaron en convertir en Abu Yahl, "el padre de la ignorancia." Era nieto de Mugira y sobrino del ya entrado en años Walid, que era el jefe del clan.

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Abu Yahl estaba seguro de que sucedería a su tío y ya se había establecido una cierta posición en la Meca a través de su riqueza y su hospitalidad ostentosa y en parte también por haberse hecho temido a causa de su implacabilidad y prontitud para vengarse de cualquiera que se le opusiera.

Había sido el más incansable de todos los hombres que habían controlado las entradas de la Meca durante la reciente Peregrinación y el más ruidoso en su denuncia del Profeta como un brujo peligroso. Era también el primero a la hora de perseguir a los creyentes más indefensos de su propio clan y de incitar a otros clanes a hacer lo mismo. Pero un día, a pesar suyo y de manera indirecta, rindió a la nueva religión un gran servicio.

Abu Yahl insulta al Profeta

El Profeta se encontraba sentado fuera de la Mezquita, cerca de la Puerta de Safa, llamada así porque los peregrinos salían por ella para cumplir el rito de pasar siete veces entre la colina de Safa, que está cerca de la Puerta, y la colina de Marwa, a unos 450 metros hacia el norte. Una roca cerca del pie de Safa señala el punto de inicio del antiguo rito y el Profeta se hallaba solo en este lugar santificado cuando Abu Yahl entró en la Mezquita para unirse a los quraishíes que estaban reunidos en el Hiyr. Cuando vio al Profeta le insultó de modo violento. El Profeta, embargado por la tristeza, se puso de pie y regresó a su casa.

Hamza es informado del maltrato a su sobrino

Apenas se había marchado cuando, por la dirección opuesta, apareció Hamza de vuelta de caza, con el arco colgando del hombro. Tenía por costumbre, siempre que regresaba de cazar, hacer los honores a la Casa Sagrada antes de reunirse con su familia. Viéndolo acercarse, cerca de la Puerta de Safa, una mujer salió de su casa y lo abordó. Era ella una liberta del ya fallecido Abd Allah ibn Yudan de Taim, el hombre que veinte años antes había sido uno de los principales introductores del pacto de caballería, "Hilf al-Fudul".

Los Yudan eran primos de Abu Bakr y ella misma, mostrándose bien dispuesta hacia el Profeta y su religión, se había sentido ultrajada por los insultos de Abu Yahl, todas y cada una de cuyas palabras había acertado a oír.

"Abu Umara,"' le dijo a Hamza, "ojalá hubieses visto cómo Muhámmad, el hijo de tu hermano, fue tratado hace un momento por Abu-l-Hakam, el hijo de Hisham. Lo encontré aquí sentado y de la forma más odiosa lo injurió y vilipendió. Luego lo dejó" -ella señaló entonces hacia la Mezquita para indicar a dónde había ido - y Muhámmad no respondió ni una palabra."

Hamza monta en cólera contra Abu Yahl y abraza el Islam

Hamza, hombre de naturaleza amable y maneras sencillas, era sin embargo el hombre más valiente del Quraish y cuando se excitaba podía llegar a ser el más formidable y el más inflexible. Su fornido cuerpo se sintió sacudido entonces por una cólera como nunca había experimentado antes y su cólera liberó algo en su alma dando conclusión a una resolución ya medio formada.

Entrando a grandes zancadas en la Mezquita se fue derecho hacia Abu Yahl y, de pie, por encima de él, alzó su arco y lo descargó con todas las fuerzas sobre su espalda. "¿Quieres insultarlo," dijo "ahora que yo soy de su religión y ahora que afirmo lo que él afirma? Devuélveme golpe por golpe, si puedes."

A Abu Yahl no le faltaba coraje, aunque en esta ocasión, evidentemente, sintió que era mejor dar por concluido el incidente. Así, cuando algunos de los majzumíes

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presentes se levantaron con la intención de ayudarlo, él les hizo señas para que se sentasen, diciendo: "Dejad a Abu Umara, porque por Dios que injurié al hijo de su hermano de una forma absolutamente repugnante."

Hamza da protección a Muhámmad

Desde ese día Hamza mantuvo fielmente su Islam y siguió todas las órdenes del Profeta. Su conversión no dejó de ejercer cierta influencia sobre el Quraish, que ahora se mostraba más titubeante a la hora de hostigar directamente a Muhámmad sabiendo que Hamza lo protegía. Por otro lado, este acontecimiento totalmente inesperado les hizo ser tanto mas conscientes de la gravedad de su situación, en cuanto que incrementó la sensación que tenían de que se necesitaba encontrar una solución para detener un movimiento que, así les parecía a ellos, sólo podía terminar en la ruina de la posición privilegiada que disfrutaban entre los árabes.

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SABER MÁS

HADIZ

Del “Libro de la Profecía”, de Ya’far Al-Sadiq, quien dijo:

“Pasó una mujer junto al Mensajero de Allah mientras él estaba sentado comiendo, y exclamó, groseramente: ¡Muhámmad!, sin duda que comes la comida de los siervos, y te sientas como ellos se sientan’. El Mensajero de Allah le respondió: ‘¡Pobre de ti! ¿Qué siervo es más siervo que yo?’. Ella dijo entonces: ‘En cuanto a mí te pido que me alcances un bocado de tu comida’.

Entonces el Mensajero de Allah le dió un bocado de lo que comía, y ella exclamó: ‘iNo, por Allah!, no quiero otra que de aquella que hay en tu boca’.

El Mensajero de Allah extrajo un bocado de su boca y se lo dio, y ella comió”.

Dijo Ya’far As-Sadiq “Nunca tuvo ella ninguna enfermedad hasta que dejó este mundo”.

(Maqarimu-l-Ajlaq, Capítulo 1º, Segunda Parte, 10)

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PREGUNTAS

A tu juicio: ¿Cuáles serían las causas profundas de las primeras persecuciones a Muhámmad, la paz sea con él?

— El miedo a sus poderes mágicos, la inseguridad y la duda que Muhámmad les suscitaba con su discurso.

— La envidia de quienes sentían su superioridad intelectual y moral, el celo religioso del paganismo tribal árabe y las luchas intertribales.

— El miedo de los quraishíes a perder influencia política, prestigio religioso, y las ventajas económicas que tenían para ellos las peregrinaciones a Meca.

¿Qué actitudes expresaba el profeta ante la persecución y la agresión?

— Tristeza, un hondo pesar que expresaba la intensa preocupación que sentía por todo el mundo, por la condición humana. No respondía nunca ojo por ojo ni al mal con otro mal y tenía un claro desapego de las situaciones.

— Se expresaba siempre con arrojo y no permitía que nadie alzase la voz en su presencia. Hacía frente a quienes le agredían y les hablaba sobre las consecuencias de sus accciones, recitándoles las aleyas del Corán que describen los castigos del fuego.

— Una intensa ira que se acentuaba a medida que se acercaban los enemigos. En la lucha era tan imponente que provocaba temor aún antes de iniciarse los combates. Casi siempre animaba febrilmente a sus compañeros a combatir hasta el último aliento.

¿Qué respuestas generaban sus actitudes?

— Más allá del círculo de los compañeros que le siguieron al principio de su predicación sus actitudes provocaban algunas adhesiones pero, en general, solían generar indiferencia, pues aún no había trascendido nada de lo esencial del mensaje islámico.

— La respuesta habitual era la hostilidad, unas veces de manera explícita y otras, tal vez las más numerosas, de forma encubierta, de manera que, entre las gentes de las diversas tribus árabes del Hiyaz, existía una reacción cada vez mayor en su contra.

— La Realidad Única se expresaba a través de los hechos de la vida de Muhámmad, de manera que una expresión o actitud del profeta eran inmediatamente asumidas como una enseñanza preciosa para la comunidad, de una sabiduría que habla sobre la ignorancia y la conciencia, sobre la naturaleza del mundo y sobre Dios.

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UNIDAD 9

LOS LÍDERES DE MECA RECHAZAN EL ISLAM

‘Utba ibn Rabi’a intenta persuadir al Profeta

Palabras de ‘Utba Ibn Rabi’a

Respuesta del Profeta

‘Utba cambia de opinión

La Asamblea de los Nobles habla con Muhámmad

Respuesta del Profeta

Piden al Profeta que haga milagros para poder creer en él

“Sólo soy un amonestador y un anunciador de albricias”

No creen en la Revelación

Exigen ver a Dios y los Ángeles

El Profeta intenta ganar para el Islam a los dirigentes

El Profeta quiere guiar a Walid, jefe de Majzum

“Él frunció el ceño…”

Persecuciones y maltratos

Bilal

Las persecuciones de Abu Yahl

‘Utba ibn Rabi’a intenta persuadir al Profeta

Los nobles de Meca acordaron cambiar sus tácticas y seguir la sugerencia hecha en una asamblea por uno de los hombres principales de Abdu Shams, ‘Utba ibn Rabi’a. "¿Por qué no voy a ver a Muhámmad," dijo, "y le hago ciertas ofertas, algunas de las cuales podría aceptar? y lo que aceptase, se le daría, a condición de que nos dejase en paz." Se supo entonces que Muhámmad estaba sentado solo junto a la Ka’ba. Así pues, sin dilación, ‘Utba dejó la asamblea y se dirigió hacia la Mezquita.

Palabras de ‘Utba Ibn Rabi’a

"Hijo de mi hermano," le dijo al Profeta, "como bien sabes, tú eres un noble de la tribu y tu ascendencia te asegura una plaza de honor. Y ahora has traído a tu pueblo un asunto que produce una profunda preocupación, por cuya causa has escindido su comunidad, has declarado necio su modo de vida, has hablado vergonzosamente de sus dioses y de su religión, y a sus antepasados los has llamado infieles. Escucha, pues, lo que propongo, y mira si algo de ello te resulta aceptable.

Si lo que buscas es la riqueza, de nuestras distintas propiedades juntaremos una fortuna para ti para que puedas ser el hombre más rico de entre nosotros. Si lo que quieres es el honor, te haremos nuestro jefe supremo y no tomaremos ninguna decisión sin que tú antes la apruebes; si ambicionas la realeza, te designaremos nuestro rey, y si tú mismo no puedes desembarazarte de este genio que se te

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aparece, encontraremos para ti un médico y gastaremos nuestra riqueza hasta que te cure por completo."

Respuesta del Profeta

Cuando hubo terminado de hablar, el Profeta le dijo: "Ahora escúchame tú, ¡oh padre de Walid!" "Lo haré", dijo ‘Utba, y el Profeta le recitó parte de una Revelación que había recibido recientemente.

‘Utba estaba preparado para simular al menos que prestaba atención, como política hacia un hombre al que esperaba ganarse, pero después de unas pocas frases todos esos pensamientos se mudaron en admiración por las mismas palabras. Estaba allí sentado con las manos a la espalda, apoyándose sobre ellas mientras escuchaba, asombrado por la belleza del lenguaje que penetraba en sus oídos.

Las señales que le fueron recitadas hablaban de la Revelación y de la Creación de la Tierra y el Firmamento. Luego, de los Profetas y de los pueblos antiguos que, habiéndoles resistido, habían sido destruidos y condenados al Infierno.

Después venía un pasaje que hablaba de los creyentes, prometiéndoles la ayuda de los ángeles en esta vida y la satisfacción de todos sus deseos en el Más Allá. El Profeta terminó su recitación con las palabras:

¡Y entre sus signos están la noche y el día y el sol y la luna! No os prosternéis en adoración ante el sol y ante la luna, sino prosternaos en adoración ante Dios, su Creador, si verdaderamente Lo adoráis.

(Corán: 41, 31).

Después de esto se postró tocando el suelo con su frente, para decir al fin: "Ya has oído, ¡Oh Abu-l-Walid! El resto es cosa tuya."

‘Utba cambia de opinión

Cuando ‘Utba volvió a sus compañeros, éstos quedaron tan impresionados por el cambio de la expresión de su rostro que exclamaron: "¿Qué te ha sucedido, oh Abu-l-Walid?" Él les respondió diciendo: "He escuchado unas palabras como jamás había oído nada antes. No es poesía, por Dios, ni es brujería ni adivinación. Hombres del Quraish, escuchadme, y haced como digo. No os interpongáis entre este hombre y lo que hace, sino dejadle, porque por Dios las palabras que he escuchado de él serán recibidas como grandes nuevas. Si los árabes le dan muerte os habréis deshecho de él a manos de otros y si él vence a los árabes, entonces su soberanía será vuestra soberanía y su poderío será vuestro poderío y seréis los hombres más afortunados."

Pero se mofaron de él, diciendo: "Te ha hechizado con su lengua." "Os he dado mi opinión", respondió él, "haced pues lo que consideréis mejor." No se opuso más a ellos y el impacto que le habían producido los versículos coránicos no fue más que una impresión pasajera.

La Asamblea de los Nobles habla con Muhámmad

Entre tanto, ya que no había traído ninguna respuesta a las preguntas que había planteado, uno de los otros dijo: "Hagamos que venga Muhámmad, hablemos y discutamos estas cosas con él, para que no se nos pueda culpar de no haber intentado todas las soluciones.” Mandaron pues por Muhámmad, diciendo:

"Los nobles de tu pueblo se encuentran reunidos para poder hablar contigo." Él se dirigió con toda premura hacia donde lo estaban esperando, pensando que tenían

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que haber sido persuadidos a cambiar su actitud. Anhelaba guiarlos hacia la verdad; pero sus esperanzas se desvanecieron tan pronto como empezaron a repetir las ofertas que ya le habían hecho.”

Cuando hubieron concluido, él les dijo: "No estoy poseído, ni busco el honor entre vosotros ni la realeza sobre vosotros. Antes bien, Dios me ha enviado a vosotros como mensajero, me ha revelado un libro y me ha ordenado que sea para vosotros un portador de buenas nuevas y un amonestador. Así que os he comunicado el mensaje de mi Señor, y os he aconsejado bien. Si aceptáis lo que os he traído, eso significa vuestra buena fortuna en este mundo y en el venidero; pero si lo rechazáis, entonces esperaré pacientemente a que Dios juzgue entre nosotros."

Piden al Profeta que haga milagros para poder creer en él

La única respuesta que obtuvo fue la de volver al mismo sitio donde se habían quedado y de nuevo escuchar que si no quería aceptar sus ofrecimientos que entonces hiciese algo que les demostrase que era un mensajero de Dios y que al mismo tiempo les facilitase la vida.

"Pide a tu Señor que nos quite estas montañas que nos encierran, que nos allane nuestra tierra y que haga que fluyan por ella ríos como los de Siria e Iraq; que nos resucite a algunos de nuestros antepasados, Qusái entre ellos, para que podamos preguntarles si lo que tú dices es cierto o falso. O, si no quieres hacer estas cosas para nosotros, pide entonces favores para ti mismo. Pide a Dios que te envíe un Ángel que confirme tus palabras y nos desmienta a nosotros. Y pídele que te otorgue jardines y palacios y tesoros de oro y plata para que sepamos lo buenas que son tus relaciones con tu Señor.”

“Sólo soy un amonestador y un anunciador de albricias”

El Profeta les respondió, diciendo: "Yo no soy de los que piden a Dios esa clase de cosas, ni he sido enviado para eso, sino que Dios me envió para amonestar y comunicar buenas nuevas."

Negándose a escuchar, le dijeron: "Entonces haz que el cielo se caiga en pedazos sobre nuestras cabezas", en desdeñosa referencia al versículo ya revelado:

Si nos place, podemos hacer que la tierra se los trague o que el firmamento caiga en pedazos sobre ellos.

(Corán: 34, 9).

"Eso tiene que decidirlo Dios", dijo. "Si Él lo desea, lo hará."

No creen en la Revelación. Exigen ver a Dios y los Ángeles

Sin responder, salvo el mutuo intercambio de miradas, pasaron a otro punto. Para ellos, uno de los rasgos más misteriosos de la Revelación era la recurrencia constante al extraño nombre Rahmán, aparentemente relacionado con la fuente de la inspiración del Profeta. Una de las Revelaciones comenzaba con las palabras El Todocompasivo (al-Rahman) ha enseñado el Corán (60, 1), y porque les agradaba aceptar el rumor de que Muhámmad aprendía las palabras que decía de un hombre de Iamama, su réplica final en esta ocasión fue decir: "¡Hemos oído que todo esto te lo enseña un hombre de Iamama llamado Rahmán y en Rahmán nunca creeremos!"

El Profeta permaneció en silencio, y ellos continuaron: "Nos hemos justificado ahora ante ti, Muhámmad; y por Dios juramos que no te dejaremos en paz ni

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desistiremos del tratamiento que ahora te deparamos hasta que terminemos contigo o tú termines con nosotros."

Y uno de ellos añadió:"No creeremos en ti hasta que nos traigas a Dios y a los Ángeles como garantía." Ante estas palabras, el Profeta se incorporó y, cuando estaba a punto de dejarlos, Abdallah, el hijo de Abu Umaia de Majzum, también se levantó y le dijo: "Jamás te creeré; mejor dicho, no hasta que cojas una escalera y subas por ella al cielo y hasta que traigas cuatro Ángeles para que den testimonio de que eres lo que afirmas ser; e incluso entonces creo que seguiría sin creerte."

El Profeta intenta ganar para el Islam a los dirigentes

Los seguidores del Profeta aumentaban poco a poco, pero siempre que se les acercaba un nuevo converso y le prometía su lealtad, la mayoría de las veces se trataba de un esclavo, de un liberto, de un miembro del Quraish de los Alrededores o, todo lo más, de un joven o una mujer del Quraish de la Hondonada, de familia influyente pero ellos mismos de ninguna influencia, y cuya conversión incrementaba diez veces la hostilidad de sus padres y parientes mayores.

El Profeta anhelaba atraerse a alguno de los jefes; ninguno de los cuales, ni siquiera su tío Abu Tálib, había mostrado ninguna inclinación a unírsele.

El Profeta quiere guiar a Walid, jefe de Majzum

Le sería de una gran ayuda para la propagación de su mensaje el contar con el apoyo de un hombre como el tío de Abu Yahl, Walid, que no sólo era el jefe de Majzum sino que, además, si se pudiera designar así, podía ser considerado como el líder extraoficial del Quraish. Era, igualmente, un hombre que parecía más abierto al debate que muchos de los otros.

Un día se le presentó al Profeta la oportunidad de hablar con Walid a solas. Pero cuando estaban inmersos en la conversación acertó a pasar junto a ellos un ciego, uno que recientemente había abrazado el Islam y, al escuchar la voz del Profeta, le pidió que le recitase algo del Corán.

Cuando se le rogó que tuviese un poco de paciencia y que esperase otra ocasión más propicia, el ciego se molestó tanto que, al final, el Profeta frunció el ceño y le volvió la espalda. La conversación se había echado a perder; pero la interrupción no fue la causa de ninguna pérdida; Walid, en realidad, no estaba más abierto al mensaje que aquéllos que se negaban a creer.

“Él frunció el ceño…”

Ante la actitud del Profeta, Una azora le fue revelada casi inmediatamente reprochándole su gesto con estas palabras:

Él frunció el ceño y se alejó, porque el ciego se le acercó.

La Revelación continuaba:

En cuanto a aquél que a si mismo se basta, a él le prestas toda tu atención, ¡aunque no es cosa tuya si no está purificado! Pero en cuanto a aquél que llega a ti lleno de celo y de temor de Dios, a ése no le haces caso.

(Corán: 80, 1-2, 5-10).

Persecuciones y maltratos

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Cuanto más aumentaban los seguidores de Muhámmad mayor era el sentimiento de sus oponentes de que su comunidad y su forma de vida estaban en peligro, a la vez que con una mayor resolución organizaban la persecución de todos los conversos que podían ser maltratados impunemente. Cada clan se encargaba de sus propios musulmanes: los encerraban y atormentaban golpeándolos y haciéndoles pasar hambre y sed; los extendían sobre la tierra endurecida por el sol de la Meca cuando éste estaba en su cenit para hacerles renunciar a su religión.

Bilal

El jefe de Yuma, Umaia, tenía un esclavo africano llamado Bilal que era un firme creyente. Umaia lo sacaba a mediodía a un espacio abierto y lo mantenía contra el suelo con una gran roca sobre su pecho, jurando que permanecería así hasta que muriese o renunciase a Muhámmad y adorase a las diosas al-Lat y al-‘Uzza.

Mientras soportaba esto, Bilal decía: "Uno, Uno". Y sucedió que un día, cuando el esclavo estaba sufriendo este tormento, acertó a pasar por allí el anciano Wáraqa, el cual no dejaba de oírle repetir: "Uno, Uno". "Ciertamente es Uno, Uno, ¡oh, Bilal!", dijo entonces. Luego, volviéndose a Umaia dijo: "Juro por Dios que si lo matas así haré de su tumba un Santuario."

No todos los hombres del Quraish vivían entre su propio clan, y Abu Bakr había adquirido una casa entre las moradas de los Banu Yuma. Esto significaba que tenían más oportunidades de ver al Profeta que la mayoría de los otros clanes, ya que éste solía visitar a Abu Bakr todas las tardes.

A través de él, Bilal había abrazado el Islam, y, cuando Abu Bakr vio cómo lo torturaban, le dijo a Umaia: "¿No tienes temor de Dios, para tratar así a un pobre hombre?" "Tú eres quien lo ha corrompido," respondió Umaia, "así pues, sálvalo de lo que estás viendo." "Lo haré", dijo Abu Bakr. "Tengo un joven negro que es más resistente y más robusto que él, un hombre de tu religión. Te lo daré por Bilal." Umaia consintió y Abu Bakr se llevó a Bilal y le dio la libertad. Bilal sería después el primer almúedano del Islam.

El Islam propugna la liberación de los esclavos y de hecho supuso una auténtica revolución social en aquella sociedad esclavista, tanto en el mundo árabe como en el mundo bizantino y feudal romano.

Las persecuciones de Abu Yahl

Entre los más implacables perseguidores se encontraba Abu Yahl. Si un converso tenía una familia poderosa que lo defendiese, Abu Yahl solamente lo insultaba, prometía arruinar su reputación y hacer de él un hazmerreír. Si se trataba de un comerciante, lo amenazaba con paralizar sus transacciones organizando un boicot general de sus mercancías de modo que se arruinase. Si el converso era una persona débil y desprotegida de su propio clan, hacía que se le torturara y tenía aliados poderosos en muchos otros clanes a los que podía persuadir para que hicieran lo mismo con sus propios conversos débiles y carentes de protección.

Por mediación suya sus compañeros de clan torturaron a tres de sus confederados más pobres, Iasir y Sumaia y su hijo Ammar. Se negaron a renunciar al Islam y Sumaia murió debido a las heridas que le causaron.

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SABER MÁS

CORÁN

“Y [recuerda, Oh Profeta,] cómo los que insistían en negar la verdad intrigaron contra ti, para impedirte [predicar], para matarte o para expulsarte. Así han intrigado [siempre]: pero Dios desbarató sus intrigas --pues Dios está por encima de todos los intrigantes.

Y siempre que les eran transmitidos Nuestros mensajes, decían: “Ya hemos oído [esto] antes; si quisiéramos, ciertamente podríamos componer [nosotros] algo como eso: ¡no son mas que fábulas antiguas!”

(Qur’án Sura 8, Al Anfal, El Botín, ayat 30-31)

HADIZ

De Abu Nayih Amri Ibn Abasa, Allah esté complacido con él, que dijo:

“Pensaba yo antes del Islam (Yahilía) que la gente estaba extraviada y no hacía nada de provecho ante Allah. Y adoraba a los ídolos. Y oí que un hombre en Meca anunciaba hechos asombrosos. Así pues, subí a mi montura y me encaminé hacia él. En ese tiempo el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, estaba oculto, ya que su pueblo estaba contra él. Actuando con suma delicadeza me presenté ante él en Meca y le pregunté: ‘¿Qué eres?’

Dijo: ‘Yo soy profeta.’

Dije: ‘¿Y qué es profeta?’

Dijo: ‘Me ha enviado Allah.’

Dije: ‘¿Con qué te ha enviado Allah?’

Dijo: ‘Me ha enviado para el mantenimiento de las buenas relaciones entre los parientes, para destrozar a los ídolos y para la unicidad de Allah sin asociarle nada.’

Dije: ‘¿Y quién está contigo en esto?’

Dijo: ‘Uno libre y otro esclavo’; ese día estaban con él Abu Bakar y Bilal, Allah esté complacido con los dos .

Dije: ‘Yo soy tu seguidor.’

Dijo: ‘Verdaderamente, hoy no podrás con ello.* ¿Acaso no ves mi situación y la de la gente? Sin embargo, puedes regresar a tu gente y cuando oigas que he hecho público mi anuncio, vienes.’

Regresé con mi gente como me fue ordenado. Después llegó a Medina el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz. Y estando yo con mi familia buscaba noticias y preguntaba a la gente sobre su llegada a Medina. Hasta tal punto que un grupo de los míos fue a Medina y les pregunté: ‘¿Qué hizo ese hombre que llegó a Medina?’

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Y dijeron: ‘La gente corría hacia él y lo seguían, pero su pueblo quiso matarlo sin conseguirlo.’

Más tarde me encaminé hacia Medina y fui a ver al Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz y le dije: ‘¡Oh Mensajero de Allah! ¿No me conoces?’

Dijo: ‘Sí, tú fuiste quien me vino a ver en Meca.’

Y le dije: ‘¡Oh Mensajero de Allah! Infórmame de lo que Allah te ha enseñado y que yo ignoro. Háblame de la oración.’

Dijo: ‘Reza la oración del alba y después abstente de rezar hasta que no se eleve el sol a la altura de la longitud de una lanza. Pues cuando el sol sale, lo hace entre los cuernos de shaitán**. Y en ese momento se postran ante él (el sol) los incrédulos.’

Después puedes rezar cuanto quieras, pues los ángeles presencian la oración, hasta el momento en que la sombra es equivalente a la longitud de una lanza o de un hombre. Hasta que llegue el sol al cenit y comience el descenso. Y esa es la oración del mediodía. Y cuando la sombra se agranda en dirección este, puedes rezar y los ángeles son testigos. Hasta que hagas la oración de la tarde. Después abstente de rezar hasta que se ponga el sol. Pues el sol se pone entre los cuernos de shaitán y entonces es cuando los incrédulos se postran ante él (el sol).’

Y le dije: ‘¡Oh Profeta de Allah! ¿Y la ablución? Háblame de ella.’

Dijo: ‘Para la ablución el hombre se acerca al agua y se enjuaga la boca primero, después toma agua por la nariz y la echa. De esta forma desaparecen sus faltas hechas con la boca y la nariz. Después se lava la cara como Allah le ha ordenado, con agua hasta la punta de la barba, y sus faltas son borradas. A continuación se lava las manos y los brazos desde la yema de los dedos hasta los codos y se le borrarán las faltas cometidas con ellos. Después frota su cabeza de un extremo a otro de su pelo y se le borran las faltas debidas a su cabeza. Después lava sus pies, hasta los tobillos y las faltas motivadas por sus pies le serán borradas.

Pues bien, si se levanta para rezar, da alabanzas a Allah, Altísimo sea, exaltando su majestad y grandeza como le corresponde, glorificado sea, con el corazón sincero, enteramente concentrado en su oración y no distraído con otra cosa. Por todo ello sale sin una falta, igual que cuando su madre le dio a luz.’

Amri Ibn Abasa relató este hadiz a Abu Umama, compañero del Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz. Y le dijo Abu Umama: ‘¡Oh Amri Ibn Abasa! Piensa lo que dices. ¿Es posible que este hombre reciba tanta recompensa por un mismo hecho o situación?’

Dijo Amri: ‘¡Oh Abu Umama! Me he hecho viejo, mis huesos son ya delgados y mi hora se acerca. Así que ya no tengo necesidad de mentir sobre Allah, Altísimo sea, ni tampoco sobre el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz. Y si no fuera porque lo he oído más de siete veces del Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, no lo hubiese relatado nunca’.”

Lo relató Muslim. (Riyyad As Salihin, Cap. 51. 27. 442)

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PREGUNTAS

¿De dónde procedían los primeros musulmanes?

— De las tribus de Iatrib que habían tenido oportunidad de conocer de cerca a Muhámmad y oir su mensaje. Muchos de ellos estaban emparentados con el profeta, la paz sea con él, por lazos de sangre.

— De todas las tribus del Hiyaz. La mayoría de ellos eran gentes sin una posición social fuerte, y por esa razón en principio fueron perseguidos mediante torturas y coacciones de todo tipo, ya que carecían de protección.

— La mayor parte de los primeros musulmanes eran esclavos que vieron en el mensaje de Muhámmad una oportunidad para alcanzar la libertad y cambiar su estatus legal.

¿Qué hecho motivó el descenso de la sura 80 del Corán y cuál es su contenido esencial?

— Las incesantes persecuciones a que estaban sometidos los primeros musulmanes. Esta sura alude a la purificación ritual y señala su pertinencia como medio de evitar dichas persecuciones.

— La actitud del profeta, quien no prestó atención a las demandas de un ciego que le pedía insistentemente la recitación del Corán. La sura alude a esta falta de atención por parte de Muhámmad, la paz sea con él.

— La actitud de Walid, el jefe de Majzum que se negó a aceptar el Islam a causa de la inoportuna intervención de un hombre ciego que abordó al profeta mientras predicaba. La sura se refiere a la incredulidad.

¿Cómo era considerada la esclavitud en el Islam de los primeros tiempos históricos?

— Como la mayoría de las religiones del libro, el Islam consideraba ilícita la esclavitud pues contradecía el principio igualitario que implicaba el mensaje coránico. La esclavitud era tenida por una lacra y una vergüenza.

— En un principio, cuando los musulmanes eran aún muy pocos, se aceptaba la conversión de los esclavos, pero más adelante, cuando el Islam se estableció con firmeza entre las tribus, los esclavos tuvieron ciertas dificultades para reconocerse musulmanes

— Como una condición social tradicional que evitaba el derramamiento de sangre. Los prisioneros tomados en medio de una guerra salvaban así sus vidas. Desde el punto de vista islámico no se establecía diferencia alguna entre los seres humanos más que por la taqua.

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UNIDAD 10

LA EMIGRACIÓN A ABISINIA Y LA CONVERSION DE ÓMAR

El Profeta invita sus compañeros a emigrar a Abisinia

La reacción del Quraish

El Negus no cede al soborno

El Negus interroga a los musulmanes: discurso de Ya‘far

Ya’far recita la azora de María

Jesús, siervo de Dios

Ómar, sobrino de Abu Yahl

Ómar decide matar al Profeta

Ómar se entera de que su hermana y su cuñado son musulmanes

Ómar oye la recitación del Corán y lee el comienzo de la azora Ta Ha

Ómar decide abrazar el Islam y declara su Islam al Profeta

El Profeta invita sus compañeros a emigrar a Abisinia

Habasha era el nombre árabe para Abisinia. Los mequíes mantenían relaciones directas con el Africa negra. La existencia en el Corán de palabras abisinias lo prueban. Parece posible que el Profeta hubiera viajado en alguno de sus viajes comerciales hasta Abisinia y que conocía en algún grado su lengua.

Cuando el Profeta vio que, aunque él estaba a salvo de la persecución muchos de sus seguidores no lo estaban, les dijo:

"Si vais al país de los abisinios, encontraréis allí un rey bajo el cual nadie padece el mal. Es un país de sinceridad en la religión. Hasta el tiempo en que Dios os proporcione los medios para aliviar lo que ahora sufrís."

Así pues, algunos de sus compañeros partieron para Abisinia con una carta del propio Profeta dirigida al rey del país, el Negus y ésta fue la primera emigración en el Islam. Los emigrantes fueron bien recibidos en Abisinia y se les dio libertad de culto. La religión del Negus era el cristianismo monofisita.

En total, sin contar a los niños pequeños que se llevaron consigo, eran unas ochenta personas; pero no todos se fueron al mismo tiempo. Su huída se planeó en secreto y se llevó a cabo discretamente en pequeños grupos.

La reacción del Quraish

Los líderes del Quraish, sin embargo, de ninguna manera estaban dispuestos a dejarlos en paz para que establecieran allí, más allá de su control, una comunidad peligrosa que podría incrementar su número si otros conversos se le unían. Elaboraron un plan rápidamente para traerlos de vuelta por la fuerza y dispusieron cierta cantidad de obsequios para hacer un rico soborno a cada uno de los gene-rales del Negus, el rey de Abisinia. Había también valiosos presentes para el Negus. Luego escogieron cuidadosamente a dos hombres, uno de los cuales era Amr ibn al-As, del clan de Sahm, para levar a cabo lo planeado.

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El Negus no cede al soborno

Los generales aceptaron el soborno y los dos hombres del Quraish llevaron sus presentes al Negus, rey de los abisinios y le instaron a acceder a su petición y a entregar a los refugiados.

Pero el Negus se disgustó y dijo: "¡No, por Dios, no serán traicionadas unas perso-nas que han buscado mi protección, han hecho de mi país su morada y me han elegido por encima de todos los demás! No los entregaré hasta que los haya convocado e interrogado sobre lo que estos hombres dicen de ellos. Si es como han dicho, entonces los pondré a su disposición para que los devuelvan a su gente. Pero si no, seré su buen protector mientras en mí busquen refugio."

Entonces envió por los compañeros del Profeta y, al mismo tiempo, reunió a sus obispos, que se trajeron sus libros sagrados y los dispusieron abiertos alrededor del trono.

El Negus interroga a los musulmanes: discurso de Ya‘far

Cuando todos estuvieron reunidos, el Negus les habló y dijo: "¿Cuál es esta religión por la que os habéis separado de vuestro pueblo, aunque no habéis abrazado la mía ni la de ninguna de las naciones que nos rodean?"

Y Ya’far, portavoz del grupo de musulmanes, le respondió diciendo: "Oh Rey, nosotros éramos un pueblo empapado en la ignorancia, que adoraba ídolos, comía carroña sin sacrificar, cometía abominaciones y el fuerte devoraba al débil.

Así éramos, hasta que Dios nos envió un Mensajero de entre nosotros, uno cuyo linaje conocíamos, al igual que su veracidad, su confianza e integridad. Para dar testimonio de la Unidad de Dios nos convocó. Para que adorásemos a Dios y renunciásemos a lo que nosotros y nuestros padres habíamos adorado en la forma de piedras y de ídolos, y nos ordenó decir la verdad, cumplir nuestras promesas, respetar los lazos de parentesco y los derechos de nuestros vecinos, y abstenernos del crimen y el derramamiento de sangre.

Adoramos, pues, a Dios solo, sin poner nada a su lado, considerando prohibido cuanto Él ha prohibido y lícito lo que es permitido por Él. Por estas razones nuestro pueblo se ha vuelto contra nosotros y nos ha perseguido para hacernos renegar de nuestra religión y volver a la adoración de los ídolos. Por eso hemos venido a tu país, habiéndote elegido a ti sobre los otros y es nuestra esperanza, ¡oh Rey!, que aquí, contigo, no suframos más persecución."

Ya’far recita la azora de María

Los intérpretes reales tradujeron todo lo que había dicho. El Negus preguntó entonces si tenían con ellos alguna Revelación que su Profeta les hubiera dado del Dios Uno, y cuando Ya’far contestó que sí tenían, dijo: "Entonces, recítamela." Y Ya’far recitó un pasaje de la Azora de María.

Y recuerda a María en la Escritura cuando dejó a su familia para retirarse a un lugar hacia el Oriente y se ocultó de ellos. Le enviamos nuestro Espíritu y Éste se le presentó como un mortal perfecto. Dijo ella: Me refugio de ti en el Infinitamente Bueno, si eres piadoso. Dijo Él: Yo soy sólo el enviado de tu Señor para regalarte un niño puro. Ella dijo: ¿Cómo puedo tener un niño, si no me ha tocado mortal ni he perdido la castidad? Pero así será, le respondió. Tu Señor dice: Es cosa fácil para Mí.

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Para hacer de Él un signo para la gente y una misericordia de Nosotros. Está ya decidido.

(Corán: 19, 16-21)

El Negus lloró, y lo mismo hicieron sus obispos, al escucharlo recitar, y cuando se tradujo lo recitado volvieron a llorar, y el Negus dijo: "Verdaderamente esto procede de la misma fuente que lo que Jesús trajo." Entonces se volvió hacia los dos enviados del Quraish y dijo: "Os podéis marchar, porque por Dios no os los voy a entregar; no serán traicionados."

Jesús, siervo de Dios

Pero a la mañana siguiente Amr se dirigió al Negus y dijo: "¡Oh Rey!, cuentan ellos una mentira enorme sobre Jesús, el hijo de María. Dicen que es un esclavo. Envía si no por ellos y pregúntales qué dicen de él."

Cuando se presentaron ante el rey y se les preguntó: "¿Qué decís de Jesús el hijo de María?" Ya’far respondió: "Decimos de él lo que nuestro Profeta nos trajo: que es el siervo de Dios y Su Enviado y Su Espíritu y Su Palabra que Él depositó en María, la virgen Bendita."

El Negus cogió un palito del suelo y dijo: "Jesús, el hijo de María no excede lo que habéis dicho en la longitud de esta ramita”. Luego se volvió hacia Ya’far y sus compañeros y dijo: "Id tranquilos, porque estáis a salvo en mi país. Ni por montañas de oro dañaría a un solo hombre de vosotros".

A continuación, con un movimiento de la mano hacia los enviados del Quraish dijo a su acompañante: "Devolved a estos hombres sus presentes, porque no me sirven para nada”.

Así, Amr y el otro hombre volvieron vergonzosamente a la Meca.

Ómar, sobrino de Abu Yahl

Cuando los dos enviados del Quraish regresaron a la Meca con las noticias de que habían sido desairados y de que los musulmanes habían sido establecidos en el favor del Negus, el Quraish quedó indignado y consternado. Inmediatamente se pusieron a intensificar su represión y persecución de los creyentes, en gran medida bajo la dirección de Abu Yahl, cuyo sobrino Ómar era uno de los más violentos y desenfrenados a la hora de cumplir sus instrucciones.

En aquel tiempo, Ómar tenía unos veintiséis años y era un joven voluntarioso y de gran resolución que no se desalentaba con facilidad. Pero a diferencia de su tío, él era piadoso y ahí descansaba realmente su principal motivo para oponerse a la nueva religión. Veía claramente que el conflicto tenía una sola causa. Quitar de en medio al hombre que era esa causa, y pronto todo volvería a ser como antes.

Ómar decide matar al Profeta

Continuó meditando en ese sentido y, al final, llegó el día -fue poco después del regreso de los fracasados enviados a Abisinia- en que un arrebato de ira lo incitó a la acción y, tomando la espada, salió de su casa.

Apenas había traspasado el umbral cuando se encontró cara a cara con Nuaim ibn Abdallah, uno de sus compañeros de clan. Nu'aim había abrazado el Islam pero lo mantenía en secreto por temor a Ómar y a otros de su gente. La expresión ceñuda que vio entonces en el rostro de Ómar le movió a preguntarle a dónde iba. "Voy a la casa de Muhámmad, ese renegado que ha dividido al Quraish en dos," dijo Ómar, "y lo mataré."

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Ómar se entera de que su hermana y su cuñado son musulmanes

Nu’aim intentó detenerlo señalando que él mismo moriría. Pero cuando vio que Ómar prestaba oídos sordos a semejante argumento pensó en otra manera de, al menos, retrasarlo, para que diese tiempo a dar la alarma.

"¡Oh, Ómar!" dijo "¿por qué no vuelves primero con la gente de tu propia casa y les corriges?" "¿Qué personas de mi casa?" dijo Ómar. "Tu cuñado Sa’id y tu hermana Fátima", dijo Nu’aim, "ambos siguen a Muhámmad en su religión. Tú puedes ser el responsable si los dejas seguir como están."

Ómar oye la recitación del Corán

Sin decir palabra Ómar se volvió y se encaminó derecho a la casa de su hermana. Había entonces un confederado pobre de Zuhra llamado Jabbab, que a menudo iba a recitarles el Corán a Said y Fátima; en aquel momento se encontraba con ellos, con algunas páginas escritas de la azora llamada Ta-ha (Corán: 20), que acababa de ser revelada y que estaban leyendo juntos. Cuando escucharon la voz de Ómar gritando airadamente el nombre de su hermana mientras se aproximaba, Jabbab se ocultó en un rincón de la casa y Fátima cogió el manuscrito y lo guardó bajo su túnica.

Pero Ómar había oído el sonido de la lectura, y cuando entró les dijo: "¿Qué era ese chismorreo que oí?" Intentaron asegurarle que no había oído nada. "Por cierto que lo oí", dijo, "y me han dicho que ambos os habéis hecho seguidores de Muhámmad."

Entonces se lanzó contra su cuñado y se enzarzó con él, y cuando Fátima acudió en defensa de su marido, Ómar le propinó un violento golpe. "Pues sí, así es "—decían— somos musulmanes y creemos en Dios y en Su Enviado. Haz pues lo que desees." La herida de Fátima sangraba, y cuando Ómar vio la sangre lamentó lo que había hecho.

Ómar lee el comienzo de la azora Ta Ha

Se produjo un cambio en él y le dijo a su hermana: "Dame esa escritura que os oí leer para que vea qué es lo que Muhámmad ha traído." Al igual que ellos, Ómar sabía leer, pero cuando pidió la escritura ella dijo: "Tememos confiártela." "No temáis", dijo él, y, desabrochando el cinturón de la espada y deponiendo ésta, juró por sus dioses que se la devolvería cuando la hubiera leído. Fátima podía ver que se había ablandado y se sintió invadida por el anhelo de que abrazase el Islam. “¡Oh, hermano mío —dijo— tú eres impuro en tu idolatría y sólo los puros pueden tocarlo!." Ómar fue entonces a lavarse y su hermana le dio la página en la que estaba escrito el comienzo de Ta-Ha:

En el Nombre de Dios, el Más Misericordioso, el Dispensador de Gracia:

¡Ta Ha! No hemos hecho descender este Corán sobre ti para hacerte desgraciado, sino como exhortación para todos los que temen a Dios, una revelación de Aquel que ha creado los cielos y la tierra, el Más Misericordioso, asentado sobre el trono de Su omnipotencia.

De Él es cuanto hay en los cielos y cuanto hay en la tierra, y también cuanto hay entre ambos y cuanto hay bajo la tierra.

Y si dices algo en voz alta, Él lo oye, pues, ciertamente, conoce los secretos y también cuanto es aún más recóndito.

¡Dios, no hay deidad sino Él; Suyos son los atributos de perfección!

(Corán: 20)

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Ómar decide abrazar el Islam

Comenzó a leerlo, y cuando hubo leído un pasaje, dijo: "¡Qué hermosas y qué nobles palabras!" Cuando Jabbab oyó esto salió de su escondite y dijo: "Ómar, tengo la esperanza de que Dios te haya elegido por la plegaria de su Profeta, al cual ayer le oí pedir: "¡Oh Dios, fortalece el Islam con Abu-l-Hákam el hijo de Hisham o con Ómar el hijo de Jattab!"."Oh Jabbab! —dijo Ómar— ¿dónde estará ahora Muhámmad, para poder ir a verlo y abrazar el Islam?" Jabbab le dijo que estaba con sus compañeros.

Ómar declara su Islam al Profeta

Ómar se ciñó la espada y salió para Safa, llamó a la puerta de la casa y dijo quién era. Habían sido puestos sobre aviso por Nu’aim, por lo que su llegada no era inesperada, pero quedaron desconcertados por el tono suave de su voz. Uno de los compañeros se acercó a la puerta, miró a través de una hendidura y se volvió consternado. "¡Oh, Enviado de Dios —dijo— ciertamente es Ómar y viene con la espada al cinto!."

El Profeta consintió que se le permitiese entrar, y avanzando para recibirlo, lo tomó por el cinto y lo llevó al centro de la habitación, diciendo: "¿Qué te ha traído por aquí, oh hijo de Jattab? No puedo verte desistiendo hasta que Dios te envíe alguna desgracia."

"¡Oh, Enviado de Dios —dijo Ómar— he venido ante ti para poder declarar mi fe en Dios y su Enviado y en lo que Él ha traído de Dios!"

"Allahu Akbar (Dios es más grande)", dijo el Profeta, de una forma tal que todos los hombres y mujeres que había en la casa supieron que Ómar había abrazado el Islam y todos se regocijaron.

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SABER MÁS

HADIZ

Se transmitió de Nafia que Ómar Ibn Al-Jattab, Allah esté complacido de él:

“Distribuyó a cada uno de los primeros emigrantes cuatro mil dirhams por año. Dando a su hijo tres mil quinientos solamente. Y se le preguntó: Si él también es de los emigrantes, ¿por qué le has dado menos? Y contestó: ¡Porque su padre emigró con él y no fue como el que emigró solo!”

Lo relató Al Bujari. (Riad As-Salihin, Cap. 68: 8.598)

De Abu Musa Al-Asharí, Allah esté complacido con él, se transmitió:

“Que hizo la ablución en su casa y después salió diciendo: ‘Acompañaré al Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, y estaré con él este día.’

Llegó a la mezquita y preguntó por el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz. Y le dijeron: ‘Se fue por allí.’

Dijo: ‘Salí pues en su busca, preguntando por él, hasta que le vi entrar en un huerto donde estaba el pozo de Aris. Entonces me senté ante la puerta hasta que el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, hizo sus necesidades y la ablución. Después fui hacia él, al tiempo que se sentaba sobre el brocal del pozo, mostrando sus pantorrillas al interior del mismo. Lo saludé y a continuación salí para sentarme ante la puerta y me dije: ‘Hoy seré portero del Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz’.’

Vino Abu Bakr, Allah esté complacido con él, llamó a la puerta y pregunté: ‘¿Quién es?’ Dijo: ‘Abu Bakr.’ Y le contesté: ‘Un momento.’ Después me levanté y fui para decirle al Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz: ‘Es Abu Bakar, que pide permiso para entrar.’

Dijo: ‘Dáselo y anúnciale el Jardín para él.’ Así pues, fui y le dije a Abu Bakr: ‘Entra’. El Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, te anuncia el Jardín.’ Entró Abu Bakar y se sentó a la derecha del Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, de la misma manera que él, es decir, sobre el brocal del pozo y con los pies hacia dentro. Lo dejó y pensó que su hermano, que se quedó haciendo wudú (ablución) y que le había dicho que le siguiera después, vendría a llamar y el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, le anunciaría el Jardín. Después fui a sentarme en el mismo sitio e hice la siguiente petición: ‘¡Si Allah quiere para fulano (es decir, su hermano) un bien que lo haga venir!’

En ese momento alguien movía la puerta como solicitando permiso para entrar y pregunté: ‘¿Quién es?’ Y contestó: ‘Ómar Ibn Al Jattab.’ Dije: ‘Un momento, no tan de prisa.’ Después fui al Mensajero de Allah, Allah le bendiga y le dé paz y, saludándole, le dije: ‘Es Ómar que pide permiso para entrar.’

‘Dile que entre y anúnciale el Jardín.’ Así que fui hasta él y le dije: ‘Pasa, que el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, te anuncia el Jardín.’ Entró y se sentó a la izquierda del Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, de la misma forma que su compañero. Después volví a sentarme en el mismo sitio y dije: ‘¡Si Allah quiere para fulano (es decir, su hermano) un bien, que lo haga venir!’

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Y vino un hombre en ese momento, movió la puerta y pregunté: ‘¿Quién es?’ Dijo: ‘Otmán Ibn Affán.’ Contesté: ‘¡Un momento!’ Fui al Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, le informé del recién llegado y dijo: ‘Dale permiso para entrar y anúnciale el Jardín con una dura prueba que le acontecerá.’

Fui, pues, y le dije: ‘Entra, que el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, te anuncia el Jardín y una dura prueba que te acaecerá.’ Entró y se sentó en la otra mitad del brocal del pozo, frente a ellos. Dijo Said Ibn Al Musáib: ‘Y de la misma forma están situadas sus tumbas. Es decir, Abu Bakr y Ómar junto al Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, en su habitación. Y Otmán en el cementerio de la gente de Medina que está enfrente. Y así lo he explicado’.”

Lo relataron Al Bujari y Muslim (Riad Al- Salihin, Cap. 95: 2.712)

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PREGUNTAS

¿Por qué razones decidió el Negus de Abisinia dar protección a los musulmanes huidos de Meca?

— Porque comprendió los vínculos espirituales que unían a aquellos emigrados con su propia tradición, que era la de los cristinanos unitarios. Pudo darse cuenta de que su creencia estaba más cerca de la creencia de los perseguidos que del paganismo de quienes los reclamaban.

— Por una cuestión de prestigio político y religioso. El dar cobijo y protección a unas familias árabes conocidas era una forma de estrechar vínculos sociales y comerciales entre Abisinia, que estaba en ese tiempo bastante aislada de las rutas, y el Hiyaz de la denominada Ruta del Incienso.

— Debido a la secular enemistad que enfrentaba a los abisinios y a los árabes del Hiyaz. Era una forma de demostrar su superioridad política y religiosa sin necesidad de implicarse en aventuras militares.

¿Cómo describirías el proceso de la conversión de Ómar Ibn Al Jattab?

— Un noble del Quraish, de temperamento rudo y luchador, analfabeto, que persigue a los musulmanes hasta que comprende que los motivos de su lucha son más nobles que los suyos propios. Decide entonces solidarizarse con Muhámmad y acepta el Islam.

— Un proceso de acercamiento gradual. Las manifestaciones públicas de los primeros musulmanes despertaron su curiosidad y le llevaron a una indagación personal sobre la naturaleza del mensaje coránico. Finalmente, tras una larga meditación decidió aceptar el Islam.

— Un piadoso guerrero del Quraish, de temperamento vehemente, decide enfrentar a quien se supone ha dividido a su comunidad. Debido a la sinceridad y a la nobleza de su carácter, su encuentro con la revelación le produce un impacto interior tan fuerte que decide abrazar el Islam.

¿Qué significados esenciales puedes detectar en la azora que leyó Ómar Ibn Al Jattab?

— La naturaleza confortadora y liberadora del mensaje coránico, su origen divino, su condición de herramienta de la conciencia y la sabiduría. Expresa los atributos divinos de Omnipotencia, Omnisciencia y Unicidad.

— La advertencia a los seres humanos de que no pueden esconderse de Dios y de que, por lo tanto, han de seguir necesariamente el camino recto. Un recordatorio al ser humano de su propia insignificancia y precariedad, pues nada posee.

— La confirmación a Muhámmad de su condición de advertidor, de amonestador que anuncia un castigo doloroso para todos aquellos que no acepten la naturaleza divina del mensaje.

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UNIDAD 11

EL BOICOT

El boicot contra el clan del Profeta, el clan de Háshim

Redacción del documento de boicot

Solidaridad de los Banu Háshim

El Profeta sufre la sátira y el insulto

Fin del boicot

Vuelta de Abisinia de algunos exiliados

El año de la tristeza

Abu Bakr atacado

Abu Bakr emigra

Abu Lahab deja sin protección al Profeta

El Profeta busca ayuda en los Thaqif

Encuentro con los genios (yinn)

El Profeta pide protección a Mut’im

El boicot contra el clan del Profeta, el clan de Háshim

No le resultaba tolerable a Ómar que el Quraish adorase a sus dioses en la Ka’ba mientras que los creyentes adoraban a Dios en secreto. Solía, pues, orar delante de la Ka’ba y animaba a otros musulmanes a que lo acompañasen. Algunas veces, él y Hamza iban con un grupo numeroso de creyentes al Santuario y en tales ocasiones los líderes del Quraish no se dejaban ver.

Para ellos habría sido una pérdida de dignidad estar presentes y no intervenir; bien sabían que, de oponerse ellos, Ómar no se detendría ante nada. Estaban determinados, sin embargo, a no permitir que este joven se imaginase que los había vencido y, presionados por Abu Yahl, decidieron que la mejor solución sería decretar un boicot contra todo el clan de Háshim que, a excepción de Abu Lahab, estaba decidido a proteger a sus componentes tanto si creían que Muhámmad era un Profeta como si no.

Redacción del documento de boicot

Se redactó, pues, un documento según el cual se prometía que nadie desposaría a una mujer de Háshim o daría su hija en matrimonio a un hombre de Háshim, y nadie les compraría o vendería nada. Esto tenía que continuar hasta que el clan de Háshim proscribiese a Muhámmad o hasta que él renunciase a sus pretensiones de profecía.

No menos de cuarenta jefes del Quraish sellaron este acuerdo, aunque no todos estaban a favor de él en igual medida, incluso a algunos de ellos hubo que convencerlos. El clan de Muttálib se negó a abandonar a sus primos hashimíes y, por lo tanto, fue incluido en el boicot. El documento fue colocado solemnemente en el interior de la Ka’ba.

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Solidaridad de los Banu Háshim

En consideración a la seguridad mutua, los Banu Háshim se agruparon en torno a Abu Tálib en aquel barrio de la depresión de la Meca donde él y la mayoría del clan vivían. A la llegada del Profeta y Jadiya con sus allegados, Abu Lahab y su mujer se marcharon y se fueron a vivir a una casa que poseía en otra parte, para demostrar solidaridad con el Quraish en conjunto.

El Profeta sufre la sátira y el insulto

Durante los meses sagrados, cuando podían abandonar el refugio e ir de un sitio a otro sin temor de ser molestados, el Profeta con frecuencia iba al Santuario, y los líderes del Quraish aprovechaban su presencia para insultarle y satirizarlo. Algunas veces, cuando recitaba revelaciones en las que advertía al Quraish lo que había sucedido a pueblos antiguos, Nadr de Abd al-Dar se ponía de pie y decía: "¡Por Dios, Muhámmad no es mejor que yo como orador! Lo que dice nos son sino historias de los antiguos. Han sido escritas para él de la misma manera que las mías han sido escritas para mí." Entonces les contaba las historias de Rustam e Isfandiyar y los reyes de Persia.

En relación con esto fue revelado uno de los muchos versículos que se refieren al corazón como a la facultad mediante la cual el hombre tiene visión de las realidades sobrenaturales. El ojo del corazón, aunque cerrado en el hombre caído, puede captar una vislumbre de luz y esto es la fe. Pero un tipo de vida perniciosa hace que se acumule sobre el corazón una capa como de herrumbre, de modo que no puede sentir el origen divino del Mensaje de Dios:

"Cuando Te recitan nuestras aleyas dice: Historias de los antiguos! Pero ¡no! Lo que ganaron es herrumbre sobre sus corazones.

(Corán: 83, 13-14).

En cuanto al estado opuesto a éste, la posibilidad suprema de la visión interior. El Profeta afirmó de sí mismo en más de una ocasión que el ojo de su corazón estaba abierto incluso durante el sueño: "Mi ojo duerme, pero mi corazón está despierto."

Fin del boicot

El boicot sobre Háshim y Muttálib duró dos años o más y no produjo los efectos deseados. Tuvo además el efecto indeseable e imprevisto de atraer con más fuerza la atención hacia el Profeta y provocó el que se hablase en toda Arabia de la nueva religión más que nunca.

El boicot fue revocado formalmente, y un grupo de quraishíes fue a dar las buenas nuevas a los Banu Háshim y a los Banu Muttálib.

Hubo un gran alivio en la Meca después del levantamiento del boicot y, por el momento, se suavizaron las hostilidades contra los musulmanes.

Vuelta de Abisinia de algunos exiliados

Pronto llegaron a Abisinia informes de la nueva situación, y algunos de los exiliados se pusieron inmediatamente a hacer preparativos para volver a la Meca; otros, Ya‘far entre ellos, decidieron proseguir durante un tiempo donde estaban.

Excepto Ya‘far y ‘Ubaidallah ibn Yahsh, todos los primos del Profeta volvieron. Con ellos vinieron también Otmán y Ruqaia.

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El año de la tristeza

En el año 619, no mucho después de que el boicot se hubiera revocado, el Profeta sufrió una gran pérdida con la muerte de su esposa Jadiya. Habían vivido juntos en profunda armonía durante veinticinco años, y ella no sólo había sido su esposa sino también su amiga íntima, su sabia consejera y madre para todos cuantos vivían en la casa, incluidos Alí y Zaid.

Sus cuatro hijas estaban abatidas de dolor, pero el Profeta pudo consolarlas diciéndoles que en una oración Gabriel lo había visitado y le había dicho que diese a Jadiya saludos de Paz de parte de su Señor y le dijese que Él había preparado para ella una morada en el Paraíso.

De las madres, el Profeta había dicho: “El Paraíso se encuentra por debajo de los pies de vuestras madres”. Jadiya es conocida como “la Madre de los creyentes”.

Por esos días Abu Tálib enfermó y murió. Estas muertes sucedieron tres años antes de la Hégira (Emigración) a Medina y ese año fue llamado “el año de la tristeza”.

Abu Bakr atacado

La situación se estaba haciendo difícil en la Meca para casi todos los que no gozaban de protección oficial. Antes de unirse al Profeta, Abu Bakr había sido un hombre de considerable influencia pero, a diferencia de Ómar y Hamza, él no era un hombre peligroso y, por lo tanto, no inspiró temor excepto en aquellos que habían aprendido a apreciarlo por razones espirituales: cuando su Islam estableció una barrera entre él y los líderes del Quraish su influencia quedó prácticamente anulada.

Para Abu Bakr la situación se agravaba, además, por ser conocido como el responsable de muchas conversiones, y puede haber sido en parte como venganza por la conversión de Asuad, el hijo de Naufal, por lo que un día Naufal mismo, el medio hermano de Jadiya, organizó un ataque contra Abu Bakr y Talha, los cuales quedaron tumbados en el camino, con las manos y los pies atados y amarrados los dos juntos con una cuerda. Ningún hombre de Taim intervino contra los de Asad, lo que sugiere que habían renegado de sus dos destacados compañeros musulmanes.

Abu Bakr emigra

Hubo quizás otros incidentes. Abu Bakr mantenía unas relaciones cada vez peores con el antiguo amo de Bilal, Umaia, que era el jefe de Yuma, entre quienes él vivía, y llegó un momento en que sintió que no le quedaba más alternativa que la de emigrar.

Habiendo obtenido el permiso del Profeta, partió para unirse a los que habían permanecido en Abisinia. Pero antes de llegar al Mar Rojo se encontró con lbn al-Dugunna, en aquella época jefe de un pequeño grupo de tribus confederadas que vivían cerca de la Meca, aliadas del Quraish.

Este jefe beduino había conocido bien a Abu Bakr en sus días de riqueza e influencia, sin embargo ahora tenía el aspecto de un ermitaño vagabundo. Asombrado por el cambio, le interrogó. “Mi pueblo me ha maltratado —dijo Abu Bakr— y me ha expulsado, y todo lo que pretendo es viajar sobre la faz de la tierra, adorando a Dios.”

“¿Por qué te han hecho esto? —dijo Ibn al-Dugunna— Tú eres un ornamento para tu clan, una ayuda en el infortunio, un bienhechor, siempre satisfaciendo necesidades de otros. Regresa, porque estás bajo mi protección.” Lo llevó, pues, de vuelta a la Meca y habló a la gente, diciendo: “Hombres del Quraish, he otorgado mi protección al hijo de Abu Quhafa, por tanto, que todo el mundo lo trate bien.”

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El Quraish confirmó la protección y prometió que Abu Bakr estaría a salvo.

Abu Lahab deja sin protección al Profeta

Abu Tálib fue sucedido por Abu Lahab como jefe de Háshim; pero la protección que Abu Lahab daba a su sobrino era puramente nominal, y el Profeta fue maltratado como nunca lo había sido antes. En una ocasión un transeúnte se inclinó sobre su puerta y echó un trozo de asadura putrefacta en el puchero de la comida; otra vez, cuando estaba haciendo la plegaria en el patio de su casa, un hombre le arrojó el útero de una oveja lleno de sangre y excrementos.

Antes de deshacerse de ello, el Profeta levantó el objeto con la punta de un palo y dijo, de pie en su puerta: “¡Oh hijos de Abdu Manaf! ¿Qué protección es ésta?” Había visto que el ofensor era el shamsí Uqba, padrastro de Otmán, el marido de Ruqaia.

En otra ocasión, cuando el Profeta volvía de la Ka’ba, un hombre tomó un puñado de tierra y lo arrojó contra su cara y su cabeza. Cuando volvió a casa, una de sus hijas se la lavó, llorando mientras lo limpiaba. “No llores, hijita —dijo él— Dios protegerá a tu padre.”

El Profeta busca ayuda en los Thaqif

Fue entonces cuando decidió buscar ayuda de los Thaqif, los habitantes de la ciudad vecina de Taif, una decisión que reflejaba elocuentemente la aparente gravedad de su situación en la Meca.

Cuando llegó se dirigió directamente a la casa de los tres hermanos que eran los líderes del Thaqif en aquel tiempo, los hijos de Amr Ibn Umaia.

Pero cuando el Profeta les pidió que aceptasen el Islam y lo ayudasen contra sus oponentes estos lo rechazon y le negaron protección.

Entonces el Profeta se levantó para dejarlos pero cuando hubo abandonado a los tres hermanos estos incitaron a sus esclavos y criados para que lo insultasen y gritasen, hasta que se congregó contra él un gentío y se vio forzado a buscar refugio en un huerto privado. Una vez que penetró en él la multitud comenzó a dispersarse, y, atando su camello a una palmera, fue a buscar cobijo bajo una parra y se sentó a su sombra.

Cuando el Profeta comprendió que en aquellas circunstancias no podía conseguirse nada bueno de la Tribu de Thaqif, salió de Taif y se puso en camino hacia la Meca. Aquella noche, ya tarde, llegó al valle de Najla, el alto que había a mitad de camino entre las dos ciudades que lo habían rechazado.

Encuentro con los genios (yinn)

Mientras el Profeta hacía la plegaria en Najla, un grupo de yinn o genios pasó junto a él y se detuvieron hechizados por las palabras del Corán que Muhámmad estaba recitando.

Según el Corán (55,14) los genios fueron creados de una sustancia como llama sin humo, mientras que los hombres lo fueron de arcilla y los ángeles de luz. Son inteligentes, sutiles, aunque pueden presentarse a la visión de nuestros ojos, bajo diferentes formas y llevar a cabo distintas tareas.

El Profeta sabía que no había sido enviado solamente al reino de los hombres. La Revelación había afirmado hacía poco:

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“Nosotros no te hemos enviado sino como misericordia para los Mundos.”

(Corán: 21, 107).

Y una de las primeras azoras (60) se dirige a los yinn tanto como a los hombres, advirtiendo a ambos del Infierno como un castigo por el mal y prometiendo el Paraíso como recompensa por la Piedad.

Se produjo entonces la Revelación:

“Di: ‘Se me ha revelado que un grupo de los yinn escucharon y luego dijeron: ciertamente hemos escuchado una recitación maravillosa que guía hacia la vía recta, y creemos en ella.”

(Corán: 72, 1-2).

Y otra Revelación (46, 30-31) contaba cómo los yinn se volvieron luego a su comunidad e incitaron a los demás a responder a “el que llama a Dios”, como ellos llamaron al Profeta.

El Profeta pide protección a Mut’im

El Profeta se apartó del camino que conducía a la ciudad y se guareció en la cueva del Monte Hira, donde había recibido la primera Revelación. Desde allí envió su petición a un líder más estrechamente relacionado con él, Mut’im, el jefe de Naufal, uno de los cinco que habían organizado la anulación del boicot contra su clan, y Mut’im aceptó de inmediato. “Que entre en la ciudad”, respondió en su mensaje.

A la mañana siguiente, fuertemente armado, junto con sus hijos y sobrinos, escoltó al Profeta a la Ka’ba. Abu Yahl les preguntó si se habían hecho seguidores de Muhámmad. “Le estamos dando protección”, respondieron; y los majzumíes sólo pudieron decir: “A quien protegéis vosotros, nosotros protegemos.”

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SABER MÁS

HADIZ

De Abu Sa’id y Abu Huraira, Allah esté complacido con los dos, que el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, dijo:

“Cualquiera que fuere la desgracia que le ocurriera a un musulmán: cansancio, enfermedad, tristeza, daño, pena, dolor o incluso una espina que se clavara, serviría para que Allah lo purificara de sus faltas.”

Lo relataron Al Bujari y Muslim (Riad As-Salihin, Cap. 3: 13.37)

Iahia me contó de Málik, que dijo Iahia Ibn Sa'id:

"Cuando el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, fue llevado en el Viaje Nocturno, vio a un mal yinn que le perseguía con una antorcha de fuego. A cualquier parte que se volviera el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, allí le veía. Yibril le dijo: ‘¿Quieres que te enseñe a decir unas palabras? Cuando las digas, su antorcha se apagará y se le caerá.’ El Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, dijo: ‘Sí, por supuesto.’ Yibril dijo: ‘Dí: Busco refugio en el Noble Rostro de Allah y en las palabras completas de Allah, las cuales no pueden rebasar ni la persona buena ni la corrupta, del mal de lo que desciende del cielo y del mal de lo que en él asciende, y del mal de lo creado en la tierra y del mal de lo que sale de ella, y de las pruebas de la noche y las del día, y de las visitas de la noche y de las del día, excepto la de aquél que llama con algo buena, ¡Oh Misericordioso!’. "

(Al Muwata, Libro 51. 10)

De Ya’far As-Sadiq, de su padre, de sus ascendientes, con ellos sea la Paz, quienes narraron:

“Dijo el Mensajero de Allah ‘Quien edifique una casa que sacrifique un carnero, y que ofrezca de comer de su carne a los indigentes, y suplique: ¡Allahumma, aparta de mí, de mi esposa e hijos, a los yinn rebeldes y a los Satanases, y bendíceme en ella como morada! le será otorgado aquello que pide, si Allah quiere’.”

(Maqarimu-l-Ajlaq, Capítulo 6º, 53)

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PREGUNTAS

¿Qué evento desencadenó el boicot a los Banu Háshim y Banu Muttálib y qué efectos tuvo este boicot?

— La vuelta de Muhámmad y Jadiya a Meca inquietó profundamente a los nobles del Quraish, quienes impusieron un férreo boicot a los Banu Háshim y los Banu Muttálib. El boicot tuvo un doble efecto, fortaleció los lazos entre algunos musulmanes mientras que otros muchos abandonaron el Islam.

— Algunas veces, cuando iba a la Ka’ba a orar, el profeta Muhámmad, la paz sea con él, recitaba revelaciones en las que advertía al Quraish lo que había sucedido a los pueblos antiguos. Esto suponía un claro desafío. El boicot tuvo el efecto contrario al pretendido por el Quraish.

— Para los miembros del Quraish la actitud de Ómar de expresar abiertamente su creencia suponía una afrenta a su dignidad personal, una amenaza a su status ante las tribus. El boicot fortaleció los lazos entre los musulmanes.

De las siguientes descripciones del Año de la Tristeza señala la que creas más acertada.

— Fue el tiempo en que Muhámmad fue perseguido y ultrajado por los hombres del Quraish. Su situación en Meca era cada vez más insostenible. En ese contexto de boicot y persecución murieron su mujer Jadiya y su tio Abu Tálib.

— Se denomina Año de la Tristeza al tiempo en que Muhámmad, la paz sea con él, sufrió la más intensa persecución en la Meca. Las agresiones fueron tan brutales e indignas que aceleraron la muerte de su mujer, Jadiya y la de su tío Abu Tálib.

— La pérdida de Jadiya y de Abu Tálib dejaron a Muhámmad y a los musulmanes en un estado de tristeza e indefensión, hasta el punto que tres años después, el profeta, la paz sea con él, se vería obligado a emigrar para salvar su vida.

¿Quienes eran los yinn y cómo reaccionaron a la recitación de Muhámmad?

— Los habitantes de Taif, ciudad vecina a Meca. Cuando Muhámmad, la paz sea con él, les recitó el Qurán, los yinn incitaron a sus esclavos y criados para que lo insultasen y gritasen contra él y le apedrearan.

— Los yinn son genios, creados de una sustancia como llama sin humo. Mientras el Profeta hacía azalá, un grupo de genios pasó junto a él y se detuvieron hechizados por las palabras del Corán que estaba recitando.

— Son los genios que aparecen en una de las primeras azoras del Corán. Advierten a los hombres del castigo del infierno por sus debilidades y de la promesa del paraíso como recompensa por su piedad.

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UNIDAD 12

EL VIAJE NOCTURNO Y LA ASCENSIÓN (AL-ISRÁ WA AL-MI‘RAY)

El encuentro con el ángel Gabriel

El viaje nocturno (Isrá)

La Ascensión (Mi’ray)

El Azufaifo del Confín

El número de azalás

Abu Bakr, al-Siddiq

El Profeta encuentra a gente de Iatrib

Los de Iatrib abrazan el Islam

El primer juramento de ’Aqaba

El segundo juramento de ’Aqaba

El encuentro con el ángel Gabriel

Fátima, la viuda de Abu Tálib, había abrazado el Islam poco antes o después de la muerte de su marido, y lo mismo había hecho su hija Umm Hani, la hermana de Alí y de Ya‘far pero el marido de Umm Hani, Hubaia, era completamente impenetrable al mensaje de la Unidad de Dios.

Sin embargo, daba la bienvenida al Profeta cuando acudía a su casa y si era el tiempo de la plegaria durante una de esas visitas los musulmanes de la casa hacían la plegaria juntos. En una ocasión, cuando todos habían hecho la oración de la noche detrás del Profeta, Umm Hani invitó al Profeta a pasar la noche con ellos. Él aceptó su invitación; pero después de un corto sueño se levantó y se fue a la Mezquita, porque le gustaba visitar la Ka’ba durante las horas nocturnas. Mientras se encontraba allí, el deseo de dormir le sobrevino de nuevo y se echó en el Hiyr. Sobre lo que sucedió entonces hay varias versiones. Una de ellas pone en boca del Profeta lo siguiente:

“Mientras estaba durmiendo en el Hiyr —dijo— Gabriel vino a mí y me dio con su pie, por lo que me incorporé; sin embargo, no vi nada y me volví a echar. Vino una segunda vez, y una tercera, y entonces me cogió por el brazo y me levanté y me puse junto a él; me condujo a la entrada de la Mezquita, y había allí una bestia blanca, mitad mula mitad asno, con alas a los lados con las cuales movía sus patas; y cada zancada suya alcanzaba hasta donde su ojo podía ver.”

El viaje nocturno (Isrá)

El Profeta contó entonces cómo montó a Buraq, que así se llamaba la montura, y con el Arcángel a su lado, señalando el camino y adaptando su paso al del corcel celeste, marcharon a gran velocidad hacia el norte más allá de Iatrib y más allá de Jáibar, hasta que alcanzaron Jerusalén.

En el Corán aparece citado este viaje nocturno

“En El Nombre De Dios, El Más Misericordioso, El Dispensador De Gracia. Infinito en Su gloria es Aquel que transportó a Su siervo en la noche

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de la Casa Inviolable de Adoración a la Casa Lejana de Adoración, cuyo entorno habíamos bendecido, para mostrarle algunos de Nuestros símbolos: pues, en verdad, sólo Él todo lo oye, todo lo ve”.

(Corán: 17, 1)

Entonces se encontraron con un grupo de Profetas —Abraham, Moisés, Jesús y otros— y cuando él hizo la plegaria en el lugar del Templo, se juntaron todos ellos detrás de él en la plegaria. Luego le fueron traídas y ofrecidas dos vasijas que contenían la una vino y la otra leche. Tomó la de la leche y bebió de ella, dejando la del vino, y Gabriel dijo: “Has sido guiado hacia el sendero primordial, y has guiado a tu pueblo hacia él, ¡oh Muhámmad!, y el vino te está prohibido.”

La Ascensión (Mi’ray)

A continuación, como les había sucedido a otros antes de él, fue sacado de este mundo y ascendido al Cielo. Desde la roca situada en el centro del Lugar del Templo montó de nuevo a Buraq, que movió sus alas en vuelo espiral ascendente, (mi’ray) y se convirtió para su jinete en lo que el carro de fuego había sido para Elías. Guiado por el Arcángel, que ahora se reveló como un ser celestial, ascendieron más allá del dominio del espacio y del tiempo terrenales y de las formas corporales.

Y mientras atravesaban los siete Cielos se encontró de nuevo con los Profetas, con quienes había hecho la plegaria en Jerusalén. Pero allí se le habían aparecido con el aspecto que habían tenido durante sus vidas en la tierra, mientras que ahora los veía en su realidad celestial, como ellos lo veían ahora a él, y su transfiguración le maravilló.

De José dijo que su rostro tenía el esplendor de la luna en su plenitud y que había sido dotado con no menos de la mitad de la belleza existente.

Sin embargo esto no disminuyó el asombro de Muhámmad por sus otros hermanos, y mencionó en particular la gran hermosura de Harún (Aarón).

De los jardines que visitó en los diferentes cielos dijo después: “Una porción del Paraíso del tamaño de un arco es mejor que todo lo que hay bajo el sol, sobre lo que éste sale y se pone; y si una mujer de las gentes del Paraíso se apareciese a las gentes de la tierra, llenaría el espacio entre el Cielo y la tierra con luz y con fragancia.”

Todo lo que ahora veía lo veía con el ojo del Espíritu y de su naturaleza espiritual, refiriéndose a los comienzos de toda la naturaleza terrenal, dijo: “Yo era un Profeta cuando Adán estaba todavía entre el agua y el barro.”

El Azufaifo del Confín

La cumbre de su ascenso fue el Azufaifo del Confín. Así se le llama en el Corán; y en uno de los comentarios más antiguos, basado en los dichos del Profeta, se dice: “El Azufaifo está arraigado en el Trono, y señala el final del conocimiento de todo conocedor, sea éste Arcángel o Enviado. Todo lo que hay más allá es un misterio oculto, desconocido para cualquiera excepto para Dios Solo.”

En esta cima del universo Gabriel apareció ante él en todo su esplendor angélico como había sido originariamente creado.

Luego, en las palabras de la Revelación:

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“Cuando el azufaifo estaba cubierto por aquello no se desvió la mirada, ni erró; contempló, ciertamente, de todos los signos de su Señor, el mayor.”

(Corán: 53, 16-18).

Según el comentario, la Luz Divina descendió sobre el Azufaifo recubriéndolo con todo lo que había junto a él, y el ojo del Profeta lo contempló sin vacilar y sin desviarse de él.

En el Azufaifo el Profeta recibió para su pueblo la orden de hacer cincuenta plegarias al día, y fue entonces cuando recibió la Revelación que contiene el credo del Islam: “El Enviado cree, y los creyentes creen en lo que le ha sido revelado por su Señor. Todos ellos creen en Dios y Sus ángeles, en Sus libros y en Sus enviados: No hacemos ninguna distinción entre Sus enviados, y dicen: Oímos y Obedecemos; concédenos, Señor nuestro, Tu perdón; y que hacia Ti sea el retorno final.” (11, 285).

El número de las plegarias o azalás

Hicieron su descenso a través de los Siete Cielos del mismo modo que habían ascendido. El Profeta dijo: “De regreso, cuando pasé junto a Moisés —¡y qué buen amigo fue él para vosotros!— me preguntó: ‘¿Cuántas plegarias se te han impuesto?’ Le dije que cincuenta plegarias cada día, y él dijo: ‘La plegaria en asamblea es una cosa pesada, y tu pueblo es débil. Vuelve a tu Señor y pídele que os alivie la carga a ti y a tu pueblo’. Regresé pues y le pedí a mi Señor que la hiciese más ligera, y quitó diez. Luego pasé junto a Moisés de nuevo, y él repitió lo que había dicho antes; en consecuencia volví otra vez, y me fueron quitadas diez plegarias más. Pero cada vez que volvía con Moisés éste me enviaba de vuelta; hasta que, finalmente, se me suprimieron todas las plegarias excepto cinco para cada día con su noche. Luego volví junto a Moisés, pero aún repitió lo mismo que antes, y yo respondí: ‘He vuelto a mi Señor y Le he pedido hasta que ya me da vergüenza. No volveré otra vez’. Y es así que el que cumple las cinco plegarias con fe sincera y confianza en la munificencia de Dios, a ése le será dado el premio de cincuenta.”

Después de haber descendido a la Roca de Jerusalén, el Profeta y el Arcángel regresaron a Meca por el camino por el que habían ido, adelantando a muchas caravanas que se dirigían hacia el Sur. Aún era de noche cuando llegaron a la Ka’ba. Desde allí el Profeta fue de nuevo a casa de su prima.

En palabras de ella: “Un poco antes del alba el Profeta nos despertó, y una vez terminada la plegaria de la aurora, dijo: ‘¡Oh Umm Hani! como visteis hice con vosotros la última plegaria de la noche en este valle. Luego fui a Jerusalén y allí hice la plegaria: y ahora he hecho con vosotros la plegaria de la mañana, como ves.’ Se levantó para marcharse, y yo lo agarré de la túnica con tanta fuerza que se le desprendió dejando al desnudo su vientre, como si no hubiese estado recubierto más que por unos pliegues de algodón. ‘¡Oh Profeta de Dios!’, dije, ‘No cuentes esto a la gente, porque te desmentirán y te insultarán.’ ‘¡Por Dios que lo contaré!’, contestó.”

Se dirigió a la Mezquita y les habló de su viaje a Jerusalén y de quienes encontró allí. Sus enemigos al punto se mostraron victoriosos, porque sintieron entonces que tenían una razón irrebatible para las mofas. Todos los niños del Quraish sabían que una caravana tarda un mes en ir de la Meca a Siria y otro mes en volver. Y ahora Muhámmad afirmaba que había ido y vuelto de allí en una noche.

Abu Bakr, al-Siddiq

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Un grupo de hombres fue a ver a Abu Bakr y le dijeron: “¿Qué piensas ahora de tu amigo? Nos ha contado que la pasada noche se fue a Jerusalén, oró allí y luego volvió a la Meca”. Abu Bakr los acusó de mentir, pero ellos le aseguraron que Muhámmad se encontraba en esos momentos en la Mezquita hablando sobre su viaje. “Si ha dicho eso”, dijo Abu Bakr, “entonces es verdad, y ¿qué tiene de maravilloso? Él me dijo que, procedentes del Cielo, le vienen nuevas a la tierra en una hora del día o de la noche, y yo sé que dice la verdad. Y esto está más allá de lo que criticáis sin motivo.”

Se fue entonces a la Mezquita para repetir su confirmación. “Si ha dicho esto, entonces es verdad”; y es por ello por lo que el Profeta le dio el nombre de al-Siddiq, que significa “el gran testigo de la verdad” o “el gran confirmador de la verdad”.

Sucedió, además, que algunos de los que habían considerado la historia increíble comenzaron a cambiar de opinión, porque el Profeta describió las caravanas que habían adelantado de regreso a la Meca y dijo dónde se encontraban y para cuándo se podía esperar su llegada a la Meca, y cada una llegó tal como lo había predicho, y los detalles fueron los que él había descrito.

A los que estaban en la Mezquita solamente les habló de su viaje a Jerusalén; pero cuando estuvo a solas con Abu Bakr y otros de sus Compañeros les contó su ascenso a través de los siete Cielos, narrándoles una parte de lo que había visto, y dejando otras cosas para ser referidas más adelante, con el paso de los años, a menudo en respuestas a preguntas.

El Profeta encuentra a gente de Iatrib

En el año que siguió al año de la tristeza, la Peregrinación tuvo lugar a comienzos de junio. En la Fiesta de los Sacrificios el Profeta fue al valle de Mina, donde los peregrinos acampan durante tres días. Desde hacía ya varios años era su costumbre visitar los distintos grupos de tiendas y proclamar su mensaje a cualquiera que desease escuchar, recitándole los versículos de la Revelación que se sentía impulsado a recitar.

El punto más cercano de Mina a la Meca era ‘Aqaba, donde el camino sube en fuerte pendiente desde el valle hacia las colinas en dirección a la ciudad; y fue ese año, en ‘Aqaba, cuando se encontró con seis hombres de la tribu de Jazray, de Iatrib. No sabía nada de los seis, pero ellos habían oído hablar de él y de sus dotes de Profeta y lo escucharon con atención.

Los de Iatrib abrazan el Islam

Después de exponerles el Islam, cada uno de ellos dio testimonio de la verdad del mensaje del Profeta y prometió cumplir las condiciones del Islam que él les había expuesto. “Hemos abandonado nuestro pueblo,” dijeron, “porque no existen unas gentes más divididas por la enemistad que ellos. Quizás Dios quiera unirlas a través de Ti. Nos dirigiremos ahora a ellos y les pediremos que acepten tu religión como nosotros la hemos aceptado; si Dios los congrega alrededor de ti, entonces no habrá un hombre más poderoso que tú.”

Los seis hombres del Jazray comunicaron el mensaje del Islam a tantos cuantos quisieron escucharlos de entre su pueblo, y el verano siguiente, es decir, en el año 621, cinco de ellos repitieron su Peregrinación, llevando consigo a otros siete, dos de los cuales, eran de la tribu de Aus.

El primer juramento de ’Aqaba

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En ‘Aqaba, estos doce hombres se comprometieron con el Profeta, y este compromiso es conocido como el Primer ‘Aqaba. En palabras de uno de ellos:

“Juramos nuestra fidelidad al Enviado de Dios en la noche del Primer ‘Aqaba. Juramos que no asociaríamos nada con Dios, que no robaríamos, no fornicaríamos, no daríamos muerte a nuestros hijos ni proferiríamos calumnias, y que no le desobedeceríamos a él en lo que fuese correcto. Y nos dijo: ‘Si cumplís este juramento, entonces el Paraíso es vuestro; si cometéis uno de estos pecados y luego recibís su castigo en este mundo, eso servirá como expiación. Y si lo ocultáis hasta el Día de la Resurrección, entonces a Dios le corresponde castigar o perdonar, según Su Voluntad’.”

Cuando se marcharon para Iatrib, el Profeta envió con ellos a Musab de Abd al-Dar, que por aquel tiempo había regresado de Abisinia. Les recitaría el Corán y les daría instrucción religiosa.

Musab también tenía que dirigir la plegaria porque, a pesar de su Islam, ni Aus ni Jazray podían todavía soportar el darse el uno al otro esa precedencia. La rivalidad entre los descendientes de los dos hijos de Qaila venía de muy antiguo.

Poco después de la partida de Musab, algunos de los musulmanes de Iatrib se pusieron en camino para la Peregrinación como había sido dispuesto entre él y ellos, setenta hombres y dos mujeres en total, con la esperanza de ponerse en contacto con el Profeta. Uno de sus líderes era un jefe jazrayí llamado Bara.

El segundo juramento de ’Aqaba

Se dirigían hacia la Meca, centro de Peregrinación de toda Arabia. Habían hecho el viaje a la Meca en una caravana junto con los peregrinos politeístas de Iatrib, uno de los cuales abrazó el Islam en el valle de Mina, Abu Yabir Abdallah Ibn Amr, un eminente jazrayí, líder de los Banu Salama y un hombre de gran influencia. Había sido acordado que se encontrarían secretamente con el Profeta, como anteriormente, en ‘Aqaba, la segunda noche inmediatamente posterior al Peregrinaje.

En palabras de uno de ellos: “Dormimos esa noche con nuestra gente en la caravana hasta que pasado un tercio de la noche nos deslizamos de entre los durmientes hacia nuestra reunión fijada con el Enviado de Dios, escabulléndonos tan sigilosamente como la perdiz del desierto, hasta que estuvimos todos reunidos en el barranco cerca de ‘Aqaba. Allí esperamos hasta que el Enviado de Dios vino y con él acudió su tío Abbas que, aunque en aquella época seguía aún la religión de su pueblo, no obstante deseaba estar presente en la transacción de su sobrino y asegurarse de que las promesas que le hacían eran dignas de crédito”.

Después de unas recitaciones del Corán y de pronunciar unas llamadas a Dios y al Islam, el Profeta dijo: “Hago con vosotros este pacto con la condición de que la lealtad que me prestéis os obligue a protegerme como protegéis a vuestras mujeres y vuestros hijos.”

Bara se levantó, le cogió de la mano, y dijo: “Por Aquél que te envió con la Verdad, te protegeremos como los protegemos a ellos. Acepta por consiguiente nuestra promesa de lealtad, oh Enviado de Dios, porque nosotros somos hombres de guerra en posesión de armas que han pasado de padres a hijos”.

Luego añadió: “Traedme como líderes a doce de vuestros hombres para que se ocupen de los asuntos de su pueblo”. Le presentaron, pues, a doce líderes, nueve de Jazray y tres de Aus, pues sesenta y dos de los hombres eran de Jazray, y también las dos mujeres, mientras que solamente once eran de Aus.

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Cuando los medineses estaban a punto de prestar juramento, uno por uno, al Profeta, un hombre de Jazray, uno de los doce que lo había prestado el año anterior, hizo una señal para que esperasen y se dirigió a ellos diciendo:

“¡Hombres de Jazray! ¿Sabéis lo que significa prestarle juramento a este hombre?” “Lo sabemos”, dijeron, pero él no les hizo caso. “Os comprometéis”, continuó, “a hacer la guerra contra todos los hombres, los rojos y los negros. Por consiguiente, si pensáis que cuando sufráis la pérdida de posesiones y cuando algunos de vuestros nobles sean muertos lo abandonaréis, abandonadlo ahora, porque si lo abandonáis entonces eso os traerá el oprobio en este mundo y en el otro. Pero si pensáis que cumpliréis vuestro pacto, entonces tomadle, porque en ello, por Dios, está lo mejor de este mundo y del otro.”

Ellos dijeron: “¿Qué importa que nuestras posesiones se pierdan y nuestros nobles sean muertos? Tomaremos a Muhámmad. ¿Y qué nos corresponderá por ello, oh Enviado de Dios, si cumplimos nuestro pacto contigo?” “El Paraíso”, dijo él; y ellos dijeron: “Extiende tu mano”. Extendió su mano y le prestaron juramento.

A partir de entonces, el Profeta animaba a sus seguidores de la Meca a emigrar a Iatrib.

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SABER MÁS

HADIZ

De Anás, Allah esté complacido con él, se transmitió en su famoso hadiz del viaje nocturno, que dijo el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz:

“Después subió conmigo Yibril al primer cielo y pidió que se abriera para él. Pues se le preguntó: ‘¿Quién eres?’ Contestó: ‘¡Yibril!’ (Gabriel) A continuación se le preguntó: ‘¿Y quién está contigo?’ Contestó: ‘Muhámmad’. Después subió al segundo cielo, pidiendo permiso de nuevo para que se le abriera. Le preguntaron: ‘¿Quién es?’ Contestó: ‘¡Yibril!’ Y le volvieron a preguntar: ‘¿Quién está contigo?’ Contestó: ‘Muhámmad’.

Y así hasta el tercero, cuarto, quinto, sexto y séptimo cielo. Donde le preguntaban en la puerta de cada cielo: ‘¿Quién es?’ Y respondía: ‘¡Yibril!’.”

Lo relataron Al Bujari y Muslim. (Riad As-Salihin, Cap. 141: 1. 879)

Se transmitió de Abu Huraira, Allah esté complacido con él, que:

“Le trajeron al Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, en su viaje nocturno, dos cuencos, uno con vino y otro con leche para que eligiera uno, y mirándolos cogió la leche. Y dijo el ángel Gabriel: ‘¡Alabado sea Allah, El que te ha guiado a lo cierto! Porque si hubieras cogido el vino, tu pueblo se habría sumido en la ignorancia y el extravío!’.”

Lo relató Muslim. (Riad As-Salihin, Cap. 242: 1. 1400)

Se transmitió de Ibn Mas’ud, Allah esté complacido con él, que dijo el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz:

“¡Me encontré con Abraham la noche de mi ‘viaje nocturno’ y me dijo: ¡Muhámmad, da a tu pueblo el ‘salam’ de mi parte. Infórmales de que el Jardín tiene una buena turba (de almizcle y azafrán), de agua dulce; y es una tierra amplia y plana, dis-puesta para la plantación. Y su siembra: ‘¡Subhana allahi, wa al hamdulillahi, wa La ilaha illa Allahu, wa allahu akbar!’.”

Lo relató Al-Tirmidí (Riad As-Salihin, Cap. 244: 33. 1447)

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PREGUNTAS

¿Cómo podríamos definir la experiencia de la Isrá, el Viaje Nocturno de Muhámmad?

— Una experiencia de naturaleza claramente espiritual dotada de contenidos simbólicos y referencias litúrgicas. Implica el reconocimiento de la cadena espiritual de los profetas y enviados así como el establecimiento de la forma de la oración (azalá).

— La Isrá consistió en una experiencia de autosugestión. Muhámmad, la paz sea con él, imaginó que viajó físicamente a través de los diferentes cielos hasta alcanzar el confín del universo, más allá del cual nadie puede avanzar, ya que es el lugar de la Esencia Divina.

— Una experiencia espiritual bajo la forma de un sueño profético. En realidad Muhámmad, la paz sea con él, no estuvo en ninguno de los lugares que mencionó en la descripción de su experiencia. El relato es, por tanto, la expresión metafórica de una experiencia espiritual.

¿Qué es el azufaifo del confín?

— Es uno de los árboles del Paraíso, situado en el límite o confín del universo. En el Corán aparece junto a otro árbol denominado Tuba, que algunos comentaristas identifican con el árbol del que comieron Adam y Hawa, la paz sea con ellos.

— Es una planta que crece junto al Trono Divino y se arraiga en su base. Levanta sus ramas por encima del Trono cubriéndolo de las miradas humanas y simbolizando el crecimiento espiritual que surge de la cercanía de la Presencia Divina.

— Es el límite de conciencia que puede alcanzar cualquier ser creado. A partir de este árbol no existe conocedor ni conocido, conocimiento ni objeto de conocimiento, sólo el misterio, oculto y desconocido para cualquiera excepto para Dios Solo.

¿En qué contexto se produjeron las conversiones de las gentes de Iatrib a las que se refiere el texto?

— En el contexto de la Peregrinación anual que se celebraba tradicionalmente en la Meca y a la que acudieron algunas gentes del oasis que ya tenían noticia del profeta y querían conocerle personalmente.

— En el contexto de las relaciones que Muhámmad había mantenido con ellos desde su infancia. El profeta, la paz sea con él, fue reconocido como tal inmediatamente por la mayoría de los habitantes del Iatrib.

— Las conversiones se produjeron en el contexto de la Peregrinación anual. Abu Bakr Al-Siddiq narró a un grupo de peregrinos de Iatrib el Viaje Nocturno del profeta, la paz sea con él, a resultas de lo cual muchos de ellos aceptaron el Islam.

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UNIDAD 13

LA HÉGIRA

El Profeta se queda sin protector

El Profeta decida emigrar

Intento de asesinato

La huida de la Meca

La cueva de Thaur

La tela de araña

Qasua, la camella

La llegada a Medina

Salmán el persa

La casa del Profeta

La primera mezquita

Ansar (auxiliares) Muháyirun (emigrantes) y judíos: El Pacto de Medina

El Profeta se queda sin protector

La muerte de Mut’im, el protector del Profeta, abrió una posibilidad para los enemigos del Profeta para acabar con él. Abu Lahab se ausentó deliberadamente de la reunión que los líderes del Quraish mantenían en la Asamblea.

Después de una larga discusión, cuando se habían presentado y rechazado varias sugerencias, se mostraron de acuerdo con el plan ideado por Abu Yahl como la única solución efectiva para su problema. Cada clan tenía que designar a un joven fuerte, digno de confianza y bien relacionado, y, en un momento dado, estos hombres escogidos deberían caer todos juntos sobre Muhámmad, asestándole cada uno un golpe mortal para que su sangre fuese derramada por todos los clanes.

Creían que los Banu Háshim no podrían enfrentarse con la totalidad de la tribu del Quraish; aceptarían el dinero manchado de sangre que les sería ofrecido en lugar de la venganza.

El Profeta decide emigrar

Gabriel se presentó entonces al Profeta y le dijo lo que tenía que hacer para salvar su vida. Era mediodía y el Profeta se fue derecho hacia la casa de Abu Bakr. ‘Aisha y su hermana mayor Asma estaban con su padre cuando el Profeta entró.

"Dios me ha permitido abandonar la ciudad y emigrar", dijo. "¿Junto conmigo?", preguntó Abu Bakr. "Junto contigo", dijo el Profeta.

Posteriormente ‘Aisha solía decir: "Yo no había sabido antes de aquel momento que alguien pudiera llorar de alegría, hasta que ví llorar a Abu Bakr por esas palabras."

Cuando hubieron elaborado sus planes el Profeta regresó a su casa y le contó a Alí que estaba a punto de partir a Iatrib, ordenándole que se quedase en Meca hasta que hubiese devuelto a sus propietarios los bienes que habían sido depositados en su casa para su salvaguarda. El Profeta nunca había dejado de ser conocido como

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al-Amín, y todavía había muchos incrédulos que le confiaban sus riquezas como no se las confiarían a ningún otro.

También le contó a Alí lo que Gabriel le había dicho acerca de la conjura que el Quraish había tramado contra él.

Esta emigración se conoce como Hégira. La palabra Hégira proviene del árabe “Hiyra” y significa “acción de cortar los lazos de asociación o amistad con alguien”.

La Hégira tuvo lugar en el año cristiano del 622, y es la fecha que marca el principio del calendario islámico.

Intento de asesinato

Los hombres elegidos para asesinarlo habían quedado en reunirse a la puerta de la casa del Profeta cuando la noche hubiese caído. Mientras esperaban a estar congregados todos, escucharon el sonido de voces de mujeres procedente de la casa.

Ello les hizo pensar que si franqueaban la tapia e irrumpían en la casa sus nombres serían tenidos por siempre en deshonor entre los árabes por haber violado la inti-midad de las mujeres. Decidieron, pues, esperar a que su supuesta víctima saliese, tal y como solía hacer por la mañana temprano, sí es que no antes.

El Profeta y Alí no tardaron en darse cuenta de su presencia. Entonces el Profeta tomó un manto en el que solía dormir y se lo dio a Alí, diciendo: "Duerme en mi cama y envuélvete en este manto verde mío. Duerme con él y ningún mal procedente de ellos podrá alcanzarte."

Entonces comenzó a recitar la azora que recibe el nombre de sus dos letras iniciales, Ya-Sin; y, cuando llegó a las palabras:

Y nosotros los hemos cubierto para que no vean

(Corán: 36, 9),

Salió de la casa y Dios les privó de la visión de manera que no lo vieron y pasó a través de ellos y continuó su camino.

Un hombre venía en la dirección contraria, tropezó con él y reconoció al Profeta. Poco después sus pasos le llevaron cerca de la casa del Profeta y al ver que había hombres a su puerta les gritó que si era a Muhámmad a quien querían no se encontraba allí sino que había salido no hacía mucho.

Uno que sabía dónde dormía el Profeta se dirigió a un punto desde el cual pudo ver a través de la ventana, y se aseguró de que alguien estaba durmiendo en el lecho del Profeta, envuelto en un manto.

Por consiguiente tranquilizó a sus compañeros diciéndoles que su hombre todavía estaba allí. Pero cuando llegó el alba Alí se levantó y fue hacia la puerta de la casa, aún envuelto en el manto, pudiendo entonces ver ellos quién era, y vieron que habían sido burlados. En seguida corrieron cada uno a su jefe de clan para dar la alarma.

La huída de Meca: la cueva de Thaur

El Profeta y Abu Bakr se encaminaron hacia una cueva en el monte Thaur, situado un poco hacia el sur, en el camino del Yemen.

Amir ibn Fuhaira, el pastor que Abu Bakr había comprado como esclavo y que luego había liberado y puesto al cuidado de su rebaño, los había seguido con su rebaño para hacer desaparecer las pisadas. Cuando llegaron a la cueva, Abu Bakr envió a

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su hijo Abdallah de vuelta a casa, con los camellos, diciéndole que escuchase lo que se diría en la Meca al día siguiente cuando se descubriera la ausencia del Profeta, y que se lo comunicase a ellos por la noche. Amir debía apacentar sus rebaños durante el día y llevarlos a la cueva por la noche, siempre cubriendo las huellas de Abdallah entre Thaur y Meca.

La noche siguiente Abdallah volvió a la cueva y con él fue su hermana Asma, llevando alimentos. Sus noticias eran que el Quraish había ofrecido una recompensa de cien camellos para quien pudiese encontrar a Muhámmad. Había jinetes siguiendo todas las rutas normales que iban de Meca a Iatrib, con la esperanza de darles alcance. Otros pensaban que tenían que estar ocultos en una de las numerosas cuevas que circundan Meca y comenzaron a inspeccionarlas.

La tela de araña

Al tercer día de estar escondidos, el silencio de su escondite fue roto por el sonido de unas aves arrullándose y aleteando fuera de la cueva. Luego escucharon el débil sonido de unas voces humanas. No esperaban a Abdallah hasta después de la caída de la noche y todavía quedaban algunas horas para la puesta del sol.

Las voces continuaban acercándose. El Profeta miró a Abu Bakr y dijo: “No tengas miedo, porque ciertamente Dios está con nosotros”. Y luego dijo: "¿Qué piensas tú de dos cuando Dios es su tercero?".

Pudieron oír entonces el sonido de unas pisadas que se acercaron y luego se detuvieron: los hombres estaban delante de la cueva. Luego se volvieron hacia el camino por el que habían llegado.

Cuando el sonido de las pisadas y de las voces se hubo desvanecido el Profeta y Abu Bakr salieron a la boca de la cueva. Delante de ellos, casi ocultando la entrada, había una acacia de casi la altura de un hombre y sobre el espacio que había quedado entre el árbol y la pared de la cueva una araña había tejido su tela. Miraron a través de la tela de araña y allí, en el hueco de la roca, una paloma había hecho su nido. Todo esto hizo creer a los perseguidores del Profeta que nadie habría podido entrar en la cueva sin dejar huellas.

Cuando a la hora que habían convenido oyeron aproximarse a Abdallah y a su hermana apartaron con cuidado la tela y, procurando no molestar a la paloma, fueron a recibirlos. Amir también había venido. Había traído al beduino a quien Abu Bakr había confiado los camellos elegidos para su viaje. Dejaron la cueva y des-cendieron por la ladera.

En el Corán se hace alusión el episodio de la cueva:

“Si no ayudáis al Enviado, entonces sabed que Dios lo hará, como Dios le ayudó cuando los que insistían en negar la verdad le expulsaron, y era tan sólo uno de dos y estando esos dos ocultos en la cueva, el Enviado le dijo a su compañero: “No te aflijas, pues en verdad Dios está con nosotros.” Y entonces Dios hizo descender sobre él Su paz, le asistió con fuerzas que no podéis ver, y echó por tierra la causa de aquellos que insistían en negar la verdad, mientras que la causa de Dios siguió siendo suprema pues Dios es todopoderoso, sabio”

(Corán: 9, 40)

Qasua, la camella

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Cuando Abu Bakr ofreció al Profeta el mejor de los dos camellos, dijo el Enviado de Dios: "No montaré una camella que no sea de mi propiedad." "Pero es tuya, ¡Oh Enviado de Dios!", respondió Abu Bakr. "No —dijo el Profeta— pero ¿qué precio pagaste por ella?" Abu Bakr se lo dijo, y él le contestó: "La tomo por ese precio."

Era la Hégira del Profeta, su ruptura con los vínculos de hogar y patria por la causa de Dios. El acto de emigrar tenía que ser completamente suyo. El nombre de la camella era Qasua, y fue siempre su camella favorita.

Su guía se alejó de la Meca hasta que llegaron a orillas del Mar Rojo. Iatrib está justo al norte de Meca en línea recta, pero fue solamente en este punto en el que tomaron rumbo norte. El camino costero corre en dirección noroeste y durante unos pocos días lo siguieron.

La llegada a Medina

Poco antes del alba del duodécimo día llegaron al valle de Aqiq y, cruzando el valle, subieron por las accidentadas laderas del otro lado. El punto más cercano de verdor era Quba, donde la mayoría de los emigrados de Meca se había establecido.

El Profeta dijo a su guía: "Condúcenos directamente a los Banu Amr en Quba, y no nos acerques todavía a la ciudad" porque la parte más densamente poblada del oasis era llamada así. Esa ciudad, Iatrib, habría de ser conocida pronto en toda Arabia, y luego en todas partes, como "La Ciudad", en árabe Al-Madina, en español Medina.

Varios días antes habían llegado al oasis noticias de Meca sobre la desaparición del Profeta. La gente de Quba esperaba su llegada; cada mañana, después de la plegaria del alba, algunos de los Banu Amr salían a esperarlo.

El sol brillaba sobre las ropas blancas y nuevas del Profeta y de Abu Bakr que se destacaban, con toda intensidad, y un judío, que por casualidad en ese momento se encontraba en el tejado de su casa, los vio. Al punto adivinó quiénes tenían que ser.

Gritó entonces con toda su voz: "¡Hijos de Qaila, ha llegado, ha llegado!" La llamada fue inmediatamente recogida y hombres, mujeres y niños salieron deprisa de sus casas. Pero no tuvieron que ir muy lejos ya que los viajeros habían alcanzado para entonces el palmeral más distante. Fue una explosión de alegría y el Profeta se dirigió a ellos diciendo:

"¡Oh gentes, daos los unos a los otros saludos de paz; dad de comer al hambriento; honrad los vínculos de parentesco; orad durante las horas en que los hombres duermen! Así entraréis en paz en el Paraíso."

Se decidió que debía alojarse con Kulthum, un anciano de Quba. Al cabo de un día o dos, llegó Alí de la Meca y se quedó en la misma casa que el Profeta.

Salmán el persa

Muchos fueron los que acudieron entonces a saludar al Profeta. La segunda o tercera noche acudió un hombre llamado Salmán. Éste había nacido de padres per-sas zoroástricos cerca de Isfahan, pero se había convertido al cristianismo y se había ido a Siria siendo muy joven. Allí se había vinculado a un obispo santo quien, en el lecho de muerte, le recomendó que fuese a ver al Obispo de Mosul.

Salmán partió y fue para él el comienzo de una serie de relaciones con ancianos sabios cristianos hasta que el último de éstos, también en el lecho de muerte, le dijo que estaba a punto de aparecer un Profeta:

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"Será enviado con la religión de Abraham y aparecerá en Arabia donde emigrará de su hogar a un lugar entre dos zonas de lava, un país de palmeras. Sus señales son claras: comerá de un obsequio pero no si es dado como limosna; y entre sus hombros está el sello de la profecía."

Salmán resolvió unirse al Profeta y pagó a un grupo de mercaderes para que lo llevasen con ellos a Arabia. Pero cuando llegaron cerca del golfo de ‘Aqaba lo vendieron como esclavo a un judío. No pasó sin embargo mucho tiempo antes de que el judío lo vendiese a un primo suyo de los Banu Quraiza de Medina, y tan pronto como vio la configuración del terreno no le cupo ninguna duda de que ése era el lugar a donde el Profeta emigraría.

El nuevo dueño de Salmán tenía otro primo que vivía en Quba y a la llegada del Profeta este judío de Quba se encaminó hacia Medina con la noticia. Encontró a su primo sentado bajo una de sus palmeras, y Salmán, que estaba trabajando en la copa de un árbol, le escuchó decir: "¡Dios maldiga a los hijos de Qaila! Todos están ahora congregados en Quba por un hombre que hoy ha llegado a ellos desde la Meca. Afirman que es un Profeta."

Salmán se marchó sigilosamente llevándose algunos alimentos y se fue a Quba. Allí encontró al Profeta sentado con muchos compañeros. Salmán ya estaba con-vencido; aun así, se acercó a él y le ofreció el alimento, especificando que lo daba en concepto de limosna. El Profeta dijo a sus compañeros que comieran de ello, pero él mismo no comió. Salmán esperaba que un día vería el sello de la profecía, aunque haber estado en presencia del Profeta y haberlo escuchado fue bastante para aquel primer encuentro, y regresó a Medina alegre y agradecido.

El Profeta permaneció tres días en Quba, durante los cuales puso los cimientos de la primera mezquita del Islam. El viernes por la mañana salió de Quba, y a medio-día él y sus compañeros se detuvieron para hacer la plegaria. Después de la plegaria el Profeta se montó en Qasua, y Abu Bakr y otros del Ouraysh también montaron sus camellos y se encaminaron con él hacia la ciudad.

La casa del Profeta. La primera mezquita

Jamás había habido un día de mayor regocijo entre los musulmanes. "¡Ha llegado el Profeta de Dios!" era el alegre grito que salía de las gargantas de cada vez más hombres, mujeres y niños que se alineaban a lo largo de la ruta. Las casas eran todavía pocas y alejadas entre sí, pero gradualmente entraron en distritos con una mayor concentración de construcciones y fueron muchas las invitaciones insistentes que se le hicieron.

Más de una vez un hombre o un grupo de gentes del mismo clan tomaron el ronzal de Qasua. Pero en cada ocasión el Profeta los bendijo y dijo: "Dejadla seguir su camino, porque está bajo el mandato de Dios."

La camella pasó de largo junto al lugar donde el Profeta había vivido con su madre siendo niño y junto a todas las restantes casas de los que le eran más próximos. Ya había llegado a las casas de la rama Banu Málik de los Nayyar y aquí Qasua se desvió desde el camino hacia un gran patio con tapia que contenía unas pocas palmeras datileras y las ruinas de un edificio.

Lentamente la camella se abrió camino hacia el recinto fragoso que Asad había establecido como lugar para hacer las plegarias, y allí a su entrada se arrodilló. El Profeta se apeó y dijo: "Esta, si Dios quiere, es la morada."

Preguntó entonces quién era el propietario del patio. Mu’ad, el hermano de Auf, le dijo que pertenecía a dos muchachos huérfanos, Sahí y Suhail. Les preguntó si le venderían el patio, y les dijo que pusiesen un precio, pero ellos contestaron: "No, te lo damos, oh Enviado de Dios."

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No quiso él sin embargo tomarlo como un obsequio y con la ayuda de Asad fijó el precio. Vinieron ahora otros del clan y pidieron al Profeta que fuese su huésped, pero él dijo: "Un hombre tiene que estar con su equipaje."

El Profeta dio instrucciones para que su recién adquirido patio fuese convertido en una mezquita, y, al igual que en Quba, comenzaron a trabajar inmediatamente en ello. Todos participaron en el trabajo, incluido el Profeta. Las palmeras del patio fueron cortadas y sus troncos se utilizaron como pilares para sostener el tejado de ramas de palmera, aunque la mayor parte del patio se dejó abierta.

Ansar, Muháyirun y judíos: El Pacto de Medina

El Profeta había dado el título de Ansar, que significa ayudantes, auxiliares, a los musulmanes de Medina, mientras que a los musulmanes del Quraish y otras tribus que habían abandonado sus hogares y emigrado al oasis les llamaba Muháyirun, es decir, Emigrantes.

El Profeta hizo entonces un pacto de obligación mutua entre sus seguidores y los judíos del oasis, constituyéndolos en una sola comunidad de creyentes, pero aceptando las diferencias entre las dos religiones.

Musulmanes y judíos tenían que tener una condición semejante. Si un judío era agraviado tenía que ser auxiliado, para defender sus derechos, por un musulmán y por un judío, y lo mismo ocurría si la víctima del agravio era un musulmán. En caso de guerra contra los politeístas tenían que luchar como un solo pueblo, y ni los judíos ni los musulmanes podían hacer una paz por separado. En caso de diferencia de opinión el caso tenía que ser remitido a Dios a través de su Enviado. No había, sin embargo, ninguna estipulación explícita de que los judíos debían reconocer formalmente a Muhámmad como Enviado y Profeta de Dios.

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SABER MÁS

HADIZ

De Abu Bakr Al-Siddiq, Allah esté complacido con él, que dijo:

“Miré a los pies de los incrédulos idólatras cuando estábamos en la cueva* y ellos sobre nuestras cabezas. Y dije: ‘¡Oh Mensajero de Allah, si tan siquiera uno mirara bajo sus pies nos vería!’ Y dijo: ‘¿Qué piensas, oh Abu Bakr? Entre dos hombres, Allah es el tercero y acude en su ayuda’.”

*Cueva del Toro donde permaneció escondido el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, con su mejor compañero Abu Bakr, Allah esté complacido con él, durante tres días, mientras los idólatras lo buscaban para matarlo y cuando a continuación hicieron la Hiyra a Medina.

Lo relataron Al Bujari y Muslim. (Riad Al- Salihin, Cap 7: 8. 81)

Iahia me relató de Málik, de Abdallah Ibn Abu Bakr, de Abbad Ibn Tamim, de Abdallah Ibn Zaid al-Mazini, que el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, dijo:

“Lo que hay entre mi casa y mi almimbar es una de las praderas del Jardín.”

(Al Muwata Libro 14.11)

Málik me relató de Ibn Shihab que él había oído que en el tiempo del Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz:

“Las mujeres se estaban haciendo musulmanas en sus tierras sin hacer Hiyra mientras sus maridos seguían siendo káfirun, siendo ellas ya musulmanas. Entre ellas estaba la hija de al-Walid Ibn al-Mughira que era la esposa de Safuan Ibn Umaia. Se hizo musulmana el día de la conquista (de Meca), y su marido, Safuan Ibn Umaia huyó del Islam. El Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, envió al primo paterno de Safuan, Wahb Ibn Umair con la capa del Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, como salvoconducto para Safuan Ibn Umaia, y el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, le llamó al Islam y le pidió que fuera a él y si el asunto era de su agrado que lo aceptara. Si no, tendría una tregua de dos meses.

Cuando Safuan acudió al Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, con su capa, le llamó en voz alta sobre las cabezas de la gente: “¡Muhámmad! Wahb Ibn Umair me trajo tu capa y dijo que tú querías que viniera a ti y si estaba complacido con el asunto debía aceptarlo, y si no, me darías una tregua de dos meses.” El Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, dijo: “Baja, Abu Wahb.” Él dijo: “No, ¡por Allah! No bajaré hasta que me lo aclares.” El Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, dijo: “Tienes una tregua de cuatro meses.” El Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, salió para Hawazin en Hunáin. Envió a que pidieran a Safuan Ibn Umaia algunos pertrechos y armas que tenía. Safuan dijo: “¿De grado, o por fuerza?” Él dijo: “De grado.” Le dejó entonces los pertrechos y armas que tenía. Más tarde, Safuan acompañó al Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, en algunas campañas siendo todavía káfir. Lucho en las batallas de Hunáin y at-Táif siendo todavía káfir y su esposa ya era musulmana. El Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, no separó a Safuan y a su esposa hasta que él se hizo musulmán, y su esposa le fue confirmada por aquel matrimonio.”

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(Al Muwata Libro 28.44)

PREGUNTAS

¿Cómo definirías la Hégira?

— Es el nombre dado al calendario musulmán, que se inicia a partir de la emigración del profeta Muhámmad desde Meca a Medina, en año 622 de la era común. Se trata de un calendario lunar de 12 meses y trescientos cincuenta y cuatro días.

— Hégira es el nombre de una fiesta religiosa con la que los musulmanes conmemoran la huida de Muhámmad de Meca y su salvación milagrosa tras esconderse con Abu Bakr en la cueva de Thaur.

— Es el hecho de superar los lazos étnicos y culturales. En el mundo musulmán se conoce con este nombre a la emigración del profeta a Medina, un hito que marca el principio de la sociedad islámica, la eclosión de la Umma.

Señala la descripción más acertada del itinerario que siguió Salmán hasta encontrarse con Muhámmad y reconocerse musulmán.

— Salmán era un persa converso al cristianismo que tuvo ocasión de conocer a unitarios de gran sabiduría que le indicaron claramente la llegada de un profeta. De tal manera que, a través de un periplo accidentado, en el que es vendido como esclavo, llega a Medina y se encuentra con Muhámmad, reconociéndole como profeta y enviado.

— Salmán, un esclavo persa al servicio del obispo de Mosul, fue capturado por unos bandidos y vendido a gentes de Medina. Un día, mientras trabajaba subido en una palmera, tuvo ocasión de ver a Muhámmad y oír la recitación. Sufrió una gran conmoción interior que le llevó a reconocerse musulmán.

— Una serie de coincidencias fortuitas trazaron el itinerario de Salmán, que va desde Bagdad hasta Medina. Unos sabios zoroástricos le habían advertido que encontraría a un profeta, así que cuando vio a Muhámmad a su llegada a Medina, supo que era él el enviado de Dios y se reconoció musulmán.

Señala cuál de las tres respuestas define mejor al denominado Pacto de Medina.

— El Profeta, la paz sea con él, hizo un pacto con los Ansar, los judíos y los Muháyirun consistente en que, a partir de su aceptación del Islam, todos tendrían los mismos derechos y obligaciones. El pacto se refería especialmente a las cuestiones de defensa común frente a los enemigos.

— Los judíos de Iatrib, ante la evidente superioridad política de Muhámmad, decidieron pactar con él. Según el Pacto de Medina, los judíos se comprometían a defender a los musulmanes a cambio de que Muhámmad les permitiese seguir practicando su religión.

— El Pacto de Medina estableció un régimen de igualdad entre judíos y musulmanes. Reconocía el derecho de cada pueblo a practicar su religión y no imponía la obligación de convertirse al Islam sino la de defenderse mutuamente en una proporción idéntica.

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UNIDAD 14

TRIBUS Y PACTOS EN LOS INICIOS DEL ISLAM MEDINÉS

Los Hipócritas (Munáfiqun)

Los judíos de Iatrib

El Pacto de Hermandad

Adversarios políticos: Abdallah ibn Ubái

Salmán el persa y las señales de la profecía

El rabino Husáin Ibn Sallam abraza el Islam

Establecimiento de los pilares islámicos y de la llamada a la oración: el adán

Construcción de la casa del Profeta en Medina y matrimonio con ‘Aisha

Los Hipócritas (Munáfiqun)

El Islam continuó extendiéndose rápidamente entre los clanes de Aus y Jazray, y algunos creyentes esperaban con impaciencia el día en que, gracias al pacto con los judíos, el oasis sería un todo armonioso. Pero la Revelación advirtió entonces sobre elementos de discordia ocultos. Fue por esta época cuando comenzó la revelación de la azora más extensa del Corán. Al-Báqara (La Vaca), que está situada al comienzo del Libro, inmediatamente después de los siete versículos de al-Fátiha, la Apertura.

Comienza con una definición de quienes están bien guiados:

Alif-Lam-Mim. Este es el Libro -indudablemente-, guía para los temerosos de Dios, que creen en lo Oculto, que cumplen la plegaria y dan limosna de lo que les hemos concedido, que creen en lo que te fue revelado y en lo que fue revelado antes de ti, y que están seguros del Más Allá. Ellos son quienes siguen la guía de tu Señor y ellos prosperarán.

(Corán: 2, 2-5)

Luego, después de mencionar a los que están ciegos y sordos a la verdad, se cita un tercer grupo de gentes:

“Y entre los hombres hay quienes dicen: creemos en Dios y en el Último Día, y sin embargo no son creyentes. Cuando encuentran a quienes creen dicen: Creemos. Y cuando están a solas con sus demonios dicen: Estamos con vosotros. Nos estábamos mofando”.

Eran éstos, los irresolutos, los dudosos y los hipócritas (munáfiqun) de Aus y Jazray en todos los distintos grados de insinceridad; y sus demonios, es decir las ins-piraciones del mal, eran hombres y mujeres que hacían cuanto podían para sembrar las semillas de la duda.

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El Profeta fue puesto aquí en guardia contra un problema que de ninguna manera le había preocupado en Meca. Allí la sinceridad de los que abrazaron el Islam jamás fue puesta en duda. Las razones para la conversión solamente podían ser espirituales, ya que por lo que se refería a las cosas de este mundo un converso no tenía nada que ganar y en muchos casos mucho que perder. Pero ahora había ciertas razones mundanas que podían incitar a abrazar la nueva religión y éstas aumentaban continuamente.

Los judíos de Iatrib

Los judíos habían esperado con impaciencia la llegada de un Profeta judío, descendiente de Isaac, no de Ismael. El hecho de que Muhámmad no era judío impedía a muchos de ellos reconocerlo como verdadero Profeta.

La unión de Aus y Jazray daba a los árabes de Iatrib una fuerza formidable. El pacto de los judíos con el Profeta les permitía ser partícipes de esa fuerza. Pero también significaba obligaciones contraídas de cara a una posible guerra contra la fuerza árabe mucho mayor que existía más allá del oasis.

El Pacto de Hermandad

A fin de unir aún más la comunidad de los creyentes, el Profeta instituyó entonces un pacto de hermandad entre los Ansar y los Emigrantes, para que cada Ansar tuviese un hermano Emigrante que fuese para él más cercano que cualquier Ansar, y cada Emigrante tuviese a su vez un hermano Ansar que le fuese más cercano que cualquier Emigrante.

Adversarios

Entre los principales adversarios del Islam se encontraban dos primos, los hijos de dos hermanas, pero de Aus y Jazray por parte de padre, teniendo cada uno de ellos gran influencia en su tribu. El hombre de Aus, Abu Amir, decía ser de la religión de Abraham. Abu Amir pronto vio que su autoridad estaba perdiendo peso, y se sintió aún más amargado por la devoción de su hijo Hanzala por el Profeta. No transcurrió mucho tiempo hasta que decidió llevarse a los seguidores que le quedaban, unos diez en total, a Meca.

Su primo del Jazray era Abdallah ibn Ubái, que también se sentía frustrado por la venida del Profeta y que consideraba que le había sido robada no la autoridad espiritual sino el principal poder temporal en el oasis de Iatrib. También él hubo de experimentar la amargura de ver a su propio hijo, Abdallah, completamente ganado por el Profeta para su causa, así como a su hija Yamila.

Pero a diferencia de Abu Amir, Ibn Ubái estaba preparado para la espera, pensando que tarde o temprano la irresistible influencia del recién llegado tendría que empezar a declinar. En una de esas ocasiones fue cuando enfermó Sa’d ibn ‘Ubada, otro jefe del Jazray, y el Profeta fue a visitarlo.

De camino el Profeta pasó junto a la fortaleza de Ibn Ubái, quien se encontraba sentado a la sombra de sus muros y rodeado por algunos de sus compañeros de clan y otros hombres del Jazray. El Profeta, por cortesía hacia este jefe, desmontó de su asno y fue a saludarlo, sentándose durante un rato en su compañía. Recitó el Corán y lo invitó al Islam. Cuando hubo dicho todo lo que se había visto impulsado a decir, Ibn Ubái se volvió hacia él y dijo:

"Nada podría ser mejor que este discurso vuestro, si fuera verdad. Siéntate entonces en casa, en tu propia casa, y a quien vaya a verte sermonéale así, pero a

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quien no vaya no le cargues con tu charla, y no te metas en la reunión de quien no lo desea."

"No, —dijo una voz— ven a nosotros con ello, y visítanos en nuestras reuniones, en nuestros barrios, en nuestras casas, porque nos encanta eso, y eso nos lo ha dado Dios en su Munificencia, y hacia ello nos ha guiado."

El que hablaba era Abadallah ibn Rawaha, un hombre con cuyo apoyo Ibn Ubái había pensado que podía contar ante cualquier contingencia.

Ibn Ubái comprendió que su influencia disminuía con rapidez y que si no abrazaba el Islam se desvanecería por completo. Por otro lado sabía que una aceptación nominal del Islam le confirmaría en su autoridad. En consecuencia, no tardó mucho tiempo en decidirse a abrazar el Islam; con todo, aunque se comprometió personalmente con el Profeta y en adelante acudió con regularidad a las plegarias, los creyentes nunca llegaron a estar muy seguros de él.

Salmán el persa y las señales de la profecía

Durante los primeros meses, mientras todavía se estaba construyendo la mezquita, la comunidad sufrió una gran pérdida con la muerte de Asad, el primer hombre del oasis en rendir fidelidad al Profeta. Fue posiblemente en el funeral de Asad cuando tuvo lugar el segundo encuentro entre Salmán el Persa y el Profeta. En años posteriores Salmán describiría este encuentro diciendo:

"Fui a ver al Enviado de Dios cuando se encontraba en el cementerio de Baqi al-Garqad, donde él había ido siguiendo el féretro de uno de sus Compañeros. Lo saludé y luego me senté en el círculo detrás de él con la esperanza de poder verle el Sello. El supo lo que yo quería; agarró, pues, su manto y se lo bajó por la espalda, y observé el Sello de la Profecía tal y como me lo había descrito mi Señor. Me incliné sobre él, lo besé y lloré. Entonces el Enviado de Dios me ordenó que me acercase y fui y me senté delante de él, le conté mi historia y él se sintió feliz de que sus Compañeros la escuchasen. Luego abracé el Islam."

El rabino Husáin ibn Sallam abraza el Islam

Otro hombre de las gentes del Libro que abrazó el Islam por esta época fue el rabino Husáin ibn Sallam. Acudió al Profeta en secreto y le prestó juramento de fidelidad. Acto seguido el Profeta le dio el nombre de Abdallah, y el nuevo converso sugirió que antes de que su Islam fuese conocido debían preguntar a su gente sobre la posición que él ocupaba entre ellos.

El Profeta lo ocultó en su casa y envió por algunos de los hombres principales de los Qainuqa. "El es nuestro jefe," fue su respuesta a la pregunta, "y el hijo de nuestro jefe; él es nuestro rabino y nuestro sabio." Entonces Abdallah apareció ante ellos y dijo: "¡Oh judíos, temed a Dios y aceptad lo que El os ha enviado, porque sabéis que este hombre es el Enviado de Dios!" A continuación su gente lo injurió y negó la buena posición que antes habían afirmado que tenía entre ellos.

Establecimiento de los pilares islámicos y de la llamada a la oración: el adán

El Islam estaba ya firmemente establecido en el oasis. La Revelación prescribía la donación de limosnas y el ayuno durante el mes de Ramadán, y establecía en general lo que estaba prohibido y lo que se permitía. Las cinco plegarias diarias se realizaban regularmente en asamblea. Todo el mundo juzgaba sobre el momento de la plegaria por la posición del sol pero las opiniones podían diferir y el Profeta

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sentía la necesidad de encontrar un medio para convocar a la gente cuando hubiese llegado el tiempo exacto de cada plegaria.

Una noche un hombre del Jazray, Abdallah ibn Zaid tuvo un sueño, que contó al día siguiente al Profeta:

"Pasó junto a mí un hombre que vestía dos prendas de color verde y llevaba en la mano una campana y yo le dije: "Oh siervo de Dios, ¿me quieres vender esta campana?" "¿Qué harás con ella?", respondió. "Con él convocaremos a la gente a la plegaria" le dije. "¿Desearías que te mostrara una forma mejor?" "¿Qué forma es ésa?" pregunté.

Y él respondió: "Que digáis: Dios es el más Grande -Allahu Akbar-. El hombre de verde repitió esta magnificación cuatro veces, y después dos veces cada una de las siguientes: “Doy testimonio de que no hay dios sino Dios. Doy testimonio de que Muhámmad es el Enviado de Dios. Venid a la plegaria. Venid a la salvación. Dios es el más Grande." Y luego, una vez más, “no hay dios sino Dios.”

El Profeta afirmó que se trataba de una visión auténtica y le dijo que acudiese a Bilal, que tenía una voz excelente, y le enseñase las palabras exactamente tal y como las había escuchado en el sueño. La casa más alta del vecindario donde estaba la mezquita pertenecía a una mujer del clan de Nayyar, y Bilal iba allí antes de cada amanecer y se sentaba en el tejado esperando la salida del sol. Cuando veía las primeras débiles luces por el oriente extendía sus brazos y decía en súplica: "¡Oh, Dios, te alabo y pido tu ayuda para el Quraish, para que acepten Tu religión!"

Luego, de pie, pronunciaba la llamada a la plegaria (adán).

Construcción de la casa del Profeta en Medina y matrimonio con ‘Aisha

Cuando la Mezquita estuvo terminada, el Profeta dio instrucciones para que se le añadiesen dos pequeñas viviendas al muro oriental, una para su esposa Sauda y otra para su prometida ‘Aisha. La construcción había durado en total siete meses y durante ese tiempo se había hospedado con Abu Aiub.

Cuando la casa de Sauda estuvo casi a punto, envió a Zaid para que la trajese a Medina, y con ella, a Umm Kulthum y a Fátima. Por su parte, Abu Bakr envió un mensaje a su hijo Abdallah para que trajera a Umm Ruman, Asma y ‘Aisha. Al mismo tiempo, Zaid también se llevó consigo a su esposa Umm Aiman y a su hijito Osama. También viajó con ellos Talha, habiendo dispuesto de todos sus bienes inmuebles y haciendo entonces su hégira. Poco después de la llegada del grupo, Abu Bakr dio a Asma en matrimonio a Zubair, quien junto con su madre, Safía, ya llevaba viviendo algunos meses en Medina.

Muhámmad y sus hijos se fueron entonces a vivir con Sauda, y al cabo de uno o dos meses se decidió que debía celebrarse la boda de ‘Aisha, después que alcanzase la pubertad, según costumbre de la época.

El matrimonio fue celebrado lo más sencillamente posible. Fue presentado un tazón de leche, y el Profeta, después de beber de él, se lo ofreció a ‘Aisha, que rehusó tímidamente. Cuando le insistió para que bebiera ella lo hizo, y ofreció el cuenco a su hermana Asma, que estaba sentada a su lado. También bebieron otros; después cada cual se fue a sus asuntos, y dejaron al novio y la novia solos.

‘Aisha se convertiría en uno de las figuras más respetadas en el Islam. Tenía un gusto muy desarrollado por las letras y fue una de las más grandes juristas musulmanas. Gracias a ella nos han sido transmitida una parte importantísma de dichos y hechos del Profeta. Tomó también parte en expediciones militares y mostró un gran talento en cuestiones jurídicas, matemáticas, médicas, literarias y

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folklóricas. Le gustaba el deporte y el Profeta echaba con ella carreras en los momentos de ocio. Es pues uno de los mejores modelos de la mujer musulmana.

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SABER MÁS

HADIZ

De Anás, Allah esté complacido con él, que dijo:

“Abu Talha era el hombre, de los auxiliares de Medina, más rico en palmerales. El que más le gustaba de ellos era el huerto llamado Bairuha, que tenía tras la mezquita y en el que solía entrar el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, a beber de su agua, porque era buena y dulce.

Dijo Anás: ‘Y cuando descendió la aleya: No alcanzaréis la cualidad del virtuoso mientras no gastéis de aquello que os gusta.’ Acudió entonces Abu Talha al Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz y le dijo: ‘¡Oh Mensajero de Allah! Ciertamente Allah te ha revelado: ‘No alcanzaréis la cualidad del virtuoso mientras no gastéis de aquello que os gusta’. Y a mí, de cuanta riqueza poseo, lo que más me gusta es mi huerto de palmeras. Así pues, lo dejo como sádaqa procurando con ello obtener el favor de Allah y deseo que la recompensa, Allah me la reserve. ¡Gástala pues, oh Mensajero de Allah, en quien Él te de a entender!’

Y le dijo el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, mostrando su asombro y alegría: ‘¡Bájin!* Este es un dinero que volverá a ti con creces (dijo esto dos veces). Y puesto que he oído lo que has dicho, pienso que es mejor que se lo des a tus parientes.’ Dijo Abu Talha: ‘¡Así lo haré, oh Mensajero de Allah!’ Así que lo repartió entre sus familiares y primos.”

*Esta expresión se emplea como muestra de asombro por algo y de aceptación.

Lo relataron Al Bujari y Muslim (Riad As-Salihin, Cap. 37 . 1.302)

De Ibn Ómar, Allah esté complacido de él, que dijo:

“El Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, solía visitar la mezquita de Quba* montado en una cabalgadura y también andando. Y rezaba dos rak’as (ciclos de plegaria) en ella.”

*La mezquita de Quba fue la primera que se construyó en el Islam. Situada en las proximidades de Medina.

Lo relataron Al Bujari y Muslim. (Riad As-Salihin, Cap. 45. 15.378)

De ‘Aisha, Allah esté complacido de ella, que dijo:

“No se saciaba la familia de Muhámmad, Él le bendiga y le dé paz, comiendo tan sólo un pan de cebada para dos días seguidos. Así, hasta que falleció.”

Lo relataron Al Bujari y Muslim.

Y en otro relato:

“Desde que llegó a Medina, la familia de Muhámmad, Él le bendiga y le dé paz, no se saciaba con la comida de trigo para tres noches seguidas. Así, hasta que falleció.”

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Y de Urua, que transmitió de ‘Aisha, Allah esté complacido de ella, la cual solía decir:

“¡Por Allah, sobrina! Que mirábamos la luna nueva, después otra luna nueva y después otra. Así hasta tres lunas nuevas en dos meses durante los cuales no se encendió un fuego para cocinar en las casas del Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, o para que se pudiera calentar algo de comida. Dije: ‘¿Tía, entonces, que es lo que les alimentaba?’ Dijo: ‘Dátiles y agua. Y también que el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, tenía unos vecinos de los auxiliares(ansar) que tenían cabras. Y solían enviarle de su leche y nos daba de beber’.”

Lo relataron Al Bujari y Muslim.

De Abu Huraira, Allah esté complacido con él, se transmitió:

“Que pasó junto a una gente que tenía una cabra asada para comer. Le llamaron y él rehusó comer diciendo: ‘El Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, salió de este mundo sin haberse saciado de comer pan y cebada’.”

Lo relató Al Bujari.

De Anás, Allah esté complacido con él, que dijo:

“El Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, no comió en su vida sobre una mesa, ni tampoco comió pan fino ni blando.”

Lo relató Al Bujari.

De Al-Nuaman Ibn Bashir, Allah esté complacido de los dos, que dijo:

“He visto a vuestro Profeta sin poder encontrar unos simples dátiles con los que llenar su estómago.”

Lo relató Muslim.

De Sahli Ibn Sa’d, Allah esté complacido con él, que dijo:

“El Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, no vio el pan blanco desde que Allah, Altísimo sea, lo envió hasta que murió. Y se le preguntó: ‘¿Teníais tamices en tiempos del Mensajero, Allah le bendiga y le dé paz?’ Dijo: ‘El Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, no vio un tamiz desde que fue enviado hasta que murió.’ Y se le preguntó: ‘¿Y cómo es que comíais la cebada sin tamizar?’ Dijo: ‘La molíamos y soplábamos hasta que volaba lo que no servía, mientras que lo que quedaba lo amasábamos’.”

Lo relató Al Bujari. (Riad As-Salihin, Cap. 56- 494-499)

Se transmitió de Iazid Ibn Sharik Ibn Táriq, que dijo:

“He visto a Alí dando un discurso desde el almimbar y le he oído decir: ‘¡No, por Allah, que no tenemos libro alguno del Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, para que leamos, excepto el Libro de Allah y lo que hay en esta hoja!’ Desplegó la hoja y contenía: Las leyes del zaká (azaque) por los camellos y sobre la indemnización por lesiones.”

Iahia me relató de Málik, de Iahia Ibn Sa’id que Sa’id Ibn al-Musayab dijo:

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“El Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, rezó mirando hacia Bait al-Maqdis durante dieciséis meses, después de llegar a Medina. Después se cambió la alquibla, dos meses antes de la batalla de Badr.”

(Al Muwatta, Libro 14: 7)

Iahia me contó de Málik, que Rabi'a Ibn Abu Abdurrahmán oyó decir a Anas Ibn Málik:

"El Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, no era ni excesivamente alto ni bajo. No era ni muy pálido ni muy oscuro de tez. No tenía el pelo ni rizado ni lacio. Allah le encomendó la misión a la edad de cuarenta años. Permaneció diez años en Meca y diez años en Medina, y Allah, el Poderoso, el Majestuoso, le hizo morir cuando tenía sesenta. No había en su cabello o en su barba ni veinte canas, que Allah le bendiga y le conceda paz."

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PREGUNTAS

Cuando Muhámmad se estableció en Medina, los judíos…

— … se coaligaron entre sín para contrarrestar su creciente influencia política. Aunque esperaban la llegada de un profeta no podían admitir que éste fuese árabe y no hebreo por lo que ningún judío abrazó el Islam. A pesar de ello hubo un clima de buena convivencia entre las diversas comunidades.

— … se interesaron vivamente por él, ya que según sus profecías habría de venir un profeta. El hecho de que fuese árabe les impedía reconocerlo, pero aún así, algunos aceptaron el Islam, como el rabino Husain ibn Sallam, el cual, después de declarar su Islam fue rechazado por su pueblo.

— … permanecieron cautelosamente a la expectativa, tratando de descubrir las señales que podrían aclarar la condición profética de Muhámmad. Establecieron con éste un pacto de defensa mutua y casi la mitad de ellos abrazaron el Islam y juraron fidelidad al profeta.

¿Quiénes fueron los más tenaces adversarios de Muhámmad en su primera etapa medinesa?

— Un miembro de Aus y otro de Jazray. Consideraban que les había sido robada tanto la autoridad espiritual como el poder político en el oasis de Iatrib. Hombre de Aus, Abu Amir, decidió emigrar mientras que Abdallah ibn Ubái optó por convertirse al Islam.

— Los judíos se coaligaron rápidamente contra Muhámmad porque éste ponía en peligro su poder político en el oasis. Entre ellos destacó por su agresividad y tenacidad el rabino Husáin ibn Sallam. Otros, como Ibn Ubái, le combatieron desde dentro, fingiendo abrazar el Islam. Éstos son los munáfiqun (hipócritas)

— Las gentes de la tribu de Jazray liderados por Ibn Ubái, los cuales estaban perdiendo progresivamente todo el poder político y el prestigio religioso a medida que se extendía el mensaje coránico. Algunos de ellos fingieron la conversión como una estrategia de lucha desde dentro.

¿Cómo se estableció el Islam en sus comienzos medineses?

— A poco de llegar a Medina, el profeta Muhámmad, la paz sea con él, explicó detalladamente los pilares fundamentales del Islam, de manera que todos pudieron oírlo. La primera medida que tomó, nada más llegar a Medina, fue instituir formalmente el adán, la llamada a la oración, haciendo esta obligatoria para todos los habitantes del oasis.

— A la llegada del profeta a Medina, el Islam estaba ya arraigado, dado que algunos medineses habían aceptado el Islam durante la peregrinación anual a Meca. Muhámmad, la paz sea con él, conocía a muchos de ellos desde el pacto que hicieron juntos en Áqaba.

— De manera gradual y por medio de la revelación la primera comunidad de musulmanes fue conociendo los contenidos básicos del din del Islam y asentándose firmemente en el oasis. La revelación iba surgiendo

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paralelamente a la constitución y desarrollo social y espiritual de la comunidad.

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UNIDAD 15

LA BATALLA DE BADR

Revelación sobre las condiciones de la guerra

El control de las rutas comerciales

Establecimiento de la alquibla de Meca

Ataque a la caravana de Abu Sufián

La reacción del Quraish

Lealtades y posicionamientos

Estrategia militar: El control de los pozos de agua en el desierto

La batalla

La ayuda del cielo

La derrota del Quraish

El retorno de los vencidos

Hind jura comerse el hígado de Hamza

Revelación sobre las condiciones de la guerra

Hasta ese tiempo, los musulmanes nunca habían luchado contra sus adversarios, prefiriendo sufrir sus ataques sin responder a ellos. Pero al poco de estar en Medina, el Profeta recibió una revelación que iba a dar sentido a la lucha de los musulmanes:

“Quienes son atacados tienen permiso para combatir, porque han sido tratados injustamente, y ciertamente Dios es capaz de ayudarlos a salir victoriosos. Y lo mismo sucede con aquéllos que han sido injustamente expulsados de sus hogares, por ninguna razón salvo porque dicen: Nuestro Señor es Dios."

(Corán: 22, 39-40)

El Quraish resultaba vulnerable en sus caravanas, y era especialmente en los meses de primavera y de principios de verano cuando su comercio con Siria era más activo, cuando quedaban expuestas a los ataques procedentes de Medina. Durante los meses de otoño e invierno enviaban la mayoría de sus caravanas al sur, principalmente al Yemen y Abisinia.

El control de las rutas comerciales

La información que se recibía en Medina sobre las caravanas pocas veces era precisa, y podían sufrir cambios de última hora. Las caravanas mequíes en conjunto esquivaron algunas de las primeras incursiones de Medina, pero los musulmanes consiguieron hacer tratados con tribus beduinas situadas en puntos estratégicos a lo largo de la costa del Mar Rojo.

Aunque por el momento no había tenido lugar ningún combate, el Quraish ya estaba alerta ante el peligro de tener un enemigo establecido en Iatrib. Les parecía, sin embargo, que esto de ninguna manera afectaría sus relaciones comerciales con

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el sur. Pronto se desilusionaron, porque el Profeta recibió el mensaje de una caravana que venía procedente del Yemen y envió a su primo Abdallah ibn Yahsh con otros ocho Emigrantes para que estuviesen a su acecho cerca de Najla, entre Táif y Meca.

Poco después de que los Emigrantes alcanzaran su destino y se hubieran apostado en un lugar estratégico no lejos de la ruta principal, una pequeña caravana del Quraish pasó junto a ellos y acampó cerca de donde estaban, sin advertir su presencia. Los camellos iban cargados de pasas de Corinto, cuero y mercancías diversas.

Abdallah y sus compañeros se encontraron en un dilema; las únicas instrucciones concretas del Profeta habían sido llevarle noticias, pero no les había prohibido luchar ni había hecho mención del mes sagrado. Pensaron en la Revelación:

Quienes son atacados tienen permiso para combatir, porque han sido tratados injustamente... Quienes han sido expulsados injustamente de sus hogares.

(Corán: 22, 39).

Estaban en guerra con el Quraish y habían reconocido al menos a dos mercaderes de la caravana como hombres del Majzum, el cual era de todos los clanes de la Meca el que se había mostrado más hostil al Islam. Era la mañana del último día de Rayab; con la puesta del sol comenzaría sha’ban, que no era mes sagrado; para ese momento, aunque ya no protegidos por el calendario, sus enemigos tendrían el amparo de la distancia, porque ya habrían alcanzado el recinto sagrado. Al final, después de muchas vacilaciones, decidieron atacar.

Abdallah y sus compañeros se llevaron los prisioneros, los camellos y la mercancía a Medina. Apartó una quinta parte del botín para el Profeta, dividiendo el resto entre sus compañeros y él. Pero el Profeta se negó a aceptar nada y dijo: "No os di permiso para combatir en el mes sagrado", ante lo cual quienes lo habían hecho pensaron que estaban condenados.

Sus hermanos de Medina les culparon de su violación de Rayab, mientras que los judíos dijeron que era un mal presagio para el Profeta, y el Quraish se puso a difundir por todas partes las noticias de que Muhámmad había incurrido en sacrilegio. Entonces vino la Revelación:

Te preguntan sobre el mes sagrado y sobre el combate en él. Di: Combatir en él es una grave ofensa, pero apartar a los hombres del camino de Dios, negarlo a El y a Su Mezquita Sagrada y expulsar a Su pueblo de ella es más grave para Dios. Y más grave que la matanza es la persecución.

(Corán: 2, 217).

La interpretación del Profeta confirmaba la tradicional prohibición de la guerra durante el mes sagrado pero haciendo una excepción en este caso particular. Así pues tranquilizó a Abdallah y sus compañeros del temor tan grande que tenían y aceptó una quinta parte del botín para el beneficio general de la comunidad. El clan de Majzum envió rescates para sus dos prisioneros, pero su liberto Hákam eligió abrazar el Islam y quedarse en Medina, y, en consecuencia, Otmán regresó solo.

Establecimiento de la alquibla de Meca

Fue en esta misma luna de sha’ban cuando se produjo una Revelación de gran importancia ritual. Sus palabras iniciales hacen referencia al extremo cuidado del

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Profeta para orientarse en la dirección correcta para la plegaria. En la Mezquita la dirección la indicaba el mihrab, el nicho de la plegaria situado en el muro de Jerusalén.

“Hemos visto cómo se vuelve tu rostro hacia el Cielo. Te haremos volverte hacia una dirección que te gustará. Vuelve, pues, tu rostro hacia la Mezquita Sagrada, y dondequiera que estéis volved vuestro rostro hacia ella.”

(Corán: 2, 144).

Se hizo inmediatamente un mihrab en el muro meridional de la Mezquita, mirando hacia la Meca, y el Profeta y sus Compañeros aceptaron con alegría el cambio. Desde entonces los musulmanes se vuelven en la dirección de la Ka’ba para la realización de la plegaria ritual y, por extensión, para otros ritos.

Ataque a la caravana de Abu Sufián

Se acercaba ya el momento en que Abu Sufián emprendería el regreso de Siria. El Profeta envió a Talha y a Sa’id a Haura, al oeste de Medina, en la costa, para que lo informasen tan pronto llegase la caravana. Esto le permitiría alcanzarla un poco más abajo en la costa. Sus dos exploradores fueron recibidos de modo hospitalario por un jefe de Yahaina que los ocultó en su casa hasta que la caravana hubo pasado.

Pero tanto él como ellos se podían haber ahorrado el esfuerzo, porque alguien de Medina, sin duda algún hipócrita ya había puesto a Abu Sufián al corriente de los planes del Profeta, y aquél había contratado a un hombre llamado Damdam para que fuera rápidamente a la Meca e insistiera al Quraish para que saliesen inmediatamente con un ejército en su socorro.

La reacción del Quraish

La ciudad inmediatamente se alborotó. La caravana que en esos momentos estaba amenazada era una de las más ricas del año, y eran muchos los que tenían razón para temer su pérdida. Se reunió rápidamente un ejército de un millar de hombres. Los Banu Hisham y los Banu al-Muttálib tenían sus intereses en la caravana y se sentían obligados a defenderla, por lo que Tálib se puso al frente de un grupo de hombres de ambos clanes y Abbas fue con ellos, quizás con la intención de actuar como pacificador.

El Profeta había abandonado la ruta directa de Medina hacia el sur y se dirigía a Badr, donde esperaba salirle al paso a Abu Sufián, y envió por delante a dos de sus aliados de Yuhaina que conocían bien el distrito para que recogieran noticias de la caravana. En Badr se detuvieron en una colina que dominaba el pozo, y cuando fueron a sacar agua acertaron a escuchar una conversación entre dos muchachas del pueblo acerca de una deuda. "La caravana llegará mañana o pasado mañana," decía una a la otra, "trabajaré para ellos y te pagaré lo que te debo."

Cuando oyeron estas palabras volvieron rápidamente al Profeta con las noticias. Pero si hubieran permanecido allí un poco más habrían visto a un jinete solitario aproximarse al pozo por el oeste. Era Abu Sufián en persona, que se había adelantado al resto de la caravana para ver si era seguro encaminarse hacia la Meca por la ruta más cercana, esto es, a través de Badr. Al llegar al pozo se encontró con un aldeano y le preguntó si había visto algún desconocido. Le respon-dió que había visto dos jinetes que habían hecho un alto arriba en la colina, luego habían sacado agua y se la habían llevado.

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Abu Sufián fue a donde se habían detenido y tomó algunos excrementos de camello, que acto seguido desmenuzó. Había en ellos algunos huesos de dátil. "Por Dios —dijo— este es el forraje que emplean en Iatrib." Se volvió rápidamente hacia sus seguidores, y, alejando la caravana del camino, avanzaron a toda velocidad por la orilla, junto al mar, dejando Badr a su izquierda.

Mientras tanto los dos exploradores habían regresado con el Profeta con la noticia de que se esperaba que la caravana llegaría a Badr al día siguiente o al otro. Los musulmanes, pues, tendrían tiempo suficiente para sorprenderlos y vencerlos.

Estrategia militar: El control de los pozos de agua en el desierto

Más allá de la colina, un poco hacia el noreste, los musulmanes estaban levantando el campamento. El Profeta sabía que les era imperioso llegar a las aguas de Badr antes que el enemigo, así que ordenó un avance inmediato. Apenas se habían puesto en marcha cuando empezó a llover, y el Profeta se alegró de ello, considerándolo como una señal del favor divino, una bendición y una garantía. Refrescó a los hombres, hizo desaparecer el polvo y endureció la arena suave del valle de Yalyal por donde ahora marchaban. Pero estorbaría al enemigo, que todavía tenía que subir las laderas de Aqanqal, que se hallaban a la izquierda de los musulmanes, en el lado opuesto del valle de Badr.

Los pozos se encontraban todos en las laderas más suaves de la zona más próxima, y el Profeta ordenó un alto en el primer pozo que alcanzaron. Pero un hombre del Jazray, Hubab ibn al-Mundir se le acercó y dijo:

"¡Oh Enviado de Dios! ¿Te ha revelado Él que debemos avanzar o retroceder desde este lugar donde ahora estamos, o es una cuestión de opinión y estrategia militar?". El Profeta le contestó que se trataba simplemente de un asunto de opinión, y Hubab dijo: "No es éste el lugar para detenerse, sino que es mejor que nos conduzcas, ¡oh Enviado de Dios! hasta llegar a uno de los pozos grandes que está más cerca del enemigo. Paremos allí, ceguemos los pozos que están detrás de aquél y hagamos una cisterna. Luego lucharemos con el enemigo y nosotros tendremos todo el agua para beber y ellos no tendrán nada."

El Profeta asintió al punto, y el plan de Hubab se puso en práctica en todos sus detalles. Los restantes pozos fueron cegados, se hizo una cisterna y todos los hombres llenaron sus recipientes.

Aquella noche Dios envió un sueño reconfortante a los creyentes y se despertaron como nuevos. Era el viernes 17 de Marzo del año 623 de la era cristiana, que fue el día 17 de Ramadán del año 2 de la hégira. En cuanto se hizo el alba el Quraish prosiguió su marcha y subieron a la colina de Aqanqal. Hicieron su campamento al pie de la ladera.

La batalla

El Quraish ya había comenzado a avanzar. Visto a través de las ondulantes dunas el ejército mequí parecía mucho más pequeño de lo que era. Pero el Profeta era consciente de la gran disparidad que existía entre los dos ejércitos. Regresó entonces con Abu Bakr y rezó pidiendo la ayuda que Dios le había prometido. Le sobrevino un sueño ligero, y cuando se despertó dijo:

"¡Ánimo, Abu Bakr, la ayuda de Dios te ha llegado! Aquí está Gabriel, y, en su mano, las riendas de un caballo que él conduce, y él está armado para la guerra."

El Profeta exhortó entonces a sus hombres, diciendo:

"¡Por Aquél en cuyas manos está el alma de Muhámmad! ¡No morirá ningún hombre que hoy caiga luchando contra ellos, con firme esperanza en su

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recompensa, y avanzando sin retroceder, sino que Dios lo introducirá inmediatamente en el Paraíso!"

El Profeta tomó un puñado de guijarros y se los arrojó a los Quraishies, gritando: "¡Que esos rostros sean desfigurados!", consciente de que los estaban lanzando al desastre.

Luego dio la orden de cargar.

“No eras tú quien arrojaba cuando arrojaste, sino que era Dios quien lo ha-cía”.

(Corán: 8, 17).

Estas palabras eran parte de la Revelación que se produjo inmediatamente después de la batalla. Los guijarros no fueron la única manifestación de la fuerza divina que, de la mano del Profeta, irradió aquel día.

La ayuda del cielo

Cuando a los creyentes se les ordenó cargar, no lo hicieron solos, como el Profeta bien sabía, porque se les había prometido:

Os ayudaré con mil Ángeles, uno tras otro.

(Corán: 8, 9)

Y los Ángeles también habían recibido un mensaje divino:

Cuando tu Señor inspiró a los Ángeles: Yo estoy con vosotros, así que confirmad a los creyentes, infundiré el terror en los corazones de los incrédulos. ¡Cortadles, pues, el cuello y golpeadles en los dedos! (Corán 8, 12)

La presencia de los Ángeles fue percibida por todos; como una fuerza por los creyentes y como un terror por los infieles; pero esa presencia sólo fue visible o audible para unos pocos, y en diferentes grados. Uno de los creyentes que estaba persiguiendo a un enemigo vio cómo la cabeza del hombre se separaba de su cuerpo antes de que pudiera alcanzarlo, cercenada por una mano invisible. Otros tuvieron breves vislumbres de los Ángeles cabalgando en caballos cuyos cascos nunca se posaban en el suelo, guiados por Gabriel tocado con un turbante amarillo.

La derrota del Quraish

Pronto el Quraish se encontró derrotado por completo y puesto en fuga, salvo pequeños grupos por donde los Ángeles no habían pasado.

La mayoría de los quraishíes escaparon, pero unos cincuenta fueron heridos de muerte o muertos sin más en la batalla o alcanzados y derribados en su huida. Aproximadamente el mismo número fueron hechos prisioneros.

El retorno de los vencidos

El ejército del Quraish regresó a la Meca en pequeños grupos, precedidos o seguidos por individuos aislados. Uno de los primeros en llegar con las noticias fue Abu Sufián, cuyo hermano había sido hecho prisionero. La hostilidad de Abu Sufián hacia la nueva religión le había incitado a escribir versos contra ella y contra su primo y hermano de leche, el Profeta.

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Hind jura comerse el hígado de Hamza

En cuanto a los parientes de los prisioneros, se les instó a que demorasen el envío de ofertas de rescate a Iatrib. La vehemente esposa de Abu Sufián, Hind, no era la madre de ninguno de los dos, pero al principio de la batalla había perdido a su padre, a su tío y a su hermano y, aunque refrenó sus lamentos, juró que cuando el Quraish se vengase en el ejército musulmán se comería crudo el hígado de Hamza, que había matado a su tío y dado el golpe de muerte a su padre.

Respecto al cargamento de la rica caravana que Abu Sufián había traído intacto a la Meca, en la Asamblea se acordó que todos los beneficios se dedicarían al reclutamiento de un ejército tan grande y tan poderosamente equipado que aplastaría cualquier resistencia que Iatrib pudiera presentarle, y esta vez las mujeres marcharían con los hombres para animarlos e incitarlos a superarse a sí mismos en proezas.

También se acordó en el mismo sentido enviar emisarios a los numerosos aliados que tenían en toda Arabia, requiriéndoles para que se uniesen a su ataque, y dándoles lo que ellos pensaban que eran poderosas razones para considerar a los seguidores de la nueva religión como un enemigo común.

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SABER MÁS

HADIZ

Se transmitió de Abdallah Ibn Ka’b Ibn Málik, que dijo:

“Oí a Ka’b Ibn Málik, Allah esté complacido con él, en su hadiz de cuando se quedó atrás y no acompañó al Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, en la campaña de Tabuk.

Dijo Ka’b: ‘No dejé de acompañar al Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, en ninguna de las campañas que hizo, excepto en la de Tabuk, aparte de haberme quedado atrás en la campaña de Badr por la que no se recriminó a nadie que no la hiciera. Y en la que salieron el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, y los musulmanes al encuentro de la caravana de los Quraishitas, y Allah quiso que se enfrentaran al enemigo sin previo acuerdo.

Sin embargo, estuve presente con el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, en la noche de ‘Aqaba, cuando le dimos nuestro bai’a (juramento de pleitesía) Y no me gustaría cambiar ese día por el de Badr, aunque para la gente sea este último más recordado. En cuanto a haberme quedado atrás en la campaña de Tabuk, puedo decir que nunca había estado tan fuerte y por Allah, que antes de ese día, nunca había preparado dos monturas como las que preparé para esa campaña.

Era costumbre del Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, no mencionar la campaña que quería hacer, con excepción de la de Tabuk por su extremada dificultad. Esa campaña la preparó el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, para realizar un largo y penoso viaje, en el que habrían de soportar un fuerte calor. Se enfrentarían a un gran número de enemigos. Les dijo a todos cómo sería la campaña de dura para que hicieran los preparativos necesarios y se pertrecharan debidamente.

Por otro lado, el momento era propicio para escabullirse al no haber registro de hombres en libro alguno. La campaña la realizó el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, en el momento en que los frutos estaban en su punto y cuando la vegetación era más frondosa. Y esto me atraía en gran manera. Se preparó el Mensajero de Allah y los musulmanes también se prepararon con él. Yo me levanté temprano para prepararme con él, pero me volví sin hacer nada. Pues, me dije a mí mismo: ¡Puedo hacerlo en cualquier momento!

Continué con este planteamiento mientras que todos los demás ya se habían levantado y preparado para la marcha. Así que partieron con rapidez y ya se habían adelantado hacia la campaña, cuando pensé montar y darles alcance. ¡Ojalá lo hubiera hecho! Después no me fue posible. Pues, pensé que si salía al encuentro de la gente, después de la salida del Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, me entristecería el hecho de que no viera a otro en mi misma situación más que por hipocresía o incapacidad.

No preguntó por mí el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, hasta que llegó a Tabuk. Y estando sentado con la gente preguntó:

‘¿Qué ha sido de Kaab Ibn Málik?’ Le contestó un hombre de Banu Sálama, diciéndole: ‘¡Oh Mensajero de Allah, le ha retenido su vanidad y engreimiento!’ Inmediatamente, replicó Muádh Ibn Yábal, Allah esté complacido con él: ‘¡Mala cosa, lo que has dicho! ¡Por Allah, oh Mensajero, que no conocemos de él nada que

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no sea bueno!’ Al oír esto, el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, se calló y no dijo nada.

En ese momento apareció la mancha blanca de un caminante en la lejanía y dijo el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz: ‘¡Abu-l-Jaizam!’ Y efectivamente era él, del cual se mofaron los hipócritas por dar como sádaqa un puñado de grano solamente.

Continuó Ka’b: Cuando me llegaron noticias de que el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, había salido de Tabuk en caravana y se dirigía hacia aquí, me intranquilicé. Empecé a pensar en la mentira que le diría para escapar a su enojo. Hasta pedí ayuda a la gente de opinión, de entre mi familia, para encontrar un argumento válido. Cuando dijeron que el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, se encontraba cerca y su llegada era inminente, se desvaneció mi falsedad y supe que jamás tendría éxito alguno en ella. Así que, resolví decir la verdad.

Llegó el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, a Medina y siempre que venía empezaba por la mezquita. Rezó dos rak’as en ella para después sentarse con la gente. Una vez sentado en la mezquita se acercaron a presentar sus excusas y a jurar al Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, los que se quedaron atrás y estuvieron ausentes en la campaña.

Fueron ochenta y tantos hombres y les aceptó las excusas aparentes, fiándose de ellos. Pidió el perdón para ellos y encomendó sus secretos a Allah. A continuación llegué yo y se sonrió con una sonrisa airada. Después dijo: ‘¡Ven!’ Me acerqué andando hasta sentarme frente a él y me preguntó: ‘¿Qué te ha impedido ausentarte. Es que no te habías comprado tu camello?’

Le dije: ‘¡Oh Mensajero de Allah! Por Allah que si hubiera seguido a cualquier otro hombre de este mundo, me habría excusado con él. Sin embargo, no estoy dispuesto a mentir con argumentos falsos, sino a decirte la verdad aunque te enojes por ello. Y afrontaré las consecuencias que se deriven, deseando que Allah, Poderoso y Majestuoso, acepte mi arrepentimiento. ¡Por Allah, que no hay excusa para mí, de ninguna clase! ¡Por Allah, que nunca había estado tan fuerte y tan preparado como para esta campaña!’

Y dijo el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz: ‘¡De momento, esta es la verdad y ahora veremos qué dictamina Allah en tu caso!’

Después me siguieron unos hombres de Banu Salama y me dijeron: ‘¡Por Allah, que no te habíamos visto falta alguna anterior a esta. Y has sido incapaz de excusarte ante el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, como lo han hecho los demás. Si lo hubieras hecho te bastaría que el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, pidiera el perdón para ti!’ Por Allah, que no cesaron de hacerme reproches, hasta tal punto que pensé volver al Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, y desmentirle lo que le dije.

Después les pregunté: ‘¿Hay alguien más como yo?’ Dijeron: ‘¡Sí, hay dos hombres más que dijeron lo mismo que tú y les ha dicho el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, lo mismo que a ti!’ Pregunté: ‘¿Quiénes son?’ Dijeron: ‘Murara Ibn Rabi’a Al- Amrí y Hilal Ibn Umaia Al-Waqifí.’ Dijo Ka’b: ‘Me mencionaron dos hombres rectos y ejemplares que estuvieron presentes en la batalla de Badr.’

Y el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, prohibió que nos hablaran sólo a los tres de entre todos los que se ausentaron de la campaña de Tabuk sin excusa aparente. La gente se alejó de nosotros y todos cambiaron hasta tal punto que cambió para mí la Tierra. Pues ya no era la misma que yo conocía. Permanecimos

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así cincuenta noches. En cuanto a mis dos compañeros, fueron a recluirse en sus casas humillados y llorando. Y en cuanto a mí, yo era el más joven de todos y el más fuerte. Salía para hacer la oración con los musulmanes y para dar vueltas por los mercados, pero nadie me hablaba.

Solía ir a la reunión que tenía el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, después de la oración y lo saludaba. Y me preguntaba a mí mismo: ‘¿Habrá movido sus labios para devolverme el saludo o no?’ Después, rezaba cerca de él y le robaba la mirada. Cuando yo estaba en oración, me miraba. Y si me volvía hacia él, me esquivaba.

Pasó el tiempo y los musulmanes me rehuían. Fui, pues, andando y salté el muro de la huerta de Abu Qatada; era hijo de mi tío y el más querido para mí de todos. Lo saludé y por Allah que no me devolvió el saludo. Después le dije: ‘¿Abu Qatada, te pregunto por Allah, tú ves que yo quiera a Allah y a su Mensajero, Allah le bendiga y le dé paz?’ Se calló y le volví a preguntar lo mismo. Se calló de nuevo y volví a insistir en la misma pregunta. Finalmente contestó: ‘¡Allah y su Mensajero saben más!’ Mis ojos se cubrieron de lágrimas y me marché por donde había venido, volviendo a saltar el muro.

Cierto día, caminaba yo por el zoco de Medina, cuando un campesino procedente de Sham, de los que vienen a vender alimentos, decía en voz alta: ‘¿Quién me indica dónde está Ka’b Ibn Málik?’ La gente le empezó a señalar hacia mí hasta que me vio y me entregó una carta del rey de Gassán. Conocía yo la escritura y leí: ‘¡Ha llegado hasta nosotros que tu dueño te ha desdeñado. Te invitamos, pues, a que compartas con nosotros la casa en la que te honraremos y aliviaremos de ese modo tu aflicción!’

Cuando la leí, dije: ‘¡Esta es otra prueba más!’ Me dirigí después hacia el horno de pan, lo encendí y arrojé la carta para que se quemara. Habían pasado ya cuarenta de los cincuenta días, cuando aún no había descendido la revelación sobre el asunto. Después vino un hombre y dijo: ‘¡El Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, te ordena que te apartes de tu mujer!’ Le pregunté: ‘¿La divorcio o qué hago?’

Dijo: ‘¡No, sólo que no tengas relaciones conyugales con ella!’ Envió a decir lo mismo a mis dos compañeros y yo le dije a mi mujer: ‘¡Ve con tu familia y estás con ella hasta que Allah dictamine en este asunto!’ Acudió la mujer de Hilal Ibn Umaia al Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, y le dijo:

‘¡Oh Mensajero de Allah, verdaderamente, Hilal Ibn Umaia es un pobre viejo que no tiene criado! ¿Desaprobarías que le sirviera y le atendiera?’ Dijo: ‘¡No, pero que no cohabite contigo!’

Dijo ella: ‘¡Por Allah, que no tiene ganas ni de moverse! ¡Y por Allah, que no ha dejado de llorar desde el comienzo de su asunto hasta hoy!’ Alguien de mi familia me aconsejó: ‘¿Si pidieras permiso al Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, para tu mujer? Ya que ha dado permiso a la mujer de Hilal Ibn Umaia para que le sirva y le cuide.’

Dije: ‘No le pediré permiso para eso al Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, porque no estoy seguro de lo que diría, siendo yo un hombre joven.’ Así que permanecí de este modo otras diez noches más, hasta que completamos las cincuenta noches que se prohibió que nos hablaran. Después hice la oración del alba, la mañana inmediata al cumplimiento de las cincuenta noches, encima de una de nuestras casas. Y mientras estaba sentado en el estado que Allah, el Altísimo,

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describió de nosotros, con mi corazón encogido y la Tierra que, en toda su vastedad, se me había estrechado, oí la voz de uno de los sahaba (primeros compañeros del Profeta) que gritaba desde lo alto de un cerro y que decía con todas sus fuerzas: ‘¡¡Oh Ka’b Ibn Málik, alégrate!!’

En ese momento caí al suelo postrado (en señal de agradecimiento) y supe que había llegado la apertura. A continuación, anunció el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, a la gente que Allah, Poderoso y Majestuoso, había aceptado nuestro arrepentimiento, después de rezar la oración del alba. Luego, empezó la gente a darnos la buena nueva y fueron a mis dos compañeros. Galopó hacia mí un hombre a caballo mientras que otro de la tribu de Aslama subió a lo alto del cerro. La voz fue más rápida que el caballo y cuando llegó a mí el hombre que oí dándome la buena nueva con su potente voz, le regalé mis prendas de vestir y se las puse por su alegre noticia. Por Allah, que aquel día no tenía más ropa que aquella y tuve que pedir prestada otra ropa para ponerme.

Me dirigí después hacia el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, y toda la gente se agolpaba para felicitarme y me decían: ‘¡Felicidad para ti porque Allah ha aceptado tu arrepentimiento!’ Luego entré en la mezquita y el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, estaba sentado con la gente a su alrededor. Se levantó Talha Ibn ‘Ubaidillah, Allah esté complacido con él, y corrió a estrecharme la mano y felicitarme. Por Allah, que no se levantó ningún otro hombre de los emigrantes aparte de él sin que a partir de entonces olvidara el hecho de Talha.

Cuando saludé al Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, me dijo con su rostro radiante de felicidad: ‘¡Alégrate del mejor día que ha pasado por ti, desde que tu madre te dio a luz!’ Le pregunté: ‘¿Es procedente de ti, oh Mensajero de Allah o procede de Allah?’ Dijo: ‘¡No, más bien procede de Allah, Poderoso y Majes-tuoso!’ Cuando se alegraba el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, se iluminaba su rostro de tal forma que parecía un trozo de luna. Y cuando me senté frente a él, le dije: ‘¡Oh Mensajero de Allah, por mi arrepentimiento quiero dar una sádaqa de mi dinero a Allah y a su Mensajero!’

Dijo el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz: ‘¡Será mejor para ti que conserves una parte de tu dinero!’ Le dije: ‘¡Todavía conservo mi parte del botín de la campaña de Jáibar!’ Y añadí: ‘¡Oh Mensajero de Allah, ciertamente, Allah me ha salvado con la verdad. Y de ahora en adelante siempre hablaré con la verdad!’

¡Y por Allah que desde aquel día en que mencioné el hecho al Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, no he visto a ningún musulmán al que Allah haya otorgado la gracia de hablar con la verdad de la manera que me la otorgó a mí! ¡Y por Allah, que desde aquel día no he pretendido mentir a propósito hasta hoy! ¡Deseo, pues, que Allah me proteja de la mentira en lo que me reste de tiempo!

Dijo: ‘Y Allah, el Altísimo, hizo descender la aleya:

“Allah se volvió en favor del Profeta, de los emigrantes y de los auxiliares, aquellos que le siguieron en los momentos de dificultad, después de que los corazones de un grupo de ellos casi se desvían. Después Allah se volvió a ellos. Ciertamente, Él fue Clemente y Compasivo con ellos. Y con los tres que se quedaron atrás. La Tierra se les quedó estrecha y también sus propias almas. Y pensaron que ya no habría otro refugio ante Allah, excepto en Él mismo. Después Él aceptó su tauba (arrepentimiento) cuando se volvieron a Él.

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Verdaderamente Él acepta la tauba y es Misericordioso. ¡Oh creyentes, temed a Allah y estad con los veraces!”

Dijo Ka’b: ‘¡Por Allah, que Él no me ha agraciado tanto, después de haberme dirigido al Islam, como lo ha hecho otorgándome la veracidad hacia el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz! Y no ser mentiroso con él y perecer como perecieron los que mintieron, ya que Allah, el Altísimo, dijo a aquellos que mintieron, cuando hizo descender la revelación, lo peor que a uno se le puede decir:

¡Os jurarán por Allah cuando hayáis regresado, para que los dejéis! ¡Dejadlos, pues no son sino suciedad y tendrán el Infierno por morada como compensación a lo que hicieron! ¡Os jurarán para que estéis complacidos con ellos, pero aunque lo estuvierais vosotros, Allah no se complace con la gente depravada!’.”

Lo relataron Al Bujari y Muslim. (Riad Al- Salihin, Cap 2- 9, 21)

Se transmitió de Anás, Allah esté complacido con él, que dijo:

“Partió el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, con sus compañeros hacia Badr y llegaron antes que los asociadores. Y les dijo: ‘¡Que ninguno de vosotros se adelante hasta que yo se lo mande!’ En ese momento se acercaron los asociadores. Y dijo el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz: ‘¡Id en pos de un Jardín cuyo ancho son los cielos y la Tierra!’

Y preguntó Umair Ibn Al Humám Al Ansarí, Allah esté complacido de él: ‘¡Mensajero de Allah! ¿Un Jardín cuyo ancho sería el de los cielos y la Tierra? Dijo: ‘¡Si!’ Dijo: ‘¡Bajin, bajin!’ Y le preguntó el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz: ‘¿Porqué dices bajin, bajin?’ Dijo: ‘¡Nada, por Allah, Mensajero de Allah, excepto que desearía ser de la gente de ese Jardín!’ Dijo: ‘¡Pues, ciertamente, tú eres de su gente!’ En ese momento sacó unos dátiles de su cuerno* y empezó a comérselos.

Después dijo: ‘¡Si esperase a comerme todos estos dátiles, se prolongaría mi vida largamente!’ Así pues, arrojó los dátiles que llevaba consigo y después combatió hasta morir.”

*El cuerno también lo usaba como funda para las flechas.

Lo relató Muslim (Riad As-Salihin, Cap 34- 31, 1322)

Iahia me relató de Málik, de Ibrahim Ibn Abu Abla, de Talha Ibn ‘Ubaidullah Ibn Karith que el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, dijo:

“No se considera a Shaitán más humillado, más desechado, más despreciado, o más enojado, en ningún día como en el día de ‘Arafa. Esto es así únicamente porque él ve descender la Misericordia y la indiferencia de Allah hacia grandes acciones equivocadas. Esto es así, exceptuando lo que se le mostró el día de Badr.” Alguien dijo: “¿Qué se le mostró en el día de Badr, Mensajero de Allah?” Él dijo: “¿Acaso no vio a Gabriel ordenando las formaciones de los ángeles?”

(Al Muwata, Libro 20.254)

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PREGUNTAS

¿Cuál sería una interpretación plausible de la batalla de Badr?

— La batalla de Badr es consecuencia de la revelación en la que Dios hace lícita la lucha para defenderse de los agresores, en este caso del Quraish, que mantenían una política de persecución y acoso de los musulmanes. Muhámmad decidió atacar sus caravanas.

— En la historia del Islam, Badr es sinónimo de Yihad o Guerra Santa. Es la referencia más comúnmente aceptada para definirla, ya que en Badr se dio tanto el esfuerzo por la causa de Dios como la intervención divina bajo la forma de un ejército de ángeles que derrotaron al enemigo.

— La presión del Quraish colocó a Muhámmad en una posición delicada. Se dio cuenta de que era necesario pasar a la acción y decidió atacar las caravanas mequíes. En plena batalla, Muhámmad, la paz sea con él, se dio cuenta de la dimensión espiritual que implicaba aquella gesta.

¿Qué actitudes mantuvo el profeta durante la campaña de Badr?

— Básicamente una actitud prudente y vigilante. Conocía, por la revelación, todos los detalles de lo que iba a suceder y su desenlace. A veces revelaba a sus compañeros los pasos y detalles de su estrategia, de manera que parecía seguir un itinerario ya trazado. Jamás dudó en el campo de batalla.

— Una actitud arrojada y valiente. Se entregaba a la lucha febrilmente y causaba estragos entre los enemigos. Su fuerza física era un fuerte estímulo para sus compañeros y aliados, dado que parecía estar asistido de la ayuda del cielo. Los ángeles le rodearon siempre en el campo de Badr.

— Muhámmad fue claro y rotundo en aquellos aspectos de la lucha que habían sido mencionados en la revelación. En los aspectos estratégicos del desarrollo de la batalla, practicó la shura o consulta, sopesando las opiniones de sus compañeros y aliados y estableciendo un consenso.

¿Cómo fue percibida la ayuda divina por los combatientes de Badr?

— Todos pudieron ver cómo un ejército de ángeles llegaba dirigidos por Gabriel. Esa irrupción angélica dio una fuerza inusitada a los musulmanes, animándoles a combatir con un ardor indetenible hasta su victoria sobre el enemigo. Los quraishíes, por su parte, comprendieron que no podían luchar contra los ángeles y se retiraron a Meca.

— Todos pudieron percibirla, los musulmanes la percibieron como una energía que les ayudaba en la lucha y los quraishíes como un terror que les embargaba. Algunos de ellos pudieron ver y oír a los ángeles, cabalgando detrás de Gabriel, ayudando a los musulmanes en Badr.

— Todos se dieron cuenta de que la victoria estaba del lado musulmán. La ayuda divina, la intervención angélica, consistió únicamente en un estado de ánimo que se apoderó de todos los combatientes sin excepción y favoreció la victoria de los musulmanes sobre el ejército mequí.

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UNIDAD 16

LOS EFECTOS DE BADR EN EL ENTORNO DEL PROFETA

Muerte de Ruqaia y matrimonio de Fátima con Alí

Los matrimonios del Profeta con Hafsa y Umm Kulthum

No hay eunucos en el Islam

Las Gentes del Banco

La pobreza de Alí y Fátima

Guerra intermitente

La conversión de Duthur

Muerte de Ruqaia y matrimonio de Fátima con Alí

Uno de los primeros actos del Profeta de regreso de Badr había sido visitar la tumba de su hija Ruqaia y Fátima fue con él. Era ésta la primera aflicción que habían sufrido en el círculo íntimo de la familia desde la muerte de Jadiya.

Fátima era la más joven de sus hijas; por aquella época tenía veinte años. El ya había hablado de Alí a su familia como el marido más adecuado para ella, aunque no había habido ningún contrato formal. Abu Bakr y Ómar habían pedido ambos su mano, pero el Profeta les había quitado las ilusiones, no diciéndoles que ya estuviera prometida sino señalando que tenía que esperar el momento designado por el cielo. Fue solamente en las semanas que siguieron a su retorno de Badr cuando tuvo la certeza de que el momento había llegado y entonces dirigió a Alí palabras de ánimo con el deseo de que solicitase la mano de la muchacha.

Alí, al principio, se mostró indeciso a causa de su extremada pobreza. No había heredado nada de su padre, porque la ley de la nueva religión prohibía a un creyente heredar de un incrédulo. Pero había adquirido una humilde morada cerca de la Mezquita, y puesto que no había duda sobre los deseos del Profeta, se dejó persuadir.

Una vez hecho el contrato formal el Profeta insistió en la celebración de un banquete de bodas. Se sacrificó un carnero y algunos de los Ansar aportaron ofrendas de grano. Luego dispusieron dátiles e higos para que los invitados los comiesen además de la comida principal, y llenaron el pellejo del agua con agua perfumada. Hubo unanimidad en considerar este banquete de bodas como uno de los mejores ofrecidos en Medina en aquel tiempo.

Matrimonios

En el año que siguió al retorno de Badr la familia de Ómar sufrió dos pérdidas. La primera fue la muerte de su yerno Junáis, el marido de su hija Hafsa. Había sido uno de los emigrados a Abisinia y a su regreso había tenido lugar el matrimonio. Hafsa solamente tenía dieciocho años al enviudar. Era hermosa e inteligente por igual, habiendo aprendido como su padre a leer y escribir. Al ver que la muerte de Ruqaia había dejado a Otmán tan desconsolado, Ómar le ofreció a Hafsa en matrimonio.

Otmán contestó que pensaría sobre ello. Al cabo de unos días, sin embargo, fue a ver a Ómar y le dijo que consideraba que era mejor no volverse a casar por el

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momento. Ómar quedó muy decepcionado y también algo herido por la negativa de Otmán. Pero estaba dispuesto a encontrar un buen marido para su hija y, por consiguiente, se fue a ver a Abu Bakr, al cual consideraba como su mejor amigo, y le propuso el matrimonio.

Abu Bakr respondió con evasivas; esto hirió los sentimientos de Ómar aún más que la negativa definitiva de Otmán a pesar de que al mismo tiempo era más comprensible, porque Abu Bakr ya tenía una mujer, a la que tenía mucho cariño, mientras que Otmán estaba ahora soltero.

Aun así, quizás se le podría hacer cambiar de opinión; y la siguiente vez que Ómar estuvo con el Profeta dejó escapar su agravio. “Mira”, dijo el Profeta, “te mostraré un yerno mejor que Otmán, y a él le mostraré un suegro mejor que tú.” “Así sea”, dijo Ómar con una sonrisa de felicidad cuando, después de reflexionar un momento, adivinó que el hombre mejor al que se había referido en ambos casos no era otro que el mismo Profeta, que tomaría a Hafsa como esposa y que se convertiría, por segunda vez, en suegro de Otmán al darle en matrimonio a la hermana de Ruqaia, Umm Kulthum.

Fue después de esto cuando Abu Bakr explicó la razón de su silencio a Ómar: que el Profeta le había confiado, como un secreto que no había de divulgar todavía, su intención de pedir la mano de Hafsa.

El matrimonio de Umm Kulthum tuvo lugar primero; y cuando hubieron transcurrido los cuatro meses legalmente necesarios desde la muerte de Junáis y se hubo añadido un aposento a los de Sauda y ‘Aisha, contiguo a la Mezquita, se celebró el matrimonio del Profeta, casi un año después de la batalla de Badr.

Por la época de este matrimonio murió Otmán ibn Mazun, cuñado de Ómar y tío materno de Hafsa.

No hay eunucos en el Islam

Este Otmán era el más ascético de sus compañeros. Había sido asceta antes de la Revelación del Islam y desde su emigración a Medina se había resuelto de tal forma a suprimir los deseos terrenales que le pidió al Profeta el permiso para hacerse eunuco y emplear el resto de sus días como mendigo errante.

“¿No tienes en mí un ejemplo acertado?” dijo el Profeta, “Y yo voy con las mujeres, como carne, ayuno y rompo el ayuno. No forma parte de mi comunidad quien hace a los hombres eunucos o se convierte él mismo en un eunuco.”

Para el hombre primordial los deleites naturales, consagrados por el agradecimiento a Dios, son formas de adoración; refiriéndose a sí mismo el Profeta habló de los placeres de los sentidos y de la plegaria en el mismo contexto: “Se me ha dado amar el perfume y las mujeres, y en la plegaria me ha sido dado el frescor en los ojos.”

Las Gentes del Banco

Parte de una de las largas columnatas de la Mezquita estaba reservada para los recién llegados que no tenían dónde vivir y carecían de medios de subsistencia. Eran conocidos como “las gentes del banco”, Ahl as-Suffa, a causa de un banco de piedra que había sido colocado allí para su provecho. Ya que la Mezquita era una prolongación de la propia morada del Profeta, él y los miembros de su casa se sentían especialmente responsables de este número creciente de refugiados que vivían a su misma puerta, de cuya condición eran a diario testigos.

La noticia de Badr dejó sentir sus efectos en este sentido. Así pues, los que vivían en las casas adyacentes a la Mezquita raramente podían comer su porción completa

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en cualquier comida. El Profeta decía: “La comida de uno vale para dos, la comida de dos vale para cuatro, y la de cuatro vale para ocho”.

La pobreza de Alí y Fátima

Fátima, antes de su matrimonio, había sido una especie de sirvienta de las gentes del banco. A pesar de los sacrificios que formaban parte de la vida diaria en la casa del Profeta, su vida después del matrimonio le pareció aún más rigurosa debido a una carencia que hasta entonces no había experimentado. Nunca había habido para ella escasez de manos dispuestas a ayudar. Pero ahora Fátima no tenía a nadie que la ayudara en la casa.

Para paliar su extremada pobreza Alí ganaba algún dinero extrayendo agua y haciendo de aguador, mientras que ella molía grano. “He molido hasta salirme ampollas en las manos”, le dijo a Alí un día. “Y a mí me duele el pecho de tanto sacar agua”, fue la respuesta de Alí. Los dos juntos fueron a ver al Profeta, a quien, sin embargo, le pareció que estaban menos necesitados que otros. “No voy a daros a vosotros,” dijo, “y a dejar que las gentes del banco estén atormentadas por el hambre; No tengo suficiente para mantenerlos, pero gastaré en ellos lo que pueda venir de la venta de los cautivos.”

Volvieron a casa algo decepcionados; pero aquella noche, ya acostados, oyeron la voz del Profeta pidiendo permiso para entrar. Ambos se incorporaron dándole la bienvenida, pero él les dijo: “Seguid donde estáis”, y se sentó a su lado. “¿Queréis que os hable de algo que es mejor que lo que me pedisteis?” dijo, y, cuando le respondieron que sí, prosiguió:

“Palabras que Gabriel me enseño. Que debéis decir Gloria a Dios diez veces después de cada plegaria, y diez veces Alabado sea Dios, y diez veces Dios es el más grande. Y cuando os vayáis a la cama debéis repetirlas treinta y tres veces cada una.” Alí solía decir años después: “Ni una sola vez dejé de recitarlos desde que el Enviado de Dios nos las enseñó.”

Su casa no estaba muy lejos de la Mezquita, pero al Profeta le habría gustado que su hija estuviera todavía más cerca de él, y algunos meses después del matrimonio, Haritha, un pariente lejano del Profeta, fue a verle y le dijo: “¡Oh Enviado de Dios! He oído que de buen grado querríais tener a Fátima más cerca. Mi casa es la más próxima de todas las moradas de los hijos de Nayyar, y tuya es. Mis bienes y mi persona son para Dios y para Su Enviado, y me es más querido lo que tomes de mi que lo que me dejes.” El Profeta lo bendijo y aceptó su donación, y llevó, pues, a su hija y a su yerno a vivir como sus vecinos.

Guerra intermitente

Un importante resultado secundario de Badr fue que Yuhaina y las otras tribus cercanas al Mar Rojo se convirtieran en firmes aliados de Medina. Esto significaba que la ruta costera hacia Siria quedaba virtualmente excluida a las caravanas de la Meca.

Este peligro de ninguna manera había escapado a la atención del Quraish, que ya había dado algunos pasos encaminados al fortalecimiento de sus alianzas con Sulaim y Gatafán, a través de cuyo territorio tenían que pasar las caravanas. Estas tribus vivían en la gran llanura de Nayd al este de Meca y Medina. Las caravanas de Meca hacían su séptima parada en mitad de la fértil región que ocupaba Sulaim, y esta tribu en particular estaba siendo incitada por el Quraish para que no desperdiciara ninguna ocasión de asolar las inmediaciones de Iatrib siempre que las viese vulnerables.

Durante los meses siguientes, el Profeta fue advertido de tres incursiones

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proyectadas sobre los límites orientales del oasis, dos por Sulam y una por Gatafán. En cada caso se les anticipó penetrando inmediatamente en su territorio, y en cada caso tuvieron noticias de su aproximación y desaparecieron antes de que el Profeta alcanzara el lugar donde se habían reunido.

Pero una de estas expediciones, sin embargo, se saldó con un notable éxito. Fue contra las tribus gatafaníes de Thalaba y Muharib, y en esta ocasión el Profeta decidió seguir a los esquivos beduinos hasta sus ocultas fortalezas del norte de Nayd. Desde el llano ascendieron al territorio de los Muharib, y un repentino chaparrón dejó empapados a algunos de los hombres, incluido el Profeta. El Profeta se apartó un poco de los otros, se quitó las dos prendas mojadas y las colgó de un árbol para que se secasen, se echó debajo del árbol y pronto fue vencido por el sueño.

La conversión de Duthur

Pero todos los movimientos de la partida y los suyos en particular habían sido observados, y cuando se despertó encontró un hombre de pie, junto a él, con la espada desenvainada. No era otro que Duthur, el jefe de Muharib “¡Oh Muhámmad!”, dijo, “¿Hoy quién te protegerá de mí?” “Dios” respondió el Profeta, después de lo cual Gabriel, vestido todo de blanco, apareció entre ambos y, poniendo su mano en el pecho del hombre, lo empujó hacia atrás. Se le cayó la espada y el Profeta se hizo con ella. Gabriel desapareció de la visión de Duthur y éste comprendió que había visto a un ángel. “¿Quién te protegerá de mí?” dijo el Profeta. “Nadie”, respondió Duthur. “Atestiguo que no hay más dios que Dios, y que Muhámmad es el Enviado de Dios.”

El Profeta le devolvió su espada, lo cual conmovió mucho al hombre. Se fueron juntos hacia el campamento y Duthur fue instruido en la religión. Luego volvió con su gente y comenzó a llamarlos al Islam.

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SABER MÁS

HADIZ

Se transmitió de Anás, Allah esté complacido con él, que dijo:

“Umm Háritha Ibn Suraqa fue a ver al Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, y le di-jo: ‘¡Oh Mensajero de Allah! ¿No me vas a hablar de Háritha?’ Puesto que ha muerto el día de la batalla de Badr, si ha sido de la gente del Jardín, tendré paciencia por su pérdida. Y si no ha sido así, lloraré tristemente por él.

Contestó el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz: ‘¡Umm Háritha! En el Jardín hay moradas y categorías. Y ciertamente, a tu hijo le ha correspondido el más alto grado de Al-Firdaus’.”

Lo relató Al Bujari. (Riad As-Salihin, Cap 34- 35, 1326)

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PREGUNTAS

¿Cómo definirías el matrimonio islámico a partir de la lectura del texto?

— El matrimonio islámico se concibe como una unión integral en la que se aúnan aspectos sociales, sexuales y espirituales. La unión sexual es considerada en el Islam como una forma de adoración equiparable a la azalá o al ayuno de Ramadán.

— Una fórmula de pacto social entre familias y tribus que no tiene en cuenta los deseos personales de quienes se casan, ya que el matrimonio no está destinado a satisfacer los deseos carnales sino a procurar la estabilidad social y económica de la comunidad.

— El Islam instituye la poligamia como forma canónica de matrimonio. El fin esencial del matrimonio es la procreación, aunque admite el derecho del ser humano a la satisfacción sexual como algo que forma parte de su naturaleza primordial.

¿Cómo discurría la vida cotidiana de Muhámmad y de su familia en los tiempos que siguieron a Badr?

— Muhámmad, la paz sea con él, se preocupaba intensamente de su familia y les instaba a valorar los aspectos espirituales de la vida, la dimensión positiva de la austeridad y de la pobreza. Trataba siempre de ser autosuficiente, de hacer alguna actividad que le permitiese adquirir recursos.

— El profeta, la paz sea con él, prácticamente no tenía vida familiar. Estaba entregado por completo a la comunidad. Pudo despreocuparse de su sustento dado que recibía un quinto del botín, con lo cual tenía suficiente para atender las necesidades de su familia y a los recién llegados que acudían a instalarse cerca de su casa.

— La vida cotidiana de Muhámmad en esa época estuvo consagrada casi exclusivamente a la lucha contra los quraishíes. En este tiempo disminuyeron las conversiones y pudo dedicarse también con cierta intensidad a organizar la comunidad en lo que atañe a los aspectos legales.

¿Quién era Muharib?

— El jefe de la tribu de Gatafán.

— Una tribu de Gatafán.

— Otro de los nombres de Gatafán.

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UNIDAD 17

LA BATALLA DE UHUD

Captura de la caravana mequí en Qarada

Nacimiento de Hasan

El Quraish ataca Medina

La marcha del Quraish y el cerco a Medina

La mayoría decide salir y atacar

La marcha hacia Uhud y la deserción de Ibn Ubái

Los arqueros de Abdallah Ibn Yubair

El orden de batalla

La muerte de Hamza

La desobediencia de los arqueros musulmanes

La carga de Jalid

El avance de la caballería mequí

El ataque al Profeta

Los contendientes creen que Muhámmad ha muerto

Venganza del Quraish

Hind se come el hígado de Hamza

El entierro de los mártires

El judío Mujairiq

El regreso de los musulmanes a Medina

“No digáis que están muertos…”

Captura de la caravana mequí en Qarada

Los mequíes sentían intensamente la pérdida de la ruta del Mar Rojo. Una de las desventajas de la única alternativa que les quedaba era que en la llanura de Nayd los pozos estaban relativamente alejados entre sí. Pero ahora que los meses de estío estaban a punto de terminar, el viaje podía realizarse fácilmente añadiendo más camellos aguadores.

Así pues, decidieron enviar una rica caravana al Iraq, bajo la dirección de Safuan, consistente principalmente en lingotes de plata y vasos del mismo metal, todo ello valorado en unos cien mil dírhemes. Algunos judíos de Medina tenían información secreta sobre la caravana y uno de los Ansar les oyó por casualidad hablando de ello.

El Profeta sabía que Zaid tenía dotes de mando y lo puso a la cabeza de cien jinetes para interceptar el paso a la caravana cerca de Qarada, que era una de las principales aguadas de la ruta. Su ataque repentino e inesperado puso en fuga a Safuan y sus compañeros, mientras que Zaid y sus hombres regresaron triunfantes a Medina, convertidos en la escolta de todos los camellos de carga mequíes con su preciosa mercancía de plata y otros productos y con algunos cautivos. En la Meca el

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desastre de Qarada intensificó y aceleró los preparativos que se habían venido realizando desde Badr para un ataque irresistible sobre Medina.

Nacimiento de Hasan

Pasó el mes sagrado de Rayab y, con él, el solsticio de invierno y el año 625 de la era cristiana. Fue en el mes siguiente cuando tuvo lugar el matrimonio de Hafsa. Luego vino Ramadán, y en este mes de ayuno, para alegría de todos los creyentes, Fátima dio a luz un hijo. El Profeta pronunció las palabras de la llamada a la plegaria en el oído del recién nacido y le dio el nombre de al-Hasan, que significa “el hermoso”.

El Quraish ataca Medina

Vino la luna llena, y uno o dos días después fue el aniversario de Badr, y en los últimos días del mes un jinete que había cabalgado de la Meca a Medina durante tres días le trajo al Profeta una carta sellada. Era de su tío Abbas, advirtiéndole que un ejército de tres mil hombres estaba a punto de ponerse en marcha hacia Medina. Setecientos de los combatientes llevaban malla, y había una tropa de doscientos hombres de a caballo.

Los camellos eran tan numerosos como los hombres, sin contar los camellos de carga y los que portaban las literas para las mujeres.

La marcha del Quraish y el cerco a Medina

Para cuando la carta llegó el Quraish ya se había puesto en marcha. Abu Sufián, el comandante en jefe, llevaba consigo a Hind y también a una segunda esposa. Yubair, el hijo de Mut’im se quedó en la Meca, pero envió con el ejército a un esclavo suyo abisinio llamado Wahshi que era un experto en el lanzamiento de la jabalina, raras veces había errado el blanco, y Yubair le dijo:

“Si matas a Hamza, el tío de Muhámmad, como venganza mía, eres un hombre libre.”

Los Emigrados y los Ansar disponían todavía de una semana antes de que el enemigo estuviese sobre ellos; pero durante ese tiempo había que hacer sitio dentro de los muros de Medina para todos los que vivían en las partes distantes del oasis junto con sus animales. Se hizo esto y ni un solo caballo, camello, vaca, oveja o cabra se quedó fuera de las murallas.

Llegaron noticias de que los mequíes estaban tomando la ruta occidental cerca de la costa. A su debido tiempo se desviaron hacia el interior e hicieron una breve parada a unas cinco millas al oeste de Medina. Luego marcharon en dirección noreste durante unas pocas millas y acamparon en una franja de tierra cultivada en el llano situado bajo el Monte Uhud, que domina Medina desde el norte.

El Profeta envió exploradores, que regresaron a la mañana siguiente con la información de que el número de los enemigos era ciertamente el que se decía en la carta. Los más de tres mil camellos y los doscientos caballos se estaban comiendo todo el pasto y todas las cosechas aún sin recoger al norte de la ciudad, y pronto no quedaría ni una brizna de hierba.

El ejército no mostraba señales de estar preparado para una acción inmediata. Sin embargo, la ciudad estuvo rigurosamente vigilada aquella noche.

La mayoría decide salir y atacar

Su primer pensamiento fue no salir de la ciudad, sino aguantar un asedio dentro de

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sus murallas. Deseaba, sin embargo, que otros le confirmasen en su idea, porque de ninguna manera se trataba de una convicción. Dispuso, pues, una consulta sobre si debían salir de la ciudad o no. Un elevado número de los Compañeros más antiguos, tanto de los Emigrados como de los Ansar, se inclinaban por la opinión de Ibn Ubái, que era permanecer dentro de la medina. En consecuencia, dijo el Profeta: “Permaneced en Medina, y guardad a las mujeres y a los niños en las fortalezas.”

Solamente cuando hubo pronunciado estas palabras se hizo aparente que la mayoría de los hombres más jóvenes ardían de impaciencia por salir a combatir contra el enemigo, con el argumento de que su inactividad y el no tomar represalias por los cultivos devastados solamente serviría para envalentonar al Quraish contra ellos en el futuro.

Hamza y otros de los más experimentados comenzaron entonces a inclinarse hacia este parecer. Entonces se levantó para hablar uno de los más ancianos allí presentes, un hombre llamado Jaithama. Repitió muchos de los argumentos que ya se habían escuchado contra permanecer a la defensiva. Luego se levantó para hablar otro de los Ansar, esta vez un hombre del Jazray, Málik ibn Sinan. Ahora estaba claro que la mayoría estaba contra quedarse detrás de las murallas, y el Profeta decidió atacar.

La marcha hacia Uhud y la deserción de Ibn Ubái

El sol ya estaba en el ocaso el ejército del Profeta llegó a mitad de camino entre Medina y Uhud. Bilal hizo la llamada a la plegaria e hicieron la plegaria, después de lo cual el Profeta revisó sus tropas. Fue entonces cuando advirtió la presencia de ocho muchachos que, a pesar de su edad, estaban deseando tomar parte en la batalla. El Profeta les ordenó que regresaran a casa.

El Profeta había dado instrucciones para que el ejército estuviese listo para partir poco antes del alba. Pero Ibn Ubái había tenido consultas con algunos de sus más próximos seguidores durante la noche y cuando llegó el momento de levantar el campamento se volvió a Medina con trescientos hombres para gran vergüenza de su hijo Abdallah, que se quedó con el ejército.

Reducido ahora a setecientos hombres, el ejército avanzó a una corta distancia hacia el enemigo hasta que estuvieron justo entre el enemigo y Uhud. Habiendo entonces alcanzado su objetivo, que era tener a su favor la ladera de la montaña, el Profeta hizo que se detuvieran y desmontó. Bilal hizo la llamada a la plegaria de la mañana, y se alinearon dando la espalda a la montaña. Esta era también su formación de batalla, pues el enemigo estaba en esos momentos entre ellos y la Meca.

Los arqueros de Abdallah Ibn Yubair

El Profeta eligió entonces sus mejores arqueros. Les dijo que ocupasen su posición en una elevación un poco a la izquierda de la fuerza principal. Al frente de ellos puso a Abdallah ibn Yubair, un hombre de Aus, y les dio las siguientes órdenes:

“¡Mantened a su caballería con vuestras flechas lejos de nosotros! No dejéis que caigan sobre nosotros por la retaguardia. ¡Esté la suerte de la batalla a nuestro favor o a nuestra contra, no os mováis de este puesto! Si nos veis saqueando al enemigo, no busquéis participar en ello, y si veis que nos están dando muerte, no acudáis en nuestro socorro.”

El orden de batalla

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El sol ya estaba alto y el Quraish se encontraba formado, con cien jinetes en cada ala, la derecha al mando de Jalid, hijo de Walid, y la izquierda conducida por Ikrima, hijo de Abu Yahl. Desde el centro Abu Sufián dio la orden de avanzar.

No lejos de las primeras líneas, las mujeres, conducidas por Hind, también se pusieron en movimiento, batiendo sus panderos y tambores, y cantando. Luego, cuando las mujeres sintieron que habían llegado al límite de aproximación al enemigo, marcaron el compás al son de sus tambores, dejando que los hombres continuasen delante de ellas, y Hind comenzó a entonar una canción: “Si avanzáis, os abrazaremos y extenderemos suaves alfombras. Pero si volvéis la espalda os abandonaremos y ya no os amaremos.”

La muerte de Hamza

Cuando los dos ejércitos estuvieron casi juntos los arqueros del Profeta lanzaron una lluvia de flechas sobre la caballería de Jalid y comenzó la batalla.

Hamza era inconfundible por su gran estatura, por su forma de luchar y por el penacho de avestruz. Wahshi lo vio a lo lejos y manteniéndose en los bordes de la batalla consiguió llegar a un punto de relativa seguridad que, sin embargo, era lo bastante cercano para lanzar la jabalina.

Hamza estaba en ese momento enfrentándose con el último de los portaestandartes de Abd al-Dar, y cuando levantó su espada para golpear dejó abierto momentáneamente un resquicio en la armadura.

Wahshi vio rápidamente su oportunidad, y, equilibrada la jabalina, la arrojó con perfecta puntería. Hamza se movió tambaleándose hacia adelante unos cuantos pasos, habiendo ya dado muerte a su hombre, y se desplomó al suelo en la agonía de la muerte. Wahshi esperó hasta que su cuerpo dejó de moverse, y entonces se acerco rápidamente al campamento. Como él mismo dijo: “Había hecho todo lo que había venido a hacer, sólo lo maté para conseguir mi libertad.”

La desobediencia de los arqueros musulmanes

Los musulmanes continuaron avanzando hasta que llegados a un punto las líneas del enemigo quedaron rotas por completo. El camino hacia su campamento quedó así abierto y se produjo un avance en tropel de hombres ansiosos de botín. En estos momentos cincuenta arqueros selectos se hallaban a alguna distancia a la izquierda del Profeta. Entre él y ellos el terreno bajaba hacia el llano y luego se elevaba hasta el lugar estratégico donde los había emplazado. Podían ver las primeras líneas de sus compañeros a punto de enriquecerse —según pensaban ellos— con el botín del enemigo y esto fue demasiado para la mayoría de ellos.

En vano su jefe Abdallah ibn Yubair, les recordó la orden del Profeta de no abandonar su puesto bajo ninguna circunstancia. Respondieron que el Profeta no había querido decir que se quedasen allí para siempre. La batalla ya había termi-nado, decían y los incrédulos estaban derrotados. Unos cuarenta de ellos corrieron veloces ladera abajo en dirección al campamento, dejando a Abdallah a la cabeza de un núcleo leal de arqueros fatalmente mermado.

La carga de Jalid

Hasta ahora la caballería no les había servido de nada a los mequíes. En el centro los dos ejércitos estaban tan enredados que una carga de los jinetes habría sido tan peligrosa para sus propios hombres como para los enemigos. No podían tampoco alcanzar la retaguardia del ejército musulmán sin primero exponerse a los dardos de los arqueros que cubrían una extensión de terreno bastante amplia. Pero Jalid

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vio entonces lo que estaba sucediendo y comprendiendo que había llegado el momento, dirigió a sus hombres a todo galope hacia la posición donde estaban estacionados los arqueros.

En vano Abdallah y sus diez hombres restantes intentaron interceptarlos con sus flechas. Dando media vuelta, Jalid condujo a sus hombres hacia la retaguardia de la principal fuerza del enemigo.

Avance de la caballería mequí

Los caballeros mequíes hicieron grandes estragos en las desguarnecidas filas de los creyentes. Alí y sus compañeros se volvieron entonces para hacer frente al nuevo peligro, y algunos de los idólatras que habían sido puestos en fuga se reagruparon y volvieron de nuevo al combate. La suerte de la batalla había cambiado de improviso, y el grito de guerra del Quraish. “¡Oh ‘Uzza! ¡Oh Hubal!” se volvió a escuchar por todo el campo.

Muchos de los musulmanes de la retaguardia que habían salido indemnes de la acometida de la caballería se desmoralizaron y huyeron. El Profeta los llamó para que volvieran, pero sus oídos estaban sordos a su voz, y sus mentes no estaban abiertas a otro pensamiento que el de la huída. La mayoría de los musulmanes siguieron luchando, pero el ímpetu inicial se había perdido.

Obligados a retroceder paso a paso, la batalla se trasladó hacia Uhud, en la dirección del Profeta. Él y sus Compañeros, incluidas mujeres, lanzaban descarga tras descarga de flechas contra el enemigo, y su grupo se engrosó con otros procedentes de la fuerza principal, cuyo único pensamiento, cuando la jornada se volvió contra ellos, había sido la seguridad del Profeta.

El ataque al Profeta

Alí y otros que habían estado en la vanguardia de la batalla habían ido retrocediendo luchando a través de la hueste. Llegaron ahora junto al Profeta, pero no antes de que una piedra afilada lanzada por el enemigo le hiriese en la boca, hendiéndole el labio inferior y rompiéndole un diente. La sangre brotaba de su rostro, pero haciendo cuanto pudo para restañarla, convenció a Alí y a los otros de que no estaba seriamente herido, éstos volvieron a la lucha.

Entonces, de repente, un único jinete surgió de un lado y se dirigió derecho hacia donde estaba el Profeta. Con un rápido vistazo reconoció al Profeta y espoleando al caballo le descargó con su espada un golpe que estaba seguro que no habría casco capaz de resistirlo.

Pero Talha, que se encontraba al lado del Profeta, se arrojó en la dirección de la espada y pudo desviar el golpe un poco, a costa de perder el uso de los dedos de una de sus manos. La hoja falló por poco la corona del yelmo del Profeta, chocó con su lado, rozando la sien, impulsando contra su mejilla dos de los anillos del casco y, por último, con una fuerza algo mermada, golpeó su hombro recubierto con una doble malla. La descarga contra el lado de su cabeza lo dejó momentáneamente aturdido y cayó al suelo, después de lo cual su agresor se alejó tan rápidamente como había llegado.

Los contendientes creen que Muhámmad ha muerto

Se oyó que una voz gritaba: “¡Muhámmad ha sido muerto!” El grito se extendió por todo el campamento. Los creyentes que ahora buscaban refugio en el terreno más elevado vieron la retirada facilitada porque la mayoría de los enemigos, considerando que la batalla ya había terminado, aflojaron también sus ímpetus.

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El Profeta había recuperado la conciencia casi inmediatamente, y cuando el enemigo se hubo retirado, se levantó y haciendo señas a sus compañeros para que lo siguiesen los condujo hacia a un lugar seguro.

Pero su mejilla le ocasionaba mucho dolor: los anillos metálicos estaban profundamente incrustados en la carne. Se detuvieron un momento y Abu ‘Ubaida cogió primero uno y luego el otro entre sus dientes y los extrajo. La herida comenzó a sangrar de nuevo y Málik del Jazray aplicó su boca sobre ella y sorbió y tragó la sangre. El Profeta dijo: “El fuego no alcanzará a aquél cuya sangre ha tocado mi sangre.”

Venganza del Quraish

El Quraish estaba ahora ocupado con sus muertos y sus heridos. Las pérdidas no habían sido grandes: solamente habían muerto veintidós de tres mil. Luego contaron las víctimas del enemigo y vieron que había unos sesenta y cinco muertos, a muchos de los cuales desconocían.

Hind se come el hígado de Hamza

En vano buscaron el cuerpo de Muhámmad, y mientras lo hacían Wahshi volvió hacia el cuerpo de Hamza, le abrió el vientre, le arrancó el hígado y se lo llevó a Hind. “¿Qué se me dará por haber matado al asesino de tu padre?”, preguntó Wahshi. “Toda mi parte del botín”, fue la respuesta de ella. “Este es el hígado de Hamza”, dijo él y ella lo cogió de sus manos.

De un bocado arrancó un trozo, lo masticó y se tragó un pedazo en cumplimiento de su voto y escupió el resto. “Muéstrame dónde está”, le dijo Hind; y cuando llegaron al cadáver ella le cortó la nariz, las orejas y otras partes del cuerpo. Entonces se quitó sus collares, pendientes y ajorcas y se las dio a Wahshi, diciendo a las mujeres que estaban con ella que mutilasen a otros muertos. Todas se hicieron ornamentos de venganza con cuanto cortaron de los cuerpos de los musulmanes.

Así pues, cuando hubieron enterrado a sus propios muertos y hubieron saciado su sed de venganza en los cadáveres de los enemigos, cargaron en los camellos las armaduras y se prepararon para partir.

El entierro de los mártires

EL Profeta condujo entonces a sus Compañeros hacia la llanura. Harith había sido enviado por delante para buscar el cuerpo de Hamza, pero cuando lo encontró quedó tan horrorizado ante su visión y por tener que contárselo que no regresó en seguida. Alí fue enviado entonces tras él. Encontró a Hárith de pie aterrorizado junto al cadáver mutilado, y los dos volvieron juntos. Cuando el Profeta se enteró de lo que habían hecho con el cadáver de Hamza dijo: “Jamás he sentido una ira mayor que la que ahora siento”

Pero poco después de esto vino la Revelación: “Si castigáis, hacedlo entonces en la misma medida en que se os afligió. Pero si tenéis paciencia, es mejor para el paciente”.

Según esta revelación se prohibió expresamente la mutilación después de las batallas.

El judío Mujairiq

Entre los muertos encontraron a un extraño, o por lo menos eso pareció al

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principio, hasta que uno de ellos lo reconoció como Mujairiq, un sabio rabino del clan judío de Thalaba. Aquella mañana temprano, como después se les informó, había convocado a su pueblo para guardar el pacto con el Profeta y unirse a él para luchar contra los idólatras, y cuando protestaron que era sábado, él les dijo: “No guardáis el sábado verdaderamente.” Entonces les ordenó solamente que fuesen testigos de que Muhámmad era su único heredero. “Si me matan hoy —dijo— mis posesiones son para Muhámmad, para que las emplee como Dios le dé a entender.”

Luego tomó su espada y otras armas y partió para Uhud, donde combatió hasta que fue muerto. Después de eso una gran parte de las limosnas que se distribuían en Medina procedían de los ricos palmares que el Profeta había heredado de Mujairiq, “el mejor de los judíos”, como le llamaba.

El regreso de los musulmanes a Medina

Tan pronto como resultó evidente que los mequíes tenían la intención de regresar por donde habían venido, evitando así el encuentro con Medina, las mujeres comenzaron a salir de la ciudad para atender a los heridos.

Entre las primeras mujeres en salir estuvo Safía, hermanda de Hamza.El Profeta se apenó al ver acercarse a Safía y llamó a su hijo Zubair: “Ayúdame con tu madre, y que se cave sin dilación la tumba de Hamza. Ve a recibirla y llévatela de vuelta, no sea que vea lo que le ha sucedido a su hermano.”

Zubair fue pues hacia ella y dijo: “Madre, el Enviado de Dios te ordena que regreses”. Pero Safía ya se había enterado de las noticias al borde del campo de batalla. “¿Por qué debo regresar?”, dijo. “He sabido que mi hermano ha sido mutilado, pero fue por la causa de Dios, y todo lo que es por Su causa lo aceptamos plenamente. Prometo que me mantendré serena y paciente si Dios quiere.”

“No digáis que están muertos…”

Zubair volvió junto al Profeta, el cual le dijo que la dejase seguir su camino. Se acercó entonces ella y vio a su hermano. Rezó sobre él y recitó el Versículo del Retorno: “En verdad somos de Dios y a Él retornamos”. Y todos ellos se consolaron al recordar el contexto de este versículo, de una Revelación que se había recibido después de Badr:

“¡Oh creyentes! Buscad la ayuda de Dios en la paciencia y en la plegaria. En verdad Él está con los pacientes. Y no digáis de quienes han caído por la causa de Dios que están muertos, porque están vivos, pero vosotros no os dais cuenta. Y ciertamente os probaremos con algo de miedo y hambre, con pérdida de bienes y vidas, y de frutos. Pero se anuncian buenas nuevas a quienes son pacientes y cuando les sobreviene una desgracia dicen: ‘En verdad somos de Dios y a Él retornamos’. Sobre ellos hay bendiciones y misericordia de su Señor y ellos son los rectamente guiados”.

(Corán: 2, 153-7).

El sol se estaba poniendo cuando se aproximaron a la ciudad; y tan pronto como llegaron a la Mezquita hicieron la plegaria del crepúsculo.

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SABER MÁS

HADIZ

De Anás, Allah esté complacido con él, que dijo:

“Estuvo ausente mi tío Anás Ibn An Nadri, Allah esté complacido con él, de la bata-lla de Badr, y dijo: ‘¡Oh Mensajero de Allah! Estuve ausente de la primera batalla en la que combatisteis a los idólatras. Si Allah me diera la oportunidad de combatirlos verías lo que soy capaz de hacer’. Pues cuando acaeció la batalla de Uhud* y aban-donaron sus puestos los musulmanes y fueron derrotados, dijo: ‘¡Oh Allah! disculpo ante Tí a mis compañeros por haber huido. Y estoy exento de lo que han hecho los idólatras.’

Después se adelantó y se encontró con Sa’d Ibn Mu’ad y le dijo: ‘¡Oh Sa’d, juro por el Señor de la Ka’ba que encuentro el olor del Jardín en este mismo lugar de Uhud!’ Dijo Sa’d: ‘¡No he podido hacer tanto como lo que ha hecho él!’ Dijo Anás: ‘Hemos encontrado en él más de ochenta golpes de espada o pinchazos de lanza o de flecha. Y hemos encontrado que, una vez muerto, lo han desfigurado los enemigos idólatras. Pues no lo ha reconocido nadie excepto su hermana que reconoció sus dedos.’

Dijo Anás: ‘Pensábamos que esta aleya fue revelada por su causa o por la de otros como él: ‘Hubo entre los creyentes hombres que hicieron realidad su pacto con Allah...’.”

*Uhud: montaña cercana a Medina.

Lo relataron Al Bujari y Muslim. (Riad Al- Salihin, Cap. 11: 15-109)

Iahia me relató de Málik de Abu’n Nadr, el maula de Ómar Ibn ‘Ubaidullah que él había oído que el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, dijo sobre los mártires de Uhud:

“Yo doy testimonio por ellos.” Abu Bakr al-Siddiq dijo: “¡Mensajero de Allah! ¿No somos acaso sus hermanos? Entramos en el Islam cuando ellos entraron en el Islam e hicimos yihad cuando ellos hicieron yihad.” El Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, dijo: “Sí, pero yo no sé lo que haréis después de mí.” Abu Bakr lloró profusamente y dijo: “¡Significa que vamos a vivir más que tú!”

(Al Muwatta. Libro 21:32)

Iahia me contó de Málik, de Hisham Ibn Urua, de su padre, que el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, llegó a donde se divisaba Uhud y dijo:

"Esta es una montaña que nos ama y que amamos."

(Al Muwatta. Libro 45:20)

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PREGUNTAS

Señala la narración más acertada del cerco a Medina

— Los nobles quraishíes, decididos a recuperar a toda costa su prestigio herido en la batalla de Badr, deciden financiar una expedición militar para atacar a Muhámmad en Medina. El profeta, la paz sea con él, nada más conocer la noticia, decide salir de la ciudad y esperarlos en un lugar estratégico.

— La progresiva conversión al Islam de los habitantes de Meca estaba situando a los quraishíes en una posición de creciente debilidad y pérdida de influencia política. Muchos de sus familiares habían emigrado a Medina. Abu Sufián, el tío de Muhámmad, organizó personalmente la expedición del cerco a Medina.

— Los quraishíes sentían una presión cada vez mayor por parte de los musulmanes establecidos en Medina. Badr y el episodio de Qarada les hicieron optar por la solución militar. Una vez conocida la decisión de atacar, el profeta, la paz sea con él, consultó con la gente y optó por salir a combatirlos.

¿Qué hechos significativos motivaron el giro radical de los acontecimientos en la batalla de Uhud?

— La diferencia numérica entre los dos ejércitos era bastante acusada. Los medineses pudieron avanzar gracias a la certeza de sus arqueros, pero la superioridad de la caballería mequí acabó por romper su ejército. La noticia de la muerte del profeta, la paz sea con él, desmoralizó a los musulmanes, que se dispersaron y huyeron.

— El ansia de botín de algunos musulmanes hizo que desobedecieran al profeta, y abandonaran su posición en la batalla. La difusión del rumor que afirmaba que Muhámmad, la paz sea con él, había muerto causó una profunda desmoralización entre los medineses. Se retiraron vencidos.

— La mutilación de los cadáveres enemigos por parte de los mequíes provocó un pánico generalizado. Los seguidores de Muhámmad, la paz sea con él, no estaban preparados para enfrentarse a una lucha de esa naturaleza. También el rumor de que el profeta habia muerto provocó una clara desmoralización a las gentes de Medina.

¿Qué efectos produjo entre los musulmanes la derrota de Uhud, la mutilación y profanación de los caídos?

— El profeta, la paz sea con él, sintió una profunda ira. Fue ocasión para que se revelasen las aleyas que hablan de la superioridad del perdón sobre la venganza. Los musulmanes aceptaron el desastre con paciencia, incluso en aquellos casos en los que la brutalidad era más evidente.

— Los musulmanes se sintieron desanimados por la derrota y ultrajados por las mutilaciones de los cadáveres. Decidieron jurar venganza y acudieron al profeta, la paz sea con él, quien les reveló entonces el versículo “Si castigáis, hacedlo entonces en la misma medida en que se os afligió.”, que da a los musulmanes el derecho a la venganza en casos de agresión extrema.

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— La derrota de Uhud menguó el prestigio de Muhámmad entre las gentes de Medina. No podían entender cómo Dios había permitido que les sobreviniese aquella catástrofe. El profeta, la paz sea con él, se sintió abandonado, privado de la asistencia divina.

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UNIDAD 18

DESPUES DE UHUD

Revelaciones sobre la batalla.

El matrimonio del Profeta con Záinab, de los Banu Amr.

Nacimiento de Husáin.

Muerte de Záinab y casamiento con Umm Salama.

La plegaria del temor.

El Profeta logra la liberación de Salmán, el persa.

El Profeta y la comunidad.

Matrimonio del Profeta con Záinab, divorciada por Zaid.

El estatus de las mujeres del Profeta.

Revelaciones sobre la batalla

En los días que siguieron a Uhud el Profeta recibió muchas Revelaciones relativas a la batalla. Unos versículos fueron revelados respecto a los que habían animado al Profeta a salir al combate para poder alcanzar ellos el martirio.

“¿Creéis que vais a entrar en el Paraíso antes de que Dios haya sabido quiénes de vosotros se esfuerzan sinceramente y quiénes son constantes? Deseabais la muerte antes de haberla encontrado; ¡ahora la habéis visto cara a cara!”

Corán: (3, 142-143).

La Revelación, sin embargo, dejaba claro que los que habían desobedecido las órdenes habían expiado sus faltas en el campo de batalla y habían sido perdonados.

También se afirmaba en las Revelaciones que el orden sociopolítico establecido en Arabia desaparecería y que triunfaría el Islam:

“Muchas formas de vida se han sucedido antes de vosotros. Recorred la tierra y ved cuál fue el fin de quienes desmintieron a los enviados de Dios. Ésta es una exposición clara para los hombres, y una guía y una amonestación para los piadosos. No os desaniméis ni os aflijáis porque vosotros venceréis si sois creyentes.” (3, 137-9).

El matrimonio del Profeta con Záinab, de los Banu Amr

Cuando ‘Ubaida murió al comienzo de la batalla de Badr, dejó una viuda muchos años más joven que él, Záinab, de la tribu beduina de Amir. Era ella de naturaleza muy generosa, y ya antes de los días del Islam se la conocía como “la madre de los pobres”. Un año después de enviudar seguía sin casarse, y cuando el Profeta le pidió que se casase con él ella aceptó con alegría. Se preparó para ella un cuarto aposento en su casa contigua a la Mezquita

Nacimiento de Husáin

Durante los meses que siguieron, Fátima dio a luz otro hijo. Al Profeta le gustaba

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tanto el nombre “al-Hasan” que entonces puso al hermano menor el nombre de “al-Husáin”, que significa “el pequeño Hasan” o, lo que es lo mismo, “el bonito”.

Muerte de Záinab y casamiento con Umm Salama

Por la misma época más o menos su nueva esposa, Záinab, “la madre de los pobres” enfermó y murió, menos de ocho meses después de haberla desposado. El Profeta dirigió la oración funeraria y la enterró en el Baqi, no lejos de la tumba de su hija Ruqaia.

Al mes siguiente su primo Abu Salama moría a causa de una herida recibida en Uhud. El Profeta estuvo con él en sus momentos finales y pidió por él mientras expiraba y fue el Profeta quien le cerró los ojos cuando hubo fallecido.

Abu Salama y su esposa habían sido una pareja sumamente fiel, y ella había querido que ambos hicieran un pacto: si uno de los dos moría, el otro no volvería a casarse; pero él dijo que si él moría primero, ella debía casarse de nuevo, e hizo la siguiente plegaria: “Dios conceda a Umm Salama después de mí un hombre que sea mejor que yo, uno que no le cause tristeza ni daño.”

Cuatro meses después de su fallecimiento, el Profeta fue a verla y le pidió matrimonio. Ella dijo que temía no ser buen partido para él, “yo soy una mujer cuyos mejores años ya han pasado”, dijo, “y soy la madre de unos huérfanos. Además, soy de naturaleza muy celosa, y tú, oh Enviado de Dios, ya tienes más de una esposa.”

Él le respondió: “En cuanto a la edad, la mía es mayor que la tuya. Por lo que se refiere a vuestros celos, pide a Dios para que te los quite. Con respecto a tus hijos huérfanos, Dios y Su Enviado cuidarán de ellos”. Se celebró el matrimonio y Muhámmad la alojó en la casa que había sido de Záinab.

La plegaria del temor

El Profeta disfrutó de un mes pacífico en Medina, y luego, a comienzos del quinto año islámico, en junio de 626, llegaron noticias de que algunos clanes de Gatafán preparaban de nuevo una incursión contra el oasis. El Profeta marchó inmediatamente hacia la llanura de Nayd con cuatrocientos hombres, pero el enemigo desapareció, como había sucedido anteriormente cuando estaban casi sobre ellos.

Fue en esta expedición cuando, en el momento en que parecía más inminente el encuentro, el Profeta recibió la Revelación que le instruía acerca de cómo realizar la “Plegaria del Temor”, es decir, cómo un ejército debe abreviar la plegaria ritual y modificar sus movimientos en los momentos de peligro, y cómo algunos deben mantener la vigilancia.

“Cuando estés con ellos y les dirijas la azalá, que un grupo se mantenga de pie a tu lado, arma en mano. Cuando se hayan prosternado, que vayan atrás y que otro grupo que aún no haya orado venga y ore contigo. ¡Que tengan cuidado y no dejen las armas de la mano! Los infieles querrían que descuidarais vuestras armas e impedimenta para echarse de improviso sobre vosotros. No hay inconveniente en que dejéis a un lado las armas si la lluvia os molesta o estáis enfermos, pero ¡tened cuidado! Dios ha preparado un castigo humillante para los infieles. Cuando hayáis terminado la azalá recordad a Dios de pie, sentados o echados.

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Y, si os sentís tranquilos, haced la azalá. La azalá se ha prescrito a los creyentes en tiempos determinados”

(Corán: 4, 101-2).

El Profeta logra la liberación de Salmán, el persa

Fue en estos meses, entre una campaña y otra, cuando Salmán el Persa acudió al Profeta para buscar su consejo y su ayuda. Su amo, un judío de los Banu Quraiza, lo mantenía trabajando tan duramente en su propiedad al sur de Medina que nunca había podido tener un contacto estrecho con la comunidad musulmana. Ni siquiera se había planteado el estar en Badr o Uhud o tomar parte en cualquiera de las incursiones que el Profeta había conducido o enviado durante los últimos cuatro años.

Le había preguntado a su amo cuánto le costaría comprar su libertad, pero el precio excedía de sus posibilidades. Tendría que pagar cuarenta onzas de oro y plantar trescientas palmeras datileras. El Profeta le dijo que escribiera un contrato a su amo para pagar el oro y plantar las palmeras; luego llamó a los Compañeros para que ayudaran a Salmán con las palmeras, cosa que hicieron. En cuanto al precio del rescate, al Profeta le habían dado una pieza de oro del tamaño de un huevo de gallina extraída de una mina. Él se la dio a su vez a Salmán, que así se convirtió en un hombre libre.

El Profeta y la comunidad

La fuerza de la comunidad musulmana estaba basada en la unión de los corazones La Revelación había dicho al Profeta:

“Aunque hubieras gastado todo cuanto hay en la tierra, no habrías podido unir sus corazones. Sin embargo, Dios ha podido unirlos”

(Corán: 8, 63).

La presencia del Profeta era, con todo, uno de los principales medios de realizar esta unidad.

En cuanto a la familia, el Profeta no disponía de una habitación propia. Cada noche se trasladaba a la estancia de la esposa a la que le correspondía el turno de brindarle un hogar durante las veinticuatro horas siguientes. Durante el día recibía frecuentes visitas de sus hijas y de su tía Safía o él las visitaba. Fátima traía a menudo a sus dos hijos para que le vieran; Hasan tenía ya casi un año y medio de edad, y Husáin, de ocho meses, ya estaba comenzando a andar.

La mayoría de las tardes el Profeta visitaba a Abu Bakr, como había hecho en la Meca. Hasta cierto punto las exigencias del trabajo y la familia coincidían, porque con frecuencia deseaba hablar con Abu Bakr sobre asuntos de Estado, al igual que lo hacía con su hijo adoptivo Zaid y con sus dos yernos Alí y Otmán.

Pero el trabajo amenazaba invadir la totalidad de la vida del Profeta, ya que en toda Medina ninguna voz podía compararse con la suya a la hora de resolver un problema. Incluso aquéllos que no creían que era un Profeta buscaban su ayuda, a no ser que fuesen demasiado orgullosos. Las disputas entre los musulmanes y los judíos no eran infrecuentes y a menudo la culpa la tenía un fervor mal entendido.

Además de lo que concernía al bienestar de la comunidad en su conjunto, tanto en su armonía interna como en sus relaciones con el resto de Arabia y los países allende sus fronteras, apenas pasaba un día sin que uno o varios creyentes buscasen su consejo o su ayuda en relación con algún problema puramente

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personal, material o espiritual. La actitud del Profeta ponía de manifiesto que el ideal era buscar la perpetuación de la conciencia que tenían de las realidades espirituales sin alterar sus vidas cotidianas.

Matrimonio del Profeta con Záinab, divorciada por Zaid

En otra ocasión el Profeta había dicho: “De todas las cosas lícitas la más odiosa para Dios es el divorcio” Pero el matrimonio entre Zaid, el hijo adoptivo del Profeta y Záinab no había sido feliz, y Zaid no podía seguir así por más tiempo; de modo que, por mutuo acuerdo con Záinab, se divorciaron.

Pasaron algunos meses, y un día, cuando el Profeta estaba conversando con una de sus esposas se sintió abrumado por el poder de la Revelación. La revelación se refería a Záinab y le decía al Profeta:

“Te la hemos dado por esposa”

(Corán: 33, 37:).

El Profeta Muhámmad tenía ya cuatro esposas, número máximo que el Islam permite tener, pero esta revelación le hizo posible el matrimonio con Záinab.

Cuando volvió en sí sus primeras palabras fueron: “¿Quién irá a ver a Záinab y le dará las buenas nuevas de que Dios me la ha concedido en matrimonio desde el Cielo?”

Salma —la criada de Safía, que desde hacía mucho tiempo se consideraba como un miembro más de la familia del Profeta— se encontraba cerca y se fue corriendo a la casa de Záinab. Cuando se enteró de la maravillosa noticia, Záinab magnificó a Dios y se arrojó al suelo en postración hacia la Meca. Luego se quitó sus ajorcas y brazaletes de plata y se los dio a Salma.

Záinab tenía casi cuarenta años pero conservaba la juventud en su apariencia. Era ella, además, una mujer de gran piedad, que ayunaba mucho, hacía largas vigilias y daba con generosidad a los pobres. En tanto que experta trabajadora del cuero, podía hacer zapatos y otros objetos, y todo lo que ganaba era un medio para hacer caridad. En su caso no se realizaría una boda formal, ya que el matrimonio había sido anunciado en los versículos revelados como un vínculo ya contraído Quedaba que la novia fuese llevada a la casa del esposo, y esto se hizo sin demora.

El estatus de las mujeres del Profeta

El permiso que Dios le había otorgado, en virtud de su nuevo matrimonio, de tener más de cuatro esposas, era sólo para él y no para el resto de la comunidad. Además, a sus mujeres se les daba el título de “madres de los creyentes”.

También se les decía:

“¡Oh vosotros que creéis, no entréis en las moradas del Profeta para una comida, antes de que sea la hora, salvo si se os da permiso. Pero si se os invita, entonces entrad, y cuando hayáis comido, dispersaos, sin demoraros en la conversación. Ciertamente eso sería molesto para el Profeta, y le avergonzaría decíroslo. Sin embargo, Dios no se avergüenza de la verdad”

(Corán: 33, 53).

Tales preceptos eran necesarios debido al gran amor que le profesaban, y su deseo de estar en su compañía el mayor tiempo y lo más a menudo posible. No se les

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podría haber censurado si se quedaban, porque cuando el Profeta hablaba a alguien se volvía hacia él tan completamente y hacía de él de una forma tal el objeto de su atención que el hombre bien podía imaginarse que tenía el suficiente privilegio para tomarse libertades que otros no osaban tomarse, y cuando tomaba la mano de un hombre él nunca era el primero en soltarla.

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SABER MÁS

HADIZ

De ‘Aisha, Allah esté complacido de ella, se transmitió que le dijo al Profeta, Allah le bendiga y le dé paz:

“¿Has tenido algún día más duro que el día de la batalla de Uhud? Dijo: ‘Tuve un encuentro con tu pueblo Quraish y el día más duro y penoso fue el día de Al-’Aqaba, cuando expuse mis convicciones a Abdu Kulal (jefe de tribu) y no obtuve la respuesta que yo deseaba. Partí, pues, quedando muy entristecido en el lugar conocido por ‘la senda de los zorros’. Levanté mi cabeza en ese momento y una nube me daba sombra. La miré y vi que en ella estaba el ángel Gabriel, sobre él sea la paz. Me llamó y me dijo: ‘Allah, El Altísimo, ha oído lo que te ha dicho tu pueblo y cómo te ha respondido. Y te ha enviado el ángel de las montañas para que le mandes hacer lo que quieras.’

Así pues, me llamó el ángel de las montañas. Me saludó y después me dijo: ‘¡Muhámmad! Allah ha oído lo que te ha dicho tu pueblo y yo soy el ángel de las montañas. Y mi Señor me ha enviado a ti para que me ordenes hacer lo que quieras. ¿Qué quieres que haga? Si quieres hago caer sobre ellos esas dos grandes montañas.’ Y dijo el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz: ‘Sólo ruego que Allah saque de ahí a quien no adore más que a Allah sin asociarle nada’.”

Lo relataron Al Bujari y Muslim. (Riad As-Salihin, Cap. 75: 1-646)

Cuenta Al-Husáin lbn Alí:

Pregunté: ¿Cuál era su proceder con sus contertulios? Respondió: ‘El Mensajero de Allah siempre estaba risueño (con ellos), afable de carácter, amable, cordial; no era hosco, ni grosero, ni vocinglero, ni obsceno, ni difamador, ni adulador. Se hacía el desentendido respecto de aquello que no apetecía, y no desesperaba por no poder conseguir eso, sin decepcionar, sin embargo, al que estaba esperanzado en ello. Había desistido para sí mismo de tres cosas: la hipocresía, el atesoramiento de riquezas, y aquello que no le concernía; y había desechado respecto de la gente tres cosas: no denigraba a nadie ni lo abochornaba; no lo ponía en evidencia ni hablaba sino respecto de aquello de lo cual anhelaba obtener su recompensa (en Allah).’

‘Cuando hablaba enmudecían (y quedaban pensativos) sus contertulios, quietos como muertos, y cuando callaba ellos hablaban. No se disputaban entre sí la palabra ante él; si alguien hablaba callaban los otros hasta que concluyera. Su locución ante él era la de sus principales (es decir, hablaban los principales de cada grupo). El reía de aquello que les hacía reír, se asombraba de aquello que les asombraba, y era tolerante con el extraño cuando (este manifestaba) rudeza en su expresión y en su petición, hasta el punto en que sus compañeros recomendaban a los (que se presentaban ante él, educación y moderación). Decía: “Si vieran al menesteroso de una necesidad que viniere a pedirla, ¡honradlo (u hospedadlo)!” No aceptaba el elogio sino de alguien digno (o merecedor de hacerlo), ni interrumpía a nadie la conversación hasta que hubiera concluido, y la cortara con una pausa o levantándose’.”

(Maqarimu-l-Ajlaq, Capítulo 1º)

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De Anas lbn Málik quien dijo:

“No tenían (los discípulos del Profeta) ninguna persona más amada por ellos que el Mensajero de Allah y cuando le veían venir no se levantaban por él, por cuanto sabían cuánto detestaba esto”.

(Maqarimu-l-Ajlaq, Capítulo 1º)

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PREGUNTAS

¿Qué aspectos enfatizó la revelación después del desastre de Uhud?

— Las consecuencias de la desobediencia a Allah y a Su Enviado, así como el perdón de Allah para aquellos que mueren durante la batalla. De esta manera, la revelación aclaraba el liderazgo de Muhámmad entre los creyentes al mismo tiempo que anunciaba las buenas del Paraíso para los mártires.

— Los perniciosos efectos de la desunión y de la traición entre los musulmanes. Se estaba constituyendo la primera comunidad de creyentes y era necesario transmitir los valores propios de la nueva forma de vida, ahora basados en el respeto a la autoridad divina y a Su vicario en la tierra.

— El hecho de que aquellos que creen serán probados en su paciencia y constancia mediante situaciones difíciles que así les purificarán de manera que podrán disfrutar del Jardín. El triunfo será para quienes perseveren y sean constantes en su creencia.

En el tiempo que siguió a Uhud ¿Qué relación existía entre el profeta Muhámmad, la paz sea con él, y los miembros de su comunidad?

— Tras el desastre de Uhud, Muhámmad, la paz sea con él, vivió un período de retiro y meditación. Muchos de sus compañeros habían caído y sentía un hondo pesar. En ese tiempo se casó cinco veces, desposando a las viudas de sus compañeros y estrechando los lazos de la comunidad, que asi pudo mitigar la pérdida moral y espritual sufrida en la batalla.

— Una relación tan estrecha y cotidiana que frecuentemente se diluían las barreras entre la vida pública y la vida familiar. Su autoridad espiritual y política era tan clara e indiscutida que la mayoría de los habitantes del oasis le consultaban en asuntos de toda índole. Era el ejemplo vivo del ser humano realizado, la forma humana ideal descrita y revelada en el Corán.

— Una relación de reciprocidad, de asistencia mutua. El profeta, la paz sea con él, atendía a los asuntos que preocupaban a su comunidad, dedicándole prácticamente todo su tiempo, y a cambio, los miembros de la comunidad habían acordado reunir una cantidad de dinero para atender a sus necesidades familiares.

¿Cómo definirías el estatus de las mujeres del profeta?

— Madres de los creyentes.

— Intercesoras de los musulmanes ante Muhámmad.

— Hijas predilectas de Dios.

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UNIDAD 19

LA BATALLA DEL FOSO

Alianzas del Quraish

Ataque del Quraish

Salmán propone edificar un foso defensivo

El asedio

Los Banu Quraiza rompen la alianza con el Profeta

Los atacantes intentan en vano franquear el foso

La hora de la plegaria

La resistencia puesta a prueba

Los atacantes no logran romper la resistencia musulmana

Sopla un viento frío

Abu Sufián se marcha

Alianzas del Quraish

Las relaciones con los judíos de Medina se deterioraron todavía más después de la batalla de Uhud. Esto acabó con una guerra con los judíos de la tribu Banu Nadir. Después de su capitulación, se instalaron en Jáibar, a 200 Km. aproximadamente al norte de Medina.

Enviaron inmediatamente varias delegaciones para lograr alianzas y así atacar al Profeta. Una de ellas se dirigió a Meca para incitar a esta ciudad a retomar las actividades hostiles contra Medina.

A finales del quinto año del Islam —627 de la era cristiana— los Quraish introdujeron a los judíos en la Ka’ba y juntos juraron solemnemente a Dios que no se abandonarían hasta que hubiesen logrado su objetivo.

Después los judíos se dirigieron a los gatafaníes y les ofrecieron la totalidad de sus cosechas de dátiles de Jáibar durante un año, si les ayudaban contra el Profeta. Estos aceptaron gustosos. Después se dirigieron a Banu Sulaim con el mismo objeto; y éstos aceptaron también. Después visitaron con la misma intención a todas las tribus árabes de los alrededores; y todos excepto los Banu Amir, participaron con ellos

El Quraish y sus aliados más próximos formaban una fuerza de cuatro mil hombres. Junto con uno o dos contingentes más procedentes del sur debían salir de la Meca y marchar a lo largo de la ruta costera occidental hacia Medina, la misma ruta que habían seguido para ir a Uhud. El segundo ejército, que era considerablemente menos compacto, debía aproximarse a Medina por el este, es decir, desde la llanura de Nachd.

Juntos los dos ejércitos por lo menos triplicaban la fuerza del Quraish en Uhud. Allí los musulmanes habían sido derrotados por un ejército de tres mil. Además, en lugar de una tropa de sólo doscientos caballeros, el Quraish contaba en esta ocasión con trescientos y podía confiar en que Gatafán aportaría otro destacamento de poderío semejante.

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Ataque del Quraish

Cuando el Quraish partió de la Meca según lo establecido, unos jinetes de los Banu Juzaa salieron a toda velocidad hacia Medina para advertir al Profeta del inminente ataque y darle detalles de su fuerza. Llegaron ante él al cabo de cuatro días, dejándole así sólo una semana para hacer los preparativos. Inmediatamente alertó a todo el oasis y dirigió palabras de ánimo a sus seguidores, prometiéndoles la victoria si tenían paciencia, temían a Dios y cumplían sus órdenes.

Salmán propone edificar un foso defensivo

Luego, como había hecho en Uhud, los convocó a una consulta en la que se expresaron muchas opiniones sobre cuál sería el mejor plan de acción, pero finalmente Salmán se levantó y dijo: “¡Enviado de Dios!, en Persia, cuando temíamos un ataque con caballos nos rodeábamos de un foso; cavemos, pues, ahora uno alrededor de nosotros.” Todos aceptaron este plan con entusiasmo, tanto más cuanto que no querían repetir la estrategia de Uhud.

Quedaba poco tiempo y había que llevar los esfuerzos hasta el límite si no se quería dejar ninguna brecha peligrosa en las defensas. Pero el foso no necesitaba ser continuo; en muchos lugares un largo tramo de casas-fortaleza en las afueras de la ciudad constituía una protección adecuada, y hacia el noroeste había algunas masas de roca que eran inexpugnables y que sólo necesitaban ser enlazadas entre sí.

Salmán sabía exactamente la anchura y la profundidad que tendría que tener el foso y, habiendo trabajado con los Banu Quraiza, sabía que poseían todas las herramientas necesarias. No se mostraron contrarios a prestárselas, a la vista del peligro común, ya que, aunque no tenían ningún amor por el Profeta, la opinión de la mayoría de ellos era que su pacto con él constituía una ventaja política que no había que arrojar por la borda.

Así pues dejaron azadones, picos, palas y cestas de dátiles firmemente trenzadas con fibra de palmera que pudieron emplearse para el acarreo de la tierra. El Profeta responsabilizó a cada sección de su comunidad de una parte del foso y él mismo trabajó con ellos. Salían todos los días al alba después de las plegarias y volvían a casa al crepúsculo.

El asedio

A penas había sido terminado el foso —se tardó seis días en total— cuando llegaron noticias de que el ejército del Qurash se encontraba entonces a poca distancia al suroeste de la ciudad, mientras que Gatafán y las otras tribus de Nachd se movían hacia Uhud por el este.

Las casas aisladas del oasis ya habían sido evacuadas y sus moradores albergados detrás de las murallas. El Profeta ordenó entonces que se dispusiese un lugar para todas las mujeres y los niños en uno u otro de los cuartos superiores de las fortalezas. Luego acampó con sus hombres, unos tres mil en total, en el sitio elegido.

El ejército mequí y sus aliados montaron campamentos separados no lejos de Uhud. Los quraishíes se consternaron al hallar que las cosechas del oasis ya habían sido recogidas. Sus camellos tendrían que subsistir de las acacias del valle de Aqiq. Mientras tanto, los camellos de Gatafán vivían de las dos clases de tamarisco que crecen en las zonas de espesura de la llanura cerca de Uhud.

Pero para los caballos de ambos ejércitos no había nada excepto el forraje que habían llevado consigo. Era por lo tanto imprescindible terminar con el enemigo

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cuanto antes, y con esta intención avanzaron los dos ejércitos unidos hacia la ciudad.

Abu Sufián era el jefe supremo, pero por turnos cada uno de los jefes iba a tener su día de honor en el que dirigiría la lucha real. Jalid e Ikrima estaban otra vez al mando de la caballería mequí, y Amr se hallaba en la tropa de Jalid. Al aproximarse les alentó la visión del campamento enemigo frente a ellos, fuera de la ciudad. Habían temido encontrárselos guarnecidos detrás de sus almenas; pero afuera, a campo abierto, tenían que ser capaces de aplastarlos por el simple peso de los números. Cuando estuvieron más cerca, sin embargo, se asombraron al ver que un ancho foso discurría entre ellos y los arqueros, dispuestos a lo largo de toda su longitud en el lado opuesto.

Sus caballos sólo podrían alcanzarlo con dificultad y luego estaría la dificultad, aún mayor, de cruzarlo. Entonces una lluvia de flechas se encargó de comunicarles que se encontraban dentro del campo de tiro del enemigo, y retrocedieron hasta una distancia más segura.

El resto del día se empleó en consultas y, finalmente, decidieron que su mayor esperanza descansaba en la posibilidad de obligar al enemigo a retirar sus tropas en gran número del norte de la ciudad para defenderla en otras partes. Si el foso estaba suficientemente desguarnecido no tenía que ser demasiado difícil cruzarlo. Sus pensamientos se dirigieron hacia los Banu Quraiza, cuyas fortalezas impedían el acceso a Medina desde el sureste.

Los Banu Quraiza rompen la alianza con el Profeta

Según lo establecido, Huyay de los Banu Nadir había venido de Jáibar para unirse al ejército, y ahora insistió a Abu Sufián para que aceptase sus servicios como embajador ante sus hermanos judíos, asegurándole que podría convencerlos fácilmente para que rompieran su pacto con Muhámmad y, una vez asegurado su apoyo, la ciudad podría ser atacada por dos direcciones a la vez. Abu Sufián aceptó con satisfacción su oferta y le insistió para que no se demorase.

Huyay marchó entonces hacia la fortaleza de Ka’b ibn Asad, el caudillo de los Quraiza —él era quien había hecho el pacto de la tribu con el Profeta— y convenció a éste para que rompiera la alianza con los musulmanes.

La renuncia de los Banu Quraiza a su pacto no permaneció oculta y perturbó grandemente al Profeta.

Los atacantes intentan en vano franquear el foso

Los días pasaban y la tensión era grande, con Jalid e Ikrima y sus hombres siempre buscando cómo aprovecharse de un momento de descuido. Pero solamente consiguieron cruzar el foso en una ocasión.

Una y otra vez durante todo el día el enemigo intentó abrirse paso, pero no pudieron conseguir nada, y la lucha real estuvo limitada, como en días anteriores, a las descargas de arquería. Nadie resultó muerto en ninguno de los bandos, aunque muchos de los caballos del Quraish y Gatafán fueron heridos.

La hora de la plegaria

Llegó la hora de la plegaria del mediodía, pero era imposible que ningún hombre relajase su vigilancia ni por un momento. Cuando la hora se estaba pasando, los que estaban más cerca del Profeta le dijeron: “¡Enviado de Dios!, no hemos hecho la plegaria” un hecho evidente pero sumamente turbador, ya que nunca había sucedido tal cosa desde el inicio del Islam. Su contestación los tranquilizó un poco:

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“Ni yo, por Dios. Yo tampoco la he hecho”.

Llegó la hora de la plegaria de la tarde, y se marchó con la puesta del sol. Sin embargo, los ataques del enemigo no remitían, y sólo cuando la última luz se hubo extinguido por el oeste regresaron a sus dos campamentos.

En cuanto desaparecieron de la vista el Profeta se retiró del foso, dejando a Usaid para que continuase la guardia con un destacamento de hombres mientras él dirigía a los restantes en las cuatro plegarias que tenían que hacer. Jalid reapareció aquella noche más tarde con un grupo de jinetes esperando encontrar el foso desamparado, pero Usaid y sus arqueros les hicieron frente.

La Revelación se refirió entonces a la tensión de aquellos días como el tiempo

“Cuando los ojos dejaron de mirar con fijeza, cuando los corazones de los hombres subieron a las gargantas y tuvisteis extraños pensamientos sobre Dios. En esa ocasión los creyentes fueron probados y sus almas sufrieron una fuerte sacudida”

(Corán: 33, 10-11).

La resistencia puesta a prueba

Todos comenzaron a preguntarse cuántos días más podrían aguantar en aquellas condiciones. El alimento empezaba a escasear, las noches eran excepcionalmente frías, y muchos de los de fe débil, acobardados por el hambre, el frío y la falta de sueño, casi estaban dispuestos a unirse a los hipócritas, que iban difundiendo ahora que no era posible seguir resistiendo a un enemigo semejante con tan sólo un foso de por medio, y que debían, pues, retirarse tras los muros de la ciudad.

La fe de los verdaderos creyentes, por el contrario, se fortaleció por las privaciones, y recibieron el elogio de la Revelación por haber dicho en los momentos de mayor tensión, cuando veían a los clanes concentrados en masa contra ellos:

“Esto es lo que Dios y Su Enviado nos prometieron. Verdaderamente se ha cumplido lo que Dios y Su Enviado nos anunciaron”.

La Revelación añadía:

“Esto no hizo sino aumentar su fe y su sumisión”

(Corán: 33, 22).

Habían hablado así recordando un versículo que el Profeta les había revelado dos o tres años antes:

“¿Creéis que vais a entrar en el Paraíso antes de haber pasado lo mismo que pasaron quienes os precedieron? La aflicción y el daño los golpearon y fueron sacudidos violentamente hasta que el Enviado de Dios y con él quienes creían dijeron: ¿Cuándo llegará el auxilio de Dios? Ciertamente el auxilio de Dios está cerca”

(Corán: 2, 214).

El Profeta sabía que en los ánimos de muchos de los suyos la capacidad de resistencia estaba a punto de agotarse. Aun así, también sabía que, a medida que pasaban los días, el enemigo igualmente sentía estrecharse sobre sí el apretón de las privaciones.

Los atacantes no logran romper la resistencia musulmana

Habían pasado casi dos semanas y nada se había conseguido. Las provisiones de

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ambos ejércitos estaban comenzando a escasear, mientras que cada vez morían más caballos a diario por el hambre, las flechas o ambas cosas a un tiempo. También habían muerto algunos camellos. El Quraish no podía dejar de percibir que Gatafán y los otros beduinos eran en el mejor de los casos unos aliados poco dispuestos.

Habían participado en la campaña mucho más por las esperanzas de botín que por la hostilidad hacia la nueva religión, y esas esperanzas por las que habían sido atraídos al oasis de Iatrib habían demostrado ser totalmente vanas. En boca de muchos había recriminaciones y la mutua desconfianza se extendía entre los dos ejércitos invasores. La expedición había fracasado virtualmente y el Cielo, en-tonces, estampó sobre ella el sello final del fracaso.

Sopla un viento frío

Durante tres días después de la plegaria ritual, el Profeta había hecho la súplica: “¡Oh Dios, Revelador del Libro, que tomas presto las cuentas!, haz que los confederados huyan, hazlos huir y que se estremezcan” Y cuando todo hubo terminado se reveló el siguiente versículo:

¡Oh vosotros que creéis! Recordad el favor que Dios os hizo cuando las huestes llegaron hasta vosotros y Nosotros enviamos Contra ellas un viento y unas huestes que podíais ver”

(Corán: 33, 9).

Hacía varios días que el tiempo era excepcionalmente frío y húmedo, pero ahora se desató por el este un viento cortante con torrentes de lluvia que obligó a todos los hombres a buscar resguardo. Cayó la noche, y sobre la llanura se desencadenó una tempestad. El viento alcanzó la fuerza de un huracán y lo que no hizo el viento lo hicieron unas manos invisibles. En la totalidad de los dos campamentos de los invasores pronto no quedó ni una sola tienda en pie ni un solo fuego ardiendo, y los hombres se acurrucaban tiritando sobre el suelo, apretados los unos contra los otros en busca de calor.

El campamento de los musulmanes estaba algo resguardado del viento, y éste no derribó ninguna de sus tiendas. El Profeta estuvo orando hasta bien entrada la noche.

Abu Sufián se marcha

Pasaron la noche entumecidos por el frío, y luego hacia el amanecer, cuando el viento amainó, Abu Sufián exclamó en voz alta: “Hombres del Quraish, nuestros caballos y nuestros camellos se están muriendo, los Banu Quraiza nos han fallado, y hemos sido informados de que pretenden traicionarnos, y ahora hemos sufrido por el viento lo que vuestros ojos pueden contemplar. Partid por lo tanto de este lugar, porque yo me voy”.

El ejército levantó el campo y se puso en movimiento.

El viento también había roto la resistencia de los Gatafán y ya estaban de camino hacia el Nayd.

Bilal hizo la llamada a la plegaria del alba. Cuando la hubieron terminado, la luz aún tenue del nuevo día reveló el vacío absoluto de la llanura que estaba más allá del foso. El Profeta anunció que todos los hombres podían volver a casa y la mayoría

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de ellos se encaminó hacia la ciudad con rapidez.

Cuando se aseguró de que se había definitivamente marchado, el Profeta rió y partió él mismo para la ciudad con aquéllos de sus Compañeros que se habían quedado aguardando para darle escolta.

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SABER MÁS

CORÁN

“Los creyentes cuando recuerdan a Allah ensanchan sus corazones (se vuelven temerosos). Y si se les recitan los signos (El Corán) aumenta su fe y se confían enteramente a su Señor.”

(El Botín /3)

“Y seréis probados con el miedo, el hambre y el dinero; en vuestras vidas y en los frutos. Y el triunfo será para los pacientes.”

(La Vaca /155)

“Y os probaremos hasta que se demuestre quiénes de vosotros son los muyáhidin y quienes los pacientes.”

(Muhámmad /31)

“Ayudaos en la paciencia y en la oración, pues, verdaderamente Él está con los pacientes.”

(La Vaca /153)

HADIZ

Málik me contó de Safí, el maula de Ibn Aflah, que Abu al- Sa'ib, el maula de Hisham Ibn Zuhra, dijo:

"Fui a buscar a Abu Sa'id al-Judri y le encontré haciendo la oración. Me senté para esperarle hasta que terminara la oración. Vi un movimiento bajo una cama en su habitación, y era una serpiente. Me levanté para matarla, pero Abu Sa'id me hizo ademán de que me sentara. Cuando terminó, me señaló una habitación de la casa y me dijo: "¿Ves esta habitación?" Yo dije: "Sí." Él dijo: "Había un muchacho que se acababa de casar. Salió con el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, a Al-Jandaq (nombre del lugar en el que los musulmanes cavaron el foso en el quinto año de la Hégira para defender Medina de los Quraish y sus aliados).

Cuando estaba allí, el joven fue a pedirle su permiso, diciendo: ‘Mensajero de Allah, dame permiso para volver a mi familia.’ El Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, le dio permiso y le dijo: ‘Lleva contigo tus armas, porque temo a la tribu de los Banu Quraida*. Pueden dañarte.’ Después el joven se volvió a su familia y encontró a su mujer entre las dos puertas. Levantó su lanza para atravesarla, ya que se le habían despertado los celos. Ella dijo: ‘No te precipites mientras no entres y veas lo que hay en tu casa.’ Entró, y encontró una serpiente hecha un ovillo en su cama. La traspasó con su lanza y luego salió con ella y la arrojó de la casa. La serpiente se revolvió en la punta de la lanza y el joven cayó muerto. Nadie supo quién murió primero, la serpiente o el joven. Le mencionaron esto al Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, que dijo: ‘En Medina hay yunún (genios) que se han hecho musulmanes. Cuando veáis uno, pedidle que salga durante tres días. Si después de esto aparece, matadlo, porque es un shaitán’."

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*Una de las tribus judías de Medina, aliada nominalmente de los musulmanes, pero que en esta época se pasó al enemigo, poniendo a los musulmanes en una situación muy desesperada. Sin embargo, se levantó un viento procedente del mar y sopló furiosamente durante tres días y tres noches. Derribaba las tiendas, y era imposible encender fuego, por lo que los Quraish y sus aliados estaban completamente desalentados, y se retiraron con gran desorden. Los Banu Quraida hicieron un vano intento de librarse de la cólera de los musulmanes, pero fueron obligados rápidamente a capitular. Negociaron que su destino sería decidido por uno de su propia tribu que se había hecho musulmán, pero el hombre, de quien esperaban clemencia, ordenó matar a todos los hombres y esclavizar las mujeres y los niños.

(Al Muwatta, Libro 54:33)

Iahia me relató de Málik, de Iahia Ibn Sa’id, que Sa’id Ibn al-Musayyab dijo:

“El Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, no rezó la plegaria del Duhr (mediodía) ni del Asr (media tarde) en el día del Foso hasta después que el sol se puso.”

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PREGUNTAS

¿Qué hecho fundamental propició la marcha del Quraish sobre Medina?

— La aplastante victoria sobre los musulmanes en Uhud hizo pensar a los quraishíes que, reclutando un numeroso ejército entre las tribus árabes vecinas, podrían vencer a Muhámmad y acabar con la presión que éste mantenía sobre sus caravanas.

— Los Banu Nadir traicionaron el pacto con Muhámmad y tuvieron que abandonar Medina. Forjaron una alianza con los quraishíes y las tribus árabes de los alrededores para conseguir una victoria sobre los musulmanes y expulsarlos del oasis.

— La alianza del Quraish con las tribus de Gatafán y Banu Sulaim proporcionó a los mequíes la posibilidad de contar con un ejército de diez mil hombres, suficientes para vencer a los musulmanes en Medina.

¿Cómo organizaron la defensa los medineses?

— Como era su costumbre, el profeta, la paz sea con él, sometió a consulta la situación. Finalmente se decidió la construcción de un foso en aquellas zonas que quedaban desguarnecidas entre las fortalezas del oasis. Esperaron al enemigo fuera de las murallas.

— El profeta, la paz sea con él, recibió una revelación con la orden de construir un foso que rodeara completamente el oasis. Una vez terminado aquél, dispuso que las mujeres y los niños se situaran en el centro, a cubierto del enemigo, y dispuso a los arqueros a lo largo de toda la línea defensiva.

— Salmán el persa sugirió que debían profundizar y reforzar los fosos que rodeaban el oasis. Tras seis dias de trabajos consiguieron una línea defensiva tan infranqueable para la caballería que hizo desistir a los atacantes.

¿Qué factores inclinaron la balanza a favor de los medineses en la batalla del foso?

— Cuando se desató un viento cortante y helado, los confederados comprendieron que Muhámmad tenía una suerte especial. La superstición se apoderó de los atacantes, que acabaron desmoralizados y divididos. Finalmente, ante la deserción de algunos confederados decidieron levantar el cerco y regresar.

— El tiempo jugaba a favor de los musulmanes debido a la escasez de alimentos de los atacantes. El foso resultó ser un medio de defensa muy eficaz y las tribus que formaban la confederación se desanimaron según pasaron los días. Unas condiciones climáticas extremas hicieron desistir a los mequíes de continuar el asedio.

— La imposibilidad de los atacantes de cruzar el foso les sugirió la idea de alcanzar un pacto con algunos judíos del oasis. Aunque los Banu Qurayza rompieron el pacto con Muhámmad, éste impidió que los quraishíes entraran a Medina a través de sus fortalezas, con lo cual no existía ninguna posibilidad de tomar la ciudad.

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UNIDAD 20

LA ‘UMRA O PEREGRINACIÓN MENOR

Vuelta de Ya’far de Abisinia

La Peregrinación Menor

¡Labbaika, Allahumma, labbaik!

Bilal llama a la oración desde el tejado de la Ka’ba

Los musulmanes se retiran pacíficamente

La conversión de Jalid: La Espada de Dios

Muerte de la hija del Profeta, Záinab

La campaña siria

El Profeta ve la batalla en una visión

“Uno que ama añorando al amado…”

Vuelta de Ya’far de Abisinia

Tiempo después, Ya‘far y sus compañeros regresaron de Abisinia. Había partido para Abisinia a la edad de veintisiete años y ahora era un hombre de cuarenta. Hacía trece años que no veía al Profeta, aunque se habían mantenido en constante comunicación. El Profeta le estrechó contra sí y lo besó en los ojos. Con Ya’far estaban su mujer Asma y sus tres hijos.

La Peregrinación Menor

El Profeta permaneció en Medina. A pesar de algunas campañas menores, estos meses fueron tiempo de relativa paz y prosperidad.

El Profeta firmó un tratado con los mequíes, el tratado de Hudaibía, por el que los mequíes permitieron a los musulmanes hacer la Peregrinación Menor (‘Umra) a la Ka’ba.

Cuando casi hubo pasado un año desde la firma del tratado de Hudaibía, llegó el momento de partir para la Meca, según la promesa del Quraish de que el Profeta y sus Compañeros tendrían acceso seguro al Sagrado Recinto para cumplir el rito de la Peregrinación Menor.

Había en total unos dos mil peregrinos, incluidos los peregrinos frustrados del año anterior, salvo unos pocos que, o habían muerto, o habían perdido la vida en la batalla.

Cuando los habitantes de Meca se enteraron de que los peregrinos habían alcanzado el límite del territorio sagrado, el Quraish evacuó la totalidad de la hondonada de la Meca y se retiró a las cimas de las colinas vecinas. Todos los jefes del Quraish se concentraron en el Monte Abu Qubáis, desde donde podían observar la Casa de Dios.

¡Labbaika, Allahumma, labbaik!

Sus oídos pronto percibieren un confuso murmullo que rápidamente se fue haciendo reconocible como el antiquísimo grito del peregrino:

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Labbayka Allahumma Labbayk (“Aquí estoy, Señor mío, a Tu servicio”).

La larga procesión de hombres con cabezas desnudas y vestidos de blanco iba conducida por el Profeta montado sobre la camella Qasua. En cuanto a los demás, algunos iban a lomo de camello y otros iban a pie.

Se dirigieron directamente a la Casa Sagrada por el camino más próximo. Cada hombre llevaba su vestimenta superior como un manto, pero a la entrada de la Mezquita el Profeta se ajustó el suyo, pasándolo por debajo de su brazo derecho, dejando el hombro desnudo y cruzando los dos extremos sobre el hombro izquierdo de modo que quedaron colgando por delante y por detrás. Los demás siguieron su ejemplo. Este vestido ritual se denomina ihram.

Todavía montado, se dirigió hacia la esquina sudeste de la Ka’ba y reverentemente tocó la Piedra Negra con su bastón. Luego hizo los siete circuitos de la Casa, tras de lo cual se retiró al pie de la pequeña colina de Safá, y se desplazó desde ésta hacia la colina de Marwa y viceversa, siete veces en total, terminando en Marua, a donde habían sido conducidos muchos de los animales de sacrificio.

Allí el Profeta sacrificó un camello y se afeitó la cabeza. Esto completó el rito de la Peregrinación Menor.

Bilal llama a la oración desde el tejado de la Ka’ba

Luego regresó con la intención de entrar en la Casa Sagrada, a pesar de estar abarrotada de ídolos. Pero las puertas estaban cerradas con llave y ésta estaba en posesión de un miembro del clan de Abd al-Dar. El Profeta envió a un hombre para pedirla, pero los jefes del Quraish respondieron que eso no formaba parte de lo acordado, pues la entrada en la Casa no era parte del rito de la Peregrinación.

En consecuencia, ninguno de los musulmanes entró aquel año. Cuando el sol hubo alcanzado su cénit, el Profeta le dijo a Bilal que se subiese al tejado de la Ka’ba e hiciese la llamada a la plegaria. Su resonante voz llenó todo el valle de la Meca y ascendió a las cimas de las colinas, primero con la magnificación, luego con las dos testificaciones del Islam:

“As-hadu an la ilaha illa Allah wa Ash-hadu anna Muhámmad rasul Allah” (Doy testimonio de que No hay divinidad sino Dios y doy testimonio de que Muhámmad es el Enviado de Dios)

Los musulmanes se retiran pacíficamente

Los peregrinos pasaron tres días en la ciudad evacuada. La tienda del Profeta fue levantada junto a la Ka’ba. Los mequíes que eran musulmanes se aproximaban por las noches, en secreto, desde las colinas, y tuvieron lugar muchos felices encuentros. Abbas, cuyo Islam era tolerado por el Quraish, pasó abiertamente la mayor parte de los tres días con el Profeta.

Para el Profeta, hubiera sido muy fácil perpetuar la ocupación después de la duración estipulada: Había llegado con un poderoso ejército; Los mequíes habían dejado todos sus bienes en sus casas; y en caso de contra ataque después de esta ocupación, la defensa era más fácil para los musulmanes que para los mequíes, pero el Profeta Muhámmad no tenía la ambición de dominar los cuerpos; él tenía la misión de ganar los corazones y de transformar las costumbres.

Nadie tocó las casas de los mequíes; no hubo provocación alguna que pudiera herir en lo que fueran los sentimientos de los habitantes de la ciudad. El Profeta Muhámmad buscó incluso estrechar relaciones amigables con los mequíes.

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En efecto, al cabo de los tres días estipulados, una pequeña delegación mequí se dirigió a la ciudad, para pedir a los musulmanes que abandonasen la región, Muhámmad la recibió con cortesía y le propuso organizar una fiesta, en la que todos los mequíes asistieran como invitados. Ante su rechazo, el Profeta abandonó la ciudad.

La conversión de Jalid: La Espada de Dios

Todo esto debió haber impactado fuertemente la imaginación de los mequíes. Pronto Jalid ibn al-Walid —comandante hereditario de la caballería mequí y único responsable del desastre de los musulmanes en Uhud después de un éxito inicial— se dirigió voluntariamente a Medina para abrazar el Islam. Muhámmad se puso tan contento que le confirió el título honorífico de Saif Allah “Espada de Dios”.

Otro jefe mequí, ‘Amr ibn al-‘As, se alió al mismo tiempo al Islam. Conquistaría más tarde Egipto y fue uno de los más grandes diplomáticos musulmanes.

Muerte de la hija del Profeta, Záinab

La primera mitad de este mismo año de alegrías, el año octavo después de la Hégira, fue también un tiempo de aflicción y duelo. La primera de las muertes en la casa del Profeta fue la de su hija Záinab. Estuvo con ella en el momento último y dirigió palabras de consuelo a su yerno y a su nietecita.

Luego dio instrucciones para que preparasen el cuerpo para el entierro. Una vez hechas las abluciones, el Profeta se quitó una prenda interior que llevaba y les dijo que la cubriesen con ella antes de amortajarla. Después dirigió la oración funeraria y pidió junto a su tumba.

La campaña siria

Unos tres meses después de su regreso de la Peregrinación Menor, el Profeta envió quince hombres a una de las tribus de las fronteras con Siria para que actuasen como mensajeros del Islam. Sus saludos amistosos, sin embargo, se encontraron con una lluvia de flechas, de forma que se vieron obligados a luchar y, menos uno, todos murieron.

Otro altercado les salió al encuentro, menor en cuanto que supuso una sola muerte, aunque de un grado mayor en importancia política. Un mensajero que se dirigía a Bostra fue interceptado y ejecutado por un jefe de la tribu de Gassan. No podía permitirse que semejante acción quedase impune, a pesar del riesgo de que los gassaníes, que en su mayoría eran cristianos, pudieran persuadir al representante del César para que les enviase ayuda.

El Profeta envía un ejército

El Profeta reunió un ejército de tres mil hombres y puso a Zaid a su mando, con instrucciones de que si Zaid resultaba muerto Ya’far ocupase su lugar. Abdallah ibn Rawaha fue designado el tercero en orden de precedencia. Si los tres quedasen incapacitados, los hombres deberían seguir a un jefe de su propia elección. El Profeta le dio entonces a Zaid un estandarte blanco, y junto con otros Compañeros acompañó al ejército hasta donde el terreno se eleva hacia el Paso de la Despedida, una abertura entre las colinas, un poco al norte de Uhud.

Cuando llegó el ejército a la frontera siria se enteraron de que no sólo las tribus del norte habían salido formando una fuerza considerable sino que, además, el representante del César las había reforzado grandemente con tropas imperiales. En total se decía que el ejército enemigo estaba integrado por cien mil hombres.

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Aun concediendo la posibilidad de una enorme exageración, Zaid decidió, sin embargo, hacer un alto y celebrar un consejo de guerra. La mayoría de los hombres se mostraron favorables al envío inmediato de un mensaje al Profeta para informarle del grave giro de los acontecimientos. Entonces él podría mandarles regresar o enviarles refuerzos.

Pero Abdallah habló vigorosamente contra tal proceder. Utilizando el mismo incontestable argumento que había sido usado antes de Uhud, y que utilizarían una y otra vez en el futuro, terminó su parlamento con las palabras: “Tenemos la certeza de que vamos a obtener una de dos cosas buenas, la victoria o el martirio —reunirnos con nuestros hermanos y ser sus compañeros en los jardines del Paraíso—. ¡Al ataque, pues!”

Se impuso la resolución de Abdallah y el ejército prosiguió su avance hacia el norte. Ya no estaban lejos del borde meridional del Mar Muerto, separado de su largo y profundo valle por la cadena de las colinas que se eleva desde sus orillas orientales.

Al cabo de unas pocas horas de marcha tuvieron al enemigo a la vista. Cualquiera que fuese el número exacto de la fuerza combinada de árabes y bizantinos, los musulmanes pudieron darse cuenta, al otearlos, de que se encontraban en inferioridad abrumadora.

Con el deseo de evitar una confrontación inmediata, porque la inclinación del terreno estaba en su contra, Zaid dio órdenes de retirarse en dirección sur hacia Muta, donde estarían en ventaja, y allí consolidaron su posición. El enemigo, consciente de su gran superioridad en número y resuelto a hacer del día una jornada totalmente decisiva, los siguió a Muta. Al aproximarse, en lugar de retroceder más, como habían esperado, Zaid dio la orden de ataque.

El Profeta ve la batalla en una visión

En ese momento el espacio entre Muta y Medina se comprimió para el Profeta, y vio a Zaid con el estandarte blanco conduciendo a sus hombres a la batalla. Lo vio muchas veces herido de muerte hasta que, finalmente, caía al suelo y Ya’far cogía el estandarte y luchaba hasta que también su vida se le escapaba por las heridas.

Entonces era Abdallah quien tomaba la enseña y el ataque que dirigía contra el enemigo era rechazado con una vigorosa embestida en la que él también resultaba muerto, y sus hombres se veían forzados a retroceder en desorden.

Mientras el Profeta describía la batalla, las lágrimas le surcaban las mejillas, y cuando llegó la hora de la plegaria la dirigió e inmediatamente se marchó de la Mezquita en lugar de volver el rostro hacia la congregación como solía. Volvió a hacer lo mismo a la puesta del sol y, nuevamente, después de la plegaria de la noche.

“Uno que ama añorando al amado…”

Mientras tanto había estado en la casa de Ya’far. “¡Asma! —dijo— tráeme a los hijos de Ya’far”. Con ciertos temores por la gravedad del rostro del Profeta le trajo a los tres niños.

El Profeta los besó, y entonces de nuevo sus ojos se llenaron de lágrimas y lloró. “Enviado de Dios —dijo ella— más querido para mí que mi padre y mi madre, ¿por qué lloráis? ¿Habéis tenido noticias de Ya’far y sus Compañeros?”

“Así es —respondió el Profeta— hoy la muerte se los ha llevado a su lado”.

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El Profeta regresó a su casa y ordenó que se preparase comida para la familia de Ya’far durante los días siguientes. “Su aflicción les ocupa —dijo— y les impide prestar atención a sus propias necesidades”.

Umm Aiman, Osama y el resto de la familia de Zaid estaban en su casa. Ya les había mostrado su condolencia, y cuando regresaba, la hija pequeña de Zaid salió a la calle llorando, y al ver a Muhámmad corrió hacia sus brazos. Lloró entonces el Profeta desconsoladamente, y mientras estrechaba contra sí a la niña, su cuerpo temblaba de sollozos.

Sa’d ibn Ubada acertó a pasar por allí en aquel momento, y buscando palabras de consuelo murmuró:

“Enviado de Dios, ¿qué es esto?”

“Esto —dijo el Profeta— es uno que ama añorando al amado”

Aquella noche el Profeta tuvo una visión del Paraíso, y vio que Zaid, Ya’far, Abdallah y los otros mártires de la batalla estaban allí, y vio a Ya’far volando con alas como un ángel. Al alba fue a la Mezquita. Sus Compañeros percibieron que el peso de la pena lo había abandonado, y finalizada la plegaria se volvió como solía hacia la congregación. Luego fue de nuevo a ver a Asma para contarle su visión, y ella quedó muy consolada.

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SABER MÁS

HADIZ

De Iazid Ibn Hayyan, que dijo:

“Partimos Husáin Ibn Sabra, Amrin Ibn Muslim y yo hacia la casa de Zaid Ibn Arqam, Allah esté complacido de ellos. Y cuando estuvimos todos sentados le dijo Husáin: ‘¡Zaid, verdaderamente tú has encontrado mucho bien! Has visto al Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz. Has oído sus dichos. Has luchado junto a él y has rezado tras él. Pues como verás Zaid, realmente, tú has encontrado mucho bien!’ ¡Háblanos, entonces, de lo que has oído del Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz! Dijo: ‘¡Sobrino! ¡Por Allah! que he envejecido mucho, mi época ha pasado y he olvidado parte de lo que había memorizado del Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz. Así pues, aquello de lo que os hable, aceptadlo. Y de lo que no os hable, no me lo exijáis.’

Después dijo: ‘Un día se puso en pie entre nosotros para hablarnos el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, en un lugar situado entre Meca y Medina en el que había un bosquecillo y en él una fuente con el nombre de Jummán.

Comenzó dando alabanzas y ensalzando a Allah. Y exhortó a la gente a que obedecieran a Allah, que Le tuvieran siempre presente y Le recordasen. Después dijo: ‘¡Oh hombres! Yo soy humano y se acerca la venida de un enviado de mi Señor (el ángel de la muerte) que me llevará ante Él y moriré. Os dejo dos cosas de gran peso: la primera el Libro de Allah que contiene la guía y la luz. Ponedlo en práctica y aferraos a él.’ Estimuló el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, a desear el Libro de Allah y a practicarlo.

Después dijo: ‘Y la segunda, tened respeto por la familia de mi casa. Os recuerdo, por Allah, a la familia de mi casa, os recuerdo, por Allah, a la familia de mi casa.’ Y le dijo Husein: ‘¿Y quién es la familia de la casa del Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz? ¡Oh Zaid! ¿Es que no son sus esposas la familia de su casa?’

Dijo: ‘Sus esposas son de la familia de su casa. Sin embargo, la familia de su casa son más que eso. Pues, también son todos a los que se prohibió vivir del azaque.’ Dijo: ‘¿Y quienes son?’ Dijo: ‘Son Banu Alí, Banu Aqil, Banu Ya’far y Banu Abbás.’ Preguntó: ‘¿A todos ellos se les ha prohibido vivir del azaque?’ Dijo: ‘¡Sí'!”

Lo relató Muslim (Riad As-Salihin, capítulo 96: 1. 715)

Iahia me relató de Málik, de Sumay, maula de Abu Bakr Ibn Abdurrahmán, de Abu Salih as-Samman, de Abu Huraira, que el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, dijo:

“Umra es una expiación por cuanto hay entre ella y la siguiente ‘Umra, y la única recompensa de un Hayy aceptado es el Jardín.”

(Al Muwatta, Libro 20:66)

Iahia me relató de Málik, de Nafi, de Abdallah Ibn ’Omar, que ‘Omar Ibn al-Jattab dijo:

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“Mantened vuestro Hayy separado de vuestra ‘Umra. De esa forma vuestro Hayy será más completo. Y vuestra Umrra será más completa si la hacéis fuera de los meses del Hayy.”

(Al Muwatta, Libro 20:68)

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PREGUNTAS

¿Qué es el ihram?

— Las dos piezas de tela que se usan como vestimente durante la Peregrinación, tanto en la ‘Umra comno en el Hayy.

— El grito ancestral que pronuncian los peregrinos cuando llegan al recinto sagrado de la Ka’ba.

— Es la circunvalación ritual de la Ka’ba. Consiste en dar siete vueltas alrededor de ella acabando el periplo en la cercana colina de Safa.

¿Por qué se emprendió la campaña de Siria?

— La conversión al Islam de Jalid, que fue distinguido con el sobrenombre de “La espada de Dios”, por su fuerza combativa, fue un hecho determinante que alentó a Muhámmad, la paz sea con él, a emprender la campaña de Siria.

— Los musulmanes empezaban a ser sistemáticamente atacados por los àrabes cristianos del norte. No podían permitir que continuase aquella situación y decidieron combatirlos.

— Porque durante la peregrinación a Meca los quraishíes no habían cumplido estrictamente lo pactado en Hudaibía. No permitieron que ningún musulmán, incluido el profeta, entrara en la Ka’ba.

¿Cómo describirías el estado del profeta Muhámmad, la paz sea con él, tras la visión de la batalla?

— Desolado y lleno de compasión. Su pesar se deshizo cuando, en otra visión, vio que los que habían muerto en la campaña contra Siria se hallaban en el Jardín.

— Profundamente airado y silencioso. La visión le había hecho comprender el error de haber lanzado la campaña contra Siria sin haber medido las propias fuerzas suficientemente.

— En un estado de atención permanente a las víctimas. El convencimiento de que la campaña había sido una prueba de Dios, una dificultad que tenía por objeto probar la lealtad de los creyentes, no pudo sobreponerse a su desolación.

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UNIDAD 21

JÁIBAR

El Profeta es embrujado

Jáibar

Desigualdad de fuerzas

Los Banu Gatafán no acuden en ayuda de Jáibar

El Profeta es envenenado

El Profeta perdona a la mujer

Safía

El Profeta es embrujado

Durante estas mismas semanas que siguieron al regreso de los peregrinos se produjo un ataque contra la vida del Profeta mediante un procedimiento que aún no se había empleado contra él.

Había un judío en Medina llamado Labid y era un experto brujo que también había instruido a sus hijas en el sutil arte, por temor a que sus conocimientos muriesen con él. Labid recibió entonces una fuerte suma de dinero para arrojar sobre el Profeta un hechizo lo más mortífero posible.

Para este propósito necesitaba algunos cabellos suyos, lo cual él mismo o una de sus hijas se lo procuró, posiblemente por medio de alguien del todo ajeno a lo que tramaban. Hizo once nudos en el pelo, y sus hijas soplaron imprecaciones sobre cada uno. Luego lo ató a una ramita de datilero macho que tenía la vaina externa del polen, y lo arrojó en un profundo pozo.

El hechizo solamente podía deshacerse desatando los nudos.

El Profeta pronto fue consciente de que algo andaba seriamente mal. Por un lado, su memoria comenzó a fallarle, mientras que por otro comenzó a imaginar que había hecho cosas que en realidad no había hecho. También se sintió abrumado por la debilidad, y cuando le insistían para que comiera era incapaz de hacerlo.

Pidió a Dios para que lo curase, y en su sueño fue consciente de dos personas, una sentada a su cabeza y la otra a sus pies. Escuchó cómo una de ellas informaba a la otra de la causa exacta de su enfermedad y del nombre del pozo.

Cuando se despertó recibió la visita de Gabriel y, confirmándole su sueño, le dio dos azoras del Corán, una de cinco y otra de seis aleyas. El Profeta envió a Alí al pozo, diciéndole que recitase sobre él las dos azoras. Con cada aleya se fue desatando a sí mismo cada nudo hasta que todos quedaron sueltos, y el Profeta recobró toda su fortaleza física y mental.

La primera de las dos azoras es:

Di: “Me refugio en el Señor del alba Contra el mal de aquello que Él ha creado, y contra el mal de la oscuridad intensa cuando llega la noche, y contra el mal de las que soplan en los nudos, y contra el mal del envidioso cuando envidia”.

La segunda es:

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Di: “Me refugio en el Señor de los hombres, el Rey de los hombres, el Dios de los hombres, contra el mal del murmurador furtivo que susurra en el pecho de los hombres, de entre los yinn, y los hombres”

Estas azoras están colocadas al final del todo en el Corán. Se las denomina “las dos tomas de refugio”, y se recitan continuamente para conseguir protección contra toda clase de mal.

El Profeta ordenó que se secase el pozo y que fuese excavado otro cerca para reemplazarlo. Envió por Labid, que confesó haberle puesto el hechizo a causa de un soborno, pero no tomó ninguna medida contra él.

Jáibar

La tregua con la Meca hizo posible concentrarse en los peligros que le amenazaban por el norte. El mayor de éstos era la ciudad de Jáibar ocupada por judíos que en su mayor parte eran hostiles hacia el Islam. El hechicero Labid había sido sobornado casi con toda seguridad por ellos, aunque pudo haber sido la obra de un solo individuo. Medina nunca podría conocer una paz plena mientras Jáibar siguiera hostilizando al Islam.

La fuerza inexpugnable de Jáibar era casi proverbial. La confianza de los moradores de Jáibar era tal que ni siquiera se molestaron en pedir ayuda a sus aliados hasta que llegaron noticias fidedignas de Medina que decían que Muhámmad estaba a punto de ponerse en marcha. Sólo entonces Kinana, su jefe virtual, realizó una rápida visita a Gatafán, ofreciéndole la mitad de la cosecha de dátiles de aquel año si les enviaban refuerzos. Aceptaron hacerlo y prometieron una fuerza de cuatro mil hombres.

Desigualdad de fuerzas

Los judíos de Jáibar tenían la costumbre de ponerse sus armaduras todos los días y poner en fila a la totalidad de sus combatientes, diez mil en total. La ayuda de Gatafán aumentaría la cifra hasta catorce mil, y según las noticias de Medina el ejército invasor contaba con mil seiscientos hombres solamente.

Los judíos celebraron un apresurado consejo de guerra, pero a pesar de las advertencias de uno de sus jefes, decidieron confiar en sus almenas. No había comparación posible, decían, entre las fortalezas de Iatrib y sus propias ciudadelas, que se erguían como montañas. Esta decisión de luchar en grupos separados estuvo en gran medida basada en su principal debilidad, que era su falta de unidad.

El primer día que el Profeta atacó la fortaleza más próxima, las guarniciones de las otras no salieron en bloque para combatir a los sitiadores sino que se quedaron detrás de sus propias murallas y se ocuparon en reforzar las fortificaciones. Esta táctica redujo la disparidad de los números, pero puso a prueba la paciencia de los musulmanes con una campaña larga sobre territorio extraño y muchas batallas en lugar de una.

Durante varios días no se consiguió nada, pero en la sexta noche, cuando Ómar estaba al mando de la vigilancia, se capturó a un espía en el campamento, y a cambio de su vida les facilitó valiosas informaciones sobre las distintas fortalezas, diciéndoles cuáles podían tomar con más facilidad y sugiriéndoles que debían comenzar por una que no se encontraba bien defendida y que en sus espaciosos sótanos tenía cierta cantidad de armas almacenadas que incluían algunos ingenios

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de guerra que habían sido empleados en el pasado contra otras fortalezas, porque al igual que Iatrib, Jáibar había padecido a menudo las discordias civiles.

Al día siguiente se conquistó la fortaleza y sacaron los ingenios para usarlos en otros asaltos: una balista para arrojar rocas y dos testudos para que los hombres se arrimaran a las murallas bajo un techado inexpugnable y pudieran abrir una brecha de entrada.

En parte gracias a estos artefactos, las fortalezas más fáciles cayeron una tras otra.

Los Banu Gatafán no acuden en ayuda de Jáibar

Los Banu Gatafán se habían puesto en camino con un ejército de cuatro mil hombres, según lo prometido. Pero después de un día de marcha habían oído durante la noche una extraña voz —no sabían si procedía de la tierra o del cielo— y la voz había exclamado tres veces sucesivas:

“¡Vuestro pueblo! ¡Vuestro pueblo! ¡Vuestro pueblo!”, ante lo cual los hombres imaginaron que sus familias estaban en peligro y regresaron rápidamente por donde habían venido, sólo para encontrar que todo estaba en orden.

Pero después de haber regresado, se mostraron poco dispuestos a salir por segunda vez, en parte porque muchos de ellos estaban convencidos de que llegarían demasiado tarde para participar en la derrota del enemigo.

Caída de la ciudadela de Zubair

La más inexpugnable de las fortalezas de Jáibar era conocida como la ciudadela de Zubair. Coronaba una elevada masa de roca con un empinado acceso a las puertas y precipicios cortados a pico por todos los lados restantes. La mayoría de los combatientes que habían escapado de las otras fortalezas se habían unido a la guarnición de la ciudadela, que se mantenía firme detrás de los muros. El Profeta los asedió durante tres días, y entonces acudió a él un judío de otra fortaleza y le dijo que disponían de un recurso oculto que les permitiría aguantar casi de forma indefinida.

El hombre le mostró dónde podía cavar para represar un riachuelo subterráneo que discurría por debajo de las rocas de la ciudadela. Mediante una serie de peldaños accedían a él desde el interior, y como la corriente nunca estaba seca no tenían agua almacenada. Así pues, cuando les cortaron el suministro pronto se vieron forzados por la sed a salir y luchar y fueron derrotados.

Caída del resto de fortalezas de Jáibar

La última de las fortalezas que ofreció alguna resistencia fue Qamus. Pertenecía a la familia de Kinana, uno de los clanes más ricos y poderosos de los Banu Nadir.

El Profeta negoció la rendición perdonando la vida a los moradores. Después de la caída de Qamus, las dos fortalezas restantes se entregaron.

Luego, los judíos de Jáibar deliberaron entre sí y enviaron una delegación a Muhámmad sugiriendo que, puesto que eran personas diestras en la gestión y trabajo de sus granjas y huertos, debía permitirles permanecer en sus hogares, y ellos le pagarían una renta anual de la mitad de lo producido.

El Profeta accedió a esto. Se rumoreó entonces que los musulmanes tenían la intención de extender su campaña a Fadak, un pequeño pero rico oasis al noreste; y cuando los judíos de Fadak se enteraron de los términos que habían sido impuestos a Jáibar, enviaron un mensaje ofreciendo su rendición en las mismas condiciones.

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El Profeta es envenenado

Cuando se hubo alcanzado un acuerdo sobre todos los términos, y cuando el ejército victorioso hubo descansado, la viuda de Sallam ibn Mishkam asó un cordero y envenenó todas sus partes con una ponzoña mortal que concentró de forma especial en las paletillas, porque se había enterado de que el Profeta prefería la paletilla de cordero sobre las otras piezas. Luego se lo llevó al campamento y lo colocó delante de él. El Profeta se lo agradeció e invitó a los Compañeros presentes a cenar con él.

El Profeta perdona a la mujer

Sucedió en esta ocasión que, sentado junto al Profeta, estaba un Jazrayí llamado Bishr, el hijo de aquel Bara que había conducido a los musulmanes de Iatrib al segundo ‘Aqaba y que había sido el primero en hacer la plegaria en dirección a la Meca.

Cuando el Profeta tomó un bocado de cordero, Bishr hizo lo mismo y se lo tragó, pero el Profeta escupió lo que tenía en la boca, diciendo a los otros:

“¡Apartad vuestras manos! Esta paletilla me ha revelado que está envenenada”.

Mandó por la mujer y le preguntó si había emponzoñado la pieza. “¿Quién os lo dijo?”, preguntó ella “La paletilla misma”, respondió el Profeta. “¿Qué te ha movido a hacerlo?” “Bien sabéis”, dijo ella, “lo que habéis hecho a mi pueblo, y que mi padre, mi tío y mi marido han muerto en la batalla. Así que me dije: Si es un rey, me libraré de él, y si es un Profeta estará informado del veneno”

El rostro de Bishr tenía ya un color pálido ceniciento, y poco después murió. Pero el Profeta, sin embargo, perdonó a la mujer.

Safía

No era ella la única mujer que había perdido padre y marido en el conflicto.

Entre los cautivos tomados estaba su viuda, Safía viuda de Kinana. Tenía ella diecisiete años y era de una naturaleza profundamente piadosa.

El Profeta le dijo entonces a Safía que estaba dispuesto a liberarla y le ofreció la elección de permanecer judía y volver con su gente o abrazar el Islam y convertirse en su esposa.

“Elijo a Dios y a Su Enviado”, dijo ella, y se casaron en la primera parada que se hizo en el camino de vuelta a casa.

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SABER MÁS

HADIZ

De Abu Huraira, Allah esté complacido con él que el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, dijo el día de la batalla de Jáibar*:

“Daré esta bandera al hombre que ame a Allah y a Su Mensajero, y Allah le dará la victoria por él. Dijo Ómar, Allah esté complacido con él: ‘No he deseado tanto el emirato como ese día. Así pues, me moví y me alcé para que me viera y me la diera.’ Pero llamó el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, a Alí Ibn Abu Tálib, Allah esté complacido con él, y se la dio diciéndole: ‘Camina y no te des la vuelta hasta que Allah no te dé la victoria.’

Caminó Alí y un poco después se detuvo sin darse la vuelta y gritó: ‘¡Oh Mensajero de Allah! ¿Para qué combato a la gente?’

Dijo: ‘Combátelos hasta que atestigüen que no más dios que Allah y que Muhámmad es su Mensajero. Y si lo hacen así, estarán a salvo de ti en cuanto a su sangre y su riqueza, excepto que no cumplan con su obligación, como el azaque. Y Allah les hará la cuenta’.”

Lo relató Muslim. (Riad As-Salihin, Cap. 10- 8, 94)

De Abu Al Abbás Sahal Ibn Sa’d, Allah esté complacido con él, que dijo el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, el día de la batalla de Jáibar:

“Mañana daré esta bandera a un hombre en cuyas manos Allah pondrá la victoria, que ame a Allah y a Su Mensajero y que ellos lo amen a él. Así que la gente pasó la noche hablando sobre quién la recibiría. Y cuando amaneció fueron todos temprano a ver al Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, rogándole para que se la diera. Y preguntó: ‘¿Dónde está Alí Ibn Abu Tálib?’ Y le dijeron: ‘¡Oh Mensajero de Allah! Le duelen los ojos y se queja de ellos.’ Dijo: ‘Pues, enviádmelo.’

Así que, una vez que se lo llevaron, puso de su saliva en sus ojos, después pidió a Allah que los curara. Y así ocurrió. Y quedó como si no hubiese tenido dolor alguno. Entonces le dio la bandera. Dijo Alí, Allah esté complacido con él: ‘¡Oh Mensajero de Allah! ¿Los combato hasta que sean lo mismo que nosotros?’ Y dijo: ‘Parte despacio hasta que llegues al campo de batalla, después llámalos al Islam e infórmales de lo que sería obligatorio para ellos de la verdad de Allah, Altísimo sea. Pues juro por Allah, que si Él guiara a un sólo hombre a través de ti, eso sería mejor para ti que un camello colorado.”

Lo relataron Al Bujari y Muslim. (Riad As-Salihin, Cap. 20- 3, 178)

Iahia me relató de Málik de Ibn Shihab de Sa’id Ibn al-Mus’ab que el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, les dijo a los judíos de Jáibar el día de la conquista de Jáibar:

“Os confirmo en esto en tanto en cuanto Allah, el Poderoso, el Majestuoso, os deje establecidos aquí, a condición de que los frutos sean divididos entre nosotros.” Sa’id prosiguió: “El Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, solía enviar a Abdallah Ibn Rawaha para que estimara el reparto de la cosecha de frutas entre él y ellos, y les decía, “Si queréis la podéis comprar, y si queréis, es mía.” Ellos se la quedaban.”

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(Al Muwata Libro 33. 1)

PREGUNTAS

¿Cómo considera el Islam la hechicería?

— Tanto por el Corán como por la Sunna del profeta el musulmán admite la existencia de la hechicería, del mal de ojo, de los genios y de las fuerzas invisibles del mal. Se considera una práctica rechazable, incompatible con la forma de vida del creyente.

— Como parte de las supersticiones paganas. Tanto el Corán como la Sunna abordan ese tema, considerándolo como una expresión primitiva de las tendencias negativas que hay en el interior del ser humano.

— Como una práctica común en los tiempos de la Yahilía o Edad de la Ignorancia. Es Islam viene precisamente a superar ese estado de superstición que estaba ampliamente extendido entre los árabes preislámicos.

¿Cuál fue la debilidad fundamental de los judíos que habitaban las fortalezas de Jaibar y que les llevó finalmente a la rendición?

— La falta de recursos para hacer frente y sobrevivir a un asedio tan largo.

— El incumplimiento del pacto de ayuda por parte los gatafaníes.

— La falta de unidad entre las tribus de Jaibar.

¿En qué términos se pactó la rendición de las gentes de Jaibar y Fadak?

— Los vencidos salvaban la vida y sus propiedades, pero deberían pagar un impuesto anual consistente en la mitad de las cosechas.

— Los vencidos salvaban la vida, pero sus posesiones pasaban a manos de los musulmanes. Finalmente consiguieron quedarse como arrendatarios de estos últimos.

— Los vencidos salvaban la vida y las propiedades a cambio de un impuesto, excepto aquellos que habían hechizado a Muhámmad y habían tratado de envenenarle.

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UNIDAD 22

LA PEREGRINACION DEL ADIOS

Llega la Hora

Gabriel visita a Muhámmad bajo la apariencia de un joven

Salida de la Peregrinación

Mina y ‘Arafa

“Dios os ha hecho inviolable la vida y la riqueza de vuestro prójimo”

El Sermón del Adiós

Muzdalifa

‘Aqaba

Visita a la Ka’ba y regreso a Mina

Llega la Hora

Cuando el Profeta estaba en Medina durante el Ramadán tenía por costumbre realizar un retiro espiritual en la Mezquita durante los días centrales del mes, y algunos de sus Compañeros hacían lo mismo. Pero este año, después de guardar los diez días señalados, invitó a sus Compañeros a permanecer en retiro con él durante otros diez días, es decir, hasta el final del mes, lo cual hicieron.

Todos los años en Ramadán era cuando Gabriel lo visitaba para asegurarse de que nada de la Revelación se le había olvidado, y este año, después del retiro, el Profeta confió a Fátima, como un secreto que aún no había que contar a otros:

“Gabriel me recita el Corán y yo se lo recito a él una vez al año, pero este año lo ha recitado conmigo dos veces. No puedo sino pensar que me ha llegado la hora.”

Gabriel visita a Muhámmad bajo la apariencia de un joven

Ómar relató que: “Un día, estando sentados con el Enviado de Dios, se presentó ante nosotros un hombre cuyas ropas eran de una blancura resplandeciente y sus cabellos sumamente negros; no había en él ninguna señal de viaje, pero ninguno de nosotros lo conocía.

Se sentó rodilla contra rodilla ante el Profeta, sobre cuyos muslos colocó las palmas de sus manos, diciendo: ‘¡Muhámmad!, dime qué es el Islam; y el Enviado de Dios respondió diciendo: “El Islam es dar testimonio de que no hay divinidad sino Dios y que Muhámmad es el Enviado de Dios, hacer la plegaria, dar el azaque, ayunar el mes de Ramadán y hacer, si se puede, la peregrinación a la Casa Sagrada’.

Dijo él: ‘Has dicho la verdad’, y nos sorprendió que habiéndoselo preguntado, ahora lo corroborase. Luego dijo: ‘Dime qué es el imán (la confianza). El Profeta respondió: ‘Creer en Dios y Sus Ángeles, Sus libros, Sus Enviados y en el Día del Juicio, y creer que ningún bien o mal viene sino de su Providencia’.

‘Has dicho la verdad’, dijo de nuevo, y a continuación preguntó: ‘Dime qué es la excelencia (ihsán)’. El Profeta respondió: ‘Adorar a Dios como si lo vieras, porque aunque tú no lo veas Él, sin embargo, te ve a ti’.

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Entonces el extraño se marchó y yo me quedé durante un rato después de haberse ido; entonces me dijo el Profeta: ‘iÓmar! ¿Sabes tú quién era el que me preguntaba?’ Yo dije: ‘Dios y Su Enviado son más sabios’. Y me dijo él: ‘Era Gabriel.”

Salida de la Peregrinación

Pasó el mes de Shawal, y durante el undécimo mes del año se proclamó por toda Medina que el Profeta en persona dirigiría la Peregrinación. La noticia fue comunicada a las tribus del desierto, y multitudes de todas las direcciones se congregaron en el oasis, felices de acompañar al Profeta en todos los pasos del camino.

La Peregrinación sería diferente de cualquiera de las que habían tenido lugar en cientos de años: los peregrinos serían todos adoradores de Dios Uno y ningún idólatra profanaría la Casa Sagrada con la ejecución de ritos paganos.

Cinco días antes de terminar el mes, el Profeta salió de Medina a la cabeza de más de treinta mil hombres y mujeres. Todas sus esposas estaban presentes, cada una en su litera.

Abu Bakr iba acompañado por su esposa Asma, la cual en una de las primeras paradas dio a luz un niño, al que llamaron Muhámmad. Abu Bakr estaba por enviarla de vuelta a Medina, pero el Profeta le pidió que le dijera que hiciese la gran ablución y que luego se consagrase para la Peregrinación y continuara con ellos.

El Profeta cumple con el ritual de la peregrinación

Al ocaso del décimo día de la partida de Medina, el Profeta alcanzó el paso a través del cual habían entrado en la Meca el día de la victoria. Allí pasó la noche y, a la mañana siguiente, cabalgó hacia la hondonada. Cuando tuvo la Ka’ba a la vista, alzó sus manos en reverencia, dejando caer las riendas de su camello, que entonces tomó en su mano izquierda y, con la mano derecha extendida en súplica, pidió:

“¡Dios mío! Acrecienta esta Casa en el honor, magnificación, munificencia, reverencia y piedad que ha recibido de los hombres”

Penetró en la Mezquita y dio las siete vueltas a la Ka’ba, después de lo cual oró en el maqam de Ibrahim. A continuación, saliendo hacia Safa, recorrió siete veces el espacio entre ésta y Marua, y los que iban con él se esforzaron todo lo posible para grabar en sus mentes las palabras exactas de alabanza y plegaria que en cada estación fue pronunciando.

Mina y ‘Arafa

El octavo día de la luna nueva cabalgó hacia el valle de Mina, seguido por el resto de los peregrinos. Después de pasar la noche allí prosiguió hacia ‘Arafa, un amplio valle a unas trece millas al este de la Meca, justo fuera del recinto sagrado.

‘Arafa se halla en el camino a Táif y está limitado al norte y al este por las montañas de Taif. Separada de éstas y rodeada por todos lados por el valle, se encuentra una colina que también se llama ‘Arafa o el Monte de la Misericordia. Es la parte central de esta estación de peregrinación, que se extiende, sin embargo, por la mayor parte del terreno inferior; y fue sobre esta colina donde el Profeta estableció su posición aquel día.

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Algunos de los mequíes expresaron sorpresa porque hubiera llegado tan lejos, pues mientras que los otros peregrinos proseguían hasta ‘Arafa, el Quraish había estado acostumbrado a permanecer dentro del recinto sagrado.

Pero el Profeta dijo que Ibrahim había establecido el día de ‘Arafa como una parte esencial de la Peregrinación y que el Quraish había abandonado su práctica a este respecto. El Profeta recalcó aquel día la antigüedad de la Peregrinación y las palabras “legado de Ibrahim” estuvieron con frecuencia en sus labios.

“Dios os ha hecho inviolable la vida y la riqueza de vuestro prójimo”

Para inculcar en todas las tribus que el odio de sangre, en adelante, no tenía que existir en la totalidad de la comunidad islámica y que la vida y los bienes de todos los hombres eran sacrosantos, envió un pregonero de voz poderosa por toda la multitud a Rabia y le dijo que proclamase:

“El Enviado de Dios dice: ¿Veis qué mes es éste?” Permanecieron en silencio y él respondió: “El mes sagrado”. Luego preguntó: “¿Veis qué tierra es ésta?” De nuevo se quedaron callados y él respondió: “La tierra santa”. A continuación dijo: “¿Veis qué día es éste?”, y nuevamente fue él quien dio la respuesta: “El día de la Gran Peregrinación”.

Entonces proclamó, según las instrucciones del Profeta: “Ciertamente Dios os ha hecho inviolables la vida y la riqueza de vuestro prójimo hasta que os encontréis con vuestro Señor, como ha hecho inviolable este día vuestro, en vuestra tierra, en este vuestro mes.”

El Sermón del Adiós

Cuando el sol hubo pasado su cénit, el Profeta pronunció un sermón, el cual comenzó, después de alabar a Dios, con las palabras:

“¡Pueblo, escuchadme, porque no sé si me volveré a reunir con vosotros en este lugar después de este año!”.

Entonces los exhortó a tratarse bien y les recordó muchas cosas acerca de lo que estaba ordenado y de lo que estaba prohibido. Por último dijo:

“He dejado entre vosotros algo que, si os aferráis bien a ello, os preservará de todo error, una indicación clara, el Libro de Dios y la palabra de Su Profeta. ¡Pueblo! Escuchad mis palabras y comprended”.

Les comunicó entonces una Revelación que acababa de recibir y que completaba el Corán, ya que era el último pasaje revelado:

“Hoy, quienes no creen han desesperado de prevalecer sobre vuestra religión; por lo tanto, no los temáis a ellos sino a Mí. Hoy os he perfeccionado vuestra religión, he completado Mi gracia sobre vosotros y me satisface haberos elegido el Islam como religión”

Terminó su breve sermón con una seria pregunta:

“¡Gentes! ¿Os he comunicado fielmente mi mensaje?”. Un poderoso murmullo de asentimiento, “¡Por Dios, sí!”, surgió de todas las gargantas y las vibrantes palabras Allahumma na‘am resonaron como un trueno por todo el valle.

El Profeta levantó su dedo índice y dijo: “¡Dios, sé testigo!”

Muzdalifa

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Se hicieron entonces las plegarias rituales; y el resto del Día de ‘Arafa, como es llamado, fue empleado en la meditación y las súplicas. Pero tan pronto como el sol se hubo puesto, el Profeta montó en su camello y cabalgó colina abajo y por el valle en dirección a la Meca, seguido por sus compañeros de peregrinación.

La tradición exigía que en este punto se corriese rápidamente, pero a los primeros signos de exceso gritó: “¡Más despacio! ¡Más despacio! ¡Con el espíritu tranquilo! ¡Y que los fuertes se preocupen de los débiles!”.

Pasaron la noche en Muzdalifa, que se encuentra dentro de los límites del recinto sagrado, y allí recogieron pequeños guijarros con los que lapidar a Satanás, que está representado por tres pilares en ‘Aqaba en el valle de Mina.

El Profeta hizo la plegaria del alba en Muzdálifa y luego condujo a los peregrinos a ‘Aqaba.

‘Aqaba

Era el mismo lugar y el mismo día en que doce años antes había conocido a los seis hombres del Jazray que le habían prestado fidelidad, preparando así el camino para el Primer y el Segundo ‘Aqaba.

Después del lapidamiento los animales fueron sacrificados y el Profeta llamó a un hombre para que le afeitase la cabeza.

Visita a la Ka’ba y regreso a Mina

El Profeta ordenó entonces a los peregrinos que visitasen la Ka’ba y regresasen para pasar esa noche y las dos siguientes en Mina. Él esperó hasta bien avanzada la tarde. Luego sus esposas lo acompañaron a la Meca, todas menos ‘Aisha, que no se encontraba en estado de pureza ritual. Unos días después, en cuanto estuvo ella en condiciones, la envió fuera del recinto sagrado escoltada por su hermano Abd al-Rahman. Allí se volvió a consagrar y, dirigiéndose a la Meca, dio las vueltas a la Ka’ba.

Así se puso fin a la Peregrinación y regresaron a Medina.

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SABER MÁS

HADIZ

De Abu Hubaira Aid Ibn Amrin al Muzani, Allah esté complacido con él y uno de los que dieron el bayá (juramento de pleitesía) al Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, bajo el árbol en el pacto de Hudaibía, que dijo:

“Ciertamente, Abu Sufián, siendo aún de los incrédulos, pasó junto a Salmán, Suhaib, Bilal y otros de entre los pobres. Y dijeron a Abu Sufián: ‘Las espadas de Allah todavía no han tomado de ti el derecho que Le corresponde’ (refiriéndose a Abu Sufián).

Y dijo Abu Bakar, Allah esté complacido con él: ‘¿Decís esto a un anciano y jefe de la tribu de Quraish?’

Después fue al Profeta, Allah le bendiga y le dé paz y le informó de lo sucedido. Y dijo: ‘¡Abu Bakar! Tal vez les has enojado. Y si les has enojado a ellos también has enojado a tu Señor.’

Así que fue solícito a ellos diciendo: ‘¡Oh hermanos! ¿Yo os he enojado?’ Dijeron: ‘No. Y que Allah te perdone, hermano’.”

Muslim (Riad As-Salihin, Cap 33- 2: 265)

Iahia me relató de Málik, de Nafi, que cuando Abdallah Ibn Ómar emprendió la marcha hacia Meca durante los problemas (entre al-Hayyay Ibn Iusuf y Zubair Ibn al-Awwam) dijo:

“Si se me bloquea el acceso a la Casa haremos lo que hicimos cuando estábamos con el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz,” y entró en ihram para hacer ‘Umra, porque esto era lo que había hecho el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, el año de al-Hudaibía.”

(Al Muwatta, Libro 19:100)

De Anás, Allah esté complacido con él, que dijo el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz:

“¡Oh Allah! No hay vida completa sino la de la otra vida.”

Al Bujari y Muslim.

Dijo Ibn Alan:

“Dijo el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, en el más feliz de los estados, cuando vio la gran cantidad de musulmanes creyentes reunidos en ‘Arafa en la peregrinación de despedida: ‘¡Oh Allah! No hay vida como la otra vida. Y esto significa que el que verdaderamente razona no se regocija con aquello que le alegra en esta vida, por lo que tiene de perecedero. Y su interés radica en aquello que le alegra para la otra vida.”

(Riad Al- Salihin. Cap. 55: 4.463)

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De Yarir Ibn Abdallah, Allah esté complacido con él, que dijo:

“Me dijo el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, en la peregrinación de despedida: ‘Manda a la gente que se calle y que preste atención’. Después dijo: ‘Después de mí, no os volváis como los incrédulos que se pelean unos con otros’.”

Al Bujari y Muslim. (Riad Al- Salihin. Cap. 90: 1.701)

Se transmitió de Sáib Ibn Iazid, Allah esté complacido con él, que dijo:

“Me llevaron para hacer la peregrinación con el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, en el ‘Hayy’ de despedida. Y yo tenía la edad de siete años.”

Al Bujari. (Riad Al- Salihin. Cap. 233: 11.1288)

Iahia me relató de Málik, de Hisham Ibn Urua que su padre dijo:

“Yo estaba con Osama Ibn Zaid cuando alguien le preguntó: “¿Cómo viajó el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, cuando fue desde ‘Arafa hasta Muzdalifa, durante el Hayy de la despedida?” y él respondió: “Iba a un paso intermedio, pero cuando encontraba un claro (entre la muchedumbre) aceleraba el paso.”

(Al Muwatta, Libro 20:185)

Iahia me relató de Málik, de Ibn Shihab, de Salim Ibn Abdallah, de Abdallah Ibn Omar, que el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, rezó Magreb e Isha juntas en Muzdalifa.”

(Al Muwatta, Libro 20:205)

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PREGUNTAS

¿Qué es el Ihsán?

— Creer en Dios y en Sus Ángeles, en Sus libros y en Sus Enviados, creer en el Día del Juicio y creer que ningún bien o mal viene sino de Él.

— La excelencia del comportamiento y del carácter. Consiste en adorar a Dios como si lo vieras pues, aunque tú no puedas verle, Él te ve.

— El conjunto de dos piezas de tela simples y sin costuras que se usan como vestimenta durante la Peregrinación Mayor.

¿Quién instituyó y cuándo la peregrinación a Meca?

— La Peregrinación a Meca fue instituida por Ibrahim, la paz sea con él, una vez éste terminó de construir el santuario ayudado por su hijo Isma’il, como forma de adoración del Dios Único.

— Muhámmad, la paz sea con él, instituyó los ritos de la Peregrinación a la Ka’ba poco tiempo antes de su muerte, como una forma de recordar la religión de Ibrahim, la paz sea con él, y su legado.

— La peregrinación a la Ka’ba era una costumbre ancestral de las tribus que habitaban la Península Arábiga. Su origen se pierde en la noche de los tiempos. La forma islámica de la peregrinación data del tiempo de Muhámmad, la paz sea con él.

¿Cuál es la exhortación central expresada por Muhámmad durante el sermón de la despedida?

— Muhámmad, la paz sea con él, insistió en que el odio de sangre no tenía cabida en la comunidad de los musulmanes, así como en la inviolabilidad de sus vidas y de sus propiedades.

— Muhámmad, la paz sea con él, exhortó a los musulmanes a cumplir rigurosamente los preceptos que él les había enseñado, advirtiéndoles del castigo que recibirían si no lo hacían así.

— Muhámmad, la paz sea con él, enfatizó la importancia del Corán como criterio y referencia existencial que hace que los musulmanes se mantengan libres de confusión y error.

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UNIDAD 23

ENFERMEDAD Y MUERTE DEL PROFETA

El Jardín

Visita al cementerio

La Alberca

La enfermedad

Abu Bakr dirige la plegaria

Confidencia a Fátima, hija del Profeta

Repentina mejoría

La Comunión Suprema: ¡Ya el Amigo Sublime!

El Jardín

EL Profeta hablaba continuamente del Paraíso y, cuando lo hacía, era como un hombre que está viendo lo que describe. Esta impresión era, confirmada por otros muchos signos, como por ejemplo cuando en una ocasión extendió su mano como para coger algo y luego la retiró. Él no dijo nada, pero algunos de los que estaban con él advirtieron su acción y le preguntaron acerca de ello.

“Vi el Paraíso”, dijo, “y alargué la mano para tomar un racimo de sus uvas; si lo hubiera cogido habríais comido de él mientras hubiese durado el mundo”

Se habían acostumbrado a pensar en él como en alguien que hasta cierto punto ya está en el Más Allá. Quizás era en parte por este motivo por lo que, cuando les hablaba de su muerte y cuando infería indirectamente, como ahora hacía a menudo, que podría ser inminente, sus palabras les causasen poca impresión.

Además, a pesar de sus sesenta y tres años aún conservaba la talla y la gracia de un hombre mucho más joven. Sus ojos aún eran brillantes y en su negra cabellera apenas había unas pocas canas.

Visita al cementerio

Una noche el Profeta convocó a un liberto suyo, Abu Muwaihiba, a altas horas, y le dijo:

“Se me ha ordenado pedir el perdón para los moradores del cementerio. Vente, pues, comnigo”.

Salieron juntos y cuando llegaron al cementerio de Baqi, el Profeta dijo:

“¡La Paz sea con vosotros, gentes de las tumbas! Alegraos de vuestro estado. ¡Cuánto mejor es que el estado en que viven los hombres ahora! Las disensiones vienen como olas en una noche oscura, la una más fuerte que la anterior, cada una peor que la última”.

Luego se volvió hacia Abu Muwaihiba y dijo:

“Se me han ofrecido las llaves de los tesoros de este mundo y la inmortalidad en él seguida del Paraíso, y se me ha dado la elección entre eso y el encuentro con mi Señor y el Paraíso.”

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“¡Oh tú que me eres más querido que mi padre y mi madre!”, dijo Abu Muwaihiba, “toma las llaves de los tesoros de este mundo y la inmortalidad en él, seguida del Paraíso”.

Pero el Profeta le respondió diciendo:

“Ya he elegido el encuentro con mi Señor y el Paraíso”.

A continuación pidió el perdón para las gentes de Baqi.

La Alberca

“Vuestra cita conmigo es en la alberca, la cual ciertamente estoy viendo desde donde me encuentro ahora”

Fue aquel día al alba, o quizás al día siguiente, cuando su cabeza le dolió como nunca le había dolido antes, pero él sin embargo acudió a la Mezquita, y después de dirigir la plegaria se subió al almimbar e invocó las bendiciones sobre los mártires de Uhud, como si —así se dijo después— lo estuviera haciendo por vez última.

Luego dijo:

“Hay un siervo de entre los siervos de Dios que le ha ofrecido la elección entre este mundo y lo que está con Él, y el siervo ha elegido lo que está con Dios”.

Al decir esto, Abu Bakr rompió a llorar, porque sabía que el Profeta estaba hablando de sí mismo y que la elección significaba una muerte inminente. El Profeta se dio cuenta de que había comprendido y, diciéndole que no llorase, añadió:

“Gentes, el hombre más benéfico para mí por su compañerismo y por su generosidad es Abu Bakr, y si yo tuviera que tomar de entre todos los hombres un amigo inseparable ése sería Abu Bakr, pero el compañerismo y la hermandad de fe son nuestros hasta que Dios nos una en Su Presencia”.

Antes de dejar el almimbar dijo:

“Yo voy delante de vosotros y soy vuestro testigo. Vuestra cita conmigo es en la alberca, la cual ciertamente estoy viendo desde donde me encuentro ahora. No temo que vayáis a asociarle dioses a Dios, sino que temo por vosotros en este mundo, que busquéis rivalizar los unos con los otros en ganancias mundanas”

La enfermedad

Desde la Mezquita se volvió a la estancia de su esposa Maimuna, a quien le correspondía el turno de hospedarlo. El esfuerzo de su alocución había aumentado su fiebre.

Intentó comportarse como hacía cuando se encontraba bien y continuó dirigiendo las plegarias en la Mezquita como solía. Pero su enfermedad fue a más, hasta que llegó a un punto en que sólo podía hacer la plegaria sentado.

Al regresar a la estancia de la esposa que ese día le tocaba, preguntó: “¿Dónde me corresponde mañana?”, y ella mencionó el nombre de la esposa con la que estaría. “¿Y dónde pasado mañana?”, preguntó. De nuevo le respondió ella, pero tocada por su insistencia y adivinando que se encontraba impaciente por estar con ‘Aisha, se lo dijo a las otras esposas, que acudieron junto a él y dijeron: “Enviado de Dios, le hemos dado los días que nos corresponden contigo a nuestra hermana ‘Aisha.”

Él aceptó su obsequio, pero se encontraba ya demasiado débil para caminar sin ayuda, por lo que Abbas y Alí le ayudaron a ir a la estancia de ‘Aisha.

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Abu Bakr dirige la plegaria

Cuando se produjo la siguiente llamada a la plegaria el Profeta sintió que no podía seguir dirigiéndola ni siquiera sentado, y dijo entonces a sus esposas: “Comunicadle a Abu Bakr que dirija a la gente en la plegaria”.

Pero ‘Aisha temió que a su padre le dolería mucho ocupar el lugar del Profeta. “Enviado de Dios”, le dijo, “Abu Bakr es un hombre muy sensible, de voz débil y muy dado a las lágrimas cuando recita el Corán”. “Decidle que dirija la plegaria”, dijo el Profeta, como si ella no hubiera hablado.

Repitió la última frase tres veces y, durante el resto de su enfermedad, Abu Bakr dirigió la plegaria.

Confidencia a Fátima, hija del Profeta

El Profeta permanecía mucho tiempo tumbado, con la cabeza descansando sobre el pecho o el regazo de ‘Aisha; pero cuando Fátima llegaba, ‘Aisha se retiraba durante un rato para permitir que padre e hija estuvieran solos y, en una de esas visitas, ‘Aisha le vio susurrar algo a su hija, por lo que entonces ella comenzó a llorar; le confió además otro secreto y las lágrimas se tornaron en risa.

Cuando se marchaba, ‘Aisha le preguntó qué le había dicho y ella respondió que se trataba de secretos que no podía revelar. Pero más tarde le diría: “El Profeta me dijo que moriría de la enfermedad de la que murió y por ello lloré tanto. Luego me dijo que yo sería la primera persona de su casa en seguirle y por ello reí”.

Repentina mejoría

El Profeta sufrió mucho dolor en su enfermedad. Sin embargo, la mañana del lunes doce del mes Rabi al-Awwal del año undécimo de la era islámica, es decir, el ocho de junio del año 632 de la era cristiana cedió la fiebre del Profeta y, aunque estaba demasiado débil, la llamada a la plegaria le decidió a ir a la Mezquita.

La plegaria ya había comenzado cuando él entró y la gente estuvo a punto de interrumpirla por la alegría que experimentaron al verlo, pero él les hizo una señal de que continuaran. Por un momento permaneció observándolos y su rostro brilló con íntima satisfacción al advertir su piadosa conducta.

Luego, radiante, avanzó, ayudado por dos de sus compañeros. “Nunca vi el rostro del Profeta más hermoso que en aquella hora”, dijo Anas. Abu Bakr había sido consciente del revuelo en las filas detrás de él. Sabía que sólo podía obedecer a una causa y que el hombre que ahora oía acercarse tenía que ser el Profeta. Así pues, sin volver la cabeza, retrocedió, pero el Profeta colocó su mano en el hombro de Abu Bakr y le empujó hacia delante para que continuase al frente de la congregación, diciendo: “Dirige tú la plegaria”, mientras él mismo se sentaba a la derecha de Abu Bakr y la hacía sentado.

La Comunión Suprema: ¡Ya el Amigo Sublime!

Tras la plegaria, el Profeta regresó a su lecho y yacía con la cabeza sobre el pecho de ‘Aisha como si hubiese agotado todas sus fuerzas. Sin embargo, cuando su hermano Abd al-Rahman entró en la habitación con un palillo para los dientes en la mano, ‘Aisha se dio cuenta de que el Profeta lo quería por la forma de mirarlo. Se lo cogió, pues, a su hermano y lo masticó un poco para suavizarlo, entonces se lo dio al Profeta, que se limpió los dientes.

Poco después perdió el conocimiento y ‘Aisha pensó que se trataba del principio de la muerte, pero al cabo de una hora abrió los ojos. Recordó ella entonces que, él le

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había dicho: “Ningún Profeta es tomado por la muerte antes de que se le haya mostrado su lugar en el Paraíso y luego se le haya ofrecido la elección entre vivir o morir”.

Comprendió ‘Aisha que eso se había cumplido y que había regresado de una visión del Más Allá. “¡Ahora no nos elegirá a nosotros!” se dijo a sí misma. Entonces le oyó murmurar:

“Ya, el Amigo Sublime ‘¡Con aquéllos sobre quienes Dios ha hecho descender su gracia: los Profetas, los santos, los mártires y los justos! Ellos son los más excelentes compañeros’.”

De nuevo le oyó susurrar: “Ya el Amigo Sublime!” y éstas fueron las últimas palabras del Profeta al expirar en el regazo de ‘Aisha.

La sucesión y el entierro

Muchos de los Compañeros más antiguos se encontraban en el ejército, incluido Ómar, y cuando fueron recibidos a su llegada a la ciudad con la noticia de que el fallecimiento se había producido, Ómar se negó a creerlo. Había malinterpretado una aleya del Corán que él había pensado que quería decir que el Profeta sobreviviría a todos y a otras generaciones por venir, y se situó entonces en la Mezquita y se dirigió a la gente, asegurándoles que el Profeta estaba simplemente ausente en el Espíritu y que volvería.

Mientras así hablaba, Abu Bakr regresó a caballo de Sunh, porque la noticia se había difundido rápidamente por todo el oasis. Sin detenerse para hablar con nadie, fue directamente a la casa de su hija y retiró del rostro del Profeta el manto con que lo habían recubierto: lo miró fijamente y luego lo besó. “Más querido para mí que mi padre y mi madre”, dijo, “has probado la muerte que Dios decretó para ti. Después de ésta, ninguna otra muerte te acontecerá”.

Reverentemente volvió a extender el manto sobre su rostro y salió a la multitud de hombres a quienes Ómar estaba aún dirigiéndose: “¡Calma, Ómar!”, le dijo, mientras se aproximaba. “¡Oídme hablar!”. Ómar no prestó atención y siguió hablando, pero al reconocer la voz de Abu Bakr la gente abandonó a Ómar y se volvió a escuchar lo que el hombre de más edad tenía que contarles.

Después de alabar a Dios, dijo: “¡Gentes! Quien acostumbrara adorar a Muhámmad ha de saber que ciertamente Muhámmad ha muerto; y quien acostumbrara adorar a Dios, tenga presente ahora que, verdaderamente, Dios es Viviente y no muere”.

Luego recitó los siguientes versículos, que habían sido revelados después de la batalla de Uhud:

“Muhámmad no es más que un enviado y otros enviados han pasado antes que él. Si muriera o lo mataran, ¿os volveríais sobre vuestros pasos? Quien se vuelve sobre sus pasos no daña a Dios, y Dios recompensa a los agradecidos”

(Corán: 3, 144).

Fue como si la gente no hubiera sabido de la revelación de esta aleya hasta que Abu Bakr la recitó aquel día. La escucharon de él y estuvo en los labios de todos. Ómar diría posteriormente: “Cuando oí a Abu Bakr recitar aquella aleya, me quedé tan asombrado que caí al suelo. Mis piernas ya no me sostenían, y me di cuenta de que el Enviado de Dios había muerto”.

Elección de Abu Bakr como sucesor (jalifa) del Profeta

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Ómar se dirigió a la asamblea, diciendo: “¡Ansar! ¿No sabéis que el Enviado de Dios ordenó a Abu Bakr dirigir la plegaria?” “Lo sabemos”, respondieron. Y Ómar siguió: “Entonces, ¿quién de vosotros con gusto querrá precederle?” “No permita Dios que tomemos precedencia sobre él”, contestaron, ante lo cual Ómar tomó la mano de Abu Bakr y le prestó fidelidad, seguido de Abu ‘Ubaida y otros Emigrados que para aquel entonces se les habían unido. A continuación todos los Ansar que se encontraban presentes igualmente juraron fidelidad a Abu Bakr, con la excepción de Sa’d, que nunca lo reconoció como jalifa (sucesor) y que terminó emigrando a Siria.

A pesar de lo que se hubiera decidido en la asamblea, habría sido inaceptable para cualquier otro dirigir las plegarias en la Mezquita de Medina en lugar de Abu Bakr, mientras éste estuviera allí; y al alba del día siguiente, antes de dirigir la plegaria, él se sentó en el almimbar y Ómar se levantó y se dirigió a los consagrados, pidiéndoles que prestaran fidelidad a Abu Bakr, al que describió como “el mejor de vosotros, el Compañero del Enviado de Dios, el segundo de ellos dos cuando ambos estuvieron en la caverna”

Una reciente Revelación había recordado el privilegio de Abu Bakr de haber sido el único Compañero que había acompañado al Profeta en aquel momento crucial y a una sola voz toda la asamblea le juró fidelidad, todos salvo Alí, que lo hizo más tarde.

“Si obro mal, corregidme”

A continuación Abu Bakr alabó a Dios y le dio gracias y se dirigió a ellos diciendo:

“Se me ha dado la autoridad sobre vosotros y no soy el mejor de vosotros. Si obro bien, ayudadme, y si lo hago mal, corregidme. El ser sincero respecto a la verdad es lealtad y la indiferencia a la verdad es traición. El débil de entre vosotros será duro conmigo hasta que haya asegurado sus derechos, si Dios quiere, y el fuerte de entre vosotros conmigo será débil hasta que le haya arrancado los derechos de otros, si Dios quiere. Obedecedme mientras obedezca a Dios y Su Enviado. Pero si desobedezco a Dios y Su Enviado, no me debéis obediencia. Levantaos para vuestra plegaria. ¡Dios tenga misericordia de vosotros!”

El entierro

Después de la plegaria, la casa y la familia del Profeta decidieron que tenían que prepararlo para el entierro. Incluso después de un día, el cuerpo del Profeta parecía estar inmerso simplemente en el sueño, salvo que no tenía ni respiración ni pulso, ni calor ni flexibilidad.

Los Compañeros discrepaban sobre dónde debía ser enterrado. A muchos les parecía que su tumba tenía que estar cerca de las de sus tres hijas, la de Ibrahim y la de los Compañeros que él mismo había enterrado y sobre quienes había hecho la plegaria funeraria, en el Baqi al-Garqad, mientras que otros pensaban que tenía que ser enterrado en la Mezquita; pero Abu Bakr recordó haberle oído decir: “Ningún Profeta muere sin que se le entierre donde murió”; así pues, se cavó la tumba en el suelo de la estancia de ‘Aisha cerca del lecho donde yacía.

Entonces todo el pueblo de Medina lo visitó y rezó sobre él. Llegaron por tandas y cada grupo pequeño hizo la plegaria funeraria; primero los hombres, grupo tras grupo, y luego, cuando todos los hombres lo hubieron visitado, acudieron las mujeres, y después de ellas los niños. Aquella noche fue depositado en su tumba por Alí y los otros que le habían preparado para el entierro.

Grande fue el pesar en la Ciudad de la Luz, como ahora se llamaba a Medina. Los Compañeros se censuraban entre sí por llorar, pero todos lloraban. “No es por él

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por lo que lloro —dijo Umm Aiman cuando le preguntaron por sus lágrimas —¿Acaso no sé que se ha ido a aquello que es mejor para él que este mundo? Sino que lloro porque se nos han cortado las nuevas procedentes del Cielo”

Era, ciertamente, como si una gran puerta se hubiese cerrado. Sin embargo, recordaban que había dicho: “¿Qué tengo yo que ver con este mundo? Este mundo y yo somos como un caminante y un árbol bajo el cual se cobija. Luego prosigue su camino y lo deja tras de sí.”

Él había dicho esto para que todos y cada uno de ellos pudieran decirlo de sí mismos, y si la puerta ahora se había cerrado, estaría abierta, sin embargo, para el creyente en la hora de la muerte. Todavía resonaban en sus oídos las palabras: “Yo voy delante de vosotros y soy vuestro testigo. Vuestra cita conmigo es en la Alberca”.

Habiendo comunicado su mensaje en este mundo, se había ido para realizarlo en el Más Allá, donde él seguiría siendo, para ellos y para otros, pero sin las limitaciones de la vida sobre la tierra, la Llave de la Misericordia, la llave del Paraíso, el Espíritu de la Verdad, la Felicidad de Dios.

“Ciertamente Dios y sus Ángeles bendicen al Profeta. ¡Oh vosotros que creéis, invocad bendiciones sobre él y dadle saludos de Paz!

(Corán: 33, 56)

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SABER MÁS

HADIZ

De ‘Aisha, Allah esté complacido de ella, que dijo:

“Estábamos las esposas del Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, con él y se presentó Fátima, Allah esté complacido de ella, andando de la misma forma que el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz. Y, cuando la vio, le dio un buen recibimiento, diciéndole: ‘¡Bienvenida, hija mía!’

Después la hizo sentar a su derecha o a su izquierda. Y a continuación le contó un secreto que le hizo llorar amargamente. Cuando vio su angustia y su tristeza le contó un segundo secreto y ella se rió.

Entonces le dije: ‘¿Te escoge el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, de entre todas sus mujeres para contarte un secreto y después te echas a llorar?’

Cuando se levantó el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz y se marchó, le pregunté: ‘¿Qué te ha dicho el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz?’

Dijo: ‘No estoy dispuesta a divulgar el secreto del Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz.’

Cuando murió el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, dije: ‘Dime, en cuanto al derecho que tengo a saber, lo que te ha dicho el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz.’

Y dijo: ‘Ahora ya sí. En cuanto a la primera vez que me habló en secreto, me informó de que el ángel Gabriel le repasaba el Corán una o dos veces al año. Y ahora ya han sido dos veces. Y añadió: ‘Y ciertamente veo que mi plazo por dicho motivo, está cerca. Así pues, teme a Allah y ten paciencia y resignación ante mi muerte pues, yo soy como la gracia que se te ha adelantado en la otra vida’. Y por eso lloré desconsoladamente el llanto que tú viste. Y cuando vio mi profunda tristeza me relató en secreto por segunda vez, diciéndome: ‘¡Fátima! ¿Acaso no vas a tener la satisfacción de ser la señora de las mujeres de los creyentes o la señora de las mujeres de este pueblo?’ Y entonces reí ampliamente la risa que tu viste’.”

Lo relataron Al Bujari y Muslim (Riad As-Salihin, Cap. 85: 3.690)

De Iazíd Ibn Hayyan, que dijo:

“Partimos Husáin Ibn Sabra, Amrin Ibn Muslim y yo hacia la casa de Zaid Ibn Arqam, Allah esté complacido de ellos. Y cuando estuvimos todos sentados le dijo Husein: ‘¡Zaid, verdaderamente tú has encontrado mucho bien! Has visto al Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz. Has oído sus dichos. Has luchado junto a él y has rezado tras él. Pues como verás Zaid, realmente, tu has encontrado mucho bien!’

¡Háblanos, entonces, de lo que has oído del Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz!

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Dijo: ‘¡Sobrino! ¡Por Allah! que he envejecido mucho, mi época ha pasado y he olvidado parte de lo que había memorizado del Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz. Así pues, aquello de lo que os hable, aceptadlo. Y de lo que no os hable, no me lo exijáis.’

Después dijo: ‘Un día se puso en pie entre nosotros para hablarnos el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, en un lugar situado entre Meca y Medina en el que había un bosquecillo y en él una fuente con el nombre de Jummán.

Comenzó dando alabanzas y ensalzando a Allah. Y exhortó a la gente a que obedecieran a Allah, que Le tuvieran siempre presente y Le recordasen. Después dijo: ‘¡Oh hombres! Yo soy humano y se acerca la venida de un enviado de mi Señor (el ángel de la muerte) que me llevará ante Él y moriré.

Os dejo dos cosas de gran peso: la primera el Libro de Allah que contiene la guía y la luz. Ponedlo en práctica y aferraos a él.’

Estimuló el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, a desear el Libro de Allah y a prac-ticarlo.

Después dijo: ‘Y la segunda, tened respeto por la familia de mi casa. Os recuerdo, por Allah, a la familia de mi casa, os recuerdo, por Allah, a la familia de mi casa.’

Y le dijo Husáin: ‘¿Y quién es la familia de la casa del Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz? ¡Oh Zaid! ¿Es que no son sus esposas la familia de su casa?’

Dijo: ‘Sus esposas son de la familia de su casa. Sin embargo, la familia de su casa son más que eso. Pues, también son a todos los que se prohibió vivir del azaque”.’

Dijo: ‘¿Y quienes son?’

Dijo: ‘Son Banu Alí, Banu Aqil, Banu Ya’far y Banu Abbás.’

Preguntó: ‘¿A todos ellos se les ha prohibido vivir del azaque?’

Dijo: ‘¡Sí’!”

Lo relató Muslim (Riad As-Salihin. Cap. 43: 1.350)

Se transmitió de Abu Huraira, Allah esté complacido con él, que dijo el Profeta, Allah le bendiga y le dé paz: que el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, solía decir entre sus oraciones:

“¡Oh Allah, haz que mi ‘Din’ sea firme y correcto, aquel al que me aferro en mis asuntos; haz que este mundo sea lícito para mí, aquel que constituye el lugar donde vivo y el tiempo de mi vida; y haz que el final de mi vida sea sano, ya que será el lugar y el tiempo de mi retorno; haz que mi vida se incremente en toda clase de bienes; y haz que mi muerte sea un descanso para mí de toda clase de males!”

Lo relató Muslim. (Riad As-Salihin, Cap. 250: 8.1479)

Iahia me relató de Málik, de Hisham Ibn Urua, de su padre, de ‘Aisha, la esposa del Profeta, que Allah le bendiga y le conceda paz, dijo que el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, dijo:

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“Decidle a Abu Bakr que dirija a la gente en la oración.”

‘Aisha dijo:“Mensajero de Allah, cuando Abu Bakr se pone en tu sitio su voz no llega a los oídos de la gente, a causa de su llanto, por tanto dile a Ómar que dirija a la gente en la oración.”

Él, que Allah le bendiga y le conceda paz, dijo: “Decidle a Abu Bakr que dirija a la gente en la oración.” ‘Aisha continuó: “Yo le dije a Hafsa que le dijera que cuando Abu Bakr se ponía en su lugar su voz no llegaba a los oídos de la gente a causa de su llanto, y que debía decirle a Ómar que dirigiera a la gente en la oración. Hafsa lo hizo y el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, dijo: “Vosotras sois las compañeras de Yusuf (refiriéndose a las mujeres que se cortaron las manos cuando vieron la belleza de Yusuf), ¡Decidle a Abu Bakr que dirija a la gente en la oración!”

(Al Muwata, Libro 9:86)

Iahia me relató de Málik que él había oído que el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz:

“… murió en lunes y fue enterrado en martes, y la gente rezó ante él individualmente, sin que nadie les dirigiera. Algunos dijeron que se le enterrara cerca del almimbar, y otros dijeron que se le enterrara en al-Baqi. Abu Bakr al-Siddiq vino y dijo: “Yo oí al Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le conceda paz, decir: 'Ningún profeta ha sido enterrado nunca sino en el lugar en el que murió'. De modo que se le cavó allí una tumba. Cuando se disponían a lavarle quisieron quitarle la camisa, pero oyeron una voz que decía: 'No le quitéis la camisa', de modo que no le quitaron su camisa, y se le lavó con ella puesta, que Allah le bendiga y le conceda la Paz.”

(Al Muwata, Libro16:27)

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PREGUNTAS

¿Qué mensaje esencial transmitió Abu Bakr al anunciar la muerte de Muhámmad?

— Abu Bakr dijo a los musulmanes que el profeta, la paz sea con él, le había designado como sucesor y jalifa suyo poco antes de morir.

— Abu Bakr confirmó que el profeta Muhámmad había muerto y que, después de su muerte ninguna otra muerte le acontecería.

— Abu Bakr dijo que el profeta había muerto como todo ser humano y que Dios no muere jamás, y que, por tanto, la adoración es sólo para Dios, el Viviente.

¿Qué valores espirituales enfatizó Abu Bakr tras ser reconocido como jalifa?

— Paciencia en la adversidad, hermandad entre los musulmanes, obediencia absoluta al jalifa.

— Autocrítica, sinceridad, lealtad, sumisión a la autoridad divina.

— Generosidad y valor en la lucha en el camino de Dios, tolerancia, perseverancia y compasión con los más débiles.

¿Cómo asumió la muerte de Muhámmad la primera comunidad musulmana?

— Con tristeza, desconcierto y una clara sensación de orfandad. Los musulmanes se dieron cuenta de que, a partir de ese momento, les sería casi imposible seguir el mensaje. Decidieron que Abu Bakr sería su sucesor, ya que había sido el único de los compañeros que estuvo con él durante la Hichra.

— Con un sentimiento encontrado entre la tristeza de perder al mejor de entre ellos y la esperanza que en sus corazones había sembrado la revelación. Aceptaron unánimemente la designación de Abu Bakr como sucesor siguiendo la voluntad de Muhámmad.

— Decidieron, como un tributo al profeta, la paz sea con él, no exteriorizar sentimientos de pérdida o desdicha. Aceptaron su muerte con resignación y apenas hubo muestras de tristeza. Decidieron nombrar a Abu Bakr como sucesor, porque era el de más edad de todos los Compañeros.

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Glosario Módulo III

Abbás. Uno de los tíos paternos de Muhámmad.

Abu Bakr: Uno de los primeros compañeros de Muhámmad. Tras la muerte de éste se convertirá en el primer jalifa rectamente guiado del Islam. Padre de Aisha y, por tanto, suegro del profeta.

Abu Lahab: Tío del profeta Muhámmad que se opuso violentamente al Islam.

Abu-l-Qasim. Lit. “padre de Qasim”. Uno de los nombres de Muhámmad.

Abu Tálib: Tío del profeta Muhámmad que se ocupó de él a la muerte de Abd al-Muttálib.

Adab: Es la cortesía en el comportamiento con Dios y todas sus criaturas.

Adán: Llamada a la plegaria ritual, a la azalá.

Ahl as-Suffa: lit. “la gente del banco”, grupo de musulmanes que en Medina se alojaba en el patio de la casa del profeta. Dependían de la caridad del profeta y de la gente y vivían en la pobreza, dedicados intensamente a la adoración divina.

Ahmad: Otro nombre de Muhámmad. Significa “El alabado”

Aisha: La esposa más joven del Profeta Muhámmad, hija de Abu Bakr.

Allah: En árabe “Dios”. Nombre con el que los creyentes de lengua árabe, ya sean cristianos o musulmanes llaman a Dios.

Al Amin. Uno de los nombres con que era conocido en Meca el profeta Muhámmad. Significa “El digno de confianza”.

Ahl al Bait: La familia del profeta Muhámmad que vivía en su casa.

Al Báqara: Lit. “la Vaca” Nombre de la azora segunda del Corán. Es la más extensa de todas.

Al Bait al ‘Atiq: Lit. “La Casa Antigua” nombre que se le daba al santuario de Meca, en referencia a la antigüedad del mismo.

Al Bait al Haram: Lit. “la Casa Sagrada” uno de los nombres de la Ka’ba.

Al Bait al Muharram Lit. “la Casa Consagrada” uno de los nombres de la Ka’ba.

Aleya: Tambien “aya”. Signo, símbolo. Versículo del Corán.

Al Fátiha: Lit. "La que abre", nombre de la primera azora del Corán, azora que se repite siempre en la azalá.

Al Hamdulillah: Es una invocación que significa: “La alabanza es para Dios”

Alí ibn Abu Tálib: Primo y yerno de Muhámmad, hijo de su tío Abu Tálib, casado con Fátima. Cuarto califa de la Umma.

Al Isrá: Viaje Nocturno. Viaje en que el profeta Muhámmad es transportado hasta la Mezquita más Alejada (al Masyid al Aqsa).

Alif-Lam-Mim: Nombres de letras que forman la primera aleya o versículo de la azora de La Vaca.

Allahu Akbar: Exclamación que se traduce como “Dios es el Más Grande”.

Al-lat: Nombre de una diosa en la Arabia pagana. Significa “La Diosa”

Al Masyid al Haram: La Mezquita Sagrada de Meca cuyo centro es la Ka’ba. La Palabra Mezquita significa “lugar donde postrarse para la adoración”.

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Almimbar: Lugar elevado desde el que el jatib (orador) pronuncia la jutba (homilía) de la plegaria del viernes.

Al Mi‘ray: Ascensión del profeta Muhámmad a la presencia divina.

Al-Siddiq: Apodo de Abu Bakr. Significa “El muy verídico”.

Al ‘Uzza: Nombre de una diosa en la Arabia pagana. Significa “La Poderosa”

Amina: Madre del profeta Muhámmad.

Amn: Protección, amparo que se otorga a un ser humano o una comunidad.

Ansar: Los auxiliares, los auxiliares, ciudadanos de Medina que abrazaron Islam antes de la conquista de Meca y se hermanaron con los muháyirun o emigrados de Meca.

Aqaba: Paso de montaña al norte de Meca en la ruta de caravanas a Medina, donde el Mensajero de Dios se reunió con los primeros musulmanes de Medina, en dos años sucesivos.

Arafa: Llanura a 15 millas al Este de Meca, en la que se eleva el Yabal ar-Rahma, el Monte de la Misericordia, donde se dice que Adán se reunió con Eva, tras varios años errantes después de su expulsión del Jardín del Edén. Hace parte de los sitios de la Peregrinación.

Aus: Una de las tribus árabes de Medina.

Azalá: También, salá o en compuestos salat. La azalá (plegaria, oración canónica) es el segundo de los cinco pilares del Islam, después de la profesión de fe (shahada). El creyente debe realizar cinco oraciones diarias en unos momentos determinados del día, de ahí toman su nombre; son, la oración del alba (salat al-fayr), oración del mediodía (salat ad-dohr), la de la tarde (salat al-'asr), la del ocaso (salat al-maghreb) y la oración de la noche (salat al-'isha).

Azaque: También, zaká. Significa “purificación”. El azaque es la limosna legal obligatoria para todo musulmán, uno de los pilares del Islam. .

Azora: También Sura. Capítulo del texto del Corán.

Badr: Lugar aproximadamente a 95 millas al sur de Medina, cerca de la costa, donde los musulmanes derrotaron a un número superior de contrincantes.

Bahira: Monje cristiano que reconoció en Muhámmad los signos de la profecía.

Bait: en árabe, “casa, morada”. Bait Allah: Morada de Dios

Báraka: Gracia divina. Bendición.

Becca: Nombre antiguo de Meca.

Bilal: Primer almuédano del Islam, liberto de origen etíope

Bismillahi r-rahmani r-rahim: Lit. “En el Nombre de Dios, el muy clemente y misericordioso.” Fórmula con la que el musulmán inicia cualquier acción.

Buraq: Criatura del Paraíso, de aspecto equino, que transportó al profeta Muhámmad en su Viaje Nocturno. Su nombre está relacionado con el relámpago (en árabe barq)

Fatá. Caballero, ser humano que encarna la perfección de las virtudes espirituales.

Fátima. Una de las hijas de Muhámmad, casada con Alí ibn Tálib y madre de Hasan y Husáin.

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Fatra: Periodo de silencio del Ángel tras la primera revelación hecha al profeta Muhámmad

Futuwa: Caballería espiritual. Conjunto de virtudes, actitudes y prácticas del fatá.

Hayy: La Peregrinación Mayor a la Ka’ba de Meca. Instituido por el profeta Ibrahim y conformado definitivamente por Muhámmad.

Halima: Nodriza del profeta Muhámmad.

Hanif: Creyente en el Dios Único. Unitario. La persona que adora al Dios Único sin asociarle nada.

Hashim. Bisabuelo de Muhámmad, padre de Abd Al Muttálib.

Haram: sagrado, vedado, prohibido. Lo contrario de profano.

Harún: Aarón, hermano del profeta Musa.

Hasan: Nieto de Muhámmad, hijo de Fátima. Hermano de Husáin. Su nombre significa “el hermoso”.

Husáin: Nieto de Muhámmad, hijo de Fátima. Hermano de Hasan. Su nombre significa “el hermosito”.

Hayar: Agar, esposa del profeta Ibrahim y madre de Isma’il. Emigró al Hiyaz y se asentó en el lugar donde más tarde se edificaría la Ka’ba.

Hayar Asuad: Lit. “Piedra Negra”. Piedra que está colocada en uno de las esquinas de la Ka’ba.

Háyib: Sacerdote o guardáin de los ídolos del santuario.

Hégira: Del árabe Hiyra. Separación, ruptura. Emigración de los musulmanes de Meca.

Hiyr: Recinto semicircular situado a un lado de la Ka’ba. La tradición sitúa allí las tumbas de Hayar e Isma’il.

Hiyra: Hégira " ruptura, alejamiento". Se dice del año en que Muhámmad abandonó la Meca para huir a Iatrib (después, Medina) en septiembre de 622 de la era cristiana. Marca el comienzo de la era musulmana o era de la hégira.

Hilf al Fudul: Pacto de Caballeros en el que participó el joven Muhámmad con el compromiso de velar por la justicia social en Meca.

Hira: Nombre de la cueva situada en la cima de la Montaña de la Luz (Yabal Nur), cercana a Meca, donde Muhámmad se retiraba a orar y ayunar, siguiendo la costumbre de los hunafá. Fue allí donde recibió su primera revelación, en el mes del Ramadán.

Hiyaz: Región a lo largo de la costa occidental de Arabia, en la cual están situadas Meca, Medina, Yedda y Taif.

Hubal. Uno de los ídolos principales que los paganos adoraban en la Ka’ba antes de la llegada de la revelación.

Hudaibía: Lugar cercano a Meca donde los musulmanes juraron fidelidad al profeta Muhámmad.

Hunafá: Pl. de hanif. Adoradores del Dios Único. Como el profeta Ibrahim, no eran ni cristianos ni judíos. Los musulmanes se llamaron a si mismos con este nombre.

Ibrahim: Nombre árabe de Abraham, padre de los profetas Isma’il e Isaac.

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Ihram: La condición de la persona que está estado sagrado durante la Peregrinación vestido con unas determinadas prendas blancas y sujeto a ciertas restricciones. Por extensión, se llama así también a las dos prendas de tela inconsútiles que forman el atuendo del peregrino.

Ihsán: El estado del que es “hasan”, excelente, bueno, bello. Es la excelencia en el buen comportamiento, es “Adorar a Dios como si lo vieras, pues aunque no lo veamos, Él nos ve.”

Imán: Confianza en Dios, fe.

Ishraq: Aurora, amanecer. Iluminación de la conciencia.

.

Islam: Literalmente, “armonía, entrega, sumisión Dios”.

Isma’il: Profeta, hijo de Ibrahim y de Hayar. Ayudó a su padre a construir la Ka’ba. Antepasado del profeta Muhámmad.

Isrá: El viaje nocturno del Profeta.

Jadiya: Primera esposa de Muhámmad y madre de casi todos sus hijos.

Jáibar: Oasis cercano a Medina, escenario de una batalla.

Jalifa: Lit. sucesor, regente, usufructuario del poder. Califa. El hombre es el jalifa de Dios en la Tierra, nombrado por Él para que regente la creación y le adore libremente.

Jalil: Lit. “amigo íntimo”. Nombre con el que se le conoce al profeta Ibrahim.

Jalua: Retiro y meditación en aislamiento. Era práctica de los hunafá y Muhámmad la ejercitaba durante el Ramadán.

Jazray: Una de la tribus árabes de Medina

Káhina: Adivina. Mujer dotada del don de la videncia.

Labbaik: Lit. "A tu servicio". Parte de la invocación (talbiya), que hacen los peregrinos a su Señor durante la Peregrinación al santuario de Meca.

Lailatu-l-Qadr: Noche del Destino. Es la noche en la que el Profeta recibió la revelación del Corán, una de las últimas de Ramadán.

Malak: Pl. Malaika. Ángel. Criatura luminosa.

Maqam: Lugar, estancia. El Maqam de Ibrahim es una piedra donde el profeta Ibrahim se apoyó para construir el muro de la Ka’ba y en la que se conservan las huellas de sus pies. En el sentido espiritual, maqam designa la morada o etapa en la vía espiritual, más estable y permanente que el momento (hal).

Marua: Una de las dos colinas cercanas a la Ka’ba que forman parte de los ritos de la ‘Umra y del Hayy. El peregrino ha de recorrer la distancia entre Safá (la otra colina) y Marua siete veces, rememorando el mismo recorrido que hicieran Hayar e Isma’il cuando estaban a punto de perecer de sed.

Mataf: Lugar donde se practica el tawaf, circunvalación ritual alrededor de la Ka’ba.

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Mihrab: En la mezquita, nicho que indica la dirección de la alquibla de Meca, frente al que se coloca el imam para dirigir la oración.

Milla: Doctrina religiosa, conjunto de creencias y ritos que conforman una religión.

Mina: Valle cercano a Meca que forma parte del itinerario de la Peregrinación al santuario de la Ka’ba.

Mi‘ray: Ascensión del profeta Muhámmad a los cielos.

Mubarak: Lit. “que tiene bendición, bendito”. Dícese de toda cosa, lugar o tiempo que aporta bendición.

Muháyirun: Lit. Emigrados. Se conoce con este nombre a los mequíes que se reconocieron musulmanes antes de la conquista de Meca y emigraron a Medina.

Munáfiqun: Hipócritas. Aquellos que dicen ser musulmanes sin serlo realmente.

Musa: Nombre árabe de Moisés.

Musalla: Lugar de oración al aire libre, donde se celebran las fiestas más importantes del calendario musulmán. Suele ser amplio y abierto para que tengan cabida todos los habitantes de una medina.

Mus-haf: Conjunto de hojas, planchas o tablas (suhuf) que forman un libro. Se dice del libro del profeta Ibrahim, del profeta Musa y del Corán. .

Múslim: Musulmán, persona entregada a la voluntad de Dios. Toda criatura respecto a su Señor es múslim. El ser humano, sin embargo, tiene la libertad de encubrir esta realidad convirtiéndose así en káfir (el que encubre u oculta).

Muttaqin: Lit. “los que tienen taqua”. La taqua es la conciencia de la majestad y belleza de Dios.

Muzdálifa: Lugar entre Arafa y Mina, donde los peregrinos que vuelven de Arafa pasan una noche entre los días noveno y décimo de Du-l Hiyya, después de realizar allí las oraciones del ocaso (magreb) y de la noche (isha).

Namus: Derivado del griego Nomos. Ley Divina. Ángel de la Revelación.

Nur: En árabe, Luz. Es uno de los más bellos nombres de Dios.

Nasara: Nombre que designa a los cristianos, plural de nasraní.

Negus: Título dado al emperador cristiano de Abisinia.

Ómar Ibn al Jattab: Uno de los primeros compañeros de Muhámmad que se distinguió por su celo espiritual y por su ardor combativo frente a los enemigos del Islam. Más tarde se convertiría en el segundo jalifa.

Otmán: También escrito Uthmán. Compañero del profeta Muhámmad, que se convertiría en el tercer califa del Islam.

Quibla: Alquibla. Dirección hacia la cual se orienta la azalá. La alquibla se orienta hacia la Ka’ba, en Meca. Al principio del Islam estaba orientada hacia Jerusalén.

Quba: Lugar en los alrededores de Medina. Allí se construyó la primera mezquita del Islam.

Quraish: Una de las grandes tribus de Arabia. Estaba encargada de mantener el santuario de Meca y la fuente de Zamzam. El Mensajero de Dios pertenecía a ella.

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Qur’an: Corán. Literalmente, "recitación"; Es la revelación entregada por Dios a su siervo Muhámmad a lo largo de 23 años y constituye la referencia esencial de los musulmanes y la principal fuente de sabiduría y conocimiento existencial. Se reveló en lengua árabe entre los años 610 y 632 de la era cristiana.

Rahim: Que tiene rahma. Misericordioso. Uno de los más bellos nombres de Dios.

Rahma: Amor entrañable, visceral. El amor que sienten entre si los miembros de una misma familia. Compasión. Misericordia.

Rahmán: Que desborda rahma, amor entrañable. Uno de los más bellos nombres de Dios.

Ramadán: Mes del calendario islámico en el tuvo lugar la revelación del Corán. Los musulmanes ayunan durante todo este mes desde el alba al ocaso.

Rasul Allah: Enviado, nuncio de Dios. Todo profeta que, como Muhámmad, trae a la humanidad una risala, un “anuncio” de parte de Dios.

Safá: Junto con Marua, una de las dos colinas del santuario de Meca que hacen parte de los lugares de la peregrinación.

Salá: Azalá. Plegaria ritual islámica. Se celebra cinco veces al día.

Salam: Paz, armonía. De la misma raíz que Islam y musulmán.

Salmán: Nombre de uno de los compañeros del profeta Muhámmad, de origen persa. Uno de los miembros de la Gente del Banco.

Shahada: Lit. “testimonio”. Testimonio de la unicidad de Dios y de la misión del profeta Muhámmad.

Shirk: Acto de asociar a Dios otra cosa. Lo contrario de Tauhid. Para el musulmán, sólo Dios es y nada con Él.

Suhuf: lit.“ hojas, planchas”. Plural de sahifa. Especialmente las que contenían la enseñanza del profeta Ibrahim y del profeta Musa.

.

Ta Ha: Letras del alfabeto árabe que dan nombre a una de las azoras del Corán.

Tahannuf: Prácticas o ejercicios espirituales del hanif,

Takbir: Expresión de la alabanza “Allahu Akbar”. Glorificación de Dios.

Taqua: Pronunciado takua. Conciencia de lo sagrado, de la majestad y belleza de Dios.

Tawaf: Acción de circunvalar ritualmente la Ka’ba.

Tauhid: Unificación. Conciencia de la unidad de Dios y de todo lo existente.

Thaur: Lit. toro. Nombre de la cueva donde se refugiaron el profeta Muhámmad y su amigo Abu Bakr tras emigrar de Meca.

Uhud: Nombre de una montaña cercana a Medina junto a la que se libró una batalla en la que los musulmanes fueron vencidos.

Umma: Lit. “matria” femenino de “patria”. La comunidad de creyentes musulmanes.

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‘Umra: Peregrinación al santuario de la Ka’ba que a diferencia del Hayy porque puede realizarse en cualquier momento del año.

‘Uzza: Una de las diosas del santuario pagano árabe.

Wáraqa: Cristiano árabe familiar de Jadiya, esposa del profeta Muhámmad. Confirmó a Muhámmad en su misión profética.

Wudu: Ablución ritual previa a la azalá.

Yatrib: También escrito Iatrib. Ciudad al norte de la Meca a la que emigraron los musulmanes en la Hégira. A raíz de esto pasaría a llamarse “Medina” o “ciudad (del profeta)”.

Yibril: Nombre árabe de Gabriel, Ángel de la Revelación.

Yinn: Pl. yunnun. Genio. Según la revelación, existen genios creyentes y no creyentes y están dotados de libre albedrío.

Zamzam: Pozo junto a la Ka’ba del que los peregrinos beben y hacen las abluciones al visitar la Casa de Dios.

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Bibliografía

Libros en versión electrónica

• El Mensaje del Qur’an. Muhammad Asad. Centro de Documentación y Publicaciones de Junta Islámica. 2001

• Los Jardines de los Justos. Imam An-Nawawi. Centro de Documentación y Publicaciones de Junta Islámica. 1999

• Al Muwatta. Imam Malik. Centro de Documentación y Publicaciones de Junta Islámica. 1999

• La vida del Profeta Muhammad,según las fuentes más antiguas Martin Lings. Editorial Hiperón. Año 1989

• Muhammad, el Mensajero de Allah. Abdal Haqq Bewley. Editorial Kutubia. 1982

• El Profeta. Frithjof Schuon.

• Introducción general a las ciencias del hadîz

• La vida de Muhamma(s.a.s). Abderramán Mohamed Maanán

• Sira: Biografía de Muhammad (s.a.s). Yusuf Luay 'Abdullah

• El Profeta del Islam. Muhammad Hamidullah

Selecciones de artículos sobre el Profeta:

• www.webislam.com/?sec=vaa&s=Muhammad&sb=%2E%2E

• www.musulmanesandaluces.org/

• http://es.wikipedia.org/wiki/Islam

• www.brill.nl/eicd

Bibliografía sobre la figura del Profeta

1. ARMSTRONG, KAREN; “Mahoma. Biografía del Profeta”; Tusquets. Barcelona, 2005.

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v. 3.2.06 © Mehdi Flores / Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2006

www.uned.es/islam La presente publicación forma parte del material didáctico del Curso de la UNED

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